Paraíso Voyeur [10].

 


Lista con todos los capítulos:


10 - Amor de Madre.



ーHola, hija. ーdijo Isadora Allman, saludando a la cámaraー. En este video te voy a hablar de un tema un tanto delicado. Sí… ya sé que te hablé mucho de sexo, incluso te conté de actos de sumición y dominación, algo en la que yo misma me vi envuelta, gracias a la postura tan dominante de Danilo, mi jefe. Sin embargo, el tema del que te voy a hablar hoy va todavía un poco más lejos en lo que a prácticas sexuales se refiere.

>¿Alguna vez te preguntaste qué hará la gente dentro de su casa cuando piensan que nadie los mira? Bueno, espero que sí, porque sino me estuviste ignorando durante todos estos videos. Pero hay otra pregunta que va más allá: ¿Qué harán las familias cuando creen que nadie los mira? 

>Cada casa es un mundo. Esa frase es muy cierta y yo pasé años corroborándola. Cuando entré a trabajar en SpyCam, y se avivó en mí la chispa del voyeurismo, una de las primeras cosas que pensé fue: tengo que vigilar tres edificios, que en total tienen aproximadamente doscientos departamentos, los cuales están casi siempre ocupados. Imaginé que, estadísticamente, debería encontrarme con al menos una familia que hiciera cosas raras. Justamente de eso quiero hablarte en el video de hoy.


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Pasé varias semanas de trabajo buscando pistas que me ayudaran a ubicar esa familia que llevara una vida un tanto… peculiar. No me malinterpretes, Melinda. No lo hice porque esté a favor del incesto, lo que me motivó fue la curiosidad… y el morbo. ¿Qué hubieras hecho en mi lugar, si pudieras espiar cualquier departamento de esos tres edificios? Creo que muy pocos serían capaces de resistir a la tentación. Los seres humanos somos curiosos por naturaleza.

Hubo ciertas ocasiones en las que odié el juego diseñado por Reynaldo Noriega. Paraíso Voyeur era muy entretenido siempre y cuando tuviera los puntos necesarios para desbloquear el acceso a las cámaras de un departamento, o a videos grabados por el propio Reynaldo; pero me parecía insufrible cuando me quedaba sin puntos y la ansiedad me carcomía. 

Por eso tuve que pasar varias horas espiando a la gente a través de las cámaras de los pasillos y las que estaban instaladas en los ascensores. De esa forma sumaría puntos para poder grabar videos en algún departamento. ¿Pero a cuál? Pensarás que si puedo espiar cualquier departamento a gusto, entonces debería resultar muy fácil encontrar a la familia indicada. Pero no. Porque tengo muchos departamentos para revisar, son demasiadas cámaras, y no puedo estar todo el día mirando lo que hace cada familia. La mayor parte del tiempo la gente no está haciendo nada interesante. Es increíble cómo algunos se puedan pasar toda una tarde sentados frente al televisor mirando series, o jugando videojuegos. La mejor forma de encontrar lo que busco es poder grabar lo que ocurre en algún departamento y luego revisar la grabación a cámara rápida. Pero para poder grabar necesito puntos en el juego de Reynaldo… y debo seleccionar un departamento prometedor, de lo contrario estaría desperdiciando mis puntos… cosa que me pasó más de una vez. A veces creía que algunas personas harían cosas interesantes, dejaba las cámaras grabando y después descubría que llevaban vidas tan monótonas como aburridas… o que al menos ese día en particular no hicieron nada destacable. 

Quizás la alternativa más sencilla hubiera sido invertir puntos en las grabaciones de Reynaldo, si alguna vez hubo una historia incestuosa dentro del edificio, seguramente él la grabó. Pero no quería recurrir a este método todavía, lo usaría solo como último recurso. Porque mi bichito voyeurista me pedía que fuera yo la que encontrara una de estas aventuras sexuales de las que la gente no suele hablar. 

Así que, para no desperdiciar mis puntos, debía realizar una pequeña investigación. Debía observar atentamente a las distintas familias del edificio, a ver si alguna chica tenía una “conducta inapropiada” con su hermano, o con su papá… o si una madre se ponía demasiado cariñosa con su hijo. Necesitaba saber si esas historias de incesto de las que había escuchado podían darse en la realidad. La curiosidad me estaba volviendo loca. 

Mi gran ventaja eran las cámaras de los ascensores, porque los inquilinos no tienen idea de que esas cámaras existen, eso los lleva a creer que están en un lugar privado donde nadie puede verlos. Además revisar ascensores es parte de mi trabajo (aunque la gente no lo sepa). Es la forma más sencilla de ver quién entra y quién sale del edificio.     

Presté especial atención a cuando miembros de una misma familia compartían el ascensor, y sí vi algunas cosas que me hicieron sospechar. Una tarde me encontré con que un padre abrazaba a su hija, una preciosa rubia de veinte años, y una de las manos del tipo acarició, como quien no quiere la cosa, una de las tetas de la rubia. Ella se rió y me dio la impresión de que el asunto le divertía mucho, incluso le dedicó una mirada picarona a su padre. Pero no me precipité, porque bien pudo ser un accidente. Necesitaba algo más contundente. En las siguientes oportunidades en las que espié a este padre y a su hija, no vi nada raro entre ellos. Los dejé marcados para alguna futura investigación y me centré en observar otras personas. 

Encontré hermanos que miraban, con poco disimulo, los culos y las tetas de sus hermanas. Escuché hermanas que intercambiaban pequeños detalles sobre anécdotas sexuales. Pude ver madres que parecían estar coqueteando con sus propios hijos; pero nada concluyente. 

Hasta que una mañana se me dio por fijarme en una mujer de pelo lacio, teñido de color caoba oscuro. Ella tenía puesto un vestido rojo, bien ceñido al cuerpo. Sus curvas eran sutiles pero con las preciosas facciones de su cara y con lo redondo de su culo, era capaz de atraer las miradas de cualquiera que la viera. Uno de los conserjes se quedó embobado mirando el meneo de ese culo apretado dentro del vestido rojo. La mujer tendría poco más de cuarenta años y sí que era bonita; pero lo que más me llamó la atención fue que la acompañaba un chico joven. Inmediatamente usé el registro de los inquilinos y pude averiguar que, efectivamente, eran madre e hijo. Ella se llamaba Susana, tenía cuarenta y cuatro años; él era Claudio, de dieciocho años. 

Entraron en el ascensor, ella cargaba varias bolsas de compras que parecían ser de tiendas de ropa. Me sorprendió que el chico no la estuviera ayudando a llevar algunas, aunque no parecían pesadas. Cuando el ascensor se puso en marcha, comenzó la magia.

La reacción de Claudio fue casi instantánea, se acercó a su madre por detrás y la abrazó, rodeándola por la cintura con sus brazos. Las manos del pibe quedaron sobre el vientre de la mujer… y todo su bulto quedó bien pegado a la cola de su madre. Ella se mantuvo quieta, y eso fue lo que más me hizo sospechar. Si ésta hubiera sido la primera vez que su hijo la arrimaba de esta forma, ella se hubiera quejado, o al menos se hubiera sorprendido; pero nada de eso pasó. Evidentemente Susana ya estaba acostumbrada a que su hijo le arrimara el bulto. 

Toda la sangre de mi cuerpo comenzó a hervir. Esto era justamente lo que tanto estaba esperando, y mi bichito voyeurista se impacientó. Me hubiera gustado ver la reacción en esos dos si supieran que yo los estaba observando a través de cámaras ocultas de alta definición. 

ー¿Querés que te ayude con las bolsas? ーPreguntó Claudio, su boca estaba muy cerca de la oreja de su madre.

ーNo hace falta… en serio ーrespondió Susana.

ーSiempre me dejás ayudarte con las bolsas. Creo que esta vez compraste algo que no querés que yo vea. 

ーNo digas boludeces, Claudio.

ー¿Boludeces? ¿Y por qué te pusiste colorada? Te quedó la cara del color del vestido.

ーQuizás sea porque hace calor y vos te me tirás encima.

El bulto del pibe se frotó contra la cola de su madre, justo cuando me estaba preguntando durante cuánto tiempo Susana iba a tolerar esta situación, el ascensor llegó a destino. Ellos vivían en el piso siete, por lo que el trayecto no era muy largo. Quizás si vivieran en el piso cuarenta podría haber visto cosas mucho más interesantes. Sin embargo me encontré con un detalle de lo más llamativo. Cuando Susana se alejó de su hijo, pude ver que Claudio tenía una importante erección, imposible de disimular. Esa verga erecta había quedado entre las nalgas de su madre y ella no dijo nada al respecto. Definitivamente éste era el departamento que debía grabar. 

Utilicé todos los puntos que tenía para poder grabar durante la mayor cantidad de tiempo posible, porque en el juego de Reynaldo, mientras más tiempo quiera grabar en un departamento, más puntos necesito. 

Miré una vez más el registro del edificio y descubrí que Susana estaba casada con un tipo llamado Ernesto, el padre de Claudio. Ese tipo tenía un ingreso económico de lo más jugoso, cosa que explica lo bien vestida que estaba Susana y la abundancia de sus bolsas de compras… además de explicar que puedan permitirse vivir en un edificio tan lujoso.

Como ya se estaba haciendo costumbre en mí, no quise  hacer “trampa” espiando a Susana mientras se duchaba o cuando se cambiaba de ropa. Si iba a ver a esa mujer tan hermosa completamente desnuda, quería que fuera en una situación más interesante… quizás mientras estuviera teniendo sexo con su marido. 

A pesar de que puse todas las cámaras del departamento a grabar, no dejé de hacer vigilancia en vivo y en directo. Así descubrí, de casualidad, que Claudio tenía una verga bien ancha y venosa. Con él tampoco tuve la intención de espiarlo mientras se cambiaba, fue solo casualidad. Dejé el monitor de su cuarto encendido y me distraje con otra pantalla, cuando volví a mirar lo que hacía Claudio, lo vi con la pija bien dura… masturbándose. No pude dejar de mirar, quedé hipnotizada por ese viril miembro masculino. Me pregunté si mientras se pajeaba estaba pensando en el culo de su madre.

Lamentablemente no podía pasar las veinticuatro horas del día espiando dentro del mismo departamento, por lo que durante mi espionaje en vivo no llegué a presenciar otro momento digno de mención. Sin embargo la grabación dio sus frutos, demostrándome que fue todo un acierto invertir los puntos en este departamento.

Ocurrió una mañana, justo antes de que Ernesto se fuera a trabajar. Yo estaba tomándome mi café muy tranquila, al igual que lo hacía el propio Ernesto, cuando me di cuenta de que Susana estaba sin pantalones. La mujer tenía puesta una remera holgada, color negro, y una pequeña tanga blanca. Ernesto no le prestó ni la más mínima atención a este mensaje, él estaba concentrado en la pantalla de su celular. Quien sí lo notó fue Claudio, que acaba de llegar a la cocina. El pibe se quedó embobado mirando el precioso culo de su madre. Hay que reconocer que Susana tiene unas nalgas muy apetecibles. Ella se paró detrás de la mesada de la cocina, la cual miraba hacia el comedor, donde estaba sentado Ernesto. Claudio rodeó la mesada y se paró detrás de su madre… para repetir lo que había hecho en el ascensor. La abrazó por detrás mientras ella seguía preparando el desayuno de su hijo. 

Reynaldo era un artista del espionaje sexual. Si alguien piensa en poner cámaras ocultas en un departamento, lo primero que se le ocurriría sería ponerlas cerca del techo, para que puedan captar todo desde arriba. Sí, esas cámaras están en todos los departamentos; pero mis preferidas son las que están ubicadas casi a la altura del suelo… y muy bien disimuladas. Parecen adornos de los zócalos. Habría que romper la pared para detectar las cámaras. 

Puse en la pantalla grande una de las cámaras del suelo de la cocina, ésta me mostró una preciosa vista del culo entangado de Susana, y otra cosa que pude notar fue el bulto de Claudio. Al pibe ya se le había puesto dura. El pantalón de su pijama parecía una carpa, y la punta de esta carpa estaba bien encajada entre las nalgas de Susana, es más, pude ver cómo la verga apuntaba directamente a los gajos vaginales de la mujer, los cuales estaban muy bien marcados por la tela de la tanga. 

ー¿Querés que te ayude a preparar el desayuno? ーPreguntó Claudio, acariciando el vientre de su madre.

ーNo, gracias. Ya termino. ーElla no parecía enojada, al contrario, en el momento en que su hijo la abrazó, pude notar que sonreía.

ーBueno, yo me voy a trabajar ーdijo Ernesto. 

Se puso de pie, se acercó a la mesada y pasó el cuerpo por encima de ella para darle un corto beso a su esposa. Por culpa de la mesada él no podía ver lo que ocurría detrás, creo que ni siquiera sabía que su esposa estaba semi desnuda. 

ーQue te vaya bien ーlo saludó Susana.

El tipo se despidió de su hijo con un gesto de la mano y antes de salir dijo:

ーPortate bien, Claudio. No molestes mucho a tu madre.

ーNunca la molesto ーdijo él, con una sonrisa.

Apenas Ernesto salió del departamento, Claudio se pegó aún más a la cola de su madre. Pude ver cómo la verga erecta empujaba la tela de la tanga hacia adentro, buena parte de los gajos vaginales de Susana ya eran visibles para mí. 

ーYa vi lo que te compraste la otra vez ーdijo Claudio, sin apartarse de su madre.

ー¿Estuviste espiando mis cosas?

ーNo… espiando, no. Solamente di una rápida mirada. Estoy seguro de que te va a quedar muy bien, papá se va a volver loco cuando te vea con eso puesto. Si no se le para la pija con eso, no se le para con nada.

ー¡Pero che! Claudio… no andes diciendo esas cosas, y menos frente a tu madre. 

ーYa te dije que a mí me gusta saber que ustedes la pasan bien…

ーY yo te dije que no me gusta hablar de esos temas con mi hijo.

ーNo entiendo por qué te da tanta vergüenza. Ya estamos grandes. Sé que ustedes cogen… y yo también tengo alguna que otra amiguita con la que puedo coger un rato. ーNoté que él movía su pelvis, restregando aún más su bulto contra la concha de su madreー. Y con la ropita que te compraste… es obvio que planeás tener una noche a puro garche. 

ーAy, Claudio. Me pone muy nerviosa que me digas esas cosas. ¿Acaso pensás que tu padre y yo lo hacemos todo el tiempo?

ーTodo el tiempo, no… pero sí todas las noches. ¿Cómo podría papá resistirse a tremenda mujer? 

ーMm… la vida de casados no es tan así, Claudio. 

ー¿Me vas a decir que no cogen? Porque eso sí que no me lo creo, voy a pensar que solamente te estás haciendo la puritana.

ーNo me hago la puritana. Solo que… tengo mucho menos sexo del que te podés imaginar, lo digo en serio. Tu papá no es un hombre muy… fogoso. Está todo el día con la cabeza puesta en el trabajo.

ー¿Y vos? ¿Sos “fogosa”? ーEl arrimón se volvió un meneo constante de caderas, era como si el pibe se estuviera cogiendo a su madre, solo que la verga no entraba. 

ーNo… tampoco…

ー¿Y si no lo sos? ¿Por qué te compraste un conjunto de lencería erótica?

ーPorque… dentro de poco va a ser el cumpleaños de tu papá. Quería darle una sorpresa. Pero… me da un poco de miedo.

ー¿Por qué?

ーQué se yo… tal vez la ropa me quede mal… tal vez a él no le guste. No suele ser muy demostrativo cuando yo uso algo de ropa sugerente. 

ー¿Qué? Eso no lo puedo creer. ¿Cómo te va a quedar mal? Si estás re buena, mamá. Tenés un orto espectacular.

ーAy… no me digas esas cosas ーSusana sonrió y pude notar que se sonrojabaー. Me da vergüenza… pero te lo agradezco. Últimamente ando necesitando de alguien que me levante un poquito la autestima. 

ーPorque papá no lo hace…

ーTal vez…

ーHagamos una cosa… ponete la lencería que te compraste y yo te digo la verdad, sin importar si te queda bien o mal.

ーNo, no… me daría mucha vergüenza que vos me vieras con eso puesto. Es demasiado… sugerente. 

ー¿Y qué problema hay? Ahora estás con una tanga que se te encaja en toda la concha… te estoy viendo media concha ーesa parte de la vagina que se podía ver, estaba siendo invadida por el miembro viril de Claudio, si su pijama no estuviera en el medio, ya hubiera clavado a su madre, con tanga y todoー. Dale, mostrame cómo te queda.

ーEm… solo si prometés ser honesto. Si voy a pasar por esa humillación, que al menos sea por una buena causa.

ーSí, mamá. Cien por ciento honesto.

ーEstá bien.

Susana abandonó la cocina y Claudio se dirigió hacia el living. El pendejo se bajó el pijama, mostrándome (sin saberlo) esa hermosa y venosa pija. Se masturbó lentamente durante varios segundos. No quise espiar a Susana mientras se cambiaba, eso sería hacer trampa. Lo de Claudio es diferente, a este pibe le da por pajearse de forma espontánea. 

Al resto te lo voy a contar después, Melinda. Porque en este departamento pasaron muchas cosas muy interesantes y va a ser mejor que me tome mi tiempo para contar todo con lujo de detalles.

Quizás estés pensando que soy una enferma sexual… qué se yo, puede que lo sea. Solo espero que vos no me odies por esto y me gustaría que fueras honesta. ¿No hubieras hecho lo mismo al estar en la misma situación que yo?



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