Me niego a ser Lesbiana (15).

Capítulo 15




Como supuse, Anabella evitó cruzarse conmigo durante los siguientes días, no insistí en verla porque ya conocía a esta monjita y sabía que, luego de lo que había ocurrido dentro de ese ropero, que para mí era tan mágico como el que llevaba a Narnia, ella debería estar sobrecargada de sentimientos contradictorios.

Le di esos días de paz, pero algo muy importante había ocurrido en mi vida y debía contárselo. Con la imperiosa necesidad de hablar con ella fui hasta sus aposentos y golpeé con firmeza la pesada puerta de madera. En este momento no me importaba si ella deseaba verme o no, estaba entusiasmada y feliz. Escuché el característico chirrido de su puerta y la vi aparecer vistiendo su acostumbrado atuendo de monja. Refugiándose detrás de él una vez más.

-Lucrecia yo… no sé si estoy lista para…
-¡Mirá lo que tengo! –la interrumpí poniendo una hoja de papel frente a sus ojos.
-¿Qué es eso? –al preguntarme se hizo a un lado para dejarme pasar, de no haberlo hecho la hubiera empujado, estaba tan entusiasmada que no tenía tiempo para sus dilemas morales.
-Es la escritura de mi nuevo departamento, está a mi nombre y ya nadie va a poder sacármelo.
-¿De verdad? ¡Qué bueno, te felicito! –mientras cerraba la puerta esbozó una honesta sonrisa que me demostraba que estaba casi tan contenta como yo por la noticia.
-Sí, todavía quedan algunos detalles por pulir pero lo más importante ya está –volví a enseñarle la hoja y señalé el pie de la página donde estaba mi firma junto a mis iniciales.
-L. R. Z. –leyó- ¿qué significa la R?
-¿Eh?
-Sé que la primera y la última letra significan Lucrecia Zimmermann, pero nunca supe tu segundo nombre.
-Ni lo vas a saber. De todas formas eso no importa, lo importante es que mi madre cedió. Siento que por primera vez en mi vida la vencí, que me puse por encima de ella.
-Qué bueno, a mí lo que me pone contenta es que ya tengas un lugar propio dónde vivir –nos sentamos en las sillas frente a su pequeña mesita de madera- ¿por qué no me querés decir tu segundo nombre?
-Porque no quiero. Hubieras visto la cara de mi mamá al firmar, se quería matar…
-¿Romina?
-¿Qué?
-¿Tu segundo nombre es Romina?
-No –fruncí el ceño- ¿me estás escuchando? Te estoy contando cómo fue uno de los momentos más importantes de mi vida…
-Lo importante es que ya tenés el departamento a tu nombre y que tu mamá ya no va a poder sacártelo. ¿Es Raquel?
-Dejá mi nombre en paz Anabella, yo no me meto con el tuyo ni te pregunto por tu segundo nombre.
-Es que no tengo segundo nombre. ¿Es muy feo?
-No te importa.
-Si no fuera feo me lo dirías ¿René?
-Ese es nombre de varón.
-También se puede usar para las mujeres ¿Regina, Rosario, Renata, Ramona?
-Ninguno de esos, no lo vas a adivinar ni te lo voy a decir. ¿Puedo seguir contándote o empiezo yo también con las preguntas indiscretas?
-Está bien, no hacía falta que amenaces, sólo me divierto con vos –con una sonrisa logró que mi corazón diera un salto, no podía enojarme con ella.
-Te decía que mi mamá hizo todo lo posible por perjudicarme pero yo fui más astuta que ella, primero me quiso encajar un departamento horrible, todo deteriorado pero yo le dije que antes de firmar quería ver el lugar, obviamente lo rechacé, le dije que si no quería perder el tiempo iba a ser mejor que me muestre uno bueno y así lo hizo, tenés que verlo Anabella, es hermoso. Es un semipiso en un edificio muy lindo, está en pleno centro de la ciudad así que me queda cerca de todo… bueno no tan cerca de acá, pero siempre voy a venir a visitarte –le dediqué una tierna sonrisa.
-Es bueno saber que no te vas a olvidar de mi… ¿Remedios?
-¡No! No te voy a decir mi nombre por nada del… -en ese momento se me ocurrió una idea- si me mostrás las tetas te digo cuál es mi segundo nombre –sabía que se negaría pero me divertía ponerla en una situación comprometedora, también me daba un poco de pena salir con esas cosas ya que la pobre monjita jugaba inocentemente.
-No hace falta que te las muestre, de todas formas puedo adivinarlo.
-Igual lo decía en broma –le sonreí amistosamente con la culpa carcomiéndome porque sabía que había violado las reglas de su inocente jueguito- Lo que pasa es que odio mi segundo nombre. La única que lo sabe, además de mis padres y mi hermana, es Lara… y ella tiene órdenes estrictas de no contárselo a nadie.
-Es un nombre Lucrecia, ¿tanto te molesta?
-A mí sí, hasta el nombre Lucrecia me molesta, pero no me quedó más alternativa que acostumbrarme a usarlo. No sé en qué pensaban mis padres cuando me pusieron ese nombre.
-Entonces es un nombre relacionado con la biblia.
-Como el 90% de las cosas que hacen mis padres… pero esta vez la biblia no los salvó, no sé cuánto les habrá costado ese departamento pero por el tamaño que tiene y la ubicación, seguro que no fue nada barato. De todas formas no va a afectar para nada su economía, me hubiera gustado saber que los perjudiqué un poco porque estoy muy dolida pero al menos sé que voy a tener un lugar donde vivir cómoda, ahora tengo que encontrar algún buen trabajo.
-¿Y cómo vas con eso?
-Bien, ayer tuve una entrevista y quedaron encantados conmigo, esta misma tarde tengo otra, en otro sitio… o sea, no sé si la tengo, mejor dicho… voy a pedir que me entrevisten en una empresa aseguradora, sé que están buscando personal y espero que me tomen. Lo que me preocupa es no poder decir que sigo estudiando mi carrera, porque mi Currículum Vitae está muy ligado a la Universidad.
-¿La vas a abandonar definitivamente? –noté que Anabella preguntaba por inercia pero parecía estar muy distraída.
-Al menos puedo decir que ya no voy a estudiar en esta universidad, si encuentro alguna otra donde retomar mis estudios, lo voy a hacer. ¿Seguís pensando en mi segundo nombre?
-No –sus ojos estaban clavados en algún punto imaginario sobre la mesa.
-¿Entonces en qué pensás? –No me respondió, se limitó a morder su labio inferior- ¿te acordaste de lo que pasó en el ropero? –levantó la mirada y sus ojos tristes quedaron a la altura de los míos.
-Sí, no te puedo negar que eso me tiene muy preocupada.
-¿Tenés miedo de que se repita?
-No, eso no. Porque yo no quiero que se repita y con eso me es suficiente, me siento mal porque sé que pasó.
-No te tortures tanto Anabella –le sonreí- tomalo como una aventura, un momento de vértigo en tu vida, no creo que Dios se vaya a enojar por lo que hiciste, fueron sólo unos besos, muy lindos por cierto, y algunos toqueteos. Antes yo me escandalizaba con estas cosas, después aprendí que no hay que darles tanta importancia. Si te gustó entonces está bien.
-Quiero dejar algo en claro, no es que haya hecho eso porque me gusten las mujeres. No me gustan y sostengo que está muy mal la relación entre dos personas del mismo sexo, no me opongo pero tampoco lo acepto. Si tuviera el poder de cambiar las cosas me gustaría que vos salieras con hombres, como corresponde…
-Andá al grano Anabella, y no voy a salir con hombres sólo porque alguien piense que es lo correcto.
-Está bien –suspiró y prosiguió- Lo que pasó se debió a que llevo años sin contacto humano y por la tensión sexual caí en la tentación, eras la persona que tenía a mano y para colmo no hacías más que tocarme. No soy tan fuerte como pensaba, caigo muy fácil en la tentación, especialmente en estos últimos meses.
-Es porque tu cuerpo necesita del sexo Anabella, por más que seas una monja, tenés veintinueve años y nunca te acostaste con nadie, además sos una mujer hermosa, creo que en alguna parte de tu cabecita sabés que podés conquistar a quien vos quieras, sea hombre o mujer. Tenés mucho potencial, sos amable, inteligente y tenés una boca muy rica –ese comentario la hizo sonreír aunque intentó disimularlo- creeme que no me voy a olvidar nunca de ese momento, pero lo veo como un jueguito entre amigas, nada más –no creía en mis propias palabras pero intentaba tranquilizarla.
-¿Hablaste con Lara al respecto? –esta vez fui yo quien esquivó su mirada.
-No, no sé cómo decírselo.
-Si lo viste como solo un juego y no fue más que eso para vos, decíselo así… también podrías decirle la verdad. Sería lo correcto.
-¿Y cuál crees vos que es la verdad? –volví a mirarla a los ojos, la tensión en nuestras miradas eran tan grande que casi se podía ver una línea que viajaba desde mis pupilas hacia las suyas.
-Eso no es algo que pueda responder yo, la verdad de tus sentimientos está en tu interior.
-¿Y cuál es la verdad de los tuyos?
-La verdad es que estaba caliente Lucrecia, nada más. Sí, lo admito. Soy humana y también me excito y muchas veces caigo en la tentación. Es más, ¿vos querés la verdad? Después de lo que pasó tuve que… que tocarme y también lo hice al otro día también, pero nada de eso significa que esté de acuerdo con lo que pasó.
-Vos me confesás todas estas cosas para no decirme la verdad. Me hablas de reacciones físicas, yo también me masturbé y hacer rato que lo hago sin culpa, pero no lo uso como excusa para esconder mis sentimientos –la vi titubear.
-Te estoy diciendo la verdad, no hay nada oculto, como vos creés, ya te dije que a veces podés equivocarte.
-Creería que vos también podés equivocarte de vez en cuando pero no quiero discutir con vos, ya no quiero hablar de esto, yo te adoro Anabella, sos una de las personas que más quiero en el mundo y no quiero pelearme con vos. Mejor me voy, se me va a hacer tarde para la entrevista –me puse de pie y ella se levantó conmigo.
-Me gustó –me dijo con los ojos abiertos por el pánico y pálida como una hoja de papel- lo que pasó me gustó.
-Pero no volverías a repetirlo.
-No… no sé. Creo que no. Está mal Lucrecia, yo tengo votos que cumplir… además no pienso hacer algo así con una mujer.
-Entonces buscate un hombre Anabella, es obvio que necesitás de eso. Tengas votos o no, te digo la verdad, a mí me parece absurdo que un “mandato divino” te prohíba expresarte sexual y amorosamente, porque no hablo de sólo sexo, a vos te hace falta tener a alguien a tu lado, que te cuide, que te quiera y que te recuerde lo que es estar viva.
-Para eso te tengo a vos, sos mi amiga. No necesito un novio.
-Entonces tendré que dejar de ser tu amiga para que te busques uno.
-No… -me tomó del brazo- no hagas eso.
-No lo dije en serio Anabella, no pienso alejarme de vos.

Me moví rápido, tanto que ella ni siquiera alcanzó a reaccionar, estrellé mi boca contra la suya y la tomé por la cintura. Anabella forcejeó levemente pero luego de un instante fue cediendo poco a poco y su tierna boca se fusionó con la mía como si quisieran formar una. Pensé en Lara, pensé en todo lo que habíamos tenido que pasar para estar juntas y me sentí pésima por estar arruinando todo de esta forma pero Anabella producía una atracción incontrolable en mí y el saber que podía besarla, dentro de su propio cuarto, sin tenerla prisionera en un ropero, me llenaba el corazón de júbilo. Cuando me separé de ella me llevé una gran sorpresa, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

-Perdón… no me aguanté... sé que no…
-No hagas nunca más eso Lucrecia, por favor –se alejó de mí mientras enjugaba las lágrimas con la manga oscura de sus hábitos- estoy sensible y vos te aprovechás de eso.
-No me aproveché, perdón Anabella, pero fue un impulso, no lo pude controlar… vos ya me conocés, hago las cosas sin pensar.
-Sí que las hacés… ¿pero por qué tengo que ser yo la perjudicada? Estoy intentando olvidarme de lo que se siente besar a una mujer y vos lo hacés de nuevo.
-No decaigas Anabella, vos sos una mujer fuerte, no me gusta verte así –me acerqué a ella y ambas nos sentamos en la cama, tomé sus manos y le hablé con vos suave- la culpa es mía, decime todo lo que quieras, enojate conmigo, puteame, dame uno de tus interminables sermones, pero no te pongas triste. Fue un beso, nada más.
-Para mí no fue un simple beso, vos ya estás acostumbrada a estas cosas, a mí me pesan mucho y más porque sé muy bien que no debería hacerlo pero de verdad me hace mucha falta sentir el contacto físico, tenés mucha razón en eso. A veces siento que voy a explotar sólo por las ganas de abrazar y besar a alguien, pero no quiero abandonar mis votos. Sé que sos mujer, que sos mi amiga pero también sé que sos lo único que tengo disponible…
-Claro, a falta de algo mejor… Lucrecia puede servir.
-Así es, no te ofendas, sos una linda chica, pero…
-Pero soy mujer. No me ofendo Anabella, esa es tu verdad. Vos no te negás a estar con alguien, vos te negás a ser lesbiana, no vas a admitir por nada del mundo que una mujer te pueda despertar pasión y excitación.
-No es que una mujer me lo provoque, ya te lo expliqué, sos una persona y sos la única con la que tengo contacto, con la única que llego a estar de forma tan íntima, si fueras hombre sería lo mismo, me provocarías igual sólo porque no conozco otra cosa… quisiera que fueras hombre.
-¿Para qué? ¿Serías mi novia, harías el amor conmigo si yo fuera hombre?
-No.
-¿Entonces? ¿Qué cambia? Vos me querés a mí, dejando de lado mi sexo, me querés como persona… como amiga. ¿No es así?
-Sí, te quiero mucho.
-Vos te morís de ganas por besar y abrasar a alguien –asintió con la cabeza- y dijiste que yo soy lo único que tenés a mano –volvió a asentir- entonces hacelo, sacate las ganas. Me ofrezco como voluntaria, pero no te tortures más.
-Tenés novia Lucrecia y sos…
-Ya sé que tengo novia, ya sé que soy mujer, pero volvemos al mismo círculo vicioso, dejá que yo me preocupe por mi novia, hagamos un paréntesis y aprovechá este único momento para sentir eso que tanto querés sentir. Después todo vuelve a la normalidad.
-No va a volver a la normalidad…
-Al menos prometo hacer el intento para que volvamos a ser las amigas de siempre pero no vamos a poder hacerlo si todavía tenemos esta tensión acumulada. Sacate las ganas, es un beso nomás y después podés seguir viviendo una vida gris de votos de abstinencia y rosarios interminables para expiar pecados inexistentes –sus ojos brillaban y su boca sonrosada está más hermosa que nunca- si lo vas a hacer sacate el velo –yo misma se lo quité liberando su hermoso cabello- tenés un pelo divino, no deberías esconderlo así. Sos hermosa Anabella.

Con estas palabras conseguí quebrar la última capa de su coraza, se lanzó sobre mí envolviéndome con sus brazos y su boca buscó la mía sin dudar. Me incliné de a poco hacia atrás, obligándola a perseguirme, si me iba a besar quería que lo hiciera por iniciativa propia y me alegré enormemente cuando mi cabeza tocó el colchón de la cama y su boca seguía pegada a la mía. Inmediatamente introduje mi lengua entre sus labios hasta que toqué la suya. Acaricié su espalda con ambas manos y las subí hasta que mis dedos se enredaron en sus finos cabellos. La tibieza de su lengua dentro de mi boca me hacía olvidarme del mundo no podía pensar en otra cosa que no fuera ella y mi corazón se sacudía con furia dentro de mi pecho. No sabía qué más hacer, no le había preguntado qué tan lejos quería llegar con ese beso y temía arruinar el momento. Me esforcé por mantener mis manos quietas, abrazándola fuerte y permitiendo que jugara con mis labios a gusto. Entre arrumacos y caricias la oí susurrar muy cerca de mi oído una frase que quedaría grabada en mí durante mucho tiempo:

“Quisiera que fueras hombre”.

Ni siquiera tuve tiempo para responderle o preguntarle si había escuchado bien, volvió a sellar mi boca empleando  su lengua como tapón y me dejé llevar por la pasión. Cuando el beso se estaba tornando más intenso ella se alejó repentinamente de mí y quedó de rodillas en la cama mirándome a los ojos.

-Gracias –dijo con voz cálida- creo que ya es suficiente –sus mejillas estaban rojas y su pecho subía y bajaba al compás de su respiración- espero que entiendas por qué lo hice y no lo malinterpretes.
-Lo sé –le dije sin estar muy convencida- necesitabas sentir el calor de otra persona –asintió con la cabeza- espero que te sientas mucho mejor ahora –estuve a punto de decirle que eso debería dejarla satisfecha por el resto de su vida, mientras mantenga dichos votos, pero no quería ser tan cruel con ella.
-Tengo que ir a confesarme.
-¿Ya? ¿Ni siquiera te vas a permitir disfrutar un rato de esta sensación?
-Ya disfruté demasiado, diría que me excedí considerablemente.
-Dejame que te lo ponga de otra forma ¿Pensás volver tan pronto a la tortura? –Estrujó sus dedos mirándome fijamente- sé que estas nerviosa Anabella… y ansiosa. A mí me pasó lo mismo la primera vez que besé a una mujer. No digo que no vayas a confesarte, tal vez eso te hace sentir mejor, sólo te digo que no lo hagas ahora mismo, date al menos un día de paz.
-Está bien… sólo un día. Mañana me confieso.
-¿Le vas a contar al Cura que besaste a una mujer? –volvió a dudar.
-No sé, tal vez sólo le digo que caí en la tentación o que me dejé llevar por la situación… o que tengo una amiga que se mete mucho en mi vida y me vuelve loca –al decir esto último sonrió tímidamente.
-Te faltó decir que esa amiga se va a seguir metiendo en tu vida y va a seguir volviéndote loca –me levanté de un salto y la abracé con fuerza, le di un beso amistoso en la mejilla- de verdad te quiero mucho Anabella.
-Yo también te quiero Lucrecia.
-Ahora si me voy, tengo que estar en esa entrevista, necesito desesperadamente un trabajo.
-Me alegra saber que seguís con los pies en la tierra, andá a atender tus asuntos y te deseo mucha suerte. Que Dios te bendiga.
-Muchas gracias, a vos también –por un segundo me miró como si hubiera dicho una grosería- lo digo en serio Anabella, espero que Dios te ayude mucho y que aclare tu camino –esta vez me sonrió con ternura y supe que por una vez en mi vida había dicho lo correcto.

*****


La compañía aseguradora estaba ubicada en un visible local con la vidriera repleta de publicidad, era imposible confundirla con otro sitio.  Mi prioridad en este momento, además de apartar de mi mente todo lo ocurrido con Anabella, era mostrarme segura de mí misma, darle a entender a quién me recibiera que yo estaba perfectamente capacitada para trabajar en un sitio como este, el no tener que seguir cursando en la Universidad podía ser un punto a mi favor ya que ahora tenía mucho más tiempo disponible y podría solicitar un trabajo de tiempo completo.

Un rechoncho y amable guardia de seguridad me indicó con quién debía hablar para solicitar el empleo y enfilé directamente hacia esa persona, se trataba de una mujer que rondaba los cuarenta años y tenía el cabello teñido de rubio. Esta empleada no fue tan cordial conmigo y no hizo más que subrayar la frase: “Creo que no nos hace falta más personal” pero me mantuve firme en mi petición y le imploré que me escuchara y que me hiciera saber si llegaba a aparecer aunque sea una mínima oportunidad de entrar. Tuve que dejarle el número de teléfono de Lara ya que el mío aún estaba fuera de servicio.

Veinte minutos más tarde, con el ánimo por el piso, abandoné las oficinas de la aseguradora machacándome la cabeza e intentando recordar en qué otro sitio podría solicitar empleo, escuché que alguien hablaba a los gritos desde la vereda de enfrente pero ni siquiera me volteé para ver de quién se trataba, seguí con la mirada clavada en las baldosas bajo mis pies. La voz se volvió tan insistente que ya no me quedó ninguna duda, ese hombre, sea quien sea, se estaba dirigiendo a mí. Al ladear un poco la cabeza, usando mi visión periférica, me di cuenta de que esa persona ya estaba cruzando la calle, caminando directamente hacia mí, se trataba de un muchacho con barba de unos días y cabello negro ondulado. Lo primero que pensé es que se trataba de alguno de esos degenerados con demasiado tiempo libre que se dedican a acosar a las mujeres en la vía pública pero luego me di cuenta de que conocía a este muchacho de alguna parte.

-¡Hola! –Me dijo con una amplia sonrisa cuando estaba a unos dos metros de mí- ¿tu nombre era Lucrecia, cierto?
-Eh… sí, lo sigue siendo –lo miré fijamente y de pronto mi memoria se aclaró- ¡Ah! Vos sos el chico me ayudó con lo del degenerado ese… perdón, me olvidé tu nombre.
-Alejandro. ¿Cómo estás? ¿No volvieron a acosarte?
-De momento no, por suerte. Perdón que no haya llamado para agradecerte pero mi teléfono sigue roto.
-Todo bien, no te preocupes. Tampoco esperaba que lo hicieras, fue simple cortesía. ¿Qué andás haciendo por acá?
-Lo mismo que hacía ese día, buscando trabajo, pero parece que no hay suerte.
-Es cierto, por eso cuando uno encuentra un buen trabajo debe cuidarlo, es muy difícil encontrar otro hoy en día –me percaté de que estaba bien vestido, con camisa blanca y pantalón de vestir negro.
-¿Vos recién saliste de trabajar?
-Se podría decir que sí, en realidad no sigo un horario fijo.  
-¿De qué trabajás?
-Soy periodista “freelance”.
-¿Y eso qué es?
-Digamos que soy como cualquier otro periodista, pero trabajo por cuenta propia vendiendo noticias y notas de interés a diarios locales, tengo un convenio con uno en particular, ellos me pagan bastante bien. Ahora salí a aclarar un poco mi cabeza porque tengo que pensar en qué puedo basar mi próximo artículo.
-Ah, qué buen trabajo.
-La verdad que sí, a veces me siento como un detective privado, metiéndome en la vida de la gente –su comentario me hizo sonreír, debía admitir que el chico tenía cierta simpatía.
-Si te metieras en mi vida más que un detective privado, necesitarías ser un psicólogo.
-¿Tan loca estás? –me lo dijo a modo de broma.
-Más de lo que aparento…  y ya es mucho decir. Además, con todo lo que me está pasando últimamente, no sé cómo no exploté y mandé a la mierda a todo el mundo. Perdón por la expresión, pero así me siento.
-No debe ser nada fácil superar lo que te pasó con ese degenerado.
-Aunque no lo creas, eso es lo que menos me afectó, prácticamente me olvidé de eso, fue un gran susto en el momento pero después tuve cosas más importantes por las cuales preocuparme.
-¿Como cuáles? Por ejemplo. Si es que se puede saber.
-Digamos que tengo problemas familiares, problemas con el estudio y problemas laborales, si es que se considera un problema laboral el no conseguir trabajo.
-Sí que lo es. Me interesa seguir charlando con vos ¿no querés que vayamos a tomar algo a mi casa?
-Tan bien que veníamos…
-¿Qué?
-¿No te parece un poco lanzado estar invitándome a tomar algo a tu casa a esta hora del día? -supuse que serían aproximadamente las seis de la tarde.
-Ah, perdón. Fue mi culpa. Es que me olvidé de aclarar algunas cosas. Primero, no te invito a tomar alcohol. Segundo, tampoco te invito con malas intenciones, no es lo que estás pensando. Yo tengo novia y ella vive conmigo, en este momento tiene que estar en casa. Tercero, vivo a dos cuadras de acá y me pareció más cómodo charlar sentados en una silla antes que estar parados en plena calle. Hay muchos locos dando vuelta.
-¿Y cómo se yo que vos no sos uno de esos? Todo lo que dijiste podría ser mentira –no creía que lo fuera pero me gustaba hacerme la difícil.
-En eso tenés razón, no tengo forma de probarlo –pensó durante unos instantes con una mueca bastante cómica en su rostro- en mi defensa sólo puedo decir que me puse de tu parte cuando te atacó ese loco, podría haberme puesto de su lado.
-¿Me hubieras violado? –ya me divertía con él.
-Eso es lo que estoy diciendo, que de haber querido hacerlo, ya lo hubiera hecho.
-Buen punto, no me deja del todo tranquila pero es un avance. Está bien, no tengo nada que hacer ahora ya que fracasé en mi último intento por solicitar un puesto de trabajo, podemos ir un rato a tu casa… pero te aviso que cuando vea algo que no me gusta, me voy.
-Trato hecho.

Como estábamos en zona céntrica y aquí abundaban los edificios, no me sorprendió para nada que Alejandro viviera en un departamento. Subimos el ascensor sin decir palabra alguna y entramos a un mobiliario prolijamente amueblado y pulcro, me agradó esa sensación de lugar de estudio que inspiraba todo el ambiente. Todo era de madera marrón oscuro, parecían ser muebles diseñados específicamente para este departamento y supuse que, de estar rentándolo, los muebles estarían incluidos en el contrato. Nos sentamos frente a una mesa de lustrosa madera, seguramente se volvía loco cuidándola ya que no se veía ni una mancha, ni siquiera las típicas que deja un vaso mojado al ser apoyado en ese tipo de superficies. Me hizo señas para que aguardara unos instantes y desapareció de mi vista, escuché que hablaba y una mujer le respondía en voz baja, al poco rato Alejandro volvió a aparecer pero enfiló directamente hacia la cocina, supuse que iría por algo fresco para tomar. Miré hacia el pasillo por el cual él había desaparecido previamente y vi una cabeza femenina asomándose por unos instantes, un par de grandes ojos negros me miraron fijamente como si hubieran salido de una película de terror, un escalofrío me cruzó el cuerpo porque noté inmediata hostilidad en esa mirada. El anfitrión regresó cargando una jarra con jugo, dos vasos y un par de posavasos. Sonreí al verlos porque eso corroboraba mis sospechas.

-Si querés contarme qué problemas tenés podés hacerlo, sino podemos hablar de cualquier cosa –me dijo mientras llenaba los dos vasos con jugo color verde claro, supuse que sería sabor limonada.
-No me gusta cargar a la gente con mis problemas.
-No es una carga, estoy acostumbrado a que me los cuenten. Aunque no lo creas a veces la gente se abre más con un periodista que con un psicólogo, por eso es que hay tantas locuras publicadas en los diarios y en la televisión. Además, ¿quién sabe? En una de esas me das material para una nueva nota.
-No lo creo –dije riéndome- nadie se pondría a leer ni dos minutos de mi vida.
-Suele pasar que la gente que tiene vidas interesantes no son conscientes de lo que están viviendo.
-Puede ser, pero creeme que mi vida no lo es. Mis problemas deben ser los típicos que tiene cualquier mujer de mi edad… y mi condición.
-¿Qué condición es esa?
-Sos buen periodista, hacés las preguntas justas.
-Tampoco era tan difícil, vos me diste el pie.
-Digamos que debido a mi “condición” tuve diferencias con mis padres, especialmente con mi madre, y ahora busco vivir sola y valerme por mí misma, independizarme, por eso mismo necesito un trabajo pero me es muy difícil encontrar uno, a pesar de que soy estudiante… mejor dicho, era estudiante de Administración de Empresas.
-¿Por qué “eras”?
-También tuve diferencias con ciertas personas que administran la Universidad.
-¿Eso se debe a tu “condición”?
-¿Por qué tengo la sensación de estar siendo entrevistada? –tomé un largo sorbo de jugo, no era de limonada, no sabía de qué era pero estaba segura de algo, era asqueroso. Intenté disimular lo mejor posible y me esforcé por no escupirle a Alejandro toda la cara.
-Porque sabés que soy periodista, no te estoy entrevistando, al menos no por ahora.
-Espero que así sea.
-Pero no puedo negar que eso de tu “condición” me causa curiosidad.
-Bueno, te lo digo. De todas formas ya se lo conté a mucha gente y no ya no tengo por qué ocultarlo. Soy lesbiana –me quedé en silencio esperando alguna reacción pero él permaneció estático frente a mí.
-¿Solamente eso?
-¿Te parece poco?
-No, pero cuando hablabas de “condición” y de “diferencias” pensé que estarías embarazada o algo parecido –no pude evitar reírme.
-Con mi “condición” veo muy, pero muy difícil quedar embarazada. Es una de las ventajas que tiene esto de fijarse en personas del mismo sexo.
-Tengo conocidos que son homosexuales, de hecho en el diario en el cual trabajo hay algunas parejas del mismo sexo, algunos se escandalizan pero a mí sinceramente no me molesta.
-Me alegra que así sea, de lo contrario hubiéramos terminado muy mal. Ya estoy cansada de ver homofóbicos, te juro que si conozco uno más, le pongo una trompada en la cara a la primera… no es algo que no haya hecho antes –sonreí al recordar el golpe que le di a mi ex profesora pero luego me puse mal porque sabía que había obrado imprudentemente.
-Se ve que tuviste algún problema con homofóbicos.
-Sí, y no sólo con mis padres. ¿Podés creer que no voy a poder seguir cursando en la Universidad porque no me quieren dar una beca? Aparentemente hay gente en la administración a la que le molesta que yo sea lesbiana.
-No me cuesta creerlo pero sí me sorprende un poco, hoy en día está muy mal visto expulsar a alguien por ser homosexual, ya sea de la Universidad o del trabajo.
-Sí lo sé, pero tampoco puedo hacer nada para cambiarlo. Después de la forma en la que me fui, no creo que vuelvan a aceptarme en esa Universidad. Lo peor de todo es que me peleé con una profesora que también es lesbiana, yo pensé que ella me iba a ayudar pero hizo todo lo contrario, usó mi condición en mi contra.
-Eso si me cuesta un poco más creerlo, si lo usara en tu contra ¿no tendría ella los mismos problemas que vos?
-No, al parecer la mujer es hija de un tipo bastante influyente en la Universidad y nadie la puede tocar. Creo que su papá es un antiguo Decano o algo parecido.
-Ya veo, el clásico “acomodo”. Todo esto me parece de lo más interesante. ¿Te molesta si investigo un poco para hacer una nota? Vendría bien un reportaje sobre la homosexualidad.
-No es mala idea –dije acariciándome el mentón- la verdad es que me encantaría exponerlos porque me quedé muy enojada, no es que lo vea como una venganza, sólo me parece lo correcto. Tengo otras amigas que concurren a la universidad y también son lesbianas, no me gustaría que a ellas les pase algo parecido en el futuro.
-Si te parece bien podría ir tomando algunas notas.
-Por mí está bien –ya me imaginaba todo ese escándalo publicado en los diarios y la idea me agradaba cada vez más.
-Voy a buscar la laptop, de paso voy al baño, tanto jugo da ganas de orinar.

Alejandro se puso de pie y se perdió dentro de una habitación. Me quedé sentada en mi lugar mientras rememoraba todo lo ocurrido en la Universidad y me sobresalté al ver aparecer una figura femenina a mi izquierda. La chica de cabello negro pasó caminando a mi lado con paso seguro y desafiante, lo primero que noté fueron sus redondeadas piernas y el pecho me dio un vuelco al ver que llevaba puesta una remera muy corta y una tanga diminuta, sus glúteos rebotaban sin perder la forma esférica y debajo de ellas se podía ver que su vulva quedaba apretada y bien marcada entre sus piernas. No la conocía de ningún lado, sólo sabía que era la novia de Alejandro pero tengo que admitir que me excitó un poco verla así. Fue hasta la cocina y regresó con un vaso de agua, cuando la vi de frente no pude apartar la vista de ese pequeño triangulito de tela blanca que apenas cubría su sexo y dejaba a la vista un perfecto y lampiño pubis. Me maldije por tener pensamientos suyos con ella, yo tenía novia y ya me había portado muy mal con ella, sentía que la estaba traicionando una vez más imaginando desnuda a esta preciosa chica que me miraba fijamente con sus grandes ojos oscuros.

-Hola –me dijo con tono poco cordial.
-Ho… hola –la saludé sin dejar de recorrerla con la mirada ¿por qué estaba vestida de esa forma?
-¿Vos quién sos?
-Ah… pensé que tu novio te había explicado…
-No es mi novio, es mi prometido –resaltó esa última palabra, supe lo que estaba ocurriendo, la chica estaba marcando territorio, como los gatos. Me quería dejar bien en claro quién era y al aparecer semidesnuda me mostraba lo hermosa que era, una forma indirecta de decirme que no podría competir con ella, aunque en realidad el tiro le estuviera saliendo por la culata.
-Perdón… tu prometido –volví a centrar mi vista en su entrepierna, pude notar el botoncito que era su clítoris bien marcado en la tela y recordé de golpe todas las veces que había disfrutado comiéndome una vagina- él me ayudó una vez… un tipo quiso abusar de mí y yo salí corriendo, me crucé con él y con un amigo suyo en la calle, los dos me ayudaron a librarme del degenerado hasta que llegó la policía.
-Ah sí, me contó sobre eso. De todas formas no entiendo qué hacés acá.
-Este… hoy me crucé con Alejandro, otra vez en la calle y él me invitó.
-¿Él te invito? ¿Para qué? –me miraba con el ceño fruncido, supe que la chica era tan hermosa como celosa y posesiva.
-Para charlar, nada más.
-Mirá flaca, si vos pensás que él es tu salvador o alguna de esas ideas boludas, estás muy equivocada porque él…
-La que está equivocada sos vos –le dije poniéndome de pie, ya me  había cansado su actitud de gallito de pelea, yo también podía ser frontal cuando la situación lo requería- en primer lugar, no vine con ninguna mala intención, sólo a charlar, como te dije. Segundo, a mí no me gustan los hombres –di dos pasos hacia ella y me quedé parada a pocos centímetros de su cara, demostrándole que yo era más alta por más de media cabeza- soy lesbiana, lo creas o no… y si aparecés vestida de esta manera –señalé su apretada tanga- lo voy a tomar como una provocación –le sonreí con picardía, no sabía de dónde había sacado fuerzas para decirle todo esto pero ya estaba cansada de que la gente me pisotee- y si mi provocás mucho puede que terminemos en la cama –abrió sus ojos y levantó las cejas al máximo, su quijada parecía estar a punto de desprenderse.
-¿Qué? ¿De verdad sos lesbiana? –dijo anonadada, toda su hostilidad se difuminó.
-¿Querés que te lo demuestre? –mi corazón latía deprisa, realmente estaba disfrutando con esto, prácticamente podía sentirlo como una terapia psicológica, enfrentándome de alguna forma a todos los problemas de mi vida- porque puedo hacerlo acá mismo –para agravar la situación tomé el elástico de su tanga y tiré levemente hacia abajo, no quería desnudarla pero la tanga era tan pequeña que con ese leve tirón ya dejé expuesta su rajita y pude ver unos tiernos labios perfectamente divididos a la mitad; estuve a punto de echarme para atrás porque pensaba que había ido muy lejos con mi bromita.
-No, pará flaca –dijo apartándose y acomodando su ropa- no es ninguna provocación.
-Yo no lo veo de esa forma, ¿cómo se yo que tu novio no te dijo que soy lesbiana? –Miré hacia el pasillo, aún no había señales de Alejandro- yo no estoy saliendo de mi pieza en tanga cuando hay visita, por ahí a vos te calientan las mujeres.
-No me dijo nada, de verdad. Te juro que no te estaba provocando… de ninguna manera –se la veía asustada, de pronto la gata celosa se había convertido en un tímido conejito y yo me sentía un lobo feroz. Quise divertirme un poco más con ella, aunque en realidad no hablara en serio.
-Si querés podemos ir ahora mismo a tu pieza… que tu novio mire, no me molesta –me reía por dentro, ni loca me acostaba con ella y permitía que Alejandro nos mirara, no conocía a ninguno y sabía que mis probabilidades de arruinar todo completamente eran altas, sólo quedaba una alternativa, que ella retrocediera.
-¿Qué? No, ni loca hago eso. Entendiste cualquier cosa flaca, no soy lesbiana ni me gustan las mujeres… yo no quería que te metas con mi novio, nada más.
-Con tu novio no me voy a meter… pero de vos no puedo prometer nada –volví a sonreír.
-Que puta que sos –decidí que ya era momento de ponerle fin a todo este jueguito.
-Y vos sos bastante crédula. ¿De verdad te creés que te estoy hablando en serio? –me miró confundida.
-Entonces… ¿no sos lesbiana?
-Sí soy, pero eso no quiere decir que me voy a tirar arriba tuyo, ni te conozco –volví a sentarme- pero sí me molesta que vengas con esa actitud, entiendo que puedas ser un poquito celosa, pero aparecer en tanga… me parece mucho. Desde ya te digo que no haría nada con vos, no porque no seas linda, que sí lo sos –esto le sacó una sonrisa automática- pero tenés novio… y yo tengo novia. Además, si sos heterosexual, te respeto eso, pero vos respetame a mí.

Escuchamos la puerta del baño abriéndose, la chica se movió rápido y se sentó en el mismo sitio que antes ocupaba su novio, supuse que quería ocultar su atuendo (o la falta de uno) bajo la mesa. Alejandro apareció con una pequeña laptop en mano y en cuanto la dejó sobre la mesa su prometida le dijo:

-Amor, ¿por qué no vas a comprar algo para comer?
-¿Ahora?
-Sí, antes de que se haga tarde, yo me quedo hablando con tu amiga un rato para que no se aburra –allí supe que era una bruja manipuladora- de paso la invitamos a cenar con nosotros.
-Por mi está bien, no tengo apuro –le dije sintiéndome un poquito incómoda por la situación.
-Bueno, ¿qué quieren comer?
-Cualquier cosa que se cocine rápido –dijo ella sin borrar esa forzada sonrisa de su rostro.
-Ok, vuelvo en un rato. Vos preparate porque mientras tanto voy a ir pensando algunas preguntas.
-Está bien –le dije sonriendo amistosamente.

Pasó caminando por detrás de mí, escuché un ruido de llaves y la puerta abriéndose. Había quedado sola con aquella mujer semidesnuda a la que no conocía y ya habíamos empezado con mal paso nuestra relación.

-¿Cómo te llamás? –me preguntó borrando su sonrisa en un parpadeo.
-Lucrecia ¿vos tenés nombre?
-Me llamo Lorena. ¿Siempre sos tan mal educada?
-¿Mal educada, yo? Si la que aparece con el traste al aire sos vos. Hay gente que considera una cuestión de cortesía ponerse pantalones. ¿Vos siempre pensás que cada chica que trae tu novio te lo va a robar, tan poca confianza le tenés?
-Lo que piense de mi novio es cosa mía y no me gusta que me hables de esa forma, esta es mi casa y vos sos una invitada.
-Pero no me invitaste vos… y si te molesto me voy ahora mismo –lo dije poniéndome de pie de un salto- si hubiera sabido que Alejandro tenía una novia tan pesada no venía, seguramente ni a tus amigas las dejás venir –la expresión de su rostro cambió totalmente, pasó de ser una fiera celosa a un roedor asustadizo, tal como había ocurrido antes.
-No tengo muchas amigas –dijo con la voz entrecortada.
-Por algo serás… si a todas las tratás de esta forma, poco te van a durar –esto la puso aún más triste, tanto que me dio pena, suspiré e intenté medir mi efervescente temperamento- disculpá flaca, ni siquiera te conozco pero creeme que nunca se me había presentado nadie en estas condiciones… con tan poca ropa… no sé, me pongo tarada cuando veo una chica linda medio desnuda… también me hiciste enojar con tus acusaciones.
-Yo no sabía que te gustaban las mujeres.
-Está bien, la culpa es mía es por venir. Debí pensar de antemano que se ve un tanto extraño estar visitando a un chico en su departamento, más si él está de novio. Te repito, la forma en que te traté no fue en serio, me hiciste enojar y suelo reaccionar mal cuando me enojo. Una vez le pegué a una profesora –confesé, pero en lugar de enorgullecerme de esto, me avergonzaba mucho.
-¿Qué, de verdad? –Noté cierta simpatía en su rostro- bueno, me imagino que algo te habrá hecho para que le pegues.
-Sí, creeme que sí… y vos estuviste a punto de probar más de lo mismo.
-¿Me hubieras pegado a mí?
-Probablemente sí… -vi que se puso de pie, por un segundo pensé que venía a golpearme, pero sonrió.
-Mejor me voy a poner algo de ropa antes de que vuelva el Ale, seguime –enfiló hacia el pasillo y luego de dos pasos miró hacia atrás y sonrió- de verdad no creo que quieras pegarme, al menos no te conviene.
-Soy más alta que vos –le dije orgullosa mientras la seguía.
-Puede ser, pero ¿cómo le explicarías a Alejandro que me pegaste en mi propia casa mientras él no estaba? –me detuve en seco, la chica tenía razón, por más que quisiera golpearla (cosa que en realidad no quería) tendría que tener una muy buena excusa y sería mi palabra contra la suya, por lo dominante que era esta chica ya podía imaginar a quién le creería mi nuevo amigo, si es que ya podía llamarlo de esa forma.
-La verdad es que me siento muy incómoda, siento que estoy molestando… y creeme que no me gusta molestar. Mejor me voy.
-No te vayas –se volteó para mirarme de frente.
-¿Por qué no? Es obvio que no querés verme cerca de tu “prometido”.
-Es que si te vas él va a saber que fue por mi culpa.
-Algo me dice que no es la primera vez que pasa esto –me miró con sus ojitos vidriosos como si fuera una niña en penitencia- ¿quién fue la última que tuvo que pasar por esto?
-Una amiga –volvió a caminar hacia su cuarto, decidí seguirla para saber más sobre el asunto.
-¿Tuya o de él?
-Mía.
-¿Te peleaste con una amiga porque te pusiste celosa?
-Es algo que no puedo evitar –mantuvo su cabeza gacha- no sé por qué, me desespera pensar que podría estar con otra mujer.
-¿Y por qué debería hacerlo, acaso no es feliz con vos?
-Él me dice que sí… y yo le creo, pero tengo un pequeño problemita para socializar.
-Se llama ser celosa y posesiva, conozco mucha gente así, pero lo tuyo es un caso extremo.
-Es inseguridad. Sé que necesito cambiarlo –volvió a mirarme, ya estábamos de pie en el centro de un dormitorio con cama matrimonial- prometeme que no te vas a ir, te pido perdón, sinceramente. Sé que me comporté como una estúpida –no sabía por qué pero esta chica me daba mucha lástima, de pronto tenía ganas de abrazarla y decirle que no se preocupara.
-Yo también actué de una forma muy infantil –le dije- si hubiera reaccionado como corresponde, no hubiéramos discutido.
-No soy tan mala como parezco, sólo tiendo a reaccionar mal. Alejandro es la única persona que me tolera, por eso me dolería en el alma perderlo –asentí con la cabeza indicándole que comprendía su situación- él es el tipo más bueno que conocí en mi vida y me pidió que confiara en él. Le prometí que lo haría y que ya no reaccionaría de mala manera, si sabe que estuvimos discutiendo se va a enojar conmigo.
-Está bien, te prometo que no le voy a contar.
-Gracias. Sos una chica rara.
-Ser lesbiana no es tan raro hoy en día.
-No lo digo por eso, tenés una forma diferente de reaccionar, nunca me habían hecho frente de esa forma.
-No creo ser la primera persona que se enoja con vos.
-No lo sos, pero siempre busco tener la razón pero esta vez vos saliste con un argumento totalmente diferente y no supe cómo reaccionar.
-Para que aprendas a no meterte con una lesbiana. Sabemos defendernos.
-¿De verdad pensás que soy linda?
-Sos la “prometida” de Alejandro, ni siquiera debería contestar esa pregunta –dije cruzando los brazos.
-Pero yo quiero que me respondas –se alejó un par de pasos y se paró como una modelo de ropa interior- si yo no estuviera comprometida, ¿yo te parecería linda? –me estaba poniendo incómoda, no podía dejar de mirar su cuerpito, que en parte me recordaba al de Lara y me hacía sentir más culpable.
-Sos una chica linda.
-Esa no es la respuesta que busco.
-No sé qué querés escuchar.
-Si te acostarías conmigo –el corazón se me paralizó.
-¿Me estás insinuando algo? –Tragué saliva- porque podemos terminar mal… y no hablo de discutir.
-¿Por qué, qué pensás hacerme? –puso la boca como si fuera el pico de un pato y jugó con el elástico de su tanga bajándola un poco.
-Ya te lo dije hace un rato… no empecemos otra vez con lo mismo. No deberías estar haciendo estas cosas, tenés novio… y yo tengo novia… ¿no era que no te gustaban las mujeres?
-Y no me gustan… sólo quiero saber si yo te parezco linda a vos.
-¿Y para qué lo querés saber?
-No sé… curiosidad.
-No es curiosidad… hacés esto para alimentar tu propio ego. Sos una chica muy linda, ya te lo dije. No tenés por qué hacer tanto teatro, si me acostaría con vos… hipotéticamente, pero no lo voy a hacer y ya sabés por qué –sonrió y dio un par de saltitos hasta un mueble, abrió uno de los cajones y sacó un pantalón, cuando se lo puso pude respirar tranquila. En ese momento supe que esta chica se parecía mucho a Abigail, mi hermanita -¿le vas a contar de esto a tu terapeuta?
-¿Cómo sabés…? –me miró espantada.
-No lo sé, solamente me lo imaginé. Sé muy bien que no hay que estar loco para un a un psicólogo, de hecho, cada persona en el mundo es apta para consultar a uno, pero vos… vos sí que lo necesitás. No te pongas mal, no te estoy atacando… de hecho me cae bien la gente como vos.
-¿Me estás diciendo loca? –frunció el ceño.
-No, no… solamente dije que… o sea… me hacés acordar mucho a mi hermanita, ella también va a un terapeuta –Abigail admitía estar un poco loca pero al parecer a esta chica le molestaba mucho esa palabra- solamente digo que tenés una personalidad especial.
-Que necesita de un psicólogo…
-Bueno… y si Lorena, vos debés saber muy bien que tus reacciones no son normales… pero eso no quiere decir que estés loca.
-Te comento que voy a un psicólogo porque yo quiero, no porque alguien me obligue a hacerlo y no estoy loca.
-Perfecto –a los locos hay que darles siempre la razón- perdón si me pasé con lo que dije –si fuera como mi hermana comenzaría a sonreír en cualquier instante pero esta chica seguía con el ceño fruncido mirándome de forma amenazante.
-¿Y si la loca fueras vos? ¿Te gustaría que te lo digan?
-Supongo que sí… hey, de hecho yo sé que estoy loca –sonreí para aliviar un poco la tensión- si me conocieras mejor te darías cuenta de que es así, pero yo intento disfrutar de mi locura.
-Vamos al comedor, ya va a venir Ale –caminó con pasos decididos y firmes, la poca simpatía que había visto mientras se hacía la estrella porno se había difuminado, ahora sólo quedaba una chica que se asemejaba mucho a una bomba defectuosa que podría estallar ante la menor provocación, de pronto se me ocurrió algo que podría arreglar un poco la situación.
-Me caés bien –no mentí del todo- vos y yo podríamos ser amigas –giró lentamente la cara hacia mí abriendo muy grande los ojos.
-¿Lo decís en serio?
-Sí, ¿por qué no? Si fuéramos amigas seguramente dentro de mucho tiempo nos reiríamos al acordarnos del día en que nos conocimos –milagrosamente esto la hizo sonreír.
-Totalmente, hablaríamos de la vez que quisiste acostarte conmigo, pero yo no te dejé.
-¿No me dejaste? No te olvides que el motivo es porque ambas tenemos pareja… sino la cosa pudo haber sido muy diferente.
-¿Te creés capaz de conquistar a una mujer a la que no le gustan las mujeres?
-¿Por qué no? Me he acostado con chicas sin saber si eran lesbianas o no.
-Qué asco. No sé cómo pueden hacerlo entre dos mujeres. Perdón flaca, pero es la verdad. Me da mucho asco.
-¿Entonces por qué querías saber si me acostaría con vos? ¿Por qué te hiciste la gatita en celo?
-Para que sepas que yo tengo algo que vos querés y que nunca vas a tener –no sabía si había ganado una amiga o un némesis.
-Sos una persona muy dominante –admití- pero te quiero dejar en claro que yo tengo una personalidad muy fuerte -¿la tenía?- y conmigo no te va a ser nada fácil… “amiga”.
-Ya veremos… -se sentó en una silla manteniendo una sonrisa desafiante en el rostro.
-Y no me acostaría con vos ni aunque fueras la última mujer del mundo.
-Es tarde para eso, ya dijiste que sí lo harías –la maldita era astuta, por algo me había obligado a confesar.
-Solamente lo dije para que dejaras de molestar.
-¿Te hubiera molestado si me quitaba toda la ropa? –ya comprendía todo, esto no era un juego de provocación sexual, el sexo tenía poco que ver con todo esto, este era un juego de poder.
-No sé, porque ni siquiera te gustan las mujeres, no me hubiera calentado al verte desnuda –dije mientras admiraba mis uñas, las cuales estaban bastante desprolijas.
-Eso no importa, a vos sí te gustan las mujeres… algo hubieras sentido al verme desnuda.
-No, creo que no. Porque si yo sé que no le gusto a la otra persona… no es lo mismo –intentaba mantenerme serena.
-Si alguien ve desnuda a una persona que le gusta, se va a excitar, aunque sepa que nunca va a poder tener a esa persona –ella no lo sabía pero había dicho exactamente lo que yo quería escuchar.
-Podría poner a prueba tu teoría –continué mirando mis manos como si le estuviera dando poca importancia al asunto.
-¿Querés que me saque la ropa y probamos? –me desafió.
-No pensaba en eso, pensaba en que podría desnudarme cuando viniera Alejandro y que él te diga si se calienta o no… a los hombres se les nota más eso. Él sabe que soy lesbiana y que no lo haría con él… pero quien sabe, se podría calentar igual –verla otra vez con el ceño fruncido me hizo saber que este asalto lo había ganado yo.
-No metas a Alejandro en esto –en ese instante la puerta del departamento se abrió y el nombrado se hizo presente- hola mi amor –saludó cambiando drásticamente su rostro, ahora parecía la muchacha más simpática del mundo.
-Hola hermosa –él se acercó y sin soltar las bolsas de compras le dio un corto beso en la boca- ¿y qué tal te cayó Lucrecia? –preguntó como si yo no estuviera ahí.
-Muy bien, es una chica muy simpática e inteligente, creo que podríamos ser buenas amigas… claro, si ella quiere.
-Por supuesto –le dije utilizando mi mejor cara de niña buena; no sabía si estaba hablando en serio o era parte de su jueguito.
-Me alegra que se lleven bien –dijo Alejandro quien aparentemente no sospechaba nada de lo que había ocurrido- amor, ¿podés preparar la comida mientras yo preparo algunas cositas con Lucrecia?
-¿Qué cositas?
-Una nota –intervine- él quiere escribir sobre los problemas que tuve en la Universidad.
-Sí, es que le pasó algo muy injusto y quiero que me lo cuente mejor, me pareció que era buen material para un reportaje.

Tuvimos que explicarle claramente en qué consistiría todo el asunto para que pudiera estar tranquila, al fin y al cabo ella ya sabía muy bien cuál era mi preferencia en cuanto al sexo y entrar un poco más en detalles no me suponía ningún problema. Ella accedió a preparar la cena y con Alejandro comenzamos la entrevista. Me sentía sumamente rara ya que ésta era una experiencia totalmente nueva para mí pero a la vez lo encontraba muy entretenido. También me servía para hablar de mis problemas, dejarlos salir y que alguien los escuchara dándome la razón en casi todos los casos, el único punto que me reprochó fue cuando le conté sobre el altercado violento que tuve con la profesora. Me dijo que esto podría traerme serios inconvenientes si toda la historia salía a la luz pero le dije que asumiría las consecuencias con tal de ver que se hacía justicia y que todo el mundo se enterara de cuánto podían discriminar a alguien en una Universidad.

-Lucrecia ¿vos nunca pensaste que tus problemas para conseguir empleo pueden deberse a que alguien en la Universidad está dando malas referencias tuyas? –la pregunta me tomó por sorpresa.
-No, claro que no. Nunca lo pensé así. ¿Qué tiene que ver la Universidad con mi futuro empleo?
-Es que vos presentás el Currículum Vitae señalando que sos alumna de esa Universidad y lo primero que va a hacer la persona que quiera contratarte es contactarse con alguien de dicha Universidad, aunque lo haga como mero formalismo para tener alguna otra referencia tuya.
-Te juro que nunca había pensado tal cosa –comencé a evaluar todas las entrevistas laborales que tuve, en muchas me habían dado grandes expectativas, hasta podía notar el entusiasmo del entrevistador por contratarme pero luego no volvían a llamarme- ¿y cómo puedo averiguar si eso está ocurriendo de verdad?
-Sencillo, podríamos hacer una simple prueba, podríamos llamar a la Universidad y preguntar por vos.
-Les pedirían referencias, no le darían información de un estudiante a la primera persona que llamen.
-Por eso no hay problema, Lorena puede decir que te postulaste para trabajar en la concesionaria de autos de su padre, ella también trabaja ahí.
-¿Y no debería estar trabajando ahora?
-Digamos que ser la hija del dueño tiene sus ventajas –dijo Lorena apareciendo con platos llenos de comida- tengo un horario bastante flexible. ¿Es cierto todo eso que dice Ale? ¿De verdad puede haber alguien poniéndote trabas?
-Es que de otra forma no me explico por qué ella no consigue trabajo, me mostró su Currículum y es realmente muy bueno para una estudiante.

Señaló una de las tantas hojas de papel que había sobre la mesa, Lorena dejó los platos y la tomó. Leyó durante unos instantes y asintió con la cabeza repetidas veces.

-Realmente es muy bueno. Le diría a mi papá que te contrate pero ya estamos completos. No hay lugar para nadie más en toda la concesionaria, pero creeme que si alguien se va, vas a ser la primera en enterarte.
-Muchísimas gracias –eso me daba ciertas esperanzas.
-Y me importa un carajo lo que digan de vos en la Universidad –allí fue cuando tuve la primera señal de que esta chica se estaba tomando en serio lo de la amistad.
-En el Currículum está el número de teléfono de la Universidad –le dije.
-Entonces voy a llamarlos ahora.
-¿Ahora?
-Sí, supongo que querés saber lo que dicen cuanto antes.
-Es cierto. Te lo agradezco mucho.

A riesgo de que la comida se enfríe, Lorena tomó su teléfono celular y llamó a la Universidad, por la hora que era pensé que no la atendería nadie pero una Universidad tan grande nunca dormía en realidad. Se pasó los primeros tres minutos explicando quién era, por qué llamaba y sobre quién quería preguntar. Sé que habló con al menos dos personas hasta que llegó la tercera, que era a quien correspondían esas llamadas. La prometida de Alejandro fue bastante formal a la hora de hablar, se notaba que la chica tenía experiencia en la materia y sus preguntas fueron certeras, el hombre del otro lado del auricular respondía enérgicamente, yo apenas podía escuchar un murmullo pero con eso me bastaba para notar el tono de voz que estaba empleando. Cuando la llamada terminó Lorena se sentó en una silla y me miró apenada.

-Lo siento mucho Lucrecia, no me imaginé que tuvieras este tipo de problemas. No sé qué habrás hecho en la Universidad, pero hiciste enojar mucho a alguien.
-Se me ocurren varios motivos para que alguien esté enojado conmigo.
-Este hombre no sólo me dejó bien en claro tus preferencias sexuales sino que además me dijo que llevás una vida de libertinaje sexual, palabras textuales. Que te acostás con toda mujer que se te cruce por el camino.
-No es tan así… o sea, no creo que mi vida tenga tanto libertinaje como esa persona dice… no le hago mal a nadie.
-Está bien, lo que hagas con tu vida sexual es asunto tuyo, me jode mucho que la usen en tu contra.
-¿Cómo se llama el hombre con el que hablaste?
-Luciano Sandoval. ¿Lo conocés?
-No, nunca había escuchado ese nombre. ¿Por qué sabe tanto de mi vida sexual?
-No sé, pero no sólo lo sabe, sino que también te detesta. Se le nota en la voz.
-No te preocupes Lucrecia –me dijo Alejandro- si alguien está en tu contra, vamos a averiguar quién es y por qué te hace esto. Mientras más me contás sobre este asunto más me convenzo de que sos una buena chica, un tanto inmadura… pero buena chica.
-Gracias por lo de la inmadurez… me hace sentir joven –sonreí con cierta tristeza, no podía creer que alguien estuviera boicoteando de esa forma mi futuro laboral.

Decidimos dejar el asunto allí por el momento, supuse que ellos no querían que yo me pusiera triste. Comimos lo que había preparado Lorena y supe que la chica era pésima cocinera, pero a pesar de eso puse la mejor cara y aseguré que todo estaba exquisito, noté cierta mirada confidente por parte de Alejandro, al parecer él ya estaba acostumbrado al terrorismo culinario de su prometida y agradecía que yo no dijera nada al respecto. También supe que ese asqueroso brebaje que había probado unas horas antes era un jugo de frutas preparado por ella, me compadecía de este pobre muchacho que debía padecer estas torturas a diario. Me quedé con ellos durante un par de horas luego de almorzar y cuando me despedí supe que había hecho dos buenos amigos, aunque la muchachita todavía no me inspiraba demasiada confianza. Alejandro me aseguró que pronto seguiríamos con la entrevista y que buscaríamos la mejor forma de exponer a quienes discriminaban a las personas por sus preferencias sexuales. No pude esconder mi entusiasmo, de verdad necesitaba ver al menos un poquito de justicia en todo esto.


*****


El día en que pude trasladarme a mi nuevo departamento, Lara me ayudó a mudar mis pertenencias, que no eran muchas pero me agradaba contar con su apoyo. Todavía me sentía culpable por lo que había ocurrido con Anabella y estuve evitando entablar cualquier conversación seria con mi novia, principalmente porque no sabía cómo abordar el tema.

Su familia tuvo la amabilidad de obsequiarme un colchón de dos plazas completamente nuevo, a Lara le preocupaba que no tuviera una cama dónde ponerlo pero yo estaba tan contenta de tener un sitio dónde vivir que ese detalle me importaba muy poco.

El departamento estaba prácticamente vacío, sólo contaba con lo básico que debía tener una vivienda a la hora de ser alquilada, por suerte ya contaba con una cocina pero aún no tenía heladera donde guardar mis alimentos, los cuales tampoco tenía en gran cantidad. Elegí este sitio por estar ubicado en el cuarto piso de un lujoso edificio que tenía un total de veinte pisos, con dos departamentos en cada uno. Tenía sitio de sobra para vivir allí dentro y no tenía ni idea de qué iba a hacer con tres de las cuatro habitaciones. Al principio pensé en transformar una en un estudio, con una bella biblioteca y un elegante escritorio pero luego encontré un sitio mucho mejor para esto justo al lado del comedor, allí armaría lo que sería una sala de estar y un estudio a la vez y lo mejor es que contaba con un balcón, en donde podría sentarme los días de verano, todo en este departamento me encantaba, aunque estuviera virtualmente vacío y el blanco de las paredes y los pisos me produjera nauseas, sabía que eso había sido idea de mi madre, algún día debería darle color a algunas paredes.

-¿Cómo vas a hacer para amueblarlo? –me preguntó mi novia mientras me ayudaba a limpiar un poco los pisos.
-Para eso hay tiempo, lo haré de a poco cuando consiga algún trabajo, por ahora soy feliz sabiendo que nadie puede sacarme de acá.
-Y yo soy feliz si vos sos feliz –al decir esto se me acercó y me dio un tierno beso en la boca; no pude hacer más que sonreír y sentirme tremendamente culpable, en algún lugar dentro de mí sabía que le había fallado a esta chica, aunque yo misma buscara convencerme de lo contrario.

Preparamos una cena ligera, mejor dicho, calentamos la comida que nos dio la madre de Lara, quien era una excelente cocinera. Nos sentamos sobre almohadones en el piso y mientras comíamos le conté sobre mi inesperada visita a la casa de Alejandro, obviando la escena con Lorena, también decidí pasar por alto la conversación que ella tuvo con un tal Luciano Sandoval ya que conocía a Lara, si de pronto comenzaba a hablar de un complot en mi contra, ella me trataría de paranoica y me diría que estaba exagerando. Me centré en la improvisada entrevista en la que participé con Alejandro y le conté las ideas que teníamos para exponer a la administración de la Universidad.

-Esperá Lucrecia, no pueden hacer eso.
-¿Por qué no? –pregunté mientras llevaba un bocado de quién sabe qué deliciosa comida kosher.
-No hay dudas de que vos merecés justicia y nada me encantaría más que verte de nuevo en la Universidad. También estoy muy pero muy enojada con Jimena, por lo que te hizo y me importa poco si ella termina perjudicada, pero si todo este asunto sale a la luz, todo el mundo va a saber que sos lesbiana.
-Eso ya no me importa, que se enteren.
-El problema es que si se enteran se va a correr el rumor de que soy tu novia y aunque no haya rumor a mis padres les costaría poco trabajo deducir que pasa algo raro entre nosotras. Ni yo ni vos sabemos cómo podrían reaccionar ante semejante noticia, pero una cosa es segura, no les va a gustar.

Miré el plato de comida sin prestarle la más mínima atención a su contenido. Lara tenía razón, la emoción no me había dejado analizar la situación con detenimiento, no podía hacerle eso, si su madre detestaba tanto las relaciones homosexuales como aparentaba, exponerla sería una grave equivocación. Este asunto podía ocasionar mucho ruido y por primera vez veía que hasta Samantha podría verse perjudicada de alguna forma… ¿quién sabe? Tal vez hasta Anabella podía terminar pagando algunos platos rotos.

-No lo había pensado de esa forma –mi euforia se apagó en un parpadeo- tenés razón Larita, no puedo hacer… y quedate tranquila porque mañana mismo hablo con Alejandro y le digo que cancele todo, seguramente se va a desilusionar.
-¿Vos creés que va a parar con todo? Los periodistas suelen tener fama de seguir adelante sin medir las consecuencias con tal de conseguir una buena nota.
-No creo que él sea de esa clase de periodistas, además podría hacer algún artículo sobre la vida lésbica en la ciudad o en la misma universidad sin necesidad de exponer a nadie. Podría dar algunos testimonios anónimos, hasta vos podrías dar alguno.
-Eso me parece mejor idea, pero que no sea nada muy explícito ni detallado.
-No, la idea es contar que a veces se sufren malos tratos y discriminación, lo cual es la pura verdad.
-Perdón Lucre… sé que estabas entusiasmada con todo eso de exponer a esta gente…
-No pidas perdón mi amor. No es tu culpa, es culpa de la sociedad de mierda en la que vivimos. De todas formas la idea no era solucionar mis problemas, ellos ya no tienen solución, solamente quería exponer a unos cuantos dentro de la Universidad, pero bueno eso ya no importa, lo importante es que estamos juntas y que nos amamos mucho –la sonrisa de Lara fue tan triste que por un momento temí haberme puesto en evidencia ¿sospecharía ella lo que ocurrió con Anabella?- ¿Pasa algo? –le pregunté con gran preocupación.
-No, nada. Estoy bien.
-¿Segura? Te noto un poco rara.
-Nunca fui del todo normal –se esforzó para sonreír más.
-No me refiero a eso Lara, te noto triste. Si te pasa algo podés contarme, para eso soy tu pareja.
-Tenemos que hablar Lucrecia –dijo luego de titubear unos segundos- de algo muy importante. Hay algo que no me deja tranquila –mi corazón dio un brinco.
-Está bien… si es tan importante.

Dejamos los platos sucios en la mesada de la cocina y fuimos hasta lo que ya había designado como mi cuarto, donde sólo estaba el colchón con sábanas en el piso y uno de mis bolsos con ropa. Nos sentamos en la improvisada cama y la tomé de la mano.

-Te estucho –no sabía cómo controlar mis nervios por lo que apreté más su mano.
-¿Te acordás que prometimos estar juntas solo nosotras dos? Que ya no incluiríamos a otras personas en nuestra relación –asentí con la cabeza- justamente de eso quería hablar.
-Si pensás que pasa algo con Anabella quiero que sepas que a veces me puedo confundir un poco pero siempre me acuerdo de vos… siempre.
-¿Anabella? No Lucrecia, esto no tiene nada que ver con la monjita –sonrió espontáneamente- que boluda que sos Lucre, siempre hablando de más –la quedé mirando como un cachorro que mira a su dueño- bueno, tengo que admitir que me pusiste las cosas más fácil, no te quería hablar de Anabella, ya sé que a vos algo te pasa con ella y no me lo podés ocultar, sos demasiado transparente, yo quería hablarte de Samantha.
-¿De Samantha? –me sentía una estúpida por hablar de más, además no comprendía qué tenía que ver la pelirroja en este asunto.
-Hace unos días que quiero hablarte de esto pero sé que te vas a enojar y por eso mismo no me animaba, pero tampoco puedo quedarme callada.
-¿Qué pasa Lara? Contame de una vez, tantas vueltas me ponen nerviosa.
-¿Te acordás de aquella noche en la que estuvimos las tres juntas? –Era una pregunta que no necesitaba respuesta pero de todas formas asentí con la cabeza- ¿vos te enojaste porque yo estaba con ella o porque te dejamos sola?
-Porque me dejaron sola –fruncí el ceño, pero eso ya pasó Lara, ya lo hablamos.
-No pasó –la miré intrigada, temerosa de lo que podía escuchar porque ya me estaba haciendo una idea- después de eso pasaron cosas que vos no sabés.
-¿Te volviste a acostar con ella?
-No, eso no. Quedamos en que no lo haríamos y cumplí con mi promesa, por más que me resultó muy difícil. Te voy a decir la verdad Lucrecia, yo a vos te adoro, siempre vas a ser la primera mujer que amé y lo hice con locura… pero con Samantha me pasa algo muy raro, no sé cómo explicarlo, es algo… diferente. No es que haya dejado de quererte, todo lo contrario… pero durante estos últimos días estuve charlando mucho con Samantha, por internet, por mensajes de texto, hubo algunas ocasiones en las que nos quedamos muchas horas hablando por teléfono, siempre con finalidades amistosas –yo la miraba con los ojos abiertos, creo que había dejado de respirar- pero era imposible no hacer algún comentario sexual o recordar lo que pasó esa noche… me di cuenta de que tenemos muchas cosas en común, especialmente en la forma de ser.
-¿Te enamoraste de ella? –dije sintiendo mi garganta seca.
-No sé si llamarlo de esa forma, lo que sí sé es que algo me pasa con ella… y es muy fuerte. Te lo cuento porque no quiero que nuestra relación sea una mentira, no quiero que volvamos a pelearnos –me tomó de las manos y se acercó más a mí- no podría soportar volver a tenerte lejos, sos la persona que más quiero en el mundo.

Un silencio sepulcral se apoderó del departamento, hasta parecía que el típico bullicio de la ciudad se hubiera apagado, no sabía cómo reaccionar ante esta nueva noticia que me llegaba como baldazo de agua fría.

-Yo también tengo algo para decirte –mi voz sonó tan fuerte que tuve que bajar el volumen- a mí me está pasando algo parecido con alguien.
-¿Con Anabella?
-Sí, ¿para qué te voy a mentir? La monjita me vuelve loca, si supieras todos los momentos intensos que tuve con ella… y vos te sentís mal porque te pusiste a hablar con Samantha –sonreí apenada- vos sos una chica muy buena Lara, acá la que está haciendo mal las cosas soy yo.
-¿Te acostaste con la monjita? –su sorpresa fue tal que sentí la presión de sus uñas contra mis manos.
-No, eso sí que no… pero hubo momentos sexualmente tensos, estuve a punto de hacerlo con ella pero recordé que estás vos… que sos mi novia y que te amo mucho. No podía hacerte semejante cosa después de que acordamos no estar con otras personas.
-A mí me pasó algo parecido con Sami. Antes de ayer la visité en la casa y estuvimos a punto de hacerlo, no lo hice por vos. La verdad es que en cierta forma me alegra que te haya pasado eso con Anabella, porque sé que me entendés y sabés que a veces la tentación puede ser muy grande.
-Ya lo creo que sí –otra vez se llamó a silencio; luego de unos segundos abrí la boca- ¿qué vamos a hacer?
-No lo sé, pero no podemos seguir de esta forma, vamos a terminar peleándonos y no quiero eso.
-Yo tampoco, quiero que estemos bien aunque…
-¿Aunque qué?
-Aunque sólo seamos amigas –temí haber dicho algo malo.
-Tal vez esa sea la mejor solución.
-¿Te parece?
-Analizá un poquito las cosas, Lucrecia. Ya intentamos llevar nuestra relación de dos formas diferentes. La primera fue de forma abierta, para que pudiéramos acostarnos con quien quisiéramos… no funcionó. La segunda fue de forma cerrada, sólo nosotras dos… y no funcionó porque está la tentación de estar con otras personas. Ese es el factor común, las dos queremos acostarnos con otras personas… bueno, no solo acostarnos… yo no hago esto con Samantha sólo por el sexo y creo que con Anabella a vos te pasa igual.
-Así es. Si te soy sincera, creo que vos haría una hermosa pareja con Sami.
-Y si yo te soy sincera te digo que dejes de joder con la monja. No me mires con esa cara, es lo que pienso. Te estás metiendo en un terreno muy peligroso, Lucrecia.
-Sí lo sé. Tenés toda la razón –agaché la cabeza- pero me cuesta horrores… cuando la veo me derrito, es algo que nunca sentí con nadie, yo a vos te adoro pero esto es diferente, esa monjita tiene una personalidad que me mata.
-Te entiendo, me pasa igual con Samantha, ¿vos sabías que le gusta cantar? –Negué con la cabeza- y lo hace de maravilla, cuando la escuché cantando tuve ganas de comérmela a besos… y seamos sinceras Lucrecia, vos no podés cantar  ni el “Feliz Cumpleaños” –nos reímos las dos porque era totalmente cierto, el canto no era una de mis virtudes.
-Entonces… ¿esto es una despedida?
-No lo llamaría así, digamos que es el fin de un contrato… te digo la verdad, eso de tener novia es una responsabilidad muy grande y nosotras somos jóvenes, tenemos que vivir un poco más nuestras vidas antes de decidir compartirlas con alguien.
-No lo había pensado de esa forma, pero tenés razón.
-Así que voto porque ya no seamos novias… pero que nos sigamos queriendo. Que sigamos siendo amigas muy especiales.
-Me parece una buena idea, me duele un poquito, no te lo voy a negar… pero creo que es lo mejor para las dos.
-Y si algún día no tenés con quien divertirte, sabés que podés hacerlo conmigo –se me acercó más aún y me guiñó un ojo.
-¿Eso quiere decir que puedo seguir acostándome con vos?
-Siempre que las dos queramos y podamos.
-Pero si vos te vas con Samantha…
-No entendiste nada Lucrecia. Te lo voy a decir de forma más clara. Yo no me quiero poner de novia con Sami, me la quiero coger y quiero hacerlo sin culpa. Si algún día veo que la cosa da para más, bueno lo pensaré. Pero por ahora mi intención es otra. No voy a cortar un noviazgo para empezar otro al día siguiente.
-Entiendo… por eso de que sos joven.
-Así es. Tenemos veintiún años… vos ya casi tenés veintidós pero seguís siendo joven. Una vez me dijeron que en la vida uno tiene que divertirse y coger mucho.
-¿Quién te dijo eso?
-Mi mamá.
-¿Tu mamá? –eso me sorprendía muchísimo viniendo de esa mujer.
-Mi mamá no es como vos pensás que es… tiene sus historias. No le gustan los homosexuales, es cierto, pero está totalmente a favor del sexo. Hablando con ella aprendí mucho pero me da pena no poder decirle que los hombres no me gustan.
-Mirala vos a tu mamá… y yo que la tenía como una santa.
-Es que vos no conocés nada del pasado de mi mamá, eso es algo que solamente mi papá y yo sabemos.
-¿Era prostituta?
-No Lucrecia –comenzó a reírse- por suerte vamos a seguir siendo amigas, yo no sé qué haría sin tus comentarios desubicados. No era prostituta pero sí era bastante promiscua. Dejó toda esa vida para estar con mi papá, pero…
-¿Pero qué? –una vez más su cara de preocupación.
-Bueno, creo que si tengo que hablar esto con alguien, ese alguien sos vos. Vos sabés todo de mi vida. A mí me da la impresión de que mi mamá no dejó del todo esa vida… hace un tiempo vengo notando pequeñas cositas raras, llamadas a horarios extraños, salidas en momentos inoportunos… perfumes que no son ni de ella ni de mi papá.
-A la mierda… no la tenía en esas a… tu mamá.
-¿Te olvidaste del nombre de mi mamá?
-¿Eh? No, cómo me voy a olvidar… si es mi suegra.
-Ex suegra. Sí te lo olvidaste –sonrió con picardía.
-Bueno… es que nunca nadie le dice por su nombre… vos siempre le decís mamá y tu papá le dije “amor” o “cariño”, yo le digo señora o “la mamá de Lara” –volvió a reírse.
-Esto sí que no te lo puedo creer ¿cómo te vas a olvidar del nombre de mi vieja? ¿Nunca se te ocurrió preguntármelo?
-Pensé que te ibas a enojar.
-No me enojo, sólo me causa gracia. Se llama Candela. Ni sé para qué te lo digo si en una semana no te lo vas a acordar.
-Posiblemente así sea… de lo que no me voy a olvidar es de lo que me dijiste de ella… ¿vos cómo te lo estás tomando?
-Bien… que se yo. Se me hacía súper raro al principio pero después de lo que pasó con tus viejos me di cuenta que no es algo tan raro, hasta Tatiana me contó que sus padres suelen tener problemas similares y los padres de Samantha están divorciados desde hace muchos años.
-Es cierto, son cosas que pasan en la pareja, mirá nosotras dos, no llevamos ni un año de novias que ya tuvimos muchos problemas al respecto.
-Lo bueno es que lo hablamos y las dos lo entendimos. Espero que las cosas se mantengan así.
-Yo también espero que así sea. ¿Te puedo pedir un favor?
-El que quieras.
-¿Me ayudás a estrenar el colchón? Porque está tan virgen el pobre que me da pena. Además sería nuestra despedida formal.
-Ya te dije que no es despedida… es punto y seguido. Obvio que quiero, ahora que ya saqué todo lo que tenía para decir, me siento re bien. Gracias Lucre, sos la mejor.

Se lanzó sobre mí y su boca impactó contra la mía, desde ese momento todo transcurrí prácticamente en silencio. Le quité la blusa, jugué con sus bellas tetas, las lamí y chupé con entusiasmo sus pezones. No estaba excitada en el momento en que iniciamos el acto sexual pero bastaron algunos besos y toqueteos en mi zona íntima, por arriba del pantalón, para ponerme a tono con el clima. Unos minutos más tarde, mientras ella me estaba chupando la vagina y ya ambas estábamos completamente desnudas, recordé la caja de juguetes sexuales.

-Lara pará… -gemí de placer y arqueé mi espalda- esperá un poquito, me acordé de algo.

Se detuvo y me miró intrigada, le hice una seña para que espere y caminé pocos pasos hasta el ropero, allí en el piso del mismo estaba la caja de cartón que contenía todas esas maravillas de la tecnología sexual. Abrí la caja y comencé a arrojar algunos juguetes a la cama, incluso le alcancé a Lara un pote de lubricante.

-¿Me vas a meter todo esto? –me preguntó haciendo una carita de putita sexy que me derritió.
-Obvio… y vos me vas a hacer lo mismo a mí.

Regresé a la cama con ella y lo primero que hice fue abrirle las piernas, tomé un dildo común y corriente, pero de buen tamaño y comencé a introducírselo lentamente por el agujerito de la vagina mientras le chupaba el clítoris, ella gemía y me pedía más, yo lamía y obedecía. Sabía que esta podía ser la última vez que estuviéramos juntas en mucho tiempo y era nuestra última vez como novias, por eso quería que sea especial, que tuviera algo que ambas pudiéramos recordar. En cuanto vi un strap-on, algo que para mí no dejaba de ser un dildo con arnés, supe que ese sería el juguetito ideal para la ocasión. Le hice una seña para que aguardara un momento y mientras yo me colocaba este extraño artilugio sexual, ella continuó masturbándose con el consolador, demoré un poco mi tarea porque me encantaba ver con cuánta pasión se lo introducía mientras jadeaba y sacudía todo su cuerpo. Cuando miré hacia mi entrepierna luego de haberme calzado el arnés, me sorprendí con lo que vi, parecía que me hubiera crecido un pene de repente ya que este dildo en particular no tenía tanta apariencia artificial, de hecho se habían esmerado mucho para que se parezca a un pene real de tamaño considerable y ahora era mi pene.

Divertida y excitada me acerqué a mi futura ex novia, ella comprendió inmediatamente, se quitó el consolador arrojándolo en algún sitio aleatorio del cuarto y abrió los brazos y las piernas para recibirme. Me recliné sobre ella y procuré apuntar lo mejor posible intentando recordar la última experiencia que tuve con uno de estos juguetitos, sabía que al principio podía ser un poquito complicado pero luego todo marcharía con mayor naturalidad. Dejé que la parte del glande artificial la penetrara y me pegué más a ella, mientras más me le acercaba más profundo la penetraba, intentaba hacerlo despacio porque yo no tenía forma de sentir cómo estaría de dilatada su vagina y no quería lastimarla. Ella presionó mis nalgas hacia abajo, indicándome que podía metérselo con tranquilidad, así lo hice, al mismo tiempo en que me comía su boca. Allí unidas por un pene plástico nos sentíamos amantes de verdad, nos abrazamos con pasión y no dejamos de besarnos, esto era justamente lo que yo deseaba sentir, el calor, la cercanía de su cuerpo, el saber que la estaba envolviendo con todo mi amor y mi deseo, porque en ese momento no pensaba en nadie más que en ella.

Mientras me movía podía sentir la presión del arnés contra mi clítoris y eso me calentaba más, tomé las piernas de Lara y las levanté, marqué un ritmo constante con mis movimientos permitiendo que el pene entrara completo y saliera aproximadamente hasta la mitad, sabía que su vagina ya se había acostumbrado por lo que podía clavarla con más fuerza, por un momento comprendí lo que sentirían los hombres en esta situación y hasta me dio un poco de envidia que este pene no fuera realmente parte de mí, pero lo más excitante del momento podía vivirlo siendo mujer, era el poder ver la sensual expresión en el rostro de Lara, los gemidos estallando en su garganta, sus suaves y delicadas manos acariciándome constantemente y la forma en la que se prendía a mis tetas y me las succionaba con tal fuerza que sabía que me quedarían algunos moretones como marcas de guerra.

Lara tuvo que avisarme cuando ya había acabado porque yo no pude distinguir las convulsiones de su orgasmo del resto de sus gemidos y sacudidas.

-Ahora me toca a mí –me pidió con la expresión de un niño en una juguetería.

No hace falta aclarar que acepté encantada y que me quité el arnés lo más rápido que pude para enseñarle a mi amorosa pareja mi vagina completamente empapada y deseosa se cariño. Sin pensarlo dos veces ella se lanzó entre mis piernas y me dio unas lamidas que me hicieron estremecer.  Su lengua recorrió mi intimidad a discreción y con total libertad, un nuevo espasmo me llevó a presionar mis pechos y emitir un gemido, fue porque Lara lamió mi colita.

-De verdad te gusta mucho esto –me dijo sin apartarse mucho.
-Me encanta, no sé por qué, pero me calienta mucho.
-Date vuelta.

Obedecí y me tendí boca abajo en el colchón y aguardé hasta que sentí algo frío entre mis nalgas acompañado de los dedos de Lara, miré hacia atrás tensando mi cuello y supe que ella me estaba untando la cola con lubricante, volví la cabeza hacia abajo y la apoyé sobre mis manos que estaban con los dedos entrelazados y procuré relajarme. La primera penetración vino por parte de uno de los finos deditos de esa hermosa muchachita que sabía cómo tratarme con delicadeza sin dejar que la calentura del momento se disipara. Gemí más que nada para indicarle lo mucho que me había gustado lo que hizo, ella lo repitió una y otra vez, introduciendo su dedito y sacándolo para que mi colita se acostumbrara. Mantuve mi respiración a un ritmo suave y constante, había leído que la relajación era fundamental a la hora de practicar sexo anal. Separé levemente las piernas y Lara comprendió qué era lo que quería, con su otra mano acarició mi almejita y luego bajó su cabeza hasta que llegó a lamerla con la puntita de la lengua, este sutil cosquilleo contrastaba un poco con el ardor que me producían los dedos en la cola pero la suma de ambas sensaciones me llenaba de gusto.

Ella se alejó de mí pero volvió en menos de un segundo, en cuanto sentí algo rígido contra mi colita supuse que había traído con ella uno de los tantos juguetitos sexuales que yo poseía. Me penetró con este objeto y supe que se trataba de ese pequeño dildo con forma de gusano formado con esferas. Con un nuevo gemido le indiqué lo agradable que era sentir esas esferas abriendo mi ano y cómo este volvía a cerrarse luego de que una esfera entraba.

-¿Te gusta hermosa? –me preguntó acercándose a mi oído.
-Me encanta.
-¿No te duele?
-Para nada, vos dale tranquila –le respondí siempre manteniendo los ojos cerrados.

Con un ritmo ascendente fue metiendo y sacando ese pequeño juguetito, me agradó que mi colita se adaptara tan rápido a él pero también debía admitir que no era lo más grande que me había metido por detrás, aún recordaba el otro juego de esferas, las cuales eran considerablemente más grandes que éstas.

-Si esta va a ser nuestra despedida, lo vamos a hacer a lo grande –me dijo.

Acto seguido se colocó el mismo arnés que yo había usado minutos antes.

-¿Qué pensás hacer Larita?
-¿Qué pasa, tenés miedo?
-No es eso… es que… -se acercó a mí por detrás, intentaba doblar mi cuello para mirarla y me espanté un poco al ver que estaba tan decidida- ay, esto me va a doler –dije aferrándome a las sábanas con uñas y dientes.
-Y ya no hay vuelta atrás –apoyó la punta del dildo contra mi culito ya lubricado.
-Es que no sé si estoy lista para tanto…
-Muy tarde mi vida… a vos te gusta por atrás… entonces la vas a tener por atrás.
-Pero Lara, yo…. –grité de placer en cuanto sentí ese pene plástico penetrándome, abriéndome, avanzando por mi culito prácticamente virgen como si fuera lo más sencillo del mundo.

Contuve el aire rogando que los vecinos no hubieran escuchado mi grito, pero si no oyeron ese habrán oído el que lo siguió cuando solté el aire o el que vino después mientras el dildo escarbaba cada vez más profundo en mi ano. Sentí la calidez del pecho de Lara contra mi espalda y eso me brindó una tranquilidad inmensa. Cuando ella comenzó a moverse lo hizo con sumo cuidado, sabiendo que podía lastimarme pero yo nunca me quejé, el dolor era mínimo o tal vez sea porque el placer era máximo. No sabía cuánto del dildo había ingresado pero sí sabía que no era todo y que Lara se esmeraba en mantenerlo en movimiento. No cabían dudas, definitivamente me gustaba esto y me agradaba de que sea Lara con quien lo probaba por primera vez.

-¿Te gusta mi amor? –sabía que ya no éramos oficialmente novias pero ella tenía la confianza suficiente conmigo como para llamarme de esa forma.
-Sí mi vida, me encanta.
-Ponete en cuatro –cambió su tono de voz drásticamente, no se parecía en nada a la Lara afectuosa que me estaba hablando hacía instantes, ésta era la Lara que tanto me gustaba ver cuando hacíamos el amor.
-Mejor seguimos así, se siente rico.
-Ni hablar, ponete en cuatro.
-¿Qué me vas a hacer?
-Te voy a hacer feliz.

Ella apenas se apartó para permitirme cambiar de posición, en cuanto estuve apoyada con mis rodillas y mis manos, recibí una dura estocada en mi colita, ese rugoso dildo se clavó en mí como un cuchillo caliente lo hace en la mantequilla. El placer llegó como olas que partían desde mi colita hasta esparcirse por todo mi cuerpo y estas olas se repetían y magnificaban cada vez que Lara retrocedía y volvía a clavarme, no podía creer que ya estuviera viviendo esto en carne propia, luego de estar meses masturbándome con esta fantasía en mente.

Pensé… y pensé sólo porque tenía ganas de pensar en cosas sucias: ¿Por qué no iba a masturbarme justamente ahora? Ya sin dudarlo llevé una de mis manos hasta mi entrepierna, los dedos se me empaparon al instante. Comencé a frotar mi clítoris mientras Lara me tomaba por la cintura y me daba una y otra vez, provocando que yo gimiera entrecortadamente al recibir cada sacudida.  Acaricié mis labios vaginales y al mismo tiempo le pedía a esa hermosa muchachita que me diera más. Entre jadeos y suspiros no hacía otra cosa que repetir la palabra “más” y ella comprendió que podía ser más ruda conmigo. Comenzó a penetrarme con tanta fuerza que fui realmente consciente de mi dilatación anal y eso me calentó mucho. Introduje dos dedos en mi vagina, Lara se aferró a mis tetas y mantuvo el bombeo cortito pero constante e increíblemente rápido, tomando en cuenta que ella parecía una frágil e indefensa muchachita, pero yo que la conocía muy bien era consciente de su fortaleza, tanto física como mental.

El primer orgasmo me tumbó, perdí la estabilidad y gritando exageradamente por el placer quedé con la cara contra el colchón pero Lara no se detuvo en ningún momento, continuó bombeando y yo podía sentir ese pene plástico saliendo casi por completo y hundiéndose una y otra vez en mi cuevita posterior. Podía escuchar también sus gemidos, ella no era ajena al goce sexual del momento, yo sabía que si una se colocaba bien ese arnés el mismo roce del clítoris contra el cuero podía provocar un placer inmenso. Noté que se inclinaba hacia un lado, como pretendiendo agarrar algo, a continuación me alcanzó un objeto y lo tomé con la misma mano con la que había estado masturbándome. Se trataba de otro dildo, éste era el que contaba con vibrador. Supe qué hacer con él ni bien lo vi. Lo llevé hasta mi almejita y lo encendí, me penetré de una sola vez y sentí ese apéndice vibrador que sobresalía del consolador estrellándose contra mi clítoris. Nunca me había sentido tan llena, dos de mis orificios sexuales estaban siendo invadidos, pero yo no sentía el frío del plástico, al contrario, sentía la pasión, la ternura y el amor que irradiaba este mágico momento junto a una de las personas que más quería en el mundo. Con todos esos pensamientos inundando mi cabeza llegué a un segundo orgasmo y en cuanto lo hice Lara quitó el strap on de mi culito y me hizo girar cayendo sobre mí. Rodamos por el colchón comiéndonos a besos mientras ella se desprendía el arnés. Cuando lo hizo se sentó sobre mi boca ofreciéndome una vez más su suculenta y jugosa vagina. Decir que se la chupé no corresponde con lo que realmente sucedió. Se la devoré. Hundí mi lengua en su agujerito, succione su clítoris y luego hice lo mismo con sus labios vaginales, me bebí todo jugo sexual que manó de esa tierna almejita y con el consolador aún en mi vagina disfruté de uno de los orgasmos más largos e intensos de mi vida.


*****


El silencio reinó en el departamento durante un par de minutos, Lara y yo nos quedamos mirando el techo, tomadas de la mano mientras intentábamos recuperar el aliento.

-¿Te vas a quedar a dormir? –le pregunté apretando su mano.
-Sí. Puede que sea la última noche que pasemos juntas y me gustaría verte una vez más a mi lado cuando me despierte –no tuve ni que decirle que yo pensaba exactamente lo mismo- ¿estás preparada para el domingo? –sabía a qué se refería pero de todas formas simulé no entender.
-¿Por qué debería estarlo?
-Porque es un día muy especial para vos.
-Es solamente el aniversario del día en el que nací.
-¿Te parece poco? –Se volteó para mirarme a la cara- vas a cumplir veintidós años Lucrecia.
-No es una edad tan especial.
-Todo cumpleaños es especial, no importa el número.
-De todas formas no tengo nada planeado.
-Entonces dejalo en mis manos. Algo vamos a hacer, eso te lo aseguro.
-¿Qué tenés en mente?

-Es sorpresa. Ahora vamos a dormir que estoy liquidada. Aunque no lo creas, no es fácil seguirte el ritmo en la cama –me dio un corto besito en la boca. Nos abrazamos y a los pocos minutos nos quedamos profundamente dormidas. 


Fin del Capítulo 15.
Continúa en el Capítulo 16. 

Comentarios

Laura G ha dicho que…
Nokomi!! En mi imaginación esta es tu autobiografía. cada vez es mas emocionante leer esto.
Velez ha dicho que…
Genial.... habrá alguna serie para verla?

La Mansión de la Lujuria

Aislado Entre Mujeres

Mi Vecino Superdotado

Intriga Lasciva - El Instituto

La MILF más Deseada

Strip Póker en Familia

El Fruto del Incesto (Malditas Uvas)

Terapia Sexual Intensiva

Transferencia Erótica

Libres en la Oscuridad

Venus a la Deriva [Lucrecia]

Ayudando a Mamá