Capítulo
10.
Mis furiosos
ojos se clavaron en los de Lara, no podía creer que estuviera en mi casa para
arruinarme la coartada. Pensé rápido y tuve una súbita idea que en un principio
me pareció brillante, yo le había dicho a mi madre que iría a la casa de una
Lara, pero nunca aclaré cuál.
-Esta Lara
no mamá –intenté aparentar tranquilidad- la otra. La que vino a mirar películas
el otro día.
-¿Esa no se
llama Edith? –ladró.
-Se llama Lara
Edith, a veces le digo por el segundo nombre para evitar estas confusiones,
como ésta. Si yo te dije que se llamaba así –logré hacerla dudar, sabía que
ella no recordaría si especifiqué cuál era su nombre.
-Eso me
importa poco. ¿Por qué motivo estás pasando tanto tiempo con mujeres? Te vas
toda la noche a “dormir” a la casa de alguna y volvés a cualquier hora.
-¿A qué te
referís con eso?
-¡Me refiero
a esas cosas que se dicen de vos Lucrecia! Todo el mundo anda diciendo que sos…
que sos lesbiana.
Ahora si
estaba muerta, o peor aún, me torturaría lentamente por el resto de mi vida
hasta que yo le suplicara que me mate. Tal vez si la provocaba más me mataría
rápidamente y terminaría con todo el sufrimiento hoy mismo. También podía robar
el auto y huir, hasta que me denunciaran y la policía me encontrara a pocos
kilómetros de mi casa y evitara que me tire de un puente con coche y todo. No,
eso sería una cobardía y arruinaría un bonito auto. Debía enfrentarla, ella no
era dueña de mi vida.
-¿Y si lo
fuera habría algún problema? –sus ojos se transformaron, parecían los del
mismísimo Satanás.
-¡Claro que
habría problemas! ¿En qué pensás Lucrecia? ¡No me digas que es cierto lo que
dicen!
-¿Quién lo
dice? –intentaba elevar mi vos sobre la de ella.
-Las hijas
de mis amigas, dicen que te vieron con mujeres. Besándolas y haciendo quién
sabe qué otra cosa, yo no puedo creer que siquiera se digan cosas así de mi
hija… hasta dicen que vieron un video donde estás…
-¡Basta
mamá! ¡No te metas en mi vida! ¡Si, me gustan las mujeres! ¿Y qué? Seguramente
las santitas de las hijas de tus amigas se habrán cachondeado mirando el video –estuve
a punto de pasar por su lado para irme a mi cuarto pero me detuvo agarrándome
del brazo.
-¡Malcriada
de mierda! ¡Yo te voy a enseñar! ¿Cómo me vas a decir una cosa así?
Levantó su
mano derecha y apuntó hacia mi mejilla, en cuanto la estaba bajando para
castigarme con toda su furia, Lara se interpuso y la tomó por la muñeca. Ella es
más bajita que mi mamá pero en ese momento inspiraba más miedo, nunca la había
visto así de furiosa.
-¡Vos no te
metas pendeja! –Le gruñó Adela mientras, por un impulso, levantaba la mano una
vez más para cargar contra mi ex novia- ¿Quién te creés que sos?
Lara estiró
el dije que colgaba de su cadenita y lo sostuvo entre sus dedos frente a los
ojos esa mujer rabiosa. Allí estaba la estrella de David amenazando a mi madre.
Ella no entendió nada hasta que la muchacha habló.
-Si me pega
voy a decirle a todo el mundo que usted es antisemita –la furia de mi madre se
desplomó.
-Pero… pero
yo no soy… eso es mentira…
-Es su
palabra contra la mía, en lo que a mí concierne usted se enojó porque soy
judía. Además soy lesbiana y soy la novia de Lucrecia. ¿A quién le va a creer
la gente?
Cuando
imaginé esta situación supuse que mi madre sufriría un triple infarto, por
suerte no fue así, en este momento la detestaba pero no la quería muerta, sólo
la quería abatida y fuera de combate. Así fue cómo quedó. Tuvo que sentarse en
una silla, tenía demasiada información nueva en su cabeza y no sabía cómo
asimilarla. Sus ojos se llenaron de lágrimas, actuando con rapidez tomé q Lara
de brazo y la llevé hasta mi cuarto antes de que mi mamá pudiera reaccionar.
-¿Qué fue
todo eso, vos querés que nos maten? –increpé ni bien cerré la puerta con llave.
-Solamente
le dije la verdad.
-No del
todo, yo no soy más tu novia.
-Técnicamente
nunca cortamos, sólo nos distanciamos.
-Técnicamente
me cagaste la vida Lara.
-De eso vine
a hablarte. No te pido que no te enojes, ni siquiera pretendo que me creas,
sólo te voy a pedir que me escuches.
Tenía ganas
de tirarla por la ventana pero mi enojo no era con ella, sino con mi madre.
Además ella me defendió cuando la cosa se puso fea. Intenté serenarme un poco y
me senté en una silla, le hice señas para que hiciera lo mismo. Me esforcé por
actuar de forma madura por una vez en mi vida.
-Te escucho
y si de paso se te ocurre alguna forma de dejar el país en poco tiempo,
decimela. Cuando mi mamá reaccione nos va a tirar todos los santos y vírgenes
por la cabeza. Puede que hasta intervenga el Vaticano.
-Por tu mamá
no te preocupes, yo me encargo de eso.
-Ah sí
claro, como si fuera tan fácil dominar a un pequinés rabioso, pero bueno, vos
tenés más experiencia en eso.
-No te metas
con el Puqui que no te hizo nada –me señaló con el dedo manteniendo el ceño
fruncido.
-¿Cómo que
no me hizo nada? Me mordía toda cada vez que iba a tu casa.
-Será tu
culpa, porque no le caés bien a los pequineses. Ni siquiera a tu mamá. Confiá
en mí, yo me encargo de ella.
-Como si
pudiera confiar en vos.
-Eso lo
veremos. ¿Podés estar callada por un rato y escucharme? –Asentí- gracias, un
día de estos te va a explotar la cabeza por decir tantas boludeces juntas
Lucrecia –estuve a punto de quejarme pero me hizo callar levantando su mano-
tengo que contarte algo, como te dije antes, no pretendo que me creas. Después
de lo que hiciste por mí el día del examen me di cuenta de algo. Supe que
todavía me amás –se me ablandó el corazón al escuchar eso, luego de una pequeña
pausa, prosiguió- porque vos te preocupaste por mí por más que estuvieras
enojada conmigo. Eso es amor de verdad –me tomó de la mano y casi me derrito,
una lágrima abandonó mi ojo y rodó por mi mejilla- yo también te amo, tanto
como el primer día. No estoy enojada con vos, sólo estaba dolida y por
orgullosa nunca te quise hablar, pero hoy vine a hacerte frente y a tragarme
ese orgullo. Entiendo que te hayas enojado por lo que pasó con el video, yo
también me hubiera puesto igual. Pero tengo que decirte que no fui yo la que lo
difundió. No me creas si no querés, no tengo pruebas, es sólo mi palabra.
-Si no
fuiste vos, ¿quién fue? –pregunte con la cara empapada de lágrimas y un nudo en
la garganta.
-Fue Cintia,
esa chica odia las lesbianas y es más lesbiana que vos y yo juntas. Ese día me
revisó el celular sin permiso le envió el video a no sé quién carajo, y también
se lo guardó para ella. Cuando me di cuenta de esto ya era muy tarde, creeme
que casi la mato. ¿Vos pensás que ella dejó de hablarme porque vos te peleaste
conmigo? No fue así. Le dije que si se me acercaba una vez más, le rompería la
cara y creeme que lo hago.
Le creí, tal
vez sólo porque quería creerle, pero con esa explicación muchas cosas tenían
sentido. Lara no ganaba nada difundiendo el video, en cambio Cintia se
regocijaría del enorme quilombo que ocasionó.
-Ahora la
voy a matar yo –dije totalmente furiosa.
-No hace
falta que la mates, conque la humilles como ella te hizo a vos, es suficiente.
-No te
imaginaba tan vengativa.
-A la mierda
la moral, esta hija de puta casi nos caga la vida y a Tatiana le hizo mucho
daño también. No se merece que se la dejemos pasar. ¿Entonces sí me creés?
Mi llanto me
impedía hablar con claridad, ya no sólo lloraba por melancolía sino también por
la furia que me estaba carcomiendo las tripas, por culpa de esa desgraciada yo
perdí preciosos días junto a Lara. Estaba muy conmovida, la pobrecita tuvo que
soportar un montón de cosas malas por todo ese lío y por mi culpa, porque yo no
quise escuchar su versión de los hechos.
-Vení para
acá, mi chiquita.
La abracé y
le di el beso más sincero que di en mi vida, aunque no el mejor, porque no
podía dejar de llorar. Ella me abrazó y me acompañó rítmicamente con el llanto.
-Perdoname
Lara, de verdad. Tendría que haberte escuchado.
-Y yo
tendría que haberte contado antes –se limpió las lágrimas del rostro.
Volvimos a
abrazarnos y nos quedamos así mientras nos tranquilizábamos, ocasionalmente nos
dábamos algún tierno beso en la boca, hasta que los besos pasaron de ser
consoladores a ser apasionados, amorosos y lujuriosos. Tomé sus preciosas manos
y las acaricié mientras daba suaves besos en su delicado cuello.
-¿Vamos a la
cama? –me preguntó.
-Me
encantaría Larita, creeme que sí, pero ya estoy fundida. Fue una noche muy
larga.
-¿Te acostaste
con alguien? –Me quedé muda- podés contarme, en serio. No me voy a poner
celosa, espero que te hayas acostado con muchas mujeres en mi ausencia –su
sonrisa fue sincera y hasta noté cierta picardía en ella.
-Sí, me
acosté con una chica –de pronto recordé que ella sabía quién era, al menos en
parte- con Samantha, la chica del baño ¿Te acordás?
-¡Sí, me
acuerdo! Que loco, ¿y cómo es, está buena?
-No está más
buena que vos.
-Vamos, no
me vengas con esos cuentos, sé sincera.
-Lo digo en
serio, vos a mí me gustás mucho, pero siendo honesta, Samantha es hermosa. Es
pelirroja y tiene unos ojitos que matan. ¿Y vos te acostaste con alguna en todo
este tiempo?
-Sí, algo
hubo. Por eso casi repruebo el examen.
-¿Estabas
teniendo tanto sexo que te olvidaste de estudiar?
-No
exactamente. ¿Ubicás a la profesora Jimena Hernández?
-Claro es…
es una de las que estaba en la mesa de examen ese día.
-Me acosté
con ella.
-¿¡Qué!? –no
lo podía creer, esa profesora tenía más de 40 años, aunque debía admitir que tenía
cierto atractivo- no sabía que fuera lesbiana.
-Ni yo
tampoco, pero ella me lo confesó. Nos vimos varias veces y como se encariñó
conmigo me dijo qué temas me iban a tocar en el examen, yo debía estudiar sólo
eso. No me gusta hacer trampas pero era una evaluación demasiado importante
como para no aceptar un poquito de ayuda. Todo iba bien hasta que la mina se
obsesionó conmigo, quería que vaya a vivir a su casa, poco más me pide
matrimonio.
-A la mierda
¿y vos qué le dijiste?
-Obviamente
le dije que no. Eso la enfureció, por eso se encargó de darme otro tema en el
examen, no entendía nada de nada, si no fuera por tu ayuda tendría que re
cursar toda la materia.
-Mirá que te
metés en líos chiquita.
-Mirá quién
habla, tu mamá está a punto de llevarte a la hoguera y quemarte como a Juana de
Arco.
-¿No dijiste
que me ibas a ayudar con eso? Por cierto, ¿Cómo pensás hacerlo?
-No sé si da
para contarte.
-Contame,
necesito saber para poder dormir tranquila.
-Bueno, pero
no te va a gustar. Resulta que esa noche en que tu mamá organizó una fiesta
para sus amigas…
-Y vos le
conseguiste el salón.
-Así es, la
cuestión es que la fiesta no fue como ella lo tenía pensado. Fue un tanto
subidita de tono. Bastante subida de tono. Ella no lo sabía, pero pidió el
“Menú completo” y en la jerga de mi tío, eso significa otra cosa.
-¿Qué me
estás diciendo Lara? –no lograba comprender a qué se refería.
-Que en la
fiesta hubo strippers y todo se descontroló bastante, especialmente tu mamá.
También hubo algunas filmaciones, tengo algunas de esas en mi poder, mi tío me
hizo el enorme favor de pasármelas antes de borrar los originales, le dije que
sólo las iba a usar en una emergencia y esta es una.
-¿Vos sabías
que la fiesta sería así?
-Sí, pero mi
tío también organiza eventos “normales” pensé que tu mamá pediría uno de esos.
-¿Pero qué
hizo ella en esa fiesta?
-Digamos que
hizo cosas que una esposa, madre, apostólica, católica y romana, no debería
estar haciendo. Las amigas tampoco se quedan atrás.
Abrí grande
los ojos, no podía creer que mi madre se hubiera visto envuelta en una fiesta
de esa índole, tampoco me entraba en la cabeza imaginar a sus amigas en esa
escena.
-No me des
más detalles –le pedí- sólo hacé lo que tengas que hacer.
-¿No te
molesta que lo use en su contra?
-No, quiero
que de una vez por todas admita que no es perfecta y que ella no puede estar
juzgando la vida de los demás como si fuera Dios Todopoderoso. Al parecer ella
también hace de las suyas y no es quién para decirme lo que puedo hacer o no.
-Entonces
voy ahora mismo a hablarle. Vos si querés acostate a dormir, ¿querés que vuelva
o me voy?
-Volvé, pero
si estoy durmiendo no me despiertes.
-Si estás
durmiendo ¿te puedo violar? –me hizo reír con ese comentario.
-Si me pedís
permiso no sería violación, pero sí, podés hacerme lo que quieras.
Lara salió
de mi cuarto con firmeza y decisión. Me asomé por la puerta y vi que caminaba
hasta el comedor, desde aquí pude escuchar que se sentaba en una silla y casi
de inmediato mi madre rugió.
-¿Qué querés
ahora?
-Siéntese
Adela, esto que le voy a decir no le va a gustar –su voz sonaba tranquila pero
a buen volumen- esto se llama chantaje y extorción…
Con una
sonrisa en los labios cerré la puerta del dormitorio. No quería escuchar lo que
le diría a continuación, me bastaba con que todo se solucionara. Me desnudé
completamente y me acosté en mi cama que tanto me extrañaba. No hay nada mejor
que regresar a la cama propia luego de una larga noche de sexo y alcohol. Me
quedé dormida apenas apoyé la cabeza en la almohada.
No tengo idea
de cuánto tiempo dormí, pero me desperté al girar y encontrarme con alguien
acostado a mi lado. Me tranquilicé cuando supe que era Lara. Estaba dormida y
completamente desnuda. La abracé y besé su frente, la chica abrió los ojos al
instante.
-Era cierto
que no tenés sueño profundo –le dije somnolienta.
-Vos fuiste
la boluda en creerlo, pero no te imaginás cómo me calenté cuando lo hiciste por
primera vez.
-Lo que no
te voy a perdonar es todo ese teatro que me hiciste la vez que te
“despertaste”.
-Eso es para
que aprendas a no jugar conmigo –me dio un besito en los labios.
-¿Cómo
reaccionó mi mamá?
-Emm, a tu
mamá la internaron.
-¿Me estás
cargando? –pregunté sentándome en la cama.
-No, para
nada. No es broma, pero no te preocupes, está bien. Sólo se le bajó la presión,
o se le subió… o se le cruzaron los cables. No sé. La cosa es que se descompuso
y tu papá la llevó al sanatorio.
-¿Pero en
serio está bien?
-Si Lucre,
el médico dijo que sólo fue un disgusto, aunque ella nunca dijo a qué se debía.
De eso me encargué personalmente. Mañana mismo le dan el alta.
-Bueno, tal
vez no le haría mal estar internada un rato, en una de esas se dan cuenta de lo
loca que está y se la llevan al manicomio.
-Mucho no le
falta, creo que tu hermana heredó la locura de ella.
-Sí,
totalmente. ¡Epa! –me sobresalté cuando sentí la mano de Lara hurgando en mi
vagina.
-No te
imaginás cuánto te extrañaba Lucre –pegó su frente a la mía.
-Si me lo
imagino, yo te extrañé igual. Pero no te estoy metiendo mano sin previo aviso.
-Es que ya
estoy excitada, hace rato que espero que te despiertes. Me alegra mucho que
estemos juntas otra vez.
-Te voy a
confesar que ya estaba pensando en perdonarte por lo del video, ya no me
importaba, sólo quería estar con vos otra vez.
-Es
bueno saberlo –me dio un húmedo beso, casi tan húmedo como lo estaba mi
entrepierna debido a tanto toqueteo.
-Antes de
que lo hagamos quiero dejar algo en claro y perdón si eso arruina todo, pero
quiero decirlo.
-Te escucho
–no apartó su mano, acomodé su cabello mientras pensaba cómo decírselo.
-Creo que
nuestro primer error fue ponernos de novia tan rápido, no creas que no te amo,
porque si lo hago, pero somos jóvenes y tenemos muchas cosas por las que vivir.
-Y muchas
mujeres para probar –sonrió.
-Bueno sí,
me refiero especialmente a eso. No quiero que nos privemos de otras
experiencias, tengo un amigo gay que lleva una relación abierta con un hombre.
Cada uno se puede acostar con quien quiera, pero ellos saben que el aprecio que
se tienen es especial.
-Entiendo
¿vos querés que hagamos lo mismo?
-Sé que
suena a locura, pero si no te molesta…
-No para
nada, como te dije. No soy celosa, la celosa acá sos vos –metió un dedo en mi
agujerito.
-Yo no soy
celosa.
-Si lo sos,
si hubieras visto la cara que pusiste cuando nombré a la profesora.
-Eso fue
porque me sorprendió –me estaba calentando mucho, comencé a acariciar sus
piernas, la suavidad de su piel me volvía loca.
-No fue por
eso, pero bueno, no quiero discutir. Entonces seguimos como novias, pero en una
relación abierta. Cada una puede acostarse con quien quiera.
-Sí, más o
menos así, igual después lo vamos a hablar mejor. Ahora abrí esas piernas que
te la voy a comer toda.
-Esperá que
busco el celular, así lo grabo.
-¡Pelotuda!
–no pude evitar reírme pero como castigo, pellizqué su clítoris.
Comencé a
chupar uno de sus pezones, a pesar de haber tenido tanto sexo la noche
anterior, estaba tan excitada como si hubiera pasado un mes de abstinencia, el
estar con Lara renovaba mi libido. Extrañaba este cuerpo como un perro fiel que
echa de menos a su amo. Descendí lentamente cubriendo su cuerpo con mis besos
hasta que logré colocarme justo entre sus piernas, lamí su blanco y suave
pubis, mi lengua trepó por su monte de venus y luego descendió por una ladera,
llegó a la cara interna de uno de sus muslos, siempre humedeciendo todo a su
paso. Repetí ese recorrido unas tres veces y cuando mi lengua llegó al centro
del placer me transmitió ese intenso y embriagador sabor a sexo femenino. Lamí
una y otra vez, quería sentir el flujo que corría por ese manantial cayendo en
mi boca y luego permitirme explorar en las profundidades de esa rosada cueva.
Todos los rencores se disiparon para dejar sólo el placer y la renovada
confianza. Estaba feliz porque todo se haya solucionado entre nosotras, si tan
sólo hubiéramos sido menos orgullosas, el conflicto se hubiera solucionado en
un día, pero eso no importaba ya, juntas recuperaríamos el tiempo perdido. Seguí
comiéndosela con ansias durante unos segundos mientras ella gemía de placer y
acariciaba mi pelo.
Luego me
tendí de espaldas en la cama, levanté las piernas y las sostuve con las manos
por debajo de las rodillas dejándolas bien abiertas. Ella comprendió de
inmediato mis intenciones. Se lanzó sobre mí y comenzó a lamer mis nalgas y muslos
con la clara intención de provocarme. Su lengua pasaba alrededor de mi vagina
sin siquiera tocarla, yo me estaba desesperando, quería que me la comiera toda.
Necesitaba sentir la boquita de mi querida Lara en mi sexo. Aguardaba
impaciente con los ojos cerrados cuando sentí dos dedos penetrándome por el
orificio vaginal, no gemí pero mi respiración cambió de ritmo drásticamente. Un
segundo después su boca comenzó a succionar mi clítoris, esta sensación fue muy
intensa, esperaba que comenzara con algo suave pero me tomó por sorpresa.
Parecía que mi botoncito escaparía de su capullo para siempre, pero una mística
fuerza lo mantenía unido a mí enviándome potentes oleadas de placer, una tras
otra.
-¡Te amo
Lara! –grité mientras jadeaba copiosamente.
Ella trepó
por mi cuerpo sin quitar los dedos de mi agujerito y pegó su cara a la mía, sus
ojos negros se clavaron en mi alma.
-Yo también
te amo Lucrecia –me besó como sólo una gran amante sabía hacerlo. Aplicaba
intensidad durante y segundo y luego suavizaba los movimientos, eso me
transmitía pasión y amor al mismo tiempo- vamos al baño, te quiero enseñar
algo.
-¿Qué es?
–pregunté divertida e intrigada.
-Ya vas a
ver. Abrí la ducha cuando entres.
Obedecí como
niña buena, caminé dando saltitos hasta el baño y dejé el agua correr para que
se calentara un poco. Lara se unió a mí en cuestión de pocos segundos. Nos
besamos otra vez y luego me chupó las tetas provocándome suaves punzadas de
placer. Esta chica tenía un don especial conmigo, siempre sabía qué hacer en el
momento justo, aunque ni yo misma lo esperara. Cuando el agua ya estuvo tibia
me dijo:
-Bajá la
ducha –la miré sin comprender- es una ducha de mano, se puede desprender del
soporte ¿Nunca te diste cuenta?
-Sí, pero no
entiendo para qué querés que la baje –sin embargo le hice caso, ella era muy
bajita y no llegaría nunca hasta allá arriba.
Me arrebató
la ducha de las manos y pegó su cuerpo al mío, el agua tibia cayó sobre
nuestros pechos, luego mojó mi espalda, eso sumando a sus caricias me relajaba mucho.
De pronto volvió al frente y el agua comenzó a acariciar mi pubis, bajó más y
la colocó entre mis piernas. Solté un impulsivo gemido, no me esperaba eso,
gemí una vez más flexionando las rodillas, el placer era enorme. El agua hacía
vibrar mi clítoris, se colaba por mi sexo y acariciaba mis labios vaginales,
todo al mismo tiempo y con una gran intensidad.
-¡Ay Lara,
ay! –gemía e intentaba quedarme quieta pero me era imposible.
Una mezcla
de cosquillas y goce me invadía. Nunca se me había ocurrido hacer algo así con
mi propia ducha. Al parecer ella notó mis dificultades por permanecer erguida.
-Sentate en
el piso –me pidió.
Lo hice
poniendo mi espalda contra una pared, separé las piernas y ella se sentó a mi
lado, en la misma posición. De inmediato comencé a masturbarla justo cuando
ella volvía a invadir mi intimidad con la potente lluvia de agua tibia. Esto
era alucinante, no podía creer que todo este tiempo tuve a mi alcance tan
increíble fuente de placer y ni siquiera lo sabía. Cerré los ojos mientras mi
cuerpo se estremecía, mis gemidos eran muy fuertes y sinceros, no podía
controlarlos, me encantaba esta nueva sensación, pero no quería ser la única
que lo disfrutara. Después de unos segundos tomé el mando de la ducha y la
llevé hasta su entrepierna mientras ella me estimulaba con los dedos. Comenzó a
gemir tal y como yo lo había hecho, se retorció de placer y buscó mi boca con
la suya. Fue un beso prolongado que nos permitió jugar con nuestras lenguas sin
dejar de estimularnos una a la otra. La siguiente vez que el chorro de agua
tocó mi vagina, tuve un intenso orgasmo, pero Lara no se detuvo. Le metí dos
dedos mientras ella hacía que el tibio líquido llegara a cada rincón de mi
sexo, de no haber tenido tantos orgasmos la noche anterior, seguramente esta
nueva experiencia me hubiese provocado dos o hasta tres, pero luego del primero
quedé rendida. Tuve que apartar yo misma a mi novia. ¡Es cierto! Ya éramos
novias otra vez. ¡Qué bien se sentía eso!
Para
demostrarle lo feliz que estaba me arrodillé en el suelo y quedamos cara a
cara. La besé y pegué la ducha a su vagina. ¡Cómo extrañaba sus gemidos! Me
encantaba escucharlos, aunque sonaran apagados al tener mi boca pegada a la
suya. Permanecí en esa posición de ataque hasta que supe que su orgasmo era
inminente, ahí aparté la regadera y metí la cabeza entre sus piernas. Quería
que sintiera mi boca en ese momento de intenso gozo. Chupé su clítoris y
succioné sus labios vaginales, ella gemía enérgicamente y sacudía las piernas.
Por lo prologando de su orgasmo me imaginé que debieron ser al menos dos
juntos.
Luego de
disfrutar tanto quedamos un tanto más aceleradas de lo que ya estábamos, pero
pudimos ducharnos con normalidad, cada una enjabonó el cuerpo de la otra y nos
reíamos como si nunca nos hubiéramos separado. Recordaba nuestros meses de
amistad y durante ese tiempo nunca imaginé que alguna vez lograríamos una
conexión tan grande. Para mí el estar duchándome de forma tan natural con otra
persona era un gran logro que me demostraba la confianza que tenía con Lara.
Al día
siguiente fue jueves, justamente como aquél terrible día en que nos peleamos,
pero este jueves no sería así, esta vez solucionaríamos un viejo problema que
no sólo nos aquejaba a nosotras dos.
El plan fue
trazado por Lara, pero debía ser yo quien lo ejecutara. Estaba dispuesta a
hacer ese sacrificio por un bien mayor. Esa misma mañana, luego de clases,
intercepté a Cintia. La chica tenía el cabello exageradamente arreglado y su
ropa intentaba realzar su magra figura. Todo en ella parecía un intento
desesperado por mostrar una belleza de la cual carecía, al menos en mi opinión.
-¡Que linda
estás hoy Cintia! –mentí, su atuendo rozaba la vulgaridad. No podía evitar
notar lo ajustado que era su pantalón, tanto así que marcaba la división de su
vagina. A veces me excitaba viendo eso en ciertas mujeres, pero en ella no
quedaba bien, o tal vez era porque la detestaba.
-Gracias
Lucre, vos también –yo iba vestida con una blusa normal y una pollera floreada,
nada fuera de lo común. Me dio la impresión de que la muchacha estaba siendo
condescendiente.
-¿Hacés algo
ahora?
-No nada.
Estaba por volver a mi casa.
-¿No querés
tomar alguna gaseosa o algo así?
-Bueno dale
–la idea parecía gustarle.
Fuimos hasta
la cantina y compramos una botella de Sprite de litro y medio. Por suerte todas
las mesas estaban ocupadas por lo que tuvimos que buscar un lugar más apartado.
La llevé hasta un patio cerca de los vestuarios, que era justo donde la quería.
Cuando nos sentamos inicié la etapa más difícil del plan, debía ser cuidadosa y
manejar la situación con mucho tacto, pensando muy bien mis palabras antes de
decirlas.
-¿Alguna vez
te acostaste con una mujer? –La bomba cayó y detonó tan rápido que ella no supo
cómo reaccionar- es solamente una pregunta Cintia, si no querés responder, está
todo bien.
-¿Por qué lo
preguntás?
-Por nada.
En serio, sólo me dio curiosidad. No me hagas caso.
-¿Vos pensás
que me acuesto con mujeres?
-No dije
eso, fue solamente una pregunta. ¿Ya estás preparando el trabajo práctico que
nos encargaron? –cambié de tema drásticamente.
-Por algún
motivo preguntaste –tomó un trago directamente desde el pico de la botella- ¿no
me estarás insinuando algo?
-¿Habría
algún problema si lo hago? –pregunté levantando una ceja y mirándola a los ojos,
confiaba en que si había algo de encanto seductivo en mí, ella lo notara.
-A mí ya me
parecía que me mirabas con ganas –resultó ser bastante egocéntrica y mentirosa,
yo solía mirarla con asco y odio.
-¿Se me nota
mucho? Es que sos una chica muy linda, pero no me hagas caso, sé que nunca
estarías con una mujer.
-Con una
como vos, tal vez sí –la miré simulando sorpresa.
-¿En serio
me lo decís? No me hagas ilusionar en vano. Yo sé que vos sos heterosexual.
-Podría
hacer una excepción, en las circunstancias apropiadas –la chica mordió el
anzuelo más rápido de lo que yo pensaba.
-¿Y cuáles
serían las circunstancias apropiadas? –acaricié su pierna y me acerqué mucho a
su cara.
-No sé, si
estuviéramos solas, donde nadie pudiera vernos –su mano se posó sobre mi
rodilla y fue subiendo lentamente.
Miré para
todos lados como si buscara algo en particular, lo cierto es que sabía
exactamente dónde estaba lo que precisaba en ese momento.
-Seguime –le
dije tomándola de la mano.
Caminamos
hasta los vestuarios y presioné suavemente la puerta como para comprobar si
estaba abierta. Sabía que la encontraría así. Ingresamos intentando escapar de
la mirada de algún curioso. Ella dejó la botella de gaseosa sobre un banco y de
inmediato la increpé. La empujé suavemente contra uno de los casilleros y me
pegué a ella.
-¿Nerviosa?
–le pregunté desafiante- porque si te vas a echar para atrás, mejor dejamos las
cosas así.
-No me voy a
echar para atrás.
-Demostramelo.
Sin esperar
ni un segundo más, me besó. Al parecer a la homofóbica le calentaban las
mujeres tanto como a mí, aunque la verdad no me hacía mucha gracia que sea ella
quien me coma la boca. Intenté prolongar la situación lo más que pude pero sus
inquietos dedos de colaron bajo mi pollera y comenzaron a toquetearme la
entrepierna. Me estaba impacientando, Cintia parecía decidida y yo titubeaba.
-¿Qué pasa
Lucre, es demasiado para voz? –me preguntó al notar mi nerviosismo.
-Al
contrario, estoy pensando que no te animarías a más –le dije esto por puro
orgullo, ni siquiera era parte del plan.
-Ahora mismo
vas a ver que sí.
Me obligó a
retroceder hasta que quedé sentada en uno de los bancos que estaba contra una
pared. Se arrodilló ante mí y comenzó a quitarme la bombacha. No quería quedar
como una cobarde frente a ella, pensé que si apuraba las cosas la haría
retroceder. Abrí las piernas y con los dedos separé mis labios vaginales. Ella
tuvo un primer plano de mi sexo y en lugar de asustarse, se lanzó sobre él. Por
la forma en la que empezó a chuparme el clítoris supe que no era la primera vez
que comía una vagina. La muy maldita se la pasaba hablando mal de las lesbianas
y ella debía serlo tanto como yo. La muy puta pasó de hacerse la mosquita
muerta a estar chupándomela sin asco en cuestión de minutos. Subí los pies al
banco, esta posición le daba vía libre a Cintia para lamerme la intimidad a
gusto. Si bien no pretendía disfrutar con esto, tampoco soy de madera. Mi
cuerpo comenzó a reaccionar ante tan intensivo tratamiento.
-Así, así.
No pares, me encanta –comencé a decirle entre jadeos. En realidad sólo
intentaba ganar tiempo y que ella permaneciera allí.
Miraba a
cada rato la puerta del vestuario y ésta no se abría. Cintia notaría que me
estaba mojando y eso elevaría su ego, mordí mi labio inferior para reprimir un
gemido pero su lengua se estaba clavando en mi agujerito y eso me producía
mucho placer. Para colmo acompañaba la acción frotándome el clítoris con la
yema de los dedos.
-Se nota que
te gusta –le dije para exponerla más- se ve que no es la primera vez que lo
hacés.
No me
respondió, estaba muy entretenida dando chupones a mi clítoris mientras se
desprendía el pantalón. Vi que metió una mano dentro y comenzó a masturbarse.
Después de unos segundos se puso pie bajando su pantalón hasta las rodillas.
Dio media vuelta y se inclinó hacia adelante formando una L y expuso su
almejita apretada y divida en dos. Por el centro de los labios bajaba un
líquido viscoso y transparente, no veía señales de vello púbico.
No quería
llegar más lejos con ella, pero tampoco quería que todo el plan se derrumbara
porque yo no me animé a seguir. No tuve más remedio que ponerme de rodillas
frente a sus nalgas, las acaricié suavemente intentando ganar algo de tiempo.
Al fin y al cabo era sólo una vagina más, igual a todas las otras que chupé.
Debía pensar en otra persona, su posición me facilitaba mucho las cosas ya que
no podía ver su cara. De pronto imaginé que se trataba de Anabella, esa fue una
decisión acertada y me lancé de boca. Quería hacerme la idea de que la monjita
estaba recibiendo mis intensas lamidas y yo debía demostrarle que tan buena
era. El sabor me agradó mucho a pesar de ser tan intenso, salado y amargo. Al
parecer estaba haciendo un buen trabajo porque ya podía escuchar sus gemidos.
Introduje dos dedos sólo para sentir esa tibia viscosidad por dentro, pero ya
estaba fantaseando con la idea de que ella me la comía.
-¡Quiero que
me la chupes toda! –pedí mientras volvía sentarme sobre el banco levantando las
piernas.
Cerré los
ojos para no verle la cara, yo sólo quería imaginar a Anabella, con su preciosa
cabellera color chocolate hundiéndose entre mis piernas. Cuando sentí sus
labios deliré de placer y gemí con ganas, el tiempo pasaba y yo me encontraba
perdida entre mis pensamientos y el placer físico, ya casi no recordaba por qué
motivo estaba haciendo esto.
Volví a la
realidad cuando escuché el sonido de la puerta abriéndose, sostuve la cabeza de
Cintia para que no pudiera voltear de inmediato y fijé la vista en las recién
llegadas. Mi expresión de lujuria debía ser más que evidente y grotesca.
Allí estaba
Tatiana que venía acompañada, por extraño que resulte, por Jorgelina, la chica
promiscua del grupo, Daniela y Laura, que eran heterosexuales y se habían
dejado lavar la cabeza por la homofóbica. También estaban las dos Laras, me
sorprendió ver a la más pequeña allí pero luego recordé lo bien que se llevaba
con Tatiana. No me importaba que ellas me vieran medio desnuda y en pleno acto
sexual, de hecho eso me cachondeó un poco y creo que por la expresión en mi rostro,
se notó. Cuando Cintia pudo liberarse de mis garras volteó para mirar atónita a
las chicas.
-Ah bueno
–Daniela fue la primera en hablar- ¿no que no eras lesbiana?
-¿Eh? No…
yo… este…
-¿Ahora vas
a decir que Lucrecia te obligó? –Replicó Jorgelina- no parece que la estuvieran
pasando tan mal –no bajé los pies del banco, todas podían ver mi vagina al
desnudo. No tenía idea de que el exhibicionismo pudiera calentar tanto.
-¿A ella
también le vas a gritar “lesbiana de mierda”? –esta vez fue Tatiana la que
vociferó.
Cintia no
sabía dónde meterse, ni siquiera atinó a ponerse de pie, sólo intentó acomodar
su pantalón para cubrir su desnudez. Tuve que juntar mis piernas para que mi
actitud no pasara a ser vulgar, aunque si fuera por mí me hubiera masturbado
frente a la vista de todas mis amigas hasta tener un delicioso orgasmo. Era una
sensación completamente nueva para mí.
-¡Yo no soy
lesbiana! –gritó la homofóbica.
-Parece que
sí lo sos, o al menos te gusta mucho chupar conchas –mi novia parecía ser la más
enfadada de todas- ¿por qué no lo admitís de una vez y dejás de molestarnos? A
Tatiana le hiciste algo muy feo.
-¿Qué le
hizo? –preguntó Laura roja por la vergüenza.
-Se puso a
jugar a “las enfermeras” con ella –contó Lara- dejó que Tati se la chupe y después
empezó a gritarle de todo, cosas horribles, hasta la echó de la casa en la
mitad de la noche –Tatiana tenía los ojos brillosos por las lágrimas.
-¿Eso es
cierto Tati? –Daniela no podía creerlo.
-Sí, es
cierto. Por eso me odia tanto, por lo que pasó esa noche… y mirá ahora, está
comiéndosela a Lucre con mucho gusto.
-Entonces sí
te gustan las mujeres.
-¡No!
Ustedes no entienden, es puro cuento de estas locas de mierda –la rabia le
hacía decir incoherencias que no tenían fundamento alguno.
-¡Pero si te
vimos, Cintia! –Recordó Jorgelina- ¿por qué le hiciste una cosa así a Tatiana
si a vos también te gustan las mujeres?
-Eso no fue
lo único que hizo –Lara estaba dispuesta a exponerla completamente- ella fue la
que difundió el video de Lucrecia. Lo sacó de mi celular sin mi permiso. No sé
por qué hizo una cosa así –todas miraron a la culpable con ojos chispeantes.
-Yo creo
saber por qué lo hizo –Tatiana sonaba un poco más tranquila, al parecer quería
que su voz sonara firme y convincente- a mí se me parece obvio que a Cintia le
gusta Lucrecia, siempre la está mirando de forma diferente y no es algo
reciente, viene desde hace mucho. Cuando ella vio el video en tu celular supo
que se estaba acostando con vos y eso la llenó de celos y envidia, porque así
es como reacciona ella. No puede ver feliz a la gente, le jode la felicidad de
los demás.
-¡Callate
puta!
Cintia dio
un salto hacia Tatiana y justo cuando estaba por pegarle un puño cerrado se
clavó en su mejilla y le hizo golpear la cabeza contra la puerta de un
guardarropa. Supuse que el golpe provino de Lara, pero estaba equivocada. Allí
estaba Jorgelina con el brazo extendido como campeona de boxeo. La homofóbica
quedó tan aturdida que no pudo ponerse de pie para devolver la atención.
-Sos una
hija de puta Cintia ¿cómo vas a hacer una cosa así? Hacerle eso a Tati y
también a Lara y Lucrecia. ¿Vos no tenés códigos de amistad?
-¿Ahora
defendés lesbianas, no serás una? –la golpeada tenía sangre en la comisura de
su labio.
-No hace
falta que sea lesbiana, me parece que vos deberías dejar en paz a las chicas y
que hagan su vida. Todo este tiempo nos alejaste de Tatiana porque dijiste que
te robó plata cuando fue a tu casa –yo no conocía esa historia- sos una
mentirosa de mierda. Ahora entiendo muchas cosas, por eso siempre insistías
para que nos vistiéramos juntas, querías verme desnuda.
-¡Mentira!
-Ya no tenés
con qué defenderte, Cintia –Lara se acercó con su corta y amenazante estatura-
mejor andate porque si no te voy a pegar yo también. Lo que me hiciste a mí tal
vez te lo pueda dejar pasar, pero que hayas perjudicado a Lucrecia, eso sí que
no te lo perdono. Además también maltrataste a Tatiana cuando ella sólo te
siguió la corriente con tus jueguitos. Si te gustan las mujeres deberías
admitirlo de una vez y no joderle la vida a toda lesbiana que se te cruce por
el camino y mucho menos si son tus amigas.
La agredida
titubeó pero al final se levantó y abandonó el vestuario con paso firme, vi que
estaba llorando, por un momento me dio mucha pena, pero luego recordé que ella
se las buscó, ella nos trató como basura.
-Espero que
después de esto podamos volver a ser amigas –dijo Tatiana refiriéndose a las
tres chicas que tanto tiempo estuvieron apartadas de ella.
-No se lo
tomen a mal, pero a mí todo esto de las lesbianas me pone un poquito incómoda.
No creí que hubiera tantas –Laura era tan tímida como Edith– parece una plaga.
-Pero eso no
quiere decir que no podamos ser amigas. Es como que ustedes tengan amigos
varones ¿acaso se quieren acostar con todos sus amigos?
-No, claro
que no –dijo Daniela.
-Yo sí
–aseguró Jorgelina.
-Bueno, pero
vos sos re puta –Laura lo dijo como chiste y nos reímos, incluso la aludida.
-Eso es lo
importante, que tengamos las cosas claras, no tenemos por qué juzgarnos por
nuestras preferencias sexuales, ni religión, ni nada de eso.
-¿Ahora
defendés los derechos humanos Lucre? –me preguntó mi novia.
-Un poco sí,
es que me jode que discriminen y más dentro de un grupo de amigas.
-¿Quién es
esta? –Lara se refería a la más pequeña, a la cual no conocía.
-Lara, ésta
es Lara.
-¿Se llama
igual que yo?
-Así es.
-Me cae mal.
Edith sonrió
con simpatía como si hubiera escuchado todo lo contrario.
-Te va a
caer mucho mejor cuando la conozcas bien –aseguré- además a ella también le
encantan los libros de fantasía épica.
-Y también
me gustan las mujeres –le guiñó un ojo a mi novia.
-Bueno está
bien. Por ahora lo dejamos en neutro.
-¿Por qué
tardaron tanto? –Pregunté- la tipa ya me estaba violando –¿o yo dejé que me
violara?
-Es culpa de
ellas –Tatiana señaló a las heterosexuales del grupo- que no querían seguirme.
Estuvimos un buen rato para convencerlas.
-Es que yo
no imaginaba que veríamos algo así –Daniela lucía un tanto desconcertada- vi
chicas besándose o haciendo otras cosas, en videos, pero nunca vi algo como
esto en vivo y en directo.
-Da un
poquito de asco –afirmó Jorgelina- pero todo bien, no las vamos a juzgar.
Ustedes pueden seguir haciendo lo que quieran, siempre y cuando respeten
nuestra posición.
-Y tal vez
sea prudente que no uses escotes tan exagerados –esta vez fue Edith la que
acotó- se te ven todas las tetas nena, un día de estos te van a violar en la
calle, o te voy a violar yo.
-Coincido
con mi tocaya. Dan ganas de comerlas todas.
-¡Hey! Dejen
de acosarme –se quejó mientras cubría sus redondos senos con las manos, fue muy
gracioso verla avergonzada por primera vez.
No es que
quisiéramos celebrar la desgracia de Cintia, pero después de lo ocurrido fuimos
todas juntas a tomar un helado. Tatiana se veía más feliz que nunca al ser
aceptada una vez más en el grupo de amigas, además le pidieron disculpas por
haber pensado mal de ella. Las de preferencias lésbicas demostramos que
podíamos pasar una tarde normal con amigas sin estar provocándonos mutuamente,
aunque después de las lamidas que recibí, estaba bastante caliente y tuve que
esforzarme para que no se notara. Me ayudó mucho el hecho de tener de vuelta a
mi Lara, no dejábamos de mirarnos a los ojos en cada ocasión que teníamos, yo
no eran esas miradas que desnudan sino que había verdadero cariño y admiración
en ellas. Nos tomamos de la mano por debajo de la mesa y entrelazamos nuestros
dedos simbolizando una fuerte unión.
En ese
divertido rato pensé en lo valiente que fue Lara en ir a mi casa para blanquear
la situación, porque si lo analizaba desde su punto de vista, la idiota había
sido yo por no confiar en ella y por no escuchar su versión de los hechos. Ella
me enseñó que no es bueno ser tan orgullosa, mucho menos con la gente que uno
quiere de verdad. No pude evitar pensar en Anabella. Desde mi punto de vista
ella era una miedosa que no sabía valorar la amistad, pero debía serenar esos
pensamientos y admitir que en su posición de monja podía ser muy problemático
que la vieran tanto tiempo acompañada por una chica que era famosa por ser
lesbiana. Pucha, ahora hasta mi madre lo sabía. No crucé palabra ni mirada con
ella desde que mi novia la chantajeó. ¿Le contaría a mi padre sobre mi
condición sexual? Esperaba que lo hiciera y que ya quedara en el pasado de una
vez, aunque al mismo tiempo temía por las consecuencias.
Cuando la
improvisada reunión de amigas finalizó Lara me preguntó qué haría a
continuación, antes de que me proponga algo le dije que debía solucionar un
problema con alguien importante, prometí que luego la visitaría en su casa para
darle los detalles, ella accedió de buena gana y comencé a caminar sola con
rumbo fijo hacia la Universidad.
Intenté
pasar desapercibida todo el tiempo, especialmente cuando llegué al área que
pertenecía al convento. Verifiqué que nadie reparara en mi presencia y me
dirigí tan rápido como pude hasta llegar a una conocida puerta. Golpeé una vez
y no obtuve respuesta. Segunda vez y nada ocurrió. Tal vez fue mala idea venir
sin anunciarme, miraba sobre mi hombro todo el tiempo, temerosa de que alguna
de las Hermanas apareciera de pronto o que la Madre Superiora estuviera
escondida detrás de una columna acechándome. Ya me imaginaba a la viejita
saltando ante mí sosteniendo su rosario con una mano y una pesada cruz en la
otra para exorcizar todos mis demonios lésbicos.
Cuando me
disponía a golpear por tercera vez, la puerta se abrió. Anabella quedó tan
sorprendida al verme que dejó caer el Smartphone que tenía en su mano. La
imagen que brindaba era muy contradictoria, enfundada en sus hábitos negros con
detalles blancos dando toda la apariencia de vivir en la Europa medieval y a la
vez se podían ver unos cables blancos saliendo del velo a la altura de sus
orejas, al parecer eran auriculares conectados al moderno teléfono que ahora
estaba tirado en el piso y sin la tapa trasera.
-Tengo que
hablar con vos –le anuncié en voz baja.
Fin del Capítulo 10.
Continúa en el Capítulo 11.
Comentarios
Magnifique!!!