Aislado Entre Mujeres [34].

 


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Capítulo 34.


Brenda.




Las palpitaciones de mi verga eran tan fuertes que creí que me iba a estallar. Después de las experiencias que tuve con mi madre, e incluso con otras de mis hermanas, ya debería sentirme tranquilo ante este tipo de situaciones… o al menos eso es lo que pensaba. Sin embargo, ni una sola fibra de mi cuerpo se puede relajar sabiendo que estoy tan cerca de Gisela y que su concha, húmeda y tibia, está deslizándose por todo el largo de mi verga. No, definitivamente no hay forma de estar tranquilo en una situación como esta, ni siquiera en un millón de años.

―Bueno, ¿dónde me quedé? ―Preguntó mi hermana mayor.

―Me dijiste que Brenda te contó sobre su fantasía de hacer algo indebido en el trabajo, y que eso te hizo verla como un ser humano.

―Así es. Ese día entendí que todo el mundo tiene alguna fantasía sexual… hasta mamá debe tener las suyas, aunque no lo admita. No hay nada de malo en ello. Es más, aunque algunas de esas fantasías puedan ser algo disparatadas, ni siquiera significa que la persona realmente quiera hacerlas realidad. Sino que más bien es algo en lo que piensa mientras se hace una paja… o cuando tiene sexo con otras personas.

―Entiendo. Es como cuando Celeste dice que le da morbo imaginarte teniendo sexo conmigo…

―Sí, exactamente, y más morbo le da saber que es algo socialmente prohibido. Y si bien eso es solo una fantasía… bueno, nosotros se la alimentamos un poquito con las fotos que le mandamos. Estoy segura de que se mata a pajas mirándola. Hace poco me comentó que esas fotos la salvaron de la monotonía de la cuarentena.

―Me alegro mucho por ella. Es un poco pervertida, pero me cae bien.

―Y fue justamente Celeste quien me metió ideas alocadas sobre Brenda.

―¿Ella quería que te acuestes con Brenda? ―Pregunté.

―No exactamente. Me convenció de que yo podía ayudar a Brenda a cumplir con su fantasía, darle ánimos. De esa forma las dos saldríamos ganando. Brenda pasaría un buen momento y yo no me sentiría un bicho raro por dar rienda suelta a mis deseos sexuales. No te das una idea de lo que es sentir que hay algo malo en vos porque te excitás, o porque disfrutás el acto sexual. Una persona no debería vivir con esa culpa.

―Mamá vive con esa culpa desde hace años ―comenté―, y lo peor de todo es que se lo transmitió a todas sus hijas.

―Así es. Porque de una u otra manera, a todas nos afectó. Me di cuenta de que con Brenda ocurría algo parecido, ella también tiene una madre muy puritana y estricta, incluso más que la nuestra… al menos en apariencia. Estoy segura de que la madre de Brenda jamás hubiera aceptado a andar desnuda frente a su hija. Ni siquiera en ropa interior. Al parecer Sabrina ayudó a Brenda a que se sintiera un poquito mejor consigo misma… y con su anatomía femenina. Esto fue tan así que Brenda empezó a subir algunas fotos en bikini a su cuenta de Instagram, algo que me sorprendió un montón. Se animó porque su mamá no tiene ni idea de qué es Instagram, no sabe nada de celulares o redes sociales.

Gisela me mostró las mencionadas fotos y descubrí que Brenda, además de ser muy bonita de cara, también tenía un cuerpo muy bien cuidado, hasta me dio la impresión de que hacía mucho ejercicio, sus abdominales estaban ligeramente marcados. Le hice notar este detalle a mi hermana.

―Eso también se debe al tratamiento de Sabrina ―comentó Gisela―. La psicóloga le sugirió que se buscara alguna actividad extra laboral que le permitiera estar unas horas fuera de casa, sin pensar en su madre. Brenda eligió anotarse en un gimnasio.

―Y se nota que pasó muchas horas ahí.

―Sí, ella misma notó ese cambio físico. Esa fue otra señal que me ayudó a entender que Brenda necesitaba escaparse de su madre. Necesitaba hacer cosas fuera del trabajo, con amigas. Y, según lo que le dijo Sabrina, esa fantasía de hacer “algo indebido” dentro de la oficina se debía a que Brenda quería sentir la rebeldía por una vez en su vida. Hacer eso le ayudaría a decir: “Mirá, mamá, estoy haciendo esto… y sin tu permiso”.

―Quizás por eso mismo Macarena es tan rebelde.

―Sí, estoy segura de que es por eso ―aseguró Gisela―. Y creo que por eso mismo yo me puse en campaña para que Brenda pudiera cumplir su fantasía. Como ella es la recepcionista, por lo general pasa mucho tiempo conversando con Augusto, el guardia de seguridad. Es un tipo joven, no tendrá más de treinta y dos años, y es super amable, simpático y servicial. Siempre saluda con una sonrisa a todo el mundo… en especial a Brenda. No hace falta ser muy observador para darse cuenta que Augusto siente algo por Brenda, ese algo podría ir desde un romance, hasta simples ganas de coger con ella. Cualquiera de las dos cosas me venía bien. Empecé a hablarle a Brenda de Augusto y cómo la mira, ella me dijo que era absurdo, que ese tipo nunca se fijaría en ella. Pero yo insistí y le pedí que hicieramos una pequeña prueba… yo tomé el lugar de Brenda detrás del mostrador y ella se acercó por el lado de los clientes y se apoyó. Esto hizo que su culo quedara bien levantado… para colmo ese día estaba usando un pantalón que ya le quedaba medio chico… con tanto ejercicio, su culo se volvió más voluminoso. Al mismo tiempo yo me incliné hacia adelante, dejando que las tetas sobresalieran un poco del escote. En todo ese rato que estuvimos ahí, Augusto fue incapaz de mirar para otra cosa que no fuera el culo de Brenda. Yo le decía, en susurros: “Te está mirando el orto sin ningún tipo de disimulo”. A ella le pareció divertida la situación y hasta levantó la cola un poco más, para brindarle un espectáculo más interesante.

―¿Y en ningún momento te miró las tetas? ―Pregunté.

―Sí me las miró, bastante… pero pasó mucho más tiempo centrado en el orto de Brenda. Desde ese día empezamos con esos jueguitos, en buscar formas de que Augusto pudiera mirarle el escote o el culo a Brenda, o que ella le rozara el bulto como sin querer. Todo venía marchando muy bien, incluso Augusto se animó a invitarla a salir, cosa que ella rechazó, porque es muy miedosa. Hablé con Augusto y le dije que no se lo tomara a mal, Brenda necesitaba tiempo para aceptar que no había nada de malo en salir con un compañero de trabajo. Y bueno, mi insistencia se fue volviendo cada vez más fuerte y más directa. Empecé a meterle en la cabeza la idea de que se lo llevara a la cocina del fondo y que le chupara la verga. Cuando le dije esto, Brenda se mostró muy divertida, admitió que la idea le resultaba excitante; pero me dijo que nunca se animaría a hacer una cosa así.

Lo que a mí me resultaba más excitante era la forma en la que mi glande jugaba con la concha de Gisela. A veces se deslizaba sobre esa húmeda y tibia superficie y en otras ocasiones podía sentir cómo amagaba entrar en el agujero. Esto me recordó mucho a aquella vez que estuve con Pilar en la cama.

―¿Y al final se animó a hacer algo? ―Pregunté―. Aunque sea besarlo…

―Bueno, en un principio yo no insistí mucho. No es mi estilo. Pero no te olvides que había alguien carcomiéndome la cabeza. Celeste comenzó a decirme que Brenda se animaría solo si yo tomaba la iniciativa. Se le ocurrió que yo dejara encerrados en la cocina a Brenda y Augusto y que no los dejara salir hasta que pase algo entre ellos. Me parecía una táctica algo arriesgada y no pensé mucho en eso. Sin embargo, un día entró Augusto a la cocina, mientras Brenda y yo charlábamos. Nos avisó que ya se habían ido todos y que él debía quedarse un par de horas más, hasta el cambio de guardia. Ahí recordé el plan de Celeste. Yo debía tomar la iniciativa, de lo contrario Brenda no se animaría a hacer nada. Y sí, soy miedosa y me cuesta mucho dejar salir mi parte sexual, sin embargo, Brenda es peor que yo. Esto me dio ánimos. Me acerqué a Augusto y le agarré el paquete, el tipo se puso pálido, me miró como si yo me hubiera escapado de un loquero. Sonreí y le dije: “Si no hay nadie en la oficina, podemos aprovechar para divertirnos un poco”. El pobre tipo no debía de entender nada, él no sabía nada de las intenciones que teníamos Brenda y yo. Sabía que mi amiga no reaccionaría al instante. Ella se quedó muy quieta, mirándome con los ojos prácticamente fuera de las cuencas. En ese momento yo casi podía sentirme como Celeste, cuando ella tomó la iniciativa y me ayudó a soltarme un poquito. “Empiezo yo”, le dije. Y ahí nomás me agaché, saqué la verga de Augusto y me la metí en la boca.

―Uf… pobre tipo. No habrá entendido nada.

―No, pero eso no le impidió disfrutar del momento. Y lo que pasó después no necesito contártelo, te lo puedo mostrar.

Puso la pantalla de su celular frente a mis ojos y reprodujo un video. Allí pude ver a la propia Gisela, de rodillas, con una verga bien gruesa en la boca.

―Le pedí a Augusto que grabara todo ―dijo mi hermana―. Quería quedarme con el recuerdo.

―Para ser lesbiana, le ponés muchas ganas a eso de chupar pijas.

―Ya te dije, que me gusten las mujeres no significa que de vez en cuando no pueda disfrutar de una verga. Sé que sonará un poco mal, pero en este momento no me importaba demasiado Augusto, solo me importaba su verga… y la reacción de Brenda.

―Claro, el tipo era como un juguete.

―Algo así… sé que no suena bien, pero… es la verdad. Toda mi atención estaba puesta en ella.

Vi que en la pantalla apareció Brenda, con una sonrisa tímida. Se arrodilló junto a Gisela y durante unos segundos admiró cómo ella chupaba esa ancha verga. Luego Gisela se la ofreció. Brenda titubeó y se atajó mientras sonreía, se notaba que estaba muy avergonzada. En ese momento Gisela le dijo: “Dale, nena… es ahora o nunca. Tenés que aprovechar estas oportunidades cuando se presentan”.

Brenda se mordió el labio inferior y al final asintió con la cabeza. Miró a Augusto a los ojos, o quizás solo miró a la cámara del celular, y abrió la boca. Se quedó allí muy quieta y tuvo que ser Gisela la que orientó la verga hasta el interior de la boca de Brenda. Una vez allí, ella empezó a chupar con timidez.

No sé si el video se cortó en un momento, o si Augusto decidió dejar de grabar por unos minutos. Hubo un evidente salto temporal, porque Brenda pasó de dar tímidas lamidas a comerse esa verga con un énfasis propio de una actriz porno. Se la tragaba toda. Era impresionante. Y sé que hubo un salto temporal porque ahora Gisela estaba más despeinada y su cara estaba cubierta de hilos de saliva. Ella también estuvo dando buenas chupadas y pude ver algunas de ellas cuando Brenda le cedió la verga.

Así, entre las dos, se fueron turnando para comérsela toda.

Mirar esto con mi hermana desnuda tan cerca de mí me puso a mil. Tenía unas ganas locas de hacerme una paja, pero al mismo tiempo no quería moverme de ese lugar, por lo que la mejor opción fue aumentar los roces de mi verga contra su concha.

En la pantalla pude ver cómo la verga de Augusto comenzaba a escupir grandes cantidades de semen, que fue hábilmente repartido entre la cara de Brenda y la de Gisela. Ambas estaban hermosas y me produjo mucho morbo ver a Brenda con la carita llena de leche, por alguna razón nunca me imaginé que esa chica pudiera terminar en una situación como esta.

La mejor parte llegó cuando Brenda besó a Gisela y, entre ellas, fueron intercambiando el semen de una boca a la otra. Esto solo lo había visto en videos porno de internet y no podía creer que mi propia hermana se hubiera visto envuelta en una situación como esta. Le dieron varios chupones a la verga y no dejaron de besarse y lamerse hasta que la cara de las dos quedó completamente libre de leche.

―¿Te gustó el video? ―Preguntó Gisela.

―Es lo mejor que vi en mi vida.

―Si querés te lo paso.

―Em… ¿a Brenda no le va a molestar?

―No te preocupes, yo me encargo de Brenda. Además, después de ese día, mi amistad con ella se intensificó mucho.

―¿Qué tanto?

―Em… tanto como esto.

Cambió el video en la pantalla del celu. Brenda siguió de rodillas, su camisa estaba abierta y podía ver asomar sus pequeñas tetas. La estaban grabando desde arriba, tal y como lo había hecho Augusto, pero ahora no estaba chupando una verga… se estaba comiendo una buena concha. Su lengua exploró el clítoris y luego su boca se pegó como una ventosa a los labios vaginales.

―¿Esa es tu concha? ―Pregunté.

―Sip. Unos días después de lo que pasó con Augusto, Brenda vino muy entusiasmada. Me dijo que yo le había cambiado la vida… y bueno, que su psicóloga también había tenido mucho que ver con eso. Me comentó que ya no tenía miedo a probar cosas nuevas… y que se moría de ganas de devolverme el favor. Eso me llenó de alegría. En cuanto tuvimos la oportunidad, nos encerramos en la cocina del fondo y abrí las piernas para ella. Creí que se iba a arrepentir, que todavía no estaba lista para dar este salto, pero ya ves…

―Te la chupó con muchas ganas… como si ya lo hubiera hecho antes.

―¿Eso pensás?

―Em… no sé. Desconozco qué tan atrevida puede llegar a ser Brenda, pero a mí me da la impresión de que esta no es la primera concha que se come. Espero no haber dicho nada malo.

―No, sonso. Yo no soy celosa. Si chupó una concha antes que la mía, solo puedo ponerme más feliz. De hecho, me daría mucho morbo enterarme que chupó concha antes de ese día. Cuando tenga la oportunidad, se lo voy a preguntar.

Continué con el roce de mi miembro entre sus labios vaginales, ya lo estaba haciendo de forma mecánica y no me di cuenta de que, quizás, estaba yendo demasiado lejos.

―Qué dura tenés la verga ―el inesperado comentario de mi hermana me dejó descolocado.

―Perdón, yo…

―No seas sonso, Nahuel. No te estoy reprochando nada. Al contrario. Después de lo que te conté… y de lo que te mostré, me alegra que la tengas tan dura. ¿Sabés quién más se va a alegrar de verla así?

―¿Celeste?

―Exactamente. ¿Qué te parece si le mandamos algunas fotitos picantes? De esas que le gustan tanto.

―Em… solo si es porque vos querés.

―Me haría bien, para olvidarme un poquito de los problemas. Yo también me divierto con esas fotos, no creas que no.

―Está bien, si es para divertirse un rato, acepto.

Ella me alcanzó su celular. Quitó la sábana que nos cubría y se acostó boca arriba en la cama, con las piernas bien separadas. Pude ver su húmeda concha, con los labios abiertos.

―Ponete delante mío ―dijo―. Que se te vea bien la verga… y obviamente que se me vea la concha a mí.

―Em… bueno.

Me puse de rodillas delante de ella. Apunté mi verga hacia el frente y quedó justo arriba de su concha. Saqué las primeras fotos intentando pensar que, al fin y al cabo, hacía esto para que Gisela se olvidara de sus problemas, al menos por un rato.

―Si entra un poquito no me enojo ―dijo Gisela.

Yo me quedé muy quieto, mirándola boquiabierto. Ella sonreía con total tranquilidad.

―¿Estás segura?

―Solo estamos… jugando un poquito, Nahuel. Y estoy segura de que a Celeste le va a encantar ver algo así. Pero, si no querés…

―Em… sí quiero… sí quiero ―me apresuré a decir.

Estaba excitado y no era la primera vez que me veía involucrado en una escena como esta con Gisela. En esta ocasión estaba más preparado.

Apunté mi verga al agujero de su concha y comencé a empujar lentamente. En cuestión de segundos pude ver cómo mi glande desaparecía dentro de ella. ¡Uf… qué mojada que está!

―Un poquito más ―me pidió.

Le hice caso. Entré un poco más allá del glande, cada vez se sentía mejor. Aproveché para sacar fotos, no tanto pensando en Celeste, sino más bien pensando en mí. Quería tener esas imágenes en mi poder, para futuras pajas. Me sentí un poco culpable por excitarme de esta forma con mi propia hermana, pero no todo el mundo tiene una hermana tan linda y predispuesta como Gisela. Además, no se la estaba metiendo tanto.

―Dale, un poquito más, sin miedo ―me dijo.

La miré como si quisiera corroborar que esas palabras habían salido de su boca. Me di cuenta de que estaba ocurriendo lo mismo que la última vez. Todavía no sé qué es, ni de qué se trata… es como si mi hermana, de pronto, se olvidara de todas sus inhibiciones.

Metí más mi verga, por puro instinto. Mi líbido también me pedía que lo hiciera y no pude contenerme. De a poco mi miembro se fue perdiendo dentro de esa concha. No fue muy difícil meterla, ella estaba bien dilatada y su sexo lubricaba de forma excelente.

―Más adentro…

Empecé a moverme de atrás hacia adelante, como… como si la estuviera cogiendo. Podía ver cómo mi verga salía casi completa y luego se volvía a hundir, yendo un poco más hondo con cada nueva embestida.

―Mmmm… así me gusta más ―dijo Gisela, soltando un gemido―. Necesitaba un poquito de esto.

Empujé con más fuerza y me di cuenta de que mi verga ya había entrado completa, no podía ir más allá.

―¡Ay, pero qué grande que es! Creo que Celeste va a disfrutar mucho si algún día se conocen en persona.

―Eso espero ―dije.

Mi verga no dejaba de palpitar. El corazón me latía cada vez con más violencia y para colmo Gisela comenzó a menear sus caderas. De repente sentí como un tímido chorro de semen saltaba hacia el interior de la concha de mi hermana. Tenía apenas unos segundos para sacar la pija, de lo contrario haría un desastre allí dentro.

En el momento en que quise apartarme de ella, Gisela me aprisionó con sus robustas piernas. En lugar de salir, la verga volvió a clavarse hasta el fondo y el torrente de leche empezó. Ahí, por pura calentura, no pude evitar darle fuertes embestidas. Creo que es una reacción natural. Estaba disfrutando de un tremendo orgasmo y acabar dentro de una concha es muy distinto a hacerlo afuera. Podía sentir cómo mi semen se acumulaba allí dentro y se mezclaba con los jugos vaginales de mi hermana.

Cuando la eyaculación se detuvo, ella aflojó las piernas. Retrocedí y pasó lo que tenía pasar, de su concha comenzó a fluir una gran cantidad de líquido blanco.

―Uy, nene… me dejaste llena de leche. Celeste se va a poner como loca cuando vea esto. Espero que estés sacando fotos.

―Em… sí, sí… claro…

Capturé varias imágenes. Su concha parecía la de una actriz porno, la cantidad de semen que chorreaba fuera de ella me sorprendió, no podía creer que todo eso hubiera salido de mi verga. Pero… llevaba mucho rato aguantándolo mientras recibía fuertes estímulos. Todo el relato de Gisela también colaboró para que mi calentura creciera tanto.

La puerta se abrió de golpe. No debería haberme sorprendido de ver a mi madre allí, con la cantidad de veces que esto ocurrió, ya debería estar acostumbrado. Sin embargo, los huevos se me subieron a la garganta, porque sabía que la escena jugaba mucho en mi contra. No podía negar que mi verga estaba dura, que Gisela se encontraba frente a mí con las piernas abiertas y la concha chorreando semen.

¿Y ahora qué vendría? ¿Gritos? ¿Discusiones? ¿Nuevas peleas? Mi madre se pondría loca (más de lo habitual) y me echaría a patadas a la calle por haberle metido la verga a una de mis hermanas.

No, nada de eso ocurrió. Alicia me miró sin expresiones en la cara, como si estuviera muerta por dentro. Con total serenidad dijo:

―¿Pueden vestirse? Está por llegar alguien y creo que lo más decente sería estar con la ropa puesta.

―¿Qué? ¿De qué estás hablando, mamá? ―Pregunté incrédulo.

¿Acaso la cuarentena se había suspendido de golpe? ¿Acaso el presidente anunció que todo el asunto del virus fue una exageración y que en realidad no era para tanto?

―¿Cómo que va a venir alguien? ―Preguntó Gisela.

―Sí, invité a alguien, que ya debe estar por llegar. Pónganse algo de ropa, los espero en el living.

Salió sin dar más explicaciones. Gisela y yo nos miramos como se deben mirar dos enfermeros en un centro psiquiátrico al ver las locuras que hacen los pacientes.

―¿Será que ya perdió la noción de la realidad? ―Pregunté.

―No tengo idea, pero quiero averiguarlo. Andá rápido a tu pieza a buscar algo de ropa, yo me voy a lavar y cuando esté vestida voy directo al living. Apurate, porque si es cierto que está por llegar alguien, quizás no tengamos mucho tiempo.

Gisela tenía razón, si todo era cierto, yo debía cruzar el living-comedor completamente desnudo para ir a mi cuarto. Salí de la pieza prácticamente corriendo. En el camino me encontré con Pilar, que ya tenía puesto un pantalón y se estaba poniendo una remera fucsia. Incluso tuvo la decencia de ponerse corpiño.

―¿Vos sabés qué está pasando? ―Le pregunté.

―No tengo ni puta idea. Estoy tan desorientada como vos. Andá a vestirte, rápido.

Continué mi camino. En mi cuarto me encontré a Ayelén, completamente desnuda, y a mi tía Cristela, esta última se estaba poniendo algo de ropa.

―¿Vos también te creíste el cuento de que va a venir alguien? ―Dijo Ayelén.

―No sé… pero por las dudas quiero estar vestido. ¿Vos sabés algo, tía?

―No, nada; pero Macarena sabe algo, y si ella se puso ropa, yo también. Vos deberías hacer lo mismo, Aye… o bien quedate acá adentro.

―¿De verdad piensan que la tía va a dejar entrar a alguien en plena pandemia? Con el terror que le tiene al virus…

―Vi a mi hermana hacer cosas mucho más locas que ésta ―aseguró Cristela―. Esa mujer es un misterio. Nunca sabés cuándo su mundo va a dar un giro de 180 grados.

Me estaba colocando el short justo cuando sonó el timbre. Los ojos de Ayelén se abrieron tanto que casi saltaron fuera de sus cuencas. Cristela mostró una sonrisita triunfal que solo podía significar: “Te lo dije”. Me apresuré a ponerme una remera y mi tía y yo abandonamos el cuarto, cerrando la puerta detrás de nosotros, para que el recién llegado no vea la desnudez de Ayelén.

En el living-comedor estaban mi mamá y mis cuatro hermanas, todas vestidas… casi parecíamos una familia normal.

La que tomó las riendas de la situación fue Macarena, se acercó a la puerta muy sonriente y dijo:

―¿Están listos para la sorpresa? ―Todos (excepto mi madre) intercambiamos miradas de desconcierto. Nadie dijo nada―. Bueno, listos o no… allá voy, tampoco la voy a dejar todo el día esperando en la calle.

Abrió la puerta de par en par gritando: “Ta-rá”, como si fuera un mago realizando un fenomenal truco de magia.

―¿Y ésta quién es? ―Preguntó Tefi, que estaba aún más desconcertada que antes.

Yo no tuve necesidad de preguntar lo mismo, pude reconocerla al instante, pero mi cerebro no funcionaba. No comprendía por qué estaba en mi casa. Hasta parecía irreal, como si estuviera viendo una imagen holográfica y no un fantasma. Instintivamente miré a Gisela. Por lejos, ella era la más consternada de todas. Hasta pude notar que un par de lágrimas caían por sus ojos.

―¿Brenda? ―Preguntó―. ¿Qué…? Pero… ¿Qué hacés acá?

La aludida sonrió con timidez, sus mejillas estaban sumamente rojas, lo que le confería un gran atractivo, parecía un personaje kawaii de algún anime japonés.

―Hola, Gise. Tanto tiempo.

Las miradas del público fueron como las de un partido de tenis, saltaron de Gisela a Brenda, ida y vuelta, como si no quisieran perderse ni la más mínima reacción de las dos.

―No entiendo nada ―dijo Gisela.

―Pasá, nena. No te quedes en la calle ―dijo Macarena, con total naturalidad―. Sentite como en tu casa. Vení, dejame ayudarte con eso.

En ese momento me percaté que junto a Brenda había una valija, como si estuviera a punto de irse de viaje, o como si pensara…

―¿Te vas a quedar mucho tiempo acá? ―Preguntó Tefi. No hubo malicia en su comentario, aunque quizás sonó un tanto agresivo, como si dijera: “¿Por qué una desconocida trajo una valija a casa?”

―Se va a quedar el tiempo que haga falta ―dijo mi mamá. Y si hasta el momento no entendía nada, ahora entiendo todavía menos… si es que eso es posible.

―¿Pero…? Este… ah…. ―comenzó a balbucear Gisela―. ¿Alguien me puede explicar qué carajo está pasando?

―Es una pequeña sorpresa que te preparamos mamá y yo ―dijo Macarena, mientras arrastraba dentro de la casa la valija―. Hablé con ella y sobre… em… lo mal que la estás pasando durante el aislamiento. Mamá quería compensarte de alguna forma por su… em… por su falta de tacto. Vos me contaste sobre Brenda y… lo buenas amigas que son. Me pareció una idea genial que Brenda viniera a pasar unos días a casa.

―¿No te parece que ya somos demasiados? ―La pregunta llegó desde mi cuarto, Ayelén apareció vistiendo una sencilla remera rosa que le marcaba mucho los pezones y un short de jean que había visto mejores épocas―. Las habitaciones ni siquiera alcanzan para los que estamos. ¿Dónde se va a quedar a dormir esta chica?

―En la pieza de Gisela ―dijo Macarena, con total naturalidad―. ¿Dónde más?

En ese momento Gisela miró a Alicia fijamente.

―Así es ―dijo mi mamá―. Se puede quedar en tu cuarto.

―Mamá, ¿vos sabés lo que eso significa? ―Preguntó Gisela.

―Sí, sé lo que significa. Brenda se puede quedar… siempre y cuando vos quieras que se quede.

―Por supuesto que quiero que se quede ―respondió Gisela―. Pero… nena ―miró a Brenda―. ¿Por qué viniste? Es decir… o sea… ay, no entiendo nada.

―Tranquila, Gisela ―dijo Brenda―. Yo también estoy un tanto confundida, todo esto pasó muy rápido. La explicación sencilla es que Macarena me llamó por teléfono ayer y me explicó lo que pasó entre vos y tu mamá. También me dejó claro que tu mamá lamenta mucho su comportamiento…

―No me sirve que lo digas vos.

―Te prometo que vamos a hablar de eso ―aseguró Alicia―. Ahora lo único que importa es que disfrutes el tiempo con tu… em… amiga.

―¿Esta es tu novia?

―¡Ay, Pilar! ―Protestó Tefi―. No hagas esas preguntas. No le hagas caso, Brenda. Pilar es así. Para ella todos vivimos en una novela romántica, y no me extrañaría que mañana les pregunte cuándo se van a casar.

Brenda se rió nerviosa y se puso aún más colorada.

―Bueno, perdón, no quería incomodar ―se excusó Pilar―. Es que… em… solo quiero decir que me pone contenta que hayas venido. Ahora mismo Gisela necesita de una buena amiga, más que nunca.

―Me alegra ser bien recibida. Gracias ―dijo Brenda, bajando la cabeza―. ¿Estás contenta de verme, Gise?

Gisela no respondió, pero sí se acercó y le dio un fuerte abrazo. Ahí fui consciente de la gran diferencia de tamaño que hay entre las dos. Gisela no solo es más alta, sino que también su espalda es más ancha y sus enormes tetas opacan por completo los pequeños pechos de Brenda. Aún así, hacen una linda pareja. Me di cuenta de que Gisela estaba llorando, creo que todos lo notamos, por eso Cristela quiso desviar un poco la atención.

―Che, Alicia ―dijo―. Me encanta que la amiga de Gisela nos visite, pero… ¿esto no va en contra de tu cuarentena mega estricta?

―Lo mismo estaba pensando ―dijo Tefi.

―Sé que les parece raro que de pronto deje entrar a alguien ajeno a la familia ―dijo Alicia―. Pero estoy tranquila, hablé con Brenda y ella me aseguró que durante estos meses no estuvo en contacto con nadie más que no sea su hermana o su mamá. Le creo.

―Y si conocieran a mi mamá ―dijo Brenda, que aún era presa de los fuertes brazos de Gisela―, todos me creerían. Con mi mamá el asilamiento fue lo más estricto que se puedan imaginar.

―Me cuesta imaginarme algo más estricto que esto ―dijo Ayelén―. Esta casa parece Guantánamo.

―¿Qué es Guantánamo? ―Preguntó Pilar.

―Una cárcel en la que no respetan los derechos humanos ―respondió mi prima.

―No seas exagerada, Aye ―intervino Macarena―. Yo más bien diría que esto es como una cárcel de Guatemala. Estamos encerradas, pero vivimos en anarquía total.

―Y hablando de eso ―dijo Alicia―, espero que sepan adaptarse a nuestra nueva invitada y que la hagan sentir cómoda en su estadía.

Eso solo podía significar: “Se terminó eso de andar desnudos”. Me dolió en el alma, ya me había acostumbrado a ver mujeres desnudas dentro de mi casa. Pero si es por Gisela, puedo sacrificar eso. Solo quiero que ella esté feliz.

―¿Y cómo lograron convencerte de que vinieras? ―Preguntó Gisela.

―No tuvieron que hacer mucho ―aseguró Brenda―. Ya no soportaba a mi mamá. Necesitaba salir de mi casa, urgente. La cuarentena le pegó mal. Está todo el día enojada. Necesitaba un cambio de aire.

―¿Y ella está de acuerdo en que hayas venido? ―Quiso saber Gisela.

―Ni siquiera le pedí opinión. Simplemente le dije que me iba a la casa de una amiga por unos días, y que si después no me quería abrir la puerta, entonces pienso irme a un hotel. Ya estoy harta de sus estrictas normas de convivencia.

―Esta chica me cae bien ―dijo Tefi―. Yo también soy partidaria de que las normas de convivencia deben estar para hacernos la vida más fácil, no para complicarla.

Una indirecta (bastante directa) hacia mi mamá. Alicia hizo una mueca con los labios que dio a entender que recibió el mensaje fuerte y claro.

―Y hablando de normas de convivencia ―dijo Alicia―. Tengo otra pequeña sorpresa. ―Señaló unas cajas que había sobre la mesa del comedor. No había reparado en ellas. Lo más extraño era que junto a las cajas había una agujereadora de pared, que llevaba años sin usarse―. Compré trabas para las puertas. En este momento las únicas puertas que tienen traba son la de mi cuarto y el dormitorio de Tefi. Creo que ya es hora de que todos los cuartos estén en las mismas condiciones. Para que puedan cerrar las puertas si quieren tener un momento de intimidad. Nahuel se va a encargar de colocarlas.

―Eso me parece genial ―dije―, a ver si así una que yo conozco se saca la costumbre de abrir las puertas sin golpear.

―¿Lo dijiste por mí? ―Preguntó Macarena.

―En realidad, no… pero creo que a vos también te queda el poncho. Sos bastante metida.

―Ya vas a ver, enano. Ya vamos a aclarar cuentas.

―No me obligues a poner la traba de tu puerta del lado de afuera.

―Eso sería genial ―dijo Tefi, riéndose―. De paso podés hacer lo mismo con Ayelén.

La aludida no respondió, dio media vuelta y se encerró dando un portazo.

―¿Siempre es tan simpática? ―Preguntó Brenda.

―No, a veces es peor… y te lo digo yo, que soy la madre. No sé a quién salió tan ortiva. Hasta parece hija de mi hermana.

Todos nos reímos por ese comentario. Brenda intentó cubrir su boca, para no faltarle el respeto a Alicia, pero fue una acción inútil, su sonrisa se podía adivinar a kilómetros de distancia.

―Bueno, Nahuel ―dijo mi mamá―. ¿Podrías colocar la traba en el dormitorio de Gisela, así le damos a las chicas un poco de privacidad? Estoy segura de que tienen mucho de qué hablar.

―Em… todo bien ―dije―, pero no tengo ni la más pálida idea de cómo usar una agujereadora.

―¡Qué chico inútil! ―dijo mi tía―. Vení, yo te ayudo. Al fin y al cabo yo ensamblé todo en mi peluquería, hasta colgué el cartel de la entrada.

Cristela y yo nos dirigimos hacia el cuarto de Gisela, casi al instante mi hermana mayor y su ¿novia? se nos unieron. Ellas se sentaron en la cama y empezaron a conversar.

―No puedo creer que esto esté pasando ―dijo Gisela―. Siento que tengo que explicarle un montón de cosas a mis hermanas… y a mi mamá. No quiero que se hagan una idea equivocada acerca de nuestra relación.

―A ver, Gise ―dijo Cristela, luego de hacer el primer agujero junto a la puerta, donde iría atornillada una de las parte de la traba―. Creo que todas en la casa sabemos lo que pasa entre ustedes. Lo mejor va a ser que intenten sentirse cómodas.

―Gracias, tía. ¿Sabés qué es lo más curioso de todo, Brenda? Que justo antes de que llegaras, yo estaba hablando de vos con mi hermano. Le estaba contando cómo nos conocimos y algunas de las cosas que hicimos juntas.

―¿Eh? ¿Y qué cosas hicimos juntas que se le puedan contar a tu hermano? ―Brenda parecía asustada.

―No te preocupes, nena ―la tranquilizó Gisela―. Yo tengo mucha confianza con Nahuel. Le puedo contar lo que sea, y estoy segura de que ya te vas a acostumbrar a él. Cuando se conozcan mejor, estoy segura de que se van a llevar muy bien.

En ese momento recordé que Gisela intentó convencerme de que eligiera a Brenda como “amiga a conocer”, y yo preferí a Celeste. Ahora estoy muy confundido. ¿Gisela la pretende como novia de ella… o como la mía?

Por supuesto no puedo preguntarle eso en este instante. Me apresuré a terminar mi trabajo, como si fuera un empleado, intentando no meterme en conversaciones ajenas. La parte de los tornillos no fue tan difícil, pero sin la ayuda de mi tía Cristela yo hubiera hecho un desastre monumental. Salimos de ahí justo a tiempo.

―¿Cuánto pensás que van a tardar en quitarse la ropa? ―Preguntó mi tía, en voz baja.

―Creo que ya deben estar desnudas. ―En ese instante mi mamá pasó a mi lado, se dirigía a su dormitorio―. Eh, tía, esperá un ratito, antes tengo que hablar con mi mamá.

―Está bien, pero no me hagas esperar mucho, tenemos que aprovechar que Macarena está con la guardia baja, para poner la traba del lado de afuera.

Me reí por su comentario, no le respondí nada porque necesitaba hablar con Alicia urgente. Cuando entré a su cuarto la encontré doblando sábanas sobre la cama.

―Mamá, quería decirte que lo que viste en la pieza de Gisela fue un malentendido, yo… em…

―Sé muy bien lo que vi, Nahuel ―dijo ella, con tono severo―. Y ya vamos a hablar de eso ―los huevos se me subieron a la garganta―. Vamos a dejarlo para después de la cena. Esta noche vas a dormir en mi cuarto. ¿Está claro?

―Sí, mamá.

Me fui de ahí cabizbajo. Sabía que, después de lo ocurrido, debería darle muchas explicaciones. Al menos tenía un poco de tiempo extra para inventar excusas o alguna que otra treta para desvíar su atención.

Al pasar frente a la puerta del cuarto de Gisela pude escuchar un clarísimo gemido. Conozco la voz de mi hermana y sé que ese gemido sólo pudo provenir de Brenda. La pija se me puso dura de solo imaginar a esa chica desnuda, con las piernas abiertas… y con Gisela comiéndole la concha.


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Comentarios

Nokomi ha dicho que…
El Capítulo 35 de "Aislado Entre Mujeres" Ya está disponible para los que me apoyan en Patreon. Lo voy a publicar acá el 10 de Mayo.
chinitus ha dicho que…
ESPECTACULAR no veo la hora que le hagan algo a ayelen y le bajen bien los humos o que la echen, me da rabia cada vez que abre la boca para decir o acotar algo. ya la veo a brenda con nahuel y gisel juntos mandandole fotos a celeste. me encantaría ver mas roces con tefi y pilar creo que esta ultima cuando se suelte va a ser mas brava que macarena
SuperNova ha dicho que…
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