Mi Hijo y sus Amigos (Masturbación Grupal) (1).



Capítulo 1


Mientras mi hijo reía a carcajadas junto con sus amigos en la sala de estar, yo preparaba el bolso de trabajo de mi marido, habían vuelto a cambiar su turno en la fábrica y hoy le tocaría trabajar durante la noche. En cuanto todo estuvo listo despedí a mi esposo con un beso en la boca, él me dio una palmadita en la cola y me saludó con la mano mientras se alejaba. A pesar de los años que llevamos casados seguimos siendo muy felices juntos y aún nos comportamos como una pareja de adolescentes, tenemos sexo cada vez que podemos y lo disfrutamos mucho, lamentaba que él tuviera que trabajar esta noche ya que yo estaba en perfecto humor para hacerle el amor apasionadamente, pero bueno, no tenía más remedio que esperar hasta el día siguiente.

Tuvimos nuestro primer y único hijo cuando yo contaba con apenas 24 años, no fue una mala edad para ser madre, me puse sumamente feliz cuando Alexis llegó a nuestras vidas. Hoy ya tiene 18 años y acaba de terminar sus estudios secundarios, ya está listo para salir al mundo y estudiar una carrera universitaria. Nunca nos dio mayores problemas, siempre fue un chico obediente y tranquilo, con buenos amigos que no lo llevan por el mal camino. En este momento tres de sus amigos se encontraban con él en la sala. Me acerqué a ellos para preguntarle si no les hacía falta nada, sus amigos se comportaban de una manera un tanto boba conmigo. Creo que los intimidaba un poco mi apariencia. Soy una mujer de físico privilegiado y sé que despierto fantasías eróticas en muchos hombres, pero a pesar de las tentaciones, nunca engañé a mi esposo. Tengo el cabello largo y ondulado, color castaño oscuro, aunque esté teñido se acerca mucho a mi color natural. Debo admitir que mantenerme cerca de los gimnasios han favorecido mucho mi figura, conservo un cintura bien torneada y una cola que se mantiene redonda y paradita. Mi piel es clara, pero este último verano me ocupé de broncearla un poco y aún conservo algo de ese color.

Noté que uno de los amigos de mi hijo no dejaba de mirar mi escote, y eso que no era muy prominente, aunque el tener los pechos de tamaño considerable, hacía que llamaran más la atención. El curioso era Manuel, un joven delgado y alto, de casi 1,80 m. Parecía ser un chico muy tímido por eso no lo reprendía por mirarme, eso tal vez lo mataría de la vergüenza, además no me hacía ningún daño.

- En un rato nos vamos, mamá – me anunció mi hijo luego de decirme que no necesitaban nada.
- ¿Puedo preguntar a dónde van?
- A la casa de Mauro, vamos a… mirar unas películas – me llamó un poco la atención el tono que empleó, pero mi hijo no era de mentir, así que debía confiar en él.
- ¿Por qué no se quedan acá? – les sugerí. La verdad es que me daba un poco de temor quedarme sola en la casa toda la noche – tu padre no vuelve hasta mañana al mediodía, hace horas extras, así que no molestarían para nada.
- ¿Y vos mamá?
- Yo me quedo en mi cuarto mirando televisión, estoy algo cansada así que me voy a acostar temprano – no era cierto pero no quería que pensaran que les aguaría la fiesta quedándome con ellos – podemos pedir unas pizzas para la cena y todo.

Estuvieron de acuerdo con mi idea, cada uno de los chicos telefoneó a su casa avisando dónde estarían, yo me sentí muy aliviada, como madre estaba más tranquila sabiendo que mi hijo se quedaba en casa y a su vez me tranquilizaba la idea de no quedarme sola. Comimos las pizzas en cuanto llegaron, a ninguno le disgustó que yo cenara con ellos, de hecho parecían alegres. De vez en cuando escuché comentarios por lo bajo en los cuales los chicos me halagaban, le decían a Alexis cosas como “que buena es tu mamá”, “que linda está tu mamá”, etc. Yo me hacia la sorda pero esos comentarios me dibujaban una sonrisa en el rostro.

Fabio, otro de los amigos de mi hijo, parecía que iba a quebrarse el cuello intentando mirar bajo mi vestido, que no era muy largo y mis estilizadas piernas se sentían libres. El muchacho estaba sentado frente a mí y como sólo había una mesita ratona entre nosotros, podía tener una buena visión de mis extremidades inferiores. Al principio me sentí un tanto incómoda, el chico disimulaba muy mal su comportamiento, pero me provocaba cierta ternura verlo intentar. Al contrario de Mauro, Fabio era un muchacho bajito, de hombros anchos y nariz de chimpancé, daba toda la apariencia de ser un poco lento, pero según Alexis era bastante listo. Si lo era no lo estaba demostrando en ese momento.

Mi vestido era bastante suelto, con cualquier movimiento se ondeaba. Decidí darle una pequeña recompensa por sus esfuerzos y separé un poco las piernas, lo justo y necesario como para que sólo él pudiera ver mi ropa interior, pero lo suficiente como para q la notara con facilidad. Yo tenía puesta una bombacha blanca común y corriente, no era mucho lo que iba a ver, pero seguramente le gustaría. Estuve en esa posición durante unos segundos y cuando lo miré con el rabillo del ojo me sorprendí al notar un pequeño bulto sobresaliendo de su pantalón. Inmediatamente cerré las piernas, no quería provocarle una erección al chico. Me sentía avergonzada, yo una mujer grande haciéndole esas cosas a un chico de 18 años. De todas formas me sorprendió que el chico se excitara tanto con tan poco. Era como ver un bikini, a lo sumo.

La cena terminó y yo me encargué de recoger las sobras y limpiar todo. Los chicos se fueron a la sala de estar donde se encontraba el televisor. Con mi marido nos habíamos encargado de construir un pequeño cine hogareño, teníamos un televisor moderno y de gran pantalla, un buen equipo de audio conectado a él y un gran sillón en el que entraban cuatro o cinco personas cómodamente. Además había otros dos sillones individuales, uno a cada lado del sillón mayor. Me despedí de ellos tan rápido como pude, no quería robarles más tiempo, me dirigí a mi cuarto quitándome las sandalias mientras caminaba y en cuanto cerré la puerta me quité el vestido. Me llevé una sorpresa al hacerlo, de pronto recordé que no vestía una simple bombacha blanca, eso fue en la mañana, luego de bañarme en la tarde me la cambié por algo más sugerente para mi esposo, una tanga roja bastante diminuta y con una tela que transparentaba un poco, lo peor era que hacía sobresalir mis pelitos por los huecos de la tela y por los lados. Ahora comprendía por qué Fabio se había excitado tanto, pobre chico, debo haberle generado un trauma. Un involuntario calor invadió mi zona púbica, en parte me calentaba un poco el saber que el chico había visto eso.

Me quité el corpiño dejando mis tetas respirar, mis pezones estaban un poco erectos, los toqué apenas y comprobé que en efecto, me había puesto cachonda. Decidí ignorar las reacciones de mi cuerpo. Me acosté en la cama y encendí el televisor, estuve mirando algunos programas buenos durante casi una hora y media, pero algunos pensamientos habían vuelto para atormentarme. No podía sacarme de la cabeza la idea de que esos chicos fantasearan con mi cuerpo y que me miraran de esa forma.

Deslicé mi mano hacia mi entrepierna y toqué mi vello púbico, el cual llevo al natural. En menos de un minuto ya estaba estimulando mi clítoris y podía sentir mi vagina humedeciéndose. No comprendía bien qué me pasaba, no solía excitarme de esta forma por alguien que no sea mi marido. Mordí mi labio inferior cuando una loca idea se cruzó por mi cabeza, la rechacé inmediatamente, pero de a poco fui convenciéndome de que podría hacerlo sin mayores consecuencias, no sería más que un jueguito divertido. Acomodé mi tanga y me levanté.

Busqué entre mis cajones algunos de mis mejores camisones, encontré uno color negro, tipo falda con ondas. Era levemente transparente, por un momento me pareció demasiado provocativo, pero sin meditarlo mucho, me lo puse. Se aferraba muy bien a mis pechos, hasta hacía que los pezones se marcaran un poco, y si la luz era buena, tal vez podría verse la aureola oscura que los rodeaba. Más abajo el camisón era todo lo contrario, no era ajustado para nada, parecía flotar sobre mis piernas sin casi tocarlas. Cubría apenas lo necesario como para que mi tanga no se viera, el tema es que ésta era roja y llamaría mucho la atención. Me la quité y busqué alguna otra de color negro. Solamente pude encontrar una, que era apenas un triangulito con un fino elástico, me la puse, de todas formas esta vez no pretendía llegar tan lejos, sería algo de apenas unos segundos.

Ya más decidida, pero con el pulso acelerado, abandoné mi cuarto dispuesta a pasearme delante de los chicos vistiendo un conjunto sumamente erótico. Luego regresaría a mi cuarto a masturbarme. Por suerte necesitaba pasar por la sala de estar para poder llegar a la cocina con la inocente excusa de buscar algo para tomar. Entré en la sala de nuestro cine hogareño desde una puerta que miraba hacia el costado izquierdo del sofá. Apenas vi a los chicos me quedé congelada, con los ojos abiertos como platos, ellos escucharon mi llegada y reaccionaron de la misma forma que yo. Un silencio sumamente incómodo se manifestó, pero rápidamente fue interrumpido por unos gemidos a poco volumen provenientes del televisor. Nada de lo que pudiera imaginar me hubiera preparado para semejante escena.

Los cuatro chicos, incluido mi hijo, estaban sin pantalón y pude ver cuatro juveniles penes totalmente erectos, estaban sentados frente al televisor donde una película pornográfica se estaba reproduciendo y obviamente ellos se masturbaban al verla. Siempre me dio pavor la idea de sorprender a mi hijo masturbándose, como toda madre sé muy bien que él lo hace, por eso siempre golpeo la puerta antes de entrar a su cuarto, pero esta vez no tenía motivo alguno para pensar que pudiera estar haciéndolo. Soy partidaria de que la masturbación es una necesidad que debemos satisfacer, me encanta que él lo haga, pero respeto su privacidad. Los cuatro chicos continuaban estáticos mirándome fijamente, ninguno había intentado cubrir sus vergüenzas, de hecho, aún seguían con sus manos allí, como si solamente hubieran pausado la masturbación. Llegó a mí el fuerte impulso de dar media vuelta y cerrar la puerta, pero eso sólo preocuparía a los chicos, sentirían que fueron descubiertos haciendo algo malo y eso les produciría mucha vergüenza. La culpa era mía, por cometer la estupidez de venir hasta acá a hacerme la madre cachonda. Soy una estúpida.

- ¡Uy, disculpen! – Dije sonrojándome al máximo – no sabía… - las palabras se trababan en mi boca, los chicos intentaron cubrirse con sus manos, se veían tan avergonzados como yo – no, está bien… no se detengan, es mi culpa… no quise – no sabía cómo explicarles.
- ¡Mamá! Perdón, pensé que ya estabas dormida – mi hijo intentó levantar su pantalón del suelo.
- No pasa nada, en serio. No quiero arruinarles la… - no sabía si llamarlo fiesta – fue mi culpa, no debí venir a molestar.
- Disculpe señora, lo que hicimos estuvo mal – se lamentó Fabio mientras intentaba tapar su pene.
- No tiene nada de malo, de verdad… es normal… - alguno de los chicos puso la película en pausa, en la pantalla se veía una mujer blanca de pelo negro y cuerpo monumental recibiendo un grueso pene dentro de su vagina – lamento haberlos interrumpido, no se detengan por mí, me haría sentir culpable.
- La culpa es nuestra, esta es su casa, no debimos… - preguntó David, el cuarto chico, un muchachito rubio de cabello corto que era muy bonito, seguramente era el que más atraía a las mujeres de los cuatro.
- Es mi culpa – insistí – yo los hice quedar en la casa. No tiene nada de malo…
- Tu mamá es muy buena – dijo Mauro – si mi mamá nos veía así… nos mataba a todos juntos.
- Yo soy una mujer comprensiva, yo también pasé por la adolescencia… hice muchas locuras, no tengo derecho a recriminarles nada a ustedes. Pueden seguir tranquilamente, yo busco algo para tomar en la cocina y los dejo tranquilos.

Caminé hacia la cocina pasando por detrás del sofá, todos me miraron pasar, evidentemente habían notado mi atuendo, la situación no era tal como la imaginaba pero podía ver la reacción de cada uno con mis propios ojos, los penes se les pusieron aún más duros, incluso a mi propio hijo.

- ¿De verdad no le molesta que sigamos? – Volvió a preguntar David.
- En serio, sigan tranquilos, yo no los molesto más – dije tomando una botella plástica con agua de la heladera.

La película se puso en movimiento otra vez, ellos parecían algo tímidos, desde la cocina podía ver todo ya que no hay pared que divida un área de la otra, solamente hay una angosta mesada. No movían sus manos con mucha energía, estaban tanteando la situación con cuidado, como si yo fuera a decirles algo malo. Tomé un pequeño sorbo de agua directamente de la botella sin apartar la mirada de esos cuatro miembros erectos, nunca en mi vida había visto tantos al mismo tiempo, me sentía un poco obnubilada, no podía pensar claramente. Caminé de regreso a mi habitación sin decir nada, pero en cuanto pasé por detrás del sofá Fabio me dijo:

- Señora, no hace falta que se vaya… si no le molesta – fue una insinuación, seguramente quería mirar mi cuerpo por un rato más o le calentaba la idea de que yo lo vea masturbándose.
- Ustedes necesitan privacidad. No quiero molestarlos.
- De verdad señora – agregó David – no nos molesta para nada, pero si la hace poner incómoda, lo entiendo – este chico era un encanto, hasta parecía apenado porque me marchara.
- ¿Incómoda? – la verdad si me ponía bastante incómoda, pero tenía que admitir que yo me la había buscado al venir hasta acá vestida de esta forma, podría quedarme un ratito, para que no se sientan culpables y luego regresar a mi cama – no, para nada, no me pone incómoda.

Para demostrar seguridad me senté en el sillón individual de la izquierda, este no miraba hacia el televisor, sino que apuntaba derecho hacia los chicos. Inmediatamente noté sus miradas en mí, estaba muy sonrojada, no sólo porque se estaban masturbando sino también por las explícitas escenas de la película, nunca había visto material de este tipo delante de mi hijo. La chica de la pantalla ahora estaba acompañada por dos hombres, uno la penetraba desde atrás por la vagina y el otro le ofrecía su pene, para que ella pueda mamarlo. Mis ojos iban de la pantalla a los miembros erectos de los chicos, me di cuenta de que estaba muy tensa, tenía las piernas juntas y las manos sobre las rodillas, intenté relajarme un poco, pensar en otra cosa, aunque no lo conseguía. Me senté más cómodamente, apoyando mi espalda contra el respaldar del sillón y separando levemente las piernas. Ninguno decía nada, pero los ojos se movían constantemente, a veces se centraban en mí y eso hacía que me incomodara aún más, ya que los tenía justo delante, masturbándose pensando en mí. Pero la excitación recorría mi cuerpo, esto iba haciendo que todo me importara menos, después de un rato ni siquiera me importaba que mi hijo se masturbara mirándome.

Dejando mis preocupaciones de lado separé más mis piernas, debido a la muy escasa ropa que llevaba mi entrepierna podía verse con facilidad. La diminuta tanga negra mostraba pelitos sobresaliendo por todos lados, me concentré en la película mientras mi hijo y sus amigos me miraban sin dejar de masturbarse, los chicos se daban con ganas, sus manos se movían constantemente y sus erectos miembros parecían dotados de vida propia. En la película la protagonista estaba siendo penetrada por tres hombres, uno por cada agujero disponible, yo luchaba contra mis ganas de masturbarme.

- Espero que no pienses que las mujeres hacemos esas cosas – les dije – en estas películas todo es actuado… y mal actuado. La mayoría de las mujeres no se comportan de esa manera.
- Si mamá, lo sabemos – mi hijo tampoco parecía preocupado por estar masturbándose frente a mí – pero es lindo imaginar esas cosas, y mucho más lindo es verlas – puse una de mis piernas sobre el apoyabrazos del sillón, esto dejó una gran separación entre ellas y la diminuta tanga tapaba muy poco mi nidito sexual.
- Laura ¿usted se…? – Fabio fue el primero en llamarme por mi nombre, pero no se atrevió a completar la pregunta.
- ¿Si yo qué? – pregunté intrigada, los cuatro miraban directo hacia mi vulva, esta estaba apretada en un pequeño triángulo de tela negra y amenazaba con salirse por los lados, la división de mi vagina se notaba mucho.
- ¿Usted podría mostrarnos sus pechos? – se animó por fin. La pregunta me tomó por sorpresa, los miré incrédulas, los cuatro portaban su mejor cara de súplica.
- No creo que eso sea apropiado – como tampoco era apropiada la forma en la que estaba sentada frente a ellos.
- Bueno, pero nosotros estamos aquí desnudos… y usted puede vernos – comenzó diciendo David – nosotros solamente le pedimos ver un poco. Creo que es justo – justo o no yo ya no tenía muchas ganas de seguir argumentando.
- Está bien, pero solamente un ratito, después me vuelvo a mi cuarto – todos asintieron con la cabeza.

Sin mucho preámbulo bajé la mitad superior de mi camisón exponiendo ambas tetas al unísono. Eran grandes y bien redondas, la aureola de mis pezones era marrón y contrastaba mucho con la piel blanca de mis pechos. Los masajeé un poco y pude ver como aceleraban el ritmo de su masturbación, al parecer ninguno estaba dispuesto a acabar todavía, me sorprendía el aguante de estos chicos. Uno de ellos puso la película en pausa.

- ¿Puede venir más cerca? – preguntó Mauro tímidamente.

Él era quien más me sorprendía, no podía creer que un chico tan tímido se animara a masturbarse frente a sus amigos… o frente a la madre de su amigo. No pude negarme a su pedido, el camisón cayó al piso en cuanto me puse de pie ya que no tenía de dónde sostenerse. Quedé vistiendo solamente esa diminuta tanga que dejaba poco a la imaginación y q se metía cada vez más dentro de mi vagina. Los cuatro estaban muy sorprendidos cuando desfilé frente a ellos con paso sensual. Sus manos se agitaban frenéticamente, me sentía una estrella porno. Di un giro completo sobre mis talones para mostrarles todo mi cuerpo, mis pechos rebotaban cuando me movía. Al parecer David no se pudo reprimir más y se puso de pie junto a mí. Sin darme tiempo a nada agarró mi teta derecha con una de sus manos.

- Hey, no dije que podían tocar – no me enfadé, se lo dije en un tono simpático – además tienen las manos pegajosas –
Di un paso hacia atrás y cuando me di cuenta Fabio ya estaba parado junto a mí.
- Es que nunca tocamos una, nos gustaría saber qué se siente – y a continuación agarró mi otra teta.
- Bueno, bueno. Ya lo saben, ahora pueden ir soltando. Alexis defendé a tu madre – le rogué a mi hijo, pero éste solo se rio de mí y vino junto con Mauro a tocar mis voluptuosos senos.

Intentaba apartarme de ellos pero me tenían rodeada, Fabio se colocó atrás, muy pero muy pegado a mí. Sentí su pene contra mi vagina, por suerte la tanga me protegía. Moví la cadera hacia un lado para sacarlo de allí pero él volvió a apuntar al mismo lugar, no me quedó más remedio que apartar su pene usando mi mano. Se lo agarré y lo sostuve con la mano izquierda a un lado de mi pierna. Estaba muy duro. Como si fuera poco, éste no era el único pene que me amenazaba, podía sentir al menos dos más contra mis piernas y muchos dedos toqueteando mis tetas. Estos chicos parecían zombies sexuales. Tenía que alejarme de ellos porque pronto perderían el interés por mis pechos y buscarían otra zona. David sostuvo su pene con una mano y parado frente a mí comenzó a frotarlo contra mi vagina, podía sentir la calidez de su carne y mis fluidos sexuales manaban atravesando la delgada tela que me protegía. Tuve que aferrarme con mi mano libre al miembro de David y así poder apartarlo, pero esto me dejó desprotegida, aún tenía firmemente agarrado el pene de Fabio con mi mano izquierda y ya no tenía forma de apartarlos de mí. Manuel se atrevió a ir más lejos, se lanzó sobre mi teta izquierda y chupó el pezón.
- ¡No chicos, basta! – Me quejé – me van a hacer enojar, cálmense – pero ninguno parecía escuchar mis palabras.

Mi propio hijo imitó a su amigo y lamió mi pezón derecho. Esto me produjo una extraña y morbosa sensación. De todas formas luché contra mis instintos sexuales e intenté caminar hacia el sillón individual que ocupaba antes, quería recoger mi camisón, pero no podía moverme con facilidad, tenía a estos chicos fuertemente aferrados a mí, tenía que esforzarme mucho por dar un simple paso. Ni siquiera podía soltar los penes por mucho tiempo porque enseguida intentaban apuntarlos hacia mí. Llegué hasta mi camisón pero no podía agacharme para recogerlo, los cuatro aprovechaban la oportunidad de tocar mi cuerpo, varias manos pasaron por mi zona púbica, aunque se notaban temerosas de ir más allá, los dedos apenas rozaban mi intimidad. Aunque ninguno desaprovechó la oportunidad de lamer mis pechos. No me había dado cuenta pero mis manos se movían instintivamente sobre las vergas que agarraba, hasta parecía que los estuviera masturbando, no quería que los chicos creyeran eso así que las solté inmediatamente. Ya con las manos libres intentaba empujarlos lejos de mí, pero en cuanto conseguía apartar uno, otro tomaba su lugar. Además Fabio se aferraba con firmeza a mi cintura, lo cual me impedía moverme.


Alexis tomó mi mano y la dirigió hasta su pene, me sorprendió mucho que hiciera esto, pero aparentemente él no me veía como madre en este momento, además era muy fácil dejarse llevar por la situación, era obvio que a mí también me costaba resistirme ya que agarré su miembro erecto. Sentirlo entre mis dedos fue muy estimulante, estaba pegajoso pero emanaba mucha sexualidad. Toqué su glande y eso pareció gustarle. La fuerte mano de Fabio me apretó la cola al mismo tiempo que David volvía a colocar su verga contra mi sexo. Mi corazón latía tan fuerte que tenía miedo de que ellos pudieran oírlo. Sentir el glande el muchachito rubio surcando entre mis labios exteriores me hizo perder la razón y me llevó a cometer una locura.


Fin del Capítulo 1.
Continúa en el Capítulo 2.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Como siempre me encantá tus historias. Después de leer los 10 capítulos poker en familia, me estoy enganchando con este capítulo. Muy bueno seguí escribiendo

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