Terapia Sexual Intensiva [10].




Modelo de la Foto: @LyzMania (En Twitter)



Capítulo 10.




Charly, aquí Julieta, reportándose. ¿Me extrañaste?

Hace un tiempo te conté una extraña situación que viví junto a mi familia, en la que vi a mi papá acariciando la concha de Gabriela, como si fuera lo más normal del mundo. ¿Te acordás? Fue por la discusión sobre el vello púbico femenino. ¿Las mujeres son más lindas con la concha al natural o depilada? Fue la primera vez que me animé a quedarme completamente desnuda delante de mi familia. Todavía pienso en ese momento como si hubiera pasado hace apenas unos minutos. Y sí, sé que te acordás, vos tenés todo escrito en tus páginas. Tal vez no seas muy conversador, pero sé que tenés una memoria perfecta.

Después de lo que pasó en la casaquinta de Rubén, y en la sesión con Germán, mi vida volvió a ser tediosamente rutinaria. Pero llegó el fin de semana y yo estaba dispuesta a hacer algo diferente. Quería socializar un poco más con mi familia. Conocerlos mejor y saber qué tan lejos llegaban al aplicar la filosofía de vida de Gabriela. 

Se me ocurrió la idea perfecta para hacer eso.

Me acerqué al cuarto de mi hermana y pegué la oreja a la puerta, escuché su agitada respiración y de inmediato supe lo que estaba haciendo. 

Abrí la puerta, sin golpear. Gabriela estaba totalmente desnuda, acostada en su cama, con las piernas abiertas. Su concha acaparó toda mi atención, pude ver cómo entraba y salía un grueso pene plástico; supuse que ese era el consolador de mi mamá. ¿Cómo se llamaba? ¿Juan? ¿José? ¿Jorge? No recuerdo. Después voy a preguntar bien. Sé que lo escribí en tus páginas, Charly… pero me da mucha fiaca revisarlas. 

Gabi lo estaba usando con total soltura, penetrándose rápidamente. Cuando me vio entrar no se detuvo, me miró con sus ojos inyectados de lujuria y sonrió. Su frente y sus tetas estaban cubiertas por pequeñas perlas de sudor. Su concha sonrosada chorreaba flujos, se abría y se cerraba, con cada movimiento del consolador. 

―Veo que la estás pasando bien ―le dije, con buen humor.

¿No te parece loco, Charly? Unas semanas antes me hubiera asqueado al encontrar a mi hermana en esa situación, incluso esto pudo haber sido el inicio de una discusión. Ella se hubiera quejado de mi interrupción y yo la hubiera tratado de puta. Pero nada de eso ocurrió. Esa barrera había sido superada; al fin y al cabo vi cómo a Gabi se la cogían entre dos tipos, y ella me vio haciendo prácticamente lo mismo. Nuestro vínculo de hermanas era más fuerte que nunca.

―¡Mas que bien! ―Aseguró ella―. ¿Querés que te lo preste un ratito?

―Ahora mismo, no. Pero tal vez más tarde… Gabi, quería pedirte un favor.

―¿Cuál?

―Bueno, es que estuve viendo que la concha te queda muy linda si nada de pelitos… y empecé a preguntarme qué tal me quedaría a mí.

―¿Querés que te la depile? ―Se detuvo en seco, dejando el consolador bien metido en su concha.

―Si no te molesta…

―¡Para nada! Estaba esperando que me pidieras ayuda con eso. 

Dejó el consolador en la cama, se puso de pie y me agarró de la mano. Prácticamente me arrastró fuera de su cuarto. Yo no entendía nada. Juntas llegamos al living-comedor, donde estaban mi padres. Me puse roja de la vergüenza.

Ah, perdón, Charly. Soy una boluda. Me olvidé de contarte un dato muy importante: En el momento en que yo golpeé la puerta del cuarto de mi hermana, yo estaba completamente desnuda, lo único que lucía en mi concha era una enmarañada alfombra de pelitos, nada más. Te lo tendría que haber dicho antes, pero no soy perfecta en esto de la narración. Se me pasó. 

En fin, sigo. Estaba desnuda frente a mis padres, y si bien no era la primera vez que ellos me verían así, aún no estaba acostumbrada a presentarme en concha ante ellos. Para Gabi era la situación más normal del mundo, ella estaba tan desnuda como yo y además su concha presentaba claros signos de masturbación. Los flujos vaginales le chorreaban por la cara interna de las piernas. Un espectáculo digno de ver y no puedo culpar a mi papá por haberse fijado primero en eso. Sus ojos se clavaron en la concha de Gabriela, pero después hicieron lo mismo con la mía. 

¿Las estaría comparando? ¿Se estaría preguntando si quedaba mejor depilada o al natural? No sé… ¿vos qué opinás, Charly? Si fueras un ser de carne y hueso ¿preferirías las conchas con o sin pelos? Bueno, ni puta idea; sé que no vas a responder. Mejor sigo con lo que te estaba contando. 

―Mamá, ocurrió un milagro ―dijo Gabriela―. Julieta por fin accedió a depilarse la concha.

―¡Ay, no lo puedo creer! ―Exclamó mi mamá. ―Zulema se puso de pie, ya no le importaba el programa que estaban pasando en la televisión. Me tomó de las manos, con una sonrisa de oreja a oreja y dijo―. Ya mismo voy a preparar todo, vas a ver, te va a quedar preciosa.

Tengo que admitir que este pequeño momento me conmovió bastante. Primero porque no acostumbraba a ver a mi mamá comportándose como una joven adolescente que iba a pasar una pijamada con sus mejores amigas. Segundo porque ella no suele mostrarse tan afectiva conmigo. A veces me da la impresión de que para ella no existo. Que soy un ente que anda deambulando por la casa. Su atención parece estar puesta siempre en su marido y en Gabriela. Pero ahora toda la atención era para mí. Ni siquiera puedo recordar cuándo fue la última vez que mi mamá me habló mirándome a los ojos y sosteniéndome las manos.

En fin, no quiero ponerme demasiado sentimental, porque sino voy a terminar llorando. Mejor sigo contando.

―Antes tenés que mostrarle cómo te quedó a vos ―dijo Gabi.

―Ah, sí… no tengo ningún problema en mostrarle. 

Mi mamá se bajó el pantalón, con total naturalidad. Lo habrá hecho miles de veces frente a su marido, y seguramente lo hizo otras tantas frente a Gabriela; pero que lo hiciera frente a mí era algo atípico. 

A continuación se quitó la bombacha, quedando totalmente en concha. Me sorprendió que ella se viera tan bien estando desnuda. Es caderona y rechoncha, pero sus curvas están perfectamente definidas. Tiene un cuerpo similar al mío, pero por alguna razón en ella queda bien. 

Por supuesto, su concha estaba totalmente depilada. Sin una sola marca de pelo. Miré de reojo a mi papá, que seguía toda la escena sentado en su sillón, sin apartar la mirada de al menos una de las tres conchas presentes.

Gabriela hizo algo que me dejó atónita. Acercó una de sus manos y acarició toda la concha de Zulema. No solo el pubis, sino toda. Los labios, el clítoris, todo. 

―Mirá, tocá ―me dijo―. Fijate lo suavecita que la tiene.

―Em… bueno… ―dije, con timidez.

Toqué un poco el pubis, apenas apoyando la yema de mis dedos, y retiré rápidamente la mano, como si hubiera tocado una superficie incandescente.

―Sí, la tiene muy suave ―dije, sonrojada.

―Pero si ni tocaste…

―Sí, ya toqué ―usé el típico tono de las peleas entre hermana.

―No tocaste. Esperá, mamá, tengo que hablar con Julieta, en privado. Vos andá buscando todo lo necesario para la depilación. 

Mi madre asintió con la cabeza, ya no sonreía pero aún se la veía animada. 

Gabriela volvió a tirar de mi brazo y me arrastró de regreso a su habitación. Cerró la puerta y me puso contra la pared. Se acercó a mí de la misma forma en la que se hubiera acercado un tipo en una discoteca, por un momento pensé que me iba a besar. Pero lo que ocurrió fue mucho más intenso.

Sus dedos bajaron hasta mi concha. Empezó a acariciarme de la misma forma en que lo hacía ella cuando se masturbaba. Todo mi cuerpo se electrificó, los pezones se me pusieron duros al instante, y mi vagina se humedeció. 

―Gaby… ¿qué estás haciendo?

―Te estoy quitando la vergüenza ―sus dedos presionaron mi clítoris―. Miraste a mamá como si su concha te diera terror.

―Es que… me cuesta mucho verla desnuda… y más si me pide que se la toque.

Los dedos de Gaby se movían con maestría, brindándome el mismo placer que me daría yo misma al hacerme una paja… o tal vez más.

―Eso te pasa porque seguís viendo el sexo como algo tabú, no como algo natural. ―Metió sus dedos en mi concha, solté un gemido, más por la sorpresa que por la excitación; pero aún así debo admitir que fue muy agradable―. ¿Qué problema hay en tocarle la concha a otra mujer, si ella te da permiso? 

―Yo no te di permiso…

―¿Me das permiso?

―Em… bueno…

Ella me estaba pajeando tan bien que no quería que se detuviera. Es mi hermana, lo sé; pero me miró con esos hermosos ojos… desde tan cerca. Sus tetas estaban pegadas a las mías, la vi tan preciosa que no pude resistirme. Parezco lesbiana diciendo esto, pero no lo digo en ese sentido. Gaby es fascinante… sexualmente fascinante, aunque una no sea lesbiana.

―Yo también te doy permiso ―me dijo―. Dale, tocame la concha, para que se te vaya el miedo.

Iba a decirle que no, pero mi mano me traicionó antes de que pudiera hablar. Acaricié sus lampiños labios vaginales, cubiertos por una espesa capa de flujos. Ella empezó a pajearme rápido, sus dedos entraron y salieron, el clítoris empezó a quemarme, de tanto que me lo frotó. Quise demostrarle que yo también tengo talento para la paja, y empecé a replicar sus movimientos. Cuando ella me clavaba los dedos, yo hacía lo mismo… fue muy lindo sentir el calor del interior de su concha. Ella me frotó el clítoris y yo froté el suyo. 

―Dale, seguí así ―me dijo, en un susurro―. Lo estás haciendo muy bien.

De pronto estar tocándole la concha a otra mujer ya no me pareció algo tan raro. Había visto coger a mi hermana, sé cómo es de calentona y cómo disfruta del sexo. Ella también me vio toda abierta, suplicando que me metieran la pija. ¿Qué tiene de malo admitir que me excita el sexo, y que a ella también? Lo raro sería que no lo hiciera. En ese caso seríamos robots. 

―Estoy re caliente ―admití.

―Yo también, ¿me querés chupar las tetas?

La frase fue como un cachetazo para mí. Lo pidió con tanta naturalidad que me quedé congelada. Pero sé que Gaby es así, no anda con vueltas, si ella quiere algo, lo pide directamente. Sin embargo yo… 

―No sé… no puedo.

―¿Por qué no? Solamente tenés que meterte la teta en la boca… mamá me las chupó varias veces.

―¿De verdad? ―Como ella siguió pajeándome intensamente, volví a mover mis dedos en el interior de su concha―. ¿Pero fue algo rápido? ¿Una chupadita y ya está?

―No. Me las chupó en serio. Durante un buen rato. Dice que mis tetas le gustan mucho.

―¿Qué? No sabía… ―me costaba mucho hablar, en parte por la calentura y en parte por la confusión―. ¿Ella tiene tendencias lésbicas?

―El sexo es mucho más complejo que “gente heterosexual” y “gente homosexual”. No le des bola a esas cosas. Vos tenés que hacer lo que te gusta, y punto. La primera vez que mamá lo hizo estábamos así, pajeándonos la una a la otra, pero en la cama. Ella empezó a decir que mis tetas eran muy grandes y que le parecían muy lindas. Dijo que mucha gente fantasearía con chupármelas. Eso me gusta… me encantan mis tetas. Entonces le dije que le daba permiso para chuparlas… y ella lo hizo. 

Cerré los ojos e imaginé toda la escena, con mi madre acostada a su lado, metiéndole los dedos en la concha… y con la teta de Gaby en la boca. ¡Mi mamá! Chupándole las tetas a su propia hija. Si me hubieran contado eso de otra familia tal vez lo hubiera creído, me hubiera parecido una locura; pero lo hubiera creído. Pero me costaba mucho asimilar que mi madre sería capaz de hacer una cosa así. Sin embargo me producía un morbo inmenso. Le echo la culpa de eso a Gabriela, que me estaba haciendo una paja espectacular.

―Contame más ―le supliqué.

―¿De mamá?

―De mamá, de papá… de cualquiera de los dos. ¿Qué más hiciste con ellos?

―Mmm… dejame pensar.

Era obvio que no estaba pensando, sólo estaba haciendo tiempo, y en todo ese rato no dejó de mover los dedos. No me quejé, lo que estaba haciendo me gustaba… más de lo que debería gustarme.

Sí, Charly, ya sé que es mi hermana. En ningún momento me olvidé de eso. Justamente ese es el detalle que más me preocupa. Porque si una chica que conocí en una discoteca me tocara la concha de esa manera, me sentiría rara; pero al ser mi hermana… me sentía rara y medio. 

Al parecer Gabriela encontró la anécdota que estaba buscando, porque sus ojos volvieron a posarse fijamente en mí. 

―¿Vos te considerás buena petera? ―Me preguntó.

―¿Eh, a qué viene eso?

―Respondé.

Lo dijo con un tono tan autoritario que estuve a punto de saludar como un soldado y decir: “Sí, señora”.

―Creo que sí… al menos sé que le pongo muchas ganas a los petes. Aunque no hice muchos. Vos seguramente tenés más experiencia en eso.

―Sí, eso te lo aseguro. ¿Y vos pensás que mamá es buena petera?

La pregunta me generó mucha incomodidad, para mí (y creo que para cualquier persona) siempre va a ser raro imaginarme a mi mamá de rodillas frente a un tipo, comiéndole la verga.

―No sé, puede ser. Lleva años casada con papá, ya debe tener mucha práctica.

―¿Y qué te hace pensar que ella le chupa la pija a papá?

―Qué se yo ―dije, encogiendome de hombros―. ¿Los años de casados?

―Bueno, paso a comunicarte que mamá no sabe chupar la verga… o no sabía. Según lo que me dijo papá, ya mejoró bastante. 

―Pará, vos me contaste que viste a mamá chupándole la verga a papá, y dijiste que ella le puso muchas ganas.

―Ponerle ganas no es lo mismo que hacerlo bien. ―Supongo que ella tiene razón con eso―. Lo que mamá necesitaba eran algunos consejos de una experta… o sea yo.

―Siempre tan humilde.

Aún resonaba en mi mente la idea de mi madre practicando sexo anal, desde que mi papá dijo la frase “A ella le gusta por atrás”, esas imágenes me persiguen cada noche, cuando quiero dormir. Además ahora me tenía que imaginar a mi madre practicando regularmente para ser una buena petera, posiblemente lo hacía cada noche… mientras yo intentaba dormir. 

―¿Qué consejos le diste a mamá para que aprenda a chupar la verga? ―Pregunté. 

Me estaba acostumbrando a tener los dedos entrando y saliendo de mi concha; y lo estaba disfrutando más. Tuve ganas de decir: “Gaby, que buena paja me estás haciendo”, pero eso solo hubiera inflado su ego hasta la estratósfera. Además no me animaba a decir en voz alta que mi propia hermana me estaba haciendo una paja. Mis dedos se habían detenido sobre su concha, al estar tan atenta a lo que ella decía, pasé a acariciarla suavemente. Al parecer Gabriela podía concentrarse mucho mejor en hablar en pajearme a la vez. Intenté mostrarle que estaba cómoda con la situación (bueno, más o menos… porque la cosa aún me parecía muy rara). Le acaricié el clítoris y luego metí dos dedos, recorriendo las paredes internas de su concha. Ella me dedicó una hermosa sonrisa que casi me derrite. 

¡Callate, Charly! No es cierto que me gusta mi hermana… al menos no en ese sentido. Lo que pasa es que Gabriela tiene mucho encanto natural. Me puedo pelear con ella mil veces, pero eso no significa que deje de ser una chica encantadora, carismática y sumamente atractiva. Lo que me pasó fue eso, sucumbí a su carisma natural. Nada más. Y en mi defensa puedo decir que no es fácil resistir a los encantos de Gabriela cuando la tenés tan cerca, completamente desnuda y además te está manoseando los genitales. Quisiera saber cuántas personas son capaces de resistirse a eso. Y más aún… ella me estaba permitiendo recorrer su concha con los dedos… y sus tetas estaban pegadas a las mías. 

En fin, no necesito dar más excusas. Ella sonrió y a mí se me mojó la concha, todavía más. Incluso tuve ganas de besarla…

Ah, carajo… Sí. Lo confieso.

¡La besé! 

¿Eso querías escuchar, Charly? ¿Eso? 

Bueno, ya lo dije.

¿Estás feliz?

Acerqué la cara a ella, sin darme cuenta, y me prendí a su boca, como había hecho con mis ex parejas. La besé con suavidad y cariño, como diciéndole: “Me alegra que nos estemos llevando tan bien”. Ella transformó el beso en otra cosa, metió su lengua en mi boca y aceleró el ritmo de su masturbación. Con la mano libre me agarró una teta y me la masajeó. Yo le agarré una nalga y busqué su lengua con la mía. 

¡Carajo, fue el mejor beso de mi vida!

Me lo dio mi hermana, y sí… así fue. Me hubiera gustado que fuera con algún chico. Pero resulta que Gabriela es excelente besando. Ninguno de los tipos con los que estuve sabe besar de esa manera. Y no, eso no significa que mi hermana me guste… ya te lo dije. Es linda, besa bien y ahora me estoy llevando mucho mejor con ella. Pero de ahí a que yo sienta algo incestuoso y lésbico por Gabriela, hay mucho trecho.

Y ya no quiero hablar de eso.

Después del beso ella volvió a sonreír y me dijo:

―Esto no te lo iba a contar porque me imaginé que podías pensar mal; pero creo que ya estás lista para escucharlo. Consideralo una prueba de fuego. Si te desagrada mucho lo que te voy a contar, o no podés comprender por qué no lo veo como algo malo, entonces tal vez este estilo de vida no sea para vos.

Tragué saliva. Me puse re nerviosa, Charly. Pensé en qué ocurriría si yo no pasaba esa “prueba de fuego”. ¿Gabriela dejaría de contarme lo que hacía con mis padres? ¿Me expulsarían de la familia? ¿Seguiría siendo eternamente la oveja negra? 

―Está bien ―le dije, con inseguridad.

―Pasó hace unos días, mientras vos estabas trabajando. ―Sé que Gaby no lo dijo con ningún tipo de malicia, pero esa frase me dolió, porque siento que me estoy perdiendo de los mejores momentos de mi vida por culpa de ese trabajo que me absorbe todo el día―. Mamá y papá estaban en su cama, en pleno “precalentamiento”. Ellos a veces cogen con la puerta abierta.

―Seguramente lo hacen cuando yo no estoy en casa, porque nunca los vi haciéndolo.

―Sí, así es. Pero como saben que a mí no me molesta verlos coger… es más, creo que a ellos les gusta tener espectadores. ¿No te sentiste un poco más puta mientras cogías con Rubén y Claudio, sabiendo que yo te estaba mirando?

―La verdad es que sí ―dije, sonrojándome más de lo que ya estaba.

―Bueno, creo que a mamá le pasa lo mismo… y a mí también, por supuesto. A mí me encanta que me vean coger. 

Le iba a responder que a mí me encanta verla coger, sin embargo temí que ella malinterpretara mis palabras después del beso que nos dimos. Gabriela es una chica muy hermosa y siempre es un lindo espectáculo verla desnuda, más si está en pleno acto sexual. 

―Me imagino que no te quedaste mirando como papá y mamá cogían.

―No, porque vi que mamá empezó a chupar la verga, y a pesar de que le estaba poniendo ganas, no lo estaba haciendo bien.

―¿Yo lo hago bien? Vos me viste haciéndolo…

―Vos sí, podrías hacerlo mejor, con más práctica; pero tenés talento para el pete.

―Gracias ―dije, con una amplia sonrisa. Nunca me había puesto tan feliz de que me dijeran “petera”. La sola insinuación de eso me hubiera hecho enojar en otro momento. Pero viniendo de Gabriela era un gran halago.

―Así que me acerqué a ellos y empecé a darle consejos a mamá, de cómo tenía que chuparla. Para eso agarré la pija de papá y le fui marcando todos los puntos sensibles. Hacer un buen pete no es solo cuestión de meterse la verga en la boca y nada más. Se pueden hacer cosas muy interesantes con la lengua, y no hay que olvidarse de recorrer todo, los huevos incluídos. Mientras yo le explicaba esto a Zulema, ella iba pasando la lengua en distintos sectores de la pija, preguntándome si lo hacía bien. Papá estaba en la gloria, él dijo que nos podíamos tomar todo el tiempo que quisiéramos para que todo se entendiera bien. 

―¿A él no le molesta saber que su hija es tremenda petera? Lo digo por vos…

―No, para nada. A veces me hace chistes sobre eso. Y yo le conté de varias anécdotas que tengo chupando pijas… incluso más de una a la vez. A él le gusta le que cuente esas cosas… y a mamá también. Tampoco le molesta que mamá nos cuente sobre las pijas que se comió antes de conocer a papá.

―¿Qué, de verdad? Siempre pensé que mamá era tremenda santita, hasta que vos la degeneraste.

―Yo no la degeneré. Solo la ayudé a sentirse más cómoda con su vida sexual. Pero Zulema se comió varias pijas, papá no fue su primer novio… ni el segundo… ni el tercero. Antes de salir con papá a ella ya le habían hecho bien el orto. Tardó años en confesarle esto a Oscar ―me ponía un poco incómoda que ella se refiriera a nuestros padres por su nombre de pila, como si fueran sus amigos. Pero fue justamente eso lo que me ayudó a entender el por qué. Gaby ya tenía una relación de amistad con ellos, no eran solo padres e hija.

―Me imagino que vos tuviste que ver con esa confesión.

―Sí, yo le dije a Zuli que le contara a Oscar sobre sus experiencias con el sexo anal. 

―¿Y cómo se lo tomó papá?

―Muy bien… porque en secreto él siempre le quiso dar por el culo a su mujer, pero nunca se animó a pedírselo. Una pena, se perdieron años de buen sexo anal, solo por no tener buena comunicación entre ellos. Ese mismo día mamá nos contó cómo fueron sus primeras experiencias por el culo, no fueron la gran cosa, pero sirvieron para que a papá se le pusiera dura la pija. Después ellos se fueron a la pieza y sé que a mamá le rompieron el orto. 

―Pará… me contaste sobre una vez en la que papá te metió los dedos en la cola, y vos hiciste lo mismo con mamá. Creí que ese fue el momento en el que descubriste que a mamá le gustaba el sexo anal. ―Gabi sonrió con picardía.

―Bueno, te dibujé un poquito la situación, porque creí que te ibas a ofender si te decía la verdad. Lo que pasó en realidad es que papá me estaba contando cómo le rompió el orto a Zuli, y ella me mostró que todavía lo tenía bien abierto… no habían pasado ni diez minutos desde que cogieron por el culo. Yo le metí un poquito los dedos a mamá… por la cola, y el resto sí pasó más o menos como te lo conté. 

―Ya veo. Incluso me da la impresión de que todavía no estás siendo totalmente honesta conmigo.

―Tal vez sí… tal vez no ―una vez más esa sonrisa de “pequeña diablita”.

―¿Qué más hiciste mientras le enseñabas a mamá a chuparla?

―Al principio no hice nada más que señalarle dónde chupar, la que tomó la iniciativa fue ella. Para que entiendas bien: papá estaba acostado boca arriba, y nosotras dos estábamos boca abajo, justo delante de su pija. Zuli me acarició una pierna y subió hasta mi culo… sin dejar de chuparla. Obviamente yo estaba desnuda… bueno, ella también. Sus dedos alcanzaron mi concha y empezó a tocarme así. ―Me mostró lo que había hecho mi madre, usando mi propia vagina como ejemplo. Recorrió mis labios por fuera y masajeó un poco mi clítoris―. Después me metió los dedos ―al decir eso, también efectuó la acción. Sus dedos volvieron a penetrarme y me imaginé qué se sentiría si fueran los de mi propia madre―. Entendí que ella quería agradecerme por los consejos que le estaba dando. Me mojé enseguida. Siempre me mojo fácil. ―Metí los dedos en la concha de Gaby, ¿habrá sentido mi madre lo mismo que yo? El sexo de mi hermana estaba exquisitamente tibio―. Quería que Zuli se sintiera cómoda, por eso empecé a hacerle lo mismo. Le mandé dedo en la concha y descubrí que ella estaba más mojada que yo, lo cual es mucho decir. 

―A todo esto.... ¿vos tenías la pija de papá muy cerca de la cara, mientras mamá se la comía? ―Solo con hacer esa pregunta sentí una rica convulsión en la boca de mi estómago.

―Así es, la verga estaba tan cerca que ni siquiera tuve que mover la cara para pasarle la lengua.

―¿La lamiste?

―Un poquito, para mostrarle a mamá cómo hacerlo. Le comenté que no es solo cuestión de pasar la lengua, sino de hacerlo con sensualidad. Para demostrar que tenés muchas ganas de chupar esa pija. Las dos empezamos a lamerla desde abajo hacia arriba. Nuestras lenguas se encontraban en la punta de la pija. Hicimos eso varias veces hasta que en una yo me metí el glande de papá en la boca e hice girar la lengua todo alrededor. Oscar dijo que eso le había gustado mucho. ―Quedé boquiabierta. Mi padre había admitido que le gustó el chupón que le dio su propia hija, en la punta de la verga―. Le expliqué a mamá cómo hacerlo y ella lo repitió varias veces, se emocionó bastante porque me empezó a meter los dedos muy rápido… así ―Gaby aceleró mucho el ritmo de la masturbación, tanto que me hizo soltar unos cuantos gemidos. Eso ya no eran meros toqueteos, mi madre le había hecho tremenda paja a su hija―. A mí me gustó que lo hiciera y se lo demostré tocándola igual. Volví a meterme la pija de papá en la boca, pero esta vez la tragué un poco más. Le dije a Zuli que un día de estos le iba a enseñar a hacer una “Garganta Profunda”. Es algo que requiere un poco de práctica. Le mostré cómo es, tragándome toda la verga de papá…

―Ay, Gaby ―dije, entre gemidos―. Sos tremenda puta. Le comiste la pija a papá. No lo puedo creer.

―¿Y eso te molesta? Yo solo lo hice para que ellos dos se soltaran un poquito más con el sexo. 

―Por extraño que parezca, no me molesta.

Así es, Charly. No me molestó y tal vez el tener a Gaby tan cerca, metiéndome los dedos en la concha, haya nublado un poco mi juicio. Pero incluso ahora, mientras escribo estas palabras, lo que me contó ella sigue sin molestarme. Al contrario, me produce un poquito de morbo. Un poquito bastante. 

―Se ve que a papá le gustó lo que hicimos con Zuli ―continuó diciendo―. Normalmente él tarda en acabar, tiene buen aguante… pero esta vez la pija le explotó bastante rápido, justo cuando mamá se la iba a meter en la boca otra vez.

―¡Ay dios! ¡Y vos estabas re cerca! ¿Te saltó leche en la cara?

―¡Uf, un montón! Es más, yo terminé con la cara más enlechada que mamá. A mí me re calienta que me acaben en la cara. 

―¿Aunque sea papá?

―Sigue siendo semen que viene de una buena pija.

―¿Y qué pasó después?

―Mamá empezó a reírse, porque vio que yo casi no podía abrir los ojos, por todo el semen. Entonces ella, como buena petera que es, empezó a lamerme toda la cara, tomándose la lechita.

―Uf, eso debió ser tremendamente excitante.

―Lo fue… además mamá se tomó la libertad de meterme la lengua en la boca… y bueno, yo la dejé.

―Gaby, es muy loco todo esto que me estás contando. Me da la sensación de que cuando yo no estoy, en esta casa vive una familia completamente diferente a la que yo conozco. Siento que me quedé afuera de todo eso.

―Te quedaste afuera porque siempre fuiste una acomplejada con el sexo. ¿Sabés qué es lo que más me impactó de lo que escribiste en tu diario? No fueron todas las pajas que te hacés, sino que pienses que no sos linda. Vos hablás de mí como si fuera la mujer más hermosa del mundo… y ni siquiera prestás atención a lo hermosa que sos vos. A lo bonito que es tu cuerpo, a lo llamativas que son tus tetas. Tenés una carita preciosa y una sonrisa que enamora. ―Ni siquiera mis novios habían hablado así de mí―. Sinceramente no entiendo por qué te menospreciás tanto. 

―No sé… te juro que no sé. Siempre que intento sentirme linda, me acuerdo de que no lo soy.

―¡Sí lo sos!

―Pero todos los tipos siempre te van a preferir a vos, antes que a mí.

―Eso tal vez sea así porque yo tengo más carácter, porque me comporto con seguridad… y porque no doy tantas vueltas si quiero coger con alguien. Lo hago y punto. Vos dudás mucho… de todo. Lo que pasó en la quinta de Rubén fue genial, y lo pudimos hacer porque vos dejaste de atormentarte tanto. Te liberaste, me acompañaste y te dejaste coger por dos tipos, sin darle muchas vueltas al asunto. ¿Te arrepentís de haber sido la putita que se cogieron entre dos?

―No ―dije, soltando una risita nerviosa―. No me arrepiento para nada. Ya no. Tuve algunas dudas, pero ahora entiendo que esa fue la experiencia más excitante de mi vida. Y me encantó que vos hayas estado ahí, para compartir ese momento conmigo.

―Tal vez, si te dejaras llevar un poco, sin darle tanta importancia a tus miedos e inseguridades, no te quedarías afuera de esta familia. A mamá le enecantaría abrazarte fuerte mientras las dos están desnudas.

―¿De verdad? ―Pregunté, con el corazón hecho un ovillo.

―Sí, ella misma me lo dijo. Y papá… él cree que vos sos la más linda de las dos.

―¿Qué? 

―Sí, se lo pregunté un día, le dije que fuera totalmente honesto. Si tuviera que elegir una novia como yo o como vos. ¿Cuál prefería? Después de pensar un rato dijo: “Una como Julieta”. Lo que te digo es verdad, te juro que no me lo estoy inventando.

Empecé a llorar, como una boluda. Nunca antes alguien me había preferido por encima de mi hermana. Ella es tan tetona, tan culona… tiene una cara tan perfecta. Me parece ilógico que un hombre pueda pensar que yo soy más linda… y además ese hombre es mi papá. Sí, Charly. Estoy muy confundida. No sé qué pensar.

―Gracias ―le dije a Gaby, limpiándome las lágrimas―. Eso me hace sentir muy bien. 

―Y te digo más: si yo fuera lesbiana, sería muy feliz teniendo una novia tan linda como vos.

Acto seguido, me besó. Esta vez nuestras lenguas se encontraron tan solo por una fracción de segundo, pero nuestros labios se amoldaron tan bien que puedo decir que este también fue uno de los mejores besos de mi vida.

―Si fueras lesbiana ―dije, cuando nuestras bocas se separaron―. Harías muy feliz a muchas mujeres. Besás muy bien… y estoy segura de que si algún día te animás a probar una concha, lo vas a hacer super bien.

―¿Y quién te dijo que no probé una?

―¡Vos, Gaby! ¡Vos! Me dijiste bien clarito: “Nunca probé una concha”.

―Ah, pero eso te lo dije hace varios días… es cosa del pasado.

―¿Me estás diciendo que…?

―En otro momento te lo cuento. Ahora tenemos algo más importante por hacer. Nos están esperando. ¿Estás lista para que mamá te depile la concha?

―Sí, totalmente lista. 

Quería saber más sobre esa concha que supuestamente probó Gabriela, pero sabía que ella me lo contaría en otro momento. 

Tengo que admitir que mi hermana tiene una mente brillante cuando se trata de sexo. En unos minutos de intensa charla masturbatoria logró que una situación que me aterraba pasé a interesarme tanto que me moría de ganas de hacerlo. 

Juntas volvimos a entrar al comedor, mi madre había preparado todo lo necesario para despejar de vello púbico mi entrepierna.

La miré con una gran sonrisa, me moví con sensualidad, como si de pronto me sintiera la mujer más hermosa y confiada del mundo, me senté en un sillón y abrí las piernas tanto como pude. No me importó que mi papá estuviera mirando… bueno, sí… sí que me importó. Mejor dicho: no me molesto. Le sonreí como diciéndole: “Está todo bien, papá. Mirá todo lo que quieras”. 

―¿Empezamos? ―Preguntó mi mamá, muy emocionada.

―Empezamos ―le respondí con seguridad.

Lo siento mucho Charly. Lo que sigue te lo voy a contar en otro momento. Ahora mismo necesito hacer una pausa muy necesaria. Sí, ya sé qué estás pensando: la pausa es para hacerme la paja. Así es, esa es una de las razones. Necesito toquetearme durante un buen rato. Pero además quiero tener tiempo para acomodar un poco mis ideas, así te cuento bien todo lo que pasó después. 

Nos vemos pronto. Gracias por escucharme. 


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