La MILF más Deseada [10].



Modelo de la Foto: Cherie DeVille.


Capítulo 10.



—1—



Diana aguardó, sentada en silencio en el sofá. Pudo escuchar la puerta abrirse y la voz de su hijo, conversando con un hombre a lo lejos. Ésto puso tensa a la rubia, porque el modelo ya era una persona real, no alguien hipotético; y ya estaba en su casa. Ella debería posar en actitudes absolutamente eróticas junto a un hombre que no conocía, mientras su propio hijo les tomaba fotos. El corazón se le fue acelerando a medida que las voces se acercaban al living. La idea de tener un momento de clara índole sexual con un desconocido le traía recuerdos muy excitantes, sobre las veces que estuvo en situaciones similares. Pero ya no tenía tiempo para fantasear, el hombre había llegado.



El modelo que contrató su hijo superó todas las expectativas de Diana, era un tipo realmente atractivo, con el cuerpo musculoso y bronceado, una sonrisa encantadora, y el pelo negro prolijamente cortado; a ella le agradaban mucho más los hombres con el pelo así.

—Diana, te presento a Lautaro —dijo Julián—. Lautaro, ella es Diana. Julián mantuvo un trato impersonal, para no exponer el hecho de que esa mujer con lencería erótica era su propia madre.

El recién llegado besó a la rubia en ambas mejillas y no dejó de mostrar sus blancos dientes en una gran sonrisa.

—Encantada de conocerte.

Diana se sentía como una adolescente que de pronto descubre que aquel chico que le enviaba notas en secreto, era el más hermoso de la clase. A pesar de que no hubo comunicación previa entre ellos, Diana tuvo tiempo de imaginar cómo sería, y por un momento llegó a pensar que su hijo buscaría al modelo más económico que pudiera hallar. Eso, en su mente, se traducía como: buscar un tipo medio feo, pero con la verga lo suficientemente grande como para ser modelo porno. Sin embargo el recién llegado la hacía sentir incómodamente bien. No podía creer que tuviera que realizar poses sexuales junto a un tipo con un físico tan bien definido. A Diana no le gustaba verse por encima de nadie, pero, inevitablemente, siempre había sentido ese pequeño aire de superioridad ante los hombres, sabiendo que ella era la más hermosa en la pareja. Incluso cuando estuvo con el Tano, y a pesar de la forma en la que él la trató, siempre se vio a sí misma como el “premio mayor”; aquello que el Tano debía esforzarse por alcanzar, y por mantener. Sin embargo Lautaro era el primer hombre que la hacía dudar acerca de su posición. Él le parecía mucho más atractivo de lo que ella podría ser, y además era más joven, no debía tener más de treinta años. De pronto la rubia ya no se sintió como un premio que debiera ser ganado, sino que experimentó la situación desde la perspectiva de todos los que la habían deseado. Ahora era ella la que suplicaba mentalmente tener una oportunidad con ese atractivo hombre. Sabía que en parte la tendría, por el contexto de la fotografía erótica, pero ella quería más. Deseaba demostrarle a Lautaro todo lo mujer que ella podía llegar a ser. Quería causarle la mejor impresión posible.

—No me habías dicho que la modelo era tan hermosa, —le dijo Lautaro a Julián.

Diana empezó a reírse, sintiéndose aún más como una adolescente ingenua e inexperta. Además de atractivo, el tipo le resultaba encantador. Sólo con su sonrisa era capaz de dejarla anonadada.

—Y a mí nadie me dijo que tendría que posar junto a un modelo tan… bien parecido.

—Bueno, me alegra que se sientan cómodos el uno con el otro, —dijo Julián—. Me gustaría empezar con la sesión de fotos lo antes posible, para los tres el tiempo es dinero.

—Así es. Yo ya estoy listo —aseguró Lautaro—. ¿Tienen algo en mente?

—Emm… no, no pensamos en nada en particular, —dijo la rubia.

—Iremos improvisando, —dijo Julián, mientras hacía los últimos preparativos a la cámara—. De momento, Diana, podrías sacarle la camiseta a Lautaro, lentamente… así saco algunas fotos de eso.

Diana asintió con la cabeza, mentalmente agradeció que su hijo le pidiera hacer algo sencillo, para ir entrando en clima. Le hubiera sido muy difícil si de entrada le pedía que se metiera la verga en la boca. Aunque la curiosidad la llevaba a pensar cómo sería el miembro del modelo. Le quitó lentamente la camiseta a Lautaro, maravillándose con sus marcados abdominales y pectorales. Sin lugar a dudas ese tipo pasaba largas horas en el gimnasio. Diana comenzó a acalorarse, instintivamente, como si se tratase de un amante; empezó a acariciar los músculos del torso de Lautaro, mientras él terminaba de sacarse la camiseta.

—Ahora lo mismo, pero con el pantalón —pidió Julián, sin dejar de tomar fotografías.

La rubia sonrió instantáneamente al mirar a los ojos a Lautaro, acababa de conocer a ese hombre, pero ya estaba fascinada por él. Le hubiera gustado conocerlo en otro contexto, como en una discoteca, para jugar un poco con él; pero al compartir una sesión de fotos eróticas, podía sacarle mucho provecho a la situación. Ella lo despojó de su pantalón, para encontrarse con un apretado bóxer blanco, que dejaba bien marcado el voluminoso paquete del modelo. Diana no perdió tiempo, llevó su mano hasta el bulto y lo acarició suavemente. Una potente ola de calor recorrió su cuerpo a medida que el bulto fue creciendo. Le encantaba saber que estaba produciendo ese efecto en un hombre tan atractivo. No esperó a que su hijo le diera más indicaciones, se puso de rodillas ante Lautaro y apretó el bulto con fuerza, él le acarició sus rubios cabellos con gentileza, como si fueran amantes de toda la vida.

Julián estaba sorprendido por cómo su madre había tomado la iniciativa, pero ésto le gustó. Le agradaba verla en ese estado, evidentemente cachonda, acariciando el pene de otro hombre. Como este hombre era un completo desconocido, y solamente era un modelo al que se le estaba pagando, él no sintió ningún tipo de celos. Se limitó a tomar las mejores fotografías que le fuera posible.

Diana, más llevada por la calentura que por el profesionalismo, bajó el bóxer hasta las rodillas de Lautaro, para maravillarse ante la aparición de un pene tan grande como el de su propio hijo… quizás incluso un poco más grande. Aún no estaba completamente erecto, pero sí lo tenía completamente depilado. Tomo nota mental, le pediría a Julián que se depilara de la misma manera, era muy agradable a la vista. Ella se aferró al pene con una mano y comenzó a masturbarlo lentamente. Desde arriba, Lautaro la miraba con una simpática sonrisa, que a ella la derretía. Su concha ya estaba completamente húmeda y se relamía los labios imaginando todo lo que podía hacer con esa verga.

Lentamente la recorrió con su lengua, desde el glande hasta los testículos. Repitió esto dos veces y luego se dijo a sí misma que Lautaro no era hijo suyo, por lo que no tenía sentido limitarse; con él podría soltarse.

Abrió la boca y tragó la mitad de la verga, y sin esperar a que nadie le dijera nada, empezó el vaivén de cabeza típico de una mamada. Ella estaba feliz, chupando esa pija con total naturalidad, de la misma forma en que se la había chupado tantas veces a su amante, el “Tano”. Diana quería demostrar que era una buena petera, quería que Lautaro quedara impresionado con su talento, por eso empezó a chupar con más ganas, haciendo un gran esfuerzo por tragar la verga completa. Lautaro la agarró de los pelos, sin excesiva fuerza, y la ayudó con la tarea de menear la cabeza de atrás hacia adelante. Ella ya lo estaba haciendo a buen ritmo, mientras se acariciaba la concha. Ya había perdido la noción de que eso era una sesión de fotos, ya no le importaba demasiado; estaba chupando una pija bastante grande y eso era todo lo que le importaba.

No se olvidó de darle unos buenos chupones a los testículos, pero tampoco les dedicó demasiado tiempo, su fascinación estaba en tragar esa verga tanto como le fuera posible, incluso aunque su saliva chorreara por la comisura de sus labios. Le encantaba sentirla dura dentro de su boca, y que la forzara a abrir la mandíbula al límite. Podía sentirla hasta el fondo de su garganta, y se preguntó más de una vez si conseguiría hacer acabar a Lautaro. Pero en realidad aún no quería que él acabara, todavía quedaba más para probar, podía ir mucho más lejos.

Después de estar varios minutos chupando la pija sin parar, Diana se puso de pie. Sonrió al modelo y sin decir nada dio media vuelta y se bajó la tanga, mostrándole a Lautaro lo mojada que tenía la concha. Acto seguido se puso de rodillas sobre un sillón, posando los brazos en el respaldar. Levantó la cola y le guiñó un ojo al modelo, como invitándolo a pasar.

Lautaro miró al fotógrafo y cuando Julián le indicó, con una seña, que podía proseguir, se acercó a la rubia, con la verga en su mano. No la penetró, aún no. Empezó a masajear esa concha húmeda y lampiña usando la punta de su verga. Ésto estimuló mucho a Diana, quien suspiró y comenzó a frotarse el clítoris. Las caricias que le proporcionaba el glande le hicieron recordar que llevaba años sin que le metieran una pija de ese tamaño. No podía aguantar más, la quería sentir dentro. Ella misma retrocedió, provocando que buena parte de la pija se le clavara dentro de la concha. Con un gemido le indicó a los dos hombres que había disfrutado mucho de esa penetración.

La concha le dolía, porque la tenía desacostumbrada a los penes grandes. El consolador la ayudó un poco a no estar tan estrecha, pero ese juguete plástico no era tan grande como la verga. Podía sentir cómo el agujero de su concha se dilataba dolorosamente, pero no le importaba, porque era un dolor dulce, lleno de placer.

Lautaro la tomó por la cintura y empezó a menearse lentamente, dando tiempo al fotógrafo a capturar cada momento. Pero Diana estaba impaciente, quería que se la cogieran, bien cogida. Llevaba años fantaseando con que otra pija de ese tamaño la hiciera feliz, y ahora que tenía la oportunidad no la iba a desperdiciar. Ella misma comenzó a menear su cuerpo, provocando que casi toda la verga saliera, para luego clavarse con fuerza en lo profundo de su sexo. La rubia dejó salir un quejido, que denotaba tanto dolor como placer. Pero ésto no la detuvo, repitió el movimiento con la misma fuerza, consiguiendo así otra intensa penetración. Ese vaivén castigó su concha, el dolor se hizo mayor, sin embargo venía acompañado de tanto morbo y goce, que Diana estaba decidida a tolerarlo. Incluso lo hubiera hecho si el sufrimiento fuera un poco más grande, porque este embriagante dolor ya lo había experimentado antes en su vida, cuando el Tano la penetraba antes de que ella estuviese completamente dilatada. Con él había descubierto lo mucho que podía disfrutar con esa práctica.

Julián estaba sorprendido por la actitud de su madre, la había visto excitada antes, pero no con otro hombre. Supuso que a ella le costaría soltarse ante el modelo, que pasarían varias sesiones hasta que se animara a llevar a cabo una penetración, pero allí estaba ella, resoplando como una yegua en celo, sin dejar de moverse. Sus grandes tetas se sacudían con el vaivén, y la gran verga se perdía completamente en el interior de su concha. Él aprovechó para sacar fotos de todo lo que pudo, le hubiera gustado que los movimientos de su madre fueran más lentos, pero ella parecía tan a gusto con las penetraciones que no se animó a pedirle que frenase un poco el ritmo. El chico capturó varias imágenes de su madre, en marcado gesto placer, y de a poco fue girando alrededor de ella, para fotografiar su cuerpo desde distintos ángulos, para por fin centrarse en esa lampiña concha que parecía dilatarse cada vez más. La verga entraba y salía con poca dificultad, y Julián sabía que eso se debía totalmente al trabajo que hacía su madre, porque Lautaro ni siquiera se estaba moviendo.

—Diana —dijo Julián—. ¿Qué tal si ahora te ponés boca arriba, con las piernas bien abiertas?

—Perfecto —dijo la rubia, con un jadeo.

Ella agradeció la idea de su hijo, le gustaba estar en cuatro, recibiendo una buena pija, pero Lautaro era un hombre digno de ver. Estando boca arriba podría disfrutar de ese adonis bronceado. Sin mucho preámbulo, la rubia se acostó en el sofá y abrió las piernas tanto como pudo, exponiendo obscenamente toda su concha. Julián aprovechó a sacarle una foto, antes de que la verga volviera entrar, para dejar constancia de lo dilatado que estaba el sexo de la rubia.

Lautaro apuntó con su pija a la concha de Diana, jugó con ella unos segundos, moviendo el glande por fuera, frotándole el clítoris. Ella disfrutó mucho de esto, pero más le gustó cuando la verga se clavó hasta el fondo. Soltó un potente gemido de placer que, probablemente, habrían escuchado todos sus vecinos. Pero ésto no la detuvo, cuando el vaivén comenzó, sus gemidos se intensificaron. Ahora sí parecía una verdadera actriz porno. Julián no veía la necesidad en que su madre gritara de esa manera, ya que nada de eso quedaría registrado en las fotos; pero le produjo tanto morbo escucharla gozar así, que no hizo ningún comentario al respecto.

Diana se moría de ganas de suplicar por la pija de Lautaro, como antaño lo había hecho con la del Tano; pero se reprimió, no quería espantar al modelo. Se suponía que ésto debía ser una sesión de fotos, y no una película porno. Sin embargo, mientras la verga entraba y salía de su sexo, ella se imaginaba en el rol de una actriz porno profesional, y se calentó con la idea de que muchos la vieran excitada, teniendo sexo. Al fin y al cabo eso ocurriría, pero en fotos.

La rubia se quedó en esa posición, recibiendo fuertes embestidas de ese hombre, como si ya fuera su nuevo amante. Con la mirada lo alentó a que le diera más fuerte, y él pareció entender el mensaje. Las penetraciones se hicieron más potentes, y ella continuó con sus gemidos de placer. La concha le chorreaba jugos sexuales, y la verga le llenaba cada rincón de su cueva femenina.

Pasado un rato, cuando supuso que Lautaro estaba llegando el clímax, se arrodilló en el piso y empezó a chuparle la pija una vez más. Lo hizo con mayor desenfreno, y en poco tiempo recibió su premio. Tenía ganas de tragar todo, pero como era una sesión de fotos, sacó la verga de su boca y permitió que el semen le cayera por toda la cara, a grandes chorros.

Julián pensó que esta escena valía oro. Dando lo mejor de su desempeño profesional, tomó fotos de todos los ángulos que pudo. Le hizo señas a su madre para que no mirase hacia la cámara, y que siguiera mamando como si estuviera sola con su amante. Ella entendió a la perfección, y volvió a tragarse esa verga, con mucho gusto. Le dio un par de fuertes chupones, y siguió tragando.

—Bueno, creo que ya tenemos fotos más que suficientes —dijo Julián, bajando la cámara. La rubia no abandonó su posición, siguió comiendo pija con gran entusiasmo—. Diana… ya terminamos. —No hubo respuesta, Lautaro miró a Julián, como pidiendo disculpas… la rubia seguía, con la cara llena de leche, tragando tanta carne como le era posible—. ¡Diana! —Exclamó… su madre lo miró de reojo, sin sacarse la verga de la boca—. Ya terminamos con la sesión de fotos… podés liberar a Lautaro....

—¡Ay, perdón! ¡Qué vergüenza! —Dijo Diana, limpiándose la comisura de los labios con la punta de los dedos—. Es que… me metí mucho en el papel. Quería hacerlo bien.

—Y lo hiciste de maravilla —aseguró Julián—. Pero ya no es necesario seguir, tenemos muchas fotos.

—Sí, sí… entiendo… este… bueno, un placer trabajar con vos, Lautaro… un gran placer.

—Lo mismo digo, Diana. Fue un gusto —el modelo le sonrió con simpatía, mientras se limpiaba el pene con una toallita húmeda que le brindó Julián—. Bueno, creo que me voy retirando… ustedes tendrán cosas importantes de qué hablar. Em… Julián, ya sabés cómo localizarme, si tenés en mente hacer otra sesión, contá conmigo.

—Por supuesto —dijo el chico—. Gracias por venir. Fue todo bastante rápido, y salió muy bien. Así da gusto trabajar.

Julián acompañó al modelo hasta la puerta, y luego regresó.

—Se ve que la pasaste muy bien con el modelo —dijo, luego de despedir a Lautaro.

—La pasé de maravilla…

Julián contempló el cuerpo de su madre, meses atrás ni siquiera se hubiera atrevido a fantasear con la idea de verla así. Ahora estaba acostada boca abajo, a lo largo del sofá, con la cola bien parada y las piernas algo separadas, de su lampiña concha goteaban flujos; sus grandes tetas estaban apretadas contra la cuerina del sofá, y la rubia tenía toda la cara salpicada de blanco semen. No pudo tolerarlo más, llevaba largos minutos aguantando una fuerte erección dentro del pantalón. Sacó su verga y en cuando Diana la vio sonrió con lujuria.

—¿Vos también me vas a dar pija?

Julián quedó boquiabierto, no podía creer que su propia madre le estuviera diciendo eso, aún tenía que procesar otras barbaridades que ella le había dicho. Decidió no darle más importancia de la que tenía, al fin y al cabo era un simple juego que Diana empleaba para estar más a tono con la situación. Con su pene rígido se acercó a su madre, la tomó de los pelos, y sin decirle nada, le clavó la verga en la boca, tan hondo como pudo.

Diana recibió ese segundo miembro viril con un ahogado gemido de placer, su lengua automáticamente comenzó a explorar cada centímetro de aquella verga, que tenía bien metida en la boca. Julián volvió a su tarea de tomar fotos, Diana miró la cámara con sensualidad. El chico pensó que esa era una de las imágenes más morbosas que había visto en su vida: una hermosa rubia cuarentona, con la cara llena de semen y una gruesa verga en la boca… y para colmo se trataba de su propia madre, quien tenía una lengua muy inquieta. Si hubiera sabido que ella se pondría así de cachonda con el modelo, lo hubiera contratado mucho antes.




—2—




Dos días después Diana se encontraba sola en su casa, algo que últimamente no ocurría con demasiada frecuencia. Julián había salido con sus amigos y dijo que volvería tarde. La rubia decidió ponerse algo de ropa sexy, sólo porque la hacía sentir bien, optó por el conjunto de tanga y corpiño negro, con sus respectivas medias y portaligas. Se miró al espejo desde todos los ángulos que pudo hacerlo, incluso se agachó y separó sus nalgas, para ver cómo se le dibujaba la línea de la concha en la fina tela negra. Arriba de la ropa interior sólo se puso un corto camisón, también negro, que apenas le cubría desde la mitad de la cola para arriba, y dejaba mucho escote por delante. Estuvo paseando por la casa, vestida de esa manera, mientras ordenaba algunas cosas. Luego decidió recostarse en el sofá, a mirar televisión. Llevaba unos veinte minutos en esta posición cuando escuchó el timbre.

Se sobresaltó, porque no esperaba a nadie, y para poder atender debería vestirse completamente, ya que estar vestida así era casi como ir desnuda… o tal vez peor. Antes de cambiarse espió por la mirilla y, sorprendida, corroboró que se trataba de Lucho y Esteban. No entendía qué hacían allí, pero recordó la última vez que se encontró con ellos, y se acaloró. Decidió darle una bonita sorpresa a los chicos. Abrió la puerta y, escondiéndose detrás de ella, les pidió que pasaran.

Una vez que ellos entraron, cerró la puerta. Los amigos de Julián se quedaron boquiabiertos al verla vestida de forma tan provocativa.

—¿Qué los trae por acá, chicos? —Preguntó ella, con una natural sonrisa.

—¡Diana! —Exclamó Esteban—. No me esperaba encontrarte vestida así… ¿ésta es la ropa que usás todos los días? Si es así, ¿Cuándo me puedo mudar a tu casa?

Diana se rió.

—No me visto así todos los días, sólo cuando me dan ganas… y hoy estaba sola, bueno, pensé que iba a estar sola. ¿A qué vinieron?

—A saludarte —dijo Lucho, mirándole las tetas sin disimulo—. Mejor dicho, a saludarlas a ellas —señaló los pechos. Una vez más, la rubia dejó escapar su risa.

—Julián no está, y no creo que hayan venido a saludarme a mí… o a ellas —meneó un poco las tetas.

—La verdad es que nos mandó Julián —dijo Esteban—. Venimos a buscar algunos juegos de PlayStation, para llevar a la casa de Bruno… esta noche nos vamos a quedar allá.

—Ah, qué bien… bueno, busquen los juegos que necesitan.

—¿Ya nos estás echando? —Preguntó Lucho.

—Es que me agarraron en un mal momento, como la última vez. No crean que me olvidé de lo que pasó… ustedes se portaron muy mal conmigo. —Los dos chicos agacharon la cabeza, apenados—. Puede que yo haya dicho algunas cosas inapropiadas, y estaba un poco borracha, pero ustedes no dudaron en sacar ventaja de eso.

—Perdón, Diana —dijo Esteban—. Es que estabas demasiado sexy… y bueno, las cosas que dijiste. No es una justificación, sabemos que nos portamos mal, pero…

—¿Pero?

Como Esteban no dijo nada, fue Lucho el que habló, lo hizo mientras admiraba el cuerpo de la rubia en ese sugerente conjunto de ropa interior.

—Pero nosotros tenemos fantasías con vos desde hace rato. Sos demasiado hermosa. —Este comentario hizo sonreír a Diana—. No queríamos propasarnos, pero entendimos que vos andabas con ganas… de hacer algo.

—¿Con ustedes? Están muy equivocados. Son los amigos de mi hijo, Julián se volvería loco si se enterara de que hago algo así con ustedes.

—Nunca se lo contaríamos a Julián, —se apresuró a decir Esteban, sin apartar la mirada de esa pequeña tanga negra, en la cual se marcaban los labios vaginales de la rubia—. Nunca.

—No pasa sólo por eso, —dijo Diana—. Ustedes son chicos… tienen unos 19 años, no más. Y por más que Julián no se entere, yo sentiría que lo estoy traicionando de alguna manera. Quítense esas ideas de la cabeza, porque no va a pasar.

—Podemos entender que no va a pasar —dijo Lucho—, pero las fantasías van a seguir estando ahí.

—Mientras no me molesten, pueden fantasear con lo que quieran. Eso no se los puedo prohibir.

Los chicos la admiraron en silencio durante unos segundos, como si no le importara la cosa, Diana se dio media vuelta y caminó hacia el sofá del living, sabiendo que los amigos de su hijo le miraban fijamente el culo, que estaba prácticamente al desnudo. Cuando los chicos se unieron a ella junto al sofá, Esteban dijo:

—Diana ¿te puedo pedir un favor?

—Presiento que ese favor no me va a gustar nada —dijo la rubia—. ¿Qué tenés en mente?

—Emmm… me gustaría sacarte una foto, así como estás vestida ahora mismo… te… te prometo que no se la muestro a nadie. Es sólo que…

—¿Una foto? —Preguntó Diana, con una sonrisa picarona. Le hizo gracia la ironía de la situación, ahora ella era una modelo porno, y había posado muchas veces frente a una cámara, pero nunca con un fotógrafo que no fuera su hijo. La idea la entusiasmaba—. Está bien, si con eso consigo que no insistan más con este asunto, entonces sí me pueden sacar un par de fotos. —Los chicos se miraron entre sí, como si no pudieran creer lo que oían—. ¿Y qué esperan? Mejor háganlo de una vez, antes de que me arrepienta.

Ambos se apresuraron a sacar su celular del bolsillo. Apuntaron las cámaras hacia Diana, ella permaneció de pie, con los brazos en jarra, no era una posición demasiado sensual, pero le permitía a Esteban y Lucho admirar toda la belleza de ese cuerpo.

—¿Ya está? —Preguntó Diana, luego de un par de segundos.

—Emm… ¿podrías darte la vuelta? —Preguntó Lucho, con las mejillas enrojecidas.

—Ah, ustedes se quieren toquetear mirando fotos de mi culo…

—¿Te molestaría que hiciéramos eso? —Preguntó Esteban.

—Si mantienen las fotos para ustedes, no me molesta. Como les dije, no puedo impedirles que fantaseen. Está bien, me doy vuelta.

Dicho esto la rubia giró sobre sus talones, exponiendo toda su retaguardia una vez más, giró la cabeza hacia atrás, dedicando una cálida sonrisa a las cámaras, supo que ésta vez la imagen sería mucho más sensual, y para darle un poquito más de picante al asunto, se inclinó un poco hacia adelante. Ésto permitió que su cola se levantara, y como tenía las piernas levemente separadas, se podía ver el apretado triángulo que formaba la tanga, justo donde estaba su voluptuosa vulva. Diana vio como Lucho se arrodillaba en el piso, como si quisiera rezar una plegaria al culo de la rubia. Apuntó la cámara de su teléfono y fotografió esas imponentes nalgas.

—¡Hey, eso es trampa! —Se quejó Diana—. Desde ahí me ves todo…

—Perdón, es que estás demasiado hermosa con ese conjunto… demasiado sexy… no podía perder la oportunidad de sacarte una foto así…

—Qué vivo que sos. Yo muestro la mejor voluntad, y ustedes enseguida buscan la forma de sacar provecho.

—No te lo tomes a mal, Diana… —dijo Esteban—. Al contrario, deberías sentirte halagada… sos hermosa y… mirá la reacción que nos provocás —señaló su propia entrepierna, y era evidente que tenía una erección, su pantalón parecía una carpa recién montada.

—¡Upa! ¿Ya se les puso así, con tan poquito?

—¿Te parece poco? —Preguntó Lucho—. Estás vestida como una diosa erótica… y tenés un culo monumental. A mí también se me paró…

—Bueno… tal vez ahora sí me siento un poquito halagada. No me malinterpreten, eso no significa que vaya a hacer nada con ustedes. Pero es lindo saber que todavía produzco esa clase de efecto en los hombres.

—¿Y no te molesta saber que nos vamos a hacer la paja mirando tus fotos? —Preguntó Esteban.

—Mmmm… no, creo que no… mientras no le pasen las fotos a nadie más. Me voy a sentir un poquito rara cuando los vean, sabiendo que estuvieron tocándose mientras pensaban en mí, y mientras miraban esas fotos. Pero no me molesta…

—Genial, porque a estas fotos les pensaba dedicar más de una —dijo Esteban—. Y no te preocupes, no se las vamos a pasar a nadie… mucho menos sabiendo que nosotros tuvimos el honor de sacarlas.

—Ay, qué dulce… —la rubia sonrió—. Sabiendo que las van a valorar, y que no se las van a pasar a nadie… puedo permitirles que saquen algunas fotitos un poquito más… candentes ¿les parece? —Ambos asintieron con la cabeza—. Bueno, está bien… con ésto van a poder fantasear de lo lindo, y estoy segura de que nunca me vieron así…

Diana se sentó en el sofá y separó las piernas tanto como pudo, exponiendo su vulva, que quedó apretada en la pequeña tanga. Los gajos de concha se asomaban a los lados de la tela. Ambos chicos empezaron a fotografiarla, de rodillas, como si ellos fueran los súbditos de una diosa sexual. Esta misma idea cruzó por la mente de Diana, y la encontró muy divertida.

—No tengan miedo, chicos. No soy tan mala. Pueden acercarse un poquito y sacar fotos más de cerca, sé que se mueren por hacerlo.

Ninguno de los chicos esperó a que la rubia lo pidiera dos veces, se acercaron tanto como les fue posible. Incluso hubo algunos codazos entre ellos, para quedarse con la mejor posición. Pero al ver que la rubia levantaba un poco las piernas, exponiendo más su vulva apretada en la tanga, sólo se concentraron en tomar fotos.

Diana quiso llevar las cosas un poco más lejos, llevó la mano derecha hasta su entrepierna y comenzó a acariciarla lentamente. Su cuerpo vibró de placer, tocarse de esa forma frente a los amigos de su hijo la hacía sentir como una puta, pero durante muchos años se había prohibido disfrutar de un momento así, y ahora no dejaría pasar la oportunidad.

—Diana, ¿te puedo hacer una pregunta? —Esteban habló levantando la cabeza, para contemplar a esa diosa rubia de grandes tetas—. Es algo muy personal… así que voy a entender si no querés contestar.

—¿Y qué querés preguntar? No me voy a enojar, pero tampoco te aseguro una respuesta.

—Emm… ¿vos te hacés la paja?

La rubia soltó una risita nerviosa, como si volviera hacer la adolescente inocente que alguna vez fue. Semanas atrás ni siquiera hubiera considerado responder a esa pregunta, hasta la hubiera considerado ofensiva. Pero en ese preciso momento, con los grandes cambios que había sufrido su vida, hasta le agradó que Esteban le planteara esa duda.

—Hoy andan con suerte —comenzó diciendo Diana—. Estoy un poquito cachonda… —hizo una breve pausa para admirar el brillo en los ojos de esos dos chicos. La ilusión palpitaba en ellos—. Por eso les voy a responder honestamente. La verdad es que sí, me hago la paja… y me gusta hacerlo. Con más frecuencia de la que se imaginan. —No lo estaba viendo, pero se imaginaba cómo los penes de los chicos se ponían aún más duros que antes. Ella siguió acariciándose la entrepierna, por encima de la tela esa pequeña tanga—. Últimamente ando re pajera. Pensé que después de probar una buena pija se me iba a pasar, pero no fue así… hasta me quedé con más ganas.

—¿Pro… probaste? ¿Eso fue hace poco? —Quiso saber Lucho.

—Sí… hace apenas dos días. Un… amigo vino a visitarme. Uno muy lindo, muy varonil… muy viril.

—¿Te cogió? —Lucho ya se estaba tocando la verga por encima del pantalón.

—Me cogió mucho… y bien cogida. Fue hermoso… hacía rato que no me metían una verga así. —Diana sabía que se estaba pasando de la raya con sus confesiones, y que tal vez luego lamentaría haberlo hecho. Pero en ese momento la calentura era más fuerte, y ya podía sentir su concha humedecida. La fascinación con la que la miraban Lucho y Esteban la embriagaba—. Andaba necesitando una buena cogida… con chupar la verga de la otra vez, no me alcanzó… necesitaba algo más. Necesitaba algo bien duro en la concha.

—¿Podemos… podemos verte la concha? —Las palabras de Lucho fueron más una súplica que una pregunta.

—No, chicos… eso no. Porque sé que van a intentar si me la ven… —Ella cerró lentamente sus piernas—. Creo que ya les mostré más que suficiente.

—¿Y las tetas? —Se apresuró a preguntar Esteban—. ¿Te molestaría mostrarnos las tetas?

—Mmmm —Diana pensó, con una sonrisa picarona en los labios—. Eso podría ser… bueno, está bien. Pero sólo las tetas.

Ella se desprendió el corpiño en apenas un instante, pero para quitárselo demoró un poco más. Jugó con la expectativa de los chicos. Primero les dejó ver la parte superior de sus tetas, hasta que luego, por fin, apartó el corpiño, exponiendo sus duros pezones.

Los chicos se pusieron de pie de un salto, sus crecidos bultos apuntaban directamente a la rubia, como si estuvieran señalando a la culpable de su excitación.

—Uy, pero cómo tienen eso… ¡les va a reventar el pantalón!

—Yo ya no aguanto más tenerla dentro del pantalón —dijo Esteban—. Ya me duele…

—No se les vaya a ocurrir sacarla…

—¿Te daría vergüenza vernos la verga? —Preguntó Lucho.

—No, vergüenza no… no le tengo miedo a un par de vergas.

—Entonces, permiso…

Al decir esto, Esteban liberó su pene del pantalón, exponiéndolo largo y duro, en todo su esplendor. Lucho no se quedó atrás, también dejó salir su verga, que era un poco más gruesa que la de su amigo, pero no tan larga. Los ojos de Diana se iluminaron al ver tan imponentes miembros masculinos. No llegaban a ser como el de su hijo, o como el de Lautaro, pero se acercaban bastante.

—Ay, chicos… ¡qué zarpados! ¿Ahora tengo que estar viéndoles el pito?

—Dijiste que no te daba miedo —Le recordó Lucho.

—No, miedo no es… es otra cosa. En fin, ¿no iban a sacarme fotos de las tetas? Aprovechen ahora, porque se les está terminando el tiempo.

De inmediato los dos comenzaron fotografiarla, Diana posó para ellos con su sonrisa más simpática, mientras se acariciaba los grandes pechos. Hizo de modelo durante unos minutos, con la misma naturalidad que lo hubiera hecho delante de su hijo, y luego se puso de pie, pasando junto a Lucho y Esteban, que la siguieron con la mirada.

—Bueno, ya está —dijo la rubia—. Creo que tienen material más que suficiente para matarse a pajas pensando en mí. No pueden decir que no fui buena con ustedes.

—Sos muy buena, Diana —aseguró Esteban—. Pero… me gustaría una última foto…

—Ya les dije que no les voy a mostrar la concha…

—No me refería a eso… ni siquiera tendrías que sacarte nada más de la ropa.

—¿Y qué tenés en mente? —Preguntó Diana, con un atisbo de curiosidad.

—Quiero… si no te molesta… una foto… en la que yo esté agarrándote las tetas. Por favor… sólo eso…

—Ah… me parece un poquito subido de tono. Y ya me manosearon las tetas la vez pasada ¿o piensan que me olvidé de cómo se aprovecharon de mí?

—No queremos aprovecharnos —dijo Esteban—. Por eso te pido permiso… si no querés, no me voy a enojar.

—Bueno… si se portan bien, puedo permitir eso. Una foto con las tetas.

—¿Una para cada uno? —Preguntó Lucho, lleno de ilusión.

—Creo que no tengo más opción, sería injusto decirle que sí a uno, y no al otro. Está bien, una foto para cada uno.

La sonrisa de los amigos se volvió incluso más radiante de lo que ya era. El primero en posar fue Esteban. Se paró detrás de la rubia y le entregó su celular a Lucho. Sus manos se aferraron con fuerza a los grandes y tibios pechos de Diana. Ella sintió una embriagante ola de placer. Pero Esteban no se iba a quedar allí sin hacer nada. Aprovechó que tenía la verga bien erecta, y fuera del pantalón. Con un leve movimiento de su cadera logró posicionarla justo detrás de la vulva de la rubia, y presionó con fuerza, como si fuera a penetrarla. A Diana no pareció molestarle, ya que no hizo ningún comentario al respecto, se limitó a sonreír para la foto.

Esteban no desperdició su gran oportunidad, con sus manos recorrió cada rincón de las tetas de la rubia, y le pellizcó los pezones con descaro. Mientras tanto, restregó su pene contra la vulva de Diana, con tanta fuerza que, de no ser por la tanga, la hubiera penetrado.

Diana podía sentir su concha dilatándose y humedeciéndose ante las insistentes embestidas de Esteban, y todo su cuerpo parecía estar conspirado en su contra. No quería que el amigo de su hijo la penetrara, sin embargo su calentura estaba creciendo tanto que le fue imposible no acompañar esos movimientos con algunos meneos de su cadera. Ésto incentivó más a Esteban, que se prendió a Diana como si fuera una muñeca inflable. Como Lucho notó que algo ocurría, demoró las fotos tanto como pudo, para ayudar a su amigo. Tuvo que ser Diana misma la que, en un atisbo de cordura, puso fin al asunto. Esteban se separó de ella, con la verga tan dura que ya le dolía. La rubia la miró unos segundos y se preguntó qué se sentiría tenerla dentro de la concha, pero apartó esos pensamientos de su mente, porque aún tenía que lidiar con Lucho. El segundo chico tomó su posición, detrás de la rubia, y no fue más cordial que el anterior. Él directamente usó sus manos para apuntar la verga hacia la vulva de Diana, y comenzó a frotarla de arriba hacia abajo, admirando cómo la tanga ya se le estaba metiendo en la concha. Podía ver gran parte de esos labios lampiños que parecían suplicar por una buena verga. Para penetrarla le hubiera bastado con apartar un poco la tela, y ya tendría vía libre; pero supuso que Diana se enojaría, por lo que decidió no correr el riesgo. Una vez que su verga estuvo en posición favorable, se aferró a las tetas. Diana, que ya podía sentir a la perfección ese miembro viril amenazando su concha, también aprovechó un poco la situación, y al igual que con Esteban, le regaló a Lucho un candente meneo de caderas, incrementando aún más la presión que ejercía el glande contra la vulva. Incluso llegó separar las piernas, como si se estuviera ofreciendo a un amante.

Parte de ella quería eso, pero esos chicos no dejaban de ser los amigos de su hijo, y sabía muy bien lo mal que Julián se tomaría el asunto. Ya se había comportado como una puta, y cuando Esteban o Lucho le hicieran bromas inapropiadas sobre lo bien que se sentía arrimar a su madre, lo estarían diciendo con fundamentos reales. Diana se sintió culpable por estar haciéndole esto a su hijo, por lo que, en ese mismo instante, decidió dar por terminada toda la sesión de fotos.

—Bien, chicos, creo que ya fue más que suficiente —dijo, apartándose de Lucho—. Se portaron mejor de lo que yo esperaba… bueno, más o menos. Pero prefiero que se vayan, antes de que las cosas se tornen más…

—Está bien, Diana… entendemos —dijo Lucho, él no tenía ganas de irse, pero comprendió que la rubia hablaba en serio, y no quería hacerla enojar. Mucho menos luego de haber logrado un avance tan importante—. Esteban y yo nos vamos ahora mismo. Gracias por las fotos, son geniales…

—Pero yo… —dijo Esteban.

—Nada, nos vamos —insistió Lucho—. Vení, vamos a buscar los juegos de play a la pieza de Julián. Diana, gracias por las fotos, sos de lo mejor… sos la mujer más hermosa que vi en mi vida.

—¡Ay, gracias! Son unos amores… me alegra que no se hayan enojado… yo… mejor me voy a mi pieza, para no provocar más las cosas… busquen tranquilos los juegos, y cierren la puerta al salir.

Cuando Diana se alejó, Esteban guardó su verga y miró con odio a Lucho.

—¿Por qué le dijiste que nos íbamos? —Preguntó, casi en un susurro—. ¿No ves que ya estaba casi entregada?

—Ella dijo que no quería seguir. A mí me re calienta esa mina… me la quiero coger tanto como vos. Pero no quiero estar suplicándole todo el tiempo. A mí lo que me calienta es que ella se entregue… se muere de ganas por coger, eso se le nota. Quiero que sea ella la que nos suplique a nosotros.

—Mmm… interesante idea. Yo me la hubiera cogido ahora mismo, pero lo que vos decís no está nada mal. ¿Creés que hay chances de que lleguemos a eso?

—Sí, no tengo ninguna duda. A esa rubia le encanta la pija.

Diana, que no pudo escuchar nada de esa conversación, se encerró en su cuarto y comenzó a castigarse la concha con el consolador. Se dio más fuerte de lo habitual, casi como si quisiera que le doliera. Se había portado mal, y no sabía cómo iba a encarar a Lucho y Esteban la próxima vez que vinieran a su casa, porque de algo sí estaba segura; ellos volverían… y no dejarían de buscar su “premio mayor”.






—3—




Desde la sesión de fotos con Lautaro, Diana y su hijo no habían trabajado en una nueva; tampoco lo creyeron necesario, Julián aseguró que tenían suficientes fotos para tres packs, o para uno muy grande. Él estuvo intercambiando mensajes con la agencia alemana, y llegaron al acuerdo de que preferían pagar todas las fotos como parte de un gran pack, y ofrecerlo así en la web. Después de ver la cantidad de dinero que ofrecían, Julián no lo dudó ni por un segundo. Cuando le comentó ésto a su madre, la rubia se puso feliz, porque todo el trabajo valdría la pena.

—Me parece que ésto de contratar el modelo sí nos favorece —dijo Diana—. Si armamos un pack grande, y obtenemos un buen precio por él…

—Sí, yo también pensé lo mismo, eso se debe a que vos sos una de las modelos más populares de la web, y nos ofrecen un mejor precio.

—Me halaga mucho escuchar eso. ¿Estás pensando en volver a llamar a Lautaro? Porque a mí me encantaría hacer otra sesión con él…

—Algún día lo voy a volver a llamar, es un buen modelo. Pero mientras tanto podemos seguir probando entre nosotros.

—¿Entre nosotros? Mmm… de eso quería hablarte, Julián —el chico se puso en alerta—. Entiendo que en un principio era nuestra mejor opción… me refiero a eso de posar juntos; pero ahora, con el modelo… es decir, Lautaro me parece un tipo genial, me solté mucho con él… como ya habrás visto. No tendría ningún problema en dejarme hacer de todo por él, hasta admito que me gustaría que me la metiera otra vez. A lo que voy es que, preferiría que nos ahorremos la incomodidad de posar juntos. Todo bien por lo que hicimos, era necesario, pero en algún momento eso debía terminar. ¿Me explico? Creo que con Lautaro llegó ese momento.

Julián la miró abatido, no se había sentido así desde la vez que su PlayStation 2 se cayó al piso y se hizo pedazos. Había logrado formar una gran relación de confianza con su madre, y cada vez le gustaban más esos “jueguitos” que iniciaban al momento de sacar las fotos, había hecho todo bien, todo a la perfección… hasta el momento en que contrató ese modelo. Ese fue su gran error. Lo hizo sólo por una cuestión económica, para que el negocio pudiera prosperar, pero no imaginó que éstas serían las consecuencias. Pensó que su madre aceptaría estar una vez con el modelo, y luego todo volvería a la “normalidad” entre ellos dos.

—Así que… ¿no haríamos más fotos juntos? —Preguntó, desanimado.

—Bueno, vos siempre serías el fotógrafo. Eso nunca va a cambiar, Julián. Ya no siento ningún tipo de pudor al posar desnuda frente a vos. Es algo que no me lo puedo creer, pero pasó. Me viste cogiendo con Lautaro, y no me molestó en lo más mínimo que vos estuvieras presente. Al contrario, me calentó saber que alguien nos miraba. Te cuento ésto para que entiendas que me siento cómoda trabajando con vos, y me encanta. Pero la otra parte… la que nos obliga a interactuar de forma prácticamente sexual… eso se tiene que terminar, Julián. Porque eso sí me sigue poniendo un poquito incómoda.

—Pero dijiste…

—Sí, sé que dije que me estaba acostumbrado. Pero entendeme, eso fue antes de conocer al modelo. No sabía que esta sesión podría resultar tan bien. Además con él me animo a hacer cosas que con vos no haría… eso ya lo habrás notado. Me imagino que ésto es algo bueno para el negocio… es decir, ahora la gente puede verme penetrada totalmente… y reconozco que al momento de chuparle la verga, con él me siento mucho más cómoda, es un tipo lindo y simpático… y no es mi hijo. Espero que sepas entender… para mí es un alivio el poder dejar atrás eso de modelar con vos, no porque me haya desagradado, sino porque me da un poco de miedo pensar hasta dónde podría llegar eso. Para mí es difícil procesar lo mucho que me excité al meterme tu verga en la boca… porque por más que seas mi hijo, tenés una muy buena verga… y me provoca mucho. No soy de madera.

—Está bien, lo entiendo —dijo Julián, dejándose caer pesadamente en el sofá—. Tenés toda la razón, es algo que no podía seguir, y ahora que está Lautaro, ya no tiene sentido. Tenemos que seguir con el asunto de las fotos, así que voy a llamar a Lautaro para que venga otra vez.

—Gracias, Julián. Te tomaste muy bien el asunto, por un momento creí que te ibas a enojar.

Diana le dio un beso en la mejilla a su hijo, y se fue a la cocina, a preparar la cena. Julián no se movió del lugar, quedó sentado, con la mirada perdida. Sabía que algún día se iban a terminar los “juegos” con su madre, pero no imaginó que sería tan pronto. No tuvo tiempo para mentalizarse. Ahora lo único que le quedaba era poder disfrutar de las fotos que sacaba, y masturbarse con ellas. Lo que para nada era algo despreciable, pero luego de haber probado la tibieza de la boca de su madre, ya no le parecía algo tan fantástico.




—4—




La segunda sesión con Lautaro llegó apenas tres días después, en esta ocasión trasladaron todo lo necesario al dormitorio de Diana. La rubia, que llevaba puesto un bello conjunto nuevo, color rosa, ni siquiera esperó a que Lautaro se sentara en la cama, o a que su hijo tuviera preparada la cámara. Se arrodilló, abrió el cierre del pantalón, y empezó a chuparle la pija al modelo, como si fueran viejos amantes que llevaban meses sin verse. Diana no se preocupó demasiado por las fotografías, se dedicó a chupar esa pija y a disfrutarlo. No estaba actuando, estaba haciendo un pete de verdad, y así lo sentía ella, que no dejaba de sacudir la cabeza, o de masturbar ese largo miembro erecto, mientras se lo tragaba una y otra vez.

En esta ocasión Diana no se entretuvo demasiado tiempo chupando, ella estaba lista para la acción. Minutos antes estuvo encerrada en su cuarto, castigándose la concha con el consolador, y no dejó de hacerlo hasta que llegó el modelo.

Se puso en cuatro sobre la cama, ofreciendo toda su retaguardia, e hizo a un lado su tanga, para exponer su sexo, sin necesidad de quitársela. Como lo había hecho antes, Lautaro jugueteó con la vagina de la rubia, frotando su verga contra esos turgentes labios, que babeaban de deseo. Ésto volvía loca a Diana, porque le causaba expectativas sobre lo que vendría a continuación. Amaba todas las sensaciones que le producía esa verga, y llegó a pensar que Lautaro pronto superaría al Tano, en la lista de sus mejores amantes.

Para Julián esta nueva sesión no se parecía en nada a la anterior, ahora sus sentimientos hacia Lautaro y hacia su madre eran muy diferentes. Presionó el disparador de la cámara con bronca, apretó tanto sus dientes que le dolieron. No le molestaba que su madre estuviera chupando una verga y cogiendo con otro hombre, lo que le jodía era saber que Diana ya no quería modelar con su hijo, y que no podía hacer nada para evitarlo; menos aún sabiendo que cualquier acto de rebeldía no sólo podría hacerla enojar, sino que además ponía en riesgo el único negocio lucrativo que tenían. Estaba viendo en vivo y en directo la oportunidad que él había perdido, y no le quedaban más opciones que aguantar lo mejor que pudiera.

Diana resopló de placer cuando la verga la penetró, allí estaba otra vez, disfrutando de ese adonis que la hacía delirar, que la hacía sentir mujer… y joven. Con el movimiento de la verga en el interior de su sexo, ella sentía como que iba recuperando de a poco los años perdidos, todos aquellos años en los que no se había permitido disfrutar del sexo libremente. Empezó con el movimiento característico del sexo, porque ya no aguantaba más las ganas de saborear toda la extensión de esa pija dentro de su concha. Necesitaba sentirla hasta el fondo, aunque le produjera un poco de dolor. Gracias al trabajo que hizo con el consolador, esta vez ya no le dolió tanto, y pudo moverse más rápido desde el principio.

Cuando Julián vio cómo su madre gozaba con esa gran verga, dejó de sacar fotos por unos instantes, tuvo que luchar contra la tentación de irse. Sabía que era absurdo pensar que él podría estar ocupando ese mismo lugar, su madre nunca lo hubiera permitido… pero al menos antes tenía una pequeña esperanza; la cual se había desvanecido completamente.

Lo peor vino después, cuando a Diana se le ocurrió cambiar la posición. Ella le pidió a Lautaro que se acostara boca arriba en la cama. Cuando el modelo estuvo en posición, la rubia se puso en cuclillas sobre él, con las piernas bien abiertas. Acomodó la pija en su concha y, como tenía las rodillas flexionadas, le resultó fácil montarla, como si ella fuera un jinete experimentado. Empezó a dar saltos sobre la verga, provocando que se le clavara completa en la concha, y emergiera casi en su totalidad. Estos bruscos movimientos provocaron que sus grandes tetas comenzaran a rebotar como locas.

Julián no tuvo más alternativa que masticar bronca en silencio, y continuar con las fotografías. No podía dejar pasar la oportunidad de fotografiar a la modelo, cuando ella estaba brindando un espectáculo sexual tan impresionante.

La rubia no prestó atención a la cámara, cerró sus ojos y dio rienda suelta a sus más puros instintos sexuales. Montó esa pija de la misma manera que lo había hecho, tantas veces, con el Tano. Hizo volar su cabello, al girar su cabeza, y sus gemidos resonaban por toda la habitación. Sus enérgicos saltos hacían vibrar la cama, y cada vez que la verga se le enterraba hasta el fondo de la concha, se producía un chasquido, producto del choque de su piel contra la de Lautaro. De vez en cuando Diana aprovechaba éste contacto para menear sus caderas en círculos, y así disfrutar de la verga moviéndose en el interior de su sexo.

Ella quería quedarse en esa posición todo el resto del día, pero al parecer Lautaro no pudo con tanta energía sexual, y eyaculó pasados unos minutos.

A Diana no le molestó, porque amó sentir su concha llenándose de tibia leche, y no dejó de dar saltos hasta que los chorros de semen cesaron. Luego se apartó, y se quedó acostada en la cama, con dos dedos se abrió la concha y le mostró a su hijo cómo salía todo el líquido blanco de su interior.

Julián, a pesar de estar molesto, no pudo negar que éste era un espectáculo digno de ser fotografiado. Capturó tantas imágenes como pudo, de cada instante en el que el espeso semen fluyó fuera de esa sonrosada cueva.

Diana se quedó allí, masturbándose con total soltura, mientras su respiración iba recobrando el ritmo normal. Sus tetas subían y bajaban al ritmo de sus jadeos.

Cuando Julián consideró que ya tenía suficientes fotos, le hizo una seña a Lautaro, indicándole que ya se podía retirar. Lautaro se puso de pie, se limpió el pene, y se vistió. Quiso despedirse de Diana, pero la encontró muy ensimismada, y prefirió no interrumpirla.

Julián acompañó al modelo hasta la puerta y se despidió de él, ya sin tanta cordialidad como la úlima vez. Al regresar al cuarto de su madre, vio que ella seguía haciéndose la paja.

Diana abrió los ojos y miró para todos lados.

—¿Qué pasó con Lautaro? ¿Se fue? —Preguntó.

—Eh… sí, ya habíamos sacado suficientes fotos.

—¿Pero por qué se fue tan rápido? Si descansaba un ratito podríamos haber hecho otra sesión.

—¿No te parece que por hoy ya fue suficiente?

—No, no me parece… fue re corta la sesión.

—Mamá, si te quedaste con ganas de coger…

—Ey, no me hables así… no lo digo porque tenga ganas de coger. ¿Y qué hay de malo si las tengo? ¿Acaso eso no es bueno para las fotos? Lo digo porque podríamos haber aprovechado para hacer un segundo pack… no sé, cambiándome la ropa, yendo a otro lugar de la casa. No entiendo por qué le pediste que se fuera. Si recién estábamos empezando.

—Está bien, tenés razón… le pedí que se fuera porque yo ya no tenía más ganas de sacar fotos ¿así te parece bien?

Diciendo esto, Julián abandonó la pieza. Diana se quedó preocupada, estuvo a punto de ir detrás de su hijo, pero estaba demasiado caliente por lo bien que la pasó con Lautaro. Buscó el consolador en el cajón de su mesita de luz, y empezó a metérselo, aprovechando la buena lubricación que le brindaba el semen. No sabía qué problema tenía su hijo, pero ella estaba decidida a disfrutar tanto como le fuera posible.




—5—




Le costó trabajo rebuscar entre la información que su hijo guardaba en la computadora hasta dar con la dirección de Lautaro, pero estaba decidida. Se había puesto un sexy vestido blanco, ceñido al cuerpo, que atrajo la mirada de toda la gente con la que se cruzó, y en especial la del taxista que la condujo hasta esa zona de la ciudad. Estaba oscureciendo, y eso la incomodaba un poco, pero ya estaba allí, frente a la puerta de la casa de ese hermoso modelo. Nunca se había sentido tan intimidada ante un hombre, se vio a sí misma como la adolescente que alguna vez fue, temerosa de no gustarle a aquel chico lindo del barrio. Con mano temblorosa acercó su dedo al timbre, y lo presionó.

En pocos segundos la puerta se abrió, y Lautaro quedó imponente frente a ella. Llevaba una camiseta negra, mangas cortas, que se ceñía a la perfección a sus torneados músculos. Él estaba claramente sorprendido de ver a la rubia allí.

—Hola, Lautaro, buenas noches —saludó ella, con una tímida sonrisa—. Espero no molestarte, pero… es que… bueno, no te voy a mentir. Es sábado y ando con ganas de salir a dar una vuelta, y me preguntaba si no tenés ganas de pasear conmigo, tal vez ir a tomar algo a algún lado. —Ella podía sentir cómo sus rodillas se debilitaban con cada palabra, por primera vez en la vida supo lo que sentían todos aquellos hombres que habían venido, prácticamente a suplicarle, que saliera con ellos. Ahora ella había encontrado su “premio mayor”, aquel que era capaz de llevarla hasta cometer la locura de invitarlo a salir sin previo aviso.

El modelo pestañeó unas cuantas veces, como si no pudiera creer lo que estaba viendo, y oyendo.

—Adelante, Diana. Pasá… —dijo, haciéndose a un lado.

—Está bien, gracias.

La rubia entró, temerosa. La casa de Lautaro era pequeña, pero bonita. Estaba bien decorada, y le gustaron los muebles.

—Si querés tomá asiento —le señaló un sofá, ella se sentó—. Me siento muy honrado de que hayas venido hasta acá…

—Sinceramente estoy aterrada. Nunca tuve que ser yo la que invitara a un hombre a salir, pero sentí una especie de “vibra” con vos… tengo la sensación de que podemos llevarnos muy bien, incluso fuera del ámbito profesional.

—¡Seguramente! —Exclamó Lautaro, con una sonrisa—. Vos sos una mujer maravillosa, Diana. Te conozco poco, pero puedo ver que sos buena gente… pero —Ese “pero” puso en alerta todo el cuerpo de la rubia. Lautaro tomó asiento frente a ella—. ¿Cómo decir ésto sin ser descortés? Estoy seguro de que muchos hombres se morirían de gusto al recibir una invitación así de tu parte… pero no es mi caso. A ver… yo soy homosexual, Diana. Tengo novio y todo. —La rubia pudo sentir cómo todas sus fantasías se desmoronaban en pedazos—. Mi trabajo como modelo no es más que eso, un trabajo. No pienses que me dio asco trabajar con vos, ni nada por el estilo. Lo disfruté mucho, de verdad. Se nota que te tomás con muchas ganas lo que hacés. Pero para mí eso termina una vez que guardaron la cámara. Después vuelvo a mi casa, a mi vida normal, en la que intento ser feliz junto a mi pareja.

—¡Ay! Me siento como una boluda total…

—No te sientas mal, vos no tenías forma de saberlo. Al fin y al cabo yo no te conté nada sobre mi vida.

—Justamente por eso me siento tan mal. Me hice una película absurda en la cabeza, sin saber nada de tu vida. Y mirá cómo quedé… resulta que ni siquiera te interesan las mujeres. Me quiero morir. Estoy muy avergonzada de mi actitud… perdón.

—No pidas perdón, no hiciste nada malo.

—¿Cómo que no? Básicamente arruiné nuestra posibilidad de seguir trabajando juntos. ¿O me vas a decir que ahora tenés ganas de seguir modelando con una loca que se inventa una película romántica después de dos sesiones de fotos?

—Bueno… es que…

—Quiero que seas honesto, Lautaro, como lo fuiste hasta ahora. Ya no te dan ganas de seguir trabajando conmigo.

—Ganas, sí… lo que pasa es que no quiero causarte más confusiones. Para mi novio es difícil tolerar la profesión a la que me dedico, es un poco celoso. Fue una suerte que hoy no estuviera en casa, porque de lo contrario hubiera tenido que darle muchas explicaciones.

—Claro, y trabajar conmigo es un riesgo que no podés correr —si bien Lautaro no dijo nada, a Diana le quedó claro el mensaje—. Bueno, mejor me retiro. Lamento haberte puesto en esa situación, y no lo digo con rencor, vos no tuviste la culpa de nada… la boluda fui yo. Perdón, en serio.

—No te preocupes tanto por eso, Diana. Creo que vos y Julián tienen un gran proyecto entre manos, y yo no soy estrictamente necesario en el mismo. Vas a poder encontrar enseguida otro modelo que quiera trabajar con vos.

—Eso lo dudo. Pero bueno, agradezco tu buena onda. Me retiro.

Diana le dio un cordial beso en la mejilla a Lautaro y éste le abrió la puerta de la calle. Fue una suerte que ella pudiera localizar rápidamente un taxi, para ahorrarse la vergüenza de seguir estando de pie junto al modelo.



Al regresar a su casa entró sin hacer ruido, como si se hubiera portado mal y temiera que sus padres la castigaran. Se encerró en su cuarto y se quitó el vestido. Se acostó en la cama y se tapó hasta la cabeza. No estaba tan mal como para querer llorar, pero sí lo suficiente mal como para querer que ese día terminase de una vez. Horas antes tuvo la intención de salir a bailar y divertirse, pero ahora lo único que quería hacer era dormir, y olvidarse de Lautaro.

Comentarios

Yeison Bucaramanga ha dicho que…
Espero que con esa desilucion que tubo Diana, le vuelva a dar oportunidad a Julian, para estar con ella, excelente Relato...saludos desde Colombia
Anónimo ha dicho que…
Estuvo bueno
Anónimo ha dicho que…
genial
Anónimo ha dicho que…
No vale el lio tiene que ser con Julian.
friends ha dicho que…
Estuvo bueno, espero que Julián ya tenga pronto su oportunidad
Fake Famosas ha dicho que…
Muy interesante giro tomo la historia.
Mil gracias!!!
Anónimo ha dicho que…
Esta muy bien, salvo la parte de los amigos. Esa parte no pega queda rara dentro de toda la historia
Anónimo ha dicho que…
yo no sé uds, pero la larga espera me quita el clímax y el interés... no es como esperar una secuela de Marvel o lo que suponga... pero la espera me la baja. no es crítica, pero esta parte no la sentí como las anteriores. la espera no me está generando intriga, más bien desinteres
Anónimo ha dicho que…
Espere mucho esto y fue una gran desilusión PARA MI,me parece que el encanto del relato estaba en la relación de Diana y julian,el tire y afloje,pero de la nada la mina parece perder la timides y se quiere garchar a todos incluso va a la casa del modelo(aunque entiendo que fue para sacar esta relación),en fin como dije no me gustó para nada y espero que vuelva a lo de antes,pero esto no es más que mi opinión y vos tenés todo el derecho de hacer lo que quieras,ademas escribis fenomenal,los anteriores capitulos me súper engancharon,espero el prox,muchos éxitos GENIA.
Anónimo ha dicho que…
Debo decir que leyendo los comentarios tanto de este blog como los de todorelatos, este capítulo le ha dejado un mal sabor de boca a más de uno. sobre todo la escena con los amigos, eso es lo que más rechazo a generado, por otro el que le cortara el rostro al hijo y salvo el capitulo ese final pues si no nos hubiéramos quedado con mucha desilusión y sin esperanzas...
Pero como dicen no es desmerecer tu trabajo, no quiero que pienses que somos unos desagradecidos que no aprecian tu trabajo pero es precisamente eso lo que hace que te digamos todo esto, en fin todas tus historias nos cautivan !!ya estoy imaginando como sera la continuación!!
Continuador ha dicho que…
Todo autor tiene obras mayores y obras menores, así mismo cada obra literaria, como en la música clásica, tiene diferentes pasajes: allegro, adagio, andante, etc.
Este capítulo ha sido un paso de transición entre partes más profundas y sin duda es un paso previo a cosas importantes que están por suceder.
Anónimo ha dicho que…
Jaja el continuador es siempre cuate, nunca incuate
Anónimo ha dicho que…
Pues yo espero que esta mamá se folle por todos sus agujeros a los amigos de su hijo, y que el los pille en plena faena para que se dé cuenta sino lo hizo ya de que su madre es una guarrona salida y la de polla hasta que reviente.
Planeta Imaginario ha dicho que…
Saludos desde España. Ante todo mis felicitaciones por tan estupendo relato. Decir que Diana es mucha mujer y por consiguiente puede satisfacer perfectamente a más de un macho. Por un lado a Julian y por otro a sus amigos. Ambas situaciones son perfectamente compatibles e igualmente excitantes. El paréntesis del modelo estuvo bien, pero nuevamente todo vuelve a su cauce a la espera del excitante desenlace donde podamos leer como finalmente Diana es follada sin piedad tanto por su hijo como por esos dos amigos que tan pacientemente esperan que ella se decida. Auguro unas estupendas folladas donde dejen a esta maravillosa mujer plenamente satisfecha por todos y cada uno de sus agujeros. A esta historia, afortunadamente, le quedan muchos capítulos por delante.
Unknown ha dicho que…
Excelente relatos esperando el proximo
Luis ha dicho que…
Me mató el "yo soy homosexual" de Lautaro xD, y me gustó mucho que la historia sea realista.
felipe avila ha dicho que…
hola, alguien sabe de algun autor de la calidad de nokomi para leer sus obras tambien?
Rodrigo ha dicho que…
Que buen giro para retomar la relación con Julián

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