Intriga Lasciva - El Instituto [57].

 

Capítulo 57.


Me vuelven loca tus locuras.





Haydé Arias Ballester se levantó alrededor de las dos y media de la tarde. Su marido había salido, no se molestó en preguntar cuándo ni para qué. Últimamente la rutina en casa era así. Ella se levantaba tarde y Oscar no se dejaba ver en todo el día. Volvía a la noche, medio borracho y sin dar explicaciones. Haydé tampoco se las pedía. Lo único que le preocupaba era que su marido estuviera gastando demasiado dinero. Las reservas escaseaban y a duras penas tenían para comprar comida. Se habían terminado los fines de semanas de asado y vinos finos. Ahora debían conformarse con fideos con manteca y algún jugo en polvo (si es que había).

En la casa reinaba un orden impoluto, lo único que podía hacer Haydé para matar el tiempo era limpiar. Y debía hacerlo, porque ya no podía pagarle a una empleada doméstica. No se resignaría a vivir en el desorden.

Le llamó la atención ver a Erika tan animada. Su hija se había puesto un bonito conjunto deportivo rosa y blanco que hacía resaltar su curvilínea anatomía. Su largo cabello brillaba con unas mechas azul eléctrico y el escote que dejaba la musculosa era escandaloso. Sus tetas estaban al borde de los pezones, y éstos se marcaban claramente en la tela blanca. Erika estaba barriendo el piso del living. Su madre no podía recordar si alguna vez la había visto agarrar la escoba, a no ser que le sirviera para un cosplay de bruja. Sonaba música alegre en japonés y Erika seguía la canción tarareando fonéticamente. La vio inclinarse para juntar la envoltura de un caramelo. La calza deportiva le marcó tanto la concha que parecía pintura. Haydé supo que ese efecto lo consiguió al usar una calza de tela muy elastizada varios talles más chica. La calentura le subió por su cuerpo al ver las imponentes nalgas de Erika. Se reprochaba por excitarse con su propia hija; pero no podía evitarlo. Se le mojaba la concha cada vez que la veía con algún atuendo provocativo. Incluso la incentivaba a vestirse así. Erika era una de las pocas alegrías que tenía en su amarga rutina diaria. Eso y las pajas que se hacía con cada vez más frecuencia.

—Hola, ma… quería darte una mano con la limpieza, así te podés relajar un poco.
—Oh, gracias —A Haydé le conmovió el gesto, y le alegró que su hija hiciera algo productivo, aunque en realidad el suelo no necesitaba que lo barrieran. Brillaba de limpio.

Erika la miró, Haydé estaba casi desnuda, con las tetas al aire. Solo llevaba puesta una bombacha blanca, común y corriente. Tenía el cabello pajizo completamente despeinado. Aún así, se veía muy sexy, como si hubiera salido de una intensa sesión de sexo duro. Erika pensó que a cualquier tipo se le pondría dura la verga con solo admirarla en ese momento.

—¿No querés hacerte una paja? Sentate ahí… y levantá las piernas, que estoy barriendo.

Haydé titubeó durante unos segundos. Aún le costaba tomar estas situaciones con la naturalidad con que lo hacía Erika. Sin embargo, no era la primera paja que se hacía frente a su hija. Se sentó en el sillón y separó sus piernas. Su concha peluda apareció como una araña amenazante. Pero Erika sonrió al verla.

—Después, si querés, te la chupo un ratito.

Haydé no respondió. Aunque sí empezó a acariciar su vagina. La tenía muy húmeda, seguramente había tenido sueños eróticos. Era una pena no poder recordarlos. Se metió los dedos mientras miraba cómo las nalgas de su hija se comían esa calza blanca y rosa. Fantaseó con la posibilidad de que Erika le chupe la concha. La idea le seguía pareciendo una locura; pero una muy excitante.

—¿Por qué tan alegre? —Preguntó Haydé, mientras se dedeaba la concha.
—Invité a Camila, viene en un rato. Te sugiero que te des un baño. Te dejé un lindo conjunto en una caja dentro de tu pieza. Cuando estés lista, te esperamos en mi cuarto.
—No quiero hablar con ella —respondió Haydé, con el ceño fruncido—. ¿Por qué la invitaste?
—Porque yo sí quiero hablarle. Es mi hermana. No hace falta que la veas, si querés podés quedarte en tu pieza.
—Mmm… bien. Em… ¿podés? —señaló su entrepierna.
—Obvio. Sabés que solo tenés que pedirlo —Erika siguió barriendo tranquilamente.
Haydé volvió a dudar. Sabía lo que su hija buscaba. Quería que ella verbalice el acto, porque nunca lo podía en voz alta. Erika ya le había reprochado eso. “Si querés que te chupe la concha, decime…”
—Erika, chupame la concha.

El corazón de Haydé latió como un tambor africano. Su hija se le acercó con una una simpática e inocente sonrisa. Se puso de rodillas ante ella y no le dio ni tiempo a arrepentirse. Hundió la cara en su concha peluda y comenzó a lamerla.
Haydé se sentía una degenerada por usar sexualmente a su hija. Aún así… era lo más excitante que había hecho en su vida. No podía detenerse, su voluntad no era tan fuerte.
Cerró los ojos y frotó con furia su clítoris, mientras la lengua de su hija se metía en el agujero de su concha, como un gusano buscando un nuevo refugio.
Estaba desarrollando una fascinación por tener a Erika practicándole sexo oral. Unos días atrás pasó un momento muy incómodo cuando invitó a una amiga a tomar mates. Estaba charlando tranquilamente cuando le llegó un mensaje de Erika: “Estoy cachonda. Vení a la pieza, así te chupo la concha”. Haydé no hizo más que revisar el celular durante la media hora. Erika le mandó fotos en tanga y algunas directamente desnuda, para mostrarle lo húmeda que tenía la vagina. No sabía que excusa ponerle a su amiga para cancelar la visita tan pronto. Al final terminó diciéndole que los mensajes eran del Instituto de Erika. Que debía ir a charlar urgente con una de sus profesoras, porque habían sorprendido a Erika teniendo comportamiento “inapropiado” en el baño.
A la amiga de Haydé le sorprendió mucho esta situación. No se imaginaba a Erika como esa clase de mujeres. Mucho menos imaginaba que en realidad Erika estaba a pocos metros de allí, acostada en su cama, pajeándose con un dildo metido en el culo.
Al final la mujer se fue y Haydé entró a toda prisa al cuarto de su hija. Se desnudó y se tiró a la cama, para revolcarse con ella. Cogieron toda la tarde, sin filtros, sin tapujos… sin reprocharse nada.
Haydé estaba disfrutando a pleno con las piernas subidas al sillón y Erika chupando como una sanguijuela, cuando el campanazo del timbre las interrumpió.

—¡Ya llegó Cami! —Erika se puso de pie de un salto.

Haydé huyó de la escena tan rápido como le fue posible. Aún estaba indignada por el repentino cambio de actitud de Camila… pero en parte también se sentía avergonzada. Al fin y al cabo durante los últimos dos años estuvieron viviendo como reyes gracias al dinero que les mandaba Kamilexia todos los meses. Si había decidido cortarles los ingresos, estaba en todo su derecho. Nadie podía reprocharle nada. Camila no estaba obligada a mantener a su familia.

Erika abrió la puerta cuando su madre ya no estuvo a la vista. Kamilexia tenía puesto un buzo azul muy holgado y un pantalón deportivo negro. Su cabeza estaba cubierta con una capucha que le tapaba la cara. Sus grandes anteojos negros completaban ese atuendo que buscaba ahuyentar paparazzis. Cualquiera del barrio podría haberla confundido con Erika, y justamente esa era la intención.

Se apresuró a entrar. Ni siquiera saludó a su hermana. La miró en silencio, sin sacar las manos de los bolsillos canguro del buzo. Erika le dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla. Esto tomó por sorpresa a Kamila, no supo cómo reaccionar.

—Vamos a mi pieza, así hablamos tranquilas.

Cuando Kamilexia entró al cuarto de Erika se llevó dos grandes sorpresas. La primera fue que estaba en perfecto orden. Nunca lo había visto tan limpio. Todas las esculturas de chicas anime con poca ropa estaban prolijamente ordenadas en los estantes de las repisas. Los libros y mangas en la biblioteca, la cama bien tendida. Parecía un cuarto de catálogo… excepto, claro, por los dildos.
Esa fue la segunda sorpresa. Había juguetes sexuales exhibidos sin escrúpulos, como si el cuarto de Erika fuera el museo de la lujuria.
Vergas de plástico de diversos tamaños puestas en fila sobre la cómoda. Vibradores, strap-on y un tentáculo que podría intimidar a cualquiera. Además de varios plugs anales prolijamente alineados por tamaño en una repisa. Era como si una tienda de manga se hubiera fusionado con un sex-shop.

—¿Por qué no guardás esas cosas en un lugar más discreto? —Fue lo primero que dijo Camila.
—¿Para qué? —Erika se encogió de hombros—. Papá nunca entra a mi cuarto… y mamá ya lo sabe. Incluso me los pide prestados de vez en cuando.
—¿En serio? ¿Mamá usa estas cosas?
—Sí, casi siempre… aunque el tentáculo no. Le da un poco de miedo. Estoy intentando convencerla de que lo pruebe. Quiero que se lo meta en el culo, me encantaría verla haciéndolo.

A Kamilexia le dio un vuelco en el pecho con solo imaginar a su madre con ese tremendo tentáculo metido en el culo. Le resultaba muy extraño que su hermana hablara con tanta soltura sobre estos temas. Siempre supo que Erika es una cachonda, se nota por los disfraces que usa y por los mangas que lee. Pero aún así le resulta chocante que le hable sobre dildos como si estuviera hablando del clima.

—¿De qué va todo esto, Erika? —Kamilexia se dejó caer en uno de los grandes sillones blancos del cuarto. Imaginó que su hermana se habría masturbado muchas veces sentada allí, leyendo algunos de sus mangas picantes.
—Quería pedirte perdón.

La sorpresa de Kamilexia se hizo evidente en sus bellas facciones y aumentó cuando Erika se quitó la ropa. Lo hizo sin alardes de sensualidad, simplemente se desnudó como si fuera a darse una ducha. Debajo tenía un conjunto muy erótico, color negro, con detalles en fucsia. Las medias de red presionaban sus piernas con fuerza, marcando la piel. El portaligas le daba un toque sensual y la tanga era tan diminuta que usarla parecía absurdo. Apenas le tapaba el clítoris y los labios vaginales, el resto del pubis estaba completamente a la vista. Las grandes tetas de Erika parecían a punto de hacer reventar dos triangulitos de tela sostenidos con tiras que se ataban detrás de la espalda. Eso era tan pequeño que ni se le podía llamar corpiño. Erika se acercó, ante la desconcertante mirada de su hermana, y se le sentó encima. Quedó de lado sobre ella, la abrazó con fuerza y le dio un beso en la mejilla. Kamilexia parpadeó varias veces, como si intentara despertarse de algún extraño sueño. Su hermana sentada sobre sus piernas daba una imagen ridícula: parecían novias. Y esa ilusión se reforzó cuando Erika le pasó un dedo por el puente de la nariz.

—Estás muy linda Cami… incluso sin maquillaje, sos hermosa.
—Erika, no jodas. ¿Qué carajo estás haciendo? —Tragó saliva. Pudo notar como sus mejillas se calentaban al ponerse rojas. Estaba desconcertada, todo había pasado demasiado rápido. Erika ni siquiera le dio tiempo a reaccionar.
—Esta es mi forma de pedirte perdón.

El desconcierto de Camila se fue a las nubes cuando su hermana la besó en la boca. Fue un beso suave, cálido y sensual. Nada apresurado. Como si estuviera intentando conquistarla en una discoteca. Kamilexia solo atinó a cerrar los ojos. Su corazón latió con fuerza. No recordaba la última vez que alguien la había besado con tanto cariño y afecto. Cuando se separaron, Camila habló con voz temblorosa.

—¿Te volviste loca? Entiendo que tengas fantasías lésbicas… siempre las tuviste; pero… yo soy tu hermana, carajo.
—¿Y eso qué? Acá no hay nadie. Nadie nos puede juzgar.

De pronto la cara de Kamilexia se ensombreció.

—¿No será una cámara oculta?
—¿Eh? ¿Vos creés que sería capaz de hacerte una cosa así?
—Estás enojada conmigo, porque no te di más plata. No sé de qué serías capaz.
—Revisá, si querés. No tengo apuro.

Erika se puso de pie. Kamilexia la siguió. Con mirada acusadora comenzó a inspeccionar el cuarto, buscando cualquier señal de una cámara, por pequeña que fuera. Revisó cada estantería, las mesitas de luz, miró atentamente el techo e incluso buscó debajo de la cama. No encontró nada sospechoso.

—Solo quería que tuvieramos un momento juntas —dijo Erika.
—¿Vestida como si fueras prostituta barata?
—¿Te calienta que me vista así? —Erika sonrió. Kamilexia se sonrojó.
—No. ¿O vos pensás que a mí me gustas las mujeres? Y menos vos, que sos mi hermana.
—Siempre supe que sos un poquito lesbiana —estas palabras atravesaron como un rayo a Kamilexia. Se quedó paralizada sin poder apartar la mirada del cuerpo de su hermana—. Revisé varias veces tu historial de internet, cuando vivías acá… y era puro porno lésbico. No mirabas otra cosa. Siempre chicas lindas comiendo concha… y muchas se parecían a vos… o a mí —le guiñó un ojo.

Esta vez el rubor de las mejillas de Kamilexia fue causado por una mezcla de rabia y vergüenza.

—¿Por qué te metés en mis cosas?
—Vamos, hermana… no hace falta que disimules. A mí me gustó mucho chupar conchas, cuando lo hice. ¿Me vas a decir que no te calentaste al ver mi video con Farah? Te habrás hecho mil pajas imaginando que la que chupaba esa concha eras vos. Al fin y al cabo, somos muy parecidas.
—No digas boludeces… —había temor en la voz de Cami.
—Te voy a confesar algo: a veces miro tu stream e imagino que soy yo… con todos esos seguidores, con la gente haciendo lindos comentarios… pasandola bien frente a las cámaras. Pensarás que es una fantasía absurda, pero… siempre quise ser streamer, lo sabés. Pero bueno, será que no tengo el talento suficiente. Vos sí. Vos lograste conquistar una audiencia enorme, te admiro mucho por eso. No solo sos mi hermana mayor. Sos mi ídola. Siempre quise ser como vos.

El blindaje emocional de Kamilexia comenzó a desmoronarse. Miró a su hermana —con toda su voluptuosa anatomía— y de pronto la mente se le llenó de dudas. Erika aprovechó este momento de debilidad, se acercó a ella y la abrazó. Le apretó las nalgas con ambas manos, por encima del pantalón e hizo que sus narices se tocaran.

—También te admiro en otro sentido, Kami. Y no lo voy a negar. Tuve… fantasías…
—¿Conmigo?

Erika no respondió. En lugar de eso, volvió a besarla en la boca. Esta vez hubo más pasión en sus labios, y en especial en su lengua. La movió rápidamente, buscando la de su hermana, hasta que ambas quedaron entrelazadas en una lucha húmeda. En esta ocasión Kamilexia no fue tan pasiva. Por puro instinto ella también abrazó a Erika y le apretó las nalgas desnudas sin reparo. Las palpó usando sus dedos como garras.

—Sé que vos también tuviste fantasías conmigo, Kami. Te espié más de una vez en tu cuarto, haciéndote la paja mientras mirabas mis fotos de cosplay. Siempre me pedías las fotos… y cuando más atrevido era el conjunto, más las querías. Yo me animaba a más… porque vos me lo pedías. Quería complacer a mi linda hermana mayor. Por eso me hacía la boluda cuando buscabas excusas para dormir conmigo y, sin querer queriendo, me tocabas las tetas… el culo… o hasta la concha. A mí me encantaba que lo hicieras. Ya no hace falta que disimulemos, Cami… podés tocar todo lo que quieras.

Erika volvió a besarla. Kamilexia se dejó meter la lengua en la boca. Sus dedos se movieron como si tuvieran vida propia, se metieron entre las grandes nalgas de Erika y acariciaron su vulva, por encima de la diminuta tanga. Era un roce que Kamilexia conocía muy bien; pero nunca se había atrevido a tocarla sin ningún tipo de disimulo.

—No, esto es una locura, Erika —se apartó de su hermana—. Si creés que con esto vas a lograr que…

Erika no le dio ni tiempo a quejarse. Se puso de rodillas y le bajó el pantalón de un tirón. Kamilexia tenía puesta una pequeña tanga blanca con bordes rosas, y un osito de peluche dibujado en el centro.

—Uf, tus seguidores se volverían locos si te vieran usando esto.
—¿Qué hacés, Erika? ¡Pará!

Intentó apartarla, pero fue inútil. Con el siguiente tirón, Erika la despojó de su tanga y así la concha de Kamilexia quedó perfectamente a la vista. Tenía pelitos teñidos de azul, su color favorito. Erika sabía muy bien esto, porque ella misma se había encargado de cortarle y teñirle el vello púbico en más de una ocasión.

—¿Y ahora quién hace esto por mí? ¿Sabés lo mucho que extraña verla?

Acarició la concha con dos dedos, con mucha suavidad. Kamilexia se estremeció, a pesar de que su hermana había hecho eso mismo en numerosas ocasiones. Siempre la dejaba tocar un poquito y como excusa le decía a Erika que dejara de leer tantos mangas lésbicos, porque le metían ideas locas en la cabeza. Erika aseguraba que no la tocaba por eso, sino porque simplemente su concha le gustaba mucho. “Es perfecta —solía decirle Erika—. Mucho más linda que la mía”... y si Camila estaba de buen humor podía llegar a contestar: “No digas tonterías, la tuya es más linda”.

Pero esta vez Erika no se quedó en solo caricias. Fue más lejos de lo que nunca había ido con su propia hermana. Acercó la boca y le dio una intensa lamida a toda la concha, empezando por abajo y subiendo lentamente hasta el clítoris.

—¡Erika! ¡Pará! ¿Te volviste loca?
—Vamos, Kami… sé que te morís de ganas. No hace falta que disimules. ¿Cuántas veces fantaseaste con que yo te chupe la concha? No me digas que nunca, porque sé que estarías mintiendo.
—Eso… eso no tiene nada que ver. Es solo una fantasía…
—¿Entonces es cierto? Sí te pajeas imaginando que yo te chupo la concha.
—Ya te lo dije, es solo una fantasía. Las fantasía sexuales son solo eso. No tienen por qué volverse reales.
—Pero, Cami… pensalo bien… ¿quién se va a enterar si te chupo la concha?
—¿Qué buscás con esto? ¿Que vuelva a darte dinero?
—No. No te voy a pedir nada. Esto es en compensación por todo lo que nos diste durante estos años. Y porque quiero. Me gustás mucho.

Acto seguido, volvió a pasarle la lengua por la concha. Luego otra vez. No hubo un nuevo intento inmediato solo porque Erika tomó de la mano a su hermana y la condujo de regreso al sillón.

—Dale, sentate y abrí las piernas… dejá que yo haga el trabajo. Te lo merecés, Cami… te merecés esto y mucho más. Siempre fuiste muy buena conmigo.
—No es cierto… hubo veces en las que te traté mal. Muy mal.
—Puede ser —Erika se encogió de hombros—. Todas las hermanas se pelean… y no por eso dejan de quererse. Pero a pesar de que tenías motivos para enojarte conmigo, nunca dejaste de darme dinero… hasta que crucé el límite. Sé que eso fue mi culpa. Tendría que haber pensado un poquito más en vos. Eso es lo que estoy haciendo ahora. Dale, abrí las piernas… te voy a mostrar lo que aprendí con mis amigas.

Le guiñó un ojo de una forma tan “kawaii” que Kamilexia se derritió. Sin pensarlo más, se sentó en el sillón y subió sus piernas a los apoyabrazos. Su concha quedó totalmente abierta. A ella le encantaba abrirse así ante su hermana, aunque fuera para que Erika la ayude a teñir y recortar su vello púbico. Ahora sentía que el corazón le iba a explotar. No sabía cómo asimilar lo que estaba ocurriendo, y tampoco lo intentaba.

Erika cumplió con su palabra. Se lanzó de inmediato y empezó a chupársela. Camila sintió que su clítoris era succionado con tanta fuerza que casi se orina encima. Había recibido buenas chupadas de concha, pero nunca una tan voraz como ésta. La lengua de su hermana era hábil, intrépida… se movía entre sus labios como si los conociera desde siempre. Y esos chupones en el clítoris hacían que Kamilexia se estremeciera hasta la punta de sus dedos.

—Decilo… decime que te morías de ganas de que yo hiciera esto…
—Ay, Erika… estás completamente loca —dijo, retorciéndose mientras su hermana le metía la lengua—. Sí, sí… lo admito… me hice muchas pajas imaginando este momento… ¡Ay! ¡Ay, carajo! No puedo creer que esto esté pasando… estás loca… estás loca…
—Te encanta que yo esté loca.
—Uf… sí… me vuelven loca tus locuras. Me molestó que subieras tanto porno a internet, pero… no lo voy a negar, me pajeé mucho mirando eso.
—Lo sé… y cuando yo hice mis transmisiones en vivo, usando todos esos dildos… noté que vos siempre estabas ahí. Imaginé que te estabas pajeando igual que yo… metiéndote dildos, en la concha y en el culo.

Kamilexia no respondió. No había necesidad de hacerlo. Si negaba lo ocurrido, su hermana simplemente no le creería. Se sacudió y presionó la cabeza de Erika contra su concha. Ella respondió dándole una intensa chupada.

—Sé que te calienta el sexo anal —dijo Erika—. No hace falta que respondas. Lo sé. Vi tus juguetes y varios eran específicamente para eso. —Mientras hablaba, Erika buscaba algo entre su colección de juguetes sexuales—. Por eso en la transmisión me metí cosas por el culo, quería que vos lo hicieras al mismo tiempo que yo. Y sé que fue así. Simplemente lo sé. ¿Te calentaría meterme esto por el culo?

Le mostró a su hermana un grotesco strap-on. Era un pene con protuberancias voluminosas y de apariencia alienígena. A Camila le brillaron los ojos al verlo. Tragó saliva y recibió en sus manos ese peculiar objeto. Mientras ella se decidía, Erika dejó un pote de lubricante sobre la cama y se quitó la tanga lentamente. Su hermana vio cómo aparecía esa vagina rechoncha y apretada. Esos labios voluminosos que le habían despertado más de una fantasía.

Erika se puso en cuatro sobre la cama y comenzó a pasar lubricante por su culo, mientras se abría las nalgas.

—Dale, vení… me tenés justo donde querías, Cami. Disfrutá. Te lo merecés, hiciste mucho por mí.

Eso era cierto. Kamilexia se había convertido en una auténtica estrella del stream y se encargó de que en su familia vivieran como reyes. Merecía una retribución por su generosidad. Y el culo de su hermana… uf, eso sí que es una buena retribución.

Cuando vio a Erika metiéndose dildos el culo en la transmisión en vivo, Kamilexia sintió que la lujuria invadía su cuerpo. No pudo resistirla y emuló todo lo que Erika hacía en la pantalla. Ahora se sentía igual. La sangre le hervía. Se colocó el strap-on con dedos torpes y apresurados. Se quitó el buzo, debajo no tenía nada más que un corpiño de encaje blanco. Lo hizo desaparecer, dejando a la vista unas tetas tan grandes como las de Erika.

Lo más lejos que había llegado con su hermana fue aquella noche en la que se besaron debajo de las sábanas mientras se metían los dedos en la concha mutuamente. Nunca hablaron de ese suceso, fue un secreto tácito para ambas. Pero ahora Kamilexia no debía esconder lo que sentía por Erika.

Se acercó a ella por detrás, llenó el grotesco pene plástico con lubricante y apunto a ese culo gordo y perfectamente redondo.

—Hacelo sin miedo… que ya tengo experiencia con esto.

Este comentario hizo que Camila resoplara por la nariz, como un toro en celo. Hundió la punta del dildo en el culo de su hermana y se maravilló al ver con cuánta facilidad entraba. Le daba mucho morbo pensar en todas las veces que Erika se había metido juguetes en el culo. Para poder meterse ese gran tentáculo alienígena seguramente debió darse duro muchas veces con dildos bien grandes… como este.

Erika chilló de placer y apoyó la cabeza sobre la almohada mientras se abría las nalgas, ofreciéndose a su hermana.

—Eso Cami… metelo todo… este culo es tuyo. Te pertenece…

Kamilexia sintió un intenso cosquilleo en el clítoris, producto del roce con el strap-on… y por las palabras de su hermana. Quería ese culo para ella… lo deseaba con todo su ser. Sus más locas fantasías se estaban volviendo realidad.

En su mente estallaron fuegos artificiales cuando presionó el dildo y se hundió en el voluminoso culo de su hermana. Le fascinó ver cómo ese juguete de forma extraña y gran tamaño entraba sin ningún problema. Seguramente Erika había usado un plug anal unos minutos antes de que ella llegara, porque tenía el culo sumamente dilatado. El lubricante se encargaba del resto.

—Sos mía, puta… sos mía —chilló mientras le bombeaba el dildo dentro del culo.
—Ay… sí Cami… toda tuya… haceme tuya, dame duro… no pares. Uf… así… así…

En ese momento se abrió la puerta.

Haydé había estado escuchando toda la conversación desde el otro lado, con la oreja pegada a la puerta. Supuso que este era el mejor momento para entrar.
Kamilexia se quedó petrificada al verla.

—¡Mamá! ¡Em…! Esto es otra de las locuras de Erika… em… yo no tengo nada que ver…
—No hace falta que expliques, Cami. Entiendo todo. Y tu hermana tiene razón. Merecés una compensación, por lo buena que fuiste con nosotras.

Haydé estaba envuelta en una bata de ducha, cuando se la quitó mostró que tenía puesto un conjunto tan sexy y sugerente como el de Erika, solo que el de ella era negro con detalles en amarillo. Parecía una abejita sexy, solo le faltaba un aguijón en su gran culo redondo.

Los ojos de Kamilexia se abrieron como platos. Nunca había visto a su madre usando ese tipo de ropa… ni siquiera cuando la espiaba mientras tenía sexo con su papá. Más de una vez Érika y Camila habían espiado a sus padres mientras cogían y se habían hecho la paja en silencio. Lo que ninguna sospechaba era que Haydé sabía perfectamente que sus hijas estaban mirando… y eso la excitaba.

—Si mi culo es tuyo, Cami… el de mamá también.

Kamilexia miró a su hermana sin quitarle el dildo del culo. En la retorcida lógica de Erika eso tenía sentido, pero…

—Tu hermana tiene razón —Haydé avanzó con una seguridad que no parecía propia de ella, y se puso en cuatro sobre la cama—. Fuiste muy buena con nosotras durante mucho tiempo… y nunca te dimos nada a cambio. Si esto es lo que te gusta… hacelo.
—No soy una degenerada —dijo Cami.
—Nadie cree que lo seas, hija. Pasás muchas horas transmitiendo y sabemos que no tenés pareja. Debés estar acumulando mucha tensión sexual… y no sabés cómo descargarla. Por eso te compraste los juguetes, ¿cierto? Bueno… me parece que, como mínimo, Erika y yo deberíamos ayudarte a aliviar esa tensión… tendríamos que haberlo hecho desde el principio —Haydé hizo a un lado su pequeña tanga—. Dale sin miedo, amor… y por el culo, que sé que te gusta más.

El corazón de Kamilexia parecía una bomba a punto de estallar. El morbo le estaba recorriendo las venas con violencia. Tenía los ojos clavados en las nalgas de su madre, esas que había visto varias veces sacudiéndose ante las embestidas que recibía de su marido. Sí, su madre también había formado parte de sus más alocadas fantasías sexuales. Le daba mucha vergüenza que ellas lo supieran; pero… no podía dejar pasar este momento, se arrepentiría toda su vida si lo hiciera.

Volvió a lubricar el pene plástico y se preguntó si su madre sería capaz de aguantar todo eso. Haydé se abrió las nalgas para ella y recibió la penetración por la puerta de atrás. Kamilexia se quedó fascinada al ver cómo el culo de su madre se abría para darle paso a semejante dildo. ¿En qué momento la muy puta se volvió aficionada al sexo anal? Fue Erika la que respondió a esa pregunta, como si pudiera leer su mente.

—Mamá fue la que te robó el bolso de juguetes. Y creeme que se metió todos por el culo.
—Sí, todos… sin excepciones. Perdón por no devolverlos antes —dijo Haydé, jadeando como una perrita en celo—. Pero… me volví adicta a ellos. Por suerte Erika compró unos cuantos… y me los presta cada vez que quiero. Ay… sí, Cami… hacelo duro… dejá salir toda esa tensión sexual… metemela toda por el culo.
—Vos también sos mía, puta… —dijo Camila, agarrando de los pelos a su madre.
—Toda tuya mi amor. Toda tuya, sí… así… duro… sin piedad. Dame con todo.
—Puta… puta… puta… putas las dos.

Repetía Kamilexia cada vez que le daba una dura embestida a su madre. El dildo se fue metiendo más y más, ese culo podía aguantarlo… tan bien como aguantó el de su hermana. Erika se le acercó por detrás, le apoyó las tetas en la espalda y le agarró las suyas con ambas manos. Le pasó la lengua por el cuello, haciéndola estremecer, y le habló al oído.

—Decime… ¿tenés alguna otra fantasía perversa? ¿Qué querés que hagamos? Estamos a tus órdenes. —¿Lo que sea?
—Sí… somos todas tuyas.
—Quiero que mamá te chupe la concha.
—Uy, eso es muy zarpado —dijo Erika, con una risita picarona.
—No me importa. Quiero ver como esta puta te come la concha. Lo vas a hacer, puta… ¿sabés? —Le dijo a su madre, tirando de su cabello con fuerza.
—Claro que sí mi amor. Lo que vos ordenes lo hago con mucho gusto.

Erika se sentó frente a su madre con las piernas abiertas y Kamilexia se dio el gusto de presenciar otra de sus locas fantasías sexuales. Ver a su madre practicando sexo lésbico… y más aún si es con esa puta hermosa de Erika.

—Sos hermosa… —le dijo a su hermana menor—. Muy hermosa.

Erika sonrió y se abrió la concha con dos dedos. Haydé actuó con decisión, al fin y al cabo ella también hervía de morbo y deseo. Ese dildo en su culo le estaba provocando tantas sensaciones agradables que no podía contenerlas todas, debía dejarlas salir de alguna manera… y Erika podría ayudarla con eso.

Se acercó a la concha de su hija y pegó sus labios a ella. Erika le acarició el cabello y lo apartó para que Camila pudiera ver perfectamente como la lengua de Haydé se ponía cariñosa. El morbo no paraba de crecer dentro de Kamilexia, mientras más se emocionaba, más duro se la metía a su madre… y con más ganas chupaba Haydé.

—¿Te gustan las mujeres, mamá? Decime que te gustan… decime…
—Uff… no sé, hija… la verdad aún no lo sé. Pero sí te puedo decir una cosa: no tengo ningún problema en comerme una rica concha de vez en cuando. Eso lo hago con mucho gusto.

A Kamilexia le encantó esa respuesta. Era honesta. Le encantaba saber que su madre estaba dispuesta a acostarse con una mujer de vez en cuando. A Erika no necesitaba preguntarle nada. Desde hacía tiempo estaba convencida de que su hermana era lesbiana.

—Podés decirlo sin miedo —dijo Erika. A Kamilexia se le paralizó el corazón. Odiaba cuando Erika veía a través de ella. Aunque esta vez no le molestó. Sintió una conexión especial. Había un vínculo muy fuerte que las unía.
—Sí, amor… podés decirlo. Nosotras te vamos a apoyar en todo. Queremos que te sientas libre.

¿Libre? ¿De verdad podía ser libre? Frente a las cámaras debía representar siempre a la perfecta y simpática Kamilexia; pero aquí… en el cuarto de su hermana, podía ser simplemente Camila.

—Soy lesbiana —lo dijo en voz alta por primera vez en su vida—. Soy lesbiana… me gustan las mujeres. Me encantaría tener una novia. Me casaría con una mujer.
—Podés tener algo mejor que una novia —dijo Erika—. Un par de putitas sumisas que te pertenecen. Somos tuyas. Vení, hermanita… comeme la concha. Te lo ganaste.

Kamilexia no perdió el tiempo, estaba acelerada, no podía detenerse a pensar. Simplemente actuó por instinto. Se quitó el strap-on y se puso en cuatro. Su madre se apartó.

—Dale vos, mami… dale a Cami lo que más le gusta —pidió Erika.
—Con mucho gusto —dijo Haydé, con una gran sonrisa cargada de lujuria.

Se colocó el strap-on, lo lubricó y se posicionó detrás de su hija.

—¿Estás lista, amor?
—Sí, mami… estoy lista —dijo, mirando la concha de su hermana.

Cuando Camila sintió el dildo apoyándose en su culo, se lanzó entre las piernas de Erika. Comenzó a chuparle la concha con una intensidad fervorosa. No era la primera que chupaba, pero sí era la que más había deseado en su vida. Esos jugos dulces y familiares la llevaron a niveles de placer que nunca antes había experimentado… y la cima de ese goce llegó cuando su madre le metió el dildo por el culo. Era enorme y podía sentir esas protuberancias contra las paredes internas de su culo; sin embargo Kamilexia ya tenía experiencia metiéndose cosas por el culo… incluso con formas tan extrañas como esta. Aunque nunca había llegado a algo como el tentáculo que se metía Erika.

En poco segundos el strap-on comenzó a moverse con soltura dentro de su culo. Cuando la temperatura fue aumentando a Erika se le ocurrió hacer algo más para complacer a su hermana. Se posicionó debajo de ella, formando un 69. Agarró las nalgas de Camila con ambas manos y comenzó a chuparle la concha.

—No paren… no paren —pidió Camila.
—No vamos a parar hasta que vos estés satisfecha —dijo Haydé con determinación—. Estamos acá para complacerte. Nosotras nos vamos a hacer cargo de toda tu tensión sexual.
—Sí, sí… ustedes son mías, putas… son putas y son mías.
—Somos putas y somos tuyas —repitió Erika, al momento que le daba un intenso chupón en la concha.

Con voracidad Camila chupó la concha de su hermana, le metió la lengua, recorrió cada milímetro. Le dio fuertes chupones al clítoris, hizo todo lo que había fantaseado hacer… y más. Esto superaba su imaginación. Sí se había imaginado haciendo un 69 con Erika; pero no mientras su madre le metía un strap-on por el culo.

Después de unos largos minutos de goce continuo, Camila pidió que Erika y Haydé cambien de posiciones. Erika volvió a darle por el culo y esta vez Cami hizo el 69 con Haydé. Le pareció demencial estar chupándole la concha a su propia madre. Tenía algunas fotos de Haydé desnuda en la compu, su madre se las sacaba para sentirse joven y bonita… y Camila se las robaba cada vez que podía. Le había dedicado a su madre casi tantas pajas como a Erika. Ellas eran las culpables de sus deseos lésbicos. Era justo que ellas fueran las que la ayudaran a descargar toda esa tensión.

Siguieron cogiendo toda la tarde, se revolcaron las tres en la cama en todas las posiciones que se les ocurrieron. Ese strap-on pasó por todos los agujeros, y más de una vez. Todas las conchas fueron chupadas por ambas. Camila tuvo numerosos orgasmos, nunca había tenido tantos en un solo día.

Y para terminar esa inolvidable tarde de sexo, Erika le pidió a Camila que se pusiera de pie junto a la cama. Lo hizo y vio como Erika se arrodillaba frente a ella y empezaba a chuparle la concha.

—Es hora de sellar el pacto, hermanita —dijo Erika, mirándola con esa sonrisa kawaii que derrite a Camila—. Tal y como lo hizo Farah… ahora lo vas a hacer vos. Porque de ahora en adelante soy tuya. Soy tu puta.
—Sí, sos mi puta… te voy a mear toda… ¡puta!

Camila dejó salir un fuerte chorro que impactó de lleno contra la cara de su hermana. Erika lo recibió con la boca abierta y luego le chupó la concha, mientras el chorro seguía saliendo. Antes de que Camila terminara de orinar, Haydé también se puso de rodillas ante ella y formó parte del cierre de ese pacto.

—¡Vos también sos mía, puta! Son mías, las dos… me pertenecen.

Y le chuparon la concha entre las dos, para demostrar que de ahora en adelante eran sus sumisas y obedientes putas.


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Comentarios

Nokomi ha dicho que…
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