Venus a la Deriva [Lucrecia] 29 - Noche Íntima.



Capítulo 29

Noche Íntima.



Martes, 26 de Junio.


―1―


Me desperté antes que Lara, y no quise molestarla. Salí de la pieza y me dirigí hasta el baño, en el camino me encontré con Candela. Con una sonrisa, me dijo que había dejado todo preparado, por si quería darme una ducha, y me aseguró que pronto tendría listo el desayuno. Le agradecí de corazón. Esa mujer, en diez minutos, había logrado hacerme sentir como en casa. ¡Mejor que en casa! Porque mi mamá nunca me preparaba el desayuno, ese era trabajo de las empleadas domésticas.

Mientras me bañaba decidí que no iría a la universidad, al menos por hoy. No me sentía con ánimo para hacerlo. Además solamente teníamos una clase, de una materia que me resulta muy sencilla. Podía darme el lujo de faltar. Seguramente Lara se sumaría a mi iniciativa de no ir a cursar, no creía que su madre fuera a hacerle problemas por eso. Lara me aseguró que Candela no se metía en los asuntos de la universidad, porque ella siempre traía notas excelentes. Le daba completa libertad para que se administrara como le diera la gana.

Después de vestirme, desayuné en compañía de candela, y una somnolienta Lara, a la que le hubiera gustado quedarse en cama al menos diez minutos más. Me daba ternura verla toda despeinada, con los ojos achinados y con su camiseta de “Las Chicas Superpoderosas”, la cual ya estaba en el final de su vida útil. 

Cuando terminé el desayuno, llamé a mi hermana con la esperanza de obtener alguna respuesta. Ella me respondió casi al instante.

―Hola Abi, soy Lucrecia.

―¡Hermana! ¿Qué pasó, es cierto lo que dice mamá? ¿Ya no vas a vivir con nosotros?

―Al parecer es cierto, pero ¿te dijeron por qué motivo es?

―Porque sos lesbiana.

―¿Eso te dijeron ellos?

―No, eso lo sé yo. Mamá dice te echaron porque les robaste plata. Eso no se lo cree ni ella, vos serías incapaz de hacer una cosa así. Además, ¿por qué irías a robar si tenés acceso a las tarjetas de crédito? A vos te dan más límites que a mí.

―Lo cual me parece injusto, yo les dije mil veces que vos te merecías lo mismo. 

―Mamá dice que gasto plata en muchas boludeces… ¡como si ella no hiciera lo mismo! Se compró una cinta para caminar y correr, de esas super caras… y desde que la trajeron, no la usó ni una sola vez. 

―Cada vez que mamá se siente mal por algo, compra cosas inútiles. Como esa colección de jarrones horribles que quedó guardada quién sabe dónde, porque de lo feos que son, se arrepintió de tenerlos dentro de la casa.

―¿Y te acordás cuando compró una casa de dos pisos para un perro? ¡Ni siquiera tenemos perro!

―Papá vendió esa casa, a uno de sus amigos. Pero perdieron plata…

―Y después mamá se queja de que yo quiera comprar algún muñeco para mi colección. O que me pague un curso online de Chino Mandarín.

―¿Y desde cuándo vos querés aprender Chino Mandarín?

―Desde que vi un curso super caro en internet… estaba enojada con mamá, por no sé qué cosa. Me dieron un par de clases, no estuvo tan mal.

De pronto empecé a entender por qué el límite de la extensión de la tarjeta de crédito de Abigail era más bajo.

―En fin ―dije, para redirigir la conversación―. Me alegra que mamá haya puesto esa excusa, porque es una pésima excusa. La gente va a sospechar que no es cierta, va a quedar como una mentirosa.

―Sí, es una vieja de mierda ―la iba a retar por hablar así de su madre, pero yo pensaba igual en este momento― ¿Dónde te estás quedando?

―En la casa de mi novia ―con ella podía ser honesta― pero es sólo por unos días. Después pensaba visitar a Leticia y preguntarle si me puedo quedar con ella.

―¿Querés que la hable? Le puedo decir que mamá se inventó toda esa excusa porque está loca, Leticia se lo va a creer, sabe que la familia está llena de locas. A veces me siento la chica más normal del mundo cuando estoy rodeada por la familia. No lo digo por vos Lucre, vos podés coger con mujeres; pero eso no quiere decir que estés loca.

―Gracias hermanita, no sabés lo bien que me hace saber que estás de mi lado.

―Obvio que estoy de tu lado. Sos la única que me agrada de todo este manicomio. Mamá va a pagar por lo que te hizo, ya se me va a ocurrir algo ―conociéndola se le podía ocurrir cualquier disparate, incluso varios peligrosos.

―Espero que no sea como esa vez que le cambiaste los perfumes por kerosene.

―Eso fue gracioso y se lo merecía. Me reí mucho cuando se puso perfume, durante la fiesta, y todos la miraron raro. Como si oliera a estación de servicio.

―Pero también fue peligroso Abi, ¿mirá si se hubiera prendido fuego?

―Hubieran creído que Satanás vino a reclamar por su alma pecadora ―me hizo reír porque es justamente lo que hubiera pensado mi familia―. Además me castigó después, no pude ni mirar por la ventana durante casi un mes. ―Me aterraba la idea de que ella pudiera hacerle una broma peligrosa a mi madre, pero por otro lado quería verla sufrir un poco.

―Está bien hermanita, lo dejo en tus manos, pero no te excedas. Medí las consecuencias.

Sabía que era todo un juego de niños y que era una forma muy inmadura de vengarse, pero la mayoría de las cosas que Abigail le hacía sufrir a mi madre, eran muy graciosas y a veces hasta lograba escapar airosa del castigo.

―Sí, quedate tranquila, tengo una idea y no creo que sea tan peligrosa.

―Está bien; pero acordate de que ahora tenés a tu gatita, Zyprexa. Si hacés algo que la haga enojar, te va a quitar la gata.

―Si hace eso, me voy de casa… o le armo tal escándalo que se entera toda la policía nacional. Ella sabe que soy capaz de hacerlo.

―Yo también lo sé. Pero igual, intentá no hacerla enojar mucho, no quiero que tengas que llegar a esos extremos. Pensá en tu gatita. Ella te va a ayudar a tranquilizarte.

―Lo sé. Me está ayudando mucho. Duerme conmigo, y aunque no lo creas, cuando Zyprexa está conmigo, puedo dormir mucho más tranquila. Me da seguridad.

―Te entiendo, a mí me pasa lo mismo ―bajé un poco la voz, para que nadie pudiera oírme―. Anoche dormí con Lara, y gracias a eso pude descansar bien, de lo contrario no hubiera podido pegar un ojo.

―¿Cogieron mucho?

―Nada. Pero seguramente lo hagamos pronto, sé que ella tiene tantas ganas como yo.

―Aprovechen que están juntas, cojan mucho. 

―Sí, pero acá está la familia de Lara. La madre nos vigila bastante, así que tenemos que ser cautelosas.

―Me tienen harta estas madres castradoras. 

―Lo sé, Abi. A mí también. Pero en esta casa soy una invitada, me tengo que portar bien. 

―Chupale la concha a la madre también, tal vez con eso te da permiso para coger con Lara.

―¡Ay, no! No haría una cosa así.

―¿Por qué no? ¿La mamá de Lara es fea?

―Para nada. Es preciosa… parece la hermana mayor de Lara. 

―Entonces está re buena. Mostrale lo que aprendiste al chupar tantas conchas, seguramente te va a pedir que te quedes a vivir con ellas. 

―No creo que eso sea posible, Abi. A Candela no le agrada para nada eso del sexo entre mujeres.

―Eso mismo dicen muchas… y después terminan probando. Por eso yo no lo descarto de mi vida. Que pase lo que tenga que pasar.

―Me alegra saber que mantenés la mente abierta a todas las posibilidades. Bueno, me te dejo. Dentro de poco te voy a volver a llamar, para que me pongas al tanto de la situación.

―Está bien, y si necesitás algo de plata, avisame. Yo tengo algo ahorrado, y también puedo conseguir un poco más. No es mucho, pero te puede servir.

―Muchas gracias, Abi. Sos la mejor hermana del mundo. Te quiero mucho.

―Yo también te quiero mucho. 

Corté la llamada y busqué a Lara, que estaba leyendo un libro en el patio, mientras esperaba por mí.

―Al parecer les robé dinero ―le dije, sentándome a su lado, en el bello y colorido jardín.

―¿¡Qué!? ¿Eso fue lo mejor que se les ocurrió? ―Cerró el libro con brusquedad, y lo dejó sobre una mesita.

―Sí, mi mamá no es una persona con mucha creatividad. Lo bueno es que pocos le van a creer y va a quedar como una mentirosa.

―No sólo eso, sino que todavía tengo el video de la fiesta… para algo puede servir.

―Eso no va a servir para que vuelva a mi casa, pero te juro que tengo tanta bronca que sería capaz de mandárselo a toda mi familia.

―No te precipites Lucrecia, yo diría que lo guardes y veas qué provecho podés sacarle en el futuro.

―Tenés razón, algo útil vamos a hacer con eso. Espero que mi prima no tenga problemas de recibirme en su casa. Lo que más me duele de todo esto es que voy a tener que dejar la Universidad.

―No podés hacer eso Lucrecia, sólo te queda un año y medio para recibirte.

―¿Pero cómo voy a pagar por la cuota? ¿Vos sabés lo que cuesta?

―Lo sé muy bien, pero también sé que podrías pedir una beca, con tus calificaciones y por haber pagado a término durante estos años. No creo que te echen a patadas.

―De todas formas me voy a tener que buscar un trabajo. No sé de qué, no se me ocurre nada, pero ya no quiero depender de nadie.

―Yo te voy a apoyar en todo lo que pueda ―me acarició un brazo disimuladamente, no la besé porque sus padres andaban cerca.

―Gracias. Te lo digo de corazón. Me estás ayudando mucho.
―2―




Al día siguiente fui a la universidad, solo porque Lara me insistió. Ella quería que yo siguiera esforzándome en mi desempeño académico, a pesar de que no me sentía con ánimos para hacerlo. 

Pero tampoco quería quedarme todo el día en su casa, sin hacer nada; esto podría molestar a los padres de Lara, por eso junté ganas y asistí a clases, aunque no presté mucha atención.

El Jueves pasó más o menos lo mismo, fue un día monótono, que encaré sin muchos ánimos. Pero mejoró considerablemente cuando Lara y yo aprovechamos unos minutos en los que su madre se fue a hacer unas compras, y su papá estaba trabajando.

Nos metimos en su pieza y, sin decir una palabra, le bajé el pantalón junto con la tanga. Me mandé a chuparle la concha sin ningún tipo de preámbulos. No estuvimos tan inactivas, a la noche nos besábamos y nos tocábamos un poquito entre nosotras; pero sin exagerar mucho, por miedo a que su madre nos interrumpiera en cualquier momento. Pero al estar solas, podíamos dar rienda suelta a nuestro deseo sexual. 

Yo también quería que me la chuparan, por eso nos tiramos las dos en la cama, desnudas de la cintura para abajo, e hicimos un rápido 69. Me encantó poder sentir su ágil lengua jugando con mi clítoris. Nos chupamos con mucho ímpetu. Como si fuéramos muertas de hambre que prueban el primer bocado en semanas.

Lamentablemente este desenfreno lujurioso fue fugaz. No quisimos tentar la suerte. Ninguna de las dos alcanzó el orgasmo y estuvimos vestidas un par de minutos antes de que Candela regresara de hacer las compras. Ella nos encontró sentadas en el comedor, con carpetas y apuntes sobre la mesa, estudiando como dos niñas buenas que, ni por asomo, tienen tendencias lésbicas. Lara y yo nos miramos con una sonrisa cómplice cuando Candela nos preguntó si no nos aburríamos al estudiar tanto. 
―3―




El viernes de esa misma semana, Lara y yo estábamos tomando mates en el patio. Estaba un poco fresco, pero el invierno en esta parte del mundo no es para nada duro. Jamás se llega a temperaturas en las que pueda comenzar a nevar y éste día era lo suficientemente cálido como para permitirnos estar sentada a la intemperie, con total tranquilidad.

Nuestra charla giraba en torno a la caja de juguetes sexuales que estaba guardada en el cajón de las medias de Lara, por eso procuramos mantener la voz baja. Le comenté sobre los interesantes artículos que había comprado y le dije que lamentaba no haber tenido la oportunidad para probarlos. Decidí omitir todos los detalles de la compra, ni siquiera mencioné a Selene. Sabía que Lara no se ofendería si yo le decía que encontraba atractiva a la chica de la tienda de ropa, pero por alguna razón decidí no contarle esa parte. 

La puerta del patio se abrió y Candela se nos acercó, con una sonrisa maternal dijo:

―Chicas ¿les puedo pedir un favor?

―El que sea ―respondí al instante, temerosa de que ella hubiera escuchado nuestra conversación. Pero por lo serena que se la veía, todo parecía indicar que no había oído nada sobre dildos y vibradores.

―Es algo muy sencillo, pero solo con hacer eso me ayudarían un montón. 

―¿Qué tenemos que hacer? ―Preguntó Lara, mientras daba sorbos a la bombilla del mate.

―¿Se pueden quedar toda la noche dentro de la pieza? 

La pregunta llegó con una ráfaga de viento frío. Lara me miró, como si de pronto su madre se hubiera identificado como un ser del espacio exterior. No me atreví a decir nada, yo era una invitada en la casa, no me sentía con la autoridad suficiente como para cuestionar a Candela. Por eso fue la misma Lara la que preguntó:

―¿Y eso por qué?

―Es que… esta noche quiero organizar una linda cena, para Lucio. Algo… romántico. Quiero ver si esto nos sirve para reavivar un poco el fuego de la pasión.

―Es decir que vos y papá quieren coger… y no quieren interrupciones.

―¡Ay, Lara! ―Grité, alarmada por cómo podría llegar a reaccionar Candela; pero mi suegra me sorprendió todavía más que mi novia.

―Eso es exactamente lo que tengo en mente ―dijo ella, guiñando un ojo, con gracia juvenil―. No quiero que se sientan un estorbo, pero sé que a ustedes les gusta pasar largas horas charlando y… bueno, hace tiempo que Lucio y yo no tenemos un momento íntimo. Esta cena la vengo preparando desde hace bastante tiempo y…

―Candela ―la interrumpí―, no hace falta que des explicaciones. Si vos querés que te dejemos una noche tranquila, para que puedas estar con tu marido, entonces lo hacemos. 

―Sí, pero con una condición ―dijo Lara. La miré con el ceño fruncido, yo no quería ponerle condiciones a nadie.

―¿Qué condición? ―Preguntó Candela, sin borrar su sonrisa.

―Que nos dejen en paz a nosotras. Nos vamos a quedar dentro de la pieza, con la puerta trabada. Ustedes hagan lo que quieran, si quieren andar desnudos por la casa, no me importa. Pueden coger en el living, si se les da la regalada gana. Lucre y yo vamos a poner música, para no estar escuchando las cochinadas que hagan ustedes. Pero tampoco queremos que nos estén molestando a cada rato, vigilándonos como si fuéramos presas peligrosas. Una noche tranquila para ustedes, y una noche tranquila para nosotras… me parece lo más justo. Lucrecia y yo tenemos que hablar de muchas cosas, por todos los problemas que está teniendo con su familia, y no queremos que nos interrumpan.

Ahora entendía todo, la condición que puso Lara era perfecta. Me encantaba la idea de pasar una noche encerrada en su cuarto, las dos completamente desnudas, con la puerta trabada, para que nadie nos interrumpiera. Miré a Candela, ella parecía estar evaluando la situación. Después de unos segundos dijo:

―Está bien, me parece un trato justo. Les voy a llevar la comida a la pieza, pueden llevarse algo para tomar. 

―Perfecto ―dijo Lara, ahora ella sonreía tanto como su madre.



―4―




Llegó la noche del viernes y me encerré con mi novia en su cuarto. Comimos rápido y nos pusimos a charlar. Dejamos que pase al menos una hora antes de despojarnos de nuestra ropa, por si llegaba a ocurrir algún inconveniente entre Lucio y Candela que nos obligara a suspender todo. En el estéreo sonaban temas alegres de bandas de punk al estilo The Ramones, Green Day o Blink-182. De pronto escuchamos un ruido proveniente de afuera, y ambas pegamos la oreja a la puerta. El mensaje era inequívoco: a Candela le estaban dando una buena cogida. Sus gemidos de placer nos llegaron tan claros que hasta empecé a sospechar que ella quería que todo el barrio escuchara lo feliz que la hacía su marido. 

―Bueno, creo que para esos dos las cosas marchan muy bien ―dijo Lara―. Ahora nos toca a nosotras. No sé por qué todavía tenés la ropa puesta.

Yo aún seguía con la oreja pegada a la puerta, cuando me aparté y giré la cabeza, para mirar a mi novia, me encontré con que ella ya estaba completamente desnuda. No sabía cómo lo había hecho, parecía arte de magia. Se había despojado de cada prenda de vestir en cuestión de pocos segundos.

Ella misma agarró mi remera y me la sacó, apenas si me dio tiempo para levantar los brazos. Me besó con pasión mientras desprendía mi corpiño, cuando lo sacó bajó la cabeza hasta uno de mis pezones, le dio un fuerte chupón, y siguió viaje. Se arrodilló frente a mí y de un solo tirón me sacó el pantalón y la bombacha. Con esas prendas también volaron mis pantuflas. Así quedamos las dos, disfrazadas de Eva. 

Lara me dio un leve empujoncito, como pidiéndome que me tirase en la cama. Se acercó al estéreo y aumentó un poco el volumen. Sonaba la versión de What a Wonderful World, grabada por Joey Ramone… y yo me sentí dentro de un mundo maravilloso, mientras Lara me lamía toda la concha. 

La música no solo evitaba que nosotras escucháramos los gemidos de Candela, sino que también impedía que ella escuchara los nuestros. Por eso me tomé la libertad de expresar mi placer sexual, gimiendo y arqueando la espalda cada vez que Lara introducía su lengua en el agujero de mi vagina o le daba fuertes chupones a mi clítoris.

Por desgracia la canción fue demasiado corta, apenas y si duró un par de minutos; pero la lista de reproducción siguió, esta vez con la banda de punk argentina, 2 Minutos, y el tema Ya no sos Igual. Un tema que no tenía absolutamente nada que ver con lo que Lara y yo estábamos haciendo, pero con un ritmo tan trepidante que nos puso a mil. 

Nos tiramos las dos sobre la cama, yo arriba, ella abajo, y comenzamos a chuparnos las conchas, en un trepidante 69. Esta vez sí tuvimos tiempo suficiente como para disfrutarlo al máximo, y las lamidas continuaron, incluso mucho después de que hubiera terminado esa canción… y la siguiente.

Me levanté y fui hasta la cómoda de Lara, abrí el cajón de las medias y saqué la caja que contenía todos mis juguetes sexuales. La puse sobre la cama y saqué el dildo que venía con un pequeño apéndice sobresaliendo en un costado. 

Lara me miraba intrigada, acostada en la cama, con las piernas bien abiertas.

―Tengo muchas ganas de probar esto ―le dije―. Mirá, esta es la parte que se mete en la concha, obviamente ―señalé la punta del juguete―, y este pequeño cosito de acá vibra… y si lo apoyás sobre el clítoris se siente hermoso. Bah, todo el aparato vibra, pero…

―Lucrecia.

―¿Qué?

―No quiero que me expliques cómo funciona, quiero que me lo metas.

Con una sonrisa de oreja a oreja me abalancé sobre ella y luego de besarla en la boca le dije: 

―Te amo… y esto te va a encantar. 

Puse la punta del dildo en la entrada de su vagina, sin dejar de mirarla a los ojos, y empecé a meterlo despacio, dándole tiempo a que dilatara. Mientras tanto nos comimos las bocas, como amantes que habían pasado meses distanciadas. El consolador fue entrando sin mucha dificultad, cuando metí lo suficiente, lo encendí y todo el aparato comenzó a vibrar. Apoyé el apéndice sobresaliente en el clítoris de Lara y ella se estremeció de placer al instante. 

―¡Ay, la puta madre! ¡Qué bueno está esto! 

―Te aseguro que lo vas a disfrutar mucho.

―Lo voy a disfrutar más chupando una hermosa concha ―dijo ella, con los dientes apretados.

―¿Ah sí? Se ve que ya no te da miedo chupar conchas.

―¿Miedo? No, todo lo contrario. Me encantan las conchas… las mujeres son lo más lindo que hay. Me da mucho morbo comerme una buena concha.

―¿No será que te da más morbo porque tu mamá insiste en que no lo hagas?

―Puede ser, sí… pero ahora no tengo ganas de analizarlo… ahora solamente te quiero comer la concha. Sentate en mi cara y te chupo toda… el culo también.

―Si me lo pedís así, no me puedo negar.

Separé las piernas y me senté en su cara, sosteniendo firmemente el consolador que hacía su trabajo a la perfección. Lara debía estar pasándola realmente bien, ese pene plástico se movía como una inquieta serpiente, dentro de su vagina, y el pequeño apéndice no dejaba de vibrar ni un segundo. 

La lengua de mi novia recorrió mi concha a lo largo y a lo ancho y, como prometió, también le dedicó algunas lamidas a mi culo. Eso me produjo un placentero cosquilleo. Lo mejor de todo es que ella empezó a meter un dedo por mi agujero trasero. Estoy casi segura de que el sexo anal me produce tanto morbo porque lo considero como algo prohibido… así como acostarme con mujeres. Mi madre siempre me habló pestes sobre el sexo lésbico y el sexo anal, que eran símbolos de depravación y que eran pecados horribles… sin embargo, con Lara en la cama, estoy cometiendo los dos pecados a la vez, disfrutandolos al máximo. 

Me pregunté si mis deseos lésbicos hubieran sido tan intensos si mi madre no hubiera sido tan insistente al prohíbermelo. Probablemente a Lara le ocurría algo parecido. 

¿Y si todo esto no era más que la manifestación de un acto de rebeldía?

Tal vez. No lo sé. Ahora mismo no importa. No quería arruinar el momento con Lara, por lo que me concentré en algo mucho más agradable: su vagina.

Quité el vibrador y metí la cabeza entre sus piernas, para poder lamer toda esa húmeda raja. También aproveché para darle unos cuantos chupones al clítoris y jugué con él, usando la punta de mi lengua. Luego volví a poner el consolador en posición. Quedé maravillada con la forma en la que Lara comenzó a contornear su cuerpo, acompañando el viboreo del dildo. Su vientre plano y su pubis completamente depilado le daban la apariencia de una escultura sexual hecha de mármol, efecto que se intensificó gracias a su pálida piel. No soy fan de broncearme, pero hasta yo tengo más color que ella. Pero me gustaba verla así, no me imagino a Lara con la piel tostada por el sol. Su palidez le da un toque especial y me encanta admirar su pubis lampiño y lamer su monte de venus. Y eso fue exactamente lo que hice, le di una buena lamida hasta que me encontré con su clítoris. Hice retroceder un poco el apéndice vibrador y volví a juguetear con su botoncito de placer usando la punta de mi lengua. Ella estaba chupando con mucha intensidad toda mi concha, desde los labios hasta el clítoris. No dejó ningún rincón sin explorar.

Después intercambiamos lugares, yo quedé tendida en la cama y ella se sentó en mi cara, ofreciéndome su hermosa concha. Empecé a chupársela al instante, mientras ella me penetraba lentamente con el dildo. Aún estaba apagado, pero se sentía de maravilla. Mi vagina todavía no estaba acostumbrada a ser penetrada con objetos tan grandes, pero mi calentura era tal que no tardé mucho tiempo en conseguir la dilatación necesaria. Una vez que entró completo, Lara colocó el pequeño apéndice en mi clítoris y encendió el vibrador. 

Tuve que pegar mi boca a sus labios vaginales, para no gritar de placer. Por más que la música estaba a un volúmen considerable, no hubiera sido capaz de opacar mis gritos. Comprendí por qué Lara se sacudió tanto cuando tuvo el dildo dentro de su concha. Todo el cosquilleo que producía en la parte baja de mi cuerpo era tan intenso que mis caderas empezaron a menearse involuntariamente. 

―¿Te gusta, hermosa? ―Me preguntó.

No le respondí verbalmente, lo hice dándole un intenso chupón en el clítoris. El mensaje fue recibido y Lara empezó a meter y sacar el dildo. Esto también fue maravilloso, el aparato se movía dentro de mí y mis jugos sexuales estaban mojando las sábanas. 

Mi noche de sexo con Lara fue espectacular y me pregunté si con el tiempo seríamos capaces de disfrutar tanto en la cama. Tenía la esperanza de que fuera así, me encanta tener a Lara a mi lado. 

Después de tantas lamidas, chupones y penetraciones de dildos vibradores, quedamos agotadas, transpiradas y despeinadas; pero con una alegría que no nos cabía en el cuerpo. Nos besamos apasionadamente y nos juramos estar juntas para siempre, como suelen hacer las parejas después de intensos momentos sexuales.

Lara se levantó a apagar la música, y no podíamos escuchar los gemidos de Candela. Volvió a la cama y nos abrazamos, completamente desnudas, y así nos quedamos dormidas. 
―5―




Desperté y miré la hora, eran las tres y cuarto de la madrugada y me moría de ganas de hacer pis. Me levanté, me puse rápidamente la tanga y una remera. Lara dormía como una osa, ni siquiera se movió. Me pregunté si sería cierto que no tenía el sueño tan pesado como ella aseguraba. Allí, desnuda sobre la cama, daba la impresión de que no se despertaría ni con el estéreo sonando a todo volumen. Salí del cuarto y miré el largo y oscuro pasillo. En el extremo opuesto se encontraba la habitación de Candela y Lucio, y a mitad de camino estaba el baño. Empecé a caminar, teniendo mucho cuidado de no hacer ruido. 

Creí que lograría mi objetivo, sin alertar a nadie, pero cuando estaba por alcanzar el baño, la puerta del cuarto de los padres de Lara se abrió. De allí salió alguien, me quedé paralizada al instante. Noté una silueta femenina que en otro contexto hubiera confundido con mi novia; pero supe de inmediato que en realidad se trataba de su madre. Candela se acercó a mí y cuando la luz del pasillo la alcanzó, mi corazón dio un vuelco y el estómago se me subió hasta la garganta.

La madre de mi novia me miró sorprendida, pero esa expresión se borró en un segundo y fue reemplazada por una sonrisa picaresca, como si me estuviera diciendo “Sí, esta que ves soy yo, la misma Candela que te abrió las puertas de tu casa. La misma Candela que te prepara el desayuno todas las mañanas”. Ella tenía estaba prácticamente desnuda, solo tenía puesta una diminuta tanga negra. Sus tetas me recordaron mucho a las de Lara, eran pequeñas, con pezones bien erectos. Pero ver sus pechos no fue lo que más me impactó. Esa sonrisa cargada de picardía además venía enmarcada por varias líneas de un líquido blanco y espeso, que fluía lentamente por su frente, sus mejillas, sus labios y su mentón. No necesito ser sexóloga para comprender que se trataba de semen. Sí, blanco y espeso semen. A Candela le habían eyaculado en toda la cara… y en abundancia. 

―Perdón… ―fue lo primero que atiné a decir.

―No te preocupes, Lucrecia ―dijo ella, conservando la calma―. Cosas que pasan… em, yo iba al baño… a lavarme este enchastre que tengo en la cara. ¿Vos también querés pasar?

―Em… sí… quiero hacer pis ―respondí, con una timidez que no era propia de mí. 

Esta mujer me tenía muy confundida, en particular por la forma en la que se estaba tomando todo el asunto. La había sorprendido en una situación que avergonzaría a prácticamente cualquier ama de casa, pero ella incluso parecía divertirse con todo este asunto. 

―Está bien, pasá… a mí no me molesta. No te voy a dejar esperando en la puerta… pero yo me quiero lavar la cara ahora, antes de que esto empiece a manchar todo el piso. ―Con un dedo trazó un círculo alrededor de toda su cara. 

Entré al baño por acto reflejo. No aguantaba más las ganas. Podría haberme inhibido frente a la madre de Lara, pero la urgencia por orinar era tan grande que no lo dudé. Me quité la tanga y me senté en el inodoro. El baño es pequeño y la pileta lavamanos está justo delante del inodoro. Candela se colocó justo frente a mí, dándome la espalda y escuché el agua correr. Mientras yo hacía pis, ella comenzó a lavarse la cara. Mis ojos se centraron en sus blancas y redondas nalgas. Estaban más que bien formadas, para una mujer de su edad, y me recordaban mucho a las de Lara. Desde atrás podría confundirlas, especialmente si había poca luz. 

Candela hizo otro movimiento que me dejó desconcertada. Se inclinó hacia adelante, para meter la cara directamente bajo el chorro de agua de la canilla. Inevitablemente sus grandes nalgas se acercaron a mí, se elevaron y quedaron ligeramente separadas. La tanga le marcaba mucho todo el contorno de la vulva, tanto que casi era como verla desnuda… aunque no podía notar el agujero de su vagina. Lo que sí pude notar fue un fuerte olor a sexo femenino. El olor que tiene la concha de Lara cuando ella se excita. Una fragancia dulce, que me atrae como polen a las abejas. La vagina de Candela estaba tan cerca que mi nariz prácticamente podía rozarla. 

Traicionada por mis impulsos sexuales, después de secarme con el papel higiénico, empecé a acariciarme el clítoris con suavidad. Era el momento para ponerme de pie y regresar al dormitorio de Lara, pero no pude hacerlo. Solo era capaz de mover mis dedos. La tanga de Candela dejaba entrever parte de sus labios externos y eso me excitó muchísimo.

―Tengo que lavarme los dientes ―dijo ella, sin moverse―. Estuve chupándola mucho… y no te voy a mentir, me tragué una buena parte de la leche ―mi clítoris casi sufre un infarto al escuchar esas palabras. Empecé a frotarme con más ganas y la vergüenza comenzó a ser reemplazada por morbo.

―Eso quiere decir que la pasaste muy bien ―dije―. Y tu marido también.

―Yo la pasé genial ―su voz sonó apagada, seguramente ya tenía el cepillo de dientes en la boca. Pero al parecer lo sacó, para que se entendiera mejor lo que dijo a continuación―. No es la primera vez que le chupo la verga a mi marido, pero sí es la primera vez que lo hago durante tanto tiempo… y que permito que él me acabe en toda la cara. ¿Alguna vez chupaste una pija?

Su confesión y su pregunta elevaron mi temperatura sexual.

―Nunca lo hice, pero que se yo… no lo descarto. Considero que en la vida hay que probar de todo. ―No estaba tan convencida de mis propias palabras, simplemente lo dije para que Candela siguiera hablando.

―Entonces… ¿no pensás que una mujer pueda ser una puta por chuparle la verga a su marido y permitir que él le acabe en la cara?

―Para nada… es tu marido, Candela. Se supone que con él podés hacer estas cosas sin sentir ni un poquito de remordimiento. ¿Vos lo disfrutaste?

―Mucho ―dijo, mientras se cepillaba los dientes. Escuché que enjuagaba su boca y luego continuó―. Me dio mucho morbo chuparla. Además mi marido la tiene de buen tamaño, no me entra entera en la boca, y eso, por alguna razón, me calienta todavía más. ―Hizo una pausa y se dio la vuelta, me quedé paralizada, con una mano cubriéndome la concha. No había más señales de semen en su cara―. Perdón, no quería ser tan explícita al contarte estas cosas es que…

―No hace falta que pidas perdón, Candela. Soy una chica de mente abierta y me encanta saber que tu relación con tu marido es tan buena. Me pone feliz, por los dos. Además… ya me imagino lo que me ibas a decir. Que estas cosas no las podés hablar con tus amigas, porque son todas unas santurronas.

Ella se rió bajito, cubriéndose la boca para no hacer ruido.

―Así es, si le cuento esto a alguna de mis amigas, tal vez se muere de un infarto… o me trata de puta.

―Tal vez… pero tal vez no. ¿Alguna vez probaste hablar de sexo con tus amigas?

―No necesariamente.

―Y probá… te sorprenderías. Yo llegué a tener charlas sobre sexo con personas que jamás imaginé que pudieran tener un mínimo interés en el tema.

―¿Como por ejemplo con Lara?

―Sí, para qué te voy a mentir. Lara y yo a veces hablamos de sexo, más que nada para sacarnos dudas… porque ninguna de las dos tiene experiencia en la materia. 

―Ya van a conocer al chico apropiado para empezar a experimentar. El mejor consejo que les puedo dar es que no esperen que ese chico sea el mismo con el que se van a casar. Yo no tuve mis primeras experiencias sexuales con Lucio, sin embargo cuando lo conocí supe que él era el hombre con el que me tenía que casar.

―Sí, claro. Todo depende de que llegue el indicado ―o la indicada, pensé. Pero no le diría eso a Candela. Sería forzar mucho la situación.

―Me contó Lara que vos estuviste experimentando un poquito… con una mujer. ―Esta vez sí, el clítoris se me paralizó de tal manera que creí que jamás volvería a la vida―. No te asustes, Lucre ―tal vez lo dijo porque seguramente se me fueron todos los colores de la cara―. Ese asunto ya me quedó claro. Según lo que me contó Lara, vos tenías algunas dudas que aclarar… una pequeña curiosidad. Hoy le permití a mi marido hacer algo que nunca le había permitido: acabarme en la cara. Y también lo hice llevada por la curiosidad. Eso no significa que sea algo que se vaya a repetir. Lara me comentó que vos no tenés intenciones de repetirlo. ¿Es cierto?

―Sí, es cierto ―respondí automáticamente―. Fue solo una pequeña curiosidad, como bien dijiste vos. Ahora es algo del pasado.

―¿Y qué tal estuvo? ¿Te resultó agradable o no?

Esas preguntas eran difíciles de responder. No podía ser honesta con ella, eso traería más preguntas y más problemas para mí y especialmente para Lara. Pero si mentía del todo, ella podía sospechar. Decidí quedarme en un punto intermedio.

―A ver… no fue desagradable. No estuvo tan mal… la chica era muy hermosa, y eso ayudó mucho. Pero a vos también te gustó lo que hiciste con Lucio, y ya dijiste que eso no significa que lo vayas a repetir. A veces hay cosas que con probarlas una sola vez ya es suficiente.

―Claro, eso es lo importante. Que te hayas quitado la duda y que ya no vuelvas a repetirlo. Es mucho mejor que quedarse con la duda. Fuiste muy valiente al animarte a hacerlo. No muchas mujeres hubieran entendido que chupar una concha una vez no te hace lesbiana, solo te hace curiosa.

En mi cerebro se grabó a fuego una pregunta: “¿Candela probó concha alguna vez?”. Mi morbo quería que la respuesta fuera “Sí”. Pero mi parte más realista me decía que las probabilidades de que Candela se hubiera comportado de esa manera eran muy bajas. Especialmente cuando recordé que Lara me contó que su madre era un poquito homofóbica. Pero bueno, de las fantasías también se vive. 

―Sí ―dije, volviendo a la realidad―, y eso fue algo de una sola vez. Ya no siento la necesidad de probarlo.

―Eso es porque seguramente te tomaste tu tiempo para hacerlo bien. Es decir, no creo que haya sido algo de unos pocos segundos. Si realmente ya te quitaste toda esa curiosidad es porque estuviste chupando esa concha durante un buen rato… sin prisas. Sacándole jugo al momento. 

Una vez más Candela me tomó desprevenida, ella seguía mostrándome una sonrisa maternal que no encajaba muy bien con sus tetas expuestas y su diminuta tanga. No sabía qué responderle, opté por seguirle la corriente ya que no estaría mintiendo del todo.

―Así fue. Para mí no fue fácil animarme a chupar una concha, y la chica también estaba un poco nerviosa. Pero ella me mostró su apoyo en todo momento y abrió las piernas para mí. Así que me dije: “Lucrecia, si de verdad vas a chupar una concha, entonces hacelo bien”. Incluso me permití…

Me quedé muda sin completar la frase porque creí que tal vez sería forzar demasiado la situación.

―¿Te permitiste qué? ¿Disfrutarlo? ¿Eso ibas a decir?

―Em… sí, eso… ―Candela no era tan ingenua como yo creía. 

―Está bien, eso no tiene nada de malo. Si la hubieras chupado con asco, entonces no hubiera servido de nada. Lo mejor es que lo hayas hecho de la misma forma en que lo haría una lesbiana. Pero no te sientas mal, Lucrecia. De verdad no considero que una mujer se vuelva lesbiana por chupar una concha una vez. Para ser lesbiana se requiere cierta constancia en el asunto… y posiblemente con más de una mujer.

Si Candela supiera más de mi vida, entonces yo catalogaría como lesbiana, para sus estándares.

―Entonces, ¿no soy lesbiana porque lo hice una sola vez? 

―Claro. Una vez es curiosidad, nada más.

―¿Y si lo hubiera hecho varias veces, eso me haría lesbiana? No lo pregunto porque lo haya hecho, solo para saber…

―Mmm… bueno, creo que también depende mucho de las circunstancias. Conozco mujeres que lo hicieron más de una vez, y no son lesbianas. Pero eran circunstancias especiales. 

―¿Qué tipo de circunstancias?

―Depende, podrían ser muchas. Digamos que lo vas a saber si es que una de esas circunstancias se presenta. Pero mientras tanto, te sugiero que saques esas ideas de tu cabeza. No es sano estar pensando tanto en conchas. Ojo, tampoco estoy diciendo que salgas a la calle a buscar un novio. No soy de esas madres que presionan a su hija para que tenga novio. Ya cometí ese error un par de veces, con Lara, y tuvimos una fea discusión. Entendí que si a ella le gusta un chico, entonces las cosas se darán a su debido tiempo. Ahora solo me importa que sea feliz, que disfrute de su juventud, de sus estudios y de sus amigas. Vos sos la mejor amiga de Lara, ella te adora. Siempre me habla de lo genial que sos.

―Oh, qué tierna. Yo intenté hablarle de ella a mi mamá, pero Adela es… es una racista. 

―Ah, ya veo. Diferencias de religión.

―Sí. A ella le joden mucho las otras religiones. 

―Bueno, no es mi caso. Yo crecí como católica, pero luego me casé con un hombre judío y adopté su religión, por respeto y por amor. Pero… si te soy sincera ―habló bajito y se acercó más a mí―. No soy muy creyente que digamos. Esto ni siquiera lo sabe Lara. Soy de las que piensan que una mujer es decente por sus actos y por sus convicciones, no tanto por sus creencias. 

―Es una buena forma de verlo. Soy creyente, pero sé que los actos también son importantes. ―No le quise decir que por más que mi religión lo prohibiera, yo me sentía feliz al tener sexo con mujeres―. Y vos sos una mujer muy decente, Candela. No pienses ni por un segundo que vas a dejar de serlo por disfrutar del sexo con tu esposo. Al contrario, considero que más mujeres casadas deberían estar tan dispuestas como vos a experimentar sexualmente con sus maridos. Eso forja mucho la confianza. 

―Sos una chica muy sabia, Lucrecia. Me alegra mucho tenerte en casa, y más me alegra que Lara tenga una buena amiga como vos. Y ya sabés, no creo que seas lesbiana por haber chupado una concha una vez… y bueno, sé que le pusiste muchas ganas al asunto. Yo también vi el video…

―¿Qué? ¿Vos también?

―Sí, espero que eso no te moleste.

―Me da vergüenza, no lo voy a negar. Eso lo grabé como un recuerdo personal, pero alguien se encargó de difundirlo sin que yo le diera permiso. ¿Cómo lo conseguiste?

―En internet… no es que yo me pase el día mirando porno, pero como quería… animar las cosas con mi marido, estuve haciendo una pequeña investigación. ―Sentí miedo, si ella había visto el video cabía la posibilidad de que hubiera reconocido la concha de Lara; pero como Candela estaba tan tranquila supuse que no había establecido esa conexión. Al fin y al cabo la mayoría de las conchas se parecen―. Vi varias mujeres chupando vergas, así aprendí cómo hacerlo bien. También empezó a darme un poquito de morbo eso de que les llenaran la cara con semen. Algunas chicas eran muy lindas, y se veían preciosas con toda la leche en la cara… Ay, perdón que te esté hablando de esta manera, es que… es que todavía estoy muy excitada, por todo lo que hice con mi marido, y cuando me excito empiezo a decir cosas como esas. Vos no tenés por qué estar aguantándolas.

―Todo bien, Candela… como te dije, soy una chica de mente abierta. Me gusta hablar de sexo y si lo hago prefiero hacerlo con sinceridad ―eso era cierto, aunque no estuviera siendo del todo sincera con ella. 

―Muchas gracias por entender. No pretendo hacerte sentir incómoda ni nada.

―Lo único que me incomoda es saber que mi video ya está en alguna página de internet… y que la gente que me conoce pueda encontrarlo.

―Eso te lo entiendo. Yo podría llegar a morirme de la vergüenza si se filtrara un video sexual mío, así sea con mi marido. Lo malo de tu situación es que mucha gente usará el video para decir que sos lesbiana; pero no te preocupes, al menos yo sé la verdad, y nunca voy a pensar eso de vos. Y si alguien me pregunta sobre el tema, intentaré explicarles que fue algo de una sola vez, y que no deberían juzgarte por eso.

―Mil gracias, Candela. De verdad, eso significa mucho para mí. ―Ya no me importaba tanto que la gente piense que soy lesbiana, pero me conmovió su actitud.

―Bueno, no te molesto más. Voy a volver a mi pieza, no doy más del sueño. Tanto sexo me dejó agotada.

―Está bien, que descanses. Yo voy a hacer lo mismo.

Se despidió de mí dándome un cálido beso en la mejilla. Me hubiera gustado decirle que ella no me molestaba para nada y que podíamos pasar el resto de la noche hablando sobre sexo; pero no quería forzarla. Tal vez en otro momento tendría la oportunidad de retomar esta interesante conversación.

Volví al cuarto de Lara y antes de acostarme me desnudé completamente, la puerta estaba trabada así que no había riesgos de que alguien nos sorprendiera. Ella seguía durmiendo profundamente, pero yo estaba alterada. La charla con Candela me había dejado sumamente caliente. Tuve que masturbarme, con ayuda de mi pequeño vibrador, de otra forma no iba a poder dormir tranquila. La acción no duró mucho tiempo, mi estado de excitación era tan grande que alcancé el orgasmo en poco tiempo. Me apena saber que hay mujeres que no pueden disfrutar de orgasmos, a algunas les cuesta muchísimo acabar. Pero en mi caso no es tan difícil, siempre que cuente con la estimulación apropiada. El vibrador hace maravillas sobre mi clítoris, pero esta vez el mayor estímulo vino de toda la situación con Candela. No hice más que recordar cada centímetro de su cuerpo, desde su cara llena de semen, a sus erguidos pezones. Sin olvidarme, por supuesto, de su macizo culo y ese intenso olor a concha. Me sentí mal, por estar pajeandome pensando en la madre de mi novia; pero no podía evitarlo. Mi encuentro con ella había sido demasiado hot. 

Por suerte Lara no se despertó con mis gemidos, los cuales tuve que contener tanto como me fue posible, porque ya no tenía la música para cubrirlos. 

Me quedé dormida con la concha mojada y el corazón lleno de alegría. Después de todo ser echada de mi casa no era el fin del mundo. Podía salir adelante, con ayuda de Lara y de su madre. Espero poder devolverles el favor de alguna forma. Todo lo que están haciendo por mí vale oro.


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