(Versión Original)
¿Cómo puede
ser que algo tan simple como la lluvia puede traer cambios irreversibles a la
vida de una familia? El aguacero no tomó a nadie por sorpresa, todos sabíamos
que sería cuestión de tiempo pero nadie quería admitirlo, aún conservábamos las
esperanzas de tener una noche encapotada pero sin agua. Alrededor de las nueve
de la noche todos nuestros planes para el sábado se diluyeron y se fueron por
el desagüe.
Es frecuente
que mi hermano Eric y yo discutamos, pero aquella noche, por la amargura que
trajo la lluvia, estábamos hechos unas furias y bastaba la simple mirada del
otro para provocar insultos o actitudes desafiantes. Victoria, mi madre, tuvo
que intervenir. Ella es el pilar de esta familia, hace tiempo admitimos que nos
desmoronaríamos sin ella. Viviríamos en el caos y anarquía total.
Ante la
amenaza de pasar el fin de semana encerrados en nuestros cuartos decimos hacer
una tregua, solucionaríamos nuestras diferencias cuando estuviéramos solos y
por la astucia que me caracteriza, sabía que yo iba a ser la vencedora,
especialmente si tenía tiempo de prepararme para ello. Eric sólo empleaba a su
fuerza bruta, si bien nunca me golpeaba como lo hacía en esas frecuentes peleas
calleras que solía tener con sus amigos, solía apretar mis brazos como si sus
dedos fueran una tenaza hasta hacerme gritar. Esto, que yo consideraba una
fuerza desmedida, era el producto de años de trabajo como albañil junto a mi
padre, quien era Maestro mayor de obra y viendo que su hijo mayor carecía por
completo de aptitudes mentales, decidió darle empleo bajo su mando y que así se
pudiera ganar la vida con un oficio digno que podía ser muy remunerativo si se
lo hacía bien.
-¿Estás bien
Nadia? –me preguntó mi hermanita en cuanto me vio acurrucada en un sofá con los
ojos inyectados de odio.
-Si Mayra,
gracias. No te preocupes –se sentó a mi lado y la envolví con un brazo.
Mayra era la
menor de los integrantes de esta casa, con tan sólo 18 años y una personalidad
de cristal. A veces la veíamos tan frágil y delicada que nos costaba dejarla
sola por más de una hora, aunque eso no ocurría con frecuencia, por lo general
en la casa había dos personas o más, lo que solía generar tantos roces y
discusiones, pero para llegar al punto de discutir con este dulce angelito, uno
debía ser un desgraciado. Ella nunca peleaba con nadie, vivía en su mundo y
pedía permiso para todo.
-Perdón, pero
vamos a tener que dejar la salida para otro día, no para de llover –le había
prometido que saldríamos juntas a bailar, sería su primera vez.
-No hay
problema, será la semana que viene –su voz era tan suave que uno debía guardar
absoluto silencio para poder oírla- ¿por qué peleabas con Eric?
-Porque el
muy boludo empezó a hacerme chistes por las tetas y decía que yo me ponía
escote para que los hombres se me acerquen en el boliche y me lleven a un telo.
Mi mayor
atributo eran los grandes pechos que heredé de mi madre, era cierto que cuando
iba a bailar me gustaba provocar un poco usando escotes, pero eso no quería
decir que vaya a acostarme con un desconocido. Sexualmente era mucho más
reservada de lo que mi familia creía.
-Eso que no
vio el pantalón que me pensaba poner –dijo Mayra sonriendo.
-¿Era muy ajustado?
-Sí, mucho. A
papá le daría un ataque si me ve así.
-Seguramente
te queda hermoso.
Ella no tuvo
la suerte de tener pechos muy desarrollados, sus tetitas eran apenas pequeñas
lomas en su pecho, pero la naturaleza no fue tan cruel con ella y le entregó un
rostro sumamente bello y un culito que obligaba a los hombres a voltear cuando
la veían caminando.
Todos andaban
carilargos por la casa, la lluvia no sólo nos aguó los planes a mi hermanita y
a mí, sino que al resto de mi familia también. Mis padres tenían planeado ir a
cenar a un lindo restaurante y Eric tenía la fiesta de cumpleaños de un amigo.
Hasta el sexto integrante de la casa, mi tío Alberto, tenía planes para esa
noche y creo que él era el más perjudicado ya que había conseguido una cita con
una amiga de mi mamá y se vio obligado a llamarla para posponerla.
Alberto era
un hombre al que perseguía la mala suerte. De por sí le tocó ser el hermano
mayor de mi mamá, lo cual no habrá sido una tarea fácil. Luego quedó viudo a la
temprana edad de 39 años cuando el cáncer de mama le arrebató a su mujer y como
si esto fuera poco, a los 46 años quedó en banca rota y perdió su casa, por eso
es que vive con nosotros desde hace dos años. Intentamos que se sienta lo más
cómodo posible, yo cedí mi cuarto para que él tuviera uno propio y me fui a
dormir con mi hermanita. A pesar de que a veces podemos molestarnos con él por
algún motivo típico de la convivencia, jamás le echaríamos en cara que esta no es
su casa, es una regla tácita. Él vive con nosotros, es parte de la familia y
por lo tanto tiene los mismos derechos que los demás. La casa es de todos por
igual.
Ninguno sabía
en qué ocupar el resto de la noche del sábado. Deambulábamos por la casa
estorbándonos unos a otros e intercambiando miradas duras. Parecíamos tigres
enjaulados preparados para dar el primer zarpazo a la menor provocación. Harta
de la situación mi madre nos reunió a todos en la sala de estar, que era la
habitación más amplia de la casa, y nos dijo debíamos pensar en alguna
actividad para no aburrirnos, porque la lluvia no iba a parar. Iniciamos
nuestra propia lluvia, pero con ideas. Se habló de mirar películas, pero ya nos
habíamos visto todas las que teníamos en la videoteca, se propuso jugar juegos
de mesa pero todos nos parecían aburridos, pero ahí fue cuando mi tío hizo un
comentario que nos despertó la curiosidad.
-Cuando yo
era joven bastaba con un mazo de cartas y algunas bebidas para tener una buena
velada de Póker.
-Yo no sé
jugar al póker –dijo mi hermanita.
-Es muy
fácil, especialmente si es el estilo Texas Hold’em –mi tío iba captando nuestra
atención.
-Yo jugué un
par de veces con mis amigos – acotó mi hermano –nos matamos de la risa, ellos
se enojaban conmigo porque yo ganaba casi siempre.
-Acá la que
tiene suerte con las apuestas es tu mamá –le dijo mi papá– y juega muy bien al
póker –eso nos causó gracia, nunca hubiéramos imaginado a mi mamá jugando al
póker.
-Pepe, los
chicos van a pensar que soy una timbera.
-Yo quiero
aprender a jugar –dije con una sonrisa que entusiasmó a todos.
-Y yo tengo
justo lo necesario –diciendo esto mi tío Alberto se puso de pie y fue hasta su
cuarto.
Regresó en
poco tiempo con una caja de madera que llevaba escrita la palabra Póker en
letras negras. De allí sacó dos mazos de carta, uno de reverso rojo y el otro
azul. Además había un pequeño paño verde y varias fichas de diferentes colores.
En pocos
minutos nos acomodamos alrededor de una mesa hexagonal con superficie de vidrio,
me molestó que mi hermano se sentara a mi derecha pero no quería provocar una
nueva disputa y guardé silencio. Mi tío tuvo la amabilidad de anotar las
posibles combinaciones de cartas para juegos y el valor de cada una. Con esto
en manos el juego no parecía difícil, era cuestión de esperar a que salgan las
cartas que te favorezcan y saber mentirle a los demás. La partida comenzó a
buen ritmo y nos estábamos divirtiendo mucho.
Tengo que
admitir que al principio el juego me parecía muy divertido, pero después de
casi una hora jugando sin parar comenzó a tornarse muy aburrido. No era la
única que pensaba esto, Mayra tenía la misma expresión en el rostro que yo y mi
mamá jugaba con buena cara sólo para no arruinar el momento, en cambio los tres
hombres parecían muy entusiasmados. Intenté apostarlo todo para perder de una
vez y me sorprendí porque gané la mano y recibí aún más fichas.
-Esto no
termina nunca, ya me estoy aburriendo –no era mi intención arruinar la velada
pero no pude aguantarme.
-Es cierto,
yo también me aburro –me apoyó mi hermanita mientras se inclinaba hacia su
derecha para mirar las cartas que Alberto tenía en mano- además el tío gana
seguro en esta, tiene dos ases.
Noté que la mente de mi mamá trabajaba
deprisa, intentaba encontrar la forma de arreglar todo antes de que la situación
se ponga fea.
-Es porque
falta el alcohol –dijo por fin. A ella nunca le molestó que bebiéramos
ocasionalmente.
-Puede ser –la
idea de tomar algo me agradaba pero igual el juego seguiría siendo aburrido–
pero es que yo no le veo la gracia a estar ganando fichitas de plástico, es
como que nadie gana ni pierde nada en realidad. No digo que juguemos por plata
-de hecho eso me desfavorecía mucho porque no tenía ni un centavo para apostar–
pero ¿hay algún otro tipo de apuesta que se pueda hacer?
-De hecho se
puede apostar lo que uno quiera –dijo mi mamá- Existe lo que se llama Strip
Póker, por ejemplo -mi padre soltó una estrepitosa risotada.
-¡Qué
recuerdos! –Exclamó- eso es lo que jugábamos con tu mamá cuando nos pusimos de
novios –nos contó– pero lo hacíamos los dos solos y ella siempre me ganaba. Me
dejaba en bolas, literalmente.
-¿Y por qué
solos, tiene algo de malo? –preguntó Mayra apelando a toda su ingenuidad, hasta
yo me había dado cuenta que el nombre del juego provenía de la palabra Striptease
y mi padre dijo que quedaba desnudo cuando jugaba con mi madre.
-Es que en
ese juego cuando uno pierde tiene que quitarse alguna prenda de vestir –explicó
mi mamá con su santa paciencia.
-Eso parece
divertido –opinó Eric– ahí si uno pierde algo importante, podemos jugarlo de
esa forma, ¿o te daría vergüenza, Nadia? –me miró desafiante.
-Acá el único
sinvergüenza sos vos, pero yo me animo a jugarlo, ya demostré que gano casi
siempre.
Mis padres y
mi tío se miraron inquietos, ninguno sabía qué decir. De pronto mi mamá se puso
de pie diciendo:
-¿Me ayudan a
buscar las bebidas y los vasos?
Los tres se
alejaron y me quedé con mis hermanos en silencio. Sabía que esa actitud era
sólo una excusa para poder decidir si seguiríamos adelante con el juego
empleando el nuevo sistema de apuestas. Mayra estaba algo sonrojada y apretaba
nerviosa su negro cabello atado formando una cola de caballo. Al parecer la
idea no le gustaba mucho pero no se animaba a decirlo. Tengo que admitir que a
mí también me ponía un poco nerviosa el imaginar a mi familia desnudándose
delante de mí. Cuando los tres adultos regresaron mi tío traía una pequeña mesa
de madera plegable en la que apoyaron varias botellas de vino, blanco tinto y
rosado. Yo no acostumbraba a tomar vino pero también trajeron algunas gaseosas
para poder mezclarlo y hacerlo más apetecible para mí y para Mayra. Los hombres
de la familia solían tomarlo puro y mi madre solía variar.
-Bueno, vamos
a jugar al Strip Póker -dijo mi mamá con voz serena- si no es eso nos vamos a
aburrir toda la noche y nos vamos a terminar matando.
-¿Estás
segura mamá?
-¡Qué bien! –mi
hermano exclamó al mismo tiempo que yo hacía la pregunta.
-Si hija,
puede ser divertido, y si alguno quiere abandonar en algún momento, puede
hacerlo. No vamos a obligar a nadie hacer algo que no quiera –eso me
tranquilizó bastante– la idea es divertirnos un rato y reírnos. Estamos en
confianza, acá todos nos vimos en calzones alguna vez.
Se repartieron
las bebidas y se establecieron las reglas. Todos debíamos comenzar con la misma
cantidad de prendas, se estableció seis como el número apropiado. Conté la ropa
que llevaba puesta, una remera roja, un pantalón azul marino bastante holgado,
corpiño, bombacha, medias y zapatillas, eso me daba un total de seis, ya que
las prendas en pares se contaban como una sola. Todas las mujeres teníamos la
misma combinación de prendas y los hombres, al no llevar corpiño, debieron
ponerse gorros. Mi padre apareció con un sombrero de guapo tanguero, se veía
totalmente ridículo con su ropa informal, nos hizo reír mucho. Eric optó por
una gorra con visera que usaba con mucha frecuencia y mi tío se puso una boina
que tapaba la incipiente calva que estaba apareciendo en la cima de su cabeza.
Al comienzo
todo parecía muy divertido. Era más importante no perder que ganar. El que
recibía la peor mano de la partida debía quitarse una prenda de vestir. Para
facilitar el juego empleamos el método en el que recibíamos cinco cartas en la
mano y podíamos cambiar las que no nos gustaran, por cartas nuevas, pero esto
sólo se podía hacer una vez por mano. Mi hermanita demostró que tenía mala
suerte con las cartas, la preocupación se apoderó de su rostro. Perdió las
zapatillas y las medias de forma consecutiva, intentó serenarse un poco tomando
un largo sorbo de vino mezclado con gaseosa.
Mi madre también
perdió todo su calzado y fue la primera de las mujeres en perder la blusa,
quedando en corpiño, pero éste era grueso y no transparentaba nada. En las
siguientes manos mi tío y mi hermano perdieron gran parte de su vestimenta
hasta quedar con tan solo el pantalón y el calzoncillo, yo quedé sin medias y
zapatillas. El juego se ponía cada vez más interesante y aumentaba el riesgo de
perder, ni hablar de las grandes cantidades de alcohol que nos estábamos
metiendo entre pecho y espalda.
En pocos
minutos mis grandes pechos quedaron sostenidos por un corpiño de encaje negro,
si uno miraba atentamente tal vez podía notar cierta transparencia, pero los
primeros indicios de borrachera me ayudaron a no darle mayor importancia,
además pensaba golpear a quien se atreviera a mirarme mucho. Cuando le tocó el
turno a Mayra de quitarse la blusa dudó un momento, pero al ver cómo estábamos
mi madre y yo se animó a hacerlo. Sus pequeños pechos apenas ganaban volumen
gracias a su sostén color rosa. La desgracia de la pequeña no terminó allí, fue
la primera en perder su pantalón. Su mala suerte me daba pena. Contra todo
pronóstico, la muchachita se despojó de una de sus últimas prendas de vestir
mostrándonos una pequeña colaless haciendo juego con su corpiño y resaltando
sus blancas y redondas nalgas a tal punto que hasta mi propio padre se sonrojó
al verlas. Nadie la miró más de un segundo para no ponerla incómoda, de todas
formas no era muy diferente al bikini que solía usar cuando estábamos en la
pileta.
Pensamos que
la trágica suerte de Mayra mejoraría para la siguiente mano pero volvió a
perder mostrando una espantosa combinación de cartas. La niña quedó
petrificada, no podía perder otra cosa que su ropa interior. Un incómodo
silencio se apoderó de la sala.
-Pago una
prenda para la próxima vez que me toque perder –dijo mi madre en un valiente
acto para que mi hermana tomara un poco de confianza.
A pesar de
llevar aún su pantalón, se despojó del corpiño. Dos grandes melones coronados
con pezones marrones rebotaron ante nuestros ojos. Mi hermanita sonrió
agradeciendo el gesto, el ver que su mamá mostraba las tetas sin ningún pudor,
le dio coraje. Llevó las manos a su espalda y desprendió el sostén,
enseñándonos un par de pequeñas tetitas con pezones rosados, noté que mi
hermano tragaba saliva al verlo, estuve a punto de darle un codazo pero eso
sólo humillaría a Mayra.
Cuando a Erik
le llegó el turno de perder su pantalón no pude evitar notar lo mucho que se
marcaba su bulto en la tela del bóxer, para colmo la mesa era transparente y al
tenerlo sentado a mi lado era imposible no mirar. Supuse que al chico se le
estaba poniendo un poquito dura al ver tantas tetas, aunque éstas fueran las de
su madre y hermanas.
La siguiente
en perder fue Victoria, como ya había pagado prenda no tuvo que desvestirse,
pero en la siguiente mano las cartas se rieron de ella. A sus 43 mi madre
conserva parte de su figura juvenil, aunque está algo más caderona y su cola
creció un poco por algunos kilos extras. Al bajarse el pantalón nos mostró una
linda bombachita blanca de encaje, algunos pelitos asomaban por la tela y su
vulva se marcaba muy bien, la imagen fue un tanto fuerte para mí, pero no tanto
como cuando mi padre tuvo que quedarse sólo en slip. Tenía un bulto aún mayor
que el de Eric y sus piernas eran peludas. Para colmo él estaba sentado a mi
izquierda, bastaba con mirar la mesa para encontrarme con dos paquetes llenos
de masculinidad. Me estaba poniendo un poco nerviosa, pero no tanto como Mayra,
que no dejaba de estrujarse las manos entre sí o de tirar de su cabello, creí
que se quedaría calva en cualquier momento. Tomé algo de vino para calmarme y
mi mamá llenó el vaso de mi hermanita, que era una de las que más tomaba.
Intentábamos
tomarnos todo con mucho humor, hacíamos constantes chistes para romper un poco
esa capa de hielo familiar que había en el ambiente. Mi hermano se burló de lo
feo que era el calzoncillo de mi papá y mi tío hizo algunos chistes alegando
que las tetas de su hermana parecían dos globos llenos de agua a punto de
reventar. Él estaba sentado en una posición privilegiada para cualquier hombre
heterosexual, a su izquierda tenía a mi hermanita y a la derecha estaban los
grandes pechos de mi madre.
Perdí una
ronda por culpa de una escalera que nunca apareció y me llegó el turno de
quitarme el pantalón. Cuando lo hice me sorprendí a mí misma, pensé que tendría
puesto un calzón de abuela pero de pronto recordé que ya me había puesto una
diminuta tanguita negra que dejaba en total evidencia que mi pubis estaba
completamente depilado.
-¡Apa! –Exclamó
mi mamá– ¿Pensabas ver a alguien en especial con eso puesto? –todos se rieron y
yo tuve que esforzarme por no molestarme.
-Ya decía yo,
salías con la intención de irte a un hotel con alguien –acotó mi hermano –el
comentario me enfureció pero sabía que si iniciaba una trifulca luego todos me
culparían de arruinar el momento, por eso tuve que morderme la lengua yo
tomármelo con humor.
-Quería ver
si me traían algo de suerte, hay que estar siempre preparada –dije con una
sonrisa– es una lástima que la lluvia haya arruinado todo.
En la segunda
mano que perdí tuve que acompañar a mi madre y a mi hermana a exhibición de
tetas, si bien no quería hacerlo, ya no tenía motivos para oponerme, al parecer
los hombres de mi familia se quedarían con algún bello recuerdo de nuestros
pechos. Los míos eran tan grandes como los de Victoria, aunque se veían un poco
más suaves y juveniles.
-¿A mí
también me vas a decir que parecen globos a punto de reventar? –le pregunté a
mi tío en tono burlón. Él sonrió y supuse que iba a salir con otro de sus
chistes referentes a las grandes tetas, pero en ese momento notó que Mayra
parecía algo apenada por el diminuto tamaño de sus senos.
-Yo no sé qué
necesidad tienen de tener tanto busto, -dijo Alberto- al fin y al cabo no sirve
de mucho. Una linda mujer las tiene que tener como Mayra, es el tamaño ideal –mi
hermana se sonrojó, y miró al piso pero pude notar una sonrisa en su rostro.
-Coincido
totalmente –agregó mi padre para que mi hermana se sintiera mejor aún- aunque
es divertido apretarlas un rato, al fin de cuenta lo que importa está más abajo
–estiró la mano izquierda hacia su esposa y le acarició una pierna.
-A mí me
gustan grandes –acotó el boludo de Eric y tuve que darle un merecido codazo en
las costillas.
A pesar del buen
humor el juego se estaba tornando peligroso. Mi tío llevaba una leve ventaja al
tener su pantalón, pero los demás estaríamos en dificultades si perdíamos una
mano más. La tragedia cayó sobre Eric, quien tuvo una de las peores cartas que
se habían visto en el transcurso del juego.
-Está bien,
perdiste –dijo mi mamá– no hace falta que te quites lo último. Pero ya no vas a
recibir cartas –ella se caracterizaba por ser una mujer misericordiosa pero
justa.
-No perdí todavía,
el juego puede seguir. Tengo mi dignidad, si me lo tengo que sacar, me lo saco.
Mi madre
estuvo a punto de detenerlo pero Eric no le dio tiempo, se paró a mi lado y
bajó su calzoncillo con un rápido movimiento, di un saltito hacia atrás cuando
su larga y oscura verga apareció ante mis ojos bamboleándose como una serpiente
que colgaba de un árbol.
-¡Che, que no
muerde! –dijo mi papá al ver mi reacción.
Todos se
rieron, hasta Mayra, quien miraba fijamente el miembro de su hermano, yo estaba
sorprendida por el tamaño, si yo podía presumir de mis tetas él podría hacerlo
tranquilamente con su verga. La tenía a media erección y no pude evitar
preguntarme de qué tamaño sería si estuviera completamente dura. Tragué saliva
sin poder apartar la mirada de esos grandes y peludos testículos. Sentí un poco
de orgullo de hermana, si mis amigas sabían lo bien equipado que estaba,
seguramente muchas me pedirían su teléfono, incluso aquellas que se burlaban de
él por considerarlo algo bruto. Podía ser burro, pero también la tenía como un
burro.
-¿Cómo es eso
de que no perdiste? –Preguntó mi tío– ¿Qué pensás hacer si perdés otra ronda,
cortarte las bolas? –ese comentario me causó mucha gracia.
-No gracias,
prefiero conservarlas. Pero pueden ponerme algún desafío si pierdo.
-No es mala
idea –dijo mi mamá dejando el vaso en la mesa– ¿y quién decide el desafío?
-El que tenga
la mejor mano de la partida.
Tenía que
admitir que la idea era muy buena, aunque ésta proviniera de mi hermano. Ahora
tendría importancia alzarse victorioso. Todos aceptamos, aunque Mayra sólo
asintió con la cabeza tímidamente y no dijo nada.
El juego
continuó y esta vez mi tío se quedó en calzoncillos. Su cuerpo no era tan firme
como el de mi padre, pero aun así era un hombre que podría interesar a
cualquier cincuentona en busca de diversión. En la ronda siguiente mi madre
perdió su última prenda, todos quedamos a la expectativa pero al parecer ella
no quería transformar la pérdida en una tragedia griega. Sin mucho problema se
puso de pie y meneó sus anchas caderas mientras se bajaba la bombacha, dejando
a la vista una vulva con unos gruesos labios que colgaban de ella y algunos
pelitos castaños que la coronaban. Todos nos quedamos en silencio admirando
semejante aparato reproductor.
No podía
creerlo, estábamos desnudándonos delante de todos los integrantes de la casa
como si fuera lo más natural del mundo. Hay que reconocer que el alcohol tenía
mucho que ver con esto, hasta yo misma me sentía menos inhibida y hasta estaba
dispuesta a desnudarme completamente porque ya había visto a mi hermano y a mi
madre haciéndolos. Psicológicamente es más fácil seguir a los grupos y masas
que ir contra ellos, al menos así me lo explicó mi terapeuta, la que afirma que
no estoy loca y que soy una muchachita normal de 20 años con problemas típicos
de la edad, como andar llorando por los rincones porque mi novio me engañó y
luego me dejó.
En la
siguiente ronda, como si hubiera tenido la clarividencia de adivinar quién
perdería, me tocó despojarme de mi diminuta tanga. Tuve que demostrarme a mí
misma que estaba convencida a hacerlo, me puse de pie y me desnudé frente a mi
familia, Eric quedó mirando mi depilada conchita con labios más pequeños que
los de mi madre y un monte de venus bien definido.
-Cuidado que
esta sí muerde –le dije y todos estallaron en risas. A Mayra pareció causarle
más gracia de lo normal, no sabía si reaccionaba así por el alcohol o por los
nervios.
Mi hermanita
parecía un poco más tranquila porque llevaba varias rondas sin perder. En
cambio mi tío y mi papá tuvieron algo de mala suerte no les quedó más
alternativas que mostrarnos lo que les colgaba entre las piernas. El de mi tío
era el más pequeño de los tres que tenía a la vista, pero lo hubiera
considerado de buen tamaño si no fuera por la trompa de elefante que tenía mi
padre.
-Victoria,
¿Vos te casaste con Pepe porque lo viste orinando? –preguntó mi tío haciéndonos
reír a todos.
-No, me casé
con él porque lo descubrí masturbándose –nos quedamos boquiabiertos- fue en un
campamento que hicimos hace muchos años, cuando todavía éramos amigos. El señor
no tuvo mejor idea que meterse en mi carpa a sacudirse el ganso.
-¡Papá, no te
creía capaz de eso! –la situación me divertía y por extraño que parezca no me
incomodaba imaginar a mi padre haciéndose una paja.
-Fue el mejor
error de mi vida hija, mirá lo que conseguí gracias a eso –dijo acariciando la
pierna izquierda de mi madre muy cerca de su vulva- además, en mi defensa tengo
que decir que tu madre no es de las que gritan y salen corriendo en esas
situaciones sino que es de esas que dicen “Yo te ayudo”.
Sentí una
gran ola de calor en mi entrepierna imaginando a mi madre montándose sobre esa
gran verga y tuve que esforzarme para apartar esas imágenes de mi cabeza. A
excepción de mi hermanita, todos ya estábamos completamente desnudos y ahora
comenzaba una nueva etapa en el juego, la cual me asustaba un poco.
Se
repartieron nuevamente las cartas y me tranquilicé al ver que recibí dos ases,
era difícil que mi mano sea la peor. El que se llevó las peores cartas fue mi
papá, y mi mamá se coronó con un póker de dieces, por lo que ella debía decidir
qué desafío poner a su marido.
-Tiene que
ser algo bueno mamá –le dijo Eric– algo que lo avergüence –a mi madre pareció
agradarle la idea porque se puso a pensar con un dedo en su barbilla y una
linda sonrisa.
-¡Ya sé!
Viene muy bien con la historia de la carpa. Tenés que tocártela –dijo por fin,
yo abrí grande los ojos y la quedé mirando.
¿De verdad
quería que mi papá se tocara el pene delante de sus hijas? Me pareció que el
juego había llegado demasiado lejos y pasó justo lo que yo temía, al parecer
los desafíos tendrían connotaciones sexuales. ¿Acaso qué imaginaba, que lo
haría correr media hora bajo la lluvia? No era una mala idea pero no encajaba
con la definición de Strip Póker.
-Qué mala que
sos Viki –ese era el diminutivo de Victoria -¿por cuánto tiempo tengo que
hacerlo?
Al parecer
estaba dispuesto a llevar a cabo el vergonzoso desafío. Ella meditó unos
segundos y se fue a buscar algo a un mueble de la sala, mostrándonos su colita
parada y su vulva dibujándose debajo de ella. Regresó con un cronómetro que
usaba a veces cuando salía a trotar.
-Dos minutos
–con eso quedó establecido el tiempo para la mayoría de los desafíos.
Mi madre
sonreía de forma extraña ¿le pondría cachonda toda esta situación? Debía ser
así puesto que es la única explicación que se me ocurría para que obligara a su
marido a hacer semejante cosa delante de nosotros. Mi padre corrió su silla
hacia atrás y se agarró el paquete con la mano izquierda, ya que él es zurdo. Victoria
puso en marcha el cronómetro y todos nos quedamos mirando cómo lo hacía, se
tocaba despacio subiendo y bajando la mano por su pene haciendo que su prepucio
cubriera el glande y luego lo dejara a la vista una vez más, me sorprendió ver
que su pene no cambiaba de tamaño.
-Pepe –dijo
mi tío- ¿me vas a decir que en todos estos años no aprendiste a pajearte
siquiera, ¿así fue como conquistaste a mi hermana? –noté como Mayra se
ruborizaba pero sonreía y mi hermano se ría a carcajadas, debía estar borracho.
Hasta mis padres sonrieron.
Eso lo obligó
a tocarse con más de ímpetu, deslizó su prepucio tapando la cabeza del pene y
volvió a bajarlo, lo hizo varias veces. Su miembro fue ganando tamaño de a
poco, yo miraba fijamente su aparato pero en cuanto levanté la mirada me
pareció que estaba mirando directamente hacia mi vagina, yo tenía las piernas
algo separadas, instintivamente quise cerrarlas pero me reprimí porque todos
notarían mi repentina acción. Además no podía estar completamente segura de que
estuviera mirándome. Cuando los dos minutos pasaron mi madre dejó el cronómetro
sobre la mesa y mi tío se encargó de repartir las cartas, nadie dijo nada sobre
lo ocurrido, como si nunca hubiera pasado.
Una fea
combinación de números bajos hizo perder a mi papá otra vez. Tiró las cartas
sobre la mesa simulando enojo, pero en realidad se lo tomaba con gracia. Esta
vez le tocó a mi hermano plantear el desafío, sin pensarlo mucho dijo.
-Chupale un
pezón a mamá.
-Bueno -contestó
él encogiéndose de hombros- no es algo que no haya hecho antes.
-Es cierto
Eric, es un tanto aburrida tu prenda –me sorprendió que mi mamá dijera eso,
pero vi sus ojos un tanto vidriosos por tomar tanto alcohol y supe que ese era
un factor importante en su queja.
-Entonces que
le chupe uno a Nadia -propuso mi hermano, lo miré con el ceño fruncido, estaba
a punto de decirle “¿Y por qué no te chupa una tetilla a vos?” pero me reprimí
porque estaba segura que ese comentario enfadaría a muchos. De todas forma me
quedé preocupada, mordiendo mi labio inferior -¿son dos minutos, cierto?–
preguntó Eric tomando el cronómetro.
Mi padre no
se inhibió mucho ni se percató de mi preocupación. Se acercó a mi pecho
izquierdo y lo tomó suavemente con una mano sin mucho preámbulo. Estuve a punto
de pedirle que no lo hiciera pero en ese momento acercó su boca y el cronómetro
se puso en marcha. Sus lamidas eran suaves y poco libidinosas, hasta había
cierta ternura en ellas, su lengua giraba alrededor de mi pezón que se puso
duro como la piedra, el calor en mi entrepierna se hizo más intenso y empeoró
todavía más cuando sentí la punta de su pene rozando mi rodilla. ¿Acaso él era
consciente de que esa era la teta de una de sus hijas? Intenté apartar la vista
pero no podía dejar de mirar hacia abajo. Los dos minutos se me hicieron
eternos pero apenas se escuchó un agudo pitido en el reloj, mi padre se alejó.
Yo debía estar toda roja, era lo más extraño que me había tocado vivir, que mi
propio padre me chupara una teta. Aún no podía comprender cómo habíamos
accedido a jugar este peligroso juego.
Mientras yo
rogaba por recibir buenas cartas en la próxima ronda vi que Eric tenía la pija
dura y que ésta se inclinaba un poco hacia la izquierda, como si apuntara hacia
mí. Él no era el único en ese estado, los otros dos hombres también exhibían
marcadas erecciones. La pequeña Mayra tampoco era inmune a la libidinosa
situación, noté una mancha de humedad en la parte inferior de su tierna
bombachita rosa. La única que no mostraba signos de excitación era mi
madre.
La racha de
buena suerte de mi hermana se terminó en la siguiente ronda de juego y no tuvo
más remedio que enseñarnos su conchita. Nadie le hizo comentario alguno sobre
lo evidentemente mojada que estaba su bombacha porque no queríamos
avergonzarla. Nos tomó a todos por sorpresa al mostrarnos una delicada rajita
con finos labios y un pequeño botoncito duro, pero las sorpresas no terminaron
allí, también la llevaba completamente depilada, como yo. No sabía de dónde
había sacado la idea pero tengo que tener presente que ella es toda una mujer y
tiene su propia vida íntima y hasta hace poco tuvo un noviecito, aunque no sé
si habrán llegado muy lejos, el chico parecía un poco pelotudo. Para rematar
pude ver unas hebras de flujo entre sus labios y cuando se sentó con las
piernas algo separadas, su vagina se abrió un poco mostrando lo mojada que la
tenía. Se me hizo raro que no juntara sus rodillas, pero también culpé al
alcohol por esto.
Ella no había
terminado de sentarse que ya estaban repartiendo los naipes otra vez mientras
hacían chistes boludos en un intento por desviar la atención. Logré conseguir
una escalera, aunque era de números bajos, seguía siendo el mejor juego de la
mesa y el peor estaba en manos de mi madre, que parecía tener cinco palos
diferentes en sus cartas, eran pésimas. Debía ser yo quien dictara la sentencia
y luego de lo que me hicieron pasar al permitir que mi padre me lamiera una
teta, tenía sed de venganza.
-Tocásela al
tío Alberto –fue lo más zarpado que se me ocurrió y pensé q me había pasado
cuando veo que ella estira su mano izquierda y le agarra el palo de carne a su
hermano. Mi padre puso en marcha el cronómetro y mi mamá lo masturbó lentamente
pero apretando bien su mano.
-Aprendé de
ella Pepe –le dijo mi tío para bromear– ella si sabe lo que hace.
-Es que vengo
de una familia de pajeros –el comentario de mi madre fue como un revés en la
cara de Alberto y nos hizo reír a todos, inclusive a él mismo.
La prueba
transcurrió sin demasiado entusiasmo y durante ese corto período de tiempo mis
ojos pasaron de un pene a otro, descubrí a Mayra haciendo lo mismo, me
preguntaba si alguna vez había visto un pene en vivo y en directo, yo sólo
conocía el de mi ex novio y no era nada comparado con estos ejemplares.
En la
siguiente partida mi madre volvió a perder y fue Eric quien propuso el nuevo
desafío. Ella debía darle un beso a Mayra, durante unos largos dos minutos, lo
cual es mucho tiempo para un simple besito.
-No, esperá –se
quejó mi mamá, al fin había recapacitado un poco– eso sería como si la prenda
fuera para las dos, al fin y al cabo un beso es algo mutuo. ¿Dónde está la
gracia? –no había recapacitado un carajo, pero al menos apelaba a la justicia.
-Bueno… a ver
–al pobre Eric le criticaban todos los desafíos, pero esta vez se las ingenió para
salir del aprieto– Mayra tiene que decir si pasaste la prueba o no, si a ella
no le gusta el beso vas a tener que hacer otro desafío.
-Así que ella
se arriesga a tener dos desafíos seguidos –dijo mi hermanita con tono serio,
como si fuera la jueza de un concurso televiso.
-Eso me
parece mucho más interesante –dijo mi mamá poniéndose de pie.
Se ubicó a la
derecha de su hija menor y la tomó por el mentón con suavidad haciendo que ésta
incline la cabeza hacia atrás. Mayra parecía un tanto nerviosa y mantenía la
boca bien cerrada, en cuanto los labios de mi madre tocaron los suyos puse el
cronómetro en cuenta regresiva, en este momento ya no me parecía tan grave que
se besaran, luego de lo que había ocurrido. Victoria movió su boca con suavidad
y ternura y eso hizo que mi hermanita aflojara un poco su tensión, sus labios
se separaron. Me pareció ver que mi mamá le introducía un poco la lengua y lo
corroboré cuando la retiró y apareció la lengua de Mayra, persiguiéndola. Al
fin ambas las entrelazaron en un beso que se volvió bastan erótico y apasionado.
En cuanto el tiempo terminó mi tío aplaudió, a lo que nos sumamos mi padre, mi
hermano y yo. Mayra estaba sonrojada al máximo pero con una amplia sonrisa en
su rostro, sus tetitas subían y bajaban al ritmo de su respiración. Todos
esperábamos expectantes su veredicto cuando levantó el pulgar de una mano. Mi
madre sonrió y volvió a su asiento orgullosa.
En ese
momento pensé que el juego, a pesar de ser extraño y un tanto enfermizo, era
entretenido y producía una calentura inimaginada para mí.
Esta vez las
cartas decidieron que Eric tenía que “pagar” y mi padre era su verdugo. Eric
debía hacer un bailecito erótico pegado a mi mamá y aplicando la norma del
desafío anterior, ella debía decidir si el chico la superaba o no. Como dos
minutos pareció un tiempo muy reducido, se estableció que el baile debía durar
cinco minutos. Estuvimos todos de acuerdo y para mejorar el ambiente Eric puso
música lenta de una banda que yo ni conocía, pero que era aceptable para la
ocasión.
Mi madre se
acercó hasta donde estaba yo y tuve que correr mi silla bastante más atrás,
para darles lugar, Eric se colocó detrás suyo y yo era la única que veía la
escena desde atrás, en semi perfil. Comenzaron a bailar lentamente, mi hermano
pegó su pecho a la espalda de esa atractiva mujer y comenzó a acariciarle las
piernas por los lados. Los segundos parecían transcurrir a un ritmo muy lento.
-¿Si agarro
las tetas sumo puntos? –preguntó mi hermano.
-Puede ser –respondió
Viki.
Sin perder el
tiempo puso sus manazas sobre los senos y los apretó suavemente, de verdad
parecían globos llenos de agua. Los rítmicos movimientos de Eric provocaron que
la punta de su dura verga quedara apretada contra la vulva de mi mamá y allí
supe que el desafío del baile no era tan inocente como me lo pareció en un
principio. Mi asombro creció cuando la vagina de mi madre pareció abrirse para
que el glande quedara suavemente posado en su centro viscoso. Si bien no entró
nada, el pene estaba peligrosamente cerca de ella. Se me aceleró el pulso y me
pregunté qué sentiría Victoria al ser arrimada de esa forma por su único hijo
varón.
Creí que mi
madre se apartaría, pero al parecer no le importo. El resto acompañaba el
bailecito con las palmas pero imaginaba que no sabrían sobre lo que estaba
ocurriendo detrás. La verga se fue untando con ese abundante fluido y el muy
desgraciado inició un lento vaivén con su pelvis haciendo que su aparato se
deslice de abajo hacia arriba entre los voluptuosos labios. No sé cuántos
minutos llevaban transcurridos hasta entonces, pero lo peor aún no había
llegado. Mi madre se inclinó un poco hacia adelante levantando más su colita,
sus grandes nalgas se abrieron y pude verle el asterisco, al mirar la verga
noté que el glande ya no estaba a la vista y un escalofrío cruzó mi cuerpo,
pero no podía asegurar si éste se había perdido entre los carnosos labios de mi
madre o había entrado. De pronto lo vi apareciendo de nuevo, pero con un rápido
deslizamiento llegó hasta el ano. Fue el mismo Eric quien obligó a Viki
agacharse un poco más, sin dejar de sobarle las tetas que ahora se balanceaban
bajo el pecho de mi madre. Noté como él ejercía presión con su verga sin el
menor pudor. Era obvio que no estaba entrando, pero el culito de mi madre
parecía hundirse. Por fin sonó el pitido del cronómetro indicando que el tiempo
se había terminado. Mi hermano se apartó de inmediato regresando a su silla.
Por unos segundos pude ver que lo que antes era un apretado y cerrado culito,
ahora formaba una pequeña argolla levemente abierta, mis manos temblaron, esto
era demasiado.
-¿Qué te
pareció el baile mamá? –preguntó Eric mientras ella regresaba a su silla.
-Bastante
zarpadito –los demás habrán pensado que se refería a la sobada de tetas, pero
yo sabía que se refería a las insolentes arrimadas– pero te doy la prueba como
superada.
Cuando me
levanté de la silla para arrimarme otra vez a la mesa, vi que el cuero del
tapizado estaba todo mojado, producto de mis propios jugos vaginales. Tenía
ganas de buscar una servilleta de papel, limpiar la silla y secarme la rajita, pero
eso me pondría en evidencia así que me senté sin más mirando las nuevas cartas
que aguardaban por mí. Ni siquiera presté atención, tomé varios sorbos de vino
como un intento por serenarme, me olvidé por completo del juego por unos
instantes y eso me llevó a perder la partida.
-¡Al fin
nena! Pensé que no ibas a perder más –dijo Mayra. No me había dado cuenta pero
desde que quedé completamente desnuda no había vuelto a perder. Mi hermana era
la que debía decir mi castigo. Después de meditar un rato dijo– Tocásela a
papá.
Por un
momento pensé que la niña se apiadaría de mí y quitaría un poco del ingrediente
sexual a los desafíos. ¿Me habrá pedido eso por seguirles la corriente a los
demás?
-Tiene que
ser por cinco minutos –agregó Victoria- dos minutos para los desafíos es muy
poco tiempo.
Sabía que no
podía negarme, no podría ganar una discusión con mi madre, así que acerqué mi
silla hacia mi padre sin chistar. Tuve que juntar coraje para agarrar semejante
pedazo y cuando lo aferré con mis dedos no me atreví a moverlos. El tiempo
corría y yo no hacía nada. Estaba petrificada sintiendo el palpitar de ese duro
pene entre mis dedos.
-¡Hey, eso es
trampa! –Se quejó Eric– que empiece el tiempo otra vez –miré a mi hermano con
una ira asesina pero todos estuvieron de acuerdo en reiniciar el cronómetro,
especialmente mi madre, que era la encargada de impartir justicia en la mesa.
Esta vez me
vi obligada a mover la mano, de lo contrario nunca me permitirían soltarle la
verga a mi papá. Por más incómoda que me pareciera la situación, recorrí de
arriba hacia abajo todo el tronco, presionando un poco su glande, intenté
mantener buen ritmo a pesar de que moría de vergüenza. Me preguntaba si él
estaba disfrutando de estos toqueteos o si sólo lo consideraba parte de un
“inocente” juego. Apenas escuché el salvador pitido del cronómetro la solté.
Noté que mi palma había quedo un poco viscosa. No lo podía creer, tenía líquido
preseminal de mi propio padre. Disimuladamente me lo limpié sobre la pierna y
el juego continuó.
Nuevamente
ganó la más pequeña y mi madre quedó en último lugar. En un principio pensé que
Mayra había sido un poco severa conmigo, pero lo que dijo después me demostró
que había sido muy compasiva. ¿Qué le pasaba a esta chica?
-Chupásela a
papá –le dijo a mi madre y mis ojos quedaron grandes como platos.
-Pero eso ya
lo hice muchas veces –afirmó Viki.
-Pero
nosotros nunca lo vimos –el argumento de Mayra era muy bueno.
- Inteligente
la chiquita –dijo mi tío frotándose las manos– por fin algo de acción.
Si todo lo
que ocurrió mi tío no lo consideraba “acción” entonces no sé cómo lo
catalogaría. En cuanto vi a mi madre arrodillándose en el suelo tuve que tomar
un largo trago de vino tinto, estaba puro y caliente, pero no me importó. Sin
mucho preámbulo ella agarró el falo de mi padre y se lo introdujo casi completo
en la boca. Jamás había imaginado a mi mamá como una “petera”, pero sus gruesos
labios se desenvolvían con gran habilidad. Subía y bajaba la cabeza
frenéticamente, evidentemente el alcohol había nublado un poco sus inhibiciones
y la llevaban a hacerlo como si estuvieran solos en su cuarto. Llegó a tragar
entera toda la verga de mi papá, yo la observaba atentamente intentando
aprender de sus movimientos, yo no era virgen pero jamás había hecho sexo oral,
me daba bastante asco, pero en ese momento me pareció algo muy natural y hasta
placentero, especialmente al ver las expresiones en la cara de mi padre, sus
negras cejas se arqueaban y sos ojos se cerraban con fuerza mientras acariciaba
el cabello de su esposa, esa imagen me produjo morbo. ¿Así eran ellos siempre
en la intimidad? Los cinco minutos finalizaron repentinamente. Aplaudimos a mi
madre por su excelente mamada, la verga de mi padre estaba más dura y gorda que
nunca y de ésta goteaba saliva.
Tuve que
admitir que a pesar de que el juego se estuviera tornando cada vez más picante,
a mí ya no me molestaba tanto, me daba algo de morbo y curiosidad y podía
sentir un intenso calor en mi desnuda vagina. En este momento no tenía ningún
problema en estar desnuda frente a mi familia, ya ni siquiera intentaba cerrar
las piernas ni cubrir mis tetas con los brazos, a pesar de que Eric me mirara a
cada rato, pero en realidad él miraba a todas las presentes y yo misma me di
cuenta que me quedé mirando su dura verga más de una vez. Al parecer Mayra
pensaba igual que yo, la vi tomando un trago de vino con gaseosa y noté que
tenía las piernas bastante separadas. La silla estaba toda pegoteada por sus
flujos y varios hilitos se formaban entre su conchita y el tapizado. Por estar
ensimismada en mis pensamientos volví a perder y esta vez fue mi padre el que
me desafió.
-Hacele una
“turca” a tu tío –la voz de mi padre me arrancó de mis pensamientos, lo miré
confundida. No sabía qué era eso de “turca”, tuve que preguntar.
-Básicamente
tenés que ponerte la verga entre las tetas –me respondió una voz femenina, pero
no era la de mi madre. Al parecer Mayra sabía perfectamente lo que era una
“turca”. Todos se rieron menos yo, no sabía dónde había aprendido tanto de sexo
mi dulce hermanita.
Al pararme me
mareé un poco, pero pude disimularlo. No era mi primera borrachera así que
sabía cómo dominarme. Mi tío me esperó sentado con las piernas separadas y una
amplia sonrisa en sus gruesos labios. No sabía qué hacer, pero me di cuenta que
debía arrodillarme, ese era un paso obvio. Tomé mis grandes tetas y las acerqué
a su pene erecto, con un poco de dificultad logré apretarlo entre ellas. La
sentí húmeda y pegajosa y el corazón se me aceleró al límite.
-Ahora
movelas –me indicó mi mamá mientras ponía el reloj en marcha. Por el tono de su
voz noté que estaba tan borracha como yo.
Apretándolas fuerte
comencé a subirlas y bajarlas, intentaba apartar mi cara ya que al bajar el
pene quedaba muy cerca de mi boca. Alberto parecía estar disfrutando bastante
de los grandes atributos de su sobrina porque podía ver gotitas de líquido
preseminal saliendo de la punta y cayendo sobre mis blancas tetas. En una
ocasión bajé más de lo calculado y el húmedo glande tocó mis labios, sentí un
sabor amargo que me molestó bastante pero disimulé mi disgusto continuando con
mi tarea. Cuando terminó el tiempo volví a mi silla sin limpiar las gotitas de
fluido que chorreaban por el centro de mis senos, fue una rara experiencia que
me permitió conocer un nuevo uso para ellos. Era obvio que el alcohol estaba
haciendo estragos en mí ya que al sentarme puse los pies sobre los travesaños
laterales que unían las patas de la silla, esto me dejó con las rodillas
flexionadas y con mucha separación entre ellas. Mi hermano clavó su mirada en
mi entrepierna pero no le di importancia. Acomodé mi largo cabello castaño y
tomé un sorbo de vino para sacarme el mal sabor de la boca.
Esta vez
intenté concentrarme un poco más en las cartas para no perder y con un poco de
suerte conseguí un hermoso póker de ases, todos aplaudieron ya que era el
primero que se veía en el transcurso del juego. Vi que el perdedor era mi papá.
Quería vengarme por lo que me hizo hacer, admito que tenía la cabeza un poco
obnubilada por el alcohol, por lo que decidí dejar de beber, al menos por unos
minutos. Pensé en una escena morbosa, algo que lo afectara porque yo nunca me
olvidaría en mi vida de la vez que tuve la verga de mi tío entre mis tetas y
mucho menos me olvidaría del sabor de su líquido preseminal.
-Lamésela a
Mayra –fueron mis palabras, hasta yo dudaba de haberlas dicho, pero fue lo
primero que se me ocurrió. De inmediato miré a mi hermanita y noté la
preocupación en su rostro– perdón –le dije sinceramente- si te molesta la
cambio.
- Está bien,
no pasa nada –me respondió con una sonrisa un tanto forzada, debía admitir que
la chica era valiente.
Ella deslizó
su silla hacia atrás y Pepe se le acercó con cautela rascándose su maraña de
cabellos negros con la verga apuntando hacia adelante. No sabía muy bien cómo
lo harían pero Mayra me respondió al levantar sus piernas hasta que las
rodillas quedaron cerca de sus tetas. La piba era bastante flexible y estaba
dispuesta a entregarse por completo. Su almejita rosada se abrió exponiendo una
brillante perla. Cuando mi papá se agachó delante de ella noté que había una
buena cantidad de espeso líquido fluyendo lentamente fuera del agujerito
vaginal. Al parecer las mujeres de mi familia lubricábamos más que bien. Eric
apretó el botón del cronómetro justo cuando nuestro padre dio la primera
lamida, juntando jugo sexual con su lengua. Mayra cerró los ojos, supuse que no
quería ver quién se la estaba chupando. Pensé que ésta sería su primera
experiencia con el sexo oral. La lengua de Pepe se movía de abajo hacia arriba
con gran destreza, de vez en cuando dio algunos suaves chupones al clítoris
haciendo que la jovencita apretara más sus ojos intentando reprimir algún
gemido.
Los cinco
minutos llegaron a su fin, mi padre se puso de pie y caminó con su verga por
delante hasta su sitio aparentando toda la normalidad que podía darle a esta
extraña situación, Mayra permanecía inmóvil, se miraba la conchita que ahora
estaba más empapada que antes, al sumarse la saliva de su papi. A pesar de que
yo puse la prenda me pareció un verdadero exceso, el juego ya había llegado
demasiado lejos, pero no me atrevía a decirlo, además el hacerlo contradeciría
mi propio morbo, no podía entender por qué esto me excitaba tanto sabiendo lo
mal que estaba. Cuando ella por fin se acomodó en su silla pude notar que se
llevaba una mano a la entrepierna y la dejaba apretadita ahí, manteniendo las piernas
firmemente juntas. Quería ver más pero las cartas ya estaban sobre la mesa.
A pesar de
que obtuve un grupo decente de cartas, con dos pares, perdí, ya que éstos eran
de números bajos y todos lograron armar un juego mejor al mío. Eso sí que era
mala suerte. Eric se consagró con un full de tres nueves y dos reinas. Esperé
resignada a que me indicara mi próximo desafío. Miró fijamente las tetas de mi
mamá y pensé que me pediría que las chupe. No es que quisiera hacerlo, pero me
parecía un castigo leve. Por desgracia estaba muy equivocada.
-Tenés que…
chupársela a papá.
-¡Apa! –Exclamó
mi mamá, mentalmente le pedía que por favor parara todo– la cosa se pone
interesante –otra vez defraudada por mi propia madre.
Me quedé
quieta en mi silla durante varios segundos, todos estaban expectantes, rogaba
que alguno recobrara la cordura y dijera algo pero sólo podía escuchar el ruido
producido por los truenos y la lluvia. Intenté dejar mi mente en blanco y de
pronto me vi arrodillada ante la enorme verga de mi padre, en ese momento un
pensamiento me cruzó por la cabeza, si tenía que chupar alguna de las vergas
presentes, prefería que sea esta. La aferré con mi mano derecha y le pasé la
puntita de la lengua por el tronco iniciando mi tarea para poder terminarla lo
antes posible, pero no me animaba a continuar, mi padre me observaba con una
cálida sonrisa. ¿A caso no pensaba en que era su propia hija la que se la
estaba por mamar?
Forzosamente
subí mi lengua hasta tocar la punta de su glande, para mi sorpresa el sabor no
era malo, sólo algo saladito. Me pregunté por qué la de mi tío era tan amarga,
supe la respuesta al tragar un poco del espeso líquido que fluía de la punta.
No quise detenerme para que no me obligaran a iniciar todo otra vez. Hice girar
la lengua alrededor de esa enorme cabeza intentando recordar cómo lo había
hecho antes mi madre, pero no me animaba a llegar tan lejos. Metí el glande en
mi boca apretando fuerte los labios y seguí jugando con mi lengüita. Me mantuve
así durante unos segundos hasta que oí la voz de Victoria.
-Ponele un
poco más de ganas Nadia –no me estaba retando, sino más bien animando.
Una vez más
temí que me obligaran a comenzar desde cero e hice un enorme esfuerzo para
engullir esa gran pija de a poco. Mi saliva me ayudaba con la tarea, no era tan
difícil tenerla en la boca, la comisura de mis labios se estiraba mucho y me
producía cierto dolor. Cuando llegué a la mitad retrocedí hasta la punta para
volver a tragar. Me sorprendía que pudiera contenerla dentro a pesar del
esfuerzo. Subí y bajé la cabeza unas tres veces más y todos comenzaron a
animarme diciéndome cosas. “Eso así”, “Vamos más rápido”, “Demostrá que sos
hija de tu madre” ese último comentario vino de la boca de mi tío. Los vítores
me estimularon un poco y comencé a dar mamadas más rápidas y profundas, sentía
mi conchita chorreando jugos. Tenía las piernas algo separadas y casi sin darme
cuenta llevé una mano a mi clítoris y comencé a estimularlo sin dejar de
chupar. Rogaba que nadie se diera cuenta que me estaba tocando. El calorcito me
desinhibió y empecé a mamar tan rápido como podía y dando fuertes chupadas
cuando llegaba a la punta haciendo que mis cabellos saltara para todos lados,
creí que me iba a desnucar en cualquier momento y sentía el glande chocando
contra el fondo de mi garganta. Por miedo a que esto me hiciera vomitar, la
saqué de mi boca. Se me ocurrió sumar las tetas al juego, así me obligaría a
apartar la mano de mi rajita y no la tragaría tanto. Enfundé la verga de mi
padre con los senos y seguí chupando mientras las movía de arriba hacia abajo,
este era el primer pete que hacía en mi vida y seguramente me dejaría una
oscura e imborrable mancha cada vez que recordara que lo hice con mi padre, a
pesar de esto di fuertes chupones al glande. Todos festejaron mi atrevimiento.
En ese momento mi madre dijo algo que me devolvió a la realidad:
-¿Cuánto
tiempo va? –no obtuvo respuesta inmediata, seguí chupando.
-Uy, nadie
prendió el cronómetro –dijo mi tío y ese momento me saqué la verga de la boca.
Calcularon
que habían pasado entre ocho y nueve minutos, casi el doble de lo establecido.
A mi sinceramente no me importó, pero tenía mi orgullo y quería hacerme valer.
-Eso es
injusto –me quejé– ahora deberíamos subir el tiempo de las prendas a ocho
minutos –no daba crédito a mis propias palabras.
-Creo que
sería lo más justo –dijo mi madre mientras yo regresaba a mi silla.
Miré a mi papá
y éste me observaba con una extraña sonrisa en el rostro y con la poronga en la
mano. Le sonreí de la misma forma y mi corazón dio un salto cuando una frase
cruzó por mi mente “Ya te la voy a chupar otra vez”. Me quedé muy quieta con el
pulso acelerado mirando esa gorda y larga verga. Entre la pesadez que me dejó
la borrachera y lo ocurrido no pude evitar imaginar una escena en la que
entraba al cuarto de mi padre y éste me esperaba con la pija dura y yo se la
comía toda, tal y como lo había hecho apenas un minuto antes. Sacudí mi cabeza
en un intento por borrar para siempre de mi mente todas esas locas ideas.
Una vez
establecido el nuevo reglamento, seguimos jugando. Nadie se aburría de las
cartas, éstas tenían cada vez mejor sabor porque no sabíamos lo que estaba en
juego. En mi interior no paraba de repetirme que todo esto era demencial, pero al
mismo tiempo me calentaba mucho. De pronto mi hermano dio un grito triunfal, él
debía elegir la siguiente sanción y mi mamá sería su víctima. Quedamos
expectantes mientras pensaba en algo, solía ser el más lento para decidir, tuve
que darle un golpecito en la cabeza diciéndole:
-Dale che,
que esto no es ajedrez –eso hizo reír a todos, pero para Eric quedé señalada
como su víctima número dos.
-¡Ya sé!
Mamá, chupásela a Nadia –me arrepentí al instante de haberlo golpeado.
Era el primer
desafío verdaderamente lésbico de la noche. Lo de las tetas fue una sonsera
comparado a los desafíos que nos impartíamos ahora. Mil cosas pasaron por mi
cabeza. ¿De verdad mi madre iba a comerme la rajita? Mientras Viki caminaba
hacia mí con paso sensual me puse muy incómoda, ella parecía totalmente
decidida o bien estaba completamente borracha.
Esa misma
madre que todas las mañanas me preparaba el desayuno… me comería la concha. No
podía asimilar esa idea. Me puse más cachonda, aunque intentaba reprimirme. Ni
siquiera me di cuenta que ella ya estaba arrodillada ante mí y me había
separado las piernas ¡De verdad me la iba a chupar! Mi corazón se puso a mil y
el cronómetro se puso en marcha. Al instante sentí el primer roce contra mi
clítoris. Cerré los ojos, no quería ni mirar. Pude sentir cómo me chupaba el
botoncito con fuerza y crucé mis piernas en su espalda, dejando su cabeza
atrapada en el centro.
Se me estaban
alivianando las piernas, ya no podía pensar claramente, podía sentir un intenso
calor bajando por mi vientre. La lengua de Victoria hacía un trabajo excelente,
no podría aguantar ocho largos minutos de esta tortura tan placentera. Pude
escuchar mis propios gemidos aunque entendía por qué estos salían de mi boca
sin mi permiso. Estaba al borde de un orgasmo, intentaba reprimirlo con todas
mis fuerzas, pero mi madre empleó dos de sus dedos, los incrustó dentro de mi
agujerito y dio un fuerte chupón a mi clítoris. No pude aguantar más, sabía lo
que vendría y no quería que ocurra frente a mi familia. Mi pubis estaba a punto
de estallar, sentía espasmos internos y no sabía qué hacer, quería irme de allí
antes de que alguno lo notara, me puse de pie de un salto apartándome de mi
madre, era como si estuviera por orinarme encima y no tener dónde hacerlo, miré
para todos lados y llevé la mano izquierda a mi vagina. Gran error, el solo
contacto estimuló mi clítoris al límite y estallé.
El orgasmo
fue tremendamente intenso, no pude reprimir mis gemidos, que se parecían más a
gritos de agonía y desesperación. Instintivamente estiré mi mano derecha hacia
mi madre pero no pude agarrarme de ella. Un fuerte chorro de líquido salió de
mi concha y cayó al suelo en una lluvia de placer. Intenté tapar el orificio de
salida con los dedos pero no sirvió de nada, más jugo salió despedido de ella
salpicando todo el piso y otro grito salió de mi garganta. Las piernas ya no me
sostenían, fui cayendo de rodillas lentamente, mi madre me tomó de la mano
derecha y me sostuvo pegándose a mí. Con eso además me cubría un poco de la
vista de los demás. La cabeza me daba vueltas, en parte se debía a las grandes
cantidades de alcohol ingerido, no sabía ni dónde estaba, sentí algo húmedo
contra mi mejilla y un fuerte olor a sexo femenino que me embriagó todavía más.
Mi obnubilada mente se percató de que estaba muy cerca de la vagina de mi
madre, tenía los ojos cerrados y sentía que el piso se inclinaba de un lado
para el otro, mi cara se frotó contra los carnosos labios vaginales llenándose
de fluido, por alguna razón esto no me molestaba, al contrario, me confortaba
esa calidez maternal. La concha quedó contra mi boca y como un bebé que busca
una teta, me prendí de uno de sus carnosos y voluptuosos labios vaginales.
Chupé intensamente absorbiendo todo el líquido que lo empapaba. El sabor era
muy intenso, algo salado pero maravillosamente dulce para mí. Era mi forma de
agradecimiento. Esa mujer no sólo me había dado la vida sino que también me dio
el momento más placentero que había experimentado jamás.
Recobré la
compostura y me di cuenta del tremendo papelón que había hecho. Por suerte
nadie pudo ver las chupadas que le di a la concha, eso sólo quedaría entre mi
madre y yo. Me puse de pie intentando mantenerme derecha, preparándome para el
torrente de burlas y comentarios hirientes, pero ninguno hizo nada de eso, todo
lo contrario. Mi hermanita comenzó a aplaudir entusiasmada y todos se le
sumaron, Victoria inclusive. Me sentí como una actriz de teatro al finalizar la
función, no pude evitar sonreír. Hice un par de reverencias a mi halagador
público. Hasta mi hermano parecía encantado y me sonreía como nunca lo había
hecho.
La verdad es
que a esta altura, y luego de ese tremendo orgasmo, ya no quería que el juego
terminara, le había encontrado el gustito a la situación y me intrigaba saber
qué pasaría con mi familia de ahora en adelante. La siguiente en perder fue mi
hermanita y mi papá tuvo que imponerle el desafío. Ella parecía nerviosa y se
sonrojó bastante, al Pepe lo notó e intentó ser suave.
-Tenés que
bailar para tu hermanito –le dijo. Mayra lo miró de forma extraña, con el ceño
fruncido, no logré adivinar en qué pensaba.
Supuse que se
negaría a seguir con todo esto, pero se levantó de la silla y tomó a Eric de la
mano indicándole que se parara. Mi tío puso la misma música sensual con la que
se había bailado antes y Mayra se puso de espaldas a su hermano, debía bailar
durante ocho minutos y ganarse la aprobación del muchacho. Ella comenzó a
bambolear su redonda cola de un lado a otro, parecía una odalisca. Pegó su
espalda al pecho de mi hermano y éste la tomó por la cintura. La respingada
colita de la muchachita rozaba el pene que tenía detrás, cuando intentó pegarse
un poco más a él Eric se apartó un poco, lo cual me extrañó mucho, luego de la
reacción que había tenido al bailar con mi mamá arrimándola descaradamente.
La grácil
mujercita provocó que la punta del pene se pierda entre sus glúteos. Su hermano
comenzó a acariciarle el vientre suavemente, pero no intentó ir por sus pechos
ni presionó con su pelvis, a pesar de tener el miembro ya dirigido hacia la
zona más prohibida de su tierna hermanita. Ella, por el contrario, se inclinaba
hacia adelante parando la colita, era como si buscara el roce. Sus nalgas se
abrieron mostrándome su apretado y rosado ano, el glande estaba apoyado justo
contra él, pero Eric parecía estar retrocediendo disimuladamente. No podía
verle la cara a Mayra, pero sus movimientos dejaron de ser sensuales y el
tiempo se estaba acabando.
Con el final acercándose,
logró pegarse mucho al duro pene y mi hermano ya no pudo retirarlo. Me
sorprendió mucho lo que vi. Ella incrementó la presión y su pequeño culito
comenzó a abrirse notoriamente. Solamente yo podía ver eso, el resto parecía
ajeno a la situación y observaban con una sonrisa en sus rostros. La punta del
pene comenzó a deslizarse mientras el anillo anal se abría más y más. La
dilatación no paró hasta que todo el glande se perdió dentro. No podía creer lo
que veían mis ojos. Mayra se movió sensualmente una vez más y Eric le apretó
las tetas sin siquiera sacar la verga que le estaba taladrando el culo a su
hermanita, aunque tampoco intentó presionar más. El pene había perdido su
cabeza y estaba evidentemente incrustado en el culo de la pequeña.
El tiempo
terminó y vi el glande emergiendo como si fuera una mano sacándose un guante.
El culito de mi hermana había quedado muy abierto formando una “O” que fue
cerrándose de a poco. Regresó a su silla con el ceño fruncido y los labios
apretados. Eric le dio un diez por su gran baile, pero ella no pareció
contenta. De algo estaba segura, de ahora en más mi hermano se haría mil pajas
pensando en el apretado culito de Mayra.
Comencé a
repartir las cartas para que nadie reparara en el extraño enfado de mi
hermanita. Me puse a pensar qué tipo de desafíos podría haber de ahora en
adelante y por estar distraída, perdí. Miré alrededor de la mesa buscando al
triunfador mientras tomaba un buen sorbo de vino de mi vaso que parecía nunca
vaciarse, supuse que mi hermano o mi padre se encargaban de mantenerlo lleno.
La ganadora fue Victoria, haciendo honor a su nombre, me sonrió con malicia y
me quedé petrificada, pude leer en sus ojos que algo terrible se avecinaba.
-Tenés que
meterte la verga de Eric –miré para todos lados confundida ¿había escuchado
bien?
-¿¡Qué!? –exclamé
incrédula, ¿Cómo podía ser que mi mamá me pidiera semejante cosa?
-Eso que dije
–dio un sorbo a su vaso– y tiene que estar bien adentro –otra vez su maliciosa
sonrisa.
-¿Me estás
diciendo que me tengo que dejar coger por mi hermano? –eso fue como un quiebre
para mí, una cosa era chupársela a mi papá o hacerle una turca a mi tío, ellos
me caían bien y eso me facilitaba las cosas pero a mi hermano no lo quería de
la misma forma y no quería sentirme ultrajada por él.
-No, coger
no. Solamente tenés que tenerla adentro y esperar ocho minutos, eso no es coger
–no sabía si discutirle sobre ese formalismo, seguramente me daría algún
argumento lógico y convincente que me haría dudar más todavía.
-De todas
formas no lo voy a hacer –dije con firmeza
-Entonces
quedás afuera del juego –eso lo dijo mi propia hermanita- el que no pasa un
desafío, pierde.
Miré a mi
padre, la única persona que podría llegar a estar a mi favor pero él se encogió
de hombros.
-Es solamente
un juego Nadia, si te molesta no hace falta que lo hagas, pero tu hermana tiene
razón. No vas a poder seguir jugando –contestó Pepe.
No podía
creerlo, toda mi familia parecía estar en mi contra, hasta mi tío me animaba a
que lo hiciera y ya podía notar una gran sonrisa en la cara de Eric.
Instintivamente le miré su verga, la tenía gorda y dura, parecía a punto de
reventar y se sacudía sola, tensándose al máximo para luego relajarse un poco.
Para ser justa con él, nunca había estado con un hombre que la tuviera así de
grande… con excepción de la mamada que le había hecho a mi padre. Al recordar
ese momento me mojé mucho, me había metido la verga de mi propio padre en la
boca y ahora pretendía negarme a meter la de mi hermano, por otro orificio. No
tenía muchos argumentos para defender, no sabía que decir más que:
-No, no
quiero. Prefiero no seguir jugando.
-Entonces
tenés que ir a tu cuarto –dijo mi madre.
-¿Me estás castigando,
mamá?
-No hija. Es
que si estás fuera del juego tenés que irte –estaba por preguntarle por qué
cuando mi hermanita respondió a esa pregunta sin que yo la hiciera.
-Es que si te
quedás estarías mirando y esa es una forma de participar del juego –ella había
heredado la inteligencia y el carácter justiciero de mi madre, siempre era
rápida para entender las cosas, aunque fuera calladita.
La idea de
irme dejando que mi familia siguiera con ese juego sin mí me incomodaba
bastante. Tendría que estar encerrada en mi cuarto pensando qué estarían
haciendo. Era algo que no podía tolerar. Intenté forzar mis pensamientos y abrir
mi cabeza al límite. Miré otra vez esa verga, yo sabía que tan cachonda podía
ser con un chico y en una situación normal no me resistiría a semejante pedazo
de carne. Me lo montaría sin dudarlo y saltaría como una loca, tragué saliva y
me dije a mi misma que si cerraba los ojos podía pensar que se trataba de otra
persona.
-Está bien,
lo voy a hacer -todos exclamaron de alegría, menos mi hermana. ¿Qué estaría
pasando por su cabecita?
-El tiempo
empieza a correr cuando esté toda adentro –mi madre podía ser muy diabólica
cuando se lo proponía, justa pero diabólica.
Para no
estirar mucho la situación moví la silla más atrás y levanté las piernas
quedando bien abierta, de mi rajita aún fluía juguito y mi blanca piel brillaba
por el sudor. En cuanto Eric se paró delante de mí, cerré los ojos, yo no debía
hacer nada, solo recibirla y tolerarlo durante ocho largos minutos. Sentí el
glande el glande introduciéndose en mi agujerito, me estremecí un poco ya que
pensaba que por algún motivo divino lograría evitar que me la metiera, pero no
era así, realmente estaba entrando y lo hacía lentamente pero sin pausa. Mi
conchita se abría más y más y podía sentir esa carne deslizándose hacia mis
profundidades mientras el contorno de mi vagina se estiraba para amoldarse al
diámetro. ¿Por qué la tenía que tener tan grande? Hasta me dolía mientras me
clavaba, por suerte lo hacía de forma suave y delicada. ¡Esperen, esto no es
propio de Eric! Él hace todo a lo bestia, en ese momento me percaté de que mi
hermano me penetraría de la forma más lenta posible para poder tenerla más
tiempo dentro de mi concha. Para acelerar las cosas me vi obligada a abrazarlo
con fuerza. Lo atenacé con mis piernas haciendo que la verga entrara completa
de una vez. Solté un grito, no es que me doliera mucho, era sólo una reacción
involuntaria, pero ya estaba adentro, bien adentro. Ahora sólo debía esperar.
En eso escucho la voz de mi hermano cerca de mi oreja izquierda.
-¿Qué pasa si
acabo adentro?
-¡Callate
pelotudo, no hables! –Le grité enfadada- ¡Y no te muevas!
Lo cierto es
que no quería que hablara porque eso me haría las cosas mucho más difíciles.
Intenté relajarme, pensar en él como si fuera otro hombre. Su pecho estaba
pegado a mis tetas. Su aliento llegaba a mi cuello produciéndome un extraño
hormigueo. Tenía la espalda fuerte, se la acaricié suavemente con ambas manos.
Mi conchita estaba de fiesta, soltaba juguito a cada rato. Escuché el sonido de
su corazón latiendo con rapidez, el mío estaba igual. De a poco me permití
disfrutar de ese olor varonil, de esos músculos firmes, del leve roce de su
vello púbico contra mi clítoris. A pesar de que él se quedaba lo más quieto
posible, siempre había cierto movimiento. Podía sentir toda la extensión de su
enorme verga en mi interior, nunca me había metido algo de ese tamaño y tuve
que reconocer que se sentía morbosamente bien. Apoyé mis labios contra su
cuello y respiré por la nariz, estaba borracha y muy excitada. ¿Qué importaba
si era la verga de mi hermano? Era la mejor verga que me habían metido en mi
vida. Apreté más las piernas para atraerlo más hacia mí y noté que se me
clavaba un poco más adentro. Los músculos de mi vagina se contrarían y
expandían constantemente, un fuerte gemido se escapó de mi boca. Al tener los
ojos cerrados el resto de mis sentidos estaba potenciado. Aflojé un poco las
piernas y sentí que la verga salía un poquito pero enseguida él volvió a
meterla hasta el fondo, agradecí que hubiera hecho eso y gemí una vez más. No
tenía noción del tiempo. El pene retrocedió dos veces más para volver a entrar,
pero era un movimiento casi imperceptible, supuse que sólo intentaba acomodarse
y aproveché la ocasión para menearme un poco. Cuando él inició un lento vaivén
otro quejido estalló en mi garganta, solté un poco más mis piernas como para
permitirle moverse mejor y pude sentir cómo bombeaba mi lujuriosa conchita con
buena parte de su verga. Mi mente se fue a otra parte y allí sólo quedó el
placer físico. De pronto sacó casi toda su verga y me clavó con fuerza, me
descargué dando un agónico grito de placer, me embistió una vez más, me agradó
la sensación de rigidez en mi interior, la forma en que mis labios internos se
adaptaban a ese cilindro venoso, la agradable sensación que me producía el que
me la clavara hasta el fondo, ese líquido tibio inundando mis entrañas…
¿liquido tibio?
- ¡Pelotudo
de mierda! –grité volviendo de golpe a la realidad.
-¿Qué pasó
hija? –preguntó mi madre.
-¡El muy hijo
de puta me acabó adentro!
Fin del Capítulo 1.
Continúa en el Capítulo 2.
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