La MILF más Deseada [03].


Modelo de la Foto: Cherie DeVille.


Capítulo 3.

-1-


Debido a que ya no tenía un trabajo con un horario fijo a respetar, Diana se levantó alrededor de las diez y media de la mañana; sintió una gran satisfacción ya que hacía mucho tiempo que no dormía hasta la hora que quería.




Unos minutos más tarde fue hasta la cocina envuelta en una bata negra que le quedaba unos diez centímetros por encima de la rodilla y permitía que gran parte de sus tetas asomaran por un amplio escote. Pocos días atrás lo había utilizado para una sesión de fotos con Julián. Si bien se trataba de un atuendo poco revelador, en comparación a los utilizados en ocasiones anteriores, habían decidido que serviría para presentar algo diferente. Además ella no vistió el camisón durante toda la sesión, llegando a las últimas fotos se despojó completamente de él y posó ante su hijo vistiendo, una vez más, el conjunto negro de ropa interior que la agencia les había enviado.


Preparó una taza de café y se dirigió al comedor, donde se encontró a su hijo inmerso en su smartphone; sobre la mesa había una caja de cartón negra.


—Buen día, mamá —saludó Julián con una sonrisa, mientras dejaba de lado su teléfono.


—Buen día —ella se sentó y tomó un sorbo de café—. Se te ve muy contento… ¿se debe a lo que yo me imagino?


—Sí, ya nos pagaron el último envío de fotos, y la tarifa aumentó un poco ya que mostraste un poquito más.


—¡Qué bueno! Sinceramente ya me estaba arrepintiendo de haberme soltado tanto; pero saber que dio sus frutos, me deja mucho más tranquila.


—Sí, yo también. Todavía tengo que enviarles el pack de fotos que hicimos con ese camisón, yo creo que también les va a gustar.


—Ese no fue tan atrevido.


—¿Te parece? Puede que en las primeras fotos no lo haya sido tanto, pero al final te destapaste bastante. Incluso en un par de fotos se te ven un poco los pezones.


Él había estudiado al detalle cada una de las imágenes, en parte porque tuvo que editarlas, pero también lo hizo con la verga en su mano, fantaseando en pasar una noche con una mujer que tuviera un cuerpo igual de atractivo que el de su madre.


—¿En serio? No di cuenta de eso.


—¿Te molesta? Porque si te molesta no les mando esas fotos.


—Si pagan más, entonces no me molesta. Además si tengo que destaparme un poco lo que menos me preocupa es mostrar las tetas.


—¿Eso quiere decir que para las próximas fotos te vas a quedar en tetas?


—No, quiere decir que de hacerlo me molestaría menos que mostrar la concha. No dije que fuera a hacerlo. Eso todavía tengo que pensarlo bien —luego de tomar otro sorbo de café se fijó en un paquete que había sobre el modular—. ¿Esa caja te la enviaron ellos?


—Sí, es algo que encargué, para variar un poco; además me di cuenta que los dueños de esta marca andaban en busca de modelo para presentar este nuevo atuendo, y van a pagar bien.


—Me da un poco de miedo… ¿qué es?


—No te preocupes, no es tan revelador como los que ya usaste. Es algo muy común en estas webs que funcionan también como tiendas de productos eróticos. Se trata de un conjunto de “mucama sexy”, o algo parecido.


Diana comenzó a reírse.


—¿Tengo pinta de “mucama sexy”?


—De sexy, sí. De mucama, no. Pero eso no importa, el atuendo se encargará de que lo parezcas.


—Nunca me imaginé que fuera a ponerme uno de esos disfraces eróticos.


—¿Entonces lo vas a hacer?


—Sí. Después de usar esos conjuntos tan reveladores, esto va a ser como salir completamente vestida.


—Emm, yo diría que esperes a ponértelo antes de asegurar eso —Diana miró sorprendida a su hijo.


—¿Por qué, qué tiene de malo? —Julián no respondió—. Me dijiste que vos elegías los conjuntos… ¿por qué ibas a elegir algo que yo me negara a usar?


—Porque pagan mucho. Te digo que los auspiciantes pagan más dependiendo del producto, y este es uno nuevo que lanzaron al mercado…


—Y bla, bla, bla…. Sí, ya te escuché todo eso; pero de todas formas, si el conjunto no me gusta, no lo voy a usar.


—Podés negarte, si querés; pero al menos probalo. Si decidís usarlo, podemos hacer las fotos dentro de un rato.


—Bueno, me lo llevo a la pieza y me lo pruebo.


Diana apuró su taza de café y se dirigió a su cuarto llevando la caja bajo el brazo.


Cerró la puerta y se quitó la bata, admiró su cuerpo desnudo en el espejo y se sintió bien con lo que vio, sin embargo aún no le agradaba la idea de mostrarse de esa forma ante la cámara. Abrió la caja de cartón y comenzó a sacar todas las piezas que componían el conjunto. Algunas eran negras y otras blancas, no había ningún otro color. No le sorprendió ver que parte del atuendo era un portaligas junto con un par de medias de encaje negras. Comenzó poniéndose eso, pero no abrochó las ligas, ya que luego debería ponerse la tanga. Encontró una especie de bincha con un moño blanco, y se la colocó en la cabeza. Se vio al espejo y se sintió ridícula, pero eso la divertía y la ayudaba a no tomarse tan en serio la situación. Lo siguiente que se puso fue un pequeño moño negro en el cuello. En cuanto sujetó lo que sería la parte del torso, se llevó la primera desilusión. «A esto se refería Julián», se dijo.


La sección del torso estaba compuesta por tela negra y blanca, la parte negra estaba bien, ya que no permitía ver nada a través de ella; el problema era lo blanco. Era una tela muy fina y se traslucía mucho en el área de las tetas. Vio que en la caja no quedaba más que la parte de abajo del conjunto y supo que no había corpiño. Antes de descartar la idea de posar vestida de esa manera, decidió probarse todo. Se colocó la parte superior y comprobó sus miedos, sus grandes tetas estiraban la tela hasta el límite y sus pezones marrones se traslucían notoriamente. Para su sorpresa, no lo encontró tan desagradable, debía admitir que le quedaba muy bien. A continuación se colocó la falda, la cual era negra y exageradamente corta, además venía con una especie de delantal blanco semicircular, el cual no cumplía otra función que la de decorar.


Dio media vuelta, y giró la cabeza para verse al espejo. Bastaba con inclinarse un poco para que la falda dejara de cubrirle la cola. Su concha se asomaba de forma sensual y esto le agradó, pero una cosa era verse sola al espejo y otra muy diferente era posar ante la cámara. Miró la caja en busca de la tanga y pero no había señales de ella. Confundida se puso la bata por encima del disfraz erótico y salió de la pieza.


Encontró a Julián en el living, donde habían instalado su estudio fotográfico, el muchacho estaba barriendo el piso.


—Se olvidaron de mandar la tanga —le dijo.


Julián esquivó su mirada y se mordió los labios.


—Este… no se la olvidaron. El conjunto viene sin tanga.


—¿Qué? ¿Vos estás loco? ¿Cómo vas a pedir algo así? Yo todavía no accedí a posar desnuda, te dije que lo iba a considerar.


—Entonces no hace falta que lo uses hoy mismo, lo podés dejar guardado hasta el día que te decidas.


—¿Y si digo que no? ¿Qué pasa? ¿Lo tenemos que devolver?


—No se pueden devolver los envíos. Si no se usan, se pagan.


Los ojos azules de Diana se inyectaron de rabia.


—¡Te voy a matar, Julián! ¿Cómo se te ocurre hacer una cosa así sin consultarme? Me imagino que estos conjuntos no deben ser nada baratos, no estamos en condiciones de estar pagando por cosas… ¡mucho menos si no sirven para nada!


—Perdón, mamá, tenés razón. Me dejé llevar por la plata. Me imaginé que con esto podríamos ganar casi doscientos euros más.


La rabia se esfumó del rostro de Diana, y se quedó boquiabierta.


—¿Tanto?


—Sí… ya te expliqué, el auspiciante está interesado en tener una modelo cuanto antes. En este momento la modelo sos vos, no van a mandarle el conjunto a otra. Ellos vieron tus fotos y accedieron de inmediato.


Diana se sentó en el apoyabrazos del sofá y evaluó la situación durante unos segundos.


—Se me ocurrió una idea —dijo—. Podría usar este conjunto y al mismo tiempo ponerme la tanga negra que me mandaron para la primera sesión de fotos.


—No creo que esa sea buena idea —Julián continuaba barriendo, sin prestar demasiada atención a lo que hacía.


—¿Por qué no?


—Porque esa tanga no es parte del conjunto que la empresa quiere promocionar. Estaríamos alterando el producto, algunas personas podrían comprarlo pensando que viene con tanga, cuando en realidad no. Les lloverían los reclamos.


—Entiendo. Yo también me quejaría si al comprarlo veo que faltan cosas. Entonces, no sé qué hacer.


—Podríamos sacar algunas fotos en las que no se te vea la parte de abajo…


—Lo veo difícil, apenas me agacho un poquito, se ve todo. Es prácticamente como estar desnuda. Mejor lo dejamos para otro momento, de todas formas ya nos pagaron por el último pack de fotos… y queda otro más por enviar.


—Sí, además podría armar otro, medio surtido, juntando fotos que todavía no les mandé.


—Pensé que les mandabas todas las que podías.


—Intento mandar más de quince, pero tampoco tantas, porque ganamos más armando packs nuevos. La última vez les envié veintidós fotos, y sobraron como cinco, que están muy buenas. Además de las que sobraron de los packs anteriores, con todo eso puedo armar uno nuevo, de unas quince o diecisiete fotos.


—Parece que tenés todo muy calculado —dijo ella con una sonrisa.


—No, todo no; pero intento pensar en términos de ganancias.


—De momento lo venís haciendo muy bien, Julián. Por eso no me meto en el tema plata, confío en que vos lo podés hacer mucho mejor que yo. Lo más probable es que yo, por atolondrada, hubiese mandado todas las fotos de una sola vez. Es bueno tener algunas de reserva, por cualquier inconveniente que pueda surgir.


—Exactamente. Esas fotos son como un cheque sin cobrar.


—Bueno, ¿entonces me puedo tomar unos días para pensarme bien todo este asunto de la desnudez?


—Sí. Entretanto podríamos sacar más fotos, con otro conjunto de los que ya tenés. Pero si no hacemos ninguna sesión nueva, la semana que viene envío las fotos de reserva.


—Sos un buen hijo, Julián. Además de administrar nuestros ingresos, te ponés a limpiar la casa.


—Y eso que acá la mucama sos vos.


Diana sonrió, abrazó a su hijo y luego regresó a su cuarto.

-2-


Una vez que estuvo sola dentro de su dormitorio, se despojó de la bata y se sentó al borde de la cama, justo frente al gran espejo. Lo que más resaltaba de esa imagen eran sus tetas, pero sólo porque estaba sentada y sus piernas le cubrían la vagina; le bastó con separarlas un poco para que dos gajos lampiños aparecieran. Diana admitió que le agradaba verse en ese atuendo tan provocativo; la acaloraba pensar que estaba vestida así frente a uno de sus hipotéticos amantes.


Pensó en el dinero que ganaría si posaba sin tanga, pero también pensó en el morbo que le producía saber que personas anónimas se excitarían con su concha. Esta era una sensación ambivalente, por un lado de gustaba y por el otro la intranquilizaba. Pensó que Julián no tenía grandes problemas en que ella posara desnuda, ya que él mismo había encargado el conjunto; llegó a la conclusión de que el único problema era ella. Se decidió a hacer algo para remediarlo.


Empleó el mismo método que la vez anterior, masturbarse la desinhibía y la hacía sentir más a gusto con su posición de “objeto sexual”. Separó los labios de su vagina y deslizó un dedo entre ellos, acariciando también su clítoris. Se miró todo el tiempo al espejo y se sintió un poco avergonzada, no por su desnudez, sino porque estaba desarrollando una leve actitud narcisista: le calentaba verse desnuda y en poses provocativas.


Intentó dejar la vergüenza de lado y se dijo que cualquier recurso que le sirviera para desinhibirse, era bienvenido. «Me gusta mi cuerpo, y no hay nada de malo en eso… tonto sería no reconocerlo». Lamió sus dedos y luego regresó con ellos a su concha, la humedeció toda por fuera y las caricias se tornaron más suaves y placenteras. Levantó las piernas, hasta quedar con los pies apoyados en el colchón. Esto le dejaba completamente expuesta la entrepierna, y le gustó verse la concha abierta de esa manera. Tenía la certeza de que mucha gente se haría la paja al verla, y eso hacía que una ola de calor le recorriera el cuerpo.


Comenzó a penetrarse con dos dedos, lentamente, permitiendo que el orificio se dilatara. En cuanto lo sintió a punto, aceleró el ritmo. Le agradaba escuchar esos chasquidos húmedos que producían sus dedos al entrar y salir de la concha.


Estuvo colándose los dedos durante unos minutos, cuando escuchó que golpeaban la puerta. Estaba tan caliente que ni siquiera se detuvo.


—¿Qué pasa? —preguntó haciendo un esfuerzo por no sonar agitada.


De repente la puerta se abrió y Julián entró al cuarto. Diana reaccionó como si le hubiera dado una descarga eléctrica, quitó su mano de la concha y se apresuró a cerrar las piernas. Vio la cara de asombro de su hijo a través del espejo. Se preguntó cuánto habría visto él, ya que al entrar ella le daba la espalda, pero el espejo revelaba lo que pasaba por delante.


—¿Quién te dio permiso de entrar? —Diana tuvo la sensación de un deja vú.


—Perdón… pensé que habías dicho que podía pasar.


—Estamos teniendo un serio problema de comunicación, Julián —dijo ella intentando cubrir su sexo con la corta falda—. La próxima vez no entres hasta que estés seguro de que te di permiso. Si no entendiste bien, entonces volvé a preguntar.


—Sí, tenés razón, perdoname —el muchacho estaba parado junto a la cama, con los ojos clavados en las piernas de su madre. Diana se dio cuenta de que debía aclarar la situación lo mejor que pudiera.


—Estaba ensayando frente al espejo —dijo, omitiendo el detalle de la masturbación—. Quería ver si se me iba un poco la vergüenza.


—¿Hubo buenos resultados?


—Sí, muy buenos —estaba prácticamente segura de que su hijo la había visto con los dedos metidos dentro de la concha, pero tenía la esperanza de que él fuera lo suficientemente discreto como para no mencionarlo.


—¡Qué bien! Este… ¿querés que te alcance la bata? —los ojos de Julián subieron hasta encontrarse con las grandes tetas que se traslucían bajo la tela de encaje.


—No hace falta, lo que menos me preocupa es que vos me veas las tetas.


—¿De verdad?


—Sí, sos mi hijo… y estamos trabajando juntos en esto, en algún momento me tenías que ver las tetas. No hay que hacer tanto escándalo por eso, creo que el primer paso para que yo me anime a posar frente a una cámara, vistiendo algo como esto, es que vos me veas usándolo. ¿Y, qué te parece? —preguntó ella poniéndose de pie.


—Te queda muy bien.


—Quiero que seas muy sincero, Julián. Acordate que existe la posibilidad de que trabajemos con este conjunto… y si me veo ridícula, me gustaría saberlo.


—De verdad, mamá, te queda mucho mejor de lo que yo me imaginaba. En las fotos del catálogo el conjunto estaba en un maniquí, y la verdad es que ahí no se lucía tanto.


—Me alegra tener mejor presencia que un maniquí.


—Lo que sí se me hace raro es que sea tan corto… en el maniquí tapaba más en la parte de abajo.


—Sí, pero seguramente no consideraste que yo tengo más carne que el maniquí. Siempre que pidas ropa de este estilo, acordate que soy culona… y tetona. Cualquier cosa que me pongo, de entrada me queda chica. Siento que en cualquier momento las tetas van a romper la tela —meneó el cuerpo provocando que sus pechos se sacudieran de un lado a otro—. De todas formas reconozco que a mí también me gusta cómo me queda —estaba muy excitada y tenía muchas ganas de volver a abrirse de piernas frente al espejo, quería seguir dándose cariño en la concha; pero antes debía despachar a su hijo—. Al final no me dijiste por qué me interrumpiste en pleno… ensayo. Más te vale que sea algo importante, porque me imagino que viste más de lo que tenías que ver… y si fue por una boludez, me voy a enojar.


—Resulta que hace un rato estuve investigando un poco más la web alemana y encontré un apartado donde muchas modelos suben sus fotos, pero lo curioso es que había varios álbumes bloqueados, en los que sólo te mostraba la foto de portada. Para desbloquear estas imágenes, hay que pagar un extra. Es decir, cada álbum tiene un precio de venta.


—Eso quiere decir que…


—Quiere decir que si vos te decidís a posar desnuda, no hace falta que esas fotos sean públicas. Sólo las van a poder ver los que paguen por ellas… y ya sé lo que estás pensando. ¿Nos conviene económicamente? La respuesta es: sí. La web no sólo nos paga lo acordado por el pack, sino que además nos dan un porcentaje por cada persona que compre el álbum de fotos. A más álbumes, más ganancias.


—Eso teniendo en cuenta que la gente se interese en mis fotos.


—¡Ah, no te lo había dicho! —Julián esbozó una gran sonrisa—. Quería que fuera sorpresa, para más adelante, pero te lo digo ahora. Según la web, te convertiste en la MILF más deseada.


—¿En la qué?


—La MILF más deseada…


—¿Y eso qué significa?


—Em… bueno, MILF es una sigla que se usa para referirse a las “madres sexys”.


—¿De verdad?


—Sí, algo así… —Julián no quería explicarle qué significaba cada letra de la sigla, porque no quería ofenderla—. En la web hay diferentes categorías, una, por ejemplo, es para las chicas jóvenes. Otra es la categoría en la que entrás vos: las MILF. De todas las que hay en la página, vos sos la que más visitas recibió en las últimas semanas.


Diana no pudo contener su alegría, una radiante sonrisa le iluminó el rostro.


—Esa es la mejor noticia que me podías dar. No es que sea tan vanidosa como para… bueno, un poco sí, me gusta saber que me desean tanto; pero lo más importante es que si la gente se interesa en mis fotos, entonces van a pagar.


—¿Así que... ya no estás tan enojada porque te haya interrumpido?


—No tanto… pero igual, ¿estás más sordo o más boludo? Ya van dos veces que entendés cualquier cosa.


—Tenés razón, perdón. Pero… no vi nada…


—Mentís muy mal, Julián. No importa, ya está… como dije antes, tal vez el primer paso sea que vos me veas, de lo contrario no me voy a animar nunca a posar frente a la cámara. Además, si me van a ver un montón de desconocidos, lo que menos me debería importar es que me vieras vos, que sos mi hijo… y mi fotógrafo.


—Si no te molesta eso… entonces podríamos hacer algunas fotos, al menos para tenerlas; no las voy a enviar hasta que vos lo digas.


La propuesta tomó a Diana por sorpresa y no fue capaz de disimularlo, Julián había comenzado a balbucear, intentando aclarar su punto de vista, pero ella lo interrumpió.


—Podemos hacer fotos… pero no completamente desnuda, no todavía. Sé que dije que no me importaba tanto como lo otro, pero eso no significa que no me importe nada en absoluto.


—Comprendo.


—De todas formas, es buena idea —dijo ella forzando una sonrisa—. Si consigo soltarme un poco frente a vos, después me va a ser más fácil.


—Entiendo, vamos dando pequeños pasos.


—Eso mismo. Andá al living y prepará las luces y la cámara, yo me voy a poner otra ropa.


—¿Qué tenés en mente?


—Algo de ropa interior blanca... el resto es una sorpresa, vamos a ver qué tan bien queda.


—Usá la ropa interior que mandaron ellos, sigue generándonos un pequeño saldo extra.


—Perfecto entonces —esta vez la sonrisa de la rubia fue más natural.


En cuanto volvió a quedar sola, Diana se desvistió completamente, buscó en su cajón de ropa interior y encontró el paquete que contenía el conjunto blanco. Había decidido guardar estos conjuntos dentro de sus paquetes originales para no perder piezas y para poder identificarlos fácilmente en caso de querer utilizarlos. Antes de vestirse, volvió a tenderse en la cama y acarició su vagina, sólo para comprobar su reacción; tal y como había previsto, aún seguía excitada. Dedicó unos segundos a masturbarse intensamente, hasta llegar al punto en el que posar semidesnuda para un montón de extraños anónimos, le resultara morbosamente atractivo.


Se colocó la tanga sin preocuparse por la humedad de su sexo, luego se abrochó el corpiño y por último se puso las medias y el portaligas. A continuación revolvió cajones hasta que encontró una camisa blanca. La abotonó de forma tal que sus grandes pechos se asomaran hasta mostrar el encaje del corpiño. Para la parte de abajo optó por una falda negra que se le ceñía mucho al cuerpo y que no llegaba a cubrirle las rodillas. Se colocó un par de tacos aguja, color negro. Se miró al espejo mientras acomodaba su ropa, faltaba el último toque, el que le aportaría más sensualidad, de uno de los cajones de su cómoda extrajo un estuche, y allí dentro encontró sus antejos, los cuales casi nunca usaba. El oculista se los había recetado para que pudiera descansar la vista, pero al usarlos le daba la sensación de parecer una secretaria salida de una película porno. Detalle que en este momento le resultaba favorable.


Mientras se pintaba los labios y se aplicaba un poco de rubor, ensayó miradas intensas, cargadas de erotismo.


Poco después se reencontró con su hijo en el living.


—Estoy lista —dijo ella, refiriéndose más a la excitación que al cambio de ropa.


—¡Wow! —exclamó Julián al verla—. Estás increíble… y eso que no mostrás prácticamente nada.


—Gracias. ¿Ves? No siempre es necesario utilizar lo que ellos mandan, al menos no todo.


—Sí, pero cuando ellos mandan algo, pagan más.


—Sí, sí, lo sé… pero te hice caso, la ropa interior es la que mandaron ellos.


—Bien. ¿Empezamos?


—Todavía no. Siento que si me saco fotos en el sofá… como que no va a tener mucho sentido. O sea, mi idea era parecer una secretaria… sé que a los hombres los vuelve loco la fantasía con la secretaria…


—Es cierto, es una linda fantasía.


—Pero para que se vea un poquito más real necesito un escritorio… y algunos artículos de oficina.


—Entiendo. Eso se puede arreglar, pero mejor lo hacemos en el estudio, eso va a parecer más como una oficina.


Les llevó unos treinta minutos preparar todo lo necesario. Utilizaron un escritorio que Julián tenía en su cuarto, el cual utilizaba para apilar toneladas de boludeces. Luego pusieron un viejo teléfono fijo, el cual aún funcionaba. Agregaron algunas carpetas, papeles, lapiceras y todo lo que consideraron propio de una oficina. Por último Diana trajo una silla, mientras Julián hacía lo mismo con uno de los reflectores.


Las primeras fotos mostraban a Diana sentada detrás del escritorio, simulando estar trabajando. Julián se dijo que su madre era muy buena actriz, ya que no aparentaba ser una de esas mujeres que salen en las películas porno sobreactuando de forma excesiva, Diana realmente podía pasar por una genuina secretaria.


—Ahora mirá a la cámara —pidió el muchacho—, pero hacelo como si estuvieras mirando a tu jefe.


—¿Con sensualidad?


—No demasiada, sino se puede ver falso. Más bien con picardía.


—A ver si me sale.


Ella cerró los ojos durante unos segundos, cambió el aire de sus pulmones y luego dirigió su mirada hacia el lente de la cámara, esbozando una pícara sonrisa. Julián se quedó pasmado, casi podía sentir como si su madre lo estuviera invitando a hacer alguna “travesura” con alto contenido erótico. La fotografió y se fue moviendo lentamente hacia su derecha, Diana lo siguió con la mirada, y fue aumentando gradualmente la sensualidad en sus gestos, incluso llegó a morderse suavemente el labio inferior y a mirar por encima del marco de sus anteojos.


—Bien, ahora andá sacándote la ropa.


Ella obedeció sin hacer ningún comentario. Dirigió sus manos hacia los botones de la camisa y uno a uno comenzó a desprenderlos, exponiendo así sus pechos, cubiertos por el corpiño blanco. Luego se puso de pie junto al escritorio y apoyó las manos sobre él, inclinándose levemente hacia adelante, con la clara intención de que “su jefe” le mirase el culo. Julián aprovechó para tomar varias fotografías de la retaguardia de su madre mientras ésta comenzaba a desprender la falda y a bajársela. Él notó que, gracias a los tacos que estaba usando su madre, ella tenía las piernas mucho más estilizada y la cola más erguida.


Julián se puso de rodillas en el suelo y fotografió las imponentes nalgas de su madre mientras ésta se inclinaba más hacia adelante y separaba las piernas. Quedó fascinado al ver cómo la tanga blanca se ceñía a esa vulva con la que ya había fantaseado en más de una ocasión.


Diana se dio la vuelta y se sentó en el borde del escritorio, colocó un pie sobre la silla, quedando con las piernas abiertas. Permitió que su hijo capturase varias imágenes y luego, cerrando los ojos, comenzó a acariciarse el cuerpo. Primero pasó las manos por su vientre, volviendo a subir hacia las tetas, luego se acarició las piernas. Se mordió el labio inferior y pensó en esos hombres que se calentarían al verla, esto la motivó a llevar su mano derecha hasta su entrepierna, y comenzó a acariciarse la vagina por encima de la tanga, prácticamente olvidando que su hijo la estaba viendo. Fue la voz de éste lo que la hizo volver a la realidad.


—Eso está muy bueno —le dijo.


Ella, instintivamente, apartó la mano y miró sorprendida a su hijo.


—¿Por qué paraste? —preguntó Julián.


—No sé… cuando hablaste me llené de vergüenza.


—¿Preferís que me quede callado?


—No, porque vos sos el fotógrafo y corresponde que me des indicaciones, es sólo que estar haciendo… esto… delante tuyo…


—Vos no pienses en mí, pensá en lo que quieras, menos en mí. Olvidate de que soy yo el que saca las fotos… y el que te da indicaciones. Además, acordate que es todo “de mentiritas”.


—Bueno, no tanto…


—¿Por qué lo decís?


—Porque si hago eso yo… lo siento. Puedo sentir el roce de la tela, y de mis dedos… ¿me explico?


—Sí, ya entendí —de pronto el que se sentía incómodo era él, su madre le estaba dando a entender que esos toqueteos en la entrepierna eran reales y que, por lo tanto, la excitaban.


—Pero de todas formas no es tan malo —se apresuró a decir la rubia—, eso me ayuda a animarme a más… a perder un poquito la vergüenza.


—Entonces tomalo como un recurso de trabajo. Esas… sensaciones, te ayudan a soltarte ante la cámara. Vos sentite libre de hacer lo que mejor te parezca, lo que mejores resultados te dé, y no te preocupes por mí, yo no voy a pensar nada raro. Lo único que voy a pensar es en toda la plata que nos van a pagar.


—Puede ser… es que me pone un poquito incómoda estar… excitándome sexualmente frente a vos.


Que su madre le hablara directamente de excitación sexual tuvo un impacto directo en su pene, el cual se tensó por una fracción de segundos.


—Podés mirarlo de la siguiente manera, mamá. Tu trabajo, además de modelar en ropa interior, consiste en provocar sexualmente a aquellos que te estén mirando, ¿no?


—Así es —un remolino de placer se formó en la boca de su estómago. Le agradaba saber que ella era capaz de excitar a otras personas.


—Entonces, si vos misma te excitás al modelar, lo más probable es que eso se transmita también a las fotos, y por ende, a los que vayan a mirarlas. Es como cuando escuchás a alguien cantar, o tocar un instrumento, y podés notar cuánto le apasiona lo que hace. Si esas personas notan verdadera excitación en la expresión de tu cara, entonces tu trabajo está bien realizado.


—Me gusta eso… viéndolo de esa forma no parece algo tan malo… y tiene algo de lógica. ¿Ves lo importante que son tus indicaciones?


—Bueno… gracias.


—Te pusiste colorado, sonso. No se te puede hacer un halago, siempre te ponés así. Algún día tenés que darte cuenta de tu buenos atributos, Julián.


—Algún día…


—Bueno, ¿seguimos?


—Sí.


Diana tuvo la sensación de que la charla había sido demasiado larga, su cuerpo había comenzado a enfriarse, por lo que debía hacer lo posible para subir su temperatura. Cerró los ojos una vez más, suspiró y volvió a acariciar su vientre, en esta ocasión no subió hacia sus pechos, sino que hizo el camino inverso, hacia su sexo. Usando cuatro dedos presionó con fuerza su vagina, sintiendo una descarga de placer directamente en el clítoris. Inició un lento movimiento con su muñeca, incrementando aún más la sensación agradable. Sabía que su hijo la estaba fotografiando, pero podía pasar por alto ese hecho, lo que más la incentivaba era saber que otras personas la verían, se excitarían y, posiblemente, se masturbarían. Pensar en esto la llevó a introducir la mano en la tanga y a tocarse la húmeda vagina de forma directa. Abrió los ojos para corroborar que su sexo no quedase al descubierto, sin embargo para cualquier persona que estuviera viéndola, resultaría obvio qué estaba haciendo con la mano allí dentro.


—Separá un poco más las piernas —le dijo Julián al mismo tiempo que se agachaba, para capturar la entrepierna de su madre en primer plano.


Diana obedeció sin oponer resistencia, y sin dejar de frotarse lentamente el clítoris. Miró directamente al lente de la cámara e imaginó que eran los ojos libidinosos de algún hipotético amante. Dejó de tocarse la concha, no por pudor, sino porque deseaba ir un poco más lejos, tal y como lo había hecho la última vez. Tomando la tanga por el elástico, comenzó a bajarla lentamente. Julián dio un paso hacia adelante, acercándose aún más al pubis lampiño de Diana. Tal y como lo había hecho en la sesión anterior, ella se detuvo justo antes de que su concha quedara a la vista. Estar tan expuesta la estimuló aún más, llevó las manos hacia su espalda y se desprendió el corpiño. Justo antes de dejarlo caer al suelo, se cubrió las tetas con un brazo.


Julián se sorprendió al ver a su madre en topless, aunque sus pezones no se vieran.


—¿Las vas a mostrar completas? —preguntó.


—No nos apuremos —dijo ella—. Primero sacame fotos así.


El muchacho asintió con la cabeza y se alejó para que el cuerpo completo de su madre entrara en el plano. Ella lo miró de forma sensual y, usando ambas manos, se agarró las tetas. Por un segundo a Julián le pareció divisar un pezón, pero no estaba seguro; se concentró en la tarea de tomar fotos.


Diana cerró los ojos y dejó la boca entreabierta, apretó sus tetas y comenzó a amasarlas lentamente, esto solía ser parte de su ritual de masturbación, y le producía mucho morbo estar haciéndolo frente a una cámara. Ese mismo morbo la impulsó a sujetarse las tetas desde abajo, dejando a la vista un par de pezones marrones y rugosos, los cuales estaban notoriamente erguidos. Julián se quedó boquiabierto durante unos instantes, no recordaba la última vez en la que había sorprendido a su madre sin corpiño; pero recordó que Diana dijo, momentos antes, que lo que menos le preocupaba era que él le viera las tetas. Aprovechó el tiempo que su madre estuvo con los ojos cerrados para contemplar esos redondos y suaves senos; pero en cuanto ella le dirigió la mirada, se ocultó detrás de la cámara y comenzó a capturar imágenes.


Diana sonrió, se sentía bien consigo misma, se había animado a llevar su nueva profesión un paso más hacia adelante, y su hijo parecía estar tomándoselo con mucha naturalidad, lo cual le ayudaba a relajarse.


—¿Te puedo hacer una sugerencia? —preguntó el muchacho.


—Claro, te dije que eso es parte de tu trabajo, no hace falta que preguntes.


—Es que me da miedo que te lo tomes a mal.


—No me lo voy a tomar mal. Vos decime tu sugerencia y yo decido si seguirla o no, y punto. ¿Qué se te ocurrió?


—Que te pellizques los pezones —dijo él, con un nudo en la garganta.


—Ah… eso lo puedo hacer.


—¿Si?


—Y… ya me saqué el corpiño… lo más difícil, en lo referente a tetas, ya pasó.


Diana se lamió la punta de los dedos índices y a continuación pellizcó sus pezones al unísono. La descarga de placer la tomó por sorpresa, por lo general no los tenía tan sensibles… sólo cuando se excitaba mucho. Posó para la cámara durante algunos segundos, durante los cuales masajeó y a pellizcó sus tetas reiteradamente.


—¿Querés que me dé la vuelta así me sacás fotos del culo? —preguntó ella.


—Bueno, pero… ponete de rodillas en el suelo.


—¿En el suelo?


—Sí, ahí vas a tener más lugar, el escritorio es muy chico... y me da un poco de miedo que se rompa.


—¿Me estás diciendo gorda?


—No, estoy diciendo que el escritorio es una porquería… si se lo compré usado a Lucho —se refería a uno de sus mejores amigos, al cual su madre conocía muy bien desde hacía años—, y vos viste cómo es Lucho, todo lo que vende es trucho.


—Te salió un versito.


—No es que me salió, siempre se lo decimos.


—Bueno, si se lo compraste a Lucho entonces ya me da miedo estar sentada acá, mejor voy al piso.


Sin comprender muy bien qué era lo que su hijo pretendía, Diana obedeció, bajó del escritorio y puso sus rodillas en el suelo blanco.


—Está frio —se quejó.


—Gajes del oficio.


—Con el próximo pago, vamos a comprar una alfombra… aunque todavía no entiendo bien por qué querés que pose en el suelo.


—Es que no me refería a esa pose exactamente… —su madre lo miró intrigada—. Tenés que apoyar las manos también.


—¡Ahh! Vos querés que me ponga en cuatro…


—Bueno, no quería decirlo de esa forma, suena mal.


—Pero se entiende mejor. ¿Qué te dije acerca de hablar claro? Prefiero que digas las cosas de forma directa, y que se entiendan bien, antes que estar diez minutos intentando explicar algo con indirectas.


—Sí… sí, tenés razón. Perdón. Ponete en cuatro… si querés.


—Bueno.


Diana se acomodó la tanga, y luego se posicionó en paralelo al escritorio, apoyó las manos en el piso e inclinó su cabeza hacia abajo.


—¿Así? —preguntó.


—Levantá un poco más la cola.


Ella araqueó un poco la espalda y bajó más la cabeza, podía sentir la tanga apretándole la concha y creía que en cualquier momento se rompería, dejándola completamente desnuda.


—Este… mamá…


—¿Qué pasó?


—Mmm… mejor te lo muestro.


Julián tomó una foto de la parte posterior de su madre y luego le tendió la cámara, mostrándole lo que había en pantalla. Diana se sorprendió a medias con lo que vio, porque desde antes sabía que ese era un riesgo. La tanga no le cubría la vagina por completo, sino que permitía que sus abultados gajos sobresalieran por los lados, aún no se le todo, pero de todas formas estaba mostrando parte de su concha. Lo que sí la sorprendió fue su propia reacción, en lugar de sentirse avergonzada, le dio mucho morbo lo que vio, era una pose muy sugerente y con la tanga dejando en evidencia lo que había debajo era prácticamente como estar invitando a alguien a que se la cogiera. Le gustaba pensar que alguien pudiera disfrutar de su cuerpo de esa manera.


—Bueno, con lo chica que me queda la tanga, era obvio que esto iba a pasar en algún momento —dijo ella, intentando aparentar naturalidad.


—Entonces ¿sigo sacando fotos?


—Y… ahora ya está —no quería decirle a su hijo que estaba encontrando excitante la idea de que le fotografiaran la concha de esa manera—. Seguí.


—Ok.


Julián volvió a posicionarse detrás de su madre y se agachó para tomar más fotografías. Ocurrió lo que él sabía que no podía evitar: la verga se le despertó. Poco a poco se le fue poniendo dura al admirar esos gajos carnosos. Tuvo que luchar contra el impulso de extender la mano y tocarlos. Cuando su madre se abrió las nalgas con ambas manos, la concha quedó levemente más expuesta, a Julián lo invadió el fuerte deseo de arrancar la tanga, sacar la verga y enterrarla completa en la concha de su madre.


Por su parte Diana también debatía entre la calentura y la cordura. Pensaba en que uno de sus hipotéticos amantes estaba detrás de ella y que en cualquier momento le haría la tanga a un lado y comenzaría a cogerla apasionadamente. «Quiero que me la metan hasta el fondo», se dijo mentalmente al mismo tiempo que acariciaba los lados de su concha que sobresalían de la ropa interior. Los sintió tibios y húmedos. Estaba muy caliente… y quería más.


—Me la voy a sacar.


—¿Qué? —Julián reaccionó como si se despertase de un hermoso sueño.


—Ya lo decidí —dijo ella, con voz firme—. No quiero darle más vueltas, porque de lo contrario no lo voy a hacer nunca. Me voy a sacar la tanga —la tomó por el elástico y comenzó a bajarla lentamente.


—Esperá —la interrumpió su hijo.


—¿Por qué? Pensé que querías esto… para que nos paguen más.


—Sí, pero ya que te la vas a sacar, podrías probar otra cosa antes.


—¿Qué cosa?


—Mmm… ¿cómo te lo explico?


—De forma clara, Julián.


—Bien. La idea es… —sintió su verga palpitando dentro del pantalón—, es que la tanga te quede metida en la concha.


—¿Y vos pensás que eso va a quedar bien?


—S… sí… estoy seguro de que sí.


—Bueno, vos sos hombre… tal vez entiendas más de estas cosas.


Diana subió nuevamente su tanga, pero la estiró más de la cuenta, hasta que sintió cómo sus labios afloraban completos y la tela quedaba apretada en el centro.


Julián admiró maravillado, tuvo que dedicar un par de segundos a manosearse la verga por encima del pantalón, luego calibró el lente de la cámara y tomó una captura en primer plano de esa hermosa concha.


—Quiero ver la foto —pidió su madre.


Él le alcanzó la cámara, dejando la última captura en pantalla. Diana se llevó una agradable sorpresa, el resultado era mejor de lo que ella había previsto; su concha parecía una boca de grandes labios mordiendo un pedazo de tela. Resultaba muy evidente que estaba mojada y esto no le importó demasiado, consideró que era un punto a favor, si su intención era excitar a aquellos que la vieran. «Que me vean bien mojada», se dijo. Le devolvió la cámara a su hijo y luego se abrió las nalgas con ambas manos. Mantuvo esa posición durante unos segundos y acto seguido procedió a quitarse la tanga. Lo hizo lentamente, para permitirle a Julián fotografiar la escena cuadro por cuadro.


Al ver la concha de su madre completamente desnuda, el muchacho tuvo que dejar de lado la cámara para contener su verga con la mano, la cual parecía una serpiente colérica a punto de atacar a su presa. Una vez más estuvo tentado a sacarla del pantalón, para que no le doliera al tenerla apretada allí dentro; pero distrajo su mente volviendo a su tarea como fotógrafo. Admiró la sonrosada almeja y se maravilló con ese agujero negro que apenas se abría.


Diana sintió una fuerte ola de placer recorriéndole el cuerpo, por primera vez en su vida estaba completamente desnuda frente a su hijo… y frente a una cámara de fotos. Sabía que encontraba todo morbosamente agradable por la excitación que tenía, por lo que decidió no darle demasiada importancia. De pronto se le ocurrió la idea de posar vestida de mucama, y mostrar la concha debajo de esa corta y sensual falda.


—Estaba pensando que… —al decir esto se dio la vuelta e instantáneamente se quedó paralizada. Vio a su hijo con la cámara en mano y una fuerte erección abultándole el pantalón.


Instintivamente ella retrocedió, quiso ponerse de pie, pero tenía la tanga entre las piernas. Se la sacó rápidamente y se alejó de su hijo, sin poder dejar de mirar ese gran bulto.


Julián comprendió al instante por qué su madre reaccionaba de esa manera, sin embargo no pudo hacer nada para evitarlo; se quedó inmóvil viendo cómo ella se sentaba en uno de los sillones.


—P… perdón —atinó a decir él.


—No sabía que… —Diana no encontraba palabras para explicar su situación—. ¿Es la primera vez que te pasa? —el muchacho no respondió—. ¡Julián!


—Eh… no. No es la primera vez que me pasa. Es sólo la primera vez que vos te das cuenta.


—¿Por qué no me lo dijiste?


—Porque sabía que ibas a reaccionar mal.


—No reacc… —era inútil negarlo, su reacción no había sido la más apropiada—. Sí, tenés razón; pero de todas formas ¿cuánto tiempo creías que ibas a poder esconderlo?


—No lo sé… no pensé en eso. Sé que te molesta, pero no pienses mal… no es algo que yo pueda controlar.


—¿No?


—Claro que no, mamá. No es como si yo le fuera a decir “Quedate abajo” y me vaya a hacer caso.


—¿Y por qué creés que pasa? O sea, sé que estoy desnuda… y que hago poses eróticas; pero soy tu mamá, Julián.


—Lo sé… pero… —recordó algo que él mismo había estado pensando, para no sentirse tan culpable cada vez que se masturbaba mirando las fotos de su madre—; pero el cuerpo femenino es algo universal… por más que yo sepa que sos mi mamá, no se puede negar que tenés en un gran cuerpo. A vos posiblemente te pasaría si vieras un hombre desnudo…


—Puede ser, no lo sé… no tengo verga, no sé cómo funciona exactamente.


—No me refiero a que se te pare, sino a que se te… moje.


—Bueno, es posible… pero yo creo que hay una especie de filtro que evita que nos excitemos al ver a nuestros padres, o a nuestros hijos. ¿No te parece?


—No creo que haya algo así… o sea, a mí se me para; pero no es que esté pensando en vos.


—¿Entonces en quién?


Julián no se esperaba esa pregunta, cuando él se masturbaba no pensaba en nadie en particular, sólo intentaba pasar por alto el hecho de que ese cuerpo pertenecía al de su madre; pero sabía que esto no sería suficiente para convencerla, por lo que se inventó la mejor mentira que pudo.


—Cuando yo iba a la facultad —comenzó diciendo—, había una profesora que nos daba estadística, ella era rubia y tenía un cuerpo muy parecido al tuyo… nunca me había dado cuenta de ese parecido, hasta ahora. A mí me gustaba mucho esa profesora… bah, creo que nos gustaba a todos los varones… y a algunas chicas también. Cuando te veo a vos con poca ropa, pienso en ella.


—Nunca me habías contado de esta profesora.


—No te conté porque me daba vergüenza —Julián estaba sorprendido de sí mismo, no sabía que fuera capaz de mentir tan descaradamente; él nunca había tenido ninguna profesora que equiparara a su madre en belleza—. A mí me tenía loco esa profesora, incluso alguna vez se me cruzó por la cabeza invitarla a salir; pero me daba miedo quedar en ridículo y que después todos mis compañeros se enteraran. Cuando vos adoptás esas poses tan eróticas, es inevitable que me la imagine a ella haciendo lo mismo.


—Pero… ¿no podés pensar en otra cosa?


—Te dije que es inevitable. Obviamente intenté pensar en otras cosas, pero me pasa igual —en ese momento la mirada de Julián fue atraída como por un imán hacia la vagina de Diana, la cual estaba sentada con las piernas separadas.


—¡Ay, Julián! —se quejó ella al darse cuenta hacia dónde miraba su hijo, y cerró las piernas.


—Perdón, eso también es inevitable.


—Sí, claro… ¿ahora me vas a decir que no podés mirar para otro lado?


—¿Querés que hagamos una prueba?


—¿Estás enojado?


—Un poco, no me gusta que me acusen de degenerado, y mucho menos que lo haga mi mamá.


Diana se quedó boquiabierta, no se había dado cuenta que estaba insinuando eso de su propio hijo, se sintió una pésima persona al tratarlo de esa manera luego de todo lo que él había hecho para que pudieran ganar dinero.


—Perdoname, Julián. No es que piense que sos un degenerado… es sólo que me tomó por sorpresa verte así. Yo sé muy bien que en algún momento te excitarás, ya hablamos de ese tema hace tiempo; pero no me imaginaba que pudiera pasarte al verme.


—Al verte desnuda… o casi. Porque si te veo vestida no me pasa.


—¿A qué prueba te referías?


—Ah sí… veamos qué pasa —Julián se puso de pie, dejó la cámara sobre una pequeña mesita junto al sofá y luego, sin darle tiempo a su madre para que reaccione, se bajó el pantalón hasta los tobillos. Su verga erecta se sacudió como un resorte.


La rubia se llevó una mano a la boca al ver ese miembro viril aparecer repentinamente frente a ella, un remolino de calor se formó en la boca de su estómago.


—Intentá mirar para otro lado —la desafió su hijo.


Ella apartó la mirada, incluso intentó mirarlo a los ojos, pero fracasó en todas las ocasiones, su atención siempre fue capturada por esa verga venosa con velludos testículos que la miraba como si la estuviera invitando a portarse mal. Diana se cubrió los ojos con una mano y comenzó a reírse.


—Es cierto, no se puede evitar.


—Te lo dije, es inevitable —al escuchar la risa de su madre, Julián se tranquilizó mucho—. ¿Ahora entendés un poquito mejor lo que me pasa?


—Lo que no entiendo es cuándo te creció tanto esa cosa.


—Esa “cosa” tiene nombre. ¿No habíamos quedado en llamar a las cosas por su nombre?


—Bueno… la verga. No me imaginaba que la tuvieras así.


—Tal vez porque nunca me la habías visto parada.


—Eso es cierto.


—Yo tampoco me imaginaba que tuvieras la concha tan…


—¿Tan qué?


—No sé cómo describirla… ¿Hinchada?


Diana volvió a estallar en risas.


—Tu padre me decía lo mismo. Yo siempre creí que exageraba.


—No, para nada. Es como si fueran dos pancitos juntos —Diana siguió riéndose, Julián se despojó de su pantalón.


—¿Te vas a quedar así? —preguntó ella.


—Si no te molesta… porque la verdad es que duele mucho tenerla apretada ahí dentro.


—No sabía eso…


—Para ser tan grande, hay muchas cosas que no sabés acerca de las vergas.


—No es que me haya pasado la vida analizándolas… yo siempre les di el uso justo y necesario. Pero volviendo al tema… preferiría que no anduvieras con las bolas al aire, ya de por sí es medio difícil para mí estar sacándome la ropa frente a vos; si tuviera que hacerlo mientras vos la tenés así, sería peor. ¿Por qué mejor no te doy unos minutos para que baje y después seguimos con las fotos? De paso aprovecho para cambiarme, me voy a poner el conjunto de mucama.


—Bueno, me parece bien… qué bueno que no decidas suspender todo, tenía miedo de que lo hicieras.


—Se me pasó por la cabeza, pero creo que sería exagerar demasiado las cosas. Era de suponer que en algún momento tuviéramos que lidiar con problemas como éstos; lo mejor es hablarlos e intentar resolverlos… de lo contrario nos quedamos sin trabajo, los dos.


—Eso es muy cierto.


—Bueno, ya vengo.


Antes de irse Diana dio un último vistazo a la verga de su hijo y caminó hasta su cuarto con una sonrisa en el rostro; él tenía mucha razón, no se podía evitar mirar esas partes en una persona desnuda, incluso sabía que su hijo le empezó a mirar la concha desde que se levantó y que, posiblemente, se la estuviera viendo mientras caminaba.

-3-


Diana reanudó su ritual de masturbación en cuanto terminó de ponerse el traje de mucama, cayó en la cuenta de que habían pasado años desde la última vez que se había pajeado tantas veces en un mismo día; pero al mismo tiempo le agradaba haberlo hecho, porque estaba disfrutando mucho de ese estado prolongado de excitación. Casi podía sentir cómo su cuerpo acumulaba calentura.


Mientras se metía los dedos en la concha se le vino a la mente la imagen de la dura verga de Julián, por un momento se asustó, pero enseguida recordó algo que él había dicho: «No pienso en vos, pienso en otra persona». Se preguntó si ella sería capaz de hacer lo mismo; se imaginó en cuatro patas en la cama, aguardando por esa gran verga… y la idea la estimuló a masturbarse todavía más rápido.


Sabía que la situación estaba llegando mucho más lejos de lo que ella querría, pero al mismo tiempo no podía dejar de pensar en el dinero que recibiría por las sesiones de foto y, particularmente, en lo bien que se sentía al posar frente a la cámara. Debía volver al estudio y dar lo mejor de sí, aunque tuviera que tolerar que a su hijo se le pusiera dura la verga al verla posar.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
espero con ansias el siguiente capitulo :D
Anónimo ha dicho que…
Buen relato espero con ansias el próximo y el de strip poker
Khal Drogo ha dicho que…
Amando esta zaga.
friends ha dicho que…
Me gusta está saga, espero el próximo capítulo
Anónimo ha dicho que…
Hermosa, morbosa y excitante saga. Hace crecer la excitación de a poco.

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