Capítulo
15
Como supuse,
Anabella evitó cruzarse conmigo durante los siguientes días, no insistí en
verla porque ya conocía a esta monjita y sabía que, luego de lo que había
ocurrido dentro de ese ropero, que para mí era tan mágico como el que llevaba a
Narnia, ella debería estar sobrecargada de sentimientos contradictorios.
Le di esos
días de paz, pero algo muy importante había ocurrido en mi vida y debía contárselo.
Con la imperiosa necesidad de hablar con ella fui hasta sus aposentos y golpeé
con firmeza la pesada puerta de madera. En este momento no me importaba si ella
deseaba verme o no, estaba entusiasmada y feliz. Escuché el característico
chirrido de su puerta y la vi aparecer vistiendo su acostumbrado atuendo de monja.
Refugiándose detrás de él una vez más.
-Lucrecia
yo… no sé si estoy lista para…
-¡Mirá lo
que tengo! –la interrumpí poniendo una hoja de papel frente a sus ojos.
-¿Qué es
eso? –al preguntarme se hizo a un lado para dejarme pasar, de no haberlo hecho
la hubiera empujado, estaba tan entusiasmada que no tenía tiempo para sus
dilemas morales.
-Es la
escritura de mi nuevo departamento, está a mi nombre y ya nadie va a poder
sacármelo.
-¿De verdad?
¡Qué bueno, te felicito! –mientras cerraba la puerta esbozó una honesta sonrisa
que me demostraba que estaba casi tan contenta como yo por la noticia.
-Sí, todavía
quedan algunos detalles por pulir pero lo más importante ya está –volví a
enseñarle la hoja y señalé el pie de la página donde estaba mi firma junto a
mis iniciales.
-L. R. Z.
–leyó- ¿qué significa la R?
-¿Eh?
-Sé que la
primera y la última letra significan Lucrecia Zimmermann, pero nunca supe tu
segundo nombre.
-Ni lo vas a
saber. De todas formas eso no importa, lo importante es que mi madre cedió.
Siento que por primera vez en mi vida la vencí, que me puse por encima de ella.
-Qué bueno,
a mí lo que me pone contenta es que ya tengas un lugar propio dónde vivir –nos
sentamos en las sillas frente a su pequeña mesita de madera- ¿por qué no me
querés decir tu segundo nombre?
-Porque no
quiero. Hubieras visto la cara de mi mamá al firmar, se quería matar…
-¿Romina?
-¿Qué?
-¿Tu segundo
nombre es Romina?
-No –fruncí
el ceño- ¿me estás escuchando? Te estoy contando cómo fue uno de los momentos
más importantes de mi vida…
-Lo
importante es que ya tenés el departamento a tu nombre y que tu mamá ya no va a
poder sacártelo. ¿Es Raquel?
-Dejá mi
nombre en paz Anabella, yo no me meto con el tuyo ni te pregunto por tu segundo
nombre.
-Es que no
tengo segundo nombre. ¿Es muy feo?
-No te
importa.
-Si no fuera
feo me lo dirías ¿René?
-Ese es
nombre de varón.
-También se
puede usar para las mujeres ¿Regina, Rosario, Renata, Ramona?
-Ninguno de
esos, no lo vas a adivinar ni te lo voy a decir. ¿Puedo seguir contándote o
empiezo yo también con las preguntas indiscretas?
-Está bien,
no hacía falta que amenaces, sólo me divierto con vos –con una sonrisa logró
que mi corazón diera un salto, no podía enojarme con ella.
-Te decía
que mi mamá hizo todo lo posible por perjudicarme pero yo fui más astuta que
ella, primero me quiso encajar un departamento horrible, todo deteriorado pero
yo le dije que antes de firmar quería ver el lugar, obviamente lo rechacé, le
dije que si no quería perder el tiempo iba a ser mejor que me muestre uno bueno
y así lo hizo, tenés que verlo Anabella, es hermoso. Es un semipiso en un
edificio muy lindo, está en pleno centro de la ciudad así que me queda cerca de
todo… bueno no tan cerca de acá, pero siempre voy a venir a visitarte –le
dediqué una tierna sonrisa.
-Es bueno
saber que no te vas a olvidar de mi… ¿Remedios?
-¡No! No te
voy a decir mi nombre por nada del… -en ese momento se me ocurrió una idea- si
me mostrás las tetas te digo cuál es mi segundo nombre –sabía que se negaría
pero me divertía ponerla en una situación comprometedora, también me daba un
poco de pena salir con esas cosas ya que la pobre monjita jugaba inocentemente.
-No hace
falta que te las muestre, de todas formas puedo adivinarlo.
-Igual lo
decía en broma –le sonreí amistosamente con la culpa carcomiéndome porque sabía
que había violado las reglas de su inocente jueguito- Lo que pasa es que odio
mi segundo nombre. La única que lo sabe, además de mis padres y mi hermana, es
Lara… y ella tiene órdenes estrictas de no contárselo a nadie.
-Es un
nombre Lucrecia, ¿tanto te molesta?
-A mí sí,
hasta el nombre Lucrecia me molesta, pero no me quedó más alternativa que
acostumbrarme a usarlo. No sé en qué pensaban mis padres cuando me pusieron ese
nombre.
-Entonces es
un nombre relacionado con la biblia.
-Como el 90%
de las cosas que hacen mis padres… pero esta vez la biblia no los salvó, no sé
cuánto les habrá costado ese departamento pero por el tamaño que tiene y la
ubicación, seguro que no fue nada barato. De todas formas no va a afectar para
nada su economía, me hubiera gustado saber que los perjudiqué un poco porque
estoy muy dolida pero al menos sé que voy a tener un lugar donde vivir cómoda,
ahora tengo que encontrar algún buen trabajo.
-¿Y cómo vas
con eso?
-Bien, ayer
tuve una entrevista y quedaron encantados conmigo, esta misma tarde tengo otra,
en otro sitio… o sea, no sé si la tengo, mejor dicho… voy a pedir que me
entrevisten en una empresa aseguradora, sé que están buscando personal y espero
que me tomen. Lo que me preocupa es no poder decir que sigo estudiando mi
carrera, porque mi Currículum Vitae está muy ligado a la Universidad.
-¿La vas a
abandonar definitivamente? –noté que Anabella preguntaba por inercia pero
parecía estar muy distraída.
-Al menos
puedo decir que ya no voy a estudiar en esta universidad, si encuentro alguna
otra donde retomar mis estudios, lo voy a hacer. ¿Seguís pensando en mi segundo
nombre?
-No –sus ojos
estaban clavados en algún punto imaginario sobre la mesa.
-¿Entonces
en qué pensás? –No me respondió, se limitó a morder su labio inferior- ¿te
acordaste de lo que pasó en el ropero? –levantó la mirada y sus ojos tristes quedaron
a la altura de los míos.
-Sí, no te
puedo negar que eso me tiene muy preocupada.
-¿Tenés
miedo de que se repita?
-No, eso no.
Porque yo no quiero que se repita y con eso me es suficiente, me siento mal
porque sé que pasó.
-No te
tortures tanto Anabella –le sonreí- tomalo como una aventura, un momento de
vértigo en tu vida, no creo que Dios se vaya a enojar por lo que hiciste,
fueron sólo unos besos, muy lindos por cierto, y algunos toqueteos. Antes yo me
escandalizaba con estas cosas, después aprendí que no hay que darles tanta
importancia. Si te gustó entonces está bien.
-Quiero
dejar algo en claro, no es que haya hecho eso porque me gusten las mujeres. No
me gustan y sostengo que está muy mal la relación entre dos personas del mismo
sexo, no me opongo pero tampoco lo acepto. Si tuviera el poder de cambiar las
cosas me gustaría que vos salieras con hombres, como corresponde…
-Andá al
grano Anabella, y no voy a salir con hombres sólo porque alguien piense que es
lo correcto.
-Está bien
–suspiró y prosiguió- Lo que pasó se debió a que llevo años sin contacto humano
y por la tensión sexual caí en la tentación, eras la persona que tenía a mano y
para colmo no hacías más que tocarme. No soy tan fuerte como pensaba, caigo muy
fácil en la tentación, especialmente en estos últimos meses.
-Es porque
tu cuerpo necesita del sexo Anabella, por más que seas una monja, tenés
veintinueve años y nunca te acostaste con nadie, además sos una mujer hermosa,
creo que en alguna parte de tu cabecita sabés que podés conquistar a quien vos
quieras, sea hombre o mujer. Tenés mucho potencial, sos amable, inteligente y
tenés una boca muy rica –ese comentario la hizo sonreír aunque intentó
disimularlo- creeme que no me voy a olvidar nunca de ese momento, pero lo veo
como un jueguito entre amigas, nada más –no creía en mis propias palabras pero
intentaba tranquilizarla.
-¿Hablaste
con Lara al respecto? –esta vez fui yo quien esquivó su mirada.
-No, no sé
cómo decírselo.
-Si lo viste
como solo un juego y no fue más que eso para vos, decíselo así… también podrías
decirle la verdad. Sería lo correcto.
-¿Y cuál
crees vos que es la verdad? –volví a mirarla a los ojos, la tensión en nuestras
miradas eran tan grande que casi se podía ver una línea que viajaba desde mis
pupilas hacia las suyas.
-Eso no es
algo que pueda responder yo, la verdad de tus sentimientos está en tu interior.
-¿Y cuál es
la verdad de los tuyos?
-La verdad
es que estaba caliente Lucrecia, nada más. Sí, lo admito. Soy humana y también
me excito y muchas veces caigo en la tentación. Es más, ¿vos querés la verdad?
Después de lo que pasó tuve que… que tocarme y también lo hice al otro día
también, pero nada de eso significa que esté de acuerdo con lo que pasó.
-Vos me
confesás todas estas cosas para no decirme la verdad. Me hablas de reacciones
físicas, yo también me masturbé y hacer rato que lo hago sin culpa, pero no lo
uso como excusa para esconder mis sentimientos –la vi titubear.
-Te estoy
diciendo la verdad, no hay nada oculto, como vos creés, ya te dije que a veces
podés equivocarte.
-Creería que
vos también podés equivocarte de vez en cuando pero no quiero discutir con vos,
ya no quiero hablar de esto, yo te adoro Anabella, sos una de las personas que
más quiero en el mundo y no quiero pelearme con vos. Mejor me voy, se me va a
hacer tarde para la entrevista –me puse de pie y ella se levantó conmigo.
-Me gustó
–me dijo con los ojos abiertos por el pánico y pálida como una hoja de papel-
lo que pasó me gustó.
-Pero no
volverías a repetirlo.
-No… no sé.
Creo que no. Está mal Lucrecia, yo tengo votos que cumplir… además no pienso
hacer algo así con una mujer.
-Entonces
buscate un hombre Anabella, es obvio que necesitás de eso. Tengas votos o no,
te digo la verdad, a mí me parece absurdo que un “mandato divino” te prohíba
expresarte sexual y amorosamente, porque no hablo de sólo sexo, a vos te hace
falta tener a alguien a tu lado, que te cuide, que te quiera y que te recuerde
lo que es estar viva.
-Para eso te
tengo a vos, sos mi amiga. No necesito un novio.
-Entonces
tendré que dejar de ser tu amiga para que te busques uno.
-No… -me
tomó del brazo- no hagas eso.
-No lo dije
en serio Anabella, no pienso alejarme de vos.
Me moví
rápido, tanto que ella ni siquiera alcanzó a reaccionar, estrellé mi boca
contra la suya y la tomé por la cintura. Anabella forcejeó levemente pero luego
de un instante fue cediendo poco a poco y su tierna boca se fusionó con la mía
como si quisieran formar una. Pensé en Lara, pensé en todo lo que habíamos
tenido que pasar para estar juntas y me sentí pésima por estar arruinando todo
de esta forma pero Anabella producía una atracción incontrolable en mí y el
saber que podía besarla, dentro de su propio cuarto, sin tenerla prisionera en
un ropero, me llenaba el corazón de júbilo. Cuando me separé de ella me llevé
una gran sorpresa, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
-Perdón… no
me aguanté... sé que no…
-No hagas
nunca más eso Lucrecia, por favor –se alejó de mí mientras enjugaba las
lágrimas con la manga oscura de sus hábitos- estoy sensible y vos te aprovechás
de eso.
-No me
aproveché, perdón Anabella, pero fue un impulso, no lo pude controlar… vos ya
me conocés, hago las cosas sin pensar.
-Sí que las
hacés… ¿pero por qué tengo que ser yo la perjudicada? Estoy intentando
olvidarme de lo que se siente besar a una mujer y vos lo hacés de nuevo.
-No decaigas
Anabella, vos sos una mujer fuerte, no me gusta verte así –me acerqué a ella y
ambas nos sentamos en la cama, tomé sus manos y le hablé con vos suave- la
culpa es mía, decime todo lo que quieras, enojate conmigo, puteame, dame uno de
tus interminables sermones, pero no te pongas triste. Fue un beso, nada más.
-Para mí no
fue un simple beso, vos ya estás acostumbrada a estas cosas, a mí me pesan
mucho y más porque sé muy bien que no debería hacerlo pero de verdad me hace
mucha falta sentir el contacto físico, tenés mucha razón en eso. A veces siento
que voy a explotar sólo por las ganas de abrazar y besar a alguien, pero no
quiero abandonar mis votos. Sé que sos mujer, que sos mi amiga pero también sé
que sos lo único que tengo disponible…
-Claro, a
falta de algo mejor… Lucrecia puede servir.
-Así es, no
te ofendas, sos una linda chica, pero…
-Pero soy
mujer. No me ofendo Anabella, esa es tu verdad. Vos no te negás a estar con
alguien, vos te negás a ser lesbiana, no vas a admitir por nada del mundo que
una mujer te pueda despertar pasión y excitación.
-No es que
una mujer me lo provoque, ya te lo expliqué, sos una persona y sos la única con
la que tengo contacto, con la única que llego a estar de forma tan íntima, si
fueras hombre sería lo mismo, me provocarías igual sólo porque no conozco otra
cosa… quisiera que fueras hombre.
-¿Para qué?
¿Serías mi novia, harías el amor conmigo si yo fuera hombre?
-No.
-¿Entonces?
¿Qué cambia? Vos me querés a mí, dejando de lado mi sexo, me querés como
persona… como amiga. ¿No es así?
-Sí, te
quiero mucho.
-Vos te
morís de ganas por besar y abrasar a alguien –asintió con la cabeza- y dijiste
que yo soy lo único que tenés a mano –volvió a asentir- entonces hacelo, sacate
las ganas. Me ofrezco como voluntaria, pero no te tortures más.
-Tenés novia
Lucrecia y sos…
-Ya sé que
tengo novia, ya sé que soy mujer, pero volvemos al mismo círculo vicioso, dejá
que yo me preocupe por mi novia, hagamos un paréntesis y aprovechá este único
momento para sentir eso que tanto querés sentir. Después todo vuelve a la
normalidad.
-No va a
volver a la normalidad…
-Al menos
prometo hacer el intento para que volvamos a ser las amigas de siempre pero no
vamos a poder hacerlo si todavía tenemos esta tensión acumulada. Sacate las
ganas, es un beso nomás y después podés seguir viviendo una vida gris de votos
de abstinencia y rosarios interminables para expiar pecados inexistentes –sus
ojos brillaban y su boca sonrosada está más hermosa que nunca- si lo vas a
hacer sacate el velo –yo misma se lo quité liberando su hermoso cabello- tenés
un pelo divino, no deberías esconderlo así. Sos hermosa Anabella.
Con estas
palabras conseguí quebrar la última capa de su coraza, se lanzó sobre mí
envolviéndome con sus brazos y su boca buscó la mía sin dudar. Me incliné de a
poco hacia atrás, obligándola a perseguirme, si me iba a besar quería que lo
hiciera por iniciativa propia y me alegré enormemente cuando mi cabeza tocó el
colchón de la cama y su boca seguía pegada a la mía. Inmediatamente introduje
mi lengua entre sus labios hasta que toqué la suya. Acaricié su espalda con
ambas manos y las subí hasta que mis dedos se enredaron en sus finos cabellos. La
tibieza de su lengua dentro de mi boca me hacía olvidarme del mundo no podía
pensar en otra cosa que no fuera ella y mi corazón se sacudía con furia dentro
de mi pecho. No sabía qué más hacer, no le había preguntado qué tan lejos
quería llegar con ese beso y temía arruinar el momento. Me esforcé por mantener
mis manos quietas, abrazándola fuerte y permitiendo que jugara con mis labios a
gusto. Entre arrumacos y caricias la oí susurrar muy cerca de mi oído una frase
que quedaría grabada en mí durante mucho tiempo:
“Quisiera
que fueras hombre”.
Ni siquiera
tuve tiempo para responderle o preguntarle si había escuchado bien, volvió a
sellar mi boca empleando su lengua como
tapón y me dejé llevar por la pasión. Cuando el beso se estaba tornando más
intenso ella se alejó repentinamente de mí y quedó de rodillas en la cama
mirándome a los ojos.
-Gracias
–dijo con voz cálida- creo que ya es suficiente –sus mejillas estaban rojas y
su pecho subía y bajaba al compás de su respiración- espero que entiendas por
qué lo hice y no lo malinterpretes.
-Lo sé –le
dije sin estar muy convencida- necesitabas sentir el calor de otra persona
–asintió con la cabeza- espero que te sientas mucho mejor ahora –estuve a punto
de decirle que eso debería dejarla satisfecha por el resto de su vida, mientras
mantenga dichos votos, pero no quería ser tan cruel con ella.
-Tengo que
ir a confesarme.
-¿Ya? ¿Ni
siquiera te vas a permitir disfrutar un rato de esta sensación?
-Ya disfruté
demasiado, diría que me excedí considerablemente.
-Dejame que
te lo ponga de otra forma ¿Pensás volver tan pronto a la tortura? –Estrujó sus
dedos mirándome fijamente- sé que estas nerviosa Anabella… y ansiosa. A mí me
pasó lo mismo la primera vez que besé a una mujer. No digo que no vayas a
confesarte, tal vez eso te hace sentir mejor, sólo te digo que no lo hagas
ahora mismo, date al menos un día de paz.
-Está bien…
sólo un día. Mañana me confieso.
-¿Le vas a
contar al Cura que besaste a una mujer? –volvió a dudar.
-No sé, tal
vez sólo le digo que caí en la tentación o que me dejé llevar por la situación…
o que tengo una amiga que se mete mucho en mi vida y me vuelve loca –al decir
esto último sonrió tímidamente.
-Te faltó
decir que esa amiga se va a seguir metiendo en tu vida y va a seguir
volviéndote loca –me levanté de un salto y la abracé con fuerza, le di un beso
amistoso en la mejilla- de verdad te quiero mucho Anabella.
-Yo también
te quiero Lucrecia.
-Ahora si me
voy, tengo que estar en esa entrevista, necesito desesperadamente un trabajo.
-Me alegra
saber que seguís con los pies en la tierra, andá a atender tus asuntos y te
deseo mucha suerte. Que Dios te bendiga.
-Muchas
gracias, a vos también –por un segundo me miró como si hubiera dicho una
grosería- lo digo en serio Anabella, espero que Dios te ayude mucho y que
aclare tu camino –esta vez me sonrió con ternura y supe que por una vez en mi
vida había dicho lo correcto.
*****
La compañía
aseguradora estaba ubicada en un visible local con la vidriera repleta de
publicidad, era imposible confundirla con otro sitio. Mi prioridad en este momento, además de
apartar de mi mente todo lo ocurrido con Anabella, era mostrarme segura de mí
misma, darle a entender a quién me recibiera que yo estaba perfectamente
capacitada para trabajar en un sitio como este, el no tener que seguir cursando
en la Universidad podía ser un punto a mi favor ya que ahora tenía mucho más
tiempo disponible y podría solicitar un trabajo de tiempo completo.
Un rechoncho
y amable guardia de seguridad me indicó con quién debía hablar para solicitar
el empleo y enfilé directamente hacia esa persona, se trataba de una mujer que
rondaba los cuarenta años y tenía el cabello teñido de rubio. Esta empleada no
fue tan cordial conmigo y no hizo más que subrayar la frase: “Creo que no nos
hace falta más personal” pero me mantuve firme en mi petición y le imploré que
me escuchara y que me hiciera saber si llegaba a aparecer aunque sea una mínima
oportunidad de entrar. Tuve que dejarle el número de teléfono de Lara ya que el
mío aún estaba fuera de servicio.
Veinte
minutos más tarde, con el ánimo por el piso, abandoné las oficinas de la
aseguradora machacándome la cabeza e intentando recordar en qué otro sitio
podría solicitar empleo, escuché que alguien hablaba a los gritos desde la
vereda de enfrente pero ni siquiera me volteé para ver de quién se trataba,
seguí con la mirada clavada en las baldosas bajo mis pies. La voz se volvió tan
insistente que ya no me quedó ninguna duda, ese hombre, sea quien sea, se
estaba dirigiendo a mí. Al ladear un poco la cabeza, usando mi visión
periférica, me di cuenta de que esa persona ya estaba cruzando la calle,
caminando directamente hacia mí, se trataba de un muchacho con barba de unos
días y cabello negro ondulado. Lo primero que pensé es que se trataba de alguno
de esos degenerados con demasiado tiempo libre que se dedican a acosar a las
mujeres en la vía pública pero luego me di cuenta de que conocía a este
muchacho de alguna parte.
-¡Hola! –Me
dijo con una amplia sonrisa cuando estaba a unos dos metros de mí- ¿tu nombre
era Lucrecia, cierto?
-Eh… sí, lo
sigue siendo –lo miré fijamente y de pronto mi memoria se aclaró- ¡Ah! Vos sos
el chico me ayudó con lo del degenerado ese… perdón, me olvidé tu nombre.
-Alejandro.
¿Cómo estás? ¿No volvieron a acosarte?
-De momento
no, por suerte. Perdón que no haya llamado para agradecerte pero mi teléfono
sigue roto.
-Todo bien,
no te preocupes. Tampoco esperaba que lo hicieras, fue simple cortesía. ¿Qué
andás haciendo por acá?
-Lo mismo
que hacía ese día, buscando trabajo, pero parece que no hay suerte.
-Es cierto,
por eso cuando uno encuentra un buen trabajo debe cuidarlo, es muy difícil
encontrar otro hoy en día –me percaté de que estaba bien vestido, con camisa
blanca y pantalón de vestir negro.
-¿Vos recién
saliste de trabajar?
-Se podría
decir que sí, en realidad no sigo un horario fijo.
-¿De qué
trabajás?
-Soy
periodista “freelance”.
-¿Y eso qué
es?
-Digamos que
soy como cualquier otro periodista, pero trabajo por cuenta propia vendiendo
noticias y notas de interés a diarios locales, tengo un convenio con uno en
particular, ellos me pagan bastante bien. Ahora salí a aclarar un poco mi
cabeza porque tengo que pensar en qué puedo basar mi próximo artículo.
-Ah, qué
buen trabajo.
-La verdad
que sí, a veces me siento como un detective privado, metiéndome en la vida de
la gente –su comentario me hizo sonreír, debía admitir que el chico tenía
cierta simpatía.
-Si te
metieras en mi vida más que un detective privado, necesitarías ser un
psicólogo.
-¿Tan loca
estás? –me lo dijo a modo de broma.
-Más de lo
que aparento… y ya es mucho decir. Además,
con todo lo que me está pasando últimamente, no sé cómo no exploté y mandé a la
mierda a todo el mundo. Perdón por la expresión, pero así me siento.
-No debe ser
nada fácil superar lo que te pasó con ese degenerado.
-Aunque no
lo creas, eso es lo que menos me afectó, prácticamente me olvidé de eso, fue un
gran susto en el momento pero después tuve cosas más importantes por las cuales
preocuparme.
-¿Como
cuáles? Por ejemplo. Si es que se puede saber.
-Digamos que
tengo problemas familiares, problemas con el estudio y problemas laborales, si
es que se considera un problema laboral el no conseguir trabajo.
-Sí que lo
es. Me interesa seguir charlando con vos ¿no querés que vayamos a tomar algo a
mi casa?
-Tan bien
que veníamos…
-¿Qué?
-¿No te
parece un poco lanzado estar invitándome a tomar algo a tu casa a esta hora del
día? -supuse que serían aproximadamente las seis de la tarde.
-Ah, perdón.
Fue mi culpa. Es que me olvidé de aclarar algunas cosas. Primero, no te invito
a tomar alcohol. Segundo, tampoco te invito con malas intenciones, no es lo que
estás pensando. Yo tengo novia y ella vive conmigo, en este momento tiene que
estar en casa. Tercero, vivo a dos cuadras de acá y me pareció más cómodo
charlar sentados en una silla antes que estar parados en plena calle. Hay
muchos locos dando vuelta.
-¿Y cómo se
yo que vos no sos uno de esos? Todo lo que dijiste podría ser mentira –no creía
que lo fuera pero me gustaba hacerme la difícil.
-En eso
tenés razón, no tengo forma de probarlo –pensó durante unos instantes con una
mueca bastante cómica en su rostro- en mi defensa sólo puedo decir que me puse
de tu parte cuando te atacó ese loco, podría haberme puesto de su lado.
-¿Me
hubieras violado? –ya me divertía con él.
-Eso es lo
que estoy diciendo, que de haber querido hacerlo, ya lo hubiera hecho.
-Buen punto,
no me deja del todo tranquila pero es un avance. Está bien, no tengo nada que
hacer ahora ya que fracasé en mi último intento por solicitar un puesto de
trabajo, podemos ir un rato a tu casa… pero te aviso que cuando vea algo que no
me gusta, me voy.
-Trato
hecho.
Como
estábamos en zona céntrica y aquí abundaban los edificios, no me sorprendió
para nada que Alejandro viviera en un departamento. Subimos el ascensor sin
decir palabra alguna y entramos a un mobiliario prolijamente amueblado y
pulcro, me agradó esa sensación de lugar de estudio que inspiraba todo el
ambiente. Todo era de madera marrón oscuro, parecían ser muebles diseñados
específicamente para este departamento y supuse que, de estar rentándolo, los
muebles estarían incluidos en el contrato. Nos sentamos frente a una mesa de
lustrosa madera, seguramente se volvía loco cuidándola ya que no se veía ni una
mancha, ni siquiera las típicas que deja un vaso mojado al ser apoyado en ese
tipo de superficies. Me hizo señas para que aguardara unos instantes y
desapareció de mi vista, escuché que hablaba y una mujer le respondía en voz
baja, al poco rato Alejandro volvió a aparecer pero enfiló directamente hacia
la cocina, supuse que iría por algo fresco para tomar. Miré hacia el pasillo
por el cual él había desaparecido previamente y vi una cabeza femenina
asomándose por unos instantes, un par de grandes ojos negros me miraron
fijamente como si hubieran salido de una película de terror, un escalofrío me cruzó
el cuerpo porque noté inmediata hostilidad en esa mirada. El anfitrión regresó
cargando una jarra con jugo, dos vasos y un par de posavasos. Sonreí al verlos
porque eso corroboraba mis sospechas.
-Si querés
contarme qué problemas tenés podés hacerlo, sino podemos hablar de cualquier
cosa –me dijo mientras llenaba los dos vasos con jugo color verde claro, supuse
que sería sabor limonada.
-No me gusta
cargar a la gente con mis problemas.
-No es una
carga, estoy acostumbrado a que me los cuenten. Aunque no lo creas a veces la
gente se abre más con un periodista que con un psicólogo, por eso es que hay
tantas locuras publicadas en los diarios y en la televisión. Además, ¿quién
sabe? En una de esas me das material para una nueva nota.
-No lo creo
–dije riéndome- nadie se pondría a leer ni dos minutos de mi vida.
-Suele pasar
que la gente que tiene vidas interesantes no son conscientes de lo que están
viviendo.
-Puede ser,
pero creeme que mi vida no lo es. Mis problemas deben ser los típicos que tiene
cualquier mujer de mi edad… y mi condición.
-¿Qué
condición es esa?
-Sos buen
periodista, hacés las preguntas justas.
-Tampoco era
tan difícil, vos me diste el pie.
-Digamos que
debido a mi “condición” tuve diferencias con mis padres, especialmente con mi
madre, y ahora busco vivir sola y valerme por mí misma, independizarme, por eso
mismo necesito un trabajo pero me es muy difícil encontrar uno, a pesar de que
soy estudiante… mejor dicho, era estudiante de Administración de Empresas.
-¿Por qué
“eras”?
-También
tuve diferencias con ciertas personas que administran la Universidad.
-¿Eso se
debe a tu “condición”?
-¿Por qué
tengo la sensación de estar siendo entrevistada? –tomé un largo sorbo de jugo,
no era de limonada, no sabía de qué era pero estaba segura de algo, era
asqueroso. Intenté disimular lo mejor posible y me esforcé por no escupirle a
Alejandro toda la cara.
-Porque
sabés que soy periodista, no te estoy entrevistando, al menos no por ahora.
-Espero que
así sea.
-Pero no
puedo negar que eso de tu “condición” me causa curiosidad.
-Bueno, te
lo digo. De todas formas ya se lo conté a mucha gente y no ya no tengo por qué
ocultarlo. Soy lesbiana –me quedé en silencio esperando alguna reacción pero él
permaneció estático frente a mí.
-¿Solamente
eso?
-¿Te parece
poco?
-No, pero
cuando hablabas de “condición” y de “diferencias” pensé que estarías embarazada
o algo parecido –no pude evitar reírme.
-Con mi
“condición” veo muy, pero muy difícil quedar embarazada. Es una de las ventajas
que tiene esto de fijarse en personas del mismo sexo.
-Tengo
conocidos que son homosexuales, de hecho en el diario en el cual trabajo hay algunas
parejas del mismo sexo, algunos se escandalizan pero a mí sinceramente no me
molesta.
-Me alegra
que así sea, de lo contrario hubiéramos terminado muy mal. Ya estoy cansada de
ver homofóbicos, te juro que si conozco uno más, le pongo una trompada en la
cara a la primera… no es algo que no haya hecho antes –sonreí al recordar el
golpe que le di a mi ex profesora pero luego me puse mal porque sabía que había
obrado imprudentemente.
-Se ve que
tuviste algún problema con homofóbicos.
-Sí, y no
sólo con mis padres. ¿Podés creer que no voy a poder seguir cursando en la
Universidad porque no me quieren dar una beca? Aparentemente hay gente en la
administración a la que le molesta que yo sea lesbiana.
-No me
cuesta creerlo pero sí me sorprende un poco, hoy en día está muy mal visto
expulsar a alguien por ser homosexual, ya sea de la Universidad o del trabajo.
-Sí lo sé,
pero tampoco puedo hacer nada para cambiarlo. Después de la forma en la que me
fui, no creo que vuelvan a aceptarme en esa Universidad. Lo peor de todo es que
me peleé con una profesora que también es lesbiana, yo pensé que ella me iba a
ayudar pero hizo todo lo contrario, usó mi condición en mi contra.
-Eso si me
cuesta un poco más creerlo, si lo usara en tu contra ¿no tendría ella los
mismos problemas que vos?
-No, al
parecer la mujer es hija de un tipo bastante influyente en la Universidad y
nadie la puede tocar. Creo que su papá es un antiguo Decano o algo parecido.
-Ya veo, el
clásico “acomodo”. Todo esto me parece de lo más interesante. ¿Te molesta si
investigo un poco para hacer una nota? Vendría bien un reportaje sobre la
homosexualidad.
-No es mala
idea –dije acariciándome el mentón- la verdad es que me encantaría exponerlos
porque me quedé muy enojada, no es que lo vea como una venganza, sólo me parece
lo correcto. Tengo otras amigas que concurren a la universidad y también son
lesbianas, no me gustaría que a ellas les pase algo parecido en el futuro.
-Si te
parece bien podría ir tomando algunas notas.
-Por mí está
bien –ya me imaginaba todo ese escándalo publicado en los diarios y la idea me
agradaba cada vez más.
-Voy a
buscar la laptop, de paso voy al baño, tanto jugo da ganas de orinar.
Alejandro se
puso de pie y se perdió dentro de una habitación. Me quedé sentada en mi lugar
mientras rememoraba todo lo ocurrido en la Universidad y me sobresalté al ver
aparecer una figura femenina a mi izquierda. La chica de cabello negro pasó
caminando a mi lado con paso seguro y desafiante, lo primero que noté fueron
sus redondeadas piernas y el pecho me dio un vuelco al ver que llevaba puesta
una remera muy corta y una tanga diminuta, sus glúteos rebotaban sin perder la
forma esférica y debajo de ellas se podía ver que su vulva quedaba apretada y
bien marcada entre sus piernas. No la conocía de ningún lado, sólo sabía que
era la novia de Alejandro pero tengo que admitir que me excitó un poco verla
así. Fue hasta la cocina y regresó con un vaso de agua, cuando la vi de frente
no pude apartar la vista de ese pequeño triangulito de tela blanca que apenas
cubría su sexo y dejaba a la vista un perfecto y lampiño pubis. Me maldije por
tener pensamientos suyos con ella, yo tenía novia y ya me había portado muy mal
con ella, sentía que la estaba traicionando una vez más imaginando desnuda a
esta preciosa chica que me miraba fijamente con sus grandes ojos oscuros.
-Hola –me
dijo con tono poco cordial.
-Ho… hola
–la saludé sin dejar de recorrerla con la mirada ¿por qué estaba vestida de esa
forma?
-¿Vos quién
sos?
-Ah… pensé
que tu novio te había explicado…
-No es mi
novio, es mi prometido –resaltó esa última palabra, supe lo que estaba
ocurriendo, la chica estaba marcando territorio, como los gatos. Me quería
dejar bien en claro quién era y al aparecer semidesnuda me mostraba lo hermosa
que era, una forma indirecta de decirme que no podría competir con ella, aunque
en realidad el tiro le estuviera saliendo por la culata.
-Perdón… tu
prometido –volví a centrar mi vista en su entrepierna, pude notar el botoncito
que era su clítoris bien marcado en la tela y recordé de golpe todas las veces
que había disfrutado comiéndome una vagina- él me ayudó una vez… un tipo quiso
abusar de mí y yo salí corriendo, me crucé con él y con un amigo suyo en la
calle, los dos me ayudaron a librarme del degenerado hasta que llegó la
policía.
-Ah sí, me
contó sobre eso. De todas formas no entiendo qué hacés acá.
-Este… hoy
me crucé con Alejandro, otra vez en la calle y él me invitó.
-¿Él te
invito? ¿Para qué? –me miraba con el ceño fruncido, supe que la chica era tan
hermosa como celosa y posesiva.
-Para
charlar, nada más.
-Mirá flaca,
si vos pensás que él es tu salvador o alguna de esas ideas boludas, estás muy
equivocada porque él…
-La que está
equivocada sos vos –le dije poniéndome de pie, ya me había cansado su actitud de gallito de pelea,
yo también podía ser frontal cuando la situación lo requería- en primer lugar,
no vine con ninguna mala intención, sólo a charlar, como te dije. Segundo, a mí
no me gustan los hombres –di dos pasos hacia ella y me quedé parada a pocos
centímetros de su cara, demostrándole que yo era más alta por más de media
cabeza- soy lesbiana, lo creas o no… y si aparecés vestida de esta manera –señalé
su apretada tanga- lo voy a tomar como una provocación –le sonreí con picardía,
no sabía de dónde había sacado fuerzas para decirle todo esto pero ya estaba
cansada de que la gente me pisotee- y si mi provocás mucho puede que terminemos
en la cama –abrió sus ojos y levantó las cejas al máximo, su quijada parecía
estar a punto de desprenderse.
-¿Qué? ¿De
verdad sos lesbiana? –dijo anonadada, toda su hostilidad se difuminó.
-¿Querés que
te lo demuestre? –mi corazón latía deprisa, realmente estaba disfrutando con
esto, prácticamente podía sentirlo como una terapia psicológica, enfrentándome
de alguna forma a todos los problemas de mi vida- porque puedo hacerlo acá
mismo –para agravar la situación tomé el elástico de su tanga y tiré levemente
hacia abajo, no quería desnudarla pero la tanga era tan pequeña que con ese
leve tirón ya dejé expuesta su rajita y pude ver unos tiernos labios
perfectamente divididos a la mitad; estuve a punto de echarme para atrás porque
pensaba que había ido muy lejos con mi bromita.
-No, pará
flaca –dijo apartándose y acomodando su ropa- no es ninguna provocación.
-Yo no lo
veo de esa forma, ¿cómo se yo que tu novio no te dijo que soy lesbiana? –Miré
hacia el pasillo, aún no había señales de Alejandro- yo no estoy saliendo de mi
pieza en tanga cuando hay visita, por ahí a vos te calientan las mujeres.
-No me dijo
nada, de verdad. Te juro que no te estaba provocando… de ninguna manera –se la
veía asustada, de pronto la gata celosa se había convertido en un tímido
conejito y yo me sentía un lobo feroz. Quise divertirme un poco más con ella,
aunque en realidad no hablara en serio.
-Si querés
podemos ir ahora mismo a tu pieza… que tu novio mire, no me molesta –me reía
por dentro, ni loca me acostaba con ella y permitía que Alejandro nos mirara,
no conocía a ninguno y sabía que mis probabilidades de arruinar todo
completamente eran altas, sólo quedaba una alternativa, que ella retrocediera.
-¿Qué? No,
ni loca hago eso. Entendiste cualquier cosa flaca, no soy lesbiana ni me gustan
las mujeres… yo no quería que te metas con mi novio, nada más.
-Con tu
novio no me voy a meter… pero de vos no puedo prometer nada –volví a sonreír.
-Que puta
que sos –decidí que ya era momento de ponerle fin a todo este jueguito.
-Y vos sos
bastante crédula. ¿De verdad te creés que te estoy hablando en serio? –me miró
confundida.
-Entonces…
¿no sos lesbiana?
-Sí soy,
pero eso no quiere decir que me voy a tirar arriba tuyo, ni te conozco –volví a
sentarme- pero sí me molesta que vengas con esa actitud, entiendo que puedas
ser un poquito celosa, pero aparecer en tanga… me parece mucho. Desde ya te
digo que no haría nada con vos, no porque no seas linda, que sí lo sos –esto le
sacó una sonrisa automática- pero tenés novio… y yo tengo novia. Además, si sos
heterosexual, te respeto eso, pero vos respetame a mí.
Escuchamos
la puerta del baño abriéndose, la chica se movió rápido y se sentó en el mismo
sitio que antes ocupaba su novio, supuse que quería ocultar su atuendo (o la
falta de uno) bajo la mesa. Alejandro apareció con una pequeña laptop en mano y
en cuanto la dejó sobre la mesa su prometida le dijo:
-Amor, ¿por
qué no vas a comprar algo para comer?
-¿Ahora?
-Sí, antes
de que se haga tarde, yo me quedo hablando con tu amiga un rato para que no se
aburra –allí supe que era una bruja manipuladora- de paso la invitamos a cenar
con nosotros.
-Por mi está
bien, no tengo apuro –le dije sintiéndome un poquito incómoda por la situación.
-Bueno, ¿qué
quieren comer?
-Cualquier
cosa que se cocine rápido –dijo ella sin borrar esa forzada sonrisa de su
rostro.
-Ok, vuelvo
en un rato. Vos preparate porque mientras tanto voy a ir pensando algunas
preguntas.
-Está bien
–le dije sonriendo amistosamente.
Pasó
caminando por detrás de mí, escuché un ruido de llaves y la puerta abriéndose.
Había quedado sola con aquella mujer semidesnuda a la que no conocía y ya
habíamos empezado con mal paso nuestra relación.
-¿Cómo te
llamás? –me preguntó borrando su sonrisa en un parpadeo.
-Lucrecia
¿vos tenés nombre?
-Me llamo
Lorena. ¿Siempre sos tan mal educada?
-¿Mal
educada, yo? Si la que aparece con el traste al aire sos vos. Hay gente que
considera una cuestión de cortesía ponerse pantalones. ¿Vos siempre pensás que
cada chica que trae tu novio te lo va a robar, tan poca confianza le tenés?
-Lo que
piense de mi novio es cosa mía y no me gusta que me hables de esa forma, esta
es mi casa y vos sos una invitada.
-Pero no me
invitaste vos… y si te molesto me voy ahora mismo –lo dije poniéndome de pie de
un salto- si hubiera sabido que Alejandro tenía una novia tan pesada no venía,
seguramente ni a tus amigas las dejás venir –la expresión de su rostro cambió
totalmente, pasó de ser una fiera celosa a un roedor asustadizo, tal como había
ocurrido antes.
-No tengo
muchas amigas –dijo con la voz entrecortada.
-Por algo
serás… si a todas las tratás de esta forma, poco te van a durar –esto la puso
aún más triste, tanto que me dio pena, suspiré e intenté medir mi efervescente
temperamento- disculpá flaca, ni siquiera te conozco pero creeme que nunca se
me había presentado nadie en estas condiciones… con tan poca ropa… no sé, me
pongo tarada cuando veo una chica linda medio desnuda… también me hiciste
enojar con tus acusaciones.
-Yo no sabía
que te gustaban las mujeres.
-Está bien,
la culpa es mía es por venir. Debí pensar de antemano que se ve un tanto
extraño estar visitando a un chico en su departamento, más si él está de novio.
Te repito, la forma en que te traté no fue en serio, me hiciste enojar y suelo
reaccionar mal cuando me enojo. Una vez le pegué a una profesora –confesé, pero
en lugar de enorgullecerme de esto, me avergonzaba mucho.
-¿Qué, de
verdad? –Noté cierta simpatía en su rostro- bueno, me imagino que algo te habrá
hecho para que le pegues.
-Sí, creeme
que sí… y vos estuviste a punto de probar más de lo mismo.
-¿Me
hubieras pegado a mí?
-Probablemente
sí… -vi que se puso de pie, por un segundo pensé que venía a golpearme, pero
sonrió.
-Mejor me
voy a poner algo de ropa antes de que vuelva el Ale, seguime –enfiló hacia el
pasillo y luego de dos pasos miró hacia atrás y sonrió- de verdad no creo que
quieras pegarme, al menos no te conviene.
-Soy más
alta que vos –le dije orgullosa mientras la seguía.
-Puede ser,
pero ¿cómo le explicarías a Alejandro que me pegaste en mi propia casa mientras
él no estaba? –me detuve en seco, la chica tenía razón, por más que quisiera
golpearla (cosa que en realidad no quería) tendría que tener una muy buena
excusa y sería mi palabra contra la suya, por lo dominante que era esta chica
ya podía imaginar a quién le creería mi nuevo amigo, si es que ya podía
llamarlo de esa forma.
-La verdad
es que me siento muy incómoda, siento que estoy molestando… y creeme que no me
gusta molestar. Mejor me voy.
-No te vayas
–se volteó para mirarme de frente.
-¿Por qué no?
Es obvio que no querés verme cerca de tu “prometido”.
-Es que si
te vas él va a saber que fue por mi culpa.
-Algo me
dice que no es la primera vez que pasa esto –me miró con sus ojitos vidriosos
como si fuera una niña en penitencia- ¿quién fue la última que tuvo que pasar
por esto?
-Una amiga
–volvió a caminar hacia su cuarto, decidí seguirla para saber más sobre el
asunto.
-¿Tuya o de
él?
-Mía.
-¿Te
peleaste con una amiga porque te pusiste celosa?
-Es algo que
no puedo evitar –mantuvo su cabeza gacha- no sé por qué, me desespera pensar
que podría estar con otra mujer.
-¿Y por qué
debería hacerlo, acaso no es feliz con vos?
-Él me dice
que sí… y yo le creo, pero tengo un pequeño problemita para socializar.
-Se llama
ser celosa y posesiva, conozco mucha gente así, pero lo tuyo es un caso
extremo.
-Es
inseguridad. Sé que necesito cambiarlo –volvió a mirarme, ya estábamos de pie
en el centro de un dormitorio con cama matrimonial- prometeme que no te vas a
ir, te pido perdón, sinceramente. Sé que me comporté como una estúpida –no
sabía por qué pero esta chica me daba mucha lástima, de pronto tenía ganas de
abrazarla y decirle que no se preocupara.
-Yo también
actué de una forma muy infantil –le dije- si hubiera reaccionado como
corresponde, no hubiéramos discutido.
-No soy tan
mala como parezco, sólo tiendo a reaccionar mal. Alejandro es la única persona
que me tolera, por eso me dolería en el alma perderlo –asentí con la cabeza
indicándole que comprendía su situación- él es el tipo más bueno que conocí en
mi vida y me pidió que confiara en él. Le prometí que lo haría y que ya no
reaccionaría de mala manera, si sabe que estuvimos discutiendo se va a enojar
conmigo.
-Está bien,
te prometo que no le voy a contar.
-Gracias.
Sos una chica rara.
-Ser
lesbiana no es tan raro hoy en día.
-No lo digo
por eso, tenés una forma diferente de reaccionar, nunca me habían hecho frente
de esa forma.
-No creo ser
la primera persona que se enoja con vos.
-No lo sos,
pero siempre busco tener la razón pero esta vez vos saliste con un argumento
totalmente diferente y no supe cómo reaccionar.
-Para que
aprendas a no meterte con una lesbiana. Sabemos defendernos.
-¿De verdad
pensás que soy linda?
-Sos la
“prometida” de Alejandro, ni siquiera debería contestar esa pregunta –dije
cruzando los brazos.
-Pero yo
quiero que me respondas –se alejó un par de pasos y se paró como una modelo de
ropa interior- si yo no estuviera comprometida, ¿yo te parecería linda? –me
estaba poniendo incómoda, no podía dejar de mirar su cuerpito, que en parte me
recordaba al de Lara y me hacía sentir más culpable.
-Sos una
chica linda.
-Esa no es
la respuesta que busco.
-No sé qué
querés escuchar.
-Si te
acostarías conmigo –el corazón se me paralizó.
-¿Me estás
insinuando algo? –Tragué saliva- porque podemos terminar mal… y no hablo de
discutir.
-¿Por qué,
qué pensás hacerme? –puso la boca como si fuera el pico de un pato y jugó con
el elástico de su tanga bajándola un poco.
-Ya te lo
dije hace un rato… no empecemos otra vez con lo mismo. No deberías estar haciendo
estas cosas, tenés novio… y yo tengo novia… ¿no era que no te gustaban las
mujeres?
-Y no me
gustan… sólo quiero saber si yo te parezco linda a vos.
-¿Y para qué
lo querés saber?
-No sé…
curiosidad.
-No es
curiosidad… hacés esto para alimentar tu propio ego. Sos una chica muy linda,
ya te lo dije. No tenés por qué hacer tanto teatro, si me acostaría con vos…
hipotéticamente, pero no lo voy a hacer y ya sabés por qué –sonrió y dio un par
de saltitos hasta un mueble, abrió uno de los cajones y sacó un pantalón,
cuando se lo puso pude respirar tranquila. En ese momento supe que esta chica
se parecía mucho a Abigail, mi hermanita -¿le vas a contar de esto a tu
terapeuta?
-¿Cómo
sabés…? –me miró espantada.
-No lo sé,
solamente me lo imaginé. Sé muy bien que no hay que estar loco para un a un
psicólogo, de hecho, cada persona en el mundo es apta para consultar a uno,
pero vos… vos sí que lo necesitás. No te pongas mal, no te estoy atacando… de
hecho me cae bien la gente como vos.
-¿Me estás
diciendo loca? –frunció el ceño.
-No, no…
solamente dije que… o sea… me hacés acordar mucho a mi hermanita, ella también
va a un terapeuta –Abigail admitía estar un poco loca pero al parecer a esta
chica le molestaba mucho esa palabra- solamente digo que tenés una personalidad
especial.
-Que
necesita de un psicólogo…
-Bueno… y si
Lorena, vos debés saber muy bien que tus reacciones no son normales… pero eso
no quiere decir que estés loca.
-Te comento
que voy a un psicólogo porque yo quiero, no porque alguien me obligue a hacerlo
y no estoy loca.
-Perfecto –a
los locos hay que darles siempre la razón- perdón si me pasé con lo que dije
–si fuera como mi hermana comenzaría a sonreír en cualquier instante pero esta
chica seguía con el ceño fruncido mirándome de forma amenazante.
-¿Y si la
loca fueras vos? ¿Te gustaría que te lo digan?
-Supongo que
sí… hey, de hecho yo sé que estoy loca –sonreí para aliviar un poco la tensión-
si me conocieras mejor te darías cuenta de que es así, pero yo intento
disfrutar de mi locura.
-Vamos al comedor,
ya va a venir Ale –caminó con pasos decididos y firmes, la poca simpatía que
había visto mientras se hacía la estrella porno se había difuminado, ahora sólo
quedaba una chica que se asemejaba mucho a una bomba defectuosa que podría
estallar ante la menor provocación, de pronto se me ocurrió algo que podría
arreglar un poco la situación.
-Me caés
bien –no mentí del todo- vos y yo podríamos ser amigas –giró lentamente la cara
hacia mí abriendo muy grande los ojos.
-¿Lo decís
en serio?
-Sí, ¿por
qué no? Si fuéramos amigas seguramente dentro de mucho tiempo nos reiríamos al
acordarnos del día en que nos conocimos –milagrosamente esto la hizo sonreír.
-Totalmente,
hablaríamos de la vez que quisiste acostarte conmigo, pero yo no te dejé.
-¿No me
dejaste? No te olvides que el motivo es porque ambas tenemos pareja… sino la
cosa pudo haber sido muy diferente.
-¿Te creés
capaz de conquistar a una mujer a la que no le gustan las mujeres?
-¿Por qué
no? Me he acostado con chicas sin saber si eran lesbianas o no.
-Qué asco.
No sé cómo pueden hacerlo entre dos mujeres. Perdón flaca, pero es la verdad.
Me da mucho asco.
-¿Entonces
por qué querías saber si me acostaría con vos? ¿Por qué te hiciste la gatita en
celo?
-Para que
sepas que yo tengo algo que vos querés y que nunca vas a tener –no sabía si
había ganado una amiga o un némesis.
-Sos una
persona muy dominante –admití- pero te quiero dejar en claro que yo tengo una
personalidad muy fuerte -¿la tenía?- y conmigo no te va a ser nada fácil…
“amiga”.
-Ya veremos…
-se sentó en una silla manteniendo una sonrisa desafiante en el rostro.
-Y no me
acostaría con vos ni aunque fueras la última mujer del mundo.
-Es tarde
para eso, ya dijiste que sí lo harías –la maldita era astuta, por algo me había
obligado a confesar.
-Solamente
lo dije para que dejaras de molestar.
-¿Te hubiera
molestado si me quitaba toda la ropa? –ya comprendía todo, esto no era un juego
de provocación sexual, el sexo tenía poco que ver con todo esto, este era un
juego de poder.
-No sé,
porque ni siquiera te gustan las mujeres, no me hubiera calentado al verte
desnuda –dije mientras admiraba mis uñas, las cuales estaban bastante
desprolijas.
-Eso no
importa, a vos sí te gustan las mujeres… algo hubieras sentido al verme
desnuda.
-No, creo
que no. Porque si yo sé que no le gusto a la otra persona… no es lo mismo
–intentaba mantenerme serena.
-Si alguien
ve desnuda a una persona que le gusta, se va a excitar, aunque sepa que nunca
va a poder tener a esa persona –ella no lo sabía pero había dicho exactamente
lo que yo quería escuchar.
-Podría
poner a prueba tu teoría –continué mirando mis manos como si le estuviera dando
poca importancia al asunto.
-¿Querés que
me saque la ropa y probamos? –me desafió.
-No pensaba
en eso, pensaba en que podría desnudarme cuando viniera Alejandro y que él te
diga si se calienta o no… a los hombres se les nota más eso. Él sabe que soy
lesbiana y que no lo haría con él… pero quien sabe, se podría calentar igual
–verla otra vez con el ceño fruncido me hizo saber que este asalto lo había
ganado yo.
-No metas a
Alejandro en esto –en ese instante la puerta del departamento se abrió y el
nombrado se hizo presente- hola mi amor –saludó cambiando drásticamente su
rostro, ahora parecía la muchacha más simpática del mundo.
-Hola hermosa
–él se acercó y sin soltar las bolsas de compras le dio un corto beso en la
boca- ¿y qué tal te cayó Lucrecia? –preguntó como si yo no estuviera ahí.
-Muy bien,
es una chica muy simpática e inteligente, creo que podríamos ser buenas amigas…
claro, si ella quiere.
-Por
supuesto –le dije utilizando mi mejor cara de niña buena; no sabía si estaba
hablando en serio o era parte de su jueguito.
-Me alegra
que se lleven bien –dijo Alejandro quien aparentemente no sospechaba nada de lo
que había ocurrido- amor, ¿podés preparar la comida mientras yo preparo algunas
cositas con Lucrecia?
-¿Qué
cositas?
-Una nota
–intervine- él quiere escribir sobre los problemas que tuve en la Universidad.
-Sí, es que
le pasó algo muy injusto y quiero que me lo cuente mejor, me pareció que era
buen material para un reportaje.
Tuvimos que
explicarle claramente en qué consistiría todo el asunto para que pudiera estar
tranquila, al fin y al cabo ella ya sabía muy bien cuál era mi preferencia en
cuanto al sexo y entrar un poco más en detalles no me suponía ningún problema.
Ella accedió a preparar la cena y con Alejandro comenzamos la entrevista. Me
sentía sumamente rara ya que ésta era una experiencia totalmente nueva para mí
pero a la vez lo encontraba muy entretenido. También me servía para hablar de
mis problemas, dejarlos salir y que alguien los escuchara dándome la razón en
casi todos los casos, el único punto que me reprochó fue cuando le conté sobre
el altercado violento que tuve con la profesora. Me dijo que esto podría
traerme serios inconvenientes si toda la historia salía a la luz pero le dije
que asumiría las consecuencias con tal de ver que se hacía justicia y que todo
el mundo se enterara de cuánto podían discriminar a alguien en una Universidad.
-Lucrecia
¿vos nunca pensaste que tus problemas para conseguir empleo pueden deberse a
que alguien en la Universidad está dando malas referencias tuyas? –la pregunta
me tomó por sorpresa.
-No, claro
que no. Nunca lo pensé así. ¿Qué tiene que ver la Universidad con mi futuro
empleo?
-Es que vos
presentás el Currículum Vitae señalando que sos alumna de esa Universidad y lo
primero que va a hacer la persona que quiera contratarte es contactarse con
alguien de dicha Universidad, aunque lo haga como mero formalismo para tener
alguna otra referencia tuya.
-Te juro que
nunca había pensado tal cosa –comencé a evaluar todas las entrevistas laborales
que tuve, en muchas me habían dado grandes expectativas, hasta podía notar el
entusiasmo del entrevistador por contratarme pero luego no volvían a llamarme-
¿y cómo puedo averiguar si eso está ocurriendo de verdad?
-Sencillo,
podríamos hacer una simple prueba, podríamos llamar a la Universidad y
preguntar por vos.
-Les
pedirían referencias, no le darían información de un estudiante a la primera
persona que llamen.
-Por eso no
hay problema, Lorena puede decir que te postulaste para trabajar en la
concesionaria de autos de su padre, ella también trabaja ahí.
-¿Y no
debería estar trabajando ahora?
-Digamos que
ser la hija del dueño tiene sus ventajas –dijo Lorena apareciendo con platos
llenos de comida- tengo un horario bastante flexible. ¿Es cierto todo eso que
dice Ale? ¿De verdad puede haber alguien poniéndote trabas?
-Es que de
otra forma no me explico por qué ella no consigue trabajo, me mostró su Currículum
y es realmente muy bueno para una estudiante.
Señaló una
de las tantas hojas de papel que había sobre la mesa, Lorena dejó los platos y
la tomó. Leyó durante unos instantes y asintió con la cabeza repetidas veces.
-Realmente
es muy bueno. Le diría a mi papá que te contrate pero ya estamos completos. No
hay lugar para nadie más en toda la concesionaria, pero creeme que si alguien
se va, vas a ser la primera en enterarte.
-Muchísimas
gracias –eso me daba ciertas esperanzas.
-Y me
importa un carajo lo que digan de vos en la Universidad –allí fue cuando tuve
la primera señal de que esta chica se estaba tomando en serio lo de la amistad.
-En el
Currículum está el número de teléfono de la Universidad –le dije.
-Entonces
voy a llamarlos ahora.
-¿Ahora?
-Sí, supongo
que querés saber lo que dicen cuanto antes.
-Es cierto.
Te lo agradezco mucho.
A riesgo de
que la comida se enfríe, Lorena tomó su teléfono celular y llamó a la
Universidad, por la hora que era pensé que no la atendería nadie pero una
Universidad tan grande nunca dormía en realidad. Se pasó los primeros tres
minutos explicando quién era, por qué llamaba y sobre quién quería preguntar.
Sé que habló con al menos dos personas hasta que llegó la tercera, que era a
quien correspondían esas llamadas. La prometida de Alejandro fue bastante
formal a la hora de hablar, se notaba que la chica tenía experiencia en la
materia y sus preguntas fueron certeras, el hombre del otro lado del auricular
respondía enérgicamente, yo apenas podía escuchar un murmullo pero con eso me
bastaba para notar el tono de voz que estaba empleando. Cuando la llamada
terminó Lorena se sentó en una silla y me miró apenada.
-Lo siento
mucho Lucrecia, no me imaginé que tuvieras este tipo de problemas. No sé qué
habrás hecho en la Universidad, pero hiciste enojar mucho a alguien.
-Se me
ocurren varios motivos para que alguien esté enojado conmigo.
-Este hombre
no sólo me dejó bien en claro tus preferencias sexuales sino que además me dijo
que llevás una vida de libertinaje sexual, palabras textuales. Que te acostás
con toda mujer que se te cruce por el camino.
-No es tan
así… o sea, no creo que mi vida tenga tanto libertinaje como esa persona dice…
no le hago mal a nadie.
-Está bien,
lo que hagas con tu vida sexual es asunto tuyo, me jode mucho que la usen en tu
contra.
-¿Cómo se
llama el hombre con el que hablaste?
-Luciano
Sandoval. ¿Lo conocés?
-No, nunca
había escuchado ese nombre. ¿Por qué sabe tanto de mi vida sexual?
-No sé, pero
no sólo lo sabe, sino que también te detesta. Se le nota en la voz.
-No te
preocupes Lucrecia –me dijo Alejandro- si alguien está en tu contra, vamos a
averiguar quién es y por qué te hace esto. Mientras más me contás sobre este
asunto más me convenzo de que sos una buena chica, un tanto inmadura… pero
buena chica.
-Gracias por
lo de la inmadurez… me hace sentir joven –sonreí con cierta tristeza, no podía
creer que alguien estuviera boicoteando de esa forma mi futuro laboral.
Decidimos
dejar el asunto allí por el momento, supuse que ellos no querían que yo me
pusiera triste. Comimos lo que había preparado Lorena y supe que la chica era
pésima cocinera, pero a pesar de eso puse la mejor cara y aseguré que todo
estaba exquisito, noté cierta mirada confidente por parte de Alejandro, al
parecer él ya estaba acostumbrado al terrorismo culinario de su prometida y
agradecía que yo no dijera nada al respecto. También supe que ese asqueroso
brebaje que había probado unas horas antes era un jugo de frutas preparado por
ella, me compadecía de este pobre muchacho que debía padecer estas torturas a
diario. Me quedé con ellos durante un par de horas luego de almorzar y cuando
me despedí supe que había hecho dos buenos amigos, aunque la muchachita todavía
no me inspiraba demasiada confianza. Alejandro me aseguró que pronto
seguiríamos con la entrevista y que buscaríamos la mejor forma de exponer a
quienes discriminaban a las personas por sus preferencias sexuales. No pude
esconder mi entusiasmo, de verdad necesitaba ver al menos un poquito de
justicia en todo esto.
*****
El día en
que pude trasladarme a mi nuevo departamento, Lara me ayudó a mudar mis
pertenencias, que no eran muchas pero me agradaba contar con su apoyo. Todavía
me sentía culpable por lo que había ocurrido con Anabella y estuve evitando
entablar cualquier conversación seria con mi novia, principalmente porque no
sabía cómo abordar el tema.
Su familia
tuvo la amabilidad de obsequiarme un colchón de dos plazas completamente nuevo,
a Lara le preocupaba que no tuviera una cama dónde ponerlo pero yo estaba tan
contenta de tener un sitio dónde vivir que ese detalle me importaba muy poco.
El
departamento estaba prácticamente vacío, sólo contaba con lo básico que debía
tener una vivienda a la hora de ser alquilada, por suerte ya contaba con una
cocina pero aún no tenía heladera donde guardar mis alimentos, los cuales
tampoco tenía en gran cantidad. Elegí este sitio por estar ubicado en el cuarto
piso de un lujoso edificio que tenía un total de veinte pisos, con dos
departamentos en cada uno. Tenía sitio de sobra para vivir allí dentro y no
tenía ni idea de qué iba a hacer con tres de las cuatro habitaciones. Al
principio pensé en transformar una en un estudio, con una bella biblioteca y un
elegante escritorio pero luego encontré un sitio mucho mejor para esto justo al
lado del comedor, allí armaría lo que sería una sala de estar y un estudio a la
vez y lo mejor es que contaba con un balcón, en donde podría sentarme los días
de verano, todo en este departamento me encantaba, aunque estuviera
virtualmente vacío y el blanco de las paredes y los pisos me produjera nauseas,
sabía que eso había sido idea de mi madre, algún día debería darle color a
algunas paredes.
-¿Cómo vas a
hacer para amueblarlo? –me preguntó mi novia mientras me ayudaba a limpiar un
poco los pisos.
-Para eso
hay tiempo, lo haré de a poco cuando consiga algún trabajo, por ahora soy feliz
sabiendo que nadie puede sacarme de acá.
-Y yo soy
feliz si vos sos feliz –al decir esto se me acercó y me dio un tierno beso en
la boca; no pude hacer más que sonreír y sentirme tremendamente culpable, en
algún lugar dentro de mí sabía que le había fallado a esta chica, aunque yo
misma buscara convencerme de lo contrario.
Preparamos
una cena ligera, mejor dicho, calentamos la comida que nos dio la madre de
Lara, quien era una excelente cocinera. Nos sentamos sobre almohadones en el
piso y mientras comíamos le conté sobre mi inesperada visita a la casa de
Alejandro, obviando la escena con Lorena, también decidí pasar por alto la
conversación que ella tuvo con un tal Luciano Sandoval ya que conocía a Lara,
si de pronto comenzaba a hablar de un complot en mi contra, ella me trataría de
paranoica y me diría que estaba exagerando. Me centré en la improvisada
entrevista en la que participé con Alejandro y le conté las ideas que teníamos
para exponer a la administración de la Universidad.
-Esperá
Lucrecia, no pueden hacer eso.
-¿Por qué
no? –pregunté mientras llevaba un bocado de quién sabe qué deliciosa comida
kosher.
-No hay
dudas de que vos merecés justicia y nada me encantaría más que verte de nuevo
en la Universidad. También estoy muy pero muy enojada con Jimena, por lo que te
hizo y me importa poco si ella termina perjudicada, pero si todo este asunto
sale a la luz, todo el mundo va a saber que sos lesbiana.
-Eso ya no
me importa, que se enteren.
-El problema
es que si se enteran se va a correr el rumor de que soy tu novia y aunque no
haya rumor a mis padres les costaría poco trabajo deducir que pasa algo raro
entre nosotras. Ni yo ni vos sabemos cómo podrían reaccionar ante semejante
noticia, pero una cosa es segura, no les va a gustar.
Miré el
plato de comida sin prestarle la más mínima atención a su contenido. Lara tenía
razón, la emoción no me había dejado analizar la situación con detenimiento, no
podía hacerle eso, si su madre detestaba tanto las relaciones homosexuales como
aparentaba, exponerla sería una grave equivocación. Este asunto podía ocasionar
mucho ruido y por primera vez veía que hasta Samantha podría verse perjudicada
de alguna forma… ¿quién sabe? Tal vez hasta Anabella podía terminar pagando
algunos platos rotos.
-No lo había
pensado de esa forma –mi euforia se apagó en un parpadeo- tenés razón Larita,
no puedo hacer… y quedate tranquila porque mañana mismo hablo con Alejandro y
le digo que cancele todo, seguramente se va a desilusionar.
-¿Vos creés
que va a parar con todo? Los periodistas suelen tener fama de seguir adelante
sin medir las consecuencias con tal de conseguir una buena nota.
-No creo que
él sea de esa clase de periodistas, además podría hacer algún artículo sobre la
vida lésbica en la ciudad o en la misma universidad sin necesidad de exponer a
nadie. Podría dar algunos testimonios anónimos, hasta vos podrías dar alguno.
-Eso me
parece mejor idea, pero que no sea nada muy explícito ni detallado.
-No, la idea
es contar que a veces se sufren malos tratos y discriminación, lo cual es la
pura verdad.
-Perdón
Lucre… sé que estabas entusiasmada con todo eso de exponer a esta gente…
-No pidas
perdón mi amor. No es tu culpa, es culpa de la sociedad de mierda en la que
vivimos. De todas formas la idea no era solucionar mis problemas, ellos ya no
tienen solución, solamente quería exponer a unos cuantos dentro de la
Universidad, pero bueno eso ya no importa, lo importante es que estamos juntas
y que nos amamos mucho –la sonrisa de Lara fue tan triste que por un momento
temí haberme puesto en evidencia ¿sospecharía ella lo que ocurrió con
Anabella?- ¿Pasa algo? –le pregunté con gran preocupación.
-No, nada.
Estoy bien.
-¿Segura? Te
noto un poco rara.
-Nunca fui
del todo normal –se esforzó para sonreír más.
-No me
refiero a eso Lara, te noto triste. Si te pasa algo podés contarme, para eso
soy tu pareja.
-Tenemos que
hablar Lucrecia –dijo luego de titubear unos segundos- de algo muy importante.
Hay algo que no me deja tranquila –mi corazón dio un brinco.
-Está bien…
si es tan importante.
Dejamos los
platos sucios en la mesada de la cocina y fuimos hasta lo que ya había
designado como mi cuarto, donde sólo estaba el colchón con sábanas en el piso y
uno de mis bolsos con ropa. Nos sentamos en la improvisada cama y la tomé de la
mano.
-Te estucho
–no sabía cómo controlar mis nervios por lo que apreté más su mano.
-¿Te acordás
que prometimos estar juntas solo nosotras dos? Que ya no incluiríamos a otras
personas en nuestra relación –asentí con la cabeza- justamente de eso quería
hablar.
-Si pensás
que pasa algo con Anabella quiero que sepas que a veces me puedo confundir un
poco pero siempre me acuerdo de vos… siempre.
-¿Anabella?
No Lucrecia, esto no tiene nada que ver con la monjita –sonrió espontáneamente-
que boluda que sos Lucre, siempre hablando de más –la quedé mirando como un
cachorro que mira a su dueño- bueno, tengo que admitir que me pusiste las cosas
más fácil, no te quería hablar de Anabella, ya sé que a vos algo te pasa con
ella y no me lo podés ocultar, sos demasiado transparente, yo quería hablarte
de Samantha.
-¿De
Samantha? –me sentía una estúpida por hablar de más, además no comprendía qué
tenía que ver la pelirroja en este asunto.
-Hace unos
días que quiero hablarte de esto pero sé que te vas a enojar y por eso mismo no
me animaba, pero tampoco puedo quedarme callada.
-¿Qué pasa
Lara? Contame de una vez, tantas vueltas me ponen nerviosa.
-¿Te acordás
de aquella noche en la que estuvimos las tres juntas? –Era una pregunta que no
necesitaba respuesta pero de todas formas asentí con la cabeza- ¿vos te
enojaste porque yo estaba con ella o porque te dejamos sola?
-Porque me
dejaron sola –fruncí el ceño, pero eso ya pasó Lara, ya lo hablamos.
-No pasó –la
miré intrigada, temerosa de lo que podía escuchar porque ya me estaba haciendo
una idea- después de eso pasaron cosas que vos no sabés.
-¿Te
volviste a acostar con ella?
-No, eso no.
Quedamos en que no lo haríamos y cumplí con mi promesa, por más que me resultó
muy difícil. Te voy a decir la verdad Lucrecia, yo a vos te adoro, siempre vas
a ser la primera mujer que amé y lo hice con locura… pero con Samantha me pasa
algo muy raro, no sé cómo explicarlo, es algo… diferente. No es que haya dejado
de quererte, todo lo contrario… pero durante estos últimos días estuve
charlando mucho con Samantha, por internet, por mensajes de texto, hubo algunas
ocasiones en las que nos quedamos muchas horas hablando por teléfono, siempre
con finalidades amistosas –yo la miraba con los ojos abiertos, creo que había
dejado de respirar- pero era imposible no hacer algún comentario sexual o
recordar lo que pasó esa noche… me di cuenta de que tenemos muchas cosas en
común, especialmente en la forma de ser.
-¿Te enamoraste
de ella? –dije sintiendo mi garganta seca.
-No sé si
llamarlo de esa forma, lo que sí sé es que algo me pasa con ella… y es muy
fuerte. Te lo cuento porque no quiero que nuestra relación sea una mentira, no
quiero que volvamos a pelearnos –me tomó de las manos y se acercó más a mí- no
podría soportar volver a tenerte lejos, sos la persona que más quiero en el
mundo.
Un silencio
sepulcral se apoderó del departamento, hasta parecía que el típico bullicio de
la ciudad se hubiera apagado, no sabía cómo reaccionar ante esta nueva noticia
que me llegaba como baldazo de agua fría.
-Yo también
tengo algo para decirte –mi voz sonó tan fuerte que tuve que bajar el volumen-
a mí me está pasando algo parecido con alguien.
-¿Con
Anabella?
-Sí, ¿para
qué te voy a mentir? La monjita me vuelve loca, si supieras todos los momentos
intensos que tuve con ella… y vos te sentís mal porque te pusiste a hablar con
Samantha –sonreí apenada- vos sos una chica muy buena Lara, acá la que está
haciendo mal las cosas soy yo.
-¿Te
acostaste con la monjita? –su sorpresa fue tal que sentí la presión de sus uñas
contra mis manos.
-No, eso sí
que no… pero hubo momentos sexualmente tensos, estuve a punto de hacerlo con
ella pero recordé que estás vos… que sos mi novia y que te amo mucho. No podía
hacerte semejante cosa después de que acordamos no estar con otras personas.
-A mí me
pasó algo parecido con Sami. Antes de ayer la visité en la casa y estuvimos a
punto de hacerlo, no lo hice por vos. La verdad es que en cierta forma me alegra
que te haya pasado eso con Anabella, porque sé que me entendés y sabés que a
veces la tentación puede ser muy grande.
-Ya lo creo
que sí –otra vez se llamó a silencio; luego de unos segundos abrí la boca- ¿qué
vamos a hacer?
-No lo sé,
pero no podemos seguir de esta forma, vamos a terminar peleándonos y no quiero
eso.
-Yo tampoco,
quiero que estemos bien aunque…
-¿Aunque
qué?
-Aunque sólo
seamos amigas –temí haber dicho algo malo.
-Tal vez esa
sea la mejor solución.
-¿Te parece?
-Analizá un
poquito las cosas, Lucrecia. Ya intentamos llevar nuestra relación de dos
formas diferentes. La primera fue de forma abierta, para que pudiéramos
acostarnos con quien quisiéramos… no funcionó. La segunda fue de forma cerrada,
sólo nosotras dos… y no funcionó porque está la tentación de estar con otras
personas. Ese es el factor común, las dos queremos acostarnos con otras
personas… bueno, no solo acostarnos… yo no hago esto con Samantha sólo por el
sexo y creo que con Anabella a vos te pasa igual.
-Así es. Si
te soy sincera, creo que vos haría una hermosa pareja con Sami.
-Y si yo te
soy sincera te digo que dejes de joder con la monja. No me mires con esa cara,
es lo que pienso. Te estás metiendo en un terreno muy peligroso, Lucrecia.
-Sí lo sé.
Tenés toda la razón –agaché la cabeza- pero me cuesta horrores… cuando la veo
me derrito, es algo que nunca sentí con nadie, yo a vos te adoro pero esto es
diferente, esa monjita tiene una personalidad que me mata.
-Te
entiendo, me pasa igual con Samantha, ¿vos sabías que le gusta cantar? –Negué
con la cabeza- y lo hace de maravilla, cuando la escuché cantando tuve ganas de
comérmela a besos… y seamos sinceras Lucrecia, vos no podés cantar ni el “Feliz Cumpleaños” –nos reímos las dos
porque era totalmente cierto, el canto no era una de mis virtudes.
-Entonces…
¿esto es una despedida?
-No lo
llamaría así, digamos que es el fin de un contrato… te digo la verdad, eso de
tener novia es una responsabilidad muy grande y nosotras somos jóvenes, tenemos
que vivir un poco más nuestras vidas antes de decidir compartirlas con alguien.
-No lo había
pensado de esa forma, pero tenés razón.
-Así que
voto porque ya no seamos novias… pero que nos sigamos queriendo. Que sigamos
siendo amigas muy especiales.
-Me parece
una buena idea, me duele un poquito, no te lo voy a negar… pero creo que es lo
mejor para las dos.
-Y si algún
día no tenés con quien divertirte, sabés que podés hacerlo conmigo –se me
acercó más aún y me guiñó un ojo.
-¿Eso quiere
decir que puedo seguir acostándome con vos?
-Siempre que
las dos queramos y podamos.
-Pero si vos
te vas con Samantha…
-No
entendiste nada Lucrecia. Te lo voy a decir de forma más clara. Yo no me quiero
poner de novia con Sami, me la quiero coger y quiero hacerlo sin culpa. Si
algún día veo que la cosa da para más, bueno lo pensaré. Pero por ahora mi
intención es otra. No voy a cortar un noviazgo para empezar otro al día
siguiente.
-Entiendo…
por eso de que sos joven.
-Así es.
Tenemos veintiún años… vos ya casi tenés veintidós pero seguís siendo joven. Una
vez me dijeron que en la vida uno tiene que divertirse y coger mucho.
-¿Quién te
dijo eso?
-Mi mamá.
-¿Tu mamá?
–eso me sorprendía muchísimo viniendo de esa mujer.
-Mi mamá no
es como vos pensás que es… tiene sus historias. No le gustan los homosexuales,
es cierto, pero está totalmente a favor del sexo. Hablando con ella aprendí
mucho pero me da pena no poder decirle que los hombres no me gustan.
-Mirala vos
a tu mamá… y yo que la tenía como una santa.
-Es que vos
no conocés nada del pasado de mi mamá, eso es algo que solamente mi papá y yo
sabemos.
-¿Era
prostituta?
-No Lucrecia
–comenzó a reírse- por suerte vamos a seguir siendo amigas, yo no sé qué haría
sin tus comentarios desubicados. No era prostituta pero sí era bastante
promiscua. Dejó toda esa vida para estar con mi papá, pero…
-¿Pero qué?
–una vez más su cara de preocupación.
-Bueno, creo
que si tengo que hablar esto con alguien, ese alguien sos vos. Vos sabés todo
de mi vida. A mí me da la impresión de que mi mamá no dejó del todo esa vida…
hace un tiempo vengo notando pequeñas cositas raras, llamadas a horarios
extraños, salidas en momentos inoportunos… perfumes que no son ni de ella ni de
mi papá.
-A la
mierda… no la tenía en esas a… tu mamá.
-¿Te
olvidaste del nombre de mi mamá?
-¿Eh? No, cómo
me voy a olvidar… si es mi suegra.
-Ex suegra.
Sí te lo olvidaste –sonrió con picardía.
-Bueno… es
que nunca nadie le dice por su nombre… vos siempre le decís mamá y tu papá le
dije “amor” o “cariño”, yo le digo señora o “la mamá de Lara” –volvió a reírse.
-Esto sí que
no te lo puedo creer ¿cómo te vas a olvidar del nombre de mi vieja? ¿Nunca se
te ocurrió preguntármelo?
-Pensé que
te ibas a enojar.
-No me
enojo, sólo me causa gracia. Se llama Candela. Ni sé para qué te lo digo si en
una semana no te lo vas a acordar.
-Posiblemente
así sea… de lo que no me voy a olvidar es de lo que me dijiste de ella… ¿vos
cómo te lo estás tomando?
-Bien… que
se yo. Se me hacía súper raro al principio pero después de lo que pasó con tus
viejos me di cuenta que no es algo tan raro, hasta Tatiana me contó que sus
padres suelen tener problemas similares y los padres de Samantha están
divorciados desde hace muchos años.
-Es cierto,
son cosas que pasan en la pareja, mirá nosotras dos, no llevamos ni un año de
novias que ya tuvimos muchos problemas al respecto.
-Lo bueno es
que lo hablamos y las dos lo entendimos. Espero que las cosas se mantengan así.
-Yo también
espero que así sea. ¿Te puedo pedir un favor?
-El que
quieras.
-¿Me ayudás
a estrenar el colchón? Porque está tan virgen el pobre que me da pena. Además
sería nuestra despedida formal.
-Ya te dije
que no es despedida… es punto y seguido. Obvio que quiero, ahora que ya saqué
todo lo que tenía para decir, me siento re bien. Gracias Lucre, sos la mejor.
Se lanzó
sobre mí y su boca impactó contra la mía, desde ese momento todo transcurrí
prácticamente en silencio. Le quité la blusa, jugué con sus bellas tetas, las
lamí y chupé con entusiasmo sus pezones. No estaba excitada en el momento en
que iniciamos el acto sexual pero bastaron algunos besos y toqueteos en mi zona
íntima, por arriba del pantalón, para ponerme a tono con el clima. Unos minutos
más tarde, mientras ella me estaba chupando la vagina y ya ambas estábamos
completamente desnudas, recordé la caja de juguetes sexuales.
-Lara pará…
-gemí de placer y arqueé mi espalda- esperá un poquito, me acordé de algo.
Se detuvo y
me miró intrigada, le hice una seña para que espere y caminé pocos pasos hasta
el ropero, allí en el piso del mismo estaba la caja de cartón que contenía
todas esas maravillas de la tecnología sexual. Abrí la caja y comencé a arrojar
algunos juguetes a la cama, incluso le alcancé a Lara un pote de lubricante.
-¿Me vas a
meter todo esto? –me preguntó haciendo una carita de putita sexy que me
derritió.
-Obvio… y
vos me vas a hacer lo mismo a mí.
Regresé a la
cama con ella y lo primero que hice fue abrirle las piernas, tomé un dildo
común y corriente, pero de buen tamaño y comencé a introducírselo lentamente
por el agujerito de la vagina mientras le chupaba el clítoris, ella gemía y me
pedía más, yo lamía y obedecía. Sabía que esta podía ser la última vez que
estuviéramos juntas en mucho tiempo y era nuestra última vez como novias, por
eso quería que sea especial, que tuviera algo que ambas pudiéramos recordar. En
cuanto vi un strap-on, algo que para mí no dejaba de ser un dildo con arnés,
supe que ese sería el juguetito ideal para la ocasión. Le hice una seña para
que aguardara un momento y mientras yo me colocaba este extraño artilugio
sexual, ella continuó masturbándose con el consolador, demoré un poco mi tarea
porque me encantaba ver con cuánta pasión se lo introducía mientras jadeaba y
sacudía todo su cuerpo. Cuando miré hacia mi entrepierna luego de haberme
calzado el arnés, me sorprendí con lo que vi, parecía que me hubiera crecido un
pene de repente ya que este dildo en particular no tenía tanta apariencia
artificial, de hecho se habían esmerado mucho para que se parezca a un pene
real de tamaño considerable y ahora era mi pene.
Divertida y
excitada me acerqué a mi futura ex novia, ella comprendió inmediatamente, se
quitó el consolador arrojándolo en algún sitio aleatorio del cuarto y abrió los
brazos y las piernas para recibirme. Me recliné sobre ella y procuré apuntar lo
mejor posible intentando recordar la última experiencia que tuve con uno de
estos juguetitos, sabía que al principio podía ser un poquito complicado pero
luego todo marcharía con mayor naturalidad. Dejé que la parte del glande
artificial la penetrara y me pegué más a ella, mientras más me le acercaba más
profundo la penetraba, intentaba hacerlo despacio porque yo no tenía forma de
sentir cómo estaría de dilatada su vagina y no quería lastimarla. Ella presionó
mis nalgas hacia abajo, indicándome que podía metérselo con tranquilidad, así
lo hice, al mismo tiempo en que me comía su boca. Allí unidas por un pene
plástico nos sentíamos amantes de verdad, nos abrazamos con pasión y no dejamos
de besarnos, esto era justamente lo que yo deseaba sentir, el calor, la
cercanía de su cuerpo, el saber que la estaba envolviendo con todo mi amor y mi
deseo, porque en ese momento no pensaba en nadie más que en ella.
Mientras me
movía podía sentir la presión del arnés contra mi clítoris y eso me calentaba
más, tomé las piernas de Lara y las levanté, marqué un ritmo constante con mis
movimientos permitiendo que el pene entrara completo y saliera aproximadamente
hasta la mitad, sabía que su vagina ya se había acostumbrado por lo que podía
clavarla con más fuerza, por un momento comprendí lo que sentirían los hombres
en esta situación y hasta me dio un poco de envidia que este pene no fuera
realmente parte de mí, pero lo más excitante del momento podía vivirlo siendo
mujer, era el poder ver la sensual expresión en el rostro de Lara, los gemidos
estallando en su garganta, sus suaves y delicadas manos acariciándome
constantemente y la forma en la que se prendía a mis tetas y me las succionaba
con tal fuerza que sabía que me quedarían algunos moretones como marcas de
guerra.
Lara tuvo
que avisarme cuando ya había acabado porque yo no pude distinguir las
convulsiones de su orgasmo del resto de sus gemidos y sacudidas.
-Ahora me
toca a mí –me pidió con la expresión de un niño en una juguetería.
No hace
falta aclarar que acepté encantada y que me quité el arnés lo más rápido que
pude para enseñarle a mi amorosa pareja mi vagina completamente empapada y
deseosa se cariño. Sin pensarlo dos veces ella se lanzó entre mis piernas y me
dio unas lamidas que me hicieron estremecer. Su lengua recorrió mi intimidad a discreción y
con total libertad, un nuevo espasmo me llevó a presionar mis pechos y emitir
un gemido, fue porque Lara lamió mi colita.
-De verdad
te gusta mucho esto –me dijo sin apartarse mucho.
-Me encanta,
no sé por qué, pero me calienta mucho.
-Date
vuelta.
Obedecí y me
tendí boca abajo en el colchón y aguardé hasta que sentí algo frío entre mis
nalgas acompañado de los dedos de Lara, miré hacia atrás tensando mi cuello y
supe que ella me estaba untando la cola con lubricante, volví la cabeza hacia
abajo y la apoyé sobre mis manos que estaban con los dedos entrelazados y
procuré relajarme. La primera penetración vino por parte de uno de los finos
deditos de esa hermosa muchachita que sabía cómo tratarme con delicadeza sin
dejar que la calentura del momento se disipara. Gemí más que nada para
indicarle lo mucho que me había gustado lo que hizo, ella lo repitió una y otra
vez, introduciendo su dedito y sacándolo para que mi colita se acostumbrara. Mantuve
mi respiración a un ritmo suave y constante, había leído que la relajación era
fundamental a la hora de practicar sexo anal. Separé levemente las piernas y
Lara comprendió qué era lo que quería, con su otra mano acarició mi almejita y
luego bajó su cabeza hasta que llegó a lamerla con la puntita de la lengua,
este sutil cosquilleo contrastaba un poco con el ardor que me producían los
dedos en la cola pero la suma de ambas sensaciones me llenaba de gusto.
Ella se
alejó de mí pero volvió en menos de un segundo, en cuanto sentí algo rígido
contra mi colita supuse que había traído con ella uno de los tantos juguetitos
sexuales que yo poseía. Me penetró con este objeto y supe que se trataba de ese
pequeño dildo con forma de gusano formado con esferas. Con un nuevo gemido le
indiqué lo agradable que era sentir esas esferas abriendo mi ano y cómo este
volvía a cerrarse luego de que una esfera entraba.
-¿Te gusta
hermosa? –me preguntó acercándose a mi oído.
-Me encanta.
-¿No te
duele?
-Para nada,
vos dale tranquila –le respondí siempre manteniendo los ojos cerrados.
Con un ritmo
ascendente fue metiendo y sacando ese pequeño juguetito, me agradó que mi
colita se adaptara tan rápido a él pero también debía admitir que no era lo más
grande que me había metido por detrás, aún recordaba el otro juego de esferas,
las cuales eran considerablemente más grandes que éstas.
-Si esta va
a ser nuestra despedida, lo vamos a hacer a lo grande –me dijo.
Acto seguido
se colocó el mismo arnés que yo había usado minutos antes.
-¿Qué pensás
hacer Larita?
-¿Qué pasa,
tenés miedo?
-No es eso…
es que… -se acercó a mí por detrás, intentaba doblar mi cuello para mirarla y
me espanté un poco al ver que estaba tan decidida- ay, esto me va a doler –dije
aferrándome a las sábanas con uñas y dientes.
-Y ya no hay
vuelta atrás –apoyó la punta del dildo contra mi culito ya lubricado.
-Es que no
sé si estoy lista para tanto…
-Muy tarde
mi vida… a vos te gusta por atrás… entonces la vas a tener por atrás.
-Pero Lara,
yo…. –grité de placer en cuanto sentí ese pene plástico penetrándome,
abriéndome, avanzando por mi culito prácticamente virgen como si fuera lo más
sencillo del mundo.
Contuve el
aire rogando que los vecinos no hubieran escuchado mi grito, pero si no oyeron
ese habrán oído el que lo siguió cuando solté el aire o el que vino después
mientras el dildo escarbaba cada vez más profundo en mi ano. Sentí la calidez
del pecho de Lara contra mi espalda y eso me brindó una tranquilidad inmensa.
Cuando ella comenzó a moverse lo hizo con sumo cuidado, sabiendo que podía
lastimarme pero yo nunca me quejé, el dolor era mínimo o tal vez sea porque el
placer era máximo. No sabía cuánto del dildo había ingresado pero sí sabía que
no era todo y que Lara se esmeraba en mantenerlo en movimiento. No cabían
dudas, definitivamente me gustaba esto y me agradaba de que sea Lara con quien
lo probaba por primera vez.
-¿Te gusta
mi amor? –sabía que ya no éramos oficialmente novias pero ella tenía la
confianza suficiente conmigo como para llamarme de esa forma.
-Sí mi vida,
me encanta.
-Ponete en
cuatro –cambió su tono de voz drásticamente, no se parecía en nada a la Lara
afectuosa que me estaba hablando hacía instantes, ésta era la Lara que tanto me
gustaba ver cuando hacíamos el amor.
-Mejor
seguimos así, se siente rico.
-Ni hablar,
ponete en cuatro.
-¿Qué me vas
a hacer?
-Te voy a
hacer feliz.
Ella apenas
se apartó para permitirme cambiar de posición, en cuanto estuve apoyada con mis
rodillas y mis manos, recibí una dura estocada en mi colita, ese rugoso dildo
se clavó en mí como un cuchillo caliente lo hace en la mantequilla. El placer
llegó como olas que partían desde mi colita hasta esparcirse por todo mi cuerpo
y estas olas se repetían y magnificaban cada vez que Lara retrocedía y volvía a
clavarme, no podía creer que ya estuviera viviendo esto en carne propia, luego
de estar meses masturbándome con esta fantasía en mente.
Pensé… y
pensé sólo porque tenía ganas de pensar en cosas sucias: ¿Por qué no iba a
masturbarme justamente ahora? Ya sin dudarlo llevé una de mis manos hasta mi
entrepierna, los dedos se me empaparon al instante. Comencé a frotar mi
clítoris mientras Lara me tomaba por la cintura y me daba una y otra vez,
provocando que yo gimiera entrecortadamente al recibir cada sacudida. Acaricié mis labios vaginales y al mismo
tiempo le pedía a esa hermosa muchachita que me diera más. Entre jadeos y
suspiros no hacía otra cosa que repetir la palabra “más” y ella comprendió que
podía ser más ruda conmigo. Comenzó a penetrarme con tanta fuerza que fui
realmente consciente de mi dilatación anal y eso me calentó mucho. Introduje
dos dedos en mi vagina, Lara se aferró a mis tetas y mantuvo el bombeo cortito
pero constante e increíblemente rápido, tomando en cuenta que ella parecía una
frágil e indefensa muchachita, pero yo que la conocía muy bien era consciente
de su fortaleza, tanto física como mental.
El primer
orgasmo me tumbó, perdí la estabilidad y gritando exageradamente por el placer
quedé con la cara contra el colchón pero Lara no se detuvo en ningún momento,
continuó bombeando y yo podía sentir ese pene plástico saliendo casi por
completo y hundiéndose una y otra vez en mi cuevita posterior. Podía escuchar
también sus gemidos, ella no era ajena al goce sexual del momento, yo sabía que
si una se colocaba bien ese arnés el mismo roce del clítoris contra el cuero
podía provocar un placer inmenso. Noté que se inclinaba hacia un lado, como
pretendiendo agarrar algo, a continuación me alcanzó un objeto y lo tomé con la
misma mano con la que había estado masturbándome. Se trataba de otro dildo,
éste era el que contaba con vibrador. Supe qué hacer con él ni bien lo vi. Lo
llevé hasta mi almejita y lo encendí, me penetré de una sola vez y sentí ese
apéndice vibrador que sobresalía del consolador estrellándose contra mi
clítoris. Nunca me había sentido tan llena, dos de mis orificios sexuales
estaban siendo invadidos, pero yo no sentía el frío del plástico, al contrario,
sentía la pasión, la ternura y el amor que irradiaba este mágico momento junto
a una de las personas que más quería en el mundo. Con todos esos pensamientos
inundando mi cabeza llegué a un segundo orgasmo y en cuanto lo hice Lara quitó
el strap on de mi culito y me hizo girar cayendo sobre mí. Rodamos por el
colchón comiéndonos a besos mientras ella se desprendía el arnés. Cuando lo hizo
se sentó sobre mi boca ofreciéndome una vez más su suculenta y jugosa vagina.
Decir que se la chupé no corresponde con lo que realmente sucedió. Se la
devoré. Hundí mi lengua en su agujerito, succione su clítoris y luego hice lo
mismo con sus labios vaginales, me bebí todo jugo sexual que manó de esa tierna
almejita y con el consolador aún en mi vagina disfruté de uno de los orgasmos
más largos e intensos de mi vida.
*****
El silencio
reinó en el departamento durante un par de minutos, Lara y yo nos quedamos
mirando el techo, tomadas de la mano mientras intentábamos recuperar el
aliento.
-¿Te vas a
quedar a dormir? –le pregunté apretando su mano.
-Sí. Puede
que sea la última noche que pasemos juntas y me gustaría verte una vez más a mi
lado cuando me despierte –no tuve ni que decirle que yo pensaba exactamente lo
mismo- ¿estás preparada para el domingo? –sabía a qué se refería pero de todas
formas simulé no entender.
-¿Por qué
debería estarlo?
-Porque es
un día muy especial para vos.
-Es
solamente el aniversario del día en el que nací.
-¿Te parece
poco? –Se volteó para mirarme a la cara- vas a cumplir veintidós años Lucrecia.
-No es una
edad tan especial.
-Todo
cumpleaños es especial, no importa el número.
-De todas
formas no tengo nada planeado.
-Entonces
dejalo en mis manos. Algo vamos a hacer, eso te lo aseguro.
-¿Qué tenés
en mente?
-Es
sorpresa. Ahora vamos a dormir que estoy liquidada. Aunque no lo creas, no es
fácil seguirte el ritmo en la cama –me dio un corto besito en la boca. Nos
abrazamos y a los pocos minutos nos quedamos profundamente dormidas.
Fin del Capítulo 15.
Continúa en el Capítulo 16.
Comentarios