Capítulo
11
Anabella me
observaba atónita desde el umbral de la puerta, tuve que ser yo quien recogiera
el teléfono celular que cayó de sus manos.
-¿Puedo
pasar? Nadie me vio llegar así que no van a saber que estoy acá –me miró
boquiabierta como si yo fuera la representación en carne y hueso de Lucifer-
dale Anabella, mientras más demores más nos arriesgamos a que nos vean.
-Sí, perdón.
Pasá –se hizo a un lado.
En cuanto
entré ella miró hacia el pasillo y cerró la puerta sólo cuando estuvo segura de
que nadie nos había visto. Luego se volteó hacia mí y permaneció estática,
parecía una estampita de la Virgen María.
-¿No vas a
poner el agua para el mate? –de hecho luego de haberme tomado un helado no me
apetecía mucho tomar mates pero era una forma de pedirle que se tranquilizara.
-¿Pensás
quedarte mucho tiempo?
-El que sea
necesario, pero no pretendo molestarte –coloqué la tapita trasera en su
Smartphone y lo encendí para corroborar que no se hubiera roto- si te jode, me
voy.
-No, ya
estás acá… y si nadie te vio entrar, supongo que no hay problema –se acercó al
anafe y encendió una hornalla colocando la pava con agua sobre ella.
-Tu teléfono
funciona bien. Procurá no darle más golpes como ese. ¿Estabas escuchando
música? No me imagino qué podrá gustarte –dije con sarcasmo.
-No creas
que me la paso escuchando música religiosa. Lo que más suelo escuchar es León
Gieco, Víctor Heredia o Atahualpa Yupanqui –asentí con la cabeza.
-Debo haber
escuchado algo de ellos, pero no es mi estilo –dije sentándome en una silla-
bueno Anabella, vos y yo tenemos que hablar.
-Me parece
bien.
Luego de un
par de minutos se sentó frente a mí y dispuso todo lo necesario para preparar
el mate sobre la pequeña mesa. La verdad es que no tenía idea de por dónde
comenzar, mi preocupación fue llegar hasta su cuarto sin que nadie me vea y
convencerla para que me dejara entrar, una vez cumplidos esos dos pasos no supe
cómo proseguir.
-Te escucho
Lucrecia ¿qué ibas a decirme? –su voz fue tan amable y dulce como siempre, a
veces pensaba que esa era su característica más atractiva, pero también me
perdía mirando sus ojos como ventanas a un alma pura y sus labios tan bien
torneados.
-Hace poco
aprendí que en la vida no hay que ser tan orgullosa –comencé diciendo- una
puede tener amor propio pero también debe saber reconocer cuando una persona
vale lo suficiente como para dejar de lado el ego e intentar solucionar las diferencias.
-Es muy
sabio eso que decís, creo que por primera vez estoy totalmente de acuerdo con
vos.
-No me
importa quién tuvo la culpa de que las cosas hayan salido así, el punto es que
pasó y por ese motivo estamos distanciadas. Te lo dije la otra vez, por más que
te haya visto sólo pocas veces, sentí una conexión especial con vos.
-¿De qué
tipo de conexión hablás?
-No pienses
mal, hablo de amistad. Esa es una de mis características, sé muy bien cuando
voy a llegar a considerar amiga a una persona poco tiempo después de conocerla,
eso mismo me pasó con muchas de mis amigas actuales, y con vos también –omití
el detalle de que terminé acostándome con muchas de esas amigas- yo no quiero
que estemos peleadas ni que dejemos de vernos. Estuve pensando y sé lo difícil
que puede ser para vos el ser vista con una… con una lesbiana.
-¿Ya te
considerás lesbiana?
-Sí.
Totalmente, ya no lo puedo negar. Los hombres no me interesan en lo más mínimo.
-Veo que
diste un paso importante en tu vida. No debe haber sido fácil.
-Para nada,
ahora hasta mi mamá conoce mis preferencias sexuales, es todo un problema,
mucha gente te juzga sin conocerte. No quiero que vos hagas lo mismo.
-Te prometo
no hacerlo –mientras conversábamos ella tomaba mates pero tuve que rechazarlo
cuando me ofreció uno- ¿no te gustan mis mates?
-Me gustan
mucho, pero recién tomé un helado y el mate me va a caer como trompada de
boxeador, perdón que te haya pedido que lo prepares…
-No hay
problema, a mí me gusta mucho tomarlos. Bueno te estaba diciendo, ya que estás
acá, hablándome de frente y sin rencores, te voy a proponer una cosa. Podemos
seguir siendo amigas y podemos vernos tanto como queramos –sonreí al escuchar
esas palabras- pero prometeme que vas a entrar y salir con cuidado, al menos
para que no te vean siempre, no es q me de vergüenza estar con vos…
-Si lo sé.
Es que te puede generar problemas, eso lo entiendo muy bien. Permitime poner
una condición a mí también –me miró como si yo fuera un juez dictando una
sentencia- quiero que seamos amigas normales, que cuando estés conmigo te
olvides por un rato de que sos monja. No podés ser tan estructurada en tu vida
Anabella, te vas a morir sin haberte reído a carcajadas ni una sola vez –se
quedó helada, no emitió ningún sonido- ¿dije algo malo?
-No, al contrario.
Recién ahora me doy cuenta… no lo había pensado antes.
-¿Que sos
estructurada?
-No, eso ya
lo sabía. Pero tenés razón en eso de que nunca me rio a carcajadas. Se sonreír
y sé cómo reírme, pero acá entre estas cuatro paredes son muy pocas las cosas
que me causan verdadera gracia. De hecho vos sos la única que me hace reír cada
vez que venís.
-Cada vez
no, a veces te enojás conmigo, por mis locuras.
-Es que
justamente son esas locuras las que me causan gracia, aunque no lo demuestre.
Yo nunca hago locuras.
-A veces sí
–busqué rápido en mi celular hasta que encontré la foto que me envió una vez
Anabella de su culito entangado- como esta –le mostré la imagen y fue como si
le hubiera tirado un baldazo de pintura roja en la cara.
-¿Todavía
tenés eso? Pensé que ya lo habías borrado.
-No la
pienso borrar. No te preocupes, acá no la va a ver nadie más que yo –no sabía
si contarle de las veces que me masturbé mirando esa foto e imaginándola
desnuda- ¿seguís usando la ropa interior que compramos juntas?
-Sí, de
hecho tengo puesto una de esas ahora. La negra. A la rosada no la usé nunca, me
da mucha vergüenza.
-Debajo de
todos esos trapos no creo que haya mucha diferencia, podrías estar usando los
calzones de mi papá que nadie se enteraría.
Verla
riéndose me iluminó el alma. Era mucho más hermosa cuando estaba feliz.
-Contame
algo muy loco que hayas hecho en tu vida –le pedí- algo divertido.
-Bueno
–meditó unos instantes- hace cosa de un año desperté a una de las Hermanas con
música de Black Sabbath, la pobre creyó que se había muerto y había ido a parar
al infierno.
-No te
imaginaba escuchando esa banda.
-No la
escucho, no me gusta. Pero encontré un video de ellos en internet y me pareció
buena idea despertar de esa forma a alguien del convento. La verdad que es una
música muy tétrica.
-Eso que
nunca escuchaste Radiohead.
-Ni quiero
hacerlo.
-Y en cuanto
a lo sexual ¿qué fue lo más loco que hiciste?
-¿Por qué
todo tiene que estar relacionado con el sexo con vos Lucrecia? –me sentí muy
mal con esa acusación, agaché la cabeza y me quedé mirando el piso. Aún estaba
cachonda por lo que pasó con Cintia, pero no podía explicarle eso- bueno, no
quiero que peleemos, voy a intentar ser lo más paciente posible, supongo que
sólo lo preguntás como amiga.
-Así es, no
estás obligada a contar nada.
-Tengo que
admitir que el tema sexo es muy difícil para mí, después de lo que me pasó.
Nunca pude hablar con nadie sobre sexualidad.
-Yo podría
ser tu amiga y confidente, a mí podés contarme lo que quieras que nunca te voy
a juzgar.
-Lamento
desilusionarte pero nunca estuve con nadie y no tengo nada para contarte aparte
de lo que ya te conté. A veces me pregunté qué se sentiría hacerlo con un
hombre que fuera cariñoso, pero al pensarlo se me llena la cabeza con malos
recuerdos.
-No puedo
ayudarte en ese tema, yo tampoco tengo mucha experiencia con los hombres, ya lo
sabés. De hecho me volví sexualmente activa recién este año y sólo lo hice… con
mujeres.
-¿En plural?
–Asentí con la cabeza- ¿De cuántas estamos hablando?
-Prometeme que
no te vas a enojar si te lo digo.
-Te lo
prometo.
-Tuve
relaciones con seis mujeres –incluí a Cintia y a la desconocida del boliche en
mi lista. Anabella abrió grande los ojos.
-Son muchas
más de las que imaginé –a mí también me parecía un número inmenso ahora que lo
pensaba detenidamente- ¿Y… qué se siente?
-¿De verdad
querés saber?
-Sí, supongo
que sí. Digo… Para charlar de algo. No entiendo cómo encontrás satisfacción
sexual con otra mujer.
-Es muy
fácil, porque me gustan mucho. A veces tengo la sensación de que pienso como
hombre, veo el cuerpo de una mujer desnuda y me pongo loca. El estar con una en
la cama es una sensación maravillosa –esto me recordaba a una charla que tuve
con Samantha- es muy difícil de explicar con palabras. Interviene mucho la
sensualidad y el encanto femenino.
-Pero las
mujeres no tienen… -me miró como para que yo completara la frase, pero no
pensaba hacerlo- no tienen eso… -volvió a clavar su mirada en mí buscando apoyo
pero me hice la boluda- ya sabés… -comenzaba a sonrojarse- las mujeres no
tienen pene. Listo, ya lo dije. ¿Contenta?
-¿Por qué
debería estarlo? No dijiste nada que cualquier mujer de mi edad no sepa. Hasta
vos debés saberlo, si alguna vez te miraste ahí abajo –me imaginaba su
entrepierna repleta de polvo y telarañas- Obvio que no tenemos pene, ¿y qué hay
con eso? –no se la dejaría nada fácil.
-Es que no
entiendo cómo pueden dos mujeres satisfacerse sexualmente sin... pene.
-Hay muchos
recursos, te los debés imaginar –puso la misma cara que yo segundos antes- con
los dedos, la lengua, etc. No te imaginás lo bien que se siente una buena
chupada –abrió los ojos hasta que parecieron dos platos- ya sea darla o
recibirla –sabía que la estaba incomodando, pero esa era mi intención- además
también hay sustitutos para el pene, se los llama consoladores. A vos te
vendría bien uno.
-¿Y qué te
hace pensar que necesito uno?
-La
expresión en tu cara y lo necesitada que estás de pasar un buen rato en la
cama, aunque sea sola.
-Yo no
estoy…
-No hace
falta que me mientas Anabella, acordate lo que dijimos, que íbamos a hablar
como amigas, no como monjas.
-Bueno puede
que tal vez lo necesite, pero eso no quiere decir que lo vaya a hacer.
-¿Por qué
no? No sería el fin del mundo y si te morís alguna vez, ojalá sea de viejita a
los 190 años, vas a poder decir que al menos la pasaste bien una vez.
-Pero… está
mal –se estaba quedando sin argumentos.
-La iglesia
está cambiando Anabella, ya no es tan estricta como antes, tal vez se están
dando cuenta que Dios no castiga a la gente por masturbarse o por tener sanas
relaciones sexuales.
-¿Te parece
sano estar acostándote con todas las mujeres que se te crucen?
-Con todas
no. Con vos no me acosté… todavía –eso le cayó como baldazo de agua helada.
-Ni lo vas a
hacer. Desde ya te digo que borres todas esas ideas locas de tu cabeza.
-Vos no
podés impedirme que fantasee, yo soy la dueña de mis pensamientos, ni siquiera
Dios puede controlarlos. No te olvides del libre albedrío.
-También se
puede pecar con el pensamiento y lo sabés.
-No, no lo
sé. Porque yo no lo veo de esa forma, además no creo que sea un pecado tan
grave fantasear con una mujer hermosa –agachó la cabeza y quedó mirando
fijamente la mesa- ¿te pasa algo?
-¿De verdad
pensás que soy hermosa? –su voz sonó tan suave que apenas pude oírla.
-Hermosa es
poco Anabella, sos la mujer más atractiva que vi en mi vida, me parece un
desperdicio total que te escondas debajo de esos hábitos. Al menos podrías
buscarte un buen hombre para…
-Ese es el
problema Lucrecia. Después de lo que me pasó no puedo estar cerca de ningún
hombre, por más bueno que este sea. Con decirte que hasta me pongo incómoda al
lado de un cura.
-No serías
la primera.
-¡Lucrecia!
-Pero si es
la verdad. Mirá, mejor cambiemos de tema. Si no son hombres entonces pueden ser
mujeres. Conquistarías a cualquiera sólo si te lo propusieras, aunque ésta sea
heterosexual. Te lo aseguro.
-No pretendo
estar conquistando mujeres, ni que éstas me conquisten a mí. ¿Está claro?
-Perdón, no
pretendía hacerte enojar.
-No
Lucrecia, perdoname vos a mí. No estoy enojada, para nada. Es que este es un
tema muy delicado para mí.
-Es porque
lo ves como algo estrictamente prohibido y pensás que por solo hablarlo se te
van a abrir las puertas del infierno, pero la realidad es que a nadie le afecta
esta conversación, más que a nosotras. Te lo repito por enésima vez. Acordate
que debajo de esa sotana hay una mujer y una muy hermosa, dejala respirar un
poco. No la cubras de negro todos los días. Te estás muriendo por dentro. ¿Lo
pensaste alguna vez?
Por su expresión
cabizbaja parecía estar totalmente abatida, era como si sus pocas ganas de
vivir se hubieran esfumado de repente.
-Lo pensé
muchas veces. Me genera mucha angustia. Amo lo que hago y dedicaría toda mi
vida a esto, pero a veces me siento tan sola y vacía que me dan ganas de
llorar.
-Para colmo
vos no colaborás Anabella, ¿acaso no compramos ropa para que te vistas de forma
más alegre? Pero no, ahí estás, otra vez adentro de esa sotana como si fuera
una prisión ¿y todo por qué? Porque sos una miedosa.
-No me digas
miedosa.
-Es la
realidad Anabella, yo soy lesbiana, promiscua y vivo metiéndome en problemas,
pero que bien la paso. Vos sos miedosa, no tomás riesgos y no querés ni
siquiera intentar vivir una vida más alegre. No hacés nunca nada osado.
-¿Sabés qué?
–Sus ojos brillaron como centellas, pensé que mandaría de una patada al séptimo
infierno- ¡Tenés razón! –Me quedé boquiabierta- tengo que admitirlo –tomó una
buena bocanada de aire y exhaló- soy miedosa… y está en mi cambiarlo. Dios me
podrá ayudar mucho, pero yo tengo que poner mi parte también. No puedo vivir
aterrada por algo que me pasó hace diez años. Desde ahora voy a tomar más riesgos
si es por una buena causa y voy a hacer cosas osadas.
-Pero
Anabella, hacer algo osado para vos sería salir a la calle con la sotana sin
planchar o saltearte un “Padre Nuestro” cuando reces el Rosario.
Me miró con
una malicia burlona y desafiante que me hizo dudar de mis propias palabras,
nunca la había visto así. Acto seguido se puso de pie y de un tirón se quitó el
velo de la cabeza, su cobrizo cabello flotó en el aire cayendo suavemente sobre
sus hombros, vi que movía las manos en el frente de su sotana como si
desprendiera botones que yo no podía ver, aguardé expectante e impaciente
cunado de pronto la negra tela se abrió por la mitad y cayó al suelo en
cuestión de un segundo. Si me hubiera encontrado con el mismísimo Satanás a
besándose con Jesús no me hubiera sorprendido tanto. Su tersa y blanca piel era
envidiable, al igual que su figura, ni yo tenía un vientre tan marcado o unas
caderas tan imponentes. Sólo vestía su ropa interior, aquella que yo le había
comprado. Una pequeña bombachita negra que se ceñía a su figura como si
estuviera pintada y un corpiño que elevaba sus voluptuosos pechos y hacía que
estos se acariciaran mutuamente en el centro. Los fallados y gastados
engranajes de mi cerebro dejaron de girar, chocaron entre sí, rechinaron y
lucharon por reanudar la marcha, pero era imposible, no podía reaccionar de
ninguna forma más que quedándome con la boca abierta como una gruta.
-Podés usar
esa imagen como quieras –me dijo con voz sensual.
¿Quién era
esa mujer y qué había hecho con Anabella? Creo haberme preguntado eso mismo
alguna vez, pero ésta… esta vez era en serio. Era imposible que esa ninfa
cargada de erotismo sea la misma monjita que estaba sentada frente a mí tomando
mates. Me puse de pie de un salto ¿por qué? Ni idea, sólo sentí que el culo me
quemaba ¿o era la vagina? La atractiva y sensual mujer dio media vuelta
mostrándome unos glúteos redondos y bien definidos, divididos al medio por esa
hermosa colaless. Su espalda era extraordinaria, me daban ganas de recorrerla
con mis labios de abajo hacia arriba para luego bajar usando mi lengua y
perderla entre esas nalgas.
Atraída por
una fuerza misteriosa e incontrolable me acerqué a Anabella cuando ella
comenzaba a buscar ropa dentro de un pequeño armario de madera. Su repentina
actitud provocativa tuvo un efecto increíble en mí. La abracé por detrás,
pegando mi cuerpo al suyo, posando delicadamente mis manos sobre su vientre y
apoyando mi mentón en su hombro derecho. Como teníamos casi la misma altura fue
muy fácil hacerlo. Al sentir mis cálidas caricias, inclinó la cabeza hacia
atrás, cerró los ojos y abrió la boca sensualmente. No medía mis actos, actuaba
por puro instinto. El fresco aroma de su cabello inundó mis fosas nasales, mis
labios rozaron su cuello y ella suspiró.
-No me hagas
esto ahora Lucrecia –susurró.
-¿Por qué
no?
-Porque no
sé si voy a poder contenerme –la punta de mis dedos rozaron el elástico de su
bombachita.
-¿No era que
no te gustaban las mujeres? –mantuve siempre mis ojos cerrados concentrándome
en todos los puntos de contacto entre nuestros cuerpos.
-Y no me
gustan… -mi boca surcó el vórtice de su mandíbula- pero… estoy…
-Pero estás
excitada –completé la frase mientras uno de mis dedos intentaba esconderse
debajo de la tela de la colaless.
-Sí, muy
excitada –me sorprendió que lo admitiera.
-No pienses
en nada.
-No puedo.
Tomando la
ropa interior por el elástico la fui bajando lentamente, pude escuchar su
corazón acelerándose. Estiré mis manos todo lo que pude, sabía que su sexo ya
estaba libre, pero permanecí con los ojos cerrados. Ella misma levantó una
pierna permitiendo que la bombachita pasara por ella, solté la tela suponiendo
que sola seguiría su camino hasta el suelo.
-No mires
–me rogó cuando comencé a acariciar sus piernas- por favor, no mires –sentí
pena por ella, no quería forzarla, no a Anabella- va a ser mejor que te vayas
Lucrecia.
-Te prometo
que no voy a mirar, y me voy –dije contra mi voluntad – pero con una condición.
-¿Cuál? –su
voz no era más que un suave jadeo.
-Que te
masturbes cuando yo me vaya. No lo hagas por mí, hacelo por vos. Permitite
disfrutar este hermoso momento.
-Está bien,
te prometo que lo voy a hacer.
Apreté los
dientes y giré mi cabeza hacia el otro lado. No quería marcharme, pero se lo
había prometido. A duras penas me separé de ella y sólo abrí los ojos cuando le
di la espalda. Sabía que estaba prácticamente desnuda y me moría de ganas por
ver su cuerpo pero quería demostrarle que podía confiar en mí.
-Gracias por
entenderme –su voz me derretía.
-Mejor me
voy ahora. Que disfrutes del momento –caminé con paso decidido hacia la puerta.
-Lo voy a
hacer –supe que seguía mis pasos.
-Hasta luego
Anabella –no estaba enfadada pero tampoco me iba tan feliz como quisiera.
Abrí la
puerta sólo un poco para corroborar que no había nadie en el amplio pasillo.
Salí a hurtadillas y justo antes de cerrarla, el corpiño de Anabella voló por
encima de mi hombro cayendo en el piso justo frente a mis ojos. Me apresuré por
recogerlo y escuché el clic de la puerta al cerrarse. Me giré y la arañé como
un animal enjaulado, quería verla desnuda, pero sabía muy bien que ella no
abriría la puerta ni aunque Dios mismo bajara de los cielos y golpeara. Escondí
el corpiño negro entre mi ropa y en ese momento caí en la cuenta de lo cerca
que estuve de ella, de lo cerca que estuvieron mis manos de ese precioso
tesoro. Me alejé de allí intentando imaginarla masturbándose, si yo cumplí con
mi promesa ella debía cumplir con la suya. Media sonrisa se dibujó en mi
rostro, había logrado que una estructurada monjita se masturbe y posiblemente
lo hiciera pensando en mí.
Mi vagina
parecía el volcán Vesubio a punto de estallar, de ella manaba tibio líquido que
comenzaba a escurrirse por mi pierna. Busqué mi celular para llamar a Lara y en
ese momento me di cuenta de que lo había dejado dentro. Me maldije a mí misma,
sabía que Anabella no podría ver nada del contenido ya que este estaba
protegido con contraseña… me detuve en seco. No podía ser tan imbécil. ¿Se
daría cuenta? ¿Lo intentaría siquiera? Tal vez era sólo cuestión de suerte que
supiera que la contraseña era “Anabella”. ¿Por qué tenía que ser tan idiota y
sentimental?
Repasé
mentalmente el contenido del celular, allí había varias fotos de mujeres
desnudas, algunas que me habían enviado, otras que había tomado yo misma.
También había una muy interesante sesión de fotos mías muy subidas de tono.
Comencé a reírme como loca, ahora quería que ella las viera, quería que se
masturbara mirando mis fotos pornográficas.
Esa misma
tarde fui a la casa de Lara y casi la mato, sexualmente hablando, tenía una de
las calenturas más grandes de mi vida. Por suerte sus padres no estaban porque
monté un escándalo tremendo, el cual disfrutamos mucho.
Cuando llegó
el fin de semana quise recuperar parte del tiempo perdido con mi novia, le dije
que la llevaría al mejor sitio de la ciudad, Afrodita. Ella sólo conocía la
discoteca por su nombre, nunca se imaginó que alguna vez iría a ese sitio. En
cuanto a la monjita, preferí evitarla durante estos días, me moría de ganas por
preguntarle qué fue lo que hizo, por qué lo hizo y que diera todo detalle
posible, pero no quería forzarla.
La tarde del
sábado, antes de ir a la discoteca, decidí que yo también haría algo un poquito
más osado, para que la noche con Lara sea especial. Fui a comprarme ropa
interior nueva y me decidí por un conjunto muy sexy color rosado y negro que
venía con un portaligas y unas medias negras muy seductoras. Un año antes no me
hubiera puesto esto ni en broma, ahora me reía de la vieja Lucrecia.
Mi madre no
me dirigía la palabra en ningún caso, la tensión en el ambiente era evidente
pero nadie preguntaba qué pasaba, de todas formas yo me las arreglaba para
pasar la mayor parte del tiempo en mi cuarto o fuera de la casa, así que nos
veíamos muy poco. El estar peleadas me facilitó un poco las cosas, ni siquiera
pedí permiso para salir esa noche, directamente me subí al auto y me fui.
-Hola mi
amor –me dijo Lara apenas entró en el vehículo y me dio un hermoso beso en la
boca.
Sus labios
sabían a frutas y supuse que estaba usando algún labial saborizado. Me encantó
que me saludara de esa forma, me hizo ver lo especial que era nuestra relación,
aunque ésta fuera abierta. Existía un cariño y un respeto mutuo muy grande.
-Este lugar
te va a encantar –le comenté mientras conducía- vas a ver que está lleno de
gente interesante. Te voy a presentar a mi amigo Rodrigo.
-¿El
muchachito gay? –Asentí- ¿y hay muchas lesbianas que sean lindas?
-¿Acaso
vamos a salir de levante? –sonreí.
-¿Y por qué
no? ¿Te molestaría si me voy con otra? –me lo preguntaba seriamente, no
intentaba ponerme celosa. Supongo.
-No me
molestaría Lara, de verdad. Lo que sí me molestaría es que me dejes sola. No me
gustaría tener que volverme sola a mi casa.
-Obvio que
no mi amor –me acarició el brazo- nunca te haría una cosa así. Pero te tengo
que ser sincera, a mí todo esto de la relación abierta me da mucha curiosidad y
de verdad me gustaría probar con alguien diferente, aunque sea por una noche,
nunca hice algo así ¿Vos?
-Este…
bueno… si supongo que estará bueno probar con alguna desconocida, pero que sea
una chica agradable y que nos guste a las dos.
-¿Qué te
hace pensar que la vamos a compartir? ¿Me estás proponiendo un trío Lucrecia?
-¡No! No
dije eso –enana maldita, siempre haciéndome tropezar con mis propias palabras-
nunca hice una cosa así –tenía que admitir que la idea de estar con dos mujeres
a la vez se me cruzó por la mente en más de una ocasión- pensé que vos estabas
proponiendo eso.
No me
respondió porque en ese momento llegamos a Afrodita, ella quedó maravillada con
las luces y el llamativo cartel en negro y letras rosadas. Todavía era un poco
temprano y no se veía tanta gente, eso me facilitaría el poder saludar a mis
amigos. Me acerqué al gorila calvo de la entrada que parecía estar discutiendo
con uno de sus compañeros. Aguardé unos instantes hasta que las cosas se
calmaron y el segundo guardia se retiró.
-Hola Miguel
–lo saludé, él se sobresaltó porque al parecer nunca me vio llegar.
-¡Lucrecia!
Qué bueno verte otra vez por acá, y como siempre, bien acompañada… -se quedó
mudo mirando a Lara- perdón, ¿metí la pata?
-No te
preocupes Miguel, ella es mi novia, Lara. Tenemos una relación abierta
inspirada en la tuya con Rodrigo y sabe que no es la primera vez que vengo a
este sitio.
En ese
momento noté la gran diferencia de tamaño que había entre mi pareja y el calvo.
Se miraban el uno al otro como midiéndose. Lara tenía actitud desafiante, como
si fuera a golpearlo en cualquier momento, supe que su intención era demostrar
que a pesar de su reducido tamaño podía ser muy peligrosa. Miguel frunció el
ceño intentando espantarla pero ella le sostuvo la mirada sin problemas.
-Te aviso
que la gente alta a mí no me intimida –dijo la pequeña y Miguel se echó a reír.
-Tiene
carácter tu novia. Creo que hoy no vas a necesitar que te cuide las espaldas,
Lucre.
-No, al
contrario. Deberías cuidar a los demás de ella. Che, ¿qué fue esa discusión? Si
es que se puede saber.
-Ah, es por
un problema que estamos teniendo con algunos de los empleados –me miró durante
unos segundos- te cuento porque sos mi amiga. Las cosas en el negocio no
marchan tan bien como aparentan, el ingreso que generan las bebidas y las
habitaciones da un amplio margen de ganancia, el tema es que faltan clientes.
-Eso es
porque brindan un servicio a un público muy exclusivo. A la mayoría de los
heterosexuales les da miedo ser vistos acá adentro. Creo que la solución sería
ampliar, de alguna forma, el mercado.
-Rodrigo me
contó que estudiás Administración de Empresas.
-Sí, y ella
estudia conmigo. Seguramente está de acuerdo con lo que te digo.
-Totalmente
–dijo Lara- parece que tienen un establecimiento inmenso –el boliche abarcaba
una gran superficie a lo ancho y alto, seguramente hacia adentro también era
mucho más grande de lo que se veía desde la entrada –pueden recibir muchas
personas sin tener problemas con el espacio –el calvo asintió con la cabeza.
-¿No quieren
hablar sobre eso con Rodrigo? Sé que vinieron a divertirse y todo eso pero…
-Está bien,
de hecho quería saludarlo y todavía es temprano, no quiero empezar a tomar
desde ahora.
-Esa es
buena idea, no quiero sacarte a rastras como la última vez. Síganme.
-Eso nunca
pasó –le susurré a Lara- no le creas.
-Me cuesta
no creerle.
Rodrigo
Pilaressi estaba sentado detrás de su pequeño escritorio luchando contra una
gran pila de papeles y tecleando en una computadora cada dos segundos. Ni
siquiera levantó la vista cuando Miguel se paró frente a él.
-¿Qué pasa
Miguelito, ya renunciaron todos?
-Todavía no,
me encargué de eso. Ya hablé con Gutiérrez y me dijo que podían esperar un poco
más de tiempo a que todo se solucione. Tenés visita.
-¡Pero si es
la señorita Zimmermann! –desde que averiguó mi apellido se empeñaba en usarlo,
al parecer le agradaba la comparación con Bob Dylan- ¿y quién es esta hermosa
niña que te acompaña? Espero que sea mayor de edad, no quiero tener problemas
legales.
-Ella es mi
novia, Lara -¡Qué bien se sentía poder decirlo sin que nadie te juzgue!- y es
más vieja que yo. No te preocupes.
-¿Cuatro
meses de diferencia es ser más vieja? –se quejó.
-Sí lo es.
Aunque sean dos meses –acotó Rodrigo- ¿no es así Miguel? –supe que esa era la
diferencia de edad entre ellos.
-El
pobrecito no valora su vida –me dijo el gigante calvo- las chicas vinieron a
hablarte sobre un tema que te puede interesar.
-¿De qué se
trata? –me miró a los ojos y me quedé en blanco, no había preparado un discurso
o algo parecido. Lara me dio un codazo para hacerme reaccionar.
-¡Ah sí! Se
trata sobre la ampliación de mercado. Miguel me contó que están atravesando un
problema económico y sinceramente no me explico cómo llegaron a eso teniendo un
establecimiento tan amplio y bien preparado.
-Mea culpa
–dijo el rubio- tal vez me aventuré demasiado rápido en el mundo de las
finanzas. ¿Qué es eso de la ampliación de mercado?
-Es más
simple de lo que imaginás. Se trata de ampliar el negocio para captar otro tipo
de clientela, me refiero a gente heterosexual. Vos ya tenés lo más difícil de
conseguir, el establecimiento. ¿Lo alquilás? –dudaba que fuera así ya que todas
las ganancias se le irían en la renta.
-No, es mío.
Lo heredé de mi padre.
-¿Tu padre
falleció? Perdón, no lo sabía.
-No
falleció, fue una herencia en vida. Digamos que no me quería tener cerca pero
tampoco quería que quedara en la calle, me heredó esto para que no vuelva a
pedirle nada.
-Ah, me
imaginaba que algo de eso había detrás de todo esto. En fin, vos tenés algo que
no muchos boliches no tienen. ¡Habitaciones! Vos podés promover el negocio como
un sitio para citas, para que la gente venga a… a levantar. El sexo vende, el
tema es que vos lo estás limitando a un sector reducido. Deberías darles la
oportunidad a los heterosexuales.
-Ese es un
problema Lucrecia, ya se complica mezclando gays, lesbianas y bisexuales.
Muchos heterosexuales pueden ser muy prejuiciosos y viceversa –me quedé
pensando, tenía razón en ese punto.
-Eso lo
podés solucionar muy fácil –intervino Lara- dividiendo el boliche en dos –todos
nos quedamos mirando a la pequeñita- por lo poco que llegué a ver, hay espacio
de sobra. Podrías dejar un sector sólo para heterosexuales y el segundo sector
sería tal y como es ahora el boliche, sólo que más pequeño –Rodrigo se quedó
mudo con la boca abierta como si estuviera buscando algún defecto en ese plan.
-Lo cierto
es que el lugar es exageradamente grande. Ustedes sólo conocen una parte, pero
hay otro sector, desde el que se accede por atrás, que lo tenemos inutilizado,
tal vez restándole un poco de espacio a Afrodita, podríamos abrir atrás otro
boliche que estuviera conectado a las mismas habitaciones.
-¿Tan grande
es el lugar? La primera vez que vine me pareció regular, pero a la segunda ya
me pareció más grande, cuando Miguel me trajo hasta acá. Vi sectores que
quedaban medio ocultos a la vista, eso en parte está bueno, pero uno ni se
entera que existen. Deberías distribuirlos de otra manera, darles utilidades
específicas. En esos sectores menos visibles podrías poner “reservados” para
tus clientes VIP. También vi un sector que tiene como pequeñas habitaciones con
cortinas.
-Sí, eso es
una especie de reservado, como vos decís.
-Pero está
mal, porque algunos terminan yendo a esos cubículos en lugar de pagar por una
habitación.
-No lo había
pensado de esa forma.
-Debería ser
un sector al que sólo puedan ingresar los clientes VIP, ahí les estarías
“regalando” algo y ya no tendrías que hacer un descuento tan grande por las
habitaciones –ambos hombres asintieron con la cabeza.
-¿Cómo no te
conocí antes Lucrecia? Y a tu novia también, creo que si ponemos en marcha esas
ideas podríamos sacar a flote el negocio. Te lo agradezco mucho.
-No hay de
qué.
-Como parte
de un pequeño agradecimiento, tenés la tarjeta VIP en blanco, no debés un peso.
-Sos mal
empresario Rodrigo, ¿te falta dinero y lo estás regalando? –Le dije- yo voy a
pagar todo lo que debo –en realidad pagaban mis padres.
-Bueno, pero
de alguna forma te voy a agradecer, y a tu novia también. Cuando necesiten un
favor, no tienen más que pedirlo, así sea que tengamos que sacrificar a Miguel
para lograrlo.
-¿Y después
quién convence a los empleados de que no renuncien? –defendí al hombre calvo y
éste sonrió.
-Buen punto
–el rubio parecía estar pensando en cómo salvaría su negocio. No me imaginaba a
estos dos hombres juntos, eran tan masculinos los dos y Miguel tan grande. Me
pregunté cómo se comportarían en la intimidad- bueno, por ahora vamos a
conservarlo, permítanme que al menos les regale los tragos por esta noche.
-Eso te lo
puedo permitir –me parecía que algunos tragos gratis no le generaría mucha
pérdida, además nosotras no tomaríamos tanto ¿o sí?
Miguel nos
acompañó de regreso y antes de instalarse en la puerta de entrada dejó dicho a
en una de las barras que nosotras bebíamos gratis por esta noche. Fui con mi
novia a la pista de baile, estábamos muy entusiasmadas porque nuestros
conocimientos hayan servido para algo y además porque reforzaba una buena
relación amistosa, que para Lara recién comenzaba. Impulsada por la euforia del
momento, le di un profundo beso en la boca haciendo que nuestras lenguas se
enredaran. Debíamos pasar una noche muy especial ya que ésta era nuestra
primera salida como pareja.
Pedí dos
vasos de Pisco Sour en la barra, supuse que ese trago le agradaría más a mi
novia ya que le gustaba el jugo de limón. Nos sentamos muy juntas en un sillón
que estaba contra una pared. Desde allí podíamos observar a todos. Mientras
debatíamos sobre más ideas para la mejora del establecimiento nos acariciábamos
las piernas, ambas teníamos vestidos cortos y a veces nuestras manos invadían
un poco más la intimidad de la otra.
-Me encantan
tus medias –me dijo al oído- me calientan mucho- me besó en el cuello y sentí
sus dedos acariciar mi clítoris por arriba de la ropa interior.
Una chica se
percató de esta acción y nos miró asombrada con una amplia sonrisa. Me calentó
mucho el saber que estábamos siendo observadas y separé un poco las piernas
para que ella pudiera ver el buen trabajo que estaba realizando mi novia. La
expectadora era muy bonita y llevaba un conjunto azul marino muy pegado al
cuerpo. Le guiñé un ojo y su sonrisa se amplió. Besé a Lara en la boca durante
un largo rato y al mirar otra vez la desconocida ya no estaba. No me preocupó
porque de todas formas disfruté mucho del momento y ya podía sentir mi vagina
humedecida.
Seguí
hablando con Lara durante un buen rato, nos reíamos más de la cuenta, creo que
el Pisco en parte era el culpable por eso, lo malo fue que los vasos terminaron
por vaciarse.
-Ya vengo,
voy a comprar más –le anuncié- mientras tanto mirá si encontrás alguna chica
que te guste, yo ya puse el ojo en una.
Le pedí a la
empleada de la barra otros dos Pisco Sour y mientras aguardaba por ellos la
chica de azul apareció repentinamente a
mi lado, me sonrió y me tomó por la cintura.
-Tengo que
confesarte que estoy loca por vos –me dijo- me encantan tus piernas –su mano
bajó más por mi cola que por mis piernas.
-Gracias,
vos también sos muy linda –intenté mostrarme lo más simpática posible. Su
cabello castaño me recordaba un poco al de Anabella, aunque sus facciones no
fueran tan bonitas como las de la monjita.
-¿Te
gustaría que vayamos a charlar a un lugar más cómodo? –supe que charlar no era
lo que buscaba, sus dedos estaban colándose bajo mi vestido y buscaban mi
tesorito femenino.
-Me
encantaría, sos divina, pero vine con mi novia.
-¿Es celosa
tu novia? –lo encontró, allí estaba yo aguardando por los tragos con una
hermosa muchacha toqueteándome la vagina, ni siquiera opuse resistencia.
-Para nada,
tenemos una relación abierta.
-Si tu novia
es esa morochita que estaba con vos, me encamo con ambas. Sin dudarlo –hizo a
un lado mi bombacha para tocar directamente mi húmeda piel- estás mojadita, eso
me encanta.
-Te
agradezco la propuesta, pero de momento no te puedo decir que sí. Yo te aviso
si es que puedo –un dedo se introdujo en mi viscosa grieta, la chica tenía
habilidad.
-Ok, está
bien. Buscame si cambiás de opinión. No te vas a arrepentir –me guiñó un ojo y
se alejó de mí, no pude evitar girar la cabeza para mirarle la cola
mientras caminaba.
Regresé con
Lara llevando los tragos en la mano. Me miró con una sonrisa pícara y supuse
que desde aquí vio lo que ocurrió en la barra.
-¿Quién era
esa chica que te mandó mano? –dio un sorbo a su vaso.
-No la
conozco, ella se me acercó. Nos vio jugueteando y al parecer se ilusionó.
-¿Te propuso
algo?
-Me dijo que
se encamaría con las dos sin dudarlo.
-¿Y vos qué
le dijiste?
-Le dije que
no.
-¿Por qué?
-¿Cómo por
qué? ¿No era que íbamos a buscar una chica para cada una? Bueno, yo ya encontré
una que me gusta y me dio bola, ahora te falta a vos.
-No veo
ninguna que me agrade. Bueno, esa que te toqueteó si está buena. Podríamos
compartirla.
-¿Lo decís
en serio? –tomé un buen sorbo de Pisco.
-Sí, si al
fin y al cabo es lo que ella te propuso, no va a decir que no. ¿No te interesa
probar?
-Si me
interesa y mucho –la situación me calentaba demasiado.
-Entonces
vamos a buscarla y veamos qué pasa.
Encontramos
a la chica de azul sentada sola en un sillón similar al que habíamos ocupado
antes. Parecía un tanto triste pero su expresión cambió al instante cuando nos
vio acercarnos. Su sonrisa era radiante y contagiosa. Nos sentamos junto a
ella, quedando yo en el centro.
-¿Cambiaste
de opinión linda? –Asentí sonriendo y le ofrecí mi trago, el cual ella aceptó
encantada- por un momento pensé que me habías rechazado.
-Nunca dije
eso, sólo te dije que de momento no podía, primero tenía que hablar con mi
novia. Te la presento, ella es Lara.
-Mucho
gusto, yo soy Clara, como Lara pero con una C -¿por qué siempre tenía que
encontrar a chicas con nombres similares a los de mi novia? ¿Por qué alguna no
se llamaba Clucrecia? Bueno, creo que eso mismo contesta a mi pregunta.
Comenzamos a
charlar con la chica y nos cayó muy simpática, nos dijo que tenía 29 años, lo
cual era una especie de anciana para nosotras pero nos pareció buena la idea de
probar con alguien mayor. No podía quejarme, a mí me tenía loca una monjita de
28.
-No quiero
ser impertinente –dijo Clara luego de unos minutos- pero no me puedo quedar
hasta tarde, mañana tengo que levantarme temprano.
-¿Un
domingo? –preguntó Lara.
-Sí, es que
trabajo los domingos también.
-¿Entonces
por qué viniste al boliche? –le pregunté.
-Es que me
sentía sola y tenía ganas de estar con gente… y tal vez tuviera algo de suerte.
Ustedes superan mis expectativas por mucho y no me gustaría dejar pasar la
ocasión.
-Entonces
habrá que acelerar las cosas –dijo mi novia.
-Se me
ocurre una idea, síganme –les pedí.
Las llevé
hasta uno de esos apartados que pronto deberían desaparecer o transformarse en
un sector de uso exclusivo. Ingresamos y corrimos las gruesas cortinas antes de
que alguien se percate de que tres chicas cachondas entraban a un sitio tan
reducido.
Me senté a
la derecha de Clara y sonreímos a mi novia invitándola a unirse a la fiesta, la
chica de azul quedó completamente rodeada por nosotras. Casi al unísono
comenzamos a acariciarle las piernas. Su pollera era aún más cortita que
nuestros vestidos y ya podía ver que no llevaba ropa interior y que tenía el
chochito completamente depilado. Al parecer la chica vino decida a tener un
encuentro sexual rápido. Giró hacia mí buscando mi boca y nos besamos. Tocó la
punta de mi lengua con la punta de la suya, eso me produjo un agradable
cosquilleo. Ya había aprendido algo nuevo, luego lo pondría en práctica con
Lara. Mire hacia abajo y vi que mi novia no perdía el tiempo, ya estaba
acariciando con toda la mano la desnuda entrepierna de la mujer. Me encantaba
que estuviéramos compartiendo a una chica tan bonita. Mi punto de vista sobre
el sexo había mutado mucho más de lo que yo predije. Nunca pensé que llegaría a
concretar un trío, pero la sola idea me calentaba mucho y si era pecado me iría
al infierno de la mano de dos mujeres preciosas. La muchacha giró para besar a
Lara y ambas quedaron unidas por la boca durante varios segundos mientras yo
desnudaba los pechos de ambas. Ninguna los tenía tan grandes como los míos,
pero me encantaban, los encontraba sumamente apetecibles. Me lancé sobre la
teta izquierda de Clara y comencé a chuparle un pezón. Vi que ella ahora
buscaba la entrepierna de mi novia con los dedos y ésta levantó una pierna
mostrando una apretada bombachita que apenas cubría su sus labios vaginales. Se
estaban masturbando mutuamente.
Me hubiera
gustado algo más de juego previo en esta ocasión pero temía que se le hiciera
muy tarde a Clara. Apurando un poco las cosas me arrodillé entre sus piernas y
le di una decidida lamida a su rica vagina. Sus labios eran muy pronunciados y
colgaban un poco, nunca había visto unos así, comencé a chupar uno por uno,
estirándolos con mi boca y succionando como si quisiera extraer jugo de ellos.
Los dedos de Lara se concentraban en el clítoris de la chica. Le puse mucho
énfasis a mi trabajo oral para que ella se fuera a su casa con una muy buena
impresión de nosotras, me producía mucho morbo estar chupándosela a una chica
que había conocido hace tan solo unos minutos. Mi novia bajó su cabeza hasta mi
posición y juntas nos encargamos de lamer todos los rincones de esa deliciosa
conchita. Nuestras lenguas se rozaron y entrelazaron más de una vez, me excité
tanto que tuve que llevar una mano a mi entrepierna y comenzar a masturbarme
enérgicamente, metiéndome los dedos ocasionalmente.
A pesar de
la estruendosa música pude escuchar los gemidos de Clara cuando llegó a su
orgasmo mientras Lara y yo nos turnábamos por succionar su clítoris, me
preguntaba qué se sentía tener a dos mujeres comiéndote el chochito. Sus
piernas se extendieron elevándose y aproveché la posición para introducir la
lengua en el rosado agujerito de la vagina. Recibí en mi boca todos los jugos
que manaron de ella y luego besé a mi novia.
-Eso fue
extraordinario –dijo la chica de azul- nunca me la habían chupado entre dos
–acomodó su ropa mientras se ponía de pie y miró la hora en un pequeño reloj
pulsera- perdónenme pero tengo que irme, sino mañana no voy a rendir en el
trabajo, me encantaría quedarme con ustedes y pasar toda la noche a puro sexo,
pero hoy no puedo.
-Danos tu
teléfono y lo seguimos otro día –pidió Lara con una sonrisa que podía convencer
a un esquimal de comprar hielo en cuotas con intereses.
-Esa me
parece una muy buena idea.
Intercambiamos
números de teléfonos y nos despedimos de ella. La verdad es que a mí se me
hacía un poco rara su urgencia por irse, yo no abandonaría dos mujeres con las
que estoy teniendo sexo sólo porque tenga que dormir, pero no le dije nada, al
fin y al cabo no conocía nada de su vida.
Cuando la
hermosa chica se fue, dejándonos una calentura épica, fuimos hasta la barra y
pedimos otros dos vasos de Pisco Sour. Tenía ganas de tirarme sobre Lara y
hacerle el amor en el medio de la pista, pero todavía tendríamos tiempo para
eso, en su lugar, nos pusimos a bailar sensualmente al ritmo de la música,
dejando los vasos en una pequeña mesita circular a pocos pasos de nosotras. Tan
ensimismadas estábamos en nuestro sugerentes bailes que no nos dimos cuenta que
dos personas se habían sentado en los taburetes que rodeaban nuestra mesita y
que nos estaban mirando con unas extrañas sonrisas en la cara.
Eran dos
mujeres que debían tener al menos diez años más que nosotras, pero que
aparentaban ser adineradas, por la fina ropa que llevaban. Me acerqué a la mesa
a recuperar los vasos seguida de cerca por mi novia.
-Hola linda
–me saludó una de las mujeres, su lacio cabello era tan rubio que bajo las
luces del boliche parecía plateado- yo soy Viviana –su voz se perdía en el
bullicio de la música.
-¿Qué sos
lesbiana? –pregunté tomando mi vaso, ella comenzó a reírse.
-Bueno sí,
también soy lesbiana. Pero te decía que mi nombre es Viviana –elevó su voz para
que pueda escucharla mejor.
-Ah mucho
gusto, yo soy Lucrecia, ella es mi novia Lara –miré a la mujer que la
acompañaba, tenía el cabello oscuro y una amplia sonrisa en sus labios.
-Yo soy
Stella –se presentó- ¿no quieren sentarse a tomar algo con nosotras? –vi que
ambas tenían una copita de lo que parecía ser champagne, en sus manos.
Miré a Lara y
ella asintió con su cabeza, nos sentamos en dos taburetes que estaban cerca y
nos quedamos en silencio mirando a las refinadas mujeres.
-¿Hace mucho
que vienen a este lugar? –preguntó la rubia.
-Es la
primera vez que vengo, mi novia vino varias veces. Hasta tiene pase VIP.
-¡Que
suerte! A nosotras todavía no nos dan uno –si estas mujeres tenían tanto dinero
como aparentaban, debía recomendárselas a Rodrigo para que les diera un pase
VIP.
-Yo puedo
ayudarlas con eso, no les prometo nada, pero al menos puedo hablar con el dueño
–me sentía importante por primera vez en mi vida.
-Eso sería
estupendo chiquita –dijo Stella- nos gusta mucho este lugar. También nos gusta
el Swinger, ¿a ustedes les gusta?
-No lo probé
–le contesté- pero con el Pisco Sour estoy bien, gracias –las mujeres se rieron
a carcajadas de mí, incluso Lara comenzó a reírse y yo no entendía por qué.
-Lo más
triste es que lo dice en serio –aseguró mi novia- me encanta que sea tan
ingenua.
-¿De qué me
perdí? –no sabía si reírme o avergonzarme.
-¿No sabés
lo que es el swinger? –preguntó Viviana.
-Supuse que
era un trago, todos tienen nombres muy raros –otra vez volvieron a reírse de mí
¿acaso vine disfrazada de payaso y no me di cuenta? No, ahí estaba mi lindo
vestido haciéndome ver con una chica sexy, no veía nada de zapatos gigantes o
narices rojas.
-Swinger se
le llama al intercambio de parejas Lucre –Lara me sacó de la ignorancia.
-¿Y por qué
no le dicen intercambio de parejas? ¿Qué necesidad hay de estar hablando en
inglés?
-No te
enojes chiquita –la rubia puso una mano en mi rodilla- que nadie nació
sabiendo. Yo ni siquiera sabía quién era Afrodita cuando llegué acá. Ella tuvo
que explicarme –señaló a su amiga con el pulgar.
-Bueno, eso
sí lo sabía. A mí me gusta la mitología, hay dos versiones de Afrodita, una
nacida de la espuma y la otra es hija de Zeus, es la equivalente a la diosa
Venus de la mitología romana –me miraron como si fuera un bicho raro.
Que bien
Lucrecia, primero hacés que se rían de vos por ignorante y ahora las vas a dormir
pasándote de cerebrito.
-Además es
la diosa de la belleza y la lujuria –les guiñé un ojo.
-Eso sí me
gusta, fue acertado elegir ese nombre para el boliche –dijo Viviana, luego nos
quedamos en silencio, tomé un trago de mi vaso como para disimular, no sabía
qué decirle- creo que fui demasiado rápido con ustedes chicas, espero no
haberlas espantado.
-Para nada
–aseguró Lara- de hecho era justo lo que estábamos buscando ¿no es cierto
Lucrecia? –miré para todos lados por si de casualidad había otra Lucrecia en
los alrededores.
-Este… sí,
supongo que sí –la rubia estaba frente a mí y descubrió de qué color era mi
tanga al verla por debajo de mi vestido, me di cuenta de que el alcohol me
estaba afectando y eso me impedía pensar con claridad, pero a la vez estaba
sumamente cachonda.
Nos quedamos
charlando con estas nuevas amigas durante media hora aproximadamente. La que
hablaba en realidad era Lara, que les contaba un poco sobre nuestra relación,
no omitió detalles al contarles sobre los experimentos lésbicos que yo solía
llevar a cabo con amigas mientas éstas dormían, en lugar de enojarme o
preocuparme, me reí como una boba. El alcohol me estaba golpeteando en la
frente, definitivamente el Pisco no era una bebida como para tomar durante todo
el transcurso de una noche, la próxima vez debería pedir algo con menos
graduación alcohólica.
-¿Qué les
parece si vamos a un lugar más cómodo? –la rubia dijo la frase mágica, yo tenía
miedo de levantarme, temí que la borrachera hiciera fallar mis piernas y
pasaría el papelón de mi vida si caía de cara al suelo frente a ellas.
-Aquí tienen
muy buenas habitaciones –esta vez no quise quedar como una ingenua y fui a lo
concreto.
-Puede ser,
pero preferiría que sea en nuestra casa, es más tranquilo –no es que la idea de
ir a la casa de una desconocida me agradara mucho, pero estas mujeres parecían
de confiar.
-Por mí está
bien –dijo Lara.
Salimos del
boliche y por suerte no me tocó conducir. Le di las llaves de mi auto a Miguel
y le pedí que lo cuidara por mí, y le dije que no se preocupara si había que
pagar algún estacionamiento, yo lo abonaría. Me deseó buena suerte y las cuatro
subimos a un lujoso auto color negro, de esos que están a dos puertas de ser
limusinas. La mujer de cabello oscuro condujo mientras yo iba abrazada a Lara
en el asiento trasero. Rogaba que la borrachera se me pasara un poco, por
suerte era sólo obnubilación y mareo, el resto estaba todo bien.
En unos
minutos llegamos a una amplia casona, recordaba que habíamos pasado por una
barrera de tránsito apenas dos minutos antes y supe que nos encontrábamos en
uno de los barrios privados de la ciudad. Estas mujeres debían ser sumamente
adineradas. Cuando entramos a la casa me quedé asombrada, yo pensaba que la mía
era grande y parecía una casita de muñecas al lado de esta. Era como estar en
un palacio, el cual mi madre adoraría, ya que allí dentro reinaba el blanco.
Las dueñas de casa se adelantaron dirigiéndose a una sala de estar. Me
sorprendió que no hubiera personal que las atendiera pero luego me di cuenta
que si la intención de las mujeres era pasar una noche especial, tal vez habían
prescindido del personal.
-Me pido la
morocha –me dijo Lara al oído- además la rubia te está mirando desde que te
sentaste delante de ella.
-¿De verdad
estás dispuesta a que hagamos el intercambio? –pregunté intentando caminar en
línea recta.
-Sólo si vos
también querés.
-La verdad
que sí, todo esto me da mucha intriga y me calienta mucho. ¿Creés que sean
pareja de verdad?
-Creo que
sí, hasta me da la impresión de que están casadas, las dos llevan la misma
argolla de matrimonio –no me había percatado de ese detalle- unas así quiero
para nosotras –bromeó.
-Cuando
seamos multimillonarias y nos casemos, vamos a comprar unas mejores y tal vez
compremos las de ellas también, para tenerlas de repuesto –nos reímos como
chiquillas ingenuas.
Llegamos al
gran salón de estar, si es que se lo podía llamar de alguna forma, tenía
sillones, sofá y divanes por todos lados. Estaba muy bien decorado con grandes
cuadros y hasta podían verse algunas esculturas, estaba asombrada. Me acerqué a
las mujeres y la rubia me tomó de la mano, al parecer ellas habían decidido
realizar el intercambio de la misma forma que nosotras. Le sonreí a mi novia y
le di un corto besito en la boca. Viviana me llevó por una escalera hasta un
cuarto del piso superior. Estaba nerviosa, no sólo por pensar lo que me pasaría
a mí sino que no vería lo que le hacían a Lara. Tengo que admitir que eso me
puso un poco celosa. Estuve a punto de quejarme cuando la hermosa mujer me tomó
por la cintura y me dio un suave beso en la boca que borró en un segundo todas
mis preocupaciones. De pronto sentí mucha confianza en ella y me dejé llevar
por el momento. Hábilmente bajó el cierre de mi espalda y mi vestido cayó al
suelo. En ese momento recordé el conjunto de ropa interior que había comprado especialmente
para esta noche y allí volví a pensar en Lara, me apenaba que ella no estuviera
viéndolo.
-Quiero
volver con mi novia –le dije a la rubia bajando la cabeza.
-¿Qué pasa
chiquita, no te gusto?
-No es eso,
es que quiero estar con ella. Esta es nuestra primer salida como novias y…
-Tranquila,
acompañame, vamos a buscar a tu novia, yo no te voy a forzar a hacer nada –me
tomó de la mano y bajamos por la escalera.
Tenía el
corazón en la boca porque imaginé que encontraría a Lara teniendo sexo con
Stella, pero por suerte no fue así, estaban sentadas una a la par de la otra en
un sillón. Mi novia sonrió al verme y eso cambió totalmente mi estado de ánimo.
-¡Que sexy
estás mi amor! –Me dijo acercándose para tomarme de las manos -¿pasa algo?
-Creo que
todavía no está lista para el intercambio –Viviana sonaba maternal y
comprensiva.
-Qué raro
¿no era que ya te habías acostado con muchas mujeres? –Lara parecía confundida.
-Sí, pero
esta noche te tengo a vos, no necesito otras mujeres.
-Oh, me
muero de amor –me dio un romántico beso en la boca.
-Chicas, no
se preocupen, si quieren pueden ir para mi cuarto, yo me quedo acá abajo con
Stella y dejamos lo del intercambio para otro momento.
-Perdón, no
pretendía arruinarle la noche a nadie –me apené.
-No
arruinaste nada, me parece un gesto muy romántico que busques de esa forma a tu
pareja –aseguró Stella- con sólo poder verlas ya nos alegraron la noche. Vayan
tranquila, si llegan a cambiar de opinión, estamos acá abajo.
Agradecí la
gran amabilidad de las mujeres y subí las escaleras acompañada por mi novia, en
cuanto llegamos al amplio dormitorio nos tendimos en la cama.
-Tengo que
decirte que estoy muy enamorada de vos Larita, a pesar de que estuve con muchas
mujeres, con ninguna me sentí como con vos –de pronto dudé y la imagen de
Anabella invadió mi mente.
-Es hermoso
lo que decís Lucrecia, yo también te amo con toda el alma –se tiró arriba mío y
caímos juntas sobre el suave colchón- y sólo con vos me pasó algo tan intenso.
Nos besamos
e inmediatamente comencé a desnudarla. Nuestros cuerpos quedaron entrelazados,
rodamos en la cama llenándonos de besos apasionados y diciéndonos palabras
bonitas al oído. Esta chica me volvía loca, agradecía a Dios el día que la puso
en mi camino. Lara comenzó a recorrer mi cuello con su lengua, me estremecí de
placer, busqué uno de sus pechos y lo masajeé mientras hacía lo mismo con una
de sus nalgas.
-Lucre –me
susurró al oído- no quiero arruinar el lindo momento, pero estoy muy caliente…
no aguanto más.
Le sonreí y
me dispuse a hacer lo que me solicitó tácitamente. Bajé hasta colocarme entre
sus mulos, era cierto que estaba muy cachonda, su vagina estaba llena de flujos
sexuales. Lamí los laterales de su vulva acercándome de a poco al centro,
cuando llegué puse la punta de mi lengua en su orificio y subí hasta el
clítoris muy lentamente. Cuando llegué a él le di unas suaves lamidas con la
puntita de la lengua. Sus piernas se sacudieron y la escuché gemir. En ese
momento se me ocurrió algo, hice a un lado mi bombachita, sin quitármela e
invertí la posición de mi cuerpo dejando mis rodillas a los lados de su cabeza.
-Hace mucho
que no lo hacemos así –le dije.
Me lancé
nuevamente sobre su almejita y ella comenzó a chupar la mía con ganas. ¡Cuánta
falta me hacía eso! Comenzamos a jadear, suspirar a menear las caderas mientras
nos las comíamos mutuamente. En estos días noté que Lara había perfeccionado
mucho su técnica, lo hacía con más intensidad y se concentraba en puntos
estratégicos de mi sexo, al parecer aprendió algún que otro truquito con su
amante y profesora, quise demostrarle que yo no perdí el tiempo y me esmeré por
darle intensos chupones y a frotar rápidamente su clítoris con mis labios
mientras movía la cabeza de un lado a otro. Esa era la forma en la que Tatiana
me la había chupado y recordaba lo mucho que me gustó, al parecer tenía el
mismo efecto en Lara. Por la tremenda calentura acumulada en el transcurso de
la noche, no nos llevó mucho tiempo llegar a nuestro primer orgasmo.
Cuando nos
calmamos un poco me acosté junto a ella y la miré a los ojos, cada día la veía
más hermosa. Pensaba en nuestros tiempos como amigas y en ningún momento se me
había cruzado por la cabeza que algún día seríamos pareja, hasta que todo
cambió esa noche en la que invadí su intimidad y ella la mía, aunque yo no
recordara nada sobre esto último.
-¿Te sentís
mejor mi amor? –me mataba que me dijera así.
-Mucho
mejor, sos la mejor novia del mundo.
-No Lucre,
vos sos la mejor, porque me buscaste a mí cuando tenías a una rubia preciosa
entregada en bandeja de plata.
-Vos también
me elegiste a mí y te digo que Stella está muy buena como para rechazarla.
Perdón si arruiné todo Lara.
-No creo que
hayas arruinado nada, amor. Viviana dijo que te esperaba abajo si llegabas a
cambiar de opinión.
-Es cierto
–medité unos instantes mientras acariciaba su suave cabello- ¿vos querés seguir
adelante con todo esto?
-Sí, me
sigue pareciendo una idea excitante, pero lo hacemos las dos o ninguna. Así lo
acordamos.
-Yo sigo
cachonda –le sonreí- así que tenemos dos opciones. Lo hacemos otra vez o
buscamos a esos dos bombones.
-Son
bombones bañados en oro –abarcó toda la habitación con su mirada- ¿Cómo habrán
hecho tanto dinero?
-Espero que
no sea secuestrando parejas de lesbianas y vendiéndolas al mercado negro.
-Puede ser.
También puede que ellas no sean las dueñas de la casa, a mí me parece que son
amigas y que sus maridos están de viaje.
-No es una
mala suposición.
-No, además
antes de subir vi un portarretratos con una foto de Viviana y un viejo, por la
forma en que se estaban agarrando las manos era obvio que no se trataba de su
padre. Se habrán casado con dos viejos por la plata y se divierten juntas
cuando éstos no están.
-Son unas
grosas, nosotras deberíamos hacer lo mismo.
-Lucre, no
te ofendas, pero con toda la plata que tienen tus viejos, no necesitás casarte
con nadie. Tenés el futuro asegurado, hasta yo misma lo tengo, mis viejos
también están muy bien económicamente.
-Sí, es un
alivio. Así que el día que me case, va a ser por amor. Aunque para eso todavía
falta mucho, como 30 años más o menos.
-Yo diría
que unos 40 –se sentó en la cama- vamos a hacer el famoso intercambio de una
vez, disfrutemos del momento. Una vez me dijeron que en la vida hay que
divertirse y coger mucho y pienso hacerlo.
-Estoy de
acuerdo ¿Quién te dijo eso? –me reí.
- Mi
abuelita.
Encontramos
a las hermosas mujeres hablando como amigas muy cercanas, literalmente, estaban
una pegada a la otra, no paraban de sonreír y toquetearse, pero aún llevaban la
ropa puesta.
-Estamos
listas –anunció Lara, se voltearon al unísono para vernos.
-¡Qué par de
preciosuras! –mi novia estaba completamente desnuda y yo aún permanecía con mi
conjunto sexy, el cual había acomodado un poco.
-Esperame
arriba chiquita, ya estoy con vos –me dijo Viviana mientras se despedía de su
amiga con un cálido beso en la boca.
En menos de
dos minutos ya estábamos las dos dentro del cuarto, una vez más. Para
demostrarle que estaba decidida a seguir adelante, ahora que ya tenía todo más
claro, comencé a desnudarla. Me encantó ver su cuerpo vistiendo sólo un
conjunto de ropa interior blanca. La rubia tenía una figura excepcional. Me
imaginaba cómo fue que consiguió un esposo ricachón, le habrá bastado con
desnudarse frente a él para que el hombre se arrodillara con una argolla de
compromiso en mano.
Nuestro
siguiente paso fue despojarnos de los sostenes y admirarnos las tetas
mutuamente. Aquí no había nada que envidiar, ambas las teníamos del mismo
tamaño y aunque yo estuviera muy acostumbrada a ver tetas, incluyendo las mías,
me calenté mucho al clavar mis ojos en los pezones de Viviana. Sujeté uno con
mi mano izquierda y me incliné para lamerlo. Durante toda mi vida estuve
concentrada en mis estudios y progreso académico, el sexo no tenía cabida y lo
consideraba algo sucio, pero ahora no podía resistir la tentación, mucho menos
teniendo una rubia de este calibre masajeando mis senos y acariciando mis
nalgas. El sexo se había transformado en parte importante de mi vida en
cuestión de pocos meses y me alegraba mucho que fuera así.
-Sacate la
bombachita, pero dejate el resto –me pidió mirándome de forma muy sensual- yo
no miro, avisame cuando estés lista.
Se cubrió
los ojos con una mano mientras yo me disponía a desprender las tiritas que
sostenían mis largas medias negras, quitarme la bombacha y volver a prenderlas.
Le anuncié que ya estaba lista.
-¡Impresionante!
–me dijo admirando mi desnudez, me sonrojé.
Camino
lentamente hacia mí, me dio un tierno
beso en la boca y luego se puso de rodillas, al sentir su lengua sobre mi
clítoris un gemido estalló en mi garganta. En pocos segundos descubrí que a
Viviana no sólo le encantaba lamer vaginas sino que también lo hacía realmente
bien, manteniendo un ritmo lento pero sensual, haciéndome delirar de gozo con
cada cosquilleo que sentía en mi sexo. Subí una pierna al pie de cama y mi
almejita se abrió como una flor, mostrando el centro rosado a la rubia quien
inclinó la cabeza hacia atrás para
seguir chupándomela, esta vez lo hizo con más énfasis. Dejé que explore mi
intimidad a gusto, sentí sus dedos introduciéndose en par dentro de mi
agujerito, los movió dentro expertamente, me quedé en esa posición durante un
par de minutos hasta que le dije que yo también quería comerme una conchita.
Viviana se
quitó la única prenda de vestir que aún llevaba y tomó mi lugar. Pude ver un
prolijo montoncito de vellos rubios coronando su pubis, pero lo que más me
atrajo fue su rosado culito. Le metí dos dedos en la vagina y pasé mi lengua
por una de sus nalgas hasta llegar a su ano. Comencé a lamerlo para cubrirlo
con mi saliva. No sé por qué motivo me producía tanto morbo, pero me moría de
ganas de meterle los dedos por atrás.
-¿Puedo? –le
pregunté acariciando su asterisco.
-Sí, dale
tranquila.
Clavé mi
dedo mayor el cual se deslizó hacia adentro con gran facilidad. Ella suspiró
mientras yo acariciaba su culito por dentro. Lo que más me incentivaba eran sus
jadeos, que parecían provenir desde lo más hondo de su ser. Apenas unos minutos
después ya estábamos tiradas en la cama, matándonos a besos, lamidas y
caricias. En poco tiempo adquirimos un ritmo constante, me sorprendió lo rápido
que nos entendimos sexualmente y supe que teníamos el mismo gusto por el sexo
anal porque no dudó en meterme un dedo por atrás cuando yo me encontraba
succionando uno de sus duros pezones. Me sentía una virgen inexperta al lado de
ella y de a poco fui cediendo más y más hasta llegar a ser yo la única que
recibía. Tenía a Viviana metida entre mis piernas, succionando mis labios
vaginales cuando llegué al segundo orgasmo de la noche, gimiendo y pataleando
de puro gusto.
-Ahora te
toca a vos –le dije mientras me tiraba arriba de ella.
-Todavía no,
tengo una sorpresita y para tu amiga también.
-Me dan
miedo las sorpresas, no siempre me gustan.
-No te
preocupes, esta te va a gustar. Lo único que tenés que hacer es llamarla a
Stella, decile que suba y espera abajo con tu novia.
-¿Vos pensás
que voy a poner mi vida en riesgo al cortarles el polvo? Me van a matar.
-No te van a
matar, Stella ya sabe para qué tiene que subir y mientras tanto, vos podes
entretenerte con Lara. Se ve que se llevan muy bien, me muero de amor al verlas
juntas.
Accedí y
bajé las escaleras, me sentía una diva desnuda. Una diosa griega. Me sentía
Afrodita. Todo el lujo de la casa no dejaba de sorprenderme y además mi cuerpo
estaba lleno de sensaciones agradables. Encontré a mi novia de rodillas en el
suelo y a Stella parada frente a ella, con un pie sobre un sofá. Lara le estaba
comiendo la concha y ambas parecían disfrutarlo mucho.
-Viviana te
espera arriba, dijo que es por la “sorpresita” –la mujer sonrió.
-Está bien,
esperen acá. Nosotras les avisamos cuándo pueden subir -admiré sus curvas
mientras pasaba caminando junto a mí, la morocha estaba muy buena.
-¿Cómo la
estás pasando, mi amor? –le pregunté a Lara.
-De
maravilla, Stella sabe muy bien lo que hace, me estaba matando.
-Ahora te
voy a matar yo.
Le di un
suave empujón para que se sentara en el sofá y ella abrió las piernas. Me puse
de rodillas y empecé a comerle la rajita sin preámbulos. Estaba sumamente
mojada y sabrosa, pude escuchar sus gemidos prácticamente al instante. Creo que
estuve chupándola menos de cinco minutos cuando escuché la voz de Viviana anunciando
que ya podíamos subir. Lo hicimos tomadas de la mano y muy nerviosas, no
sabíamos con qué nos encontraríamos.
Fue
realmente una sorpresa, ambas mujeres estaban acostadas bocarriba en la amplia
cama aguardando por nosotras, la gran diferencia es que ahora ambas tenían
pene, uno grande y brilloso que sobresalía de sus entrepiernas y apuntaban
hacia arriba. Con Lara quedamos boquiabiertas. Nunca había visto algo parecido
pero supe que se trataba de dildos sujetados por una especie de arneses a los
bellos cuerpos de esas mujeres. Viviana estaba untando el suyo con algo que
parecía ser un gel lubricante. Vi el tamaño de esos penes plásticos y me
inquieté un poco. Eran más grandes que el que había usado con Tatiana, pero a
la vez me producía mucha curiosidad.
-Espero que
no se hayan asustado –nos dijo Stella.
-No, para
nada –la primera en responder fue Lara- yo quiero probar eso –se la veía
entusiasmada.
-Entonces no
pierdan más el tiempo y vengan –la rubia nos hizo un gesto con la mano para que
nos acercáramos.
Mi novia
rodeó la cama para reunirse con su amante y yo me posicioné sobre la mía, con
las piernas separadas. Ella estimuló mi clítoris con su pulgar y apuntó el
consolador a mi agujerito.
-Baja de a
poco, dejá que vaya entrando solo.
Lara ya estaba
a mi izquierda, nos dimos la mano entrelazando nuestros dedos e iniciamos la
excitante tarea de introducir esos dildos en nuestras apretadas conchitas. Me
gustó mucho la sensación que produjo el glande artificial al comenzar a
dilatarme mientras yo bajaba lentamente, como me lo había sugerido Viviana.
Estas mujeres no sólo disfrutaban de la vista sino que también estimulaban
nuestros puntos más sensibles, pellizcaban nuestros pezones, acariciaban
nuestros clítoris y en ocasiones se inclinaban hacia adelante para darnos algún
beso o chuparnos una teta. Bajando y subiendo pude meterlo casi por completo,
nunca había sentido algo tan grande dentro de mi cuerpo, estaba maravillada y
al parecer Lara lo estaba disfrutando tanto o más que yo, porque ya se estaba
moviendo a buen ritmo castigando su vagina y gimiendo de placer. La imité y
comencé a dar saltos provocando que el dildo saliera casi por completo y luego
se clavara en mí otra vez. ¡Qué gusto, qué placer! Me recordaba a esa noche con
Tatiana, pero con una notable diferencia de tamaño.
Nos hicieron
poner en cuatro patas con nuestras caritas enfrentadas, así yo podía admirar de
cerca las expresiones de mi novia mientras se la cogían y viceversa. Era
increíble verla así, sus cejas se arqueaban, su boca se abría y cerraba con la
de un pez fuera del agua y sus mejillas estaban completamente sonrojadas. Mi
rostro debería verse muy similar al de ella. Nuestros gemidos llenaban la
habitación mientras estas experimentadas lesbianas nos penetraban con ímpetu. Podía
sentir todo el largo del consolador cada vez que entraba y salía de mi
agujerito. Besé a Lara apasionadamente, me encantaba tenerla cerca y que no
hubiésemos terminado la noche separadas.
Recibimos
embestidas durante varios minutos, pude ver que Lara había llegado a un
delicioso orgasmo. Ella se quedó tendida en la cama recuperando el aliento
mientras intercambiaba besos y caricias con Stella. Viviana siguió cogiéndome
duramente sin parar mientras apretaba mis tetas hasta que yo también llegué al
orgasmo.
-Eso fue
increíble –le dije a la rubia después de unos minutos.
-Espero que
todavía tengan ganas de seguir, porque nosotras también queremos.
Accedimos
encantadas a devolverles el favor. Nos enseñaron cómo abrocharnos el arnés para
sostener ese pene plástico, nos veíamos un poco ridículas y no parábamos de
reírnos, pero nuestra expresión cambió totalmente cuando las mujeres se
pusieron en cuatro en forma paralela. Lara se acercó a la morocha y midiendo
muy bien, introdujo buena parte del dildo en su vagina. Me posicioné detrás de
Viviana y en cuanto estuve por meterla en su conchita, no pude evitar la
tentación de pasarle la punta por el agujerito de su culo.
-¿Querés
darme por atrás? –preguntó la rubia, Lara me miró con una amplia sonrisa porque
se imaginaba lo que cruzaba por mi mente en ese momento.
-Si quiero.
¿Se puede?
-Me
encantaría que lo hagas, mamita.
Procuré ser
suave y no invadirla de golpe, no quería cometer el mismo error que cometí con
Tatiana. Con un poco de presión su ano se fue dilatando lentamente y podía ver
cómo el dildo entraba. El morbo que me producía esa escena era tal que pensé
que tendría otro orgasmo en cualquier momento. Lara ya le estaba dando a ritmo
constante a su pareja y ésta gemía enérgicamente. Escuché un suave quejido
proveniente de Viviana y supe que le estaba gustando lo que yo hacía, ya tenía
medio consolador metido en su abierto culito. Mi corazón latía deprisa mientras
yo intentaba acelerar el ritmo sin producirle dolor.
-Ahora podés
darme tranquila –me dijo como si estuviera leyendo mi mente.
Me fie de su
palabra e inicié un bombeo constante, haciendo cada vez más profundas las
penetraciones, la rubia comenzó a masturbarse y a gemir como si un negro con la
verga enorme la estuviera cogiendo por el culo, de hecho así me sentía yo con
ese gran dildo entre mis piernas, además disfrutaba mucho del roce que producía
el arnés contra mi clítoris. Sus gemidos se transformaron en gritos de placer
que se mezclaron con los de Stella. Lara me besó en la boca y entrelazamos
nuestras lenguas sin dejar de movernos.
-Te amo –le
susurré al oído, quería que sepa que aunque yo estuviera con otra mujer,
siempre pensaba en ella.
-Pero yo te
amo mucho más, hermosa –volvió a partirme la boca con uno de sus apasionados
besos.
Cuando
abracé a Viviana apreté sus tetas entre mis manos y levanté su torso hacia mí
hasta que mis pechos quedaron contra su espalda, seguí moviéndome rítmicamente,
nunca pensé que me movería de esta forma para darle placer a alguien, pero al
parecer lo estaba haciendo bien y supe que la hice llegar al orgasmo en al
menos dos ocasiones consecutivas.
Las cuatro
terminamos totalmente agotadas pero muy felices por la increíble noche que
pasamos juntas, nos sentíamos amigas de toda la vida. Ellas confirmaron
nuestras sospechas, ambas estaban casadas pero sus esposos sabían de estos
encuentros lésbicos, la única regla que debían cumplir es que no podían
acostarse con otros hombres, lo cual les importaba poco porque ambas preferían
las mujeres. Esta fue la primera vez que incluyeron a otras personas a sus
encuentros amorosos y no se arrepentían de habernos escogido así como nosotras
no nos arrepentíamos de haber venido. Cuando nos invitaron a dormir con ellas,
en esa misma cama, accedimos encantadas, no sólo porque las sábanas y el
colchón eran sumamente suaves y acogedores sino también porque ya nos estábamos
durmiendo y no teníamos ganas de tomarnos un taxi en este momento.
Dormimos las
cuatro juntas en la amplia cama, yo me quedé en el centro, entre Lara y Viviana.
Nunca dormí tan bien en mi vida y en más de una ocasión sentí que alguien me
abrazaba durante el transcurso de la noche.
Nos
despertamos ya pasado el mediodía, pero como era domingo no nos importó. Nos
despedimos de nuestras nuevas compañeras sexuales asegurando que repetiríamos
la magnífica velada en cuanto tuviéramos la oportunidad. Obviamente
intercambiamos números de teléfonos.
Mi vehículo
estaba estacionado en una cochera frente ubicada a media cuadra de Afrodita,
así me lo indicó Miguel cuando lo llamé, al parecer lo desperté pero no se
molestó en absoluto, ese hombre era siempre muy amable, por eso inspiraba tanto
terror cuando se enfadaba. Retiré el vehículo y llevé a Lara hasta su casa y
luego fui directamente a la mía. Cuando mi madre me vio entrar gruñó como un
perro rabioso, pero no me dijo nada, al menos nada que yo pudiera entender.
Los días
transcurrieron de forma rutinaria y tranquila, con Lara acordamos vernos los
días martes en su casa porque sus padres tenían la costumbre de jugar al paddle
en esos días y nos quedaba la casa para hacer lo que quisiéramos. Una tarde
decidí ir a un Sex Shop a comprar algunos juguetes sexuales para poner en
práctica con Lara. En ese local conocí a una chica un tanto extraña pero muy
especial que me explicó de la mejor forma posible para qué servía cada uno de
esos juguetes. Compré una caja llena de ellos porque casi todo me pareció
interesante y quería utilizarlos con mi novia. Los pagué en efectivo para que
no quedara el registro de la compra en la tarjeta de crédito, pero de todas
formas el dinero lo extraje de la cuenta de mis padres, a la cual mi hermana y
yo teníamos acceso.
Regresé en
el auto hasta mi casa con una sonrisa de oreja a oreja, bajé cargando la caja
llena de juguetes eróticos y me encontré con mi madre apenas salí del garaje.
Por suerte la caja era discreta y ella no podría adivinar su contenido.
-¿Te vas a
algún lado? –le pregunté sin mucho interés cuando vi una serie de bolsos y
valijas apilados en un rincón.
-No Lucrecia, la que se va
sos vos. Esas son tus cosas. No quiero que vivas más en mi casa. Me harté.
Fin del Capítulo 11.
Continúa en el Capítulo 12.
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