Transferencia Erótica [20] [FINAL].

 

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Transferencia Erótica.


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Capítulo 20 [FINAL].

La Última sesión.



Romina dormía plácidamente en mi cama, completamente desnuda. En la mesita de luz descansaba el consolador, evidenciando que la noche anterior hubo acción… mucha acción. Verla allí me trajo recuerdos de nuestros mejores momentos como pareja. 

Estaba contemplando su curvilínea desnudez cuando sonó mi celular. Me apresuré a responder, porque no quería que ella se despertara. Salí de la pieza hablando en voz baja.

—¿Quién es?

—Soy yo, Sabrina. 

—Ah, hola Sabrina. ¿Cómo estás? ¿Pasó algo? ¿Se suspende la sesión de hoy?

—No, no se suspende. Pero quería avisarte de antemano que ésta va a ser nuestra última sesión juntos. —Esas palabras fueron como un mazazo contra mi cabeza.

—¿La última? Pero… este… ¿por qué la última? ¿hice algo malo? ¿nos pasamos de la raya en la sesión anterior?

—No, Horacio. Esto no es un castigo. Como terapeuta, tengo que trazar un plan de trabajo. No me gusta que la terapia se vuelva eterna, no lo considero saludable. En mi opinión un psicólogo tiene que saber cuándo despedirse de su paciente. Y ese momento ya llegó. Mi trabajo ya está casi completo. Lo vamos a finalizar en la sesión de hoy. 

—Pero… no estoy listo, Sabrina.

—Por eso quería avisarte con un poquito de tiempo, para que tengas unas horas para asimilarlo. Luego lo charlamos en terapia. Y quedate tranquilo, la sesión de hoy es sin límite de tiempo. No vamos a dejar nada sin hablar. 

—Bien, porque siento que vos me debés algunas explicaciones. Te comprometiste a dármelas.

—Sí, lo sé. Y vos también me debés alguna que otra cosita. Nunca terminaste de contarme qué pasó con tu amigo Lucas.

—Es cierto. 

—Bueno, te espero esta tarde. Ah, y vení solo. Todo bien con Romina, me encanta charlar con ella, pero esta sesión es solo para vos.

—¿Y me voy a encontrar con Marcos?

—No, te prometo que no. ¿O acaso vos querés verlo?

—No, no… claro que no. 

Sé que mi respuesta no sonó muy convincente. Marcos es un tipo que me genera sentimientos encontrados. Por un lado me da bronca que él pueda disfrutar de Sabrina cuando quiera y que, además, Romina se haya vuelto loca por su pija. Sin embargo, a mí también me gustó su verga. Eso no lo puedo negar.

—Mmm… está bien. Te espero esta tarde. Nos vemos. Chau.

—Chau, hasta más tarde.

Me senté en un sillón, estaba abatido. No podía creer que mis sesiones con Sabrina llegaran a su fin. Sentía que ella ya formaba parte de mi vida y que seguiría estando allí, para charlar conmigo cada vez que lo necesitara. Sin embargo, ella tiene mucha razón: es mi psicóloga y tiene que saber cuándo apartarse de mí. 


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Llegué al consultorio más nervioso de lo habitual. Aún me parecía cercano el día que subí estas escaleras por primera vez. En esta ocasión, quizás porque era la última, Sabrina decidió usar una de sus famosas minifaldas… sin nada abajo. Contemplé, maravillado, toda su concha mientras subíamos los escalones. Ella no giró la cabeza en ningún momento. Sabía que yo la estaba mirando, y lo permitía. 

Entramos al consultorio y nos sentamos cada uno en su respectivo sillón. Ella ni siquiera se molestó en acomodarse la minifalda. Dejó las piernas ligeramente separadas y pude ver parte de su concha asomándose. Sin duda Sabrina no es una psicóloga común y corriente. 

—¿Y? ¿Qué tal va tu relación con Romina? —Me preguntó.

—De maravilla. Siento que por fin logramos hacer una conexión significativa.

—¿Antes no tenían una conexión significativa?

—No lo creo. Éramos una pareja común y corriente… o al menos aparentábamos serlo. Sin embargo, ahora… de común y corriente no tenemos nada. A ella le encanta ponerme los cuernos y humillarme. Y a mí me encanta que me humillen… y en especial si lo hace Romina. Eso te lo tengo que agradecer a vos, Sabrina. Sin tu ayuda nunca hubiera sido capaz de asimilar algo así. Y sé que con Romina también hiciste un buen trabajo.

—Mi paciente eras vos, no Romina.

—Lo sé… pero sé muy bien que hablaste con ella más de una vez. Por ejemplo, el asunto de ofrecerme la verga de Marcos, o de acceder a meterme el dildo. Nunca pensé que Romina estaría dispuesta a hacer algo semejante. Si lo hizo fue por algo que vos le dijiste.

—Simplemente hablé con ella como amiga, la escuché. Escuché sobre sus miedos y sobre sus deseos. Entendí que a ella le encanta humillarte, lo único que hice fue sugerirle ideas que, para un hombre heterosexual, serían sumamente humillantes.

—Entiendo. Bueno, te agradezco que no le hayas contado nada de mi pasado.

—Nunca haría eso. Me lo contaste en confidencia. 

—¿Pensás que tendría que contárselo a Romina?

—No.

—¿Qué?

—No me parece que debas contárselo. Y esto es un consejo que te doy fuera de la terapia, porque yo soy psicóloga, no consejera. A la gente le gusta idealizar la verdad, la honestidad; pero las parejas pueden funcionar aunque haya secretos. Romina no necesita saber todo de vos, así como vos no necesitás saber todo de ella.

—¿Tiene algún secreto del que yo no sepa?

Sabrina se encogió de hombros.

—Alguno deberá tener. Quizás siempre te quedes con la duda de cuántas veces te engañó, o qué hizo exactamente con su amiga. Al igual que vos no estás siendo del todo sincero con ella, creo que ella no lo está siendo con vos. Pero además pienso que tendrías que dejar las cosas como están. 

Reflexioné sobre sus palabras durante unos segundos.

—¿Cuál es tu teoría sobre Romina? No pido que me cuentes lo que ella te contó…

—Es que no me contó nada que no sepas. Lo que digo es simplemente una corazonada. Algo que puedo deducir por sutilezas en la forma de hablar, o de comportarse. 

—Claro, la experiencia que te da tu profesión.

—Algo así.

—Entonces, si me decís lo que vos opinás, no estarías violando ningún acuerdo de confidencialidad. 

—¿Y por qué estás tan interesado en saber mi opinión?

—Primero, porque prometiste responder todas mis preguntas. Ésta es mi última sesión —eso la hizo sonreír—. Segundo, porque… ya sabés, soy masoquista. Me gusta que me hagan sufrir. 

—Bueno, está bien. Aunque mis suposiciones sobre Romina no distan demasiado de lo que ella misma dejó ver. También tenés que tener en cuenta que puedo estar equivocada. 

—Te escucho.

—Bien. Romina te quiere, de eso no tengo dudas, así como tampoco dudo que el sexo con vos no la satisface… a menos que haya infidelidad y humillación de por medio. 

—Ajá, hasta ahí ya lo teníamos claro…

—No me interrumpas —Hice el gesto de sellar mis labios con un cierre imaginario—. Sin embargo eso no quita que ella disfrute del sexo con otros hombres. Solo que los disfruta más si sabe que te está poniendo los cuernos a vos. Y acá es donde empiezan mis suposiciones. Creo que ella vive en otra ciudad porque ahí es donde vive su otro novio.

—¿Qué? —Me quedé helado, cada fibra de mi cuerpo se paralizó.

—Sí, y que ese novio es uno de los tipos que vimos en los videos que nos mandó. Probablemente sea el que aparece en más videos. Y es un tipo al que le gusta compartir a su novia.

—Pero si Romina habla de un novio que no la satisface, en muchos videos.

—Sí, habla de vos, no de ese novio. Esa persona con la que está Romina sabe de tu existencia y seguramente humillarte es un jueguito recurrente para ellos. Así que, si vas a iniciar otra vez tu relación con Romina, preparate porque ella te va a poner mil excusas para salir de la ciudad, sola. Ahí se va a encontrar con este tipo.

—Pero… pero… ¿por qué elegiría quedarse conmigo si con el otro coge mejor? —La pija ya se me estaba poniendo dura de solo imaginar que Romina tenía un amante con el que incluso convivía.

—Sencillo: porque vos provocás cosas en ella que el otro no puede. Romina sabe que te necesita para ser feliz, de forma afectiva… y sexual. Se debe aburrir de coger con el otro si no te pone los cuernos a vos.  

—Ya veo…

—Y eso no es todo. También pienso que Romina fue amante de Marisa.

—¿Qué? Eso es imposible. Ya viste lo mucho que Romina odia a las lesbianas.

—La mente puede ser muy compleja… y contradictoria. Vos deberías saberlo mejor que nadie… mirá, si ya se te paró la pija y te acabo de contar que tu novio tiene un amante que la coge mejor que vos. ¿No te parece eso contradictorio?

—Sí, entiendo el punto.

—Es cierto que Romina siente rechazo hacia las lesbianas, pero es porque tiene miedo de sus propias tendencias lésbicas. Pienso que, mientras te ponía los cuernos, se puso como excusa: “Puedo hacer lo que quiera, porque lo importante, para pasarla bien, es serle infiel a Horacio”. Y ese “puedo hacer lo que quiera” derivó en compartir a Bruno con Marisa. Esa parte ya la sabés… y te quedó claro que pasó más de una vez y que Romina no tuvo demasiado problema en comerle la concha. Pero imagino que hubo más, mucho más de lo que nos contó. Probablemente se haya acostado con otras mujeres, además de Marisa, o que incluso hayan hecho tríos lésbicos juntas. 

—Pero… eso las convertiría en… em… algo así como una compañera de cama. El término “amante” lo entiendo más por el lado sentimental.

—Es que creo que también estuvo involucrado el lado sentimental, por parte de las dos. De lo contrario la pelea no hubiera sido tan dura. Imagino que Romina no fue del todo sincera al contarte cómo fue esa pelea. 

—Ella dijo que Marisa confundió las cosas y le pidió que fueran novias.

—Claro, y mi opinión es que ya eran algo así como novias, declaradas y todo; pero a Romina le pasó algo similar a vos. Pensó que tanto vos como la sociedad la iban a rechazar si ella era lesbiana. Por eso decidió cortar su relación con Marisa.

—Entonces… Romina y yo somos más parecidos de lo que imaginamos. A mí me gusta que un hombre me meta la verga… y a ella le gusta chupar conchas.

—Algo así. Y los dos tuvieron miedo del “¿Qué dirán?”. 

—¿Y no pensás que seríamos más felices si nos sinceramos el uno con el otro?

—Quizás, algún día… pero ahora mismo creo que solo complicaría las cosas. Te aconsejo que no le hagas demasiadas preguntas sobre el tema lésbico, aunque la veas chupando una concha… y ella no te va a hacer muchas preguntas sobre la homosexualidad, aunque te vea chupando una pija. 

—Bueno, como es el único consejo que me das, lo voy a tomar. El tiempo dirá si algún día podemos ser sinceros el uno con el otro. 

—Sí, además eso no quita que no puedan disfrutar con hombres y mujeres, los dos… porque tiene la excusa perfecta. A vos te gusta que te humillen, a Romina le gusta humillarte. Aprovechen eso al máximo.

—Lo vamos a hacer, te lo prometo.

—Ahora es mi turno de preguntarte algo.

—¿Tiene que ver con Lucas?

—Sí, y con este otro chico… Matías. Quiero saber si pasó algo más con ellos. 

—¿Lo preguntás porque es parte de la sesión o por mera curiosidad?

—Ambas.

—Bien. Como es la última sesión, no voy a hacer el relato demasiado largo. Porque si cuento cada mínimo detalle vamos a estar acá una semana. 

—Como escritor deberías ser bueno en resumir historias.

—Eso espero. Bueno, como ya te había contado, mi relación con Matías ya estaba blanqueada, sin que necesitáramos hablar mucho de eso. A los dos nos quedó claro que a mí me gustaba la pija y Matías… él simplemente quería un culo dónde meterla. Ya no había excusas de por medio. Si él venía a casa, yo lo recibía con un buen pete… y después le entregaba la cola para que me diera con ganas. Se volvió realmente bueno cogiendo. Me hacía acabar sin que yo necesitara masturbarme. 

—¿Y con Lucas?

—Con Lucas la cosa era un poco diferente. Con él solo había aclarado una parte: Me gusta chupar pijas. Es más, un día se lo dije. Le confesé que eso de tragar vergas y tomarme la leche me gustaba. Sin embargo, nunca le mencioné nada del sexo anal… aunque me moría de ganas. Su verga me resultaba aún más atractiva que la de Matías. Quizás porque aún no la había probado por el culo. Lo malo es que no me animaba a pedírselo. 

—¿Por qué no? Después de todas las veces que le chupaste la pija, creo que el siguiente paso lógico, entre dos hombres, es el sexo anal.

—Ya lo sé… pero también… qué se yo… creo que lo veía como una forma de admitir que soy gay… o bisexual, lo que sea. Prefería buscar la forma de que él me terminara cogiendo, sin que yo se lo pida. Al menos no quería pedirlo de forma directa. 

>Los petes siguieron y Matías siguió cogiéndome casi todos los días. Solamente no venía cuando estaba Lucas. Siempre los mantuve separados… hasta el día de mi cumpleaños. Para simplificar un poco las cosas, ese día organicé una pequeña fiesta en mi casa, a la que asistieron amigos y conocidos. No fue gran cosa, solo comer y tomar algo. Cuando la fiesta terminó, todos se fueron. Los únicos que quedaron fueron Matías, porque vivía en el mismo edificio, y Lucas, porque se quedaba a dormir. Los dos estaban algo tomados, yo también; pero estaba más fresco que ellos.

>No sé exactamente cómo se dio la cosa. No me acuerdo. Lo único que sé con seguridad es que Matías comenzó todo. Recuerdo que en un momento yo le estaba chupando la pija a Matías… creo que nos habíamos ido a mi pieza, o fue mientras Lucas ibas al baño. Pasó mucho tiempo y el alcohol desdibuja la memoria. En un momento Lucas nos sorprendió y fue algo totalmente instintivo. Él se acercó sin decir nada… de eso sí que me acuerdo. Sacó la pija y me la ofreció. Y así, sin pedirlo, sin siquiera tener que hablar sobre eso, estaba comiéndome dos pijas a la vez. También recuerdo que Matías, en un momento, dijo: “Ahora empieza la fiesta de verdad. Vas a soplar la velita, Horacio… y te vamos a romper el orto”.  Eso me entusiasmó, me hizo chupar con más ganas. 

>Después nos fuimos a la pieza… o quizás ya estuviéramos ahí. Recuerdo mi cama y que me puse en cuatro sobre ella. Lucas me metió la verga en la boca y Matías se puso detrás de mí. Me llenó el culo con lubricante y me ensartó, como ya lo venía haciendo. Me acuerdo de mirar hacia arriba, con la pija de Lucas en la boca. Él me miraba como si dijera: “Está todo bien, amigo, ya me imaginaba que estas cosas te gustaban”. 

>Matías se encargó de abrirme el culo y cuando le tocó el turno a Lucas, me calenté tanto que acabé apenas él me enterró la verga. Todo mi semen cayó en el colchón y más o menos al mismo tiempo Matías me dio de tomar su lechita. Fue la mejor cogida de mi vida. Bueno, al menos la mejor que involucre pijas, porque con Romina tuve unas muy buenas. 

>Esa noche descubrí lo bueno que es Lucas para coger. ¡Por dios! Me dio con una fuerza tremenda. Matías es algo brusco, pero también torpe. A veces, mientras me la está metiendo, la verga se sale… y eso es algo molesto. En cambio Lucas sabía regular eso mucho mejor. Su verga nunca salía de mi culo, a pesar de que se movía a gran velocidad. Además no tenía problemas en clavármela hasta el fondo. Sé que dije cosas como “Qué ricas pijas”, “Quiero que me llenen de leche el culo”, porque estaba borracho. De lo contrario no me hubiera animado, al menos no en mi primera vez con Lucas.

>Lo mejor fue al final, cuando él me dio de tomar su semen. Acabó un montón, y me costó tragarlo todo, pero lo hice a base de chuparle mucho la pija. 

>Desde el día de mi cumpleaños mi relación con las vergas cambió bastante. Porque ahora no tenía a un solo tipo que me cogiera, sino a dos… y la mayoría de las veces me cogieron los dos al mismo tiempo. Con ellos logré sincerarme, lo hice durante la calentura de las cogidas. Les confesé que cada día estaba más puto… cada vez me gustaban más las vergas, y que me encantaría que me cogieran entre tres. Eso nunca pasó, pero igual lo dije, era como una loca fantasía que tenía en ese momento.

—¿Y todavía la tenés?

—No sé… supongo. Es algo que nunca hice. Dos pijas las probé un montón de veces, es muy lindo. Pero no sé qué se siente que se turnen entre tres tipos para romperme el orto. Me genera un poco de morbo. Bueno, creo que ya respondí tu pregunta. Ahora me toca a mí. No creas que me olvidé de lo que me prometiste.

—Sí, lo sé. Pienso cumplir con mi palabra. ¿Qué querés saber?

—Em… este… —Me sentí un boludo, no imaginé que ella accediera tan fácil. No había planificado qué le preguntaría primero. Dije lo primero que se me pasó por la cabeza—. ¿Por qué te cogiste a Marcos? Y no me vengas con la excusa de que te lo cogiste porque tiene buena verga. Sé que debe haber algo más. ¿Tuvo que ver con la terapia o lo hiciste solo porque te calienta coger con tus pacientes?

—Sé que es difícil de comprender, Horacio; pero a esta altura creo que podrías entenderlo. Sabés muy bien que mis métodos de terapia son inusuales, poco ortodoxos. 

—Inapropiados…

—Sí, en algunos casos se podría considerar que son inapropiados. Pero mi mentora, Cassandra Donati, es una psicóloga muy peculiar. Ella me enseñó que el sexo suele ser una excelente vía para acercarse al paciente. En especial cuando el problema tiene que ver con esto, como era tu caso. 

—¿Y Marcos? No me lo imagino teniendo muchos problemas con el sexo. 

—Es que vos no conociste a Marcos el primer día que empezó terapia. Ni siquiera era capaz de mirarme a la cara. Prácticamente no hablaba. Me costó mucho romper el hielo. Marcos es un tipo sumamente tímido.

—¿De verdad? No parece tímido, en absoluto. 

—Pero lo es, y a un nivel que ni siquiera te podés imaginar. Te cuento esto porque yo me tomé la libertad de incluir a Marcos en tu terapia…

—¡Ajá! ¡Sabía que lo habías hecho a propósito!

Ella me mostró su mejor sonrisa de bruja maliciosa.

—Bueno, sí. Cuando llegaste vos y entendí cuál era tu problema se me ocurrió la idea de que vos y Marcos se ayudaran mutuamente a superar sus inconvenientes. Tuve que contarle un par de cositas sobre vos, espero que no te moleste. 

—Si me contás sobre él, no me molesta. Aunque no me gustaría tener que hablar con Marcos sobre este asunto.

—No hace falta que lo hablen. Para que Marcos pudiera superar su timidez lo mandé a clases de actuación con una amiga que es muy buena.

—¿Ella también tiene métodos poco ortodoxos, como los tuyos?

—Quizás… pero ella no es lo importante en esta historia. La cuestión es que Marcos aprendió a interpretar un personaje con el que se siente más cómodo a la hora de hablar con mujeres, principalmente. 

—¿Así que todas las cosas que él te decía?

—Eran pura actuación. Marcos jamás se hubiera animado a decirme “Puta, tragate la leche”. Pero su alter ego sí. Entonces le pedí que pusiera en práctica ese personaje conmigo. Que intentara “someterme sexualmente”. A él le gustó la idea porque estaba harto de ser virgen.

—¿Vigen? Eso sí que no me lo vi venir. Me cuesta mucho imaginar que vos pudieras ser la primera mujer que se coge… porque, lo hacía muy bien.

—Sí, pero para llegar a eso se necesitó mucha práctica. Incluso fuera de sesiones.

—¿Lo invitabas a tu casa a coger?

—Sí. 

—¿Y te gustaba?

—Claro.

—Pensé que lo negarías.

—¿Por qué?

—No sé… solo por eso de que está mal que una psicóloga se acueste con sus pacientes.

—Pero yo lo hago, cuando lo considero necesario. Y por supuesto que lo disfruto. En especial si es un tipo con una pija como la de Marcos. Me encantaba que fuera a casa y me diera para que tenga toda la noche. Practicamos juntos muchas horas. Incluso le presenté a mi amigo, el que conocés como Nacho. Me dieron entre los dos más de una vez… Nacho le enseñó varios secretitos del sexo a Marcos y él los aprendió enseguida.

—¿Y cómo entro yo en todo esto?

—¿Te acordás de lo que hablamos en una de nuestras primeras sesiones? Sobre la Transferencia Erótica. ¿Te acordás qué era eso?

—Em… sí, que el paciente sienta deseos sexuales por su terapeuta.

—No solo sexuales. Deseos de todo tipo. Y bueno, a mí me quedó en claro que vos me veías como si yo te perteneciera, casi como si fuéramos amantes —eso me puso incómodo, pero no podía refutarlo—. También entendí el morbo que te causa la humillación y la infidelidad. Me imaginé que si veías cómo Marcos me sometía, tu masoquismo iba a quedar bien expuesto.

—Y funcionó. De verdad fue muy duro para mí ver cómo te cogía Marcos… y cómo vos parecías estar totalmente encantada con su verga.

—Esa parte no es mentira, Horacio. De verdad me encanta la verga de Marcos.

—¿Y te lo vas a seguir cogiendo después de terminar la terapia con él? Como hiciste con Nacho.

—Sí, eso ya lo hablé con Marcos. Él quiere seguir cogiendo conmigo… y yo quiero seguir cogiendo con él. 

—Me imagino que yo no tengo esa misma posibilidad.

—Imaginás bien.

—Auch…

—Lo siento, Horacio, pero prometí ser sincera con vos. Me caés muy bien, me parecés un chico muy agradable. Pero… 

—Sí, sí… ya sé. En la cama sería incapaz de satisfacerte.

—Así es. Estoy acostumbrada a coger con tipos que estén bien dotados… y que me den bien duro. Vos no podés cumplir con ninguna de esas dos condiciones. 

Esta mujer no dejaba de sorprenderme. Incluso al final de la terapia era capaz de hacer aflorar mi masoquismo. Saber que me rechazaba por tipos mejor dotados me puso a mil. Y más al ver su concha. Sus piernas estaban bien abiertas y pude notar que estaba mojada. 

—Está bien, lo entiendo. No voy a insistir con eso. Además, ya volví con Romina. No quiero serle infiel.

—Claro, porque acá el cornudo sos vos. ¿Sabés que ella va a seguir cogiendo con tipos a tu espalda?

—Sí, lo sé. 

—Quizás ahora mismo está cogiendo con uno…

—No pongas esas ideas en mi cabeza, Sabrina. No seas tan cruel. Sabés que puedo volverme muy paranoico.

Ella empezó a reírse a carcajadas.

—Me gusta la relación que tienen ustedes dos. Es poco convencional, pero sé que puede funcionar. 

—Eso espero. 



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Pasé varias horas en una reunión con mi editor. Llevaba mucho tiempo sin verlo y estaba entusiasmado por escuchar sobre mis nuevos proyectos literarios. Le conté que tenía en mente escribir una novela. Algo sobre una psicóloga robot sin emociones. Por supuesto que lo escribiría como crítica, Sabrina me enseñó que el vínculo emocional en terapia puede ser muy positivo. Al principio a mi editor no le convenció mucho mi idea, pero le comenté cómo pensaba estructurar la historia y logré captar su interés. Me dio luz verde para iniciar el proyecto y que en tres meses volveríamos a vernos, para que le mostrara mis progresos con la novela. 

Volví a mi casa feliz, con mucho entusiasmo, mi vida se abría a nuevas posibilidades. Escribí muchas novelas cortas y cuentos; pero este podría ser el inicio de una carrera literaria más seria. 

Entré al departamento y fui en busca de Romina, ella tenía que ser la primera en saber las nuevas noticias. 

Cuando uno vuelve a su casa a contarle buenas noticias a su novia, espera que ella esté mirando televisión, preparándose un té, o quizás leyendo algo. En fin, esperaba encontrar a Romina en alguna de estas tareas cotidianas. 

Por eso el impacto fue tan brutal cuando la vi completamente desnuda, en la cama, casi dándome la espalda. Ella estaba en cuatro patas y detrás había un tipo metiéndole una gruesa verga por el culo. Delante de ella había otro, llenándole la boca de pija. No conocía a estos tipos, pero sus vergas me resultaron familiares. 

Pero mi sorpresa no terminó allí. Había algo más, que a mi cerebro le costó mucho procesar. Junto a Romina, abierta de piernas y con las tetas apuntando al techo, estaba Sabrina. ¡Si, la mismísima Sabrina! Desnuda en mi propia cama… y entre sus piernas se encontraba Marcos, a él sí lo reconocí al instante. Estaba taladrándole la concha a la psicóloga con su gruesa y venosa verga.

—Pe… pe… pero… ¿qué es esto? —Pregunté, confundido.

Todos se fijaron en mí al mismo tiempo, Romina solo giró la cabeza, pero no sacó la verga de su boca. 

—Hola, Horacio —me saludó Sabrina, con total calma—. Romina y yo nos estamos divirtiendo. ¿Serías tan amable de esperar afuera? 

—¿Qué? ¡NO! ¿Me están echando de mi propia casa? ¡Ni hablar! Y vos, Romina… ¿cómo pudiste hacer una cosa así? Puedo entender que seas infiel a mis espaldas… ¿pero esto? ¿en mi propia cama? Me llenaste el departamento de tipos… yo… yo…

—Callate un poco, gordito —dijo el tipo que le estaba dando por el culo a Romina—. Tu novia la está pasando bien. Si nos llamó a nosotros deberá ser porque vos no la dejás satisfecha. Ella necesita sentir algo bien grande en el orto… ¿no es así, Romi?

—¡Ay, sí! Totalmente —dijo ella, antes de volver a meterse la pija en la boca.

—¿Y vos quién mierda sos? No voy a permitir que me hables así en mi propia casa.

—¿Yo? Soy el que se coge a esta puta desde hace tres años. —Eso me dolió en el alma. Si la teoría de Sabrina era cierta, este tipo debía ser ese segundo “novio”—. ¿No es cierto, Romina?

—Sí… sí… es cierto. Ay, Fabio, me encanta tu pija. Metemela más fuerte. 

Todo mi cuerpo estaba temblando, pero en realidad no podía moverme. Mis articulaciones no respondían. Ahora el amante de mi novia ya no es alguien hipotético. Está allí. Se llama Fabio… y es muy real. 

Esa pija entraba y salía del culo de mi novia, y ella parecía estar disfrutándolo un montón. Lo mismo pasaba con Sabrina, mientras Marcos se la cogía.

—¿Y este otro quién es? —Pregunté señalando al que le metía la pija por la boca a Romina.

—Vos lo conocés como Nacho. ¿Te acordás que hablamos de él? —Dijo Sabrina—. Él y Marcos estaban en mi casa cuando Romina me invitó… y le pareció buena idea que ellos también vinieran. 

—¡Se van ahora mismo de mi casa! —Dije, con los ojos inyectados de ira—. ¡Esto es una vergüenza! Romina, no podés ser tan puta… y vos, Sabrina… lo mismo digo de vos. —Mi ex psicóloga sonrió… noté cierta crueldad en esa sonrisa.

—Chicos ¿por qué no se encargan de tranquilizar un poquito a Horacio? Se está poniendo muy nervioso y nos puede arruinar la fiesta.

Los tres hombres me miraron, tenían bastante en común entre ellos. Tipos altos, de pechos anchos, brazos fuertes… y pijas gordas y venosas. La única diferencia que mi cerebro podía notar entre ellos estaba en el color de pelo. Marcos lo tenía negro, el supuesto Nacho era rubio y el tal Fabio tenía el pelo marrón, casi rojo. 

Se acercaron a mí con sus vergas erectas por delante.

—Ojo con lo que van a hacer —les dije—. No me hagan enojar más de lo que ya estoy…

—No se preocupen, chicos —dijo Romina—. Horacio es inofensivo. Nunca le pegó a nadie en su vida. 

Las dos chicas también se pusieron de pie y se abalanzaron sobre mí los cinco a la vez. Aquí empezó un forcejeo inútil. No tenía ni chances contra cinco personas. Marcos y Nacho se encargaron de inmovilizar un brazo cada uno. Fabio me agarró por detrás, pasó sus brazos por debajo de mis axilas y puso sus manos detrás de mi nuca. Era una llave de lucha libre, o algo así. No lo sé con exactitud. Lo que sí sé es que no puedo moverme. La única alternativa que me queda es usar los pies… pero no lo hice, porque Romina se arrodilló frente a mí y no quería patearla. 

Romina me desprendió el pantalón y comenzó a bajármelo, mientras tanto pude ver a Sabrina sacando algo de un bolso. Eran unas cuerdas de algún material plástico negro. Se me hicieron de lo más extraña. Definitivamente era algo que ella misma había traído. 

—Ah, pero qué pitulín más chico —dijo Fabio, su cabeza estaba justo al lado de la mía y miraba hacia abajo. 

Allí fue cuando me di cuenta de que Romina me había bajado el pantalón junto con la ropa interior. Me sentí sumamente humillado, mi pene no se podía comparar con los otros tres miembros viriles que había en la habitación. Y hablando de eso… pude sentir la verga erecta de Fabio apuntalada entre mis nalgas. Eso me produjo sentimientos encontrados. Bronca por la situación, pero también excitación. 

No sé cómo lo hicieron, pero entre los tres tipos, con ayuda de Romina y Sabrina, consiguieron atarme de pies y manos. Quedé tirado en la cama, en posición fetal… pero con las manos atadas en la espalda.

—Ahora sí podemos seguir —dijo Sabrina.

No tardaron ni diez segundos. Se acomodaron como pudieron, allí en la cama. Romina se montó sobre Nacho y detrás se colocó Marcos, que empezó a darle por el culo. Estaba a pocos centímetros de mí… tenía que ver cómo le hacían doble penetración a mi novia, en mi propia cara. La acumulación de morbo y humillación fue suficiente como para que la verga se me pusiera dura. 

—Desde que vi este culo quiero llenarlo de pija —le dijo Fabio a Sabrina, agarrándole las nalgas.

—Y desde que vi tu pija, quiero que me la metas en el culo —aseguró la psicóloga.

Ella se puso en cuatro y fui testigo de una de las situaciones más humillantes y morbosas de mi vida. Ese tipo, que ya se cogía a mi novia, le enterró su verga por el orto a Sabrina… y ella empezó a gemir como una puta. Por supuesto, con esa pija sí que era feliz, no como cuando yo se la metí, que ni la sintió. Fabio podía llenarle bien el orto y hacerla apretar los dientes de dolor y placer. 

—¡Qué buena estás, mamita! —Dijo Nacho, o como se llame, mientras manoseaba las tetas de Romina.

Ella saltaba sobre su verga, al mismo tiempo que recibía por detrás la de Marcos.

Marcos estaba en silencio. Recordé lo que me contó Sabrina sobre la verdadera personalidad de Marcos, y por más que el tipo se hubiera vuelto un buen actor, se notaba que estaba un poco inhibido por Nacho, y especialmente por Fabio. Ellos eran “machos dominantes” por naturaleza. No estaban actuando. Aún así Marcos también parecía estar disfrutando mucho. Evitaba mirarme, pero no hacía lo mismo con Romina o Sabrina. A ellas no les quitaba los ojos de encima. 

Intenté moverme, quería salir de allí. Una parte de mí me decía: “No podés presenciar esto, Horacio, es demasiado”. Con mucho esfuerzo logré ponerme de rodillas sobre la cama, pero eso solo complicó mi situación. Cuando Fabio me vio, me empujó hacia adelante, creí que mi cara daría contra el colchón, pero en lugar de eso caí sobre el vientre de Sabrina, muy cerca de su concha. 

—Quedate ahí, gordito —dijo Fabio—, así ves cómo esta puta se come una buena pija. 

Y eso fue lo que hice, me quedé anonadado viendo el rítmico movimiento de esa verga entrando y saliendo del culo de Sabrina y como ella gemía… y sus gemidos se fundían con los de Romina, a ella también le estaban dando duro. 

—Me parece que el gordito te tiene ganas, Sabrina —dijo Fabio, sin dejar de cogérsela—. Te mira mucho la concha.

—Creo que lo que mira en realidad es tu verga. ¿Tendrá ganas de probarla?

Esas palabras fueron como una puñalada traicionera en mi espalda. Sabrina acababa de exponerme ante estos tres tipos. Solo había chupado la verga de Marcos, pero los otros dos no tenían por qué saber sobre mi afición hacia las vergas.

—Si la quiere, se la damos… no tengo problema con eso. ¿Te la querés comer, gordito?

No dije nada.

—Dásela, se la va a comer toda —dijo Romina, entre gemidos—. ¿No es cierto, Horacio?

Esta vez no respondí porque mi boca quedó llena de pija. Fabio no tuvo ningún problema en enterrármela hasta la garganta. Siguió moviéndose de la misma forma en que lo había hecho antes, solo que ahora se cogía mi boca. Pude sentir el intenso sabor a concha en celo que dejó Sabrina en esa verga y eso me dio aún más morbo. 

—Uy… le está gustando. ¿Sos petero, gordito?

—Y… no es la primera pija que se come —dijo Romina—. Ya se tragó la de Marcos.

—¿De verdad? —Preguntó Fabio—. Tiene cara de putito. 

—Y según me contaron —dijo Sabrina—, últimamente anda disfrutando mucho de meterse consoladores por el orto.

—Ah, pero es puto en serio —dijo Fabio, con una risa socarrona—. Vení, Marcos… si a vos ya te la comió, tenés que ser el primero en darle por el orto. 

—Ay, no… —se quejó Romina.

—¿No querés ver cómo le rompen el orto a tu noviecito? —Preguntó Sabrina.

—Sí… sí que quiero… me encantaría verlo, pero… no quiero que dejen de darme por el culo a mí… la estoy pasando bien.

—Por eso no te preocupes, mamita —dijo Nacho—, yo me encargo de atender tu culo.

—Entonces… así sí…

¿Esto esta pasando de verdad? Mi cuerpo es incapaz de reaccionar. No soy más que un costal de carne que es fácil de manipular. Entre Fabio y Marcos volvieron a ponerme en cuatro, Sabrina se apartó para que tuviéramos más lugar y Fabio, sin perder el tiempo, me clavó la verga en la boca. Marcos se acomodó detrás de mí. Esta vez sí noté cierta timidez en él. Su glande presionaba contra mi culo, pero me dio la impresión de que no quería ir más allá, quizás por miedo a que yo me molestara. Para ese momento yo estaba ansioso por sentir algo duro en el orto. Retrocedí y pude sentir cómo su glande me penetraba. Fue mi forma de decirle: “Está bien, metemela sin miedo”.

Se sintió maravilloso. Llevaba mucho tiempo sin recibir una pija real en el culo y lo estaba haciendo junto a mi novia. A ella también le estaban dando para que tenga. 

Comencé a aceptar mi situación. Fabio me cae mal, me genera mucha bronca, pero… ¡Uf, cómo me calienta su verga! Se la empecé a chupar sin mucho remordimiento. 

Sabrina se abrió de piernas frente a Romina y le dijo:

—No creas que vos te vas a salvar chiquita. Tu novio va a comer pija, pero vos… me vas a comer toda la concha.

Romina ni siquiera puso resistencia. Dejó que la psicóloga le bajara la cabeza hasta la concha y empezó a chupar. Nos miramos de reojo el uno al otro. Estábamos en situaciones similares. A los dos nos estaban dando por el orto y nos estaban haciendo probar el sexo contrario. No solo fue un momento de extrema calentura, sino también sentí una conexión muy profunda con ella. 

Después de un rato Fabio tomó el relevo de Marcos. Se colocó detrás de mí y me dijo:

—Ahora vas a descubrir por qué a la putita de tu novia le gusta tanto mi verga.

Y ¡ZAZ! Adentro. Sin vueltas. Me clavó hasta lo más profundo de mi ser, me tomó de la cintura y empezó a darme matraca. ¡Dios! ¡Cómo coge este tipo! Es impresionante. Si no hubiera tenido la pija de Marcos en la boca le hubiera suplicado que me la metiera así toda la noche. Estaba totalmente entregado, algo parecido ocurría con Romina y la concha de Sabrina. Era como si se rehusara a dejar de chuparla. Solo dejó de hacerlo durante unos segundos para pedirle a Nacho que le llenara la concha de leche.

Así que Nacho cambió de agujero y poco después pude notar cómo él tenía un fuerte orgasmo. Me imaginé por qué mi novia le había pedido que hiciera eso, y me preparé mentalmente para lo que vendría.

Me dieron vuelta, quedé boca arriba, con las piernas levantadas. Fabio seguía dándome por el culo y Romina se sentó en mi cara. Marcos se la metió por el orto. La concha de Romina empezó a soltar abundantes chorros de semen… la leche que Nacho había dejado en ella, y yo… me la tomé toda. Madre mía, fue increíble tragar todo ese semen saliendo directamente de la concha de mi novia mientras su amante me rompía el orto. ¿Humillado? Sí, a más no poder, pero también sumamente excitado. Me calenté tanto que mi verga empezó a soltar abundantes chorros de semen. Lo que más me sorprendió fue que sea Sabrina la que me limpió todo. Con su lengua hizo maravillas en mi verga. 

El resto de la noche transcurrió de forma monótona, pero sumamente entretenida. Romina y Sabrina se dedicaron a hacer un sesenta y nueve, se chuparon las conchas la una a la otra ya sin pedir más vergas. Las vergas fueron solo para mí. Me pusieron en cuatro en la cama y uno por uno esos tres tipos se turnaron para romperme el orto. Supe que todo esto fue organizado por Sabrina y quizás tuvo la idea de nuestra última sesión, cuando le dije que mi fantasía era sentir tres pijas en una misma noche. Ahora mi culo sabe lo que se siente… y es fantástico. Por supuesto, también me dieron de tomar la leche. Los tres. Incluso Nacho, que ya había acabado antes. 

Cuando los tres tipos se fueron y me desataron, quedé rendido. Ya no podía moverme. A mi lado Sabrina y Romina seguían dándose cariño. La psicóloga estaba arriba, mi novia debajo. Yo jadeaba y podía sentir cómo mi culo palpitaba después de las tres pijas que me habían metido. Tenía una fuerte erección, a pesar de haber acabado una vez. Vi una oportunidad inmejorable. Me coloqué detrás de Sabrina y se la metí por el culo. Entró muy fácil, lo tenía muy dilatado.

—¡Ay, Horacio! Se nota que te gusta ponerte en vergüenza —dijo la psicóloga.

—Es cierto —dijo Romina, entre risas—. ¿Pensás que Sabrina quiere que le metan una verga tan chiquita ahora? Nene, antes de que vos llegues nos dieron por el orto los tres… ¿sabés? Los tres. Sabrina tiene el culo más abierto que vos. 

Escuché sus palabras y sentí la humillación, ellas tenían toda la razón del mundo, pero aún así no pude detenerme. Necesitaba sacarme las ganas de coger con Sabrina, y tenía que ser hoy. Le di tan fuerte como pude, aunque sé que no soy capaz de igualar el ritmo de los otros tres tipos. Ellos sí que me demostraron que son capaces de dar buenas cogidas, en especial Fabio. Se la metí por un rato hasta que por fin acabé. Todo mi semen chorreó de ese culo y Romina lo lamió con gusto. Caí rendido en la cama y mi novia me tomó la mano, sin dejar de lamerle la concha a Sabrina. 

Supe que junto a Romina sería un cornudo, pero al mismo tiempo, sería el tipo más feliz del mundo. En especial si continúa invitando a Sabrina para que tres tipos se las cojan en mi cama… y que, de paso, me rompan el culo a mi también. No puedo imaginar un escenario mejor. Definitivamente Romina es la persona con la que tengo que estar.


FIN. 



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