El archivo Abigail.
-1-
Casi una semana después del altercado con Sofía, ocurrió
algo poco frecuente: me quedé sola en casa. Casi siempre había al menos dos
miembros de mi familia rondando por el lugar. A mi padre se lo veía con poca
frecuencia, ya que su trabajo administrativo en el campo le demandaba muchas
horas semanales, pero mi madre se las ingeniaba para estar cerca cuando uno
menos lo quería; sin embargo esta vez tuvo que salir de improviso para mostrar
una propiedad a un cliente potencial, no sin antes quejarse de que la hicieran
trabajar un sábado. Mi hermanita tenía clases de inglés, en su instituto y
frecuentemente le tocaba cursar durante los sábados.
Nunca supe muy bien cómo aprovechar los días en los que
tenía la casa toda para mí, por lo general solía quedarme en la sala mirando
televisión, disfrutando un poco de aquellos espacios que siempre estaban ocupados;
pero esta vez el aburrimiento me ganó y comencé a deambular por todos lados,
pensé en llamar a Lara para que viniera a visitarme pero no quería tentarme con
la idea de que estuviéramos las dos solas.
Mientras caminaba hacia mi cuarto pasé junto a la puerta
del dormitorio de Abigail, por lo general ella la dejaba cerrada para que mi
madre no husmeara entre sus pertenencias, y lo bien que hacía, ya que mi madre
no tenía respeto alguno por la privacidad del prójimo. Su lema era: “Si no
hacés nada malo, entonces no tenés nada malo que ocultar”, sin embargo ella no
comprendió nunca que no se trata de ocultar cosas malas, sino de tener un poco
de intimidad. A ella no le agradó nada cuando Abigail y yo optamos por cerrar
nuestros dormitorios con llave, cada vez que abandonamos la casa, o cuando
queremos estar tranquilas; a mi madre le agradaba mucho menos que Abigail
cerrara su dormitorio con llave, ya que en cualquier momento podría sufrir
alguno de sus episodios, y no podríamos asistirla. Tengo que reconocer que en
este punto ella tenía razón, pero se me ocurrió una solución muy práctica: la
única que tenía una copia de la llave de Abigail, era yo. A su vez, ella poseía
una copia de la llave de mi dormitorio. En caso de que ocurriera algo malo, podríamos
abrir inmediatamente.
Me quedé mirando la puerta del cuarto, como si ésta me
estuviera llamando. No puedo justificar todos mis actos; algunas de mis
acciones son tan espontáneas, que ni siquiera tengo tiempo para evaluarlas, y
ésta es una de esas. Supongo que puedo decir que me ganó la curiosidad… o el
aburrimiento. Me dirigí a mi propio dormitorio, busqué la copia de la llave, y
regresé al de mi hermana.
Al entrar al cuarto pude ver que no había nadie allí
dentro más que varios muñequitos troll
parados uno a la par de otro en una repisa, mi hermana adoraba esos anticuados
muñecos como si fueran sus pequeños amigos, mi madre los detestaba y a veces
había llegado a decir que los inofensivos muñequitos parecían engendros del
demonio, con esos ojos saltones y cabellos tan extraños y coloridos; pero yo
defendía a muerte a Abigail, y argumentaba que si le arrebataban esos muñecos,
su estado psicológico podría empeorar mucho; esto atemorizaba a Adela y dejaba
en paz a los trolls.
Comencé a explorar el atiborrado refugio de mi hermanita
sin ánimo de invadir su privacidad, sólo estaba aburrida y hacía tiempo que no
entraba a ese sitio. Como reacción automática abrí una puerta de una cómoda
blanca y me encontré con una pila gran de DVDs,
eso me dio una idea, allí seguramente habría alguna película interesante para
ver.
La mayoría del contenido era sobre animé y a mí el género
mucho no me agradaba, aunque tampoco lo descartaba. Tomé una pila de DVDs y fui leyendo los títulos uno por
uno, hasta que de pronto me encontré con una impactante imagen. Se trataba de
una foto con personas reales, un hombre desnudo estaba manteniendo relaciones
con una mujer de pechos exageradamente grandes. Solté el DVD aterrada, no podía creer que hubiera encontrado material de ese
tipo dentro del dormitorio de mi dulce hermanita.
Luego de unos segundos de confusión me di cuenta de que
yo era una ingenua monumental, había estado mirando pornografía a hurtadillas
sintiéndome casi una rebelde por eso cuando mi pequeña hermanita, con tan solo
dieciocho años edad ya contaba con una buena colección de material pornográfico.
Digo colección porque debajo de ese DVD
encontré al menos cuatro más del mismo género, pero hubo uno que llamó mi
atención más que el resto. En la portada dos mujeres se besaban descaradamente.
¿Acaso a mi hermana le parecía excitante el sexo lésbico? Puede que me
estuviera adelantando a los hechos al pensar eso, tal vez sólo lo había
comprado para quitarse la duda o como una simple curiosidad, ya que era el
único de esa categoría. El corazón me latía incontrolablemente. ¿Debía hacerlo
o no?
Sabía que no tenía mucho tiempo para decidirme, si no lo
miraba en esa oportunidad, no volvería a tener otra igual en mucho tiempo. Me
llevé el DVD a mi cuarto y me encerré
en él. Lo coloqué en el reproductor y aguardé mirando a la pantalla de mi
televisor desde la comodidad de mi cama. El video comenzó con una mujer
voluptuosa, vistiendo ropa diminuta, abriéndole la puerta a una chica con
coletas y atuendo de niña ingenua. La película estaba hablada en inglés y no
tenía subtítulos pero no me costó deducir que la más joven de las dos
aparentaba ser una amiga de la hija de la dueña de casa. La mayor, que llevaba
el cabello rubio, se disculpaba con la muchacha diciéndole que su hija ya se
había marchado. Se sentaron a charlar en un sillón y era obvio que la rubia
intentaba seducir a la “niña ingenua” quien no era tan “niña”, ya debía ser
mayor que yo por al menos tres años. Las actrices eran muy malas, no eran
capaces de convencer a nadie, la escena perdía veracidad por lo pobre y absurdo
que era el guion, estuve a punto de quitar la película cuando de pronto se
besaron, me detuve en seco y observé.
Las manos de la rubia se perdieron bajo la corta pollera
de la jovencita y comencé a acalorarme recordando lo que había hecho con
Tatiana. No tuve que esperar mucho tiempo para verlas completamente desnudas,
ambas tenían cuerpos plásticos y estilizados pero en ese momento no me importó,
lo que más me llamaba la atención era cómo la mujer mayor le comía la rajita a
la otra. Lo hacía de una forma exagerada pero que permitía ver claramente el
movimiento del clítoris bajo la lengua. Como accionada por un interruptor
invisible, me quité de prisa el pantalón hasta quedar desnuda de la cintura
para abajo. Mi vagina ya estaba humedeciéndose y reaccionó placenteramente al
contacto con mis dedos. La excitación no provenía de ver a estas dos mujeres
interactuando lésbicamente, sino que yo me imaginaba a mí misma lamiendo esos
labios rosados. Lamí mis dedos que me transmitieron el sabor de mi propio sexo
y los llevé una vez más hacia abajo, froté mi botoncito de placer sin apartar
la vista de la pantalla del televisor, la escena ya había perdido todo diálogo
y se centraba únicamente en el acto sexual. Deslicé dos dedos hacia abajo
dejando mi clítoris en medio de ellos y lo presioné levemente, mi respiración
comenzó a agitarme a medida que yo aceleraba el ritmo con el que subía y bajaba
la mano. En el mismo momento en que la más joven de las dos mujeres comenzó a
practicarle sexo oral a la otra, introduje un dedo en mi vagina. Entrecerré los
ojos y me perdí en el delirio libidinoso imaginando que Lara estaba entre mis
piernas, también recordé el contacto de mis dedos con la pequeña protuberancia
que toqué entre las piernas de Sofía. Junté mis piernas instintivamente y luego
las abrí todo lo que pude al mismo tiempo que arqueaba mi espalda. Mi período
menstrual había terminado hacía apenas un día y mis hormonas estaban alteradas,
mi cuerpo entero agradecía cada roce, cada caricia.
Miré atentamente como la muchachita, parecía estar
succionando el clítoris de la madre de su amiga, grabé esa escena en mi memoria
como si quisiera aprender de ella. Sentí el jugo sexual deslizándose entre mis
muslos y no me detuve ni por un segundo. Cuando llegó el momento del clímax no
pude evitar dejar salir varios gemidos, sentía que mi alma se liberaba con cada
uno de ellos. Continué tocándome suavemente durante un par de minutos hasta que
mis pulsaciones fueron volviendo lentamente a la normalidad.
Fui al baño y me lavé para luego vestirme
apresuradamente, debía devolver el video antes de que Abigail llegara. Lo
guardé en su caja y me dirigí al cuarto de mi hermana. Por culpa de mi apuro y
mis malditos nervios tiré media pila de DVDs al piso. Me encontraba
acomodándolos uno por uno en su sitio rogando que fuera el orden correcto
cuando sentí una aguda voz femenina que provenía de la puerta.
—¡Lucrecia! ¿Qué haces en mi cuarto?
—¡Hola Abi! Perdón, estaba buscando alguna peli para mirar…
vos siempre tenés alguna buena peli —contesté poniéndome roja de la vergüenza—, se me cayó todo pero ahora lo junto —esta vez
fue ella la que se sonrojó.
—¿Qué tipo de película buscabas? —preguntó abriendo
grande los ojos.
Me percaté de que miraba mis manos, cuando vi la película
que estaba sosteniendo me encontré con una imagen de sexo explícito en la
portada.
—Creo que vamos a tener que hablar claramente —le dije
sabiendo que ambas estábamos en un aprieto.
Abigail giró su cabeza hacia la puerta asegurándose de
que no había nadie en el pasillo, dio un paso hacia adentro y cerró la puerta
del cuarto. Me senté sobre la cama sin soltar la película pornográfica. No me
animaba a romper el silencio y ella parecía tan insegura como yo. Se sentó en
una silla que estaba frente a un escritorio, donde estaba su gran computadora,
la cual era uno de sus objetos más preciados.
—Este es un tema difícil —comencé diciendo—, no sé cómo
hablar de esto con vos Abi.
—No hace falta hablar nada ¿pensás contarle a mamá que
tengo esas películas? Porque si hacés eso, me voy a enojar mucho con vos,
especialmente por haber entrado a mi cuarto sin permiso.
—No, no le voy a contar a mamá, eso sí que no, porque te
las sacaría de inmediato y seguramente te castigaría hasta el día del juicio
final —sonrió al saber que no la delataría—. Te pido disculpas por haber entrado
a tu cuarto, es que estaba muy aburrida… sé que es la peor excusa del mundo,
pero es la única que se me ocurre.
—Está bien, si es por eso, te puedo perdonar. Yo también
suelo hacer locuras cuando estoy aburrida.
—Y cuando no lo estás, también —ella sonrió—. La verdad
es que me sorprendió mucho que tengas este tipo de… material.
—¿Por qué te sorprende? No creo que tenga nada de malo
mirar porno de vez en cuando.
—Supongo que no, sólo que vos sos tan chiquita…
—Podré ser chiquita, pero no soy ingenua, Lucrecia.
¿Alguna vez miraste alguna? —Me puse tensa y ella notó algo raro— ¿Viste alguna
de mis películas? —sonrió mientras yo me mordía el labio inferior.
—Sí, vi una, hace un rato. Estaba devolviéndola cuando se
me cayó todo —me resultaba muy difícil mentirle a mi hermana, ella tenía un don
especial que le permitía leerme como si yo fuera un libro abierto. Sospecho que
la mayoría de los locos pueden hacer eso… o tal vez es sólo idea mía—. Tengo
que confesarte que no son muy buenas.
—Lo sé, algunas son bastante estúpidas, pero sí que se
ponen calientes.
—Eso no te lo discuto. Digamos que cumplen con el
objetivo.
—¿Y ese sería…? —me preguntó como si no conociera la
respuesta.
—Bueno… vos ya sabés… no me hagas decirlo —nos reímos
juntas.
—Me sorprendés Lucre, pensé que eras más reservada... por
no decir pelotuda.
—¡Hey! Eso me ofende, no soy tan pelotuda como parezco.
—No te ofendas, es que pensé que eras más como... como
mamá.
—No quiero ser como mamá —tal vez eso era lo que me hacía
experimentar tantas cosas absurdas, intentar ser diferente a mi madre, quien
estaba llena de complejos, especialmente en lo referente a la sexualidad—. Yo
quiero disfrutar mi vida y si la paso bien mirando una película de estas,
entonces es problema mío, yo no lastimo a nadie al hacerlo.
—¡Tenés razón! Eso mismo es lo que pienso yo —se puso de
pie de un salto, tomando la postura de un político dando un discurso ante miles
de personas—. ¿Qué tiene de malo hacerse una buena paja de vez en cuando?
—¡Che! Tampoco es para que lo estés diciendo así —me puse
roja de la vergüenza.
—Bueno, perdón —se sentó a mi lado en la cama—. No tiene
nada de malo tocarse un poquito, es completamente natural, todas mis amigas lo
hacen y seguramente las tuyas también. Incluso esas de la iglesia.
—Sí que lo hacen —no podía confirmarlo con todas, pero
estaba segura de que Lara sí lo hacía—, sólo que muchas no lo admiten.
—Yo no tengo problema en admitirlo, la que tiene
problemas es mamá. Ella nunca nos deja vivir como queremos, si hacemos algo que
nos gusta, enseguida nos arruina todos los planes. Siempre le encuentra algo
malo a todo. Por eso es que ya no le cuento nada de lo que hago, vos deberías
hacer lo mismo, hermana… también deberías buscarte un novio, así no recurrís
tanto a estas películas… no es que no te las quiera prestar, podés pedirme las
que quieras, pero vos ya tenés edad como para andar de novia sin que mamá se meta
en tu vida. Sé que lo que te pasó la primera vez no fue nada lindo, pero ya
pasaron años de eso... imagino que ya lo habrás superado.
—Supongo que sí —me quedé taciturna, no podía pensar en
novios, era como si esa palabra no encajara conmigo; con mi nueva “yo”—. El
problema es encontrar al indicado.
—Pero podés disfrutar de los “no indicados” mientras
llega ese —me guiñó un ojo y no pude evitar reírme.
—¿Te imaginás cómo se pondría mamá si hago eso?
—Sí que me imagino, por eso es tan gracioso.
Miré hacia mi izquierda y vi la película lésbica tirada
en el piso, la recogí y se la enseñé a mi hermana, se puso tensa de inmediato.
—¿Y ésta película qué significa? —Le pregunté, intentando
no ponerla demasiado nerviosa.
—¿Por qué debería significar algo? Es una película porno,
como las demás.
—No es como las demás... acá veo puras mujeres —me sentía
extraña mirando fotos de mujeres desnudas junto a mi hermana, pero me carcomía
la curiosidad—. Pensé que podía significar otra cosa.
—No me gustan las mujeres, si es lo que pensás; pero hay
que admitir que es un poco caliente ver dos chicas haciéndolo ¿a vos no te
pasa? —Me quedé muda, su pregunta me tomó por sorpresa—. Eso no quiere decir
que yo vaya a hacer lo mismo, a mí me gusta la verg…
—Está bien, no hace falta que lo digas —la interrumpí—. Tenés
razón, es bastante caliente ver dos chicas juntas y no tiene por qué significar
que te gusten las mujeres —tenía la sensación de haber respondido a una de mis
más grandes dudas internas.
—¿Querés verla? Te la presto.
—Ya la vi —le sonreí— es la que venía a devolver.
—¡Lucrecia! No te imaginaba en esas, pensé que habías
agarrado de las otras.
—Como vos dijiste, no significa nada, simplemente me dio
curiosidad.
—¿Y te calentaste? —En sus ojos vi la llama de la
curiosidad, eso era algo que teníamos en común.
—No me siento muy cómoda hablando de eso con mi hermana.
—Hey, si no lo hablás conmigo ¿con quién más lo vas a
hablar? Para eso somos hermanas —a veces pensaba que ella era la mayor, a pesar
de su condición psicológica podía llegar a ser muy sensata... cuando se
encontraba estabilizada por los medicamentos, por supuesto.
—En eso tenés razón. Sí me… calenté bastante, pero no…
—No significa nada, ya sé. Estaba pensando en comprar
alguna más de ese mismo género, cuando la compre te la presto. Me recomendaron
una muy buena en la que dos amigas se van de viaje y...
—Abi, ¿te puedo hacer una pregunta muy personal? —La
interrumpí.
—¿Más personal que la masturbación? —Me hizo reír, aunque
todavía me sentía incómoda.
—No sé.
—Preguntá lo que quieras.
—¿Alguna vez besaste a una chica?
—Ah, pensé que era algo más serio —hice una mueca con la
boca, expresando mi incredulidad— Sí, besé a dos chicas —me quedé completamente
boquiabierta al escuchar esa respuesta.
—¿Por qué lo hiciste? —Balbuceé.
—Porque tenía ganas de probar. Quería saber qué se sentía
y mis amigas también pensaban igual.
—¿Amigas? No sabía que tenías amigas.
—Puedo ser muy antisocial, o asocial… como se diga; pero
sí tengo amigas y son muy lindas, si querés te presento alguna.
—¿Y para qué voy a querer que me presentes alguna de tus
amigas? —Pregunté nerviosa.
—No sé, sólo decía… sólo tomalo como sugerencia. ¿A vos
qué chica te besó?
—¿Por qué asumís que me besó una chica?
—Porque de lo contrario no preguntarías, además no
hubieras elegido esa película. Te conozco Lucrecia, algo tiene que haber pasado
para que actúes de esa manera. Podés contarme, te prometo no decirle a nadie.
Había días en los que prefería que Abigail tuviera alguno
de sus ataques, los cuales no le permitían pensar con claridad, ya que cuando
su mente estaba despejada, podía ser sumamente perspicaz.
—Está bien, fue con una amiga, también. Me besó en los
vestuarios de la universidad —decidí omitir los detalles obscenos.
—Eso te dejó confundida ¿cierto?
—Sí, mucho.
—No tenés por qué alarmarte Lucrecia. Yo también besé
mujeres y eso no quiere decir que los hombres no me gusten, tal vez estaría con
una chica, no te lo niego, pero sólo por curiosidad, y no cambiaría a los
hombres por nada del mundo. A vos te falta experiencia hermanita, le hacés
demasiado caso a mamá.
—Eso es cierto, últimamente siento que no sé nada de la
vida —en mi cabeza retumbaban las palabras de mi hermana ¿Cómo ella podía
afirmar con tanta naturalidad que se acostaría con una mujer?— Siento que no
viví la vida a pleno.
—Y que no te cogiste a nadie.
—¡Abi!
—Pero es la verdad, todo el mundo sabe que no te acostas
con nadie, porque siempre contás todo. Esto de tu amiga me sorprende y me
alegra que me lo hayas contado, pero no se lo cuentes a nadie más. Dejate cosas
para vos, así nadie se puede meter en tu vida. Mamá no sabe ni la mitad de las
cosas que pasan en mi vida, vos tampoco las sabés.
—No te ofendas Abi, pero vos te la pasás encerrada acá
adentro.
—Eso es lo que ustedes creen.
—¿A qué te referís con eso?
—Mejor dejalo así Lucrecia. Prefiero no hablar del tema,
no vaya a ser que un día te entre la culpa y termines contándole todo a mamá.
—Podés confiar en mí, Abigail.
—No puedo, lo sabés muy bien. Sos el perrito faldero de
mamá —estuve a punto de enojarme con ella pero tenía razón, por más conflictos
que tuviera con mi madre, tarde o temprano ella se las ingeniaba para sacarme
toda la información... o al menos la mayor parte.
—Te prometo que no voy a ser más su “perrito faldero”. De
ahora en adelante voy a vivir mi propia vida... y que ella se vaya a la mierda.
—¿Una vida paralela? —Preguntó sonriendo.
—Eso mismo. Gracias por escucharme hermanita, a veces
decís muchas verdades.
—Es que los locos siempre decimos la verdad.
—No estás loca.
—Sí lo estoy, pero no me molesta. Yo soy feliz con mi
locura, vos deberías ser feliz con la tuya, y no ignorarla tanto.
—¿Pensás que también estoy loca?
—Casi tanto como yo, sólo que tu locura es diferente.
—¿Y cómo es mi locura? —Me divertía mucho la charla,
hacía tiempo que no nos sincerábamos tanto.
—Averigualo, la tenés cerca todos los días. Aprovechala,
descubrila y aceptala.
—Abi, ¿estás segura de que vos tenés solamente dieciocho
años?
—Creo que sí, a no ser que hayan funcionado las cremas de
rejuvenecimiento que le robé a mamá. Por cierto, si te pregunta por esas
cremas, vos no sabés nada —me señaló con un dedo, de forma amenazante.
—¿Y vos para que querías cremas de rejuvenecimiento?
—Eso mejor te lo cuento otro día. No es apto para menores
—me guiñó un ojo.
—¡Ay, Dios mío! —Exclamé y comencé a reírme cubriéndome
la boca con una mano—. No me quiero ni imaginar qué cosas habrás hecho.
—Podría contarte…
—Menos sabe Dios, y perdona.
—¡Ya me tienen harta con las frases religiosas! Mamá y
papá las repiten como loros, no empieces vos también.
—Perdón, tenés razón, a mí también me cansan bastante con
la religión —de pronto Abigail abrió mucho sus ojos.
—¿Quién sos vos y qué hiciste con mi hermana? —Tuve que
taparme la boca para no comenzar a reírme como tarada.
—Soy la misma Lucrecia de siempre, pero estoy…
evolucionando.
—¿Acaso sos un Pokémon? Podrías ser la “Pokeboluda”.
—¡Tarada! —Volví a reírme, lo que me causaba más gracia
era que mi hermana tenía la misma capacidad que yo para decir idioteces.
Posiblemente ese irónico sentido del humor era nuestro mecanismo de defensa
ante una vida prácticamente dominada por padres autoritarios—. Lo digo en
serio, estoy cambiando; quiero cambiar. Me harté de ser “la nena de mamá”.
Quiero vivir un poco mi vida, a mi manera.
—Hacelo, Lucrecia. Por favor, hacelo. Tal vez así vos
puedas librarte de las opresiones de mamá y papá… tal vez a vos no puedan
meterte en esa secta.
Me quedé muda durante un segundo, la mirada temblorosa de
mi hermana me exigía una corroboración, un asentimiento, algo que yo no podía
dar. Odiaba cada vez que ella tocaba el tema de la secta, no sabía cómo
reaccionar ante ello.
—Papá y mamá no están en ninguna secta, Abi.
Uno de los delirios más recurrentes de mi hermana era que
nuestros padres pertenecían a una especie de secta híper religiosa a la que
sólo podía entrar un grupo muy selecto de adeptos a Cristo. Nuestros padres
podrían ser autoritarios y poco demostrativos emocionalmente, pero no formaban
parte de ninguna secta religiosa.
—Te digo que sí —insistió.
—Bueno, mejor eso lo dejamos para otro momento —me estaba
poniendo realmente incómoda, quería marcharme de allí; busqué un pretexto para
cambiar de tema, vi sobre la pila desparramada de películas porno una en la que
una voluptuosa morocha estaba siendo penetrada por un hombre, al mismo tiempo
que besaba a otra mujer—. ¿Me prestás esta película? —la pregunta la dejó algo
desconcertada.
—¿Eh? Sí, bueno, dale.
—Gracias, hermanita. Después te la devuelvo.
Salí rápidamente del dormitorio, sin mirar atrás. Me
dolía en el alma huir tan cobardemente de los problemas mentales de mi
hermanita, pero sabía, por experiencia, que si empezábamos a discutir por el
asunto de la secta, terminaríamos peleando y ella quedaría con una enorme
confusión, que la podía llevar a uno de sus “ataques”.
-2-
No tenía intención de mirar la película que había
sustraído del cuarto de mi hermana, por lo que la dejé sobre la cama y fui en
busca de mis carpetas, para retomar mis estudios.
Estaba concentrada en un tema muy interesante, sobre la
Teoría General de los Sistemas y su aplicación en la administración de empresas,
cuando la portada de la película porno captó mi atención. Algo me resultaba
extraño en esa escena tan explícita. Me levanté y fui en busca de ella, al
mirarla detenidamente me percaté de que la muchacha estaba siendo penetrada por
el ano por un pene largo y venoso. No era tan ingenua como para desconocer el
sexo anal; pero jamás había visto una imagen que lo representara de semejante
forma, y a esto sumándole la escena lésbica que se desarrollaba en simultáneo.
Guiada por la curiosidad, cargué el DVD
en mi reproductor y me recosté en la cama para ver qué ocurría.
Bastaron apenas cinco minutos de diálogos sin sentido
entre la protagonista y su amiga para que ambas terminaran manoseándose. Me
resultaba muy bonita la chica de pelo castaño, ya que tenía una carita de muchachita
ingenua, muy diferente a la de la protagonista que tenía todas las cualidades
de una actriz porno, una mujer que lucía provocativa en cada mínimo gesto o
movimiento.
Mi mano se perdió dentro de mi pantalón mientras en la
pantalla las dos mujeres se chupaban las vaginas mutuamente. Gracias a las
escenas en primer plano podía ver cómo esas lenguas hurgaban en toda la cavidad
femenina y jugaban con esos labios completamente lampiños. Algunas lamidas me
parecían exageradas, me imaginaba que yo no perdería tanto tiempo jugando con
la punta de mi lengua, yo intentaría abarcar toda la vagina con mi boca y
chuparla…
Me di cuenta de que realmente estaba fantaseando con la
idea de lamer una vagina, inclusive llegando al punto de imaginar de qué forma
me gustaría chuparla. Tuve que dar rienda suelta a mis dedos, que se concentraban
en presionar mi clítoris y frotarlo tanto como les era posible en el reducido
espacio que quedaba entre mi sexo y el pantalón. Decidí quitarme la ropa, al
fin y al cabo ya estaba en plena masturbación y la película seguía su curso,
sería absurdo detenerse.
Una vez que estuve desnuda separé mis piernas y contemplé
mi rosada vulva humedecida, la abrí con dos dedos, intentando imaginar que se
trataba de la vagina de otra mujer. Imaginando que se trataba de la de Lara. Para
poder imaginarla (o recordarla) mejor, cerré mis ojos y me dejé sumergir en ese
mundo de fantasías lésbicas. Podía estar violando varias normas de la religión
católica en ese preciso momento, pero… ¡Qué bien se sentía! Toda la sangre de
mi cuerpo parecía fluir hacia mi vagina, que cada vez se acaloraba y se humedecía
más.
Al abrir los ojos me encontré con que la escena del
televisor había cambiado considerablemente. Un tipo había entrado a la
habitación en algún momento. Por alguna extraña razón ya estaba desnudo, con su
enorme pene ya erecto, apuntando hacia el culo de la mujer madura quien, a su
vez, recibía lamidas en el clítoris por parte de la muchachita.
Detuve mis dedos al quedar impresionada por la forma en
la que ese pene ingresó en el ano de la mujer. Lo hizo con tanta facilidad que
por un momento creí que sería algún truco de edición; pero no, allí estaba realmente,
dentro de su cola. Ella mostraba grandes signos de goce. Debo admitir que el
pene de hombre no me excitó en lo más mínimo, pero sí lo hizo el imaginar lo
que esa mujer estaría sintiendo en ese momento, al ser penetrada de esa forma.
La mujer saltaba sin miedo, cayendo una y otra vez en ese miembro masculino que
se perdía velozmente en su orificio anal y volvía a aparecer como por arte de
magia.
Mi maldita curiosidad me hizo ir más lejos. Necesitaba
saber qué se sentía. Separé mis piernas y a tientas busqué mi culito. Cuando lo
encontré intenté introducir el dedo, pero sólo me causé ardor. Usé mi cabeza
por un par de segundos y llegué a la conclusión de que necesitaba lubricación,
por eso lamí mis dedos y volví a intentarlo. Esta vez el resultado fue mucho
mejor. Conseguí introducir parte del dedo. No se sintió nada bien, ardía y me
daba miedo lastimarme; sin embargo no quise renunciar tan rápido, esa mujer
estaba disfrutándolo, por alguna razón, y yo quería averiguar cuál era.
Volví a lubricar mi dedo y al introducirlo sentí un gran
alivio; la sensación estaba mejorando. Reanudé las caricias sobre mi clítoris,
usando la otra mano; esto me ayudó a relajarme y mantener mi calentura. Cerré
los ojos una vez más y me imaginé que el dedo que intentaba abrirse camino por
mi culito, era el de Lara. ¡Qué fácil se volvía todo cuando pensaba en ella! Si
bien una parte de mí me decía que hacía mal en masturbarme pensando en mi
amiga, por el otro lado me producía un remolino agradable en la boca del
estómago.
Después de masturbarme por un rato, y meter un poco el
dedo en mi cola, me consideré satisfecha. Apagué la tele y me quedé mirando el
techo, recuperando el aliento. Me ardía un poco el ano, pero no había estado
tan mal. Me sentía liberada. Estaba descubriendo mi propio cuerpo como nunca lo
había hecho. Estaba disfrutando de mi cuerpo… y del de Lara.
No sabía qué tan lejos llegaría con todo esto. En algún
momento mis propios miedos y la culpa me limitarían; sin embargo en ese momento
no tenía ganas de arrepentirme de nada. Me dejé en paz por una vez y sonreí. La
había pasado bien y nadie había resultado lastimado, eso era todo lo que me
importaba.
Comentarios
Saludos.
no pretendo nada pero algun dia me gustaría charlar en privado simplemente para socializar un poco con respeto a todo lo dicho y sobre todo a ti me despido y pido perdon por la mala exprecion de mis palabras no se usarlas para expresarme bien