Bailaba
intentando seguir el ritmo de la música, pero la cercanía con el cuerpo de cada
uno de mis padres, afectaba severamente mi concentración. Estaba sexualmente
excitada y ellos lo sabían. El bulto de mi papá ganaba rigidez entre mis nalgas
y yo las meneaba con soltura y sensualidad contagiándome de la amplia sonrisa
esbozada por mi madre. Ella me rodeaba por el cuello con sus brazos y bailaba
muy pegada a mí, nuestros grandes senos se chocaban uno contra el otro
constantemente. Coloqué una de mis piernas entre las suyas y pude sentir su
caliente y mojado sexo rozando contra mi muslo, eso me encendió; levanté la
cola y la apreté más contra la verga de mi papá. Vi que mi hermano continuaba
sentado en su sillón, con una fuerte erección que amenazaba con romper su
calzoncillo; mientras permaneciera allí, yo tenía la ventaja. Escuché la voz de
Pepe, pero no entendí lo que dijo.
Miré hacia
atrás y supe que había comentado algo con respecto a Mayra ya que la menuda
muchachita estaba rodeada por la gran humanidad de mi tío Alberto por el frente
y los largos brazos de mi primo Ariel por detrás. Ella estaba completamente
desnuda e intentaba apartarse de los hombres feroces. Giré un poco, sin dejar
de bailar, para poder mirarla mejor. Mi hermanita intentaba disculparse con
ellos, no podía escuchar lo que les decía; pero se la veía un tanto asustada,
sus ojos estaban más grandes que nunca y sus mejillas estaban tan sonrosadas
que parecía una simpática y graciosa mimo. Alberto le pellizcaba las pequeñas
tetitas y Ariel le bailaba pegado contra la cola con la verga fuera del
calzoncillo. Ellos se reían y se animaban el uno al otro ignorando los intentos
de la pequeña por alejarse. Me excitó verla de esa forma, ella podía ser muy
segura de sí misma cuando se lo proponía; pero no podía contra dos hombres de
las cavernas con la pija parada.
-La van a
matar –le dije a mi mamá sonriendo.
-A la que
tendrían que matar es a otra.
La respuesta
vino con la gruesa voz de mi padre hablándome al oído, por los ojos de mi madre
me di cuenta de que ella también estaba sorprendida, pero comprendió a qué se
debía en enojo de Pepe y sabía que, de momento, no debía intervenir en los
problemas que había entre él y yo. Se alejó de nosotros, lavándose las manos
como Poncio Pilatos, con un claro gesto que significaba “Mejor los dejo solos”.
La fulminé con mirada y vi cómo sacaba a bailar a Eric, que miraba como un
estúpido la escena sin saber qué hacer.
Tomé aire y
exhalé, era hora de enfrentarme a mis problemas... una vez más. Continué
meneando la cola con la intención de que esto calentara un poco a mi padre,
supuse que la calentura sexual le bajaría la otra calentura... la de la bronca.
Él me tomó con excesiva fuerza de la cintura, sus fuertes manos y la dureza de
su mimbro contra mis nalgas me hacía hervir la sangre. Pepe fue empujándome con
su pelvis, como si quisiera alejarme del resto de las personas. Quedamos de
frente a todos ellos, detrás de uno de los sillones, podía ver a Viki bailando
alegremente con mi hermano, que parecía un muñeco de madera sin articulaciones.
No podía asegurar si Mayra la estaba pasando bien o mal, pero no la dejaban ni
un segundo en paz. Mi tío Alberto ya tenía su verga afuera y obligaba a la
pequeña a tocarla, a su vez él la estaba masturbando con énfasis, ella
entrecerraba los ojos; sus mejillas estaban rojas, parecía una muñequita de
porcelana. Detrás de ella mi primo no se quedaba quieto, la tomaba por la
cintura y la obligaba a parar la colita, el muy desgraciado presionaba contra
ella como si quisiera romperle el culo a la mitad, Mayra intentaba apartarlo a
manotazos.
-Yo sé que
todavía estás enojado conmigo –le dije a mi papá arqueando mi espalda para que
mi cara quede junto a la suya, podía sentir su dura verga desliándose entre los
labios mojados de mi vagina; tenía que hablar fuerte pero sabía que solamente
él podía oírme.
-Motivos no
me faltan –me respondió con severidad; él era el hombre más bueno del mundo...
hasta que se enfadaba.
-Ya lo sé...
es por todo ese inconveniente con tu albañil.
-¿Te parece
poco? Encontrarte en pleno acto... con uno de mis empleados... ¡y dentro de mi
propia obra!
-Me pareció
excitante –mi respuesta lo tomó por sorpresa, fue como un cachetazo para él;
tenía una estrategia a seguir y un As bajo la manga, un argumento que él no
podría refutar; por eso lo estaba llevando hacia mi terreno de juego. Bailé al
ritmo de la música, frotándome contra su verga como una gata en celo- No sabés
lo que me calentó verte entrar de esa forma, a pelear por mí.
-¿Por vos?
Quería matar a ese hijo de puta... por hacerte eso.
-¡Ay papi!
–Sentía su pene sumamente duro apretado entre mis piernas- ¿Vos te creés que yo
hubiera hecho algo que no quisiera hacer? –la verdad era que el tipo me había
forzado a hacerlo, sin embargo era consciente de que yo se lo permití.
-¿Por qué te
acostaste con él? Ni siquiera lo conocías.
-Porque te
fuiste y me dejaste caliente, como una olla al fuego, estaba que hervía... me
garché al primer tipo que vi.
-Lo decís
como si fuera una pavada.
-No lo fue,
para nada. Es que vos no viste todo lo que pasó... no sabés con qué ganas le
chupe la verga –recordé que el tipo me había obligado a masturbarlo, pero por
decisión propia, se la mamé; continuaba balanceándome de atrás hacia adelante
sobre el miembro de mi padre-. Ese tipo me hizo calentar mucho, me frotó la
verga por la conchita hasta que le pedí que me la metiera –eso era cierto, y me
encendía de solo recordarlo-; pero la cosa no terminó ahí, me gustó tanto como
me cogió, que le pedí que me diera por el culo... la estaba pasando bomba,
mientras él me culeaba, cuando entraste vos –los dedos de mi padre se hincaron
en mi cadera; estaba furioso, pero no decía una palabra, lo tenía comiendo de
mi mano-. La que tendría que estar enojada soy yo, porque me cortaste un lindo
momento... ¿y todo por qué? Por celoso –esa última palabra se elevó un poco más
por encima del volumen de la música-. Admitilo papá, a vos no te jodió que él
fuera empleado tuyo, a vos te molestó saber que otro hombre... un
desconocido... podía jugar con la conchita de tu nena –lo único que escuché
como respuesta fue el monótono ritmo de la música electrónica que sonaba en ese
momento-. Vos querías ser el que estuviera en ese lugar, vos querías tenerme
para vos solo –me acomodé de forma tal que su gordo glande quedó entre mis
labios vaginales, estiraba mis brazos hacia atrás para acariciar los suyos-, te
jodió que tu nenita se calentara con la verga de otro... yo sé que me querés a
mí... hace rato lo vengo viendo en tus ojos, vos querés hacerme tuya... querés
mi conchita para vos. Te conozco, sé que nunca lo vas a admitir, al menos no con
palabras... pero podés demostrármelo, vos sabés cómo hacerlo –noté que él
empujaba un poco hacia adentro, mi vagina comenzó a abrirse lentamente-. Así...
eso es. Demostrame que me deseás –continuó avanzando lentamente, mi sexo
intentaba adquirir el diámetro necesario para abarcar toda la cabeza de esa
gruesa verga; sabía que me dolería, pero no me importaba-. Mi conchita es tuya
papi, reclamala –ya podía sentir mi orificio estirándose, me producía un leve
dolor agudo pero al mismo tiempo me llenaba de placer-. No voy a darte otra
oportunidad, es ahora o nunca.
Me empujó con
fuerza hacia adelante, mis tetas cayeron contra el respaldo del sofá, me ponía
como loca que fuera tan brusco conmigo, mi estómago se llenó de mariposas, al
fin llegaría ese momento que tanto había deseado. Su glande retrocedió, pero
sólo lo hizo para reunir más empuje, al regresar lo hizo con una fuerza tal que
mi conchita casi se desgarra. Una parte de su verga quedó en mi interior, cerré
los ojos y solté un grito de dolor que ni siquiera la estruendosa música pudo
disimular. Cerré los ojos y comencé a pedir más, no sabía si él me podría
escuchar, pero yo necesitaba decirlo.
-¡La quiero
toda, papi... dámela toda!
Mi almejita
se estremeció con la segunda embestida, esta vez sentí que la verga penetraba
un poco más profundo. Volaba de placer, pero me atemorizaba un poco sentirme
tan llena sabiendo que aún quedaba una buena porción por entrar. Separé un poco
más las piernas y clavé las uñas en el sofá, me preparé para lo que venía. Mi
padre comenzó a darme estocadas cortas pero rápidas. ¡Me estaba cogiendo! No la
tenía toda adentro pero ya podía afirmar que me estaba cogiendo. Sus pesadas
manos me sujetaban con tanta firmeza que me resultaba imposible moverme, no
podía hacer otra cosa que recibir todo lo que él pudiera meterme. Rápidamente
caí en un pozo de puro goce y placer. Me estaba taladrando bestialmente,
agradecía que mi rajita lubricara tan bien y que él tuviera tanta experiencia,
confiaba completamente en Pepe, él no me lastimaría.
Al abrir los
ojos me encontré con una escena de lo más curiosa. No podía oír qué ocurría
pero mi madre parecía estar retando a Ariel, Eric se reía de la desgracia de su
primo y Mayra se acariciaba una nalga con gesto de dolor y mi tío Alberto le
acariciaba la otra. Supuse que Ariel había intentado desflorar el culito de mi
hermana y que mi madre se vio obligada a intervenir. No podía concentrarme
mucho en lo que ocurría ya que mi padre seguía penetrándome una y otra vez,
dilatándome la concha y ganando terreno dentro de ella; sin embargo vi cómo mi
madre tomaba de la mano a su sobrino y se lo llevaba, luego ella se puso de
rodillas arriba de un sillón, yo la veía de costado. Colocó los brazos sobre el
respaldar, de la misma forma en la que yo lo hacía, para no salir volando con
cada una de las clavadas de mi padre, y le indicaba algo a Ariel. Se abrió las
nalgas, presentándole sus agujeritos y el chico comenzó a reírse de alegría.
Agarró su dura verga y comenzó a frotarla por los labios vaginales de su tía,
los cuales chorreaban flujos. Mi papá sacó casi toda su verga y avanzó
violentamente, haciéndome gritar de placer, luego siguió dándome con
movimientos rápidos y cortitos; si mi madre podía sentir esto en su concha cada
vez que quería, debía ser una mujer sumamente feliz. Volví a mirar a Mayra, la
chica no había perdido tiempo lamentándose por nada, la vi acostada de lado en
un sillón, su cabeza reposaba en las piernas de Eric y su lengua jugaba con esa
verga dura, mi tío Alberto se estaba llevando el premio mayor. Sostenía en alto
una de las piernas de la pequeña y le estaba perforando la delicada conchita a
vergazos. Justo frente a ellos, mi madre entrecerraba sus ojos y parecía estar
gimiendo de placer, mi primo seguía frotando la punta de su pija contra esa
concha carnosa y velluda.
En ese
instante, cuando se me dio por mirar a Mayra una vez más, vi a alguien de quien
me había olvidado por completo. Mi tía Analía estaba de pie justo donde el
pasillo comenzaba y miraba la escena con asombro e indignación. Clavó sus ojos
en mí y yo le devolí la mirada expresándole todo el placer que sentía por la
cogida que me estaba dando mi papá. Ella frunció el ceño, se acercó al equipo
de música y bajó el volumen. Me enfurecí. Le hice la clásica señal de “Fuck you”
con mi dedo mayor, mordiéndome el labio inferior por la bronca. Ella me ignoró
y se fue por donde había venido. Era la aguafiestas más grande que había
conocido en mi vida. La música había pasado a ser un leve murmullo de fondo,
hubiera vuelto a subir el volumen, pero no quería alejarme de Pepe por nada del
mundo, estaba pasando el mejor momento de mi vida y no le permitiría a nadie
que lo arruine.
No sabía si
controlar la intensidad de mis gemidos, los cuales ya eran cada vez más
constantes; pero nadie parecía estar prestándome atención. Podía escuchar los
golpecitos húmedos de la verga de mi tío entrando en Mayra y, obviamente, los
de mi padre entrando y saliendo una y otra vez de mi concha. Todos parecían
estar pasándola muy bien, a excepción de Eric, quien lucía muy incómodo al ver
cómo su hermanita pequeña le mamaba la verga.
-Dale, Ariel.
Dejate de joder, metémela de una vez –le oí decir a mi madre entre jadeos-
¿Querías un culo? Bueno, acá lo tenés –mi primo presionó con su glande contra
el ano de Viki y éste resbaló hacia adentro, la verga se perdió hasta la mitad
dentro de ese orificio- ¡Ay sí, pendejo, clavámela hasta el fondo! –sabía muy
bien que a ella le causaba mucho morbo coger con muchachos jóvenes- ¡Toda,
toda! –gritaba mientras el pene se hundía más y más, al igual que lo hacía el
de mi padre, dentro de mi vagina, la cual parecía haber llegado a su límite y
todavía no había entrado toda.
Comencé a
gemir con ganas, dando rienda suelta a todas mis expresiones de placer, mi
madre me había demostrado que allí nadie juzgaría al otro... lo importante era
pasarla bien.
-¿Eso es todo
lo que tenés pendejo? –Preguntó Viki mientras Ariel golpeaba la pelvis contra
sus nalgas, haciéndolas rebotar- Me dijiste que me ibas a romper el culo...
ponele ganas.
Mi primo
comenzó a hacer un esfuerzo realmente grande, todos los músculos de su cuerpo
se tensaron y sus penetraciones se hicieron más rápidas. Pude ver que mi madre
prácticamente arañaba el respaldo del sillón, no sabía si lo hacía porque le
dolía o porque le estaba gustando demasiado, pero cuando soltó un agudo y largo
gemido, supe que se trataba de lo segundo. Ariel no se detenía, parecía un
robot sexual, me sorprendía su buen estado físico. La verga salía y entraba del
dilatado agujerito con total facilidad. No le daba tregua a Viki, sus grandes
nalgas temblaban como gelatina.
- ¡Ay...
ay... ayyy! ¡Así me gusta más... con fuerza! –Exclamó- ¡Rompele el culito a la
tía... que a la tía le gusta! –esto parecía incentivar al animal de pelo rubio
que se sacudía detrás de ella.
-Te lo voy a
dejar bien abierto –le aseguró él, pude ver su glande salir del agujero y
enterrarse en él una vez más.
-Sí... sí...
abrime toda –dijo jadeando copiosamente. Hablaban como si estuvieran solos en
la habitación de un hotel. Ella comenzó a masturbarse.
-¿Te gusta,
putita? –como creía conocer a mi madre, supuse que ella no contestaría si la
llamaban “putita”... pero aparentemente no la conocía tan bien como pensaba.
-Sí, me encanta...
me encanta... no pares –y él no se detuvo, sólo aminoraba el ritmo durante
pocos segundos para luego volver a acelerar.
-Te voy a
llenar el culo de leche, puta.
-Eso es lo
que quiero, que me lo llenes con tu leche –decía ella entre gemidos.
-Te dije que
te iba a partir el culo y que te iba a gustar... ¿ahora me creés?
-Si...
siiii.... te creo, te creo... ¡Ahh! Me estás rompiendo toda... y me está
gustando –nunca había escuchado a mi madre hablar de esa forma, parecía que
había sido poseída por el demonio del morbo y la perversión.
-¿Alguna vez
te habían dado así por el culo? –él no se detendría por nada del mundo,
seguiría penetrándola y humillándola.
-Nunca...
¡Ah, ah! Nunca...
-Te chorrea
cremita de la concha, putita –tuve que mirar bien, pero me di cuenta de que él
tenía razón, un espeso y blanco líquido caía lentamente de la vagina de mi
madre, sólo había visto eso cuando Eric le dio por el culo.
-Eso quiere
decir que me estás cogiendo muy rico...
El líquido
seguía fluyendo y caía sobre el tapizado del sillón y le manchaba los dedos de
blanco, ya que ella no dejaba de frotarse el clítoris. Ariel recolectó con sus
dedos parte de ese juguito blanco y obligó a mi madre a lamerlo, en realidad
ella lo hizo con mucho gusto. Tenía ganas de decirle a mi padre cosas similares
a las que decía mi mamá, pero no me animaba, imaginé que yo no tendría tanto
carisma como ella para calentar diciendo esas cosas. Mayra también parecía
calentarse con lo que escuchaba ya que estaba chupando la verga de Eric
sacudiendo la cabeza de arriba abajo con violencia, tragándosela hasta donde le
entraba y sacándola llena de su saliva; Alberto no se quedaba atrás, le estaba
dando a la pequeña una sacudida extraordinaria, me imaginaba que él también
había esperado ese momento por mucho tiempo.
-¡Me gusta tu
pija, pendejo... me gusta mucho! ¡Dámela toda! –exclamó Viki, eufórica.
-¿Me vas a
entregar tu colita cada vez que yo quiera? –estaba comenzando a pensar que mi
primo tenía talento para la dominación... y que mi madre había caído
completamente en sus trucos.
-Sí... cada
vez que quieras... mi colita es tuya –de pronto él le dio un fuerte cachetazo
en una nalga -¡Aiii! –exclamó mi madre, por el dolor, la silueta de la mano de
Ariel había quedado dibujada en rojo justo donde había pegado.
-Tendría que
castigarte... por puta.
-¡Ay... sí!
Castigame... –le imploró.
-Vos sabías
que esto iba a pasar –le dio un nuevo golpe, tan fuerte como el anterior-. Te
portaste mal –otro golpe.
-Sí... me
porté muy mal.
-Vos sabías
que yo te iba a romper el culo si te hacías mucho la putita... ¿O me equivoco?
¿Lo sabías? –esta vez el golpe vino con la otra mano, en la otra nalga.
-Sí, yo lo
sabía... sabía que me lo ibas a romper... y sabía que me iba a gustar.
-Te dije que
ibas a ser mi putita.
-Soy tu
putita... haceme lo que quieras.
Escuchar a mi
madre hablar de esa forma, y ver cómo mi primo le rompía el culo, me calentaba
de sobremanera; pero a eso debía sumarle la tremenda cogida que me estaba dando
mi padre. Aparentemente a él también lo provocaba mucho escuchar a su esposa
diciendo semejantes locuras, ya que comenzó a ensartarme tan rápido como Ariel
lo hacía con Viki. No podía más, comencé a experimentar otra vez esa extraña
sensación en la que el tiempo parece hacerse más lento, podía sentir cada
centímetro de la verga de mi padre dentro de mi concha y ya tenía sus bolas
chocando contra mí. Me la estaba clavando completa. Mis gemidos pasaron a ser
manifestaciones de agonía, no podía hablar, no podía gritar, sólo podía sufrir
placenteramente cada una de las embestidas. Mi vagina comenzó a sufrir espasmos
y pude sentir un líquido tibio saltando de ella, cayendo en la cara interna de
mis piernas; estaba acabando y mis rodillas perdían rigidez; por suerte mi papá
tenía la fuerza suficiente como para sostenerme. Siguió clavándome sin cesar y
mi concha seguía escupiendo juguito, mi corazón latía violentamente y hasta
tenía dificultades para respirar. Todo se nubló y temí desmayarme, pero eso no
ocurriría, no era más que un momento de agónico placer; el cual recordaría toda
mi vida.
No sé cuánto
tiempo me llevó volver a ser consciente de la realidad, pero me había parecido
una eternidad. Mi clímax había terminado, sin embargo aún estaba muy excitada,
recibiendo la verga de mi padre en todo su largo y ancho. Miré a Mayra, ella se
había puesto de pie y se agachaba frente a Eric, dándole la espalda, haciendo
que su pequeña conchita rozara contra la punta de la verga. Mi tío miraba la
escena sentado al lado de ellos. Ella apoyó la espalda en el pecho de su
hermano se frotó contra su miembro, me calentaba mucho verla así, el glande se
le clavaba un poquito en la concha, pero ella lo sacaba, luego se levantaba un
poquito y permitía que la punta de la verga quedara contra su apretado culito,
ella puso los pies en el sillón y abrió las piernas, flexionando las rodillas
podía regular que tanto quería subir o bajar. Mientras se movía miraba
asombrada cómo le rompían el culo a su madre a pocos metros de ella. Noté que
la pequeña estaba haciendo un gran esfuerzo por bajar, la punta de la verga de
Eric comenzó a perderse dentro de su culito, ella se estaba poniendo roja como
un tomate y por sus resoplidos me di cuenta de que le dolía bastante; sin
embargo el glande logró penetrarla, ella soltó un grito de dolor y comenzó a
masturbarse rápidamente. No pudo tolerar mucho esa gruesa cabeza adentro, se
vio obligada a sacarla, pero casi inmediatamente la clavó hasta la mitad dentro
de su conchita rosada. Volvió a soltar otro grito, pero éste era de puro
placer. Con un brazo estirado hacia atrás rodeó la cabeza de Eric.
-Esta vez sí
me vas a coger, hermanito –le dijo antes de empezar el sube y baja, permitiendo
que la verga se clavara cada vez más hondo.
Mi papá
parecía insaciable, continuaba dándome sin parar, mudo como si fuera una
máquina. No necesitaba palabras de su parte, la forma en la que me penetraba me
daba a entender que para él también este momento era sumamente importante, y
quería hacerlo bien. Al fin y al cabo sería la primera vez que le partiera la
conchita a su hija mayor; esperaba que fuera la primera de muchas.
Alberto se
puso de pie frente a Mayra, ésta abrió la boca y se abalanzó hacia adelante en
cuanto lo vio, se tragó toda su verga y comenzó a mamarla, pude ver que Eric
por fin había caído en la cuenta de que su hermanita menor no era una niña y
que ya estaba totalmente apta para ser cogida, él mismo comenzó a sacudir su
cuerpo dándole fuertes embestidas desde abajo hacia arriba.
-¿Te vas a
tomar la lechita, ricura? –le preguntó Alberto.
-Sí, me la
voy a tomar toda –aseguró mi hermanita sin dejar saltar sobre esa verga que se
perdía en su interior.
-¿La mía
nomás? –sabía que esa pregunta en realidad era un desafío.
-La de todos
–respondió ella soltando algunos de los gemidos agudos más hermosos que había
escuchado en mi vida. Luego volvió a tragarse la pija de su tío, para continuar
mamándola.
Pasados unos
segundos, viejo panzón comenzó a descargar toda su espesa leche en la boquita
de la nena. Mayra parecía encantada con esto, estaba notando que el semen le
gustaba casi tanto como las vaginas, por lo que tal vez no era tan lesbiana
como ella afirmaba; pero si ella era feliz diciendo que lo era, yo no me
interpondría. Ella no dejaba de sacudirse arriba de Eric y se iba tragando con
gusto toda la leche que le caía en la boca, la cual era mucha, ya que mi tío
llevaba largo rato con la verga parada, acumulando semen.
Luego de
haberse tomado hasta la última gota, Eric la levantó por las axilas como si
fuera una muñequita de trapo y con una seña y una sonrisa le indicó que se
pusiera de rodillas en el piso. Ella obedeció y abrió la boca, encantada. Mi
hermano se masturbó con ganas; el primer chorro de semen cruzó en diagonal toda
la cara de la pequeña, ella se apresuró a meterse la verga en la boca y recibir
allí el resto de la descarga.
Ariel giró su
cabeza y vio a su primita de rodillas en el piso, con la cara salpicada de
semen y una verga metida en la boca. El rubio sonrió y dejó de coger a su tía,
ésta parecía exhausta, se acercó a Mayra y cuando ella lo vio venir, le agarró
la verga y lo masturbó, hasta que pudo obtener otra descarga de ese precioso
néctar dentro de su boquita. Ella lamía todo lo que estuviera impregnado de
leche con una gracia natural.
De pronto
noté que mi padre me agarraba con más fuerza, sus embestidas se aceleraron y se
llevó toda mi atención.
-¡Ay, si...
sí... siiiii! –comencé a gritar mientras me aferraba del respaldar del sofá.
Su verga
producía un húmedo chasquido al clavarse en mí una y otra vez. Apreté los dientes
y comencé a resoplar para poder tolerar toda su furia, el tronco salía casi
completamente y luego sentía los huevos rebotando contra mí.
-Ay papá...
me vas a partir... Ay... no pares... no pares...
Fue
maravilloso escucharlo jadear mientras ponía todo su empeño en cogerme. Su
leche comenzó a llenarme, parecía que no tenía a donde ir, seguía saliendo...
más y más... y toda se iba acumulando en mi interior. Agradecí usar
regularmente pastillas anticonceptivas, de lo contrario esto hubiera sido muy peligroso.
Mi padre aceleró el ritmo por última vez para poder descargar todo su semen y
luego fue aminorando la marcha poco a poco, hasta que se quedó quieto. Dediqué
algunos segundos a recuperar el aliento y a disfrutar el calorcito que me
llenaba, luego él se apartó.
Con la vagina
llena de semen caminé, sin abrir mucho las piernas, hasta el sillón en el que
había estado cogiendo Mayra, ella me vio y comprendió a lo que había venido, se
acercó rápidamente, gateando. Puse un pie arriba del sillón, ella abrió grande
su boca y la puso casi pegada a mi conchita, al instante el blanco semen
comenzó a chorrear; pude ver el grueso hilo que se formó desde mi orificio
vaginal hasta su lengua. No la vi tragarlo, ya que subió la cabeza y comenzó a
chupármela. Me sorprendía su ímpetu al succionar, me estaba arrancando los
labios de la concha, pero me gustaba mucho. Podía escuchar los húmedos
chasquidos que hacía al absorber toda esa mezcla de jugos vaginales y semen.
Luego su lengua se coló en mi vagina, como si estuviera buscando los últimos
rastros de leche. Su almejita también estaba hecha un mar de flujos y no paraba
de masturbarse. Por suerte la acción terminó en pocos segundos ya que no podía
seguir manteniéndome en pie, necesitaba sentarme aunque sea unos instantes y me
dejé caer pesadamente en el sillón. Ella se acostó sobre mí y continuó
castigándose la concha, yo le acaricié el pelo, pero la mano se me manchó con
semen, así que comencé a dárselo en la boca. Me chupó los dedos con muchas
ganas hasta que comenzó a sacudirse y a emitir fuertes gemidos. En cuanto acabó
su vagina expulsó tres finos chorritos de líquido transparente, nunca la había
visto hacer eso, pero no me sorprendía ya que yo acababa de la misma forma
cuando me excitaba demasiado.
Viki se puso de
pie y comenzó tambalearse, Ariel la sostuvo por la cintura y ella estrelló un
apasionado beso en su boca. No me daba miedo afirmar que esa había sido una de
las mejores cogidas que le habían dado en su vida.
Mi papá se
había sentado en el mismo sillón en el que yo me había apoyado y miraba la
escena, complacido. Estaba segura de que esto marcaría un antes y un después
definitivo en la vida de mi familia. No se comparaba a las anteriores partidas
de póker, en las que el morbo y la culpa convivían; esta vez hubo sexo abierto,
en el que todos participamos.... bueno, todos menos esa negra aguafiestas que
se escondía como una rata cobarde en el cuarto de mis padres.
Como vi que
ya todo había terminado, aparté a Mayra y me puse de pie; me dirigí hacia el
baño, necesitaba refrescarme un poco y quitarme el sudor y la acumulación de
flujos del cuerpo. Cuando agarré la puerta del baño escuché la voz de mi madre,
estaba hablando con Mayra, ambas parecían estar alabando el momento vivido, se
unieron a mí antes de que pudiera entrar.
-¿Ustedes
también quieren ducharse? –les pregunté, Mayra estaba toda pegajosa, aún podía
ver líneas de semen que cruzaban por su rostro, incluso un poco le había caído
en el cabello.
-Si no te
molesta... –me dijo ella.
No tuve
necesidad de responder, las invité a pasar. Abrimos la ducha, esperamos hasta
que el agua esté apenas tibia y nos metimos las tres dentro de la bañera, de
pie. Recibir la lluvia de agua en el cuerpo fue un gran alivio para mis
músculos, además me despejó un poco la mente, que aún estaba algo apelmazada
por el alcohol. Ayudé a Mayra a limpiarse, quitándole el semen con las manos y
pasándole una esponja enjabonada. Ella me agradecía la atención con la mejor de
sus sonrisas. Mi madre estaba delante de nosotras, más cerca de la ducha, se
lavaba la entrepierna con el agua que caía.
-Eso sí que
fue intenso –les dije.
-Creo que
llamarlo “intenso” es poco –aseguró mi mamá.
-No imaginé
que te cogerías a los dos a la vez –le comenté mientras lavaba la vagina de mi
hermanita y ella hacía lo mismo con la mía.
-Yo
tampoco... pero tuve que intervenir con Ariel, le iba a romper el culo a
Mayra... de mala manera.
-Sí, yo le
decía que no y él no me quería escuchar. Me clavó la punta de la verga, casi me
largo a llorar del dolor.
-Es que es un
brusco, no esperó a que se te dilate bien, por eso después se hizo el
“experimentado” conmigo y demoró tanto en meterla.
-A mí lo
único que me importa –les dije-, es que gané la apuesta. Papá me cogió mucho
antes de que a vos te la metiera Eric.
-Pero... pero
yo tuve que ayudar a Mayra.
-Y sos una
excelente madre por haber sacrificado tu culo, para salvar el de tu hijita...
pero de todas formas, yo gané.
-Tiene razón,
ganó ella. Le doy la victoria especialmente por la idea de poner música, Eric
estaba a punto de metértela, cuando ella te obligó a alejarte de él, sutilmente
–dictaminó Mayra metiendo dos deditos en mi concha-. Les tendría que haber
apostado que me tragaba la leche de todos, ahí sí que me hubieran tenido que
dar un buen premio.
-Eso sí que
me sorprendió –le aseguré-, pensé que lo decías por decir nomás. No sé cómo te
animaste.
-Me animé por
la calentura que tenía... y que hayas venido a ofrecerme tu concha en el
momento justo, me puso como loca –se puso en puntitas de pie para darme un
cortito beso en la boca.
-Gracias,
hermosa. Sos un amor –como premio comencé a frotarle lentamente el clítoris.
-Mami, ¿Ariel
te rompió el culo como prometió, o fue puro palabrerío?
-Y... digamos
que yo tengo mi orgullo... no le iba a admitir nada, y si le podía golpear un
poquito el ego, lo iba a hacer; pero la verdad es que el pendejo me dio una
culeada monumental... de entrada me dolió un montón y me dije “Dios, si ya
empezamos así, no sé cómo vamos a terminar”; pero no se la iba a dejar tan
fácil, por eso le pedí que me diera con todo lo que tenía y...
-Y lo hizo
–acotó Mayra.
-Sí... sí que
lo hizo. Me dio con todo. Empecé a sentir cómo me bombeaba el culo y que todo
el cuerpo se me electrizaba. Al final me tuve que tragar mi orgullo, me gustó
demasiado... y quería hacérselo saber, quería que él supiera lo bien que la
estaba pasando... no sé, fue una sensación extraña, de pronto quería
exteriorizar todo, no podía guardarme tanto placer. Además el pendejo me decía
barbaridades... eso me ponía como loca. Me siento culpable, porque al hacerlo
con ese pendejo fue la primera vez en mi vida que tuve la sensación de estar
engañando a Pepe; porque me entregué completamente a Ariel.
-No te
sientas mal mamá, a tu marido yo lo tenía bien entretenido.... y cuando
empezaste a gritar esas cosas, empezó a darme más fuerte. Digamos que fue un
engaño mutuo y consentido.
-Gracias Nadia,
eso me tranquiliza mucho.
-De todas
formas hay algo que a mí me resultó raro –nos hizo saber Mayra.
-¿Qué cosa,
hija?
-La forma en
la que hablaban entre ustedes... era como si viniera por otra cosa... como si
ya se conocieran de antes.
-Bueno, es mi
sobrino, claro que lo conocía de antes.
-No me
refiero a eso, sino a que él supo cómo volverte loca... y me resulta imposible
creer que lo haya logrado en tan poco tiempo, vos no sos una mujer tan fácil de
dominar.
-Es que...
hay algo que no les conté.
-Podes
contarnos ahora.
-Está bien,
pero no se enojen conmigo si no les agrada. Las cosas con Ariel empezaron hace
mucho... mucho antes de que tuviéramos el primer juego de Póker. Nunca se lo
conté a nadie, ni siquiera tu papá lo sabe... pero les prometo que él lo va a
saber, es mi marido y lo amo con locura, no voy a permitir que una calentura
arruine todo.
-Te
escuchamos –le dije-, y no nos molesta. Todos en esta familia hicimos cosas
indebidas en algún momento, si empezamos a juzgarnos entre nosotros, nos
terminaríamos matando.
-Gracias por
entender. Resulta que Ariel está caliente conmigo desde hace más de un año. Nadia,
¿te acordás que yo te conté las calenturas que me daba con Eric? –Asentí con la
cabeza-. Bueno, esto pasó más o menos en esa época y Ariel tiene mucho que ver
con la calentura con mi hijo ya que fue por él que empecé a mirar a los chicos
de esa edad con otros ojos... y bueno, tenía a Eric cerca; pero eso ya no viene
al caso. Con Ariel todo empezó un día me vio en bikini y desde ahí se obsesionó
conmigo; él fue discreto e indiscreto a la vez. Discreto porque siempre me
hablaba cuando estábamos solos y cuidaba mucho que nadie nos escuchara;
indiscreto porque me decía todas las barbaridades que se puedan imaginar. Es un
zarpado... y eso es lo que más me calentó de él, que fuera tan directo conmigo,
que me dijera de frente todo lo que quería hacerme.
-Me imagino
qué cosas te decía –dijo Mayra.
-Sí, las que
se imaginan... pero principalmente le decía que le encantaba mi culo y que me
lo iba a romper. Él venía y me agarraba una nalga, hasta me hincaba los dedos
en el agujerito por arriba de la ropa y me decía: “Este culito va a ser mío”. A
lo que yo le contestaba que ese culo tenía dueño, era de mi marido. Él se me
reía.
-¿Solamente
te manoseó? –le pregunté.
-No, él no se
iba a conformar con eso. No tienen una idea de lo insistente que puede llegar a
ser ese chico. Cada vez que estábamos solos me arrimaba o me obligaba a tocarle
la verga por arriba del pantalón diciéndome “Te gusta, putita... te gusta”. No
le admitía nada, pero tenía toda la razón del mundo, me volvía loca que me
hiciera eso. A veces yo misma lo provocaba un poquito o me ponía alguna pollera
cortita cuando él venía, para que pudiera meterme la mano.
-¿Te coló los
dedos? –quiso saber Mayra.
-Sí, varias
veces, para colmo me decía “Te mojás toda cada vez que te toco”. Él me estaba
invadiendo la cabeza, había días en los que no podía dejar de pensar en él y en
qué pasaría la próxima vez que estuviéramos solos; pero yo siempre mantenía la
misma actitud, lo provocaba y le golpeaba el ego... le agarraba la verga, la
cual siempre se le ponía dura, y le decía que con esa salchichita no me podía
hacer nada. Él se enojaba y me arrimaba por detrás. Una de esas veces fue una
tarde que vino cuando yo estaba sola, empezó con los toqueteos de siempre y le
dije que no le tenía miedo a su pitito, entonces me puso contra la mesada de la
cocina, yo estaba de pollera y me arrimó con la verga afuera diciéndome las
chanchadas de siempre, “Tu culito pide a gritos este pedazo”. Yo me mojé toda y
lo dejé. Empecé a seguirle el jueguito. Podía sentir cómo me hincaba la verga
contra la bombacha y que ésta se me iba metiendo dentro de la concha. Me agarró
las tetas y me dijo “Te voy a coger, puta... y te va a gustar”, le contesté:
“Vos no podés coger a nadie”. “Vas a ver que sí, si te sacás la bombachita te
rompo el culito”, me decía al oído. Yo estaba que volaba de calentura, así que
le dije: “¿Por qué no me la sacás vos, si sos tan macho”.
>No lo
dudó, me bajó la bombacha y me la hizo sacar; después volvió a arrimarme, se
había mojado la verga con saliva, la puso justo contra el agujero de mi
culo; yo, en lugar de alejarlo, me
levanté más la pollera y me incliné más sobre la mesada, levantando la cola.
> -No te
me pongas así putita, que vas a terminar muy mal.
> -No sos
lo suficiente hombre como para poder poseer una mujer como yo... te faltan
huevos.
> Entonces
él comenzó a frotar la verga de arriba abajo, pasándomela entre los labios de
la vagina y subiendo de nuevo hasta el culo.
> -Ya vas
a ver, cuando empiece a montarte me vas a pedir que te la meta más fuerte.
> -Claro,
porque ni siquiera la voy a sentir –le respondí. Era una lucha de egos.
> Él me
tomó por sorpresa cuando puso la punta de la verga en mi culo y empujó hacia
adentro. Sentí un dolor agudo y tuve la certeza de que se me estaba abriendo;
pero me aparté enseguida, acercándome más a la mesada.
> -¿Qué
pasa, putita? ¿Tenés miedo? –me preguntó riéndose de mí.
> -¿Miedo
de vos? ¡Pero por favor! –le agarré la verga y lo acerqué nuevamente a mi
vagina- Esta conchita es demasiado para vos –moví su pene de forma tal que el
glande me abriera los labios de la concha mientras lo subía y lo bajaba. Nunca
habíamos llegado tan lejos.
> -Esta
conchita está toda mojada –me dijo tocándome el clítoris, tenía razón, yo
estaba que goteaba flujos- ¿Eso qué quiere decir?
> -Quiere
decir que soy bien mujer y que a mí se me moja, al igual que a vos se te para.
> -Yo creo
que quiere decir que estás caliente conmigo.
>
-Solamente en tus sueños. Vivís a pajas, pendejo, qué te hacés ahora el macho
ponedor.
> -No te
hagas la picante, tía. Si te da miedo entregar la colita –al decir esto enterró
un dedo ensalivado en mi culo, tuve apretar mis dientes para no soltar un
quejido-. Qué apretadito que está este culito, ¿segura que te bancarías toda mi
verga adentro?
> -Por
supuesto, pero eso no quiere decir que te vaya a entregar el culo.
> -¿Te da
miedo? –movió el dedo en mi interior provocándome dolor.
> -No,
para nada... pero no sé si valés la pena como para entregarte la cola, nene. No
se la doy a cualquiera –en realidad estaba aterrada, tenía miedo de que me
clavara por detrás y que me hiciera gritar de dolor, estaba intentando buscar
una excusa para que no lo hiciera-. Ni siquiera me demostraste lo que sos capaz
de hacer y ya estás fantaseando con la idea de que te entregue la cola.
> -Así que
la putita quiere que le muestre lo que soy capaz de hacer... vas a terminar
todita llena de leche.
> -¿Vos me
vas a llenar de leche a mí? En tus sueños, pendejo.
> Quitó el
dedo que estaba en mi culo y sentí un gran alivio; sin embargo agarró mi pierna
izquierda y la levantó, obligándome a apoyarla arriba de la mesada, quedé aún
más expuesta. Comenzó a frotar otra vez su verga contra mi vagina, empapándola
con mis jugos, los cuales ya abundaban. El corazón me latía deprisa y estaba
muy excitada, pero no se lo iba a admitir.
> -Cómo se
te abre esa conchita, putita. Ese agujerito pide por mi verga –cada vez me
costaba más refutar sus comentarios.
> -Ya ves,
estoy toda abierta y mojada... pero vos no sabés qué hacer con una mujer cuando
está así.
> -¿Y por
qué te pusiste así? –tragué saliva, podía sentir su duro glande amenazando con
entrar en mi vagina, sin embargo él lo continuaba frotando por fuera-. A mí se
me para con sólo ver tu colita, lo admito... estás muy buena, tía; pero vos...
–pasó dos dedos entre los labios de mi concha y luego me los mostró, estaban
llenos de un líquido viscoso y pegajoso- mirá lo que es esto ¿por qué estás
así? –volvió a preguntarme.
> Empezó a
darme rápidos golpecitos con la verga, a mí me gustó tanto que hiciera eso que
cometí el acto fallido de agarrarme la parte baja de una nalga y así abrir más
la concha para él.
> -¡Epa!
–Exclamó-. Se ve que te está gustando, putita. Admití que estás caliente.
> -Sí,
estoy caliente ¿y qué problema hay con eso? Soy mujer, no me avergüenza decir
que me caliento cuando me arriman una verga... y me mojo con facilidad, así que
tampoco es un gran mérito.
> -Pero sí
es un mérito mío –siguió con su constante golpeteo, haciendo que mi concha
salpicara juguito, yo me tenía que morder la boca para no gemir-. ¿Así que no
hay por qué avergonzarse de nada?¿Te gusta que haga esto? –me preguntó
refiriéndose a los golpecitos.
> -Sí, me
gusta... y no quiere decir que esté loca por vos.
> -Está
bien, ¿y esto también te gusta? –agarró su verga con firmeza y comenzó a darme
cortitas embestidas contra el agujero de la concha, provocando que éste se abra
y se cierre, casi no metía su verga.
> -Sí, eso
también me gusta... es lógico, soy mujer.
>
-Decime... ¿esto también te gusta? –puso la punta de su verga contra mi culo y
comenzó a presionar hacia adentro, solté un leve gemido que intenté disimular.
> -Por
supuesto, me gusta que me den por el culo.
>
-Contame... ¿qué otra cosa te gusta? De la cual tampoco tengas por qué avergonzarte.
> -Me
gusta que me toquen el clítoris.
> -¿Así?
–preguntó mientras con dos dedos comenzaba a estimular mi botoncito usando
movimientos circulares.
> -Sí,
así...
> -¿Otra
cosa que te guste?
> -Que me
metan los deditos por la concha.
> -¿De
esta forma? –metió dos dedos en lo profundo de mi agujero, a todo esto su verga
seguía presionando peligrosamente mi culo.
> -Más
rápido –aceleró el movimiento de su mano, podía sentir sus dedos muy adentro-.
Sí, así me gusta más –no dejaba de masturbarme ni por un segundo, mi
respiración estaba muy agitada y mi buen juicio se estaba nublando
completamente-. Arrimame más con la verga –le pedí y él, sin decir nada,
presionó un poco más, sentí un enorme placer cuando su glande, lubricado con
mis fluidos, comenzó a dilatarme el culo; sin embargo sabía que no la podría
tolerar toda si me la clavaba en ese momento-. Volvé a darme golpecitos –por
suerte él no se negó, quitó los dedos de mi vagina y volvió a pegarle repetidas
veces con la punta de su verga.
> -Vos ya
estás lista para que te cojan –me dijo.
> -¿Y qué
esperás para demostrarme lo que sabés hacer? Porque yo todavía no vi nada...
> Yo y mi
bocota, apenas terminé de hablar y él ya estaba penetrándome. Lo hacía muy
lentamente, como si quisiera que yo disfrutara del momento al máximo... y así
lo hice. Los labios internos de la vagina se me fueron dilatando poco a poco,
para darle paso a todo lo que entraba. Estaba tan mojada que el pene se deslizó
hacia adentro con enorme facilidad, solté un gemido entre dientes. La clavó
completa y la dejó quieta, esperando ver mi reacción, me mantuve inexpresiva...
bueno, lo más inexpresiva que podía ser con una verga metida en la vagina.
Luego la fue sacando, tan lento como la había metido. No la sacó completa,
justo antes de llegar a la punta, volvió a meterla.
> -¿Te
gusta que te cojan así, despacito?
> -Sí, me
gusta; pero me han cogido de mejores formas, no me voy a volver loca por esto
–lo cierto era que el morbo que inundaba el ambiente me estaba volviendo loca.
Él seguía metiéndomela despacito- ¿Por qué no me das más fuerte? A ver si de
esa forma me gusta más.
> No, sólo
quería que la probaras un poquito.
> Al decir
esto me la sacó completamente y se alejó de mí, dejándome sola toda abierta y
con la concha empapada. No lo podía creer, había hecho todo lo posible para
metérmela y ahora que se lo permitía, él me dejaba así.
> -¿Qué
pasa pendejo, ya arrugaste? –le pregunté bajando la pierna de la mesada.
> -Para
nada... es sólo que yo ya te mostré lo que puedo hacer, pero vos no me
mostraste nada a mí.
> -¿De qué
hablas?
> -Vos
también tenés que mostrarme cuáles son tus talentos... Por ejemplo, ¿sabés
hacer buenos petes?
> -Por
supuesto.
> -Y si te
la chupo bien ¿qué vas a hacer, me la vas a meter otra vez?
> -No, te
la voy a meter solamente si vos me la pedís.
> -Eso no
va a pasar, pero te voy a mostrar qué buenos petes sé hacer.
> Me
agaché delante de él y sin esperar un segundo me metí su verga en la boca,
tenía el sabor de mi propia vagina, lo cual me calentó mucho. Comencé a mamarla
dándole chupones en el glande y masturbándolo con una mano. Estuve chupándola
sin parar durante un buen rato, jugando con mi lengua todo lo que podía, y de
pronto él me agarró con fuerza de los pelos, estuve a punto de sacar el pene de
mi boca para quejarme, pero me la clavó aún más adentro, casi me ahoga. Empezó
a cogerme por la boca, literalmente. Me dolían los tirones de pelo y me veía
obligada a mantener la boca lo más abierta posible mientras esa dura verga
entraba y salía sin parar, me estaba babeando toda ya que ni siquiera tenía
tiempo de tragar la saliva. Tan súbitamente como comenzó, se detuvo. Sacó la
verga de mi boca y me limpié la saliva del mentón con el dorso de la mano, miré
hacia arriba, hasta cruzarme con sus ojos, mientras jadeaba rápidamente.
> -Hacé
eso otra vez –le pedí.
> -¿Te
gustó, putita?
> Asentí
con la cabeza, sin dejar de mirarlo. Volvió a sujetarme el pelo con violencia y
una vez más tuve esa dura verga clavada en toda la boca. La sensación de placer
que me producía era enorme, nunca nadie me había tratado de esa manera y jamás
creí que alguien pudiera hacerlo. Pepe es rudo y fuerte, pero es sumamente
respetuoso conmigo; en cambio este pendejo no me respetaba en absoluto, me
trataba como a una puta y eso me calentaba más de lo que hubiera podido
imaginar. Gocé una vez más con la forma brusca en la que me obligaba a chuparle
la verga. Cuando se detuvo me puse de pie, estaba demasiado excitada como para
conformarme sólo con mamadas, aunque éstas fueran las más intensas de mi vida.
>
-Seguime, pendejo.
> Fuimos
hasta mi cuarto, apenas entramos comencé a quitarme toda la ropa, él se
abalanzó sobre mí y comenzó a chuparme las tetas, dando leves mordiscos a mis
pezones, mientras tanto yo jugaba con su pene. Luego me puse en cuatro en el
borde de la cama.
> -Acá me
tenés, pendejo, a ver qué podés hacer... metémela toda –se acercó a mí por
detrás, esta vez me penetró con mayor fuerza.
> -Ya vas
a ver, putita, vas a gritar de placer.
> -Eso
quiero verlo –dije apretando los dientes, al clavarse la verga tan rápido me
había producido una repentina oleada de placer.
> Sus
movimientos no se parecían en nada a los que había hecho en la cocina, esta vez
me tomaba firmemente por la cintura y se bamboleaba con destreza, podía
escuchar el golpeteo rítmico de su pelvis chocando contra mis glúteos, la verga
entraba y salía con facilidad, como si mi concha no opusiera resistencia
alguna.
> -¿Te
gusta, tía?
> -De
momento vas bien, pero todavía no estoy impresionada.
> Aún
podía controlarme, era capaz de recibir sus duras embestidas sin gemir, tan
sólo tenía la respiración agitada; pero debía admitir que cada vez me gustaba
más lo que él me hacía y sabía que esto me dificultaría mucho las cosas. Para
empeorar todo aún más, a él se le ocurrió seguir diciéndome cosas al oído, sin
dejar de metérmela.
> -Vas a
ser mía, putita... vas a venir a rogarme que te coja.
> -Claro
que sí, pendejo... –le dije en tono despectivo, pero ya no confiaba en mis
propias palabras.
> -Estás
muerta por mí, lo puedo ver en tu carita.
> -Tenés
mucha imaginación –no paraba... no me daba respiro, seguía taladrándome la
vagina y ésta ya comenzaba a sentirlo de otra manera.
> -Te
tengo justo donde te quería.
> -Lo que
vos querías era... ¡Ah, ah! –comencé a gemir, me estaba llevando a un nivel de
excitación que no podía controlar-. Vos querías... ¡Ahh, ahhh!
> -¿Qué
pasa putita, no podés hablar?
> -¡Ah...
ahh! ¡Callate! –me resultaba imposible parar de gemir, él aceleró el ritmo.
> -¿Yo
quería qué?
>
-Callate... ¡Ah, ah, ah! Callate y cogeme fuerte...
> Él hizo
lo que yo le pedía, empezó a darme con todas sus fuerzas, mis gemidos se
hicieron cada vez más agudos e incontrolables. Me agarró con fuerza del pelo y
tiró mi cabeza hacia atrás, puso su boca junto a mi oreja, sin dejar de
cogerme.
>
-Escuchame atentamente, putita. Vas a ser mía, eso es una promesa... y cuando
te rompa el culo, te va a gustar –estaba demasiado excitada como para
responderle, no hice más que escuchar y gozar de todas sus penetraciones-.
Admití que estás muerta por mí, te calienta mucho que yo te coja –solté unos
gemidos más profundos, una inmensa ola de placer me cruzaba todo el cuerpo-
¿Qué pasa, putita? –Preguntó dándome con fuerza- ¿Estás por acabar?
> No tuve
que responder, mi cuerpo habló por sí mismo, tuve un rico orgasmo; pero él no
me soltó ni dejó de metérmela hasta que el clímax finalizó. Luego caí de cara
en la cama, intentando recuperar el aliento.
> -¿Ya
está putita, eso es todo lo que aguantás?
> -No –le
dije jadeando-, no es todo.
> -Vos ya
acabaste... y yo todavía la tengo dura.
> -Puedo
tener muchos orgasmos –me reincorporé.
> -¿Vas a
poder hacerme acabar? –Cuando dijo esto se acercó rápidamente a mí, poniéndose de
rodillas en el colchón, luego apretó mis mejillas con sus dedos, abrí la boca
con incredulidad y él me besó. En realidad no fue un beso, su lengua atacó mi
boca, se clavó casi hasta mi garganta, yo también moví mi lengua, buscando la
suya. Ese furioso beso duró apenas unos segundos, pero me dejó idiotizada.
> -Yo te
voy a hacer acabar, pendejo –le dije cuando me soltó.
> Aún
conservaba unas pequeñas gotitas de orgullo en mi interior, pero pronto se
evaporarían por completo. Le indiqué a Ariel que se acostara boca arriba en la
cama, luego me senté sobre él, quedamos mirándonos a los ojos. Apunté su verga
hacia mi concha y comencé a montarlo. Él no permaneció estático, sino que
también sacudía su cuerpo, a veces yo bajaba y él subía, esto provocaba que la verga
se me metiera placenteramente hasta el fondo, soltaba un grito de placer cada
vez que eso ocurría. Mi cabeza era un cúmulo de emociones, ese pibe tenía
demasiadas cosas que me gustaban, incluso algunas en las que no había pensado
nunca en mi vida. Gemía por las simples ganas de gemir, estaba tan caliente que
todo me parecía sumamente excitante.
> -¿De qué
te reís, putita? ¿Tanto te gusta? –él había notado antes que yo la amplia
sonrisa que tenía en el rostro. Allí fue cuando me perdí completamente.
> -Si, me
gusta.... me gusta mucho –dije sin dejar de sonreír.
>Continué
saltando, mis tetas rebotaban y hasta esto me causaba una morbosa gracia, él me
estaba haciendo feliz. Nunca nadie me había llevado a ese extremo. En mi cabeza
resonaban todas sus sucias palabras, y ya podía sentir mi orgullo doblegado.
Tuve la imperiosa necesidad de someterme a él.
> -¡Uy,
qué rico! ¡Hace cuánto que no me cogen así –dije elevándome más para caer con
mayor fuerza contra esa verga erecta que esperaba por mí.
> Puse la
planta de mis pies en el colchón, apoyé las manos en mis rodillas, las cuales
tenía flexionadas. Esta nueva posición favoreció mucho la penetración profunda.
Comencé a saltar de arriba abajo, a sacudirme de atrás para adelante y a
menearme en círculos. Miré hacia abajo y vi esa cremita blanca que expulsa mi
conchita cuando está muy a gusto.
> -¡Ay,
mirá cómo me ponés! Me llenaste la concha de cremita... –dicha cremita salía en
gran cantidad y salpicaba para todos lados.
> -Así
quería verte, gozando como una puta –me dijo clavándomela con fuerza- ¿Ahora
vas a admitir que te gusta mi pija?
> -Sí
Ariel, me encanta tu pija, me vuelve loca –confesé-. Mirá cómo me pone –me
calentaba manifestarme de esa forma, quise llevar mis confesiones aún más
lejos-. Me pajeo siempre pensando en vos –él estiró su mano y me apretó el
clítoris con la punta de sus dedos- ¡Ay, si! Eso me gusta mucho... me gusta...
me gusta... me vas a hacer acabar otra vez –dije sin dejar de dar saltitos-, me
estás matando. Me prometiste que me ibas a llenar de leche... no aguanto más
Ariel, dame tu lechita... dámela toda... dame la...
>Soltó mi
clítoris y todo mi cuerpo convulsionó. Quise gritar, pero no fueron más que
alaridos mudos que se apagaban en mi garganta, quería tomar aire no podía, sentía
mi concha contrayéndose y expandiéndose violentamente, intenté escapar de allí,
pero no tenía a dónde correr. Me tiré boca arriba en la cama, abrí las piernas;
arqueé mi espalda, levantando mi vientre tanto como pude y solté un alarido de
placer. De mi concha comenzó a saltar agüita a montones, me sacudí en la cama y
Ariel se aprovechó de mí, en lugar de intentar calmarme, comenzó a masturbarme
violentamente, mi concha era un volcán haciendo erupción, salpicando flujos
para todos lados. Nunca había tenido un orgasmo tan intenso y largo en toda mi
vida. Me llevó varios segundos recuperarme, pero el rubio no me dio tregua;
clavó su verga en mi boca y casi de forma inmediata ésta comenzó a escupir
semen, el cual me tragué con mucho gusto hasta la última gotita.
> -¿Estaba
rica mi lechita? –me preguntó; sólo pude asentir con la cabeza, aún estaba
agitada-. Yo cumplo lo que prometo, mamita... ¿cómo te dije que ibas a
terminar?
> -Lle...
llena de leche –dije saboreando los rastros de semen que aún daban vueltas por
mi boca-. Me hiciste gozar como una puta.
> -Y
cuando quieras podés tener más de esto, ya me vas a pedir que te rompa el culo.
Con Mayra nos
miramos boquiabiertas, la historia de mi madre con Ariel era mucho más intensa
de lo que habíamos imaginado, sólo se comparaba con lo que había vivido minutos
antes en el comedor de casa.
-Bueno, ya
saben qué paso después, cuando le entregué el culo –continuó Viki-. Desde ese
día estuve fantaseando con que me cogiera otra vez... como les dije, fueron meses
de toqueteos, jueguitos y provocaciones; pero el día en que me cogió por
primera vez fue poco tiempo antes de que comenzáramos a jugar Strip Póker. Él
me había dejado tan caliente que sólo podía pensar en sexo, por eso empecé a
planear alguna forma de hacer cosas perversas e inmorales, quería que toda mi
familia experimentara un poquito de la lujuria que yo experimenté ese día.
-¿Así que, en
parte, jugamos al Strip Póker por culpa de Ariel? –preguntó Mayra.
-Se podría
decir que él es responsable, en cierta medida. No es casualidad que yo lo haya
invitado para que viniera a jugar anoche.
-¿No era que
ellos habían aparecido sin avisar? –pregunté.
-La que
apareció sin avisar fue Analía, yo lo invité a Ariel, nada más. De todas formas
fuimos bastante cautelosos, actuamos como si fuera la primera vez que nos
veíamos desnudos. Quería cogérmelo delante de todos, sin que me juzgaran...
pero creo que me pasé un poco de la raya. Intenté mantener la calma, pero me
fue imposible, ese pendejo me tiene dominada.
-No te culpo,
mamá –dijo Mayra-, yo sé muy bien qué se siente sentir una atracción así por
alguien... alguien que es capaz de fascinarte con cada cosa que hace o dice... un
amor prohibido por cuestiones lógicas de la vida... alguien que a veces te hace
enojar y te hiere el orgullo, pero sin embargo te enamora tratándote de la
forma en la que vos querés que te traten –tenía un nudo en la garganta, tragué
saliva porque imaginé lo que diría después-. Eso es lo que a mí me pasa con
Nadia... por suerte ella lo entiende y me da todo lo que necesito.
La pendeja me
hizo llorar de la emoción, pero disimulé las lágrimas con el agua de la ducha;
lo que no pude aguantar fueron mis ganas de abrazarla, la envolví fuerte con
mis brazos.
-Gracias
chiquita –le dije-. No te das una idea de lo importante que sos para mí.
-Qué lindo
que pienses de esa manera Mayra, me reconforta mucho –dijo mi madre.
Luego ella pasó
por al lado nuestro y se acercó a la pared opuesta, sin salir de la bañera; se
puso de frente a la pared y comenzó a ponerse shampoo por el cabello. Supuse
que también se había largado a llorar y no quería que la viéramos, el shampoo
le serviría de excusa perfecta si quería disimular sus lágrimas.
-Qué loco... No
creí que te había gustado tanto –dijo mi hermanita-; en ese momento pensaba que
todos esos gritos eran puro teatro, para calentar... pero ahora entiendo todo.
-Te aseguro
que no fue teatro, cada cosa que le dije me salió del alma. No sé por qué me
calienta tanto ese pibe, puede que sea por su edad, me gustan los muchachos
jóvenes, también puede que sea por el morbo de que es mi sobrino... pero en
realidad es sólo un sobrino político. Otra razón podría ser que sabe cómo
moverse y porque es muy animal, me gustan los hombres bruscos. Lo que sí me
vuelve realmente loca, es que me trate de esa forma, que me diga todas esas
cosas. El pendejo me hizo suya –mi madre hablaba con sinceridad-, y lo que más
me preocupa es que sé que no me va a alcanzar con dos veces... voy a querer que
eso se repita. Ustedes se van a enojar conmigo por lo que les voy a decir...
pero mientras me cogía yo ya estaba haciendo planes... estaba pensando alguna
forma de encontrarme con él en algún hotel...
-¿Y eso qué
tiene de malo? –preguntó Mayra.
-¿No les
parece malo?
-Si se lo
decís a papá, no –le dije- estoy segura de que él lo va a aceptar.
-¿Te parece?
-Sí mamá.
Especialmente si tiene con quién entretenerse... me ofrezco para eso –sonreí
con simpatía.
-Que puta...
–me dijo Mayra riéndose-, puta y embustera... pero tenés razón, papá no se va a
negar, mucho menos si esas noches que mamá se va al telo con Ariel, vos te
quedás con él... o se queda conmigo –me guiñó un ojo.
-¿Con vos?
–le pregunté incrédula.
-¿Tenés miedo
de que te lo robe?
-¿Miedo de
vos? Ni un poquito, nena –no estábamos peleando realmente, en realidad era algo
similar a lo que Ariel había hecho con mi madre... tal vez yo estaba equivocada
y no era mi padre el que acaparaba toda mi atención, tal vez Mayra era mi Ariel.
-¿Creés que
yo no podría calentar a papá?
-Con lo que
pasó hoy ya te llevo mucha ventaja, querida.
-Tal vez sea
todo lo contrario... “querida” –me dijo en tono burlón-, tal vez ya se haya
sacado las ganas de probar tu conchita y ahora quiera la mía.
-Te olvidás
que también podría darme por la cola... eso todavía no lo hizo.
-Sí, pero mi
cola está virgen todavía... bueno, técnicamente hablando.
-Ya le gané a
mamá... ¿ahora también querés empezar una competencia conmigo? No te conviene.
-Vos no sabés
de lo que puedo ser capaz, Nadia. Imaginate que yo voy y le digo a papá con
esta carita –puso su mayor cara de niña ingenua, pero provocativa- “Papi, estoy
aburrida... ¿no tenés ganas de jugar conmigo?” y le muestro el culo –se dio
vuelta y se abrió las nalgas con la mano, mostrándome su ano apretadito y su
vulva depilada.
-Con eso ya
perdiste, Nadia –dijo mi madre riéndose-; Pepe se volvería loco.
-Pero... pero
yo... yo también tengo mis armas.
-Eso ya lo
sabemos –continuó Viki-, pero tenés que admitir que tu hermanita tiene un
encanto natural, ella no necesita hacer nada para provocar –Mayra sonrió
victoriosa.
-Está bien...
está bien –cedí-. Lo importante de todo esto es que vos vas a poder verte
cuando quieras con Ariel, de papá nos encargamos nosotras.
-Ustedes dos
me solucionan todos los problemas de la vida –dijo mi madre sonriendo-, espero
que tengan razón... porque de verdad quiero estar con el pendejo otra vez.
Mientras ella
hablaba Mayra le enterró dos de sus finos deditos en la cola y me miró con una
sonrisa cómplice, comprendí que su intención era poner cachonda a mi mamá, para
soltarle más la lengua; la ayudé con su plan, comencé a acariciar la vagina de
Viki, como si quisiera ayudarla a lavarse.
-¿Solamente
eso querés? –le preguntó la pequeña moviendo los dedos dentro de ese agujero ya
dilatado, mi madre se acariciaba los senos. La espuma de shampoo que tenía en
el cabello le caía sobre los hombros.
-Quiero que
me haga de todo; quiero que me clave la verga hasta la garganta –los estímulos
que estábamos empleando estaban dando resultado-, que me obligue a chupársela
toda; quiero que me abra la concha con la verga –introduje dos dedos en su
vagina, ya estaba llena de flujos otra vez-. Quiero que me diga que soy su puta
–Mayra se arrodilló dentro de la bañera y se colocó detrás de mi madre, siguió
metiéndole los dedos en el culo-. Quiero que me rompa el culo otra vez, y que
me lo llene de leche, esa me la debe... me lo prometió y no cumplió.
Cerré la
ducha, porque el agua me molestaba y me agaché detrás de mi hermanita, abriendo
las piernas, su colita quedó contra mi vagina, mi mamá apoyó las manos contra
la pared, aceptando lo que estábamos haciéndole. Dejó de hablar pero comenzó a
gemir. Mayra acercó su boquita a la vagina, quité los dedos para que ella
pudiera lamerla en paz, su lengua comenzó a recolectar los flujos que manaban
de la velluda conchita de mi madre, yo comencé a frotarme contra la pequeña,
pasándole mis grandes tetas por la espalda y rozando mi clítoris contra sus
nalgas. De pronto Mayra apartó los dedos de la cola de Viki y comenzó a
introducirlos de a dos en la vagina, sin dejar de lamerla. Me di cuenta de que
mi hermanita necesitaba más estímulo, por lo que comencé a frotar su clítoris.
Mi mamá separó las piernas tanto como el ancho de la bañera se lo permitió y
pegó sus tetas a la pared, esto levantó considerablemente su cola y e hizo la
tarea más fácil para esos deditos que la ultrajaban. Lamí el cuello de Mayra y
comencé a darle chupones mientras seguía pajeándola frenéticamente, si a ella
le gustaban tanto las mujeres, entonces le daría una experiencia lésbica que
jamás olvidaría.
Resultaba
obvio que mi mamá había quedado sumamente excitada luego de narrarnos su
aventura con Ariel y que estaba disfrutando mucho la chupada que le estaba
dando su hijita. Ella también comprendió que el momento era especial para Mayra
ya que era la segunda concha que chupaba en su vida... y era la de su mamita.
-Cometela
toda hijita, disfrutala mucho –le dijo entre jadeos.
Mayra hizo lo
que le sugerían, chupó esos gruesos labios vaginales con esmero, empleando
mucho la lengua. Luego abrió esas grandes nalgas y comenzó a lamer el agujero
del culo. En ese preciso instante escuchamos que alguien golpeaba la puerta del
baño.
-¿Se puede
pasar? –preguntó la voz de mi hermano desde el otro lado.
-¡NO! –le
gritamos las tres al unísono.
Nuestra
negativa fue tan rotunda que él ya no insistió. Éste era un momento exclusivo
para chicas. Para incentivar más a mi hermanita, me acosté boca arriba en la
bañera, poniendo mi cabeza debajo de su conchita. Sus hermosos y finos labios
vaginales me calentaron mucho, no esperé más tiempo, comencé a comerle la
conchita. Desde abajo podía ver perfectamente cómo los dedos de Mayra
penetraban la rajita de Viki. Dos dedos pasaron a ser tres en poco tiempo,
luego a esos tres se les sumó uno más... y mi mamá ya comenzaba a sentir el
dolor.
-No mi amor,
no... pará... –le decía entre jadeos, pero la niña no se detenía.
La vagina de
Viki se abría cada vez más y su hijita ponía todo su esmero para que los cuatro
dedos pudieran entrar y salir rápidamente. De a poco fui viendo como la mitad
de la manito de Mayra se perdía dentro de ese húmedo agujerito, sólo quedaba
afuera su pulgar.
-¡Ay! No
chiquita... ¡Ay! Mayra... Mayra... para un poquito –se quejaba sin dejar de
gemir.
Ver esa
escena me excitaba mucho y se lo hacía saber a la pequeña poniendo mi mayor
esfuerzo en chupar su clítoris, su almejita estaba deliciosa.
-Mayra... por
favor... Mayra... pará.
Pero su hija
hacía caso omiso a sus súplicas, continuaba invadiéndola con cuatro deditos. No
sabía hasta dónde quería llegar ella, pero luego supe que quería llegar hasta
el final. Retrocedió con sus dedos, los estiró al máximo y al subirlos otra
vez, incluyó también su pulgar. La vagina de mi madre se estiró y la mano
completa de Mayra se perdió dentro. Me puse como loca al ver eso, comencé a
chupar aún con más celeridad y llevé una mano a mi entrepierna, para
masturbarme. Si bien la mano de mi hermanita era pequeña, mi madre debía estar
sintiendo que algo muy grande le abría la concha.
-¡Ay no! No,
no... no. Mayra... pará –ella se quejaba pero no se movía, seguía con la cara y
las tetas pegadas a la pared.
La mano
comenzó a entrar y salir casi en su totalidad, me fascinaba ver cómo la concha
de mi madre se abría cuando paraba por ella la parte más ancha de la mano. Sus
flujos comenzaron a manar a montones y comenzó a formársele una espumita blanca
que manchaba a Mayra hasta la muñeca.
-Mayra...
Mayra... Mayra...
-¿Qué? –le
preguntó ella cortante.
-¡No pares!
¡Me encanta!
Tal y como lo
había imaginado, la vagina de Viki se estaba acostumbrando a tener todo eso
adentro y ella ya estaba sintiendo el verdadero placer que esto le podía
provocar. Se escuchaba el chasquido de la mano entrando y saliendo
constantemente, sumado a los fuertes chupones que yo daba en toda la conchita
de la pequeña. Mi mamá comenzó a acompañar el movimiento flexionando y
estirando las piernas, como si estuviera montando una verga... una muy grande. Siguió
haciendo esto hasta que sus gemidos se transformaron en gritos de placer. Mayra
dejó la mano quieta en un lugar y dejó que su madre se encargara del resto, ya
que ella se movía cada vez más rápido, castigando su concha. Mi hermanita miró
hacia abajo, abriendo mucho los ojos, noté que jadeaba rápidamente, supe que
estaba por acabar y para darle un gustito extra a su clímax, le metí un dedo en
el culo. Tragué todos los juguitos que salieron de su rajita y casi al mismo
tiempo ella retiró la mano de la concha de mi madre, ella también estaba
teniendo un húmedo orgasmo, de su dilatado agujero salían flujos a montones,
Mayra acercó la boca y comenzó a chuparle la concha a su mamita.
Nos llevó un
par de minutos recobrar el aliento, yo no había llegado al orgasmo, pero
tampoco tenía necesidad de hacerlo en ese momento, me bastaba con todo lo que
había visto. Mi mamá se sentó en la bañera con las piernas abiertas y respiraba
intentando bajar sus pulsaciones.
-Gracias mami
–le dijo la pequeña-, siempre quise hacer eso con una chica.
-No te
imaginaba tan perversa, mi amor. Casi me partís al medio.
-Pero
seguramente tampoco imaginaba que te fuera a gustar tanto –le dijo ella.
-Eso es
cierto. No sé si volvería a hacerlo, pero te aseguro que lo disfruté un montón.
Luego de
habernos recuperado, nos dimos otra ducha. Cuando ya estuvimos lo
suficientemente limpias, salimos de la bañera y comenzamos a secarnos con
toallas.
-Nadia, ¿ya
pensaste qué desafío le vas a poner a mamá?
-Sí, ya se me
ocurrió uno, espero que sea lo suficientemente bueno... pero todavía no lo voy
a decir.
-Ni yo lo voy
a cumplir ahora, discúlpame pero estoy agotada –aseguró mi mamá- va a tener que
ser para mañana.
-Está bien,
no tengo problema con eso.
-Por suerte
salió todo bien –acotó Mayra.
-No todo, la
tía Analía todavía está encerrada en el cuarto de papá –le recordé-, debe estar
más enojada que nunca, no sé si ustedes se dieron cuenta de que ella apareció
en el comedor mientras nosotros cogíamos.
-¿Qué? No me
di cuenta –dijo mi mamá.
-Claro, vos
estabas de espaldas a ella, fue cuando bajó el volumen de la música.
-Pensé que
había sido Eric... o Alberto, nunca miré para atrás. Debe estar hecha una
furia, alguien va a tener que hablar con ella.
-¿Por qué me
miran a mí? –les pregunté.
-Porque vos
sos la que siempre arregla todo –dijo Mayra-, se te dan bien esas cosas.
-No, de
ninguna manera, que vaya mamá a hablar con ella. Son mujeres adultas y van a
saber resolverlo.
-Ni loca
hablo con ella, a mí me detesta desde lo más profundo de su ser.
-¿Por qué
decís eso?
-Porque le di
motivos para odiarme... todo eso de hacerse la cuñada buena no es más que pura
pantomima. Me detesta y lo hace casi desde el día en que me conoció.
-¿Qué motivos
le diste? –me picó la curiosidad.
-¡Ay! ¿Me van
a hacer contarles todas las cagadas que me mandé en la vida?
-Sí –le
respondió Mayra-, sos nuestra madre y tenés que criarnos con el ejemplo, aunque
sea con el mal ejemplo. Luego nosotras evitaremos cometer los mismos errores
que vos. Así que empezá a contar... ¿hay sexo en la historia?
-Sí... es que
el odio tiene que ver justamente con ese tema.
-Genial –mi
hermanita sonrió.
-Se los voy a
contar un poco resumido. Todo ese odio empezó porque me cogí a su novio.
-¿Qué?
–pregunté incrédula.
-Sí, así
fue... y ella nos vio haciéndolo.
-¿Pero cómo
fue? –Preguntó Mayra-. Queremos detalles.
-Pasó en la
época en la que yo era amiga de tu papá... ya nos habíamos acostado varias
veces... éramos como amigos con derecho y como vivíamos en el mismo barrio, nos
veíamos seguido en su casa. Ahí yo conocí a muchos chicos, la mayoría de los
cuales se cogía a Analía, los otros sólo esperaban el turno para coger con
ella. Resulta que yo también me acosté con algunos de esos chicos, ya que, como
les dije, en esa época no tenía compromiso con nadie. La casa de Pepe y Analía
era el bulín del barrio, sus padres no estaban nunca porque trabajaban fuera de
la ciudad y a veces no aparecían por una semana, así que ellos eran los
responsables de la casa, en realidad, los irresponsables... todo el que quería
coger, iba a parar a esa casa. Yo tenía llave, porque Pepe me la dio, así podía
colarme a la noche cuando todos dormían y meterme en su dormitorio; pero
también tenía permiso para usarla con otros chicos. No fue nada fuera de lo
habitual, me metí a la pieza de los padres de Pepe con este chico que me había
gustado, estábamos cogiendo tranquilamente cuando de pronto se abre la puerta y
entra Analía, no me importó para nada que me viera en pleno acto sexual, de
hecho seguí gimiendo y gritando a todo pulmón, como si ella no estuviera ahí;
pero a ella sí le importó verme. Empezó a armar un escándalo preguntándome por
qué estaba cogiendo con su novio, yo empecé a reírme, que ella tuviera un
novio... con la cantidad de pibes que se la cogían, me parecía un chiste.
Después me percaté de que el vago parecía preocupado y ya no me la metía con
tantas ganas, así que le pregunté si era cierto y él asintió con la cabeza.
Empecé a disculparme con Analía, le juré que yo no sabía que él era su novio;
pero no hubo forma de calmarla. Echó de la casa al pibe en pelotas y le tiró la
ropa por la cabeza, yo aproveché, junté toda mi ropa y me escondí en el cuarto
de Pepe. Un tiempo después me enteré que, por primera vez en su promiscua vida,
Analía había decidido tener un novio y el muy pelotudo la había engañado menos
de una semana después. Cuando estaba en la pieza de Pepe, a punto de ponerme la
ropa, de pronto él abre la puerta, entonces le sonrío y me paro como modelito
diciendo “Ta-tán”, como si se tratara de un truco de magia. Él se quedó
congelado al verme desnuda, pero enseguida comenzó a reírse y terminamos
haciéndolo. Casualmente esa vez la pasamos mejor que de costumbre, tal vez era
porque a mí no se me había pasado la calentura y le di con todo; unos días
después nos pusimos de novios.
-Bueno...
creo que, conociendo a la tía, es lógico que te odie por eso –dije.
-Esperá, que
la cosa no termina ahí. Esa cagada me la mandé sin querer y ella lo sabía, pero
después me mandé otra... y fue a propósito.
-Ay mamá...
sos de lo peor –le reproché.
-Te dije que
siempre fui muy competitiva. La culpa la tiene ella, por intentar competir
conmigo. Cuando ella supo que yo me puse de novia con Pepe, comenzó a tener
relaciones sexuales frente a nosotros, al principio empezó con algo tranquilo,
como un pete o alguna metida de mano... eso más o menos ya se lo contamos
durante el juego de Póker, lo que no les contamos es que a veces esas cosas
iban más allá, hasta se nos hizo costumbre verla desnuda por la casa. Después
empezó a coger con sus “noviecitos” de turno, los cuales no le duraban mucho
porque enseguida se buscaba otro; pero yo no me iba a quedar tan tranquila
viendo cómo me provocaba. Comencé a hacer lo mismo que ella, le dije a Pepe que
si a ella no le daba pudor coger frente a su hermano, entonces podíamos coger
frente a ella sin problemas... y así lo hicimos. Todo iba competitivamente bien
hasta una noche en la que ella empieza a coger con un vago frente a nosotros,
me calenté de sólo verlos... admito que la mina sabía coger muy bien y sabía
cómo calentar, por lo que terminé abriéndole el pantalón a Pepe y se la chupé.
Nos mirábamos una la otra, constantemente, como si quisiéramos decirnos “¡Mirá
cuánto me atrevo!”, ella ya se estaba montando al pibe y para no quedarme
atrás, me desnudé y me puse arriba de Pepe. Después empezó la guerra de
gemidos, como para demostrarnos que una la estaba pasando mejor que la otra.
Unos minutos más tarde me doy cuenta de que el chico que estaba con ella había
acabado. Analía se puso de pie y me miró con una sonrisa triunfal, como
diciéndome “Te gané, yo lo hice acabar antes”. Se fue a bañar con la idea de
que la victoria era suya, pero yo no se la iba a dejar tan fácil. El pibe se
quedó sentado frente a nosotros, mirando sin saber si tenía que irse o esperar
a que Analía volviera, porque ella no le dijo nada. La cosa es que empecé a
mirar al chico provocativamente, mientras saltaba sin parar arriba de la verga
de Pepe, las tetas se me sacudían para todos lados y el pibe había quedado
hipnotizado. Para ese entonces yo ya había perdido la virginidad del culo...
bueno, eso ya lo saben, fue la primera vez que estuve con Pepe. Cuando el vago
vio que me daba vuelta, me ponía mirando de frente a él y me sentaba de culo
arriba de la verga, se quedó asombrado; se le puso dura enseguida. No dejé de
moverme, a pesar de que el culo me dolía horrores, Pepe la tiene muy grande y
por eso es que no tenemos sexo anal con frecuencia... así que se imaginarán
cómo estaba sufriendo yo, sin embargo logré lo que quería... comencé a
masturbarme, abriéndome la conchita para que él la pudiera ver, el pibe no
aguantó más, vino casi corriendo, con la verga dura... y me clavó.
-¿Papá no se
enojó?
-No, para
nada. A él le pareció excitante, además él estaba presente, si pasaba algo que
no le gustara, lo podría haber parado; en cambio permitió que el vago me
cogiera con ganas, parecía como si fuera su primera vez, me di cuenta de que
estaba más caliente haciendo eso de lo que había estado con Analía. De más está
decir que yo la estaba pasando fenomenal, gritaba y gemía como una puta, era la
primera vez que me daban por los dos huequitos al mismo tiempo... si nunca lo
probaron, háganlo, lo van a disfrutar; ese es mi consejo de madre.
-Yo pensé
hacerlo esta noche; pero tengo el culito muy cerrado –dijo Mayra-, me dolió
mucho cuando Ariel me clavó la puntita... y después con la de Eric me dolió más
todavía, por eso pasé a lo tradicional.
-¿Te parece
tradicional estar cogiendo con tu hermano mientras se la chupás a tu tío? –le
pregunté.
-En esta
familia... sí –las tres nos reímos-. Terminá de contarnos, mamá.
-Está bien.
El enojo de Analía, como ya se imaginarán, vine porque ella nos vio a los tres
cogiendo, cuando salió del baño. Empezó a hacer uno de sus escandalosos berrinches,
intentó sacar al pibe de arriba mío, pero yo lo agarraba con las piernas, él
tampoco me quería soltar, me seguía dando como loco. Entonces Analía empieza a
gritarme “Puta” y un montón de cosas más, yo le dije que no tenía por qué hacer
ese escándalo, si éste no era el novio; pero admito que me sentía muy. Ella nos
insultó a todos y se encerró en la pieza. No sentí lástima por ella porque
siempre me pareció una mala mujer... no digo que yo sea la mujer más buena del
mundo, pero sólo hago esas cosas cuando me provocan.
-Así que por
tu culpa, ahora tengo que ir yo a calmarla –me quejé.
-Sí, Nadia.
Vas a tener que ir vos. Sos la única con el temperamento suficiente como para
calmarla... o tal vez sólo la hagas enojar más.
-Me inclino
por lo segundo –dijo Mayra.
-Son las dos
unas cobardes –les reproché-. Está bien, yo hablo con ella; pero no les prometo
nada.
Salimos del
baño y nos topamos con mi hermano, que aparentemente quería entrar a orinar.
-¡Al fin
salen! –nos dijo-. Nunca entendí por qué las mujeres van juntas al baño y
demoran una eternidad. ¿Qué hacen ahí adentro?
-Cogen entre
ellas –contestó Mayra, haciéndonos reír.
Eric nos miró
con su mejor cara de boludo, luego siguió caminando y se metió al baño.
Miré la
puerta del cuarto de mis padres, me sentía como una oveja a punto de entrar a
la jaula de un león hambriento; pero a la vez tenía confianza en mí misma. Mi
madre tenía razón, yo era la única con el temperamento suficiente como para
poder llegar a un acuerdo con Analía.
Fin del Capítulo 8.
Continuará...
Comentarios
Todo un lujo de relato para mi que soy bien alzada y suelta en general sobre sexo jaja pero me falta tener más gente así alrededor para perder el pudor que me haga peter, entregar el culo y eso, el miedo al "qué dirán" si no es un ambiente donde "llueva" esa semejante confianza siempre ronda si los otros o la mayoría no te bancan.
Una envidiable locura, posta que acá lográs armar una escena mental genial y algo que ya quisiera ver más seguido en el porno. Menos la tía amarga, envidié no vivir lo de esa familia chupándose y cogiendo así de fuerte y rico, gozando tanto y sin barreras.
Besote enorme y más hurras!
Mugroso teclado sorete.