Me niego a ser Lesbiana (12).

Capítulo 12




Los centellantes ojos de mi madre se clavaron en mí y un tremendo escalofrío me cruzó la columna vertebral. Conocía a esta mujer como si me hubiera parido, sabía muy bien que si ella decidió echarme de la casa, lo decía muy en serio. En ese momento me percaté de que no estábamos solas, allí se esfumó la más pequeña de mis esperanzas, mi padre me miraba desde un sillón con el ceño fruncido, si él también estaba de acuerdo con la decisión tomada por Adela, entonces ya no había más que hacer, era palabra santa.

-Pero… ¿por qué? –pregunté temblando como una hoja en otoño.
-Porque no pienso mantener a una lesbiana –la voz grave de mi padre me afectó tanto como un golpe de martillo en la frente- ¿acaso pensabas que nos íbamos a quedar de brazos cruzados mientras vos gastabas nuestro dinero para acostarte con mujeres?

En ese momento recordé el video que comprometía a mi madre, sacarlo a la luz en este momento podría ser una mala estrategia, tal vez sólo conseguiría que mis padres se enfaden más y que mi familia se desmorone completamente. Debía pensarlo bien antes de actuar.

-¿Se olvidan de que soy su hija?
-Para mí es como si no lo fueras –intervino mi madre- una hija mía jamás haría algo como esto.
-¿Y qué haría una hija tuya? –me estaba enfadando- no seas hipócrita mamá, que vos estás lejos de ser perfecta.
-Puede que yo haya cometido errores en mi vida, pero Dios me los va a perdonar, hasta el mismo Jesús tropezó una vez…
-¡Sacate un poco la biblia de la boca mujer, hablá por vos misma! –Le recriminé.
-¡Lucrecia! –Mi padre se puso de pie de un salto- no te voy a permitir esas faltas de respeto hacia tu madre y mucho menos hacia Dios -apreté las muelas hasta que chirriaron, sabía que nunca podría sacarlos del contexto religioso- por lo que me contó tu madre lo tuyo se transformó en una práctica común en tu vida, estás viviendo en libertinaje y pecado Lucrecia.
-¡Mamá también lo hace! No es ninguna santa.
-Tu madre me contó de su caída en la tentación, apeló a la verdad y buscó el perdón de Dios, si Dios la perdona yo también puedo hacerlo, pero vos Lucrecia ¿hace cuánto que no entrás a una iglesia?
-En eso se equivocan, fui muchas veces a la iglesia, hasta tengo una buena amiga que es monja –no iba a decir que fantaseaba con acostarme con ella pero esperaba que eso me ayudara un poco en la defensa- nunca dejé de creer en Dios- eso era cierto- sólo que yo no lo expreso de la misma forma que ustedes.
-¿Y cómo lo expresás? –Preguntó mi madre- ¿acostándote con mujeres? Si es cierto que tenés una amiga monja espero que ella pueda ayudarte y que no la corrompas con tus demonios, Lucrecia.
-¿Qué demonios mamá, de qué mierda hablás?
-¡Basta Lucrecia! –Mi padre se acercó a mí de forma amenazante- te prohíbo que le hables de esa forma a tu madre.
-¡Vivimos en un país libre papá! Vos no podés prohibirme nada, puedo decir lo que quiera y lo hago porque tengo libre albedrio, ¡pero qué digo! Como si ustedes supieran lo que es eso –ahora sí estaba furiosa- pueden juzgarme por ser lesbiana, pero quitando eso no tienen nada en mi contra, yo hago todo lo que tengo que hacer, estudio y tengo las mejores calificaciones de todo mi curso –éstas sólo se comparaban con las de Lara.
-A la Universidad la pagamos nosotros –mi padre solía ser un hombre tranquilo, por eso intimidaba tanto cuando hablaba seriamente- todo te lo damos nosotros Lucrecia, hasta te acercamos a Dios para que puedas vivir feliz ¿así es como nos pagás todo lo que hicimos por vos? Actuando de forma enfermiza. La unión de dos personas debe ser entre un hombre y una mujer y debe estar orientada a la ayuda mutua, la procreación y educación de hijos.
-¡Y coger papá, coger mucho! ¿Acaso me vas a decir que tuvieron dos hijas por ósmosis, bien que ustedes habrán… -no pude terminar la frase, un fuerte cachetazo de mi madre me hizo girar bruscamente la cabeza.
-Andate Lucrecia –me extrañó que Adela no estuviera gritándome- y no vuelvas hasta que hayas encontrado el camino correcto. Nos duele en el alma hacer esto, pero tenés que aprender que se pagan las consecuencias por nuestros actos. Prefiero que las pagues ahora y no durante toda la eternidad.
-Ustedes saben muy bien que si me voy no vuelvo nunca más –dije con los ojos llenos de lágrima- si mi familia no me quiere aceptar como soy, entonces no son más mi familia. El miedo de ustedes es que Dios los castigue por mis pecados, por eso prefieren deshacerse de mí, como si yo fuera una leprosa.
-Espero que allá afuera encuentres el perdón de Dios Lucrecia –fue lo último que me dijo mi padre antes de marcharse, mi madre lo acompañó y me quedé sola en medio de la sala con los ojos bañados en lágrimas y una caja llena de juguetes sexuales en las manos.


****


No sabía dónde ir, el taxista no dejaba de preguntarme si iría a una terminal de ómnibus o a un aeropuerto mientras yo intentaba contener las lágrimas, no quería llorar delante de un desconocido, por más que éste hubiera tenido la amabilidad de ayudarme a subir todas mis valijas. No tuve más remedio que decidir y lo primero que se me ocurrió fue dar la dirección de Lara. Aún no asimilaba los grandes cambios que había sufrido mi vida.

Cuando mi novia me vio parada en la puerta de su casa rodeada de maletas y con la cara empapada por las lágrimas no entendió nada, ni siquiera me saludó. No la culpo, yo también hubiera reaccionado de la misma forma, es decir, sin reacción en absoluto. Me abalancé sobre ella y la rodeé con mis brazos, necesitaba que alguien me diera un poco de contención o explotaría. La calidez de su abrazo me sedó lo suficiente como para cortar los espasmos producidos por el llanto.

-¿Qué pasó, mi amor? –me preguntó casi en un susurro para que sus padres no pudieran oírnos.
-Me echaron de mi casa –enjugué mis lágrimas con la corta manga de mi remera- y no es cosa de un día o una semana. No voy a poder volver nunca más.
-Esperá Lucrecia, no creo que sea para tanto…
-Es que no conocés a mis padres, valoran más todo lo que la biblia les dice que a sus propias hijas. Se llenan la boca hablando de amor, perdón y comprensión pero son incapaces de ponerlo en práctica.
-Bueno, intentá tranquilizarte. Vamos adentro.
-¿Qué le vas a decir a tus padres?
-La verdad, que te peleaste con tus viejos y te echaron.

Lucio, el padre de Lara me reconfortó mucho con sus palabras mientras mi novia y su madre trasladaban mis maletas al cuarto. Me dijeron que intentarían ayudarme, dentro de sus posibilidades. De verdad era un hombre muy bondadoso y me agradaba tenerlo como suegro, aunque él no lo supiera. Cuando Lara terminó de acomodar mis cosas me hizo señas para que me uniera a ella.

Nos encerramos en su dormitorio y nos sentamos en la cama, normalmente me hubiera tirado arriba de ella, para desnudarla y hacerle el amor, pero en este momento mi libido se encontraba abatida y achicharrada. Me perdí mirando sus ojos negros y agradecí a Dios el haber puesto a una mujer como ella en mi camino.

-Contame que pasó –me dijo acariciando mis manos.
-Mi mamá habló con mi papá y le contó que soy lesbiana, también le contó lo que le pasó en la fiesta. Él ya lo sabe todo y la perdona, en cambio es incapaz de mostrar conmigo la misma tolerancia.
-¿Qué, cómo puede ser? ¿Después de las cosas que hizo tu mamá, él la perdona así sin más y a vos te echa de la casa a patadas?
-Sí, exactamente así. Me dijo que lo mío no era un “tropiezo” como lo de mi madre, que yo lo hacía de forma constante y eso era mucho peor.
-¿Vos pensás que tiene razón?
-No, para nada. No voy a cambiar algo de mi vida que me costó tanto asimilar justo cuando más lo estoy disfrutando, ya no veo nada de malo en ser lesbiana, al contrario, me siento cómoda y vos me hacés muy feliz –le di un suave beso en la boca- gracias por ayudarme, sé que esto no debe ser nada fácil para vos.
-De eso te quería hablar. Conozco a mis viejos tanto como vos a los tuyos, si ellos se enteran de mis preferencias sexuales, tal vez me echen de la casa, si es que tengo suerte y no me matan primero. El problema no es tanto mi papá, pero mi mamá, así de buena como la ves, es sumamente homofóbica. Se la pasa criticando a gays y lesbianas por igual.
-No sabía eso Lara. Debe ser muy difícil convivir con todo eso.
-Sí que lo es, ¿imaginate si se entera que somos novias o que me acostaba con mi profesora? La reacción de tu mamá te parecería un berrinche de nene chiquito al lado de esto.
-No quiero que a vos te pase lo mismo, por nada del mundo. Va a ser mejor que me vaya…
-Esperá –me detuvo en cuanto me puse de pie- te podés quedar por un par de días, hasta ahí nos servirá la excusa de la amiga a la que echaron de su casa, mis viejos no son tan malos, tampoco te dejarían viviendo en la calle, pero mantengamos los motivos lésbicos fuera de escena. Tenemos que darles otra excusa y eso va a estar muy difícil, porque ellos saben muy bien que sos una chica ejemplar.
-Una chica ejemplar que se acuesta con cuanta mujer se le cruza en el camino.
-Eso mismo, pero ejemplar al fin. Como te dije, sacando el tema de la sexualidad, no hay nada que tus viejos puedan reprocharte. Nada.
-¿Y si les decimos que estoy embarazada y que no sé quién es el padre?
-No se lo creerían tan fácil, menos viniendo de vos, pero eso no es lo más importante ahora. Tenemos que pensar dónde podes quedarte de ahora en más. ¿No se te ocurre nada, algún pariente que te pueda ayudar?
-Mi familia es tan estricta como mis padres, o más. Tengo un tío que diácono, así que imaginate. ¡Ya sé! –grité de pronto- mi prima Leticia.
-Lucrecia, Leticia, Abigail ¿De dónde saca los nombres tu familia?
-Al menos no me llamo Talia –ese era el segundo nombre de Lara.
-No empecemos con los segundos nombres porque salís perdiendo, y por mucho. Si me provocás mucho mañana lo ves empapelado en toda la Universidad.
-¡No! Con lo que me costó que lo borren de la lista de asistencias –en este momento odiaba mi segundo nombre casi tanto como a mis padres. 

Estas bromas me tranquilizaron mucho, me hicieron ver que por más que mi vida se haya ido al garete, aún me quedaba cierta esperanza, Lara tenía la gran habilidad de hacerme olvidar todos mis problemas, le sonreí ampliamente y no pude contener el impulso de besarla en la boca. Ella me respondió con su característica pasión.

-Te amo Lara, gracias por cuidarme tanto.
-No considero que te esté cuidando, me gustaría que te quedaras a vivir conmigo, pero no se puede. Ah, y yo también te amo –apretó mi mano izquierda entre sus dedos- Ahora contame cómo es el asunto con tu prima ¿creés que te pueda dar asilo?
-Espero que sí, ella es la hija de un primo de mi mamá y no es tan aficionada al catolicismo como el resto de mi familia, además vive sola en un departamento bastante grande. No es que eso ya la obligue a darme albergue, pero si le voy con una buena excusa, dejando el tema lésbico de lado, voy a poder quedarme al menos un tiempo.
-¿Pensás que tus padres pongan al tanto a tu familia sobre tu “problemita”?
-No creo que lo hagan, eso significaría una vergüenza total para ellos. Es más, ya me los imagino pensando en algún motivo para usar como excusa cuando alguien pregunte por mí en las reuniones familiares.
-Entonces ahí tenés tu excusa, ellos mismos te la van a dar.
-¿Pero cómo hago para averiguarla?
-Tu hermanita. ¿O ella también te odia? –en ese momento recordé a Abigail, ella podría ayudarme.
-No, al contrario. Sabe que me gustan las mujeres y no se escandalizó para nada. En cuanto pueda, la voy a llamar.



*****

Esa noche no hubo sexo, no sólo porque no me sentía animada para hacerlo sino también porque era sumamente riesgoso con los padres de Lara dando vueltas por la misma casa, aún no se nos pasaba el susto de aquel primer intento que fue interrumpido por su padre cuando éste llamó a la puerta.

Al día siguiente llamé a mi hermana con la esperanza de obtener alguna respuesta.

-Hola Abi, soy Lucrecia.
-¡Hermana! ¿Qué pasó, es cierto lo que dice mamá? ¿Ya no vas a vivir con nosotros?
-Al parecer es cierto, pero ¿te dijeron por qué motivo es?
-Porque sos lesbiana.
-¿Eso te dijeron ellos?
-No, eso lo sé yo. Mamá dice te corrieron porque les robaste dinero. Eso no se lo cree ni ella, vos serías incapaz de hacer una cosa así. Además, ¿por qué irías a robar si tenías acceso a las tarjetas de crédito? A vos te dan más límites que a mí.
-Lo cual me parece injusto, yo les dije que vos te merecías lo mismo, mil veces. Me alegra que haya puesto esa excusa, porque es mala y la gente va a sospechar que no es cierta, va a quedar como una mentirosa.
-Sí, es una vieja de mierda –la iba a retar por hablar así de su madre pero yo pensaba igual en este momento- ¿Dónde te estás quedando?
-En la casa de mi novia –con ella podía ser honesta- pero es sólo por unos días. Después pensaba visitar a Leticia y preguntarle si me puedo quedar con ella.
-¿Querés que la hable? Le puedo decir que mamá se inventó toda esa excusa porque está loca, Leticia se lo va a creer, sabe que la familia está llena de locas. A veces me siento la chica más normal del mundo cuando estoy rodeada por la familia, no lo digo por vos Lucre, vos podés estar con mujeres pero eso no quiere decir que estés loca.
-Gracias hermanita –hacía mucho que no nos llevábamos tan bien- no sabés lo bien que me hace saber que estás de mi lado.
-Obvio que estoy de tu lado. Sos la única que me agrada de todo este manicomio. Mamá ya a va a pagar por lo que te hizo, ya se me va a ocurrir algo –conociéndola se le podía ocurrir cualquier disparate, incluso varios peligrosos.
-Espero que no sea como esa vez que le cambiaste los perfumes por kerosene.
-Eso fue gracioso y se lo merecía. Me reí mucho cuando se puso perfume durante la fiesta y todos la miraron raro.
-Pero también fue peligroso Abi, ¿mirá si se hubiera prendido fuego?
-Hubieran creído que Satanás vino a reclamar por su alma pecadora –me hizo reír porque es justamente lo que hubiera pensado mi familia- además bien que me castigó después, no pude ni mirar por la ventana durante casi un mes –me aterraba la idea de que ella pudiera hacerle una broma peligrosa a mi madre pero por otro lado quería verla sufrir un poco.
-Está bien hermanita, lo dejo en tus manos, pero no te excedas. Medí las consecuencias.

Sabía que era todo un juego de niños y que era una forma muy inmadura de vengarse, pero la mayoría de las cosas que Abigail le hacía sufrir a mi madre, eran muy graciosas y a veces hasta lograba escapar airosa del castigo.

Me despedí de ella y busqué a Lara que estaba leyendo un libro en el patio mientras esperaba por mí.

-Al parecer les robé dinero –le dije sentándome a su lado en el bello y colorido jardín.
-¿¡Qué!? ¿Eso fue lo mejor que se les ocurrió? –cerró el libro y lo dejó sobre una mesita.
-Sí, mi madre no es una persona con mucha creatividad. Lo bueno es que pocos le van a creer y va a quedar como una mentirosa.
-No sólo eso, sino que todavía tengo el video de la fiesta –abrí grande los ojos, ya me estaba olvidando de eso.
-Eso no va a servir para que vuelva a mi casa, pero te juro que tengo tanta bronca que sería capaz de mandárselo a toda mi familia.
-No te precipites Lucrecia, yo diría que lo guardes y veas qué provecho podés sacarle en el futuro.
-Tenés razón, algo útil vamos a hacer con eso. Espero que mi prima no tenga problemas de recibirme en su casa. Lo que más me duele de todo esto es que voy a tener que dejar la Universidad.
-No podés hacer eso Lucrecia, sólo te queda un año y medio para recibirte.
-¿Pero cómo voy a pagar por la cuota, vos sabés lo que cuesta?
-Lo sé muy bien, pero también sé que podrías pedir una beca, con tus calificaciones y por haber pagado a término durante estos años, no creo que te echen a patadas.
-De todas formas me voy a tener que buscar un trabajo. No sé de qué, no se me ocurre nada, pero ya no quiero depender de nadie.
-Yo te voy a apoyar en todo lo que pueda –me acarició un brazo disimuladamente, no la besé porque sus padres andaban cerca.


*****


Leticia vivía en un departamento ubicado en pleno centro de la ciudad. Si bien el barrio en el que yo vivía era más lindo y tranquilo, aquí te daba la sensación de tener todo cerca, comercios, oficinas, edificios gubernamentales, etc. Me pareció prudente no llegar con todas las maletas a cuesta, primero necesitaba saber si ella estaba dispuesta a darme hospicio durante unos días, al menos hasta que consiguiera algo propio.

-Hola Lucrecia, te estaba esperando –me saludó apenas abrió la puerta.
-¿Ah sí?
-Sí, Abigaíl llamó hace un rato y me contó lo que pasó. No te quedes ahí parada che, entrá y ponete cómoda.

Cuando ingresé a su departamento me quedé maravillada con lo bonito y espacioso que era, sólo lo había visto una vez, el día en que la ayudé con su mudanza y ya me pareció un buen sitio para vivir, pero ahora con cada cosa en su lugar la impresión aumentaba. Tenía un juego de living que mi madre envidiaría, a pesar de que los sillones fueran negros, pude ver un gran televisor LED colgando de la pared y varios parlantes que conformaban un home theater muy bueno. Seguramente Leticia no pasaba hambre, pero ella tenía un buen trabajo y podía permitirse estos lujos, además sabía muy bien que su padre la ayudaba con los gastos mensuales. Me senté en uno de los mullidos sillones y aguardé nerviosa, no sabía cómo plantear la petición.

-¿Querés tomar algo? –me preguntó cortésmente.
-No gracias, de hecho venía a pedirte otra cosa…
-Si lo que querés es quedarte acá por unos días, te digo que no hay ningún problema. Podés hacerlo cuando quieras, por el tiempo que necesites –le sonreí ampliamente, no creí que sería tan fácil.
-Te prometo no abusar de tu generosidad, lo primero que quiero hacer es buscar un trabajo.
-Creo que lo primero sería intentar aclarar las cosas con tu madre –se sentó frente a mí mientras acomodaba su fino y largo cabello castaño.
-Eso ya no tiene arreglo. Me sentí completamente humillada, no sólo por la actitud de mi madre, sino también porque mi padre la haya apoyado –era la pura verdad, sólo que no aclaraba el motivo de la disputa.
-Te soy sincera, yo tampoco creería que eso del robo fuera cierto, mucho menos si Abigail piensa igual.
-Es que es totalmente inverosímil, mi madre está completamente loca.
-¿No será ella la que se guardó plata de más y te culpa a vos? –me sorprendió mucho la acusación de mi prima.
-No creo, yo pienso que será un error de cálculos, a veces manejando tanto dinero puede que queden cosas sin corroborar. Pero te juro que yo nunca toqué un centavo sin su autorización. Ella me daba todos los meses un monto a gastar y yo nunca llegaba a consumirlo todo. ¿Por qué tendría la necesidad de robarle?
-Te creo Lucre. Estoy muy indignada con esta situación, hacerte algo así a vos, que sos tan buena. Si fuera que te vio con diez novios distintos, bueno la entendería, pero acusarte de esa manera sin tener pruebas, me parece un total disparate.

¿Diez novios? Bueno, no sé si llegarán a diez, pero la palabra correcta sería “novias”. Apreté la tela de mi pollera por los nervios, debía mantener oculta la verdad todo el tiempo posible. Mi prima no era tan cerrada mentalmente como el resto de mi familia pero aun así tenía sus límites.

Le agradecí a Leticia por su generosidad y le aseguré que intentaría molestarla lo menos posible. Esa misma tarde trasladé todas mis pertenencias hasta su casa, lo mejor de todo era que no debíamos compartir habitación, eso me hubiera puesto en una situación sumamente incómoda, mi prima no era tan prima y no podía evitar notar lo atractiva que era como mujer, el estar durmiendo en una misma cama con ella activaría mis instintos predadores lésbicos, en cambio sí manteníamos la distancia, me sería mucho más sencillo controlarme.


*****

Al cuarto día de mi nueva vida, ya instalada en la casa de Leticia, decidí asistir a algunas entrevistas laborales que se llevarían a cabo durante el transcurso de la mañana. Me arreglé lo mejor que pude para mantener un aspecto formal pero a la vez atractivo. Sabía muy bien que la belleza suele jugar a favor, hasta en entrevistas de trabajo, aunque los empleadores no quieran admitirlo. Me puse una discreta pollera negra que me cubría hasta las rodillas y una formal blusa verde tornasolado que reservaba para situaciones como ésta.

Mi prima me ayudó a averiguar sobre las direcciones de las oficinas que pedían una nueva empleada. El primer sitio al que fui me inhibió totalmente. Estuve a punto de dar media vuelta y regresar al departamento al ver esa inmensa fila llena hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, que aguardaban su turno para la entrevista. El proceso me pareció totalmente inefectivo, al menos en cuanto a organización se refería, porque atender uno por uno a quien se postulara llevaría tiempo y esfuerzo, pero de esta forma lograban justamente, inhibir al solicitante. Uno veía toda esa gente y ya se sentía una hormiga más en el hormiguero. Desde el inicio te dejaban en claro una cosa, aunque te contrataran, había mucha más gente dispuesta a ocupar tu lugar de trabajo.

Estaba tan aterrada parada en esa fila que ni siquiera miré atentamente a la gente a mí alrededor, para mí éramos todos parte del mismo enjambre. Avanzamos tan lento que pensé que la noche me encontraría aun esperando a que me atiendan. Ocasionalmente podía ver a alguien abandonando el edificio y a algunos impacientes que dejaban la fila, cada vez que esto ocurría me alegraba un poco porque eso significaba que se reducía la competencia.

Cuando por fin llegó mi turno de estar primera en, lo que yo creía, la fila más lenta del mundo, me hicieron pasar a un hall de espera y la sorpresa me paralizó en cuanto entré.

-¡Tatiana! ¿Qué hacés acá? –saludé a mi buena amiga sin poder dejar de sonreír.
-¡Lucrecia! ¿Qué hacés vos acá? Creo que sos la persona que menos esperaba ver.
-¿Por qué lo decís? –me senté a su lado ignorando al resto de los presentes.
-Es que… no te ofendas… pero vos no tenés tanta necesidad de trabajar.

Allí recordé que en estos días me había olvidado por completo de mis amigas, no le había contado a ninguna sobre el problema que tuve en mi casa y que las cosas en mi vida habían cambiado drásticamente. No quería amargarme antes de la entrevista así que preferí no contarle en este preciso momento.

-Puede ser, pero la verdad es que me gustaría ser más independiente, tener mi propio dinero.
-Sí, eso es lo mejor, porque no dependés de nadie. Espero que estén tomando mucha gente, me vendría muy bien tener este trabajo ¿Te imaginás que genial sería si trabajáramos juntas? –no pudimos evitar reírnos.
-Corromperíamos a más de una –le dije al oído.

Nos llamaron uno por uno a las entrevistas en tres oficinas diferentes, Tatiana entró primera y me prometió que luego esperaría por mí, así nos íbamos juntas. Luego de unos veinte minutos salió de la oficina con una amplia sonrisa, su entrevista duró más tiempo de lo normal, por lo que pude calcular. Me llamaron y entré al mismo sitio que abandonó mi amiga sonriéndole al pasar junto a ella.

-Buenos días, tome asiento –me dijo un hombre de cabello entrecano que me miraba desde atrás de unas gafas de montura plateada.
-Buenos días mi nombre es Lucrecia Zimmermann –le dije con una amplia sonrisa mientras me sentaba.
-¿Qué edad tiene señorita? –me preguntó al mismo tiempo que tomaba una copia de mi Curriculum Vitae.
-Tengo 23.
-Aja… -hojeó la primera página y comenzó a asentir lentamente con la cabeza, luego volteó la hoja y allí vio un certificado que indicaba mis promedios universitarios- impresionante. Nosotros buscamos algo como esto, tenemos un puesto de medio tiempo que es ideal para estudiantes.
-Perfecto, es justamente lo que estaba buscando.
-De verdad me sorprenden tus calificaciones, pensé que la chica anterior era excepcional pero esto excede lo que imaginaba.
-¿La chica anterior?
-¿Eh? –me miró a través de los gruesos cristales- ah sí, la que salió antes de que usted entre. También tiene unas calificaciones muy buenas y al parecer necesita el trabajo.
-Sí, lo sé muy bien, es mi amiga –se sorprendió al escuchar esto- ¿Cuántos cupos hay para estudiantes?
-En este momento solo uno y si todo sale tan bien como lo que tengo en mis manos –sacudió la copia del Curriculum- puede que ese puesto sea suyo.
-¿No dijo que lo de mi amiga era excepcional?
-Sí, lo era hasta que llegó usted.
-Entonces dele el puesto a ella. Ella realmente necesita el trabajo.
-Me temo que las cosas no funcionan así, no puedo darle el empleo a quien más lo necesite, mi obligación es emplear al mejor postulante y de momento esa es usted.
-Entonces no me postulo –le arrebaté las hojas de la mano- déselo a ella.
-Le repito, no puedo hacer eso, sea sensata…
-Le voy a ser franca, usted cometió un error –se quedó callado como si le hubiera pegado en la boca- me habló de otro entrevistado, eso jamás lo debe hacer y lo sabe bien. Me dio información que me hace cambiar de opinión, digamos que por ese motivo ya no puede contratarme, pero todavía está a tiempo de contratar a una persona sumamente eficiente y responsable. Le hablo de mi amiga. Ella no sólo necesita el empleo, sino que lo haría mejor que yo, está acostumbrada a cumplir con un ritmo de trabajo, yo nunca trabajé en mi vida. No creo que ustedes sólo busquen buena calificaciones.
-En eso último tiene razón, nos interesa el desempeño laboral, ésta es sólo la primera entrevista.
-Entonces prométame que va a llamar a Tatiana para la próxima. Se lo digo con total sinceridad, ella es la persona que está buscando.
-¿Usted va a rechazar la posibilidad de quedar contratada para…?
-No se preocupe por mí, ya encontraré otra cosa, como usted dijo, tengo excelentes calificaciones.
-Sí, pero también dije que eso no suele bastar, pero entiendo su punto. No puedo obligarla, solamente le pido que deje su número de teléfono, le prometo llamarla si surge un nuevo puesto, tampoco puedo garantizar que contratemos a su amiga, pero si es tan buena como usted dice, le daré un sitio en la próxima entrevista.

Me despedí del educado hombre y abandoné el edificio de oficinas. Tatiana me esperaba de pie en la vereda, al verla de pie me percaté de que estaba muy hermosa con su conjunto gris, ideal para trabajar en un sitio como éste. Fuimos a tomar un café con medialunas a un bar cercano, por primera vez en mi vida presté atención a los precios para no excederme, el único dinero con el que contaba es el que había en una cuenta a mi nombre y no me duraría mucho si lo derrochaba. No me animé a contarle a mi amiga sobre la discusión con mis padres, no es q no confiara en ella, sólo que no quería cargarla con mis problemas cuando sabía perfectamente que ella tenía los suyos. Una de las mejores cosas de nuestra amistad era que podíamos charlar y divertirnos para olvidarnos de todas nuestras preocupaciones, al menos por un rato.


*****


Leticia fue muy amable al darme un juego de llaves de su departamento porque ella no estaba en casa al momento en que regresé. Entré a mi cuarto y vi una pila de papeles y carpetas, por lo general si tenía tiempo libre recurría a ellos pero esta vez ni siquiera toleré verlos. En estos últimos días no me presenté en la facultad, mi ánimo estaba por el piso pero eso también generaba que tuviera más tiempo libre del que me gustaba tener. Me puse ropa más cómoda y deambulé por la casa sin saber que hacer hasta que súbitamente recordé la caja con juguetes sexuales que había adquirido el mismo día en que me corrieron de mi casa. No estaba excitada pero no había examinado el interior de la caja desde que la compré.

Me senté en el suelo con las piernas flexionadas y abrí la caja, me encontré con todos esos artículos más que sugerentes y no pude evitar sonreír. El primero que captó mi atención fue un pequeño vibrador que no era más grande que un Pen-Drive. Lo quité de su caja y lo encendí, comenzó a temblar intensamente entre mis dedos y comencé a reírme como una estúpida ¿de verdad excitaría tanto si se lo aplicaba en los sitios correctos? Llevada por la curiosidad desprendí mi corpiño y lo saqué por el cuello de la remera, luego introduje el pequeño vibrador por el mismo sitio y lo coloqué sobre mi pezón izquierdo como si fuera un doctor con un estetoscopio intentando escuchar los latidos del corazón. El aparatito me produjo un intenso cosquilleo que me causó más gracia que excitación, lo dejé allí durante unos segundos y luego lo quité. Lo miré fijamente y mi curiosidad no había menguado en lo absoluto, en un santiamén lo metí dentro de mi colaless dejándolo apoyado contra mi clítoris. Esto si era mucho mejor, la rápida vibración comenzó a enviar pequeñas oleadas de placer a mi cuerpo, mis ojos se entrecerraron mientras masajeaba mis tetas por arriba de remera.

Dejé al vibrador haciendo su trabajo y continué hurgando en la caja de suministros sexuales. Recordaba haber comprado algo llamado bolas anales, se trataba de una vara de plástico flexible que contaba con muchas bolas separadas por pocos centímetros entre sí, estas bolas crecían gradualmente de tamaño, la primera era bien pequeña y no tendría problemas para introducirla por atrás, pero la última bola me intimidaba un poco, su tamaño no era desquiciado, era algo más pequeño que una pelota de tenis, había visto otras bolas anales más grandes, pero aun así ésta me parecía enorme. Seguido a esta última bola había una arandela que permitía extraer el juguete fácilmente una vez introducido. Por más que el vibrador estuviera calentando mi cuerpo y humedeciendo mi vagina rápidamente, no estaba tan excitada como para jugar con estas bolas, las dejé sobre la cama y continué revolviendo los artículos de la caja mientras movía mis piernas y mi cadera reaccionando a las intensas vibraciones en mi zona más sensible.

Comencé a erotizarme cada vez más, tomé un dildo color rosa y comencé lamerlo lentamente, de pronto me di cuenta que estaba haciendo el ridículo y me reí sola, me puse de pie y cerré la puerta del cuarto, ya estaba lo suficientemente cachonda como para llevar los juegos a otro nivel. Quité el pequeño vibrador que estaba empapado con mis jugos vaginales y me desnudé completamente, me tendí en la cama, separé las piernas y froté el consolador a lo largo de mi rajita. Me di cuenta de que ésta era la primera vez que comenzaba a masturbarme por simple aburrimiento, pero también lo hacía impulsada por mi curiosidad. Introduje la punta del pene plástico en mi orificio haciéndolo girar para facilitar la dilatación, al mismo tiempo frotaba mi clítoris con los dedos. El intenso calor sexual comenzó a circular por todo mi cuerpo y mi respiración fue cambiando de ritmo lentamente.

Luego de pasar varios minutos divirtiéndome con el dildo dentro de mi sexo vi las bolas de plástico verde, mi excitación era tal que ni siquiera lo medité, las tomé y me coloqué boca abajo apoyándome en mis rodillas, dejando mi cabeza sobre la almohada. Comencé a lubricar mi agujerito posterior utilizando mis propios jugos vaginales. Cuando introduje la punta del juguete anal sentí que tres pequeñas bolitas entraban con gran facilidad, apenas pude sentirlas, pero cuando entró la cuarta noté la resistencia que oponía mi trasero, sin embargo la sensación fue agradable. Las extraje tirando por la arandela que estaba al extremo opuesto y volví a introducirlas, esta vez forzando un poco la entrada de una quinta esfera. Algunos de los diseños que había visto de este juguete contaban con bolas que aumentaban poco el tamaño entre una y otra, pero yo no había comprado el diseño estándar, aquí se notaba más la diferencia y para introducir la sexta tuve más dificultades, logré hacerlo mientras me masturbaba enérgicamente, mi ano se dilató más que nunca, cuando todo el diámetro encajó en él, la bola fue succionada hacia adentro produciéndome una sensación enormemente placentera. No quise ir más lejos pero extraje e introduje el juguete repetidas veces, cada nueva vez que lo hacía, la penetración era mucho más suave y las esferas se deslizaban con mayor suavidad.

Lo disfruté plenamente pero temí estar abusando de mi propia colita así que retiré este juguete y volví a tomar el dildo, en ese momento se me ocurrió una idea, podía continuar mi sesión de masturbación en el baño, mientras me daba una ducha. Caminé desnuda hasta el cuarto de baño y dejé que el agua fluyera libremente. Descubrí que el sexo tenía una reacción mágica en mí, me hacía olvidar de todos mis problemas.

Me encontraba sentada en el piso con las piernas separadas, dándome placer enérgicamente con este nuevo juguete que ya se había ganado mi aprecio. Introduje el consolador en mi vagina casi en su totalidad y en ese momento la puerta del baño se abrió. Mi prima me miró sorprendida, sus mejillas se pusieron rojas al instante. Permaneció de pie bajo el marco de la puerta durante unos segundos, nos miramos boquiabiertas, era imposible inventar una excusa o darle otra intención a la situación, había sido descubierta y no podía cambiar eso.

Leticia retrocedió cerrando la puerta al salir. Me quedé aterrada pero un segundo después escuché una fuerte carcajada, su risa fue tan sincera y divertida que se me contagió. Agradecí al cielo que se lo hubiera tomado con humor, eso me facilitaba mucho las cosas. Quité el dildo de mi cuevita y me enjuagué por última vez para luego salir del baño envuelta en una toalla roja, con el juguete sexual en mano.

Mi prima seguía riéndose mientras miraba televisión, se volteó hacia mí al notar mi presencia y su risa se incrementó como si hubiera visto al payaso más gracioso del mundo.

-Dos veces… -le dije marcando el número dos con mis dedos- con esta van dos veces que me hacés lo mismo.

Muchos años atrás Leticia me descubrió masturbándome en el baño de su casa, en aquellas épocas en las que yo lo hacía con mucha culpa. Por suerte esa vez ignoramos lo ocurrido y no tuve que dar explicaciones, pero Lucrecia era otra mujer. Sabía que podía hablar del tema sin morirme de la vergüenza.

-Es tu culpa prima –sus ojos estaban llenos de lágrimas- por ser tan pajera, además te volviste toda una experta en el tema –señaló el juguete en mi mano.
-Sí, tendrías que ver lo bueno que está –intenté tomármelo con gracia aunque me sentía un poco humillada- ¿nunca probaste uno de estos?
-No, ni lo haría.
-¿Por qué no? Pueden ser muy divertidos –no me respondió pero aún conservaba una sonrisa en su rostro.

Caminé hasta mi cuarto dispuesta a vestirme y vi un vibrador del mismo tamaño que el dildo que había usado recientemente. Lo tomé y se lo llevé a Leticia.

-Tomá, si te gusta te lo regalo –puse el juguete a pilas sobre sus piernas.
-No prima, gracias… yo no…
-No lo usé nunca y tengo otro parecido –continué diciendo como si no la hubiera escuchado- no lo rechaces hasta haberlo probado. Mañana me contás qué te pareció.
-No creo que lo use.
-Veremos qué opinás esta noche, cuando estés sola adentro de tu cuarto –le guiñé un ojo y fui a vestirme.


*****


No le pregunté a Leticia si había probado el obsequio que le hice, ese era un tema personal, aunque ella me hubiera visto dos veces masturbándome. Ocupé toda la mañana y la parte de la tarde del día siguiente buscando algún empleo, dejé varias copias de mi Currículum donde se me ocurrió, aunque no estuvieran buscando nuevos empleados y asistí a dos entrevistas “in situ” la primera me dejó con buena expectativas, era un trabajo en una oficina donde pagaban bien y al parecer no les molestaba que yo fuera estudiante, esperaba haber causado buena impresión para que me llamen. La segunda entrevista fue un fiasco total.

-Adelante jovencita –me dijo un hombre de piel morena que aparentaba tener más de cincuenta años.

Entré a la pequeña oficina y me senté en una de las sillas que estaban frente al diminuto escritorio gris. Me sorprendió que el hombre de cabeza cuadrada se sentara junto a mí y no del otro lado del escritorio, supuse que quería quitarle un poco de formalismo a la reunión.

-¿Cuál es su nombre? –me preguntó con una simpática sonrisa.
-Lucrecia Zimmermann. Tengo 21 años y estudio Admiración de Empresas en la Universidad Católica –me presenté tendiéndole una copia de mi Currículum.

Él la tomo entre sus gruesos dedos pero continuó mirándome a los ojos, a mí me costaba sostener tanto tiempo una sonrisa fingida pero sabía que la simpatía podría ayudarme mucho a conseguir el trabajo.

-Excelente, veo que cumplís con todos los requisitos pedidos –me extrañó que dijera esto sin siquiera chequear la primer página de mi Currículum- hoy no se han presentado muchas postulantes y tengo que decir que por mucho sos la que más encaja, no quisiera ilusionarte desde tan temprano pero puede que tengas grandes oportunidades.
-Le agradezco mucho señor. De verdad necesito el trabajo –decir esto fue un gran error.
-Me imagino que sí lo necesitas. El que tiene la última palabra en los contratos soy yo y me encuentro en posición de ayudarte a conseguir un buen puesto –esas palabras me olían raro- eso depende de que tan dispuesta estés a conseguirlo.
-¿A qué se refiere?

En ese momento una de sus pesadas manos se posó sobre mi rodilla derecha obligándola a separarse un poco de la otra, me quedé rígida mirándolo con espanto.

-No imaginé que vendría una chica tan bonita a solicitar el puesto y para serte sincero eso puede ayudarte mucho a conseguirlo –su impertinente mano comenzó a subir por mi pierna- ahora depende de vos ¿realmente querés tener un puesto en la empresa?
-Ni siquiera sé de qué empresa se trata.
-Eso es lo menos importante en este momento, pero te garantizo que el puesto es muy bueno –sentí sus dedos entrando bajo mi pollera y me puse de pie de un salto- tranquila chiquita, no pasa nada. Vamos, sentate otra vez y empecemos la charla desde el principio, creo que no me entendiste.
-Entendí perfectamente –le dije apartándome de él- y dudo mucho que exista tal empresa –su mirada se ensombreció- me da la impresión de que usted montó todo esto para aprovecharse de las mujeres. Por eso es que pedían mujeres con buena presencia, no perdón, la frase exacta era “buen atractivo físico” –me acerqué a la puerta lentamente- ¿cómo pude ser tan ingenua?
-Ingenua serías si intentás irte ahora –me detuve en el acto antes de tomar el picaporte.

El hombre se puso de pie y por primera vez me percaté de que sus brazos eran dos veces más anchos que los míos, me sujetó por el codo con una pesada mano.

-Podemos resolver todo ahora mismo y luego te vas a tu casa tranquila –vi que intentaba desprender el botón de su pantalón.
-¡No, suélteme! –me aterré.

Siempre fui de carácter fuerte y tuve confianza en mí misma, pero esta vez yo no tenía el control de la situación y debía recuperarlo de inmediato. Actué tan rápido como pensé, justo antes de que el pantalón del hombre cayera al piso tomé mi celular y marqué 911. El hombre se detuvo en seco en cuanto vio la pantalla y escuchó el inconfundible sonido de una llamada siendo realizada.

-¡Dame eso! –Intentó tomarlo pero me moví rápido y su brazo cruzó frente a mi rostro atrapando un puñado de aire- podés terminar mal chiquita –me miró con el ceño fruncido con la intención de intimidarme.
-El que va a terminal mal es usted si no me permite salir –mi corazón latía tan fuerte que creí que me partiría el pecho en dos.
-¡Está bien, si querés irte… andate!

Abrió la puerta de un tirón justo cuando la operadora atendió la llamada, ambos pudimos escuchar la robótica voz saliendo del celular.

-911 ¿Cuál es la emergencia? –preguntó.
-Si no decís nada podés irte –me susurró el degenerado.

Asentí con la cabeza y comencé a caminar lentamente hacia atrás apartándome de él, vi que tenía el pantalón a la altura de los tobillos y supe que tenía una gran ventaja.

-Hola ¿Hay alguien allí? –preguntó la voz una vez más, el hombre me hizo una seña de hospital para que guardara silencio, ya estaba a unos cuatro pasos de él.
-Sí, mi nombre es Lucrecia, quiero denunciar a un degenerado que intentó abusar de mí –el sujeto se puso pálido e intentó correr tras de mí -¡Ayúdenme! El tipo está loco.

Comencé a correr por el pasillo vacío, cuando miré sobre mi hombro supe que había ganado una gran distancia, el hombre intentaba colocarse el pantalón para poder perseguirme pero yo ya estaba bajando las escaleras.

-¿Dónde estás Lucrecia? –me preguntó la operadora poniéndose alerta.
-Es un edificios de oficinas, no sé exactamente la dirección pero sé que está frente a un museo de arte –hablé agitadamente intentando atinar a cada escalón mientras bajaba lo más rápido que podía- no sé el nombre del tipo pero sé que se hace pasar por entrevistador.
-Estoy enviando un patrullero a tu ubicación ¿estás corriendo?
-Sí –las escaleras parecían interminables- él me está siguiendo.
-Entonces no hables, seguí corriendo e intentá buscar gente en el edificio. Podés usar la salida de emergencia de ser necesario.
-¡Sí, la encontré!
-¡Vení para acá hija de puta! –el vozarrón resonó en todo el hueco de la escalera.

Empujé la puerta de la salida de emergencia con el hombro y ésta se abrió fácilmente, me encontré en una calle posterior a la que yo utilicé para entrar al edificio, lo primero que vi, por milagro del cielo, fue a dos muchachos que caminaban charlando tranquilamente, ambos iban de camisa y corbata y llevaban grandes portafolios.

-¡Ayuda! –les grité; me sentía la protagonista de una película de terror. La doncella en apuros.

Los jóvenes reaccionaron de inmediato al verme pero no sabían qué ocurría, en ese momento el degenerado apareció tras de mí y me sujetó con ambos brazos, pataleé y grité. Los dos muchachos se abalanzaron hacia nosotros al unísono. El que llevaba el cabello ondulado le propinó un fuerte golpe en la quijada y el otro me sujetó por las manos tirándome hacia él. Mi teléfono celular cayó al piso y la tapa posterior voló hasta el medio de la calle. En cuanto estuve libre ambos salvadores golpearon al hombre de tez oscura, vi que al menos recibió tres duros golpes de cada uno hasta que decidieron que ya estaba fuera de combate. El violador quedó sentado en la vereda con la espalda apoyada en la pared y el labio ensangrentado.

-¿Estás bien? –me preguntó el muchacho de rulos acomodando sus anteojos. Era delgado y alto pero había demostrado tener gran fuerza.
-Sí, muchísimas gracias. Ese hijo de puta me quiso violar –lo señalé con el dedo.

No sabía si llorar por el miedo o llorar por la rabia, pero las lágrimas no tardaron en brotar. En ese instante un coche de policía dobló rápidamente la esquina y lo vi venir de frente hacia mí. Se detuvo con un fuerte chirrido de los neumáticos y dos oficiales uniformados bajaron, uno portaba una escopeta recortada en las manos y el que conducía ya estaba desenfundando su pistola. Instintivamente los jóvenes levantaron las manos indicando que ellos no pensaban oponer resistencia.

-¡Contra la pared! –gritó el policía con la escopeta.
-Ellos no hicieron nada –me apresuré a decir- fue el otro, ese me quiso violar y ellos me ayudaron.

El mismo policía asintió con la cabeza pero de todas formas hizo señas a los muchachos para que se colocaran con las manos en la pared, corroboraron que el tercer hombre estaba inconsciente y desde allí todo marchó mucho mejor.

Detuvieron al violador y por suerte no me pidieron más que los datos, dijeron que tal vez debería presentarme a declarar pero les rogué que sólo lo hicieran de ser estrictamente necesario. El muchacho de anteojos y rulos se me acercó una vez más para preguntarme si ya me sentía mejor, me obsequió un paquete de pañuelos descartables para que pudiera secar mis lágrimas y me alcanzó el teléfono celular.

-Malas noticias –me dijo- se partió la pantalla.

Cuando lo puso frente a mis ojos vi que el aparato había quedado destrozado, no sólo tenía la pantalla quebrada sino que también había perdido la batería, y la tapita posterior había sido arrollada por el patrullero.

-Creo que la batería se cayó al desagüe –me dijo señalándome una boca de tormenta- hoy no es tu día de suerte.
-No te preocupes, pudo haber sido mucho peor, de verdad te agradezco mucho por la ayuda.
-No hay nada que agradecer, lo importante es que estás bien –su amigo se acercó a nosotros- él es Santiago y yo soy Alejandro.
-Mucho gusto –enjugué mis lágrimas con un pañuelo de papel- mi nombre es Lucrecia.
-¿Necesitás que te acerquemos a algún lado, Lucrecia? –lo miré fijamente, sus anteojos de marco plateado y sus pequeños ojos lo hacían parecer una persona confiable pero me costaba confiar en alguien en este momento.
-No hace falta, me tomo un taxi. No se ofendan, pero no los conozco y estoy muy asustada como para subirme a un auto con dos desconocidos.
-Te comprendo perfectamente. Tomá, ésta es mi tarjeta, si algún día necesitás charlar con alguien, podés llamarme.
-Ale, no es el momento para que intentes levantarte a la chica –le reprochó su amigo.
-No estoy intentando levantarla, es sólo una invitación amistosa, sin compromiso.
-Está bien, muchas gracias –tomé la tarjeta para no hacerlo sentir mal- te prometo que si arreglo el teléfono, te llamo –él sonrió ampliamente- pero no te hagas ilusiones porque no estoy interesada de esa forma –me pareció prudente advertir desde el principio.
-Ok, nada de ilusiones. Si querés podés llamarme, pero no me voy a ofender si no lo hacés.


*****


Lo primero que hice al regresar a la casa de mi prima fue tomar el teléfono y llamar a mi novia. Ella se asustó tanto como yo mientras le contaba lo ocurrido entre llantos. Le dije que la vida apestaba, que no podía creer que el mundo estuviera tan lleno de gente de mierda, ella intentó consolarme diciéndome palabras afectuosas y poco a poco lo consiguió.

-¿Querés que vaya a visitarte, mi amor? –me preguntó.
-No Lara, está bien. No quiero incomodar a mi prima trayendo visitas. Si podemos nos juntamos mañana en algún lugar.
-¿Vas a ir a la facultad?
-No, sinceramente no quiero ir.
-Tenés que ir un día de estos Lucre, tenés que ir a hablarles sobre la beca y pedirles que te den una mano para poder completar tus estudios.
-Sí lo sé, sabés que no lo hago de irresponsable, es que necesito unos días para reponerme de lo de mis viejos y esto que pasó hoy no ayuda para nada. Lo único que quiero es verte a vos.
-Gracias, sos un amor. ¿Segura que ya estás mejor?
-Sí, fue solamente un susto, no te preocupes –en ese momento la puerta del departamento se abrió y vi entrar a Leticia- te dejo porque llegó mi prima, después te hablo –tenía ganas de decirle que la amaba pero no podía hacerlo en ese momento.
-Está bien, mañana hablamos. Te amo.

Leticia me miró sorprendida mientras se quitaba los zapatos y dejaba el bolso sobre una mesa.

-¿Qué pasó Lucrecia, por qué llorás?

Tuve que contarle toda la historia, por más que no quisiera recordarlo otra vez. Si bien no me había pasado nada físicamente, psicológicamente el impacto había sido muy grande para mí. Me puse a pensar en qué habrá sentido Anabella aquella vez que la violaron, yo me aterré de sólo pensar en lo que me podía ocurrir pero ella en verdad lo vivió, debió ser un momento sumamente espantoso, sentí mucha pena por ella.

-Bueno ya no llores –me dijo mi prima cuando terminé de narrarle todo- si querés date una ducha y yo me pongo a preparar algo para la cena ¿te gusta la cerveza?
-No mucho.
-Bueno, hoy te va a gustar porque es lo único con alcohol que tengo –me sonrió- y vos necesitás tomar algo y olvidarte de tus problemas por un rato.
-¿Me estás diciendo que tengo que solucionar mis problemas emborrachándome? –le dije con humor.
-No dije que te emborraches. Es pasar una buena velada como amigas, riéndonos un rato, la cerveza es sólo una excusa. Dale, andá a bañarte. Si querés llevate al baño uno de esos juguetitos tuyos.
-No gracias, no me siento con ánimo para usarlo.
-Si es cierto, era sólo una sugerencia. Andá así después me baño yo –me dio dos golpecitos en una pierna y se puso de pie.

*****


La cena fue ligera pero entretenida y la sobremesa se trasladó al sofá de la sala. Cuando la cerveza se nos terminó pasamos a licores más fuertes, tuve que admitir que si quería emborracharme, al menos por esta noche. No parábamos de tomar mientras nos reíamos de cualquier idiotez que se nos venía a la mente, en ese momento recordé algo que quería preguntarle.

-Leti ¿probaste el juguetito que te regalé? –mi lengua se movía lentamente al estar adormecida por el alcohol.
-Sí, está buenísimo. La verdad me encantó –supe que ella estaba tan ebria como yo, de lo contrario no admitiría eso tan fácilmente.
-Pensé que no lo ibas a usar –la miré con una mueca que quería ser sonrisa.
-Estuve a punto de no hacerlo pero hace tanto que no estoy con un hombre que me ganó la tentación, además me daba mucha curiosidad saber qué se sentía tener eso metido.
-Lo más lindo es cuando vibra –lo sabía muy bien porque ya lo había experimentado- sentís que se te va a salir todo por ahí abajo.
-Sí, totalmente. Yo tenía miedo que me escucharas porque me puse muy loca con ese aparatito.
-No escuché nada… por desgracia.
-¿Por qué por desgracia?
-Es que vos me viste masturbándome… y dos veces –hice el número dos con mis dedos pero yo veía cuatro- y yo nunca te vi a vos.
-Pero eso no es mi culpa –se rio- la que se estaba pajeando eras vos –a mí no me gustaba usar esa palabra pero de todas formas no le dije nada.
-Puede ser, pero las dos veces entraste sin golpear al baño. Pienso que sabías que yo estaba adentro y querías verme desnuda –me miró con los ojos abiertos por la sorpresa y pensé que había ido demasiado lejos.
-No, nada que ver. Fue por error, de verdad no sabía que estabas y mucho menos imaginaba que te estabas dando. Sé que te molestó…
-No me molestó –la interrumpí- a mí me calienta que me vean desnuda –me di cuenta que no sólo estaba alcoholizada sino que también me estaba poniendo cachonda. Hasta sentí el impulso de contarle que era lesbiana, pero logré resistirme.
-Pensé que yo era la única loca a la que le gustaba eso.
-¿De verdad te gusta? –volví a llenar nuestros vasos con un licor color ámbar que estaba muy bueno.
-Sí, una vez una amiga me miró mientras lo hacía con mi novio y me puse a mil.
-¿No te molestó que te mirara una mujer?
-No, el morbo me lo producía saber que alguien me miraba, además ella llegó de improviso cuando ya estaba demasiado excitada y no quise parar.
-Una vez me vieron teniendo sexo, algo parecido a lo que te pasó a vos –no iba a decir que fue con una mujer- y me calenté muchísimo. Tampoco me importó que sea una amiga la que me vio –era mejor no pluralizar, por más que hayan sido muchas amigas.
-Es algo muy raro –vi que se pasaba la mano entre las piernas, acariciando la zona de su vagina, instintivamente hice lo mismo y ella lo notó- ¿vos pensás que es algo normal excitarse con eso?
-Creo que sí, cada persona tiene su propio morbo y sus propias preferencias sexuales, hay mujeres a las que les calienta estar con desconocidos, otras se sienten mejor con una pareja estable. También están aquellas a las que le gustan las mujeres.
-¡Ay! Habiendo tantos hombres lindos en el mundo… no entiendo por qué prefieren otra mujer. Hay que estar loca.
-Sí es cierto… hay cada loca… –su comentario me hirió un poco pero intenté disimular el duro golpe.
-Lucrecia, ¿vos alguna vez estuviste con una mujer? –me preguntó poniéndose repentinamente seria.
-¿Por qué lo preguntás?
-Sólo por curiosidad.
-¿Qué es lo que te da curiosidad? –me acerqué tanto a ella que nuestros ojos quedaron a unos quince centímetros de distancia.
-Eso… lo que te pregunté. Me da curiosidad saber…
-¿No será que te causa curiosidad saber qué se siente estar con una mujer? –acaricié su pierna por arriba del pantalón.
-No… de verdad, no es eso –se reía avergonzada.
-Vamos Leti, sé sincera… -llegué con mis dedos a su entrepierna y sentí el calor de su sexo atravesando la tela, ella entrecerró los ojos y abrió su boca- ¿te gusta? –Como no respondió presioné con mayor intensidad sintiendo la división de su vagina bajo mis dedos- si te gusta te la chupo- le dije al oído; estaba borracha y descontrolada. No medía mis palabras en lo más mínimo.
-Me gusta –me dijo con un jadeo.

Desprendí el botón de su pantalón e introduje mi mano bajo su bombachita, la humedad de su sexo me excitó más de lo que estaba, disfruté tocando su clítoris mientras pegaba mi frente a la suya. Introduje un dedo en su viscosa vagina al mismo tiempo que la besaba, ella mantuvo la boca cerrada al principio pero poco a poco su resistencia se fue desvaneciendo como si fuera un viejo recuerdo. Metí un segundo dedo y ella separó sus piernas mientras yo luchaba contra su lengua.

-No, basta Lucre –se apartó temerosa- esto está mal.
-Podrá estar mal, pero te gusta. A mí también me gusta –le dije moviendo rápidamente mis dedos.
-No, en serio, por favor. No quiero que sigas –intentó sacar mi brazo tirando de él hacia arriba.

Me aparté sólo para que luego no me quedara el sentimiento de culpa por haberla forzado a tener sexo conmigo.

-Está bien, no sigo a menos que vos quieras.
-Gracias… entonces era cierto –su mirada se perdió en un punto aleatorio.
-¿Qué era cierto?
-Que te gustan las mujeres.
-¿Quién te dijo eso?
-Mi papá me contó, dijo que era solamente un rumor, pero que en la familia ya todos lo habían escuchado.
-Tal vez sea solamente un rumor.
-¿Entonces por qué me tocaste?
-Por el mismo motivo por el cual vos te dejaste tocar. Porque estoy cachonda.
-¿De verdad me la hubieras chupado como dijiste?
-En este mismo momento te la chuparía, si me lo pedís –volví a apoyar mi frente contra la de ella, la vi titubear.
-Estamos borrachas Lucrecia, mejor lo hablamos mañana.
-¿Estás segura?
-Sí, mañana lo hablamos. Que descanses.

Se puso de pie y me dejó sola con mi calentura. Se encerró en su cuarto y hasta me dio la impresión de que echaba llave a la puerta. Me tambaleé hasta mi cuarto mientras me desnudaba y me tiré sobre la cama sin cerrar la puerta. Separé las piernas todo lo que pude y toqué mi vagina, estaba mojada y deseosa de acción. Froté intensamente mi clítoris, con mi mano izquierda busqué a tientas el consolador que había dejado sobre la mesita de noche y en cuanto intenté agarrarlo por poco lo tiro al suelo, logré sujetarlo y con la mente completamente nublada por el alcohol, me lo clavé completo de una sola vez, me dolió un poco ya que mi vagina no estaba lo suficientemente dilatada pero disfruté de ese dolor, comencé a masturbarme locamente con el dildo sin medir el volumen de mis gemidos. Unos minutos después escuché expresiones sexuales que parecían no provenir de mí, guardé silencio por unos segundos y me concentré en la fuente de este sonido. No cabía duda, Leticia se estaba masturbando en su cuarto, tal vez influenciada por mis propios gemidos y posiblemente estuviera introduciéndose el vibrador que le regalé. Todo esto me estimuló mucho más, no era como si me estuvieran viendo pero se acercaba bastante. Continué gimiendo y gritando de placer mientras me sacudía en la cama metiendo y sacando el consolador una y otra vez. Llegué a uno de los orgasmos más liberadores que tuve en mucho tiempo, tuve esa placentera sensación de ser aceptada como soy, aunque Leticia aún estuviera confundida, pero podría trabajar en ese punto, hablando con ella.



A la mañana siguiente mi prima me encontró durmiendo desnuda y totalmente descubierta, la cabeza se me partía y culpé al dulce licor mezclado con cerveza. Me juré no emborracharme nunca más en la vida, pero sabía que nunca cumpliría esa promesa.

-Lucre, tenemos que hablar –me dijo Leticia intentando no mirar mi desnudez, pero sus ojos se posaban una y otra vez en mi vagina.
-Te escucho primita –balbuceé mientras despegaba mi cara de la almohada.
-No sé qué me pasó anoche y tampoco sé por qué me tocaste de esa forma, pero necesito saber si es cierto que te gustan las mujeres –escuché sus palabras mientras me restregaba los ojos y hacía un enorme esfuerzo por sentarme en la cama.
-Te voy a ser sincera Leticia, soy lesbiana. Hasta tengo novia… y la amo mucho –la noticia la impactó más de lo que yo imaginaba.
-¿De verdad? –Dio un paso hacia atrás como si yo fuera una bomba a punto de estallar- no imaginaba que fueras realmente lesbiana… o sea, como mucho podía creer que alguna vez habías probado con una chica… cuando me contaron sobre ese rumor me dije “no puede ser, Lucrecia sería incapaz de hacer una cosa así”.
-No lo soy, tampoco soy la Lucrecia que ustedes creen que soy. ¿Eso cambia algo?
-Cambia mucho… me doy cuenta que no te conozco para nada –mis piernas estaban separadas y ella miraba fijamente mi sexo sonrosado.
-¿Te gusta? –Le pregunté sonriendo con picardía- si te animás podés hacer lo que quieras.
-¡No digas esas cosas! Estás loca Lucrecia.
-No es la primera vez que me lo dicen, ya me lo estoy creyendo.
-Creelo porque así. ¿Cómo me vas a decir una cosa así, a mí, que soy tu prima?
-Prima lejana. Anoche me dijiste que te gustó que te haya tocado ¿tanto cambiaron las cosas?
-Anoche estaba borracha, no pensaba con claridad, pero sin embargo te detuve porque no quería.
-Sí querías, si algo aprendí en este tiempo como lesbiana es a identificar cuando a una chica le gusta que otra la toque –se quedó muda por unos segundos.
-Voy a pedirte que te vayas Lucrecia.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque no puedo confiar en vos, no imaginé que fueras así, siento que sos otra persona… una completa desconocida y no quiero que vivas en mi casa.
-¿No confiás en mi? A mí me parece que no podés confiar en vos misma. Tenés miedo de terminar con la cara entre mis piernas ¿cierto?
-No me ataques. No es cierto… yo no te hice nada.
-Pero ganas no te faltan y ese es el problema. Te negás a admitir que te gustan las mujeres o que, al menos, te gustaría hacerlo conmigo.
-Basta Lucrecia, en serio ¿qué te pasa? ¿Por qué cambiaste tanto? Antes eras dulce y simpática… ahora parecés una…
-¿Una puta? Tal vez lo sea, tal vez siempre lo fui, tal vez lo soy porque no me dejaban serlo… o tal vez soy una chica normal que disfruta del sexo… con mujeres –bajé de la cama y busqué ropa limpia- no te preocupes Leticia, no te voy a forzar a hacer nada, si tanto miedo te da mi presencia, entonces me voy. Ya encontraré otro lugar. De verdad agradezco mucho que me hayas permitido quedarme durante estos días, te debo una grande.
-No me debés nada. También llevate el vibrador.
-No, ese te lo regalo –me vestí tan rápido como pude, sólo me restaba ponerme las zapatillas- para que pienses en mi cuando lo uses –le sonreí cariñosamente- no te guardo rencores Leticia, de verdad. Entiendo tu posición, si yo estuviera en tu lugar tal vez haría lo mismo, aceptar las inclinaciones lésbicas puede ser un proceso muy largo y complicado.
-No tengo nada que aceptar.
-Vos todavía estás en la etapa de la negación, pero anoche te vi esa chispa en los ojos, tenías ganas de verdad. Después te arrepentiste, es lógico. Es una pena que no haya pasado nada, te hubiera podido dar una noche inolvidable.
-Dejá de meter ideas en mi cabeza.
-No estoy metiendo nada, esas ideas ya las tenías ahí, yo sólo las estoy sacando a la luz. ¿Me ayudas a llevar las valijas hasta la puerta? No quiero ocasionarte más molestias.

Algún individuo que habitaba en el interior de mi cabeza tuvo la brillante idea de ponerse a taladrar mi cerebro, la resaca se hizo más fuerte cuando Leticia abrió la puerta y la claridad del sol se clavó en mis retinas como una aguja hipodérmica que sólo sabía inyectar dolor. Maldije que los pasillos del edificio contaran con ventanas tan amplias.

-Bueno, creo que acá es cuando nos despedimos –le dije dándole la espalda al sol.
-Tampoco es para tanto, ya vamos a volver a hablar.
-No lo creo, a no ser que aceptes tus “inclinaciones”. Además, como ya siento que no pertenezco a esta familia, ni siquiera nos vamos a ver en reuniones familiares.
-¿No pensás arreglar las cosas con tu mamá?
-No, mi mamá no tiene arreglo. Te quiero Leticia, espero que te vaya bien en todo lo que te propongas.

Me acerqué inocentemente con la aparente intención de besar su mejilla pero en el último segundo moví mi cara y la besé en la boca, ella se quedó petrificada, lo cual me permitió hurgar entre sus labios con mi lengua, la atraje más hacia mi tomándola por la cintura y mientras seguía comiéndole la boca pude sentir que ella también me rodeaba con sus brazos. Me quedé quiera para poder comprobar que ella tenía toda la intención de besarme, ella era quien movía su lengua buscando la mía, al parecer se dio cuenta de que yo ya no la seguía y apartó su boca, sin alejarse de mí.

-Te voy a decir una cosa, para que no te asustes –ella asintió con la cabeza mirando siempre hacia abajo- que tengas ganas de acostarte con una mujer no significa que seas lesbiana, puede ser simple calentura o curiosidad.
-Gracias.
-Si querés vamos adentro y te hago todo lo que quieras.
-Prefiero no hacerlo.
-Está bien, tenía que intentarlo. Me voy. Que te vaya bien –me aparté de ella y sujeté una de mis valijas.
-Hasta luego, Lucrecia.
-Hasta nunca, Leticia.

Primero culpé a la suerte por dejarme sin hogar una vez más, pero no podía mentirme a mí misma de esa forma, sabía muy bien que todo lo sucedido era producto y consecuencia de mis propios actos. Tomé un taxi y fui al único sitio que podía ir en estos casos, a la casa de mi novia. Tal vez era puro amor, el hecho de que pensara en ella cada vez que quedaba desamparada, pero también era consciente de que sólo ella me recibiría con los brazos abiertos. Cuando llegué a su casa toqué el timbre y aguardé, no pude llamarla ya que me había quedado incomunicada al romper mi único teléfono celular, por suerte fue ella misma quien abrió la puerta.

-Hola mi amor –le dije con una amplia sonrisa- otra vez me quedé sin casa.
-¿Cómo? ¿Por qué, qué paso? ¿Cuál fue el problema esta vez?

-El mismo de siempre, Lara, el problema es que soy lesbiana… una lesbiana muy impulsiva. 


Fin del Capítulo 12.
Continúa en el Capítulo 13. 

Comentarios

Laura G ha dicho que…
Jajajaja Siento amar tus relatos, estar riendo y sintiendo placer al mismo tiempo es fenomenal, Gracias.
Unknown ha dicho que…
Me encantó y me encanta este relato kiciera poder saber más de lucrecia

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