Capítulo 12.
No hables. No mires.
No podía dejar de mirar la pantalla del celular. El dildo se hundía en el culo de Marcela con una precisión quirúrgica. Era ancho y tenía unas protuberancias que, según la propia Marcela, le hacían vibrar el orto de puro gusto. Me estaba contando de su nueva fascinación (barra, adicción), a meterse cosas por el culo. Se lamentaba de haber esperado tantos años antes de probar este placer. No debió hacerle tanto caso a sus propios prejuicios. Y pretendía mostrarme toda su colección de dildos (de los que el marido no sabía nada). Me pregunté cómo haría Marcela para que su marido no se enterase, pero esos detalles solo le preocupan a Abel. A Cristian le dan igual.
La puerta se abrió sin previo aviso mientras yo estaba acelerando el ritmo de la masturbación. Vi verga, erecta y palpitante, estaba gloriosa, imponente. Me sentía realmente bien conmigo mismo, en especial luego de los halagos de Marcela cuando le mandé una foto diciéndole: “Te voy a romper el orto, putita”. No me molestó que Katia interrumpiera justo en este momento. Al parecer ya me estoy acostumbrando a que nuestra relación de hermanos sea tan atípica, y tan confianzuda. De hecho… un poco lo estoy disfrutando. Es lindo tener a alguien con quien hablar de sexo sin filtro. Eso es algo que ni siquiera pude experimentar con mi ex novia, Regina.
—Decime que Marcela te mandó material nuevo —dijo Katia, lanzándose a la cama.
Estaba completamente desnudas, sus grandes tetas rebotaron como pelotas de básket cuando toda su humanidad impactó contra el colchón. Se sentó a mi lado, y separó las piernas. Noté que ya le habían crecido un poco los pelitos.
—Tenés que depilarte otra vez.
—Si lo hacés vos, sí… con mucho gusto. —Espió el celular y vio cómo ese extraño dildo se perdía dentro del culo de Marcela—. Uy, boludo… es tremendo. No puedo creer que se esté metiendo todo eso… con el miedo que le daba el sexo anal.
—¿Tenía miedo de que le doliera?
—No exactamente. Ella era más de la filosofía de “Una mujer respetable no debe andar metiéndose cosas por el culo”. Y mirá ahora… dildo que encuentra, dildo que se mete. ¡Me encanta!
Katia comenzó a masturbarse sin ningún tipo de pudor. Sus dedos acariciaron sus voluminosos labios, y luego entraron a la concha, ya previamente humedecida. Ese detalle me indicó que Katia ya había estado pajeándose antes de entrar a mi cuarto… y por la gran cantidad de humedad, asumo que usó el dildo.
—Preguntale si tiene algo más para mandar.
—Acaba de mandar este… no sé si insistir sea buena idea.
—Dame acá…
Me sacó el celular, entró a los mensajes de Marcela y vio mi foto con la verga dura.
—Hey! ¿Te animaste solito a decirle que le vas a romper el orto?
—Creo que ya me estoy acostumbrando al personaje.
—Bien, bien… eso me gusta. No puedo andar atrás tuyo cada vez que le escribís a Marcela. —Comenzó a teclear y antes de que yo tuviera tiempo a reaccionar, envió un mensaje.
Decía:
“Putita, quiero ver más videos con dildos en tu hermoso culo. Te las cambio por un par de fotitos de Katia chupándome la pija. Pero son nuevas, de anoche”.
—¿Estás loca? —Pregunté—. ¿No te parece que ya hicimos suficiente con lo del video en el baño?
—Es solo una fotito, Abel. No es para tanto.
Marcela respondió. Decía no tener videos nuevos, además del que ya había mandado; pero estaba dispuesta a grabar algunos más a cambio de esas fotos.
—¡Genial! —Exclamó Katia—. Hay que hacerlo. Dale, sacame una foto.
Atolondrada como siempre, se colocó boca abajo en la cama, justo frente a mí. No me dio tiempo a nada, me agarró la verga y sonrió, esperando la cámara.
—No, Katia. Tenemos que terminar con esto, ya fue suficiente. Prefiero conseguir los videos de Marcela de otra manera.
—No seas boludo, Abel. Es solo una foto. Después de que te chupé la pija, esto es lo mismo que nada.
Si bien eso puede tener sentido en la racionalización de Katia, yo no lo veo de la misma manera. Añadir momentos como este, aunque sean de menor intensidad, solo sigue acumulando incomodidad y arrepentimientos.
—No me parece apropiado que…
Y se mandó la verga la verga a la boca. Así sin más, de una y sin aviso. No tuvo que explicarme nada, entendí perfectamente cuál era su juego. Ella se iba a quedar con la pija dentro de la boca hasta que yo sacara la foto. Para colmo comenzó a mover la lengua alrededor de mi glande, lo cual me produjo una fuerte descarga eléctrica. Esta piba sabe como llevarme al límite, y eso no me gusta.
Tuve que apresurarme, de lo contrario ella seguiría haciéndolo. Apunté el celular y le tomé unas cuantas fotos, con la verga un poco más afuera… y otras más adentro. Llegó a tragarla casi completa…. y a mí se me llenó la cabeza de flashbacks del momento del baño. No quería que eso vuelva a ocurrir, por nada del mundo. Todavía no sé dónde acomodar el trauma de que mi propia hermana me comió la verga… y ya está haciéndolo otra vez.
—Bueno, bueno… ya está… ya saqué las fotos. Podés soltar. —Katia me obedeció, pero no dejó de sonreír—. Ya le estoy mandando todo a Marcela.
—Bien, ¿viste? no era tan difícil. ¿Qué dijo Marcela?
—Em… nada, nada… agradeció las fotos y ya… ¡Hey! ¡Dame eso!
Otra vez me arrebató el celular. Al leer el mensaje sus ojos se volvieron enormes, chispeantes.
—¡Quiere video!
—No importa lo que quiera, ya fue suficiente.
—Pero… pero… promete mandar algo lindo, algo… interesante.
—No. En serio Katia. Basta con esto.
—¡Ufa! —Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir me miró y dijo—. Mandame el video nuevo que quiero hacerme la paja.
***
Hice lo correcto, lo sé. A pesar de eso Katia me hace sentir como si la hubiera traicionado. Se quedó todo el día en su cuarto y no quiso salir ni siquiera cuando le dije que estaba preparando milanesas con papas fritas. Le dejé su porción en un tupper, seguramente la comerá en la madrugada, que es cuando salen las ratas de su madriguera.
Al día siguiente era sábado y no sé si Katia madrugó o tranoschó. La encontré comiendo un sandwich de milanesa mientras miraba la repetición de algún partido de NBA en el living. Si hubiera estado desnuda no se hubiera visto tan provocativa. Llevaba puesta una vieja remera mía, color verde militar, toda rasgada y llena de agujeros. Una teta, con pezón incluido, asomaba por uno de estos agujeros. La otra se veía parcialmente entre las rasgaduras. Y abajo cubría poco y nada. Los jirones del borde hacían parecer la remera como una versión mal improvisada de un disfraz de Peter Pan. Su concha asomaba perfectamente entre estos retazos de tela. En especial porque tenía las piernas abiertas, y una subida al sillón, casi como si estuviera diciendo: “Acá está mi concha, pueden mirarla todo lo que quieran”.
—Che, ¿ponerse eso no es lo mismo que andar desnuda? —Le pregunté, sin poder dejar de mirar cada centímetro de su voluptuosa anatomía.
—Nop. Esto cumple otra función.
—¿Y cuál sería esa?
—La de calentar el cuerpo. Me resulta muy erótico tener esto puesto.
—¿Vos hiciste los agujeros?
—Sip ¿te gustan? Quedaron bien.
—Podrías haberme preguntado si esa remera aún me servía.
—¿De verdad? ¿Por eso estaba en el fondo de una caja dentro del placard?
—Bueno, quizás ya no la usaba tanto, pero… bueno, está bien. No tengo ganas de pelear. Solo se me hace raro que andes así en la casa cuando solamente te puedo ver yo.
—No me vestí así por vos. Sino por Mavi. Ella quería que le mande una foto…
—¿Mavi? ¿Hiciste las paces con ella?
—Estamos en eso. Por cierto, hoy va a venir a visitarme, espero que no te moleste.
—¿Molestarme? ¿Mavi? No, no… todo lo contrario. —Katia sonrió—. ¿Y cómo anda? ¿Está de novia?
—Nop, sigue soltera. ¿Por qué? ¿Te interesa?
—No sé… em… —me rasqué la nuca—. ¿A vos te molestaría que salga con tu mejor amiga?
—Para nada, Abel. Me encantaría que vos y Mavi anden juntos. Aunque… de vez en cuando me voy a acostar con ella. ¿Podrías vivir compartiendo la novia con tu hermana?
—Em… no sé. Primero habría que ver si Mavi tiene interés en mí. Después veremos todo lo demás.
—Muy bien. Voy a averiguar qué opina de vos.
—Hacelo con sutileza, por favor.
—Obvio… como siempre —dijo, dándole un mordiscón al sándwich de milanesa.
***
Mavi llegó alrededor de las cuatro de la tarde. Sus grandes pechos entraron por delante. Son como los de Katia, pero más redondos. Además en Mavi no se ven exagerados. Todo en esta chica es pura elegancia: su sonrisa; el cabello color miel voluminoso, hasta los hombros; sus caderas anchas como de bailarina de burlesque; sus nalgas que eclipsan la vista. Tiene algunos kilos de más, pero eso la hace aún más deseable. Quitarle esa carne extra a Mavi la quitaría parte de su encanto natural. Me quedé embobado mirando el escote de su blusa blanca estampada con flores azules. Ella ni siquiera me miró. Solo me saludó con cordialidad ensayada y siguió caminando tras los pasos de mi hermana. Juntas se metieron al cuarto y no volví a verlas en un largo rato.
Me quedé mirando un partido de básket en la tele. No es que me vuelva loco este deporte, pero Katia ya me está pegando un poco el bichito. Al menos el juego es dinámico, no se detiene ni por un segundo… excepto en el tiempo muerto; pero eso también tiene su tensión, según me explicó mi hermana.
No le estaba prestando mucha atención al partido, porque me invadió el recuerdo de una tarde en la casa de mi madre.
Katia y Mavi estaban sentadas en el patio, tomando mates. Me puse a regar las plantas solo para tener una excusa para estar ahí. No era algo que me interesara, y ni siquiera sabía bien qué plantas necesitaban más agua y cuáles menos. Pero agarré la manguera como si fuera un jardinero de vocación.
Mavi tenía las piernas cruzadas sobre una reposera, vestía una remera enorme de La Renga —seguro heredada de algún ex, porque no me la imagino escuchando esa banda— y un shortcito negro que apenas se asomaba por debajo. Estaba despeinada, como recién salida de una siesta, pero con esa frescura angelical que le brota sin esfuerzo. Reía de algo que le había dicho Katia, y yo no entendí qué, pero igual me reí por dentro. Me pasaba eso con ella.
—Che, Abel —me dijo de repente, girándose hacia mí con esa voz suya que parece acariciar cada palabra—. ¿Te puedo hacer una pregunta de plantas?
Me tomó por sorpresa. Tragué saliva como si me hubieran descubierto espiando. Pero mantuve la compostura.
—Obvio —respondí, haciéndome el entendido—. A ver, contame.
—Tengo una suculenta re linda, pero se me está marchitando. No la quiero perder. Está en el estante de la cocina, al lado de la ventana.
Me sonrió con una mezcla de preocupación y ternura, como si hablara de una mascota. Tenía el mate en una mano y con la otra dibujaba en el aire la forma de su plantita. Y yo, en ese momento, sentí que podía escucharla hablar de helechos y cactus durante horas sin aburrirme jamás.
—Probá cambiarla de lugar —le dije, fingiendo seguridad—. Capaz le está pegando demasiado el sol directo, o no le ventila bien. A veces es eso, viste… el lugar. Puede que le esté dando mucho sol… o muy poco.
Ella asintió con tanta atención que por un segundo me hizo creer que yo sabía lo que decía. Después le dio un sorbo al mate y volvió a sonreír.
—Gracias, sos un sol —me dijo.
—Gracias, sos un sol —me dijo.
Esa ternura me marchitó el corazón.
Sí, ya sé… me estoy poniendo poético otra vez. Katia se reiría si me escuchara decir eso, o peor: se burlaría durante días. Pero es la pura verdad. Hay algo en la forma en que Mavi dice las cosas —esa voz suave, dulce, como si estuviera siempre abrazando con las palabras— que me desarma. Cada frase suya parece dicha sin apuro, como si tuviera el don de hacer que el mundo frene un poco para que uno pueda respirar mejor.
Me vuelve loco. Y no solo porque es linda, que lo es. Es esa mezcla rara que tiene: de inocencia, de bondad, de no saber que ilumina todo alrededor. Su ternura no es cursi, ni fingida, ni estratégica. Es genuina. Y yo, cada vez que la escucho, tengo que hacer fuerza para no quedarme colgado como un idiota. Con Mavi todo es calma, como si hablara desde adentro de una canción suave. Katia, en cambio, suena como si siempre estuviera peleando con el mundo.
En elegancia Katia no tiene nada que hacer contra Mavi, aunque para no ser injustos con mi hermana… mmm, hay que reconocer que Katia sí podría ser aún más linda que Mavi. Aunque yo no puedo verla con esos ojos.
Pude ver las tetas de las dos (las de Mavi solo en fotos) y… definitivamente las de Katia son mejores. No más grandes, solo… mejores.
Cuando el segundo cuarto finalizó, escuché que la puerta del cuarto se abría. Salió Katia, completamente desnuda y me dijo:
—Shh… no hagas ruido —por un momento pensé que Mavi se había dormido. Katia se acercó hasta el sofá y me tomó de la mano—. Vení, acompañame. Te quiero mostrar algo… pero prometeme que no vas a abrir la boca.
Estuve a punto de responderle, pero ella me tiró otro “Shhh”, con el dedo en sus labios. No tuve más remedio que seguirla.
Entramos en el dormitorio y ahí vi una de las imágenes más sensuales e impresionantes de mi vida. Mavi estaba completamente desnuda. Sus pezones duros, apuntando al techo, su concha lampiña completamente abierta. Todo su cuerpo exhibido ante mis ojos… y lo más curioso eran las ataduras. Los brazos y las piernas de Mavi estaban atadas a las patas de la cama, ella estaba abierta de par en par, como una estrella… y tenía una venda en los ojos.
—¿Qué estás haciendo, Katia? —La pregunta de Mavi hizo que se me subieran los huevos a la garganta. Por un momento pensé que me había visto a través de la venda—. Dale, chupame la concha… no me hagas rogar.
Al parecer Mavi y Katia ya habían hecho las paces… o bien éste es el proceso en sí mismo. Mi hermana cerró la puerta suavemente, dejando que yo me quedara dentro. No dio más explicaciones. Se lanzó a la cama y metió la cabeza entre las piernas de su amiga. Al instante comenzó a pasarle la lengua, de abajo hacia arriba.
—Uy, sí… uf… no sabés cómo extrañaba estos jueguitos lésbicos con vos. Me vuelven loca.
La verga se me despertó al instante, no podía creer que estaba escuchando a Mavi diciendo eso. Ella es una chica que, a pesar de su hermosura y sus escotes, siempre transmite esa aura de pureza. Muchos creerían que es virgen y que jamás piensa en sexo. Y se equivocarían. Por las fotos que vi y por lo que está ocurriendo ahora mismo sé que Mavi es de las que le gusta experimentar. No solo con mujeres (lo cual ya me calienta un montón), sino también con ataduras. Eso me parece sumamente morboso.
Me acerqué más a la cama para ver mejor cómo la lengua de Katia se perdía entre los rechonchos labios vaginales. Mavi se sacudía sin poder mover mucho sus piernas. De pronto empezó a gemir, eran gemidos cargados de ansiedad, como si estuviera siendo torturada y excitada al mismo tiempo. Katia le estaba comiendo la concha con una fascinación que no le noté cuando lo hace con Stella. Definitivamente hay algo en Mavi que la calienta muchísimo. Quizás le gusta en serio… o puede que se deba a que es su mejor amiga y con ella tiene más confianza para soltarse.
Entró en escena el dildo, no lo había visto sobre la cama porque una de las piernas de Mavi me lo tapaba. Evidentemente ya lo habían usado, la humedad en la concha de Katia también insinuaba eso. Mi hermana lo introdujo lentamente dentro de la vagina de su mejor amiga.
—Ay… sí, sí… metelo así, despacito y hasta el fondo… como me gusta a mí… mmm, qué rico.
—¿Te gusta? —Katia lanzó una pregunta que ya había sido respondida, sin dejar de lamer el clítoris.
—Mmmm… me vuelve loca. Aunque… me muero de ganas de probar una pija real.
—Si querés podés hacerlo… hoy mismo —me puse tenso.
—¿Hoy?
—Sí, puedo llamar a mi hermano… —se me paralizó el corazón (y también la verga).
—¿Te volviste loca? No quiero que tu hermano me vea desnuda —“Es tarde para eso, chiquita”, pensé—. Además, no quiero que te vayas.
—¿Y quién dijo que me voy? Él te puede coger mientras vos me chupás la concha. ¿No te calentaría hacer eso?
—Pará… ¿vos te quedarías cogiendo conmigo mientras está tu hermano presente? —El corazón me palpitaba a toda velocidad mientras veía cómo el dildo se hundía en la vagina de Mavi.
—Sí, claro. Ya lo hicimos. A la vecina la garchamos entre los dos. Estuvo buenísimo.
—¿Qué? —Por dios, a veces me gustaría que Katia tuviera un mínimo de filtro—. Ay, nena… estás completamente loca.
—Y sé que eso te calienta —le dio un fuerte chupón en el clítoris.
—Mmmm… sí, me calientan muchísimo tus locuras. Y no lo voy a negar… me daría mucho morbo hacer un trío con vos; pero… ¿tu hermano? No sé…
—¿Me vas a decir que te parece feo?
—¿Feo? No, no… Abel es un chico lindo —se me infló el ego—. Pero es el tipo más aburrido del mundo —Y ahí se me desinfló otra vez—. Te juro que no me calienta nada.
—Eso es porque no le viste la pija. Es tan grande como este dildo…
—¡Ay, carajo!
Se lo hundió de golpe hasta el fondo. Mavi se sacudió, tensando las ataduras. Realmente estaba bien atada, de lo contrario se hubiera soltado.
—A la vecina le encantó la pija de mi hermano, te lo puedo asegurar.
—Mmm… no sé… me da vergüenza.
—Ya sé, pero hoy sos mía… y esta me la debés. Quiero que te mueras de vergüenza. Que mi hermano te vea atada y desnuda… y que te meta toda la pija.
—Ay… Ay… no me lo digas así… porque se me moja toda la concha… uf…
No sé si termino de entender lo que está ocurriendo. Mi cerebro está al borde del colapso, porque jamás imaginé que Mavi sería así con el sexo; pero ya me da toda la sensación de que es esa clase de personas que disfrutan siendo humilladas y sometidas. Bueno, eso explica las ataduras ¿no?
—Lo llamo… y que te meta toda la pija.
—Mmm… bueno, bueno… pero que no hable… y dejame la venda, no quiero mirar.
—¿Tanto te desagrada verlo?
—No… no… es que… me da vergüenza —se puso roja—. Es algo aburrido, sí… pero es un lindo chico.
Lo que más me duele de que me diga aburrido es que sé que de verdad lo cree. Mavi es una chica muy dulce y amable, jamás diría algo así de una persona si no fuera la pura verdad. Aún así… me considera un chico lindo, así que… no todo está perdido.
Para preparar la escena, Katia puso música. Eso viene bien, para que no haya un silencio incómodo. No sé qué bandas puso, solo sé que suenan como a indie rock y pop. No está mal, aunque no es lo que yo hubiera elegido. Luego se acercó a mí y se puso de rodillas. Me bajó el pantalón sin pedir permiso. Mi verga se asomó, a mitad de camino hacia una erección. Al parecer Katia no quería esperar a que ésto ocurriera a su debido tiempo. Ella lo quería ya. Como todo en la vida.
Agarró mi verga, apretándola con sus dedos, y se la metió en la boca. Empezó a chuparla con la misma intensidad con que lo hizo en el baño. No me voy a acostumbrar nunca a sentir la lengua de mi hermana lamiendo mi glande de esa forma. Quería pedirle que se detuviera, pero el pacto era el silencio. Tenía miedo de que, por hablar, se arruinara todo. Debía permanecer callado.
Por suerte no tardé mucho tiempo en tenerla dura, y Katia se detuvo al ver que la erección ya era imponente. Me condujo hacia la cama y le dijo a su amiga:
—Preparate, putita… ahora vas a saber lo que es una buena pija.
Mavi no dijo nada, pero emitió un tenue quejido, que se oyó a pesar de la música. Sus mejillas estaban muy rojas. Me pregunté qué estaría pasando por la cabeza en ese preciso instante. Seguramente se estaría muriendo de la vergüenza. Desde la perspectiva de Mavi, yo nunca le vi ni una teta, porque ella no sabe que Katia me pasó sus fotos. Y de pronto acá está. Un tipo con el que no tiene tanta confianza la está viendo desnuda, atada y expuesta. Ofrecida como si fuera un sacrificio sexual para los dioses.
Lo único que me motivaba a seguir adelante era tener la certeza de que ella había aceptado esto. Es parte de un loco juego de Katia, pero Mavi también quiere jugar. Me acomodé entre sus piernas, y fue mi hermana la que dirigió la verga hasta la entrada de esa turgente vagina cubierta de saliva y jugos sexuales. Katia se encargó de que el glande pasara por toda la raya, de abajo hacia arriba, ida y vuelta. Yo estaba con la cabeza colapsada de sensaciones y el corazón acelerado. No podía creer que por fin cumpliría mi fantasía de coger con Mavi. Así como tampoco podía creer que ella fuera… bueno, así… tan experimental… tan fogosa. Me resulta extraño ver que este ser de apariencia angelical tiene un lado sexual oculto.
Y yo no voy a dejar pasar el privilegio de conocer a fondo ese lado sexual. Permití que Katia me guiara hacia el interior de Mavi. La humedad y el calor ardiente del interior de su concha se apoderó de la parte de mi verga que consiguió entrar. Mavi se sacudió y gimió. Se la notaba tensa, con la sangre acumulada en sus mejillas. Metí un poco más y comencé a moverme lentamente. Me fascinó sentir cómo su concha se iba dilatando para mí, lentamente.
No sé si Katia pretendía ayudar con la penetración o si solo quería satisfacer a su amiga, porque se mandó directamente a lamerle el clítoris… y no tuvo miramientos en pasar la lengua por mi verga en más de una ocasión. Si Mavi notó que esto estaba ocurriendo, no dijo nada. Solo la música y su respiración entrecortada llenaban el ambiente.
Empecé a metérsela un poco más fuerte. Una parte de mi orgullo masculino quería mostrarle lo que este chico aburrido es capaz de hacer. Estos pijazos más contundentes hicieron que sus tetas reboten. Y con cada penetración ella dejaba salir un gemido.
—¿Te gusta, putita? ¿Te gusta? —Le preguntó Katia. Debe tener una confianza ciega en su amiga para soltarse de esta manera—. Quiero escucharte decir que te gusta.
—Sss…. sí… mmm… me gusta… uf… me gusta mucho, mi amor. Me gusta.
Ese “mi amor” no estaba dirigido a mí, aún así me derritió. Esta chica no tiene ni idea de lo mucho que me gusta. Estoy dispuesto a no mirarle el culo nunca más a mi jefa, solo si ella me da una oportunidad. Y teniendo en cuenta lo buena que está mi jefa, y que de vez en cuando me chupa la pija… creo que es un gran sacrificio. Aunque dudo mucho que Mavi lo entienda de la misma manera.
—Vamos a lubricar bien esta verga, así entra hasta el fondo. Y vos… chupame la concha.
Al decir esto Katia se colocó sobre Mavi, para formar un 69 muy lésbico. No pude ver como Mavi le chupaba la concha a mi hermana, pero supe que eso ya estaba ocurriendo, lo notaba en los movimientos de su cabeza. Katia sacó la verga de la concha y, sin siquiera avisar, se la metió en la boca. Empezó a chuparla dejando salir mucha saliva, con la que fue cubriendo todo mi miembro. Luego me hizo señas para que volviera a meterla. Empujé fuerte y entró completa.
—¡Ay… siiii… Ay…! ¡Uy, carajo… la puta madre… como me gustó eso… la concha de la lora… qué rico… sí!
Casi me estalla el cerebro al escuchar a la dulce Mavi puteando de esa manera mientras yo le metía la pija. Esas palabras me incentivaron a acelerar el ritmo, empecé a darle más fuerte. Ella volvió a la concha de Katia y a su vez Katia volvió a lamerle el clítoris. No sé si hacer tríos que incluyan a mi hermana sea la mejor idea del mundo, pero… reconozco que esto no estaría ocurriendo de no ser por la presencia (y la locura) de Katia.
El tiempo comenzó a dilatarse, tanto como la concha de Mavi. Seguí metiéndole la verga y Katia, cada pocos minutos, la sacaba y le daba una chupada descomunal, cargada de saliva. A pesar de que intento no pensar en eso, debo reconocer que me hace vibrar todo el cuerpo (en especial la verga) cada vez que succiona mi glande y lo cubre de saliva.
La concha de Mavi se fue volviendo más receptiva. No podías cambiar de posición, debido a sus ataduras, pero no me importó. Me encantaba hacerlo así. Me da un tremendo morbo verla atada. No me detuve ni por un momento, sus únicos respiros eran cuando Katia me chupaba la verga… y peor para Mavi, porque con esa lubricación extra después de la podía meter más fuerte. Ella chilló, gimió y se sacudió tanto como le permitieron las ataduras. Me imaginé que mi vecina estaría escuchando todo el escándalo. No me importó. Ya tenemos la confianza suficiente.
Cuando estaba llegando al momento del final, Katia me dirigió hacia la cabeza de Mavi, y ellas se besaron durante un rato. Luego Katia le preguntó:
—¿Alguna vez probaste el semen?
—Em… no…
—Bueno, hoy lo vas a probar.
—Ay, no sé… me da vergüenza…
—Lo vamos a probar juntas.
—Ay, por dios Katia, sos re zarpada —pensé que mi hermana había ido demasiado lejos, hasta que Mavi agregó—. Eso me calentaría muchísimo.
Así que puse la verga justo entre los labios de las dos. La primera en lanzarse a chupar fue Katia, no podía ser de otra manera. Luego Mavi la acompañó, con movimientos más tímidos y suaves, más a su estilo. Esto me llenó de morbo y ternura. Tomé el celular de Katia de arriba de la mesita de luz y comencé a filmar la escena. Definitivamente quiero un buen recuerdo de eso.
Mi verga no tardó mucho en explotar. Mis niveles de calentura, para ese momento, ya estaban al máximo. La leche comenzó a salir en chorros potentes que impactaron contra las bocas de Katia y Mavi. Ninguna de las dos hizo el gesto de alejarse. Siguieron chupando, tragaron la leche y se besaron para compartir el momento. Repitieron esta acción varias veces, hasta que a mí no me quedó nada en la reserva de semen.
—Metemela… metemela otra vez…
Esto me volvió loco. Por primera vez Mavi me estaba hablando directamente. Aunque no se quitó la venda de los ojos, sí me hizo partícipe de la situación. Me coloqué otra vez entre sus piernas y con el celular grabando, la penetré hasta el fondo. Katia se sentó sobre su cara y empezó a decirle “Chupame la concha, puta… chupame la concha”. Me di cuenta de que mi hermana estaba teniendo un gran orgasmo, por las forma en la que su cuerpo se sacudía mientras Mavi la exploraba con su lengua.
Después de estar dándole duro un rato, saqué la verga y me alejé sin hacer ruido. Ya no tenía nada más para hacer, mis energías se habían agotado. En cambio Katia parecía estar gozando a pleno. Las dejé solas y me fui a la cocina, en busca de algo fresco para tomar.
Me mandé a mi celular los videos que había grabado y me puse a mirarlos con cara de bobo, sin poder creer que fueran reales.
Estaba tomando una cerveza bien fría para celebrar ese increíble momento. Mavi salió, ya vestida, del cuarto de Katia. Lo hizo una vez que se aseguró de que yo también tendría la ropa puesta. La vi caminar por el living comedor con aires de grandeza. Estaba preciosa, como siempre. Su mirada me dejó congelado, y su sonrisa me atravesó.
—Tenés linda pija, Abel —dijo mirándome el bulto en el pantalón—. Lástima que seas tan aburrido. Sino… quizás hasta podrías ser mi novio.
Ese halago me destruyó completamente.
***
Aún no asimilo todo lo que acaba de ocurrir… y la calentura sigue a flor de piel. Estaba en mi cuarto, chateando con Marcela y no tuve mejor idea que mandarle uno de los videos que filmé en la tarde. Quería que ella viera que Cristian es un ganador. Le dije que había hecho un trío con Katia y con una de sus amigas. Me sentí un pelotudo, pero… funcionó. A Marcela le encantó el detalle y agradeció el video. Todo parecía marchar bien hasta que dijo:
—¡Hey! Yo conozco a esa chica. Se llama Mavi, ¿no?
Se me subieron los huevos a la garganta. Había sido cuidadoso de mandarle ese video en el que se ve mi pija entrando en la concha de Mavi y a Katia sentada sobre ella. Sin embargo la anatomía de Mavi es muy difícil de disimular. Esas tetas y esa cintura no se olvidan fácilmente. Apenas se le veía la cara, pero cualquiera que la conociera podría identificarla. ¿Y si Mavi se entera que estuve mandando este video? Peor aún… ¿y si sabe que me hago pasar por Cristian? La cara se me puso de todos los colores del mundo.
—Sí, es ella —respondí—. Pero, por favor… no le digas nada. Mavi no sabe que te estoy mandando estos videos.
—Sí, sí… quedate tranquilo, no le digo nada. Siempre y cuando vos no le cuentes nada sobre esto…
Me mandó un emoji guiñando un ojo y a continuación un video con la leyenda: “La sorpresa especial que te debía”. Lo reproduje y me quedé impresionado al instante. En primer plano apareció la hermosa cara de Mavi, con sus radiantes ojos azules. Estaba comiendo concha con la misma devoción lésbica que mostró con Katia.
—Wow… ¿vos también te la cogiste?
—Sí, y varias veces. Esa pendeja me vuelve loca.
—Hey, Katia —había dejado la puerta abierta, mi hermana justo se asomó con actitud chusma, seguía desnuda—. Tenés que mirar esto, Marcela me mandó otro video…
—¿Ah si? ¿Y está bueno? ¿Le están metiendo alguna pija de verdad?
—No, pero sí está cogiendo con otra persona —le mostré la pantalla. Ella se acercó lo suficiente como para poder verla—. ¿La reconocés?
La sonrisa se borró al instante de sus labios. Pocas veces en mi vida vi esa reacción en mi hermana. La última vez fue cuando abandonó la casa de nuestra madre, el día del conflicto entre milanesas.
—Ah… ¿está con Mavi? Mirá vos… bueno, decile a Marcela que si le gusta tanto meterse cosas en el culo, puede hacer lo mismo con este video.
Y se fue, dando un portazo.
—Ok… alguien acaba de tener una escena de celos.
Nunca entiendo a Katia, y en días como hoy todavía menos. ¿Será que le gusta Mavi o Marcela? ¿O quizás ambas? ¿Se puso celosa porque no la invitaron? Carajo… algo me dice que si empiezo a averiguar sobre esto, solo voy a meterme en quilombos. Pero bueno, ¿qué otra cosa puedo hacer? Al fin y al cabo Katia es mi hermana, y no me gusta verla sufrir.
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