La MILF más Deseada [20].

 


Modelo de la Foto: Cherie DeVille.


Capítulo 20.


—1—


El viaje exprés de Diana y Julián llegó a su fin y ambos regresaron a su casa. Julián estaba feliz de poder volver a encontrarse con sus cosas, especialmente con su cámara y la computadora; sin embargo lo que más elevaba su estado de ánimo era el recuerdo de todo lo que había ocurrido durante ese fin de semana en un hotel con su madre. Ella parecía haber aceptado que la relación entre ellos había alcanzado un nuevo nivel. Un par de horas antes de abandonar el hotel, volvieron a coger, y fue la misma Diana quien propuso hacerlo, y lo hizo de una forma tan directa que Julián le costó creer que eso fuera real.

La rubia se tendió en la cama, completamente desnuda, abrió las nalgas y dijo: “Meteme la pija, por donde quieras”. Julián no lo dudó, colocó todo el largo de su cuerpo sobre ella y apuntó la pija a la concha. Pero por supuesto no perdió la oportunidad de cogerla por el culo, otro gran salto en la relación madre e hijo: meter la pija por el orto estaba totalmente permitido. Y así se lo hizo saber Diana, que se estremeció, gimió y suplicó por más, durante todo el tiempo en el que Julián le estuvo dando pija por ese agujero. Él estaba feliz, se sentía casi en una utopía incestuosa… casi. Aún le jodía que su madre hubiera tenido sexo con Lucho y Esteban, dos de sus mejores amigos. 

No quería discutir por ese tema otra vez, tenía miedo de que ésto hiciera enojar a su madre y que ella decidiera no tener más sexo con él. Pero cuando vio a Diana caminando por la casa, completamente desnuda, lo invadió la incómoda certeza de que la rubia no tendría ningún tapujo en hacer eso frente a los amigos de su hijo. Es más, lo haría con gusto, y luego se dejaría coger por ellos, como buena puta que era.


—2—


Diana y Julián volvieron a una rutina laboral que funcionó de maravilla. La rubia posó con un nuevo conjunto de ropa interior, cortesía de la empresa alemana, y su hijo no perdió la oportunidad de arrimarle la pija cuantas veces pudo; ella lo recibió con agrado y no le importó ponerse en cuatro para que Julián la penetrara. Al principio lo hicieron con calma, ya que si estaban quietos las fotos salían mejores. Pero de a poco fueron acelerando el ritmo y terminaron cogiendo de la misma forma en que lo habían hecho en el hotel: Con Diana arriba, montando la pija como una experta. Luego Julián fotografió la concha de su madre chorreando semen, eso vendería muy bien. 

Él pudo haberle sugerido a su madre que sacaran algunas fotos de sexo anal; prefirió no hacerlo porque las cosas entre ellos estaban marchando muy bien y tenía miedo que, al intentar llegar más lejos, ella se molestara. Ya tendrían oportunidad para hacer una buena sesión de fotos de sexo anal, y mientras tanto él podría hablar con los alemanes, para preguntarles cuánto estarían dispuesto a pagar por fotos de ese estilo. Eso lo hacía sentir mejor. Por lo menos sabía que no estaba obsesionado con su madre, a pesar de que amara coger con ella. Los negocios seguían siendo un fin importante y se esmeraba cada vez más en lograr fotografías de buena calidad. Incluso estaba pensando en invertir en decorado, para poder armar distintos sets, sin tener que salir de la casa. 


Cuando Diana asomó la cabeza dentro del cuarto de su hijo, lo encontró con la pija dura, haciéndose una paja mientras miraba porno en la pantalla. 

—¿Puedo pasar? —Preguntó la rubia. Ya se le estaban humedeciendo los labios de solo ver ese miembro viril erecto.

—Sí, no hay drama —Julián ya se tomaba con total naturalidad ese tipo de situaciones, hasta le gustaba que su madre lo sorprendiera haciéndose la paja.

—¿Qué estás mirando?

—Los videos que grabó papá, mientras te espiaba. 

—Lindo material… —Diana se vio a sí misma en la pantalla, cogiendo en su propia cama, con dos tipos. Las imágenes le trajeron recuerdos, podía recordar el día exacto en el que había ocurrido eso—. ¿Podemos mirarlos juntos… desde la cama?

—¡Sí, claro!

Julián dio un salto por la sorpresa, y estuvo a punto de voltear el teclado y el mouse. Con la pija aún dura se apresuró a colocar la pantalla de la computadora de forma tal que pudieran verla desde la cama. Mientras tanto su madre se puso cómoda, quitándose toda la ropa. Se quedó desnuda y empezó a jugar con su concha, como si la estuviera preparando para la verga de su hijo. Julián miró ese tesoro con devoción y en cuanto estuvo todo listo, se lanzó a la cama. No prestó demasiada atención a lo que ocurría en pantalla, algo mucho más interesante estaba ocurriendo en vivo y en directo. Buscó las grandes tetas de su madre y empezó a chuparlas, una por una, mientras acomodaba la pija para penetrarla.

—No, así no —dijo Diana—. Si te me tirás encima no puedo ver la pantalla. —Julián se alejó como un cachorro regañado por sus dueños—. Si me querés coger, me pongo en cuatro. —El chico volvió a sonreír, a Diana le pareció que la verga saltaba de alegría. 

La rubia se puso como una perrita en celo, con la cara apuntando hacia la pantalla, y el culo hacia su hijo. Julián no podía más, tenía ganas de volver a probar ese agujero que él había desvirgado. Con la voz temblorosa preguntó:

—¿Te la puedo meter por el culo?

—Si empezás despacito, sí…

No lo podía creer, tenía permiso para hacerle el orto a su madre. La verga se le puso tan tiesa que le dolió. Posicionó el glande en la entrada de ese orificio y lo lubricó con abundante saliva. De a poco fue dilatándolo, la penetración era inminente. Le pareció que el culo de Diana se había acostumbrado muy bien al gran tamaño de su glande, a pesar de su escasa experiencia. Desde la computadora le llegaron los gemidos de la Diana del pasado, que gozaba mientras se la cogía el Tano y otro tipo más, al que ya había visto en un par de videos. La Diana de la pantalla suplicaba por más pija, y la que tenía delante de él había empezado a masturbarse. Esto lo incentivó, ella se estaba preparando para disfrutar de una buena cogida por el culo, y él estaba dispuesto a dársela.

Julián no había planificado nada de esto, pero de haberlo hecho seguramente estaría diciendo que todo marchaba de acuerdo al plan, porque la situación no podía ser más perfecta. Su madre bajó el torso, hasta que sus tetas quedaron contra el colchón, el chico supo que ella ya estaba preparada para recibirla adentro. Hizo presión y, acompañada de una sensación mágica, su verga empezó a entrar. No avanzó demasiado, porque no quería lastimarla. Retrocedió, le dio unos segundos de descanso y volvió a embestir, esta vez llegando más adentro. Diana empezó a pajearse con vigor. 

Julián estaba en la gloria, disfrutando de cómo su verga se enterraba en ese hermoso culo. Diana se movía y se contoneaba, como si fuera una serpiente imbuida de lujuria pura. 

El video en el que los dos tipos se cogían a su madre llegó a su fin, para su gran alivio. Pensó que de ahora en adelante podrían coger en paz, sin ningún tipo de “estimulación visual”; pero nuevas imágenes aparecieron en pantalla. Parecían haber sido grabadas el mismo día que el video anterior. Julián no le dio importancia… hasta que escuchó una frase que lo cambió todo. 

—Te vamos romper el orto, putita… y te va a gustar —era la voz del Tano, Julián ya la conocía bien. Lo que más le sorprendió fue la respuesta que le dio Diana.

—Me dejo hacer lo que sea, estoy re entregada. Quiero que me rompan el orto… entre los dos.

Julián se quedó paralizado, con la mitad de la verga metida en el culo de su madre. No podía creer lo que escuchaba. Miró la pantalla y comprobó que no eran puros alardes, los dos tipos estaban dispuestos a metérsela por el culo, y ella, en cuatro en la cama, abrió sus nalgas para que el Tano la clavara. 

—Pero… pero —comenzó a balbucear Julián—. Me dijiste que eras virgen del culo… —su madre no respondió y el video se fue tornando cada vez más pornográfico. Diana le chupó la verga al segundo hombre mientras el Tano empezaba a culearla… logró meterle la pija con mucha facilidad, y Julián supo que ni siquera esa era la primera vez que a su madre… —me dijiste que nunca te la habían metido por el culo…

—Sí… yo lo dije, y vos te lo creíste… así como se lo creyeron muchos otros antes que vos.

—¿Por qué? ¿Por qué dijiste eso? Yo pensé que había sido el primero…

—No, querido… lamento informarte que no fuiste ni el primero, ni el segundo… ni el décimo. Me metieron muchas pijas por el orto. ¿De verdad creíste que con lo puta que soy… y con lo mucho que me cogieron estos tipos, mi culo iba a seguir virgen? Me rompieron bien el orto la primera vez que me agarraron entre dos… y me encantó. Desde ahí en adelante mi culo fue del Tano… y de sus amigos. 

—¡Puta! —Dijo Julián, lleno de rabia y calentura—. ¡Sos una puta de mierda! ¡Le entregaste el orto a todo el mundo! 

—¡Ay sí! Me encanta que me hagan el culo… ¡Así… así!

Julián no se había dado cuenta, pero su cuerpo se movía con mucho vigor, su pija entraba y salía del culo de su madre. Él tenía los ojos inyectados de rabia, y los mantenía fijos en la pantalla, viendo como el Tano le taladraba el culo a su madre. Inconscientemente él repitió todos los movimientos de ese hombre. Agarró con fuerza las caderas de Diana y empezó a darle duras embestidas.

—¡Mirá! ¡Te dejaste hacer el culo, como una puta! 

—Y no fue la primera vez… tampoco la última.

—¿Por qué? ¿Por qué? 

El pibe parecía estar inmerso en un trance sexual del que no podía salir. Lo atormentaba saber que ese momento mágico que había tenido en la discoteca, al meterle la pija por el culo a su madre, no había sido más que una de tantas experiencias para la rubia. Ahora entendía por qué le había costado poco trabajo penetrarla, y por qué ella accedió a que el empleado del hotel se la metiera por el culo. Para ella no tenía ningún valor especial, era solo sexo.

—¿Por qué dijiste que eras virgen del culo? ¿Por qué tenías que mentir?

—Porque a los hombres les calienta pensar que una mujer como yo tiene el culo virgen. Se desesperan, se mueren de ganas de partirme la cola… y a mí me encanta. Así, Julián… cogeme bien fuerte… me encanta.

El cuerpo del pibe se sacudía al mismo ritmo que el de su madre, la verga entraba y salía casi completa, y con cada penetración las nalgas de Diana emitían un chasquido, al chocar contra la pelvis de su hijo. 

—¡Te voy a romper el orto, puta! —Una nueva ola de rabia cruzó su cuerpo. Ésto lo incentivó a seguir moviéndose—. ¿Te gusta, puta… te gusta?

—¡Me encanta! ¡Dame bien fuerte! ¡Llename el culo de leche! 

Julián no tenía forma de saber cuánto tiempo estuvo dándole por el culo a su madre, pero fue suficiente. Lo hizo con todos los músculos tan tensos que por un momento temió que le fueran a estallar las venas del cuello; pero aún era joven y podía permitirse algunos excesos de ejercicio físico. Tal vez nunca se acostumbraría a seguirle el rumbo a esa mujer, que era tan fogosa. Diana sabía cómo moverse, para sacarle el máximo provecho a cada nueva embestida. Ella le pidió que le llenara el culo de leche, y él lo hizo, con todo gusto, sujetándola del pelo y enterrándole la verga hasta el fondo, para que no se saliera ni una gota. Ella recibió el esperma pajeándose bien fuerte. Llegó al orgasmo, al igual que la mujer del video, cuando el segundo hombre la penetró por detrás. 

Quedaron los dos agotados. Madre e hijo se tendieron en la cama. Diana se acostó sobre el pecho de Julián y le acarició suavemente la verga, hasta que ésta perdió su rigidez.

—Cada día lo hacés mejor —dijo ella, con una radiante sonrisa—. Me encanta que hayamos llegado al punto de poder coger sin carcomernos la cabeza. Estoy muy contenta, la pasé muy bien.

Julián también la había pasado de maravilla, ya que sexualmente esa fue una de las experiencias más intensas de su vida; pero no compartía la visión de su madre en todos los aspectos. Él no estaba tan tranquilo como ella, por su cabeza daban vuelta miles de imágenes incómodas, de su madre siendo penetrada por desconocidos, que la usaban como a una puta barata.


—3—


Un par de días después de la intensa sesión de sexo anal, Diana se sorprendió al encontrar a Julián sentado en el sofá del living, con la mirada perdida en la pantalla apagada del televisor. 

—Julián, ¿pasa algo? Te noto triste —dijo Diana, tomando la mano de su hijo—. Y no me digas que no te pasa nada, porque soy tu madre y te conozco bien. 

El chico la miró a los ojos, ella tenía razón, no tenía sentido mentirle. Tarde o temprano su madre averiguaría el porqué de su estado de ánimo. 

—Lo que pasa es que me di cuenta de algo. 

—¿De qué? —Preguntó ella, intrigada.

—Que estás intentando reemplazar a papá conmigo.

La cara de Diana se desfiguró por la sorpresa.

—¿Qué? ¿Por qué pensás eso?

—¿No te parece obvio? Te cogiste a mis amigos, y me lo contaste, para que yo me sintiera mal. Como cuando le contabas a papá que le estabas metiendo los cuernos.

—¡Ah, no! ¡Yo no lo puedo creer! —Diana se puso de pie de un salto—. ¿Sabés una cosa, Julián? Puedo tolerar muchas cosas de un hombre; pero algo que jamás voy a tolerar es ese machismo egocéntrico que los lleva a pensar que todo lo que hace una mujer tiene que ver con ellos. ¡Me cogí a tus amigos porque quería! Punto… fin de la historia. ¡No tiene nada que ver con vos!

Julián abrió mucho los ojos y supo que se había metido en un terreno muy peligroso y que, tal vez, había cometido un grave error; pero no estaba dispuesto a ceder tan pronto.

—¿Entonces por qué me lo tuviste que contar? Podrías haberlo guardado como un secreto.

—Te lo mostré para compartir con vos algo lindo que me pasó. En ningún momento quise que te pusieras mal. ¡Estábamos en culo, los dos en la cama, Julián! Vos tenías la pija dura y yo quería que me la metieras. Quería que nos calentáramos juntos. La pasé super bien en ese momento, fue una de las mejores cogidas de mi vida… ¡y a vos lo único que se te ocurre pensar es que lo hice para molestarte! 

Diana dio media vuelta, Julián evitó que ella se marchara, agarrándola del brazo. La rubia lo fulminó con la mirada, como si estuviera a un segundo de asesinarlo. 

—Perdón, mamá. Tal vez entendí todo mal, no te vayas. 

La rubia se quedó de pie, frente a su hijo; pero aún tenía el ceño fruncido y los labios apretados. 

—Evidentemente entendiste todo mal. Pensaste que todo lo que yo hacía giraba alrededor tuyo. ¡Machista y egocéntrico! No lo puedo creer… de mi propio hijo. ¿Acaso yo te eduqué de esa manera? ¿Acaso no te enseñé que una mujer es libre de coger con quien se le dé la regalada gana? ¿Y sabés una cosa, Julián? A tus amigos me los voy a volver a coger, mil veces, si se me canta la argolla. ¿Te quedó claro? Si a vos te pone mal, entonces es tu puto problema. 

—Es que son mis amigos… y me joden que te miren como a una puta a la que le pueden decir cualquier barbaridad, o arrimarle la pija.

—A ver, puedo entender que eso sea una situación incómoda para vos, eso lo supe desde el principio. Pero creí que te ibas a dar cuenta de que yo lo hacía porque me gustaba, no para “joderte”. Eso es lo que más me molesta. 

—¿Acaso no te gusta que los hombres se pongan celosos por vos? 

—No, a mí lo que me gusta es que me deseen. Me cogí a Lucho y a Esteban porque ellos me mostraron mucho de ese deseo que me vuelve loca. Además tienen buena pija… no saben coger, pero ya aprenderán. 

—Yo creí que intentabas que yo me sintiera celoso, como papá.

Diana bajó un poco la guardia, entendió que su hijo estaba atravesando un momento delicado, y no quería enojarse con él. Volvió a sentarse y lo miró a los ojos.

—Julián, lo que yo hacía con tu papá era parte de un extraño juego sexual. Al final resultó que él sabía todo, y eso me deja tranquila, porque de verdad me hacía sentir mal haberle puesto tanto los cuernos. Es que… o sea, me cogieron un montón de tipos. De a dos, o de a tres. Fui muy puta, lo admito, y hasta puedo reconocer que lo disfruté mucho, cada segundo; incluso sin saber que Eduardo estaba al tanto de todo. Entendía que me estaba portando mal, y me gustaba… me calentaba muchísimo ser esa puta que la sociedad siempre dijo que soy. Más me calentaba jugar al papel de la buena esposa, con todo el mundo, para después ir a una casa a que me rompieran el orto entre tres tipos. Me chorreaba la concha al llamar a tu papá y decirle que no me esperara despierto, porque me estaba haciendo culear por tres machos pijudos. Mientras te lo cuento, se me moja toda. De verdad me apasionaba hacer eso. Mientras más explícita me pusiera, más me calentaba. Quería que Eduardo llegara lo más al límite posible entre sospechar que yo lo engañaba, y en que tuviera la certeza de que en verdad lo hacía. Era un juego peligroso, porque yo no tenía ni puta idea que él ya me había visto poniéndole los cuernos. Ahora que lo pienso, tal vez fue mejor así, tal vez yo no me hubiera calentado tanto si él me decía la verdad. Puede que Eduardo lo supiera, él me conocía mejor que nadie. Si en realidad no contarme fue parte de su plan, entonces lo felicito, porque salió de maravilla, para los dos. Me daba un morbo tremendo ser una hija de puta con él. ¿Querés saber qué tan hija de puta llegué a ser? —Miró a su hijo con seriedad, él no respondió—. Contestame, Julián; porque es muy posible que no te guste lo que tengo para contar. ¿Querés saberlo o no? 

—Sí, quiero saberlo.

—¿Aunque no te guste? ¿Aunque te des cuenta de que tu madre es una sádica hija de puta?

El chico tragó saliva.

—Sí. Contame.

—Bien. Mi nivel de “Esposa puta” llegó a su clímax hace unos años, poco antes de cortar con ese jueguito, porque sé que me pasé de la raya varias veces y me entró la culpa. Antes de ponerle fin, llegué lo más al límite que podía llegar, y ahora entiendo que tu padre también estaba “jugando”, poniendo de su parte para mantener su rol de “Marido cornudo que no quiere entender que a su esposa le están rompiendo el orto entre tres machos pijudos”. 

—El cornudo ciego, que no quiere ver.

—Exacto. Al final él no fue así; pero el rol le salió perfecto, tanto que motivó que yo asumiera cada vez más riesgos. Una vez, mientras me estaban rompiendo bien el orto, con una pija bien ancha, él me llamó por teléfono. Yo le conté lo que estaba haciendo, y empecé a gemir como una puta, sin disimular nada. Él empezó con el jueguito y dijo algo como “Sos buena actriz, podrías probar para hacer el doblaje de…”, de esos dibujitos animados porno japoneses. No recuerdo cómo se llaman.

—Hentai.

—Eso, se nota que sos bien pajero —Diana sonrió, y eso contagió a Julián—.  Seguramente Eduardo también los miraba. En fin, la cosa es que me molestó que él creyera que era pura actuación, inconscientemente yo quería que él supiera lo puta que soy… y que a la pija la tenía bien metida en el orto. Entonces le dije al tipo que me estaba cogiendo (ni me acuerdo del nombre), que me sacara una foto. Le mandé a tu papá una foto de mi culo, con la pija bien enterrada. Y esa no fue la única, estuvimos charlando un buen rato, y le mandé algunas fotos con la concha abierta, pero con la pija siempre en el orto. Después buscá entre las cosas que él dejó, seguramente esas fotos están guardadas en algún lado. Cuando terminé de garchar le mostré cómo me habían llenado el culo de leche… e inmediatamente después me entró la culpa. Había llegado demasiado lejos. Porque una cosa era contarle por teléfono de mis cogidas, y otra muy distinta era mandarle fotos. Pensé que se iba a dar cuenta, que volvería del trabajo hecho una furia… pero no.  Llegó contento, con una sonrisa de oreja a oreja. Para tantear el terreno le pregunté: “¿Qué te parecieron las fotitos que te mandé?”. Y él me dijo que complementaron muy bien el relato, que casi se cree que la mujer de las fotos era yo; pero que en internet todos los culos se parecen, y que no debió costar tanto trabajo encontrar esas imágenes. Ahí recordé un detalle muy importante: “En ninguna de las fotos se me veía la cara”. Ahora entiendo que él solo me estaba siguiendo el juego, pero la respuesta que dio me pareció convincente. 

—Un cornudo que no quiere ver, podría haber contestado eso. 

—Sí, claro. Ahí empecé con una nueva etapa del “jueguito morboso”. No solo le hablaba cuando me estaban garchando, sino que ahora también le mandaba fotos. Eso sí, siempre las revisaba antes de pasárselas, para que fueran lo más neutras posible. Por ejemplo, que de fondo no estuviera una de las plantas de la casa, detalles así. Tampoco se me podía ver la cara. Pero sí que le mostré cómo me llenaban de verga la concha y el culo, incluso le pasé varias fotos de doble penetraciones. Me hubiera encantado mandarle una foto chupando pija, o con la cara llena de leche; pero eso era demasiado. Sin embargo, un día en el que me quedé cogiendo con el Tano y otros dos tipos más, en la casa de uno de ellos, se me ocurrió que podía ir más lejos. Uno de los tipos me estaba dando por el orto, le pedí a ese que filmara todo, mientras yo le comía la pija a los otros dos. Como el video estaba filmado desde atrás, se me veía mucho el orto y la concha, pero todo el pelo me tapaba la cara. A la casa Eduardo no la conocía, así que con eso no había drama. Podía pasar por cualquier rubia actriz porno…

—Y sí, con el cuerpo que tenés, podrías ser actriz porno.

—Ya lo soy, tarado. —Diana soltó una risotada—. Miré varias veces el video antes de estar segura, y cuando me convencí de que no se me veía la cara en ningún momento, se lo pasé a Eduardo diciendo: “Mirá, cornudo, me pasé toda la tarde entregándole el orto a estos tres tipos. Esas son las pijas que a mí me gustan. Pasáselo a las forras de tus cuñadas, les va a encantar enterarse de que soy re puta, como tanto andan diciendo”. Me recontra pajeé con esa frase en mente. Tenía un poco de miedo, porque esto ya era un video, él podía darse cuenta de que esa mujer era su esposa. Pero algo me decía que no sería así. —Ella hizo una pausa, miró la entrepierna de su hijo—. Julián, ¿por qué no me metés la pija, mientras te cuento esto? Yo estoy re caliente, y vos también.

Él miró hacia abajo y descubrió que tenía una fuerte erección, esto le pasaba tanto al estar cerca de su madre, que prácticamente ni se había dado cuenta. Lo de Diana era una pregunta capciosa, ella no se iba a quedar esperando una respuesta. Se quitó el shortcito blanco que llevaba puesto y liberó la verga de su hijo del pantalón, se sentó sobre él, mirándolo a los ojos, y dejó que la pija se le metiera hasta el fondo de la concha. Como estaba tan mojada, la penetración fue muy suave. 

—¡Uf… esto me encanta! —Exclamó la rubia, cuando tuvo la pija bien metida dentro de la concha. Empezó a moverse lentamente—. Cuando tu papá vio ese video respondió de la forma que yo esperaba, dijo que la chica se parecía bastante a mí, que seguramente me había pasado un buen rato mirando porno hasta dar con eso. Sí, sé que yo tendría que haber sospechado de que él sabía más de lo que contaba. Pero mi inconsciente me pedía que ignorase esos detalles. Si él quería jugar al “Cornudo ciego”, yo podía jugar a la “Puta ciega”. Ninguno de los dos quería ver las cosas como realmente eran… y de esa manera disfrutábamos.

—Vos me dijiste que ya no te sentís culpable por haberle hecho todo eso…

—No, para nada. Después de ver las grabaciones que Eduardo dejó, me volvió el alma al cuerpo. Él sabía todo y lo disfrutaba. Todo era parte de un juego sexual muy extraño, y morboso. Las cosas tenían que ser así, de lo contrario no hubiera sido tan divertido. Al final, indirectamente, Eduardo me hizo vivir los mejores años de mi sexualidad. Porque cada vez que yo cogía con alguien, pensaba en él y en cómo le estaba metiendo los cuernos. No porque quisiera ser mala con él… sino porque me daba morbo. Y a ésto es a donde quería llegar: vos te enojás conmigo porque pensás que me acosté con tus amigos para molestarte, creés que mi morbo consiste en reemplazar a Eduardo con vos, y de alguna manera “ponerte los cuernos”.

Julián no podía discutir con ella, menos mientras la tenía encima y se movía, provocando profundas penetraciones. Esa mujer sí que podía lograr que un hombre le prestara atención. 

—La cima del morbo sexual, era ponerle los cuernos a tu padre y dejarme hacer el culo por dos o tres tipos a la vez. Creí que nada podría superar esa sensación, eran demasiados factores morbosos funcionando juntos. Ahora ya no pienso igual. Hay un factor muy importante que no estás tomando en cuenta, Julián: sos mi hijo. —Diana aceleró el ritmo de sus movimientos, sus tetas empezaron a rebotar y ella gimió cuando la verga tocó lo más hondo de su ser—. Me encanta esta pija… no hay nada que lo supere.

—¿Nada?

—No, Julián. Nada. Para una madre no puede haber nada más “prohibido” que coger con su hijo. El morbo se basa en fantasear con lo prohibido… y yo ni siquiera tengo que fantasear, lo puedo hacer realidad. ¿Acaso no me estás metiendo toda la pija ahora mismo? No importa que me coja a todos tus amigos, o a todos los tipos que conozca por ahí… ninguno de ellos es mi hijo. Tal vez, si tuvieras un hermano, tendrías alguien de quién sentirte celoso; pero sos hijo único. Nadie más que vos me puede brindar estas sensaciones. 

Julián se aferró a las nalgas de su madre y empezó a chuparle las tetas con devoción. Lo hizo tan fuerte que temió arrancarle los pezones, pero ella no se quejó en ningún momento; al contrario, lo alentó a seguir. Diana empezó a montarlo tan rápido como podía. 

Esta vez Julián pudo disfrutar del sexo con su madre con una seguridad que nunca había estado presente. Ahora sabía que él tenía un lugar privilegiado en la vida sexual de Diana, y nadie en el mundo podría arrebatárselo. Ella podía ser actriz porno y cogerse a todo el mundo, que ninguna de esas personas sería capaz de causarle el mismo morbo que su hijo. 


—4—


La alegría reinó en la casa. Ahora Julián ya no tenía nada de qué preocuparse. Todo marchaba a la perfección… o casi todo. Por más que hubiera pasado unos días mentalizándose de que su madre podía tener sexo con otros hombres, y que eso no lo hacía para molestarlo, aún no estaba preparado para la visita de sus amigos. 

Cuando sonó el timbre se quedó paralizado. Algún sexto sentido le decía que se trataba de ellos, que habían venido, sin avisar, a visitar a Diana. Bueno, al menos a él no le notificaron, pero la rubia sí parecía estar enterada de todo. Ella misma caminó hasta la puerta, para recibirlos. Llevaba puesto un camisón blanco muy transparente, debajo podía verse un erótico conjunto de ropa interior, con una tanga diminuta que apenas le cubría la concha, un corpiño que transparentaba casi tanto como el camisón, medias de encaje, portaligas… y tacos altos. ¿Qué mujer, en su sano juicio, se pone tacos altos con un camisón? A menos que esté dispuesta a provocar a alguien. 

Diana le abrió la puerta a Lucho y Esteban, que la miraron como si ella fuera la diosa de la lujuria, y ellos su séquitos incondicionales. Lo único que les faltó fue ponerse de rodillas ante la rubia.

Se sorprendieron cuando se encontraron con Julián, sentado en el living, frente al televisor. Intentaron recobrar la compostura y hacer de cuenta que Diana estaba vestida con un hábito… y no enseñando indiscretamente casi todo su cuerpo. 

 —Hola, Julián ¿cómo andás? —Saludó Esteban, tendiendole una temblorosa mano a su amigo.

Julián le devolvió el gesto sin apartar la mirada de la pantalla. Estaba jugando Red Dead Redemption 2 y no parecía tener ganas de tratar con sus amigos. 

Lucho también lo saludó y al igual que Esteban, se sintió incómodo. De reojo miraban a Diana, que deambulaba por la casa como si la situación fuera lo más normal del mundo. Los pibes se preguntaban cuánto sabría Julián de lo que había ocurrido entre ellos y su madre. 

—¿Avanzaste mucho en el juego? —Preguntó Lucho, en un claro intento por aliviar la tensión. 

—Más o menos —respondió Julián—. Me lo tomo con calma, es un juego que me gusta mucho y no tengo apuro por terminarlo. 

—Sí, es lo mejor —dijo Esteban, sentándose en el sofá—. Se disfruta más si lo jugás tranquilo.

Lucho también tomó asiento, quedando Julián en el medio, y dijo:

—A mí me aburre un poco eso de andar paseando tanto por el mapa del juego. Yo prefiero los momentos con tiros y explosiones.

—De eso también hay mucho —aseguró Julián—. Pero soy un poco cagón, no me gusta armar mucho quilombo. 

Gracias a la charla, la tensión se disipó bastante. Pero hubo momentos incómodos.

Diana llegó con unas cervezas frías y maní salado. Apoyó todo en la mesita ratona que estaba entre el sofá y el televisor, y al agacharse sus grandes tetas quedaron colgando ante los ojos de los tres pibes, que ya no pudieron concentrarse en la pantalla. La cosa subió varios niveles cuando ella les dio la espalda mientras destapaba y servía cerveza; se tomó todo el tiempo del mundo para hacerlo. Su enorme culo, apenas protegido por una tanga que se le estaba metiendo entre los labios vaginales.

Julián recapacitó acerca de la relación que tenía con su madre y sobre cómo ella no dejaría de ser esa mujer fogosa y sexual. Él mismo le había pedido a Diana que dejara salir “la puta que había en ella”. Allí la tenía, mostrando el orto frente a sus amigos. Julián se dio cuenta de que tenía dos alternativas: 

Hacer un escándalo por la actitud de su madre y quedar como un imbécil.

Tomárselo de buena manera, bromear sobre ello y que por fin la situación dejara de ser tan tensa.

Su lado más primitivo le pedía que siguiera la primera opción; pero logró contenerse. 

—Mamá, se te ve toda la concha —se esforzó para que sus palabras no sonaran como un reproche—. Después no te quejes si Lucho o Esteban te arriman la pija.

Diana giró repentinamente, no podía creer que su hijo hubiera dicho eso. Sonrió y contestó:

—No me voy a enojar por una arrimadita. 

Tomó un vaso de cerveza y con una seña les indicó que se sirvieran. Los tres pibes agarraron su cerveza y dieron un largo sorbo. Diana volvió a la cocina, contoneando las caderas, sabiendo que tenía tres pares de ojos apuntando a su culo. Sin mirar atrás, dijo:

—Voy a preparar unas pizzas caseras, si alguno me quiere dar una mano, lo agradecería mucho.

Lucho se puso de pie de un salto, al grito de “¡Yo voy!”. Esteban se lamentó, porque su amigo se le había adelantado; pero no quería iniciar una disputa. Ya tendría alguna otra excusa para acercarse a la rubia.

Julián volvió a concentrarse en la pantalla. No sabía hasta dónde se atreverían a llegar sus amigos estando él presente, pero después de la charla que tuvo con su madre, ya no le molestaba tanto. Incluso hasta podría encontrarlo excitante, al fin y al cabo Diana estaba preciosa en ese conjunto. 

Esteban le daba consejos sobre el juego mientras Lucho ayudaba con las pizzas. Desde donde estaba, Julián podía ver lo que ocurría en la cocina. Observó de reojo y descubrió que Diana estaba apoyada contra la mesada, sus grandes tetas colgaban y Lucho, quien simulaba estar ayudándola a preparar la harina, estaba parado justo detrás de ella, arrimándola. Julián no podía ver lo que ocurría detrás de la mesada, pero estaba seguro de que su amigo ya tendría la verga dura y que su madre estaría disfrutando de un arrimón en toda la concha. Diana sonreía con alegría, esto relajó a Julián, si ella disfrutaba, entonces él también podría hacerlo.

De pronto escuchó a su madre decir:

—Nene, si me arrimás tanto no voy a poder cocinar… 

—Perdón —se disculpó Lucho—, es que…

—Es que nada. Andá para allá… decile a Esteban que venga a ayudarme.

Esteban no necesitó que su amigo le transmitiera el mensaje, se puso de pie de un salto y caminó a paso apresurado hasta la cocina. Lucho se hizo a un lado, pero no se apartó demasiado. 

Mientras tanto Julián siguió jugando con la Play, sin prestar demasiada atención a lo que hacía. Su visión periférica le indicaba que Esteban ya había ocupado el lugar que tenía Lucho, justo detrás de Diana, y él también le estaba dando unos buenos arrimones. Incluso se tomó la libertad de manosearle las tetas. Julián intentó concentrarse en el juego y por unos pocos minutos lo consiguió; sin embargo cuando giró la cabeza se llevó una gran sorpresa.

Su madre tenía las tetas contra la mesada, y apretaba los dientes mientras todo su cuerpo se sacudía. Detrás estaba Esteban… ya no eran simples arrimones, directamente se estaba cogiendo a la rubia. Julián no podía ver la verga entrando y saliendo; sin embargo era imposible que esa situación pareciera otra cosa. Su madre había iniciado un poco discreto juego de seducción y ya le estaba dando eso que tanto había buscado. 

Diana se perdió detrás del mostrador y Julián entendió por qué. Se había agachado para chuparle la pija a Lucho, mientras Esteban se la cogía. 

Julián se sorprendió a sí mismo, sabía lo que estaba ocurriendo y no le molestaba tanto como había previsto. Imaginó que si esta situación seguía repitiéndose durante unos meses, él finalmente se acostumbraría. Al fin y al cabo su madre le había dejado bien claro que entre ellos dos existía una relación morbosa inigualable. Para ella los amigos de su hijo no eran más que un pasatiempo. 

Después de unos segundos Diana se puso de pie, tomó de la mano a Lucho y Esteban y fue con ellos hasta su cuarto. Julián permaneció sentado frente al televisor tanto tiempo como pudo, descubrió que lo que más le molestaba era no saber qué estaba ocurriendo. Se lo podía imaginar, claro… los gemidos que provenían de la habitación de su madre le daban una clara idea de lo que estaba ocurriendo allí dentro; pero él necesitaba ver. 

Se puso de pie y de camino hasta el cuarto de Diana, pasó por el suyo y tomó la cámara de fotos. 

Cuando por fin llegó a destino, se encontró con una escena que lo dejó boquiabierto. Sus amigos no habían perdido el tiempo, y Diana tampoco. Lucho estaba acostado bocarriba en la cama, la rubia lo estaba montando y justo detrás de ella se encontraba Esteban, quien le metía la pija por el orto. A la muy puta le estaban haciendo una doble penetración.

—A ver —dijo Julián, parándose al lado de la cama. Los tres se quedaron paralizados y lo miraron—. Vamos a dejar en clara una cosa: que ustedes se cojan a mi mamá no lo puedo evitar, al fin y al cabo es ella la que decide. —Diana sonrió, al fin su hijo había aprendido la lección—. Sin embargo yo también me quiero llevar algo a cambio. Ustedes no lo saben, pero desde hace unos meses yo le estoy sacando fotos a mi mamá, para una página porno alemana.

—Algo sabíamos —dijo Esteban, que aún mantenía su pija firme en el culo de Diana—. Ella nos contó un poco, sin entrar mucho en detalles. Nosotros le pedimos ver las fotos…

—Pero les dije que eso lo tendría que decidir el fotógrafo —lo interrumpió Diana. 

—¿Les dijiste quién era el fotógrafo?

—No, de eso se están enterando ahora.

—Bien. Les permito ver las fotos —pudo notar como las caras de sus amigos se iluminaban de alegría—. Con una condición. Lo más difícil de este trabajo es conseguir modelos que cobren barato… ustedes son mis amigos y se están cogiendo a mi vieja… así que los voy a usar como modelos y no les voy a pagar nada. ¿Trato hecho?

Diana empezó a reírse, ella fue recobrando de a poco el ritmo de sus movimientos, sabiendo que de esa manera nublaría mucho el juicio de los amigos de su hijo. 

—Por mí está bien —dijo Lucho, mirando fijamente las tetas de Diana, que colgaban ante sus ojos.

—Yo no quiero plata —aseguró Esteban—. Me alcanza con….

—Sí, sí… ya sé con qué te alcanza —interrumpió Julián—. Bueno, ustedes sigan haciendo eso y yo les voy a sacar fotos. Al menos voy a tener la consideración de que no se les vea la cara. Cuando mi mamá quiera, podemos hacer más sesiones de fotos. Pero después no quiero ningún reclamo, porque no les voy a pagar ¿está claro?

—Sí, muy claro —dijo Diana, aumentando el ritmo de sus movimientos, provocando que las dos vergas entraran y salieran de sus agujeros—. ¿No es así, chicos?

Ellos asintieron al unísono. 

Julián empezó a fotografiarlos, si tenía la cámara en mano se le hacía mucho más fácil ver la escena, al fin y al cabo debía concentrarse en su trabajo. Ocasionalmente les dio instrucciones de cómo debían posar. Por supuesto que los dos modelos se tomaron la libertad de penetrar a Diana por todos sus agujeros. De a ratos Julián los dejaba hacer lo que quisieran, sin molestarlos, su madre sabía guiarlos muy bien y se los montó como una actriz porno experimentada. 

Julián sacó una foto del culo dilatado de su madre, después que sus dos amigos hubieran estado turnándose para metérsela por detrás durante un buen rato. Ella tuvo su primer orgasmo mientras se masturbaba al posar para esta foto. 

Lucho y Esteban cogieron a la rubia durante casi dos horas, haciendo breves pausas para que Julián pudiera fotografiar toda la escena. La imagen que coronó el momento fue una en la que Diana sonreía a la cámara, sujetando las dos pijas erectas, con toda la cara llena de leche. Ella no necesitaba actuar, estaba feliz y llena de morbo. Al fin y al cabo se había cogido a los amigos de su hijo, justo delante de él… y tendría fotos para rememorar cuando quisiera. 


—5—


Diana estaba llena de alegría por la tarde que pasó con Julián y sus amigos. Ahora tenían un par de cómplices en sus andanzas incestuosas. Ella sabía que ese importante paso no había sido fácil para su hijo, y quería recompensarlo de alguna manera. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue una nueva sesión de sexo… posiblemente anal. Sin embargo lo descartó, porque al fin y al cabo ella tendría sexo con Julián, quisiera recompensarlo o no. Entonces recordó otra de las grandes aficiones de su hijo: la Play Station. 

La rubia madura regresó a la tienda en la que había adquirido la nueva consola para su hijo. Cuando el dueño la vio entrar, se quedó atónito. Ella llevaba puesta una minifalda de jean que apenas le tapaba las grandes nalgas, y un top veraniego que se ceñía perfectamente a sus melones. Como si esto no fuera lo suficientemente impactante, además ella decidió usar tacos altos, para estilizar aún más su figura. 

El tipo estaba atendiendo a un cliente que no dejaba de preguntar las diferencias que existían entre la PlayStation 4 normal, y la Pro. Al principio el tipo se mostró interesado, porque vio la oportunidad de vender una costosa consola; pero desde el momento en que entró la rubia perdió todo el interés en ese cliente. Lo quería fuera… ¡y ya!

—Mirá flaco, si tenés dudas sobre las consolas, andá a tu casa, mirá algunos videitos de YouTube donde te lo expliquen y después volvé. No me hagas perder el tiempo, tengo otros clientes que atender. 

El aludido se quedó atónito, abandonó el local sin siquiera darse cuenta que justo detrás de él estaba la rubia más hermosa que hubiera visto en su vida. 

—Hola, Diana —saludó el dueño del local.

—¿Qué tal? Me sorprende que todavía te acuerdes de mi nombre. 

—No podría olvidarlo. La vez pasada no tuve la oportunidad de presentarme. Me llamo Roque —extendió la mano y Diana la estrechó. 

Ella sintió un calorcito generado por el morbo, porque cayó en la cuenta de que se había dejado coger por un tipo del que no sabía ni el nombre. No era la primera vez que eso ocurría, ni sería la última; pero siempre sería una experiencia excitante.

—Un gusto, Roque.

—¿Qué estás buscando, Diana? ¿Algún juego de Play 4, por ejemplo? —Roque decidió encarar primero por el lado de las ventas, él conocía sus limitaciones y sabía que esa rubia no había entrado al local por él, sino porque buscaba algún otro regalo para su hijo. Ya tendría tiempo de aprovechar la situación. 

—Sí, estoy buscando un juego en particular. Sé que a mi hijo le gustan mucho las pelis de Star Wars, y me enteré, por un amigo de él, que salió un juego para Play 4… ¿puede ser?

—Por supuesto, es uno de los juegos más solicitados. Justamente por eso tenemos un problema. Me queda una sola copia, y ya está reservada. —Era mentira, pero la rubia no tenía forma de comprobarlo. 

—Ah, ya veo —el corazón de Diana se aceleró, entendió que Roque la estaba invitando a portarse mal y ella quizás estuviera dispuesta a hacerlo. Se inclinó hacia adelante y apoyó los codos sobre el mostrador. Sus grandes tetas quedaron colgando y los ojos de Roque se clavaron en ellas—. Decime una cosa… ¿hay algo que yo pueda hacer para que anules esa reserva?

—No lo sé… tal vez; pero es un buen cliente, no le quiero fallar. Una nueva copia podría tardar semanas, incluso meses… con los problemas de aduana que tenemos en este país.

—Al cliente no puedo convencerlo —dijo la rubia, con sensualidad—; pero sí puedo intentarlo con vos… y como ya sabrás, puedo ser muy persuasiva.

La verga de Roque se despertó al instante. No tenía que decir más nada, y tampoco podía; su cerebro solo podía pensar en los placeres que obtendría de esa mujer. Con un gesto de la cabeza le indicó que lo acompañara hasta el fondo. 

Juntos entraron al mismo depósito en el que se reunieron la última vez. Diana se sentía en completo control de la situación, y para demostrarlo se puso de rodillas y abrió el pantalón de Roque, antes de que él pudiera decir algo. Sacó la verga y se la llevó a la boca con la misma naturalidad con que lo hubiera hecho con el pene del Tano… o quizás el de su hijo. 

Para Roque esto fue como tocar el cielo con las manos, apenas sintió el contacto de la lengua de esa rubia, su miembro se puso totalmente rígido. Para colmo ella lo tragó completo, demostrando el gran talento que tenía para el sexo oral.

Durante los siguientes segundos el tipo se concentró en no acabar, la veterana era demasiado buena en lo que hacía y él no quería vaciar sus testículos solo con una mamada. Sabía que podía conseguir mucho más que eso.  

—Me encanta que seas tan decidida, pero entenderás que no puedo defraudar a un buen cliente solo por una buena chupada de verga.

—¿Estás seguro de que vas a poder hacerte cargo de más? —Preguntó Diana, con picardía.

—Si estás dispuesta a ofrecer más, ¡por supuesto!

Ella se puso de pie y le dio la espalda a Roque, con un movimiento sensual de sus caderas comenzó a bajarse la tanga, mientras el tipo admiraba esos carnosos labios vaginales que aguardaban por él. No esperó que la rubia se pusiera recta otra vez, aprovechó que se había inclinado hacia adelante y le clavó la pija sin miramientos. Diana soltó un bufido de placer.

—Tenés la concha muy abierta, puta… se nota que te cogen seguido.

—No me puedo quejar, la verdad es que estoy muy bien atendida. 

El tipo comenzó a cogerla con tanto gusto como lo hizo la primera vez. Creyó que nunca más volvería a experimentar algo semejante, con una mujer como esa… pero la rubia volvió por más. Se aferró a esas grandes tetas y empezó a moverse como si la vida se le fuera en ello. 

Diana cerró los ojos y disfrutó, Roque no le producía ningún morbo especial, pero la situación le agradaba. Le resultó curiosa la idea de estar “prostituyéndose” para que su hijo consiguiera algún juego de Playstation; sin embargo todo era parte de un juego sexual que a ella le calentaba mucho. No hubiera tenido ningún problema en pagar y sabía que eso de que ya no quedaban copias no era cierto. Pero sin una recompensa, todo esto no sería tan excitante. 

—¿Te gusta, puta? ¿Te gusta?

—Mmm… no está mal, aunque probé mejores.

—Ya ni debés sentir las pijas por la concha, de tantas que te habrán metido.

—Fueron varias… 

—¿Y el orto? Estoy seguro de que vos también entregas el orto.

—Sí, pero mi culo es solo para “ocasiones especiales”.

—¿Y no te parece ésta una ocasión especial?

—Creo que ya te recompensé lo suficientemente bien por el juego…

—Pero es un juego de edición coleccionista…

—Eso ya lo habías dicho. Si querías usarlo para aumentar el pago, tendrías que habértelo guardado. Te la chupé y me estás metiendo la pija… considero que es más que suficiente. Si me querés dar por el culo, vas a tener que ofrecer algo más.

—Está bien… está bien. Te doy otro juego, gratis. 

—No sé… tal vez me des un juego muy malo, eso que no les vendés a nadie…

—Tu hijo va a saber si el juego es malo o no. Cualquier queja, lo cambiás.

—Mmm…

—¡Dale, por favor! —Suplicó Roque, con patetismo. Se moría de ganas de meter la pija en el culo de esa rubia, había fantaseado con esa idea desde que se la cogió por primera vez.

—Entrego el orto si además del juego de Star Wars sumás dos más.

—¡Trato hecho! 

Él ni siquiera se puso a pensar cuánto dinero se irían en tres juegos, no le importaba. Si eso le permitía cumplir su fantasía, entonces podía aceptarlo.

Diana se apartó de él y apoyó las tetas en una pared, levantó la cola y dijo:

—Acá me tenés… metemela toda por el orto. 

—¡Uy, me volvés loco, rubia! Cómo me gustaría cogerte todas las noches. Me calienta pensar en todas las pijas que te habrán metido por el orto.

—Muchas veces me dieron por el culo… en lo que va de la semana, ya me metieron tres pijas por el orto. Ésta sería la cuarta.

—¡Dios, qué puta que sos! 

Con la sangre hirviendo y la pija hecha un garrote, Roque se acercó a Diana. Se posicionó en la entrada y comenzó a empujar. Diana sabía exactamente cómo moverse para facilitar la penetración, y la esperó con ansia. Ella también estaba disfrutando mucho, pero no quería que el tipo lo supiera. 

—Si me vas a coger el culo, al menos hacelo bien.

—Te voy a romper bien el orto, ya vas a ver…

La rubia lo estaba desafiando y él sabía que tal vez no estuviera a la altura de los mejores amantes que esa mujer pudo tener; sin embargo tenía su orgullo, y lo defendería tan bien como le fuera posible. 

Diana separó las piernas y se preparó, la pija ya estaba entrando y ese tipo estaba dispuesto a darle con ganas. 

Cuando las embestidas empezaron ella no pudo reprimir sus gemidos. Quizás algún curioso que entrara al negocio podría escucharla. Eso no importaba, porque la estaba pasando de maravilla. Había visitado la tienda con la clara idea de comprarle algún juego a Julián y sabía que el sexo era una posibilidad, luego de lo ocurrido la última vez; pero no imaginó que la pasaría tan bien. Roque no era el mejor de los amantes, sin embargo su esmero era suficiente como para hacer gozar a la rubia. 

Ella bajó una mano y comenzó a masturbarse mientras él seguía dándole con ganas. Sabía que el tipo no resistiría mucho a ese ritmo, por lo que ella quiso llevarse la mayor cantidad de placer posible. Empezó a menear el culo de adelante hacia atrás, acompañando las penetraciones, le dolía un poco; podía aguantarlo. La sensación que le producía esa verga deslizándose dentro de su agujero hacía que un poco de sufrimiento valiera la pena. 

—No me acabes en el orto —pidió ella.

—¿Ah no? —Preguntó Roque, jadeando y transpirando—. ¿Y dónde la querés? ¿Te la vas a tomar todita?

—Sí… dámela…

Ella se puso de rodillas en el momento justo. Apenas la verga entró en su boca, empezó a escupir densos chorros de leche. Diana tragó todo con mucho gusto El tipo no dejó de repetir entre dientes “Tomala toda, putita… tomala toda”. Ella siguió chupando hasta estar segura de que ya había vaciado hasta la última gota de esos testículos. 

Roque no había podido aguantar tanto como le hubiera gustado, sin embargo podría pasar meses o años rememorando este increíble momento con esta veterana. Al menos ahora tenía la seguridad de que él había metido la verga en ese culo perfecto. 

Minutos más tarde Diana abandonó el local con tres juegos de PlayStation 4 en una bolsa de compras. Estaba feliz, porque había conseguido pasar un buen momento y también tenía un buen regalo para su hijo. 


—6—


—Hola, ma… —saludó Julián, cuando la vio entrar con la bolsa. Se le iluminaron los ojos al reconocer el logo de la tienda de videojuegos—. ¿Eso es para mí?

—Sip —ella lo abrazó y le dio un maternal beso en la mejilla—. Te traje tres juegos nuevos.

—¿Tres? —Se apresuró a abrir el paquete—. ¡Wow! Me compraste el de Star Wars, sos una genia. Los otros dos también tienen muy buena pinta.

—Espero que los disfrutes… mamá se tuvo que romper el culo para conseguirlos. 

Mientras ella se alejaba, Julián se quedó mirando el hipnótico vaivén de las nalgas de Diana, envueltas en una ajustada minifalda de jean. Comprendió que las palabras de su madre tenían más sentido literal que metafórico. 



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Comentarios

Andatiel ha dicho que…
Realmente la historia me facino pero desearía que ahora mostraras una especie de arranque de celos sobre la madre que también se de cuenta que su hijo puede tener a alguien más que solo a ella
Saludos y espero lo puedas considerar

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