Aislado Entre Mujertes [54].

 


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Capítulo 54.


Sin Tregua.

       

Tuve que esperar unos días para seguir con el plan, porque no dependía de mí. Era muy importante que esta nueva etapa la iniciara Fernanda. Todo dependía de cuánto tiempo tardaría ella en sucumbir ante la curiosidad, el morbo o la calentura. Durante dos días se limitó a evitarme a toda costa, lo mismo hizo con Tefi.

Al tercer día mi abuela se acercó cuando yo estaba solo en el living, leyendo un libro. Necesitaba mostrarme todo el tiempo por si ella quería hablar conmigo. Ese detalle también era muy importante, por eso pasé tan poco tiempo dentro de mi habitación. Solo entré por las noches, para dormir… y para coger con Brenda. Para mi sorpresa, ella parecía muy a gusto con esto de simular ser pareja, se tomó el asunto bastante en serio. Mientras me montaba dijo cosas como “Debo complacer a mi novio”. Nunca le pedí que me complaciera, pero entendí su juego, y se lo seguí. Yo también hice mi esfuerzo para que ella la pase bien, si no lo hacía, mis hermanas jamás me lo perdonarían.

―Che, Nahuel… ―dijo, Fernanda con cierta vergüenza―. Ahora me voy a bañar… em… este… yo…

―¿Me puedo bañar con vos? ―Le pregunté al instante, con una gran sonrisa.

―Solo si querés.

―Pero… ¿no te va a molestar? La última vez me pareció que te enojaste conmigo.

―No estoy enojada con vos. Solo estoy algo confundida. Mostraste una actitud muy relajada con ciertas cosas que… no son normales. Bueno, no sé… no pretendo acusarte de nada… supongo que será cuestión de acostumbrarse. De todas maneras, me gusta pasar tiempo con vos, hace dos días que ni hablamos… y eso que vivimos en la misma casa. Si esto es lo que querés… podemos hacerlo.

―Me encantaría.

―Muy bien. Voy a preparar el baño. Te espero.

A decir verdad, creí que mi abuela tardaría más en caer en la trampa, quizás una semana. Con esto me demuestra que es tan curiosa como mi mamá… o quizás más. También entiendo que si vino tan rápido es porque no le desagradó tanto lo que ocurrió la primera vez.


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En esta ocasión mi abuela no mostró ningún tipo de pudor al desnudarse. Se quitó cada prenda de ropa con total naturalidad y cuando yo hice lo mismo le dedicó una buena mirada a mi miembro flácido.

Nos metimos en la bañera sin mucha ceremonia. Al igual que la última vez, ella se quedó de pie del lado de las canillas, dándome la espalda. Comenzamos a enjabonarnos lentamente, como si hubiéramos hecho esto mil veces. Yo aproveché y pasé una esponja por su espalda, esto dio buenos resultados, mi abuela se relajó un poco y no pareció molestarle demasiado que yo, ocasionalmente, pasara una mano por sus pechos.

Sin prisa fui llevando mis manos por todo su cuerpo. Sin dejar de arrimarla, fui bajando poco a poco por su vientre.

Mis dedos se movieron rápidamente sobre su vagina, mi miembro erecto se posicionó entre sus nalgas, apuntando para abajo. El agua de la ducha le caía en la cara y en las tetas. Con mi pecho contra su espalda, la hice disfrutar.

―En serio, no es necesario que hagas esto ―me dijo mientras le acariciaba el clítoris.

―Lo sé. Lo hago porque quiero.

―Uf… ah… ―ella soltó una serie de gemidos muy suaves.

―¿Lo estoy haciendo bien? ―Pregunté sin dejar de mover los dedos.

―Para mi sorpresa, lo estás haciendo muy bien. Demasiado bien…

―Es que practiqué bastante.

―Mm…. uff… me imagino que habrás practicado más de una vez con tus hermanas. O con tu mamá…

―Me refería a mi novia, principalmente…

―Ah…

―Aunque sí, con mi mamá practiqué un par de veces acá… en la ducha.

―¿Solo un par?

―Es una forma de decir.

―Ah, me parecía… porque esto que estás haciendo no se aprende con solo dos veces.

―También practicamos fuera de la ducha… en su cama.

―¿Y por qué Alicia te permitió hacer una cosa así?

―Quería que yo aprendiera a tocar a una mujer… para poder complacer a mi novia.

―Alicia se volvió demasiado… ah… permisiva… Ey! Cuidadito con eso.

Mi pene apuntó hacia el agujero de su concha, en parte fue porque ella levantó un poco la cola, al inclinarse más hacia adelante. También fue porque yo busqué generar ese efecto. Quería que mi glande se metiera entre sus labios vaginales, aunque sin entrar.

―No te olvides que yo soy mujer ―agregó―. Acordate que ahí abajo yo tengo un agujero, y podría ocurrir un accidente.

―Lo sé muy bien, mi mamá también me pide que sea cuidadoso, pero…

―¿Pero qué?

―Em… bueno, los accidentes pasan.

―Ajá, ya me habías dicho eso, y no sé exactamente a qué te referís… ah… ay… auch… Nahuel! ¡Por favor!

Esta vez mi verga logró abrirse camino hacia el interior de su concha. Entró con más facilidad de la que imaginaba. Fue una penetración suave, sin interrupciones. Más de la mitad de mi miembro terminó dentro de ella.

―Uy, perdón ―dije―. Fue sin querer.

―Ay… ¿Esta es la clase de “accidentes” que tuviste con tu mamá?

―Sí, algo así…

―Mmmm… ¿y cómo se lo tomó ella?

―La primera vez se enojó conmigo; pero después entendió que yo no lo hacía a propósito ―fui sacando la verga lentamente.

―Es decir que esa verga estuvo dentro de la vagina de tu madre?

―Por accidente…

―Pero estuvo dentro.

―Bueno, sí…

―¿Qué tan adentro? ―Quiso saber.

―Mmm… algo así…

Aproveché esta oportunidad inmejorable para empujar aún más mi verga hacia el interior de su concha. Esta vez tuve que dar dos o tres embestidas cortas para poder penetrarla. Ella chilló y gimió por partes iguales.

Estaba seguro de que me diría que me aparte. Al parecer mí abuela aún me reserva algunas sorpresas. Moví lentamente mí verga dentro suyo y la fui sacando. Ella se limitó a aguantar lo mejor que pudo. Me pregunté cuánto tiempo habrá pasado desde la última vez que alguien le clavó una pija. Quizás fueron años. Tal vez por eso no se quejo. Además la tomé por sorpresa.

—Ay, Nahuel… —dijo, luego de que saqué mí verga—. Que esos accidentes no se vuelvan a repetir.

—Perdón. Sólo intentaba mostrarte… es que vos preguntaste.

—A mí me parece que lo hacés porque tenés ganas… de otra cosa.

—Puede ser.

—¿Acaso tu novia no es capaz de saciarte?

—Sí que puede. Es solo que… esto es distinto.

—Mmm… creo que sé a qué te referís, y algo me dice que no vas a dejar de insistir. ¿Hay algo que pueda hacer para que esto ya no vuelva a ocurrir? ¿Alguna forma en la que pueda… ayudarte?

—Este… em… se me ocurre una forma… mi novia es muy buena chupándola. Aunque… podría hacerlo mejor.

—Entiendo. Voy a hacer algo por vos, Nahuel. Algo que sé que no debería hacer. Pero… quiero que entiendas que podés confiar en mí…. y que puedo ayudarte con lo que necesites. Eso sí, aclaro que esto va a pasar solo una vez.

A continuación mi abuela se puso de rodillas y una de sus manos se aferró a mi verga.

—Nunca le cuentes esto a nadie —suplicó.

—Te lo prometo.

Creo que fue la primera vez en mi vida en la que hice una promesa sabiendo que no la iba a cumplir.

La boca de Fernanda se abrió y mi miembro entró hasta que desapareció el glande. Sentí su lengua lamiendo la parte de abajo del tronco y de inmediato un fuerte chupón. Que mi abuela se haga la santa, si quiere; pero a mí ya me quedó bien claro que sabe chupar pijas… y por lo tanto, sabía que podía exigirle aún más. Decidí ponerla a prueba. La agarré de los pelos y empecé a mover mi pelvis. Sé que a mi mamá le gusta mucho esto y sospecho que es algo que heredó de su madre. Fernanda se sorprendió cuando yo empecé a meterle la pija como si estuviera cogiendo su boca, aún así fue capaz de soportar mis embestidas. La verga se hundió hasta el fondo de su garganta y la recibió sin mayores dificultades. La muy puta sabe hacer “Garganta Profunda”, y se lo tenía bien guardado.

Me dio la impresión de que ella hacía señas para que yo me detuviera, para que retrocediera. No le di el gusto. Sabía que ella podía soportarlo y seguí dándole.

—La chupás mejor que mi mamá —le dije.

Por alguna razón, esto logró tranquilizarla. Bajó las manos, las posó sobre sus rodillas y me permitió seguir con mi trabajo. Ella me miró a los ojos todo el tiempo, como si no pudiera creer que la pija que estaba chupando fuera la de su propio nieto.

Estuve dándole un buen rato, y a decir verdad, lo disfruté. Por más que esto sea solo una parte de un plan macabro, mi abuela es una mujer muy sexy y cualquier hombre heterosexual disfrutaría de un pete de ella.

—Espero que te guste tragar leche —le dije.

Volvió a sobresaltarse, porque se dio cuenta de que yo seguiría hundiéndole la pija en la boca cuando llegara el momento de acabar. Intentó chillar y suplicar, no la escuché… ella ni siquiera podía gesticular palabra.

Lo que más me fascina de la experiencia que adquirí en todos estos meses es que me volví capaz de controlar cuándo voy a acabar. Puedo demorarlo unos minutos (cosa que al principio me resultaba imposible) y también, cuando la situación lo requiere, puedo dejarlo salir… y esta situación lo ameritaba.

El semen comenzó a brotar de mi verga en grandes cantidades. A mi abuela no le quedó más alternativa que tragar, tragar y tragar… lo que no fue capaz de hacer pasar por su garganta, terminó saliendo de su boca en una especie de explosión cremosa. No me detuve, seguí moviendo la pelvis y de mi verga siguió saliendo semen. Me mantuve con la pija dentro de su boca hasta que salió la última gota, y ella tuvo que tragar todo. Noté que, por el esfuerzo, los ojos le lagrimeaban. A mi mamá le ocurría lo mismo cuando le hacía esto.

Podría haberme quedado en la ducha con mi abuela e intentar algo más. Pero parte de mi plan requería ser astuto, inteligente. Requería saber medir los tiempos y dejarla a ella con ganas de más.

Salí de la bañera, agarré un toallón y abandoné el baño dejándola sola y preguntándose por qué le había chupado la pija a su nieto. Eso es algo que tendrá que consultar con la almohada.


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Unas horas más tarde vi a Gisela saliendo de su cuarto, estaba vestida con total normalidad. Parecía que había vuelto a ser tal y como era antes de la cuarentena.

—Mamá está en tu pieza? —Le pregunté.

—Sí. Está mirando una película.

—¿Puedo hablar con ella?

Me miró fijamente durante un par de segundos, como si estuviera analizando a fondo la situación.

—Está bien; pero… intentá evitar el tema Ayelén y Fernanda.

—Justamente de eso le quiero hablar… bah, en realidad quiero hablarle sobre lo que vimos en ese video.

—Nahuel… no creo que sea buena idea.

—Necesito decirle algo.

—Mmm… está bien. Vos siempre fuiste su favorito, quizás con vos sea diferente.

—Gracias… por cierto. Te volviste muy sobreprotectora con mamá. Pensar que hace unos días la odiabas.

—Todavía estoy enojada con ella, por todo lo que me hizo; pero no puedo tolerar que venga otra persona a hacerla sufrir. Y Ayelén solo busca hacerla sufrir. Si no fuera porque le juré a la tía Cristela no hacerle nada, ya le hubiera arrancado todos los pelos a esa pendeja pelotuda.

—La salvó la madre. Estoy seguro de que Ayelén no tiene ni la más mínima chance contra vos.

Entré al dormitorio de Gisela y me encontré con mi madre acostada en la cama, justo frente al televisor. Tenía puesta una remera roja sin mangas bastante vieja, le quedaba un poco grande, por lo que supuse que era de Gise.

Me partió el alma verla así. Se la veía distante. Como si no estuviera realmente ahí. Casi… catatónica. Macarena me comentó que nuestra madre estaba sufriendo las consecuencias de un fuerte shock emocional. Dependiendo del caso, y de la persona, podía ocurrir que ella ni siquiera escuchara a la gente a su alrededor.

—¿Cómo estás? —Le pregunté. Sentí un gran alivio cuando ella giró su cabeza y sonrió al verme. Sin embargo, no dijo ni una sola palabra.

Me acosté a su lado y la abracé, posando la cabeza sobre su pecho. No hice ni el más mínimo además sexual. En este momento me resultaba imposible verla como un objeto de deseo. La veía simplemente como mi madre. La misma madre que me preparaba la comida cada día.

—No sé si servirá de algo, pero necesito decírtelo. Sé que te sentís mal porque Ayelén expuso la forma en la que ganabas dinero, y quizás creés que nosotros nos avergonzamos. Pero nada más lejos de la realidad, mamá. Yo estoy orgulloso de vos. Hiciste lo que tenías que hacer para mantener a una familia muy numerosa. Y tuviste que hacerte cargo de nosotros completamente sola. A papá nunca le importamos. Ni siquiera me acuerdo de la cara de ese tipo, se fue hace tantos años que ya ni me importa. Podría estar muerto que me daría igual. En cambio vos, siempre estuviste con nosotros.

—Cometí muchos errores —dijo. El corazón se me subió a la boca, realmente no esperaba que fuera a hablar.

—Todos cometemos errores. Vos deberías estar orgullosa de tener cinco hijos a los que nunca les faltó la comida. Y eso fue gracias a vos. Así que, de verdad, ni por un minuto pienses que estamos enojados con vos.

—Lo sé.

—¿Entonces? ¿Por qué te sentís tan mal?

—No es solo por lo que puedan pensar mis hijos —dijo, con la mirada fija en la pantalla del televisor—. Es mucho más complicado de lo que te imaginás. Mi mamá… ella… tiene una especie de poder sobre mí. No puedo controlarlo. Esa mujer es capaz de destrozarme por dentro con solo una mirada.

—Le tenés miedo.

—Miedo, no. Pánico. Ella… siempre supo que yo no estoy bien de la cabeza. Que tengo… actitudes extrañas, poco convencionales. Muchas veces me amenazó con enviarme a un hospital psiquiátrico. —Eso me puso los pelos de punta—. ¿Y qué pasa si lo hace? ¿Qué pasa si me ve un psiquiatra y decide que yo no puedo seguir con mi vida? Si me alejan de mis hijos me muero. Te juro que me muero.

—No, mamá —me senté en la cama—. Nadie te va a alejar de nosotros. Además… te podrían ver miles de psiquiatras, y ninguno te internaría en un hospital. No digas boludeces.

Muchas veces hice comentarios, a veces con tono jocoso, sobre la situación mental de Alicia. Bromeaba con mis hermanas diciendo cosas como “Mamá está loca”. Y ahora siento verdadero miedo de esas palabras. Porque sé, en lo más hondo de mi ser, que la psiquis de mi mamá no es la más estable del mundo, y la situación en la que se encuentra ahora lo demuestra. No quiero que un “matasanos” se la lleve.

—La abuela está más loca que vos —agregué—. Y más le vale cuidarse. No vaya a ser que el loquero se la lleve a ella. Y de paso que también se lleve a Ayelén. Esa sí que está completamente chiflada. Actúa como si fuera… psicópata. No siente ni el más mínimo remordimiento por las cosas malas que hace.

—Está bien, Nahuel. No te pongas mal. No hagas caso a nada de lo que dije. Ya voy a estar mejor. Solo necesito unos días.

Agarró suavemente mi cabeza y la dirigió hasta su pecho. Volví a quedar acostado en esa posición y por primera vez en mucho tiempo lloré. Ni siquiera me di cuenta de cuándo las lágrimas empezaron a salir de mis ojos. Simplemente pasó, así sin más. Lloré en silencio con verdadero terror en mi interior. Me hice mil preguntas. ¿Y si la situación mental de mi mamá no hacía más que empeorar? ¿Y si de pronto ya no es capaz de hacerse cargo de su propia vida? ¿Y si pierde contacto con la realidad?

No tengo idea de qué es lo que tiene exactamente, quizás ni siquiera Macarena lo sepa, y por eso me da tanto miedo. Me aterra que mi mamá tenga algo mucho más serio de lo que imaginamos y que esas largas horas que se pasaba limpiando sobre lo limpio no hayan sido más que señales de que algo en su cabeza no estaba funcionando bien. Como si fuera una bomba de tiempo a punto de estallar.

Me aferré a la única esperanza que tenía: Seguir adelante con mi plan. Quizás, solo quizás, Maca y Gisela sean capaces de hacer algo que ayude a mi mamá a estar mejor; pero para eso necesito derribar todas las barreras de defensa de mi abuela. Voy a usar todas mis armas. La voy a atacar hasta el final… sin tregua.


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Para llevar a cabo la siguiente fase de mi plan, decidí montar guardia en el patio. De esa forma podría saber cuándo mi abuela entraría a bañarse otra vez. Sabía que ella lo haría en algún momento del día. La ubicación que elegí era perfecta. Me senté en un sillón de jardín contra la pared que da directo al baño del cuarto de mi madre. Eso me permitiría escuchar cuándo la ducha se abriera. Y además allí podía mantenerme alejado de mi prima Ayelén.

Ella salió completamente desnuda, usando solo sus anteojos negros. Se acostó sobre un toallón y se dispuso a tomar sol, ignorándome por completo… o a menos eso era lo que ella quería que yo creyese. Porque la realidad es que Ayelén sabía perfectamente que yo estaba allí. Se acostó con sus nalgas apuntando al cielo y con las piernas algo separadas para que yo pudiera verle la concha. Yo aparenté estar concentrado en un libro, aunque debo admitir que su táctica, aunque simple, era sumamente efectiva. Me pasé todo el tiempo espiando su culo y su concha por encima del libro.

Y la cosa se puso aún peor cuando ella se dio vuelta, quedando boca arriba. Lentamente fue abriendo sus piernas más y más. No sabía que una mujer podía ser incluso más sexy al tomar el sol. No sé por qué, pero esa escena me calentaba más de lo habitual.

Ayelén parecía dispuesta a brindar un gran espectáculo. Como quien no quiere la cosa, comenzó a acariciar su vagina lentamente. Se mantuvo con este movimento que parecía un suave masaje de clítoris, y luego empezó a meter uno o dos dedos dentro de su concha. Esta vez me resultó absolutamente imposible concentrarme en la lectura. Mantuve el libro frente a mí, como para no mostrarle que me había derrotado, porque estoy seguro que debajo de sus anteojos negros, sus ojos están clavados en mí.

Mi prima dejó de lado las sutilezas y comenzó a masturbarse, ya con las piernas y la concha bien abierta. Y como era previsto, mi miembro comenzó a despertarse dentro de mi short. Tuve que aguantar esa tortura psicológica durante unos cinco minutos, hasta que por fin escuché la ducha abriéndose. Solo podía tratarse mi abuela, en los últimos días a ese baño lo usan exclusivamente Ayelén y Fernanda… y mi prima está justo frente a mis ojos.

Volví a entrar en mi casa, dejando a mi prima saboreando su victoria. No me importó demasiado, Gisela ya estaba planeando algo para ella. No sé de qué se trata exactamente; pero estoy seguro de que va a ser brutal. Ayelén tendrá que esperar, ahora mismo la prioridad es mi abuela.

Era importante para esta nueva fase de mi plan que yo entrara al baño sin previo aviso, y eso fue exactamente lo que hice. Abrí la puerta y Fernanda soltó un chillido, casi se patina, por el sobresalto. La descubrí infraganti. Estaba con un pie sobre el borde de la bañera y con el culo apuntando justo hacia mí. Entre sus nalgas se podía ver claramente un grueso dildo blanco, con el que se estaba brindando placer anal. Así es. La sorprendí metiéndose un consolador por el culo.

―Ay, perdón abuela. No sabía que estabas acá. Solo… em… quería darme un baño.

―Nahuel! No podés entrar sin golpear. ―Dio media vuelta, quedando con sus tetas apuntando hacia mí. Hizo un intento muy patético por esconder el hilo detrás de ella―. ¿Acaso no escuchaste la ducha?

―Perdón, estaba distraído. No me di cuenta ―comencé a quitarme la ropa. Ella notó que mi verga no estaba precisamente flácida. Tampoco era una erección completa, se trataba de algo a mitad de camino entre una cosa y la otra―. ¿Puedo bañarme con vos?

―Em… supongo que sí ―Cuando entré en la bañera no le quedó más alternativa que hacerse cargo de lo que había en sus manos―. Em… este… yo… lo encontré en el escobero. Se ve que tu mamá tiene una buena colección de estos juguetitos…

―Son para vender.

―No me parece apropiado que haya tantos juguetes sexuales en una casa con tantas mujeres.

Me encogí de hombros, restándole importancia al asunto.

―Todas mis hermanas eligieron al menos un dildo.

―¿Todas?

―Sí… incluso algunas se llevaron más de uno, como Macarena… y Pilar.

―¿Pilar también? Dios, cómo cambió esa chica. La última vez que hablé con ella hasta me juró que era virgen.

―Hace tiempo que no es virgen ―Fernanda se tapó la boca con una mano evidenciando su asombro. No le di detalles sobre la pérdida de la virginidad de mi hermana, eso solo la alteraría.

―¿Qué le pasó a esa chica? Era tan… inocente.

―Bueno, digamos que ya perdió esa inocencia. Ya no cree en príncipes azules. Ahora busca disfrutar de los placeres más… carnales. No sé si me explico.

―Emmm… Pilar es una chica muy bonita, estoy segura de que le va a ir bien buscando esos… placeres. Aunque no me entusiasma la idea de que una de mis nietas se dedique a eso…

―No es algo que puedas cambiar. Ahora Pilar está muy abierta a la experimentación.

―¿Qué tipo de experimentación? ―Preguntó. Me pareció que había genuino interés en su voz.

―De todo tipo.

―¿Y con quién?

―Y… bueno, no sé… sacá cuentas. ¿Cuánta gente creés que vio Pilar durante la cuarentena?

―Ay, no me digas que…

Quería darle a mi abuela la información justa y necesaria y ya había hablado demasiado sobre Pilar. Era el momento de cambiar de tema.

―¿Te estabas metiendo eso por el culo? ―Le pregunté señalando el consolador.

―No, Nahuel. ¿Qué decís?

―Vamos, abuela… no intentes negarlo. Te vi.

―Habrás visto mal.

―Sé perfectamente lo que vi. Y sinceramente no me importa. Podés metértelo donde más te guste… y no lo digo de mala manera.

―Estás confundido, Nahuel.

Una negadora serial. Igual que mi mamá. Ya entiendo a quién salió Alicia. Pero si pude lograr que mi madre baje la guardia, también puedo hacerlo con Fernanda.

Ella me dio la espalda y fue el peor movimiento que pudo haber hecho. La arrimé poniendo mi verga entre sus nalgas.

―Mirá que sé cómo averiguarlo ―le dije mientras mis manos buscaban su concha.

―No veo cómo. Si te digo que viste mal, es porque viste mal.

―No te pongas así, abuela. Quizás a vos te de mucha vergüenza eso del sexo anal, pero yo no lo veo de esa manera. A mí me parece genial que una mujer pueda disfrutar del sexo como más le guste. Además… me imagino que habrás pasado mucho tiempo sola durante esta cuarentena…

―Mmm… eso sí es cierto.

―Y a veces la soledad nos puede llevar a hacer locuras… ―mi glande se posó justo en la entrada de su culo.

―Puede ser… ―comencé a masturbarla lentamente, su vagina estaba muy mojada… y no me refiero solo al agua de la ducha.

―Y yo sé lo que vi… estoy seguro de que ese dildo estaba entrando por acá… ¿y sabés por qué estoy tan seguro? ―Introduje lentamente mi verga en el agujero de su retaguardia―. Porque sino no te entraría tan fácil.

―Ay… Nahuel… uf… por dios… auch! Que soy tu abuela, che!

―Me trataste de mentiroso ―hundí más el pene. La dilatación de su culo me lo permitió, lo que me lleva a sospechar de que estuvo dándose placer anal mucho antes de entrar a la ducha.

―Ay… ay… perdón, sí… tenés razón. Estaba haciendo eso… auch… no sigas, Nahuel… uff..

―¿Por qué? Si te da miedo el tamaño, no te preocupes, ya practiqué. Mi mamá no se quejó…

―¿Otro de esos “accidentes”?

―Algo así…

―No voy a permitir que hagas conmigo lo mismo que hiciste con tu madre. Ella es una degenerada y yo…

―No es ninguna degenerada. Solamente estábamos adaptándonos al encierro ―di un par de embestidas más duras. La verga ya había entrado hasta la mitad―. Pasaste sola mucho tiempo, abuela. No te vendría mal disfrutar un poco.

―Lo dijiste vos mismo, Nahuel. Soy tu abuela. No hagas esta locura. Sacala ya mismo.

―Muy bien.

La saqué y comencé a enjabonarme como si nada pasara. Mi miembro aún seguía bien erecto y mi abuela se fijó en ese detalle.

― ¿No vas a insistir? ―Preguntó.

―No, porque no quiero molestarte. Si decís que no querés, es porque no querés.

―Muy bien, así me gusta. Que respetes a las mujeres.

Ella también inició el proceso de enjabonar su cuerpo y pude notar que sus nalgas rozaban con bastante frecuencia la punta de mi verga. Incluso llegó a inclinarse para adelante en algunas ocasiones y mi glande amenazó con meterse en su concha.

―Cuidadito con eso ―me dijo dos o tres veces―. Evitemos los accidentes.

―Haré lo que pueda. No prometo nada. En la ducha hay poco espacio.

―Sí, lo sé, por eso no me voy a enojar con vos si llega a pasar. Solo digo… que hay que tener cuidado.

“No me voy a enojar con vos”. Entendí eso como una invitación. En otro contexto podría haber sido una frase sincera; pero dado que Fernanda se acercaba cada vez más a mí, era claro que intentaba generar esos “accidentes”.

Para demostrarlo apunté mi verga hacia su concha cuando ella se agachó para agarrar la botella de shampoo y se la metí hasta la mitad.

―Uy… auch… cuidadito, Nahuel ―me dijo entre risas.

―Perdón, fue sin querer ―dije, haciéndome el boludo. La fui sacando despacito.

―Está bien, no pasa nada. Sabíamos que podía ocurrir.

La saqué y seguimos cada uno con lo suyo, con roces de por medio, hasta que… Zaz! Se la hundí en el culo.

―Ay…

―Perdón… es que…

―Está bien, lo tengo muy dilatado, de lo contrario eso no hubiera pasado. No es culpa tuya.

―Se ve que estuviste dándote duro con el consolador.

―Un poquito ―soltó una risita―. Mejor me doy vuelta, no queremos que esto vuelva a ocurrir.

―Ok… ¿te molesta si me hago la paja?

―Justo te iba a sugerir eso. Creo que sería lo mejor… y no me molesta para nada. Quizás yo haga lo mismo.

Tuve que improvisar un poco sobre la marcha, pero ya la tenía justo donde quería. Comencé a masturbarme y obviamente apunté la verga hacia su concha. Dejé que mi glande se posara entre sus labios vaginales y presioné contra ellos cada vez que pude. Fernanda, por su parte, comenzó a frotarse el clítoris. No pareció molestarle que la cabeza de mi verga la estuviera penetrando todo el rato. Eran penetraciones sutiles, ni siquiera entraba el glande completo.

Decidí ir más lejos. Empujé un poco y parte de mi verga entró. Luego la saqué. Ella no dijo nada. Incluso levantó una de sus piernas y apoyó el pie en el borde de la bañera, lo que me facilitaba mucho más la tarea de mandar de excursión a mi pija al interior de su concha. Y eso fue lo que hice. Se la metí un poco más y le di dos embestidas. La saqué. Seguí pajeándome durante unos segundos y otra vez fui hacia adentro.

―Ay, Nahuel… uf… mmm… me imagino que esto es mucho mejor que masturbarse ―dijo señalando su vagina.

―Sí, muchísimo mejor. Perdón, es que… estoy muy caliente. Si tan solo pudieras ayudarme… como hiciste la otra vez. Solo que ahora… em… tendrías que ayudarme con esto ―señalé su concha.

Fernanda me miró a los ojos y se dio cuenta de que yo hablaba en serio. La sonrisa de sus labios se borró y pensé que se había enojado conmigo. Esta idea cobró fuerza cuando ella abandonó la bañera.

Mi abuela salió del baño secándose con una toalla. La seguí y pude ver como se ponía en cuatro patas sobre la cama, bien en el borde. Se abrió las nalgas con las manos y dijo:

―Hacé lo que tengas que hacer.

El corazón me dio un vuelco, no esperaba una entrega tan absoluta de su parte. Aún así, me mantuve tranquilo. No podía mostrar ninguna señal de debilidad frente a ella.

―¿Estás segura? ―Le pregunté―. Después no quiero recriminaciones, ni que me traten de degenerado por hacer cosas con mi abuela.

―Eso no va a pasar. Solo… hacelo de una vez, antes de que me arrepienta.

Me acerqué a ella con la verga dura por delante. Su culo estaba bien dilatado, listo para la acción. Sin embargo, yo tenía otros planes. Ataqué directamente a su vagina. La penetración se dio sin resistencia alguna. La pija, a pesar de ser de buen tamaño, se hundió hasta la mitad sin dificultades, dándome a entender que ella ya tenía la dilación necesaria para recibir una buena cogida.

―Ay… pensé que entraría por el otro agujero… ―dijo.

La ignoré por completo. Me aferré a su cintura y empecé a darle a buen ritmo, con toda la intención de ir aumentándolo. Con cada embestida mi verga se hundía más en su concha y los efectos ya se hacían evidentes. Mi abuela comenzó a gemir y su respiración se agitó. No estaba haciendo suficiente ruido como para que la escucharan fuera del dormitorio; pero yo me encargaría de que lo hiciera.

Le di con más fuerza, metiendo la verga tan hondo como me fue posible. Debo admitir que su concha es de lo más apetecible, tanto por dentro como por fuera. Es como estar cogiendo con una versión una década mayor que mi mamá. Y sí, sé que en realidad mi abuela es un poco más vieja que eso, pero realmente no se le nota. Donde tampoco se evidenció su edad, fue en su energía sexual. La muy yegua comenzó a menear las caderas como si tuviera veinticinco años. Quizás esto se deba a que llevaba largo tiempo sin coger, y quería disfrutarlo al máximo.

Por tanto traqueteo mi abuela comenzó a sufrir y terminé obligándola a usar una almohada para cubrir sus gemidos. No se iban a escuchar fuera de la habitación; pero al menos estoy seguro de que sintió mi verga hasta el fondo de su ser. Además, tal y como había previsto, no tuve misericordia con ella. La agarré de los pelos y le di tan duro como me fue posible. Sus nalgas se estrellaban una y otra vez contra mi cuerpo y la verga desaparecía completa dentro de su concha. Pude notar jugos sexuales saliendo y eso ayudó mucho a lubricarme.

―Creí que aprovecharías a meterla… por el otro lado ―dijo entre gemidos.

Volví a ignorarla. Me sentí de maravilla, ella prácticamente estaba suplicando que se la metiera por el culo; pero yo no le daría ese gusto. No todavía. Pienso llevarla hasta el límite.

Me ensañe con su concha. Seguí dándole duro y parejo sin detenerme.

―Ay, Nahuel… última oportunidad. Si querés aprovechar ahora para meterla por atrás… hacelo. Sino no vas a tener más chances.

La ignoré por completo. Ni siquiera dije una palabra. Seguí metiéndole toda la pija por la concha. Cada vez más rápido. Sabía que si seguía a este ritmo la haría acabar… y ese era otro gusto que no quería darle. Por eso me apresuré a terminar. Para hacerlo recurrí a un truco bastante curioso y eficaz: pensé en mis hermanas. Bah, en realidad pensé en una de ellas… en Tefi. Recordé los momentos que pasamos cogiendo duro y sin parar la última vez y me calenté tanto que mi verga explotó dentro de la concha de Fernanda.

La dejé chorreando semen, con el culo apuntando al techo. Ella se quedó jadeando…

―Mmm… podés seguir, si querés… Nahuel… ¿Nahuel? Ey… ¿ya te vas? Nahuel…

No miré para atrás, ni siquiera para buscar mi ropa.

Salí del cuarto, completamente desnudo y con la verga aún dura, sintiéndome orgulloso de lo que había hecho.


Diario de Cuarentena:

<Felicitaciones, soldado. Otra batalla ganada. Su accionar fue impecable. Cumplió con todos los objetivos. Sin duda usted es el mejor de nuestra tropa>.


Lo único que me tiene un poco preocupado es que acabé dentro de ella… ¿Fernanda estará tomando anticonceptivos?


Diario de Cuarentena:

<Emm… cadete Nahuel ¿Escuchó hablar de la menopausia?>


―Ahh… cierto. Qué pelotudo ―dije en voz alta.

Me sentí un imbécil. Mi abuela ya tiene más de sesenta años. El tren para tener hijos se le fue hace muchos años. No tengo que preocuparme por ese detalle.


Diario de Cuarentena:

<No se preocupe, cadete. Aún sigue siendo el mejor de nuestra tropa. Lo cual habla muy mal de nuestras tropas. Digo… em… en fin, usted me entiende>.


Soy un tarado.


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Comentarios

Luis Mega Charizard ha dicho que…
Y que en efecto la abuela le de la sorpresa de que quedó pansona, ya se lo de la menopausia pero es historia de todos modos.

Pero las que creo que si le darán la noticia son Tefi, Brenda y no se Gisella o Macarena pero las dos primeras si son casí seguro especialmente Tefi.
Cheche ha dicho que…
Jajaja me encantan los "Diario de Cuarentena" jajaja
"Cadete Nehuel, es el mejor soldado del pelotón... Pero eso deja mucho que desear de nuestro pelotón... Usted me entiende" 😅 jajaja
Me gustó lo de la abuela aunque lo sentí muy rápido jajaja más le costó con Alicia y sus hermanas. A la abuela se la cogió en un par de días
Espero el próximo capítulo con mucha emoción y según tu calendario caerá el día de mi cumpleaños jajaja
19/03 lo espero ansioso por el relato... Digo mi cumple
Luis Mega Charizard ha dicho que…
Espero que cuando Alicia descubra lo que Nahuel hace por ella lo recomepnse y se entregue a él de verdad, no solo "Coger" sino que ella le haga el amor.
Nokomi ha dicho que…
Los capítulos 55 y 56 de "Aislado Entre Mujeres" ya están disponibles para los que me apoyan en Patreon. Los voy a publicar acá el día:

Cap 55: 20 de Marzo.
Cap 56: 12 de Abril.
Arnold Mauricio ha dicho que…
Apoco la abuela fernanda es la de la foto 😰😰🥰

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