Terapia Sexual Intensiva [16].

 




Lista con todos los Capítulos: Terapia Sexual Intensiva.



Capítulo 16.



Me pregunto si la “filosofía de vida” que estoy aplicando es correcta o no.

Mmm… no, esa no es la cuestión. Me corrijo. 

Sé que esta filosofía de vida no es correcta, mucho menos si me lleva a compartir momentos sumamente sexuales con mi madre o mi hermana. No soy tan ingenua, sé que está mal. 

Entonces la pregunta sería: ¿Esta filosofía de vida me hará bien o terminará por lastimarme? ¿Estaré llevando las cosas demasiado lejos? 

Charly, probablemente estés pensando que me pregunto esto solamente por lo que hice con mi mamá y Roberto… y por todo lo que pasó con Gabriela; pero no, estos no son los únicos motivos que me llevan a dudar. 

Tengo que contarte lo que pasó hoy, con Germán.

Sí, decidí volver a terapia, al menos por un día. Lo llamé ayer, para pedirle turno, y me sorprendió que me diera uno para el día siguiente, es decir: hoy. 

Antes de salir me di una ducha. Salí del baño y fui hasta mi pieza completamente desnuda. Pasé justo frente al cuarto de Gabriela y la vi haciéndose una paja. Ella ya no se molesta en cerrar la puerta para hacer esas cosas. La saludé y le sonreí con alegría, ella me miró como una vampiresa acechando a su próxima presa. Llegué a mi dormitorio y cuando estuve a punto de cerrar la puerta, mi hermana me detuvo. Me empujó hacia adentro, me tomó por la cintura y nuestras tetas se besaron. ¡Uf, cómo me pone esa pendeja! Me mojé toda al instante. No pasaron ni diez segundos y ya estábamos las dos en la cama, comiéndonos las conchas en un  hermoso 69… ¡con la puerta abierta! 

De reojo pude ver que mi mamá se acercó a admirar la escena, ella también estaba desnuda y tranquilamente pudo sumarse a la fiesta, las dos la hubiéramos aceptado encantadas; pero no lo hizo. Se quedó allí, mirándonos, con una gran sonrisa en los labios. Se ve que a esa sucia puta le gusta ver cómo sus hijas cogen entre ellas. 

Y lo de “sucia puta” no lo digo de forma despectiva. Al contrario. Me causa mucho morbo saber que mi mami es tan puta.

Tuve que interrumpir mi sesión de sexo lésbico con Gabriela porque ya se me estaba haciendo tarde. Vestirme en estado de plena calentura fue un gran error. En ese momento se me ocurrió que quería causar en Germán el mayor impacto posible… solo por puro morbo.

Me puse una blusa amarilla, sin mangas y muy escotada; nada de corpiño. Mis tetas no son tan grandes como las de Gaby, pero sí que se lucen. Son bien blanquitas y da un poquito de morbo ver cómo se asoman las pálidas areolas de mis pezones cada vez que me inclino hacia adelante. Además de que estos botoncitos destacaban en la tela… porque después de la chupada de concha que me dieron, los tenía bien duros. 

Saqué de mi ropero una gastada minifalda de jean que llevo años sin usar; me quedaba muy ajustada y a duras penas me tapaba el culo. Cuando miré mi parte trasera en el espejo descubrí que una pequeña parte de mis nalgas se asomaba… y era aún peor si me agachaba un poquito. 

Decidí sumar unos zapatos de plataforma, nada demasiado formal, simplemente algo que me permitiera estilizar un poco más las piernas y la cola. Conseguí el efecto deseado.

Para rematar, me puse una tanga de encaje blanca, no solo era diminuta, sino que además transparentaba bastante. Me incliné hacia adelante y miré mi culo en el espejo, los gajos de mi concha se podían ver muy bien debajo de la ajustada tela de la tanga. 

Saludé a Gaby con un apasionado beso en la boca, y salí de mi casa llena de actitud, sintiéndome hermosa. Creo que nunca en mi vida había sentido tanta confianza en mí misma. 

Llegué al consultorio y entré caminando como una reina. Me encantó la forma en la que Germán me escaneó con la mirada, pude sentir sus ojos clavados en mi culo. 

Nos sentamos uno frente al otro y aproveché para dejar mis piernas ligeramente separadas, lo suficiente como para que se viera mi tanga. Mientras conversábamos no pude dejar de notar cómo su mirada se perdía entre mis piernas. Eso me dio más confianza. 

Comencé a contarle todo lo que pasó con Roberto, quizás él lo vio como la típica paciente narrando uno de sus tantos problemas laborales, porque al principio el relato no tenía nada de contenido sexual, sin embargo, cuando llegué a la parte del pete en el baño, Germán se puso tenso. Le conté con lujo de detalles cómo me comí esa pija y la forma en la que el semen fluyó desde el interior de mi boca hacia mi barbilla. Por supuesto que también le conté lo que pasó en mi casa, y no omití detalles cuando le conté sobre la chupada de concha que le dí a mi mamá. No hace falta que te lo repita Charly, se lo conté de una forma muy parecida a la que narré en tus páginas.

Esta parte del relato tuvo un efecto particular en Germán. Noté cómo su bulto iba creciendo de a poco, y a medida que se le iba poniendo dura la verga, yo fui separando más y más las piernas… tanto que llegué a subir los dos pies al sillón y me abrí como una rana, para mostrarle toda mi concha apretada en esa tanga transparente. Pero la cosa no quedó ahí, me sentía picarona, sucia… una puta. Hice a un lado mi tanga, mientras le contaba lo rico que se sintió tener el clítoris de mi madre en la boca, y expuse toda mi concha. El corazón se me puso a mil, y como Germán no me dijo nada, comencé a masturbarme frente a él. Aproveché el momento de calentura para confesarle el sexo lésbico que mantuve con mi hermana, y cómo mi papá le rompió el orto a Gabriela en un hotel. Sabía que Germán se moría de ganas de decirme “eso está mal, tu hermana los está manipulando”; sin embargo lo tenía hipnotizado, como si mis piernas al abrirse tuvieran el mismo efecto que una cobra sobre su presa. 

Cuando terminé de contarle todo, él ya tenía la pija sumamente dura y yo la concha toda mojada. Saqué los dedos de mi agujero y me acerqué a él. Mantuve la misma actitud que hubiera mantenido Gabriela en esa situación. Me senté sobre él, mirándolo a los ojos. Casi por instinto Germán levantó una de sus manos y se aferró a mi teta izquierda. Liberé su verga del pantalón y antes de que pudiera decir algo, la clavé en mi húmeda concha. 

¡Uf! Se sintió de maravilla, Charly. La pija de Germán está muy bien, no está tan bien dotado como Roberto; pero sí que tiene con qué complacer a una mujer. Además está ese plus que le suma morbo extra: es mi psicólogo. 

Empecé a moverme de arriba hacia abajo, disfrutando con la verga que me dilataba más y más el agujero de la concha. Cerré los ojos y meneé la cadera. 

―¿Esto es lo que querías? ―Le pregunté, sin dejar de moverme―. ¿Así me querías tener? ―No dijo nada―. Yo sabía que íbamos a terminar así. Siempre me miraste con ganas, desde el primer día ―por el movimiento, cada vez más acelerado, mis tetas saltaron fuera del escote―. Siempre te hiciste el “psicólogo profesional”, pero yo sé muy bien que me querías garchar. Y sí, también sé que en tu cabecita tan estructurada debés estar pensando: “Esta pendeja está re loca, de pronto se volvió super puta”. Y quizás tengas razón, todo esto pasó muy rápido y se volvió como una droga para mí… y no lo puedo soltar… no lo quiero soltar. Quiero que me cojan mucho, quiero tener las experiencias sexuales más morbosas que se puedan vivir. ―Lo miré a los ojos con mucha cara de puta―. ¿Querés que te chupe la pija?

―No ―respondió él, con el mismo tono neutral que yo tanto odio―. Quiero que te bajes.

―¿Qué? ¿Por qué? ¿Ahora que estamos en pleno garche?

―Sí, ahora… bajá, Julieta. No quiero hacer esto con vos. 

―Pero…

―Te lo digo en serio. 

Me tomó de la cintura y me obligó a levantarme, su verga abandonó mi concha y lo sentí como un insulto.

―¿Pero qué mierda te pasa? ―Espeté―. ¿Me estás clavando la pija y ahora te venís a hacer el profesional?

―No es por hacerme el profesional…

―¿Entonces por qué es? ¿No soy lo suficientemente linda?

―Sí lo sos. Y no tengo que darte ningún motivo. Simplemente te digo que no quiero, y punto.

―Sos un pelotudo ―le dije, con los ojos llenos de lágrimas. 

Nunca me había sentido tan humillada en mi vida. Salí del consultorio a toda prisa, acomodándome la ropa. No quería darle a Germán el lujo de verme llorar. 

El llanto me invadió apenas puse un pie en la calle, por suerte no había nadie cerca que pudiera verme en ese estado tan patético y lamentable. 

Caminé hacia la plaza más cercana, la que cruzaba cada vez que iba de mi casa al consultorio de Germán, me senté en un banco y esperé hasta que el llanto se calmara un poco. 

Cuando conseguí serenarme, aunque sea un poco, mi primer impulso fue llamar por teléfono a mi hermana. No sé por qué lo hice, simplemente quería escuchar su voz.

Hipando y sollozando la salude:

―Hola, Gaby…

―Julieta… ¿Qué te pasa? ―Pude notar preocupación en el tono de su voz.

―Germán… 

―¿Qué te hizo ese pelotudo?

―Nada… y ese es el problema. Yo fui con la intención de que pasara algo… ya sabés a qué me refiero… y el muy imbécil me echó.

―Ahh, pero qué tipo pelotudo. ¿Cómo va a rechazar a una chica tan linda como vos? ¿Qué mierda le pasa? ¿No será gay?

―No sé… ni me importa. Ahora mismo nada me importa. Me vestí como una puta y ahora estoy en la plaza… me da vergüenza andar vestida así en la calle. 

―Te vi antes de salir y estás preciosa, Juli. No tenés por qué sentir vergüenza. Hagamos una cosa… seguí caminando, el aire fresco te va a ayudar a calmarte. Intentá pensar en otra cosa… como en las cositas lindas que hicimos hoy, antes de que salgas de casa ―recordar eso me hizo sonreír―. Cuando llegues, vamos a hablar sobre este tema. ¿Te parece bien? 

―Sí… me parece bien. Gracias, Gaby. Te quiero mucho.

―Todos me quieren mucho ―dijo, con su inevitable egocentrismo, un aspecto de ella que antes encontraba irritante; pero que ahora me parecía adorable. 

Corté la llamada, me quedé sentada unos minutos, y cuando reuní las fuerzas suficientes, seguí el camino hasta mi casa. No era muy lejos; pero sí lo suficiente como para que la caminata me ayudara a despejar la mente. El consejo de Gabriela me sirvió mucho. Me puse a recordar todo lo que hicimos juntas, no solo lo de ese día, sino también lo que pasó antes: nuestros primeros besos, los toqueteos, las confesiones… la primera vez que me chupó la concha. Todo eso no solo me ayudó a serenarme, sino que también me excitó mucho. Perseguí ese sentimiento, si estaba excitada no podía estar triste. Pasé por la vidriera de un local y pude ver mi reflejo en el vidrio. La minifalda estaba un poco subida y mostraba cómo los labios de mi concha mordían la tela de la tanga. Esto aumentó el nivel de mi calentura, ¿y si alguien me había visto así? En lugar de avergonzarme, empecé a fantasear con la idea de que alguna de las personas que me crucé por el camino haya notado cómo se veía mi concha. Bajé un poco la minifalda, porque era alevoso, sin embargo fui lo suficientemente osada como para dejarla ahí, al ras. No me molesté en acomodar mi tanga, me producía un morbo particular que los labios de mi vagina mordieran la tela de esa manera. 

Volví a enfrascarme en mis propios pensamientos, a veces me distraigo tanto cuando camino en la calle que incluso llego a preguntarme cómo hice para llegar hasta mi casa. Sin embargo esta vez alguien me despertó de mi ensueño.

―¡Hey, flaca! ―Gritó alguien a mi lado. 

Me sobresalté al ver que se trataba de un pibe sentado en el cantero de un edificio en construcción. No era un trabajador, o al menos en ese momento no estaba trabajando, porque su ropa era demasiado blanca, colorida y estrafalaria como para tratarse del uniforme de un obrero. A su lado  había dos pibes más, vestidos de una forma similar. No sé muy bien cómo describirlos, Charly. No sé mucho de modas. Solo digamos que los pibes me recordaban bastante a Eminem. ¿Ubicás ese rapero? Se vestían así… como raperos; pero no uno común y corriente, sino como uno que tuviera mucho dinero. Bastaba con ver las zapatillas que usaban para darse cuenta de que estos pibes no necesitaban usar una pala para ganarse la vida. 

―¿Me hablás a mí? ―Pregunté, confundida.

―Sí… te hablé a vos ―el pibe tenía puesta una gorra blanca y debajo se podían ver algunos mechones rubios asomando. 

Uno de sus amigos tenía la cabeza casi completamente rapada, a excepción del cepillo negro que tenía arriba. Tenía puesta una campera roja que le quedaba demasiado grande. Este fue el segundo en hablar.

―¿Vos sos la hermana de Gabriela? ―Preguntó. 

Eso me confundió todavía más. 

―¿Cómo sabés eso? ―Lo miré con suspicacia. 

El que respondió fue el rubiecito de blanco.

―Porque sos muy parecida a ella.

―Nada que ver ―le dije, soltando una risita―. No me parezco en nada a Gaby.

―Eso es lo que vos pensás ―siguió diciendo el rubio―. Nosotros somos amigos de Gaby. Él es Nico ―señaló con el pulgar al de la campera roja―. Este otro es Mateo, y yo soy Dante. 

―No los conozco ―aseguré―. Gaby nunca me habló de ustedes. 

―Mejor ―dijo Mateo―, porque las cosas que hicimos con tu hermana no son para contárselas a todo el mundo.

Estaba por irme, no me interesaba entablar conversación con amigos de Gabriela; sin embargo esa frase sí que logró captar mi atención. 

―¿A qué tipo de cosas te referís? ―Le pregunté, mirándolo fijamente. 

Mateo me pareció el más lindo de los tres. Tenía la piel trigueña, ojos verdes y unos rulitos color castaño que le caían por los lados de la cara. Aunque también estaba vestido como payaso, al igual que los otros dos. Solo que su conjunto era azul. Los tres juntos parecían la bandera de Francia.

―Em… al tipo de cosas que ella publica en Twitter ―respondió el pibe, y en ese momento sentí un intenso cosquilleo en mi clítoris. 

¿Así que Gabriela se dejaba coger por estos pibes? ¿Lo había hecho con los tres por separado…. o con los tres juntos? ¿Habría videos y fotos en los que Gaby estuviera teniendo sexo con ellos? Quizás sí… es posible que hasta las hubiera visto. Desde que mi hermana me permitió ver el contenido que publica en Twitter, llegué a ver varias pijas diferentes… y en algunas ocasiones se comió más de una a la vez.

―No sabe a qué te referís ―dijo Dante―. ¿No te acordás que Gaby nos contó que no le permite a su hermana ver lo que publica en Twitter?

―Sí me lo permite ―me apresuré a decir―. Ya vi todo lo que sube.

―¿De verdad? ―Preguntó Nico, muy sorprendido.

Las facciones de este pibe no eran tan atractivas con las de Mateo, ni siquiera como las de Dante; pero tenía un aspecto de chico bruto y bonachón. Quizás no tuviera muchas luces (o bien no lo aparentaba); pero tenía cara de ser buen pibe. 

―Sí, de verdad. Mi hermana me cuenta todo lo que hace… por eso me parece raro que no los haya mencionado a ustedes. 

―¿Y vos qué pensás de las cosas que hace tu hermana? ―Quiso saber Mateo. 

―Pienso que Gaby es una puta… pero todo bien con eso, ella tiene derecho a ser puta, si le gusta tanto la pija.

Los tres chicos se rieron y pude notar que sus miradas escaneaban toda mi anatomía. ¿Notarían cómo mi concha asomaba por debajo de la minifalda? ¿Verían cómo mis labios vaginales mordían la tela de la tanga? No quise mirar hacia abajo, y acomodar la ropa los hubiera puesto en alerta. Empecé a sentir mucha vergüenza por la forma en la que estaba vestida; pero si quería cubrir mis partes íntimas, debía hacerlo de forma sutil. 

―¿Y vos, sos como tu hermana? ―Preguntó Dante, con picardía. 

―¿Acaso tengo cara de puta? ―Pregunté, ofendida.

―La cara, no. Parecés muy inocente ―dijo Mateo―. Pero la forma en la que estás vestida nos hace pensar lo contrario.

―Es que… me vestí así para… ―no supe cómo completar la frase, no se me ocurrió ninguna excusa convincente.

―No pasa nada, Julieta ―dijo Dante―. A nosotros nos gustan las pibas que se visten como vos… o como tu hermana. 

No recordaba haberles dicho mi nombre; pero si realmente conocen a Gabriela, deberían saber cómo me llamo.

―¿Cómo conocieron a mi hermana? 

―Em… fue una situación bastante… peculiar ―dijo Dante, con una sonrisa picarona.

―¿Peculiar por qué?

―¿Estás segura de que querés que te lo diga?

―Sí ―respondí al instante―. Y conociendo a Gaby, ya me hago una idea de qué pudo haber hecho con ustedes.

―Está bien… la conocí una noche en una discoteca. Ella me chupó la verga. Nos vimos al fin de semana siguiente… y fuimos al telo, ya te imaginarás a qué.

―Sí, me lo imagino. Gaby no es de andar con vueltas. 

―Para nada ―continuó Dante―. Y eso me lo dejó bien claro un fin de semana después, cuando le presenté a mis amigos ―sañaló a los dos que lo acompañaban―. Le pregunté si quería divertirse un rato… pensé que diría que no; pero… a los cinco minutos ya nos estaba chupando la pija a los tres. 

Tratándose de Gaby, eso sí me lo podía creer.

―Mi hermana es muy mandada.

―¿Y vos? ―Preguntó Mateo. 

―No, yo no… nada que ver. No soy como ella.

―Sin embargo, te vestís como si fueras idéntica a Gaby ―señaló Nico. 

―Ya les dije, no soy como ella. Ni siquiera soy de salir a bailar… y ya lo dijeron ustedes, parezco inocente. A mí no me andan haciendo propuestas como las que le hacen a Gaby. 

―¿Y te ofenderías si te hacemos una propuesta como esa? ―Preguntó Dante.

El corazón se me paralizó. ¿El pibe estaba hablando en serio o solo pretendía burlarse de mí?

―No me ofendería ―dije, con cautela―; pero eso no significa que vaya a aceptar una propuesta semejante. 

―¿De verdad? ¿Nos dirías que no a los tres? ―Preguntó Mateo.

―Si me están preguntando si me dejaría coger por los tres, están totalmente locos. 

―Nadie habló de coger ―intervino Dante. Me sentí una boluda, ¿había entendido mal? No sé… no estoy acostumbrada a esta clase de interacción con hombres. No supe cómo reaccionar―. Pero… ¿una chupada de pija? 

―¿A los tres? ―Pregunté, incrédula. 

―Sí, a los tres ―respondió Dante―. ¿Qué te parece? Podríamos hacerlo ahora… en la obra no hay nadie. ―Señaló el edificio en construcción a su espalda. 

―No… ni loca se la chupo a los tres. Quizás mi hermana les hubiera dicho que sí… pero yo no soy tan puta como ella. 

―¿Y si fuera uno solo en lugar de tres? ―Preguntó Nico. 

Esta nueva propuesta me dejó descolocada, porque me demostró que los pibes hablaban en serio. De verdad me estaban preguntando si les chuparía la verga. No estaba dispuesta a hacerlo con los tres, pero… ¿con uno solo? Eso no es tan malo. 

―¿Uno solo? ¿El que yo elija?

―¿Eso es un sí? ―Preguntó Dante.

―No ―respondí rápidamente. Estoy segura de que mis mejillas se pusieron rojas―. Simplemente era una pregunta. 

―Sí, podés elegir ―me dijo Mateo. 

―¿Y los otros dos estarían de acuerdo con eso?

Se miraron entre ellos y luego se encogieron de hombros.

―Mejor un afortunado, antes que ninguno ―dijo Dante. 

En este momento hubiera entrado esa parte de mí que es sensata, que se guía por el sentido común; esa parte de mí que no suele meterse en problemas. Sin embargo, no hubo respuestas por mi parte más sensata. Se interpuso en el camino la Julieta promiscua que busca vivir nuevas y locas experiencias sexuales. La Julieta que más se parece a Gabriela. 

―Está bien ―dije. 

―¿Lo decís en serio? ―Preguntó Nico, parecía muy sorprendido. 

―Si es uno solo, sí. Y solo chuparla… nada de coger. ―Sentí un intenso calor en toda mi concha. 

―Perfecto ¿Y a cuál elegís? ―Preguntó Dante. 

Esas palabras me recordaron que todo esto estaba pasando en serio, que si yo elegía a uno de esos tres pibes, tendría que chuparle la pija allí mismo. Empecé a cuestionar mis propios actos. ¿Qué estás haciendo, Julieta? ¿Cómo se te ocurre hacer una cosa así? Y sí, era una locura; pero yo estaba muy dolida por lo que pasó con Germán, en su consultorio. Necesitaba hacer alguna locura para olvidarme de todo eso. 

Miré a los tres pibes y tomé mi decisión casi de inmediato. 

―Vení vos ―dije, señalando a uno de ellos.

Si me hubiera fijado solo en la apariencia física, hubiera elegido a Mateo. De fijarme en el carisma, me quedaría con Dante. Sin embargo elegí a Nico, porque había algo en su apariencia de bruto bonachón que me atraía mucho, no sabría decir exactamente qué. 

El pibe se puso muy contento por ser el elegido, y con un educado además me señaló la entrada a la obra en construcción. Si yo empezaba a dudar en ese momento, todo quedaría arruinado. Marché con determinación y él me acompañó.

A partir de este momento empieza la parte que más difícil de contar, Charly. Porque yo ya viví todo eso, y aún está muy fresco en mi memoria. Todavía no tuve tiempo de asimilarlo ni sacar demasiadas conclusiones. Simplemente te lo voy a contar tal y como lo viví. Los análisis y conclusiones quedarán para otra oportunidad. 

Dentro de la obra encontramos escombro, polvillo y baldes manchados con cemento; pero no había señales de otro ser vivo. Nico caminaba a mi lado muy tranquilo, la que temblaba era yo. Aunque no temblaba por miedo, sino por los nervios que me generaba la situación. Fue muy similar a lo que sentí cuando entré al baño de mi trabajo con Roberto. 

Llegamos a un rincón que parecía un poco más limpio que el resto, al menos allí no había tanto polvillo. Giré para decirle algo a mi acompañante y ahí me di cuenta de que el pibe no pretendía perder el tiempo. Ya había sacado su verga del pantalón, y para mi sorpresa, no me molestó verle el aparato, al contrario, me hizo sonreír. “Elegí bien”, pensé. Nico tenía una verga bien gruesa, que colgaba como la trompa de un elefante. 

“Ya está, Julieta ―me dije a mí misma―. Ahora solo queda una opción: chuparla”. 

Fue como si mi mente se pusiera en blando de repente. Mi libido tomó el control de mi cuerpo y antes de que me diera cuenta, ya estaba arrodillada frente a Nico. Él sacudía su verga, para que se pusiera dura; pero yo estaba decidida a seguir adelante y no quería esperar. Agarré su pene y sin ningún tipo de preámbulo, me lo metí en la boca. 

No te puedo explicar, Charly, lo mucho que se me aceleró el corazón. Fue fantástico, sentí una adrenalina increíble recorriendo todo mi cuerpo… especialmente en la zona de mi concha. 

La verga de Nico se fue poniendo dura de a poco y me di cuenta de que ya no sentía tanta vergüenza, quería brindarle placer a ese pibe, aunque no lo conociera. Mi cabeza se movió mecánicamente de adelante hacia atrás y cuando la pija estuvo bien dura, empecé a darle largas lamidas, que iban desde los huevos hasta la punta. ¡Uf, cómo me puso loquita esa cabeza! El pibe tenía un glande bien ancho, que hasta me costó meterme en la boca. De todas maneras me las ingenié para tragar una buena porción de pija. Me estoy volviendo realmente buena en esto de hacer petes. 

Estaba disfrutando de esa chupada de verga cuando escuché un ruido. Me sobresalté y giré la cabeza. Vi que se trataba de Mateo y Dante, que caminaban hacia nosotros con una sonrisa picarona en los labios.

―¿Qué hacen acá? ―Pregunté―. Les dije que solo se la chuparía a uno…

―Sí, quedate tranquila ―dijo Dante―. Solo vinimos a mirar. ¿Te molesta?

Evalué rápidamente la situación y luego respondí:

―Si solo se quedan mirando, no me molesta. 

Sentí un agradable calorcito en la parte baja de mi pubis, me excitó la idea de tener público, no sé por qué. 

Volví a tragarme la verga de Nico y la chupé mientras miraba de reojo a los recién llegados. Ellos parecían estar muy cómodos, y claro, ellos ya estaban acostumbrados a situaciones como esta. Seguramente mi hermana les había chupado la pija en varias oportunidades. 

―¿Y, qué tal la chupa? ―Quiso saber Dante.

―Muy bien ―respondió Nico.

―Sé que no soy tan buena como Gaby, pero me defiendo ―dije, mientras mi lengua danzaba alrededor de esa verga.

―Gaby tiene mucha experiencia en estos asuntos ―dijo Mateo.

―Además tiene un talento innato para el sexo ―aseguré―. Ya quisiera yo tener ese talento… y ese culo. 

―Tu culo está muy bien ―dijo Dante.

El pibe se acercó a mí por detrás, me tomó de la cintura y me obligó a levantar la cola. Quedé doblada como una “L”, con la pija de Nico aún al alcance de mi boca.

―¡Hey! ―Me quejé.

―Tranquila, solo queremos mirar un poquito… ¿siempre usás las tangas así?

El sentimiento de vergüenza volvió. Dante y Mateo podían ver claramente toda mi concha, y cómo esta mordía la tela de la tanga.

―No, claro que no… 

Sentí una mano contra una de mis nalgas. Estuve a punto de quejarme otra vez, pero Nico aprovechó la oportunidad y en cuanto vio mi boca abierta, me hizo tragar una buena parte de su verga. De pronto mis nalgas se llenaron de dedos que las recorrían en todas direcciones. Al mirar de reojo noté como Dante se agarraba el bulto, por encima del pantalón. Seguramente se le estaba poniendo dura, con semejante espectáculo. A mí no me quedó más remedio que seguir chupando. Quería que dejaran de tocarme… pero al mismo tiempo me calentaba que lo hicieran. Mi culo nunca había recibido esa clase de atención, y mi lastimado orgullo lo agradecía. 

Los dedos no se conformaron con acariciar mis nalgas, sentí como algunos llegaban hasta mis labios vaginales… y lo hacían cada vez con menos disimulo. Seguramente se les estaban humedeciendo los dedos, porque yo ya tenía la concha bien mojada. Uno de los dos, no sé cuál, decidió llevar las cosas un poco más lejos, y empezó a tocarme directamente la concha, pasando sus dedos por toda la raya del medio. Incluso pude sentir cómo me masajeaba el clítoris. Eso me entusiasmó tanto que me llevó a chupar la pija de Nico como una petera experta… tal y como lo habría hecho Gaby, en esa situación. Llegué a la conclusión de que no era algo malo que me tocaran de esa manera. Siempre y cuando se limitaran a tocar. Por eso no me enojé cuando entre los dos me bajaron la tanga. 

Esta vez los dedos se metieron en el agujero de mi concha y exploraron cada rincón de esa húmeda cueva. Al parecer se turnaron para meterlos, porque pude sentir al menos dos manos diferentes aprovechando la situación. 

Mi calentura iba en aumento y ya estaba atragantada con la pija de Nico, no podía tragar más. 

―Me parece que esta concha está pidiendo verga ―dijo Dante.

Allí fue cuando pensé: “Ay, Julieta ¿en qué quilombo te metiste?” 

Supe muy bien que bastaría con permitir que uno de ellos me clavara, para que los tres quisieran hacerlo. Ya me habían cogido dos tipos el mismo día, pero no me sentía preparada para que me pasaran tres vergas por la concha. Eso sería ser… demasiado puta.

―No, no… ―dije, sacando la verga de mi boca. Reaccioné justo en el momento en el que Dante se disponía a clavarme. Ni siquiera vi cuándo sacó su verga, pero allí estaba, bien erecta y lista para la acción―. No me voy a dejar coger. 

―Solo un ratito ―Dante se posicionó detrás de mí, pude sentir su glande acariciando mis gajos vaginales.

―No, nada de un ratito. No soy tan boluda, si dejo que me la metas… después me van a querer garchar entre los tres. 

―Dale, no seas mala ―insistió Mateo―. Nos tenés con la pija dura… y se nota que vos tenés ganas de pasarla bien un ratito.

―Pero no así… no con los tres a la vez. ―Me puse de rodillas en el suelo y me di cuenta de que me tenían rodeada, con sus pijas duras apuntando hacia mí. Me mordí el labio inferior, algo dentro de mí me dijo que no sería tan mala idea disfrutar de esas tres vergas, al menos un poquito. No necesitaba dejarme coger para que todos nos fuéramos contentos―. Si quieren se las chupo ―accedí.

―¿A los tres juntos? ―Preguntó Dante.

―Sí, a los tres. ―Al parecer ellos notaron la duda en mi voz, ninguno se movió. Tuve que serenarme un poco, para ser más convincente―. Lo digo en serio, se la chupo a los tres. 

Para demostrarles que estaba segura, me acerqué a la pija de Mateo, porque era la que tenía al alcance de la mano, y me la llevé a la boca. Al instante me sentí como una puta… y me gustó. Cuando Dante se acercó, estiré la mano izquierda para agarrar su verga y comencé a masturbarlo. Por supuesto, no descuidé a Nico, a él lo pajeé usando mi mano derecha. Y allí estaba yo, moviendo mi cabeza de atrás para adelante con una buena pija en la boca y una en cada mano. Esto sí se sentía como una de las típicas aventuras de Gabriela.  

Fue maravilloso tener cada una de esas vergas dentro de mi boca, jugar con mi lengua, darles chupones. Me calentó mucho estar moviendo frenéticamente la cabeza, como una petera desquiciada, y que de pronto alguno de ellos me tomara de los pelos y me clavara su verga hasta la garganta. ¡Uf! Si esto es lo que siente Gaby en sus aventuras sexuales, entonces la entiendo totalmente. Entiendo por qué es tan puta. Y creo que a mí me está pasando lo mismo, me estoy volviendo re puta… y me gusta.    

No conocía a estos pibes, pero ya me caían bien. Uno a uno se fueron turnando para meterme la verga en la boca, y me esforcé por brindarles la mejor experiencia a cada uno de ellos. No fue fácil, ya que tampoco soy una experta en petes, pero reitero lo que dije antes: “Me estoy volviendo muy buena en esto”. 

Ahora, mientras escribo estas palabras, ya no me pesa tanto la humillación que sufrí por culpa del imbécil de German. Solo siento calentura, por todo lo que pasó con los amigos de mi hermana. Tengo unas ganas impresionantes de masturbarme, y probablemente lo haga. Sin embargo, no quiero hacerlo sola.

Me vas a tener que perdonar, Charly; pero de momento tengo que dejar la narración acá. Gabriela está golpeando la puerta de mi habitación, y no la quiero hacer esperar. Desde que llegué a casa, todavía no hablé con ella… y me muero de ganas de contarle todo lo que pasó con sus amigos.

Así que la próxima vez que escriba en tus páginas te voy a estar contando el resto de la aventura con Dante, Mateo y Nico… pero lo que falta te lo voy a contar tal y como se lo cuente a Gabriela. Porque sé que con ella van a pasar cosas mientras le narre todo lo ocurrido. Se me moja la concha de solo pensarlo. 

Una vez más, gracias por estar siempre ahí, Charly. Ya volveré con más de las locas y morbosas aventuras de Julieta… y la puta de su hermana.  




----------------------------------------

Si les gustan mis relatos eróticos, y quieren leer más, pueden apoyarme donando en mi página de Patreon. Esto me ayudaría mucho a dedicar más tiempo a la escritura. Quienes colaboren podrán leer mis relatos nuevos varias semanas antes de que los haga públicos. 




También pueden seguirme en Twitter, donde anuncio cuando publico un nuevo relato.


-----------------------------------------


Comentarios

La Mansión de la Lujuria

Aislado Entre Mujeres

Mi Vecino Superdotado

Intriga Lasciva - El Instituto

La MILF más Deseada

Strip Póker en Familia

El Fruto del Incesto (Malditas Uvas)

Terapia Sexual Intensiva

Transferencia Erótica

Libres en la Oscuridad

Venus a la Deriva [Lucrecia]

Ayudando a Mamá