Modelo de la foto: Charlee Chase.
Capítulo 7.
Mi familia estaba
atravesando por una situación difícil debido a la enorme disputa entre Graciela
y Elvira. Me dispuse a ayudar a mi madre una vez más pero al final decidí no
contarle lo que pensaba hacer, prefería encarar sólo la situación. Ella
insistió en que le contara, pero me negué rotundamente. En cuanto a términos de
logística, no era un plan muy elaborado, de hecho, carecía por completo de
elaboración. A mi madre no le agradó mi negación, sólo le pedí que esperara y logré
convencerla de que si mi idea funcionaba la situación mejoraría mucho, el gran
problema era si llegaba a salir mal, por eso mismo quería que ella no tuviera
nada que ver en el asunto.
No actué de forma
inmediata, tuve que esperar a que la tensión y la furia de mi tía se disiparan
un poco. Naty se encargaba de darme por teléfono un reporte diario de su estado
de ánimo, la mujer andaba por la casa hecha una furia, no se la podía ni
saludar. Seis días pasaron desde que Elvira nos encontró a mi madre y a mí
teniendo relaciones y luego de una nueva llamada de mi prima decidí que era el
momento oportuno. Naty me dijo que su madre pasaría toda la tarde sola en casa
y que ya se la veía un poco más calmada, aunque bastaba la sola mención del
nombre de mi madre para hacerla estallar de rabia.
Fui caminando
lentamente hasta la casa de mi tía repasando mentalmente las cosas que debía
decirle, pero sabía que en el momento debería improvisar, no tenía idea de cuál
podía ser su reacción, ella podía ser bastante impredecible. Toqué timbre. La puerta
se abrió tan rápido que no supe que decir, había olvidado pensar en algún
motivo para mi visita.
- ¿Qué querés Nicolás?
Natalia no está – me gruñó.
- No vine a verla a
Naty, vine a verte a vos. Tenemos que hablar.
La sorpresa le hizo bajar
la guardia, se apartó de la puerta y aproveché para entrar a la casa. Ella
estaba un poco despeinada, su cabello era como paja seca, aunque tampoco estaba
tan mal. Su cara regordeta estaba roja, supuse que era por la bronca. Llevaba
una camiseta negra sin mangas con un escote prominente, cosa que rara vez
usaba, parte sus pechos se asomaba, eran blancos y suaves, casi no tenían
marcas por la edad. Debajo llevaba puesta una calza ajustada color gris, tenía
algunas manchas y parecía un poco vieja, supe que su atuendo era de lo más
casual y que probablemente estaría ocupada en los quehaceres de la casa. Lo que
me sorprendía es que sus piernas no se deformaran, a veces cuando una mujer
gordita se ponía esas calzas tan pegadas al cuerpo, brindaban una vista
bastante desagradable que era como estar viendo un bollo de masa uniforme. Pero
en Elvira todo se mantenía en su lugar, si bien su gran trasero temblaba como
gelatina cuando caminaba, éste mantenía una forma agradable, al igual que sus
piernas.
- ¿De qué querés
hablar Nico?
Mi tía miró
inconscientemente mi bulto, el cual no se notaba un poco debajo del short de
fútbol, para colmo yo no tenía ropa interior, lo que hacía que se marcara el
contorno de mi miembro.
- Vine a hablarte de
lo que pasó el otro día. Porque somos familia y no podemos estar enemistados
toda la vida.
- ¿No será que te da
miedo que yo cuente las cochinadas que hacés con tu madre? – se cruzó de brazos
y eso infló más sus senos.
- Obvio que me da
miedo que cuentes lo que pasó. La gente no lo entendería. Tendríamos muchos
problemas y eso puede que te afecte a vos también, y lo sabés. Mi mamá ya te
explicó por qué – Elvira se estaba impacientando – vine para acá con la
esperanza de que entiendas lo que siento por mi mamá y lo que ella siente por
mí. No sé si en algún lugar de tu cabeza habrá cabida para comprender semejante
cosa, esto es algo que sólo pueden entenderlos aquellos que lo vivieron – dije
esto último con otro tono de voz, ella levantó más la guardia, parecía un gato
mirando fijamente a un perro – no pienses que somos dos locos que no medimos
las consecuencias, con mi madre no llegamos a ese punto del día a la noche, nos
costó mucho. Tuvimos que aceptar un montón de sentimientos que reprimíamos,
para ella fue aún más duro.
- A mí todo eso me
tiene sin cuidado, lo que hacen es enfermizo – eso era justamente lo que yo
quería oír.
- ¿Te parece que lo
es? – se tensó más todavía – mirá tía. Yo sé muy bien que vos no le vas a
contar nada a nadie, así que no es necesario que me amenaces con eso. También
sé que tu enojo es justamente con mi mamá, nunca se llevaron bien – ella dio
unos impacientes golpecitos con el pie – y por eso vine. Quisiera que las cosas
entre ustedes se arreglen – Elvira intentó decir algo pero levanté una mano
para que no interrumpiera – mi mamá me dijo que ella te trató muy mal una vez,
que fue injusta con vos. No me quiso dar muchos detalles – mentí – pero dijo
que con los años se arrepintió de haberte tratado de esa manera y que iba a
pedirte perdón, justo cuando apareciste con mi papá y nos viste.
- ¿Me iba a pedir
perdón? – la tensa guardia de mi tía se desmoronó – Me parece que es un poco
tarde para eso, el daño ya está hecho – hizo una pausa - ¿Te contó que fue lo
que pasó?
- No, sólo me dijo que
vos tuviste un lindo gesto con ella, hiciste algo que la conmovió y que le
gustó, sólo que no supo cómo decírtelo en ese momento.
- ¿Le gustó? – se
quedó con los ojos fijos en la nada – Nico ¿vos no me estarás mintiendo?
- No tía, para nada –
en cuanto a los sentimientos de mi madre, no mentía – eso me dijo, pero que
recién ahora se da cuenta del daño que te hizo al maltratarte y que le costó
mucho asumir que lo que hiciste fue por amor – con esas palabras mi tía estalló
en llanto.
- ¡Claro que fue por
amor! Yo la amaba, la admiraba, ella era mi ídolo… y me desilusionó – de la
nada empezó a escupir todos sus sentimientos - En esa época yo era boba e
ingenua, hacía las cosas sin pensar – intentaba contener las lágrimas – pero
nunca hice nada por lastimar a nadie y lo terminé pagando caro, con desprecio.
Vos no sabés lo que se siente que las personas que más querés en el mundo de
pronto te traten como a una extraña. Que te odie – me acerqué a ella y la
abracé fuerte. La dejé llorar un rato contra mi pecho y luego pregunté:
- ¿Qué fue lo que pasó
exactamente?
- No te puedo contar,
es muy…
- ¿Muy qué? Tía,
después de lo que me viste haciendo con ella, creo que no hay nada que me
puedas contar que me haga pensar mal de vos o de mi mamá – me miró a los ojos,
pocas veces había visto tanta ternura en su rostro.
- Yo… - acaricié su
espalda para relajarla – yo le hice sexo oral – simulé sorpresa – no me mires
así Nico, estar con mujeres no tiene nada de malo.
- No lo tiene, es
cierto. Mi mamá también lo hace y me parece bien.
- ¿Ella… también se
acuesta con mujeres? – las lágrimas habían dejado de brotar, me miraba con los
ojos muy abiertos y cubiertos por hilitos rojos.
- Si, hace poco empezó
a experimentar con eso, no estuvo con muchas mujeres, pero cada vez que lo
hizo, lo disfrutó – no le iba a mencionar que también se había cogido a Naty –
ves tía, vos si entendés estas cosas, no sé por qué te enojaste tanto por lo
que hicimos.
- No, como te dije, en
ese entonces yo no pensaba claramente, cometí muchos errores. Sé que lo que
hice no estuvo bien.
- ¿Eso pensás? ¿Acaso
no lo disfrutaste en su momento? ¿No te gustó? Decime la verdad, se sincera con
vos misma.
- S… Si me gustó –
dijo agachando la cabeza, su cuerpo estaba cálido – ella siempre fue muy
hermosa, yo fantaseaba mucho con ella y esa noche, con tanto alcohol encima, no
me aguanté. Me lancé sin medir las consecuencias. Pero yo creía que ella
también quería… ella abrió las piernas y todo, hasta la escuché pedirme que
siga – eso mi madre no lo recordaba o lo omitió en su relato – yo sabía que
ella estaba muy borracha, pero creo que sabía lo que hacía.
- Seguí contándome
tía. Descargate.
Lo cierto es que yo
quería escuchar su versión, sabía muy bien que con los años las personas pueden
recordar los momentos de una forma diferente a los recuerdos del otro. Más si
estaban borrachos, eso a veces nubla muchísimo la memoria. Mi tía parecía
sincera con su historia y era obvio que en ese entonces estaba menos borracha
que mi madre. Mientras hablábamos ella no me miraba a los ojos, pero tampoco me
soltaba, seguía con la cabeza apoyada en mi pecho.
- Yo se la… se la
estaba…
- Se la estabas
chupando, podés hablar claramente conmigo, ya estoy grande – ego aparte.
- Si, se la estaba
chupando y las dos disfrutábamos mucho. Era la primera vez que lo hacía con una
mujer… de hecho esa fue mi primer experiencia sexual. Después de lamérsela un
rato, me le acerqué y me quiso bajar el pantalón, pero no podía desprenderme el
botón, por eso me lo tuve que sacar yo sola. Me acosté con ella y la besé. Nos
besamos, porque fue obvio que ella también colaboró, además me metió los dedos
en la vagina. Imaginate mi felicidad, me estaba aceptando como era, la mujer
que yo más quería en el mundo – tal vez mi madre reprimió u olvidó esos
detalles – además no fue algo de un minuto o dos, estuvimos más de una hora.
- ¿Tanto tiempo?
- Si, yo miraba el
reloj de vez en cuando.
- ¿Y qué más hicieron
en ese rato?
- Más que nada yo le
lamí todo a ella, todo el cuerpo. Hasta la cola, eso no sé por qué lo hice, en
ese entonces yo era sumamente ingenua en el sexo, todo lo hacía por puro
instinto. Después ella… me chupó un pezón durante un rato. Cuando me puse sobre
ella, pensé que no iba a querer. Pero si lo hizo. Me chupó la vagina – noté
sinceridad en las palabras de mi tía, si ella no mentía entonces mi madre había
reprimido totalmente ese recuerdo. Tal vez de allí vendrían sus ganas de probar
el sexo femenino – o sea, no lo hizo como yo se lo hice a ella, lo hizo más
lento, pero igual me encantó. Me recorrió toda con su lengua, hasta notaba amor
en sus acciones. Nos quedamos haciendo un 69, en ese momento yo no sabía que se
llamaba así. Yo llegué primero al orgasmo, fue el primero de mi vida, ni
siquiera masturbándome lo conseguía. Estuvo increíble. Después se la seguí chupando
hasta que ella también acabó y sí que lo hizo. Me salpicó toda, hasta me reí,
no me esperaba eso. Esa noche me fui a dormir feliz, pensé que al otro día lo
haríamos otra vez, estando sobrias. Que tal vez lo haríamos toda la vida. Me
equivoqué. Graciela se despertó muy enojada, me miró como si yo fuera un bicho
raro y para colmo después le pidió a mis padres que le dieran una habitación
para ella sola en el hotel. Es que estábamos de vacaciones. Me partió el
corazón. Nunca me habló de lo que pasó esa noche y nuestra relación cambió
permanentemente – esa historia me conmovió bastante.
- Te entiendo tía, a
mí me pasó igual que a vos, al principio. Me costó mucho trabajo convencerla,
tal vez si le hubieras insistido hubieras logrado que pase eso que tanto
querías, así como yo lo logré. Pienso que ella nunca tuvo gusto verdadero por
las relaciones sexuales entre parientes, sino que más bien es algo que aceptó
con el tiempo, pero tanto a mí como a vos siempre nos excitaron esas cosas – mi
tía se apartó bruscamente dándome la espalda.
- ¿Y quién te dijo
eso? – parecía enojada – ya te dije que en esa época yo era muy ingenua, así
como vos lo sos ahora Nico, todavía sos muy chico y no podés comprender la
gravedad del asunto.
- ¿Vos sí la
comprendés? – volví a rodearla con los brazos, sólo que esta vez quedé con el
pecho contra su espalda - ¿Nunca te calentaste con otro miembro de tu familia?
– no respondió - ¿Y qué me decís de Naty? Ella es una chica preciosa ¿nunca te
calentaste pensando en ella? – mi pene se estaba despertando al sentir el roce
contra su gran cola.
- Es mi hija…
- Graciela es tu
hermana y eso no te importó – tenía las manos sobre su blando estómago, las
subí hasta que rocé la parte inferior de sus pechos - ¿Y qué hay de tu marido,
él sabe la historia de las vacaciones?
- Si sabe y lo aceptó.
Por eso me casé con él. Mario entiende mi condición… - se quedó muda al
instante.
- ¿Qué condición, que
te calienta el sexo entre parientes? ¿Alguna vez fantaseaste con que tu esposo
se cogía a tu hijita?
Mi pene ya estaba
completamente erecto, llevé un poco hacia adelante el pecho de mi tía lo cual
hizo que mi miembro quedara justo contra la zona de su vagina, de inmediato
supe que no llevaba nada de ropa interior, ni siquiera en los pechos, donde ya
podía ver sus pezones marcándose en la tela. Su vulva se sentía suave y mi
glande podía adivinar los contornos que dibujaban sus labios vaginales.
- Mario debe estar
bien dotado – continué diciendo – seguro que si la agarra a Naty la parte al
medio. Ella tiene una conchita tan delicada… seguramente se la habrás visto
muchas veces. Con mi mamá también te debés cachondear todavía, no creo que se
te haya ido el gustito por ella, lo que a vos te molestó es que ella coja
conmigo y con vos no.
- Yo siempre pensé que
ella no quería hacerlo conmigo porque yo era mujer y era la hermana – mi tía
pegó más su cola a mi cuerpo, se frotó un poco contra mi pene – pero con vos lo
hizo, además vos me decís que también lo hace con mujeres, así que el problema
soy yo. Nunca le gusté.
- No pienses así, el
problema es que en ese momento ella no estaba preparada para dar semejante
paso.
- Y ahora que estoy
vieja, gorda y fea, menos va a querer.
- Estás muy equivocada
tía, tenés un cuerpo hermoso. Mirá las tetas que tenés – pasé mi mano por su
escote acariciando sus pechos, eran muy suaves.
- Están todas caídas –
tuve que liberar mi pene, la tela de nylon del pantalón me estaba lastimando.
- Para nada –
introduje una mano en lo profundo de la unión de esos grandes melones y agarré
uno desde abajo. Me costó poco sacar la teta hacia afuera – todavía están bien
paraditos y tenés lindos pezones – de hecho los tenía, eran marrones y bien
formados, estaban duros al tacto.
Apreté más mi verga
contra su vulva y el efecto fue mágico, sentí como mi glande se hundía entre la
carne, la tela de la calza era muy fina, se notaba que ya estaba desgastada por
el uso.
- Qué lástima que Naty
no haya heredado tus tetas tía, pero seguro tiene alguno de tus talentos –
podía sentir la humedad de su sexo transmitiéndose al mío – ella hace buenos
petes ¿eso lo heredó de vos? – sólo pregunté para mantener el morbo de la
situación.
- Si, yo también hice
muchos petes en mi vida, y no sólo a mi marido – me sorprendió su respuesta,
bajé la mano derecha por su vientre y la introduje un poco por el pantalón,
pero ella la apartó.
- ¿Cómo es eso? ¿Antes
de que se casaran? – tenía que aprovechar ese increíble momento de franqueza.
- Antes y después – intenté
colar la mano en su entrepierna pero ella me apartó una vez más.
- No te tenía en esas
andanzas, tía. ¿A quiénes se lo hiciste? – estaba muy interesado en el tema –
pensé que eras más… frígida – ese fue su punto débil, fue como mojarle la oreja
con saliva.
- No soy frígida, me
gusta comerme una buena verga de vez en cuando, para que sepas. Las frígidas no
hacen eso.
- No te creo – la
desafié.
- Que sí te digo –
intenté una tercer vez meterle la mano en el pantalón pero por tercer vez me
rechazó – ayer mismo, vinieron unos amigos de Mario para organizar el viaje de
pesca y en eso él se va con uno a comprar no sé qué mierda. Acá queda un tercer
amigo, uno grandote, como de dos metros. Te puedo asegurar que mi marido no
había llegado ni a la esquina que yo ya estaba arrodillada adelante del tipo,
haciéndole un pete. La tenía bien grande, se la comí toda – mi pene se estaba
enterrando dentro de su concha con calza y todo, ella estaba empapada – no me
entraba en la boca pero te puedo asegurar que ese no se olvida más de mí. Cuando
Mario volvió yo todavía estaba limpiándome el semen de la cara, por suerte lo
hice en el baño y él no me vio.
- ¿Y tu marido sabe
estas cosas?
- No, y no tiene por
qué enterarse. Y esa no fue la única vez – la calentura la hacía hablar de más
– También pasó algo en la fiesta de fin de año de mi trabajo – ella era
empleada pública, trabajaba en unas oficinas – Mario no quiso acompañarme, gran
error. Cuando terminó la joda dos compañeros me dijeron si no quería ir a tomar
un cafecito con ellos – deslicé con insistencia la mano hacia abajo y esta vez
no opuso resistencia, toqué su suave entrepierna hasta llegar a su clítoris,
que estaba duro y viscoso – qué cafecito ni cafecito. Apenas llegamos a la casa
del tipo se bajaron los pantalones. Me comí dos vergas juntas – recorrí el
centro de sus labios vaginales con los dedos, eran suaves al tacto y estaban
llenos de ese pegajoso líquido – me comí dos vergas juntas.
- ¿Y te dejaste coger?
- Obvio que me dejé.
La pasé bomba. ¿Ves que no soy ninguna frígida?
- ¿Entonces por qué
nunca usás escote o ropa atrevida?
- Que sea puta no
quiere decir que me tenga que vestir como una.
- ¿Te considerás una
puta?
- Me lo dijeron tantas
veces que ya lo tengo asumido. Además no tiene nada malo.
Ya no podía más, o la
metía en algún agujero o la metía en un balde lleno de cubitos de hielo.
Presioné más hacia adentro, no me animaba a calcular cuánto, pero sabía que
buena parte de mi verga ya estaba dentro de su concha, ella debía sentirlo
perfectamente, era como tener un preservativo hecho con fina y húmeda tela.
- El día que me viste
con mi vieja, te calentaste. ¿Fue por ver el culito de mi mamá lleno de leche o
por verme a mí la verga?
- Las dos cosas. No
podía creer lo abierto que estaba el culo de Graciela. A vos ya te la había
visto, la noche de la fiesta. Te estabas pajeando en el pasillo que da al baño.
No sé por qué. Te espié un rato pero como estaba oscuro me llevé por delante un
adorno… no sé qué mierda era.
- ¿Fuiste vos? Yo
pensé que había sido Naty.
- No, Naty fue
después, a tu cuarto. Me imagino qué habrá pasado, esa chica a veces me
desespera. Por eso le tuve que decir a Mario que nos vayamos. Tu mamá la fue a
buscar…
- Si, ya sé que pasó
después. ¿Te molestó que Naty me la chupe? Si vos sabés muy bien que ella hace
eso con bastante frecuencia – me estaba pegando a su cuerpo con gran fuerza.
- Pero esta vez era
distinto, era con vos – me aparté un poco y metí un dedo en su concha, ella
respiraba agitadamente pero no gemía, estaba caliente por dentro y era un mar
de flujos, su calza estaba mojándose toda en esa zona – es que cuando te la vi…
tan dura y grande – meneaba su cadera de un lado a otro – la quería… la quería
para mí. Me la quería comer toda.
Comenzó a menearse con
ganas haciendo que mi miembro se frotara por su cola y, especialmente, por su
conchita. Se estaba calentando muchísimo.
- ¿Me la vas a dar? –
eso me la puso aún más dura todavía, si es que eso era posible - ¿Me la vas a
meter toda? – metí dos dedos en su concha, esta vez si la oí gemir - ¿Me querés
coger Nico? – le agarré la teta que tenía suelta.
No esperó mi
respuesta, se fue bajando la calza de a poco, mi pene quedó entre sus nalgas,
sentí su suave agujerito trasero, me dieron ganas de presionar hacia adentro pero
recordé su rechazo al sexo anal. Retiré los dedos de su sexo y ella se inclinó
hacia adelante, bajando aún más su pantalón. No le di tregua alguna. Apunté y
penetré. Su vagina estaba tan suave, lubricada y dilatada que mi verga se clavó
hasta los huevos de un solo envión.
- ¡Ahhhhhh! Hace
cuánto que no me la metían así ¡Me gusta!
Apliqué toda mi
experiencia en el sexo en darle el máximo placer posible, en poco tiempo me di
cuenta que le encantaban las penetraciones profundad, así que sacaba mi pene sólo
un poco, le daba embestidas cortas manteniendo mi glande lo más adentro
posible.
- Uuuuyyy siiiii,
siiii
El chasquido de mis
nalgas chocando contra las suyas se escuchaba en toda la casa, si alguien
pasaba caminando por la vereda sin dudas se daría cuenta de que allí dentro
estaban cogiendo a una mujer. Mis dedos se hundían en las carnes de su cintura,
su cuerpo me parecía más cálido que el de mi madre o mi prima. Mi miembro se
movía dentro de su concha con total libertad, sobraba espacio allí dentro, la
muy puta la tenía bien abierta, me puse a pensar en todos los tipos que se la
habían cogido sin que su marido lo supiera. Esa idea sólo me calentó más.
- Dame, dame – ella
estaba en una posición muy incómoda, pero aun así pedía más.
Le di más. Empecé a
sacar más mi verga para darle fuertes estocadas, no me movía tan rápido como
antes pero se sentía increíble el sacarla toda y volver a meterla tan fácil.
Nunca había fantaseado con metérsela a mi tía, de verdad. Tal vez sea porque mi
madre acaparaba todas mis fantasías incestuosas, pero ahora me daba cuenta de
todo el potencial sexual que tenía Elvira. La estaba pasando de maravilla. Ella
me acompañaba con movimientos de cadera, además flexionaba un poco sus rodillas
para agacharse y luego subía otra vez. Después de un rato me dijo:
- Para un segundito,
pará.
Me detuve, supuse que
ya se estaba cansando de estar agachada de esa forma. Se quitó toda la ropa
mostrándome su robusto pero sensual cuerpo. Era muy hermosa, a su manera. No
tenía la cinturita de su hermana pero sí que tenía culo y tetas. Caminó hasta
su cuarto y la seguí casi pisándole los talones. Se puso en cuatro sobre la
cama y separó mucho sus nalgas con las manos, tanto que la concha se le abrió
por completo y hasta su rosado culito se estaba abriendo.
- Mostrame cómo le das
por la cola a tu mami.
- ¿Estás segura tía? –
estaba sorprendido.
- Sí, quiero que me
llenes el culito de leche, como a ella.
Ahí
estaba el por qué, Elvira no quería ser menos, estaba dispuesta a entregar la
virginidad de su culo con tal de no quedar debajo de su hermana y yo le iba a
cumplir su deseo. Me acerqué con la verga erecta, la lubriqué más con mi saliva
y la apunté a ese agujerito, presioné y sentí que el ano era elástico. Mi
glande entró con gran facilidad, presioné más y se clavó casi completa.
- Ahhhhh, ohhhhhh, que
bien se siente.
- ¿No te dolió? – mi
sorpresa iba en aumento.
- No, no me dolió
nada. Metela toda - la penetré por completo.
- ¿De verdad no te
duele? Supongo que no todos los culos son iguales.
- Se ve que no,
ahhhhh. Yo también estoy anonadada. Pensé que me iba a doler – comencé a
bombear lentamente – ahhhh, que bien se siente. Siii, que rico – aceleré más mi
movimiento – uhhhhh que ricooo es estoo. Ahhhh, si Nico seguí – ya le estaba
dando con todas mis fuerzas, sus gemidos se entrecortaban por mis clavadas, ese
culito estaba de lo más bueno – ohhhhh que delicia. No puedo creer que esto se
sienta tan bien.
- Y vos que no
querías… - mi respiración estaba muy agitada.
- Pero… Ahhhhh, pero
de verdad creí que me dolería mucho, tenía miedo. Me encanta, ahhhh – vi que se
estaba masturbando y que metía cuatro dedos en su abierta vagina - Ahhhhhh dame
más fuerte.
Si la señora lo pedía…
hice un gran esfuerzo por moverme más rápido. Parecía un conejo apareándose.
Sentía que la cadera se me iba a partir en cualquier momento pero los intensos
gemidos de mi tía me incentivaban. No podía detenerme. El morbo era demasiado.
Le estaba partiendo el culo a mi tía y a ella le encantaba. Estaba muy
calentito y suave por dentro. Unos cuatro o cinco minutos después le cumplí
otro de sus deseos. Llenárselo de leche. Descargué. Fue un gran alivio porque
ya sentía que la verga me iba a explotar. Bueno, de hecho lo hizo. Ella gimió
sin parar mientras yo le daba las últimas embestidas soltando todas mis
reservas de semen. Cuando la saqué vi casi de inmediato el líquido blancuzco
chorreando hacia afuera, su ano estaba dilatando con el mismo diámetro que mi
pene, pero de a poco fue cerrándose. Me tendí en la cama, a pesar de mi buen
estado físico me sentía bastante cansado. Ella siguió pajeándose un rato, con
cuatro dedos en su vagina y dos de la otra mano por el culo. Era una escena
cargada de erotismo. Tuvo un intenso orgasmo y cayó de cara sobre el colchón.
Jadeó un rato hasta que se reincorporó.
- Que increíble fue
eso Nico – dijo acostándose a mi lado – me encantó.
La vi sonreír como
nunca antes la había visto, estaba increíblemente bonita. Tuve un impulso y la
besé. Pensé que eso la molestaría pero no fue así, me respondió el beso con
gran cariño. Pasé de odiarla a quererla mucho en pocos minutos. Ella no era
mala, sólo era incomprendida.
- Que buen sobrinito
tengo – me dijo acariciándome las manos cuando el beso terminó.
- Y que buena tía
tengo yo. La mejor de todas.
- Obvio que la mejor.
¿Dónde vas a encontrar otra tía que te deje hacer estas cosas?
Pensé en la única tía
que tenía además de Elvira. Mi tía abuela paterna. Gertrudis, una vieja de 78
años que parecía una momia salida de algún antiguo templo Inca. Se me puso la
piel de gallina y mi pene quedó muerto al instante. Sentí que no se levantaría
ni aunque lo jalaran con cuatro caballos, como hicieron con Túpac Amaru II. Tuve
que esforzarme por apartar esa imagen de mi mente.
- Si, no se me ocurre
ninguna otra tía igual – sonreí – pero sigo sorprendido por lo de tu colita
¿Nunca lo hiciste por ahí?
- Mmmm, bueno… no
puedo decir que nunca lo haya hecho, pero no creo que eso tenga mucho que ver.
- Contame – me senté
en la cama de un salto, quería saber más sobre su vida sexual.
- Bueno, supongo que
después de todo lo que te conté ya no va a importar que te diga esto, sólo te
pido que no le cuentes a nadie. Ni a tu mamá – le aseguré que así sería – como
ya sabrás, a tu edad yo tenía una gran atracción por el sexo entre parientes y
tu mamá no fue la única con la que experimenté. Un día mi papá llegó borracho a
casa y se quedó tendido en la cama, mi mamá era enfermera y hacía turnos
nocturnos, así que no estaba. Yo me metí en puntitas de pie a la pieza de tu
abuelo con una idea fija en la cabeza, algo que hacía tiempo venía ocupando
todos mis pensamientos. Se la quería chupar. Metí la mano en su pantalón y
toqué un pene por primera vez en mi vida, me dio un poco de miedo pero estaba
tan excitada que seguí. En ese entonces no sabía cómo hacerlo, pero me las fui
ingeniando sobre la marcha. Primero le di unas lamidas, mi papá seguía K.O.
pero de a poco se le fue parando, sabía que lo estaba haciendo bien. Me lo metí
en la boca – hizo el gesto como si chupara una verga – y se lo comí todo.
Cuando me di cuenta de que no se iba a despertar se lo chupé con más ganas, me
encantaba. Era hermoso sentirlo tan duro dentro de mi boca, pero tengo que
decir que me asusté bastante cuando el semen salió, no sabía que pasaba, en esa
época yo de sexo sabía poco y nada. Sentí todo ese líquido espeso en mi boca y
no sabía qué hacer. Pero al final seguí chupando.
- ¿Te lo tragaste?
- Un poco sí, era
imposible no tragar, pero el resto lo dejé salir. Después a mi papá se le fue
bajando la erección y supuse que así terminaba todo. Me fui corriendo a mi
cuarto a masturbarme como loca.
- Que buena historia
tía, ¿pero qué tiene que ver con el culo?
- Esperá, a eso voy a
llegar. ¿Siempre sos tan impaciente? Resulta que la experiencia me gustó tanto,
pero tanto que quise repetirla. Pero la segunda vez no fui tan cuidadosa. Vi a
mi padre durmiendo en su cama y pensé que había bebido, pero sólo estaba
durmiendo. Hice lo mismo que la vez anterior, saqué su pene despacito y lo fui
lamiendo. Cuando estuvo duro me lo tragué y se lo chupé un rato. En eso veo que
él se despierta y me mira. Cómo habrá sido mi ingenuidad que lo primero que le
dije fue “¿Te gusta papi?” Me cruzó la cara de un cachetazo. Todavía me duele –
se acarició la mejilla izquierda – no me dijo nada. Me fui corriendo a mi
cuarto, pero esta vez fui a llorar. En los siguientes días mi viejo casi ni me
miraba y cuando lo hacía notaba el odio en sus ojos. Me sentía pésima, para
colmo hacía unos meses había pasado eso con tu madre. Estaba desecha.
- Sigo sin ver dónde
entra tu culo en todo esto.
- Pero la puta madre
Nico, te estoy contando. Callate y escuchá – no estaba enojada realmente – una
noche yo estaba durmiendo en mi cuarto y en eso escucho que abren la puerta
despacito. Encendí la lámpara y ahí vi a mi papá. Tenía la verga dura debajo
del pantalón. Yo estaba con un pijama y sin ropa interior, en esa época tenía
un cuerpito que era una ricura. Él se me echó encima y me hizo poner boca
abajo. Me bajó el pantalón hasta las rodillas y me lamió la vagina, lo hizo con
intensidad. No estaba asustada, al contrario. Pensé que él habría recapacitado
y sí quería tener sexo con su hijita. Yo deliraba de placer y gemía mucho,
después empezó a lamerme el culo, me gustó y se notaba que a él también le
agradaba. Lo que no entendí fue cuando me metió un dedo por ese agujerito. Ni
siquiera sabía que existía eso del sexo anal. Me ardió un poquito pero no dije
nada. La cosa es que después me arrimó con fuerza y el culito se me fue
abriendo, me ardía cada vez más y me dolía y fue peor cuando la verga entró.
Casi me desmayo del dolor, pero no grité. Se tendió sobre mí y me agarró las
tetas por abajo del pijama. Empezó a darme por la cola con fuerza, me estaba
matando pero yo no desperdiciaría la oportunidad, intenté disfrutarlo al
máximo, hasta le pedía que me la metiera más fuerte. Lo cierto es que estuvo
mucho rato culeándome sin parar y a mí me empezó a gustar, casi tanto como
cuando me lo hiciste vos ahora, pero sí me dolía y mucho. Me hizo poner en
cuatro y me desnudó toda. Ahí me dio con más fuerza. Estaba tan caliente que
empecé a pajearme. Yo no podía creer que todo ese pedazo de carne pueda entrar
por ahí. Cuando estaba por acabar me agarró fuerte de los pelos y me obligó a
tragarme su verga. Descargó todo dentro de mi boca. Me llenó de semen y me
decían “Tragalo puta, tragalo” La verdad es que ahí me asusté, me estaba
ahogando, no podía tragar tan rápido y él estaba siendo muy rudo conmigo.
Cuando me la sacó pensé que al fin se terminaba todo y pude respirar otra vez.
Lo que no sabía es que lo peor estaba por venir. Me tiró sobre la cama y me
abrió las piernas. Todavía la tenía dura. La metió en mi vagina y presionó tan
fuerte que me desvirgó. Me dolió tanto que quise gritar, pero él me tapó la
boca con la mano. Empecé a llorar mientras él me cogía con rabia. Por suerte
este tormento no duró mucho, él se cansó y me la sacó. Antes de dejarme sola en
un mar de lágrimas y con un hilito de sangre saliendo de mi sexo me dijo “Para
que aprendas a no jugar con fuego, puta de mierda”. Se fue de mi cuarto. Supe
que me la había metido como castigo. Me sentí peor que antes, había sido
rechazada por dos miembros de mi familia. Él nunca supo cuánto me gustó lo que
hizo por la cola, pero ese gusto quedó completamente arruinado con el maltrato
que le siguió. Desde esa vez me negué siempre al sexo anal.
La historia me venía
gustando y me parecía excitante hasta que contó cuando su padre le arrebató la
virginidad, eso había sido una violación. Sentí mucha pena por ella. La abracé
fuerte.
- No importa tía,
ahora las cosas son diferentes. Ahora si podés disfrutar del sexo, hasta podés
hacerlo por atrás – no sabía si ese era el mejor argumento pero tampoco se me
ocurrió otra cosa.
- Si es cierto. Lo
disfruto mucho.
- Pero de verdad no
creo que eso influya mucho en tu dilatación actual. Pasó hace muchísimos años.
Pero muchísimos.
- ¡Hey, que no estoy
tan vieja carajo! – me alegró verla reír otra vez - De hecho esa no fue la
última vez que lo hice por atrás.
- ¿Ah no, hay más
todavía?
- No te olvides que
soy muy putita - se rio – ese gusto
nunca se lo di a mi padre, al contrario. Me dije a mi misma que tomaría a los
hombres como objetos sexuales – me sentí un objeto sexual y me importó tres
carajos – esto pasó una noche en la que Mario organizó una cena con sus
amigotes en casa. Naty era chiquita todavía y dormía en su cuarto. A mí la cena
me aburrió bastante, no hacían más que hablar de fútbol y mujeres, como si yo
no estuviera ahí. Para colmo se tomaron todo lo que había en la casa,
especialmente Mario. Me fui a mi cuarto y estuve mirando televisión un buen
rato. Cuando salí para ver si ya se habían ido me encontré con los cinco amigos
de mi marido fumando, hablando y tomando. Mario estaba desmayado en el sofá. Te
juro que pensé que ya no había nadie, por eso salí en camisón, para colmo era
bastante transparente. Los tipos me miraron toda. Yo me hice la boluda y fui a
buscar agua a la heladera, después volví a mi dormitorio.
- No me digas que…
- Te digo que te
calles y escuches – me dio un golpe en la pierna – diez minutos después entra a
mi pieza uno de los amigos de Mario, un tipo morocho y algo panzón, ni me
acuerdo el nombre. Yo estaba despatarrada en la cama con toda la concha a la
vista. Me asusté un poco, pero en cuanto el tipo se tendió en la cama y empezó
a chupármela, me relajé. Ahí supe lo que pasaría esa noche y yo lo disfrutaría
al máximo. Uno por uno fueron pasando. Me cogieron como nunca antes en la vida.
- ¿Te enfiestaste con
cinco tipos a la vez? – no lo podía creer.
- No, a la vez no. Te
dije que fueron entrando uno por uno. Me sentía la prostituta barata del
barrio. Cuando entraban me los atendía muy bien. Se las chupaba, me los
montaba, dejaba que me la metieran cuatro. Me sobaban las tetas. Me sentía una diosa
romana del sexo. La cosa es que cuando estaba garchando con el cuarto tipo, el
quinto entró a la pieza, estaba re impaciente, ya la tenía re dura. Y bueno… se
la empecé a chupar mientras el otro me daba, la concha ya me ardía de tanta
verga que me habían metido. Pensé que sería sólo eso, que yo se la chuparía un
rato a uno mientras el otro me la metía, pero en cuanto estaba montada sobre
uno, el otro se me acercó por atrás y me la encajó en el culo. Le pedí que por
favor no lo hiciera, pero fue inútil.
- Eso te pasó por
puta.
- Y a mucha honra –
dijo sacando pecho – la cosa es que estos dos, en lugar de hacérmela fácil,
estuvieron cogiéndome un montón de tiempo. No te imaginás cómo me dolía el
culo. Peor que cuando mi viejo me la metió. Para colmo se cambiaban de lado y
ninguno de los dos me la metía de la misma forma, pero sí lo hacían fuerte
- ¿Y a vos todo eso te
gustó?
- No te voy a mentir,
me calentaba mucho que me dieran de a dos a la vez, nunca lo había hecho. Hasta
me los monté un rato a cada uno usando sólo el culo. Me lo maltrataron
bastante, pero en el momento de calentura no pensé. Después me arrepentí de
eso. Por fin cuando acabaron me dejaron ahí…
- Toda enlechada y
reventada.
- Algo así. Lo peor
fue que al otro día me dolía todo, especialmente el culo. No podía ni sentarme.
A la noche siguiente tuve que tomarme una pastilla para poder dormir, porque de
a ratos me dolía. Por suerte la pastilla era bastante fuerte, dormí re bien.
Pero cuando me desperté me seguía doliendo. Pensé en ir al médico, creí que me
habían fisurado el culo, pero el dolor no era tanto, más bien era como un
ardor, una incomodidad. Al menos podía dormir bien en la noche gracias a las
pastillas y unos días más tarde el dolor se me fue solo.
- ¿Y no te dieron
ganas de volver a hacerlo por atrás?
- No, para nada. Hasta
hoy. Mario vivía pidiéndome que lo dejara metérmela por atrás, pero la idea de
que me doliera tanto me espantaba. Lo que no entiendo es por qué no me dolió
esta vez.
- Tal vez fue porque
esta vez estabas relajada y sí querías que te la metieran por ahí.
- Si, puede ser. Lo
cierto es que me encantó. No me duele nada, al contrario, todavía tengo una
linda sensación en la cola. Creo que ahora si le voy a dar el gusto a mi
marido. Quiero que me den otra vez por atrás – giró sobre la cama dándome la
espalda.
No tuvo que decir más.
Nos echamos el segundo polvo de la noche. Ya la tenía bastante dura por
escuchar esas anécdotas. Se la metí con mayor facilidad. Lo hicimos de
cucharita y no dejé de toquetearle las enormes tetas mientras lo hacía. Ella
aprovechó la posición para hacerse tremenda paja. Cuando giró un poco su cabeza
hacia atrás me le acerqué y la besé en la boca. Nos quedamos fundidos en un
beso hasta que acabé, pero no saqué la verga, la dejé dentro hasta que ella
también tuvo su orgasmo.
Vi que se me había
hecho muy tarde. No quería quedarme toda la noche por miedo a que mi tío
volviera de forma inesperada. Me acomodé la ropa y le dije a Elvira que ya me
iba.
- Bueno tía, me alegra
que ya esté todo bien. ¿Vas a hablar con mi mamá?
- No Nico, no te
confundas. Tu madre nunca me pidió perdón por lo que me hizo y yo no pienso ir
a rogarle porque me perdone – ahí estaba otra vez su inquebrantable orgullo.
- Está bien – no
insistí porque al menos ahora estaba seguro de que ella no divulgaría lo de mi
relación con mi madre.
Ya estaba por salir a
la calle cuando vi que mi tía revolvía en una cajita llena de medicamentos.
Como notó mi mirada me dijo:
- Quiero ver si me
quedan pastillas para dormir. Me acostumbré a usarlas. Me cuesta mucho dormir
si no las tomo.
Allí fue cuando se me
prendió la lamparita.
- ¿Al tío Mario no le
molesta que tomes tantas pastillas para dormir?
- No para nada, a
veces él me las trae disueltas en un vaso con agua. En ese sentido Mario es muy
servicial.
- Ahí tenés el motivo
por el cual tenés el culo tan abierto. Andá a saber cuántas veces te la metió
por atrás mientras vos estabas re dopada con las pastillas.
Se le cayó la caja de
los medicamentos.
- ¡Qué hijo de puta!
Me fui riendo por lo
bajo dejando a mi tía calcular cuántas veces le rompieron el culito mientras
dormía.
Fin del Capítulo 7.
Continúa en el Capítulo 8
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