Libres en la Oscuridad [02]



2.Oscuras Intenciones.




“The night was black was no use holding back
'Cause I just had to see was someone watching me
In the mist dark figures move and twist.”


“La noche era oscura, era inútil ocultarse
Porque lo que tuve que ver fue a alguien observándome
En la bruma, oscuras figuras se mueven y retuercen…”


The number of the Beast - Iron Maiden.



La repentina oscuridad que invadió la casa era tal que ninguna de las seis personas que se encontraban allí era capaz de ver las palmas de sus propias manos.

—¿¡Pero qué…!? —exclamó una voz femenina.

—¡Pero la re con…! —rugió Javier.

—¡Pagamos una fortuna de luz y pasa esto! —se quejó Sara.

—¿Ahora qué hacemos? —preguntó Jorge.

—¡Encima hace frío! —dijo Moni.

—Yo tengo calor —acotó Lio.

—Sí, gracias al Aire Acondicionado… que es eléctrico —le recordó Moni—. Dentro de un rato esto va a ser una heladera.

—¿Acaso no tienen velas? O alguna luz de emergencia…—preguntó Marina.

—No —respondieron los hermanos al unísono. Se habían olvidado de comprar desde la última vez que la luz se había ido.

—¡Ufa! ¿Ahora qué hacemos?— rezongó Moni.

—Quédense acá —ordenó Jorge—, voy a consultar a los vecinos ¿Les parece? Por ahí tenemos suerte y conseguimos alguna vela… o alguien sabe cuál es el problema y se puede solucionar.

—Yo voy con vos —propuso Lionel.

—Yo también —dijo inmediatamente Javier. Ni loco se quedaba solo con tres mujeres, soportando sus gritos y quejas.

Marina, Moni y Sara escucharon como se cerraba la puerta. Entre toda la charla, no habían caído en que el cielo había oscurecido. Todo era negro. Las estrellas estaban cubiertas por las nubes y la luna ni se asomaba en esa masa gris.

Un par de minutos después, las chicas experimentaron algún que otro “espasmo de frío”. Se habían sacado el abrigo y sin la luz, no ubicaban sus cosas. Luego de un par de intentos lograron apodarse de algo para cubrirse, no sabían si eran sus abrigos o los de algunos de los chicos, pero tampoco ayudaba mucho, la casa se estaba enfriando a gran velocidad.

—¿Vamos a estar sufriendo por el frío hasta que la luz vuelva? —preguntó Marina a Sara.

Avergonzada por ser una de las anfitrionas, Sara pensó en qué podían hacer para estar calientes hasta que… soltó una exclamación:

—¡EN LA PIEZA DE MI HERMANO! —La alegría y la ilusión se evidenciaron en su voz— el problema es que no sé si anda. Tiene un calefactor a gas y hace mucho no lo usamos. Además no sé con qué prenderlo— su entusiasmo decayó.

Moni sonrió en la oscuridad.

—De eso me encargo yo— al decirlo prendió un encendedor. La llama iluminó su cara y Marina pudo apreciar sus ojos.

—¿Por qué no lo prendiste cuando buscábamos nuestros abrigos? —le dijo Marina con enfado.

—Porque lo encontré en la campera que agarré. No sé de quién es.

—Esa es una de las camperas de mi papá —dijo Sara—, pensé que había dejado de fumar.

Agarrándose las tres de las manos, dejando como guía a Sara, se encaminaron hasta la habitación de Javier. Ella abrió la puerta y el olor masculino la envolvió. No podía negarlo, su hermano usaba un buen perfume; porque ella se lo había regalado, por supuesto. Cruzaron desde la puerta hasta la mesa de luz ubicada a la izquierda de la enorme cama de su hermano.

—Me estoy quemando —dijo Mónica, al mismo tiempo que apagaba el encendedor.

Sara empezó a tantear la pared hasta que sintió la textura metálica del calefactor.

—¡Sí! ¡Acá está!— exclamo hacia sus acompañantes.

Ella no podía ver que Marina y Moni estaban en la cama, acostadas como bolitas, tratando de retener el calor, afuera debía hacer varios grados bajo cero y lo peor de todo era que la casa contaba con muchas corrientes de aire. El cuarto de Javier estaba mucho más frío que el comedor.

—Tomá el encendedor.

Sara tardó unos segundos en dar con la mano de Mónica. Luego le llevó mucho más tiempo averiguar cómo encender el calefactor. Ahora comprendía por qué la novia de su hermano había apagado el encendedor, la llama era leve pera bastaba para quemarle los dedos. Medio a tientas y medio mirando logró encenderlo.

—¡FUNCIONA!— Gritó Sara.

—Qué bueno, pensé que me iba a morir de hipotermia —dijo Marina.

—¡Ay, que exagerada! —la criticó Moni.




Javier no podía creer su mala suerte: la “fiesta” que había planeado estaba completamente arruinada, la luz se había cortado y para colmo sus vecinos eran todos pobres o amarretes; no podía creer que ninguno le hubiera prestado por lo menos una… una sola vela ¡Tan solo una puta vela!

Jorge tenía un humor de perros, pero no todo su enfado tenía que ver con el apagón, algo en su interior le generaba malas vibras y sólo podía pensar en Lionel intimando con Sara… si la maldita luz no se hubiera cortado… él ya sabría si la chica era virgen o no; lo dudaba, pero le causaba morbo corroborarlo.

Lionel se estaba muriendo de frío, en el apuro había olvidado que sólo llevaba puesta su remera mangas cortas y el viento helado en la calle le pelaba la piel. No sabía si ya estaba nevando, pero intuía que se acercaba una fuerte tormenta.

Al llegar a la puerta, los tres pensaban lo mismo: ¿Cómo iban a decirles a sus mujeres que no habían encontrado nada? ¿Cómo mostrarles su inutilidad? Entraron al comedor y todo era silencio, de pronto una tenue ráfaga de aire cálido abrazó el rostro de cada uno.

—La enana a veces piensa —dijo refiriéndose a su hermana, comprendiendo lo que ocurría. Todos los dormitorios contaban con fuentes de calor, pero el único que tenía uno a gas era el suyo, esto se debía a que tiempo atrás ese era el cuarto de sus padres, y el más grande de la casa; pero con las nuevas refacciones sus padres hicieron un dormitorio nuevo para ellos y él pudo heredar ese, y así dejar de compartir habitación con su hermana.

Luego de cerrar la puerta principal Javier guio a sus amigos hasta su habitación. En el pequeño transcurso Javier sentía como se clavaban los muebles a sus piernas pero esto no lo detuvo.

—¿Dónde están? —preguntó Lionel cuando llegaron al cuarto.

—Acá estamos —respondió Mónica desde la oscuridad— en la cama.

—Interesante… tres chicas y una cama sólo para mí —bromeó Jorge—. Bueno muchachos, nos vemos más tarde. Espero que no se les congelen las bolas allá afuera —la risita de las mujeres resonó por toda la habitación.

—Hey, no te olvides que una de esas mujeres es mi novia —se quejó Javier— y la otra mi hermana.

—Bueno, te puedo pedir permiso por tu novia, pero creo que tu hermanita ya come solita —esta vez la que se rio sobre todas las demás fue Sara, traicionada por sus propios nervios.

Javier presionó de forma automática el interruptor de la luz y se sintió un estúpido por hacerlo, agradeció que ninguno de sus amigos lo hubiera notado; pero ¿quién no intentaba encender las luces aún sabiendo que la electricidad se había cortado? Era un acto reflejo.

Los tres muchachos ingresaron y buscaron la cama a tientas, se sentaron sobre ella en el primer sitio vacío que localizaron. Lionel pudo sentir el perfume de su novia y se acurrucó junto a ella, buscando su calor. Con una mano acarició una de las piernas de la muchacha.

—No te imaginás el frío que hacía afuera, mi amor. Por suerte vos estás más calentita —le dijo hablándole cerca del oído.

—Esteee… emm… ¿Lionel? —Preguntó la mujer a su lado— no soy Sara… soy Marina.

—¡Uy, perdón! —exclamó, apartándose rápidamente—. Te juro que no me di cuenta. Tienen el mismo perfume.

—Vení para acá, pelotudo, antes de que te mate —lo retó su novia desde algún rincón oscuro de la cama.

El chico se acercó hacia esa voz cruzando a gatas por el centro de la cama y tropezando con algunas extremidades. Nunca había visto la cama de Javier, pero en la oscuridad parecía ser bastante grande, ya que podía contener a seis personas; pero en realidad estaban todos muy amontonados.

Al escuchar hablar a Marina, Jorge supo dónde se encontraba su novia, se sentó junto a ella, ambos tenían una posición privilegiada ya que podían apoyar sus espaldas contra el respaldar de la cama y usar las almohadas para sentarse. Justo frente a ellos, aunque no podían verlos, se encontraban Mónica y Javier y a la izquierda, un poco hacia el centro, Sara y Lionel habían buscado la forma de acomodarse. Cada milímetro de la cama estaba ocupado y no había nadie que no tuviera al menos una extremidad ajena sobre su cuerpo. No importaba que la cama les quedara pequeña, era el sitio más cálido de la casa y a nadie le apetecía abandonarlo. Marina además tenía mucho miedo a la oscuridad y no quería admitir que le aterraba la idea de deambular por la casa, prefería estar cerca de todos.

Por un momento nadie habló, tal vez todos estuvieran un tanto asustados y quisieran escuchar los ruidos de la noche. A lo lejos podían oírse algunos vecinos debatiendo sobre qué problema había ocasionado el corte de luz y cuánto tardaría en regresar. El viento soplaba violentamente y pudieron escuchar cómo el vecino más cercano exclamaba que ya había comenzado a nevar.

—Me imagino que no consiguieron ninguna vela… —dijo Sara cortando el silencio.

—No, nada… nadie quiso prestarnos ni una —le respondió su novio.

—¿Les dijeron cuál era el problema? —preguntó Mónica.

—Algunos escucharon en la radio que los cortes de luz abarcan buena parte de la ciudad. Al parecer explotó no sé qué generador… o le cayó un rayo, no sé. La cuestión es que la luz puede tardar horas… incluso días en volver.

—¿Días? ¿Para tanto es? —a Marina le aterraba la idea de pasar toda la noche a oscuras.

—Por esta zona los cortes de luz suelen ser severos —aseguró Sara—. Pero este nos agarró desprevenidos, hacía más de un año que no se cortaba la luz… la última vez tuvimos que esperar casi veinticuatro horas para que regrese… y si explotó algo, va a demorar mucho, seguro.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Jorge mientras abrazaba a su querida novia.

—No sé, yo tengo mucho frío, ni siquiera puedo pensar —dijo Moni—, se me congelaron las neuronas.

—Vení mi amor, yo te caliento —Javier la envolvió con su brazo izquierdo y posó su mano derecha en la cara interna de una de las piernas de su novia.

—¡Epa! Ojito con lo que hacen ustedes dos —exclamó Sara.

—Es mi pieza… es mi cama. Puedo hacer lo que quiera, al que le moleste, que se vaya —nadie tomó en serio las palabras del muchacho, ya que por su tono de voz dejó más que claro que estaba bromeando.

El comentario de Javier dio una gran idea a Jorge. Él conocía muy bien a su novia y sabía que ella no opondría resistencia alguna, era casi tan pervertida como él. Deslizó una de sus manos entre las piernas de Marina y en un segundo ya estaba acariciándole la zona más íntima por encima del pantalón. Lo hizo en parte como juego y también para luchar contra el frío. Como había anticipado, la muchacha no se quejó, al contrario, ella supo agradecerle el lindo gesto a su novio, posicionándose mejor para ser tocada con mayor comodidad. Unos pocos segundos después ella también tomó coraje y le devolvió el gesto, brindándole las mismas caricias en su entrepierna. Desde que se habían puesto de novios la tensión sexual entre ellos era inmensa, cualquier roce, toqueteo o palabra subida de tono, bastaba para que terminaran juntos en la cama.

—Sara, al final nunca me contestaste la pregunta —dijo Jorge, quien comenzaba a excitarse.

—¿Y para qué querés que te conteste eso? —la jovencita estaba un tanto intrigada; nunca hubiera imaginado que el amigo de su hermano fuera tan atrevido.

—No sé… simple curiosidad —decía mientras su novia presionaba el bulto en su pantalón y éste ganaba tamaño lentamente. Al mismo tiempo él acariciaba la división de la vagina de Marina presionando con la fuerza suficiente como para que ésta pueda sentirlo muy bien a través de su pantalón—. De algo tenemos que hablar… no hay otra cosa para hacer.

—Pero está mi hermano…

—Tampoco soy tan ingenuo, Sara. Si querés podes contestarle —a decir verdad a él también le causaba curiosidad todo ese asunto.

La muchacha meditó durante un instante. La oscuridad le daba una sensación de protección, era como un refugio que la mantenía aislada de las miradas prejuiciosas. No tendría que ver la expresión en el rostro de ninguno si contestaba la pregunta del amigo de su hermano. En ese instante Lionel la tomó cariñosamente de la mano, con esto le aseguraba que estaba de su parte y que apoyaría su decisión.

—Sí, hace tiempo que empezamos a tener relaciones… yo era virgen antes de conocerlo a él y pensaba quedarme de esa forma durante mucho tiempo; pero cuando lo vi sin ropa… no me pude resistir.

Las otras dos mujeres presentes sonrieron al imaginar desnudo a Lionel, ciertamente sería un gran ejemplar masculino para llevar a la cama. Hasta Javier sintió un extraño cosquilleo cuando una imagen de su cuñado sin ropa se cruzó por su cabeza; pero la abandonó rápidamente.

—¿Lo hicieron muchas veces? —preguntó Jorge una vez más, incrementando la presión con la que tocaba el sexo de su novia.

—No sé cuántas serían muchas…

—Hacerlo al menos una vez al día —aclaró.

—No, tanto no —Sara se sentía avergonzada por las indagaciones, pero había algo en Jorge que la incitaba a responder—. Dos o tres veces por semana. ¿Cierto Lionel?

—Yo diría que dos, porque si son tres, no sé con quién harás la tercera.

Jorge y Marina comenzaron a reírse.

—¡Ey! Hubo semanas que fueron más de dos veces —se quejó Sara—. Estoy segura. ¿Te acordás que una vez me dijiste que, de tanto hacerlo, se te iba a gastar la p…?

No pudo completar la frase. Todo era oscuridad pero casi podía sentir las miradas inquisitivas sobre ella.

—Ah, al parecer lo tenés muy bien atendido a tu noviecito. Sos un tipo afortunado, Lionel —ese halago le agradó a la parejita; sin embargo a Javier le incomodó mucho.

—Hago lo que puedo —dijo Sara.

—¿Y ya han hecho sexo anal? —Jorge hizo esta nueva pregunta sólo por morbo. Entre tanto toqueteo su verga ya se había puesto dura y le gustaba imaginar el hermoso culito de Sara siendo penetrado.

—Hey, ya te estás pasando con las preguntas… apenas te conozco —se quejó la muchacha.

—Soy el mejor amigo de tu hermano, ya puede haber algo de confianza —sus dedos recorrieron de abajo hacia arriba la línea que dividía en dos la concha de su novia. Ésta se inclinó sobre su hombro y disfrutó, a ella también la ponían cachonda los temas de conversación sobre el sexo—. Además tu hermano no es ningún santo… hace cada cosa que ni te imaginás.

—¿Qué cosas? —el curioso esta vez fue Lionel.

—Él me contó que ha hecho intercambio de parejas —respondió Jorge.

—¡EY! —Javier tenía ganas de asesinar a su amigo por revelar uno de sus mayores secretos.

—¿Qué? ¿Con Moni? —Sara no cabía en su asombro— ¿Cambiaron parejas?

—Sólo lo hicimos dos veces —respondió Mónica con naturalidad. Para ella el tema sexual no era un tabú inmenso, se lo tomaba con calma—. Fue una experiencia muy linda, es como tener permiso para engañar a tu pareja.

—Pero… pero… ¿vos permitías que mi hermano se acueste con otra mujer?

—Sí, pero a la vez yo estaba con otro hombre, así que estábamos en igualdad de condiciones… de hecho, la reunión de hoy… —Moni recibió un leve codazo por parte de su novio y se cerró la boca al instante.

—¿Qué pasa con la reunión de hoy? —preguntó Marina llena de curiosidad mientras abría la bragueta de su novio con sumo cuidado para no hacer ruido.

—Nada.

—Vamos, Javier. Ahora tenés que hablar —dijo Jorge al mismo tiempo que desprendía el botón del pantalón de su novia.

—Está bien —dijo resignado—. Nuestra intención era proponerles a ustedes hacer un intercambio de parejas, pero ahora que lo pienso… dudo mucho que hubieran aceptado.

—¿Hubiera sido sólo por una noche? —volvió a preguntar la rubia.

—Sí, claro —respondió Mónica—. La idea es que sea sólo por una noche… y nada más que sexo.

—Yo hubiera aceptado —dijo Jorge con seguridad—. Mónica es una chica muy atractiva. ¿Vos mi amor, qué hubieras dicho? —él sabía que su novia sentía debilidad por el sexo.

—Me hubiera gustado. Sería una nueva experiencia… soy de mente abierta.

«De piernas abiertas serás —pensó Mónica—. Bastante puta debés ser». A ella no le agradaba Marina, pero estaba dispuesta a aceptar el trato sólo por probar a Jorge y verificar si los rumores sobre su… tamaño, eran ciertos.

—De haber sabido que dirían que sí tan fácil, hubiera echado a mi hermana a patadas.

—Che, que no es mi culpa. Yo no sabía que ustedes fueran unos degenerados…

—¿Degenerados? —Preguntó la chica punk, claramente ofendida—. ¿Por querer tener sexo sano y consentido? No lo veo así. Degenerado sería aquel que abusa de otro —no se llevaba mal con su cuñada, pero ese comentario le había molestado, ella era dueña de su sexualidad y no permitiría que nadie la criticara por ello.

Mientras ellos discutían, Marina había conseguido hacerse con la verga de su novio, ya la tenía fuera del pantalón y la estaba acariciando con calma. Por su parte Jorge ya había conseguido desprenderle el pantalón y estaba en la búsqueda la almejita que ella escondía entre las piernas. La rubia estaba sumamente cachonda, nunca había hecho algo tan osado. Había tenido experiencias de toqueteos en público, ya sea en un cine o de viaje en algún colectivo de larga distancia, incluso llegaron a tocarse por debajo de la mesa en algún bar; pero aquí estaban tan cerca de los demás que podían sentir el calor de sus cuerpos y algún que otro roce. Una de las piernas de Marina estaba apoyada sobre el regazo de Mónica y le pareció adivinar que ella también estaba recibiendo caricias por parte de su novio. O tal vez era sólo su perversa imaginación.

—Sigo sin tener mi respuesta —intervino Jorge— ¿ya lo hicieron por atrás?

—No… no lo hicimos —respondió Sara de mala gana.

—Pero sí que lo intentamos.

—¡Lio, la puta madre! ¡Callate! —en la oscuridad resonó el chasquido de un cachetazo.

—¡Auch! Pero es la verdad, amor.

—¿Y por qué no pudieron? —esta vez preguntó Marina, mientras masturbaba lentamente a su novio.

Desde su rincón Mónica creyó percibir un extraño sonido proveniente de la parejita de amigos de Javier. No consiguió descubrir de qué se trataba, pero algo en su instinto femenino se activó; para colmo la mano de su novio se acercaba peligrosamente a su entrepierna.

—Porque no… y punto —Sara estaba enojada, no le gustaba que se metieran en su intimidad y mucho menos que su hermano estuviera escuchando. Además había quedado indignada por las prácticas sexuales de éste.

—Bueno, tampoco te enojes, nena. Jorge sólo te está tomando el pelo, es una joda —dijo Javier mientras comenzaba a acariciar a Moni por debajo de su falda de cuero negro. Le encantaba sentir la textura de las medias de red sobre esas piernas tan sedosas. Sin embargo en poco tiempo se dio cuenta que la forma de las medias enterizas impedía que pueda meter más la mano donde realmente quería meterla.

—No me enojo, pero es muy molesto que quieran saber tanto de nosotros —respondió Sara mientras acariciaba la mano de Lionel— Jorge ¿Vos…? —se escuchó la queja de la tela de las medias mientras Javier las rompía solamente para tocar esa vulva que tanto lo volvía loco— ¿Qué fue ese ruido?— Preguntó Sara con ingenuidad.

Que Lionel no hablara no significaba que no entendiera la situación. Del lado izquierdo, sentía las respiraciones agitadas de Marina y Jorge, y desde atrás le llegó el sonido de ropa rasgándose. Motivado por estos extraños movimientos a su alrededor, extendió una mano hasta posarla sobre una de las hermosas tetas de su novia.

—Lionel ¿Qué haces? —preguntó Sara nerviosa; sintió cómo su novio acariciaba y amasaba sus senos para luego pellizcarle un pezón por arriba de la ropa— ¡Basta Lionel!

Intentó separarse de él pero no pudo esquivar esas hábiles manos que siempre llegaban a su destino a pesar de que la oscuridad era total. Su primer instinto fue gritar otra vez, para pedirle a su novio que se detuviera, pero antes de hacerlo cayó en la cuenta de que esa misma oscuridad que tanto la confundía, también le servía como refugio.

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