Venus a la Deriva [Lucrecia] 12 - All I Need.

Capítulo 12.

All I Need.

Lunes 28 de Abril, 2014.

-1-

Mientras caminaba hacia la universidad, comencé a sentir angustia, porque allí vería a Lara y esto supondría un problema. No sabía cómo encararla después de lo que me dijo ¿Si ella me amaba de verdad, cómo afectaría eso nuestra amistad? No puedo negar que ella me agrada, no sólo como amiga, sino también como… ¿amante? No sabía cómo denominarlo. Todo el cúmulo de sentimientos, que decantaban en ella, me haría perder la razón.


Decidí no atormentar más a mi pobre cabeza. Me la jugaría a todo o nada, marcharía de frente, como un soldado que va a la guerra. Un soldado que se mantiene avanzando, por más que supiera que sería el primero en recibir un balazo en el pecho. La encararía y le hablaría sobre lo que había pensado durante la noche, antes de dormir. Si ella se negaba, pues mala suerte. Al menos lo intentaría. La vida seguiría. No debía dudar, debía decírselo de una sola vez.
No me había dado cuenta, pero estaba caminando por los amplios pasillos y galerías de la universidad. Al caminar de forma inconsciente, ni siquiera podía recordar haber cruzado la puerta de entrada.
Por inercia, llegué a la cafetería ¡Allí estaba Lara! Sentada en una silla, sin nadie que le hiciera compañía. Parecía estar algo triste, como un pichón al que le cortaron un ala. Me le acerqué por detrás, para que no me viera. Este era el momento que estaba esperando, tomé aire y me preparé mentalmente. Ya no había vuelta atrás. Era un soldado, siempre marchando hacia adelante, aunque me costara la vida. Se lo diría, estaba totalmente segura.
―Lara… este ―se dio vuelta y me miró sorprendida―, te quería decir que… ―apreté con fuerza mis apuntes, como si éstos fueran un escudo antibalas―. ¿Podrías prestarme la continuación del Señor de los Anillos? Es que ya estoy por terminar con el primer libro y quisiera seguir leyendo.
«¡Lucrecia, sos una pelotuda! ¡Así de simple! ¡No tenés arreglo!» Me odiaba a mí misma. Tenía ganas de colgarme de las tetas del pararayos de la iglesia. Era la mujer más cobarde del mundo. Ni siquiera era cierto que ya estaba por terminar con el primer libro.
―Ah sí. Obvio, cuando quieras te lo alcanzo ―me contestó, taciturna.
―La verdad es que te quería decir otra cosa, algo más importante. Pero acá no puedo. ¿Dónde podemos hablar tranquilas? ―las dos estábamos tensas.
Si afirmaba que tenía un tema importante para tratar con ella, al menos me forzaba a decirle la verdad… o buscar una excusa muy buena para huir una vez más como rata cobarde. Mi cerebro de niña miedosa comenzó a trabajar en esa buena excusa.
―Vamos a la capilla, ahí nunca hay nadie a esta hora.
―¿A la capilla? ¿Estás segura?
―¿Creés que le tengo miedo al tipo ese que está en la cruz?
―No lo digo por eso, es que no me parece el lugar apropiado. Mejor vamos a otro lado.
―Te espero en la capilla, Lucrecia.
Se levantó y se fue, ni siquiera me miró al pasar, yo sí la miré. Bueno en realidad le miré la cola. ¡Qué linda la tenía! «Mierda, ya estás actuando como hombre otra vez, Lucrecia». ¿Será común esto en las chicas… bisexuales? Tal vez al tener sexo con mujeres mi cerebro se iba llenando de testosterona y reaccionaba de forma inapropiada. No tenía ninguna lógica científica, pero no se me ocurría otra explicación.
No me tuve más remedio que ir a la capilla.
La encontré sentada en una de las hileras del centro, en la fila de la derecha. Me senté junto a ella y la tomé de la mano. Esto alivió mucho la tensión.
Lara me sonrió. Como no me salieron las palabras me acerqué y puse mis labios sobre los suyos. Ella sumó intensidad al beso en cuanto nos tocamos. Su dulce y delicada boquita me sedó como a un niño, cuando toma una taza de leche tibia. Eso rompió el hielo de la situación.
―¿Qué me querías decir? ―me preguntó.
Miré a mi alrededor, temerosa de que alguien nos hubiera visto. También examiné todo el piso del lugar, porque si de casualidad fuera la Madre Superiora la que nos vio, ahora mismo debería estar muerta. Gracias a Dios todo estaba bien, no había nadie más que figuras bíblicas, a las que miré desafiante; no me importaba lo que opinaran, todos estaban muertos y además, eran de plástico o yeso. No podían saber lo que se sentía besar a una mujer como Lara, no conocían la paz que sus besos transmitían y tampoco podían experimentar el revuelo que era mi corazón en este momento.
―Tal vez te parezca que voy muy rápido ―comencé diciendo― o puede que pienses que estoy loca, y puede que tengas razón en las dos cosas. Me quedé pensando en lo que hicimos y en lo que dijiste. No sé si lo dijiste en serio ―me miraba con sus grandes ojos, llenos de incertidumbre―. Mi vida cambió drásticamente en estos últimos días, estuve recapitulando un poco las cosas que ocurrieron… ―estaba dando demasiadas vueltas, así nunca diría nada― ¡Ah, ya fue, a la mierda con todo! ¿Querés ser mi novia? ¿Sí o no?
Lara saltó en su lugar, como si hubiera recibido un choque eléctrico. Se quedó mirándome durante unos segundos sin emitir sonido alguno, creo que hasta dejó de respirar, o tal vez era yo la que no respiraba.
―¿Lo decís en serio?
―Sí, no digo que nos casemos ni nada de eso, sólo digo que estaría bueno que salgamos juntas, para conocernos de forma más íntima.
―Tenés que pensar muy bien en lo que decís, Lucrecia. ¿Te das cuenta de lo que esto significa? ¿Vos estás preparada para tener como pareja a una mujer?
―No, ni un poquito. Pero seguramente vos tampoco lo estás. Por eso creo que sos la mujer indicada. Esto es algo que podemos ir descubriendo juntas. Contestame Lara porque tengo los ovarios de moño. En cualquier momento los voy a escupir ―decir estupideces en los momentos más inapropiados; mi gran barrera emocional.
―Está bien. Sí, quiero ser tu novia. ¿Lo dije bien o querés que te lo dé por escrito también?
Me sentí sumamente feliz, me lancé sobre ella y le comí la boca. La hice caer sobre el largo banco de la iglesia, pero a ninguna nos importó. El mismo Jesucristo podía bajar de la cruz y molernos el lomo a latigazos, pero no nos íbamos a separar.

-2-

Por primera vez en mi vida, tenía pareja oficial… y era una mujer. Este “pequeño detalle” le aportaba un condimento extra a nuestra relación. Podíamos llevarnos bien como amigas, también descubrimos que sexualmente nos entendíamos, ahora sólo nos restaba descubrir qué tan bien nos llevaríamos siendo novias.
Intentamos ser lo más discretas posible. Sólo nosotras dos sabíamos de nuestra relación. No hacía falta que nadie más lo supiera. Al fin y al cabo era un “contrato” entre nosotras, no se incluía a nadie más en él.
Si bien Lara es preciosa, y tuvo miles de ofertas de hombres, siempre las rechazó, al igual que yo. Ella creía que lo hacía sólo por ser asocial, ella nada más quería que todo el mundo se muriera y que dejaran de molestarla. Por eso se sorprendió al descubrir que se llevaba tan bien conmigo.
―Creo que en realidad estaba esperando por una mujer ―me dijo a la mañana siguiente de nuestro compromiso. Puede que a mí me haya pasado lo mismo que a ella.
El primer asunto que debíamos resolver era dónde vernos, no podíamos utilizar las instalaciones universitarias ni podíamos pasar grandes cantidades de tiempo en mi casa o en la suya sin que alguien sospechara que pasaba algo raro entre nosotras. A veces debíamos luchar contra la tentación de besarnos o tomarnos de las manos en cualquier sitio. Sentía una angustia enorme en mi pecho cuando esto ocurría, me gustaría que la vida fuera diferente y que no tuviéramos que escondernos de la mirada inquisidora de la gente; pero también me moriría de la vergüenza si alguien me viera besándome con una mujer.
La primera tarde que tuvimos un momento para nosotras, fue cuando fuimos juntas al cine. Eso ocurrió un viernes, unos cuatro días después de habernos puesto de novias.
Nos sentamos en la última fila y como era un reestreno de una la película vieja, no había muchos espectadores.
Lo que menos nos importaba, era la película. Todo había sido una excusa para poder estar solas un rato. Esto nos dio la oportunidad de besarnos en la oscuridad, o acariciarnos de forma indiscreta. Lo cual fue un problema, ya que con tanto toqueteo la temperatura de nuestros cuerpos se elevó.
Conseguí desabotonar su pantalón y tocarle la vagina, de forma directa, disfrutando de la humedad que se pegaba en mis dedos. Esto me puso a mil. El saber que estaba haciendo algo totalmente indebido, me enloquecía. Terminé llevando yo misma la mano de Lara a mi entrepierna, por suerte nadie miraba para atrás. Aunque de todas maneras los asientos y la penumbra nos ocultaban.
Cuando salimos del cine estábamos descontroladas, el sexo era algo muy nuevo para nosotras y queríamos descubrirlo juntas, aunque yo ya tuviera un poquito más de experiencia que ella. Por desgracia no pudimos concretar nada ese mismo día, cada una se fue a su casa, apenada, y con una calentura enorme. Ni siquiera pude menguarla con una ducha fría. No me masturbé porque quería reservarme para ella, sin embargo me costó muchísimo contenerme.
Al día siguiente pasamos una hermosa tarde, completamente solas, en su casa. No pudimos tener relaciones sexuales ya que mi maldito período decidió aparecer ese mismo día.
―Al menos sé que no te dejé embarazada ―bromeó Lara.
Le ofrecí cariñitos, ya que ella estaba disponible para el sexo; pero me dijo que prefería esperar a que yo también lo estuviera.
―Lo hacemos las dos, o nada ―me dijo, dándome un cálido beso.

-3-

Una tarde fui a visitar a una de mis amigas y compañeras de la facultad, Daniela. Con ella solía tener una relación bastante intermitente. A veces no nos hablábamos por semanas, pero había días en los que no podíamos dejar de charlar. Ella me reclamó que hacía mucho tiempo que no iba a su casa, y como no quería que empezaran a sospechar que pasaba demasiado tiempo con Lara, accedí.
Fue una tarde bastante normal, o lo hubiera sido de no ser por las tremendas ganas que tenía de contarle que me había puesto de novia. Especialmente cuando ella me preguntó si tenía algún chico en la mira. Tuve que limitarme a decirle que no, porque no podía confesarle que lo que tenía en la mira era una mujer, y que esa mujer era Lara. Tenía terror de que ella me juzgara y dejara de hablarme. Tal vez pensaría que, al ser lesbiana, también tenía deseos sexuales hacia ella.
Daniela era una chica maravillosa, y era muy feliz con su novio, razón por la cual no sentía ningún tipo de atracción hacia ella, a pesar de encontrarla bonita. Además, toda mi libido y mi corazón, estaban centrados en Lara… al menos por el momento.
Tuve que despedirme de mi amiga sin poder contarle lo más maravilloso que me había pasado en años. Sentí mucha pena, fue la primera vez que sufrí las consecuencias adversas de relacionarme amorosamente con una mujer.

-4-

Aquella misma noche, mientras me encontraba en mi cuarto, comenzando con la lectura de “Las dos Torres”, Abigail llegó con Zyprexa a visitarme.
La gata era más educada que mi hermana y yo juntas. Ni bien entró a mi cuarto, saltó a la cama y se quedó allí, hecha un ovillo, sin decir ni “miau”.
Con Abigail comenzamos a charlar. Me contó que ella ya había leído el libro que tenía entre manos. Estuvimos intercambiando opiniones por un rato, hasta que no pude aguantar más las ganas.
―Abi, te tengo que contar algo muy importante.
―¿Qué cosa?
―Me puse de novia… con Lara ―la expresión de asombro de su rostro me causó mucha gracia―. Pero prometeme que no le vas a contar a nadie. ¡A nadie!
―Te lo prometo. Así que ahora… ¿ya sos lesbiana?
―No sé. No me gusta que me digan “lesbiana”. Te puede parecer raro, pero es la verdad. No me gusta. Aún no decido esa parte.
―Te entiendo perfectamente. A mí tampoco me gusta que me digan “esquizofrénica”. Es decir, yo sé que tengo esa enfermedad, pero de todas formas no me gusta. Aunque puede que me moleste menos que me digan “loca”, al menos la locura es algo más genérico.
―Lo sé muy bien, por eso yo jamás te voy a decir así.
―Y yo jamás te voy a decir lesbiana ―sonrió―. Tortillera, tal vez; pero no lesbiana.
―¡Abi!
Comenzamos a reírnos. Me sentí totalmente aliviada de poder contarle eso. Mi hermanita se estaba convirtiendo en una gran confidente. Le conté cómo fue que le propuse a Lara ser mi novia, y demás detalles de nuestro arreglo.
―¿Y cómo es el sexo? ―preguntó con curiosidad.
―¡Ay, me da mucha vergüenza hablar de eso con vos!
―Pero no te da vergüenza pedirme prestados videos porno.
Pocos días atrás caí en la tentación y volví a pedirle un DVD porno, que incluyera mucho sexo entre mujeres. Me masturbé dos veces mirándolo. Al final no pude cumplir mi promesa de aguantarme hasta acostarme con Lara.
―Bueno, eso es diferente ―aseguré.
―Sí, es peor. Porque a mí me queda la certeza de que, después de salir de mi pieza, vas a estar haciéndote la paja. No es una idea muy agradable para tener en mente… mucho menos en mi mente, que es tan caótica.
―Perdón por eso, Abi. Sé que actué de forma irresponsable. No debí pedirte esos videos.
―No pasa nada, a mí no me molesta prestártelos. Sé cómo es el sexo entre mujeres, yo también miré los videos, muchas veces. Ayer compré otro DVD de lesbianas, me imaginé que te iba a interesar. Yo ya lo vi. Me gustó, pero como que sigo sintiendo que le falta algo. Se me hace que el sexo entre mujeres debe ser muy aburrido.
―No lo es, para nada. Ya tuve sexo con Lara, una vez… o dos. Depende de cómo se lo mire. Me dejó muy satisfecha.
―Tal vez algún día tenga sexo con una mujer, para ver si es cierto que está tan bueno.
―¡Ay, no me digas eso! No quiero que vos también estés acostándote con mujeres.
―¿Por qué no? ¿Vos podés y yo no?
―Es que vos… sos mi hermana. Ni siquiera te quiero imaginar en esa situación.
―Yo tampoco puedo imaginarte a vos chupando una concha… pero eso no quiere decir que no lo hagas ―me puse toda roja―. ¡Ups! Cierto que te da vergüenza hablar de sexo.
―Me da vergüenza hablarlo con vos, porque sos mi hermana. No quiero que estés haciéndote ideas raras sobre mí… ni sobre Lara.
―¿Te pone celosa si me la imagino a ella desnuda?
Pensé en la vez que Lara se quedó mirando a Abigail.
―No, para nada. Pero es mi novia, sería inapropiado que lo hicieras.
―No te preocupes, Lucrecia. No me gustan las mujeres. Y si tengo sexo con alguna, no va a ser con Lara, así que quedate tranquila. ¿Y qué se siente chupar una concha?
―¿Y qué te hace pensar que lo hice? ―Me avergonzó mucho su pregunta, no sabía cómo evadirla.
―Vamos, Lucrecia, si viste los videos porno igual que yo, sabrás que la mayor parte del sexo entre mujeres consiste en chupar la concha de la otra. Seguro que ya lo hiciste.
―Bueno sí, lo hice…
―¿Y? ―Noté genuino interés en su mirada.
―No sé… se sintió muy raro, como si me estuviera lamiendo a mí misma.
―A mí me gustaría poder chuparme la concha, sería muy feliz; pero no tengo tanta flexibilidad… te lo digo por experiencia.
―¡Ay, por favor, Abi! ¿No podemos hablar de otra cosa?
―Nunca puedo hablar de sexo con nadie… si no lo hablo con vos… ¿entonces con quién?
―Bueno, no te puedo negar que está bueno poder hablar de este tema con otra persona. Quise contarle todo a mi amiga Daniela, pero no me animé.
―¿Ves? Te morís de ganas por contarlo. Podés contarme a mí… sin miedo, yo no te voy a juzgar, y puede que yo también te cuente algunos detalles de mi vida sexual.
―¿Vos tenés vida sexual?
―Hey, no toda vida sexual requiere la participación de una segunda persona.
―Bueno, eso es cierto… me parece. Está bien, voy a hacer el esfuerzo de contarte… pero no me presiones demasiado, hay cosas que no me voy a animar a contar.
―Está bien, vos contame lo que quieras. Si yo hago una pregunta que te resulta incómoda, entonces no la respondas y listo. No me voy a ofender.
―Es que ya me imagino que la mayoría de tus preguntas vas a ser muy incómodas.
―Emm... veamos ¿Qué es lo que más te calienta de Lara? Y no me vengas con una respuesta cursi, como que son sus ojos, o su sonrisa; porque no te voy a creer.
Solté una risita.
―Lo que más me calienta de ella es su culo. Tiene un culo muy hermoso.
―Bien, ahora sí podemos cambiar de tema.
―Pensé que ibas a hacer más preguntas.
―Sí, pero me las reservo para más adelante, cuando hayas estado con Lara otra vez.
―Bueno...
Seguimos hablando de otras cosas durante un buen rato, especialmente de libros y películas de fantasía, hasta que ella se fue, junto con su gata.

-5-

El miércoles de la semana siguiente llamé a Lara para avisarle que mi período menstrual había terminado. Ella entendió perfectamente cuáles eran mis intenciones, por lo que me preguntó dónde lo haríamos. Teníamos decidido no vernos demasiado en mi casa, para no levantar sospechas, pero habían pasado muchos días desde su última visita.
―Esta tarde, en mi habitación ―le respondí.
Alrededor de las cuatro de la tarde, nos encerramos en mi cuarto, con la música a todo volumen, y comenzamos a besarnos como amantes que no se habían visto en años. Mis negaciones hacia el sexo femenino ya se estaban disipando por completo. Sería muy hipócrita decir que las mujeres no me gustaban, teniendo novia. Aunque no podía negar que todo esto se me resultaba sumamente extraño. Pero éste no era el momento para ponerse a pensar en contradicciones mentales, mi corazón palpitaba enérgicamente porque sabía muy bien en qué decantarían todos esos besos.
Lara metió las manos bajo mi remera, me acarició la espalda y comenzó a desprender mi corpiño. Quería demostrarle que yo también estaba dispuesta, pero no quería parecer un espejo haciéndole lo mismo que ella me hacía a mí; quería sorprenderla un poco. Bajé mis manos y me ceñí a sus nalgas con firmeza, agradecí que llevara uno de sus suaves pantalones de tela fina, no sólo porque le quedaban muy bien, sino también porque me permitían tocarla de forma más directa. Mis manos palparon la calidez de su sexo y remarcaron la división de los labios de su vagina. Podía sentir todos los contornos de su vulva, mientras ella se apresuraba a levantarme la remera, para dejar mis pechos a la vista. No se molestó en quitármela por completo, directamente comenzó a lamer uno de mis pezones, lo que me produjo un cosquilleo agradable. 
Fui más allá, bajé el pantalón de Lara, junto con su tanga (sí, había ido preparada, con una sugerente tanga negra), hasta dejar en libertad la mitad de sus redondeadas nalgas. Las acaricié apenas unos instantes y luego sumergí mis dedos en esa hendidura, hasta llegar a humedecerlos con el líquido sexual que brotaba de ella. Eso me estimuló mucho, saber que era capaz de producir excitación en otra mujer alimentaba mi ego. Mantuve mis toqueteos por la zona exterior de su sexo y, al mismo tiempo, la morocha se esmeraba por quitarme el pantalón, sin dejar de comerse mis tetas.
Aún nos movíamos de forma torpe y nos faltaba sincronización, pero nos tomó solamente unos segundos estar completamente desnudas. Admiré el diminuto cuerpo de Lara, en un sentido romántico, lo que más me atraía de ella eran sus manos; desde un punto de vista erótico, me volvía loca su culo. Pero ahora, al verla desnuda, no podía dejar de mirar fijamente su pálido pubis y la forma de reloj de arena que insinuaban sus caderas, y recordé las noches que pasé explorándolo furtivamente. Entre besos y caricias fui empujándola hasta hacerla caer sobre mi cama. Quedó acostada con los pies tocando el suelo, no tuve que pedirle que se acomodara, su posición era ideal para lo que yo quería hacer. Me agaché ante ella y, sin separar sus piernas, fui besando sus muslos y rozándolos con la yema de mis dedos; su pubis no escapó a mis sutiles toques. De a poco ella fue abriendo las piernas para mostrarme su rosada rajita, ya húmeda de placer. La acaricié con mis pulgares contagiándolos con esa humedad y acerqué mi boca hasta que mis labios tocaron su botoncito. Comencé a lamerlo utilizando sólo la punta de mi lengua, había aprendido esto viendo los videos pornográfico que tomé prestados de mi hermana; parecía ser una táctica muy efectiva. Lara comenzó a menear sus caderas al mismo tiempo que presionaba mi cabeza hacia ella. Debido a la cercanía entre mi boca y su vagina, tuve que cambiar mi técnica por algo más intenso. Empecé a dar lamidas de abajo hacia arriba una y otra vez, luego abrí mi boca para contener toda su almejita en ella y comencé a succionar sus jugos.
Descubrí que en realidad el sexo es muy intuitivo, al menos yo actuaba de esa forma, empleando algún que otro truquito aprendido en los videos porno de mi hermana; pero en general hacía lo que me nacía del alma. Al parecer esto funcionaba de maravilla, mi novia levantó sus piernas y las tomó por debajo de las rodillas permitiéndome darle lamidas a su cola también. Sabía que estaba gimiendo pero apenas podía escucharla con la música. Podía ponerme algo más salvaje con ella ya que las canciones se encargarían de opacar todos nuestros ruidos.
Subí a la cama haciéndole señas para que se acostara a lo largo de la misma. Me senté sobre ella entrelazando nuestras piernas y comencé un vaivén que al principio mantuvo un ritmo suave y sensual, como si estuviera calentando nuestros clítoris con el roce mutuo; pero de a poco comencé a acelerar abrasándome a una de sus piernas, la cual cruzaba mi pecho y se doblaba sobre mi hombro. Esta sujeción me permitió moverme enérgicamente. Mis movimientos se fueron tornando tan intensos que la cama se sacudió bajo nuestros cuerpos. Había visto esto en los videos porno, y me sorprendió que se sintiera tan bien. Los gemidos que ambas emitíamos ya sonaban peligrosamente altos pero ninguna quería detenerse. Nos mirábamos a los ojos mientras nuestras vaginas se rozaban con fuerza compartiendo la lubricación. Podríamos haber cambiado de posición, al principio yo quería que ella me la chupara pero ahora eso no me importaba, estaba gozando tanto con esto que no quería que terminara nunca, o que el final nos encontrara en esa pose.
El principio del final llegó cuando Lara tuvo un intenso orgasmo, lo supe por la forma convulsiva en la que se sacudió, luego se levantó y me empujó hacia atrás con mucha fuerza. Estuve a punto de caerme de la cama, pero ella me sujetó de un brazo y casi al mismo tiempo enterró dos dedos en mi sexo, éste se abrió sin oponer resistencia; me masturbó frenéticamente sin dejar de besarme. Poco después tuve uno de los orgasmos más intensos que había experimentado hasta el momento, sólo se comparaban con los otros que me había dado Lara.
Quedamos exhaustas, pero felices. Nos cambiamos de lado en la cama para poder apoyar nuestras cabezas en la almohada y nos quedamos abrazadas mirándonos a los ojos dándonos un beso de vez en cuando.
―¿Vos serías la activa o la pasiva? ―le pregunté recorriendo sus curvas con los dedos.
―¿A qué te referís?
―Es que una vez leí que en este tipo de relaciones… lésbicas ―me quedé muda.
―Sí… ¿qué pasa? ―ella parecía tomárselo con más naturalidad.
―Es que todavía se me hace sumamente raro el saber que estamos en una relación lésbica.
―A mí también se me hace muy raro, pero excitante a la vez. Es como si estuviéramos haciendo algo prohibido de lo que nadie sabe nada.
―¿Será porque estamos haciendo algo prohibido de lo que nadie sabe nada?
―Podría ser eso... ―sus ojos rodaron dentro de sus cuencas de forma muy graciosa―, pero ¿qué ibas a decir?
―Ah sí, es que leí que en las relaciones entre gays y lesbianas suele haber un activo y un pasivo. Alguien que dirige al otro, por decirlo de alguna manera.
―Creo que no es nuestro caso, ambas tomamos decisiones importantes para llegar a donde estamos. Las dos actuamos de alguna forma. Tal vez vos serías un poquito más “activa” por haber sido quien propuso lo del noviazgo. O sea, sos de mandarte más al frente. Tenés una personalidad más extrovertida que la mía.
―Puede ser, pero no lo hubiera dicho si antes no me decías que me amabas.
―Yo nunca dije eso ―sonrió.
―Sí lo dijiste Lara. Dijiste “desde el día que te vi y me enamoré…” me acuerdo muy bien de tus palabras y me las voy a acordar toda mi vida ―toqué la punta de su nariz con mi índice.
―¿Y vos me amás? ―estuve a punto de abrir la boca pero ella me interrumpió―. Pensá muy bien lo que vas a decir.
―Sí te amo Lara ―dije la frase sin dar muchas vueltas intentando sonar lo más segura posible―. Aunque no lo creas, hace mucho que sos la persona que más alegra mis días. Aunque te hubiera visto siempre como amiga, no puedo negar que te tengo un cariño muy especial y en estos días dejé que ese cariño se transformara en amor, porque sé que vos sentís lo mismo por mí ―me quedó mirando con los ojos y la boca abierta―. ¿Y vos, me amás?
―No sé… ―sentí que todo mi cuerpo se ponía frío repentinamente.
―Pero vos lo dijiste… dijiste que te enamoraste de mí.
―Dije algo sin pensarlo, Lucrecia. Todo lo que me dijiste es hermoso, y me alegra mucho que me veas de esa forma, pero… ¿cómo saber si eso es amor? Vos nunca tuviste pareja, yo tampoco; mucho menos una mujer. ¿Cómo sabemos si no estamos yendo muy rápido? No digo que yo no te ame, porque siento por vos todas y cada una de las cosas que dijiste. Sólo que no sé si “amor” es la palabra correcta para definirlo.
―Me siento una boluda…
―No te sientas así, Lucre ―me dio un rápido beso en la boca―. Vos dijiste lo que pensás, siempre decís lo que pensás… eso es algo que me gusta de vos. Pero a veces siento que vos querés que pase todo “Ya”. Como cuando me dijiste que era tu “mejor amiga”. Al fin de cuentas, yo también lo sentí igual; pero me llevó un poco más de tiempo. Me hace muy feliz todo esto que estamos experimentando juntas, me encanta que seas mi novia; estoy intentando seguirte el ritmo, pero a veces tengo la sensación de que vas demasiado rápido con todo.
―Puede que tengas razón…
―Hey, pero no te pongas triste, a mí también me gusta ser alocada; es una buena forma de romper la rutina. Por eso no me molesta que tomemos riesgos juntas y experimentemos cosas nuevas. Te aprecio mucho, Lucrecia. Sos la persona más importante que hay en mi vida en este momento… bueno, vos y mis padres; pero es distinto.
―Gracias, Lara, aprecio mucho que seas sincera conmigo. Prefiero que seas honesta a que termines diciéndome que me amás sólo por no herirme.
―Y vos también deberías considerar mejor si es cierto que me amás o no. Tenemos tiempo para eso, de momento disfrutemos de nuestra relación de la mejor forma que podamos.
―¿Con mucho sexo?
―Esa es una excelente forma.
Sonrió y se puso arriba mío, comenzó a besarme apasionadamente y volvimos a fundir nuestros cuerpos en un candente y desenfrenado acto sexual.

-6-

Una vez que dejamos en claro nuestros sentimientos, la relación de pareja se desarrolló de una forma muy natural. A las dos nos gustaba pasar tiempo juntas, pero eso no significaba que descuidáramos nuestros estudios; por lo que al día siguiente nos juntamos a estudiar. Tuvimos sexo, pero fue algo rápido, para romper la tensión y dejar de imaginarnos, una a la otra, sin ropa. 
El sábado ella me invitó a su casa a mirar unas películas. Sus padres estaban en un casamiento al que Lara no quiso ir, para tener tiempo a solas conmigo. Estábamos sentadas y abrazadas en el sofá. Lara tenía la cabeza apoyada sobre mi pecho y yo la estaba rodeando con los brazos. Hice memoria y casi siempre que nos quedábamos abrazadas, lo hacíamos de esta forma. Era como si yo tuviera que protegerla todo el tiempo o como si ella se refugiara en mí. Supuse que esto se debía a que yo era más alta, y ella era mi pequeñita.
Esa noche decidí ponerme una pollera que no me llegaba a las rodillas y como la segunda película ya nos estaba aburriendo un poco, no me sorprendí al sentir los dedos de Lara recorriendo mis muslos. En pocos segundos llegó hasta tocarme la entrepierna por arriba de la bombacha. Con esto quedaba comprobado que ella también podía tomar la iniciativa y eso me encantaba. Cuando metió la mano dentro de mi ropa interior se sobresaltó y me miró con una sonrisa. Sabía muy bien a qué se debía su reacción y le devolví la sonrisa.
―Me encanta ―me dijo.
―Supuse que, como vos la tenés así, te iba a gustar
Antes de venir a su casa me había afeitado por completo la entrepierna, por primera vez en mi vida. Era un lindo cambio, me agradaban los pelitos pero era bueno cambiar el look de vez en cuando. Gemí cuando los dedos de mi novia llegaron a mi clítoris. En pocos segundos me tuvo mojada y a su merced. Abrí las piernas y me recosté sobre el sofá. Sus labios buscaron los míos y su rosada lengua se hundió en mi boca. Estuvimos así durante varios minutos. Apagamos el televisor ya que no pensábamos seguir mirándolo.
―Vamos a la pieza.
Fuimos hasta su cuarto besándonos a cada paso, no era la forma más rápida de avanzar pero sí la más apasionada. Cerramos la puerta, por más que sus padres aún no estuvieran en la casa. Nos tendimos sobre la cama y nos desnudamos entre besos y caricias. Rodamos por todo el ancho y largo del colchón comiéndonos las bocas y frotando nuestros cuerpos el uno contra el otro.
De pronto nos quedamos quietas mirándonos a los ojos, yo estaba debajo.
―¿Cómo querés hacerlo? ―me preguntó.
Nos sabíamos inexpertas en el tema del sexo, por lo cual hicimos un trato, buscaríamos conocernos mejor en la cama, saber qué le gusta a la otra y experimentar con cosas nuevas, al menos una vez. Por eso mismo nos detuvimos a preguntarnos qué podíamos incorporar o si queríamos probar algo nuevo. No quitaba la pasión del momento, al contrario, disparaba nuestra imaginación sexual. Mientras pensábamos nos acariciábamos en nuestras zonas más íntimas.
―Con música, quiero hacerlo con música.
―¿Qué clase de música?
―La que tengo en el celular ―miré mi teléfono el cual estaba tirado en el piso―, si es que todavía funciona.
Nos llevó poco tiempo conectar el smartphone a los bonitos parlantes que Lara tenía en su cuarto. Fui preparada para la ocasión, tenía una selección de pistas de mi banda favorita: Radiohead.
―¿Por qué no me sorprende que hayas traído esta música? ―me preguntó Lara.
―La próxima vez lo podemos hacer con la música que vos prefieras. Thom Yorke tal vez se enojaría conmigo si le dijera esto, pero muchas veces pensé que varias canciones de Radiohead podrían formar una excelente banda sonora para el sexo.
―Vamos a poner a prueba tu teoría…
Di inicio a la reproducción aleatoria, la primera canción en sonar fue “Sail to the moon”. Volvimos a la cama y al ritmo de esa hipnótica melodía quedamos hechas un ovillo lésbico. Nuestros besos eran sumamente apasionados y nuestras vaginas se frotaban una contra la otra. Apreté sus nalgas con fuerza y ella me chupó con ansias un pezón. Yo aún me asombraba de que la anatomía femenina me calentara tanto. Empecé a masturbarla al ritmo de la música, sin apartarme, a ella le encantaba sentir la penetración; pero su vagina era bastante estrecha y debía hacerlo con cuidado para no lastimarla.
Poco después comenzó a sonar “Lucky”. Volteamos una vez más. La dejé acostada de espaldas, de inmediato me deslicé hacia abajo hasta llegar a su entrepierna. Comencé a chuparla con la pasión que me transmitía la aguda voz de Thom Yorke. Me tragué todos sus jugos. A pesar de tener una almeja tan chiquita y delicada, Lara lubricaba muy bien. Eso tenía un efecto positivo en mi libido. Ella se permitió gemir tranquilamente, porque aunque sus padres regresaran, la música opacaría los ruidos. Tal vez la letra de la canción no tuviera absolutamente nada que ver con lo que estábamos haciendo, pero el ritmo era contagioso; incluso noté que ella arqueaba su espalda cuando llegaban las notas más altas, Lara era pura sensualidad.
Mi novia comenzó a buscar algo a tientas, se trataba de su smartphone, el cual estaba sobre la mesita de luz. Cuando consiguió agarrarlo apuntó la cámara trasera hacia mí. Sonreí porque sabía que me estaba filmando, si ella quería tener un lindo recuerdo de este momento, yo se lo daría. Succioné su clítoris con fuerza para que el chasquido que producían mis labios al soltarlo se pudiera escuchar, al menos por debajo de la música. Luego metí la lengua en su agujerito, el teléfono estaba muy cerca y seguramente estaba tomando perfectamente la secuencia. Después de unos segundos levanté un poco sus piernas, lo que generó que el apretado agujerito de su cola quedara frente a mi boca; lo lamí con la punta de la lengua y luego empecé a comerlo con ganas. Podía escuchar sus jadeos y eso me incentivaba a seguir, me producía mucho morbo sentir esa extraña textura en mis labios. Estuve dándole lengüetazos durante un buen rato hasta que supe que ya no grababa más.
Me tendí en la cama y la esperé con las piernas separadas. Saltó hacia mí y comenzó a lamerme el ahora lampiño y suave monte de Venus, el cosquilleo me hizo estremecer. El placer aumentó cuando me lamió el clítoris y fue bajando para recorrer toda mi vagina con su lengua. Me sacudí y rodeé su cabeza con las piernas. Me la estaba comiendo tan bien que me costaba mucho quedarme quieta. Sentí su lengua hurgando en mi agujerito y de a ratos me daba unos tremendos chupones en el clítoris. Apreté más las piernas, no podía parar de gemir, cada minuto que pasaba me introducía más en el delicioso mundo del placer. Comencé a sobar mis tetas, pellizqué mis pezones, me lamí los dedos. Le pedía a Lara que no dejara de chupar y mi primer orgasmo de la noche llegó. La emoción me obligó a presionar más su cabeza con las piernas, la quería ahí, quería que siguiera chupando hasta que mi vagina estallara. El clímax sexual se extendió por unos quince segundos. Luego, ya más relajada, la liberé de mi prisión de muslos.
―Eso fue fantástico mi amor ―le dije jadeando, ella aún estaba sobre mi vagina, pero ya no me la estaba chupando― ¿Lara? ―La miré, estaba quieta con la cara contra mi húmedo sexo― ¿Lara estás bien? ―acaricié su cabeza, no se movía. Me senté de un salto― ¡Lara, Lara! ―Comencé a sacudirla con fuerza, la chica parecía un muñeco de trapo, tenía los ojos cerrados― ¡Ay por Dios, Lara despertate! ―me desesperé.
«¡No puede ser… la maté! ―Me dije a mí misma―. La asfixié con mis piernas o la desnuqué al moverme».
Empujé una vez más su cuerpo, se deslizó por la cama y cayó de cara al piso, dándose un duro golpe. No se movió más.
―¡No Lara, NO! ―Mi rostro se llenó de lágrimas, me arrojé sobre ella y la abracé― ¡Lara por favor! ¡LARA! ―Sostuve su cabeza entre mis brazos, estaba más pálida de lo habitual― ¡Ay Lara!
No aguanté más, cerré los ojos y comencé a llorar copiosamente. Todo mi mundo se desmoronó. Había matado a mi primera y única novia… ¿Cómo les explicaría esto a sus padres? ¿Y a la policía? ¡Me meterían presa, por asesina!
«Antes de ir presa, me mato», me dije.
Repentinamente sentí algo me besaba suavemente en los labios. Me sobresalté, abrí los ojos y ella estaba ahí, sonriéndome cariñosamente.
―¡Lara, estás bien! ―el alma me volvió al cuerpo; los fragmentos de mi destrozada vida volvieron a unirse.
―Fue una bromita. No creí que te pondrías así, espero que no te hayas enojado.
«¿Enojada yo? ¿Por haber creído que maté a mi primera novia asfixiándola con mi vagina? ¿Enojada porque todo haya sido una macabra bromita? ¿Enojada porque rompió totalmente el clímax del acto sexual? Para nada ¿Por qué debería estar enojada?»
―¡La puta que te parió! ¡Te voy a matar! ―La agarré de los pelos con fuerza y caí sobre ella al piso― ¿¡Cómo se te ocurre hacerme algo así Lara, estás loca!? Casi me da un infarto. Pensé que… pensé que… ―ni siquiera me animaba a decir la palabra.
―Lo hice sólo para saber cuánto te preocupabas por mí ―ella permanecía totalmente calmada, como si nada hubiera ocurrido.
―Mucho me preocupo, mucho! Si te pasa algo, yo me muero. ¿Entendés, Lara? Me muero ―la abracé con fuerza y seguí llorando―. Nunca más me hagas algo así. ¿Qué mierda tenés en la cabeza, nena?
―Perdón Lucre, no pensé que te lo ibas a tomar así. Perdoname, ya pasó. Ya pasó ―me dio unas suaves palmaditas en la espalda.
―A veces tenés cada locura, nena. Me hacés acordar a mi hermanita, pero vos sos mucho más macabra.
―Así me conociste… ―dijo con una torcida sonrisa.
―Y así te quiero; pero de verdad Lara, no me hagas este tipo de bromas, me desesperan ―la abracé con más fuerza, no la soltaría ni aunque sus huesos crujieran al quebrarse.
Nos quedamos abrazadas un largo rato sin decir nada.
―Prometeme que jamás me vas a hacer esto de nuevo.
―Te lo prometo, Lucre. Me siento mal, no tendría que haber llegado tan lejos…
―No te pongas mal, tal vez la boluda fui yo, por ponerme a llorar sin siquiera comprobar si seguías respirando o no; pero me asusté tanto que…. ―no pude completar la frase, me quedé muda, abrazándola.
―Perdón.
―Bueno, no todo fue malo ―no quería que ella se sintiera tan mal, aunque se hubiera comportado de forma inapropiada―. Tengo que admitir que tenés mucho talento para la actuación ―intentaba mostrarme más calmada; aunque seguía sin ver la gracia en lo que hizo.
―Hacerse la muerta no requiere mucho talento.
―Puede ser, pero te caíste de cara al piso y ni siquiera te moviste. Te diste un golpe tremendo.
―Sí, todavía me duele ―se frotó la mejilla derecha y parte de la frente.
―Me alegra mucho. Espero que te duela, y mucho. Hasta me alegraría que te dejara un moretón en la cara. Así vas a aprender que con estas cosas no se jode.
Ella sonrió como boluda. Volvimos a la cama, la música de Radiohead seguía sonando, pero mi energía sexual estaba molida. Ella me acarició suavemente los pechos y el vientre.
―No tengo más ganas ―me quejé.
―Oh, no seas malita ―hizo pucherito con su boca; estuve a punto de derretirme ante tanta ternura.
―No Lara, todavía estoy enojada con vos.
―¿Y si te doy unos besitos? ―comenzó a besarme el cuello con delicadeza; parecía un pajarito picoteando semillas.
―No, ni con eso ―su boca se encontró con la mía; el beso me gustó mucho, aunque no moví ni un músculo para acompañarla.
―¿Y si te chupo las tetas? ―me dio suaves mordiscos en los pezones y pasó la lengua por las areolas.
―Te digo que no, en serio. Ya no estoy de humor ―siguió bajando con sus besos.
―Tal vez te cambie el humor si te chupo la concha ―me di cuenta que esa palabra me agrada sólo si venía de ella. Me dio una buena lamida en toda esa zona; por instinto abrí las piernas.
―Creeme que no, Lara ―me esforzaba por parecer enfadada pero tanto toqueteo me estaba subiendo la temperatura.
―Ya sé. Te voy a chupar el culo ―me hizo reír, ella sabía que ese era mi punto débil. Pasó su lengua por mi asterisco y el cosquilleo me calentó. Ya sentía mi vagina manando jugos, otra vez. Dejé que me lamiera por un rato.
―Pero me lo vas a tener que chupar muy bien… y más que eso.
Aumentó el énfasis de las lamidas y no se limitó sólo a mi culo, en ocasiones su lengua llegaba hasta mi clítoris y luego bajaba otra vez. En pocos segundos me hizo cambiar de opinión, mi deseo sexual se revigorizó, mientras su lengua recorría mi prohibido huequito. Con sus dedos me hizo delirar de placer, sin siquiera meterlos; con su mano izquierda me acarició suavemente el clítoris. Me tuvo un par de minutos así, subiéndome la temperatura gradualmente, mi termómetro interior reaccionaba como si lo hubieran sumergido en agua hirviendo.
―¿Estás lista mi amor? ―me preguntó con su vocecita tan cálida que era capaz de derretir la Antártida.
―Lista.
Su índice se enterró lentamente en mi culo, al principio sentí la habitual molestia pero luego mi agujero se acostumbró. Ella no forzaba la entrada, por lo que me daba tiempo a relajarme y disfrutar, al mismo tiempo frotaba mi vagina con la otra mano. Continuó hundiendo el dedo y no paró hasta que entró completo. Solté un suspiro y comencé a menear mi cadera, me invadían demasiadas sensaciones juntas y no podía controlarme. Mi mente ya había aislado el trago amargo que fue la broma de Lara, ahora sólo podía concentrarme en lo que mi novia me hacía.
―¡Uy si, que rico! Chupame la concha ―fue la primera vez que lo pedí usando esa palabra; me salió del alma sin siquiera pensarla y el morbo hizo que mi corazón latiera más rápido.
Me la chupó toda. Por momentos creí que me arrancaría el clítoris, mis gemidos se intensificaron o tal vez sonaban más fuerte debido a que la canción que oía en este momento era más suave. Supe que se trataba de “All I Need”, me pareció el tema ideal para este momento. Todo lo que necesitaba era a Lara conmigo, ella era mi felicidad. Me meneé muy lentamente, siguiendo el taciturno ritmo de la canción; sentía que estaba flotando dentro de un onírico mundo de placer.
Siguió penetrándome por atrás con su dedo hasta que la canción llegó a su fin.
Le pedí que me permitiera cambiar de posición, me puse en cuatro patas como los perritos y ella volvió a meterme el dedo ni bien abrí mis nalgas con las manos.
―Ah, cómo me gusta esto.
Me puse a pensar que tan sólo semanas antes yo ni siquiera tenía intimidad con otra persona y ahora permitía que una mujer me diera placer metiéndome dedos por el culo. Digo dedos, en plural, porque ya podía sentir que me estaba metiendo otro. Me ardió un poco, sentía que mi ano se estiraba. Miré hacia atrás. Lara estaba de rodillas a mi izquierda, se estaba masturbando copiosamente. A ella todo esto la excitaba tanto como a mí. Tal vez ella no disfrutaba tanto el sexo anal, pero me había dicho que se calentaba escuchándome gemir; más sabiendo que era ella quien lo provocaba. Se sacó los dedos de la vagina y los extendió para que yo pueda lamerlos. Sus jugos sexuales eran deliciosos. Ya no podía estar enojada con ella, aunque la broma hubiera sido de muy mal gusto, la amaba y quería disfrutar de nuestro tiempo juntas.
Volvió a masturbarse. Apreté los dientes y comencé a resoplar, me estaba metiendo los dedos con fuerza; noté gotitas de sudor bajando por mi frente. Empecé a mandarme dedo yo también, mi vagina lo agradeció enormemente.
―¿Te gusta mi amor? ―me preguntó al oído.
―Me encanta.
―Se te está abriendo el culo.
―Abrímelo todo, hermosa. Mi culo es todo tuyo ―sólo con ella me atrevería a decir semejante cosa.
Se arrodilló detrás de mí y metió la cara entre mis nalgas, ella misma se encargó de separarlas. Mi ano estaba dilatado, lo supe cuando ella introdujo la punta de su lengua en él, casi me vuelvo loca. Me lo lamió tan rico que acabé pocos segundos después. Mientras mi orgasmo se intensificaba ella metió cuatro dedos, dos por mi vagina y otros dos por atrás. Apreté las sábanas con uñas y dientes. Lara no apartó los dedos hasta que me tranquilicé.
―¿Fueron dos? –me preguntó.
―No, creo que fue uno solo, pero fue muy intenso ―me acosté boca arriba en la cama―. Venga para acá, mi reina.
Lara sonrió y se sentó sobre mi boca, de frente a mí, de esa forma ella podía mirar hacia abajo y encontrarse con mis ojos. Empecé a chuparla abriendo y cerrando mi boca, como un pez fuera del agua. Estaba muy mojada. Ella sobó sus pechos sin dejar de mirarme, podía escuchar su agitada respiración. Tuve que masturbarme una vez más, la situación lo ameritaba. Mi novia era divina, su blanca y suave piel brillaba con la luz, sus redondas tetas se veían preciosas desde esta posición. En pocos segundos mi boca comenzó a llenarse de flujo vaginal, estaba teniendo un orgasmo. Cerró los ojos y llevó su cabeza hacia atrás. La chupé sin parar todo el tiempo, y en lugar de detenerme, seguí. Me estaba tragando todos sus jugos y yo también estaba cerca del tercer orgasmo de la noche.
―¡Así, así! Ah, viene otro ―me anunció.
Aceleré mis movimientos y su segundo orgasmo llegó casi detrás del primero. Se pellizcó los pezones y se meneó de atrás hacia adelante repetidas veces, hasta que cayó rendida a mi lado. Tuve que seguir tocándome un rato más mientras ella me miraba y acariciaba mis pechos. Cuando estallé una vez más, me besó. Tenía ese don de hacer lo que yo deseaba, sin necesidad de pedírselo.
―Me gustó Radiohead ―me dijo cuando ya estábamos tranquilas y abrazadas―. Me tenés que prestar algún CD de ellos.
―¿De verdad te gustó? ―me puso muy contenta saber que ella quería seguir escuchando mi banda favorita―. Te voy a prestar dos, que son los que más me gustan. Uno se llama In Rainbows y el otro Ok Computer; si tenés buen oído te vas a dar cuenta de que son espectaculares. Eso sí… si los rompés, te mato, pero te mato en serio ―sonrió y yo mantuve mi ceño fruncido―. No me estoy riendo Lara, los vas a cuidar como si fueran de oro.
―Te prometo que los voy a cuidar mucho. Estuvo buena la idea de usar esa música para este momento.
―Nunca se lo cuentes a Thom Yorke. Una vez leí una entrevista suya en la que decía que se había enojado con un fan que le confesó que escuchaba la música de Radiohead cuando tenía relaciones sexuales.
―Eso es porque nunca nos vio a nosotras.
―En eso tenés razón.
Fuimos hasta el baño riéndonos y nos dimos una ducha rápida.
Esa noche dormimos desnudas, muy pegadas una a la otra; fue la primera vez en mi vida que pude dormir junto a mi pareja oficial. Lara me hacía tan feliz que poco me importaba que fuera mujer.

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