Transferencia Erótica [19].

 


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Capítulo 19.

Masoquista.


Lamentablemente Romina no pudo quedarse más días conmigo, porque tuvo que regresar a su trabajo. Sin embargo, el sábado por la noche volvió a visitarme y trajo bastante ropa en sus bolsos, como si pensara quedarse mucho tiempo… o quizás como si ya estuviera anticipando una pronta mudanza a mi departamento. Cualquiera de las dos ideas me entusiasmaba. Aún no me había puesto a pensar qué cambios implicaría que volviéramos a estar en pareja, de todas maneras tenía tiempo para eso, no debía apresurarme. Ahora era el momento de disfrutar de nuestra reconciliación.

Romina llegó vestida con unas provocativas medias de red, una minifalda de cuero negro que le quedaba tan ajustada que temí que en cualquier momento se rompiera, un top negro muy escotado y zapatos de plataforma del mismo color. Como si este abuso de tonos oscuros no fuera suficiente, también tenía los labios y las uñas pintadas de negro. 

—¿Ahora resulta que sos una vampiresa? —Le pregunté, justo antes de darle un cálido beso en la boca.

—No, significa que ando muy caliente. Así me visto cuando quiero que me garchen bien garchada.

—¿Y qué tenés en mente para esta noche? ¿Vas a salir con alguno de tus amiguitos?

—Ganas no me faltan, me haría bien sentir una pija bien gorda dentro del orto… pero hoy tendré que conformarme con la tuya —me agarró el bulto por encima del pantalón—. Por suerte traje el juguetito que me dio Sabrina. —Sacó el dildo del bolso y lo sacudió delante de mis ojos—. Con esto al menos voy a sentir la penetración.

Sí, ya sé que ella hizo referencia a que mi pene es pequeño y no la satisface, pero ¿qué puedo decir? Estoy mal de la cabeza. Me calienta que me diga esas cosas. Y ya viene siendo hora de aprender a convivir con esto, sin sentirme culpable. ¿O la culpa también es parte del proceso? Esto de ser masoquista no es fácil de entender, ni siquiera para mí. 

Estábamos besándonos cuando sonó el celular de Romina, ella me dejó de lado de inmediato y se apresuró a atender su teléfono. Sonrió al ver la pantalla.

—Perdón —dijo—. Es que antes de venir le mandé unas fotos a Sabrina, mostrándole cómo estaba vestida, y ella me respondió con más fotos. Al parecer espera tener acción esta noche.

—Em… ¿puedo ver las fotos?

—Qué pajero que sos —soltó una risita—. Sí, podés verla. No me pongo celosa de Sabrina. Al contrario, esa chica me produce algo… especial. 

Admiramos las fotos de Sabrina, la psicóloga estaba vestida de forma similar a la que usaba esos días especiales en el consultorio. También tenía una minifalda muy cortita y nos mostró cómo se le veía la tanga apenas se agachaba un poco. También mandó una foto con las piernas abiertas, mostrando su concha mordiendo la tela de la tanga.

—¿A ver cómo está esa concha? —Le preguntó Romina, en un mensaje de voz. 

Casi al instante nos llegó otra foto, un primer plano de la concha de Sabrina, esta vez ya sin tanga.

—¡Uy, la tenés preciosa, bien depiladita! Me encanta. —Dijo Romina, en otro mensaje de voz—. Sabés que a mí no me gustan las mujeres, pero esa concha me la comería toda —para mí ese comentario fue tan sorprendente como excitante—. Definitivamente tenés que usar esa minifalda sin tanga. Por cierto, yo ya estoy lista para ponerme al día con Horacio… y traje el juguetito que me regalaste.

Sacó una foto al dildo. Después de enviarla, junto con el mensaje de voz, el celular de Romina comenzó a sonar. Era una llamada. 

—¡Hola, Sabri! Ajá… sí… te juro que te queda preciosa sin la tanga. Además va a hacer las cosas más sencillas cuando empiece la acción. Ajá… sí… traje bastante lubricante para el dildo, me lo voy a meter por todos lados. —Aguardó unos segundos y escuchó lo que Sabrina le decía—. ¡Upa! ¿Te parece? Ajá… sí… em… bueno, a mí la idea no me desagrada… pero no sé qué pensará Horacio. —Otra vez hizo silencio—. Si vos lo decís… sí, sí… lo entendí de esa manera. Puede ser interesante. Ajá… bueno, si a Horacio no le molesta. Ah… ok… bueno, dale. Lo voy a intentar. Después te cuento cómo me fue…. ¡Gracias! Vos también pasala lindo. Te mando un beso grande… y sí, claro que te voy a pasar fotos… y vos tenés que hacer lo mismo. Quiero ver cómo te garchan toda. 

Cortó la llamada y me miró con una sonrisa maquiavélica.

—¿Qué es lo que me puede molestar? —Pregunté.

—Te lo iba a decir, pero Sabrina me pidió que no te dijera nada. Le voy a hacer caso. 

—¿Ni siquiera me vas a dar una pista?

—No, nada. Te vas a enterar cuando llegue el momento. 

—Pero… ¿y si me molesta?

—Sabrina dice que no te va a molestar… y que todo es parte del juego de humillación que tanto te gusta. Así que… confiaré en ella. 

—Em… bueno, si Sabrina lo dice, entonces me quedo más tranquilo… y esperaré ansioso hasta saber de qué se trata.

—No vas a tener que esperar mucho. Pero ahora mismo lo que más me interesa es empezar a coger, te juro que ya no aguanto las ganas.

—Si pensás que conmigo vas a poder satisfacerte…

—Creo que esta noche sí, no te olvides que tenemos a Roberto —sacudió el dildo.

—¿Ya le pusiste nombre?

—Sí, ¿por qué no? Podría ser un miembro muy importante en nuestra relación. ¿No es así, Roberto? —Volvió a sacudirlo—. Él también está entusiasmado por empezar.

Romina me empujó a la cama, se arrodilló delante de mí, sacó mi verga del pantalón y sin más preámbulos, comenzó a chupármela. Se me puso dura en cuestión de segundos. No sabía qué ocurrencia había tenido Sabrina, pero estaba ansioso por descubrirla. 

La incorporación del dildo fue todo un éxito. La primera vez que lo usamos fue mientras yo le chupaba la concha a Romina. Ella misma me pidió que se lo meta.

—¡Ay, sí! No es tan grande como las pijas que me suelen meter, pero está muy bien, me gusta. 

—¿Se siente rico?

—Y, se siente mejor que tu verga, eso no lo puedo negar.

Ese comentario me puso a mil. Empecé a darle más fuerte con el dildo mientras le lamía el clítoris. Ella gimió y se estremeció. Estaba preciosa. Quizás la noté más hermosa que nunca porque ahora nos conocíamos mejor, había más intimidad entre nosotros y ya casi no quedaban secretos por contarnos… aunque sí quedaba algo muy importante que yo nunca le había dicho. 

Mientras jugábamos con el dildo, el teléfono de Romina volvió a sonar.

—Es Sabrina —me dijo—. Se ve que la muy putita la está pasando bien.

—A ver…

Me acosté junto a Romina, sin dejar de meterle el consolador. Juntos miramos la pantalla. Nos encontramos con varias fotos de lo más interesantes. Pudimos ver a Sabrina chupando dos gruesas pijas, me gustó que no tuviera ningún tipo de tapujo al enviarnos una foto en la que se viera su cara en pleno acto sexual… ¡y con dos tipos! Eso demostraba que confiaba en nosotros. Después pudimos ver cómo uno de ellos se la cogía, mientras ella seguía comiéndole la pija al otro. Ahí fue cuando me di cuenta de que conocía esas vergas. El que se la estaba metiendo era su amigo, el que acostumbraba a cogerla en su casa… y el otro era Marcos. No tuve dudas, ya había visto varias veces la pija de Marcos. Era él. ¡Se estaba haciendo garchar por uno de sus pacientes… en su casa! Esto me produjo una fuerte oleada de celos. Yo quería ser ese paciente. El que tuviera derecho a coger con Sabrina incluso fuera de las sesiones. Porque… ¿qué tenía eso de terapéutico? Nada… absolutamente nada. La muy puta solo estaba disfrutando de la pija de Marcos en su casa, un fin de semana. 

—¡Me encanta! —Exclamó Romina, mientras grababa otro mensaje de voz—. Cómo me gustaría estar ahí con vos, comiéndome esas pijas.

Lo siguiente que vimos fue una foto que mostraba una clarísima doble penetración. La pija de Marcos estaba bien encajada dentro de su culo, y la del otro tipo entraba en su concha. Y eso no fue todo. Luego vimos un corto video, de no más de dos minutos, en el que pudimos ver cómo se la garchaban entre los dos. No vimos la cara de los tipos, pero sí pudimos ver la cara de Sabrina, en pleno goce, mientras gemía de placer. 

—Qué puta linda que sos —dijo Romina en un nuevo mensaje de voz—. La próxima vez invitame, lo digo en serio. Yo estoy dispuesta a todo. Me dejo garchar por los dos a la vez, y lo sabés muy bien. Te estás comiendo unas pijas preciosas. Y yo acá… intentando conformarme con un pene de plástico y con la verga chiquita de Horacio. En fin, la vida a veces te da demasiado, y otras veces te da muy poco. ¡Disfrutalo, vos que podés!

Esas palabras tendrían que haberme generado una profunda depresión, pero en lugar de eso, me pusieron la pija como un garrote. 

Agarré a Romina de los pelos, porque sé que eso le gusta mucho, y la llevé hasta mi verga. Prácticamente la obligué a tragarla. Ella chupó con fuerza durante unos segundos, me dejó la pija llena de saliva y luego dijo:

—¡Wow! ¿Qué fue eso? ¿De dónde salió ese Horacio tan agresivo?

—No sé…  solo pensé que… que te iba a gustar. ¿Te molestó?

—No preguntes boludeces, porque arruinás el momento. Sabés que me gustó. A mí no me tenés que pedir permiso para nada, Horacio. Dejá de ser tan amable cuando estamos cogiendo. Tratame como una princesa todo el día… pero cuando estemos en la cama, tratame como a una puta.

—Bueno, eso no va a ser difícil…

—¿Por qué no?

—Porque sos más puta que princesa.

Volví a agarrarla de los pelos y la hice tragar mi verga una vez más. Mientras la chupaba pude oír cómo se reía… o al menos eso parecían ser esos extraños sonidos guturales que salían de su boca. 

Romina pasó unos minutos haciéndome el mejor pete de mi vida y luego hizo algo que me tomó totalmente por sorpresa. Agarró el dildo, que estaba cubierto de lubricante, y sin dejar de chuparme la pija, lo acercó a mi culo. Esa acción me descolocó tanto que no fui capaz de decir nada, me quedé mudo… y disfruté. Disfruté de todo lo que pude, porque esto parecía ser un sueño. La lengua de Romi seguía haciendo maravillas en mi verga, mientras el dildo se iba hundiendo lentamente en mi culo. ¿Notaría ella que mi culo no era virgen? Al fin y al cabo al dildo no le estaba costando tanto entrar. Por suerte mi culo ofreció un poco de resistencia, eso obligó a Romi a retroceder. Dejó de chupar mi verga, me miró a los ojos y dijo:

—Yo tampoco te voy a pedir permiso ¿está claro? Cualquier objeción, hablá ahora… o callá para siempre.

No dije nada.

—Muy bien —siguió ella—. Aflojá el orto, porque no voy a parar hasta metértelo entero.

El corazón empezó a bombearme con fuerza. Ella volvió a chuparme la verga y empezó a empujar el dildo con fuerza. De a poco se fue abriendo camino hacia el interior de mi culo. Se sintió de maravilla. Nunca antes había tenido la oportunidad de disfrutar de una chupada de pija mientras me penetraban el culo… se sintió de maravilla, la pija se me puso tan dura que pude sentirla palpitar. El dildo se ganó su lugar dentro de mi culo y Romina empezó a moverlo cada vez más rápido. Yo colaboré un poco, con el meneo de caderas. Esta situación se mantuvo sin alteraciones durante varios minutos, hasta que ya no pude aguantar más…

A esa puta le llené la boca de leche, tal y como le gusta. Mientras acababa, sostuve su cabeza apretándola hacia abajo, para que tuviera que tragar todo el semen. Ella lo hizo sin dificultad, seguramente le hicieron tragar leche de esa misma manera en varias oportunidades. Hasta debió hacerlo con vergas mucho más grandes que la mía. 

—Mmmm… cuánta lechita —dijo cuando la liberé—. Estaba muy rica. —Movió lentamente el dildo—. ¿Te molestó que lo metiera?

—Em… no, solo me dio un poco de miedo al principio, porque es bastante grande. 

Eso era mentira, me metieron pijas más grandes que ese dildo.

—Pero al final entró…

—Sí…

—¿Y cómo te lo tomaste?

—No sé… em… lo vi como un castigo. Es decir, fue muy humillante que mi novia me metiera un dildo por el culo, y ya sabés que a mí lo humillante me excita.

—¿Tu novia? ¿Acaso volvimos a ser pareja y no me enteré?

—Em… la verdad es que estaba pensando en pedírtelo, aunque este me parece un momento poco romántico…

—Horacio, me acabo de tragar toda tu leche, y te estoy metiendo un dildo en el orto. Esto es mejor que cualquier momento romántico que te puedas imaginar. Es un momento íntimo. Así que… pedime lo que quieras.

—¿Querés ser mí novia?

—Sí… si quiero.

Acto seguido quitó el dildo de mi culo y se lanzó sobre mí. Me dio un jugoso beso en la boca. Nos quedamos así, desnudos, sudados y abrazados, durante largo rato. 

—¿Por qué se te ocurrió meterme el dildo? —Le pregunté a Romina.

—A mí no se me ocurrió, fue idea de Sabrina.

—¿Qué? —Me asusté, por un momento temí que la psicóloga le hubiera revelado mi secreto—. ¿Qué te dijo exactamente?

—Me dijo: “¿Sabés qué sería muy humillante para Horacio? Que le metieras el dildo por el culo”. Me pareció demasiado, porque creí que te ibas a negar, pero ella me aseguró que vos lo ibas a aceptar.

—¿Y por qué estaba tan segura?

—Porque sos masoquista. Eso me dijo Sabrina: “Cualquier cosa que quieras hacer para humillar a Horacio, él la va a aceptar, porque confía en vos”.

—En eso tiene razón. De verdad confío en vos.

—¿Aunque te haya hecho cornudo?

—Sí, porque me lo contaste.

Romina me abrazó con más fuerza.

—Y si algún día querés saber más de mis andanzas con la infidelidad, podés preguntarme. Te lo cuento con mucho gusto.

—Me alegra saberlo… pero de momento prefiero que te reserves esas anécdotas. Algo me dice que van a ser muy entretenidas cuando llegue el momento apropiado. 

Horas después repetimos toda la situación, ella volvió a meterme el dildo por el culo y yo volví a obligarla a tragar todo mi semen. 


******


No podía esperar para contarle a Sabrina todo lo que había ocurrido con Romina, y al parecer ella también quería hablar con la psicóloga. Por eso decidió acompañarme a mi nueva sesión de terapia. Llevaba tiempo esperando poder estar a solas con Sabrina para preguntarle un montón de cosas; sin embargo no me molestó que Romina me acompañara una vez más. 

Llegamos al consultorio. Tuvimos que tocar timbre tres veces hasta que apareció Sabrina. Romina se quedó boquiabierta al verla, la psicóloga tenía puestas unas medias de red, un portaligas… y nada más. Por lo demás iba completamente desnuda. Además estaba despeinada y su cuerpo estaba cubierto por pequeñas gotitas de sudor, lo que evidenciaba reciente actividad sexual. 

—Que bueno que vinieron —dijo—. Tengo muchas ganas de hablar con ustedes. Pero… ¿pueden esperarme unos minutos? Estoy con un paciente…

—¿Siempre atendés a tus pacientes vestida así? —Preguntó Romina, con incredulidad.

—A veces… solo cuando la situación lo amerita. Esperen diez minutitos y ya estoy con ustedes.

Sabrina comenzó a subir la escalera y desde abajo admiramos sus grandes nalgas y la vulva apretada entre sus piernas.

—¿Viste? Te dije que recibe a los pacientes en concha.

—Ahora sí te creo —dijo Romina.

—¿Antes no me creías?

—Sí, pero… qué se yo… es difícil de asimilar. Esta mina es muy rara. ¿No podría tener problemas por coger con sus pacientes?

—Sí, por supuesto. Hasta podría perder la licencia. Se supone que los psicólogos no hacen estas cosas con sus pacientes. Pero Sabrina… es especial. Ella aplica métodos terapéuticos poco ortodoxos.

—¿Y esto será parte de un método terapéutico o pura diversión?

—Eso es lo que no sé… hey… ¿Adónde vas? 

Romina comenzó a subir la escalera.

—A ver lo que está haciendo con su paciente.

—Dijo que la esperemos. ¿Qué pasa si enoja?

—Ay, Horacio. ¿De verdad pensás que se va a enojar porque la veamos cogiendo? Después de las fotos y los videos que nos mandó…

—Em… no es por eso, quizás se enoje porque invadimos la privacidad de su paciente —dije, recordando cómo se enojó Sabrina en algunas de mis intervenciones.

—No te preocupes, si se enoja, yo cargo con toda la culpa. Le podés decir que yo insistí mucho… lo cual es verdad. Vení, vamos a ver qué está haciendo… y con quién.

—Ya me imagino con quién —dije, mientras subíamos los escalones—. Seguramente es Marcos. No sería la primera vez que los sorprendo garchando juntos.

—¿Y qué tal está Marcos? ¿Tiene buena pija?

—¿Lo preguntás por interés personal o para saber si Sabrina la está pasando bien?

—Mmm… las dos cosas.

Eso me produjo un fugaz ataque de celos.

—Creo que ya le viste la verga a Marcos.

—¿Ah sí? ¿Cuándo?

—En las fotos que nos pasó Sabrina la última vez. Estoy casi seguro de que uno de esos dos tipos era Marcos.

—Uy… si tiene la pija así, más me interesa conocerlo.

Una vez más, los celos carcomiéndome por dentro… y en esta ocasión vinieron acompañados del despertar de mi amigo, que empezó a ganar tamaño dentro de mi pantalón. Por alguna razón que no sabría explicar, me generaba mucho morbo que Romina conociera a Marcos, que se volviera loca con su pija… eso me dolía mucho, porque Marcos ya había poseído a Sabrina. Si además me roba la novia… 

Romina abrió la puerta del consultorio y lo que nos encontramos dentro a mí no me sorprendió para nada; pero creo que a ella sí. 

Sabrina estaba cabalgando a un tipo que estaba sentado en el sofá. A ella la vimos de frente, con sus tetas rebotando para todos lados. El pibe giró la cabeza cuando la puerta se abrió y pude corroborar que era Marcos. Ni él ni Sabrina parecían sorprendidos, casi como si estuvieran esperando por nosotros.

—Hola chicos —saludó Sabrina con naturalidad—. ¿Se cansaron de esperar? Les pido disculpa, mi asunto con Marcos se va a demorar más de lo previsto. Espero que sepan entender.

Romina caminó hacia el frente del sofá, la seguí y entendí que ella quería ver la pija de Marcos entrando en la concha de Sabrina.

—Ah, pero con un asunto tan… importante, no podemos interrumpirte —dijo Romina, soltando una risita—. Tomate el tiempo que necesites. 

—¿Quién es esta putita? —Preguntó Marcos.

—Hey, más respeto —dije—. Es mi novia.

—No te pregunté a vos, salame. 

—Bueno, che —intervino Sabrina, sin dejar de dar saltos sobre esa ancha verga—. No se peleen. Ella es Romina. Romina, te presento a Marcos.

—Hola, encantada —mi novia le dio la mano al tipo, pude notar como las mejillas se le ponían rojas. 

—Ah… Romina… ¿vos sos la que hablaba con Sabrina la otra noche? —Preguntó Marcos, sin soltarle la mano.

—Así es… y por lo visto vos sos uno de los amigos que estaba con ella esa noche.

—Sí… y me acuerdo lo que dijiste en uno de los mensajes… que la próxima vez te gustaría unirte. Uy… perdón si metí la pata, por ahí el cornudo de tu novio no sabía nada…

—No me importa lo que opine el cornudo de mi novio —dijo Romina, antes de que yo pudiera abrir la boca—. A mí me encantaría que Sabrina me invite a su casa. Ya sabe que yo no tengo muchos prejuicios, me gusta ir de frente.

—Me agradan las minas que van de frente —aseguró Marcos—. Como Sabrina. Ella no tiene problema en admitir que le encanta la pija.

—Y cómo no me va a encantar este pedazo de verga —dijo la psicóloga, entre gemidos.

La rabia crecía en mi interior. Mi cuerpo parecía un volcán a punto de hacer erupción. Este hijo de puta tenía a Sabrina y a mi novia comiendo de su mano, y yo no podía hacer nada.

—Si la querés probar, no me voy a negar —dijo Marcos.

—¡Hey, que estoy acá! —Me quejé—. Sabrina, justamente vinimos para contarte que Romina y yo decidimos volver a estar de novios.

—Ay, qué lindo —dijo Sabrina—. Y es una pena que el festejo de Romina sea con la pija de otro, pero así es la cosa, Horacio. —Me quedé helado mirándola. Ella dejó de montar a Marcos y se hizo a un lado—. Acá tenés, Romi. Date el gusto. Te aseguro que la pija de Marcos te va a encantar.

—Dale, nena, vení… —dijo Marcos—, quiero ver cómo traga pija esa boquita de petera que tenés. 

Quise decirle algo, pero las palabras no salieron de mi boca, por el nudo que tenía en la garganta. Romina sonrió con tanta lujuria que no le hicieron falta palabras para mostrar que aceptaba el ofrecimiento de Marcos y Sabrina. Se puso de rodillas frente al sofá, agarró la pija y, sin pedirme permiso, empezó a chuparla.

La rabia se mezcló con el morbo… y lo que más calentura me produjo fue saber que esa verga estaba cubierta por los flujos vaginales de Sabrina… y ahora Romina la estaba lamiendo. La psicóloga se arrodilló junto a mi novia y entre las dos le comieron la pija a Marcos. Chuparon como si yo no estuviera allí, como si de pronto me hubiera vuelto invisible. Ni siquiera Marcos me prestaba atención, él estaba muy atento a las lenguas de esas dos bellas mujeres que se morían por su verga. 

—¿Está rica? —Preguntó Sabrina.

—Mucho. La quiero probar toda… por la concha.

—Ah, no, eso sí que no —dijo Sabrina.

—¿Por qué no? ¿No me la prestás un ratito?

—¿Y yo qué? ¿Me vas a dejar sin verga?

—Ahí tenés la de Horacio.

—Pfff… con eso no hago nada. Me muero de hambre —esas palabras fueron como un puñal en la boca de mi estómago—. Si querés que Marcos te coja, vas a tener que darme algo con lo que pueda entretenerme. 

—¿Y ese algo sería lo que yo estoy pensando?

—Así es… sabés que a mí me gusta… ¿tendrías algún problema si yo quisiera probarla?

—Ninguno, siempre y cuando pueda sentarme en esta hermosa pija.

Acto seguido Romina se puso de pie y fue la propia Sabrina la que le bajó el pantalón junto con la tanga. En cuestión de segundos mi novia quedó desnuda de la cintura para abajo. Sabrina no esperó más, se lanzó contra la concha de Romi y le dio una intensa chupada. Luego dijo:

—No te das una idea de lo que esperé para probar esto. En la última consulta me quedé con unas ganas tremendas.

—Ahora te la podés comer toda —dijo Romina.

Mi novia le dio la espalda a Marcos y se sentó con las piernas abiertas, apuntando la pija directamente hacia su concha. Todo el falo se perdió en su interior en una sola sentada.

—Ah, pero tenés la cajeta re abierta —dijo Marcos—. Se nota que te sentaste varias veces en pijas grandes… y por lo que dijo Sabrina, me imagino que ninguna de esas pijas era la de tu novio.

—Así es. Me abrieron la concha a pijazos… y de los buenos. Uf, qué rico está esto. Ahora entiendo por qué te gusta tanto, Sabrina.

La psicóloga no respondió. Se lanzó de cabeza entre las piernas de Romina y comenzó a comerle el clítoris mientras la pija se metía por esa concha. Las muy hijas de puta habían empezado un trío justo delante de mis ojos, y ni siquiera se molestaron en preguntarme qué opinión tenía yo al respecto.

Y se había dado eso que yo tanto temía, que Marcos, además de robarme a Sabrina, me haya robado a Romina… justo cuando volvimos a ser pareja. No pasó ni una semana desde que reinicié mi noviazgo con ella… y ya soy cornudo… otra vez.

¿Qué me queda por hacer en una situación como esta? ¿Pegarle a Marcos? Probablemente eso haría cualquier tipo en mi lugar… pero yo no soy cualquier tipo. 

Hice lo único que podía hacer: me senté a mirar. Ocupé el sillón de enfrente y pude ver cómo Romina saltaba sobre esa pija. La lengua de Sabrina se movió todo el tiempo, buscando los puntos más sensibles del sexo de mi novia. Me sentía derrotado y humillado… la verga se me puso dura. 

No hice más que mirar. Por un momento tuve la tentación de meterle la verga a Sabrina, al fin y al cabo la tenía de rodillas frente a mí, con su concha húmeda totalmente expuesta. Pero descarté esa idea porque sabía que a ella no le haría mucha gracia. Ya me dejó bien en claro que mi verga no le importa. 

Después de un largo rato (que para mi fue eterno), Romina se puso de pie. Pensé que lo hacía solo para cambiar de posición, pero en lugar de eso se acercó a mí y se sentó a mi lado mientras Sabrina volvía a chupar la pija de Marcos.

—Sabía que no iba a pasar mucho hasta que te pusiera los cuernos, amor —dijo Romina—. Y me alegra haberlo hecho frente a vos, para que te quede bien en claro cómo va a ser nuestra relación de aquí en adelante. Sí, vamos a ser pareja; pero con tu verga yo me aburro, es la verdad. A mí me gusta sentir algo grande dentro de la concha. Por eso me voy a coger a todos los tipos que me dé la gana. Te guste o no. ¿Queda claro?

Por momentos sentí que era la propia Sabrina hablándome. Quizás la psicóloga charló sobre este tema con Romina, por teléfono, y todo este asunto no fue más que puro teatro montado por ellas dos. 

—Me queda claro —dije, sintiendo el peso de la derrota.

—Me parece muy bien. Vos sos mi juguetito nuevo —me besó en la mejilla—. Y me voy a divertir mucho con vos. Vení, Marcos… acercate, le quiero mostrar a este cornudo por qué tu pija es mejor que la de él.

Marcos soltó una risotada que fue el equivalente a recibir una pata estando tirado en el piso. Creía haber tocado fondo, pero me estaban demostrando que aún podía caer más bajo.

Marcos, por supuesto, se acercó. La idea pareció gustarle mucho. Puso la verga justo delante de mí. Tan cerca que me hubiera bastado con abrir la boca y adelantarme un par de centímetros para empezar a chupársela. Como buen amante de las pijas que soy, no puedo negar que sentí la tentación de hacerlo. 

Sin embargo, la que se comió ese falo fue Romina. Ella empezó a chuparlo justo delante de mis ojos. Lo hizo disfrutándolo mucho, y tragando tanto como le fue posible. Mientras ella se entretenía con esto, Sabrina se acercó gateando y volvió a meter la cabeza entre las piernas de Romina. Al parecer la psicóloga siente un gran aprecio hacia esa concha, porque se lanzó a chuparla como si no hubiera un mañana. 

Esto le gustó mucho a mi novia, lo sé por la forma en que presionó la cabeza de Sabrina y por cómo su cuerpo se dobló. Los gemidos ahogados por la pija de Marcos también fueron una buena señal. 

El corazón me latía con mucha violencia. Tenía a mi novia tan cerca de mí, comiéndose una pija bien ancha y venosa. Una escena que solo podría haber imaginado en sueños. 

—Se me acaba de ocurrir algo —dijo Romina, limpiándose el exceso de saliva con el dorso de la mano, mientras hablaba seguía masturbando a Marcos—. Quiero que entiendas muy bien por qué me gusta tanto esta verga… abrí la boca. —Sí, abrí la boca, pero no porque ella me lo pidió, sino por pura sorpresa—. Así me gusta. Marcos, ¿no te molesta si se la damos de comer a él también?

—¿Al gordito? Desde la primera vez que lo vi pensé que tenía cara de chupapijas. Toma, gordito, comela.

Fue uno de los momentos más humillantes de mi vida… sí, sé que últimamente digo mucho esto; pero es la verdad. Durante estas últimas semanas pasé de un momento morbo a otro aún más increíble. Esta vez no pude resistirme. Tenía el permiso de Romina y, a pesar de que estuviera tratándome como un gordito chupa pijas, también tenía el permiso de Marcos. 

Acerqué mi boca y dejé que Romina orientara esa verga hacia el interior, ella misma me la dio de comer. No pude empezar a chupar. Solo me quedé quieto allí, con una parte de esa pija dentro de la boca. 

—Tragala —me dijo Romina, no fue una sugerencia, fue una orden—. Te la vas a tragar toda. Ayudalo, Marcos.

El aludido me agarró con ambas manos de la cabeza y empezó a menear su cadera. El muy hijo de puta me hizo tragar casi toda su pija. Por suerte tengo experiencia chupando porongas de este tamaño, de lo contrario me hubiera ahogado.

—Así me gusta —dijo Romina—. Que seas obediente.

—¿Te gusta la pija, gordito? ¿Te gusta? —Preguntó Marcos, con tono burlón. Por supuesto que no le respondí, tenía su pija entrando y saliendo de la boca—. Si hubiera sabido que eras un gordito petero, te la hubiera dado mucho antes. 

Hijo de puta.

El muy hijo de puta me estaba haciendo enojar… y eso a mi lado masoquista le encantaba. 

Me tuvo allí, comiendo verga, durante un largo rato. 

—No vallas a acabar —le dijo Romina a Marcos—. Tengo algo en mente para el final… al que me va a encantar. No sé si al cornudo le gustará mucho; pero… me tiene sin cuidado. 

—Si querés la leche, vení ahora, putita… te la doy toda.

—La quiero… pero en la concha. 

Romina se puso de rodillas sobre el sofá, dejando su culo a mercer de Marcos. Sabrina siguió lamiendo la concha y ella misma se encargó de que la pija entrara por allí. Marcos empezó a darle con fuerza a Romina.

—Ay, sí… así… rompeme toda. ¿Ves, Horacio? Vos no me podés coger así. Te faltan huevos… bueno, más bien diría que te falta pija… ay, sí… qué rico… qué rico. Me encanta. Llename la concha de leche. 

Y eso fue exactamente lo que pasó. Marcos acabó dentro de la concha de mi novia. Fue la primera vez que vi en vivo y en directo cómo otro hombre le acabada adentro. Antes de que mi cerebro pudiera procesar el significado de este acto, Romina me dijo:

—Acostate en el sofá. 

Esta vez obedecí sin chistar. Me acosté y esperé por ella. Ya había comprendido lo que quería darme y yo estaba dispuesto a aceptarlo.

Se sentó sobre mi cara, mirando hacia mí. Pude ver sus ojos inyectados de lujuria, justo antes de que su concha chorreando leche llenara todo mi panorama. Abrí la boca y empecé a chupar, me fui tragando todo ese delicioso semen directamente de la concha de mi novia. De reojo pude ver como Sabrina y Marcos se acomodaban en el otro sofá. La psicóloga se puso en cuatro y el tipo empezó a cogerla. Ese desgraciado había acabado hacía apenas unos segundos y todavía tenía energía para seguir cogiendo. Definitivamente nunca podré estar a su altura. Me supera en todos los aspectos sexuales imaginables. No me extraña que Sabrina y Romina estén locas por él. Hasta yo tengo ganas de que me llene la cola de pija. 

—Esto se parece mucho a lo que hacía con mi amiga cuando le metía los cuernos a Horacio —dijo Romina. 

—¿Ah sí? ¿A ella también le dabas de tomar la lechita directamente de la concha? —Preguntó Sabrina.

—Sí, era nuestro juego favorito. Siempre que nos dejábamos coger por un tipo, o más, terminábamos con la concha llena de leche y la otra se encargaba de limpiarlo todo.

Me volví loco de solo imaginarlo, empecé a chupar con más ganas, ya no quedaba semen por tragar, pero seguí chupando, con la esperanza de encontrar un poco más.

—Uf, me encanta imaginar eso —dijo Sabrina—. ¿Y vos? ¿También te tomabas la lechita así? ¿También le comías la concha a tu amiga?

—A veces… —sé que para Romina eso fue una dura confesión, era el tema que tanto estaba esquivando. Ahora admitía, por fin, que ella también había probado la concha de su amiga.

—Me parece que de la pija de Marcos salió un poquito más de leche —dijo Sabrina—. Y ya te imaginarás dónde quedó. ¿Te la querés tomar?

—Me encantaría —dijo Romina, con una amplia sonrisa. Quizás se dio cuenta que allí no la estaba juzgando nadie por sus actos sexuales, mucho menos después de que yo me hubiera comido una pija frente a ella.

—Entonces vení. 

Romina se acercó al sofá, se acostó boca arriba, a lo largo. Marcos la agarró de las piernas y sin pedir permiso la penetró. 

Sabrina se sentó sobre mi novia, de la misma forma en que ella lo había hecho conmigo. Pude ver unas gotitas blancas cayendo de la concha de la psicóloga. Esto fue suficiente para que Romina se mandara de boca a chuparle la concha. Fue una escena maravillosa. Especialmente si tengo en cuenta que yo quedé solo, mirando como mi psicóloga y su paciente me robaban la novia. 

Definitivamente voy a disfrutar mi nueva relación con Romina… y con el masoquismo. 


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Comentarios

XSuicideBoyX ha dicho que…
Definitivamente es una de las series que más he disfrutado, ese tipo de masoquismo no es algo que me sea ajeno y se siente bien identificarse con el morbo que carga.

¡Gracias Nokomi! :)

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