Capítulo
16
Contra todo
pronóstico, llegué al día de mi cumpleaños número veintidós sin pareja, estuve
cerca de celebrarlo teniendo una novia. Si en este momento pudiera hablar con
aquella distante Lucrecia que hace un año estaba cumpliendo veintiuno le
preguntaría si me creería que en poco tiempo comenzaría a mantener relaciones
sexuales y sentimentales con mujeres. Probablemente me hubiera tratado de loca
y hubiéramos terminado discutiendo… o tal vez esa Lucrecia hubiera sentido un
gran alivio al no tener que reprimir más un sentimiento que estaba guardado en
lo más profundo de su ser. De seguir retrocediendo en el tiempo me toparía con
aquella inocente Lucrecia de diecinueve o veinte años, con ella si hubiera
tenido un fuerte encontronazo, con sólo escuchar mencionar la palabra
“masturbación” o “lesbiana” hubiera iniciado una discusión interminable, por
más que supiera que hablaba con una versión de ella misma con más años.
Aún podía
recordar mis primeros vestigios de aceptación al ver aquel llamativo video de
Lara masturbándose, hoy podía decir que la había visto masturbándose cientos de
veces y haciendo cosas mucho peores en las cuales yo misma había participado.
¿Había madurado de pronto? Tal vez el dejar atrás a esa pequeña muchacha que se
negaba a aceptar su sexualidad, había dado el primer paso para definir mi
personalidad y salir del ingenuo estanque en el que vivía, donde el sexo era
tabú. Ahora todo eso estaba tan atrás que me costaba creer que hubiera pasado
tan poco tiempo.
La tarde
anterior al día de mi cumpleaños la pasé sola disfrutando de mi nuevo
departamento y quise expresar la increíble libertad que sentía al estar en un
sitio propio, por eso anduve desnuda casi todo el tiempo y me masturbé dos
veces en el medio de la sala de estar, no porque estuviera realmente excitada,
sólo quería demostrarme que allí yo mandaba y podía hacer lo que quisiera
cuando quisiera. Al actuar de esa forma no pude evitar reírme de la vieja
Lucrecia que se escondía en el baño para poder tocarse, que reprimía todos sus
gemidos y que hasta temía abrir las piernas. A veces la culpa se me hacía tan
grande que ni siquiera llegaba al orgasmo y suspendía toda actividad de autosatisfacción
durante semanas. Ahora había llegado a un punto en el que no podía estar sin
masturbarme o sin mantener relaciones sexuales con alguien por más de tres
días. El cuerpo y la mente me lo pedían a gritos.
El día
veintisiete de julio inició como un domingo aparentemente normal, era el
segundo fin de semana que pasaba en mi departamento pero ya lo sentía mi hogar,
aunque continuara prácticamente vacío y mi dormitorio seguía siendo poco más
que un colchón en el piso, amaba este lugar. Más de una vez me quedé mirando el
contrato que demostraba que me pertenecía, no podía creer que tuviera una
propiedad a mi nombre. Hablando de nombres, el mío continuaba ocasionándome
molestias, Anabella continuó con su jueguito y cada vez que se le ocurría un
nombre femenino que comenzara con la letra R, me lo enviaba en un mensaje de
texto. Propuso nombres como Rafaela, Roberta, Roxana, Rosa, Rosalía o Rocío y
siempre se llevó un “No” como respuesta, hasta me causó gracia que sugiriera el
nombre Rosaura, el cual ni siquiera conocía.
Nunca di
mucha importancia a mi cumpleaños, para mí siempre fue un día más en el
calendario que sólo me recordaba que me volvía vieja, pero Lara opinaba algo
totalmente diferente, primero se quejó conmigo al decirme que tener veintidós
años es disfrutar de plena juventud, luego me dijo que de alguna forma debía
celebrarlo pero yo le recordé que no tenía mucho dinero, me las estaba
arreglando con algo que había conseguido arrebatarle a mi madre y con dinero
que mi hermanita me prestó de sus propios ahorros. Le juré devolvérselos en
cuanto pudiera aunque ella insistió que eran un regalo por mi cumpleaños.
-Yo te ayudo
Lucre, tengo algo de plata guardada, te prometo que no vas a gastar ni un
centavo, pero algún festejo tiene que haber, aunque sea algo chiquito, con
algunas amigas y listo –insistió, tal como venía haciendo desde el día en que
dejamos de ser pareja.
Como solía
ocurrir en estos casos, logró convencerme y comenzó a llamar a las pocas buenas
amigas que aún tenía. Localizó a Lara Edith, quien fue la primera en llegar y
tuve que pedirle disculpas por no haberla llamado en tanto tiempo pero ella
comprendió los problemas que tuve que atravesar durante las últimas semanas y
también entendió que, como mi Smartphone había quedado reducido a pedacitos, su
número telefónico había quedado perdido allí dentro. La única forma de
contactarla fue a través de Tatiana, con quien mantenían una pequeña amistad
que básicamente consistía en enviarse mensajes de texto o chatear alguna que
otra vez.
La pequeña
Edith estaba preciosa, aún mantenía su pelo alisado y un conjunto de ropa
sobrio pero femenino, que en nada se parecía a aquellos horribles vestidos que
usaba cuando nos conocimos. Volví a insistir en que sus nuevos anteojos
favorecían mucho sus facciones y ella se alegró de oírlo. Pocos minutos más
tarde el departamento comenzó a llenarse de mujeres, estaban algunas de mis
amigas heterosexuales de la universidad y por supuesto la mencionada Tatiana
había hecho acto de presencia. No me sorprendió ver llegar a Samantha con un
radiante conjunto blanco que hacía resaltar el verde de sus ojos y el rojo de
su cabello como si fueran luces navideñas. Tuve la sospecha de que ya había
llegado a sus oídos el rumor de mi separación con Lara y que pretendía impresionarla.
No hice comentario alguno al respecto, me limité a sonreír y a dejarles la vía
libre. Me sorprendió ver a tantas invitadas y me apenó mucho tener que
recibirlas en un departamento tan vacío, pero a ninguna pareció importarle este
detalle, todas sabían por qué no había más que dos sillas y también comprendían
que la mayoría debía sentarse en almohadones en el piso, ya que estos eran
considerablemente más económicos que las sillas. Una de mis amigas comentó que
todo esto se parecía a un picnic en un museo, aunque no hubiera ni un solo
cuadro colgando de las paredes, no estaba tan equivocada, las amplias salas
tenían todo el aspecto de un museo. Me alegró saber que tampoco les molestaba
compartir los vasos a la hora de tomar algún refresco ya que había logrado
comprar solamente cuatro y no habían sido nada baratos. Ahora era mucho más
consciente del verdadero valor de las cosas. Si en mi antigua casa se me
hubiera roto un vaso me hubiera importado muy poco pero ahora temía que alguno
quedara hecho añicos ya que supondría perder la cuarta parta de las
existencias.
La mayor
alegría de la tarde la tuve cuando vi llegar a Anabella. No creí que fuera a
presentarse ya que no era amante de las reuniones sociales y también porque
supuse que se sentiría sumamente incómoda rodeada de lesbianas, aunque no todas
lo fueran. Por suerte esto no era más que producto de mi paranoia, la monjita
se comportó como si fuera una chica más de un gran grupo de amigas. Nadie podía
afirmar cuál era su profesión ya que no había ni el menor vestigio de un hábito
religioso. Estaba usando el conjunto de ropa que yo misma le había regalado
tiempo atrás, cuando se sentó en uno de los sillones pude ver asomarse una
bombachita rosa por detrás, eso me despertó una enorme ternura. Al venir
vestida de esa forma realmente me demostraba lo mucho que me apreciaba y que
valoraba lo que yo había hecho por ella. Ni tengo que decir que en más de una
ocasión fantaseé con tomarla de la manos, abrazarla, besarla en frente de
todas, pero no podía hacer ninguna de esas cosas por lo que preferí mantener la
mayor distancia posible entre ella y yo.
-¿No viene
ningún chico? –preguntó Jorgelina.
Ella tenía
fama de promiscua y algunas de las presentes se molestaron un poco con su
comentario por creer que estaba planeando acostarse con un hombre mientras
intentábamos disfrutar de una inocente reunión de amigas pero Jorgelina se
explicó mejor y dijo que le parecía un tanto extraño que todas las invitadas
sean mujeres.
-Es que
tengo pocos amigos varones –le dije- nunca me llevé bien con los hombres, en
ningún sentido –en ese momento recordé a Alejandro- hace poco conocí a un chico
que me cayó muy bien, no lo invité porque le tengo poca confianza todavía.
La verdad es
que no lo había invitado porque no quería que su prometida iniciara una batalla
campal al ver a su amado rodeado por tantas mujeres, de las cuales muchas eran
hermosas. Me hubiera encantado que vea a Samantha, especialmente como estaba
vestida ahora, Lorena podía competir conmigo ya que era mucho más bonita que
yo, pero a pesar de eso, la pelirroja la superaba, al menos en mi humilde
opinión. ¿Y quién superaba a Samantha en belleza? Creo que sería un tanto
imparcial si respondo a esa pregunta, porque en ese momento yo sólo tenía ojos
para Anabella.
-Bueno, pero
nadie puede decir que no sabés hacer amigas –acotó Daniela, una de mis ex
compañeras de facultad- hay algunas que ni las conozco, a ella la vi una vez
–señaló a Edith- el día… bueno ya saben qué día –se puso roja al recordar lo
que sucedió aquella tarde en los vestuarios con Cintia- pero ni me acuerdo de
cómo se llama.
-Se llama
Edith –le respondí.
-Me llamo
Lara –se quejó la pequeña.
-Pero ya hay
otra Lara y prefiero decirte Edith, para evitar confusiones.
-Ya te dije
que no me gusta ese nombre –frunció el ceño- además toda la vida me dijeron
Lara.
-No me
importa, igual te voy a seguir diciendo Edith.
-Que injusta
que sos Lucrecia –habló la monjita- a vos tampoco te gusta que te llamen por tu
segundo nombre –la quería matar por sacar a la luz ese tema- si la vas a llamar
Edith al menos deberías decirle cuál es tu segundo nombre, así estarían en
igualdad de condiciones –escuché la risa de Lara, mi ex novia y la miré con una
ira asesina.
-Me cae bien
la monjita –aseguró la morena.
-¿Es monja?
–preguntó Daniela boquiabierta y supe que no era la única sorprendida.
-Sí, y vivo
en el convento de la Universidad, siempre me cruzo con ustedes… hasta me
saludan y todo ¿ya se olvidaron? –las que recién se enteraban de esto se
quedaron mudas admirándola.
-Es que
–comenzó diciendo Jorgelina- con esa ropa… no parecés monja.
-Eso también
es culpa de Lucrecia, ella insiste en que tengo que vestirme así… hoy le di el
gusto sólo por ser su cumpleaños.
-A mí no me
importa si es monja o cura –dijo Edith- yo ahora quiero saber el nombre de
Lucrecia.
-No te lo
voy a decir –contesté molesta- y si yo no lo digo, no lo van a saber.
-Hay alguien
más que lo sabe –aseguró Anabella, me sorprendía la facilidad que tenía para
hacerse la ingenua, pero sin embargo, miró directamente a mi ex novia.
-A mí no me
miren –se atajó ella- si yo lo digo, me mata. Una vez la llamé cariñosamente
por ese nombre y estuvo dos horas sin hablarme –eso era totalmente cierto.
-Que
exagerada Lucre –dijo Edith riéndose- ¿tan feo es?
-No es que
sea feo, es que a ella no le gusta y la conozco muy bien, puede ser la persona
más testaruda del mundo cuando algo se le mete en la cabeza. Si no te quiere
decir el nombre, no te lo va a decir.
-Yo también
lo sé –giré la cabeza y descubrí que era Samantha la que había hablado.
-¿Y vos cómo
lo sabés?
-Porque lo
leí en tu archivo de la Universidad. Te entiendo Lucrecia, a mí tampoco me
gustaría llamarme así. Mi segundo nombre es María, tampoco me gusta, pero es un
nombre normal, que mucha gente tiene. No es como el tuyo.
-Si lo
decís, te mato.
-¿Tanto
problema hay con que lo digan? –preguntó Edith.
-Es que
después lo usarían para burlarse de mí, además, ese nombre no me representa
para nada. Si fuera por mí me lo hubiera cambiado hace tiempo, a Lucrecia
también. Me sorprende ver al punto que llegaste Anabella, ¿ahora vas a sobornar
a Samantha para que te lo diga?
-No hace
falta, sé que tarde o temprano lo voy a averiguar. Por descarte.
-Ahí la que
está en ventaja sos vos, que ni siquiera tenés segundo nombre y… no sé cuál es
tu apellido –me quedé con la mente en blanco, luego de tantas charlas íntimas
con esta mujer, a la que adoraba, me daba cuenta de que nunca le había
preguntado por su apellido.
-Si hubieras
preguntado te lo hubiera dicho. ¿Hacemos un intercambio?
-No, lo voy
a averiguar.
-Serkin.
-¿Qué?
-Mi apellido
es Serkin. Es de origen ruso, como mi papá.
-¿Y por qué
me lo decís? Yo no te voy a decir mi nombre.
-No importa,
prefiero que lo sepas y ya. Ahora volvés a estar en desventaja, porque no tenés
nada que averiguar sobre mí –me sonrió.
-Eso no se
vale, yo te quería demostrar que podía averiguarlo antes de que vos sepas mi
segundo nombre.
-Lo que pasa
es que yo soy más inteligente que vos –se jactó.
-No es
cierto ¿qué querés apostar? –Me estaba atacando el orgullo y se lo haría pagar-
y si es para extorsionarte… tengo con qué hacerlo y lo sabés muy bien –pensé
que se enojaría porque era una obvia amenaza sexual.
-Nada que no
pueda controlar. Lo admitas o no, te llevo ocho años de ventaja, por más que
sea monja, algo aprendí de la vida.
-No se nota.
-¿No? Yo
creo que te lo dejé bien en claro más de una vez que adiviné tus “intenciones”.
-¿Y qué
intenciones tengo? –tenía un nudo en el estómago y el corazón me repiqueteaba
¿a qué estaba jugando?
-Unas no muy
buenas, impropias de una chica normal de tu edad.
-Puede que
hayas aprendido muchas cosas de la vida, pero aprendiste más de mí. Tampoco
estés tan segura… puede que no puedas contra mis “intenciones”, ya lo dijo
Lara, puedo ser la persona más testaruda del mundo y cuando algo se me mete en
la cabeza, no paro hasta conseguirlo.
-Pero hay
cosas que están fuera de tu alcance, Lucrecia.
-¿Por qué no
se van a un hotel y ya? –Preguntó Edith- parecen marido y mujer.
Allí
recordamos que no estábamos solas, ambas nos sonrojamos. Anabella se puso tan
incómoda que volcó un vaso que tenía cerca, por suerte no se rompió. De pronto
me carcomió la pena, la había hecho quedar mal en frente de todas mis amigas.
Ella también había olvidado a las presentes y habló más de la cuenta, yo podía
limitarme a reír ya que todas sabían de mis preferencias sexuales pero para
Anabella no era así, recibir burlas con respecto a ese tema podía afectarla
mucho.
-¿Qué era
todo eso de las “intenciones”? –preguntó Tatiana con interés; la monjita estaba
pálida y desorientada.
-¿Lucrecia
te insinuó algo? –esta vez la pregunta vino por boca de Daniela, siempre
dirigidas a la pobre Anabella.
Sabía que
debía hacer algo para desviar la atención, de lo contrario a ella le daría un
ataque o saldría corriendo para esconderse a llorar en un rincón, yo la conocía
bien, sabía que todo ese jueguito de “niña madura y segura” era una coraza que
armaba para defenderse, al igual que sus hábitos, pero que en el fondo era
frágil, insegura y temerosa. La culpa era mía por presionarla tanto y ahora no
había nada en el mundo que deseara más que protegerla.
-Redenta
–dije de forma automática; el efecto causado fue el esperado, todas voltearon a
mirarme, inclusive aquellas que ya lo sabían- mi segundo nombre es Redenta.
-Dios mío,
es horrible –dijo Edith llevándose una mano a la boca.
Mientras
todas murmuraban al respecto miré directamente a los ojos de miel de Anabella,
al instante me mostró una perfecta fila de blancos dientes, con esa sonrisa me
indicaba que había comprendido
perfectamente lo que yo había hecho.
-Ni siquiera
se me hubiese ocurrido –aseguró la monjita- no es feo. Es raro, pero no es feo.
Por suerte
el sacrificio valió la pena, olvidaron por completo todo ese asunto entre
Anabella y yo, el nuevo debate se centró en los nombres, lindos y feos, pero
sobre todo, en los nombres raros. La más pequeña de todas aseguró que me
llamaría Redenta cada vez que yo la llamara Edith. A varias de mis amigas se
les ocurrieron formas de extorsionarme ahora que conocían algo que yo detestaba
y que me veía obligada a llevar conmigo a donde fuera. Solamente Lara se impuso
ante ellas y les aseguró que si algún día escuchaba que se burlaban de mi
nombre, las iba a moler a palos. Esta chiquita iba a ser siempre mi protectora,
por más que no fuera mi novia.
Minutos más
tarde acompañé a Anabella hasta la puerta, ella supuso que era mejor retirarse
antes de que alguna quiera retomar la conversación que había quedado pendiente.
Como la puerta de entrada estaba considerablemente lejos de la sala, tuvimos
varios minutos para charlar a solas.
-Gracias
Lucrecia. Sé que para vos no debe ser nada fácil el que todas sepan tu nombre,
si vamos al caso es solo un nombre, pero si a vos no te gusta… no te gusta y yo
respeto eso. Te prometo que nunca me voy a burlar de vos sobre eso. Te pido
disculpas, sé que todo fue por mi culpa.
-No
Anabella, no lo fue. La culpa es mía por ponerme tan infantil, al fin y al cabo
es sólo un nombre, debería empezar a aceptarlo, como hice con Lucrecia. Lo que
te pido es que la próxima vez seas más cuidadosa con tu lengua. No creas que no
me di cuenta a qué te referías… y si bien me molesta que me “histeriquees” de
esa forma, la que puede tener problemas sos vos. Imaginate si alguien sospecha
lo que pasó… porque pasaron cosas que no pueden salir a la luz, por tu propio
bien.
-Sí, lo sé.
Pero qué se yo… quería sentirme una chica normal por un ratito. Me gustó que me
hayas incluido en tu grupo de amigas. Nunca tuve amigas.
-Eso es algo
que tenés que cambiar, eso sí que no te lo impiden tus votos. Podés tener miles
de amigos.
-Estoy
intentando cambiar eso, de verdad.
-Me parece
bien, vos sos una chica muy buena, Anabella. No merecés estar tan sola. ¿De
verdad no te querés quedar a cenar? Te prometo que nadie va a hablar de lo que
pasó, Lara se puede encargar de eso fácilmente.
-Esa chica
puede ser muy persuasiva cuando se lo propone.
-Totalmente,
sino preguntale a mi mamá –ambas nos reímos- dale Anabella, quedate. No quiero
que pases el resto del domingo, encerrada y sola en una habitación.
-Me voy
porque tengo planes. Creeme que no voy a tener tiempo de sentirme sola.
-¿Estás
segura?
-Sí. No te
preocupes. Después te cuento bien, porque es medio largo para contar y tus
amigas te están esperando.
-Está bien
–no me interesaban mucho sus actividades religiosas, pero a veces debía
escucharlas simulando interés porque era lo único que ella podía contarme de su
vida- otro día me contás. Gracias por haber venido –la abracé con más fuerza de
lo que era prudente y le di un largo beso en la mejilla deseando que esa fuera
su boca.
-Gracias a
vos por haberme invitado –me susurró al oído, supe que mi abrazo la estaba
afectando de alguna forma- de verdad me agrada saber que me consideras una persona
importante en tu vida.
-Ya te lo
dije… y te lo repito: sos una de las personas más importantes para mí y sólo
quiero verte bien –acaricié su espalda y la miré fijamente a los ojos, otra vez
mi corazón me delató, ella seguramente podía escuchar el tamborileo.
-Y creeme
que yo escucho atentamente tus palabras, sé que tengo que cambiar ciertas
“actitudes”, ver las cosas con otros ojos –el repiqueteo de mi corazón se
detuvo en seco.
-Sí
Anabella. No podés ser tan cerrada mentalmente –quería que ella supiera que
había comprendido a qué se refería- lo que está bien o mal en la vida lo
decidís vos, por eso tenés libre albedrío –mi aliento chocaba contra el suyo;
su espalda chocó contra la pared y allí supe que la estaba haciendo retroceder
inconscientemente.
-Todavía
pienso en lo que vimos en ese cuarto… las dos Hermanas… eso me abrió mucho los
ojos, sé que la vida no debe ser tan estricta.
-Totalmente
–me estaba volviendo loca y no sabía qué decir, en lugar de eso deslicé mi mano
derecha hacia abajo hasta que logré atrapar una de sus nalgas- en la vida hay
que disfrutar y amar. El amor no puede tener nada de malo.
-Eso depende
de hacia qué o quién esté orientado el amor –presté poca atención a sus
palabras.
-¿Sabes una
cosa? Todavía no me diste mi regalo de cumpleaños –acerqué mi cara a la suya
todo lo que pude, nuestras frentes y narices se tocaron.
-Es cierto,
perdón pero no pude comprarte nada…
-¿Quién
habló de comprar? Un regalo no tiene por qué ser algo material –aproveché para
acariciar en círculos su firme nalga, sentir esa rigidez esférica bajo mis
dedos me llenaba el estómago de mariposas y quién sabe qué otro bicho
revoltoso.
-En eso
tenés razón, pero no sé qué puedo regalarte yo. ¿Querés que rece alguna oración
por vos?
-Eso es algo
que puedo hacer sola, pero te agradezco la intención. De hecho yo pensaba en
algún regalo que no tuviera nada que ver con Dios, es más, si podríamos
olvidarnos de él por un ratito, sería perfecto.
-Yo nunca
puedo olvidarme de Dios –miré sus labios carnosos que brillaban tan cerca de mi
boca.
-¿Nunca te
podés olvidar de Él?
-No…
-Veremos…
Sus reflejos
seguían siendo pésimos. Si quiso esquivarme no llegó a hacerlo a tiempo, mis
labios tocaron los suyos y titubeé por un corto instante, cuando supe que no se
movería, apliqué más presión y me apoderé de su labio inferior. La exaltación
me llevo a apretar con más fuerza su cola, ella dio un pequeño salto pero no se
apartó de mí, aunque de haber querido hacerlo, no hubiera podido. No fue un
beso muy largo pero sí intenso. Le puse fin sólo por temor a que alguien
apareciera y nos viera. Corroboré que seguíamos tan solas como antes y fui
soltándola de a poco.
-¿En quién
pensabas?
-¿Eh? –ella
estaba evidentemente confundida y atontada.
-Recién. ¿En
quién pensabas?
-Prefiero no
responder… ¿por qué hiciste eso Lucrecia? ¿No habíamos acordado que ya no me
molestarías con estas cosas?
-¿Te molestó
que te haya besado?
-La verdad
es que sí, me molesta mucho que me presiones de esa forma y me hacés las cosas
mucho más difíciles.
-Perdón,
solamente buscaba mi regalito de cumpleaños.
-¿Si?
Entonces que ese regalito te dure hasta que cumplas cien años, porque no te lo
voy a dar otra vez.
-No podés
asegurar eso.
-Basta
Lucrecia, te lo digo de verdad. A veces me hablás de una forma totalmente
comprensiva, me apoyás y me das buenos consejos, después están los momentos
como éste, donde me forzás a hacer cosas que yo no quiero. Lo hablamos el otro
día… ya te expliqué los por qué… ya lo dimos por concluido… ¿por qué tenés que
salir otra vez con esto?
-¿Tanto te
molesta que te besen? Al fin y al cabo un beso no es gran cosa Anabella.
-Si fueras
hombre no me molestaría… pero esto es antinatural y no me gusta.
-Mentira… si
fuera hombre te molestaría igual, lo que a vos te molesta es el contacto físico,
porque te hace perder el control.
-Si quiero
perder o mantener el control con un hombre es tema mío, pero con una mujer… no.
No hay manera. Te lo expliqué mil veces y espero que lo entiendas. Somos amigas
Lucrecia, no quiero perder tu amistad una vez más… allá tenés muchas chicas con
las que hacer las cosas que te gustan… no entiendo por qué me buscás a mí. Tal
vez ni vos sabés el por qué… sos tan impulsiva que no me extrañaría.
-Sí sé el
motivo –respondí desafiante.
-¿Ah sí?
Estaría bueno que me lo expliques, porque yo no lo entiendo.
-Porque
ninguna de esas chicas me hace sentir lo que siento cuando estoy con vos –se
quedó muda mirándome con los ojos titilantes- además… si no te gustara me
hubieras frenado desde el principio, pero vos dejaste que eso pase… no me eches
toda la culpa a mí.
-Es que… no
sabés lo difícil que es controlarse… y no es porque me gusten las mujeres o
porque me gustes vos… ya te lo expliqué Lucrecia. No quiero hablar más de esto…
si fueras…
-Sí, ya sé…
si fuera hombre sería diferente. Esa es una mentira que ni vos te crees
Anabella. Lo que a vos te jode es que se despierten pensamientos y deseos
impropios de una monja.
-¿Y está mal
eso? Es mi vocación Lucrecia y creeme que no soy tan estúpida como vos pensás,
yo sé hasta dónde puedo llegar con los pensamientos y deseos impropios y puede
que esté buscando establecerme nuevos límites… pero no quiere decir que me
agrade que me avances de esa forma.
-Está bien,
Anabella, pensá como quieras –estaba ofuscada.
-Por
supuesto… las cosas que yo haga las haré porque yo quiero hacerlas y no porque
alguien me las impone a la fuerza.
-Y eso
significa que vas a vivir una vida vacía, sin emociones.
-Mi vida no
está vacía… no sos la única persona que forma parte de mi vida, Lucrecia. No te
creas el centro del mundo.
-¿Cuándo
dije yo semejante cosa? Yo no soy el centro del mundo de nadie… ni siquiera del
mío –le iba a decir que ella era el centro de mi mundo pero supuse que sería
exponerme demasiado- ya mejor andate Anabella, gracias por haber venido pero no
quiero interrumpir tus “planes” –lo dije de forma despectiva porque sabía que
sus planes no eran para nada interesantes pero inmediatamente me sentí mal por
haberle dicho eso.
-Sí, mejor
me voy. Tengo cosas que hacer –abrió la puerta que daba al hall con los
ascensores, salió del departamento con los puños apretados en un gesto de furia
pero allí fue cuando se detuvo y giró para verme- ¿por qué siempre tenemos que
terminar peleando? A veces me sacás de mis casillas –pude ver de nuevo aquella
Anabella dulce y cariñosa que me derretía el corazón.
-No sé… te
pido perdón… soy una boluda, a veces digo cosas que no quiero decir y soy muy
cobarde como para admitirlo.
-Lo estás
admitiendo ahora… es un avance. No quiero que peleemos… yo te… te quiero mucho
Lucrecia –al decir esto se lanzó sobre mí con la velocidad de una serpiente y
me dio un corto beso en la boca- feliz cumpleaños.
-¿A qué se
debió eso? –pregunté más confundida que nunca.
-Dejalo ahí
Lucrecia, no le busques la quinta pata al gato. Chau, que pases una linda
velada.
-Gracias…
vos también.
-Eso espero…
si todo sale bien… -volvió a sonreírme cariñosamente y se dirigió hacia uno de
los ascensores.
Instantes
más tarde Lara me encontró aún de pie bajo el marco de la puerta del
departamento con la mirada perdida en el infinito.
-¿Estás bien
Lucrecia? –me preguntó tomándome de un brazo con suavidad.
-No, para
nada –pasé una mano por mis ojos de forma automática y me sorprendí al sentirla
húmeda.
-¿Por qué
lloras? ¿Pasó algo?
-Me está
volviendo loca… no sé qué hacer. No sé qué quiere… no sé qué quiero yo… ya no
entiendo nada.
-Tenés que
contarme qué pasó para que pueda ayudarte.
-La besé.
-¿Ahora?
-Ahora y
antes… no es el primer beso que nos damos.
-Entonces…
¿a ella también le gustan las mujeres?
-No le
gustan. Ya me lo dejó muy claro, me lo repitió tantas veces que ya tengo que
asumirlo.
-¿Por qué te
besó entonces?
-Eso fue por
mi culpa… fui yo quien la besó a ella.
-Ay
Lucrecia… disculpame que te lo diga, pero tengo que serte franca. Ella no te
está volviendo loca a vos, vos la estás volviendo loca a ella –la miré a los
ojos pidiendo una mejor explicación- imaginate Lucre, ¿qué pensará ella ahora?
Es una monja, no es una chica de la facultad… cualquier chica heterosexual se
sentiría súper confundida si una mujer la besa repetidas veces… bueno, a ella
tenés que sumarle el hecho de que tiene votos de castidad y de quién sabe
cuántas cosas más.
-Lo sé… la
culpa es mía, te juro que intento resistirme pero no puedo. La veo y me muero
de ganas de besarla… perdón que te lo diga así, espero que no te pongas celosa.
-¿Celosa? Si
yo estoy igual que vos… esa colorada me está volando la cabeza. No puedo dejar
de mirarla… vine a buscarte para no tenerla sentada frente a mí más tiempo.
-Pero hay
una gran diferencia Lara… vos ya te acostaste con Samantha, sabés que tenés
chances… en cambio yo…
-En cambio
vos estás apuntando hacia donde no se debe. No sé si te enamoraste de ella o
sólo es calentura, pero olvídate Lucre, te lo digo por tu bien y por el de ella.
Está lleno de lesbianas… y vos podrías conseguir la que te guste con gran
facilidad. Ahí está Tatiana, por ejemplo. ¿No te parece que es linda?
-Es hermosa…
y la quiero un montón, pero como amiga. No me despierta otros sentimientos más
que amistad y algún que otro deseo sexual. Ninguna de esas chicas me despierta
algo especial, por la única que lo sentía era por vos… y todavía lo siento,
pero prefiero que nuestra relación sea de compañeras, más que amigas, pero sin
llegar a ser pareja.
-Sí, eso
mismo te iba a decir. Creo que nuestro problema fue querer ponerle una palabra
a nuestra relación… somos lo que somos y punto. No hace falta poner un contrato
social de por medio. Pero ¿sabés por qué podemos hacerlo? Porque nos
entendemos, nos tenemos confianza y compartimos muchos puntos de vista, cosa
que no pasa con Anabella y con vos. No te lo digo por ser cruel, pero vos lo
sabés mejor que nadie, ella no piensa como vos ni quiere hacerlo.
-Tenés
razón. Tengo que sacármela de la cabeza ¿volvemos a la sala?
-Sí, porque
si no volvemos rápido las chicas van a pensar que te estás violando a la monja
y que yo me uní a la fiestita.
-No pongas
esas ideas en mi cabeza o la violada vas a ser vos –le sonreí limpiando las
últimas lágrimas que rodaban por mis mejillas.
*****
Luego de la
partida de Anabella el número de invitados se fue reduciendo hasta que quedamos
solamente seis. Lara, Edith, Tatiana, Samantha y Jorgelina decidieron quedarse
al “festejo nocturno” que consistía en tomar algunas cervezas y comer algo
rápido. No pude dejar de sorprenderme al ver mi refrigerador, que antes había
estado completamente vacío, repleto de botellas de cerveza y algunas de
gaseosas. Habíamos acordado que a todas nos agradaba la cerveza y eso hizo
mucho más fácil la elección de la bebida, pero el número de botellas me parecía
demasiado elevado.
-Si sobran
podés guardarlas para otro día –me dijo Jorgelina, quien se había quitado el
saquito de lana que llevaba y ahora exhibía una blusa exageradamente escotada- Tati dice que tomás mucho, por eso trajimos
tantas.
-¿Cómo es
eso? –Me quejé- no tomo tanto. Hace días que no pruebo una gota de alcohol.
-Pero cuando
empezás a tomar no hay quién te pare –acotó Tatiana, estuve a punto de
responderle pero sabía que no tenía muchos argumentos a mi favor.
Debo admitir
que la idea de Lara resultó ser mejor de lo que imaginaba. La estaba pasando
muy bien y hacía mucho tiempo que no me divertía de forma tan despreocupada,
por unas horas pude olvidarme de todos mis problemas. También me di cuenta que
no me dolía tener mi ex novia cerca sabiendo que ya no éramos pareja. Al
contrario, habíamos desarrollado una confianza mutua que me agradaba mucho.
-¿Cómo va la
relación entre Lara y vos? –me preguntó Jorgelina, me di cuenta de que hacer
esa pregunta le incomodaba un poco pero a la vez quería demostrar que estaba de
acuerdo con nuestra orientación sexual.
-Ya no
estamos juntas –le respondí e inmediatamente miré la cara de Samantha, fue la
primera vez que noté una reacción de sorpresa por su parte pero como estábamos
sentadas en círculo y todas nos veíamos a la cara, no tuvo forma de disimular
aunque yo seguía con la idea de que ella ya sabía de nuestra ruptura.
-¿Por qué,
se pelearon? –la pobre Jorgelina parecía estar todavía más incómoda.
-No,
simplemente decidimos que ya había terminado esa etapa –la que contestó fue
Lara.
-O sea… ¿no
son más lesbianas?
-No Jor –le
dije riéndome- una no deja de ser lesbiana de un día para el otro -la chica estaba
hablando de un tema totalmente ajeno a ella y al parecer mis comentarios la
confundían más- esto era como cualquier relación de pareja, vos sabés muy bien
que a veces no funcionan como uno lo esperaba y justamente decidimos ponerle
fin antes de terminar peleando por alguna estupidez.
-Que raras
que son, si yo me peleo con un chico con el que estaba saliendo, no lo quiero
ver ni en fotos… y ustedes están acá hablando lo más tranquilas como si nada
pasara.
-Eso es
porque las dos estuvimos de acuerdo en terminar con la relación –Lara hablaba
con su característica tranquilidad y seguridad- pero si hubiera sido diferente
tal vez nos hubiéramos dejado de hablar, algo que ya ha pasado… pero prefiero
no acordarme de eso.
Volví a
centrar mi atención en Samantha, la pelirroja parecía estar esforzándose por no
sonreír, eso me llevo a pensar que de verdad sentía algo por la pequeña
morochita. Algunos minutos más tarde aproveché que ella quiso que le indicara
dónde estaba el baño y en lugar de señalarlo, la acompañé. Justo antes de que
entrara la tomé por el brazo y le dije que tenía que hablar con ella.
-Te estucho
–me dijo con cierto temor en el rostro.
-Es sobre
Lara, ella me habló de vos. Me contó lo bien que se están llevando últimamente.
-Perdón
Lucrecia, yo no quería…
-Esperá –la
interrumpí- escuchame primero. No me molesta que se lleven bien, al contrario,
me alegra mucho por las dos, yo quiero que Lara sea feliz y yo sé que no puedo
dedicarle la atención que se merece. Antes de que digas otra cosa te digo que
conozco tu situación, para vos esto del sexo con mujeres es algo nuevo y ni
siquiera sé si te sentís cómoda haciéndolo –tragó saliva y me miró fijamente
con sus grandes ojos verdes- no te puedo pedir que te pongas de novia con Lara
o algo parecido porque tal vez no estás preparada para dar semejante paso,
creeme que yo tampoco lo estuve y hoy preferiría haber pensado mejor las cosas,
no es porque la haya pasado mal con ella, sino que el noviazgo viene con muchas
responsabilidades y las cosas se complican mucho más si la otra persona es de
tu mismo sexo –asintió con la cabeza demostrándome que había captado su
atención- por eso lo único que te quiero pedir es que no la ilusiones. No sé
cómo vas a hacerlo pero intentá aclarar tus ideas primero y si vos pensás de
que existe al menos una mínima posibilidad de que estén juntas, entonces metele
para adelante porque Lara es una chica increíble, pero si no querés
involucrarte en una relación seria con una mujer, al menos decíselo de entrada.
No la tengas a las vueltas porque sé que ella siente algo por vos, la conozco
muy bien y también sé que se merece lo mejor y creo que vos podrías dárselo.
-Gracias
Lucrecia –me sonrió con gran simpatía- tus palabras me sirven mucho para
aclararme los pensamientos. ¿De verdad creés que ella siente algo por mí?
-Sí Sami, de
verdad lo creo, por la forma en la que me habla de vos. Está maravillada con
todo lo que hacés, yo creo que es un típico caso de amor a primera vista, desde
el primer día que te vio supe que habías causado un gran impacto en ella.
-Y ella en
mí.
-¿De verdad?
-Bueno,
nunca se lo quise contar a nadie pero sí me pasó y es algo que nunca me había
pasado con una mujer, pero todo esto es gracias a vos Lucrecia, si vos no me
hubieras hecho “debutar” con una chica yo jamás hubiera “salido del closet”.
Aquella noche del trío me sentí un poco… ¿cómo puedo decirlo?
-¿Puta?
-Eso me
gusta de vos, siempre sos directa. Sí, esa es la palabra. Me sentí una puta por
estar acostándome con dos mujeres a la vez pero fue la mejor noche de mi vida.
-Porque lo
hiciste con Lara. No me mires con esa cara, yo me di cuenta de que algo pasaba
entre ustedes, no lo tomo como un engaño, yo estaba ahí y fui yo quien las
llevé a hacerlo, asumo la responsabilidad. Me dolió un poco en su momento, pero
son cosas que pasan, al menos sé que Lara se fija en una chica muy buena, de
esas que valen la pena.
-No soy tan
buena como vos pensás.
-Todos
tenemos nuestro lado oscuro… Lara también lo tiene, pero es mejor que lo
descubras vos solita. Volviendo a lo que decías… yo también me sentí como una
“puta” varias veces. Hice cosas q ni te imaginás, lo que pasó con vos y Lara no
fue la primera vez que estuve con más de una persona en una cama –por la forma
en que abrió sus ojos supe que la había sorprendido- pero después pensé en que
no tengo por qué tomármelo todo tan a pecho, soy joven y me pasé mucho tiempo
alejada del mundo del sexo, ahora que lo descubrí pienso disfrutarlo a mi modo,
vos también deberías hacerlo. ¿Nunca te pusiste a pensar que los años pasan
rápido y que uno no sabe cuánto tiempo lo queda? No es que sea una loca
trágica, pero es la verdad, por eso yo no quiero privarme de los momentos
buenos cuando estos se me presentan.
-Comparto tu
opinión Lucre, para mí también todo esto es nuevo. Sí lo hice con hombres, pero
con mujeres nunca lo había hecho.
-¿Hablás del
sexo en general o de un trío? –sonrió con picardía.
-Eso lo dejo
a tu criterio.
-¡Serás
cochina! Está bien, no voy a preguntar de más. Si algún día me querés contar,
podés hacerlo, al fin y al cabo vamos a seguir siendo amigas… y si algún día
llegás a estar con Lara y quieren invitarme, estoy dispuesta.
-Me
sorprende lo bien que te estás tomando todo esto, Lucrecia.
-Eso tiene
una respuesta muy sencilla. No le cuentes a nadie pero a mí me pasa lo mismo
con otra chica.
-¿Con quién?
-Eso no te
lo puedo decir –contesté seriamente.
-¿Es una de
las que vino hoy?
-Eso tampoco
te lo puedo decir.
-¿Es la
monjita?
-La puta
madre ¿Tanto se me nota? –comenzamos a reírnos.
-Vos tenés
una virtud y un defecto al mismo tiempo. Sos muy transparente.
-¿Por qué
todo el mundo me dice eso?
-Porque es
la verdad, vos no podés ocultar lo que sentís ni lo que pensás. A la monjita la
mirás con un amor que da ternura y te lo dice alguien que no es buena para leer
a la gente. A mí me sonríen durante diez segundos y pienso que es la persona
más simpática del mundo y tal vez me esté insultando por dentro, pero
justamente fue eso lo que me animó a hacerlo con vos. El que seas tan
transparente me sirvió para entrar en confianza mucho más rápido de lo que
hubiera creído. Pero bueno, con la monjita te juega en contra, deberías
intentar disimularlo Lucre. Se te nota mucho.
-Lara
también lo notó y me lo dijo, pero también sé que es una causa perdida.
-Y sí, la
chica es monja Lucrecia. Es como si yo me quisiera meter con un Cura.
-Prometo que
voy a hacer todo lo posible por sacármela de la cabeza.
-Me parece
bien… y yo te prometo que voy a hacer todo lo posible para las cosas con Lara
marchen bien, así sea como amigas al menos.
-Eso es lo
que quería escuchar. Bueno, te dejo… tengo que volver con las chicas porque van
a pensar que estamos haciendo alguna chanchada.
Antes de
regresar con mis amigas pasé por la cocina a buscar alguna cerveza fría y más
bocadillos. Me crucé con Jorgelina, ella se me acercó como si quisiera hablarme
en secreto.
-Che Lucre,
creo que mejor me voy –me dijo en voz baja.
-¿Por qué,
te sentís mal?
-No, no es
por eso. Es que me da la impresión de que estoy interrumpiendo algo.
-¿Interrumpiendo
qué?
-O sea… creo
que la coloradita también es lesbiana ¿me equivoco?
-Aunque lo
fuera no entiendo a qué te referís.
-Bueno, es
que me parece mucha casualidad que justo hayan quedado las chicas que son
lesbianas y Lara habló de “festejar a lo grande”, creo que ustedes tienen
planeada una fiestita más… privada –al escuchar esto comencé a reírme como una
estúpida.
-Te pasás
Jor, la verdad que todo esto de las lesbianas te afectó bastante. ¿Vos pensás
que nosotras organizamos una orgía o algo parecido? –me miró con ojos de huevo
tibio- el que a todas nos gusten las mujeres no quiere decir que vayamos a
terminar en una orgía Jor. No estás interrumpiendo nada.
-¿Segura?
Porque Tatiana me mira raro, como si quisiera que me vaya de una vez.
-No, te mira
así porque cada vez que te agachás se te ven todas las tetas. ¿Vos no mirarías
a un chico al que se le vea…? No sé… ¿qué es lo que más te gusta de los chicos?
–por lo libidinosa de su sonrisa adiviné qué estaba pensado- bueno… eso, que se
le vea el pajarito… vos estarías mirándolo a cada rato.
-Obvio.
-Bueno, esto
es lo mismo… a vos se te ven las tetas y son lindas, si yo estuviera con escote
tal vez me mirarían a mí también, pero eso no quiere decir que tengan ganas de
violarte o que quieran que te vayas para dar inicio a una fiesta lésbica. Si te
molesta que Tati, u otra, te mire las gomas, entonces te recomiendo que te
tapes con algo –mientras decía esto aproveché para dar una mirada a su
prominente escote, sus senos redondos y bronceados parecían estar a punto de
reventar.
-No me
molesta que me las miren, ya estoy acostumbrada.
-Bueno,
entonces no hay nada más que hablar, vuelva para allá y muéstrele un rato las
tetas a mis amigas, nadie le va a decir nada malo.
Con ese
comentario la dejé un poco más tranquila, me ayudó a llevar las cosas y
regresamos a la sala donde nos aguardaban Tati y Lara quienes estaban hablando
sobre el nuevo empleo de Tatiana.
-La verdad
es que es mucho más divertido de lo que yo imaginaba –decía la voluptuosa
morocha- tampoco es una fiesta constante pero al menos no tengo tiempo para
aburrirme y lo mejor de todo es que pagan bien y respetan mis horarios de
estudio, de momento no tuve problemas con eso. No les puedo explicar lo bien
que me viene tener un ingreso extra, siento que con eso se me solucionaron la
mitad de los problemas de mi vida. Hasta pensé en alquilar algún departamento
chiquito para poder estar más tranquila.
-¿Por qué,
no te llevas bien con tus padres? –preguntó Edith. En ese momento regresó
Samantha y se sentó a mi derecha guardando silencio para escuchar la
conversación.
-Con ellos
me llevo muy bien, no me puedo quejar, pero mi casa es muy chiquita, no tiene
espacio para tres personas y siento que yo les estoy robando la intimidad.
-Tengo una
idea –le dije a Tati mientras servía cerveza en un vaso- ¿por qué no venís a
vivir acá? Si hay algo que me sobra es espacio. Tendrías un cuarto para vos
sola y hasta podríamos poner un lugarcito para que puedas estudiar tranquila
–vi como su rostro se iluminaba.
-¿Me estás
hablando en serio Lucre?
-Claro que
sí, sé muy bien lo que se siente eso de no tener hogar propio, por suerte lo
viví por poco tiempo, pero no es algo que quiera repetir. Además te ahorrarías
el alquiler.
-De eso ni
hablar. Si yo vengo a vivir acá, te voy a pagar.
-No Tatiana,
de verdad. Podés venir cuando quieras y quedarte el tiempo que quieras, yo no
te voy a cobrar nada.
-Lucre,
perdoná que me meta –la que habló fue Lara- si bien entiendo que no quieras
cobrarle porque es tu amiga, ponete a pensar un ratito, vos ahora no tenés
ningún ingreso. Una pequeña renta te puede dar para tus gastos básicos, al
menos hasta que consigas un trabajo.
-Lara tiene
razón –afirmó Tati- además yo ya estuve sacando cuentas y puedo pagar un
alquiler accesible y me sentiría mucho más cómoda, de lo contrario todos los
días sentiría que te estoy invadiendo la casa. Otro punto a favor es que mi
trabajo no queda muy lejos de acá, por lo que no gastaría en movilidad y eso me
ahorraría dinero. Así que no se dice más, si puedo venir, te voy a pagar –no
podía discutirles, sus argumentos eran lógicos y de verdad me haría bien tener
un pequeño ingreso.
-Está bien,
podés mudarte cuando quieras, después acordamos el precio. Quiero la plata el
primer día de cada mes o vas a tener que pagarlo de otra forma –le guiñé un
ojo.
-Si me lo
ponés de esa forma creo que me voy a transformar en una morosa llena de deudas
a pagar “de otra forma”.
-¡Ay!
–exclamó la Jor- que cochinas, no sé cómo pueden pensar en hacer esas cosas.
-¿Pensar? No
lo pensamos, ya lo hicimos –no sé si mi comentario la sorprendió o solamente la
asqueó.
-Está todo
bien con eso de que les gusten las mujeres… pero ¿entre ustedes también?
-Especialmente
entre nosotras –aseguró Lara y todas sonreímos- sino preguntale a Lucre, que se
acostó con todas.
-Hey,
tampoco digas esas cosas –me quejé- ¿qué va a pensar la chica?
-¿Qué puede
pensar, si ella se acostó con media ciudad? –Atacó Lara otra vez- además es la
verdad. Sos la única de nosotras que se acostó con las otras cuatro, obviamente
no la estoy contando a Jor, porque si su orientación fuera diferente… ya lo
habrías hecho.
-Lucre, me
sorprendés –Jorgelina me miró como si yo fuera un bicho raro de otro planeta-
¿con las cuatro? ¿De verdad?
-Y con
muchas otras que no están presentes –acotó Tati.
-Mirala vos
a la Lucre, no te tenía tan putita. Siempre pensé que eras una mosquita muerta.
-Si lo
ponemos de ese modo, ella más bien sería el matamoscas, lo sé por experiencia
–dijo Edith y todas se rieron, yo no sabía cómo reaccionar, no llegaba a pensar
una respuesta para un comentario que ya habían hecho otro.
-Yo era tan
inocente antes de conocerla… -agregó mi ex novia.
-¿Inocente?
–Esta vez alcancé a hablar- que hayas sido virgen no te hace inocente –no la
estaba atacando de verdad, era todo parte de la diversión- estabas todo el día
tocándote –se puso roja de la vergüenza y por un momento creí haber ido
demasiado lejos.
-Es que…
¿cómo no lo iba a hacer si te tenía a vos como amiga? Te veía y me daban ganas…
-No agredas
a la chica por estar tocándose –Jorgelina salió a defenderla- si tocarse fuera
un crimen a mí tendrían que haberme dado cadena perpetua.
-Yo siempre
creí que vos no hacías esas cosas –le dije- con eso de que siempre te acostás
con alguien…
-Tampoco es
que siempre tengo con quien hacerlo… y cuando no tengo, hay que descargar de
alguna forma -por pura casualidad me fijé en Tatiana, ella tenía la mirada clavada
en el escote de la chica y sus mejillas estaban sonrosadas, en ese momento me
percaté de que a todas nos estaba afectando un poquito el tomar tanta cerveza
–lo que a mí me sorprende –continuó diciendo Jor- es cómo pueden quedar
satisfechas estando con otra chica… ¿ninguna extraña el…? –hizo una seña con
sus manos que sólo podía estar simbolizando el aparato reproductor masculino.
-No sabría
decirte, nunca probé uno –confesó Lara.
-Yo me
acosté con un tipo que está re fuerte –se jactó Edith, seguramente se refería a
Rodrigo.
-Es cierto,
ese tipo es realmente hermoso –acoté para elevar un poquito el ego de la
pequeña mujercita, algo que no le vendría nada mal, además decidí aclarar que
era cierto porque Jorgelina hizo una mueca que me disgustó, como si no creyera
en las palabras de Edith –si a mí no me gustaran tanto las mujeres, te juro que
me gustaría estar con un hombre así.
-Sí, lástima
que sea preferencialmente gay –agregó la muchachita- pero yo la pasé estupendo
con él. No tengo una preferencia entre hombres o mujeres, siempre y cuando la
pase bien.
-Mi
experiencia con hombres –comencé diciendo- fue un tanto traumática y la verdad
es que me da miedo repetirla.
-Bueno, pero
el que haya sido traumático una vez, no quiere decir que vaya a serlo siempre
–Jorgelina se mantuvo firme en su opinión- yo también tuve experiencias malas
con hombres pero sin embargo me siguen gustando. Tal vez ese sea el problema de
algunas de ustedes, nunca probaron una… digo de probarla en serio, con ganas.
-Yo sí probé
–de pronto todas miramos a la pelirroja de la cual no escuchábamos palabra
desde hacía rato- estuve en pareja durante mucho tiempo con un hombre, lo quise
mucho pero al final de cuentas me cagó.
-¿Infidelidad?
–preguntó Lara, supuse que a ella le interesaba el tema más que a ninguna de
las presentes.
-Sí, se
acostó con su mejor amigo.
-¿Amigo? –la
pequeña morocha no podía creer lo que oía-¿dijiste… amigo?
-Sí, él dijo
que fue la locura del momento, yo le dije que siempre me pareció un homosexual
reprimido y ahí empezó la discusión, porque me dijo que yo era una lesbiana
reprimida. Nos peleamos de muy mala manera y ya no quise volver a verlo.
-Pero…
-Pero al fin
y al cabo los dos teníamos razón, a él le gustaban los hombres y a mí las
mujeres. Nunca pensé que me acostaría con una… hasta que conocí a Lucrecia –me
sonrió amistosamente- ella me ayudó a abrir un poco la mente y me demostró que
una puede quedar sexualmente satisfecha al estar con una mujer.
-¿Y vos cómo
te enteraste que tu novio se acostó con el amigo? –esta vez preguntó Jorgelina.
-Porque yo
estaba ahí cuando ocurrió –allí recordé el comentario que me había hecho Sami
minutos antes, en la puerta del baño.
-¿Ahí cómo?
No entiendo –a la Jor le costaba un poco comprender las sutilezas.
-Me da mucha
vergüenza decirlo.
-Hablá
–insistió Jor- estamos entre amigas, una vez estuve con dos tipos a la vez… ¿a
eso te referís?
-Sí –su piel
se tornó del color de su cabello- él me convenció de hacerlo, supuestamente
porque quería verme a mí con otro hombre… nunca pensé que fuera porque él
quería aprovechar la ocasión…
-¿Así que se
arruinó todo el lindo momento?
-No, en el
momento todo parecía normal, no le di mayor importancia… que se yo… la calentura
del momento. Pero después lo pensé mejor y comencé a analizar las señales y fue
ahí cuando llegué a la conclusión de que él no era feliz conmigo.
-Esto me
calienta mucho –aseguró Jorgelina- yo siempre quise ver a dos tipos haciéndolo…
y estar en el medio… te envidio, colorada.
-No tenés
por qué envidiarme, todavía me arrepiento de haberlo hecho. No sólo quedé como
una puta sino también como una cornuda… -se tapó rápidamente la boca y me miró
con el espanto ilustrado en sus ojos verdes.
-No te
preocupes Sami –la tranquilicé- yo no me sentí de esa forma. Me jodió un
poquito en el momento, pero después se me pasó.
-¿De qué
hablan? –preguntó la curiosa muchacha de escote prominente; estuve a punto de
no responderle pero en lugar de eso tomé un largo sorbo de cerveza para juntar
coraje y hablé.
-Hablamos
del trío que hicimos con ella y con Lara –Tatiana se limitó a sonreír, a Edith
también le pareció divertido, pero a la Jor casi le da un ataque.
-¿¡Qué!?
¿Las tres? Pero vos recién me dijiste…
-Bueno… es
que vos saliste con esa idea de una orgía… no es lo mismo un trío que una
orgía.
-¿De qué
orgía hablan? –noté cierto interés en el tono de voz de Tati.
-De la que
no vamos a hacer –le respondí- lo que pasa es que es que la Jor creyó que
planeábamos hacer eso y quería irse a su casa para no interrumpir –me reí- yo
le expliqué que por más que a todas nos gusten las mujeres no quiere decir que
vayamos a terminar en una orgía sólo por juntarnos a festejar –sonreí y miré a
cada una de las presentes, ellas se miraban entre sí, confundidas- ¿qué pasa?
¿Me perdí de algo?
-¿Se lo
digo? –le preguntó Lara a Tatiana.
-Yo diría
que sí –le contestó ésta.
-Iba a ser
una sorpresa… un regalito de cumpleaños… por todo lo que hiciste por nosotras.
Sami, Edith y yo ni siquiera consideraríamos estar con mujeres si no fuera por
vos y se podría decir que Tati es tu mentora, por eso mismo también debía
participar.
-¿Participar
en qué? –pregunté como una idiota.
-En la
orgía. Tu regalo de cumpleaños.
-¿Me están
cargando?
-No Lucre –habló
Samantha- de verdad estábamos dispuestas a hacerlo… Lara nos preguntó ni bien
llegamos y yo le dije que si era por vos hacía cualquier cosa. No te voy a
mentir que me aterra la idea, pero a la vez me despierta una curiosidad
inmensa.
-Yo si es
por cualquier concha hago cualquier cosa –acotó Tati.
-Desde que
estuve con Rodrigo no me acosté con nadie, estoy que exploto por las ganas de
coger –dijo Edith apelando a su enorme honestidad, la chica parecía no tener
ningún filtro ético o moral. Me recordaba a mí misma.
-Y bueno, yo
ni siquiera tengo que decir por qué motivo quería hacerlo, sos mi mejor amiga y
mi ex novia.
-¿Viste
Lucrecia? Yo no estaba tan loca –Jorgelina parecía tan sorprendida como yo- te
dije que me miraban raro, querían que me fuera.
-No
queríamos que te fueras –dijo Tati- solamente queríamos avisarte que podía
pasar eso, para que vos decidieras qué hacer.
-¿Qué hacer
con qué?
-Si querías
quedarte o irte.
-¿Quedarme…
a…? ¿Ustedes están locas?
-Un poquito
–dijo Lara sonriendo- pero cada una es libre de quedarse o marcharse.
-A mí no me
gustan las mujeres…
-Tampoco
dijimos que tenías que participar –continuó diciendo Lara- podías quedarte a
mirar y nada más… todas sabemos lo mucho que te gusta el sexo, por ahí tenías
ganas de espiar un ratito y después irte a tu casa o llamar a alguno de tus
“amigotes” para que pase a buscarte. Acabás de confesar que te gustaría ver a
dos hombres haciéndolo, tal vez ver a mujeres te da un poquito de morbo
también.
-Lucrecia,
¿estás bien? –la voz me llegó de la derecha, supe que era Samantha- ¿Lucre? –Me
dio un empujoncito en un brazo, yo estaba mirando fijamente el vaso vacío en
mis manos- ¡Lucrecia, reaccioná! –me dio un buen golpe con la mano abierta en
toda la nuca.
-¡Ay! Eso me
dolió –la miré con el ceño fruncido, pero enseguida supe que la culpa era mía,
por no contestar- perdón es que me quedé pensando en lo que dijeron. ¿De verdad
planearon todo eso?
-Sí –la
pelirroja asintió con su cabeza- pero también sabíamos que la última palabra la
tenías vos. Si vos no querés hacerlo… no se hace.
-Es que me
parece mucho.
-¿Cuatro te
parece bien pero cinco es mucho? –preguntó Lara, seguramente se refería a
aquella noche que pasamos con las mujeres swinger, aunque en realidad no había
tenido sexo entre las cuatro al mismo tiempo ¿o sí? No recordaba todos los
detalles de esa noche por culpa del alcohol.
-No somos cinco
–señalé.
-A mí ni siquiera
me cuenten –aseguró Jorgelina- eso es cosa de ustedes y si quieren hacerlo yo
las dejo tranquilas y me voy a mi casa.
-Pero es
que… -no sabía que argumento lógico elegir- no quiero que haya problemas, somos
amigas… y creo que estaríamos mezclando mucho las cosas.
-No seas
hipócrita Lucrecia –me reprochó Lara- nunca te importó que seamos amigas a la
hora de acostarte con nosotras. Si te da miedo, decilo. Pero no andes con
vueltas. No me hagas enojar –la pequeña tenía carácter- todo esto lo planeamos
para que vos tengas un cumpleaños inolvidable.
-No es que
me de miedo… pero preferiría no hacerlo… la estamos pasando bien así… les
agradezco por todo pero para hacer algo semejante tendría que estar de muy buen
humor para el sexo.
-Vos siempre
estás de muy buen humor para el sexo, Lucrecia. Fui tu novia durante varios
meses y lo sé muy bien. A veces me hacías pensar “¿otra vez quiere hacerlo?” y
lo hacíamos porque vos querías… no pienses que me forzaste, yo también la pasé
genial cada vez que lo hicimos, a lo que voy es que vos sos mucho más sexual
que yo… o que cualquiera de nosotras.
-No creo ser
más sexual que Jorgelina.
-En eso
coincido –dijo Tati.
-Hey, no soy
tan puta como creen –se quejó la aludida- yo no me acuesto con todos mis
amigos… creo que todavía me falta alguno… -comenzó a sacar cuentas utilizando
sus dedos- no… con ese ya pasó… y con el amigo también –comenzamos a reírnos.
-¿No sería
más fácil contar con quién no te acostaste? –sugirió Lara.
-Bueno,
puede que me haya acostado con muchos, pero nunca lo hice con una chica.
-¿Y eso es
peor? –pregunté.
-Desde mi
punto de vista, sí. No se ofendan –levantó las manos como Poncio Pilatos,
desligándose de toda responsabilidad- es sólo mi opinión.
-Está bien,
coincido con vos –dijo Sami- yo también llegué a pensar que hacerlo con alguien
del mismo sexo era ir varios escalones más arriba en el ámbito sexual –se
acercó un poco a Jorgelina y le habló al oído- pero creeme que se disfruta como
la puta madre –todas nos reímos por la actitud de la colorada, era evidente que
también estaba algo tomada.
-¿Al final
lo del “regalo de cumpleaños” queda suspendido? –preguntó Tatiana.
-Sí, mejor
dejémoslo así. Pero les agradezco enormemente la intención. Son mis grandes
amigas y de eso no me voy a olvidar nunca.
-Pero algún
regalito tiene que haber –dijo Lara- aunque sea algo chiquito.
-No hace
falta, de verdad –aseguré.
-Lara tiene
razón. Pedí algo que podamos darte ahora y lo hacemos –sugirió la colorada, no
estaba segura si el alcohol era lo único que la afectaba.
-¿Algo como
qué? No se me ocurre nada.
-Algo que te
guste… de las mujeres –esta vez fue Edith la que aportó.
-De las
mujeres me gusta todo –les dije.
-Bueno, de
ese todo podés elegir una cosa –me sonrió mi ex novia.
-¿Una cosa?
–Vi que alguien había llenado mi vaso con cerveza y tomé un trago- las tetas
–ni bien dije la palabra comencé a reírme.
-Bueno… ya
las viste, pero si eso es lo que querés.
Al decir
esto Lara llevó las manos a su espalda, noté que se estaba desprendiendo el
corpiño y comencé a entusiasmarme, la pequeña iba muy en serio. Se las había
visto mil veces pero esta vez la situación era muy diferente. En cuestión de
pocos segundos levantó su blusa negra y quedó con el torso desnudo, eso nos
permitió ver sus pequeños pechos blancos con pezones bien definidos que
apuntaban directamente hacia mí. Me sonrió con picardía y le hizo señas a
Tatiana, indicándole que era su turno. La morocha ni siquiera titubeó, un
sostén color violeta voló por los aires y antes de que pudiera verlo caer ya
estaba admirando un buen par de grandes tetas color café con leche, supuse que
serían un buen desayuno en una mañana fría. Hasta podía recordar la agradable
sensación que me produjo el chuparlas aquella noche que pasamos juntas.
-¡Qué
grandes! –dijo Sami mirándolas con deseo.
-¿Se van a
poner en bolas acá mismo?
-No seas
amargada Jorgelina, es el regalito de cumpleaños para Lucrecia –la retó Lara-
ni que nunca hubieras visto un par de tetas.
-Un par sí,
las mías… todas las mañanas, pero no le ando mirando las tetas a mis amigas.
-Si no
querés mirar podés cerrar los ojos –le dijo Edith quien estaba tan entusiasmada
como yo- nadie te obliga.
Sin hacernos
esperar se despojó de una blusa mangas largas, quedando con otra más pequeña,
sin mangas. Aumentó un poco el suspenso desprendiéndose primero el corpiño para
que podamos apreciar sus pezones marcándose en la tela de la blusa y luego se la
quitó con un rápido movimiento, sus pechos no eran mucho más grandes que los de
la otra Lara, pero yo no tenía preferencias por tamaños, me gustaban, siempre y
cuando los pezones fueran bonitos y éstos sí que lo eran.
A
continuación todas las miradas se giraron hacia Samantha, la siguiente en la
ronda. Ella sonrió de forma encantadora.
-Conste que
esto me da un poquito de vergüenza y si no lo hubieran hecho todas,
probablemente no lo haría y me alegra que hayan suspendido lo de la orgía, me
daba terror… pero como dije, estaba dispuesta a hacer el gran esfuerzo, por
Lucrecia.
Mientras
hablaba se quitó la blusa blanca floreada que llevaba puesta y nos mostró su
corpiño, también blanco. Un instante más tarde ya estábamos mirando sus pezones
sonrosados y erectos. Daban ganas de morderlos pero me contuve.
-Son las
mejores amigas que podría pedir, me encantó el regalito –las cuatro seguían con
sus torsos desnudos y yo no hacía más que mirarle las tetas una y otra vez.
-Esperá que
todavía falta una –dijo Lara mirando a Jorgelina.
-Yo no le
voy a mostrar las tetas.
-Ay Jor
–rezongó la pequeña- tenés las tetas más conocidas de la ciudad, hasta a mí me
han llegado fotos de tus tetas al celular.
-¿Y quién te
las mandó? –pregunté.
-Una amiga
que no conocés… fue en la época en que estábamos separadas así que no te pongas
celosa, de todas formas nunca pasó nada con ella.
-No me pongo
celosa, solamente que a mí nadie me manda fotos de ese tipo.
-¿Nadie?
–Preguntó Tati, sus grandes senos se bamboleaban cuando hablaba- ¿te olvidas de
aquella chica que pasó una foto de la cotorrita? Esa que dijo ser tu
admiradora. Me acuerdo porque yo misma te hice llegar la foto
-¡Es cierto!
Me había olvidado de eso, pero ahora ya sé de quién era la foto –miré a
Samantha y levanté las cejas, ella parecía confundida.
-¿Por qué me
mirás a mí?
-Porque la
foto era tuya.
-¿Mía?
Imposible. Yo nunca me saco fotos de ese tipo… y no las voy a estar mandando
por teléfono a alguien que no conozco.
-Pero venía
con un mensaje –intenté recordarlo- decía algo así como que nunca te ibas a
olvidar de lo que te dije aquella vez… supuse que era por lo que pasó en el
baño. Además me acuerdo que la foto era de una chica que la tenía con pelitos y
cuando estuve con vos me dijiste que te habías depilado ese mismo día…
-Sí, pero
nunca me dejo los pelitos, te digo que no era yo Lucrecia.
-Eso quiere
decir que…
-Que todavía
tenés a alguna admiradora dando vueltas por la ciudad- las palabras de Tati me
hicieron recapacitar, inmediatamente pensé en alguien pero la idea me parecía
absurda y me esforcé por borrarla de mi mente.
-Lástima que
tengo el teléfono roto, ya no puedo ver la foto.
-Lo que yo
quiero ver es otra cosa –intervino Lara- Jorgelina se está haciendo mucho la
sonsa y todavía no mostró nada.
-Hey, ¿para
quién es el regalito al final? –se quejó Jor.
-Digamos que
es un regalo compartido –sonrió la pequeña- es un ratito nomás, nadie te va a
violar… además sólo pedimos ver medio centímetro más de lo que ya se ve.
Jorgelina
sonrió y como ya no sabía que argumento utilizar, bajó la tela de su remera
ampliando el escote hasta que vimos aparecer dos globos redondos y perfectos
con pezones oscuros. Éstos quedaron colgando hacia afuera y por la presión que
ejercía la tela desde abajo, las levantaba de una forma muy candente.
-Mamita…
¡qué tetas! –sólo lo dije para molestarla un poco pero era cierto que estaban
muy lindas.
-Si alguna
se hace una paja pensando en mis tetas, la mato.
-Entonces
matame a mí primero… pero me vas a tener que matar la semana pasada… y la
anterior también –todas nos reímos con el comentario de Tatiana.
-¿A vos
también te llegaron mis fotos?
-Sí, pero me
las mandó un amigo… uno que anduvo con vos. Yo creo que él quería trío porque
sabe que me gustan las mujeres, por eso no le seguí mucho la corriente… pero
agradecí las fotos… y lo de la paja es cierto. Si te incomoda, lo siento mucho,
podrás ser mi amiga pero tetas son tetas.
-Tetas son
tetas –acoté yo que estaba hipnotizada con todos esos pechos que se bamboleaban
frente a mí.
-Hablando de
eso –dijo Lara- ¿no te parece que falta algo?
-¿Más?
–pregunté dando un nuevo sorbo al vaso de cerveza.
-Faltan las
tuyas.
-¿Las mías
por qué? Yo soy la del cumpleaños.
-Justamente
por eso. Deberías unirte al festejo.
A pesar de
que su argumento no me convenció, accedí. Todas estaban medio desnudas frente a
mí y negarme a hacer lo mismo sólo empañaría la fiesta. Me despojé de mi blusa
y luego Samantha me ayudó a desprender mi corpiño, al parecer no querían que me
rehusara a mostrarlas a último momento.
-Nunca había
visto tantas tetas en mi vida –aseguró Jorgelina cuando mis rosados pezones
hicieron aparición.
-Y están
todas muy lindas –agregué.
-¿Cuáles te
gustan más? –preguntó la Jor sacudiendo un poco las suyas hacia los lados.
-No vamos a
empezar un concurso de tetas porque salgo perdiendo –dijo Lara.
-Pero
ganarías en el de la mejor cola –lo dije con total honestidad, es más, creo que
todas deberían estar de acuerdo conmigo, la única que podía competir con las
posaderas de esta muchachita era Jorgelina, pero así y todo me seguían
pareciendo más lindas las de Lara- y bueno, si tengo que elegir el mejor par de
tetas, creo que ese premio se lo lleva la Jor –la lujuriosa chica sonrió
orgullosa.
-Eso es
injusto, yo las tengo más grandes –se quejó Tatiana, pero lo hizo como si fuera
parte de un juego.
-Puede ser,
pero las de ella son perfectas –admiré otra vez esos inflados y redondos
pechos.
-Lo decís
porque se los está levantando con el escote –volvió a quejarse la morocha- que
las saque si se anima.
-Sí me animo
–diciendo esto se desnudó de la cintura para arriba demostrando que sus tetas
eran firmes, con o sin sostén.
-Definitivamente,
las de ella son las más lindas –esperaba que todas entendieran que era
solamente un juego y que no debían ofenderse con el comentario.
-Qué triste
–dijo Samantha- yo no ganaría ningún premio.
-¿Me estás
cargando? –Pregunté incrédula- vos te llevas el de la carita más hermosa. Tus
facciones son perfectas –luego de hablar tomé otro sorbo de cerveza.
-Decime que
al menos yo al menos me llevo un premio, aunque no sea por las tetas –dijo
Tatiana mientras yo seguía observando todos esos senos a mi alrededor.
-Bueno, vos
te llevarías el premio de la… -me sonrojé y comencé a reírme- no me animo a
decirlo.
-Dale Lucre,
vivís diciendo barbaridades, ¿qué te cuesta decir una más? –Lara tenía razón,
había dicho cosas mucho peores.
-Está bien,
Tati se lleva el premio a la vagina más linda –vi sonreír a la morocha.
-Hey, yo fui
tu novia –Lara se quejó bromeando- tu preferida debería ser la mía.
-Perdón mi
reina, pero la de Tati es más rica.
-¡Dios! Qué
asco me dan hablando así de conchas –dijo Jorgelina haciendo una evidente mueca
de desagrado, todas nos reímos y entre carcajadas y exclamaciones pude escuchar
una suave vocecita haciendo una pregunta.
-¿Y yo?
¿Gano alguno? –Edith, quien estaba sentada entre Tatiana y Samantha, parecía
casi invisible.
Allí supe
que el jueguito de las comparaciones había sido un error, las facciones de esta
muchachita no eran las más bonitas, sus senos no estaban mal pero no tenían
comparación con los de Jorgelina y ése “premio” ya lo había otorgado, medité
unos instantes sin saber qué decirle pero sabía que tenía que responder pronto.
-Vos Edith
te llevás el premio a la mejor personalidad –le dije siendo honesta.
-Ah ok.
Bueno, supongo que es algo –dijo la muchachita agachando la cabeza- voy al
baño, ya vuelvo.
Se puso de
pie y abandonó la sala con el torso aún desnudo. Mis amigas me miraron como si
me estuvieran leyendo la mente, habíamos herido los sentimientos de esa dulce
jovencita. Lara me hizo un gesto con la cabeza indicándome que debía ir detrás
de Edith, asentí y de inmediato me levanté.
Encontré a
la apenada muchachita de pie dentro del baño, ni siquiera había cerrado la
puerta, sólo estaba allí, parada frente al espejo y me di cuenta de que estaba
al borde de las lágrimas.
-Hola linda
–la saludé suavemente, apenas giró la cabeza para mirarme- ¿estás bien?
-No te puedo
mentir Lucre… a vos no –vi una perlita cayendo desde su ojo derecho y rodar por
su mejilla- me pone un poco incómoda estar delante de ustedes –estuve a punto
de preguntarle si el problema era porque la obligaron a desnudarse pero sabía
bien que se refería a otra cosa por lo que decidí guardar silencio- ustedes son
chicas muy pero muy hermosas… y mirame a mí. ¿Qué hago yo acá con ustedes?
-Edith
–decidí ser franca con ella y tratarla como una adulta- vos estás acá porque
sos nuestra amiga y te invitamos. A nosotras nos encanta tenerte cerca,
especialmente a mí. Sé que estuve desaparecida mucho tiempo, y que el haber
tenido problemas tal vez no era excusa para no llamarte algún día, pero quiero
que sepas que te extrañé mucho.
-¿Lo decís
de corazón?
-Sí,
totalmente. Te quiero mucho, nena.
-¿Aunque sea
feíta?
-No sos nada
fea Edith, creeme que no. Si no me agradaras, como mujer, no me hubiera
acostado con vos… lo hicimos dos veces y creeme que lo haría otra vez –me
acerqué a ella y acaricié sus ahora lacios cabellos, ella me sonrió
cálidamente- sos divina y creeme que si te digo que tenés la mejor personalidad
de todas, es cierto. Inspirás una ternura increíble, sólo que vos no sos
consciente de eso. Es muy importante tener una personalidad agradable y vos la
tenés en gran medida. Además, todo eso fue un jueguito, el que a alguna le
guste más una cosa que a otra es sólo una cuestión de gustos. Mirame a mí, yo
no me llevé ningún “premio”.
-Vos
deberías tener el de la mejor personalidad, Lucrecia. Sos una chica alucinante,
yo te… adoro –su voz sonaba entrecortada por las lágrimas que ya fluían.
-No llores
chiquita, yo también te adoro. Sos muy dulce –tomé una toalla de mano y limpié
su rostro- además, ya te dije, el premio a la mejor personalidad ya lo tenés
vos… me tendré que quedar sin nada.
-Bueno,
tenés el pelo más lindo. De eso no hay dudas.
-¿El pelo?
¿Y para qué quiero tener el pelo más lindo? Yo quería el mejor culo… pero
¿viste lo que es el de Lara?
-Es
increíble, cuando se pone pantalón ajustado es imposible no mirarla. La verdad
que me alegra saber que vos pudiste disfrutarlo.
-Pero
también pude disfrutar de vos chiquita –volví a acariciar su cabello, allí me
di cuenta que estábamos muy cerca una de la otra- y creeme que la pasé re bien.
-Y yo Lucre.
Fuiste mi primera vez y no te voy a olvidar nunca. Me cambiaste la vida por
completo, de no ser por vos yo seguiría estando sola, sin amigas y más virgen
que tu amiga la monjita –no iba a aclararle que en realidad Anabella no era
virgen ya que ese era un asunto muy traumático y personal, me limité a sonreír.
-Yo tampoco
te voy a olvidar nunca, no fuiste mi primera vez pero si una de mis primeras
experiencias sexuales con mujeres, vos fuiste una parte importante en mi
definición como lesbiana.
-Te quiero
confesar algo… -dijo acariciando mi brazo izquierdo.
-Te escucho,
sin miedo.
-Yo...
pienso en vos… cada vez que me masturbo… y ni siquiera me siento lesbiana.
-Wow ¿de
verdad? Yo también pensé en vos más de una vez mientras me tocaba.
-Sí, de
verdad. Cada vez que pienso en sexo vos estás ahí, me excita mucho tu cuerpo… y
de verdad creeme que me morí de la alegría cuando supe que estaba invitada a tu
cumple, porque te extrañaba un montón.
-Si me
extrañabas tanto también podrías haber intentado localizarme, al menos decirle
a Tatiana que querías verme.
-Es que yo…
suelo esperar a que la gente haga todo… no me sale eso de dar el primer paso…
eso es lo que tanto me aterra, me da miedo estar con una persona y tener que
ser yo quien lleve las riendas –podía sentir su cálido aliento chocar contra
mis labios.
-Estoy
segura de que lo harías bien, chiquita. Es sólo una cuestión de actitud.
-Como dice
la canción de Fito Páez.
-¿Eh? Sí,
supongo… no la recuerdo –no solía escuchar ese tipo de música pero había
escuchado la frase en alguna parte- simplemente tenés que creer en vos, creer
en que lo que hacés le gusta a la otra persona.
-Lo voy a
intentar. Si hago esto ¿te gusta? –acarició con delicadeza uno de mis pechos,
delineando con su índice la areola que rodeaba mi pezón.
-Sí, me
gusta mucho.
-¿Y esto te
gusta? –sentí un leve cosquilleo en mi abdomen, eran los deditos de Edith que
avanzaban como si se tratara de una araña de cinco patas.
-Sí, lo
hacés muy bien –acaricié su mejilla con la yema de mi pulgar, nos mirábamos a
los ojos fijamente, la pequeña debía tener su cabeza inclinada hacia atrás y yo
debía inclinar la mía hacia adelante para equiparar la diferencia de altura.
-Esto es más
difícil –dijo mientras comenzaba a luchar contra el botón de mi pantalón, mis
pulsaciones aumentaron- espero hacerlo bien –el botoncito cedió y sentí que la
presión que ejercía la tela disminuía considerablemente, tomé a la pequeña por
la nuca y sin poder resistirlo más, la besé -¿lo hago bien? –apenas pude
entender lo que dijo ya que nuestras bocas seguían prácticamente pegadas, sus
dedos estaban viajando por mi velludo monte de venus y llegaron hasta el
botoncito mágico que las nenas tenemos entre las piernas.
-Lo hacés
perfecto –tampoco pude gesticular bien, descubrí que ya estaba húmeda y eso se
debía en parte a la exhibición de tetas que habíamos iniciado en mi sala pero
principalmente a las hábiles caricias a las que me sometía Edith.
Sin dejar de
besarla recorrí su desnudo vientre e introduje la mano por su pantalón, el suyo
no llevaba botones, sino elástico, esto me permitió entrar sin desprender nada.
Me sorprendió mucho notar que había menos pelitos que la última vez que había
tocado esta vagina, ahora parecían estar prolijamente recortados, tal como a mí
me gustaba llevarlo, me alegró saber que la muchachita se estaba preocupando un
poco más por su aspecto físico. También descubrí que estaba tan mojada como yo,
sus tiernos labios rebosaban de jugos sexuales.
-Lucre –dijo
con su vocecita de niña inocente casi sin dejar de besarme –¿Te gustaría que
llegáramos más lejos? –ya podía sentir uno de sus deditos colándose en el
orificio de mi vagina.
-Me
encantaría, divina.
-Entonces…
-¡Hey! ¿Qué
hacen? –La voz que vino desde afuera del baño nos sobresaltó tanto que nos
obligó a separarnos, en cuanto nos volteamos vimos a Jorgelina de pie frente a
nosotras- ¡Qué asco! No se las puede dejar solas ni un segundo que ya se están
metiendo mano –comenzamos a reírnos pero ella seguía mirándonos confundida, aún
tenía el torso desnudo y nuestros ojos se dirigieron hacia sus pezones -¡Che!
No me miren así –se cubrió los senos cruzando las manos sobre ellos- desde que
me saqué el corpiño tengo la sensación de que me van a violar en cualquier
momento.
-Nadie te va
a hacer nada que no quieras –le aseguré- ¿querías pasar al baño?
-¿Se puede o
ya lo transformaron en el cuarto de un hotel?
-No, vos te
encargaste de interrumpirnos en la mejor parte –se quejó Edith, pero no estaba
enojada con la recién llegada- vamos a la sala Lucre, dejemos a la pobre en
paz, creo que ver tantas lesbianas juntas le está afectando.
-He visto cosas
peores –dijo la Jor encogiéndose de hombros cuando salíamos del baño.
-Querrás
decir que has participado en cosas peores –la corregí; me respondió con su
risa.
Volvimos a
la sala y nos encontramos con que las chicas habían comenzado a narrar pequeñas
anécdotas relacionadas los pechos femeninos, hablaban especialmente de aquellas
veces en las que los pezones se traslucen más de lo que uno pretende, o cuando
el escote deja poco a la imaginación y toda esta divertida charla hizo que nos
sintiéramos muy cómodas y ninguna hizo el menor intento por cubrir sus tetas. Jorgelina
regresó y se unió a la charla, ella tenía numerosas anécdotas relacionadas a
sus propios pechos. Me tomé un minuto para ir a buscar otro par de botellas
frías de cerveza y cuando regresé escuché a la muchacha de los grandes y
perfectos pechos decir:
-La verdad que
Lucrecia es un poco tonta.
-¿Por qué
soy tonta? –pregunté alcanzándole una botella a la pelirroja antes de
partírsela por la cabeza a la Jor; noté un leve bamboleo en la habitación y
supuse que lo que se movía no era el departamento, sino yo.
-Porque si
yo estuviera en tu situación no habría pedido verles las tetas como regalo de
cumpleaños –por su jovial forma de hablar supe que ella también estaba
sufriendo las consecuencias del alcohol- yo les hubiera pedido que se desnuden
por completo, o al menos verles la conchita. Es decir, si fuera mi cumpleaños y
tuviera algunos amigos que quieren hacerme un regalito de esa índole, me
hubiera gustado ver lo que tienen entre las piernas, no en el pecho.
-Es que me
pareció mucho –le contesté al mismo tiempo en que me sentaba.
-Yo pensé
que ibas a pedirnos eso –dijo Lara- me sorprendió que hayas pedido solamente
las tetas.
-Si lo
hubiera pedido no lo hubieran hecho.
-Yo sí
–aseguró mi ex novia.
-Yo también
–Tatiana apoyó la moción.
-A mí no me
hubiera quedado más remedio –la pelirroja parecía estar resignada ante los
jueguitos sexuales de mis amigas.
-Me da
igual, a Lucrecia le muestro lo que sea –aseguró Edith.
-A mí no me
miren, suficiente que accedí con lo de las tetas –dijo Jorgelina- pero me
pareció bueno que Lucrecia sepa que debería haber pedido otra cosa.
-Supongo que
ahora ya es demasiado tarde para pedirlo –me lamenté; si bien ya había visto
desnudas a las cuatro, verlas una vez más y todas al mismo tiempo hubiera
tenido un condimento extra. Se miraron entre sí como si estuvieran evaluando
mis palabras.
-Tal vez no
sea tan tarde –Lara estaba tanteando el terreno, Samantha se encogió de hombros
indicando que la decisión no dependía de ella.
-Yo digo que
le mostremos, al fin y al cabo es su cumpleaños –Tatiana estaba decidida-
solamente espero que cuando llegue el mío se esmeren de la misma forma, es el
nueve de enero, tomen nota.
-Falta una
eternidad, pero bueno ¿mostramos? –preguntó Edith.
Todas
miramos a Jorgelina para conocer su opinión al respecto.
-Eso sí que
no lo voy a hacer, pero si ustedes quieren, no me opongo.
-Está bien,
no te vamos a insistir ¿quién empieza? –pregunté con una amplia sonrisa, todo
esto me divertía y me excitaba mucho, me sentía como un tipo en un club
nocturno. Sólo me faltaba el vaso de whisky en la mano pero podía reemplazarlo
por uno con cerveza.
-Que empiece
Samantha, ella fue la última en mostrar las tetas, ahora le toca empezar –la
lógica de Lara no era mala, pero yo sabía que la pelirroja se quejaría.
-No, yo no.
La última fue Jorgelina.
-Pero ella
no se va a desnudar, ya lo dijo.
-En
realidad, la última en mostrarlas fue Lucrecia –miré a Edith con cara de
asesina, yo había pensado lo mismo pero pretendía que nadie se diera cuenta.
-Eso es, que
empiece la cumpleañera –agregó Samantha sabiendo que de esa forma podía evitar
ser la primera en desnudarse.
-Si ese es
el precio que tengo que pagar para verlas sin ropa, está bien. Lo voy a hacer.
Me puse de
pie y el departamento volvió a girar a mi alrededor pero esa vez no le di mucha
importancia, por el contrario, hasta podía decir que me agradaba sentirme así.
No quería convertirme en una bebedora empedernida pero ahora ya no podía hacer
nada para revertir la situación y supuse que no tenía nada de malo disfrutarla
un poco. Tomé abundante aire y lo exhalé. Desprendí el botón de mi pantalón de
jean, el cual había vuelto a prender luego de los toqueteos con la pequeña
inocente, y allí supe que exhibirme sin ropa ante mis amigas me calentaba.
Seguía sin comprender por qué pero había algo extraño que se despertaba en mi
interior cuando sabía que la gente me estaba mirando sin ropa, como aquella vez
en la que permití que Cintia me la chupara dentro de los vestuarios. Sabía
perfectamente que mi excitación no la produjo ella sino el que mis amigas nos
vieran en esa situación. Bajé lentamente mi pantalón como si fuera una
bailarina nudista profesional y luego hice lo mismo con mi bombachita,
manteniendo siempre las piernas juntas, para que sólo pudieran adivinar la
división de mi entrepierna y los pelitos que la coronaban. Cuatro de esas
mujeres ya me habían visto completamente desnuda, si bien me agradaba que me
vieran de nuevo así, esta vez estaba actuando para aquella mujercita que no me
conocía tanto la intimidad y que sólo pudo haber dado un leve vistazo aquella
tarde en los vestuarios. Me desilusioné un poco al ver que el interés de
Jorgelina en mi desnudez era completamente nulo, si hubiera estado mirando una
aburrida planta dentro de una maceta, tal vez se hubiera exaltado más. Las
otras chicas aplaudían y vitoreaban mi atrevimiento, le tendí una mano a
Samantha para ayudarla a levantarse, cuando estuvo de pie junto a mi miré de
cerca sus ojos, estaban vidriosos y resaltaban más de lo normal debido a lo
sonrosada que estaban sus mejillas, estaba más hermosa que nunca. Imaginé que
debía estar tan borracha como yo, o tal vez más.
-Te lo
quitas vos o lo hago yo –le dije aferrándome al botón de su pantalón negro.
-Deberías
hacerlo vos –me dijo con una simpática sonrisa- al fin y al cabo sos la del
cumpleaños.
La hice
girar y apoyé mis tetas contra su espalda desnuda, lo cual me hizo estremecer,
acaricié su vientre y desprendí el pantalón. Lara estaba a la expectativa y
Tatiana estaba evidentemente emocionada por ver desnuda a semejante pelirroja
por primera vez. Su pantalón cedió y comenzó a bajar suavemente, todas podían
mirarla de frente, la única que parecía poco entusiasmada era Jorgelina. Cuando
tuve a la colorada en bombacha comenzaron a alentarme para que la despojara de
su última prenda de vestir. Me arrodillé detrás de ella y sus blancas nalgas
quedaron a pocos centímetros de mi cara, le di un leve mordisco en una de ellas
y mis amigas aplaudieron. Bajé lentamente su bombachita blanca y admiré la
sonrosada almejita que apareció abultada ante mis ojos. El agradable olor a
sexo me inundó, pude notar que estaba tan húmeda como yo. No me resistí,
acerqué mi lengua y le di una rápida lamida justo entre sus labios,
apoderándome del sabor de su vagina.
-¡Apa!
–Exclamó ella- eso no estaba en los planes –se apartó de mí riéndose, sus
mejillas estaban rojas por la vergüenza.
-¿Se la
chupaste? –preguntó Jorgelina con los ojos a punto de salirse de sus orbitas.
-Fue sólo
una pequeña lamida –dije poniéndome de pie- después de todo es mi cumpleaños.
-Colorada
–dijo Jor- tengo que reconocer que tenés un cuerpo increíble. A mí no me gustan
las mujeres pero sé apreciar la belleza de una cuando la veo y de verdad que
vos me dejás asombrada.
-Muchas
gracias –Sami respondió a los halagos con una leve reverencia, sabiendo que
éstos eran honestos ya que provenían de una mujer heterosexual.
-¿Ahora
quien sigue? –pregunté mientras admiraban la desnudez de la pelirroja.
-Me toca a
mí –dijo Edith poniéndose de pie de un salto- a mí.
A todas nos
divirtió mucho el entusiasmo de la pequeña y supe que debía darle el mismo
trato que a Samantha, no sólo porque no quería hacer diferencias, sino porque
de verdad quería hacerlo.
Una a una
mis amigas fueron quedando desnudas ante mí y a cada una de ellas les di una
rápida lamida en la vagina, las cuatro me mostraron que estaban excitadas. La
de Edith me sorprendió bastante porque se veía hermosa desde atrás, ya libre de
pelitos entre sus labios y con su huequito abierto, daban ganas de comérsela
toda pero debía conformarme con una sola pasada de la lengua. Tatiana la tenía
completamente mojada, aclaré a mis amigas que la de ella era mi preferida
justamente por eso, lubricaba mucho y eso me excitaba demasiado, además su
sabor era especialmente agradable. Cuando le tocó el turno a Lara quise dejar
en claro que ella tenía trato preferencial, por haber sido mi novia y por ser
la que más quería entre las presentes. No me limité a darle una simple lamida,
ella se inclinó un poco hacia adelante y separó las piernas ofreciéndome su
tierna almejita, me prendí a ella como una sanguijuela. Me esforcé en chuparla
y que se escuchara el chasquido que producía mi boca para que quedara bien en claro
lo que estaba haciendo.
-Bueno…
bueno… a ver si se calman –se quejó Jorgelina y entre risas y aplausos, me
separé de esa rica vagina- nunca había visto algo así, me cuesta creer que
disfruten tanto lamiéndose las conchas.
-Creeme que
es algo muy lindo –dijo Tatiana- no sólo el hacerlo, sino lo que significa.
Saber que estás amando a una mujer… es una sensación inigualable, al menos para
mí.
Lara y yo
regresamos a nuestros respectivos lugares, miré a mi alrededor y no podía creer
que estuviera viendo a cuatro conocidas mujeres completamente desnudas frente a
mis ojos, más una quinta mujer con las tetas al aire. Una vez más había dado
con la combinación perfecta para mí, sexo y alcohol.
-Está bien,
te creo eso de que les gusten las mujeres –continuó Jorgelina- me voy a
esforzar para creer que eso puede ser agradable, pero ¿dónde está el placer
físico que genera una penetración? No se ofendan, pero meterse los dedos no es
lo mismo.
-¿Y quién
dijo que nos limitamos a meternos los dedos? –esta vez fue Lara la que habló.
-¿Entonces?
-Vamos Jor,
si hay algo de lo que sabés, es de sexo. ¿Me vas a decir que no te imaginás
cómo reemplazamos lo de la penetración? –Por la cara que puso la muchacha dio a
entender que no se le ocurría como, tal vez sólo estaba viendo que tan lejos
pretendíamos llegar con nuestras confesiones sexuales -¿no sabés? Entonces
mostrale, Lucre.
-Está bien,
vení que te muestro mamita –a esa altura de la noche, con la excitación y la
embriaguez que tenía, todo me parecía divertido.
-¿Qué me vas
a mostrar? No te pases conmigo o te golpeo.
-No va a ser
necesario, seguime.
Me puse de
pie y cuando vi que ella iba a seguirme, me dirigí hacia mi cuarto. Cuando
llegamos a él busqué en el armario, que estaba empotrado a la pared, mi caja
con juguetitos sexuales. La coloqué sobre el colchón que estaba en el piso y vi
que no sólo Jorgelina me había acompañado, todas estaban allí, de pie y
completamente desnudas. Abrí la caja enseñándoles su contenido, la reacción de
todas fue de pura sorpresa, sólo Lara sabía lo había en esa caja y se limitó a
sonreír.
-¡A la
mierda! –Exclamó Jorgelina- tenés un arsenal de consoladores.
-¡Que
viciosa! –Dijo Tatiana- ¡me encanta!
-Ay Lucre,
me sorprendés. ¿Era necesario comprar tantos? –preguntó Samantha, quien fue la
primera en sentarse en el colchón para admirar el contenido desde cerca, Edith
la siguió.
-Yo tengo de
estos –afirmó la jovencita.
-¿De verdad?
–no podía creerlo.
-Sí, mi mamá
me regaló uno cuando le dije que había perdido la virginidad.
-¿Tu mamá te
lo regaló? –preguntó Lara llena de sorpresa.
-Mi mamá
sabe que tengo uno –dijo la Jor- y no se escandaliza.
-Si tenés,
¿por qué preguntaste qué usábamos? –la pregunta de Lara fue casi una queja.
-Porque
pensé que eran más ingenuas. Error mío, ahora sé que son bien putitas –la
morocha sacó un strap-on del interior de la caja- ¿de verdad se dan con esto?
-Ese es el
que usamos la última vez con Lucrecia –afirmó mi ex novia- y si te digo dónde
lo usamos no lo estarías agarrando.
-¡Ay, qué
asco! –Soltó el juguete que cayó en el piso- son unas degeneradas.
-¿Dónde lo
usaron? –preguntó Edith con toda su ingenuidad al hombro, eso hacía que me
sorprendiera aún más el que la pequeña tenga su propio dildo.
-Imaginate
–le dije, la vi meditar mientras revolvía la caja en busca de algo que le
llamara la atención, cuando encontró un cono de plástico negro supo la
respuesta.
-¿En la
cola? –Asentí con la cabeza y le sonreí- se siente rico por la cola –a veces no
sabía si ella se hacía la ingenua o lo hacía a propósito.
-¿Vos usás
ahí tu consolador? –le pregunté.
-No, nunca
lo usé de esa forma.
-¿Entonces
cómo sabés que se siente rico?
-Porque
cuando lo hice con Rodrigo, él me dio por la cola –lo dijo con total
naturalidad, como si fuera un comentario más, pero nosotras no cabíamos en
nuestro asombro.
-¿Esta
pendeja no era virgen? –preguntó Lara.
-Sí, lo era
–le respondí- al parecer entró al mundo del sexo por la puerta grande.
-Mejor
dicho, por la puerta de atrás –acotó Samantha y todas nos reímos.
-Vos
colorada lo habrás hecho por la cola –dijo Jorgelina- aquella vez del trío.
-Sí, no es
algo que me apasione, pero tiene su gustito.
-A vos Jor
ni te pregunto si ya lo hiciste por atrás –le dije- pero eso quiere decir que
de las presentes, la única que tiene la cola virgen es Lara.
-Y así se va
a quedar –aseguró la pequeña- ya tengo suficiente con haber aguantado tus
deditos. Duele como la puta madre.
-Nunca me
dijiste que te dolía.
-Porque no
quería que te sintieras mal.
-Me siento
mal ahora. No quería lastimarte.
-No me
lastimaste, pero yo aguanté por vos, porque me encantaba hacerlo con vos y
sabía que eso te excitaba, pero si hablamos de sexo, a mí me basta y sobra con
la conchita –dijo acariciándose sus partes íntimas.
-Yo también
tengo la cola virgen –el comentario de Jorgelina nos llegó como cachetada de
loco.
-¡¿Qué?!
–Exclamó Tatiana- no seas mentirosa, si te habrás pasado más de una por el
traste.
-No, de
verdad que no. A mí esas cosas no me gustan. Como dijo Lara, a mí me basta y
sobra con la concha.
-Pero vos me
preguntaste a mí por lo del trío –dijo Sami- pensé que lo decías por
experiencia.
-No, sólo lo
dije para ver qué respondías, pero la vez que yo hice un trío no me lo hicieron
por atrás. Tengo la boca también y no hace falta que sea por los dos agujeritos
a la vez.
-La chica
será puta pero tiene códigos –dijo Edith.
-Así es, no
lo hago con mujeres, no lo hago por atrás y no me meto con tipos casados o que
tengan novia. Tampoco me meto con los chicos que les gustan a mis amigas.
-Me parece
muy bien –aseguré- eso te ahorra muchos problemas.
-¿Ustedes
tienen alguna especie de código lésbico?
Me costaba
seguir el hilo de la conversación, no sólo por el alcohol que corría por mis
venas sino también por estar admirando tantas mujeres desnudas… y el estar yo
también desnuda y excitada no era exactamente una ayuda. Todas se miraban entre
sí meditando sobre la pregunta de Jorgelina.
-No sé –dijo
Samantha- yo soy nueva en esto… no sabía que existiera un código.
-A ver,
ustedes permiten el sexo entre amigas, eso ya me quedó más que claro –remarcó
Jor- y también los tríos entre ustedes, aunque estén en pareja.
-Siempre y
cuando la pareja esté presente y esté de acuerdo –puntualizó Lara.
-Bueno, eso
ya es parte de un código –continuó- ¿y qué hacen en caso de que una se enamore
de otra?
-¡Qué
preguntas fuertes hace esta chica! –exclamó Sami mientras hacía girar con sus
dedos un potecito de lubricante.
Al oír la
pregunta no pude evitar pensar en Lara, Anabella y todas aquellas mujeres por
las que había sentido algo, aunque sea un mínimo deseo, a lo largo de estos
meses. Lo que más me dolía era no poder hablar claramente del tema con mi amiga
la monjita, hablar de mis sentimientos, los cuales eran tan confusos.
-Pienso que
sí deberíamos acordar algo en caso de que eso ocurra –cuando hablé todas
voltearon a mirarme- porque somos amigas y no sé quién más se podría incluir a
este grupo en el futuro, no hablo de vos Jor, sino de alguna otra chica que
tenga nuestras mismas preferencias y como ya ha ocurrido, es posible que alguna
quiera acostarse con ella –me di cuenta de que me estaba desviando del tema, la
cabeza me daba vueltas- en fin, también podría pasar entre nosotras… que alguna
comience a sentir algo especial por otra –me esforcé por no mirar a Lara y a Sami-
pienso que en ese caso deberíamos tomarnos en serio los sentimientos de la otra
persona, especialmente porque somos amigas.
-Así es, no
lastimarla –acotó Edith.
-Tal cual
–continué- lo importante es que lo hablemos con esa persona y que esa persona
esté predispuesta a escucharnos y a hacer todo lo posible para que se encuentre
una solución a la situación, si no siente lo mismo, decírselo de forma franca y
si siente lo mismo, que intenten decidir qué rumbo van a tomar de allí en
adelante, porque a mí no me gusta para nada que alguien juegue con los
sentimientos de otra persona, con eso no se jode. Mucho menos entre amigas y
entiendan que a veces el sexo puede estar ligado a sentimientos más fuertes.
-Entonces
¿acordamos eso? –Preguntó Tatiana- si alguna se enamora de otra, vamos a
hablarlo e intentar solucionarlo.
-Sí, porque
de lo contrario vamos a terminar todas peleadas y no quiero que eso pase –les
dije mirándolas con ternura.
-Muy lindo
el discursito de los sentimientos Lucre, la verdad que te admiro –me felicitó
Edith- pero yo estoy desnuda, re caliente, con una caja llena de consoladores y
un montón de chicas hermosas desnudas a mi alrededor –todas nos reímos por su
franqueza, incluso a Jor le pareció divertido el comentario.
-Sí, creo
que no es momento de estar hablando sobre los sentimientos, pero quería dejar
todo eso en claro.
-Además, yo
te quería preguntar como carajo se usa esto –Edith levantó en su mano un
vibrador de forma particular.
-No es tan
difícil –aseguré- ¿ves esa puntita? –Le señalé el pequeño apéndice que
sobresalía de la parte media del dildo- eso vibra cuando lo prendés –la
jovencita hizo girar el juguete sexual entre sus dedos mirándolo como si no
comprendiera ni una palabra de lo que dije.
-¿Y dónde se
pone este cosito? –se refería al apéndice vibrador.
-¡Ay! No
están difícil nena –exclamó Tatiana- te metés la parte grande en la concha y el
cosito chiquito queda sobre el clítoris o la cola. Donde más te guste… y yo no
lo estaría toqueteando tanto, conociéndola a Lucrecia ya le debe haber dado su
buen uso.
-No soy tan
degenerada como piensan –dije riéndome- a ese sólo lo usé una vez, para
probarlo. Está bastante bueno, pero prefiero los que se pueden usar de a dos,
como éste, que todavía no probé –extraje de la caja un dildo largo que tenía la
forma de la punta del pene en ambos extremos.
-Si no lo
probaste, yo me ofrezco como voluntaria –aseguró Tati.
-Hasta yo me
ofrecería como voluntaria –acotó Sami, me sorprendía ver tan osada a la
pelirroja pero lo atribuí a que estaba algo tomada y bastante cachonda, miré su
lampiña vagina y noté que brillaba por la humedad que la cubría.
En ese
preciso instante nos sobresaltó un zumbido mecánico, todas miramos hacia donde
se encontraba Edith, la muchachita estaba acostada boca arriba en el colchón,
con las piernas tan separadas que una de ellas tocaba a Samanta en la espalda,
nuestra sorpresa aumentó en cuanto nos dimos cuenta de que estaba hundiendo el
dildo con vibrador dentro de su vagina, ésta se abrió para darle paso al
instrumento plástico, el cual después de dos o tres intentos, consiguió
introducirse lo suficiente como para que el apéndice quedara justo sobre el
enrojecido clítoris de la pequeña. Ella cerró sus ojos y comenzó a suspirar de
placer. Miré a mis amigas y todas estaban hipnotizadas con el constante meneo
de las caderas de Edith, inclusive Jorgelina admiraba la escena como si nunca
hubiera visto cosa semejante.
-¡Nena! ¿Qué
hacés? –le grité pero ella no se detuvo.
-Quería
probar cómo se sentía… tal vez busque la forma de conseguir uno –su voz sonaba
entrecortada debido a sus jadeos, el incansable vibrador estaba besando su
botoncito de placer como una amante celosa. La chica se estremecía de placer.
-A mí no me
molesta verla –afirmó Tatiana- que siga tranquila, no me opongo –la voluptuosa
morocha se sentó en un rincón del colchón desde donde podía ver perfectamente
el juguetito entrando y saliendo de la vagina de Edith.
Lara era la
única que aún permanecía de pie, observaba la escena en silencio, estaba tan
cerca de mí que podría haberla tocado con tan solo levantar un poco el brazo,
su tierna vagina libre de vellos estaba tan mojada que me costaba resistir la
tentación de lamerla una vez más. Un fuerte gemido por parte de Edith me hizo
volver a mirarla, esta vez me sorprendí todavía más, ya no tenía el vibrador
introducido en su sexo, éste había sido reemplazado por la boca de Tati, quien
comenzó a chupar esa almejita como si estuvieran las dos solas en la habitación
de un hotel. Noté un leve movimiento en las manos de Sami y me di cuenta de que
la pelirroja había comenzado a acariciar su vagina suavemente, manteniendo las
piernas juntas, ella era la que estaba más cerca de la acción y seguramente
podría ver mejor que yo la forma en que los labios exteriores de esa, ya no tan
inocente, muchachita se hinchaban y separaban cuando la hábil lengua de Tati
surcaba entre ellos. Nadie hablaba, hasta Jorgelina había quedado enmudecida
por semejante manifestación de sexo lésbico. Alguien acarició mi cabeza, no
tuve necesidad de mirar para darme cuenta de que se trataba de Lara, pero de
todas formas giré mi cabeza hacia ella porque imaginé qué quería de mí. Su
suculenta rajita ya estaba a pocos centímetros de mi boca y me bastó con tan
sólo sacar la lengua para darle una lamida justo donde su clítoris se asomaba.
Mientras me deleitaba con esa conchita que tanto me agradaba escuché a
Jorgelina diciendo:
-No me mires
con esa cara colorada, yo a eso no me sumo ni borracha… y mirá que ya tomé
bastante.
-Yo no te
insinué nada –dijo Sami con su voz suave.
-Pero me
estás mirando las tetas de forma rara… y te estás metiendo los dedos.
-¿Te molesta
que lo haga?
-Me
incomoda… pero si te calienta… hacelo, solamente quiero que sepas que yo no me
sumo a estas chanchadas. ¿Lucrecia, vos también? –Ni siquiera me molesté en
responderle, seguí comiéndome la entrepierna de Lara- ustedes están locas,
chicas.
-¿Te vas?
–le preguntó Sami; por el movimiento del colchón supuse que la Jor se había
puesto de pie.
-Me voy a
buscar una cerveza, necesito tomar algo, ustedes hagan lo que quieran, no se
preocupen por mí. Me quedaré mirándolas… a una distancia prudente.
-Vení Sami.
No te quedes mirando –le dijo Lara.
No había más
que hablar, ya todas sabíamos lo que esto significaba y lo que ocurriría de
aquí en adelante, pero no me preocupaba demasiado, ya no. Estaba excitada y
quería hacerlo, todas estábamos de acuerdo y al fin y al cabo, éramos chicas
jóvenes diviritiéndose y disfrutando del sexo. No había por qué hacer un
escándalo, hasta la chica heterosexual del grupo se lo tomó con más calma de lo
esperado.
Samantha se
unió a mí y juntas nos empecinamos en la tarea de brindarle placer a Lara
utilizando nuestras lenguas, esto me recordó mucho a la vez que hicimos el trío
y me alegraba ver que la pelirroja parecía cada vez más decidida a experimentar
el sexo con mujeres. Luego de unos segundos deleitándome con Lara, decidí
dejarle la vía libre a Sami, quería que ellas tuvieran al menos un breve
momento juntas. Me giré hacia mis otras dos amigas, la más pequeña se sacudía
enérgicamente mientras apretaba sus pechos, la lengua de Tati estaba taladrando
el huequito de su vagina, siempre imaginé que la morocha veía a Edith de una
forma especial y por el entusiasmo que ponía en el sexo oral, pude corroborar
mis sospechas.
Me uní a
ellas ya que nunca había tenido la oportunidad de disfrutar de las dos a la
vez, me acerqué a los pechos de Edith y comencé a recorrerlos con mi lengua
mientras acariciaba su estómago. Chupé uno de sus pezones y bajé mis dedos
hasta que sentí el contacto húmedo con su clítoris y la masturbé mientras
recibía lengüetazos por parte de Tati. Por el rabillo del ojo vi regresar a
Jorgelina, traía consigo una botella de cerveza, un par de vasos y un
almohadón. Se sentó colocando la espalda desnuda contra una pared y desde allí
observó la escena. Sentí unos manotazos en mis piernas y me di cuenta de que
Edith intentaba tocar mi vagina, le di mucho más que la posibilidad de sólo
tocar. Me senté sobre su cara, mirando hacia donde se encontraba Tatiana, la
pequeñita no me hizo esperar ni un segundo, se aferró a mis piernas, las cuales
estaban a los lados de su cabeza y comenzó a chupar mi vagina con mucha
intensidad, algo que nunca había notado en ella. En ese momento recordé la
pequeña charla que tuvimos en el baño y supe que la chica intentaba demostrarme
cuánta actitud tenía escondida detrás de su timidez, la cual se estaba
disipando a pasos agigantados.
Lara y
Samantha se acomodaron a nuestro lado formando este atenazado e intenso 69 que
tan sólo a ellas les había visto hacer. La forma en la que succionaban la
vagina de la otra no sólo indicaba deseo sexual, sino que también daba a
entender que había sentimientos más intensos entre estas dos muchachitas. Esta
vez no me puse celosa ya que tenía con quien disfrutar, Edith me estaba
brindando una gran atención recorriendo mis labios con su lengua y apoderándose
de mi clítoris, supuse que estaba imitando los movimientos de Tatiana porque
cuando veía a la morocha chupar el clítoris de la pequeña, ésta hacía lo mismo
conmigo, si Tati deslizaba su lengua por toda la línea que dividía la vagina en
dos, Edith hacía justamente eso con mi almejita. De esta forma las dos podíamos
sentir prácticamente lo mismo. La habitación comenzó a bambolearse una vez más y
sentí una desagradable pesadez interior, pero la olvidé en pocos segundos, ya
que la chupada que me estaba dando esta muchachita me hizo estremecer de
placer. Hice girar mi cadera tomando como eje la lengua de Edith, la cual
estaba clavada en mi cavidad vaginal. Comencé a gemir a todo pulmón mientras
mis manos buscaban a tientas mis tetas.
- ¿No van a
usar los juguetitos? -la voz de Jorgelina llegó desde detrás de mí.
-¿Vos de qué
jugás en todo esto? –preguntó Tatiana soltando por un momento la vagina que
estaba lamiendo.
-De
espectadora. Me da curiosidad, nunca había visto algo así.
-Está bien,
te voy a dar el gusto.
La morena se
colocó el strap-on y lo sujetó firmemente a su cadera y luego lo apuntó hacia
la almejita de Edith, quien aguardaba con las piernas abiertas sin dejar de
lamerme. El dildo sujeto al arnés comenzó a clavarse limpiamente en la vagina
de esa pequeñita, ella rezongó pero siguió chupándome. El pene plástico siguió
hundiéndose lentamente.
-Ahora vas a
ver lo que se siente, chiquita –dijo Tati con decisión y al instante clavó
hasta el fondo el dildo en la tierna rajita de Edith, ella intentó gritar y
tuve que apartarme rápidamente para permitírselo.
-¡Esperá,
esperá! –Dijo atajándose con las manos y abriendo grande los ojos- ¡despacito,
por favor! –comencé a reírme junto con Tati.
-Se suave
con la chiquita, que es nuevita en todo esto del sexo.
-Está bien,
pero me provoca tanta ternura que me dan ganas de partirla al medio –se tendió
sobre ella y la beso en la boca.
Ambas
quedaron entrelazadas, Edith rodeó con sus piernas a su nueva amante y ésta se
movió con mucho cuidado sobre ella, supuse que el dildo apenas se movería
dentro de esa cuevita rosada y húmeda. Me alegró mucho ver como ambas parecían
estar disfrutando de un apasionado momento sexual, algo que también ocurría con
Lara y Sami, a pocos centímetros de mí, giré mi cabeza y le sonreí a Jorgelina,
ella observaba con las piernas separadas y un vaso de cerveza en la mano. No se
había quitado el pantalón pero tampoco se había molestado en cubrir sus
redondos pechos.
-¡Que colita
tiene la colorada! -al escucharla decir eso supe que estaba totalmente de
acuerdo con nuestras prácticas sexuales, siempre y cuando no le insistiéramos
en participar.
Samantha
estaba sobre Lara y su trasero apuntaba directamente a hacia donde estaba
nuestra única espectadora, el saber que éramos tantas participando en el sexo y
que además había ojos ajenos observándonos, me calentó muchísimo. Le demostré a
Jorgelina lo que yo podía hacer con una linda colita como la de Sami. Me
recosté en el colchón y separé esas blancas nalgas. Los ojitos de Lara me
miraron desde abajo, podía ver su lengua jugueteando y abriendo los labios de
la vagina de la pelirroja, se notaba que le gustaba mucho. Me sumé a la fiestita
privada de estas dos muchachitas y acerqué mi boca hasta esa bella colita que
había halagado Jorgelina. Comencé a lamerla dejando que el morbo se disparara
en mi mente, tan sólo por recordar que ese no era un agujerito virgen. Luego de
un par de lamidas busqué en la caja lo que yo llamaba “la pequeña oruga”, ese
dildo formado por bolitas que iban aumentando progresivamente de tamaño. Lo
coloqué en la entrada del culito de Sami y hundí las dos primeras bolitas, las
cuales no llegaban a ser tan anchas como uno de mis dedos. La colorada ni
siquiera se inmutó, al parecer no le molestaba que yo jugara con su retaguardia
y seguía compenetrada en la conchita de Lara. Quité las bolitas, volví a lamer
dos o tres veces más y las introduje nuevamente, pero ésta vez llegué hasta la
tercera, la cual dilató un poquito el agujerito. Retrocedí y avancé, usando
sólo las tres primeras, pero luego forcé la entrada de una cuarta, la cual fue
tragada limpiamente por el culito de la pelirroja. En ese preciso momento miré
a Jorgelina y me llevé una grata sorpresa. La morocha había desprendido el
botón de su pantalón y tenía su mano izquierda dentro del mismo, se estaba
masturbando, tal vez imaginando que ese juguetito entraba en su propia colita,
la cual, según sus propias palabras, seguía siendo virgen. En ese momento mi
calentura era tan grande que comencé a masturbarme mientras metía y sacaba la
“oruga” de ese agujerito, ya podía escuchar los gemidos de Sami, los cuales se
confundían con los de Lara.
-Más fuerte
–pidió Edith a su amante, al parecer a la chiquilla le gustó la forma en que
esa morocha la estaba penetrando- ¡dame más fuerte! –soltó un gemido, el cual
me indicó que se la estaban metiendo con más fuerza.
Continué
concentrada en mi tarea, me encantaba ver tanta predisposición en Samantha, yo
venía sospechando desde hacía tiempo que esta chica tenía insatisfechas muchas
de sus necesidades sexuales y que esta satisfacción sólo la podía encontrar en
una mujer, pero no se lo diría, dejaría que ella sola lo descubriera. Estaba
pensando en introducir la quinta bolita, recordando que hasta ahí había llegado
yo en mis experimentos de autosatisfacción cuando volví a mirar a Jorgelina.
Esta vez noté una gran expresión de placer en su rostro.
-Te veo un
poquito incómoda, Jor –le dije sonriéndole- ¿por qué no te ponés un poquito más
cómoda? Nadie te va a decir nada si lo hacés.
Me respondió
con otra sonrisa. Dejó el vaso de cerveza en el piso y se puso de pie, admiré sus
pronunciadas curvas mientras bajaba su pantalón, la morocha realmente era
preciosa, al menos dentro de mis gustos por las mujeres y al mismo tiempo
entendía por qué siempre conseguía algún amante nuevo, no se debía sólo a su
promiscuidad, tenía mucho más para ofrecer. Luego comenzó a quitarse la
bombachita de a poco y pude ver una abultada almejita aparecer ante mis ojos.
Daban ganas de comérsela, pero yo sabía que era intocable y le respetaría eso.
La chica volvió a sentarse en el almohadón, pero esta vez, al separar sus
piernas, me enseñó la abertura que llevaba al mundo del placer femenino. Hundí
de a poco el juguete sexual en la cola de Sami sin dejar de admirar como esa
experimentada mujer separaba sus labios con dos dedos y luego los acariciaba de
abajo hacia arriba. Un quejido me hizo volver la vista hacia lo que mis manos
hacían y me percaté de que la quinta bolita de la “pequeña oruga” se encontraba
rodeada en el centro por ese anillo que daba inicio al ano de la pelirroja. La
dilatación era considerable y me excitaba admirarla, por lo que mantuve el objeto
en ese mismo lugar durante unos segundos mientras Lara succionaba los jugos que
manaban de esa deliciosa vagina. Luego terminé de hundir la bolita para darle
lugar a la sexta, que era un poco más grande. Calculaba que debería tener entre
tres centímetros de diámetro… y pensar que la chica del Sex Shop pretendía
venderme un juguetito similar en el cual la cuenta más ancha tenía 2,5 cm de
diámetro. Como loca y maniática sexual que soy, le dije que eso me parecía muy
chico y ahora la pelirroja estaba pagando el precio de mis perversiones
sexuales.
-¿Te gusta
Sami? –le pregunté sin dejar se frotar mi clítoris.
-Sí, me
gusta mucho –la lujuria se traslucía en su voz.
-¿Vamos por
una más? –la sexta bolita aguardaba impaciente.
-Está bien,
pero prometeme que vas a parar si me duele.
-Promesa.
Empujé hacia
abajo aplicando la presión justa y necesaria para que esa cuenta brindadora de
placer se introdujera por ese orificio que tanto morbo me causaba. Al comienzo
parecía una tarea sencilla, la primera cuarta parte de la bolita se introdujo
fácilmente pero mientras más presión ejercía, más desconcierto notaba en
Samantha, dejó de lamer la vagina de Lara. Ésta podía ver desde abajo lo que
ocurría por lo que se esmeró aún más en el sexo oral, chupó y lamió con ímpetu para
mantener excitada a Sami. Llegando al centro de la bolita, la parte más
difícil, tuve que aumentar la fuerza que estaba ejerciendo, no pretendía que
fuera un tormento para la pelirroja, sólo quería darle placer… y dármelo a mí
misma, de forma menos directa. La forma en la que Jorgelina se masturbaba me
hacía ver que la chica tenía tanta expectativa como yo, me pregunté otra vez
qué estaría pasando por su cabecita heterosexual. La sexta bolita desapareció.
Fue absorbida y con un intenso gemido Samantha nos dio a entender que le había
gustado. Extraje la “oruga” hasta la tercera bolilla y volví a hundirla hasta
la sexta, una vez más la pelirroja gritó de puro placer. Detrás de mí la que
gritaba era Edith, espié un instante esta escena y me encontré con Tatiana
levantando las piernas de su amante y clavándola una y otra vez con mucha
fuerza, la pequeña no dejaba de decir que le encantaba lo que recibía y que
quería más. Se me llenó el corazón de alegría el poder verla disfrutar tanto
luego de que ella pensó que no tenía posibilidades entre mis amigas, Tatiana no
pensaba de esa forma con respecto a ella.
Volví a lo
mío, metí y saqué… sólo para volver a meter y sacar. La colita de Sami se abría
y se cerraba ante mis ojos y mis dedos me estaban llevando al clímax, pero no
quería llegar masturbándome por lo que dejé el juguete sexual introducido hasta
la sexta bolita y me senté sobre las piernas de Lara, la pelirroja comprendió
de forma inmediata lo que debía hacer. Comenzó a chupármela con tanto gusto que
me dio a entender que ella pasaría mucho más tiempo con mujeres que con hombres
en lo que le quedara de vida por delante. Esto era un punto positivo para mi ex
novia quien no se aburría de chupar esa vagina.
Me sentía
totalmente privilegiada, llegué al orgasmo gracias a la boca de una pelirroja
preciosa, sentada sobre las piernas de mi querida Lara, viendo como un par de
mis mejores amigas se mataban en la cama, con strap-on de por medio y una
morocha libidinosa, desnuda y en plena sesión de masturbación, frente a mí. No
podía pedir nada mejor… a no ser que… Pero no… eso no tenía lógica. No había
monjita en el mundo que quisiera sumarse a una orgía como esta.
Siguiendo
con nuestro desenfreno sexual, luego de mi primer orgasmo, me acomodé boca
arriba en el colchón esperando que alguna de las chicas decidiera unirse a mí,
la que llegó sin que yo la llamara fue Tatiana quien ya se había quitado el
arnés. Sus grandes senos cayeron sobre los míos y comenzamos a besarnos y
tocarnos casi al instante. De a ratos espiaba a mis otras amigas, pude ver a
Edith prendida a la conchita de Sami, al parecer nadie le daría respiro a la
pelirroja en esa noche. La otra Lara se había posicionado detrás de su tocaya y
ya estaba lamiéndole entre las nalgas. Miré más allá y Jorgelina permanecía
muda, pero al parecer alguien le había alcanzado un dildo y ahora castigaba su
almejita con él, recibiendo constantes miradas de todas las presentes, le
estábamos brindando la atención que a ella tanto la excitaba, tenía la certeza
de que allí estaba su morbo, en sentirse deseada, por quien fuera.
Luego de
pocos minutos de estar metiéndole los dedos a Tati y recibiendo los suyos, me
senté en la cama para estudiar una vez más la escena y seleccionar a mi próxima
víctima sexual. Allí fue cuando noté que Edith miraba fijamente a Jorgelina.
-Me cansaste
flaca, yo te voy a dar –le dijo la pequeña de forma amenazante.
-¿Qué me vas
a dar? –preguntó la aludida con cierto espanto.
-Ya vas a
ver… hacé lo que quieras, cerrá los ojos si querés, pensá en el tipo que más te
guste… no sé, no me importa.
-¿Eh, por
qué? –parecía que los roles se habían invertido, la salvaje y prepotente ahora
era Edith y la ingenua pasó a ser la Jor.
-Que cierres
los ojos te dije.
En ese
preciso instante Edith se arrastró hasta donde estaba Jorgelina con las piernas
abiertas, Lara y Samantha comprendieron las intenciones de la pequeña y se
lanzaron sobre la morocha, Lara le cubrió los ojos con una mano y Sami sostuvo
sus brazos en alto.
-¡No,
esperen! ¿Qué hacen? -se quejó la invadida muchacha.
-Te va a
gustar… si al fin y al cabo es lo mismo a
que lo haga un hombre –le aseguró la pelirroja.
-No me va a…
-soltó un gemido de placer en el mismo momento en que la boca de la pequeña se
posó sobre su sexo.
-Esto no me
lo pierdo –dijo Tatiana poniéndose de pie, con una amplia sonrisa en su rostro;
nos acercamos para poder ver mejor lo que ocurría.
Edith se
llenaba la boca con la almejita que tenía sólo para ella. ¿Cuántas personas
habrán pasado por ahí? No importaba, sin duda ésta era la primera mujer que lo
hacía. ¿Se habrá imaginado alguna vez Jorgelina al ver a Edith que ella sería
la primera mujer que le practicara sexo oral? Dudaba que así fuera ya que
ninguna de las presentes pudo haberlo imaginado nunca. Lo importante es que la
sometida estaba disfrutando, eso se le notaba en la cara.
-Pensá en un
hombre –le dijo Lara.
-¡Ay, sí!
Eso hago –sus gemidos y jadeos se hacían cada vez más intensos- la puta madre,
no puedo.
-Pero te
gusta… -dijo Tati.
-Qué no me
va a gustar… si me la está chupando toda –era cierto, Edith no sólo succionaba
ese apetitoso clítoris sino que además lamía toda la zona púbica- ¡pendeja
puta! Después de esto te voy a matar –no lo decía con verdadero enojo, era más
bien un grito de desesperación porque no sabía cómo reaccionar ante la idea de
que una mujer le estuviera dando tanto placer sexual. Estas amenazas no
inhibieron a la pequeña.
-¿Ves? El
sexo con mujeres no es tan malo –acotó Sami.
-Callate
colorada… a vos... ¡Ay! La puta que las parió a todas –me causaba mucha gracia
y excitación a la vez verla en esa situación, pero ella no luchaba por
liberarse.
-¿A mí qué?
No dejaste de mirarme en toda la noche, ¿te crees que soy estúpida? –era
cierto, incluso cuando Sami estuvo de espaldas, fue la que más recibió miradas
por parte de Jor.
-¡Mentira!
Basta pendeja, salí de ahí abajo –abrió sus piernas y luego las cerró
atenazando entre ellas la cabeza de Edith.
-¿Estás
segura de que querés que pare? –Le pregunté mientras me masturbaba- parece que
te está gustando.
-Dejate
llevar Jor, es más fácil –le dijo Samantha.
-Yo no soy
lesbiana.
-Nadie dijo
que lo fueras, pero te calienta el sexo –esta vez fue Lara la que habló con la
verdad- la estás pasando bien desde que empezó todo esto. Acá nadie te va a
juzgar por lo que hagan.
-Es cierto
–dijo Tati- mañana hacemos como que nada pasó y listo.
-¿Lo
prometen? –preguntó la Jor entre jadeos.
-Código de lesbianas
–le dije yo- mañana nadie se acuerda de nada –pude verla respirar agitadamente,
sus tetas subían y bajan al compás de sus jadeos.
-Entonces…
-comenzó diciendo- colorada, ¡vení que te chupo la concha!
-¿Segura?
–preguntó la aludida sonriendo.
-Sí… dale…
ahora… ¡no hables!
Sami colocó
una pierna a cada lado de Jorgelina, su esbelta figura se estilizó cuando
arqueó la espalda, ofreciendo su tesoro femenino. Me coloqué a un costado para
poder ver cómo la lengua de la chica heterosexual tocaba por primera vez una
vagina. La primera lamida fue suave, casi con miedo, pero después de esto toda
inhibición quedó de lado. Besó los labios vaginales y los estiró con su boca,
yo sabía que al hacerlo se estaba acostumbrando al sabor de esa almejita, luego
comenzó a succionar intensamente. El ver eso me llenó de excitación, no podía
creer que Edith haya tenido la osadía de chupársela y mucho menos podía creer
que a Jor le hubiera gustado tanto como para hacerla ceder y que terminara
comiéndole la vagina a Sami.
Decidí
recompensar a la pequeña tímida por dar plena muestra de lo que podía hacer si
dejaba salir su encanto y se valía de su actitud. Lo había hecho todo más que
bien, de no ser por ella la orgía nunca hubiera comenzado y Jorgelina nunca
hubiera dado semejante paso en el mundo del sexo. Toqué su hombro y soltó la
vagina que se estaba comiendo sólo para mirarme, le hice una seña con mi pulgar
indicándole que me acompañe al colchón, ella se apartó rápidamente de su amante
heterosexual y se unió a mí en la comodidad de lo que yo llamaba cama. No
llegamos a darnos el primer beso que ya pude ver a Tatiana tomando su lugar,
ahora ella disfrutaría de la vagina de Jor mientras ésta seguía deleitándose
con la de esa hermosa pelirroja.
-Hoy me
sorprendiste –le dije a Edith al oído.
-Sólo seguí
tu consejo… actitud.
-Actitud
–repetí justo antes de volver a besarla.
Esta vez
transmití más pasión a mis labios indicándole que estaba realmente agradecida
con ella. Rodamos en la cama unidas por un abrazo y luego de unos segundos ella
giró sobre el eje imaginario que unía nuestros ombligos quedando su vagina
frente a mi cara. Me aferré a sus nalgas y comencé a chupar con entusiasmo esa
pequeña rajita, abrí mis piernas dándole total libertad y nos dimos placer
mutuamente. Luego de un par de minutos espié a mis amigas y vi que ahora era
Lara la que estaba de pie frente a Jorgelina, recibiendo intensos chupones por
parte de ésta. Sami se había posicionado entre las piernas de Jor y acompañaba
a Tati. Entre las intensas lamidas que recibía de Edith y esa escena
transcurriendo ante mis ojos llegué a un nuevo orgasmo, pero en lugar de
dedicarme a gemir, volví a comerle la entrepierna a la pequeña que me brindaba
tanto placer.
La noche se
extendió entre sexo desenfrenado, chupones a tetas, lamidas a vaginas,
penetraciones de dedos por diversos orificios e intercambios de pareja.
Prácticamente obligamos a Jorgelina a chupar cada una de las conchitas
presentes, aunque la morocha no se quejó mucho, sólo nos hizo recordar nuestra
promesa de no volver a hablarle sobre el tema ni bien todo esto terminara.
Esperaba que no tuviera dudas respecto a su sexualidad, pero conociendo cuánto
le gustaban los hombres llegué a la conclusión de que para ella esto era solo
una experiencia sexual más en su vida, algo que no repetiría y que guardaría
sólo para ella y continuaría con su vida de promiscuidad sin muchos cambios.
Poco a poco
fuimos cayendo en un letargo, yo estaba especialmente agotada ya que, por ser
la del cumpleaños, recibí más atención de la que podía tolerar. Me tendí en la
cama y Edith se arrojó sobre mí con mucha ternura. Abracé a la pequeña con todas
mis fuerzas. Me dijo que quería dormir usando mis tetas como almohada, me reí
por su ocurrencia pero le dije que tenía permiso para hacerlo. Mis otras amigas
se acomodaron como pudieron a nuestro alrededor y antes de que me diera cuenta,
ya todas habían quedado dormidas.
******
A pesar del
agotamiento físico no pude conciliar el sueño, sentía mi cuerpo pesado y mi
cabeza obnubilada llena de pensamientos que no lograban seguir una línea
coherente, todo me daba vueltas. Aparté cuidadosamente a Edith de mi pecho,
para no despertarla y deposité su cabeza sobre la almohada que yo estaba
usando. Caminé tambaleándome hasta el baño y luego de orinar me sentí un poco
mejor, pero no como para estar saltando en una pata. Necesitaba aire fresco.
Llegué a la sala donde aún estaba tirada en el piso toda la ropa que nos
habíamos quitado, me acerqué a una ventana y abrí un poco las persianas, lo
suficiente como para que entrara un poco de aire pero no tanto como para que la
gente pudiera espiarme. Si bien estaba en un departamento, había edificios alrededor y una chica desnuda
en una ventana iluminada llamaría mucho la atención. Volví a mirar la ropa en
el suelo y me encontré con el teléfono celular de Lara justo sobre el almohadón
en el que ella se había sentado. Lo tomé y me quedé mirando la pantalla negra
que me devolvía mi reflejo, pero no me vi a mí misma, vi el rostro de Anabella.
Me preguntaba qué hubiera pasado si ella se quedaba hasta el final de la
fiesta, ¿hubiera participado en la orgía? Lo dudaba mucho, posiblemente sólo se
hubiera enfadado conmigo y se hubiera marchado. Supuse que lo mejor sería que
nunca se entere de lo que había ocurrido aquí esta noche, no porque me diera
miedo que se enojara conmigo, ya que eso siempre ocurría, de una u otra forma,
sino para no atormentarla con imágenes mentales de orgías lésbicas. Con la
mirada aún fija en el teléfono de Lara supe que extrañaba mucho a la monjita,
las horas que habían pasado desde la última vez que la vi me parecían días.
Encendí la pantalla y vi que eran las cinco y media de la madrugada,
seguramente ella estaba durmiendo, pero tenía la desesperante necesidad de
escuchar su voz. Me decidí a llamarla, prefería pedirle perdón por despertarla
que irme a dormir sin escuchar al menos una palabra de su boca. Por suerte Lara
había cargado a su agenda el número de teléfono de Anabella.
Caminé
desnuda por la sala mirando las luces de la ciudad a través de la ventana
mientras el teléfono sonaba contra mi oreja derecha.
-Hola –me
dijo la conocida voz de mi querida monjita- ¿Lara?
-No Anita
–sabía que no le agradaba que le dijeran de esa forma, pero quería ser un
poquito más cariñosa con ella- soy Lucrecia. Perdón por llamar tan tarde ¿te
desperté?
-No estaba
durmiendo…
-¿Quién te
llama a esta hora? –preguntó una voz masculina desde la distancia.
-Nadie, es
una amiga –contestó Anabella a esa extraña voz.
-¿Con quién
estás Anabella? –pregunté con una desagradable sensación en mi pecho, tal vez
era mi instinto femenino activándose.
-Con un…
amigo –me dijo bajando la voz.
-¿A esta
hora? ¿Qué amigo? –se me hizo un nudo en la garganta.
-Seguí tu
consejo, Lucrecia. Vos me dijiste que necesitaba alguien en mi vida… un hombre.
-¿Qué?
-Hoy quise
hablarte sobre eso, pero no me diste tiempo… te pusiste… como siempre…
-¿Qué me
querías contar? –las lágrimas se acumularon en mis ojos, mi pecho palpitaba
violentamente y parecía estar intentando escapar de mi cuerpo a través de mi
garganta.
-¿Volvés a
la cama, hermosa? –preguntó otra vez esa voz masculina a lo lejos.
-¿Cama? –mi
pregunta fue más un quejido que una palabra.
-Ya voy –le
respondió la monjita a ese desconocido- no puedo hablar ahora Lucrecia, mañana
te llamo y te cuento todo… si me dejás hablar, claro.
-Esperá
Anabella… -las primeras lágrimas cayeron por mis mejillas, el cuerpo entero me
temblaba. Miles de imágenes desagradables se agolparon en mi mente. Podía ver a
esa hermosa mujer en la cama con un hombre, amándolo de una forma en la que
jamás podría amarme a mí.
-Te quiero,
Lucre. Gracias por todos tus consejos. Después hablamos.
-Anabella…
-gemí- no me hagas esto… vos no Anita… -supe que ni siquiera había escuchado
mis últimas palabras ya que la llamada había finalizado- no Anabella… por
favor. No me hagas esto…
La mano con
la que sostenía el teléfono perdió toda su fuerza, el aparato resbaló de mis
dedos y se estrelló contra el piso. El golpe sonó como un leve eco en la
distancia, sentía que mi cabeza estaba llena de algodón y éste secaba y
apretaba mi cerebro, impidiéndome pensar claramente. Quería llorar, quería
gritar, pero ningún sonido salía de mi boca. Caminé dos pasos hacia la ventana,
trastabillé pero logré mantener el equilibrio. Fue una suerte que la persiana
me impidiera seguir de largo hacia el vacío. El piso dentro de esa sala estaba
girando y temblando bajo mis pies. Apoyé una mano contra la pared y me doblé en
dos. Vomité todo lo que había tomado y comido en el transcurso de la noche. Con
el cerebro hecho puré y el estómago vacío emití las últimas arcadas de
desesperación. Toda la esperanza que tenía en el mundo se había derrumbado en
tan solo segundos. Con mi alma partiéndose en mil pedazos me dirigí tambaleando
hasta el rincón opuesto de la sala, me dejé caer en uno de los almohadones que
utilizábamos como asientos y me coloqué en posición fetal. Lloré, gemí, intenté
respirar y no pude, estaba en estado de shock. Allí supe que estaba
verdaderamente enamorada y que todo se había terminado.
Fin del Capítulo 16.
Continuúa en el Capítulo 17.
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