Paraíso Voyeur [06].

 


06 - Visitas Inesperadas.


Como había hecho en sus anteriores videos, Isadora Allman saludó a la cámara, como si estuviera hablando directamente con su hija Melinda, y comenzó a narrar la anécdota que tenía pendiente. 

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Te prometí contarte el resto sobre las visitas que recibió Mariela Rufino. Descrubrí que hubo más gracias a los videos que Reynaldo Noriega grabó, y al igual que con los anteriores, los desbloqueé sumando puntos en el juego “Paraíso Voyeur”. En estos días espiar a los inquilinos de este barrio de lujo ya se había convertido en una rutina para mí, y me enteré de muchas historias jugosas. Pero no quiero que se te haga demasiado complicado entender todas, por eso me voy a centrar, una vez más, en Mariela. 

Ella se volvió realmente buena en su propio juego, en el cual simulaba ser una mujer casa, necesitada de afecto y compañía. Una mujer que, casualmente, siempre se quedaba dormida justo antes de que el técnico de turno visitara su domicilio, y siempre los recibía con camisones semi transparentes que dejaban muy poco a la imaginación. Incluso hubo un par de veces en las que abrió la puerta con el cabello mojado, envuelta en una toalla, sin nada debajo. Y sí, esa toalla, por algún descuido, siempre terminaba en el piso, obligándola a quedar desnuda ante los ojos de su visitante.

No sé exactamente cómo funciona la mente de Mariela Rufino, pero en el tiempo que pasé espiándola llegué a la conclusión de que ella disfruta mucho ese primer impacto. El ser vista desnuda por un desconocido. Sé que es el momento que más disfruta, porque ahí es donde está el riesgo. Podría ocurrir que el hombre no la encuentre atractiva, o que tenga ciertos principios que le impidan tener sexo con ella. Ahí es cuando Mariela arriesga el todo por el todo, en el momento en que se desnuda por completo, o cuando deja ver que no lleva ropa interior, y que su concha está húmeda y deseosa de atención. 

Hubo muchos tipos que Mariela se fue cogiendo con el paso de los meses. Nunca hubo uno que la rechazara, aunque sí se vio ante algunos que, por vergüenza o timidez, no se animaban. En estos casos fue la propia Mariela las que tomó las riendas del asunto y le confesó a esos señores tímidos que ella estaba deseosa de una buena verga, y que iba a obtener lo que quería. A uno lo convenció diciéndole que, al menos, le permitiera chupársela. Ella se conformaría con hacerle un pete, y luego él podría irse. Por supuesto no fue así, después de estar tragando pija un largo rato, Mariela se puso en cuatro, abrió sus nalgas y, sin decir nada, ofreció su concha. El tipo ya no pudo resistirse, estaba demasiado excitado y hay que reconocer que Mariela es atractiva. La clavó como seguramente no se atrevía a clavar a su mujer. Con Mariela podía dejar salir ese animal salvaje que tenía dentro… y más libertades se tomó cuando ella le pidió que le diera por el culo. 

Antes de que llegaran estos visitantes, Mariela siempre preparaba su cola para la acción, dejándola bien dilatada. De esa forma se ahorraba mucho tiempo. El amante de turno solo debía lubricar un poco su miembro y listo. Ella era como un asesino en serie, tenía todo el “modus operandi” estudiado. 

A pesar de su minuciosa planificación, Mariela Rufino no tenía control absoluto sobre sus prácticas sexuales, y siempre se arriesgaba a que la cosa no funcionara. Dentro de los videos para desbloquear, había algunos que costaban más puntos que los demás, e imaginé que en ellos debía haber algo especial. Los reservé ese para el final, como si se tratase de un sabroso postre. 

A partir de aquí es donde entran en escena los que yo llamo “visitantes inesperados”. Personas que, por una u otra razón, hicieron que los planes de Mariela se vieran alterados. 

El primero de esos visitantes inesperados fue un tipo que llegó sin cita previa. No dio su nombre, solo dijo que era amigo del plomero. Ni Mariela ni yo supimos a cuál de todos los plomeros se refería, porque la mujer se había cogido al menos seis. Al presentarse el tipo dijo que él había escuchado de su amigo que Mariela le había entregado el orto a cambio de un descuento en el trabajo. Esa era una de las tácticas que más le gustaba usar. Se presentaba como una dulce ama de casa con problemas financieros (a pesar de vivir en un barrio de lujo) y se le ocurría que quizás, si hacía algo tan inmoral como entregar el culo, podría conseguir un descuento. Cuando escuchó las palabras de este sujeto, Mariela se puso pálida y le pidió que se marchara; pero él entró a la casa, casi empujándola, con una sonrisa libidinosa en la cara. 

ーMi amigo también me contó que usted al final no le pagó la otra mitad que le debía, y me dio permiso para venir a cobrarlo.

Acto seguido se bajó el pantalón, mostrando que entre las piernas le colgaba un miembro de gran proporción. Esta vez a Mariela se le iluminaron los ojos. Se metió de lleno en su papel de ama de casa desvalida y solitaria.

ーPerdón ーdijo, con voz temblorosaー. Lo que cuenta su amigo es cierto ーa ella debió darle tanto morbo decir eso, como a mí me lo produjo escucharlo. Ni hace falta mencionar la paja que me estaba haciendo mientras miraba esta escenaー. Sí, le permití… metérmela por atrás. Es que estaba desesperada. Mi marido perdió el trabajo… ahora está en la calle, buscando algo nuevo, y tuvimos este problema con la cañería… pero no debí hacer eso. Mi marido no sabe nada, y todavía no sé cómo mirarlo a la cara. Dígale a su amigo que lo siento mucho; no tengo dinero para pagarle. Es la verdad.

ーSeñora, si yo no vengo por dinero ーdijo, sacudiéndose la verga, que ya se le estaba poniendo dura.

ーEm… está usted muy bien dotado, y no me agrada mucho lo que tiene en mente. Ya lo hice una vez, y todavía me duele. No creo que…

ーAntes de metértela por el orto, la vas a chupar, como buena puta que sos. 

ーEstá siendo usted irrespetuoso.

ー¿Me va a decir que usted no es una puta? ーEl tipo se le acercó. Ella tenía puesto un pantalón de tela muy fina, por lo que seguramente sintió el contacto de los dedos del tipo casi como si no llevara nada puesto. Mientras le acariciaba la concha el hombre siguió hablandoー. Porque hay que ser muy puta para entregar el orto por un descuento. Y mi amigo me dijo que usted se la pasó gritando y pidiendo que se la metiera más fuerte.

ーEm… sí, lo admito ーse puso roja, tal vez por la vergüenza, o quizás por la calenturaー. Su amigo dice la verdad. Sí que le supliqué que me la metiera fuerte… no sé qué me pasó. Yo no me comporto de esa manera. Perdí el juicio…

ーLo que no perdió fue la virginidad del culo, porque mi amigo me contó que usted lo tenía bien abierto. ¿Acaso su marido le dá por el orto?

ーNo… no, claro que no. Nunca hice eso con mi marido.

ーEntonces sos una puta que anda entregando el culo por puro gusto.

ーCometí equivocaciones, lo admito… y más de una vez, es que…

ーEs que te encanta que te rompan el orto, putita.

ーNo me diga eso…

ーY hoy vas a entregar el culo otra vez.

ー¿Tengo que hacerlo? 

ーEs eso o pagarle a mi amigo lo que le debe.

ーNo tengo plata… así que… ¡Uf! ¿Por qué me pasan estas cosas a mi? Está bien… tendré que entregar el culo, una vez más.

Y dicho y hecho, Mariela se puso de rodillas y chupó esa pija durante un buen rato, y tal como prometió, luego se puso en cuatro y dejó que ese hombre le metiera todo el artefacto por el orto. Su cara se puso de un rojo intenso cuando él la clavó, Mariela se había comido algunas vergas de alto calibre; pero esa era la más grande hasta el momento. Sin embargo la resistió, como buena puta. También gimió, gritó y pidió por más.

ーSí, dame más fuerte ーdijo, entre gemidosー. Soy muy puta y me encanta que me den por el orto. Mi marido no sabe nada de todas las pijas que me metieron por atrás.

Mientras el tipo le taladraba el agujero posterior con vigor, le dijo:

ーEste culo me lo tengo que coger otra vez. Decime cuándo tu marido no está en casa y yo vengo a romperte el orto, ¿querés, puta?

ーAy, sí… para mí sería un placer entregarte el culo otra vez. Con esa pija tan hermosa que tenés. Vení el lunes a la tarde… mi marido no va estar.

Mariela recibió a este tipo al menos cinco veces más… y en todas las ocasiones ella entregó el culo, con mucho gusto… y yo me pajeé toda la tarde viendo todos esos videos donde el tipo bien dotado se la montaba como a un yegua en celo. Imagino que, al igual que con el pendejo, también se habrá cansado de este amante. Porque lo que Mariela en verdad disfruta es su juego sexual.

Una vez escuché a dos mujeres del edificio, hablando en el ascensor. No suelo prestarle atención a las charlas sobre los precios de las compras o sobre la última película de moda. Pero cuando una de ellas mencionó a Mariela Rufino, paré la oreja. 

Se lamentaban de que la pobre Mariela fuera una solterona que estaba todo el día sola en su casa, sin marido y sin algún amigo que la visite. Entre las palabras de las mujeres se podía leer entre líneas: “La pobre Mariela está tan sola que no tiene nadie para coger”. Si esas mujeres supieran de la mitad de las pijas se comió Mariela en los últimos años, se quedarían boquiabiertas. Mariela pasaría a ser conocida como la puta del edificio. Pero esto no iba a ocurrir, porque Mariela se mostraba como una puta ante sus amantes; sin embargo frente al resto de los inquilinos ella era siempre esa ama de casa con principios, que vivía sola y era desdichada. 

Esta es una de las cosas que más disfruto del voyeurismo, el poder conocer la cara oculta de las personas, esa cara que solo muestran en la intimidad de su hogar y, posiblemente, en ningún otro lugar. 

Otra de las peculiares “visitas inesperadas” ocurrió una tarde en la que Mariela tenía todo preparado para recibir a un nuevo trabajador, creo que se trataba de un nuevo electricista. Incluso se pasó largos minutos metiéndose el consolador por el orto, sin dejar de pajearse. Lo hizo hasta que tocaron el timbre. Dejó que el tipo esperase en el pasillo del edificio y ella siguió castigando su culo con el dildo. Cuando estuvo bien dilatada y excitada, lo dejó medio escondido debajo de una toalla de mano, con la punta asomando. Esto lo hacía cada vez que quería sufrir la humillación de ser sorprendida con un consolador aún húmedo de flujos. Lo hizo varias veces y sé que la vergüenza que sintió fue real, estoy segura de que eso formaba parte de su juego. 

Al abrir la puerta, vestida en un camisón transparente, sin ropa interior, se llevó una gran sorpresa al descubrir que el electricista no venía solo, lo acompáñaba su joven ayudante.  

ー¡Ay, Dios! ーExclamó Marielaー. Pensé que era mi marido. 

Esta vez sus palabras no fueron una mera actuación, realmente estaba sorprendida de que hubiera dos hombres en la puerta de su casa.

ーDisculpe, señora ーdijo el mayor de los dosー. Teníamos una cita a las cinco.

ー¿Ya son las cinco? Me quedé dormida y perdí la noción del tiempo.

ーPodemos entrar? 

El tipo la escaneó con la mirada y el ayudante se fijó en la entrepierna de Mariela, que se transparentaba sobre la tela del camisón y era muy evidente que no llevaba bombacha. Su concha, rebosante de flujos, estaba a la vista.

ー¿Los dos? ーPreguntó ella, intranquila.

ーSí. Él tiene que venir conmigo, no puedo dejarlo solo en el pasillo. Son las normas de seguridad del edificio.

ーAy, el pasillo tiene cámaras… y yo vestida así. 

ーNo creo que a nadie le desagrade verla vestida así, señora ーdijo el electricista, dando un paso hacia adentro.

A Mariela no le quedó más alternativa que dejarlos entrar. Cerró la puerta y los miró, con la cara roja. Los dos tipos la observaron en silencio, sin disimular mucho que miraban la concha de la mujer y sus grandes tetas.

ー¿No va a explicarnos cuál es el problema? ーPreguntó el electricista.

ーAh… sí… disculpen, es que todavía estoy aturdida. Denme un minuto para cambiarme, no puedo recibirlos con esta pinta… les juro que creí que era mi marido.

Escuché a Mariela recitar muchas veces esas líneas, como una actriz profesional; pero me dio la impresión de que esta vez lo decía en serio. La presencia del ayudante había alterado sus planes. 

ーSi no me molesta ーdijo el electricistaー, preferiría que primero me explique cuál es el problema, así puedo comenzar a trabajar. Luego dejamos que usted se vista tranquila.

ーEm… bueno, está bien, es que… ーComo si se tratase de un movimiento mecánico y automático, mientras pasaba por delante de los hombres Mariela se agachó a juntar un pañuelo. Siempre hacía lo mismo; pero esta vez se enderezó de golpe y se tapó la retaguardia con ambas manosー. ¡Ay, perdón! Me olvidé que no tengo nada debajo del camisón.

ーYa nos dimos cuenta ーdijo el ayudante, con una risa socarrona. Los dos tipos intercambiaban miradas de complicidad. 

Mariela se acercó a un enchufe y empezó a explicarles el problema eléctrico, tal vez lo hizo con la intención de cambiar de tema. No creo que le haya servido de mucho, porque los dos tipos no parecían estar prestando atención a sus palabras, sino que le miraban las nalgas y la concha tanto como podían. En ese momento el más joven de los dos se percató de que sobre una mesita junto al sofá se escondía algo debajo de una toalla. La levantó y quedó a la vista el gran dildo de Mariela, la mujer se puso pálida, mucho más que en ocasiones anteriores.

ー¿Eso es suyo, señora? ーPreguntó el asistente.

ーMe da la impresión de que interrumpimos algo… ーdijo el segundo tipoー, y por cómo tiene de abierta la cola, me parece que ya sé dónde lo estuvo usando. Ahora entiendo por qué Enrique nos mandó a arreglar este problema.

Ni Mariela ni yo recordábamos quién era ese tal Enrique, supongo que se trataba de algún electricista que ella se había cogido. Mariela jugaba con fuego cada vez que se ofrecía a un nuevo trabajador, especialmente porque ese tipo podía hablar y contarle a sus amigos que había una ama de casa muy puta que le gustaba coger con desconocidos. Al parecer esos rumores habían llegado a oídos de estos dos electricistas, gracias al tal Enrique.

Mariela estaba arrinconada, si el amigo de estos dos les había contado lo puta que era, no podía negar que fuera cierto… principalmente porque iba prácticamente desnuda, tenía un enorme dildo al alcance de la mano, y su culo estaba notablemente dilatado. Cuando se agachó a juntar el pañuelo seguramente les mostró a los tipos lo abierto que tenía el agujero del culo. 

ーYo nunca hice tal cosa ーse defendió la mujer. 

ーA mí me llegaron otros rumores ーdijo el asistenteー. Y me da la impresión de que esto encaja muy bien…

Agarró el dildo, se acercó a Mariela, y sin darle tiempo a reaccionar, se lo clavó en el culo. Ella soltó un fuerte suspiro, mezclado con un grito. El dildo entró tan fácil que los dos hombres se quedaron sorprendidos. Y no es que haya entrado solo un poco, no… entró bien completito. 

El ayudante, con una sonrisa socarrona, comenzó a meter y sacar el dildo. Mariela se agachó un poco y puso las manos sobre sus rodillas, casi como ofreciendo su culo. Puede que haya hecho esto para que las penetraciones no le dolieran tanto; sin embargo daba toda la impresión de que estaba pidiendo más. 

ーEnrique nos contó lo mucho que le gusta que le den por el orto.

No me hubiera extrañado si el visitante anterior también hubiera sido enviado por el tal Enrique, ya que la forma en la que se estaban comportando estos dos era muy similar. A Mariela la habían atrapado en su propio juego, los rumores de una mujer que se dejaba coger por plomeros o electricistas seguramente ya circulaban entre los trabajadores, y ahora venían preparados para la acción.

ーDebe ser un error ーdijo ella, entre gemidos y bufidos, mientras el dildo le taladraba la colaー. No sé quién es ese tal Enrique.

ーNingún error, señora ーdijo el electricistaー. La descripción encaja perfectamente.

Como ella estaba inclinada hacia adelante, el tipo se aprovechó de esto. Sacó su pija y en cuanto ella volvió a abrir la boca, para hablar, él se la hizo tragar. 

Tengo que reconocer que esto me excitó muchísimo, y seguramente a Mariela también, porque ella no opuso resistencia, empezó a chupar de forma automática, como si esos dos tipos llevaran años siendo sus amantes. El electricista ni siquiera tuvo que sostener la cabeza de la mujer para que ella siguiera chupando, la propia Mariela le agarró la verga con una mano y empezó a tragarla.

El asistente, viendo una oportunidad inmejorable, también liberó su pija; que era muy apetecible, debo admitir. Sacó el consolador del culo de Mariela y usó ese mismo agujero para su artefacto. Clavó a la mujer sin misericordia; pero ella no pareció sufrir en absoluto con esta penetración, sino todo lo contrario. Mariela empezó a sacudir sus nalgas, como una bailarina stripper profesional. Me sorprendió que tuviera tanta energía; aunque probablemente esto se debía al subidón de adrenalina. La situación no había salido como ella lo planeaba, porque ahora estaba a merced de dos tipos. Sin embargo apostaría lo que fuera diciendo que ella se olvidó de todos sus miedos en el preciso instante en el que el tipo le metió la pija en la boca, y seguramente la invadió un morbo tan grande que dejó de lados su amor propio.

Sacó la verga de su boca y dijo:

ーSinceramente no sé quién es Enrique, me cogí tantos que ya ni me acuerdo; pero me alegro de que los haya mandado a mi casa.

ーUf, él se va a poner muy triste si usted no lo recuerda. Pero le puedo asegurar que nosotros nunca nos vamos a olvidar de una puta como usted.

En aquella ocasión Mariela experimentó su primera doble penetración, sé que fue la primera, porque ella misma lo reconoció, y no creo que haya estado mintiendo. El más grande de los dos tipos se sentó en el sofá y ella lo montó, metiéndose la pija hasta el fondo de la concha, luego le pidió al pendejo que le regalase la satisfacción de tener dos pijas adentro. El pibe le dio el gusto. 

Le estuvieron dando entre los dos durante unas tres horas en total. Se turnaron y casi siempre Mariela tuvo una pija metida en al menos dos agujeros a la vez, ya sea el culo y la boca, o el culo la concha. Pero siempre le dieron por el culo… porque ella lo pidió.

Si bien ésta fue la primera vez que a Mariela se la cogieron entre dos hombres, no fue la última. Pude ver otros videos en los que ella hizo algo muy parecido, aunque esta vez ya más preparada a recibir por dos agujeros. 

En aquel entonces me dio un poco de envidia que ella fuera tan osada. No te digo que me hubiera ofrecido para que me cogieran entre dos; pero a mí también me hubiera gustado probar un jueguito similar al que ella hacía. Sin embargo nunca lo hice. Al principio porque no me animé, y después porque no tuve necesidad. No me puedo quejar de mi vida sexual, fue muy agradable. Especialmente gracias a SpyCam, que alimentó mi morbo por el voyeurismo durante años.

Melinda, ésta fue la historia de Mariela Rufino, una mujer solterona, pero que descubrió que era muy puta, por llamar a un plomero. Después de un tiempo ella dejó de hacer ese juego, tal vez porque se aburrió, o porque ya habrán circulado muchos rumores sobre ella. Pero siempre consiguió algún amante de turno, incluso volvió a llamar a varios de los que se la cogieron en alguna oportunidad… especialmente a los bien dotados.

La próxima vez te voy a contar otra de las tantas historias de las que fui testigo durante mi trabajo en SpyCam. Hay mucho para contar, y estoy segura de que te vas a llevar una grata sorpresa con muchas de estas anécdotas.

Hasta la próxima, Melinda. Espero que estés disfrutando de estos videos que mamá graba con mucho cariño y dedicación. 


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