Venus a la Deriva [Lucrecia] 27 - Sex Shop.

Capítulo 27.

Sex Shop.


Miércoles, 26 de Junio, de 2014.

―1―


Los días transcurrieron de forma rutinaria y tranquila. Mi madre me ignoró tanto como le fue posible. Pero como la conozco tan bien, no me relajé demasiado. Ella es rencorosa por naturaleza, no me va a perdonar tan fácil lo que le dije a sus amigas.

Una tarde de aburrimiento decidí visitar a alguien que podría convertirse en mi nueva amiga: Selene.

Cuando me vio entrar en la tienda de ropa, me sonrió como si no me hubiera visto en un años.

―¡Hola, Lucrecia! ¿Cómo andás? ―Me saludó―. Esperá un momentito y ya estoy con vos, termino de cobrarle a ella…

Había otra chica, como de mi edad, que ni siquiera me miró. Cuando le dieron la bolsa con su compra, se marchó sin saludar a nadie.

―Simpática la pendeja ―dije, con sarcasmo.

―Se quedó un poco enojada, por los precios. Yo no tengo la culpa de que en este país todo aumente. ¿Y qué andás buscando?

―Nada en particular. Solamente pasé a saludarte.

―¿Qué? ¿De verdad?

Cuando estaba confundida, la rubia era incluso más hermosa. Eso le daba un aspecto de inocencia que la favorecía mucho. Sus grandes ojos azules me tenían tan hipnotizada como sus grandes tetas. Hoy las lucía con un hermoso escote, de su camiseta blanca sin mangas. Daban ganas de sumergir toda la cara entre esos pálidos y turgentes melones.

―Sí, de verdad. Estaba aburrida y me acordé de vos ―y de sus tetas; pero obviamente no le dije eso―. Me imaginé que te vendría bien charlar con alguien, así las horas de trabajo no se te hacen tan largas. Pero no quiero molestarte…

―¡Ay, no molestás, para nada! Me encanta que hayas venido ―me mostró una radiante sonrisa―. Me aburro mucho encerrada acá todo el día. A veces no sé qué hacer para que pasen las horas. Para colmo es miércoles, el día de la semana en el que viene menos gente. Bueno, de por sí últimamente tenemos pocos clientes.

―¿Y eso por qué?

―Vení, pasá de este lado del mostrador. Sentate y tomamos algo. ¿Qué querés?

―Tenés mates.

―Sí, acá me paso el día tomando mates. Por suerte tengo una pava eléctrica, ya caliento el agua. ―Mientras preparaba todo, yo me senté y ella siguió hablando―. Creo que viene menos gente porque la dueña ya no trae tanta variedad de ropa como antes.

―Una de las cosas que más me gusta de este lugar, es que siempre encuentro la ropa que estoy buscando.

―Sí; pero las últimas veces tuve que mover cielo y tierra para poder conseguirte la ropa que encargaste.

―¿De verdad? No sabía que te había costado tanto.

―Sí, costó mucho, porque ese tipo de ropa es la que menos traemos últimamente. La dueña piensa que a las mujeres no nos gustan las remeras de bandas de rock. Entonces no se molesta mucho en reponer el stock.

―Decile que se equivoca, a mí me encantan esas remeras. Y conozco muchas otras mujeres a las que les gustan.

―Sí, lo sé. Pero es difícil hacerle entender. Cuando a esa mujer se le mete algo en la cabeza, no lo cambia nadie.

―Tu jefa me parece una boluda ―aseguré.

Selene cebó el primer mate y empezó a tomar.

―No es tan mala, hubo una época en la que me llevaba muy bien con ella. Pero se volvió una amargada, y no le importa nada de la vida. Le da un poco igual que este negocio se vaya a la quiebra. De todas maneras, ella gana plata por el alquiler de otros locales. Éste es sólo un ingreso más para ella.

―Pero para vos no.

―No, yo vivo de esto. No tengo otra cosa. ―Me pasó un mate. Estaba muy bueno; pero mis favoritos seguían siendo los que cebaba la monja―. Hago todo lo que puedo para que los clientes sigan viniendo. Pero te juro que ya no sé qué hacer. Me da mucho miedo quedarme sin trabajo.

―A ver… yo no puedo decirte qué hacer con tu vida, apenas nos conocemos; pero yo te sugiero que vayas buscando algún otro pequeño emprendimiento. Algo que te permita tener unos pesos, en caso de que cierren este local.

―Em… sí, en eso ya había pensado.

En ese momento entró una señora al local, venía acompañada de su hija. Selene tuvo que dejar de hablarme para poder atenderla. Yo seguí cebando mates mientras ella le mostraba ropa a las clientes. Demoraron un buen rato, tanto que nos cansamos de tomar mates. Yo me aburrí un poco y me puse a boludear con el celular. Le mandé mensajes a mi novia, sólo para ver cómo estaba. Le aseguré que nos veríamos pronto.

Por suerte, para Selene, la mujer compró varias cosas y no se quejó de los precios. Pagó con tarjeta de crédito y se marchó.

―Al menos tuve una buena venta ―dijo al rubia―. Me traés buena suerte.

―¿Vos ganás algún tipo de comisión por las ventas?

―No, para nada. A mí me pagan un sueldo fijo… y no es muy bueno. Pero no tengo otra cosa. Además, a veces me pagan algún monto extra. Como incentivo.

―Antes de que llegue la señora me dijiste que ya habías pensado en un nuevo emprendimiento.

―Ah sí… es un pequeño negocio que tengo por mi cuenta.

―¿Lo hacés cuando no estás acá?

―Em… ―Selene miró para todos lados, como si estuviéramos siendo vigiladas―. ¿Puedo confiar en vos? De esto no se puede enterar mi jefa.

―Tu jefa me cae mal. Lo que menos haría sería contarle algo.

―¡Perfecto! ―Sonrió con alivio y alegría―. Antes de poder mostrarte algo, vas a tener que esperar a que cierre el local. Para eso falta un poco más de una hora. ¿Podés esperar tanto?

―Sí, hoy no tengo nada que hacer, y la estoy pasando bien con vos.

―¡Gracias! Muchas veces quise invitarte a tomar unos mates, acá en el negocio; pero me imaginé que dirías que no…

―¿Por qué pensaste eso?

―Emm… no sé, por la forma de ser que tenés. Sos un poquito alocada… y me dio la impresión de que vivís mucho en tu propio mundo. Pensé que eras poco sociable.

―En parte tenés razón, soy de meterme mucho en mi propio mundo; pero últimamente estoy con más ganas de salir de ahí, y de relacionarme más con la gente. En estos últimos meses mejoré mucho mi relación con varias de mis amigas. Bueno, también me metí en quilombos; pero eso…

―Eso es el precio a pagar por tener una vida social. La gente suele traer problemas; pero algunos también traen buenos momentos.

Me guiñó un ojo y me dejó descolocada. No supe cómo interpretar ese gesto. ¿Intentaba decirme algo en particular, o solamente estaba siendo simpática conmigo? ¿Por qué las mujeres tenemos que ser tan complicadas?

Estuvimos charlando durante una hora más. En ese transcurso de tiempo entraron dos clientes: una chica que solamente entró a mirar, y se fue sin comprar nada, y una mujer que parecía tener mucho apuro por comprar ropa interior sensual. Con Selene sospechamos que tal vez, de imprevisto, le surgió la posibilidad de ir a un hotel con alguien, y había salido de su casa con la típica ropa interior de abuelita.

Llegó la hora del cierre y Selene se apresuró a trabar la puerta y a bajar la reja. También apagó la luz del frente del local. Dando una clara señal de que ya no quedaba nadie dentro. Casi a oscuras nos dirigimos hacia el depósito. Por suerte allí sí se podía prender la luz, sin que nos vieran de la calle. El sitio era bastante amplio y estaba muy bien organizado. Había cajas en muchas estanterías y cada una estaba etiquetada. Selene bajó una que decía: medias. La dejó en el piso y por el hueco que quedó en la estantería, pude ver una segunda caja. Ésta no tenía etiqueta.

―Me imagino que tu jefa no sabe nada de las cajas que están atrás ―le dije, mientras miraba intrigada.

―No, ella piensa que son excedentes de mercadería. O bien ropa que está fuera de temporada. Como te dije, ella no suele meterse mucho en la organización del local. Yo hago todo el trabajo, y ella se lleva las ganancias.

―¡Qué injusta! La puta madre, me dan ganas de meterle una denuncia.

―No hagas eso, por favor. Sino me voy a quedar sin trabajo… por más que no sea el mejor del mundo, al menos me da para vivir.

―Está bien, no te preocupes. No la voy a denunciar. Pero prometeme que al menos vas a intentar hablar con ella, para que mejore un poco tu situación.

―Voy a intentarlo. Pero bueno, este… negocio de trastienda, me está resultando bastante bien. Hay veces que me da más ingresos que mi propio salario.

―Interesante… ¿y qué es exactamente lo que hay dentro de esas cajas?

―Juguetes ―otra vez me guiñó el ojo.

―A veces puedo ser muy boluda e ingenua… esta vez entendí. Ya me imagino a qué tipo de juguetes te referís.

―¿Y te interesa ver alguno? Los precios son muy buenos, y las ventajas son aún mejores… Si tenés pensado pasar algún lindo momento con tu novia, estos juguetes podrían ser justo lo que buscaban.

―Me interesa… pero no sé mucho de esas cosas. No sabría qué llevar.

―No te preocupes, yo te explico para qué sirve cada uno.

Bajó la segunda caja y una vez que estuvo en el suelo, la abrió. Pude ver diversos objetos envueltos y otras cajas más pequeñas. Ella agarró una y la abrió. Contenía un pequeño objeto ovoide, con un cable conectado a lo que parecía ser un interruptor.

―Este es uno de los más sencillos ―dijo―. El mejor amigo de una mujer: un vibrador.

―¿Eso es un vibrador? Siempre pensé que eran como consoladores… pero que vibraban.

―Esto también. Pero la particularidad de éste es que es chiquito. Es más fácil de llevar… y de esconder. Hace poco le vendí uno a una chica de unos dieciocho años. Quería algo que pudiera esconder con facilidad, para que su madre no lo encontrara. Esto es tan chiquito que se puede guardar dentro de una media, o de una cajita cualquiera.

―Bueno, hace rato que ya no tengo el problema de que mi madre me revise el cuarto. Ahora lo cierro con llave cada vez que salgo de mi casa.

―Perfecto…

―Hey, pero no lo guardes… ese aparatito todavía me tiene intrigada. ¿Cómo funciona?

―Es muy sencillo. Tiene varias velocidades. La primera es la más suave ―presionó el interruptor y pude oír un leve zumbido, proveniente del aparatito―. Pero creeme, esto ya se siente muy bien.

―Y… ¿cómo se usa? O sea… no es que no tenga idea, no soy tan tonta. Pero… es chiquito. ¿Qué tan bien se puede sentir… em… adentro? ―Me estaba poniendo nerviosa al hablar de temas sexuales con Selene. En otro contexto hubiera estado mucho más desinhibida, o si tal vez ella fuera menos experimentada que yo… pero no la conocía tanto. No sabía qué tanta experiencia podía tener en sexo.

―Em… a ver ―ella me miró con esa sonrisa que era capaz de erizar todos los vellos de mi cuerpo―. No es necesario meterlo, aunque sí se sentiría bien. Especialmente si vibra fuerte. Creeme, este aparato es muy potente ―aumentó la velocidad y el zumbido se incrementó. Luego lo acercó hasta mí y lo posó cerca de mi clavícula―. ¿Ves? Vibra un montón ―asentí con la cabeza. Era muy cierto, ese pequeño objeto tenía mucha potencia. Hasta empecé a imaginarme lo bien que podría sentirse tenerlo metido dentro de la vagina―. Pero lo mejor de todo es usarlo por fuera… apoyado en el clítoris ―me pareció notar cierto brillo en sus ojos al decir eso―. Ahí es donde te vas a maravillar… yo pasé noches de lo más interesante gracias a este juguete ―me guiñó un ojo―. Estoy segura de que vos también lo vas a disfrutar.

―¿Tengo mucha cara de pajera? ―Pregunte, perdiendo un poco la inhibición. Ella empezó a reírse―. Porque si decís que sí, no me ofendo. Estoy segura de que lo pajera se me re nota en la cara. Ya lo tengo asumido.

―Bueno, puede ser… cuando te conocí tal vez haya pensado: “Esta piba debe estar toqueteándose todo el día”. Pero no lo tomes como algo malo, yo considero que es muy saludable hacerse la paja.

Esta vez la que se rió fui yo. El vibrador bajó un poco, hasta quedar posado sobre el inicio de la loma de mis pechos.

―Aunque no lo creas, cuando me conociste no era tan pajera… bueno, estaba comenzando. Le estaba perdiendo el miedo… un poco después de eso empecé a soltarme más. El problema es que vengo de una familia muy religiosa, y mi mamá se encargó de meterme mucha basura en la cabeza. Es decir, soy creyente… pero ella me contaba cosas que hoy, para mí, no tienen ningún sentido. Como por ejemplo, que masturbarse es algo malo.

―Discrepo totalmente con tu mamá. Además, una vez que empieces a probar estos juguetitos, no los vas a querer dejar nunca―. Selena bajó un poco más el vibrador, junto con mi blusa y mi corpiño. Esta vez lo sentí directamente contra el pezón―. ¿Qué te parece? ―Me preguntó, con cierta picardía. Podría haberle pedido que se apartara, pero me tomó por sorpresa la intensa vibración contra una zona tan sensible de mi cuerpo. Si se sentía así de bien en un pezón, no podía ni imaginar cómo se sentiría en….

―Me gusta… lo llevo. Sin dudas… ―ya me estaba ganando la ansiedad. Quería tener ese aparatito e irme a mi casa, para poder probarlo durante todo el resto de la tarde.

―¿Te interesa ver alguna otra cosa?

―¿Qué más hay? ―Pregunté, con genuino interés.

―Uf… de todo, apenas estamos empezando.

―Interesante… ―Había quedado con una teta al descubierto, pero no me molestaba que Selene la viera, por lo que la dejé así.

―Creo que en esta caja tengo algo que te podría interesar ―cuando la rubia se agachó, sus grandes tetas quedaron balanceándose, producto de la gravedad. Su escote era inmenso, y cubría tan poco que podía ver el comienzo de las sonrosadas areolas de sus pezones―. Es algo sencillo, pero sumamente efecto… el viejo y conocido “consolador”. ―En su mano sostenía un pene de plástico muy realista. Hasta tenía marcadas las venas y las variaciones en el tono de piel de un pene real. No es que yo fuera una experta en penes, pero no se podía negar el nivel de realismo de éste.

―Wow, da un poco de impresión…

―Se siente casi idéntico a uno real ―dijo, sacudiéndolo de un lado a otro. Yo miré, como hipnotizada, el vaivén de ese pene plástico―. Te lo digo por experiencia…

De pronto llegó a mi mente la imagen de esa hermosa rubia metiéndose ese consolador en la vagina.

―Ese también lo llevo.

―Bueno, creo que con este no tengo que explicarte cómo funciona ―dijo, levantando una ceja. Sus grandes ojos celestes me tenían idiotizada… más de lo normal.

―Em, no… no es necesario. Además… ya tengo un poco de experiencia con juguetes similares a éste.

―Interesante… no te imaginaba probando estas cosas.

―Yo tampoco, pero ―dudé un instante, podía esquivar el tema, sin entrar mucho en detalles; pero había una extraña fuerza en mi interior que me impulsaba a seguir adelante―. Pero… una noche estaba en un telo, con una amiga, y había uno de estos juguetes.

―Uf, qué fuerte…

―Perdón si me pasé…

―Espero que la hayan pasado re lindo. Yo la paso genial estando sola con esta poronga ―volvió a sacudirla―, debe ser genial tener con quién compartirlo.

―Sí, lo es…

―¿Esta amiga era tu novia?

―Em… no, era otra amiga. Me gustaría probar esto con mi novia.

―Ah mirala vos a Lucrecia… y yo que te tenía como una monja. Bueno, desde la última vez que viniste, a comprar ropa interior, me quedé pensando en que tal vez te juzgué mal.

―No soy ninguna monja, te lo aseguro… y también te sorprenderías de cómo puede ser una monja real.

―¿Eso qué significa?

―No importa. No lo vas a entender. Ese lo llevo. ¿Tenés alguna otra cosa para mostrarme? ―Pregunté, mirando su escote con poco disimulo.

―Sí, claro.

Volvió a agacharse, cosa que mi lado más lésbico agradeció. Sus grandes tetas saltaron con el movimiento, y esta vez pude ver uno de los pezones asomándose. Ella no mostró señales de notar esto, se puso de pie con naturalidad y yo pude ver su hermoso pezón rosado desde más cerca. En su mano había una especie de consolador extraño, de un plástico rosa transparente. Nunca había visto algo así.

―¿Qué es eso?

―Esto viene a ser la combinación perfecta entre los otros dos juguetes que te mostré. Tenés la parte de consolador ―acarició todo el largo del objeto, como si se tratase de un pene―. Y además tenés este vibrador… ―agarró un pequeño apéndice que sobresalía cerca de la base del consolador.

―Pero… está muy abajo.

―Esa es la idea, Lucre ―Lo encendió y el apéndice empezó a emitir un zumbido―. Vos te metés todo esto en la concha ―La forma tan directa en que lo dijo me electrizó el cuerpo―. Y después apoyás el aparatito este contra el clítoris.

Sin pedir permiso acercó el juguete a mi entrepierna, la parte del consolador no apuntaba directo a mi vagina, sino que quedaba por encima, lo que sí hizo contacto directo con mi zona íntima fue el vibrador. Me puse rígida al instante, pude sentir toda esa potente descarga de movimiento contra el clítoris, a una intensidad que me dejó abrumada. Me imaginé que sin el pantalón y sin mi ropa interior molestando, se sentiría incluso mejor. Selene me miró directamente a los ojos, con una sonrisa pícara en sus labios. Yo no podía moverme. Me daba un poco de vergüenza estar excitándome delante de ella, pero al mismo tiempo me producía mucho morbo.

―¿Te gusta? ―Preguntó.

―Sí… es buenísimo… me lo llevo, sin dudas.

Ella apartó el juguete de mi entrepierna, dejándome una humedad considerable en toda esa zona.

―Perfecto… ¿y todavía vas a querer los otros dos, o te conformás con este?

―También quiero los otros dos. Tengo el presentimiento de que podrían ser útiles para situaciones diferentes.

―Así es ―me guiñó un ojo―. ¿Te interesa ver alguna otra cosita?

Realmente tenía mucha curiosidad por lo que pudieran esconder esas cajas, mi imaginación trabajaba a toda máquina, dibujando los más extraños juguetes sexuales. Sin embargo no quería quedar como una degenerada… ya había sido suficiente con confesarle mi afición por la paja.

―Creo que con esto voy a estar bien… por ahora.

―¿Estás segura? Que no te dé vergüenza preguntar… si realmente te interesa algo más, decilo.

Tal vez una cosita más no dañaría mucho mi reputación…

―Em… ¿tenés algo para la cola?

Lo dije tan rápido que ni siquiera tuve tiempo para evaluar las consecuencias. Por la forma en que se abrieron los ojos y la boca de Selene, ya me estaba arrepintiendo de tener la lengua más rápida que el cerebro.

―Apa… no te imaginaba con esas… ―me miró con una sonrisa cómplice.

―Es que… ―las mejillas me ardían, seguramente me había puesto roja como un tomate.

―No hace falta que te justifiques conmigo, soy de mente abierta ―dijo, guiñando un ojo―. Sí tengo algunas cosas para la cola. ¿Preferís algo para ir empezando, o buscás algo más… avanzado?

―Em… para ir empezando.

De pronto sentí ganas de irme de ese lugar, Selene me caía muy bien, y yo no había tenido demasiados problemas para soltarme frente a otras mujeres, pero esta rubia aún era una incógnita para mí, no sabía cómo reaccionar a sus miradas. Tampoco podía dejar de recorrer todo su cuerpo con los ojos, y temía que ella se ofendiera. No quería que ella me viera como la lesbiana que quiere saltar encima de cualquier mujer hermosa que se cruzara por su camino. Aunque debía reconocer que Selene tenía un inmenso atractivo, y con todo este asunto de los juguetes sexuales había ganado muchos puntos en mi escala de morbo.

Ella sacó un pequeño objeto de una de las cajas y me lo dio. No entendí qué era. De un lado tenía un adorno circular, como si fuera una gran joya. Eso servía como base para el resto, que era una especie de rombo metálico, con los ángulos redondeados.

―Esto es un plug ―dijo Selene―. Es ideal para ir empezando. Me imagino que no tengo que explicarte cómo funciona… pero si querés, lo hago ―soltó una risita. Yo respondí con una sonrisa incómoda. ¿Lo había dicho en serio? No, lo más probable es que solamente estuviera bromeando―. Si te acostumbrás a esto y empieza a parecerte poca cosa, no dudes en pedirme más.

―Estoy sorprendida, hay un juguete para cada cosa…

―Sí, sí que lo hay… y la variedad es inmensa.

Me moría de ganas por preguntarle si ella había probado todos esos juguetes… o algunos. Pero me inhibí, haciendo un gran esfuerzo. Tal vez se lo podría preguntar en otro momento.

―Creo que con esto ya tengo suficiente ―aseguré.

―Sí, creo que sí… al menos ya tenés un buen “kit”, como para empezar. ―Buscó algo en otra de las cajas y me lo dio, era un envase de plástico―. Esto es gel lubricante. Te lo regalo, cortesía de la casa. Te recomiendo que uses bastante… especialmente si vas a usar el de la cola.

―Muchas gracias ―dije, aún más avergonzada que antes.

¿La rubia me estaría imaginando usando esos juguetes? Porque yo sí que me la estaba imaginando a ella. La conocía poco pero ya la veía como una mujer sumamente fascinante… y hermosa. Aunque su hermosura era algo que destacaba a simple vista.

―Espero que la pases muy bien con tu chica, y no dudes en volver, si te interesa probar algo nuevo.

―Te prometo que voy a volver.

Selene guardó todos los artículos dentro de una caja de cartón genérica. Eso me tranquilizó mucho, no quería entrar a mi casa con un paquete que dijera por todos lados: “Juguetes Sexuales para Pajeras Principiantes”.

Pagué en efectivo, para que no quedara el registro de la compra en la tarjeta de crédito. Pero de todas formas el dinero lo extraje de la cuenta de mis padres, a la cual mi hermana y yo teníamos acceso.

Me acomodé la ropa, ya que no sería prudente salir a la calle con una teta asomando. Selene ni siquiera se inmutó. Tal vez ella estaba más acostumbrada que yo a ver mujeres desnudas, o no le generaba absolutamente nada que alguien de su mismo sexo estuviera con poca ropa. Sin embargo yo no podía disimular más, mis ojos caían en su gran escote cada vez que me fijaba en ella.

Me despedí dándole un beso en la mejilla, como si ya fuéramos buenas amigas… y yo realmente quería ser su amiga. Le prometí una vez más que regresaría, pero intenté no sonar demasiado efusiva. No quería que ella pensara lo que yo realmente estaba pensando.

―2―



Regresé en el auto hasta mi casa con una sonrisa de oreja a oreja, había pasado una excelente tarde y sentía que había dado un importante paso en mi vida sexual. Nunca me imaginé que yo pudiera comprar mis propios juguetes sexuales, pero ahí estaban, aguardando impacientes por mí. Manejé un poquito más rápido de la cuenta porque estaba ansiosa por probarlos.

Al llegar bajé cargando la caja llena felicidad sexual. Estaba ensimismada en mis propios pensamientos y me sobresalté al encontrarme con mi madre apenas salí del garaje. Por suerte la caja era discreta y ella no podría adivinar su contenido. De todas maneras me sorprendió con la guardia baja y empecé a tartamudear como una niña a la que la sorprenden haciendo una travesura.

―Ho… hola m… mamá. ―Mi desconcierto aumentó cuando vi una valija y un par de bolsos, justo detrás de ella―. ¿Te vas a alguna parte?

―No Lucrecia, la que se va sos vos. Estas son tus cosas.

―¿Yo? ¿De qué hablás?

―Estoy harta de tus actitudes. No quiero que vivas más en mi casa. Te di muchas oportunidades, pero ya me agotaste la paciencia. Esta es una casa cristiana y lo sabés muy bien. Tenemos normas. ¿Acaso pensaste que no iba a haber ninguna consecuencia por tus actos? No pienso mantener a una tortillera. Te vas de acá ahora mismo.

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