Strip Póker en Familia [18].

 


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Strip Póker en Familia.


Capítulo 18.


Ducha Para Tres.



Con la vagina llena de semen caminé, sin abrir mucho las piernas, hasta el sillón en el que había estado cogiendo Mayra, ella me vio y comprendió a lo que había venido; se acercó rápidamente, gateando. Puse un pie arriba del sillón, ella abrió grande su boca y la puso casi pegada a mi concha, al instante el blanco semen comenzó a chorrear; pude ver el grueso hilo que se formó desde mi orificio vaginal hasta su lengua. No la vi tragarlo, ya que al instante se prendió a mi concha y comenzó a chupármela. 

Me sorprendió su ímpetu al succionar, me estaba arrancando los labios de la concha, pero me gustaba mucho. Podía escuchar los húmedos chasquidos que hacía al absorber toda esa mezcla de jugos vaginales y semen. Luego su lengua se coló en mi vagina, como si estuviera buscando los últimos rastros de leche. Su almejita también estaba hecha un mar de flujos y no paraba de masturbarse. 

Por suerte la acción terminó en pocos segundos ya que no podía seguir manteniéndome en pie, necesitaba sentarme aunque sea unos segundos. Me dejé caer pesadamente en el sillón. Mayra se acostó sobre mí y continuó castigándose la concha, yo le acaricié el pelo, pero la mano se me manchó con semen, así que comencé a dárselo en la boca. Me chupó los dedos con muchas ganas hasta que comenzó a sacudirse y a emitir fuertes gemidos. En cuanto acabó su vagina expulsó tres finos chorritos de líquido transparente, nunca la había visto hacer eso, pero no me sorprendía ya que yo acababa de la misma forma cuando me excitaba demasiado. 

Viki se puso de pie y comenzó tambalearse, Ariel la sostuvo por la cintura y ella estrelló un apasionado beso en su boca. Puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que mi mamá recibió  una de las mejores cogidas de su vida. 

Mi papá se había sentado en el mismo sillón en el que yo me había apoyado y miraba la escena, complacido. Estaba segura de que esto marcaría un antes y un después definitivo en la vida de mi familia. No se comparaba a las anteriores partidas de póker, en las que el morbo y la culpa convivían; esta vez hubo sexo abierto, en el que todos participamos.... bueno, todos menos esa negra aguafiestas que se escondía como una rata cobarde en el cuarto de mis padres.  

Como vi que ya todo había terminado, aparté a Mayra y me puse de pie; me dirigí hacia el baño, necesitaba refrescarme un poco y quitarme el sudor y la acumulación de flujos del cuerpo. Cuando agarré la puerta del baño escuché la voz de mi madre, estaba hablando con Mayra, ambas parecían estar alabando el momento vivido, se unieron a mí antes de que pudiera entrar.

—¿Ustedes también quieren ducharse? —les pregunté, Mayra estaba toda pegajosa, aún podía ver líneas de semen que cruzaban por su rostro, incluso un poco le había caído en el cabello. 

—Si no te molesta... —me dijo ella. 

No tuve necesidad de responder, las invité a pasar con un gesto de la mano. Abrimos la ducha, esperamos hasta que el agua esté apenas tibia y nos metimos las tres dentro de la bañera, de pie. Recibir la lluvia de agua en el cuerpo fue un gran alivio para mis músculos, además me despejó un poco la mente, que aún estaba algo apelmazada por el alcohol. Ayudé a Mayra a limpiarse, quitándole el semen con las manos y pasándole una esponja enjabonada. Ella me agradecía la atención con la mejor de sus sonrisas. Mi madre estaba delante de nosotras, más cerca de la ducha, se lavaba la entrepierna con el agua que caía.  

—Eso sí que fue intenso —les dije. 

—Creo que llamarlo “intenso” es poco —aseguró mi mamá.

—No imaginé que te cogerías a los dos a la vez —le comenté mientras lavaba la vagina de mi hermanita y ella hacía lo mismo con la mía. 

—Yo tampoco... pero no tuve más alternativa que intervenir con Ariel, le iba a romper el culo a Mayra... de mala manera. 

—Así es, —dijo la pequeña—. Le aseguré que no estaba lista y él no me quería escuchar. Me clavó la punta de la verga, casi me largo a llorar del dolor. 

—Es que es un brusco, no esperó a que se te dilate bien, por eso después se hizo el “experimentado” conmigo y demoró tanto en meterla. 

—A mí lo único que me importa —les dije—, es que gané la apuesta. Papá me cogió mucho antes de que a vos te la metiera Erik. 

—Pero... pero yo tuve que ayudar a Mayra.

—Y sos una excelente madre por haber sacrificado tu culo para salvar el de tu hija... pero de todas formas, gané yo. 

—Tiene razón, ganó ella. Le doy la victoria especialmente por la idea de poner música. Erik estaba a punto de metértela, cuando ella te obligó a alejarte de él, sutilmente —dictaminó Mayra metiendo dos dedos en mi concha—. Les tendría que haber apostado que me tragaba la leche de todos, ahí sí que me hubieran tenido que dar un buen premio. 

—Eso sí que me sorprendió —le aseguré—, pensé que lo decías por decir nomás. No sé cómo te animaste.

—Me animé por la calentura que tenía... y que hayas venido a ofrecerme tu concha en el momento justo, me puso como loca —se puso en puntitas de pie para darme un cortito beso en la boca. 

—Gracias, hermosa. Sos un amor —como premio comencé a frotarle lentamente el clítoris.

—Mami, ¿Ariel te rompió el culo como prometió, o fue puro palabrerío?

—Y... digamos que yo tengo mi orgullo... no le iba a admitir nada, y si le podía golpear un poquito el ego, lo iba a hacer; pero la verdad es que el pendejo me dio una culeada monumental... de entrada me dolió un montón y me dije “Dios, si ya empezamos así, no sé cómo vamos a terminar”; pero no se la iba a dejar tan fácil, por eso le pedí que me diera con todo lo que tenía y...

—Y lo hizo —acotó Mayra.

—Sí... sí que lo hizo. Me dio con todo. Empecé a sentir cómo me bombeaba el culo y que todo el cuerpo se me electrizaba. Al final me tuve que tragar mi orgullo, me gustó demasiado... y quería hacérselo saber, quería que él supiera lo bien que la estaba pasando... no sé, fue una sensación extraña, de pronto quería exteriorizar todo, no podía guardarme tanto placer. Además el pendejo me decía barbaridades... eso me ponía como loca. Me siento culpable, porque al hacerlo con ese pendejo fue la primera vez en mi vida que tuve la sensación de estar engañando a Pepe; porque me entregué completamente a Ariel. Y eso es raro, porque con Pepe  hemos hecho tríos y todo. 

—No te sientas mal mamá, a tu marido yo lo tenía bien entretenido.... y cuando empezaste a gritar esas cosas, empezó a darme más fuerte. Digamos que fue un engaño mutuo y consentido.

—Gracias Nadia, eso me tranquiliza mucho. 

—De todas formas hay algo que a mí me resultó raro —nos hizo saber Mayra. 

—¿Qué cosa, hija?

—La forma en la que hablaban entre ustedes... fue como si viniera por otra cosa... como si ya se conocieran de antes.

—Bueno, es mi sobrino, claro que lo conocía de antes.

—No me refiero a eso, sino a que él supo cómo volverte loca... y me resulta imposible creer que lo haya logrado en tan poco tiempo, vos no sos una mujer tan fácil de dominar. 

—Es que... —mi mamá se quedó en silencio durante unos segundos, luego dijo—. Hay algo que no les conté.

—Podés contarnos ahora —dijo Mayra.

—Está bien, pero no se enojen conmigo si no les agrada. Las cosas con Ariel empezaron hace mucho... mucho antes de que tuviéramos el primer juego de Póker. Nunca se lo conté a nadie, ni siquiera tu papá lo sabe... pero les prometo que él lo va a saber, es mi marido y lo amo con locura, no voy a permitir que una calentura arruine la hermosa relación que tengo con él. 

—Te escuchamos —le dije—, y no nos molesta. Todos en esta familia hicimos cosas indebidas en algún momento, si empezamos a juzgarnos entre nosotros, nos terminaríamos matando.

—Gracias por entender. Resulta que Ariel está caliente conmigo desde hace más de un año. Nadia, ¿te acordás que yo te conté las calenturas que me daba con Erik? —Asentí con la cabeza—. Bueno, esto pasó más o menos en esa época y Ariel tiene mucho que ver con la calentura con mi hijo, ya que fue por él que empecé a mirar a los chicos de esa edad con otros ojos... y bueno, tenía a Erik cerca; pero eso ya no viene al caso. Con Ariel todo empezó un día cuando me vio en bikini; desde ahí quedó obsesionado conmigo. Ariel fue discreto e indiscreto a la vez. Discreto porque siempre me hablaba cuando estábamos solos y cuidaba mucho que nadie nos escuchara; indiscreto porque me decía todas las barbaridades que se puedan imaginar. Es un zarpado... y eso es lo que más me calentó de él, que fuera tan directo conmigo, que me dijera de frente todo lo que quería hacerme. 

—Me imagino qué cosas te decía —dijo Mayra. 

—Sí, las que se imaginan... pero principalmente me decía que le encantaba mi culo y que me lo iba a romper. Él venía y me agarraba una nalga, hasta me hincaba los dedos en el agujerito por arriba de la ropa y me decía: “Este culo va a ser mío”. A lo que yo le contestaba que ese culo tenía dueño, era de mi marido. Él se reía.

—¿Solamente te manoseó? —le pregunté. 

—No, él no se iba a conformar con eso. No tienen idea de lo insistente que puede llegar a ser ese chico. Cada vez que estábamos solos me arrimaba o me obligaba a tocarle la verga por arriba del pantalón diciéndome “Te gusta, putita... te gusta”. No le admitía nada, pero tenía toda la razón del mundo, me volvía loca que me hiciera eso. A veces yo misma lo provocaba un poquito o me ponía alguna pollera cortita cuando él venía, para que pudiera meterme la mano. 

—¿Te coló los dedos? —quiso saber Mayra.

—Sí, varias veces, para colmo me decía “Te mojás toda cada vez que te toco”. Ariel se metió en mi cabeza, había días en los que no podía dejar de pensar en él y en qué pasaría la próxima vez que estuviéramos solos; pero yo siempre mantenía la misma actitud, lo provocaba y le golpeaba el ego... le agarraba la verga, la cual siempre se le ponía dura, y le decía que con esa salchichita no me podía hacer nada. Él se enojaba y me arrimaba por detrás. Una de esas veces fue una tarde que vino cuando yo estaba sola, empezó con los toqueteos de siempre y le dije que no le tenía miedo a su pitito, entonces me puso contra la mesada de la cocina, yo estaba de pollera y me arrimó con la verga afuera diciéndome las chanchadas de siempre, “Tu culo pide a gritos este pedazo”. Me mojé toda. Empecé a seguirle el jueguito. Podía sentir cómo me hincaba la verga contra la tanga y que ésta se me iba metiendo dentro de la concha. Me agarró las tetas y me dijo “Te voy a coger, puta... y te va a gustar”, le contesté: “Vos no podés coger a nadie”. “Vas a ver que sí, si te sacás la tanga te rompo el culo”, me decía al oído. Yo estaba que volaba de calentura, así que le dije: “¿Por qué no me la sacás vos, si sos tan macho”. 

>No lo dudó, al toque me quitó la tanga; después volvió a arrimarme, se había mojado la verga con saliva, la puso justo contra el agujero de mi culo;  yo, en lugar de alejarlo, me levanté más la pollera y me incliné más sobre la mesada, levantando la cola.

> —No te me pongas así putita, que vas a terminar muy mal.

> —No sos lo suficiente hombre como para poder poseer una mujer como yo... te faltan huevos. 

> Entonces él comenzó a frotar la verga de arriba abajo, pasándomela entre los labios de la vagina y subiendo de nuevo hasta el culo. 

> —Ya vas a ver, cuando empiece a montarte me vas a pedir que te la meta más fuerte.

> —Claro, porque ni siquiera la voy a sentir —le respondí. Era una lucha de egos. 

> Él me tomó por sorpresa cuando puso la punta de la verga en mi culo y empujó hacia adentro. Sentí un dolor agudo y tuve la certeza de que se me estaba abriendo; pero me aparté enseguida, acercándome más a la mesada.

> —¿Qué pasa, putita? ¿Tenés miedo? —me preguntó riéndose de mí.

> —¿Miedo de vos? ¡Pero por favor! —le agarré la verga y lo acerqué nuevamente a mi vagina— Esta concha es demasiado para vos —moví su pene de forma tal que el glande me abriera los labios de la concha mientras lo subía y lo bajaba. Nunca habíamos llegado tan lejos. 

> —Esta concha está toda mojada —me dijo tocándome el clítoris, tenía razón, yo estaba que goteaba flujos— ¿Eso qué quiere decir?

> —Quiere decir que soy bien mujer y que a mí se me moja, al igual que a vos se te para. 

> —Yo creo que quiere decir que estás caliente conmigo. 

>—Solamente en tus sueños. Vivís a pajas, pendejo, qué te hacés ahora el macho ponedor. 

> —No te hagas la picante, tía. Si te da miedo entregar la colita —al decir esto enterró un dedo ensalivado en mi culo, tuve apretar mis dientes para no soltar un quejido—. Qué apretadito que está este culo, ¿segura que te bancarías toda mi verga adentro? 

> —Por supuesto, pero eso no quiere decir que te vaya a entregar el culo. 

> —¿Te da miedo? —movió el dedo en mi interior provocándome dolor.

> —No, para nada... pero no sé si valés la pena como para entregarte la cola, nene. No se la doy a cualquiera —en realidad estaba aterrada, tenía miedo de que me clavara por detrás y que me hiciera gritar de dolor, estaba intentando buscar una excusa para que no lo hiciera—. Ni siquiera me demostraste lo que sos capaz de hacer y ya estás fantaseando con la idea de que te entregue la cola. 

> —Así que la putita quiere que le muestre lo que soy capaz de hacer... vas a terminar todita llena de leche. 

> —¿Vos me vas a llenar de leche a mí? En tus sueños, pendejo. 

> Quitó el dedo que estaba en mi culo y sentí un gran alivio; sin embargo agarró mi pierna izquierda y la levantó, obligándome a apoyarla arriba de la mesada, quedé aún más expuesta. Comenzó a frotar otra vez su verga contra mi vagina, empapándola con mis jugos, los cuales ya abundaban. El corazón me latía deprisa y estaba muy excitada, pero no se lo iba a admitir. 

> —Cómo se te abre esa concha, putita. Ese agujerito pide por mi verga —cada vez me costaba más refutar sus comentarios.

> —Ya ves, estoy toda abierta y mojada... pero vos no sabés qué hacer con una mujer cuando está así. 

> —¿Y por qué te pusiste así? —tragué saliva, podía sentir su duro glande amenazando con entrar en mi vagina, sin embargo él lo continuaba frotando por fuera—. A mí se me para con sólo ver tu colita, lo admito... estás muy buena, tía; pero vos... —pasó dos dedos entre los labios de mi concha y luego me los mostró, estaban llenos de un líquido viscoso y pegajoso— mirá lo que es esto ¿por qué estás así? —volvió a preguntarme.

> Empezó a darme rápidos golpecitos con la verga, a mí me gustó tanto que hiciera eso que cometí el acto fallido de agarrarme la parte baja de una nalga y así abrir más la concha para él. 

> —¡Epa! —Exclamó—. Se ve que te está gustando, putita. Admití que estás caliente.

> —Sí, estoy caliente ¿y qué problema hay con eso? Soy mujer, no me avergüenza decir que me caliento cuando me arriman una verga... y me mojo con facilidad, así que tampoco es un gran mérito.

> —Pero sí es un mérito mío —siguió con su constante golpeteo, haciendo que mi concha salpicara juguito, yo me tenía que morder la boca para no gemir—. ¿Así que no hay por qué avergonzarse de nada?¿Te gusta que haga esto? —me preguntó refiriéndose a los golpecitos.

> —Sí, me gusta... y no quiere decir que esté loca por vos. 

> —Está bien, ¿y esto también te gusta? —agarró su verga con firmeza y comenzó a darme cortitas embestidas contra el agujero de la concha, provocando que éste se abra y se cierre, casi no metía su verga. 

> —Sí, eso también me gusta... es lógico, soy mujer. 

> —Decime... ¿esto también te gusta? —puso la punta de su verga contra mi culo y comenzó a presionar hacia adentro, solté un leve gemido que intenté disimular.

> —Por supuesto, me gusta que me den por el culo. 

>—Contame... ¿qué otra cosa te gusta? De la cual tampoco tengas por qué avergonzarte.

> —Me gusta que me toquen el clítoris.

> —¿Así? —preguntó mientras con dos dedos comenzaba a estimular mi botoncito usando movimientos circulares.

> —Sí, así...

> —¿Otra cosa que te guste?

> —Que me metan los deditos por la concha.

> —¿De esta forma? —metió dos dedos en lo profundo de mi agujero, a todo esto su verga seguía presionando peligrosamente mi culo. 

> —Más rápido —aceleró el movimiento de su mano, podía sentir sus dedos muy adentro—. Sí, así me gusta más —no dejaba de masturbarme ni por un segundo, mi respiración estaba muy agitada y mi buen juicio se estaba nublando completamente—. Arrimame más con la verga —le pedí y él, sin decir nada, presionó un poco más, sentí un enorme placer cuando su glande, lubricado con mis fluidos, comenzó a dilatarme el culo; sin embargo sabía que no la podría tolerar toda si me la clavaba en ese momento—. Volvé a darme golpecitos —por suerte él no se negó, quitó los dedos de mi vagina y volvió a pegarle repetidas veces con la punta de su verga. 

> —Vos ya estás lista para que te cojan —me dijo. 

> —¿Y qué esperás para demostrarme lo que sabés hacer? Porque yo todavía no vi nada...

> Yo y mi bocota, apenas terminé de hablar y él ya estaba penetrándome. Lo hacía muy lentamente, como si quisiera que yo disfrutara del momento al máximo... y así lo hice. Los labios internos de la vagina se me fueron dilatando poco a poco, para darle paso a todo lo que entraba. Estaba tan mojada que el pene se deslizó hacia adentro con enorme facilidad, solté un gemido entre dientes. La clavó completa y la dejó quieta, esperando ver mi reacción, me mantuve inexpresiva... bueno, lo más inexpresiva que podía ser con una verga metida en la vagina. Luego la fue sacando, tan lento como la había metido. No la sacó completa, justo antes de llegar a la punta, volvió a meterla. 

> —¿Te gusta que te cojan así, despacito?

> —Sí, me gusta; pero me han cogido de mejores formas, no me voy a volver loca por esto —lo cierto era que el morbo que inundaba el ambiente me estaba volviendo loca. Él seguía metiéndomela despacito— ¿Por qué no me das más fuerte? A ver si de esa forma me gusta más.

> No, sólo quería que la probaras un poquito.

> Al decir esto me la sacó completamente y se alejó de mí, dejándome sola toda abierta y con la concha empapada. No lo podía creer, había hecho todo lo posible para metérmela y ahora que se lo permitía, él me dejaba así. 

> —¿Qué pasa pendejo, ya arrugaste? —le pregunté bajando la pierna de la mesada. 

> —Para nada... es sólo que yo ya te mostré lo que puedo hacer, pero vos no me mostraste nada a mí. 

> —¿De qué hablas?

> —Vos también tenés que mostrarme cuáles son tus talentos... Por ejemplo, ¿sabés hacer buenos petes?

> —Por supuesto. 

> —Y si te la chupo bien ¿qué vas a hacer, me la vas a meter otra vez? 

> —No, te la voy a meter solamente si vos me la pedís.

> —Eso no va a pasar, pero te voy a mostrar qué buenos petes sé hacer.

> Me agaché delante de él y sin esperar un segundo me metí su verga en la boca, tenía el sabor de mi propia vagina, lo cual me calentó mucho. Comencé a mamarla dándole chupones en el glande y masturbándolo con una mano. Estuve chupándola sin parar durante un buen rato, jugando con mi lengua todo lo que podía, y de pronto él me agarró con fuerza de los pelos, estuve a punto de sacar el pene de mi boca para quejarme, pero me la clavó aún más adentro, casi me ahoga. Empezó a cogerme por la boca, literalmente. Me dolían los tirones de pelo y me veía obligada a mantener la boca lo más abierta posible mientras esa dura verga entraba y salía sin parar, me estaba babeando toda ya que ni siquiera tenía tiempo de tragar la saliva. Tan súbitamente como comenzó, se detuvo. Sacó la verga de mi boca y me limpié la saliva del mentón con el dorso de la mano, miré hacia arriba, hasta cruzarme con sus ojos, mientras jadeaba rápidamente.

> —Hacé eso otra vez —le pedí.

> —¿Te gustó, putita?

> Asentí con la cabeza, sin dejar de mirarlo. Volvió a sujetarme el pelo con violencia y una vez más tuve esa dura verga clavada en toda la boca. La sensación de placer que me producía era enorme, nunca nadie me había tratado de esa manera y jamás creí que alguien pudiera hacerlo. Pepe es rudo y fuerte, pero es sumamente respetuoso conmigo; en cambio este pendejo no me respetaba en absoluto, me trataba como a una puta y eso me calentaba más de lo que hubiera podido imaginar. Gocé una vez más con la forma brusca en la que me obligaba a chuparle la verga. Cuando se detuvo me puse de pie, estaba demasiado excitada como para conformarme sólo con mamadas, aunque éstas fueran las más intensas de mi vida. 

> —Seguime, pendejo. 

> Fuimos hasta mi cuarto, apenas entramos me saqué toda la ropa, él se abalanzó sobre mí y comenzó a chuparme las tetas, dando leves mordiscos a mis pezones, mientras tanto yo jugaba con su pene. Luego me puse en cuatro en el borde de la cama.

> —Acá me tenés, pendejo, a ver qué podés hacer... metémela toda —se acercó a mí por detrás, esta vez me penetró con mayor fuerza. 

> —Ya vas a ver, putita, vas a gritar de placer.

> —Eso quiero verlo —dije apretando los dientes, al clavarse la verga tan rápido me había producido una repentina oleada de placer. 

> Sus movimientos no se parecían en nada a los que había hecho en la cocina, esta vez me tomaba firmemente por la cintura y se bamboleaba con destreza, podía escuchar el golpeteo rítmico de su pelvis chocando contra mis glúteos, la verga entraba y salía con facilidad, como si mi concha no opusiera resistencia alguna. 

> —¿Te gusta, tía? 

> —De momento vas bien, pero todavía no estoy impresionada.

> Aún podía controlarme, era capaz de recibir sus duras embestidas sin gemir, tan sólo tenía la respiración agitada; pero debía admitir que cada vez me gustaba más lo que él me hacía y sabía que esto me dificultaría mucho las cosas. Para empeorar todo aún más, a él se le ocurrió seguir diciéndome cosas al oído, sin dejar de metérmela.

> —Vas a ser mía, putita... vas a venir a rogarme que te coja.

> —Claro que sí, pendejo... —le dije en tono despectivo, pero ya no confiaba en mis propias palabras.

> —Estás muerta por mí, lo puedo ver en tu carita.

> —Tenés mucha imaginación —no paraba... no me daba respiro, seguía taladrándome la vagina y ésta ya comenzaba a sentirlo de otra manera. 

> —Te tengo justo donde te quería.

> —Lo que vos querías era... ¡Ah, ah! —comencé a gemir, me estaba llevando a un nivel de excitación que no podía controlar—. Vos querías... ¡Ahh, ahhh!

> —¿Qué pasa putita, no podés hablar?

> —¡Ah... ahh! ¡Callate! —me resultaba imposible parar de gemir, él aceleró el ritmo. 

> —¿Yo quería qué? 

> —Callate... ¡Ah, ah, ah! Callate y cogeme fuerte... 

> Él hizo lo que yo le pedía, empezó a darme con todas sus fuerzas, mis gemidos se hicieron cada vez más agudos e incontrolables. Me agarró con fuerza del pelo y tiró mi cabeza hacia atrás, puso su boca junto a mi oreja, sin dejar de cogerme.

> —Escuchame atentamente, putita. Vas a ser mía, eso es una promesa... y cuando te rompa el culo, te va a gustar —estaba demasiado excitada como para responderle, no hice más que escuchar y gozar de todas sus penetraciones—. Admití que estás muerta por mí, te calienta mucho que yo te coja —solté unos gemidos más profundos, una inmensa ola de placer me cruzaba todo el cuerpo— ¿Qué pasa, putita? —Preguntó dándome con fuerza— ¿Estás por acabar?

> No tuve que responder, mi cuerpo habló por sí mismo, tuve un rico orgasmo; pero él no me soltó ni dejó de metérmela hasta que el clímax finalizó. Luego caí de cara en la cama, intentando recuperar el aliento. 

> —¿Ya está putita, eso es todo lo que aguantás? 

> —No —le dije jadeando—, no es todo.

> —Vos ya acabaste... y yo todavía la tengo dura.

> —Puedo tener muchos orgasmos —me reincorporé.

> —¿Vas a poder hacerme acabar? —Cuando dijo esto se acercó rápidamente a mí, poniéndose de rodillas en el colchón, luego apretó mis mejillas con sus dedos, abrí la boca con incredulidad y él me besó. En realidad no fue un beso, su lengua atacó mi boca, se clavó casi hasta mi garganta, yo también moví mi lengua, buscando la suya. Ese furioso beso duró apenas unos segundos, pero me dejó idiotizada.

> —Yo te voy a hacer acabar, pendejo —le dije cuando me soltó. 

> Aún conservaba unas pequeñas gotitas de orgullo en mi interior, pero pronto se evaporarían por completo. Le indiqué a Ariel que se acostara boca arriba en la cama, luego me senté sobre él, quedamos mirándonos a los ojos. Apunté su verga hacia mi concha y comencé a montarlo. Él no permaneció estático, sino que también sacudía su cuerpo, a veces yo bajaba y él subía, esto provocaba que la verga se me metiera placenteramente hasta el fondo, soltaba un grito de placer cada vez que eso ocurría. Mi cabeza era un cúmulo de emociones, ese pibe tenía demasiadas cosas que me gustaban, incluso algunas en las que no había pensado nunca en mi vida. Gemía por las simples ganas de gemir, estaba tan caliente que todo me parecía sumamente excitante. 

> —¿De qué te reís, putita? ¿Tanto te gusta? —él había notado antes que yo la amplia sonrisa que tenía en el rostro. Allí fue cuando me perdí completamente. 

> —Si, me gusta.... me gusta mucho —dije sin dejar de sonreír.

>Continué saltando, mis tetas rebotaban y hasta esto me causaba una morbosa gracia, él me estaba haciendo feliz. Nunca nadie me había llevado a ese extremo. En mi cabeza resonaban todas sus sucias palabras, y ya podía sentir mi orgullo doblegado. Tuve la imperiosa necesidad de someterme a él. 

> —¡Uy, qué rico! ¡Hace cuánto que no me cogen así —dije elevándome más para caer con mayor fuerza contra esa verga erecta que esperaba por mí. 

> Puse la planta de mis pies en el colchón, apoyé las manos en mis rodillas, las cuales tenía flexionadas. Esta nueva posición favoreció mucho la penetración profunda. Comencé a saltar de arriba abajo, a sacudirme de atrás para adelante y a menearme en círculos. Miré hacia abajo y vi esa cremita blanca que expulsa mi concha cuando está muy a gusto. 

> —¡Ay, mirá cómo me ponés! Me llenaste la concha de cremita... —dicha cremita salía en gran cantidad y salpicaba para todos lados. 

> —Así quería verte, gozando como una puta —me dijo clavándomela con fuerza— ¿Ahora vas a admitir que te gusta mi pija?

> —Sí Ariel, me encanta tu pija, me vuelve loca —confesé—. Mirá cómo me pone —me calentaba manifestarme de esa forma, quise llevar mis confesiones aún más lejos—. Me pajeo siempre pensando en vos —él estiró su mano y me apretó el clítoris con la punta de sus dedos— ¡Ay, si! Eso me gusta mucho... me gusta... me gusta... me vas a hacer acabar otra vez —dije sin dejar de dar saltitos—, me estás matando. Me prometiste que me ibas a llenar de leche... no aguanto más Ariel, dame tu lechita... dámela toda... dame la...

>Soltó mi clítoris y todo mi cuerpo convulsionó. Quise gritar, pero no fueron más que alaridos mudos que se apagaban en mi garganta, quería tomar aire no podía, sentía mi concha contrayéndose y expandiéndose violentamente, intenté escapar de allí, pero no tenía a dónde correr. Me tiré boca arriba en la cama, abrí las piernas; arqueé mi espalda, levantando mi vientre tanto como pude y solté un alarido de placer. De mi concha comenzó a saltar agüita a montones, me sacudí en la cama y Ariel se aprovechó de mí, en lugar de intentar calmarme, comenzó a masturbarme violentamente, mi concha era un volcán haciendo erupción, salpicando flujos para todos lados. Nunca había tenido un orgasmo tan intenso y largo en toda mi vida. Me llevó varios segundos recuperarme, pero el rubio no me dio tregua; clavó su verga en mi boca y casi de forma inmediata ésta comenzó a escupir semen, el cual me tragué con mucho gusto hasta la última gotita. 

> —¿Estaba rica mi lechita? —me preguntó; sólo pude asentir con la cabeza, aún estaba agitada—. Yo cumplo lo que prometo, mamita... ¿cómo te dije que ibas a terminar?

> —Lle... llena de leche —dije saboreando los rastros de semen que aún daban vueltas por mi boca—. Me hiciste gozar como una puta. 

> —Y cuando quieras podés tener más de esto, ya me vas a pedir que te rompa el culo. 

Con Mayra nos miramos boquiabiertas, la historia de mi madre con Ariel era mucho más intensa de lo que habíamos imaginado, sólo se comparaba con lo que había vivido minutos antes en el comedor de casa.

—Bueno, ya saben qué paso después, cuando le entregué el culo —continuó Viki—. Desde ese día estuve fantaseando con que me cogiera otra vez... como les dije, fueron meses de toqueteos, jueguitos y provocaciones; pero el día en que me cogió por primera vez fue poco tiempo antes de que comenzáramos a jugar Strip Póker. Él me había dejado tan caliente que sólo podía pensar en sexo, por eso empecé a planear alguna forma de hacer cosas perversas e inmorales, quería que toda mi familia experimentara un poquito de la lujuria que yo experimenté ese día. 

—¿Así que, en parte, jugamos al Strip Póker por culpa de Ariel? —preguntó Mayra.

—Se podría decir que él es responsable, en cierta medida. No es casualidad que yo lo haya invitado para que viniera a jugar anoche. 

—¿No era que ellos habían aparecido sin avisar? —pregunté.

—La que apareció sin avisar fue Analía, yo lo invité a Ariel, nada más. De todas formas fuimos bastante cautelosos, actuamos como si fuera la primera vez que nos veíamos desnudos. Quería cogérmelo delante de todos, sin que me juzgaran... pero creo que me pasé un poco de la raya. Intenté mantener la calma, pero me fue imposible, ese pendejo me tiene dominada. 

—No te culpo, mamá —dijo Mayra—, yo sé muy bien qué se siente sentir una atracción así por alguien... alguien que es capaz de fascinarte con cada cosa que hace o dice... un amor prohibido por cuestiones lógicas de la vida... alguien que a veces te hace enojar y te hiere el orgullo, pero sin embargo te enamora tratándote de la forma en la que vos querés que te traten —tenía un nudo en la garganta, tragué saliva porque imaginé lo que diría después—. Eso es lo que a mí me pasa con Nadia... por suerte ella lo entiende y me da todo lo que necesito.

La pendeja me hizo llorar de la emoción, pero disimulé las lágrimas con el agua de la ducha; lo que no pude aguantar fueron mis ganas de abrazarla, la envolví fuerte con mis brazos. 

—Gracias, chiquita —le dije—. No te das una idea de lo importante que sos para mí. 

—Qué lindo que pienses de esa manera Mayra, me reconforta mucho —dijo mi madre. 

Luego ella pasó por al lado nuestro y se acercó a la pared opuesta, sin salir de la bañera; se puso de frente a la pared y comenzó a ponerse shampoo por el cabello. Supuse que también se había largado a llorar y no quería que la viéramos, el shampoo le serviría de excusa perfecta si quería disimular sus lágrimas.  

—Qué loco... No creí que te había gustado tanto —dijo mi hermanita—; en ese momento pensaba que todos esos gritos eran puro teatro, para calentar... pero ahora entiendo todo. 

—Te aseguro que no fue teatro, cada cosa que le dije me salió del alma. No sé por qué me calienta tanto ese pibe, puede que sea por su edad, me gustan los muchachos jóvenes, también puede que sea por el morbo de que es mi sobrino... pero en realidad es sólo un sobrino político. Otra razón podría ser que sabe cómo moverse y porque es muy animal, me gustan los hombres bruscos. Lo que sí me vuelve realmente loca, es que me trate de esa forma, que me diga todas esas cosas. El pendejo me hizo suya —mi madre hablaba con sinceridad—, y lo que más me preocupa es que sé que no me va a alcanzar con dos veces... voy a querer que eso se repita. Ustedes se van a enojar conmigo por lo que les voy a decir... pero mientras me cogía yo ya estaba haciendo planes... estaba pensando alguna forma de encontrarme con él en algún hotel...  

—¿Y eso qué tiene de malo? —preguntó Mayra.

—¿No les parece malo?

—Si se lo decís a papá, no —le dije— estoy segura de que él lo va a aceptar. 

—¿Te parece?

—Sí mamá. Especialmente si tiene con quién entretenerse... me ofrezco para eso —sonreí con simpatía.

—Que puta... —me dijo Mayra riéndose—, puta y embustera... pero tenés razón, papá no se va a negar, mucho menos si esas noches que mamá se va al telo con Ariel, vos te quedás con él... o se queda conmigo —me guiñó un ojo. 

—¿Con vos? —le pregunté incrédula.

—¿Tenés miedo de que te lo robe?

—¿Miedo de vos? Ni un poquito, nena —no estábamos peleando realmente, en realidad era algo similar a lo que Ariel había hecho con mi madre... tal vez yo estaba equivocada y no era mi padre el que acaparaba toda mi atención, tal vez Mayra era mi Ariel.

—¿Creés que yo no podría calentar a papá? 

—Con lo que pasó hoy ya te llevo mucha ventaja, querida. 

—Tal vez sea todo lo contrario... “querida” —me dijo en tono burlón—, tal vez ya se haya sacado las ganas de probar tu concha y ahora quiera la mía. 

—Te olvidás que también podría darme por la cola... eso todavía no lo hizo.

—Sí, pero mi cola está virgen todavía... bueno, técnicamente hablando. 

—Ya le gané a mamá... ¿ahora también querés empezar una competencia conmigo? No te conviene. 

—Vos no sabés de lo que puedo ser capaz, Nadia. Imaginate que yo voy y le digo a papá con esta carita —puso su mayor cara de niña ingenua, pero provocativa— “Papi, estoy aburrida... ¿no tenés ganas de jugar conmigo?” y le muestro el culo —se dio vuelta y se abrió las nalgas con la mano, mostrándome su ano apretadito y su vulva depilada.

—Con eso ya perdiste, Nadia —dijo mi madre riéndose—; Pepe se volvería loco. 

—Pero... pero yo... yo también tengo mis armas. 

—Eso ya lo sabemos —continuó Viki—, pero tenés que admitir que tu hermanita tiene un encanto natural, ella no necesita hacer nada para provocar —Mayra sonrió victoriosa.

—Está bien... está bien —cedí—. Lo importante de todo esto es que vos vas a poder encontrarte cuando quieras con Ariel, de papá nos encargamos nosotras. 

—Ustedes dos me solucionan todos los problemas de la vida —dijo mi madre sonriendo—, espero que tengan razón... porque de verdad quiero estar con el pendejo otra vez. 

Mientras ella hablaba Mayra le enterró dos de sus finos dedos en la cola y me miró con una sonrisa cómplice, comprendí que su intención era poner cachonda a mi mamá, para soltarle más la lengua; la ayudé con su plan, comencé a acariciar la vagina de Viki, como si quisiera ayudarla a lavarse.  

—¿Solamente eso querés? —le preguntó la pequeña moviendo los dedos dentro de ese agujero ya dilatado, mi madre se acariciaba los senos. La espuma de shampoo que tenía en el cabello le caía sobre los hombros.  

—Quiero que me haga de todo; quiero que me clave la verga hasta la garganta —los estímulos que estábamos empleando estaban dando resultado—, que me obligue a chupársela toda; quiero que me abra la concha con la verga —introduje dos dedos en su vagina, ya estaba llena de flujos otra vez—. Quiero que me diga que soy su puta —Mayra se arrodilló dentro de la bañera y se colocó detrás de mi madre, siguió metiéndole los dedos en el culo—. Quiero que me rompa el culo otra vez, y que me lo llene de leche, esa me la debe... me lo prometió y no cumplió. 

Cerré la ducha, porque el agua me molestaba y me agaché detrás de mi hermanita, abriendo las piernas, su colita quedó contra mi vagina, mi mamá apoyó las manos contra la pared, aceptando lo que estábamos haciéndole. 

Dejó de hablar pero comenzó a gemir. Mayra acercó su boquita a la vagina, quité los dedos para que ella pudiera lamerla en paz, su lengua comenzó a recolectar los flujos que manaban de la velluda concha de mi madre, yo comencé a frotarme contra la pequeña, pasándole mis grandes tetas por la espalda y rozando mi clítoris contra sus nalgas. De pronto Mayra apartó los dedos de la cola de Viki y comenzó a introducirlos de a dos en la vagina, sin dejar de lamerla. Me di cuenta de que mi hermana necesitaba más estímulo, por lo que comencé a frotar su clítoris. Mi mamá separó las piernas tanto como el ancho de la bañera se lo permitió y pegó sus tetas a la pared, esto levantó considerablemente su cola y le hizo la tarea más fácil para esos deditos que la ultrajaban. Lamí el cuello de Mayra y comencé a darle chupones mientras seguía pajeándola frenéticamente, si a ella le gustaban tanto las mujeres, entonces le daría una experiencia lésbica que jamás olvidaría. 

Resultaba obvio que mi mamá había quedado sumamente excitada luego de narrarnos su aventura con Ariel y que estaba disfrutando mucho la chupada que le estaba dando su hijita. Ella también comprendió que el momento era especial para Mayra ya que era la segunda concha que chupaba en su vida... y era la de su mamita. 

—Cometela toda hija, disfrutala mucho —le dijo entre jadeos.

Mayra hizo lo que le sugerían, chupó esos gruesos labios vaginales con esmero, empleando mucho la lengua. Luego abrió esas grandes nalgas y comenzó a lamer el agujero del culo. En ese preciso instante escuchamos que alguien golpeaba la puerta del baño.

—¿Se puede pasar? —preguntó la voz de mi hermano desde el otro lado.

—¡NO! —le gritamos las tres al unísono. 

Nuestra negativa fue tan rotunda que él ya no insistió. Éste era un momento exclusivo para chicas. Para incentivar más a mi hermanita, me acosté boca arriba en la bañera, poniendo mi cabeza debajo de su concha. Sus hermosos y finos labios vaginales me calentaron mucho, no esperé más tiempo, comencé a comerle la concha. Desde abajo podía ver perfectamente cómo los dedos de Mayra penetraban la rajita de Viki. Dos dedos pasaron a ser tres en poco tiempo, luego a esos tres se les sumó uno más... y mi mamá ya comenzaba a sentir el dolor. 

—No mi amor, no... pará... —le decía entre jadeos, pero la niña no se detenía.

La vagina de Viki se abría cada vez más y su hijita ponía todo su esmero para que los cuatro dedos pudieran entrar y salir rápidamente. De a poco fui viendo como la mitad de la manito de Mayra se perdía dentro de ese húmedo agujerito, sólo quedaba afuera su pulgar.

—¡Ay! No chiquita... ¡Ay! Mayra... Mayra... para un poquito —se quejaba sin dejar de gemir. 

Ver esa escena me excitaba mucho y se lo hacía saber a la pequeña poniendo mi mayor esfuerzo en chupar su clítoris, su almejita estaba deliciosa. 

—Mayra... por favor... Mayra... pará.

Pero su hija hacía caso omiso a sus súplicas, continuaba invadiéndola con cuatro deditos. No sabía hasta dónde quería llegar ella, pero luego supe que quería llegar hasta el final. Retrocedió con sus dedos, los estiró al máximo y al subirlos otra vez, incluyó también su pulgar. La vagina de mi madre se estiró y la mano completa de Mayra se perdió dentro. Me puse como loca al ver eso, comencé a chupar aún con más celeridad y llevé una mano a mi entrepierna, para masturbarme. Si bien la mano de mi hermanita era pequeña, mi madre debía estar sintiendo que algo muy grande le abría la concha.

—¡Ay no! No, no... no. Mayra... pará —ella se quejaba pero no se movía, seguía con la cara y las tetas pegadas a la pared.

La mano comenzó a entrar y salir casi en su totalidad, me fascinaba ver cómo la concha de mi madre se abría cuando paraba por ella la parte más ancha de la mano. Sus flujos comenzaron a manar a montones y comenzó a formársele una espumita blanca que manchaba a Mayra hasta la muñeca.

—Mayra... Mayra... Mayra... 

—¿Qué? —le preguntó ella cortante. 

—¡No pares! ¡Me encanta! 

Tal y como lo había imaginado, la vagina de Viki se estaba acostumbrando a tener todo eso adentro y ella ya estaba sintiendo el verdadero placer que esto le podía provocar. Se escuchaba el chasquido de la mano entrando y saliendo constantemente, sumado a los fuertes chupones que yo daba en toda la concha de la pequeña. Mi mamá comenzó a acompañar el movimiento flexionando y estirando las piernas, como si estuviera montando una verga... una muy grande. Siguió haciendo esto hasta que sus gemidos se transformaron en gritos de placer. Mayra dejó la mano quieta en un lugar y dejó que su madre se encargara del resto, ya que ella se movía cada vez más rápido, castigando su concha. Mi hermanita miró hacia abajo, abriendo mucho los ojos, noté que jadeaba rápidamente, supe que estaba por acabar y para darle un gustito extra a su clímax, le metí un dedo en el culo. Tragué todos los juguitos que salieron de su rajita y casi al mismo tiempo ella retiró la mano de la concha de mi madre, ella también estaba teniendo un húmedo orgasmo, de su dilatado agujero salían flujos a montones, Mayra acercó la boca y comenzó a chuparle la concha a su mamita. 

Nos llevó un par de minutos recobrar el aliento, yo no había llegado al orgasmo, pero tampoco tenía necesidad de hacerlo en ese momento, me bastaba con todo lo que había visto. Mi mamá se sentó en la bañera con las piernas abiertas y respiraba intentando bajar sus pulsaciones. 

—Gracias mami —le dijo la pequeña—, siempre quise hacer eso con una chica.

—No te imaginaba tan perversa, mi amor. Casi me partís al medio.

—Pero seguramente tampoco imaginaba que te fuera a gustar tanto —le dijo ella.

—Eso es cierto. No sé si volvería a hacerlo, pero te aseguro que lo disfruté un montón. 

Luego de habernos recuperado, nos dimos otra ducha. Cuando ya estuvimos lo suficientemente limpias, salimos de la bañera y comenzamos a secarnos con toallas.

—Nadia, ¿ya pensaste qué desafío le vas a poner a mamá?

—Sí, ya se me ocurrió uno, espero que sea lo suficientemente bueno... pero todavía no lo voy a decir.

—Ni yo lo voy a cumplir ahora, discúlpame pero estoy agotada —aseguró mi mamá— va a tener que ser para mañana.

—Está bien, no tengo problema con eso.

—Por suerte salió todo bien —acotó Mayra.

—No todo, la tía Analía todavía está encerrada en el cuarto de papá —le recordé—, debe estar más enojada que nunca, no sé si ustedes se dieron cuenta de que ella apareció en el comedor mientras nosotros cogíamos.

—¿Qué? No me di cuenta —dijo mi mamá.

—Claro, vos estabas de espaldas a ella, fue cuando bajó el volumen de la música.

—Pensé que había sido Erik... o Alberto, nunca miré para atrás. Debe estar hecha una furia, alguien va a tener que hablar con ella.

—¿Por qué me miran a mí? —les pregunté. 

—Porque vos sos la que siempre arregla todo —dijo Mayra—, se te dan bien esas cosas. 

—No, de ninguna manera, que vaya mamá a hablar con ella. Son mujeres adultas y van a saber resolverlo.

—Ni loca hablo con ella, a mí me detesta desde lo más profundo de su ser. 

—¿Por qué decís eso?

—Porque le di motivos para odiarme... todo eso de hacerse la cuñada buena no es más que pura pantomima. Me detesta y lo hace casi desde el día en que me conoció. 

—¿Qué motivos le diste? —me picó la curiosidad.

—¡Ay! ¿Me van a hacer contarles todas las cagadas que me mandé en la vida?

—Sí —le respondió Mayra—, sos nuestra madre y tenés que criarnos con el ejemplo, aunque sea con el mal ejemplo. Luego nosotras evitaremos cometer los mismos errores que vos. Así que empezá a contar... ¿hay sexo en la historia?

—Sí... es que el odio tiene que ver justamente con ese tema.

—Genial —mi hermanita sonrió.

—Se los voy a contar un poco resumido. Todo ese odio empezó porque me cogí a su novio. 

—¿Qué? —pregunté incrédula.

—Sí, así fue... y ella nos vio haciéndolo.

—¿Pero cómo fue? —Preguntó Mayra—. Queremos detalles.

—Pasó en la época en la que yo era amiga de tu papá... ya nos habíamos acostado varias veces... éramos “amigos con derecho” y como vivíamos en el mismo barrio, nos veíamos seguido en su casa. Ahí conocí a muchos chicos, la mayoría de los cuales se cogían a Analía, los otros sólo esperaban el turno para coger con ella. Ella era bastante promiscua en esa época y no se molestaba mucho en disimularlo. Bueno... yo también me acosté con algunos de esos chicos, ya que, como les dije, en esa época no tenía compromiso con nadie. La casa de Pepe y Analía era el bulín del barrio, sus padres no estaban nunca porque trabajaban fuera de la ciudad y a veces no aparecían por una semana, así que ellos eran los responsables de la casa, en realidad, los irresponsables... todo el que quería coger, iba a parar a esa casa. Yo tenía llave, porque Pepe me la dio, así podía colarme a la noche cuando todos dormían y meterme en su dormitorio; pero también tenía permiso para usarla con otros chicos. Pepe siempre fue muy abierto con los temas sexuales, nunca me hizo sentir como un objeto de su propiedad. 

>Una noche me metí a la pieza de los padres de Pepe con un pique que me gustaba, estábamos cogiendo tranquilamente cuando de pronto se abrió la puerta y entró Analía. No me importó para nada que me viera en pleno acto sexual, de hecho seguí gimiendo y gritando a todo pulmón, como si ella no estuviera ahí; pero a ella sí le importó verme. Empezó a armar un escándalo preguntándome por qué estaba cogiendo con su novio, yo empecé a reírme, que ella tuviera un novio... con la cantidad de pibes que se la cogían, me parecía un chiste. Sin embargo el pibe parecía preocupado y ya no me la metía con tantas ganas, así que le pregunté si era cierto y él asintió con la cabeza. 

>Empecé a disculparme con Analía, le juré que yo no sabía que él era su novio; pero no hubo forma de calmarla. Echó de la casa al pibe en pelotas y le tiró la ropa por la cabeza, yo aproveché, junté toda mi ropa y me escondí en el cuarto de Pepe. Un tiempo después me enteré que, por primera vez en su promiscua vida, Analía había decidido tener un novio y el muy pelotudo la había engañado menos de una semana después. Cuando estaba en la pieza de Pepe, a punto de ponerme la ropa, de pronto él abre la puerta, entonces le sonrío y me paro como modelito diciendo “Ta-tán”, como si se tratara de un truco de magia. Él se quedó congelado al verme desnuda, pero enseguida comenzó a reírse y terminamos haciéndolo. Casualmente esa vez la pasamos mejor que de costumbre, tal vez era porque a mí no se me había pasado la calentura y le di con todo; unos días después nos pusimos de novios. 

—Bueno... creo que, conociendo a la tía, es lógico que te odie por eso —dije.

—Esperá, que la cosa no termina ahí. Esa cagada me la mandé sin querer y ella lo sabía, pero después me mandé otra... y fue a propósito. 

—Ay mamá... sos de lo peor —le reproché. 

—Te dije que siempre fui muy competitiva. La culpa la tiene ella, por intentar competir conmigo. Cuando Analía se eneteró de mi noviazgo con Pepe, comenzó a tener relaciones sexuales frente a nosotros, al principio empezó con algo tranquilo, como un pete o alguna metida de mano... eso más o menos ya se lo contamos durante el juego de Póker, lo que no les contamos es que a veces esas cosas iban más allá, hasta se nos hizo costumbre verla desnuda por la casa. Después empezó a coger con sus “noviecitos” de turno, los cuales no le duraban mucho porque enseguida se buscaba otro; pero yo no me iba a quedar tan tranquila viendo cómo me provocaba. 

>Empecé a hacer lo mismo, le dije a Pepe que si a ella no le daba pudor coger frente a su hermano, entonces podíamos coger frente a ella sin problemas... y así lo hicimos. Todo iba competitivamente bien hasta una noche. Analia empezó a coger con un vago frente a nosotros, me calenté de sólo verlos... admito que la mina sabe coger muy bien y sabe cómo calentar, por lo que terminé abriéndole el pantalón a Pepe y se la chupé. Nos mirábamos una la otra, constantemente, como si quisiéramos decirnos “¡Mirá cuánto me atrevo!”, ella ya se estaba montando al pibe y para no quedarme atrás, me desnudé y me puse arriba de Pepe. Después empezó la guerra de gemidos, como para demostrarnos que una la estaba pasando mejor que la otra. Unos minutos más tarde me doy cuenta de que el chico que estaba con ella había acabado. Analía se puso de pie y me miró con una sonrisa triunfal, como diciéndome “Te gané, yo lo hice acabar antes”. Se fue a bañar con la idea de que la victoria era suya, pero yo no se la iba a dejar tan fácil. El pibe se quedó sentado frente a nosotros, mirando sin saber si tenía que irse o esperar a que Analía volviera, porque ella no le dijo nada. La cosa es que empecé a mirar al chico provocativamente, mientras saltaba sin parar arriba de la verga de Pepe, las tetas se me sacudían para todos lados y el pibe había quedado hipnotizado. Para ese entonces yo ya había perdido la virginidad del culo... bueno, eso ya lo saben, fue la primera vez que estuve con Pepe. Cuando el vago vio que me daba vuelta, me ponía mirando de frente a él y me sentaba de culo arriba de la verga, se quedó asombrado; se le puso dura enseguida. No dejé de moverme, a pesar de que el culo me dolía horrores, Pepe la tiene muy grande y por eso es que no tenemos sexo anal con frecuencia... así que se imaginarán cómo estaba sufriendo yo, sin embargo logré lo que quería... comencé a masturbarme, abriéndome la concha para que él la pudiera ver, el pibe no aguantó más, vino casi corriendo, con la verga dura... y me clavó. 

—¿Papá no se enojó?

—No, para nada. A él le pareció excitante, además él estaba presente, si pasaba algo que no le gustara, lo podría haber parado; en cambio permitió que el vago me cogiera con ganas, parecía como si fuera su primera vez, me di cuenta de que estaba más caliente haciendo eso de lo que había estado con Analía. De más está decir que yo la estaba pasando fenomenal, gritaba y gemía como una puta, era la primera vez que me daban por los dos huequitos al mismo tiempo... si nunca lo probaron, háganlo, lo van a disfrutar; ese es mi consejo de madre.

—Yo pensé hacerlo esta noche; pero tengo el culo muy cerrado —dijo Mayra—, me dolió mucho cuando Ariel me clavó la puntita... y después con la de Erik me dolió más todavía, por eso pasé a lo tradicional.

—¿Te parece tradicional estar cogiendo con tu hermano mientras se la chupás a tu tío? —le pregunté.

—En esta familia... sí —las tres nos reímos—. Terminá de contarnos, mamá. 

—Está bien. El enojo de Analía, como ya se imaginarán, vino porque ella nos vio a los tres cogiendo, cuando salió del baño. Empezó a hacer uno de sus escandalosos berrinches, intentó sacar al pibe de arriba mío, pero yo lo agarraba con las piernas, él tampoco me quería soltar, me seguía dando como loco. Entonces Analía empieza a gritarme “Puta” y un montón de cosas más, yo le dije que no tenía por qué hacer ese escándalo, si éste no era el novio; pero admito que me sentía muy. Ella nos insultó a todos y se encerró en la pieza. No sentí lástima por ella porque siempre me pareció una mala mujer... no digo que yo sea la mujer más buena del mundo, pero sólo hago esas cosas cuando me provocan. 

—Así que por tu culpa, ahora tengo que ir yo a calmarla —me quejé. 

—Sí, Nadia. Vas a tener que ir vos. Sos la única con el temperamento suficiente como para calmarla... o tal vez sólo la hagas enojar más.

—Me inclino por lo segundo —dijo Mayra.

—Son las dos unas cobardes —les reproché—. Está bien, yo hablo con ella; pero no les prometo nada.

Salimos del baño y nos topamos con mi hermano, que aparentemente quería entrar a orinar.

—¡Al fin salen! —nos dijo—. Nunca entendí por qué las mujeres van juntas al baño y demoran una eternidad. ¿Qué hacen ahí adentro?

—Cogemos entre nosotras —contestó Mayra, haciéndonos reír. 

Erik nos miró con su mejor cara de boludo, luego siguió caminando y se metió al baño. 

Miré la puerta del cuarto de mis padres, me sentía como una oveja a punto de entrar a la jaula de un león hambriento; pero a la vez tenía confianza en mí misma. Mi madre tenía razón, yo era la única con el temperamento suficiente como para poder llegar a un acuerdo con Analía. 




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