Paraíso Voyeur [02].

 



Modelo de la Foto: Roxi (Met-Art)


Paraíso Voyeur es una serie de capítulos cortos que ofrezco como Bonus a las personas que me apoyan en Patreon en el Tier 3. Ya se acumularon varios capítulos y es hora de empezar a publicarlos de a poco.


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Lista con los Capítulos Publicados:

Paraíso Voyeur.


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02 - Vida Nueva.




ーHola Melinda ーsaludó Isadora Allman, sonriendo a la cámaraー. Sé que todavía no miraste el video anterior, porque no me animé a mostrártelo. Tengo mucho para contar sobre mi vida trabajando en SpyCam, y prefiero acumular varios videos y dártelos todos juntos. Como prometí la última vez, ahora te voy a narrar cómo fueron mis primeros días en la empresa. Allá vamos.




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Por lo que me contó mi empleador, Danilo Bermúdez, yo me haría cargo del monitoreo de todo un barrio de lujo, que contaba con varios edificios. Debería hacerlo desde un departamento oculto en el piso 41 del edificio central.

Mientras Danilo me mostraba mi nueva vivienda, me contaba sobre Reynaldo Noriega, el fallecido dueño de SpyCam… y también de ese departamento. Al parecer era un tipo que se tomaba muy en serio su trabajo, y había acondicionado el lugar para poder desempeñar sus funciones a la perfección. 

ーSé que estás un poco asustada ーme dijo Danilo, con una afable sonrisa. Sus rechonchas mejillas estaban rojas, posiblemente por la calentura que le había dejado arrimarme el bulto mientras subíamos en el ascensor.ー Pero no te preocupes, el trabajo es más fácil de lo que parece, una vez que agarrás ritmo. Reynaldo Noriega era tan obsesivo de los detalles que incluso se tomó el trabajo de elaborar un programa de computadora, que sirve a modo de “Tutorial”, para quien ocupara su puesto. 

ーEso me viene de maravilla ーaseguré. 

Con la mirada recorrí el departamento, no había muchos muebles, solo los justos y necesarios. Tal vez Reynaldo no era amante de los adornos, pero yo me encargaría de cambiar eso. Las paredes era asquerosamente blancas, sin gracia. Ya quería llenarlas de coloridos cuadros. Los muebles, en su mayoría, eran de color caoba, o negros. Contrastaban muy bien con el blanco del piso. Mi nuevo dormitorio era modesto, pero un millón de veces mejor que dormir en la calle. Me puse como meta conseguir gastar parte de mi primer salario en una buena cama, la que había parecía muy antigua y endeble. 

ーAcá es donde ocurre toda la magia ーdijo Danilo, abriendo la puerta de la oficina.

Creí que se trataría de un espacio reducido, ya que el resto de los ambientes eran muy grandes; pero recordé que estábamos en el piso 41 y que este departamento lo ocupaba por completo. Lo que más me sorprendió fue la cantidad de monitores que había colgados en una pared, y no se trataba de pantallas pequeñas, no, para nada. En conjunto se solapaban unos a otros, especial el del medio, que era como el más grande de los televisores de pantalla plana. Estaba rodeado por los monitores más pequeños que, de haber visto uno solo de ellos, sobre un escritorio, me hubieran parecido bastante grandes. La pared misma parecía estar recubierta con pantallas, a excepción de la franja inferior. Desde el piso hasta el primer monitor había exactamente un metro, lo sé porque me tomé el trabajo de medirlo. 

Justo frente a esta pared llena de pantallas había un amplio escritorio, que estaba completamente vacío. Era color caoba, parecía muy lujoso, y tenía un panel de vidrio encima. Me gustó mucho encontrarme con una silla ergonómica, una de esas con las que tanto había soñado. Si tenía que pasar muchas horas sentada, al menos estaría cómoda.

ーBueno, esto es todo ーdijo Danilo Bermúdezー. En un costado del escritorio está el botón de encendido de todo el sistema. El teclado, el mouse y todo lo demás, están dentro del cajón. A Reynaldo le gustaba trabajar cómodo, con la menor cantidad de cosas posible; pero vos podés acondicionar el lugar como prefieras, siempre y cuando no sean reformas permanentes. En caso de que abandones el trabajo, todo debe volver a su condición original.

ーEntiendo… 

ーComo ya habrás leído en el contrato, hay muchas “Normas de confidencialidad” que tenés que respetar a rajatabla, de lo contrario podrías ser despedida… o incluso podríamos iniciar acciones legales en tu contra. 

ーComprendo, esta es una empresa de seguridad y es lógico que existan muchas reglas. ーNo recordaba ninguna de esas normas; como si Danilo hubiera leído eso en mis ojos, agregó:

ーTengo entendido que el Tutorial que dejó Reynaldo también explica todas esas normas, para que no se te olviden. Bueno, me voy. Espero que te sientas cómoda en tu primer día de trabajo. Eso sí, te recomiendo que configures el panel del ascensor con tus huellas digitales, de lo contrario no vas a poder entrar o salir. ¿Me acompañás hasta la puerta?

ーEm… ¿eso es todo? Pensé que me ibas a monitorear… o a explicar algo más.

ーNo es necesario, ya vas a entender por qué cuando prendas la computadora. No te asustes, todo lo que tengas que saber, te lo va a explicar Reynaldo Noriega. 

No sabía qué más agregar, por lo que decidí acompañarlo hasta la salida. 

Danilo, antes de marcharse, me dejó muy claro que había adquirido un nivel de “confianza” muy alta conmigo. Cuando se me acercó, para darme un beso en la mejilla, aprovechó la oportunidad para posar su rechoncha mano sobre mi cola. Este gesto duró apenas unos segundos, pero la presión fue la suficiente como para que yo entendiera que no se trató de un accidente.

Pasé las siguientes dos horas caminando de acá para allá, en mi nuevo departamento. Era impresionante, tenía tres dormitorios y una biblioteca repleta de libros, que eran las únicas pertenencias personales que aún quedaban de Reynaldo… bueno, además de la computadora; pero eso lo descubrí cuando la encendí. La habían programado para que en pantalla apareciera la frase “Buenos días, Reynaldo”. La pantalla más grande era la principal, las demás permanecieron apagadas. 

Después de esto apareció una barra que me pedía que ingresara la contraseña. Insulté mentalmente a Danilo, porque él no me dio ninguna contraseña… pero recordé que dijo que todo lo necesario estaría en el cajón del escritorio. Efectivamente, revolviendo un poco encontré un sobre que contenía un papel. Aquí figuraba la contraseña y se aclaraba que sería de un solo uso, y que yo después tenía que generar la propia. Estuve media hora pensando en una buena contraseña que fuera fácil de recordar, para mí, y que cumpliera con todos los protocolos de seguridad.

Cuando la computadora por fin inició, apareció un fondo negro y un solo ícono en el centro. Decía “Bienvenida”. Hice doble click sobre él y casi al instante apareció la cara de un tipo pelado y con mucha barba entrecana. Con una voz profunda dijo: 

ーHola, mi nombre es Reynaldo Noriega y estoy acá para guiarte en tus primeros días de trabajo. 

No me generaba nada tener que vivir en el departamento de una persona recientemente fallecida, porque no lo conocía… pero al saber cómo era su cara, y su voz, empecé a sentirme como una invasora. 

Al parecer el tutorial, al que hizo referencia Danilo, estaría guiado por el mismo Reynaldo. Me pregunté cuántas horas había pasado el tipo programando eso, porque no fue un tutorial corto. Por suerte yo podía revisarlo cada vez que fuera necesario, y había instrucciones muy bien detalladas sobre cómo actuar en cada circunstancia;desde un robo hasta un incendio, pasando por muertes e incluso asesinatos de inquilinos. Reynaldo realmente era un obsesivo por los detalles. 

Lo que más puedo destacar del tutorial es que hacía mucho (demasiado) énfasis en una de las normas de la empresa: “No le cuentes a NADIE lo que ves en las cámaras”.

Entendí que la privacidad de los inquilinos era lo más importante y de pronto empecé a sentirme aún más invasora. Yo me enteraría de algunos detalles íntimos de esas personas. Lo haría sentada detrás de una pantalla, sin que ellos pudieran verme. 

Una vez finalizado el tutorial, inició una especie de juego, en el que yo debía responder preguntas. Algunas eran extrañas y tenían que ver con mi personalidad. Por ejemplo: “Si vieras dos personas, en la calle, teniendo relaciones sexuales…”, seguida de una serie de opciones: “Espiarías. Te marcharías. Los denunciarías a la policía. Te acercarías a hablar con la pareja”. 

Melinda, sé que no te va a gustar escuchar a tu madre decir esto, pero respondí a esa pregunta con honestidad. Dije que los espiaría. Di esa respuesta basándome en algo que me ocurrió realmente, cuando compartía casa con una compañera de las clases de arte… la descubrí teniendo sexo con un tipo, al parecer ella creyó que yo no estaba. La puerta de su cuarto estaba abierta. Pude haber ignorado el asunto, pero me quedé cerca, espiando todo… incluso llegué a hacerme una paja pensando en eso. Esa noche descubrí que me da un poquito de morbo espiar a la gente mientras cogen; sin embargo ese era mi límite. 

Cuando terminé con las preguntas, me arrepentí de haber dado esa respuesta. Supuse que me jugaría en contra, porque entendí que era la segunda parte de mi entrevista laboral, y yo aún estaba a prueba. Sin embargo ya no había nada que pudiera hacer para cambiarlo, podía mirar toda la información detallada que dejó Reynaldo, pero no podía volver a responder las preguntas. 

Por fin empezó mi trabajo. Estaba nerviosa y a la vez ansiosa. Me había pasado las últimas horas intentando asimilar la teoría y quería pasar a la práctica. Obtuve acceso a las cámaras y quedé maravillada. Podía ver todos los pasillos del edificio, si se me daba la gana. Esto era algo aburrido ya que la mayoría de los espacios estaban vacíos. Pero tenía acceso a varios edificios, diez en total, cada uno con más de cuarenta pisos. Eso suma mucha gente. Había una opción para visualizar las cámaras solo cuando hubiera movimiento, algo muy útil, para no pasarse horas mirando el mismo pasillo, con las mismas plantas y decorados. Estaba un poco mareada porque no sabía a qué edificio correspondía cada cámara, pero unas semanas después aprendí a moverme con bastante soltura. Contaba con un simple código alfanumérico que me daba toda la información que necesitaba para ubicar exactamente qué cámara estaba observando. 

Creí que en mi primer día de trabajo no pasaría nada espectacular; pero me equivoqué. En una de las cámaras me encontré con una de las mujeres rubias que habían subido conmigo en el ascensor. Trasladé esa imagen a la pantalla principal y puse a prueba algo que aprendí del tutorial: Al hacer clic en un rostro, apretando una tecla, se iniciaba un escáner de reconocimiento facial. Algo que en aquel entonces me parecía de ciencia ficción, y que hoy en día me resulta de lo más normal. Gracias a eso descubrí que la chica en cuestión se llamaba Carolina, tenía veintidós años y contaba con una hermana mayor, de veinticuatro, llamada Jessica. Esa era la segunda rubia que había conocido ese día. 

Lo que me sorprendió es que cuando Carolina entró al ascensor, éste no empezó a bajar, que era lo más lógico, sino que subió. No podía ver lo que ella estaba haciendo allí dentro, pero sí sabía que subiría hasta el piso 38. Busqué alguna cámara que me diera imagen sobre ese piso y en pocos segundos la vi aparecer otra vez. Sinceramente no sé muy bien por qué la seguí, ya estaba dudando de si yo era buena para este trabajo, porque si me guiaba tanto por la curiosidad no aprendería a prestar atención a las cosas verdaderamente importantes.

Carolina tocó timbre en uno de los departamentos del piso 38 y aguardó, mientras acomodaba la minifalda fucsia que traía puesta. Imaginé que era nueva. Además tenía puestos unos tacos negros y un top haciendo juego con la minifalda. Su atuendo era como para salir a bailar, se me hacía raro que estuviera vestida de esa forma tan temprano, apenas era el mediodía. 

La puerta fue abierta por un tipo, intenté aplicar el reconocimiento facial sobre él, pero la computadora me decía que no había datos. Seguí intentando, creyendo que era un error, y aquí ocurrió algo que me cambiaría la vida para siempre. De tanto toquetear conseguí activar otra cámara… pero no era una ubicada en el pasillo, sino que ahora podía ver al tipo de espaldas, saludando a la rubia que estaba entrando. Me di cuenta que esa cámara se encontraba en el interior del departamento. No lo podía creer, esto sí que tenía que ser un error. Estuve a punto de tomar el teléfono y llamar a Danilo; pero una vez más me venció la curiosidad. Apreté la tecla que me permite cambiar a las cámaras cercanas y pude ver el living del departamento desde otro ángulo. Así descubrí que había un segundo hombre. Sobre éste sí conseguí datos, se llama José y tenía cincuenta y dos años. Por un momento pensé que podría ser un tío, o incluso el padre de Carolina. Los dos tipos parecían rondar más o menos la misma edad. No se me ocurría otra razón para la que una chica tan joven se juntara con señores treinta años mayores que ella. 

Este día me marcó profundamente, no solo por descubrir que tenía acceso a unas cámaras localizadas dentro de un departamento, sino por lo que ocurrió después. 

José le preguntó a la recién llegada si quería algo para tomar… porque sí, también tenía acceso al sonido. Me asusté mucho cuando escuché la voz. La rubia respondió que no necesitaba nada, que así estaba bien. En ese momento vi que el hombre que le abrió la puesta se le acercó y la tomó por la cintura, esa mano empezó a bajar y se metió por debajo de la minifalda. El tal José se acercó a ella por delante y sin mucho preámbulo, sacó la verga del pantalón. 

Me quedé atónita. Rápidamente repasé la información que tenía sobre él, leí un poco más y vi que no tenía hijos y era soltero. Definitivamente no estaba emparentado con Carolina… y la razón de la visita de la rubia era muy distinta a la que yo tenía en mente. Ella parecía estar tan decidida como los dos tipos, no lo dudó ni por un segundo. Se puso de rodillas y empezó a chuparle la pija a José. Sí, Melinda, como estás escuchando. Si te molesta que me ponga demasiado gráfica, te pido perdón; pero para que entiendas lo que yo sentí en cada momento, tengo que contar todo con lujo de detalles. 

Porque soy mujer y porque me molestó la actitud de Carolina cuando la conocí, pensé: “Esta rubia debe ser muy puta”. Sin embargo ella superó mis expectativas. Cuando el segundo tipo le ofreció la verga, se la llevó a la boca con total naturalidad. 

La situación no tardó mucho en escalar. Pocos minutos después Carolina estaba en cuatro patas, en un sillón. Se la seguía chupando al que abrió la puerta y José le clavó la pija… no pude ver esto ya que el ángulo de la cámara era perfecto para apreciar cómo al rubia tragaba verga; pero no podía ver lo que ocurría detrás de ella. 

Toqué el botón para cambiar de cámara y me encontré con una, que parecía estar casi a la altura del techo, que me mostraba perfectamente la penetración. Ella tenía la concha prolijamente depilada y estaba muy húmeda. Empecé a sospechar que Caro tal vez fuera una “Puta VIP”. Mis poderes deductivos aún no estaban muy bien afinados, porque en poco tiempo me di cuenta de que estaba equivocada.

Los tipos cambiaron de lugar y cuando el segundo se posicionó para penetrarla, éste dijo:

ー¿Querés que te la meta por el orto?

ー¡Ay, sí! ーexclamó ellaー. Me encanta que me hagan el orto…

Y así fue, la pija empezó a meterse por ese agujero y mi incredulidad seguía creciendo. 

A ver, Melinda, si de pronto te enterás que, por alguna razón, tenés acceso a cámaras en el interior de un departamento, es lógico pensar que alguna vez te vas a encontrar con una escena sexual. Sin embargo lo más probable es que sea una pareja cogiendo normalmente… no dos tipos rompiéndole el culo a una pendeja puta. Para mí fue sumamente impactante que este fuera mi primer contacto con las cámaras que estaban dentro de los departamentos. Porque sí, como ya estarás sospechando, este no era el único lugar en el que había cámaras escondidas… cámaras que supuestamente no debían existir, a las que solo yo tenía acceso. 

Reynaldo Noriega era un pervertido que le encantaba espiar a la gente en sus casas. Pero ahora no es el momento de ponerme a explicar cómo y por qué hizo esto. Basta con que sepas que para mí fue el día que lo cambió todo.

Al ver esas imágenes me invadió una de las calenturas más grandes que experimenté en mi vida, no solo porque estaba viendo cómo a esa chica se la cogían entre dos tipos (lo cual ya era algo digno de ver), sino porque ellos no sabían que yo estaba observando. Esa sensación de poder es increíble. Es muy difícil explicarla, si nunca la experimentaste.

Tuve que sacarme el pantalón, abrir la piernas y comenzar a pajearme de inmediato. Si hubiera sido una chica responsable, en ese momento debí llamar a la policía. Sin embargo la situación me dio tanto morbo que no pude hacer otra cosa.

ーY pensar que te hacías la difícil, pendeja ーdijo José, mientras Carolina le chupaba la pijaー. Y mirá ahora… estás entregando el orto como una tremenda puta. 

ーAy… es que yo no sabía que tenían pijas tan lindas.

ー¿No era que no te gustaba la pija? ーPreguntó el segundo tipoー. Me acuerdo que cuando sugerimos que debías ser muy puta, te hiciste la ofendida y dijiste que vos no andabas probando pijas por ahí… y mirá ahora, vos solita viniste a comer poronga.

ーTambién decías que ni loca cogerías con viejos como nosotros…

ーNo sé cómo hicieron para convencerme… pero acá me tienen… rómpanme el orto entre los dos.

ーVení, putita…

José se sentó en el sillón, con su verga bien erecta. A Caro no tuvieron que explicarle lo que tenía que hacer, ella solita se sentó sobre ese miembro erecto, con las piernas bien abiertas. Gracias a las cámaras que tenía seleccionadas pude ver cómo esa pija se deslizaba al interior de su culo. El segundo tipo se colocó delante de ella y se la metió por la concha. 

Carolina no estaba ahí por dinero, sino por pleno gusto. Se la pasó gimiendo y gritando que quería que le dieran mucha verga por el orto. Yo llegué a uno de los orgasmos más potentes de mi vida. 

Esa rubia no dejó ese departamento hasta que los dos tipos le acabaron por todo el cuerpo, quedó desnuda, toda transpirada, y con abundantes líneas de semen sobre sus tetas y su cara. Una imagen sumamente morbosa, especialmente si a esa persona la viste personalmente en algún momento.

De momento voy a dejar la historia por acá, Melinda. Espero que te animes a mirar el video que seguirá a éste, porque todavía me quedan muchas cosas para contar sobre mi trabajo en SpyCam… y sobre Carolina. 

Te mando un beso grande, hija. Te amo mucho. Hasta la próxima.


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