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Vacaciones con mis Amigos.






La risa de mis amigos resonaba dentro del auto, yo simulaba indignación por los evidentes chistes machistas que realizaban; especialmente en mi contra. Preferí ignorarlos y deleitarme con bella postal que nos rodeaba. Hectáreas interminables de campo argentino hasta donde el horizonte se unía con el cielo. Si no fuera por los sutiles cambios del paisaje juraría que no nos estábamos moviendo, la velocidad a la que viajabamos se hacía evidente sólo si miraba la ruta. Ésta surcaba por debajo de las ruedas con una velocidad que me atemorizaba; pero confiaba en las habilidades al volante de Iván, que no apartaba la vista del camino.

La idea de unas “vacaciones espontáneas” surgió de Fede, quien afirmaba que disfrutaríamos de un viaje sin rumbo fijo ni grandes planeamientos. Con tener un auto capaz de tolerar las derruidas rutas argentinas, estaríamos bien. Nos dirigíamos hacia el suroeste del país, mi intención era llevarlos, de a poco, hacia Bariloche. Nunca había puesto un pie en esa bella y famosa ciudad turística. Cumpliría un pequeño sueño al poder visitarla, aunque fuera verano y no pudiera apreciar a pleno el manto nevado que la cubría en invierno. Pero mis sueños debían esperar, aún estábamos muy lejos; apenas comenzábamos a recorrer la provincia de La Pampa, y San Carlos de Bariloche se encuentra mucho más al sur, en la provincia de Río Negro.

―¿Vamos bien Mariana? ―La voz de Fede me arrancó de mis ensoñaciones.

―¿Eh, cómo?

―Si vamos bien, ¿o ya nos perdimos?

―A ver pará, ya te digo…

Me enrede entre mapas y libros de rutas. Mis amigos se negaron a comprar un maldito GPS porque afirmaban que nos arruinaría la espontaneidad del viaje. A mí lo que me la estropeaba era intentar leer todos esos garabatos y manchas coloridas.

―Creo que estamos por acá. ―Señalé un punto prácticamente al azar.

―No Mariana, ya pasamos por ahí hace como una hora. ―Fede se inclinó sobre mi hombro, apoyándose en el dorso del asiento―. Con este copiloto no vamos a llegar a ninguna parte. ―Iván se rio por el comentario, pero yo opté por mirarlos con un cómico gesto de rabia.

―No te calentés nena, ya vamos a descubrir dónde estamos. Más adelante se ven algunas casas, creo que ahí empieza una ciudad.

Por lo general Iván era el más serio del grupo, el más “maduro”, por decirlo de alguna forma; pero a veces tenía sus momentos de estupidez e incongruencias, bauticé eso como “Síndrome de Federico”, en honor al más revoltoso de mis amigos. Bueno, admito que yo también padezco de ese síndrome, de vez en cuando.

El paisaje campestre quedaba tachado detrás de viviendas y edificaciones, que ya eran señal inequívoca de que nos adentrábamos en una ciudad; como nuestro conductor predijo. Decidimos que era el momento propicio para darle una pausa a nuestra travesía y descansar como es debido. Pedimos indicaciones a algunos amables lugareños y conseguimos la dirección de un hotel económico y aceptable.

―Qué simpático el viejito, ―dije, refiriéndome al último hombre que nos dio indicaciones.

―Fijate si no te dejó los ojos entre las tetas.

―¡Ay Fede! No digas eso, pobre viejo. ―Pero tenía razón, yo también noté sus indiscretas miradas miradas.

―Pero si es la verdad.

No pude evitar fijarme en el escote de mi blusa, no encontré los ojos del anciano. Tal vez rodaron entre la amplia separación de mis grandes pechos, un rasgo físico que me molesta. No el tamaño de los pechos en sí, hablemos claro ¿Qué mujer no sueña con tener las tetas de buen tamaño? Pero si detestaba que hubiera tanta separación entre las mías. Con el corpiño puesto se levantaban formando bellas lomas, así aparentaba mis diecinueve años sin problemas; pero al quitármelo parecía de treinta y ocho. La maldita gravedad, la peor enemiga de una mujer, provoca que mis glándulas mamarias bajen considerablemente.

―El lugar está bueno, parece confiable, ―dijo Iván, cuando nos detuvimos frente al hotel.

En el lobby nos recibió una bonita chica rubia, con un extraño acento; supuse que era alemana o sueca. Cuando mis amigos comenzaron a preguntar precios, ella me observó detenidamente, tal vez se preguntaba qué hacía una chica de mi edad viajando sola con dos hombres. Casualmente, eso mismo me preguntaron mis padres, y me costó horrores convencerlos.

Mis padres son personas muy conservadoras; “chapados a la antigua”, como se dice normalmente. Para ellos es una completa locura que una chica joven emprenda un viaje por todo el país acompañada de dos hombres. Les expliqué esos “hombres” eran Iván y Federico, mis mejores amigos desde hacía ya tres años. Me cansé de decirle a mi mamá y a mi papá que mis amigos me respetan como a una hermana menor. Mi mamá no cree en que una mujer pueda ser amiga de un hombre, sin que haya algún interés sexual de por medio. La postura de mi padre es similar, sólo que él además agrega que la mujer que anda mucho tiempo con hombres, debe ser una puta. No es que mis padres piensen que yo sea una puta, lo que les atemoriza es que me convierta en una.

A mi mamá, más que nada, le preocupa el “¿Qué dirán?”.

―¿Qué le voy a explicar a mis amigas? ―Me preguntó el día que le anuncié lo de las vacaciones―. ¿Que mi hija se fue de viaje con dos machos, a quién sabe dónde, a hacer Dios sabe qué…?

―A tus amigas les podés decir que no se metan en mi vida. ―Le respondí, mientras metía ropa en una valija.

―Ellas no se meten en tu vida, pero la gente habla… y ya saben que andás mucho tiempo con esos dos chicos.

―Mamá, estamos en el siglo XXI, decile a las retrógradas de tus amigas que se actualicen un poquito. Y a vos no te vendría mal hacerlo.

―No te voy a permitir que me hables de esa manera… y no vas nada a ese viaje.

A veces pienso que mis padres son así de conservadores por culpa de sus amistades. Es como si ese “grupo selecto de amigos” no los dejara pensar por sí mismos. Ellos les dicen lo que está bien y lo que está mal. Mis padres son muy influenciables, y seguro se creen todas las absurdeces que les dicen. Sé que hablan pestes de mis amigos, y eso que ni siquiera los conocen. No saben lo buena persona que son, y lo bien que me tratan. Lo que más les molesta es la diferencia de edad, ellos tienen tres años más que yo; ahora, a mis diecinueve, esa diferencia no se nota tanto, pero en mi época de colegio secundario era más notoria. Ellos ya estaban cursando en la universidad, y yo aún intentaba obtener mi título de bachiller.

Harta de mis padres, y sabiendo que nunca lograría convencerlos, tomé mi valija y me fui durante la noche, mientras ellos dormían. Les dejé una nota diciéndole que los quería mucho (porque eso es cierto) y que les iba a mandar mensajes de vez en cuando, para avisarles que estaba bien.

Durante el trayecto recibí varios mensajes al celular, eran de mi mamá, me decía cosas como: “No puedo creer que hayas hecho esto”. “Cuando vuelvas vamos a tener una charla muy seria”. “Tu papá está hecho una furia, quería ir a buscarte en el auto… por suerte lo convencí de que no lo hiciera”.

Ignoré la mayoría de esos mensajes, me limité a decirle que estaba bien, y que todo el viaje estaba saliendo de maravillas. Le escribí una vez más cuando entré al hotel, sólo para que no se preocupara tanto.

Mientras yo escribía, la recepcionista respondió a mis amigos con gran simpatía, creo que estaba coqueteando con uno de los dos. Pero no me era posible distinguir cuál le gustaba más. Considero que mis amigos son bastante lindos, sin llegar a ser la clase de hombre que atrae la mirada de todas las mujeres. Tal vez la rubia los encontró simpáticos, o puede que sólo estuviera aburrida y quisiera charlar con alguien. Durante la charla confirmó que venía de alemania, y llevaba unos tres años viviendo en Argentina. Parecía muy simpática, pero su risa se interrumpió súbitamente.

Todos nos sobresaltamos, el inconfundible y estrepitoso ruido de la alarma de un auto nos llevó a suponer lo peor. Salimos disparados del hotel, sólo para descubrir que habíamos llegado demasiado tarde. Al parecer un imbécil no tuvo mejor idea que despojarnos de nuestras pertenencias. Allí estaba el auto del padre de Iván, con el baúl completamente abierto y vacío. Nuestras valijas se habían esfumado, de inmediato supuse que el ladrón no actuó sólo; él no podría desaparecer tan rápido, cargando tanto equipaje. Me quedé boquiabierta, no podía concebir que de pronto nos hubiéramos quedado sin nada. Estuvimos un par de minutos en silencio mirando en todas direcciones, pero no había ni rastro de los delincuentes. Era como si estuviéramos en un pueblito fantasma, sólo faltaba la planta rodadora saltando por los caminos; como en las películas del lejano oeste.

―No te preocupes Mariana, vamos a estar bien. ―Fue lo primero que dijo Iván, mientras me envolvía con uno de sus fuertes brazos.

―Ya me imagino al ladrón usando tus calzones. ―Bromeó Fede.

Si no lo conociera tanto me hubiera enojado con él por estar haciendo chistes en un momento como éste, pero sabía que su única intención era tranquilizarme. Sin embargo no había consuelo para mí, yo ni siquiera estaba pensando en la ropa.

―No me preocupa eso, por mí que se queden con todo lo que había dentro de las valijas; pero que nos devuelvan la plata. ―Estaba al borde de las lágrimas―. Ahí teníamos casi todo nuestro dinero.

La preocupación se adueñó de sus rostros, Fede se acercó para abrazarme, pero lo hizo con extrema lentitud, como forzándose. Le devolví el gesto sin poder reprimir mi tristeza. Luego cerramos el baúl del auto, tenía la cerradura desecha y tuvimos que atarlo con algunos retazos de soga que nos proporcionó la alemana.

Al regresar al hotel debatimos nuestro siguiente paso, la idea más coherente era la de regresar a casa y dar por concluidas nuestras fallidas vacaciones. Les dije que no quería volver, principalmente porque no le quería dar la razón a mis padres. Ellos se burlarían de mí, y me dirían que lo tenía muy merecido, por comportarme de esa manera. Tampoco quería escribirles pidiendo dinero… antes muerta.

Nos estábamos desesperando, pero la sabiduría de Iván nos hizo recapacitar. Lo más importante en este momento era descansar, habíamos pasado muchas horas en la ruta y una noche de sueño reparador nos ayudaría a tomar una mejor decisión. Al poco rato nos hallábamos frente a la recepcionista, pidiéndole que por favor nos diera acceso a una habitación económica, para tres personas. La blonda se apiadó de nosotros y no sólo nos permitió alquilar un cuarto, sino que también nos dio acceso a la cochera del establecimiento. Le agradecimos enormemente, el que nos robaran el auto completo significaría la ruina total y nuestros padres nos cortarían las cabezas.

Mi corazón se llenó de júbilo al ver la habitación, no podía creer que fuera tan bonita, aunque sencilla a la vez. Tuve la impresión de que la recepcionista redujo el precio de la misma, tal vez se sentía culpable de que nos hubieran robado justo en la puerta del hotel; al parecer todavía quedaba gente buena en este mundo, o tal vez sólo actuó de esa forma para evitar la mala publicidad. De todas maneras, allí estábamos, ante una bella cama de gran tamaño en la que seguramente cabíamos los tres sin ningún problema; ninguno de nosotros ocupa mucho espacio, menos yo, que soy bajita. Fede sólo lo ocupa a lo largo, ya que su apariencia es como la de un poste de luz.

―Me voy a bañar. ―Anunció Iván―. Tengo una contractura tremenda, creo que no voy a poder mover nunca más el cuello.

―No seas exagerado che, además deberías ser un caballero, primero van las damas.

―Cuando encuentres alguna, decile que puede ir primera, mientras tanto me voy bañando.

Con gran cordialidad y respeto hacia el sexo débil, mis amigos me dejaron el último turno para bañarme. En realidad a ellos les importa poco que yo sea mujer, siempre me trataron como a una igual, y nunca tuve más privilegios que cualquiera de ellos.

Como tenía que esperar a que los dos se bañasen, tuve tiempo para preocuparme una vez más, apenas si tenía ropa de repuesto; sólo me quedaba lo que había guardado en mi bolso de mano, allí tenía una bombacha nueva, dentro de su empaque. “Mujer precavida vale por dos”, me repetía siempre mi madre. Ella me inculcó la costumbre de siempre llevar ropa interior de repuesto, por cualquier inconveniente que pudiera surgir. Pero nunca llegué a ser tan precavida como ella, durante un viaje largo debería llevar al menos una muda completa de ropa, ahora lo sabía; pero era tarde para lamentarse. Revolví entre las pertenencias de mis amigos, hasta que di con una remera roja, me apropié de ella sin permiso, justo antes de que Fede saliera del baño.

―Hey esa remera es mía, ―se quejó Iván.

―Era tuya. Ahora es mía. ―Le dije mientras tomaba una toalla y me disponía a ducharme.

El agua me reconfortó mucho, por unos minutos me hizo olvidar de todos los males y decidí que disfrutaría de mis vacaciones; no le daría el gusto a un grupo de malvivientes roba calzones. Mientras me secaba, miré la maraña de cabellos negros que tenía en la cabeza; un nido de caranchos era un monumento a la prolijidad al lado de esto. Pero ya conocía bien mi pelo, intentar arreglarlo sería una práctica inútil que me demandaría mucho tiempo; lo estiré hacia abajo desde las puntas y dejé que se secara de forma natural. En ese momento reparé en la cajita que contenía mi muda de ropa interior. ¡No podía ser! Insulté a mi madre en todos los idiomas posibles, a pesar de no conocer ningún otro que el español. La bendita bombacha era de un talle menor a las que yo usaba. ¿Cómo podía ser que la madre que me parió no conociera el tamaño de mi culo? “Pero si no tenés culo” me respondería ella, lo cual en parte era cierto. Salí beneficiada en mi delantera y perjudicada en mis posaderas, pero al menos tenía algo de carne en las piernas y en las caderas.

Por suerte pude ponerme la bombacha, que más que eso era una tanga. Al menos así lo parecía. El elástico me apretaba mucho y temía que se rompiera en cualquier momento; aunque la mayor de mis preocupaciones se debía a que la tela no llegaba a cubrir mi peluda intimidad. ¡Qué vergüenza! Me apresuré por ponerme la remera sustraída a Iván y me aterré al ver que ésta era demasiado corta. Mi vello púbico aún se asomaba, como burlándose de mí. Tendría que haber pedido otra remera más larga, Iván es apenas más alto que yo, y eso que soy una mujer de baja estatura. Para colmo mis voluminosos pechos estiraban la tela roja y mis pezones parecían a punto de huir de ella.

―Chicos ¿No tienen una remera más grande? ―Pregunté, asomándome por la puerta del baño.

―No, nena, la única que me sobraba era esa, a la otra la lavé. ―Todos lavamos nuestra ropa, con la esperanza de que al otro día estuviera seca.

Ni me molesté en preguntarle a Fede, ya que vi que estaba en cueros, sólo llevaba puesto un bóxer color blanco. “¿Qué hago? ―Me pregunté―. ¿Duermo en el baño hasta que la ropa se seque?”

―Mariana, no te preocupes. ―A veces Iván podía leer mi mente―. Vos ya sabés que sos como una hermanita para nosotros, estás en confianza.

Sonreí y me tranquilicé un poco, si había dos hombres en el mundo en los que podía confiar, era en ellos. Aparecí ante sus ojos y no pude evitar notar que ambos apartaron la mirada sonrojados; bueno, hermanita o no, yo era mujer y ellos hombres. No me pondría quisquillosa, lo importante es que me respetaban. Para no estar enseñando tanto mis vergüenzas, me senté sobre la cama con las piernas juntas. Mis amigos intentaban no fijarse en mi anatomía mientras conversábamos; adquirí el compulsivo acto de estirar la remera hacia abajo, intentando cubrirme lo más posible. Disimuladamente observé la ropa interior masculina. ¡Qué extraña me sentiría yo dentro de uno de esos bóxer! Sería como llevar puesto un short y nada debajo, pero a ellos les quedaban bien, aunque se les marcaba un poquito el bulto.

―¿Cómo vamos a dormir? ―Pregunté, sólo para hablar de algo, porque ya me imaginaba la respuesta.

―Yo creo que en la cama hay lugar para los tres. Claro, si ninguno tiene problemas con eso, ―dijo Iván; estuve a punto de decirle que opinaba igual cuando me interrumpió Fede.

―Por mí está bien, la que más lugar ocupa es Mariana, que está gorda. Mirá… toda la ropa le queda chica.

―¡No estoy gorda! ―Le grité, tirándole con una almohada―. No tengo la culpa de que la ropa no me entre. Es culpa de mi vieja, por confundirse de talle y de Iván, por ser tan petiso.

―A mí esa remera me queda grande, Mariana.

―Eso es porque vos no tenés con qué llenarla. ―Diciendo esto, apreté mis pechos de forma sugerente, pero me arrepentí de actuar de esa forma frente a mis amigos. Aunque fuera una simple broma, intenté cambiar de tema― ¿Cuánta plata nos queda?

―No mucha. Veamos…

Las cuentas no nos cerraban de ninguna forma, estaríamos muy apretados económicamente si pretendíamos disfrutar de las vacaciones que teníamos en mente. Comenzamos a tachar cosas de nuestra lista mental, hasta temía que no llegáramos a Bariloche. Tal vez sólo podríamos quedarnos un par de días en esta ciudad y luego deberíamos regresar con la cabeza gacha y el rabo entre las piernas.

Sorprendí a Federico mirando mis marcados pezones, al verse atrapado infraganti se puso colorado y apartó la mirada. No me enojé, de hecho la expresión de su rostro me causó mucha gracia. Sus pómulos se marcaron cuando frunció los labios y sus cejas se arquearon al máximo. No podía culparlo por mirar, era lógico suponer que cualquier persona miraría; hasta yo lo haría si una chica estuviera enseñándome sus timbres a través de la ropa, y eso no quería decir que me gustaran las mujeres.

―¡La cámara! ―Grité de pronto, sobresaltando a mis amigos― ¿Dónde quedó la cámara de fotos?

―Vos fijate en esa mochila ―Iván señaló una que estaba tirada en el piso, junto a la cama―. Pero creo que la guardamos en la tuya.

Él se encargó de revisar mis pertenencias, lo cual no me molestaba. Tuve la pésima idea de ponerme de rodillas en la cama, quedé inclinada hacia la mochila dándoles la espalda. No pasaron más de quince segundos hasta que vi un fantasmagórico resplandor en la pared. Me giré inmediatamente, la fuente de luz provino de la cámara de fotos que estaba en manos de Iván. El lente apuntaba hacia mí.

―¡Iván! Me sorprende. Eso me lo hubiera esperado de Fede, que es un pelotudo…

―Gracias, ―dijo Fede.

―… Pero de vos no. ―Mi enojo era un tanto fingido, y ellos lo sabían.

―No te calentés Mariana, que no es para tanto ―En ese instante miró la pantalla digital de la cámara y actuó de una forma similar a la de Fede cuando lo sorprendí mirándome los pechos.

―Dame eso.

Le arrebaté la cámara de un tirón, casi se me cae al piso, pero logré sostenerla. Hubiera preferido que se rompiera en mil pedazos antes de ver esa foto. La remera no me cubrió la retaguardia ni un poco. Mi cola aparecía en primer plano, prácticamente desnuda. La blanca tanga apretaba y marcaba mi vulva haciendo más que evidente la división de mi vagina; lo peor de todo era que varios pelitos sobresalían por los lados. Parecía una imagen incluida en una web porno, lo sé porque suelo revisar ese tipo de páginas, y están repletas de fotos de mujeres en poses tan sugerentes como ésta. Esta vez fue mi turno de sonrojarme.

―Se me ve todo. ―Estaba anonadada.

―Tampoco te pongas así Marianita, si es por mí vos podrías andar con el culo al aire que me da igual. Además te vimos mil veces en bikini y ninguno de los que usás es muy grande. ―Iván siempre intentaba hacer una observación tranquila y objetiva de la situación.

―Ahora, con la foto, tu culo inmenso queda para la posteridad. ―Acotó Fede, a pesar de que mi culo no fuera muy grande―. Además esa es la prueba irrefutable de que estás gorda.

Sus bromas molestaban a muchos, pero si uno prestaba atención, siempre intentaba alegrar a la persona que tomaba como víctima, el que se refiriera a mis poco voluminosas posaderas como algo “inmenso” me conmovió.

―Un día de estos te voy a dar una trompada tan fuerte que vas a creer que te caíste de un quinto piso, ―le dije, en tono sereno intentando disimular mi sonrisa―. Pero ahora tengo que borrar la foto ¿Cómo se borran?

―¿Vas a borrar la primer foto que sacamos en nuestras vacaciones? ―Iván aparentaba estar apenado de verdad.

―¡Claro que la voy a borrar! Parezco prostituta barata.

―¿Cobrarías caro si fueras prostituta? ¡Que ladrona!

Esta vez me arrojé sobre Fede, la cámara cayó en las sábanas y mis garras sobre su cabeza. Lo azoté contra el colchón. Mientras hacía lo posible por magullarle el cerebro a golpes, Iván aprovechó la oportunidad de fotografiarnos, centrándose más que nada en mi anatomía.

―¡Te voy a matar Fede! ¡Para colmo decís que tengo el culo grande, ni que yo fuera una vaca!

―Bueno Mariana. ―La voz serena de Iván hizo que me detuviera―. No te enojes con Fede, él tiende a exagerarlo todo, hasta cree que la tiene grande.

Ese comentario nos hizo reír mucho, pero no me olvidé que mientras peleábamos él sacaba fotos tranquilamente.

―Dame la cámara ―Le ordené.

En cuanto vi la pantalla pude ver mis piernas, en otra foto se adivinaba la tanga ciñéndose a mi entrepierna, y en una tercera ya podía ver los pelitos negros asomándose con descaro. Miré hacia abajo y allí estaban en vivo y en directo, ese triangulito velludo me hacía ver como una puta en celo.

―Tenés más barba que yo Marianita. ―Era obvio que Federico se refería a mi pubis, y era cierto, él no tenía tanto pelo en su pequeña barba tipo chivo, como yo en mi zona baja.

Estuve a punto de acotar algo, pero me quedé impactada al ver cuánto había crecido su bulto. Al parecer el jueguito de querer golpearlo había hecho meya en su masculinidad, a Iván le estaba pasando más o menos lo mismo; tal vez era producto de mi semi-desnudez. No quise avergonzarlos por lo que tomé el asunto a la broma.

―Ahora vamos a inmortalizar esos pajaritos, ―dije, apuntando la cámara al bóxer del flaco bromista.

Lo tomé por sorpresa y se cubrió demasiado tarde, repetí la acción en la ropa interior de Iván. Les pedí que no se hicieran los pudorosos ahora, porque a ellos se les veía mucho menos que a mí. No sabía qué haríamos con estas fotos más adelante, pero era divertido tomarlas.

―Ni se les ocurra borrarlas o les corto las bolas. ―Amenacé, dándole la cámara a Fede.

Me di cuenta de que al estar de rodillas, con las piernas algo separadas, ellos tenían una muy buena visión de mi entrepierna precariamente cubierta. Mi amigo no dejó pasar la oportunidad de tomar una nueva fotografía.

―Podemos vender fotos porno de Mariana, para recuperar algo de dinero, ―sugirió Iván, en tono de broma.

―No creo que nadie quiera pagar por ver fotos mías. Menos así, que estoy toda zaparrastrosa.

―La verdad es que estás muy porno, ―dijo Fede, devolviéndome la cámara.

Al mirar la última foto me sorprendí, no imaginé que sería tan explícita. La tela blanca dibujaba el contorno de mi vagina, la línea que separaba mis labios femeninos estaba bien delimitada, y hasta se podía ver un botoncito resaltando del resto si se ampliaba la imagen. Esto también dejaba en evidencia un montón de pelitos asomándose por doquier. Me arrepentí de no haberme depilado la entrepierna antes de viajar, aunque ni siquiera se me cruzó por la cabeza hacerlo, ya que sólo la afeitaba si estaba en pareja, y corté con mi novio durante el invierno del año anterior.

―Bueno, ya basta de fotos.

Vi que la erección de mis amigos ya era total, ambos miembros apuntaban indiscretamente hacia mí; eso me produjo una sensación extraña, hasta llegué a preguntarme si alguna vez se habían masturbado pensando en mí, pero aparté esa idea de inmediato. Haciendo caso omiso a mis propias palabras, saqué un par de fotos más de sus respectivos bultos.

―¿No era que íbamos a dejar las fotos? ―Se quejó Iván.

―Bueno pero lo hice pensando en mis amigas, a ellas les van a encantar estas. Se las voy a vender. ―Bromeé.

―Si querés yo se las muestro gratis, ―afirmó Fede.

―No porque me arruinás el negocio. ―En ese momento mi otro amigo arrebató la cámara de mis manos.

―La que nos arruina el negocio sos vos, Marianita.

A continuación comenzó a fotografiarme, no sólo apuntaba a mis pechos sino que también intentaba tomar buenos planos de mis piernas; en vano yo intentaba cubrirme, me sentía como una vedette acosada por los paparazzi. A pesar de todo, estábamos pasando un gran momento, nuestras risas eran sinceras y se hicieron algunos chistes un tanto subidos de tono; especialmente referidos al tamaño de mis pechos. Me pregunté si mis amigos me habían visto con otros ojos alguna vez, pero no era momento de pensar esas cosas, no quería arruinar la diversión poniéndome pudorosa. Para este momento ya nadie se ponía a pensar en el robo que nos dejó casi sin nada. Mientras luchaba contra la cámara, no pude dejar de mirar el marcado y erecto bulto de los chicos. Se me hacía muy extraño verlos en ese estado. Alguna vez me habían dado detalles de sus experiencias sexuales e intercambiamos opiniones; pero cuando me contaban esas cosas no los imaginaba con los penes parados, ni sabía que estuvieran tan bien dotados.

―Bueno, ahora sí, basta de fotos, ―dije, intentando no sonar muy autoritaria.

―No seas mala Marianita, ―me recriminó Fede―. Con lo lindas que estaban saliendo las fotos.

―Si, pero a la única que se le ve todo es a mí, ―me defendí―. Ustedes están ahí sentados muy tranquilos, apuntando al techo, no sé por qué motivo, ―dije, refiriéndome a sus marcadas erecciones― ¿En quién estarán pensando?

―No es que estemos pensando en alguien. ―Iván, con su tranquilo tono de voz, intentó aclarar la situación―. Vos podrás ser como una hermanita para nosotros, pero un culo es un culo. Tetas son tetas. Esto no es más que una reacción natural, ―dijo, apretando su verga con una mano, por arriba de la tela del bóxer.

Lo miré boquiabierta con las cejas arqueadas, eso fue muy impactante, un involuntario deseo se apoderó de mí. Él tenía razón, la reacción era incontrolable, por más que yo supiera que se trataba del pene de mi amigo, era un pene al fin y al cabo, y debía ser muy cuidadosa; pero me costaba contradecir a mi inmensa curiosidad.

―Ustedes también se tienen que sacar más fotos, es lo justo, ―dije.

―Bueno, un par de fotitos más y después podes nos sacás algunas, de la forma en que quieras, ―sugirió Iván.

Medité la idea unos segundos, a esta altura ya no me molestaba que ellos vieran un poquito más de mi anatomía, y debía admitir que me intrigaba ver qué cara pondrían. También era buena la idea de que yo pudiera tomarles fotos.

Me puse de rodillas en la cama y accedí a la propuesta, para demostrar que estaba decidida, levanté la remera roja hasta por encima de mi ombligo. En mi pubis reinaban los pelitos negros y la tanga luchaba por tapar mi zona más delicada. Fede reaccionó al instante y comenzó a fotografiarme. El lente de la cámara apuntaba directamente hacia mi vello púbico. Me pregunté cuál sería el objeto de tener fotos de este tipo, pero supuse que no era más que un juego para pasar el rato.

Sabía que la pequeña tanga se encargaba de dar una imagen bastante explícita de mi intimidad, pero me sorprendí un poco cuando miré hacia abajo y noté que la división de mis labios vaginales se marcaba mucho bajo la apretada tela.

―Ahora date vuelta, ―me pidió Federico―, a ver si el zoom de la cámara encuentra tu cola.

―¿Cómo encuentra, qué estás insinuando? ―Aparenté estar molesta―. Yo tengo buena cola.

Ahora su jueguito era a la inversa que antes. Fede solía hacer eso, cuando se cansaba de burlarse de algo, empezaba a hacerlo de la manera opuesta.

―Y yo tengo una novia que es modelo, ―se burló el fotógrafo―; pero ahora tenemos que conformarnos con esta… ¿modelo?

―Vas a ver que tengo mejor cola que tu novia imaginaria.

Bajé de la cama y me paré dándole la espalda. Junté un poco de coraje y me incliné hacia adelante dejando las piernas levemente separadas. Escuché a Iván diciendo que iba a ser difícil sacar una foto buena de eso, y tuve que controlarme para no mandarlo a la mierda ida y vuelta. Me agaché un poco más intentando que mi culo se agrandara milagrosamente.

Cuando miré estas últimas fotografías supe que no fue tan buena idea colocarme en esa posición, la imagen era muy explícita, más de lo que yo quería. Mi cola, parecía enorme tomada en primer plano, pero no me alegré mucho por eso ya que las nalgas habían quedado algo separadas y en el centro se podía ver una delgada línea blanca que formaba la tanga entre ellas, pero el asombro no terminaba allí, mi vulva estaba muy apretada por la escasa tela y se marcaba de una forma muy evidente. Grotescos pelitos negros se asomaban por los costados y lo peor de todo era esa mancha de humedad justo en el centro.

―¿No me vas a decir que te hiciste pis? ―se burló Federico mirando la foto por encima de mi hombro.

Por lo general las bromas de mi amigo no me afectaban en lo más mínimo, pero ésta en particular me disgustó bastante. Me molestó mucho que ellos se rían de algo que yo no podía controlar. Me senté en la cama con el ceño fruncido y seguí pasando las fotos por la pantalla de la cámara. Estaba enfadada y avergonzada.

―Para colmo no tenemos nada de ropa interior femenina…

―Basta Fede ―lo interrumpió Iván― ¿No tas cuenta de que la hiciste enojar? ―Yo estaba al borde de las lágrimas pero era por contener la bronca y no insultar a mi amigo―. No te pongas mal Marianita, vos sabés como es Fede, tiene la lengua más rápida que el cerebro. De hecho, cualquier cosa es más rápido que su cerebro ―me hizo sonreír―. Te mojaste ¿y qué? ¿Qué tendríamos que decir nosotros? Mirá como estamos ―se sentó a mi lado señalando su imponente erección, miré a Fede y él estaba igual.

―Podrá tener poco cerebro pero tiene un aparato que muchos envidiarían ―dije para demostrar que mi enojo se estaba disipando―. Pero vos no tenés nada que envidiarle Ivancito ―al mirar su bulto una vez más sentí un intenso calor en mi entrepierna, seguramente eso humedecería más mi tanga―. Ahora les toca a ustedes posar para la foto ―no quería que la velada se arruinara por una simple discusión.

Cuando apunté la cámara hacia Fede éste se arrodilló en la cama, su garrote quedó tan cerca de mí que me temblaron un poco las manos cuando tomé la primera foto. Me sentía extraña rodeada por semejantes bultos y más aun sabiendo que eran los de mis mejores amigos. Sentí un extraño hormigueo en la boca del estómago cuando giré para capturar el pene de Iván, él se había acostado boca arriba dejando las piernas colgando del borde de la cama y su erección apuntando al techo más directo que nunca. Noté que en el centro de su ropa interior había una abertura por la que su pene podría salir, automáticamente acerqué mi mano, ni siquiera pensaba en lo que hacía.

―Ah no, si querés ver más tenés que mostrar vos primero ―me detuve en seco al escuchar su voz.

―¿No mostré suficiente ya?

―Todavía no tenemos ninguna foto de tus melones ―acotó Fede.

―Ni la van a tener ―aseguré.

―Entonces no hay más fotos ―sentenció Iván.

No sé para qué quería yo fotografías de esos penes, pero en este momento la curiosidad era lo que direccionaba mis acciones.

―¿Solo con una foto de mis tetas ustedes se animan a mostrarla?

―Si sale bien, sí.

―¿Y para qué quieren ustedes una foto de mis tetas?

―Para venderla, como te dijimos antes ―me recordó Fede. No creía que fueran capaces de venderla pero también sabía que a ellos les había picado el bichito de la curiosidad.

―Bueno, hagamos una cosa, yo las muestro por un ratito y si llegan a sacar la foto o no, es problema de ustedes.

El desafío les pareció buena idea, me puse de pie junto a la cama una vez más e Iván era el encargado de tomar la foto. Sostuve mi remera por la parte de abajo.

―A la cuenta de tres ―avisé― ¡Uno! ―levanté de un golpe la remera y mis grandes pechos saltaron como globos llenos de agua, el flash de la cámara me encandiló y demoré más de lo previsto en cubrirme otra vez― ¡Maldito! Pensé que no ibas a poder ―me quejé entre risas.

Iván me mostró la pantalla de la cámara y allí estaba yo, con mi cabello negro totalmente revuelto y una sonrisa en la cara, debajo se podían ver perfectamente bien mis grandes tetas con pezones oscuros y bien definidos.

―Bueno ya tienen la foto ―no quería pensar mucho en eso- ahora lo prometido.

Me acerqué al bulto de Iván, utilizando sólo la punta de mis dedos tiré hacia un lado la tela del bóxer, la punta de su pene apareció por la abertura que tenía en el centro. Supuse que ésta sería muy útil para hacer pis sin bajarlo. Tiré otra vez de la tela y apareció todo. Quedé estupefacta, en mi inconsciente no esperaba ver algo tan explícito ¿Acaso creía que me encontraría con un pene de plástico? La realidad era mucho más intensa que mi pobre imaginación. El miembro era grande y venoso, algo más oscuro que el resto de la piel de mi amigo, parecía a punto de estallar. El glande estaba fuera del prepucio como señal inequívoca de excitación y virilidad. Se me hizo un nudo en la garganta.

Intentando aparentar normalidad tomé una foto que capturó la mitad inferior de su cuerpo. Para tener un plano más cercano me arrodillé en la cama a su lado. Él miró directamente hacia mi entrepierna y su pene dio una leve sacudida. Procuré mantener mi serena actitud de fotógrafa, me extrañó no ver rastros de pelitos en todo el largo de su venoso tronco.

Acalorada y un tanto aturdida volteé hacia Fede, era su turno de mostrarnos cuánto calzaba. Esperé a que bajara su ropa interior pero permaneció de rodillas a mi lado apuntándome con su miembro. Supe que debía ser yo quien liberara esa serpiente erecta. Su bóxer no poseía abertura por lo cual tuve que bajarla tirando desde el elástico. Su pene saltó como un resorte y aparté rápido mi mano. Tuve que reírme para quitarle un poco de tensión a la situación. Me esforcé por mantener la sonrisa mientras fotografiaba su aparato.

―Definitivamente esto me lo van a agradecer mis amigas ―dije mirando las fotos que había tomado.

―¿De verdad pensás mostrárselas? ―preguntó Fede.

―¿Por qué no? Ellas me han mostrado cada foto, ninguna es muy santita que digamos, con decir que la más ubicada soy yo.

―Ah bueno, tampoco exageres ―dijo Iván.

―¡No exagero che!

Ellos conocían a mis parejas anteriores y sabían muy bien que yo no era una chica muy promiscua, un tanto salvaje en la cama, tal vez, pero no andaba con el primero que se me cruzara por el camino. También era cierto que algunas de mis amigas eran de “bombacha fácil” como les decía yo. Un par de ellas hasta presumían haber participado en tríos. Como algunas no creímos en sus historias dijimos que debíamos llevar pruebas sobre lo ocurrido. Hubo quienes se lo tomaron bastante a pecho y nos mostraron fotos y videos bastante subidos de tono, con los cuales me cachondeé un poco, no porque estuvieran mis amigas, sino por las escenas que esas imágenes representaban. Eso me dio una nueva idea.

―Quiero que mis amigas sepan que yo tomé las fotos.

―¿Y cómo pensás hacerlo?

Medité unos instantes mientras mi vista pasaba de un pene a otro, era la primera vez que veía dos juntos en vivo y en directo y me sentía bastante abrumada. Para colmo Fede se la estaba agarrando con la mano como si intentara acogotar una gallina.

―Cuando Fede se la suelte que se acueste al lado tuyo ―sugerí.

―Dale Fede, dejá de pajearte, no seas degenerado.

―¡No me estoy pajeando! Es que se siente raro tenerla parada tanto tiempo.

Obedeció mis órdenes y se puso bocarriba a pocos centímetros de Iván. Me acosté entre medio de ellos dejando mi cabeza a la altura de esas grandes y duras vergas. El tenerlas tan cera provocó una nueva ola de calor en mi cuerpo. Involuntariamente llevé mi mano izquierda hasta mi entrepierna y rocé mi botoncito de placer por encima de la húmeda tela de la tanga. Fue como recibir una pequeña descarga eléctrica justo en esa zona. Intenté disimular mi estremecimiento y restarle importancia. Extendí mi brazo derecho levantando la cámara sobre mi rostro, las vergas giraron levemente hacia mí y pude ver los glandes apareciendo ante mis ojos, para no demorar más la situación, capturé la imagen procurando sonreír.

―Mis amigas se van a morir de la envidia cuando les muestre esto ―dije sin moverme del lugar― pero si mi mamá ve la foto, me mata.

―Tu mamá te va a matar si ve cualquiera de todas las fotos que sacamos ―Iván tenía razón―. Lo bueno es que en no se ven nuestras caras, porque si sabe quiénes somos, nos mata a nosotros también.

―Totalmente. Más aún si tenemos en cuenta el escándalo que armó cuando le dije que viajaría sola con ustedes. Ella no entiende la confianza que nos tenemos ―esto lo demostrábamos estando prácticamente desnudos uno delante del otro.

El elástico de la tanga me incomodaba mucho, intenté bajarlo un poco para que no apretara tanto, más pelitos rebeldes quedaron a la vista, al levantar un poco mi cabeza para verlos, las vergas quedaron muy cerca de mi cara. Me quedé hipnotizada mirando la brillosa piel de esos glandes, como atraída por un imán me acerqué lentamente. De pronto el pene a mi izquierda dio una sacudida y tocó mi mejilla. Miré sobresaltada a Fede.

―¡Perdón! ―Me dijo― fue sin querer.

―¿Eso pasa sólo o ustedes lo pueden hacer a voluntad? ―me intrigaban esos pequeños espasmos.

―A veces pasa sin que uno lo controle ―explicó Iván―; pero es como tensar cualquier músculo, si lo hacés se mueve, porque se pone más dura por unos segundos.

―¿De verdad? ―Continué mirando de cerca esos juguetitos―. A ver, hacelo.

Iván tensó su pene y éste se sacudió quedando muy rígido por un corto lapso de tiempo, tal y como él lo dijo. Fede lo imitó, me causaba gracia verlos sacudiéndose de esa forma.

―Si estamos muy excitados queda así de dura por más tiempo ―mi amigo era como una enciclopedia andante, siempre que tenía dudas él buscaba la mejor forma de responderme.

―¿A las mujeres se les pone duro algo? ―preguntó Fede.

―Sí, el clítoris y los pezones. De hecho en este momento los tengo así

Levanté mi remera para mostrarles lo duro que estaban mis botoncitos. La areola que rodeaba a estos era de un tamaño considerable, pero acorde al tamaño de mis senos. Los tres nos sentamos en la cama, crucé las piernas y sentí que los penes rozaban contra mis muslos. Iván extendió su mano y dio un leve pellizco a mi pezón derecho, esto me provocó un pequeño espasmo. Me di cuenta que a estas alturas no era necesario mantener la remera puesta. Me la quité lentamente dejando mi torso desnudo y uno de mis amigos aprovechó para pellizcarme con fuerza el otro pezón mientras yo tenía los brazos levantados.

―¡Ay! Cuidado que duele ―me quejé.

―Es que provoca apretarlas ―me dijo Fede abarcando buena parte de mi pecho con su mano.

―No me importa si te provoca comértelas, eso no quiere decir que puedan hacerlo.

Tanto manoseo y roce me estaba afectando. Mi vagina estaba más caliente y húmeda que nunca. Si bien sabía que todo era un juego, no podía evitar sentirme extraña con toda esta situación. Nunca había estado en topless frente a ellos y mucho menos había permitido que tocaran mis tetas.

―Si de verdad le vas a mostrar esas fotos a tus amigas ¿nosotros recibimos algo a cambio? ―Hubiera jurado que esa pregunta venía de la boca de Fede de no haber sido porque escuché la voz de Iván.

―Ivancito, me extraña de vos ―le reproché.

―Podré ser tu amigo pero también soy hombre, que no se te olvide ―un escalofrío cruzó mi cuerpo al oír esas palabras, el ver su pene erecto apuntándome no ayudó mucho―. Al menos tenés que conseguirme algunas fotos subidas de tono de tus amigas.

―Ah sí ―me tranquilicé mucho al saber que sólo pedía eso a cambio―. Eso te lo puedo conseguir apenas volvamos, en la compu tengo algunas fotos que te podrían interesar.

Si alguna de mis amigas me enviaba alguna foto erótica para presumir de sus andanzas, yo la guardaba. Bueno sí, a veces me toqueteaba mirándolas, pero no porque sean fotos de mujeres, sino porque en varias estaban acompañadas, muy bien acompañadas, pero ninguna consiguió fotografiarse con dos hombres a la vez, podía ser yo primera.

―Tenemos que sacar más fotos de los tres juntos ―les dije.

―Se me ocurre una idea para una buena foto ―sugirió Iván.

Colocó la cámara, apuntándola hacia nosotros, sobre una mesita y ajustó el temporizador. Los tres debíamos permanecer de rodillas en la cama, ellos se posicionaron uno a cada lado de mi cuerpecito, sus penes casi se tocaron frente a mí. Los rodeé con mis brazos sonriendo para la foto. Fede no tuvo mejor idea que agarrarme una teta y para colmo Iván lo imitó. Estuve a punto de quejarme pero faltaban apenas segundos para que el flash se disparara, justo antes de que lo hiciera sentí un pellizco en el pezón derecho. Una vez que la imagen quedó capturada para la posteridad, golpeé la mano de Iván por ser tan atrevido. Para ese entonces me tanguita no era más que un paño húmedo pegado a mi vagina.

―¿Te gustaría que yo te apriete la verga a ver si te agrada? –le dije a mi amigo quejándome por su actitud.

―No me dolería.

―¿Querés probar?

―No serías capaz.

La verdad es que al tener esos penes erectos ante mis ojos me provocaban tocarlos, pero no me animaba a hacerlo. Lo hice sólo porque me sentí desafiada, estiré el brazo hacia ese trozo de carne venoso y lo apreté fuerte entre mis dedos. No era la primera vez que agarraba una verga pero me sorprendió lo dura que estaba. A él pareció no importarle en lo más mínimo que yo ejerza presión sobre ella empleando casi toda la fuerza de mi mano.

―¿No te duele? ―pregunté.

―Si está dura no duele cuando la apretás.

Mi mano no alcanzaba a rodear por completo su miembro, mi corazón latía deprisa, Fede aprovechó la oportunidad para tomarnos una foto.

Iván se colocó detrás de mí y me rodeó con sus brazos, ambos sonreímos a la cámara, mientras la cámara capturaba la imagen sentí la rigidez de su miembro entre mis nalgas. Me moví un poco incómoda intentando que la punta no se clavara entre ellas pero al parecer había quedado bien encajada. Esto me recordó a experiencias sexuales con mis antiguos novios. Intenté apartar esos recuerdos de mi cabeza porque éstos eran mis amigos y sólo estábamos jugando. Es como cuando uno juega a “La guerra de los sexos” con su grupo de amigos, a veces se dicen o hacen cosas que no se harían normalmente, pero no deja de ser un simple entretenimiento.

Los dedos de mi amigo sujetaron el elástico de mi diminuta tanga y tiraron de él hacia arriba, forzándola a entrar entre mis labios vaginales, éstos quedaron totalmente expuestos con una muy marcada división en el centro que me dolía un poco.

―¡Ay! ¿Por qué hiciste eso? ―me quejé.

―A nosotros se nos ve todo ―su glande rozó contra mi vulva―. ¿Te da vergüenza si a vos también se te ve?

―No es por eso ―en realidad si me avergonzaba―, es que me dolió.

Fede no perdió el tiempo, apuntó la cámara hacia mi entrepierna y la fotografió al menos tres veces. Podía sentir el duro pene de mi otro amigo humedeciéndose con mis jugos vaginales, si el corazón se me había acelerado cuando lo agarré con la mano, ahora sentía que me iba a estallar en cualquier momento.

―Iván, dejá de arrimarme ―me quejé una vez más―. No te olvides de que soy tu amiga.

Solamente bromeaba con él pero también intentaba alejarlo un poco, ya que me estaba poniendo sumamente nerviosa.

―Podrás ser mi amiga, pero estás desnuda y te me ponés adelante sabiendo que la tengo parada ―se defendió.

―¡Yo no me puse adelante, vos te pusiste atrás, que es diferente! Además, no estoy desnuda, todavía tengo puesta la tanga.

―Que no te tapa mucho que digamos.

―Eso es porque está gorda ―bromeó Fede.

―Les digo que no estoy gorda, carajo. La tanga es demasiado chiquita, no es de mi talle.

La presión que ejercía la tela en mi delicada intimidad me estaba lastimando, no pude tolerarlo más, sin siquiera pensarlo la corrí hacia un lado dejando mi vagina completa ante los ojos de mis amigos, bueno en realidad sólo Fede podía verla, pero el peligro en este momento era Iván, quien seguía muy pegado a mí y su glande se frotaba peligrosamente entre mis viscosos labios. Froté mi adolorida almejita con la yema de mis dedos en un intento por disipar el dolor, pero sólo provocó más burlas por parte de mi bromista, y a veces molesto, amigo.

―¿Te estás pajeando Marianita? ―me preguntó mientras apretaba el botón de la cámara una y otra vez.

―No boludo, no me estoy pajeando, es que me duele. Quisiera ver que a vos te aprieten de esa forma la rajita

Pensé que me avergonzaría más al mostrarles mi conchita pero lo cierto es que no me molestó tanto que la vieran, el que ellos estuvieran con los penes desnudos y erectos me facilitaba mucho las cosas. Comencé a bajar la tanga, ya me parecía absurdo seguir sufriendo por culpa de ese apretado elástico, en menos de cinco segundos ya estaba completamente desnuda frente a mis amigos. La situación era muy excitante y me calentaba, no podía negarlo. Ahora con mi colita al descubierto podía sentir el glande de Iván presionando contra mi ano. Al primer impacto me sobresalté un poco pero pude disimularlo. Federico se acercó a nosotros, no supe cuáles eran sus intenciones hasta que se colocó muy cerca de mis piernas apuntando la cámara hacia arriba para poder tomar un primer plano de mi vagina. Estuve a punto de quejarme pero no podía hacerlo, sabía que argumentarían contra mí recordándome que yo fotografié sus penes a gusto, así que hice todo lo contrario, separé más las piernas, esta vez sí sentí calor en mis mejillas, debían estar ruborizadas.

No tenía control sobre mis acciones, mis dedos se movían de forma automática abriendo los rugosos labios de mi conchita, en cierto modo me provocaba que Fede la estuviera fotografiando desde tan cerca, seguramente las imágenes serían muy explícitas y también era más que seguro que se vería mi agujerito abierto manando flujo vaginal. Lo que la cámara no podía captar, o al menos no debía hacerlo muy bien, era lo que ocurría detrás. El pene rígido de Iván estaba apuntalado entre mis nalgas y seguía presionando peligrosamente mi ano, hasta me dio la impresión de que había algo de líquido chorreando de la punta de su verga porque podía sentir algo humedeciendo mi culito. Al menos tres vergas habían tenido el privilegio de entrar en mí por detrás, pero nunca lo había hecho una tan grande. ¿Pero qué estaba pensando? Tampoco lo haría, Iván era mi amigo y no podía permitir que algo semejante pasara. Recobré un poco de mi cordura y me aparté hacia un lado, liberando a mi culito del peligro. Mis amigos me miraron decepcionados ya que les estaba arruinando la sesión de fotos por lo que tuve que disimular lo mejor posible. Sonreí con gran simpatía y volví a posar para la cámara, dejando mis rodillas bien separadas mientras manoseaba mis grandes pechos. Al parecer esto dio una nueva idea a Federico quien en lugar de tomar fotografías le cedió la cámara a Iván y gateó sobre la cama hasta colocarse detrás de mí.

Por breves lapsos mentales era consciente de que mi desnudez era total, no había absolutamente nada que cubriera mi intimidad y que los hombres que me observaban eran mis mejores amigos pero rápidamente buscaba ignorar todo esto y buscarle el lado divertido al asunto, al fin y al cabo seguía siendo un jueguito entre amigos.

Fede se arrimó a mí de tal forma que su grueso pene quedó perfectamente encajado entre mis labios vaginales, me asusté un poco porque estuviera tan cerca de una zona peligrosa pero ya había permitido a Iván hacer algo parecido, no podía negarme. Sus grandes manos envolvieron mis pechos y los presionaron levemente como si se tratara de un amante, pero hasta en sus toqueteos podía sentir su intención amistosa.

―No me imaginara que tus tetas fueran así de firmes –me dijo hablando muy cerca de mi oído- yo creí que se caerían por el peso cuando te sacaras la remera.

―Sí se caen, parezco de diez años más sin corpiño.

―Para nada Marianita ―insistió―. Están muy buenas ―sus dedos seguían presionando mis voluptuosos pechos.

―Bueno, gracias ―dije con una sincera sonrisa- ustedes también están bien equipados ―señalé el duro pene de Iván que apuntaba directamente hacia mí―. Me pregunto qué se sentirá tener uno de esos. Debe ser muy raro verlo salir de esa forma. Yo quiero uno.

―Podés tenerlo, mirá ―dijo Fede pegándose más a mí.

Bajé la mirada y me sorprendí con lo que vi, el pene de mi amigo, que seguía metido entre los labios de mi conchita, ahora sobresalía como si fuese parte de mí, me causó gracia la situación, era como tener mi propia verga.

―¡Wow! es muy raro ―veía mis labios separados con ese miembro sobresaliendo del centro y casi podía sentirla parte de mi cuerpo―. Yo estaría todo el día tocándola.

―¿Y qué pensás que hace Fede todo el día? ―bromeó Iván.

Sin pensar en las consecuencias que pudieran tener mis acciones, agarré esa verga erecta y comencé a mover la mano como si estuviera masturbándola, haciendo que el prepucio subiera y bajara a ritmo constante. Mi vista estaba fija en ese miembro que sobresalía de mi cuerpo pero noté el flash de la cámara, Iván estaba inmortalizando el momento en varias fotografías.

Fede comenzó a moverse despacito de atrás para adelante. Mis jugos humedecieron su tronco haciendo que se deslizara con mayor suavidad, Iván continuó tomando fotos de la escena. Me parecía un tanto gracioso ver la forma en que la punta del pene se asomaba y luego desaparecía, cuando retrocedía la sentía pasando por el dilatado agujero de mi concha, amenazando con entrar, esto me ponía un tanto nerviosa pero a la vez me producía cierta sensación de adrenalina, como cuando uno sabe que está haciendo algo peligroso, esto sumado al constante roce del pene contra mi clítoris, me estaba calentando más de lo que me hubiera gustado en un momento con amigos.

―No se olviden que soy una nena -les dije con voz infantil- y el cosito de las nenas se abre y puede ocurrir un accidente ―pero esto no detuvo a Fede.

Él continuó con el constante meneo mientras mi zona más íntima se mojaba cada vez más. Mi pobre conchita estaba confundida, ella se abría para recibir toda la longitud del tronco que la acariciaba pero éste nunca entraba.

―En varias de estas fotos parece que te la estuvieran metiendo de verdad ―me dijo Iván.

―Mejor, más material para mostrarle a mis amigas ―bromeé.

En ese momento ocurrió el accidente que yo tanto temía, el pene de Fede avanzó apuntando más arriba de lo normal y pude sentir claramente cómo su glande me penetraba, abrí los ojos por la impresión mientras mi cuevita se abría para permitir que esa cabeza ingresara, no hace falta que aclare que a mi conchita le agradó la sensación pero a mí me puso sumamente nerviosa, justo cuando parecía que esa verga se clavaría hasta el fondo, Fede se apresuró a apartarse quizás sabiendo que había ido demasiado lejos o para demostrar que ésta no era su intención. Todo ocurrió muy rápido. Disimulé, como si no lo hubiese notado, pero me puse roja como un tomate, en un intento por alejarme apoyé la planta de mi pie izquierdo en el colchón, esto provocó que quedara mucho más abierta que antes, con la conchita más expuesta. Iván se tendió boca abajo como un fotógrafo profesional y apuntó con la cámara hacia arriba, tomando primeros planos muy explícitos de mi vagina, para colmo Fede seguía estando demasiado cerca de mí y pude sentir su dura y lubricada verga justo contra el agujerito de mi culo.

―Quedate así Mariana ―dijo Iván―. Parece como si te la estuviera metiendo por atrás.

―¿En serio? –Esto refrescó extrañamente mi interés―. Sacá algunas fotos así se las muestro a mis amigas, ellas no creen que lo hago por atrás.

No me incomodaba decírselo a mis amigos porque ellos ya lo sabían, yo les había contado que mi culo no era virgen, tenía su buena trayectoria. Yo experimentaba regularmente el sexo anal con mis parejas de turno, algún noviecito pasajero o simplemente una cañita al aire. Lo que pocos sabían era que el sexo anal era una de mis debilidades, esto había fascinado a uno de mis ex novios quien siempre tenía la oportunidad de darme por atrás. Pero esta vez era un poco diferente, el pene húmedo que se presionaba contra mi culo era el de Fede, no el de uno de mis noviecitos o algún chico que había conocido en una discoteca. Las fotos siguieron e Iván fue alejándose un poco para tomar la escena completa.

―A ver qué tan buena sos actuando, Marianita. Que parezca que te la están metiendo de verdad.

Me hizo reír por los nervios pero cerré los ojos y abrí la boca como si me estuvieran dando una cogida monumental, al decir verdad la presión que ejercía Fede contra mi culito inspiraba mucho mi actuación. Además él agarró mis tetas con firmeza.

―¿No te molesta? ―me preguntó mientras lo hacía.

―No, eso hace que las fotos se vean un poco más creíbles… además, si no me quejé la primera vez que lo hiciste… pero tampoco te emociones mucho, acordate que si apretás muy fuerte, me duele.

Iván volvió a acercarse, ahora estaba casi metido entre mis piernas tomando fotos de mi culo siendo amenazado por un pene duro y voluminoso. Comencé a mover lentamente mi cadera hacia los lados, el miembro se frotaba en la entrada de mi ano y me producía mucho placer, aunque no lo diría eso a mis amigos. Me abrí la concha con los dedos, me calentaba saber que la foto sería tan sexualmente explícita, sólo actuaba de esta forma bajo dos circunstancias, cuando estaba borracha o cuando estaba muy excitada, en realidad estar borracha me excitaba, así que era más o menos lo mismo. Aproveché que ya tenía mis dedos en esa zona y comencé a acariciar mi clítoris con poco disimulo mientras gozaba de los agarrones en mis tetas y la presión del glande contra mi culito. Supuse que todo esto quedaría dentro de la “actuación” que me pidió Iván por lo que decidí hacerla un tanto más realista. Metí dos dedos dentro de mi agujerito vaginal llenándolos con mis flujos y me pareció que no tendría nada de malo darle una pequeña probadita a la verga de Fede. Presioné hacia atrás con mi cadera y casi de inmediato sentí ese rico ardor que me producía la penetración anal. Mi anillo trasero se dilató permitiendo que el grueso glande entrara muy lentamente. La colita me dolía un poquito pero sabía que pronto se me pasaría. De pronto sentí un rápido desliz hacia adentro y mi culito volviéndose a cerrar luego de que todo el glande hubiera quedado dentro. Aceleré el ritmo de mi masturbación provocando viscosos chasquidos, me estaba esforzando por no gemir.



Iván se puso de pie frente a mí para tomar fotos desde arriba, su verga quedó muy cerca de mi cara y seguramente la cámara la captaría.

―Así parece que la estuvieras chupando ―dijo él mientras nos fotografiaba.

―Mejor, que piensen que estuve con dos a la vez ―le dije riéndome.

Iván se acercó un poco más hacia mí y su miembro me tocó la cara. Juntando mis labios le di un piquito en la punta, dejando mi boca allí el tiempo suficiente como para que él tomara la foto. Tomé el miembro con mi mano y comencé a acariciarlo lentamente, abrí grande la boca como si fuera a comérmelo pero sólo era mímica para la foto. Apoyé levemente mis dientes contra el tronco del pene aparentando estar mordiéndolo y luego le pasé la puntita de la lengua por el glande. En mi cola la situación era totalmente diferente, ya no era pura actuación. Me moví lentamente dejando que la punta del pene saliera por completo y me llené de placer cuando volví a presionar hacia atrás y éste volvió a clavarse en mi ano. La nueva oleada de excitación que esto me produjo nubló un poco más mi juicio, abrí la boca y la acerqué a la verga que tenía en mi mano, la dejé entrar un poco y apreté mis labios sobre la punta. Me quedé así sin moverme hasta que vi el flash de la cámara, luego me la saqué de la boca.

―¿Salió bien? ―le pregunté a Iván con curiosidad.

―No mucho, tu cara tapaba todo.

―La saco yo ―se ofreció Fede; supuse que desde atrás él podría apuntar mejor.

―¿Lo tengo que hacer otra vez? ―Los miré intrigada pero no quería rehusarme―. Bueno está bien.

Repetí la acción colocando la verga en mi boca. Fede se movió un poco haciendo que su glande salga y vuelva a entrar en mi cola una vez más. Esta vez no pude aguantar la tentación. Abrí grande la boca y engullí esa verga dura y venosa hasta la mitad, casi podía sentirla contra mi garganta, luego la saqué lentamente y le di una larga lamida desde la base hasta la punta, todo esto para volver a metérmelo en la boca mientras ellos seguían sacando fotos. En ese momento sentí un dolor agudo por detrás, mis ojos se abrieron como platos y solté un grito ahogado por toda la carne que tenía en la boca. El pene de Fede se me estaba metiendo por el culo, y me di cuenta que podría dolerme, tuve que inclinarme un poco hacia adelante para que entrara limpiamente y no me doliera, pero sólo conseguí que se me clave más adentro. Di un leve grito de dolor y me agarré las nalgas. Tragué otra vez la verga y apreté fuerte mis labios contra ella, intentando reprimir mis gritos mientras la verga en mi culo continuaba penetrándome lentamente. Si bien ya estaba acostumbrada a que me la metieran por detrás, nunca lo habían hecho con una tan grande, no pude aguantar el dolor y saqué el pene que tenía metido hasta la garganta para poder hablar.

―¡Ay Fede!, sacala porque me duele mucho ―le pedí resoplando por el dolor.

―Espera un segundito ―me dijo Fede con tanta normalidad que me resultó extraño―. Aprovechemos a sacar una foto.

―Bueno, pero apurate –apreté con más fuerza mis nalgas como si esto ayudara en algo pero lo único que hacía era abrir más mi culito y permitirle el libre acceso a ese tronco viril que me estaba taladrando.

En cuanto Iván se apartó caí con las manos hacia adelante, quedando en la posición de perrito. La verga se perdía cada vez más en mi interior, no supe quién era el encargado de tomar las fotografías, sólo podía ver la luz generada por el flash. Me di cuenta de que Fede se movía haciendo que su verga entrara y saliera un poco, emití un fuerte quejido de place y allí supe que ya era suficiente de todo este jueguito.

―Bueno basta ―dije con tono autoritario―. Ahora sacala despacito ―él obedeció, pero mi culo aún estaba algo apretado y tuvo que forzar un poco la salida―. ¡Pucha!, eso me dolió ―me quejé sentándome en la cama.

―¿Te enojaste? ―preguntó Fede con cierto temor en los ojos, ahora podía verlo de frente, su gran verga apuntaba hacia mí y yo no podía creer que la había tenido dentro de mi ano.

―No, para nada… pero si me dolió y nadie te dio permiso para que me la metieras ―allí fui consciente de que uno de mis mejores amigos me había metido su miembro, esto me hizo sentir un poco sucia por lo que quise retomar la diversión e ignorar mis sentimientos, le quité la cámara a Iván y miré las últimas fotografías, parecían salidas de una película porno, eran muy explícitas, en ellas se veía mi culito dilatando siendo castigado con un tremendo cilindro de carne―. Qué loco, quedaron muy zarpadas. Ahora ya no puedo decir que ningún amigo mío me la metió… pero bueno, ya tengo algunas fotos más que interesantes para mostrarles a mis amigas.

―Ahora le toca a Iván sacarse una foto "interesante" con vos ―agregó Fede.

―¿A Iván? ¿Una foto cómo?

―Y... con la de él... como en la última foto… en tu cola ―intentó explicarse; pero yo ya había comprendido.

―Pero ya sacamos una foto donde la tenía en la boca ¿les parece poco?

―No es lo mismo… ―continuó Fede, supe que haría todo lo posible para ayudar a su amigo. Estuve a punto de negarme pero la carita de perro mojado de Iván me hizo cambiar de opinión.

―¡Ay, las cosas que me hacen hacer! Bueno, sólo porque no quiero que Iván piense que lo quiero menos. Pero esta vez lo hago yo, despacito.

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Iván, era extraño verlo tan feliz ya que si bien podía ser divertido, casi siempre conservaba su semblante serio. Le pedí que se acueste boca arriba sobre la cama, su verga completamente erecta apuntaba hacia el techo. Me coloqué en cuclillas sobre él, dándole la espalda. Con las rodillas flexionadas y las piernas bien abiertas bajé hasta que su verga quedó entre mis nalgas y fui sentándome sobre él de a poco, mi culo comenzó a abrirse nuevamente pero al parecer la cabeza del pene no quería entrar, por eso tuve que frotarla por mi concha para que se humedeciera y hacer más fuerza hacia abajo, al parecer él entendió que debía ayudar y empujó hacia arriba, lo que provocó que casi toda la longitud de la verga se clavara en mi cola. Solté un fuerte grito de dolor y Federico comenzó a tomar fotos de inmediato. A pesar de las dolorosas y agudas punzadas, yo me sentía de maravilla, para mostrar mi excitación abrí mi concha con los dedos y comencé a subir y bajar sobre la verga que me abría la cola rápidamente. Iván me tomaba firmemente por la cintura y me ayudaba con el movimiento. Cerré los ojos y comencé a gemir suavemente. Sólo lo hice durante unos segundo, luego me hice a un lado y volví a sentarme en la cama con las piernas juntas y flexionadas hacia un lado. Tenía el pulso muy acelerado y la concha empapada en fluidos. Miré los penes de mis amigos y ambos seguían muy duros y suculentos.

Pasé una mano por mi vientre hasta llegar a mi vagina. Comencé a tocarla con suavidad, no quería que pareciera que me estaba masturbando pero luego me di cuenta de que después de todo lo que ocurrió, era absurdo cubrirse, me volteé boca arriba, separé las piernas y les enseñé cómo jugaba con mi rajita. Ellos se acercaron más y más para admirar la acción de cerca y sus tiesas vergas quedaron a pocos centímetros de mi cara, agarré una con cada mano y posé para la foto como si me las estuviera comiendo.

―Con estas fotos te vas a ganar fama de petera ―comentó Iván.

―No… con esto me voy a ganar fama de petera.

Abrí grande la boca y tragué el duro miembro de Fede tanto como pude, podía sentir mis labios estirándose al máximo. El flash se disparó una vez más. Cuando saqué la verga de mi boca vi que había quedado llena de saliva. Repetí la acción con la de Iván, también la engullí todo lo que pude y la dejé unos segundos dentro. No podía meterme ninguna de las dos completa. Volví a la primera verga y la chupé moviendo mi cabeza de atrás para adelante y regresé una vez más a la de iban, me estaba calentando mucho y mis amigos seguían fotografiando la escena. Nunca había chupado dos penes al mismo tiempo. Pasaba de uno a otro y me movía como poseída, ya se las estaba chupando sin ningún tipo de reparo. No sabía con qué cara iba a mirar a mis amigos después de esto pero no podía detenerme. La situación se volvió más candente cuando a uno de ellos se le ocurrió meter un par de deditos en mi concha y el otro comenzó a acariciar mi clítoris, no sabía cuál de los dos hacía qué cosa, yo sólo tenía ojos para esos dos grandes trozos de carne masculina, sabía que el de la derecha era el de Fede y el de la izquierda, el de Iván y me esforzaba por chuparlos a los dos por igual. De verdad no quería dejar de mamarlas pero me obligué a hacerlo, ya había perdido el control durante mucho tiempo y era hora de recobrarlo, debía recordar que esto era un simple juego entre amigos. Pasé el dorso de mi mano derecha por la boca para limpiar la abundante cantidad de saliva y quedé tendida boca arriba, ya estaba transpirando, podía ver pequeñas gotitas de sudor sobre mis tetas y mis pezones estaban muy duros. A Fede se le ocurrió agacharse hasta chupar uno. Sus labios se apretaron contra mi pezón derecho y sentí como succionaba mientras mi otro amigo tomaba una linda foto. Cerré los ojos y cuando me di cuenta ya tenía a los dos chupando mis tetas. Pedí la cámara para fotografiarlos, esto de verdad se lo mostraría a mis amigas, se morirían de la envidia. Iván fue bajando de a poco mientras me acariciaba el estómago y se colocó justo entre mis piernas.

―Ni se te ocurra ―le advertí.

―¿Acaso solamente vos tenés derecho a dar una chupadita? ―no podía argumentar contra eso.

Separó mis piernas y sentí su lengua recorrer mi mojada concha de abajo hacia arriba y rápidamente chupó mi clítoris, solté un gemido de placer y cuando pude le tomé una foto. Lo vi bastante seguro de sí mismo, estaba disfrutando del sabor de mi conchita y de los jugos que brotaban de ella. Dejé la cámara a un lado y comencé a masturbar lentamente el pene de Fede mientras meneaba mi cadera y gozaba con la buena lamida que me estaba dando mi amigo, debía reconocer que la situación me calentaba mucho más de lo que hubiera creído. Justo luego de darle una nueva chupada a la cabeza de la verga de Fede, éste cambió de lugar con Iván. Ahora era él quien se comía mi almejita y yo ya estaba jugando con el pene de Iván, éste vio la cámara sobre la cama y recordó que todo esto lo hacíamos para tomar fotos sexualmente explícitas, me fotografió y supe que intentaba tomarme de cuerpo casi completo, al menos que se viera en las fotos cómo yo chupaba su pene y cómo Fede me llenaba la conchita con su lengua.

―¡Ay, paren! ―Dije jadeando; la lengua de mi amigo se metió en mi agujero, comencé a gemir y cerré mis piernas atrapando su cabeza entre ellas.

―Abrí las piernas así puedo sacar otra foto ―me pidió Iván.

Tuve que hacer un gran esfuerzo para abrirlas, la intensa chupada que me estaban dando me forzaba a cerrarlas. Al separarlas vi como mi vulva se abría cada vez que la lengua se apretaba contra el centro. Instintivamente empecé a frotarme el clítoris con una mano.

―Basta chicos, paren ¿no creen que ya tenemos suficientes fotos? ―Por más que me quejara no hacía nada para evitar que Fede me la siga comiendo―. Creo que ya deberíamos vestirnos e ir a dorm… ―no conseguí completar la frase; en cuanto tuve la boca abierta Iván me metió su verga y se la empecé a chupar relajándome como un bebé con su chupete.

La mamé por inercia y apreté la cabeza de Fede contra mi conchita. Ya estaba llegando a un punto de quiebre donde la excitación no me dejaba pensar con claridad. Estuve saboreando el líquido preseminal que salía de la punta de ese pene durante unos segundos hasta que recobré la cordura. La solté y me alejé un poco de mis amigos, me quedé sentada contra el respaldar de la cama con las piernas flexionadas pero totalmente abiertas, ya no me daba pudor que me vieran desnuda. Fede tomó la cámara y fotografió mi concha, yo la abrí usando las manos, se podía ver fluido emergiendo de mi agujerito.

―Estás muy mojada ―dijo Fede refiriéndose a la mezcla de flujos y saliva que cubrían mi vagina.

Metió su mano entre mis piernas y comenzó a tocarme con la punta de los dedos, lo miré pero no dije nada. Me metió dos dedos y comenzó a moverlos dentro. Mi respiración se aceleró notablemente igual que el movimiento de los dedos. De a poco se fue acercando más y más a mí. Colocó su verga sobre mi conchita abrí más las piernas y llevé la parte inferior de mi cuerpo un poco más hacia adelante, sin dejar de apoyar mi espalda contra la cabecera de la cama. El sentir ese grueso glande frotándose contra mi clítoris volvió a inundarme de placer. Al parecer él se había colocado de esa forma para continuar con las fotografías.

―¿La vas a meter? ―le pregunté impaciente.

―¿Segura? ―me miró intrigado.

―Sí, así sacamos un par de fotitos más picantes –abrí mi concha con los dedos tanto como pude, invitándolo a pasar―. Pero despacito, no te emociones mucho.

Mi vagina estaba tan dilatada y humedecida que el miembro de mi amigo se deslizó hacia adentro con total libertad, él procuró hacerlo lentamente pero no tuvo que detenerse ni una sola vez, el placer me iba atrapando a medida que entraba más y más, pero yo no quería mostrarles mi excitación aunque si separé un poco más las piernas, él se movía con cautela, parecía más preocupado en tomar la foto que en penetrarme. Había entrado casi hasta la mitad, yo deseaba que la clavara completa de una sola vez pero temí decir algo indebido, por lo que mordí mi labio inferior, esto también me ayudaba a reprimir mis ganas de gemir. De pronto me sorprendió dando un empujoncito hacia adentro y ocurrió eso que yo tanto quería, su verga entró completamente en mi sexo. El sentir su fibroso cuerpo tan cerca del mío me calentaba aún más, podía sentir su respiración acompañando a la mía y me vi obligada a apretar las sábanas para reprimir mi gemido. Fede se quedó quieto y continuó tomando fotos como si nada más le importara.

―Esta es una verga que nunca pensé que tendría adentro -dije riéndome en un intento por aliviar la tensión del momento.

―Y yo no imaginaba que la tenías tan abierta amiga.

―¡Hey! Tampoco está tan abierta ―me quejé.

―Si lo está, mirá ―al decir esto movió su cadera de un lado a otro haciendo que su miembro se moviera en mi interior.

―¡Ay Fede, quedate quieto! ―le dije pero él me ignoró; retiró un poco la verga y la introdujo nuevamente.

―Entra y sale sin problemas.

Recargó un poco de su peso sobre mí permitiendo que su pene entrara hasta el fondo. En eso tenía razón, a pesar de que su miembro tenía buen tamaño, entraba y salía con toda facilidad.

―Ahora me toca a mí ―dijo Iván, aferrando su virilidad con una mano.

Estaba totalmente decidido a seguir adelante por lo que intentar disuadirlo hubiera sido en vano.

Fede se hizo a un lado sacándomela muy despacito, como si disfrutara al hacerlo. De mi cuevita manaba fluido sin cesar. Sabía que tenía que permitirle Iván metérmela, porque no quería hacer diferencias con mis amigos. Le pedí se acostara boca arriba en la cama, su verga quedó apuntando al techo y yo me coloqué en cuclillas sobre él como lo había hecho antes, mantuve las rodillas flexionadas y las piernas bien separadas, coloqué su pene justo debajo de mi agujerito y fui bajando lentamente hasta que tuve todo su miembro adentro. Fede nos tomó algunas fotos. Yo misma di unos pequeños saltos haciendo que la verga entre y salga varias veces. A pesar de que me daba mucho placer y quería continuar, me aparté luego de pocos segundos.

―¿Puedo ver las fotos? ―le pregunté a Fede pidiéndole la cámara.

Cuando me la alcanzó comencé a mirar las fotografías desde el principio, eran muchísimas, muchas seguían una secuencia de imágenes tan similares que parecían ser cuadros de una cinta de video. Me puse de rodillas en la cama quedando en cuatro con la cámara en las manos y los codos hincados en el colchón.

―Yo que quería fotos falsas, pero muchas quedaron bastante reales ―mientras yo hablaba Fede se me acercó por detrás y, sin pedirme permiso, me la metió.

Me agarró por la cintura y comenzó a darme despacito, me estaba calentando más aún, pero no lo demostraba.

Continué mirando las fotos, esas en las que me la metían por el culo eran muy estimulantes. Luego de unos segundos él se hizo a un lado e Iván ocupó su lugar, me clavó enseguida y comenzó a darme con movimientos constantes.

―Voy a tener que seleccionar que fotos mostrarle a mis amigas, porque son demasiadas ―mi voz sonaba entrecortada por mis jadeos, el movimiento tampoco me facilitaba las cosas.

La verga de mi amigo me taladraba la concha haciendo que se me llene de fluidos, para mi sorpresa, se detuvo justo cuando yo sentía más placer pero casi al instante Fede volvió a clavarme y comenzó a darme duras embestidas haciendo que su cuerpo chocara contra mis nalgas, produciendo un chasquido. Permanecí casi inalterable en mi papel de analista fotográfica, miré una a una las imágenes haciendo un gran esfuerzo por ignorarlos, pero cuando cambiaron nuevamente de lugar les dije:

―¡Hey, ustedes se están aprovechando de mí! ―pero no me moví del lugar, dejé que Iván me coja tranquilamente.

Sí, ya podía decirlo de esa manera, me estaban cogiendo. Cada vez me costaba más ver esto como un simple jueguito sexual entre amigos ya que mi excitación era tan grande que sólo podía pensar en que dos tipos con grandes y rígidas vergas me estaban dando por la vagina. Una vez más intercambiaron posiciones, pero Fede no buscó penetrarme por la conchita, en lugar de eso apuntó directamente a mi culo y me la clavó lentamente, no le dije nada. Apreté las muelas y seguí mirando las fotos en la cámara aunque me esforzaba por ahogar mis gemidos y no paraba de resoplar como un caballo.

―Nunca me imaginé vérmela desde este ángulo ―dije refiriéndome a varios primeros planos de mi sexo.

Fede me agarraba por la cintura y seguía metiendo y sacando su verga de mi culo cada vez más rápido, yo la sentía muy dentro de mí y placer que me daba era indescriptible. Puse la cámara de fotos entre mis piernas y disparé, al ver la foto vi mi vagina muy mojada y abierta, en primer plano y una gruesa verga bien clavada en mi culito.

―Qué buen culo que tenés, amiga ―me halagó Iván mirando la foto que había tomado.

―Gracias, pero no es para que ustedes se pongan a jugar con él.

―Eso es inevitable ―aseguró Fede―. Lo que pasa es que ya está tan abierto que dan ganas de “jugar”.

En cuanto vi que pretendían cambiar de lugar una vez más, abrí mis nalgas con las manos para permitirle a Iván penetrarme profundamente, cuando lo hizo solté un fuerte gemido.

―Ustedes no se dan una idea de lo lindo que se siente eso ―aseguré.

―¿Entonces sigo? ―me preguntó Iván moviéndose de atrás para adelante lentamente.

―Seguí… ―para ese entonces ya estaba jadeando mucho―, dame más fuerte.

Él obedeció, comenzó a hacerlo con más fuerza, esta vez el chasquido de un cuerpo masculino chocando contra mis nalgas ya ponía en total evidencia que me estaban cogiendo, si es que alguien pudiera estar escuchando desde afuera lo que ocurría dentro de este cuarto de hotel. Me la metió toda adentro y se deslizó con mucha suavidad. Comencé a gemir con ganas. Fede se me acercó por la izquierda y cuando tuve su verga delante de mi cara me apresuré a chupársela. Ésta se estaba transformando en la mejor experiencia sexual de mi vida. Ya no me importaban los “códigos de amistad” yo quería que me cogieran y ellos querían cogerme. Eso era lo importante. Nunca hubiera imaginado que mis amigos pudieran darme tanto placer, de haberlo sabido me les hubiera entregado mucho antes. El tener una verga en mi boca y otra por detrás al mismo tiempo le daba a la situación un condimento inmejorable, esta era una experiencia que nunca había vivido antes. Ya estaba todo dicho, no había más que hablar, sólo quedaba dejarse llevar por el placer, ya no había razón por la cual no permitiera que mis mejores amigos me dieran la cogida de mi vida.

Fede presionaba con tanta fuerza mi cabeza que me provocaba arcadas, al parecer quería que me tragara su verga completa pero esto me parecía una tarea imposible. Me esmeré y abrí la boca tanto como pude y fui tragando mientras agarraba sus pesados testículos con una mano. Tuve que sacarla de mi boca luego de pocos segundos para poder respirar y dedicarle algunos gemidos a la culeada que me estaba dando mi otro amigo, lamí lo huevos de Fede y el entusiasmo me llevó a pedir algo que creí imposible, tratándose de estos dos muchachitos en particular.

―Vení Iván que te chupo la verga a vos también. Quiero comerme las dos ―esa noche quería probar todo lo que se puede hacer con dos vergas.

Cuando tuve las dos frente a mi boca fui mamándolas con ímpetu, un rato cada una. Me encantaba esa sensación de “no dar abasto”. Sólo tenía una boca y no quería dejar de chupar ninguna, así que me las metía hasta el fondo, las succionaba con fuerzas, movía un poco mi cabeza y ya pasaba a hacer lo mismo en la otra. También las recorría de arriba hacia abajo con la lengua una y otra vez, me di cuenta de que ellos también estaban respirando agitadamente.

―Si alguna vez soñaron con llenarme de leche, éste es el momento ―dije sin dar crédito a mis propias palabras.

Retomé mi tarea y continué chupándolas hasta que pocos segundos después la verga de Fede estalló en mi cara bañándome con rica y espesa leche, no pasó mucho tiempo hasta que Iván hizo lo mismo, en ningún momento dejé de darle fuertes chupones a cada una de esas vergas, a veces recibía un chorro de semen dentro de mi boca, lo tragaba y continuaba lamiendo. Podía sentir mi cara empapada de ese líquido tibio. No tragué toda ya que quería sentirla caer sobre mi cuerpo, luego ellos tomaron algunas fotografías de mi cara toda salpicada de semen, habré parecido la más putas de las putas pero me sentía tremendamente bien y aún tenía ganas de más. Mientras ellos me fotografiaban yo recolectaba la lechita con mis dedos y la iba tragando de a poco. Ocasionalmente volvía a meterme una de esas vergas en la boca, me di cuenta de que casi no se achicaron, al contrario, parecían estar recobrando fuerzas rápidamente. Esparcí los restos de semen por mis grandes tetas y mi carita usando las palmas de mi mano, me encantaba hacer eso y nunca había tenido tanta lechita para disfrutarlo.

Prácticamente le ordené a Fede que se acostara boca arriba en la cama y me puse sobre él, su pene se clavó rápidamente en mí y mientras yo daba saltos como loca y gemía Iván hizo lo que yo tanto deseaba. Se acomodó atrás y apuntó hacia mi retaguardia. Al principio costó un poco encontrar la posición correcta pero el que mi culito estuviera ya dilatado facilitaba mucho las cosas. Me quedé quieta durante unos segundo hasta que pude disfrutar de una de las sensaciones más placenteras de mi vida, dos vergas clavadas en mí en esos dos agujeritos tan especiales. Se sentía de maravilla, mis agujeritos se dilataban y se lubricaban de puro placer. Comencé a apretarme las tetas cerrando los ojos y dejándome llevar.

Me moví frenéticamente y ellos acompañaron mis sacudidas. No podía creer el placer que me provocaba tenerlas entrando y saliendo a distinto tiempo y velocidad, de forma imperfecta, nunca podía adivinar cuando entraría una y saldría la otra, simplemente se metían en mí sin pedir permiso y salían de la misma forma. No aguanté más, sé que tuve varios orgasmos consecutivos y me encargué de que mis gritos, jadeos y gemidos los expresaran de forma apropiada. Mi conchita y mi culito me daban espasmos de placer. Tuvieron que cubrirme la boca para que no despertara medio hotel.

Por más placentero que haya resultado ese momento, no terminó allí. Ellos intercambiaron posiciones y continuaron enfiestándome. Aún tenía ganas de que me taladraran los dos agujeritos y de sentir la fuerza y rudeza de sus cuerpos pegados al mío, a veces sentía que mis pechos explotarían al estar tan apretada entre dos hombres que me clavaban al unísono pero en ningún momento me quejé por el dolor. Estuvimos cogiendo toda la noche, me dieron, más que nada, por la cola, porque así se los pedí. Ya casi no tomábamos fotos, estábamos ocupados en asuntos más importantes. Ninguno hablaba del tema, es más, casi nunca hablábamos, excepto que sea para pedir que alguno hiciera algo en específico, creo que eso mejoró las cosas ya que nos concentramos plenamente en gozar. La mayor parte del tiempo me quedé en cuatro sobre la cama y ellos se turnaban para penetrarme, a veces iban al baño a refrescarse un poco pero luego volvían para seguir divirtiéndose con su insaciable amiguita.

Fin 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buena historia tus relatos ayudan a volar la imaginación. Espero pronto leer el segundo capítulo. Como también el capítulo 10 de strip póker. Saludos
Henry O. ha dicho que…
Buen relato, espero con ansias la 2da parte :D
Anónimo ha dicho que…
Excelente,me encantan demasiado tus relatos, tienes algo que le pones a esos relatos que hace que quiera estar en esas condiciones con los protagonistas, me encantan y será que podrías poner algo muy personal en uno de esos relatos, algo de Nokomi, dónde tú hayas sido la protagonista ��������
Anónimo ha dicho que…
Wow!!! Me encanta esta historia. La he leído como tres veces y todas me calientan igual que los protagonistas.
Yo si creo que Nokomi ha puesto algo de sí misma en cada historia, tal vez alguna preferencia personal o una situación que particularmente la excita... me equivoco Nokomi?
Nunca dejes de escribir... eres admirable por eso
The Sound Of The Embryo ha dicho que…
Muy buena. Me encanta como escribes y nos haces sentirnos como si fueramos ellos
Anónimo ha dicho que…
Srta Nokomi por favor continúe con esta historia, es de mis favoritas!!!

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