Capítulo
18
La tensión
en el ambiente era muy grande, no aparté la mirada de Luciano Sandoval ni por
un segundo, como si temiera que saltara a atacarme en cualquier momento, mi
visión periférica me mostraba a una Anabella que movía su cabeza de un lado a
otro como en un partido de tenis sin comprender en qué consistía el juego.
-¿Qué pasa
Lucrecia? –me preguntó.
-Lo que pasa
es que este hijo de puta es el que habla mal de mí…
-¿De qué
hablas, flaca? Si ni siquiera te conozco.
-No te hagás
el pelotudo, sabés muy bien de lo que te hablo.
-¡Lucrecia!
Cuidá esa boca, estamos en un convento –me retó la monja.
-Perdón
Anita, es que estoy muy enojada con este tipo.
-No, estás
muy confundida, porque ni siquiera sé de qué me estás hablando –insistió el
grandote.
-¿Vos
trabajás para la Universidad? –le pregunté sin bajar la guardia.
-Sí, ¿y eso
qué tiene que ver?
-Por
casualidad… ¿no sos la persona que recibe las llamadas cuando piden referencias
sobre alumnos?
-No, no soy
yo. La encargada de eso se llama Estefanía Solís.
-¡Mentira!
¡Sos vos, hijo de puta! –Estaba colérica- ¡Dejá de mentir!
Me invadió
la impotencia, la furia me cegó y cometí una estupidez, intenté arremeter
contra él, quería golpearlo, darle un cachetazo al menos, hacerle daño de
alguna forma, pero él fue más rápido y fuerte, logró sujetarme por una muñeca y
luego hizo lo mismo con la otra.
-¡Soltame! –Le
grité intentando patearlo- ¡me estás haciendo mal! –las articulaciones de las
manos me dolían pero mi ira no había disminuido.
-¡Calmate
Lucrecia! Por favor.
-¡No! Lo voy
a matar, este hijo de puta me está cagando la vida.
-Ya te dijo
que él no es.
-¿Y vos le
creés? –la miré con odio pero no respondió.
-Dije la
verdad, flaca. Ni siquiera te conozco.
-¡Vos
callate, mentiroso de mierda! Anabella, ¿a quién le creés?
La monja me
miró asustada, por un segundo no supo qué contestar pero luego decidió poner
fin a toda esta disputa.
-A ninguno
de los dos. Luciano, agradezco que vinieras pero tengo que pedirte que te
retires, necesito hablar a solas con Lucrecia. Por favor, soltala.
-Como digas,
Anabella –soltó mis muñecas-. Te pido disculpas, no pretendía lastimar a tu
amiga, sólo intentaba que no me pegara.
-Callate
antes de que te pegue en serio –le dije masajeando alrededor de mis manos,
donde me dolía.
-¡Basta,
Lucrecia! –Volvió a retarme- por favor Luciano, dejanos solas. Esta noche voy a
cenar con vos y Sor Anahí, allí vamos a poder hablar tranquilos.
-Está bien,
me retiro en paz. Espero que tu amiga sepa controlarse la próxima vez que nos
veamos.
-Hijo de
puta –dije casi en un susurro apretando fuerte los dientes.
-¿Qué
dijiste? –me preguntó el tipo.
-Lo que
escuchaste.
Él estuvo a
punto de responderme pero Anabella lo fulminó con la mirada, no tuvo más
alternativa que marcharse dejándonos solas.
-¿Qué fue
todo eso, Lucrecia?
-Tengo que
contarte algo, Anabella. Sentate.
-Espero que
sea algo bueno, porque esos arrebatos de ira que tenés no me gustan para nada.
Una vez
sentadas comencé a narrarle lo que había ocurrido la vez que Lorena, la novia
de Alejandro, llamó a la Universidad y le dieron pésimas referencias sobre mí.
-¿Pero vos
estás absolutamente segura de que él fue quien tomó la llamada?
-Sí, Lorena
me lo dijo.
-Pero él te
explicó que no es el encargado de tomar esas llamadas y sé que dice la verdad.
Él trabaja en otra área administrativa, si querés preguntale a tu amiga, la
chica pelirroja. Ella debe conocerlo y vas a ver que hay algún un error. Además
tu amiga Lorena pudo haber exagerado las cosas que le dijeron.
-No hay
ningún mal entendido, Anabella. Las cosas son como te las cuento, la que no
quiere entenderlo sos vos. Ese tipo es un mentiroso y sabe muy bien quién soy.
La otra noche, cuando dijo esas cosas mientras hablabas por teléfono conmigo,
lo hizo a propósito, él sabía que la que te llamaba era yo y por eso eligió
esas palabras… lo de “hermosa volvé a la cama” y no sé qué mierda más.
-¿Me estás
cargando Lucrecia? ¿De verdad pensás que él pudo decir algo así a propósito? Te
estás poniendo un poquito paranoica. Él sólo lo dijo por ser amable… y ya te
dije, estábamos sentados los tres en la cama, porque era más cómodo, me levanté
a agarrar el teléfono, él nunca vio quién me llamaba.
-¿Quién te
va a llamar a esa hora si no soy yo? Era cuestión de lógica, no te ofendas
Anita, pero vos no tenés muchos amigos.
-Y la vez
que tengo uno vos te empecinás en ponerlo en mi contra. Te estás pasando de la
raya, Lucrecia. Entiendo que hubo gente que te trató muy mal, pero él ni
siquiera te conoce, ya te lo dijo. Estás paranoica.
-No es
paranoia, Anabella. Estoy segura de que hizo todo a propósito, tal vez se
acercó a vos para joderme a mí… -ahí supe que había hablado de más.
-¿Me querés
decir que yo no puedo tener amistades por mi cuenta? Te lo dije varias veces y
te lo vuelvo a repetir, vos no sos el centro del mundo, Lucrecia. Terminala con
todo esto, ya me hiciste enojar. Luciano es mi amigo y es un buen hombre… y
punto.
-¿A vos te
gusta él?
-¿Y eso qué
tiene que ver?
-Respondeme,
¿te gusta?
-Soy monja,
Lucrecia. No me fijo en los hombres de esa forma.
-Las monjas
tampoco le dan besos apasionados a sus amigas.
-Si vas a
usar eso en mí contra, mejor andate.
-Lo que
quiero decir es que vos estás desesperada por encontrar a alguien que te brinde
afecto… yo lo hago, pasan cosas entre nosotras y vos después actuás como si
todo fuera producto de mi imaginación. Vos no querés ver que Luciano es un mal
tipo porque querés que sea él quien te brinde su afecto, así como lo hago yo. A
vos te aterra la idea de enamorarte de una mujer, por eso mismo te querés
aferrar al primer hombre que entra en tu vida.
-No tenés ni
idea de lo que estás hablando. Él es mi amigo y sólo lo veo de esa forma.
-Supuestamente
yo también soy solo tu amiga, pero solo yo te veo de otra forma.
-Basta
Lucrecia. Andate, por favor. Estoy muy indignada con vos. Te pasaste de la
raya, te estás volviendo loca, ves amenazas en donde no las hay.
-Tal vez así
sea, la locura es algo que siempre formó parte de mi familia, puede que yo
también la haya heredado y me haya imaginado que recién estuve en la cama
besándome hasta el cansancio con una monja desnuda. Tal vez imaginé todas las
veces que te besé antes de eso y todas las cosas lindas que nos dijimos. Tal
vez también imaginé que te gustan las mujeres.
-No me
gustan las mujeres.
-Sí, claro…
y a mí me gustan los hombres. Chau Anabella, podés estar decepcionada conmigo
todo lo que quieras, una vez más, me decepcionaste vos a mí. Creo que eso es lo
que nos sale mejor a las dos.
Me puse de
pie y salí caminando a pasos largos y furiosos, tuve ganas de azotar la pesada
puerta de madera pero no quería que todo el convento se enterara, me esforcé
por cerrarla con cuidado.
¿Por qué?
¿Por qué cada vez que daba un paso hacia adelante con Anabella, luego daba
cinco para atrás? Tomé el colectivo para regresar a mi departamento con un
cúmulo de sensaciones físicas y emocionales que no cabía en mi cuerpo. Por un
lado me sentía enamorada y excitada al recordar el momento en la cama con mi
monjita (porque ya la consideraba parte de mí); por otro lado me sentía
iracunda, furiosa, dolida y ofuscada por culpa del tal Luciano Sandoval y por la
actitud que mostró Anabella. Sabía que me había excedido un poco, como siempre,
pero ella ya me conoce, sabe muy bien cómo puedo reaccionar ante una situación
semejante, lo que más me dolió fue que no se pusiera de mi parte y que hasta
llegara a defender a ese imbécil, al cual ni siquiera conocía. ¿Qué tanto podía
saber de él? ¿Cuántas veces habían hablado? ¿Sobre qué temas habían conversado?
No importaba la respuesta, seguramente con él no hablaba de temas tan íntimos
como lo hacía conmigo… ¿O sí?
Me bajé del
colectivo con un nudo en la garganta, apretando los puños y las muelas para no
llorar.
*****
El ver el
edificio en el que vivo me trajo cierta calma, siempre que recordaba que tenía
un lugar hermoso dónde vivir y que era totalmente mío, se me alegraba el
espíritu, por desgracia a veces me deprimía aunque estuviera dentro de mi
hogar, debía manejar eso.
Un hermoso y
largo cantero blanco decoraba la entrada del edificio y las plantas estaban tan
verdes que parecían salidas de un paraíso tropical, ésta era una de las varias
cosas que ayudaban a mejorar mi estado de ánimo, al menos por un corto tiempo,
pero esta vez me jugaron en contra. Las malditas plantas me taparon la puerta
de entrada y en cuanto doblé me encontré con un hombre sentado en la escalera
de mármol. Tenía los codos apoyados en sus rodillas y tenía la mirada clavada
en su teléfono celular. No lo reconocí de inmediato pero luego supe que conocía
esa pequeña mata de cabellos rubios que cubría su cabeza. Como si yo fuera una
presa intentando huir de su depredador, retrocedí de inmediato, por un instante
quise salir corriendo pero supe que eso sería una estupidez total, debía
enfrentar mis problemas, en especial cuando éstos esperaban por mí en la puerta
de mi propia casa.
-Hola
Rodrigo –lo saludé con naturalidad, él levantó la cabeza de inmediato.
-¡Lucrecia,
estás viva! Hace mucho que te estoy buscando, ya no sabía dónde más ir.
-Perdoná
Rodrigo… te quería pagar, creeme que sí… pero tuve problemas con mis viejos, me
echaron de casa y quedé prácticamente en la calle por un tiempo… y no tengo
plata como para pagarte… es una larga historia.
-Lucrecia,
si la plata no aparece, entonces te voy a tener que cortar las piernas –me dijo
poniéndose de pie- no me importa de dónde la saques –su expresión seria me
atemorizó de verdad, casi retomo la idea de salir corriendo cuando él comenzó a
reírse- Quedate tranquila, Lucre. No vine por la plata, eso ya fue. No me
importa. Sé que estuviste pasando por un mal momento, Edith me contó un poco de
tu vida, la vi antes de ayer… ella me dio la dirección de tu nueva casa.
-Enana
traidora, cuando la agarre la voy a matar.
-De eso ya
me encargué yo –dijo el adonis con una sonrisa pícara.
-¿Qué pasa
entre vos y esa chiquita? ¿En qué andan?
-En nada
serio, solamente nos divertimos un rato juntos, nada más. La chica es una fiera
en la cama.
-Ya lo sé, estuve
con ella… más de una vez. ¿Quién lo diría, no? Parecía una mosquita muerta, muy
tímida y calladita… y ahora anda de fiesta en fiesta.
-Las
calladitas son las peores… eso está comprobado científicamente.
-¿Por quién,
la asociación de abusadores de pendejas mojigatas?
-Si eso
existiera, vos serías la presidente. Sé que ella no fue tu única víctima.
En ese momento
una pareja de cuarentones salió del edificio y tuvimos que disimular, si bien
no me importaba que la gente sepa que soy lesbiana, tampoco tenía por qué estar
gritándolo abiertamente a los cuatro vientos.
-¿Querés
subir, así hablamos más cómodos? –lo invité.
-Está bien,
pero sólo si no molesto.
-De hecho,
es mejor que estés acá, estoy tan enojada que prefiero no estar sola.
-¿Qué pasó?
-Arriba te
cuento.
Nos
instalamos a tomar mates en el balcón, aprovechando que la tarde nos obsequiaba
una temperatura agradable y lo puse al tanto de casi todo lo que me había
ocurrido desde que mi madre me echó de mi casa, él sólo me interrumpió para
hacer acotaciones en las que me aseguraba que sabía perfectamente cómo me
sentía porque él había atravesado situaciones similares con su padre, eso me
reconfortó mucho ya que tenía a alguien para conversar y esta persona me
entendía. Obvie los detalles de mi vida sexual, no por pudor sino porque a él
le interesaban muy poco, así como a mí me causaban poco interés los de él, pero
sí le conté a grandes rasgos mis andanzas con Anabella.
-A mí me
importa poco si la chica es monja o es la misma Virgen María –me dijo él cuando
terminé de narrarle todo- ella está jugando con vos y eso no me agrada.
-¿Jugando
conmigo? Yo pensé que la gente lo veía al revés, todos me dicen que ya deje en
paz a la pobre monjita… bueno, al menos todos los que saben que es monja.
-Que ella
esté sola y confundida, lo entiendo, pero no por eso te tiene que tratar como
si fueras desechable. Ella permite que la beses, permite que la toques… y quién
sabe que más permitiría… y luego pone como excusa los Hábitos. No importa lo
que haga… siempre están los Hábitos… y no me parece justo, porque vos te estás
ilusionando. Va a llegar un momento en el que va a tener que elegir entre vos y
sus Hábitos.
-Pero yo no
quiero que deje de ser monja…
-¿Y qué
esperás entonces? ¿Querés que ella te declare su amor eterno para que puedan
vivir juntas en el convento? Vos tenés que ir pensando en lo mismo, Lucrecia.
Si vos no querés que ella cambie toda su vida, entonces no insistas, porque
sólo vas a salir lastimada, pero repito, no me gusta que ella juegue con tu
ilusión de esa manera, por más buena que sea su excusa, y el tipo ese, el tal
Luciano, ya me cae mal… hasta tengo ganas de ir a pegarle por lo que te hizo.
-No, está
bien Rodrigo. De él me voy a encargar yo. No sé cómo, pero lo voy a hacer. ¿Vos
pensás que ella puede estar enamorada de él?
-No, ni por
asomo. A lo sumo debe verlo como una salida de emergencia. Donde vea que su
mundo tambalea, se va a acercar más a él, si quiere sexo y no puede, o no se
anima, a conseguirlo con vos, entonces lo va a hacer con él. Esa monja ya se
dio cuenta que es una mujer hermosa y muy deseable. Voy a quedar como un
soberbio de mierda al decir esto, pero creo que es la verdad, yo tengo muchas
parejas sexuales, especialmente hombres, pero también algunas mujeres… y las
tengo, en gran medida, gracias a mi apariencia física, a veces llego a sentir
que no debo esforzarme en lo más mínimo para acostarme con alguien que me gusta
porque la otra persona ya está predispuesta a hacerlo, una de las cosas que más
me gustó de Edith fue que ella me obligó a esforzarme para llevarla a la cama.
-¿Se hizo la
difícil?
-Al
principio fue una seda, pensé que la tenía ganada, pero después me dijo que no
le importaba si yo era el hombre más hermoso del mundo, tenía que convencerla
de ir a la cama… y me la puso bastante difícil, ahí me di cuenta de que no
tengo grandes encantos, quitando la apariencia, pero esto no viene al caso. Lo
que quiero decir es que, por lo que me has dicho, la tal Anabella es hermosa y
ella pasó años sin saberlo o sin ser realmente consciente de lo que significa
que la gente de admire por tu belleza.
-Ella sufrió
por culpa de su belleza. Le pasó algo muy malo cuando era adolescente.
-Eso sólo
refuerza mi punto. Ella llegó a ver su belleza como una maldición y ahora le
cuesta verla de otra forma, le cuesta entender que alguien pueda querer
acostarse con ella con buenas intenciones. Últimamente está viviendo esa
sensación y no sabe cómo manejarla, le pasa con vos principalmente, pero
seguramente le pasa con este tipo, Luciano –eso fue como una puñalada en mi
pecho y Rodrigo lo notó- es así Lucrecia, tenés que reconocer que acá tenés las
de perder, para Anabella va a ser mucho más fácil quedarse con un hombre que
arriesgarse con una mujer.
-Sos muy
inteligente Rodrigo.
-No lo soy,
esto lo sé sólo porque lo viví muchas veces. Especialmente con un hombre… que
es casado, me arrepiento de haberme metido con un hombre en esas condiciones;
pero me tenía enamorado. Él nunca se animó a salir del clóset y por más que me
juró mil veces que me amaba, prefirió quedarse con su esposa, para no
arriesgarse. Hay personas que toman riesgos, como vos, lo hiciste y asumiste
las consecuencias cuando todo se fue al carajo, pero Anabella, por ejemplo, vio
todo lo que se complicó tu vida desde que decidiste reconocer tu sexualidad y
ella se debe estar imaginando que le pasará algo similar o peor. Teniendo en cuenta
de que es monja y que debe cumplir con votos de castidad, podría arruinar
completamente su vida si se acuesta con vos. Además… ahí dentro del convento…
vamos Lucrecia, no es lo más sensato.
-Hay monjas
que lo hacen ahí dentro, las he visto.
-Allá ellas,
que corran el riesgo que quieran correr, pero vos tenés que ser más inteligente
y menos impulsiva… o al menos seguí un impulso de forma inteligente.
-¿Y cómo se
hace eso?
-¿Vos querés
acostarte con ella? Bueno, hacelo lejos del convento, de ser posible donde
nadie las conozca.
-No sabría a
dónde ir, hasta en un hotel te piden identificación.
-Yo tengo
una casa en el campo. La compré hace un año con la esperanza de irme a vivir
allá y dirigir desde ahí todo mi negocio, pero no pude hacerlo porque necesito
estar acá todo el tiempo sino se cae a pedazos toda la estructura económica que
me mantiene… si querés te presto la casita por unos días.
-¿Prestarme?
No Rodrigo… si además te debo un montón de plata…
-Te dije que
esa plata no me importa.
-Debería importarte,
tu negocio no anda nada bien, eso lo sé.
-Mejoró un
poco con las ideas que me diste, así que con eso podés considerar pagado lo que
me debías. Con decirte que pude ponerme al día con el sueldo de todos los
empleados…
-Bueno, me
alegra escuchar eso y me encanta tu ofrecimiento… pero seamos sinceros,
Anabella jamás iría a pasar días conmigo a una casa de campo.
-Sí, en eso
tenés razón. Ella sabría de antemano cuáles son tus intenciones y no lo haría.
Bueno, ahí se agotaron mis ideas. La oferta sigue en pie por si algún día
querés irte lejos de la ciudad… así sea con otra persona.
-Muchas
gracias, lo voy a tener en mente.
-Ah, por
cierto… ya me estaba olvidando. No vine solamente a tomar tus ricos mates…
-No seas
sarcástico.
-He probado
peores, como los de Miguel. En fin, vine por otro asunto… me alegra oír que no
tengas trabajo.
-Y a mí me
alegra oír que tu novio te intoxica con mates.
-No te
enojes, Lucre… primero escuchame. Necesito que me ayudes. Mi idea es concretar
el proyecto que vos iniciaste y para eso necesito tu ayuda.
-¿Qué
proyecto inicié?
-Vos dijiste
que debía ampliar la clientela, no limitarla a sólo homosexuales, pero como la
sociedad no está preparada para que las cosas funcionen tan bien en un solo
establecimiento, quiero hacer lo que me propusiste, una nueva discoteca para
heterosexuales, sé que suena a discriminación, pero en realidad es todo lo
contrario, cada uno es libre de entrar donde más le guste, pero los lugares de
acceso no estarían en la misma calle, por suerte el edificio llega hasta la
calle paralela a la que hoy es la entrada, así que se puede realizar otra por
ese lado, ya estudiamos toda la zona, pero me falta algo.
-¿Dinero?
-No
exactamente, me falta alguien que me ayude a administrarlo, alguien inteligente
y con conocimientos sobre el tema, por eso pensé en vos. Ya me demostraste que
sos de confianza y que además tus ideas funcionan.
-¿De
confianza? Todavía ni siquiera te pagué lo que te debo.
-Ya te dije
que la termines con ese tema, quedó en el pasado, me ayudaste más de lo que te
imaginás. ¿Qué decís? ¿Trabajarías conmigo? Obviamente tendrías un sueldo fijo
y sería todo legal.
-No
trabajaría con vos ni con nadie si no fuera de esa forma. Te agradezco mucho la
oferta Rodrigo, pero hay muchas personas con más experiencia que yo, no me
imagino administrando una discoteca.
-Una
discoteca, no. Dos discotecas. Acordate que aunque el dueño sea el mismo, los
empleados serían diferentes. Yo seguiría concentrándome en Afrodita, vos
tendrías que poner tus fichas en la otra, pero en general, usaría tus consejos
y planes administrativos en ambos establecimientos.
-¿Y cómo se
llama la nueva discoteca?
-No sé, ¿se
te ocurre algún nombre? –Asentí con la cabeza- ¿Cuál?
-Pandora.
Para mantener la temática mitológica.
-Me gusta
mucho ese nombre, especialmente por el trasfondo que tiene. Serías la encargada
de controlar la caja de todos los males. También tenés que acordarte que la
administración se amplía hasta la zona del hotel también.
-Cada vez me
da más miedo todo esto.
-Si vos
tenés miedo imaginate cómo me sentía yo cuando empecé con el negocio, no sabía
nada de nada, estaba aterrado… y eso me llevó a cometer muchos errores y sé que
vos también vas a cometer los tuyos, pero juntos vamos a aprender a salir
adelante. ¿Te animás? Siempre fuiste osada.
-Está bien,
acepto. Pero más que nada porque no estoy en posición de rechazar ninguna
oferta de trabajo, por más kamikaze que esta sea.
-No te
preocupes, que antes de que vos te estrelles, lo voy a hacer yo. Al menos vas a
tener tiempo de maniobrar hacia otro lado. Me alegra mucho saber que tengo otra
aliada en todo este asunto. Bueno, lamento tener que despedirme, pero tengo que
regresar para hablar con el arquitecto que está adaptando las instalaciones, lo
peor de todo es que no sé cómo voy a pagarle.
-¿Me estás
cargando?
-No, no
tengo idea de cómo pagarle.
-¿Estás loco
Rodrigo? ¿Por qué empezaste la obra si no tenés para pagarle? Es más… ¿por qué
la empezó él?
-Porque
conoce a mi padre y sabe que él es garantía… no sabe que yo ya no hablo con ese
hombre, pero a veces lo uso como respaldo si quiero conseguir algo.
-Te van a
matar, Rodrigo. Tarde o temprano se va a dar cuenta que no hay plata.
-Por ahora
tengo para darle algún adelanto, eso lo va a dejar tranquilo un tiempo.
-Dios mío… y
yo acepté trabajar con vos ¿en qué estaba pensando? Debería haberle hecho un
análisis psicológico a mi nuevo jefe.
-Ahora ya es
tarde, ya aceptaste.
-Pero no
firmé nada.
-No te
asustes, Lucre. Ya vamos a encontrar plata, se me ocurre una opción. Conozco
algunas personas con mucho dinero que podrían participar como inversionistas…
pero hay un problema.
-Qué raro…
¿cuál es?
-Dos de esas
personas te odian y las otras dos me odian a mí.
-¿Pensabas
en mis padres? Olvidate, no quiero tener nada que ver con ellos, no quiero
deberles nada. Están fuera de mi vida… de forma permanente.
-Está bien,
quedan fuera, descartados. No te preocupes.
-Y tu papá
ya se desligó de vos, ¿vas a volver arrastrándote a pedirle dinero?
-No, ni
loco… pero queda una última opción.
-¿Quién?
-Mi hermana.
-No sabía
que tenías una.
-Vive en
Buenos Aires, y ella es justamente inversionista, invierte en negocios que
puedan darle buenas ganancias.
-Ah, me
quedo más tranquila, al menos podemos hablar con ella.
-El problema
es que ella también me odia.
-¿También es
homofóbica?
-Este… no…
en realidad me odia por otra cosa.
-¿Por qué?
-Porque le
robé un novio, hace varios años… yo no sabía que ella estaba tan enamorada de
él.
-Ay Rodrigo…
sos peor que yo.
-No sé,
hasta ahora no me metí con ningún Cura… ¿no sabés de alguno que sea lindo?
-Ni siquiera
voy a responder eso…
-Bueno,
mejor me voy antes de que me tires por el balcón. Después te comento cuál es mi
plan de emergencia. Si fracasa, estamos jodidos… pero muy jodidos.
-¿Hiciste
todo esto sólo porque tenés fe en un puto “plan de emergencia”?
-No, lo hice
porque tengo fe en vos. Ya lo vas a entender –me guiñó un ojo- Nos vemos
Lucrecia. Que andes bien y gracias por aceptar mi oferta.
Para
despedirlo lo acompañé hasta el ascensor, y una vez que él estuvo dentro, giré
para volver a mi departamento y prácticamente choqué contra una persona, sólo
alcancé a detenerme a último momento para no arrojarla al piso. Unos
desorientados ojos marrones me devolvieron la mirada, la chica tenía el pelo
ondulado y alborotado y su expresión me recordaba a la de algunas de mis ex
compañeras de Acción Católica cuando alguien mencionaba la palabra sexo.
-Perdón –le
dije ayudándola a recoger una carpeta que había caído al suelo- estaba distraída,
no te vi.
-No importa…
está bien –me miró atentamente- ¿vos sos la chica nueva?
-Sí, vivo en
ese departamento –se lo señalé- me llamo Lucrecia.
-Encantada,
Lucrecia. Mi nombre es Silvana.
-Igualmente.
Qué bueno es conocer gente amable en el edificio.
-No todos
son tan amables. La vieja del departamento contiguo al tuyo ya te odia.
-¿Odiarme?
¿Por qué? Si ni siquiera me conoce, nunca la vi.
-Aparentemente
ella si te vio. Me dijo que hacés muchos ruidos raros y que entran muchas
mujeres a tu departamento… que se yo, cosas así…
-¿A qué se
refiere con “muchas mujeres”?
-Y… ella
piensa que hay algo raro… pero yo no creo que sea así, cualquier chica puede
tener amigas, eso es lo que yo le expliqué, pero ella insiste con los ruidos…
-Tendrá
mucho tiempo libre esa señora.
-Sí,
totalmente. ¿Ese chico que se fue recién es tu novio?
-¿Por qué lo
preguntás?
-Porque si
le digo a la vieja que conocí a tu novio, no va a joder más con ese tema, ya me
tiene podrida y le digo que antes de juzgar tiene que conocer a las personas,
que tengas muchas amigas no quiere decir que seas…
-Sí, es mi
novio –la interrumpí, no sé por qué le mentí, sólo quería que no se metieran en
mi vida- se llama Rodrigo. Y que me disculpe por los ruidos, es que hace poco
fue mi cumpleaños e hicimos una pequeña reunión para celebrarlo, además de
celebrar el nuevo departamento.
-¡Eso es lo
que le dije a la vieja! Recién te mudás, es lógico que quieras mostrarle tu
nueva casa a tus amigas.
-No sólo
eso, sino que una va a venir a vivir conmigo, le voy a alquilar una habitación.
-¡Me parece
perfecto! Yo vivo con mi marido en el departamento que está al frente del de la
vieja, cualquier cosa que necesites podés avisarme, a mí me llevó un tiempito
adaptarme a la zona, no sabía ni dónde había un supermercado.
-Yo encontré
uno por pura casualidad, pero sí, te entiendo. Es un barrio nuevo para mí y no
lo conozco. ¿A vos no te molestaron los ruidos?
-Yo no
escuché nada de nada… la vieja debe estar con la oreja pegada a la pared
intentando saber qué pasa en tu casa.
-¡Qué vieja
metida!
-Sí, no
tiene vida. A mí me para siempre para chismear, a veces no sé cómo sacármela de
encima.
-Te
entiendo, a mí también me pasa eso con algunos vecinos… si tenés un método,
podés explicármelo. Me sería muy útil –la chica volvió a mirarme turbada.
-Bueno, no
te molesto más… tengo que ir a trabajar. Nos vemos, Lucrecia. Un gusto.
-El gusto es
todo tuyo –le dije antes entrar a mi departamento.
Mi nueva
vecina ya no me parecía tan encantadora como en los primeros segundos de charla,
algo me daba mala espina y me molestaba haberle mentido, pero no quería que
ella ni la otra vecina metieran las narices en mi vida, ya tenía suficientes
problemas. La propuesta de trabajo que me hizo Rodrigo, en lugar de
tranquilizarme, me dejó muy nerviosa. Sentía que me estaba metiendo en un
asunto muy complicado y que posiblemente iba a salir mal parada, pero
necesitaba el trabajo, no sólo por el dinero, sino para tener alguna actividad.
Esto de no hacer nada durante todo el día me angustiaba mucho y no ayudaba en
nada a mi depresión.
*****
Tres días
después de la visita de mi amigo tuve otra, pero a esta sí la esperaba. Acordé
con Tatiana la fecha y hora a la cual podía iniciar su mudanza. No tenía
demasiados trastos que trasladar pero sí equipó completamente lo que sería su
dormitorio y además contribuyó con algunos platos, vasos y cubiertos que tanta
falta hacían. Ambas estábamos entusiasmadas, ya que sabíamos que nos
llevaríamos de maravilla compartiendo el departamento y así yo no me sentiría
tan sola. Si bien amaba tener un lugar propio, a veces me agobiaba verlo tan
vacío. También llegamos a un acuerdo monetario, ese fue el tema más difícil ya
que yo me empecinaba en bajar la cifra y ella en subirla. Decía que le estaba
cobrando muy poco pero le aseguré que estaría muy bien con eso y que pronto
comenzaría a trabajar con Rodrigo y tendría otro ingreso. Ella preparó un guiso
muy sabroso para que celebremos nuestra primera noche como compañeras de piso,
no comía tan bien desde aquella noche con Evangelina.
Unas horas
más tarde trasladamos nuestro festejo a su cama. Eso estaba fuera del contrato
pero las dos sabíamos de antemano que pasaríamos más de una noche compartiendo
sábanas. No incluimos juguetes sexuales pero ella se esmeró mucho, no sólo
estaba excitada sino que también quería demostrarme lo agradecida que estaba
por esta oportunidad. Pasó varios minutos lamiéndome la vagina con mucho ímpetu
y logró hacerme llegar al orgasmo, pero cuando estuvimos abrazadas,
masturbándonos mutuamente, ella fue directa conmigo:
-Te noto muy
distraída, Lucrecia.
-Tenés
razón, te pido disculpas. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo.
-Si no
tenías ganas… podías decírmelo.
-Sí que
tenía ganas, me encantó todo lo que hiciste, pero tengo un quilombo muy grande
en la cabeza. Te pido disculpas, esta noche no voy a poder darte lo que querés.
-Esto es muy
extraño en vos, Lucre. Siempre pusiste mucho ímpetu en la cama, si te pasa esto
es porque algo te tiene que estar preocupando mucho. Podés contármelo, amiga.
-No me
siento nada bien, volví a discutir con Anabella y para colmo apareció este hijo
de puta que viene a cagarme la vida.
-¿A qué hijo
de puta te referís?
-A uno que
trabaja en la Universidad, que se entretiene dando malas referencias de mí a
las empresas interesadas en contratarme y que también anda detrás de la
monjita.
-¿Estás
segura de eso?
-¿Vos
también me vas a decir que sos una loca paranoica?
-No, para
nada. Es que si todo eso es cierto, entonces vas a necesitar ayuda para
resolverlo. No me quiero meter en situaciones sentimentales, no son mi fuerte,
pero el tipo ya estaría perjudicando tu imagen y tu futuro. ¿Por qué creés que
hace eso?
-No lo sé,
lo pensé durante estos días pero no se me ocurre nada concreto.
-Decime lo
que se te ocurrió, aunque sea loco y descabellado.
-La mejor
opción que pensé es que ese desgraciado está enamorado de Anabella y que algún
día me vio cerca de ella. No es secreto que soy lesbiana y tal vez llegó a
pensar que la monjita anda conmigo, por lo que decidió hacerme las cosas
todavía más difíciles.
-No es una
mala idea. Hasta podría ser cierta. ¿Y si en realidad está enamorado de vos?
-¿De mí?
-Sólo pongo
opciones, para que las analices… a veces las cosas se resuelven más fácil si se
piensa en todas las posibilidades. Acordate que estudiamos eso. Hay que pensar
en todas las posibilidades.
-Tenés razón
–me senté en la cama, estaba transpirada y desnuda, pero mi amiga no estaba en
mejores condiciones, por lo que no me importó- hay que analizarlo como si fuera
posible. ¿Cómo podría estar ese tipo enamorado de mí? Nunca lo había visto.
-Pero eso no
quiere decir que él no te haya visto a vos.
-Eso seguro.
Sí que me vio, porque apenas la abrí la puerta ese día puso una cara de odio
muy particular, él sabía perfectamente quién era yo y no le agradaba para nada
el verme dentro del dormitorio de Anabella.
-Tal vez él
estaba secretamente enamorado de vos y al enterarse que sos lesbiana se
enfureció. Vos sos una chica muy hermosa y llamás mucho la atención, además, si
él trabaja en la administración de la Universidad, más de una vez se habrá
topado con tus promedios y sabrá que sos muy inteligente y aplicada.
-Ok,
supongamos que así sea... pero… ¿por qué nunca me dijo nada?
-Timidez,
vergüenza, miedo… hay muchas razones que pueden hacer que un hombre no encare a
una mujer.
-¿Y por qué
se acerca a Anabella?
-Tal vez él
sabe que a vos te gusta la monjita y…
-Dudo que lo
sepa, con Anabella siempre fuimos muy cuidadosas, pocas veces nos mostramos
juntas en público y… -en ese instante recordé algo- …hubo una vez en la que yo
tenía que hablar de un asunto importante con Anabella, ella venía caminando con
un grupo de monjas. Una de ellas pudo ser Sor Anahí, la hermana que le presentó
a Luciano, el tipo en cuestión.
-Entonces
habrá sido Sor Anahí quien sospechó que había algo raro… hasta las monjas deben
saber que sos lesbiana Lucrecia.
-Es muy
probable… ¿pero por qué presentarle justamente a Luciano? ¿Qué puede saber Sor
Anahí de mi vida?
-Probablemente
sólo sabrá lo que se habla en los pasillos, pero si es amiga íntima del tal
Luciano, es probable que ella sepa que está enamorado de vos… o de la monja. Él
está enamorado de alguna de las dos, de eso estoy segura. Tenés que averiguar
más sobre él… ¡Ya sé! La colorada.
-¿Samantha?
-Sí, ella
trabaja en la Universidad, boluda. Ella tiene que conocerlo… o tal vez puede
averiguar algo.
-Gracias por
lo de boluda, me lo merezco porque no había pensado en eso. Ahora la llamo,
antes de que se vaya a dormir.
Corrí hasta
mi dormitorio a buscar mi teléfono celular y mientras marcaba el número de
Samantha regresé junto a Tati, me puse de rodillas en la cama y aguardé hasta
que escuché la voz de la pelirroja saludándome desde el otro lado.
-Hola Sami
–le respondí- disculpá que te llame a esta hora… ¿estabas ocupada?
-Este… no…
no mucho…
-¿Es
Lucrecia? –preguntó una voz femenina que me resultaba muy familiar.
-Sí, es ella
–le contestó Sami.
-¿Esa es
Lara? –no necesitaba respuesta, estaba segura de que se trataba de ella-
mandale saludos… y me alegra que estén juntas. Espero no haber interrumpido
nada.
-No
interrumpiste nada, corazón –me respondió la vocecita de Lara, imaginé que
habían puesto el teléfono en altavoz- llamaste justo cuando habíamos terminado
–eso me hizo sonreír.
-Me alegra
mucho que la estén pasando tan bien juntas –quería preguntarles si ya habían
formalizado una relación en pareja pero no quería meterme en ese asunto- de
verdad me encanta… pero no llamé para hablar de eso, necesito un favor de tu
parte, Sami.
-¿Qué
necesitas? Lo que quieras, pedímelo. Estoy a tu disposición.
-¿No era que
estabas a mí disposición? –le dijo Lara.
-¿Celosa?
-No… pero
esta cosita ahora es mía –escuché la risita de Samantha, imaginé que Lara le
estaba tocando la vagina, casi podía verlas, desnudas en una cama,
toqueteándose alegremente, era una escena que me enternecía y me ponía cachonda
a la vez.
-Pero
Lucrecia sabe que si ella la quiere tomar prestada un ratito, puede hacerlo
–noté que mientras estas dos discutían Tatiana se esforzaba por escuchar la conversación
por lo que me apiadé de ella y coloqué el modo altavoz, pudimos oír un viscoso
y característico sonido, con la morocha nos miramos y sonreímos, era obvio que
una de las dos estaba masturbando a la otra.
-¿Acaso no
te gusta cómo te atiendo yo?
-Vas
mejorando…
-¿Mejorando?
–Se quejó Lara- tengo más experiencia que vos.
-En mujeres…
tal vez, pero en sexo no, para nada –me divertía mucho escuchar a Sami jugando
a la chica segura y experimentada, sabía que todo lo que decía era en broma,
para provocar a Lara –vos tuviste tu primera vez este año… yo la tuve hace seis
años… y no he pasado grandes períodos de inactividad… ¡Ay! –el sorpresivo grito
de la pelirroja nos obligó a agudizar más los oídos, el chasqueo viscoso se
incrementó y cambió un poco, supimos que Lara estaba succionándole la vagina
con fuerza excesiva, la pequeña quería que yo escuchara lo que allí ocurría-
¡Ay Lara, despacito! ¡Lara! –exclamaba ella entre jadeos, en ese momento sentí
los dedos de Tatiana penetrándome, quedamos las dos arrodilladas frente a
frente, con una mano sostuve firmemente el teléfono y con la otra comencé a
masturbar a mi amiga.
-¿Te gusta?
–Preguntó Lara con la boca evidentemente ocupada en otras cosas.
-Casi me
arrancás el clítoris –dijo Sami.
-Eso lo
aprendí de Lucrecia ¿no es cierto, corazón?
-Hey, ni que
yo fuera una sanguijuela –me quejé.
-¿Ves Lara?
Por tu culpa Lucrecia no puede decirme para qué me llamó.
-Ustedes
hablen si quieren… yo estoy entretenida con esto.
-Contame
Lucrecia, ¿para qué me llamaste? –Me preguntó Samantha con la respiración
agitada- si estoy desconcentrada, la culpa es de Lara.
-Por lo
general Lara genera distracciones en la gente… especialmente si usa pantalón
ajustado –mientras hablaba dejé de tocar a Tatiana y le hice señas para que se
detuviera, haciendo pucheritos como un niño al que habían quitado su golosina,
se alejó de mí- te llamé para preguntarte por alguien que trabaja con vos. Se
llama Luciano Sandoval ¿lo conocés?
-Sí, lo
conozco. No trabaja en la misma área que yo pero lo tengo visto ¿qué querías
sab… ¡Lara! Por favor… -soltó un erótico gemido de placer, entretanto Tati
escuchaba la conversación sentada contra el respaldo de su cama, masturbándose
lentamente- dame un minutito de respiro al menos.
-No
–respondió la prepotente chiquilla; me causaba mucha gracia imaginarla pero
ahora tenía otras preocupaciones en mente.
-No sé cómo
te llevarás vos con el tal Sandoval –continué diciendo- pero tengo la ligera
sospecha de que el tipo me odia por alguna razón. Te pregunto: por casualidad
¿él es el encargado de recibir las llamadas de las empresas que buscan
referencias sobre estudiantes? –los intensos jadeos que provenían desde el otro
lado del auricular me estaban desconcentrando, sumémosle a esto la hermosa
imagen de una morocha pechugona masturbándose frente a mí guiñándome un ojo
cada vez que la miraba.
-¿De tu
área? No, él no se encarga de eso –volvió a gemir pero se notaba que se estaba
esforzando por respirar con normalidad- la mujer encargada de recibirlas se
llama Sonia Maciel.
-Entonces…
no comprendo… ¿por qué él recibió la llamada…?
-¿Qué
llamada?
-Una
conocida me hizo un favor, llamó a la Universidad y la atendió el tal Luciano
Sandoval y comenzó a hablar pestes de mí. ¿Por qué atendió él si no es el
encargado?
-No me extraña
–una vez más se esforzó por hablar con claridad- no son tan estrictos con eso
en la administración, pudo haber pasado que Sonia estaba ocupada y él tomó la
llamada en su lugar.
-Pero creo
que esto es algo que viene pasando desde hace un tiempo… no creo que haya sido
un evento aislado. Es la única explicación que tengo. Dejé muchos Curículums y
siempre recibo negativas…
-Eso también
me pareció extraño, cualquier empresa con dos dedos de frente estaría encantada
de tenerte como pasante. ¿Vos estás segura de que él recibió la llamada?
-Sí.
Necesito tu ayuda Sami, ¿podrías intentar averiguar algo de él? Lo que sea…
sino me voy a volver loca… últimamente me siento una loca paranoica.
-Está bien
Lucre, tranquilizate. Voy a ver qué puedo hacer, pero no te prometo nada.
-Muchas
gracias Sami. Ahora las dejo en paz para que disfruten del lindo momento,
tratala bien a Lara, que se lo merece.
-Por
supuesto que se lo merece, ella es genial –me dijo soltando un intenso gemido.
-Hasta luego
mi amor –me saludó la morocha y justo después de eso la llamada se cortó.
Miré a Tati
una vez más, ella se masturbaba tranquilamente, sus dedos recorrían cada
pliegue de su vagina y con un gesto me invitó a lamerla. Accedí sin chistar y
puse en contacto los labios de mi boca con los de su sexo.
-Escuchar a
esas dos me calentó mucho –aseguró la morena mientras yo le comía la almeja.
Comencé a
acariciar mi clítoris con la yema de mis dedos mientras colaba la lengua en el
orificio de la vagina de Tatiana, pocos segundos después tuve que desistir.
-Perdoname
Tati, no puedo concentrarme –le dije sentándome en la cama- tengo un quilombo
tremendo en la cabeza.
-Al parecer
es un quilombo grave… para que no quieras tener sexo… ¿o acaso es que yo…?
-Ni se te
ocurra pensar que es tu culpa. A mí me encanta acostarme con vos y creeme que
me fascina verte desnuda y excitada, pero no logro traer mis pensamientos a
este momento, no dejo de pensar… en ella.
-Esa monjita
te está causando estragos. Lo mismo me pasó cuando Cintia… me humilló. No podía
concentrarme en nada, ni siquiera en las cosas que más me gustaban.
-¿Cómo el
sexo, por ejemplo?
-No
exactamente, en esa época no mantenía relaciones sexuales con mujeres… pero
tampoco me daban ganas de masturbarme; yo me masturbaba prácticamente todos los
días antes de que me pasara eso, con la angustia que me quedó, pasé semanas sin
hacerlo.
-Debió ser
una experiencia muy triste y solitaria.
-Sí, sobre
todo solitaria. No puedo olvidarme de cómo todas me dieron la espalda, eso me
dolió mucho.
-Te pido
perdón por eso… yo no sabía…
-Lo sé. Vos
ni siquiera sabías por qué las demás me detestaban, siempre intentaste
acercarte a mí y me escuchaste cuando te conté lo que pasó. Eso te lo agradezco
enormemente, vos fuiste la persona que solucionó todos mis problemas… y lo
seguís haciendo.
-Que vivas
acá también es una ayuda para mí.
-No hablo
sólo de eso Lucrecia. Cuando me contrataron me dijeron lo que hiciste por mí;
sin tu recomendación no hubiera podido trabajar en esa empresa.
-Me pareció
que estabas mejor calificada para el puesto.
-Claro que
no, no seas modesta. Vos te la jugaste por mí –noté que algunas lágrimas caían
de sus ojos-, vos sos mi mejor amiga y nunca me voy a olvidar de todo lo que
hacés por mí; por eso mismo quiero ayudarte a solucionar tus problemas.
-No veo la
forma de hacerlo.
-Yo tampoco,
pero si se te ocurre algo, prometeme que me vas a contar.
-Te lo
prometo… y gracias.
Me lancé
sobre ella y la abracé con fuerza, ella me respondió de la misma forma y me di
cuenta de que eso era exactamente lo que necesitaba en ese momento, un cálido
abrazo; ella aumentó mi confort cuando sumó un tierno beso en mi boca, pero fue
un beso muy diferente a los que me daba con Lara o a aquellos que le di a
Anabella, en este beso noté otro tipo de cariño, uno que venía directamente de
la amistad y supe que mucha gente no lo comprendería y que pensaban que esos
besos tan intensos no deberían existir entre amigos… o amigas, en este caso. Le
insistí a Tati que, si bien yo no podía lograr excitarme del todo, al menos la
ayudaría a acabar. Me pasé los siguientes minutos masturbándola con intensidad,
embebiendo mis dedos con sus abundantes jugos vaginales y frotando
vigorosamente su clítoris mientras le daba algunos besos en la boca o chupaba
alguno de sus ricos pezones. Ella llegó al clímax; sin embargo yo no necesité
hacerlo, me bastó con saber que al menos no la había dejado insatisfecha. Pocos
minutos más tarde nos quedamos dormidas en su cama.
*****
La
frustración y el agobio volvieron a invadir mis días, no importaba qué hiciera,
siempre termina peleando con Anabella por alguna u otra razón. Sólo me sentía
un poco mejor cuando tenía a Tatiana haciéndome compañía, pero nuestros nuevos
intentos en la cama habían sido fracasos rotundos por mi culpa; no sabía qué me
estaba pasando, no podía concentrarme ni siquiera en esos momentos en los que
más solía disfrutar. Para mí el sexo se había convertido en una vía de escape,
pero ahora no me estaba dando resultados; decidí suspender mis actividades por
un tiempo, tal vez sólo necesitaba algo de abstinencia para volver a sentirme
cómoda en la cama con una mujer.
Una gran
ayuda para combatir lo que podía significar un nuevo cuadro depresivo fue
comenzar a trabajar con Rodrigo… bueno, si es que a eso se le podía llamar
trabajar. En realidad era una tarea que consistía, en la mayor parte del
tiempo, en no morirme de un infarto al ver las deudas y boicots administrativos
que azotaban el establecimiento.
-Rodrigo ¿de
dónde nace tu loca fantasía de crear una nueva discoteca? –le pregunté mientras
abría una nueva carpeta que contenía facturas a punto de vencer.
-De vos –él
estaba muy tranquilo, sorbiendo un jugo de naranja exprimida a través de una
pajita- vos me diste la idea y me parece estupenda.
-Sí, en el
País de las Maravillas sería una idea fenomenal, pero vos no tenés ni un peso
partido al medio… en realidad, lo que te va a partir al medio son las deudas.
-Por eso te
contraté a vos, para que me ayudar a limpiar este desastre.
-Pero yo no
soy más que una estudiante de Administración de Empresas, no Harry Potter.
-Con esa
actitud negativa vas a hacerme desaparecer, necesito que me digas que hay una
solución.
-Sí, robá el
banco más grande de la ciudad, tal vez el dinero te alcance para pagar la mitad
de las deudas.
-No creo que
estemos tan mal, los sueldos están al día.
-Puede ser,
pero hay muchos impuestos que no lo están; por ejemplo, la electricidad. ¿Cómo
pensás sacar adelante dos discotecas sin energía eléctrica? Además está todo el
dinero que debés por las obras, las cuales, por algún desquiciado motivo, ya
iniciaste.
-Te dije que
tenía un plan y que, para llevarlo a cabo, te necesito –tenía ganas de
insultarlo, pero como soy una chica con buena educación, tomé aire, lo exhalé y
le dije:
-Te escucho.
-Bueno, ya
te conté por qué no puedo hablar con mi hermana, ella me odia. No es que te
necesite a vos específicamente, sólo necesito a alguien con buena cabeza para
las finanzas que esté dispuesta a hablarle… y como vos ahora trabajás para mí…
supuse que eso te correspondería a vos.
-No me mal
interpretes Rodrigo, pero ¿cómo voy a hacer yo para convencer a tu hermana de
que invierta en las discotecas si ni siquiera la conozco? Sumale al esto el
hecho de que el dinero es para vos… y si te odia tanto, se va a rehusar.
-Mi hermana
siempre supo poner el amor antes que el odio… y ella tiene un amor aún mayor
que el odio que tiene por mí: el amor por el dinero. Si ella sabe que puede
salir beneficiada en todo esto, va a invertir. Por eso quiero que vayas unos
días a Buenos Aires y arregles una reunión con ella.
-¿Y quién va
a cargar con los gastos del viaje?
-Miguel, de
su propio bolsillo. No es necesario que escatimes en gastos, a él también lo
quiero sumar como inversionista y pienso devolverle el dinero con intereses.
-Con esto
querés decirme que toda la responsabilidad de la empresa está en mis manos y
que si yo no consigo que tu hermana quiera invertir, estamos en la ruina.
-Exactamente;
eso me agrada de vos, entendés rápido.
-Antes de
que te asesine… ¿podés decirme qué garantías tengo de que esto vaya a
funcionar?
-Ninguna, mi
hermana es una persona sumamente desagradable… pero yo no debería decirte estas
cosas, no quiero que mis palabras y opiniones interfieran con los negocios; por
eso te mando a vos y no voy personalmente. Si yo estuviera frente a frente con
ella, seguramente terminaríamos discutiendo. Vos siempre fuiste buena para
tratar con la gente, eso me dijo Edith… y con la cantidad de chicas que te
levantaste, tanto dentro como fuera de Afrodita, sé que no te cuesta nada
convencer a la gente de hacer locuras.
-Yo no
convenzo a nadie de hacer ninguna locura…
-Ni siquiera
vos te creés eso Lucrecia. Mirá que no te conozco tanto, pero sé que sos
manipuladora; no lo digo como reproche, tenés facilidad para convencer a las
personas. Edith es una de las tantas pruebas de eso. Conseguiste llevarte a la
cama en menos de tres horas a una chica que nunca había tenido sexo en su vida…
y mucho menos con una mujer.
-Vos también
te la llevaste a la cama.
-Y me costó
más que a vos. No sé si en tiempo, pero sí en esfuerzo. En fin… a lo que nos
concierte. ¿Vas a viajar?
-No tengo
otra opción.
-Bien. Te
vas a llevar mi auto; va a ser una garantía para mi hermana, para que sepas que
vas de mi parte.
-Nunca
manejé largas distancias.
-Siempre hay
una primera vez; son tan sólo seis horas de viaje, no te preocupes. Lo vas a
hacer bien.
-¿Cuándo
tengo que salir?
-Eso lo
decidís vos. Preferiría que sea lo antes posible, pero no quiero que vayas
tensa.
-Es por
culpa de ese tipo…
-Me imaginé…
estaría bueno que primero soluciones eso, o al menos que encuentres la forma de
asimilar que Anabella lo prefiere a él.
-Eso me
hirió el corazón.
-Lo sé, pero
es una posibilidad y es mejor que ya la vayas pensando, para que no te tome tan
desprevenida. Bueno, te dejo jugar con los papelitos, mientras tanto voy a ver
cómo marchan las obras. Estoy seguro de que van a ser dos discotecas muy
buenas. Hablamos en otro momento.
Se despidió
y me dejó sola en esa diminuta oficina rodeada de papeles y carpetas ¿este era
el gran futuro para el que una estudiante de Administración debía prepararse?
Aproximadamente
media hora más tarde, cuando creía que mi vida no podía ser más complicada, me
llevé una enorme sorpresa que me demostró, de mala manera, que aún no había
tocado fondo y todo podía empeorar.
-¿Lucrecia
Zimmermann? –me preguntó la mujer que me llamó a mi celular.
-Ella habla,
¿con quién tengo el gusto…? –respondí con naturalidad mientras revisaba una
nueva y amplia lista de facturas pagadas.
-La llamo de
parte de la Administración de la Universidad Católica.
-Ah ok,
¿cuál es el motivo?
-Tengo
entendido que usted dejó de concurrir al establecimiento.
-Así es, fue
por motivos personales y no tengo en mente volver hasta que no me estabilice
–“Lo cual, probablemente, no pase nunca”, pensé.
-De todas
formas me veo obligada a pedirle que regularice su deuda con el establecimiento
–solté súbitamente el papel que tenía en la mano.
-¿Qué deuda?
Yo tramité la baja con la facultad de Administración de Empresas hace más de un
mes y no se me habló de ninguna deuda.
-Tal vez no
la mencionaron por cortesía… usted siempre había pagado a término y
probablemente nadie tuvo motivos para pensar que sería diferente.
-¿Diferente?
Le digo que es imposible, yo pagué todo –en realidad lo había hecho mi madre,
pero esa aclaración era irrelevante-. Es completamente imposible que adeude
tantos meses, me lo hubieran dicho mientras cursaba ¿no cree? También hubiera
saltado en pantalla el mismo día que me di de baja, me hubieran preguntado cómo
iba a pagar los meses que debía. Debe haber algún error.
-Es poco
probable que haya un error, aquí en el sistema figura claramente su deuda.
-¿El
sistema? Esos no son más que números en una computadora, es muy fácil cometer
errores. Tal vez habla usted de otra Lucrecia Zimmermann –esa excusa no me la
creí ni yo, era imposible que hubiera otra persona con el mismo nombre dentro
de la Universidad, pero necesitaba ganar tiempo para pensar.
-Usted es la
única persona ingresada con ese nombre. ¿Podría acercarse usted al
establecimiento en el día de la fecha? Así podríamos hablar mejor. Si está con
dificultades económicas puede abonar en cuotas…
-¡No debo
nada! Ya se lo dije –noté que había sido más brusca de lo normal-. Mire, mejor
déjelo así, esta tarde voy hasta la Universidad y hablamos del tema. ¿Con quién
debería hablar?
-Puede
hablarlo conmigo, mi nombre es Miriam Alem. Pregunte por mí en recepción y
sabrán ubicarla.
-Perfecto.
Hasta la tarde.
Corté la
llamada y sin perder un segundo busqué entre mis contactos el nombre de
Samantha. La llamé y, por suerte, la pelirroja contestó casi al instante.
-¿Lucre? ¿Cómo
estás amor?
-Hola Sami,
disculpá que no tenga tiempo para saludos cordiales, callate la boca y
escúchame –estaba nerviosa y alterada-, hace un rato me llamó una tal Miriam
Alem ¿la conocés?
-Sí, es la…
-Bueno, la
mina dice que le debo cinco meses a la Universidad.
-¿Qué, eso
es impo…
-¡Está re
loca! Mi vieja podrá ser una basura, pero odia deber plata, ella cuida mucho su
imagen económica. Sé que pagó hasta el último centavo…
-Está bien,
calmate un poqui…
-Lo peor de
todo es que la mina ni siquiera quiere pensar en la opción de que todo esto sea
un error. Todo porque una computadora de mierda dice que yo debo plata. ¿Así se
manejan ustedes allí?
-La
administración es muy…
-Te juro que
tengo ganas de entrar a la Universidad y patear todo, eso voy a hacer esta
tarde. Le voy a dar una patada a la primera persona del personal administrativo
que me cruce.
-¿Me
llamaste para que me esconda?
-No, te
llamé para que me ayudes. No sé de qué forma podrás hacerlo y te pido perdón si
esto te pone en una situación incómoda, pero sos la única persona que me puede
ayudar ahora.
-Está bien
Lucrecia, sólo te pido que te tranquilices. Lo más probable es que te atiendan
en la oficina de Administración del Alumnado. Voy a hacer todo lo posible por
estar presente, voy a inventarme alguna excusa para que me dejen consultar la
información del sistema y voy a ver de qué forma puedo ayudarte, necesito
escuchar cuál es el problema para poder ayudarte.
-Te lo
agradezco de corazón Sami. En cuanto esté por llegar a la Universidad, te mando
un mensaje.
-Perfecto,
pero vos no entres hasta que yo te avise.
-Gracias
linda. Nos vemos.
Hablar con
mi amiga me tranquilizó bastante, tardé aproximadamente cuarenta minutos en
hacerme de cuerpo presente en la maldita Universidad y me sorprendí al toparme
en el hall de entrada con la muchacha de cabellos color sangre; a veces me daba
la impresión de que ella volvía a teñírselo ocasionalmente empleando casi
siempre un tono aún más fuerte que el que llevaba antes.
-Te tengo
una mala noticia –me dijo en un susurro mientras me tomaba con fuerza por el
brazo y me apartaba de la gente que transitaba a nuestro alrededor.
-¿Otra más?
–no sabía si mi pobre cabecita podía seguir soportando malas noticias. ¿Qué era
lo que estaba pasando con mi vida? ¿Acaso un terrible karma me perseguía? Tal
vez fui un genocida en mi vida pasada y merezco todo este maltrato.
-Recién pasé
por la Administración… y no te imaginás a quién me encontré.
-Por
desgracia, sí me lo imagino… es ese hijo de puta ¿cierto?
-Sí, el
mismo tipo por el cual vos me preguntaste. Quise avisarte antes de que entres
para que no te agarre con la guardia baja.
-Mi guardia
ya está baja desde hace rato, ya no tengo ánimo para seguir peleándome con todo
el mundo.
-Vas a tener
que hacer un esfuerzo más. No me voy a poder quedar a tu lado, de lo contrario
él se va a dar cuenta de que te estoy ayudando, prestá atención a lo que te voy
a decir: cuando entres yo voy a estar en la parte posterior de la oficina, hay
un panel de vidrio que la divide en dos, te voy a poder ver, pero no escuchar;
por eso mismo vos tenés que llamarme al celular, poné la llamada en altavoz, yo
voy a guardar silencio y voy a oír todo lo que digan. Si este tipo de verdad
está loco como vos decís, entonces me voy a dar cuenta.
-Gracias
Sami, de verdad agradezco de corazón todo lo que hacés por mí.
Aguardé unos
minutos dando vueltas por el hall de la Universidad. Estaba sumamente nerviosa,
pero no por miedo, sino por bronca. Dentro de mí se estaba acumulando tanta
furia y frustración que temía que ésta estallara de la peor forma posible en
cualquier momento.
Una vez
transcurrido el tiempo acordado por Samantha, entré a la oficina y me vi cara a
cara con ese hombre de rasgos simiescos y cejas pobladas que simuló sorpresa al
verme; por el contrario yo actué con naturalidad, me senté en una silla y lo
miré fijamente con la expresión más neutra que pude esbozar. El escritorio
sobre el cual él estaba trabajando se encargó de cubrir mis manos, casi sin
mirar el celular llamé a mi amiga, podía ver su roja cabellera pocos metros
detrás del vidrio que dividía a la oficina en dos, ella estaba en el sector más
amplio. Supe que contestó la llamada porque me hizo una seña levantándome el
dedo pulgar y me dedicó una agradable sonrisa, la cual agradecí internamente
porque me daba a entender que no estaba sola en todo este quilombo.
-¿Qué la
trae por aquí, señorita? –me preguntó Luciano Sandoval con exagerada cortesía.
-Tengo una
reunión con la señora Miriam Alem, ¿se encuentra por aquí? –me limité a
decirle.
-Me temo que
no, ella tuvo que irse hace apenas unos minutos, creo que está enferma –casi al
instante pude ver cómo Sami se ponía de pie y comenzaba a negar utilizando sus
brazos mientras, con mímica en sus labios, intentaba decirme una palabra:
“Mentira”.
-Eso es muy
extraño ya que hace apenas unos minutos hablé con ella –decidí hacerle frente a
todo lo que me dijera-, habíamos acordado vernos en este preciso momento.
-Sí, eso
tengo entendido; por eso ella me pidió que tomara su lugar.
-¿Entonces
por qué me pregunta qué me trae por aquí? Aparentemente está bien informado.
-Fue sólo
una pregunta de cortesía. Miriam me comentó que usted tiene una deuda
importante con la Universidad. Nos vimos obligados a contactarla porque usted
decidió dejar de concurrir al establecimiento sin tramitar ninguna baja en la
facultad de Administración de Empresas.
-En eso se
equivoca, el día en que decidí dejar de cursar hice todos los trámites
pertinentes y no se me informó de ninguna deuda. La facultad de Administración
de Empresas debió haber visto si yo debía dinero… es más, recuerdo
perfectamente que me dijeron que ya estaba todo en orden y que si alguna vez
quería retomar los estudios, podía hacerlo sin ningún problema.
-Estas
deudas quedan registradas en Alumnado, las facultades no tienen acceso a ellas
–una vez más Sami sacudió frenéticamente sus brazos repitiendo mudamente la
palabra “Mentira”, tuve que esforzarme por no sonreír.
-Tengo
entendido que sí lo tienen. Ellos mismos se han encargado de pedirle a algunos
de mis compañeros que regularicen deudas. Una facultad debe estar al tanto de
lo que ocurre con sus alumnos ¿no le parece poco práctico que ellos no puedan
ver quiénes están abonados al día y quiénes no? Estudié Administración de
Empresas, sé muy bien cómo se manejan.
-Eso es
irrelevante, el en sistema figura que usted adeuda cinco meses y lo sepa o no
la facultad, no cambia nada.
-A no ser
que alguien haya cometido un error… o que tal vez haya manipulado el sistema a
propósito –Luciano me miró con el ceño fruncido.
-Eso es poco
probable.
-Pero no
imposible.
-Por suerte
todo tiene solución –dijo sonriendo repentinamente-. Usted puede efectuar el
pago en cómodas cuotas, nosotros intentamos facilitar…
-No pienso
pagar nada.
-¿Perdón?
-No voy a
pagar –repetí-, no corresponde que pague por algo que no debo. Tramité la baja,
tal y como le dije, yo no le debo ni un peso a la Universidad y usted no me
está facilitando nada –me estaba cansando de fingir cortesía, tenía ganas de
insultarlo; pero eso no me había ayudado para nada en el pasado y menos lo
haría ahora-, todo lo que me dice es que tengo que pagar; ni por un segundo
puso en duda lo que dice la pantalla de la computadora, no está escuchando lo
que le digo. Tiene que haber un error. Jamás me atrasé en una cuota.
-Eso no es
lo que dice…
-¿El
sistema? A mí no me importa lo que le diga a usted el bendito sistema –desde el
otro lado del vidrio Samantha me hizo señas para que me tranquilizara; suspiré,
apreté los puños y me esforcé por serenarme-, ¿puedo hablar con otra persona
sobre este inconveniente?
-¿Con quién,
por ejemplo? –me preguntó con su voz pedante.
-Con el
Decano, por ejemplo.
-¿El Decano?
No va a ser necesario molestarlo por un problema tan sencillo.
-De todas
formas me gustaría hablar con él –Samantha reaccionó como si hubiera recibido
una descarga eléctrica, se apresuró a tomar el tubo de un teléfono y me lo
señaló dándome a entender que había entendido mi petición.
-En este
momento el Decano no está en el establecimiento –dijo Sandoval fijando su
mirada en la pantalla de la computadora-, y dudo mucho que las cosas cambien,
él simplemente le dirá de una forma amable que debe abonar lo que adeuda.
-Suponiendo
que realmente no exista un error con el sistema informático.
-Es que no
existe ningún error…
-¿Cómo puede
estar tan seguro? El sistema es manipulado por personas, las personas se
equivocan, es parte de la naturaleza humana –“Y vos te equivocaste al meterte
conmigo”, dije mentalmente.
Nos pasamos
los siguientes cinco o seis minutos discutiendo sobre si podría o no haber un
error. Él no hacía otra cosa que repetir que yo tenía que pagar y yo no hacía
otra cosa que ganar tiempo ya que Sami me había hecho señas indicándome que el
Decano estaba en camino. En cuanto la puerta de la oficina se abrió y un hombre
canoso de pequeños anteojos cuadrados y cachetes arrugados y enrojecidos entró
supe que las cosas se inclinaban a mi favor; la cara de Luciano Sandoval se
desfiguró al ver a la autoridad administrativa máxima de la institución.
-Señor
Decano, lo saludé amablemente poniéndome de pie –en ese preciso instante
Samantha abrió la puerta que separaba los dos segmentos de la oficina diciendo:
-Qué suerte
que vino rápido, tengo que mostrarle una cosita –llevaba una carpeta en la mano
y simulaba estar leyendo algo en ella.
-¿Qué
sucede? -preguntó el hombre sin
comprender por qué había sido llamado.
-Discúlpeme
señorita –le dije a Sami- ¿le puedo robar al señor Decano durante dos
minutitos? Necesito hablar con él sobre un problema muy importante.
-El señor
tendrá asuntos importantes que tratar con la señorita –se apresuró a decir
Luciano- no podemos interrumpirlo…
-De hecho,
no es algo tan importante –lo interrumpió la pelirroja-, puedo esperar el
tiempo que haga falta –la piel de Sandoval palideció-. Atiéndala primero a
ella, señor. Yo aguardo, no se preocupe.
-Está bien,
todo a su debido momento –dijo el Decano- ¿qué problema tiene, señorita…?
-Lucrecia
Zimmermann.
-¡Claro! –Al
escuchar mi apellido se le activó algún interruptor cerebral que debía estar
relacionado con las finanzas del establecimiento, a las cuales mis padres
habían contribuido generosamente- La conozco… es decir, había oído hablar muy
bien de usted. Es un placer conocerla personalmente, señorita Zimmermann.
-Gracias,
igualmente –le dije con mi mejor sonrisa.
-¿Cuál es el
problema que la agobia? –preguntó con zalamería.
-Aquí el
señor Sandoval me cuenta que, aparentemente, hay una deuda importante a mi
nombre.
-¿Una deuda
a su nombre? Eso es muy extraño.
-Es
justamente lo que yo pensaba… no sé si lo sabrá, pero mis padres siempre
pagaron a término –entre líneas quedaba implícita la frase “También donaron
bastante dinero a la Universidad, no se olvide”.
-Por
supuesto, tengo el gusto de conocer a sus padres y nunca tuve un problema con
ellos, mucho menos de carácter financiero.
-Quiero
entender que esto se trata de sólo una equivocación, siempre intento ver lo
mejor en cada persona, pero un problema como este hubiera hecho sospechar a
otra persona de una estafa perpetrada por algún administrador del
establecimiento –mientras hablaba veía cómo gotitas de sudor poblaban la frente
de Luciano Sandoval.
-Por
supuesto, no debe tratarse de otra cosa que de un error. Dígame Sandoval, ¿en
qué consiste esa supuesta deuda? –el que empleara la palabra “supuesta” me dio
a entender que el Decano estaba de mi parte; Sami sonreía cómplice mostrándose
esbelta y hermosa, como siempre.
-Este… le
explicaba a Lucre… a la señorita Zimmermann… que aquí en el sistema dice que
ella adeuda algunas cuotas mensuales…
-¿Cuántas?
–preguntó el hombre con severidad.
-Cinco.
-¿Cinco? –Abrió
los ojos y levantó las cejas- Eso es imposible. Tengo entendido que ella fue
una alumna modelo para esta Universidad, no sólo por sus calificaciones sino
también por su responsabilidad a la hora de efectuar todos los pagos; para
nosotros significa una gran tristeza el que usted ya no concurra al establecimiento
–esto último lo dijo mirándome.
-Dejé de
concurrir por problemas personales, no porque adeudara algo. Mi intención era
volver a cursar en cuanto esos problemas se solucionaran.
-Y a
nosotros nos encantaría que así fuera. Dígame Sandoval, ¿quién ingresó esos
datos al sistema?
-No lo sé…
sólo vi que aquí decía…
-No me está
dando usted soluciones, Sandoval –nunca me consideré una mala persona, pero me
encantaba ver a este sujeto sufrir de esa manera mientras el Decano le pedía
explicaciones-. ¿Dónde se encuentra Miriam Alem? ¿No debería ser ella la que
trate este tema?
-Ella… ella
está en una reunión.
-¿No era que
se había ido porque estaba enferma? –pregunté simulando estupidez; el Decano me
miró intrigado- él mismo me lo dijo- señalé a Luciano con el pulgar.
-¿Quieren
que llame a Miriam? –Ofreció gentilmente mi amiga pelirroja.
-Si usted es
tan amable… -dijo el Decano-. Todo esto es muy extraño, señor Sandoval, y
espero que se trate de tan sólo un error, yo no quiero acusar a nadie y estoy
seguro de que la señorita Zimmermann tampoco quiere hacerlo, pero ella tiene
razón en una cosa: cualquier otra persona hubiera sospechado que todo este
“error” no es más que una estafa para adquirir dinero de forma ilícita.
-Le aseguro
que no, señor. Posiblemente no sea más que un error del sistema…
-Creí que el
sistema nunca fallaba –acoté-. Eso me dijo hace apenas unos instantes –cada vez
que él intentara dar algún manotazo de ahogado para salir a flote, yo le
arrojaría una pesada piedra para volver a hundirlo.
No sé qué le
dijo Samantha a Miriam Alem, pero la mujer delgada y de baja estatura se hizo
presente en un santiamén, se la veía agitada como si hubiera estado corriendo
ante alguna alarma de incendio.
-Hola…
-saludó mientras intentaba recuperar el aliento- ¿hay algún problema?
-Sí que lo
hay –dijo el Decano con severidad- quisiera saber cómo es posible que en el
sistema aparezca una deuda a nombre de la señorita aquí presente, Lucrecia
Zimmermann. Ella asegura que no adeuda nada y yo, teniendo en cuenta su
historial académico, confío en su palabra.
-Detectamos
esa deuda ayer mismo… Sandoval me informó al respecto… -seguía respirando
agitadamente- yo también pensé que se trataba de un error pero allí figura
claramente la deuda –señaló la computadora-, así como también figura la falta
del trámite de baja en la Facultad de Administración…
-Disculpen
que me entrometa –dijo Samantha volviendo a aparecer-, quiero ayudar en todo lo
que sea posible y tomé la libertad de verificar el sistema yo misma; encontré
algo extraño, aparentemente hay un registro posterior al de la deuda. La baja
en la facultad fue tramitada, pero luego anulada. La anulación tiene la fecha
de ayer… en cuanto a la deuda, bueno, aparentemente está en el sistema, pero si
la señorita cuenta con los recibos de pagos puede anularla al instante.
-Sí, los
tengo –en realidad estaban en la casa de mis padres y odiaría tener que ir a
buscarlos-, pero tendría que ponerme a buscarlos, me mudé recientemente y
todavía tengo todo guardado en cajas –lo único que tenía guardado en una caja
eran mis juguetes sexuales, pero dudaba mucho que al Decano le interesara ese
tema… y si le interesaba me sentiría sumamente incómoda.
-No hará
falta, señorita. Confió en su palabra. Ahora mismo anularán todo ese asunto de
la deuda… y usted Sandoval, va a tener que darme muchas explicaciones. Desde
hoy estará bajo observación.
-Habrá sido
sólo un error… -aseguró Luciano.
-Eso es lo
que espero; pero mi experiencia me dice que acá hay algo raro, se huele a la
distancia… y usted fue el primero en ver esa supuesta deuda. De todas formas,
señora Alem, a usted también la someteré a vigilancia hasta que todo este
asunto se esclarezca. Ahora, si me disculpan… estoy llegando tarde a una
reunión. Me alegra mucho haberla saludado personalmente, señorita Zimmermann, y
espero volver a verla pronto por aquí.
-Si no me ve
a mí, es muy probable que vea a mi hermana, Abigail me comentó que ella tiene
en mente estudiar una carrera, aquí mismo en cuanto termine con sus cursos de
Inglés.
-Esa es una
extraordinaria noticia –una vez más se hizo evidente su aprecio hacia la cuenta
bancaria de mi familia-. Hasta luego y que tenga usted un buen día.
Con un gesto
triunfal me despedí de Luciano Sandoval, mi estómago daba vueltas de alegría y
no pude evitar sonreír por haberle ganado una batalla en su propia cara. En
cuanto estaba por salir de la oficina, él me dijo:
-Te manda
saludos Anabella –me detuve en seco y lo miré- ¿querés que le diga algo de tu
parte? Hoy mismo la veo, me invitó a pasar la tarde con ella –sonrió
altaneramente; esas palabras borraron de un zarpazo toda mi alegría, estuve a
punto de insultarlo pero me detuve, pensé en frío y le contesté:
-Decile que
se cuide de las sonrisas, porque mienten más que las palabras.
Salí de la
oficina y en cuanto me dirigía hacia la puerta de salida Samantha apareció a mi
lado, caminando rápido para poder alcanzarme.
-Me alegra
mucho que todo haya salido bien. Ahora te creo Lucrecia –hablaba en voz baja
para que los curiosos no puedan escucharnos-, este tipo tiene algo en tu
contra; eso es más que evidente. Estoy segura de que fue él quien manipuló el
sistema, pero no hay forma de probarlo. Espero que el Decano lo vigile de
cerca.
-Te
agradezco de corazón por todo lo que hiciste por mí, Sami. Sin tu ayuda yo
ahora estaría llorando en algún rincón de mi departamento pensando cómo iba a
hacer para pagar todo eso. Lo único que voy a tener que pagar es la llamada que
te hice –miré la pantalla de mi celular, allí todavía figuraba el tiempo que
había durado la última llamada-; veintisiete minutos –dije con una mueca de
desagrado-, pero los vale totalmente, sólo por ver la cara que puso ese infeliz
cuando entró el Decano.
-Esa fue una
idea muy buena.
-Por suerte
vos la entendiste.
-Suelo ser
buena para entender las cosas sin necesidad de que me las expliquen. Espero que
no me pregunte por qué lo llamé, le dije que había un problema con el registro
de los alumnos, pero en realidad no tengo ni la más remota idea de qué
inventarme.
-Podés decirle
que el problema ya se solucionó, que no era tan grave como parecía… además, con
tu desempeño reciente, él no va a cuestionarte nada. Creo que te lo metiste en
el bolsillo.
-Es un viejo
verde… y no lo quiero metido en ningún lado –las dos nos reímos.
-No te
preocupes, Lara se encargaría de mandarlo a volar en un santiamén. Por cierto
¿cómo van las cosas con ella?
-Con viento
en popa. Cada día nos llevamos mejor… espero que esto no te moleste, sé que
ella fue tu novia y…
-No me
molesta para nada, me encanta que puedan ser felices juntas… también me alegra
mucho que hayas aceptado tu sexualidad.
-Te juro que
si a mí me hubieran dicho que en algún momento de mi vida iba a estar en pareja
con una mujer, me hubiera reído mucho.
-Somos dos,
yo me río de las vueltas que da la vida cada vez que me voy a la cama con una
mujer. Bueno hermosa, me despido de vos. Tengo que regresar al trabajo.
-¿Trabajo?
-Sí, ¿te
acordás de Rodrigo? Mi amigo del boliche gay –asintió con su cabeza-, él me dio
trabajo como administradora. Recién estoy empezando y es todo un caos, pero al
menos tengo con qué ocupar mi cabeza, de lo contrario voy a terminar más loca
que mi hermanita.
-¡Qué bueno,
me alegro por vos! No tanto por tu hermanita… ¿tan loca está la pobrecita?
-Bastante, pero
la extraño horrores. Es una loquita que se hace querer.
Nos
despedimos con un cálido abrazo y un beso en la mejilla, a veces me daba un
poco de envidia por Lara ya que ella podía acostarse a diario, si así lo
quería, con un bomboncito tan rico como Sami; pero al mismo tiempo me alegraba
mucho por su felicidad.
*****
Pasé tres
días seguidos trabajando arduamente para encontrar un patrón de lógica a los
desequilibrios económicos de Rodrigo; fracasé en el intento pero al menos hice
algunos avances. Me percaté de que había algunos cheques de bajos montos que
aún estaban sin cobrar, lo mandé a Miguel al banco de forma inmediata y ese
poco dinero en efectivo sirvió para disimular un poco y abonar algunos
materiales de construcción; eso generó una pantalla de humo ante los ojos del
arquitecto y los constructores. No tenían motivos para sospechar que el dinero
no estaba y de mi dependía mantener la farsa intacta.
Mientras
trabajaba no tenía más motivos para preocuparme que por las finanzas de las
discotecas, pero en cuando regresaba a mi casa, la angustia volvía a invadirme.
Había hecho un solo intento por hablar con Anabella pero creo que lo único que
conseguí fue empeorar las cosas. Insistí con el asunto de Luciano y le dije que
ese desgraciado (en realidad usé una palabra un tanto más fuerte) tenía algo en
mi contra y que se había acercado a ella con fines de herirme. Ella se enojó
mucho conmigo recordándome que yo no era el centro del mundo; le dije que ya me
tenía harta con esa frase y que tenía motivos para sospechar todo eso; allí fue
cuando ella se enfureció más, me recordó lo bien que la pasaba con Luciano y
que se estaban convirtiendo en grandes amigos, hablaban largas horas casi todos
los días y ella estaba convencida de que él era un buen hombre, incapaz de
dañar a nadie.
Mi
distracción era tal que olvidé por completo que Evangelina vendría a visitarme.
Cuando escuché sonar el timbre no supe de quién se trataba hasta que atendí
utilizando el portero eléctrico. No estaba de ánimo para visitas pero había
acordado verla y no podía cancelar la cita a último momento. Subió y en cuanto
le abrí la puerta se lanzó sobre mí dándome un gran abrazo, que me hizo pensar
que ella tenía veinte años menos de los que realmente cargaba.
-Te extrañé,
chiquita –me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Querés
tomar algo? –le pregunté con desgano.
-¿Qué te
pasa Lucrecia? Estás igual que la noche en la que nos conocimos.
-Igual no…
esa noche me sentía mucho peor; pero tampoco puedo decir que me sienta bien ahora.
Debería sentirme de maravilla, porque conseguí empleo, pero de todas formas
siento un vacío enorme –ella miró alrededor y supuse que asoció mis palabras
con la falta de muebles en mi casa- no me refiero a esto –le dije- hablo de un
vacío interior.
-¿Pasó algo
con…? ya sabés… la chica esa que te arrastra el ala.
-No te
ofendas Eva… pero ya tuve que contarle lo que pasó a tanta gente que me siento
un disco rayado. Mejor te cuento en otro momento, no es nada trágico, sólo es
una cuestión de diferencias de opiniones.
-Está bien,
te respeto eso. Cuando tengas ganas de contarme lo que pasó, podés hacerlo.
Vine porque quería hablarte sobre algo que te puede venir bien.
-Si es algo
positivo, soy toda oídos –le dije mientras la invitaba a sentarse en uno de los
almohadones del comedor.
A pesar de
su edad, ella era una mujer muy ágil, supuse que había hecho algún deporte en
su juventud. Cuando se sentó su pollera se levantó y al separar un poco las
piernas me permitió ver su bombacha de encaje blanco y varios pelitos asomando
a través de la tela; por extraño que parezca, esto no consiguió excitarme. Me
angustié y me atemoricé porque ya estaba creyendo que mi cuerpo volvía a ese
antiguo letargo sexual que tuve durante tantos años. No quería volver a ser la
vieja Lucrecia, pero esta nueva versión de mí no hacía más que meterme en
problemas; tal vez mi inconsciente me estuviera advirtiendo de los riesgos que
traía el sexo con mujeres.
-Tengo la
solución inmediata para uno de tus tantos problemas –comenzó diciéndome- vos
casi no tenés muebles, pero tenés lo más importante, un hermoso y amplio
departamento. Cuando yo me separé de mi marido remodelé toda la casa, hice que
la dividieran en dos ya que no necesitaba tanto espacio para vivir sola; por lo
que dejé de ser la dueña de una gran casa para pasar a ser la dueña de dos
casas pequeñas, la segunda está en alquiler y me brinda un ingreso mensual
constante.
-Hiciste
bien –le comenté-, mi mamá estaría orgullosa de vos.
-Puede ser,
pero no vine a hablar de eso puntualmente. El arquitecto que llevó a cabo la
obra me sugirió cambiar el estilo de las dos viviendas, él no quería que
pareciera una casa antigua sino una vivienda moderna, le di rienda libre hasta
que llegó el momento de colocar los muebles. Me pasé años comprando muebles
antiguos, algunos son de excelente calidad y casi no se consiguen, por lo que
me negué a cambiarlos; al arquitecto no le quedó otra alternativa que adaptar
el diseño de la que sería mi casa a los muebles que yo quería conservar, pero
acepté que cambiara el amueblamiento de la segunda casa ya que ésta estaría en
alquiler y debía ser rentable. Era más conveniente comprar muebles modernos y
económicos para que la casa se alquilara con los mismos a un precio razonable,
de haber dejado mis muebles antiguos dentro hubiera tenido que cobrar una
fortuna de alquiler y tal vez la casa seguiría desocupada. Ahora sí, al meollo
de la situación; no quise vender el excedente de muebles y resultó
completamente imposible ponerlos todos en mi nueva casa, por lo que me vi
obligada a alquilar un depósito para guardarlos y allí están desde ahora.
Cuando vi tu casa vacía me di cuenta de que es la situación perfecta para que
las dos resolvamos un problema; quiero darte los muebles a vos –estuve a punto
de decirle que no tenía dinero para comprarle los muebles pero ella levantó la
mano, haciéndome callar en seco-. No te los voy a cobrar –dijo como si hubiera
adivinado mis pensamientos- tampoco te los voy a regalar, te conozco hace pocos
días y si ya te regalara un montón de muebles antiguos creerías que estoy loca,
tal vez lo esté; me encariñé con vos y quiero ayudarte, de la misma forma en
que vos me ayudaste a mí. Desde esa noche que pasé con vos ya me siento
muchísimo mejor, es como si le hubieras quitado quince años a mi vida –me
limité a sonreír para demostrarle cuánto me agradaban sus palabras-. Mi idea es
darte los muebles por tiempo indefinido, con esto me ahorraría el alquiler del
depósito y vos podrías darle un buen uso, en lugar de que estén guardados allí,
juntando polvo.
-Si lo ponés
de esa forma, me parece lógico.
-Claro que
es lógico. Vos cumplirías el rol de un depósito y mi forma de pagarte sería
permitiéndote usar los muebles. Te prometo que si algún día quiero venderlos te
voy a avisar con tiempo.
-Te prometo
que si algún día tengo dinero, yo misma te los compro.
-Esa también
es una buena opción. Podemos hablarlo cuando llegue el momento, por ahora te
digo que los días de dormir en el piso quedaron atrás, ya que vas a tener dos
camas hermosas; eran las de mis hijos. Vos elegí cuál te gusta más para tu
cuarto y la otra podés colocarla en un segundo cuarto de huéspedes. ¡Este
departamento es inmenso!
-Lo sé, me
puse un poco ambiciosa a la hora de pedirle a mi madre que me regalara uno,
pero sólo quería que ella sintiera el precio, por eso escogí el departamento
más grande y costoso que encontré en su inmobiliaria. Es una suerte que Tatiana
se haya mudado conmigo, de lo contrario me sentiría muy sola. Hasta me angustia
ver tanto espacio vacío –recorrí con la mirada la sala en la que nos
encontrábamos.
-Allí va a
quedar muy bien la mesa y las seis sillas que pienso traerte –dijo señalando un
amplio sector desocupado- también vas a poder poner un buen estante con
biblioteca contra esta pared –señaló la pared que teníamos más cerca- el resto
son pequeñas chucherías, espero que puedas encontrarle una utilidad a todo…
¡Ah! Casi me olvido, entre los muebles también hay algunos cuadros y adornos.
Son todos originales, nada de copias.
-Debieron
costarte una fortuna.
-Para nada,
se lo compré a artistas que recién comenzaban con sus carreras, siempre fui un
tanto apostadora. Tal vez hoy en día alguno de esos cuadros valga algo de
dinero, pero nunca me puse a averiguar al respecto.
-Permitime
que lo haga por vos –le dediqué otra de mis alegres sonrisas-, voy a investigar
un poco y si alguno vale más que el lienzo sobre el que está pintado, te aviso.
-Me harías
un gran favor, algunos son muy buenos… -se quedó en silencio y me miró
fijamente a los ojos- ¿por qué llorás Lucrecia? –la pregunta me llegó como una
cachetada.
-Perdón, no
me di cuenta… es que… no sé… últimamente estoy muy angustiada.
-¿Por lo de
esta chica? La que te gusta…
-Por eso y
por muchas cosas más… me acordé de mis padres y eso siempre me pone mal; te
pido disculpas Eva, vos viniste con la mejor onda a traerme buenas noticias y
yo me deprimo, como una boluda.
-No te
preocupes corazón –me dijo acercándose a gatas hasta donde estaba yo- ya se va
a solucionar todo –me obsequió un tierno abrazo-. Para que te distraigas un
poco, vamos a iniciar la mudanza.
-¿Ahora
mismo?
-¿Por qué
no? ¿Tenés algo más importante que hacer?
-No, nada.
-Entonces no
se habla más.
Me dio la
impresión de que Evangelina ya tenía todo planeado, antes de que subamos a su
auto habló por teléfono con alguien. Sólo le dijo “Los espero en el depósito” y
nos dirigimos directamente hacia ese lugar. Tres hombres con una gran camioneta
blanca nos esperaban ante una gran puerta metálica. Eva los saludó uno por uno
con besos en la mejilla y yo mantuve la distancia, los tres hombres me
observaban de forma extraña, como si yo hubiera salido desnuda a la calle. Me
incomodó mucho pero no dije nada al respecto.
Les llevó
más o menos media hora vaciar el depósito y cargar todos los muebles en la
camioneta, Evangelina fue muy estricta con ellos e hizo hincapié en el cuidado
que debían tener a la hora de manipular tan finas piezas. Me quedé asombrada
por lo hermosos que eran esos muebles, todos brillaban como si fueran nuevos a
pesar de tener varios años, la edad sólo quedaba en evidencia por el estilo de
los mismos.
Regresamos
juntas a mi departamento y allí nos estaban esperando los muchachos de la
mudanza, en mi opinión era una exageración que tuvieran que trasladar todo
entre los tres, pero Eva volvió a insistir en que debían prestar mucha
atención, especialmente cuando atravesaran puertas, para no rayar la madera; de
lo contrario los costos para le reparación saldrían de sus bolsillos. Conocí
una nueva faceta en la personalidad de mi nueva amiga, ella parecía ser
bastante controladora, o tal vez sólo tenía ganas de divertirse un poco con
ellos ya que ocasionalmente la veía sonreír cuando daba una de sus tantas
órdenes. Como si subir los muebles hasta mi departamento no hubiera sido
suficiente trabajo, pidió a los trabajadores que colocaran cada uno en su
lugar; yo les di algunas indicaciones pero de la mayor parte de la decoración
se encargó la misma Evangelina, su criterio a la hora de distribuir todo era
mucho mejor que el mío, entretanto fue explicándome que ahora no sólo tendría
mi propia mesa con sus correspondientes sillas sino que también tendría algunos
sillones y una pequeña mesa ratona en el rincón de la amplia sala que estaba
destinada a cumplir la función de living y comedor. El mayor cambio lo sufrió
mi dormitorio; una hermosa cama con amplio respaldar se colocó en el centro,
contra la pared a la derecha de la puerta de entrada. Luego pusieron un par de
mesitas de luz de madera oscura y pulida; y por último, una espaciosa cómoda
que no sólo me permitiría guardar ropa sino que además me brindaba el lugar
propicio para colocar un televisor en el futuro. Ahora mi lista mental de
artículos a conseguir había cambiado un poco, la prioridad era comprar un
televisor y una nueva computadora, algo que me ayudara a distraerme en las
largas horas que pasaba sola dentro de mi casa.
Evangelina
pagó a los trabajadores y ellos se despidieron de mí con gran simpatía, mi
amiga se apresuró a ahuyentarlos.
-Si no los
atormento un poco, no te sacan los ojos de encima –me dijo mientras ponía llave
en la puerta.
-¿Por eso
les dabas tantas órdenes?
-Sí, desde
el primer minuto me di cuenta de la forma en que te miraban y me enojé.
-¿Te pusiste
celosa?
-No, para
nada. Es que… no sé… vos sos libre de hacer lo que quieras… pero no me gustó
cómo te miraron esos tipos…
-Está bien
Eva, no tenés por qué aclarar nada, yo tampoco estaba interesada en ellos, me
hiciste un favor… mejor dicho, dos. Ahora tengo una casa completamente
distinta. ¡Me encanta!
-Tengo que
admitir que los muebles encajaron muy bien con el estilo del departamento, a
pesar de tener este aspecto tan moderno; el contraste los hace resaltar.
-Lo que más
me gusta es la cama.
-Espero que
le des un buen uso –me dijo ella mientras nos dirigíamos a mi cuarto.
-Con lo que
me está pasando últimamente, no creo.
-¿Por qué lo
decís?
-¿Nunca te
pasó que no podías concentrarte en la cama? Es decir, una parte de vos quiere
tener relaciones, pero hay otra parte que te impide mantener la excitación o la
atención sobre la otra persona.
-Estás
hablando con una mujer que tuvo un largo y tedioso matrimonio, raro sería que
eso no me hubiera pasado –hablábamos mientras poníamos sábanas limpias al
colchón que haya habíamos hecho depositar sobre la cama-. Lo que sí me resulta
extraño es que te pase a vos, a los veintidós años… siendo soltera. Lo único
que debería preocuparte es con quién te vas a acostar después.
-Eso era lo
único que me importaba hasta hace poco; este año comencé a tomarme el sexo más
a la ligera… y tengo miedo de haberme excedido tanto que ya le perdí interés.
-No creo que
sea eso, dudo que en menos de un año de actividad sexual ya le hayas perdido el
interés. ¿A qué te referís exactamente con tomártelo más a la ligera?
-A no sentir
culpa si lo hacía con una persona que había conocido hace poco tiempo, tal como
me pasó con vos. Aclaro que con vos la pasé genial, el problema empezó después…
con otra amiga. Con ella ya me había acostado anteriormente y lo habíamos
pasado muy bien.
-Se me
ocurren dos hipótesis, que están relacionadas una a la otra.
-Te escucho.
-La primera
es que estás estresada, eso no lo niegues porque se te nota; te veo agotada,
agobiada y deprimida –me limité a asentir con la cabeza-. La segunda hipótesis
no la puedo corroborar a no ser que seas franca conmigo. ¿Te gusta mucho
experimentar cosas nuevas? Hacerlo con personas diferentes también cuenta.
-Entonces
tendría que decir que sí. Desde que mi actividad sexual comenzó a volverse más
intensa, lo hice con varias mujeres diferentes, no me pidas que te de la cifra
exacta, me da vergüenza; pero sí puedo decir que fueron más de cinco.
-Está bien,
con eso me basta. Me imagino que no habrán sido experiencias similares… pucha,
que envidia me das. Me hubiera encantado tener tu vida cuando era joven.
-¿Y qué te
impide tenerla ahora? –se quedó muda reflexionando sobre mis palabras.
-En eso
tenés razón, con vos ya me di un gusto. Me gustaría experimentar con otras
mujeres. Tal vez sea cierto que soy lesbiana.
-Creo q hay
dos tipos de lesbianas…
-¿Activas y
pasivas?
-No, eso me
parece un cuento; pero en otro momento te doy mi opinión al respecto. Creo que
en el primer tipo de lesbiana entra aquella mujer que es capaz de acostarse con
mujeres, disfrutarlo, desearlo y hasta fantasear con esa idea; en cambio no
llegaría a sentirse emocionalmente involucrada con una mujer, ni siquiera
consideraría la idea de tener una como pareja. Una lesbiana netamente sexual.
-Entiendo.
-El segundo
tipo de lesbianas, en mi humilde opinión, sería aquella que busca en otra mujer
no sólo el placer físico sino también el confort emocional. Pensaría en otra
mujer como una pareja, alguien que quiere tener a su lado; por más o menos
tiempo, eso depende de cada caso.
-Tal vez yo
sea del primer tipo de lesbianas, no creo que considerara tener a una mujer
como pareja, pero sí me acostaría con una… de hecho, ya lo hice –me dedicó una
linda sonrisa al mismo tiempo que nos sentábamos en la cama- ¿vos entrarías en
el segundo tipo?
-Yo entraría
en el tercero.
-Me dijiste
que sólo había dos tipos de lesbianas.
-No
contradigas mis contradicciones; son mías y me hacen lo que soy.
-Está bien
–dijo riéndose- ¿cómo sería el tercer tipo de lesbianas?
-La que es
tan estúpida como para amargarse la vida por un amor imposible; básicamente la
que se enamora de una mujer heterosexual a pesar de que sabe que nunca va a
poder estar con ella, física o emocionalmente.
-Me apena
mucho que pienses así.
-Pero es la
realidad, Eva. Lo peor de todo es que me cuesta demasiado asumirla.
-Todos
tenemos problemas para afrontar la realidad y creeme que angustiarse por eso no
ayuda en nada, sólo hace el camino más difícil.
-Parecés un
libro de autoayuda, odio los libros de autoayuda.
-Yo también,
pero lo que te digo no lo saqué de uno de esos libros, sino de mi experiencia
de vida. Concretamente de algo que me pasó hace poco, con vos. Vos fuiste mi
vía para afrontar la realidad y me alegra haberlo hecho.
-Gracias,
eso me hace sentir muy bien. Lo más difícil para mí no es sólo asumir que a
ella no le gustan las mujeres, sino que posiblemente dentro de poco termine
involucrada sentimentalmente… o en la cama, con un tipo que es una basura. No
quiero que vuelvan a lastimarla; no se lo merece.
-Tal vez
algún día encuentres la forma de hacerle ver eso que sentís… o puede que el
hombre no sea tan malo como vos pensás –la miré con el ceño fruncido-. Sólo
tomalo como una posibilidad Lucrecia; muchas veces pasa que al verlo como tu
competencia directa comenzás a detestar todo lo que venga de él cuando en
realidad no lo conocés. A mi marido le pasó algo similar cuando yo estuve con
ese médico, él se la pasa difamándolo y contando cosas de él que no son
ciertas, no lo hace por malo ni porque el médico lo sea, sólo lo hace porque
está dolido.
-¿Me querés
decir que yo imaginé todo porque estoy dolida? Te recuerdo que a mí me hablaron
de ese hombre mucho antes de saber que era amigo de Anabella y ya lo
consideraba una mala persona.
-Sólo era
una suposición, no quiere decir que tu caso sea exactamente así; mi intención
era que analices las cosas con detenimiento, cuando puedas dejar la bronca de
lado por un minuto vas a saber cómo resolver las cosas, de lo contrario éstas
se te van a ir de las manos.
-Soy muy
temperamental, lo admito; pero ese tipo es un hijo de puta acá y en cualquier
parte –Evangelina me abrazó con fuerza, lo cual me tranquilizó
instantáneamente-. Perdón, me dejo llevar por la ira. No quiero arruinar el
tiempo que paso con vos.
-No lo
arruinás, ya te considero una amiga, y para eso están las amigas. Creo que
nunca entablé una amistad tan rápido como me pasó con vos.
-Es algo que
ya me habían dicho.
-Me pone un
poco celosa eso, pero no lo discuto. Se nota que tenés facilidad para agradar a
la gente.
-Yo no hago
nada especial para gradarle a nadie.
-Tal vez sea
exactamente por eso, porque sos vos misma. No buscás ser otra persona ni
engañar con apariencias.
-¿Aunque me
vista como prostituta?
-Eso es sólo
vestuario –me dijo soltando una carcajada- lo que tenés adentro no lo podés
cambiar ni con una máscara. Además… te veías muy pero muy sexy con esa ropa.
-Gracias, es
una lástima que no tenga más conjuntos de ese estilo. La última vez que visité
un sex shop sólo compré artículos que pudieran satisfacerme sexualmente pero no
compré ningún disfraz o conjunto erótico.
-Qué lástima,
con lo mucho que me hubiera gustado verte con algo de eso puesto. Che, ahora me
dio curiosidad, ¿qué cosas compraste? Yo no tengo nada de eso.
-¿Nada?
Deberías comprarte al menos un consolador, son buenísimos para esas noches de
soledad. Te regalaría uno pero ya regalé unos cuantos y me enamoré de los que
me quedaron.
-Me asusta
que siempre hables en plural cuando te referís a cuestiones sexuales.
-¿Te asusta
o te da envidia? –pregunté mientras me acercaba a mi armario para buscar mi
caja con juguetes sexuales.
-Me da
envidia… la puta madre.
No supe si
su exclamación hizo referencia a la envidia o al asombro que le provocó ver el
contenido de mi caja de juguetes. Nos pasamos los siguientes minutos analizando
el contenido de la misma, ella me hizo muchas preguntas sobre cada uno de los
juguetitos e intenté respondérselas lo mejor posible. En ocasiones tuve que
emplear descripciones muy gráficas, lo cual me provocó cierto calor en mi zona
erógena. Ella asentía y observaba maravillada, al parecer también se le estaba
haciendo la boca agua… si es que por “boca” se entiende otra cosa.
-¿Esto es lo
que yo estoy pensando? –dijo tomando un paquetito que contenía unas sogas
plásticas de color amarillo.
-Eso vino de
regalo junto con todo lo que compré… la dueña del Sex Shop me dijo que algún
día le iba a agradecer por haberme regalado eso, pero la verdad es que ni
siquiera sé para qué usarlas.
-No hay que
ser muy perversa para darse cuenta, Lucre. Es para atar a las personas.
-¿Y yo para
qué quiero atar a alguien? No quiero violar a nadie… por ahora…
-involuntariamente me vino a la mente el hermoso rostro de Anabella, sacudí la
cabeza para borrar esos malos pensamientos.
-No es para
violar a nadie, la persona que es atada suele estar de acuerdo.
-¿Y vos cómo
sabés tanto del tema?
-¿Te acordás
que te conté de mi noche en un hotel con ese doctor?
-No me diste
detalles.
-Te dije que
había hecho cosas locas, que disfruté mucho. Bueno, a esto me refería,
específicamente –levantó la bolsita que contenía las sogas y pude leer en ella
la palabra Bondage; me sonaba de algún lado-. Tal vez esto sea justamente lo
que vos necesitás… podrías hacer esto con alguna de tus… amiguitas.
-No creo que
mis amigas les agrade que las aten…
-Eso no lo
sabés hasta que lo probás. Yo pensaba lo mismo y me asusté bastante cuando el
doctor me ató a la cama, pero la pasé tan bien que volvería a hacerlo, con todo
gusto.
-Miralo vos
al doctorcito ese… resultó ser bastante degenerado.
-Me
conquistó diciéndome e insinuándome barbaridades, fue justamente por eso que me
gustó, porque era un degenerado. Era lo que yo necesitaba en ese momento.
-¿Y cómo se
usa?
-Eso es lo
más interesante, después de haberlo probado me hice un poco aficionada al tema
y comencé a buscar información en internet. Hay miles de formas de utilizarlas,
la imaginación es el límite. Yo podría enseñarte alguna forma básica… cuando
vos estés en la cama con alguna chica linda, le proponés hacerlo. ¿Preferirías
estar atada o ser la que ata?
-Si alguien
me atara me pondría sumamente incómoda, posiblemente me enojaría. No me gustan
esas cosas.
-Entonces
serías la que ata. Yo prefiero ser la que lleva las sogas.
-Sos una
caja de sorpresas, Eva.
-Caja de
sorpresas es la que vos tenés acá… hiciste más cosas locas que yo; sin embargo
me alegra de haber hecho una que vos nunca probaste, me hace pensar que no soy
la vieja amargada que creía ser.
-¿Vieja
amargada? ¿Con la forma en la que te movés en la cama?
-No todos me
vieron moverme en la cama –me guiñó un ojo-, y cuando me impiden moverme,
también puedo ser bastante salvaje.
-Te sigo la
corriente porque te veo entusiasmada. Explicame cómo se usa esto.
-Es muy
sencillo, sólo tenés que aprender algunos nudos básicos, luego es cuestión de
repetirlos en las distintas extremidades. Hay nudos muy complejos, pero a esos
los vamos a dejar para otro momento.
-Está bien.
-Podés atar
a la persona al respaldar de la cama,
pero este es tan lindo que si lo arruinás con las sogas, te mato.
-Entonces ¿a
dónde voy a atar a la persona para que no se escape?
-A ella
misma –me quedé mirándola intrigada-. No es tan difícil. Vos hacé lo que yo te
digo.
Abrió la
bolsa y arrojó el contenido sobre la cama, a continuación se giró poniéndose de
rodillas, dándome la espalda y colocó las manos juntas a la altura de su cola.
-Te voy a
enseñar a hacer un brazalete simple. Primero tenés que agarrar una cuerda y
doblarla por la mitad… eso es, que quede doble –mientras ella me explicaba yo
hacía lo que me pedía-, ahora envolvé una de mis muñecas… así, dale dos
vueltas. Ahora agarrá el extremo que te quedó… no Lucrecia, lo hiciste mal, te
tenía que quedar la otra punta en la mano; la del medio –ella intentaba ver lo
que yo hacía inclinando hacia atrás su cabeza-. Esa parte… donde las dos
mitades se unen. Bien, vamos de nuevo… das dos vueltas y después agarrás la
punta y la pasás por arriba del brazalete que formaste y después lo hacés pasar
por abajo. Eso mismo, ¿ves que podés?
-No me
provoques Eva, estoy armada con una soga y tu cuello está muy cerca…
-Confío en
que no vas a ahorcarme.
-Más
confiaba Jesús, y lo traicionaron.
-Al menos a
él lo sujetaron bien de la cruz, a vos se te está complicando un nudo
sencillo... y Jesús sabía que lo iban a traicionar.
-Contradecirme
no mejora en nada tu situación, Eva. ¿Qué se hace ahora?
-Bueno,
prestá atención… ahora tenés que anudarlo, dejando una especie de horca. A ver…
sí, así está bien… ¡Auch! Tampoco lo ajustes tanto.
-Menos
quejas y más acción… ¿cómo sigo?
-Ahora pasá
la cuerda restante a través del agujero que te quedó, como si fuera hilo
enhebrado en una aguja, y listo. Ahora sólo tenés que hacer lo mismo con la
otra muña. Después podes unir las dos sogas con otro nudo.
-¿No era más
fácil hacer todo esto si tenías las manos al frente? –Me miró como si su cerebro
se hubiera puesto en blanco- Digo… como no hay que unir las muñecas hasta el
final…
-Callate y
hacé lo que te dije. Esta vez lo vas a hacer sola, sin ninguna explicación.
-Puedo
hacerlo.
Le demostré
que así era al realizar un segundo nudo en su otra muñeca, luego las uní, tal y
como ella me lo había dicho. Sus manos quedaron juntas y resultaba imposible
separarlas.
-Te quedó
muy bien, por ser la primera vez.
-Es un nudo,
no es física cuántica.
-Ahora podés
hacer lo mismo con los tobillos. Hacelo así seguís practicando.
-Está bien.
Obedecí y
anudé sus tobillos, sujetándolos firmemente entre sí. Ahora Evangelina estaba
parcialmente inmovilizada.
-Me gusta,
pero podrías escaparte dando saltitos –le dije.
-No si unís
los nudos de los tobillos a los de la muñeca con otra soga. Quedarían los
cuatro unidos a un mismo punto y sería imposible moverse.
-A ver si me
sale.
En un solo
intento logré deducir cómo las sogas podían enhebrarse una a una con otra soga
y anudé todo en un solo punto.
-Listo,
ahora sos mi prisionera.
Ella hizo
fuerza para medir la rigidez de mis nudos y no pudo moverse en absoluto. Me
agradó mucho verla atada de esa forma, de rodillas en mi cama, con la cara
contra el colchón; era una imagen muy erótica ya que su cola había quedado
apuntando al techo y la falda se le había subido bastante. Le acaricié una
nalga y espié por debajo de la pollera. Su vagina había quedado firmemente
aprisionada por la bombacha y varios pelitos se asomaban a través de la tela y
a los lados de la misma. Instintivamente llevé una mano a mi entrepierna y la
acaricié por arriba del pantalón. Esto me resultaba más excitante de lo que
había previsto. Presioné con dos dedos esa vulva carnosa y pude sentir cómo la
humedad atravesaba la delgada tela de la bombacha.
-¡Epa! No te
aproveches de mí –me dijo Eva sin mucha convicción.
-Te lo dije,
sos mi prisionera; puedo hacer lo que quiera con vos.
-No soy
prisionera de nadie, sólo te expliqué cómo hacer unos nudos…
-Te dije que
no confiaras en mí… vos también sabías que yo te iba a traicionar.
-No, no lo
sabía.
-Eso no es
importante ahora –acaricié con un dedo la línea central que dividía su apretada
vagina en dos-. Lo que importa es que estás a mi merced.
Comencé a
quitarme la ropa hasta quedar completamente desnuda, ella me miró de reojo sin
decir una palabra. Acaricié mi cuerpo con ambas manos, dedicando más afecto a
mis pechos y a mi sexo, los cuales me inyectaron con pequeñas dosis de placer.
En ese preciso instante escuché la puerta del departamento abriéndose.
“¡Tatiana!”, pensé. Estuve a punto de cerrar la puerta de mi cuarto pero luego
lo pensé mejor. Mi amiga podría divertirse tanto como yo en una situación como
esta.
-¿Quién es?
–preguntó en voz baja Evangelina.
-Vos no
tenés permiso para hablar –este juego parecía divertido y yo me estaba
mimetizando con él de forma natural-, no hagas ruido, ya vengo.
Salí del
cuarto y me encontré con Tatiana en el comedor, ella estaba admirando los
bonitos muebles que ahora ocupaban la sala, en cuanto me escuchó se volteó y
pasó a admirar mi desnudez.
-¿De dónde
salieron estos muebles?
-Me los
prestó una amiga –le dije acercándome a ella de forma sensual, le di un suave y
corto beso en los labios al mismo tiempo que acariciaba su entrepierna por
arriba del apretado pantalón que llevaba puesto.
-¡Upa!
¿Andas mimosa?
-En realidad
estoy jugando, con mi amiga… la de los muebles. Está en mi cuarto.
-Y… ¿yo
puedo?
-Sí, podés.
Cuando la conozcas te va a encantar. Es Evangelina, te hablé de ella –sólo le
había contado a mi amiga que me había acostado con una bonita veterana que se
llamaba así.
-Me muero
por conocerla.
-Antes te
digo que no hagas caso a nada de lo que ella diga. Vos seguime la corriente a
mí.
-Está bien…
no entiendo nada, pero está bien…
La llevé
tomándola de la mano hasta mi dormitorio, se detuvo en seco en cuanto vio el
amplio trasero de esa mujer atada en mi cama y la forma en la que su ropa
interior le apretaba la vagina.
-Tatiana, te
presento a Evangelina. Ella es mi prisionera.
-Excelente…
-dijo la morocha con un jadeo- mucho gusto, Evangelina.
-Hola
querida, te diría lo mismo si me ayudaras a desatarme –le guiñé un ojo a Tati
para que recuerde nuestro convenio.
-Lo siento
señora, pero no puedo hacer eso. Mi amiga me lo tiene prohibido… y está desnuda,
yo no puedo ir en contra de una linda mujer cuando está desnuda.
-Hablando de
eso –dije- ¿no creés que te sobra un poco de ropa, Tati?
-A decir
verdad, hace mucho calor como para estar tan abrigada.
No era
cierto que hiciera calor, pero cualquier excusa era buena, ella comenzó a
quitarse la ropa, le hice señas para que rodeara la cama, de forma que Eva
pudiera verla desnudándose. La mujer no apartó la vista de la anatomía de mi
amiga ni por un segundo, ni siquiera cuando yo volví a acariciar suavemente su
almeja.
-Es más
linda de lo que me había imaginado –dijo Tatiana refiriéndose a la mujer atada.
-Gracias…
supongo –respondió ésta sin dejar de mirar esa oscura vagina de gruesos labios
que había aparecido ante sus ojos.
-Es todavía
más linda si la mirás desde acá –le dije a mi amiga señalando la parte trasera
de Eva, ella intentó zafarse de las ataduras una vez más, pero no pudo moverse
mucho.
-Realmente,
se ve hermosa.
-¿Pueden
dejar de tratarme como si yo fuera un objeto sexual?
-¿No tenés
nada para taparle la boca? –preguntó Tatiana, comencé a reírme ya que me causó
mucha gracia la forma en la que ella se adaptó rápidamente al juego.
-Podría
buscar algo… pero prefiero escucharla.
-¿Escucharme?
Pero si me están ignorando completamente. Ya déjenme salir, no sean tan
degeneradas… ¿qué va a pensar tu amiga de mí?
-De verdad
está muy linda la veterana –Tati habló dirigiéndose a mí, como si no hubiera
escuchado las quejas de Eva.
-Sé lo mucho
que te gustan… por eso te traje una, en compensación por lo que pasó el otro
día –todavía me sentía mal por mi fracaso en la cama con ella.
-Disculpas
aceptadas, vos pagás tus deudas con intereses.
Su mano
recorrió la vulva que Eva tenía entre las piernas, la acarició con suavidad y
permitió que sus dedos buscaran la línea que la dividía en dos. La bombacha se
había metido entre las nalgas de Evangelina y tuve la idea de castigarla un
poquito más, estiré la tela hacia arriba, tomándola desde la parte superior, la
mujer se quejó y pude ver cómo los labios de su vagina devoraban esa
bombachita. Ahora sólo podíamos ver unos gruesos gajos que brillaban por la
humedad que los impregnaba.
-¡No me
hagan eso! –volvió a quejarse mi prisionera; pero una vez más, la ignoramos.
Subí su
pollera tanto como pude, para que tengamos el camino libre, Tati comenzó a
jugar con los abultados labios vaginales de Eva y yo me entretuve acariciando
esas nalgas que, teniendo en cuenta la edad de la mujer, estaban muy suaves y
firmes. Pude ver que Tatiana separaba un poco sus piernas y comenzaba a
masturbarse, la morocha tenía una gran capacidad para humedecerse rápidamente. Eso
me dio una nueva idea.
-Tati, ¿por
qué no le mostrás a nuestra amiga cómo te tocás? Seguramente le agradaría verlo
en vivo y en directo en lugar de estar viéndolo en un video.
-Hey, eso es
muy personal –se quejó Eva.
-Le muestro,
encantada.
Si había una
sola que Tatiana no tenía, era vergüenza, en cuestiones sexuales era muy
decidida y no titubeaba nunca; tal vez por haberme acostado con ella es que
intento comportarme de la misma manera, ella me mostró un modelo a seguir, el
cual me fascinó. En cuestión de pocos segundos ella ya estaba posicionada
frente a Evangelina, con las piernas abiertas de par en par. Se sentó sobre una
almohada y le enseñó a la mujer la almejita en todo su esplendor. Eva intentó
levantar la cabeza para ver mejor pero la maniobra se le dificultaba un poco
por la posición que las sogas le obligaban a adoptar, de todas formas pudo ver
cómo la morena acariciaba y apretaba su clítoris utilizando dos dedos, hacía
correr el botoncito sexual entre medio de ellos presionando con intensidad,
esto debía producirle mucho placer. Luego comenzó a penetrarse una y otra vez
utilizando esos dos dedos, entretanto yo continuaba acariciando la empapada
vulva de la prisionera; mis dedos ya estaban cubiertos por sus espesos jugos
sexuales. Evangelina ya no luchaba por su libertad; sus movimientos eran
productos de los espasmos que le provocaban mis caricias, a veces emitía algún
suave quejido, al escucharlo Tatiana aumentaba el ritmo con el cual se daba
placer. La que diga que masturbarse en cualquier ocasión es siempre lo mismo,
nunca supo qué se siente tener un par de ojos concentrados en tus movimientos y
en la forma que lo hacés, yo misma comencé a estimular mi vagina y, si bien
ninguna de las dos podía verme, sabía que ellas estaban ahí… me estaba
masturbando para ellas.
No toleré
más ver a Eva con su bombacha, si bien debía admitir que le quedaba sumamente
sexy, yo quería ir más allá. Me levanté y revolví dentro del ropero hasta que
encontré una tijera, con ella corté el elástico de la ropa interior.
-¡No! –Gritó
Eva- ¡es nueva… y me gusta mucho!
-Lo siento,
pero tenía que morir, no hay otra forma de sacarla.
-Podrías
haberme desatado.
-Podría… pero
no quería.
Terminé de
cortar la bombacha hasta que pude sacarla, hecha jirones. La vagina de Eva
estaba enrojecida, debido al maltrato al cual había sido sometida, pero la
pobre no sabía que esto recién comenzaba. Lamí dos de mis dedos y, sin darle tiempo
a reaccionar, los introduje en su agujerito femenino. Los moví dentro, como si
estuviera buscando algo que se me perdió, pero en realidad sólo buscaba darle
placer; supe que lo estaba consiguiendo por los intensos gemidos que ella
emitió mientras cerraba los ojos y bajaba la cabeza involuntariamente.
-Eso sí me
gusta –dijo ella-, podés hacerlo todo el tiempo que quieras.
-Lamento
decirte que voy a emplear otra cosa… -no se lo dije para llevarle la contra
sino porque acababa de recordar algo que tenía guardado en mi caja de juguetes
sexuales.
En cuanto
tuve puesto el strap-on, me acerqué a ella por detrás, pude ver su colita
abierta y apuntando directamente hacia mí. Mientras lubricaba el pene de
plástico hice lo mismo en su ano, utilizando la otra mano.
-Que ni se
te ocurra meter algo por ahí…
-Eso depende
de vos.
-¿Por qué?
-Porque no
me gusta que dejes a mi amiga tocándose solita –apunté el glande artificial
hacia ese apretado trasero-, si no le das un poquito de placer me voy a enojar…
y vas a pagar las consecuencias… por atrás.
-Eso es
chantaje.
-Es lo que
es… no te olvides que sos mi prisionera, no tenés otra alternativa –empujé un
poco hacia adelante, pude ver como el pene de goma se doblaba un poco por la
mitad.
-Empujá todo
lo que quieras, no va a entrar. Es muy grande.
-Lo voy a
hacer entrar, de alguna forma… si es que no empezás a comerte esa conchita que
tenés adelante –ni siquiera sabía por qué había dicho esa palabra, pero estaba
tan excitada que no me importó.
-Que me
disculpe tu amiga… será muy linda, pero no le tengo confianza como para
chupársela.
-No se
preocupe señora, puede chupar tranquilamente, yo le doy permiso –dijo la
morocha abriendo su vagina con dos dedos, mostrando así su interior rosado.
-Ya sólo
depende de vos –le recordé mientras volvía a presionar hacia adelante, mi
intención no era otra que asustarla un poquito e incentivarla a comerle la
almejita a Tati, luego yo pasaría a la acción penetrándola por la vagina.
-Te dije que
no va a entrar –refunfuñó-, no lo voy a hacer.
Tatiana tuvo
la acertada idea de llevar la mitad inferior de su cuerpo hacia adelante, de
esta forma obligó a Eva a apoyar su cabeza en uno de los voluminosos y suaves
muslos que le ofrecían. La morocha continuó masturbándose libremente, pero ahora
la mujer estaba obligada a mirar toda la escena en un primer plano muy cercano.
Aguardé sin hacer ni decir nada, me limité a observar las reacciones de Eva.
Ella parecía asombrada por la situación, pero a la vez podía ver el brillo en
sus ojos. Le había costado mucho decidirse la vez que chupó mi vagina,
seguramente jamás imaginó que pocos días después tendría la oportunidad de
chupar otra… una vez más, de una joven desconocida. Su estoicismo se desmoronó
en cuanto Tati giró levemente la cadera, poniendo la vagina justo debajo de la
boca de Eva. La mujer abrió la boca y dio un intenso chupón al clítoris,
estirándolo como si fuera de goma.
-¡Uy, sí!
–exclamó Tatiana antes de comenzar a gemir intensamente.
Evangelina
continuó chupando, aportando una nueva intensidad a cada chupón que daba,
estiró los oscuros y carnosos labios vaginales de Tati hasta el límite y sorbió
todo el jugo que los impregnaba.
-¿Lo hago
bien? –preguntó la mujer como si de verdad creyera que estaba haciendo mal su
trabajo.
-¡Perfecto…
perfecto! No pares –la estimuló la morocha.
A
continuación la lengua penetró en ese agujerito por el cual salía líquido
vaginal, Tatiana tomó la cabeza de Eva entre sus manos y la presionó hacia
abajo, luego la soltó sólo para pellizcarse los gruesos pezones y sobar sus
grandes tetas. De pronto Evangelina detuvo las lamidas y comenzó a emitir
quejidos mientras aplastaba su cara contra la cara interna del muslo de Tati.
-¿Qué pasó?
–preguntó ésta con preocupación.
-¡Ay! Me
duele….
-¿Qué cosa?
–volvió a preguntarle, yo estaba tan desconcertada como ella.
-La cola… se
me metió…
No tuvo que
decir más, miré hacia abajo y me di cuenta que la mitad del pene plástico se
había introducido limpiamente en el ano de Eva, el cual había quedado tan
dilatado como el diámetro del juguete lo permitía.
-¡Perdón… no
me di cuenta! –Lo dije sinceramente- es lo malo de estos juguetes, una no tiene
sensibilidad… -comencé a retroceder lentamente para no lastimarla; ella volvió
a soltar un quejido ahogado, el pene apenas se movió de su lugar.
-Despacito…
-No sale –le
dije.
-Ay
Lucrecia, te tendría que matar por esto.
-Te pido
disculpas… de verdad, fue sin querer… yo no creí que… -Eva movió repentinamente
su cuerpo hacia atrás, esto provocó que el resto del consolador se enterrara en
su cola.
-Y yo que
creí que me iba a morir con la cola virgen –dijo luego de haber emitido otro
grito de dolor-. Vas a tener que seguir… y más te vale que me guste.
-¿Estás
segura? Te va a doler…
-Ya me duele
ahora… ¿qué diferencia hay?
-Si seguís
se le puede pasar el dolor –me dijo Tati, quien no había perdido el brillo
erótico que cargaba siempre en sus ojos.
Obedecí sin
chistar, comencé a moverme lentamente, procurando no lastimar a Eva. Poco a
poco el falo artificial pudo retroceder; mis caderas ya dominaban a la
perfección los movimientos rítmicos que implicaba utilizar un pene y con éstos
fue imprimiendo dinámica, la cual Eva supo agradecer volviendo a su excitante
tarea. Las lamidas a la vagina de Tati volvieron a ser enérgicas, me causaba
mucho morbo ver con qué ganas se la comía y justamente lo más excitante era
saber que esta mujer vivió casi toda su vida como una sencilla ama de casa
heterosexual, madre y esposa… ahora estaba sometida a ante mis juegos
lujuriosos demostrando que no había límite de edad o condición social que
impidiera disfrutar ciertos momentos de la vida.
El constante
roce del arnés del strap-on contra mi vagina me estaba calentando cada vez más,
lo que me llevaba a penetrar más hondo y con más fuerza a la pobre Eva que
ahogaba un gemido contra la vagina de Tati cada vez que yo la atacaba. Me
encantaba ver cómo se comportaba su colita ante el grueso pene de plástico;
eché más lubricante sobre él y comencé a moverme más rápido.
-Dios mío…
no imaginé que se sentiría así –dijo Evangelina entre jadeos.
-¿Te gusta?
–le pregunté.
-No sé… es
muy extraño, se siente raro… como si…
-Como si
intentaras sacar algo que entra a la fuerza…
-Sí…
exactamente… y te produce una sensación extraña cuando entra.
-Dentro de
un ratito vas a amar esa “sensación extraña” –le aseguré.
-¿Puedo ser
yo la que la haga amarla? –preguntó Tati.
-Sólo si yo
puedo ocupar tu lugar.
-Trato
hecho.
Intercambiamos
lugares, Eva no emitió comentario alguno, sólo soltó un suspiro cuando saqué
del todo el consolador para poder desprenderme el arnés. Tatiana se lo abrochó
en cuestión de segundos con gran maestría y yo, con mi conchita humedecida, me
senté delante de la mujer separando las piernas. Ella no me hizo esperar ni un
segundo, se movió incómoda y su boca se prendió a mi clítoris. Un intenso
espasmo me obligó a cerrar de golpe las piernas y comencé a reírme como una
idiota, por primera vez en varios días me sentía verdaderamente feliz, esto era
justo lo que necesitaba, una experiencia sexual diferente… nueva… como casi
todas las que había experimentado, así supe que Evangelina tenía razón en una
cosa, a mí me apasionaba el sexo, pero debía aportar cosas nuevas para que la
mecánica del sexo lésbico no me aburriera; tal vez esa era la razón por la cual
no tenía ningún problema en cambiar de pareja… o tal vez se debía que la
persona a la que yo quería como pareja no deseaba estar conmigo… pero no iba a
permitir que esos pensamientos negativos me arruinaran el momento.
-Sos muy
buena chupando, Eva. Cualquiera diría que te pasaste años lamiendo vaginas.
-Me pasé
años fantaseando cómo lamerlas –su voz sonó apagada por hablar tan cerca de mi
entrepierna.
Sus gemidos
ahogados volvieron a hacerse presentes en cuanto Tatiana la penetró analmente.
Ella fue considerablemente más salvaje que yo, se movía como si el pene fuera
realmente parte de ella, sujetó a Eva por un hombro y comenzó a montarla como
un jinete a su pura sangre. La mujer se vio obligada a dejar mi vagina de lado
por unos segundos para poder descargar sus gemidos y gritos, pero éstos ya eran
de puro placer, ya que ocasionalmente la escuchaba decir cosas como “Qué bien”;
“Se siente de maravilla”; “Me gusta, me gusta”. Sus mejillas se pusieron rojas
y me di cuenta de que tenía la cara empapada de sudor, cuando Tati la obligó a
levantar su torso, desprendí los botones de su camisa y la despojé del corpiño,
liberando así sus pesadas tetas, las cuales comenzaron a sacudirse
frenéticamente. Hice una rápida maniobra para acostarme bocarriba y me deslicé
debajo del cuerpo de Evangelina en sentido inverso al suyo, de esta forma
conseguí llegar hasta su vagina, dejando la mía a escasos centímetros de su
boca. La primera lamida que le di me llenó del amargo e intenso sabor del sexo
femenino, lo cual me puso como loca, esa mujer estaba sumamente excitada;
además, desde esta posición podía ver cómo el pene entraba y salía de su cola
deslizándose sin que nada opusiera resistencia alguna.
-Uf… mamita
querida… qué bueno está esto –dijo ella dando una lamida a mi vagina entre cada
frase- ustedes son espectaculares, chicas. Me alegra haberlas conocido.
-Lo mismo
digo señora, no hace ni una hora que la conozco y ya le tengo cariño –aseguró
Tatiana sin dejar de moverse- ¿No le gustaría salir conmigo?
-¿Salir?
–Eva dejó de lamer súbitamente -¿Salir cómo?
-A pasear…
una noche… una cita...
-No lo sé
querida… no sé si estoy para esos trotes… imagínate que alguien me viera en la
calle con vos… yo no sé qué haría.
-No se
preocupe Eva, no era más que una propuesta… sigue en pie, por si cambia de
opinión.
-Me siento
alagad…. ¡aaaaay! –gritó al mismo tiempo que Tati le propinaba una dura
embestida.
Comencé a
masturbarme para darle a tiempo a Eva de reponerse del duro castigo al cual
estaba siendo sometida, ella no podía bajar la cabeza para chuparme, pero yo sí
podía chuparla a ella mientras veía y escuchaba cómo ese consolador parecía
tocar fondo dentro de su cuevita trasera. Pocos segundos después una lluvia de
jugos bañó mi rostro, Eva gemía descontroladamente, estaba gozando de un
intenso orgasmo, lo cual me hizo acabar; sin embargo mi clímax no fue tan
enérgico y húmedo como el de ella, pero tuve la oportunidad de lamerle la
vagina hasta que ésta emitió el último espasmo.
Luego de
esto salí de debajo de Eva y comencé a liberarla de sus ataduras. Éstas estaban
tan apretadas que me vi obligada a cortar las sogas con la tijera, lo lamenté
ya que eso arruinaba mis planes de atar a otra de mis amigas… sólo hasta que
pudiera volver a comprar sogas nuevas. Evangelina masajeó sus articulaciones,
éstas habían quedado enrojecidas y amoratadas, pero ella dijo que no nos
preocupáramos, que había valido totalmente la pena.
Continuamos
nuestra sesión de cama las tres juntas, yo quedé tendida en el medio y Eva
quiso devolverme un poco del placer anal que le había brindado, se llenó los
dedos de lubricante y clavó dos en mi colita, Tati me besó en la boca y se
tendió a mi derecha, con la mano busqué su almejita y empecé a masturbarla,
ella hizo lo mismo con la mía. Como no podía permitir que Eva fuera tan sólo
una mano más en mis agujeritos, también comencé a tocarla. Ella se mantuvo de
rodillas a mi lado y me encantaba ver la cara de placer que ponía mientras nos
penetrábamos mutuamente.
Fue cuestión
de pocos minutos que las tres nos diéramos por satisfechas, quedamos agotadas y
felices. Eva y Tati comenzaron a hablar sobre lo lindo y espontáneo que había
sido todo asegurando que ésta era la mejor forma de disfrutar del sexo, cuando
no estaba planeado.
*****
Yacía en mi
nueva cama, mirando el techo mientras abrazaba a las dos fogosas mujeres que me
habían acompañado esta tarde durante el acto sexual, hice una de mis
acostumbradas retrospectivas para comparar mi “yo actual” con mi “yo antiguo”;
esta vez llegué a preguntarme qué dirían mis padres, mis tías, primas, primos,
etc., si supieran que no sólo tenía sexo con mujeres, sino que en ciertas
ocasiones lo hacía con más de una, al mismo tiempo. Pasaría a ser, de forma
inmediata, la peor persona de mi grupo familiar, eso me hubiera aterrado hasta
las lágrimas hace apenas un año y medio o dos; sin embargo ahora me agradaba
ser la oveja negra de mi familia, la distinta, la que intentaba disfrutar de su
vida a pesar de todas las cosas malas que tenía que sufrir. La vieja Lucrecia
se hubiera deprimido tanto que hubiera llegado a pensar con un final poco ético
y católicamente incorrecto; pero ahora había recargado fuerzas para seguir
luchando contra todas las injusticias que me agobiaban.
-¡Ya sé!
–grité sentándome súbitamente en la cama; las dos mujeres me miraron asustadas,
creo que las desperté.
-¿Qué sabés?
–me preguntó Tatiana.
-Ya sé cómo
puedo hacer para que ese infeliz de Luciano Sandoval me deje en paz… y de paso
hacer que Anabella lo conozca como es en realidad.
Fin del Capítulo 18.
Continuará...
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