Capítulo
13
-Esperame un
momentito Lucrecia –me dijo mi novia- voy a hablar con mis padres y te digo qué
podemos hacer.
-Está bien.
Aguardé en
la entrada de su casa que era más bonita por dentro que por fuera, la fachada
solamente mostraba una pared completamente blanca, una puerta y dos ventanas.
Lo más estándar posible. Por un momento me sentí indefensa, a la deriva como un
náufrago. Necesitaba que alguien me detenga o me perdería para siempre en un
amplio e inmenso océano de dudas en el cual yo no sabía nadar. El mundo era
mucho más cruel de lo que yo imaginaba. Hasta mis propios padres eran capaces
de echarme de su casa sin siquiera preocuparse de si yo tenía algún sitio para
vivir. Lo que más me dolía era que al menos no hayan tenido la decencia de
prestarme un departamento, mi madre poseía muchos a su nombre, los cuales solía
rentar en su agencia inmobiliaria, pero al parecer éstos eran demasiado buenos
como para que su lesbiana hija mayor los ocupara. La odiaba. Aquí parada en la
vereda de la casa de mi novia, rogando porque me permitieran quedarme unos
días, me daba cuenta de que odiaba a mi madre.
-Pasá Lucre,
permitime que te ayude con las valijas –la cálida sonrisa detrás de la poblada
barba de Lucio me reconfortó- Lara me contó que tuviste otro inconveniente, no
te preocupes, ya se van a solucionar tus problemas.
-Muchas
gracias Lucio, no sabés cuánto agradezco tu ayuda.
Ingresamos a
la casa arrastrando pesadas valijas, rogaba que no se le ocurriera abrir la
caja llena de juguetes sexuales. Era como transportar una bomba de una casa a
la otra, debía buscar alguna forma de deshacerme de ella o de dejársela a
alguien para que la guarde. Lara estaba sirviendo el desayuno en la mesa y me
llenó el pecho de amor verla poniendo una taza para mí, por unos instantes me
permití fantasear con la idea de que éramos una familia feliz y que yo era la
esposa de Lara. Si no fuera por su madre tal vez me atrevería a blanquear mi
relación con ella.
Luego de
desayunar mi novia me insistió en que fuéramos juntas a la facultad. No pude
darle ninguna buena excusa, sólo le dije que no tenía ganas, pero ella hizo
oídos sordos y prácticamente me arrastró hasta el auto de su padre. Me insistió
en que debíamos hablar con alguno de los directivos de la Universidad para
solicitar la beca, de lo contrario no podría completar mis estudios, algo que
en este momento había bajado muchos peldaños en la escala de mis
preocupaciones.
-Vamos a
secretaría, allí tiene que haber alguien que pueda ayudarnos –me dijo sin dejar
de caminar a paso ligero con sus cortitas piernas.
-¿De verdad
creés que me darán la beca?
-Obvio, ¿por
qué no te la darían? Tenés una de las mejores calificaciones de la Universidad,
además sos muy aplicada… últimamente faltaste mucho pero eso no afecta tu
rendimiento y… -se quedó muda.
Al abrir la
puerta con la inscripción “Secretaría” una preciosa pelirroja de ojos verdes
nos miró desde atrás de unas gafas con montura roja, Lara permaneció
boquiabierta junto a mi sin apartar la mirada de esa muchacha, ésta le sonrió
amablemente.
-¡Hola!
–Saludó efusivamente- qué bueno verte otra vez Lucrecia.
-¿Se
conocen? –preguntó la pequeña de cabello oscuro.
-Sí, Lara te
presento a Samantha. Samantha, ésta es Lara, mi novia –agregué esas últimas
palabras porque no había otra persona en la oficina.
-Encantada
de conocerte Lara.
La bella
secretaria se puso de pie y rodeó el escritorio, pudimos ver sus piernas
talladas en mármol debajo de una formal pollera negra que se ajustaba muy bien
a su figura, me percaté de que la mirada de Lara pasó del delicado escote a los
ojos de esmeralda y allí se quedaron, perdidos. Sonreí porque su reacción fue
muy similar a la mía el día que vi por primera vez a esta joyita femenina. Cundo
la pelirroja se acercó para besarla en la mejilla fue como el color de sus
cabellos se hubiera trasladado a los cachetes de mi novia.
-¿Cómo estás
Lucrecia? –Preguntó saludándome de la misma forma- hace tiempo que no sé nada
de vos. Ayer te llamé pero no pude comunicarme.
-Se me
rompió el teléfono, voy a estar incomunicada por un tiempo. Últimamente estoy
teniendo muchos problemas, justamente vine hasta aquí para intentar solucionar
uno de ellos.
-Siéntense y
me cuentan bien ¿quieren tomar algo?
-No gracias,
recién desayunamos –le dije mientras tomaba asiento.
Le conté
todos los problemas que tuve con mis padres, Lara se quedó en silencio casi
todo el tiempo mirándonos a ambas con una expresión seria, me pregunté qué
estaría pensando. A Samantha le indignó mucho la decisión de mi madre y me
prometió que haría todo lo posible para ayudarme.
-Si querés
solicitar una beca tenés que hablar con Gladis Ramírez. Ella es la que maneja
todo ese asunto. Es una buena mujer así que supongo que no tendrás muchos
inconvenientes. Ahora mismo la llamo para ver si te puede atender.
-Muchas
gracias Samantha, no te imaginás lo bien que me hace recibir esta ayuda.
-Creo que es
lo mínimo que puedo hacer por vos después de… -se quedó en silencio mirando a
Lara con el auricular del teléfono en la mano.
-No te
preocupes Sami, mi novia ya sabe lo que pasó entre nosotras –le sonreí para
tranquilizarla; Lara sonrió de la misma manera.
-Ay, qué
suerte. Por un momento pensé que había metido la pata.
Concretó la
cita con la señora Ramírez y nos despedimos de ella. Me dio la ligera impresión
de que el beso en la mejilla que Lara le dio para saludarla, estuvo más cerca
de la boca de lo que debía estar.
-Esa chica
es hermosa –me dijo apenas abandonamos la oficina y nos encaminamos hacia otra-
con razón quisiste conocerla.
-De hecho yo
no le vi la cara hasta que estuve frente a ella.
-Ah, eso sí
que es un golpe de suerte. Es la chica más linda que conocí.
-Yo conozco
otra más linda –no pude evitar pensar en Anabella- se llama Lara.
-¡Perdón! Sí
mi amor, vos sos la más hermosa de toda –sonrió avergonzada.
-No intentes
arreglarla ahora. Es tarde. Además tengo que admitir que Samantha es mucho más
hermosa que yo –no le iba a recriminar nada porque no había sido completamente
sincera con mi afirmación.
-La belleza
es muy subjetiva, no a todos nos gusta lo mismo.
-Y vos ya
dejaste en claro que te gusta más ella.
-¿Te
enojaste amor?
-No –me
gustaba hacerla sufrir un poco, tal y como ella a veces lo hacía conmigo.
-Sí te
enojaste. Perdón, soy una boluda…
-Ya fue,
Lara. No importa –mantuve una forzada expresión de seriedad en mi rostro.
En ese
momento me tomó con fuerza de la mano y me empujó contra la pared, a pesar de
su tamaño era una chica muy fuerte. Se puso en puntas de pie y me besó
apasionadamente en la boca.
-Vos sos
todo para mi Lucrecia. Te amo… y que no se te olvide.
Conmovida y
de mejor humor llegué hasta la oficina de Gladis Rodríguez. Apenas abrí la
puerta, luego de que me indicaron que podía entrar, vi una simpática mujer con
el cabello ondulado teñido de rubio.
-Usted debe
ser Lucrecia Zimmermann –me dijo señalándome una silla- Samantha me dijo que
necesitabas hablarme sobre una beca y eso me deja un poco confundida.
-¿Confundida
por qué? –pregunté mientras me sentaba; Lara hizo lo mismo en la silla
contigua.
-Es que se
me hace muy raro que una chica en tu posición económica esté pidiendo una beca
escolar. Estuve revisando tu expediente y jamás hubo un retraso en una cuota,
hasta tus padres han hecho donaciones al establecimiento.
-Sí, eso es
cierto, pero las cosas cambiaron –no sabía cómo contarle sobre mis problemas-
hubo un incidente y ya no vivo con mis padres, tengo entendido que tampoco
seguirán pagando por mis estudios.
-Ya veo
–permaneció estática mirándome- ¿qué tipo de inconveniente?
-Eso no
viene al caso –intervino Lara- el hecho es que Lucrecia ya no puede costear la
cuota mensual y necesita que la Universidad le dé una mano. Ella tiene una de
las mejores calificaciones de la institución.
-Sí, eso es
cierto. Acabo de ver sus promedios y quedé sorprendida, pero pónganse en mi
lugar, no puedo entregar tan fácilmente una beca a una persona que proviene de
una familia como la suya. La gente se quejaría de inmediato, hay muchas
personas más necesitadas que reclaman por una beca y se les niega. No podemos
becar a todo alumno que tenga buenas calificaciones.
-Le pido que
por favor me entienda –le rogué- mis padres ya se desligaron de mí, los conozco
muy bien, no van a darme ni un centavo y no me gustaría tener que abandonar mis
estudios.
-¿Tan grave
es la situación?
-Sí lo es.
En este momento ni siquiera tengo un sitio donde vivir. Me estoy quedando en la
casa de mi amiga –señalé a mi novia con el pulgar- porque sus padres fueron tan
generosos de permitírmelo, pero no puedo abusar de esa gentileza.
-Está bien,
déjeme ver qué puedo hacer por usted –respondió con una sonrisa gentil.
Nos prometió
que intentaría hacer todo lo posible porque me dieran una beca y luego de pasar
un rato charlando sobre el papeleo salimos de su oficina. Decidimos
presentarnos a la siguiente clase, la cual comenzaría en pocos minutos y en
cuanto nos dirigíamos al salón nos volvimos a cruzar con Samantha, la pelirroja
sonrió alegremente al vernos.
-Las estaba
buscando. Me quedé pensando en lo que me dijiste Lucrecia, eso de que no tenés
dónde quedarte y me pone muy mal que tengas que pasar por esto, por eso quería
decirte que podés quedarte en mi departamento cuando quieras. No me
malinterpretes, sólo digo que podes ir a dormir, aunque no tengo mucho lugar y
tampoco te puedo ofrecer que te quedes por tiempo indefinido ya que mis familia
a veces me visita y pensarían mal si saben que vivo con una chica y tengo una
sola cama –en ese momento miró a Lara.
-Por mí no
se preocupen –dijo ella- a mí no me molesta que Lucrecia vaya a dormir a tu
casa. No soy celosa. Por hoy no hay problemas en que se quede en mi casa, mis
padres nos están esperando.
-Sí, tus
padres son muy buenos –acoté- pero como dije antes, no quiero abusar de su
gentileza, ni de la de nadie –miré a Samantha- te agradezco enormemente el
gesto, pero no quiero molestarte.
-No me
molestás Lucre, al contrario. Estaría bueno tener visitas de vez en cuando, no
te imaginas lo solitaria que puede ser la vida de una secretaria
administrativa.
-Bueno, en
ese caso… podría ir mañana a tu casa, luego de cursar. Con o sin beca, este mes
lo tengo pagado y Lara tiene razón, tengo que seguir estudiando.
-Sí que
tiene razón. Vos concentrate en tus estudios, el resto va a salir bien. No te
preocupes.
*****
Al día
siguiente me quedé con Lara en la Universidad después de clases, debíamos
esperar a que Samantha terminara con su turno de la tarde, teníamos unas dos
horas por delante.
-¿Qué
podemos hacer? –Preguntó mi novia- No tengo ganas de estudiar ahora.
-Yo te
llevaría a un hotel y te haría un montón de chanchadas –le dije al oído.
-La idea me
encanta, pero no tenemos plata para un hotel… y los baños están llenos de
gente. Tendremos que buscar otra forma para entretenernos.
-¡Ya sé! –Se
me encendió la lamparita- creo que es momento de que conozcas a otra de mis
amigas.
-¿Qué amiga?
Pensé que la única que me quedaba por conocer era Samantha.
-No, hay una
más. ¿No te acordás? –doblé hacia la derecha en uno de los pasillos indicándole
que me siga.
-Ah sí, vos
me dijiste que tenías una amiga que es monja.
-Esa misma.
-¿Estás
segura de que querés que me conozca?
-¿Por qué
no?
-Se me
ocurren mil motivos, Lucrecia.
Golpeé la
conocida puerta de mi amiga la monjita y aguardamos juntas. Lara estaba más
nerviosa de lo habitual y no dejaba de jalar la tira en su hombro que sostenía
su bolso. La pesada puerta se abrió con un quejido y una muchacha de desprolijo
cabello cobrizo apareció tras ella.
-¡Hola! –La
saludé- estás hecha una bruja. Que no te vean las otras hermanas o te van llevar
a la hoguera.
-Eso es si
no te queman a vos primero, tienen más motivos para hacerlo –bromeó y por su
voz supe que se encontraba congestionada, sus ojos llorosos y su nariz roja
también me dieron una leve pista de esto.
-Estás
enferma –no fue una pregunta.
-Sí, los
cambios de clima me van a matar. Pasen, si quieren morir apestadas.
-No sabía
que las monjas tuvieran tan buen humor –dijo Lara mientras entrábamos.
-Ésta si lo
tiene, pero no te pases de lista porque también puede ser muy jodida.
-¡Lucrecia!
No hables así –me reprochó Anabella.
-¿Ves lo que
te digo?
En ese
momento me percaté de que ella iba vestida tan sólo con una blusa blanca mangas
largas y no tenía nada más debajo, sus pezones se marcaban levemente sobre la
tela y ésta alcanzaba a cubrir su entrepierna, supuse que tendría puesta una
bombacha, aunque no podía verla. Sus suaves piernas brillaban como si
estuvieran hechas de porcelana.
-Con razón
estás enferma, ¿cómo vas a estar desnuda?
-No estoy
desnuda –su voz era muy graciosa- estaba en la cama, hasta que llegaron
ustedes.
-Perdón, no
queríamos molestar –se disculpó Lara.
-No
molestan, al contrario. Me estaba aburriendo mucho.
-Algún día
te vas a transformar en hongo, no podés pasarte la vida encerrada en este
convento.
-Espero que
no sea contagioso.
-¿El hongo?
-No, lo que
tengo ahora –luego de cerrar la puerta pasó entre nosotras y se zambulló entre
las sábanas, justo antes de que lo hiciera tuve una buena visión de una de sus
nalgas, sonreí inevitablemente, por suerte no notaron mi reacción- perdonen que
no las atienda como corresponde, pero me siento pésima. Se me parte la cabeza.
-No se
preocupe señora. Quédese en la cama, ¿quiere un té? –dijo Lara; Anabella la
miró como si la pobre muchacha la hubiera insultado, yo comencé a reírme.
-¿Señora?
–Preguntó la aludida- bueno, un té no me vendría nada mal.
-No es tan
vieja como parece, Lara. Tiene solamente veintiocho años.
-Veintinueve.
-¿No me
habías dicho que tenías veintiocho?
-Los tenía
cuando me preguntaste. Cumplí veintinueve durante esos días que estuvimos…
distanciadas.
-¿Y cuándo
pensabas decírmelo? Te hubiésemos hecho una fiesta o algo así.
Me acerqué a
su anafe y lo miré como si fuera un reactor nuclear, no entendía nada. No tenía
idea de cómo prender las hornallas. Lara se acercó, me miró con el ceño
fruncido y encendió una acercándole un fósforo y tirando de una perilla.
-Lucrecia,
vas a tener que aprender a encender una hornalla, si vas a vivir sola no podés
esperar que alguien lo haga por vos –me retó mi novia.
-¿Vivir sola
por qué? –la pregunta llegó desde la cama.
-Cierto, a
vos no te conté todavía –arrastré una silla hasta situarla junto a la cama y
dejé que mi novia se encargara de preparar el té- tuve un problema con mis
padres, se enteraron de mi condición sexual y todo se fue al diablo.
-Te pido que
no lo nombres aquí dentro.
-No es que
vaya a venir a matarnos a las tres.
-De todas
formas no lo hagas, hay cosas que prefiero dejarlas fuera de mi cuarto.
-¿Cosas como
el sexo, por ejemplo? –me miró con rabia.
-Eso está
fuera de mi vida.
-¿Siempre se
pelean de esta forma ustedes dos? –intervino Lara.
-No, a veces
nos peleamos peor –contestó la monja- es que tu novia tiene un carácter muy
especial… y yo también tengo el mío.
-¿Cómo sabés
que es mi novia? –ambas nos quedamos mirando sorprendidas a Anabella.
-No lo
sabía, sólo lo sospechaba. Por la forma en que se hablan se nota que se tienen
mucha confianza.
-Lucrecia
tiene la costumbre de responder a todas las sospechas de la gente, es pésima
mintiendo. Por eso es que sus padres se enteraron que había algo raro en su
vida.
-Es que la
biblia enseña que mentir está mal –me defendí.
-Pero
tampoco tenés que saltar de cabeza a la verdad, Lucrecia –me sorprendió que
esto lo dijera una monja- no es que diga que está bien mentir, pero si no sabés
disimular un poquito al menos, te puede ir muy mal. A veces pienso que sos
demasiado transparente, esto no sería un problema si no hicieras tantas locuras
todo el tiempo. ¿Qué ocurrió con tus padres después de que se enteraron?
-Discutimos
y me echaron de mi casa. No sólo eso, me echaron de la familia, me
desheredaron. Me trataron como si yo fuera una extraña viviendo de prestado
allí dentro y se desligaron de mí como si yo fuera ese perro al que nadie
quiere y que todos se alegran cuando se va –los ojos se me llenaron de
lágrimas.
-No te
pongas mal Lucre -Lara me abrazó desde atrás amorosamente, sentir la calidez de
su cuerpo siempre me reconfortaba- la peor parte ya pasó, vas a ver que todo va
a salir bien.
-Gracias.
Giré mi cara
hacia la izquierda y me topé con sus ojos, ella continuaba aferrada a mí,
necesitaba de ella. Me acerqué más hasta que sus labios se pegaron a los míos.
El beso duró pocos segundos y me separé rápidamente al recordar que Anabella
estaba allí. La pobre nos miraba pálida con los vidriosos ojos muy abiertos y
la nariz más enrojecida que nunca.
-Nunca había
visto dos mujeres besándose –de no haber estado engripada su voz hubiera sido
muy sensual.
-Disculpá,
no debí hacer eso.
-Está bien.
No me molesta.
-¿Ves? la monjita
si sabe mentir –acotó Lara- deberías aprender de ella.
-La
diferencia es que ella se miente a sí misma primero, por eso cuando habla con
las personas, en realidad está diciendo lo que ella cree como la verdad.
-¿Ahora me
están psicoanalizando a mí?
-Sí, ya me
tocó a mí, ahora vos y sólo nos queda Lara.
-Encantada
Lara, mi nombre es Anabella.
-Un gusto,
ya era hora de que alguien se acordara de presentarnos –ambas me miraron en
señal de reproche.
-¿No las
presenté? Pucha, se me pasó. Perdonen. Anabella, ella es Lara, mi novia y el
amor de mi vida –eso hizo sonreír a la chica de cabello negro- Lara, ella es
Anabella, mi mejor amiga y compañera espiritual.
-Qué lindo
suena eso, nunca tuve una “mejor amiga” –estuve a punto de acotar que nunca
tuvo amigas en absoluto, pero se la dejé pasar- ¿y qué dirías de tu novia si
tuvieras que analizarla?
-Que es la
mejor de todas –en ese momento la pequeña nos trajo una taza de té caliente a
cada una- nunca lo había analizado concretamente, pero no tengo mucho para reprocharle.
La vez que nos peleamos fue por un mal entendido que ya se aclaró. ¡Ah sí, ya
sé! Tiene la maldita manía de hacerme sufrir –simulé enojarme mientras ella
sonreía- le encanta hacerme bromas pesadas. Una vez me hizo creer que la había
matado.
-Eso fue muy
bueno, tendrías que haberle visto la cara –se sentó en otra silla junto a mí.
-Espero que
te abstengas de hacer ese tipo de bromas conmigo, suelo reaccionar mal ante
esas cosas.
-No se
preocupe, a esas cosas me las reservo para Lucrecia.
-Me parece
bien, a ella podés hacerle lo que quieras. También te voy a pedir que me
tutees. Lucrecia ¿qué vas a hacer ahora, dónde te vas a quedar?
-De momento
estoy quedándome en la casa de Lara y esta noche me quedo en casa de otra
amiga, estoy intentando conseguir trabajo para poder alquilar algo al menos.
-¿Tus padres
te dejaron en la calle?
-Sí, la
dejaron en la calle –intervino Lara colérica- eso fue lo que más me hizo
enojar, porque podrían haberla echado, pero hay que ser realmente malos padres
para dejar a tu hija en la calle de un día para otro sin saber siquiera si
tiene para comer o dónde vivir. Perdoname Lucrecia, pero tus padres son una
porquería… y no digo algo más fuerte por respeto a Anabella.
-Coincido
con tu novia. No sé qué se les pasó por la cabeza, pero lo que hayas hecho no
puede ser tan malo como para que te dejen en la calle. Hasta yo considero que
ustedes están viviendo en pecado y lo que hacen está muy mal –no nos
avergonzamos en lo más mínimo, nos limitamos a seguir escuchando- pero no las
echaría de mi casa por eso. Es uno de los conceptos más básicos que nos enseña
la biblia. Que arroje la primera piedra quien esté libre de pecados.
-Bueno, a
mis padres les encanta tirar piedrazos para que la gente no se fije en sus
propios pecados. Sé que armaron todo este escándalo conmigo para que no saliera
a la luz lo que hizo mi madre. Ella también hizo cosas indebidas, aún peores
que las mías, pero ahora toda mi familia está con los ojos puestos en el
escándalo de Lucrecia.
-Espero que
pronto puedas conseguir trabajo –Anabella parecía estar muy apenada con mi
situación- de todas formas deberías intentar hablar con ellos…
-¡No! Eso sí
que no. No es por orgullo, para mi ellos están muertos. Se mataron el día en
que me cerraron la puerta en la cara.
-No hables
así Lucrecia, al fin y al cabo siguen siendo tus… -miré a la monja con los ojos
inyectados de ira- está bien… está bien. No digo más nada.
-No te
enojes con Anabella, Lucrecia. Ella sólo está intentando ayudarte. Las dos
queremos ayudarte lo mejor que podamos.
-Eso es
cierto. Deberías agradecer que tengas una novia tan buena como Lara. Aunque me
incomode mucho pensar qué harán entre ustedes y todo eso de que sean pareja me
parece algo sumamente extraño, con las charlas que hemos tenido al respecto ya
no veo la homosexualidad como algo tan terrible. Si ustedes son felices juntas,
tienen mi bendición –nos dijo con una amplia sonrisa- Pero que no se entere
nadie que dije eso –susurró.
Me quedé
encantada por lo bien que se llevaban ambas, el que se aceptaran mutuamente me
daba confianza para mantener mi relación con ambas y por primera vez, desde que
conocí a Anabella, pude verla sólo como una amiga sin estar fantaseando con
meterme entre sus piernas. El tener a Lara conmigo me recordaba hacia dónde
debería estar orientada mi libido. Por desgracia el tiempo se nos pasó más
rápido del que hubiéramos querido y tuvimos que posponer la charla para otro
día. Le prometí a la monjita que pasaría a visitarla pronto, para hacerle
compañía mientras se recuperaba.
*****
-Cómo se
nota que le tenés ganas a la monja –me dijo Lara cuando salimos de la
habitación de Anabella.
-¿Qué?
–Estuve a punto de decir que esta vez no me había comportado como otras pero
recordé que esto sólo me pondría en evidencia- no sé qué decís. No la veo de
esa forma. Es mi amiga.
-Sí, y yo
soy la hermana de Jesucristo.
-Deberás
serlo, tal vez estamos ante un nuevo acontecimiento bíblico.
-No te hagas
la boluda Lucre, me doy cuenta de que algo te pasa con ella por la forma en que
la mirás.
-¿Y de qué
forma la miro?
-De la misma
forma en que me mirás a mí.
No se me
ocurrió nada para defenderme de esas palabras, mis sentimientos hacia Anabella
no eran un secreto para mí, ella misma lo había notado y ahora Lara también se
había dado cuenta. Nos encontramos con Samantha, tal y como habíamos acordado y
fuimos las tres caminando hasta su casa, que por suerte no estaba muy lejos de
la Universidad. Me puso al tanto de las últimas noticias, al parecer Gladis
Rodríguez se estaba encargando personalmente de mi beca y afirmó estar haciendo
todo lo posible para que me la den. Al fin un día que marchaba bien y hacía que
las esperanzas crecieran.
-¿Todos
estos libros son tuyos? –preguntó Lara asombrada mientras miraba un gran
estante para libros que colgaba de la pared, éste no estaba la primera vez en
que visité a Samantha, con todos los libros acomodados allí su departamento se
veía mucho más amplio y ordenado.
-Sí, los voy
comprando de a poco, hay muchos que todavía no leí pero es como un vicio que no
tiene fin.
-Me
encantaría tener tantos libros. Debería hacer lo mismo y no regalarlos.
-No te
pienso devolver los libros Lara, ya son… -en ese momento recordé algo- no me
dieron los libros.
-¿Quiénes?
–preguntó la pelirroja.
-Mis padres,
se quedaron con mis libros… y un montón de cosas más. Mis discos de Radiohead…
los voy a matar.
-¿Recién
ahora te acordás de todo eso?
-Sí, es que
no lo había pensado, recién ahora soy realmente consciente de que ya no puedo
volver a mi casa.
-Pero no
están perdidos –Lara intentó animarme- podrías pedirle a tu hermana que te los
alcance. Yo pensé que tus libros estaban en esa caja que estás cargando siempre
de acá para allá.
-En realidad
en esa caja no hay libros –esta vez no la traje y estaba guardada bajo la cama
de Lara.
-¿Entonces
qué hay, ropa?
-Este… no
–las dos me miraron intrigadas- hay juguetes –se echaron a reír al mismo
tiempo.
-¿No estás
un poco grande para andar llevando juguetes? –dijo la pelirroja entre risas.
-No son ese
tipo de juguetes –nos sentamos alrededor de la mesa del comedor- son juguetes…
sexuales.
-¿Qué? –Pude
notar algo de enojo en el rostro de mi novia- ¿Metiste juguetes sexuales a mi
casa, sin avisarme?
-Me olvidé
de avisarte… es que tenía tantas cosas en la cabeza que…
-Que te
olvidaste que mis viejos me asesinan si encuentran eso en mi cuarto.
-Perdón
Lara, no te quería causar problemas. Te prometo que me voy a deshacer de esa
caja, no sé como pero ya se me va a ocurrir algo. No quiero estar cargándola de
acá para allá, como vos decís.
-Está bien,
voy a intentar no asesinarte mientras tanto. ¿Alguna vez vas a pensar antes de
actuar, Lucrecia?
-Creo que
no, pensar mucho le quita la diversión a todo.
-Lo que yo
estoy pensando ahora es que me muero de hambre. ¿Qué quieren comer? –preguntó
Sami.
-No sé, a mí
me da lo mismo –aseguré.
-Yo quiero
cualquier cosa que no sea kosher.
Pensé que
iban a pedir comida hecha pero Samantha me demostró que para vivir sola, lo
mejor es saber cocinar. En pocos minutos preparó una lasaña increíble, que a mi
entender apareció por arte de magia dentro del horno. No podía imaginar cómo
las había hecho pero las tres disfrutamos mucho de la cena. Luego Lara se
ofreció a preparar café, yo me ofrecí valientemente a lavar los platos pero las
chicas se rieron de mí y dijeron que era mejor que lo hiciera bajo la
supervisión de Samantha. Me quejé porque se estaban pasando conmigo, no era tan
inútil como ellas pensaban, lavar platos no era una ciencia de otro mundo,
cualquiera podía hacerlo, por ser mi primera vez no estuvo tan mal, sólo rompí
un vaso y casi me rebano la mano con un cuchillo, pero nadie salió realmente
herido y eso es lo importante.
Luego de
tomar el café y charlar durante un buen rato, Samantha nos anunció que se iba a
bañar, mientras tanto Lara y yo nos ofrecimos a cambiar las sábanas, ésta tarea
sí sabía hacerla sin lastimar a nadie.
-Cuando
salga Samantha del baño, pido un taxi y me voy. Ya es tarde –dijo Lara mientras
terminábamos de colocar las sábanas limpias.
-Gracias por
todo mi amor, te voy a extrañar –me acerqué a ella y le di un cálido beso en la
boca; quedamos abrazadas mirándonos a los ojos- no sabés cuánto me cuesta
aguantarme las ganas de estar con vos.
-Sí lo sé,
porque a mí me cuesta lo mismo.
Volvimos a
besarnos y de a poco nuestros labios comenzaron a avivarse y encendieron la
hoguera de nuestra pasión. Las lenguas se masajeaban entre sí y cuando me di
cuenta ya me estaba sentando sobre la cama, trayendo a mi novia conmigo. Ella
me dio un suave empujón haciéndome caer de espaldas en el colchón, pero no se
desprendió ni por un segundo de mi boca. Rodamos en la cama hasta quedar cerca
del centro y esta vez fueron nuestras manos las que cayeron en la indiscreción,
sentí que una me presionaba el pecho derecho y otra luchaba contra el botón de
mi pantalón. Consiguió abrirlo y yo no me quedé de brazos cruzados, apreté las
redondas nalgas de mi novia, agradecí que llevara puesto un pantalón de tela
suave y delgada. Su mano derecha tocó mi vello púbico y jugó con él mientras
seguía bajando, en ese momento metí ambas manos dentro de su pantalón, por
debajo de la colaless. Los hábiles dedos de la pequeña encontraron mi
botoncito, pero como aún no estaba bien lubricada, siguieron de largo y
comenzaron a acariciar el centro de mi vagina.
-Ah bueno,
ustedes sí que no pierden el tiempo –dijo Samantha; nos habíamos olvidado por
completo de ella.
-Perdón
Sami, es que… –en ese momento la vi secándose el cuerpo desnudo con una toalla
roja, ésta nos permitía ver ocasionalmente alguno de sus pequeños pezones o nos
dejaba adivinar la forma en que sus caderas se conectaban a sus piernas- es
peligroso que hagas eso delante de mí.
-¿Qué cosa?
–preguntó ella restándole importancia a la situación.
Lara se
apartó y mi pantalón quedó abierto dejando ver mi conejito peludo, la pelirroja
lo miró haciéndose la distraída.
-Bueno, creo
que mejor me voy, ya es muy tarde y ustedes tienen que descansar.
-¿De verdad
querés irte ahora? –le pregunté.
-No, para
nada –se bajó de la cama y la rodeó sin dejar de admirar el blanco cuerpo de
Samantha.
-¿Por qué me
miran así? –se cubrió con la toalla lo mejor que pudo- va a ser mejor que se
saquen cualquier idea loca que tengan en la cabeza.
-¿Vos no
tenés ninguna idea loca en este momento? –me acerqué a ella, la rodeé y me pegué
contra su espalda- porque a mí se me ocurre una muy divertida.
-A mí me da
la impresión de esto es lo que ella planeó desde el día que te invitó a su casa
–dijo Lara acercándose hasta ponerse frente a ella.
-No, de
verdad que no. Sólo quería que Lucrecia tuviera un lugar dónde dormir –la rodeé
con mis brazos por la cintura y acaricié su suave vientre; el aroma de su
cabello húmedo me hacía alucinar.
-Te
agradezco mucho el gesto Sami, pero mi novia te tiene ganas desde que te vio.
-No creo que
eso sea cierto –se sacudió incómoda.
-Lo es,
cuando te vi deliré –aseguró Lara- más cuando supe que te gustan las mujeres
–la pequeña comenzó a acariciarle las piernas, la pobre pelirroja parecía ser
el relleno de un sándwich.
-Solamente
estuve una vez… con Lucrecia.
-¿No te
gustaría repetir ese momento? –le pregunté justo antes de besar su cuello;
deslicé mis manos hacia abajo hasta tocar su monte de venus.
-No creo
estar lista para dar semejante paso... me fue difícil con una sola…
-Tal vez sea
sólo cuestión de dejarse llevar –dijo Lara al mismo tiempo que se acercaba al
lado opuesto del cuello.
Pude
escuchar los suaves jadeos de Samantha mientras recibía nuestros besos y
caricias, la teníamos completamente rodeada, su toalla cayó al piso dejándola
completamente desnuda y expuesta para nosotras. Me sentía muy feliz de poder
estar compartiendo este momento con mi novia. Casi como si me leyera la mente,
se agachó al mismo tiempo que yo lo hice. Separé las nalgas de la pelirroja y
observé su lindo culito, ella separó las piernas instintivamente y Lara pasó la
lengua por esa rosada rajita. No esperé más, me lancé de boca entre esos
blancos glúteos y empecé a lamer su agujerito posterior. Sus gemidos estallaron
de una tan sensual que se me aceleró aún más el pulso, esto era muy diferente a
la vez que hicimos el intercambio de parejas, en aquella ocasión cada una
estaba centrada en una persona diferente, ahora compartiríamos la misma. Mi
lengua rozó la de Lara en más de una ocasión, Samantha se aferró a su cabeza y se
inclinó hacia adelante facilitándome la tarea. Por lo que podía escuchar, mi
novia le estaba dando fuertes chupones en su zona íntima, posiblemente sobre el
clítoris.
Me puse de
pie y comencé a desvestirme sin pudor alguno, me estaba volviendo en toda una
adicta al sexo. La pelirroja aprovechó el leve respiro que le di para sentarse
sobre la cama, abrió las piernas y miró a Lara con cariño, la pequeña avanzó
con seguridad, dio una firme lamida a la rajita y luego pegó su boca a ella
sacudiendo la cabeza de lado a lado con rapidez, Samantha no aguantó tanto
placer, se echó de espaldas en la cama y comenzó a gemir de placer mientras
retorcía su bello cuerpo. Cuando estuve completamente desnuda me puse las
rodillas a los lados de su cara, dándole la espalda a mi novia. La secretaria
no me hizo esperar, estaba tan cachonda como yo, alzó su cabeza y comenzó a
darme tiernas lamidas por toda la vagina. Su dulzura me encantaba, contrastaba
bastante con mi forma directa y agresiva de actuar sexualmente. Si hubiera sabido
que podíamos montar un trío tan rápido, lo hubiera hecho mucho tiempo atrás.
Giré la cabeza y vi como Lara le comía la conchita con entusiasmo. Inicié una
danza sexual sobre la boca de Sami, cerré mis ojos y dejé que mi cuerpo se
moviera por sí solo. Comencé a sobar mis pechos al mismo tiempo que movía mi
cadera formando pequeños círculos, la apasionada lengua se movía entre mis
pliegues vaginales con gran destreza, acompañé mis movimientos con gemidos que
provenían desde lo más hondo de mi ser. Mientras más gemía, más intensas se
hacían las lamidas. Al cabo de unos minutos tuve que apartarme porque de lo
contrario me haría acabar y no quería hacerlo todavía.
Ayudé a mi
novia a desvestirse, lo hice permaneciendo de rodillas en la cama, entretanto
Samantha aprovechó la ocasión para abrazarme desde atrás, besarme el cuello y
jugar con mis pechos. Lara me daba ocasionalmente un beso en la boca mientras
yo admiraba su creciente desnudez. En cuanto liberé sus tetitas me lancé sobre
una de ellas y lamí su pezón mientras le bajaba el pantalón y la colaless al
mismo tiempo. Cuanto estuvo completamente desnuda saltó sobre la cama apoyando
su cabeza en una almohada, esperó con las piernas abiertas tocando su lampiña
conchita con los dedos.
-Vení Sami,
te vas a deleitar con esta almejita –le dije mientras me acostaba boca abajo.
La pelirroja
se tendió a mi lado y juntas fuimos lamiendo deliciosa vagina de Lara.
Extrañaba hacerle esto a mi novia y me dio la impresión de que yo lo estaba
disfrutando más que ellas. Decidí hacer más intenso el momento, volteé mi
posición para quedar con la cabeza de la morocha entre mis piernas y mi cara en
su sexo. Ahora no sólo se la estaba comiendo sino que ella me hacía lo mismo a
mí y Sami aportaba lo suyo ya que yo mantenía las piernas de la pequeña bien
abiertas.
Nuestras
poses comenzaron a tornarse diversas y ocurrentes, en un par de ocasiones tuve
que pedir que se apartara alguna ya que me estaban aplastando, todo era muy
excitante y divertido, era un todos contra todos que nunca me había imaginado,
casi siempre tenía alguno de mis huequitos ocupados, ya sea con dedos o
lenguas.
La cama
crujía mientras Lara y Samantha giraban sobre ella, habían formado un 69 muy
intenso. Ninguna se desprendió de la otra, siguieron chupándose las vaginas
mutuamente como si la vida se les fuera en ello, intenté acercarme pero sólo
veía nalgas, piernas, brazos y cabeza. No sabía por dónde entrar a la acción.
Permanecí unos instantes de rodillas en la cama y fue allí cuando me di cuenta
que me habían dejado de lado, estaban tan entretenidas la una con la otra que
yo ya no les importaba, se habían olvidado de mí en cuestión de segundos, mi
excitación se fue alejando dándole lugar a la bronca, al rencor y a los celos.
Fruncí el ceño y apreté los puños observando la escena, esperando que alguna
levantara la cabeza y notara el cambio en mi estado de ánimo, pero los segundos
pasaban velozmente y ellas seguían ensimismadas en su tarea. Totalmente
enfadada bajé de la cama y salí del cuarto.
Me senté en
un sillón individual que estaba en el living comedor y miré la negra pantalla
que reflejaba mi desnudez. Puse una pierna sobre el apoyabrazos, no me importó
que mi sexo quedara abierto y que mis jugos vaginales mancharan el tapizado
rojo oscuro, tampoco me importó clavarle las uñas mientras apretaba los
dientes. ¿Por qué me habían dejado de lado de esa forma? Con lo bien que la
estábamos pasando, me habían arruinado una noche perfecta en menos de un
minuto. Tal vez yo no soy tan hermosa como ellas, pero tengo sentimientos y si
no fuera por mí ni siquiera se hubieran conocido. Yo las presenté, yo fui la
primer mujer de cada una de ellas, yo…
-Lucrecia,
¿qué hacés acá? –me preguntó Samantha apareciendo desnuda junto a mí.
-Vine a
mirar televisión –mi cara era la de un bulldog que estaba a punto de morder a
alguien- las vi tan entretenidas que no quise molestarlas.
-No te
pongas así amor –Lara apareció por el otro costado y me rodeó el cuello con un
brazo al mismo tiempo que me daba un beso en la mejilla.
-Perdonanos
Lucre, tenés razón en enojarte –la pelirroja se puso en cuclillas frente a mí- te
juro que no me di cuenta… no pensé que…
-¿Que me
habían dejado de lado?
-Sí, eso
–bajó la cabeza, estaba apenada o quería mirarme la vagina- es que fue un
momento muy intenso, te juro que no era mi intención…
-Ni mía
tampoco. Fuimos dos boludas, ¿nos perdonás?
-¿Perdonarlas
por qué? Ustedes sólo hicieron lo que querían hacer. Es obvio que entre ustedes
pasa algo.
-No, eso no
es cierto –aseguró Lara- vos sos mi novia y yo te amo, eso lo sabés muy bien.
-Es cierto
Lucre, sólo nos estábamos divirtiendo… entre las tres.
-Hasta que
pasaron a ser dos –mi rencor y mis celos no me dar el brazo a torcer.
-No fue así,
cuando nos dimos cuenta de que no estabas salimos a buscarte, porque de verdad
nos importa mucho que estés con nosotras –Lara hablaba con sinceridad- vos sos
la que hizo todo esto posible ¿cómo te vamos a dejar de lado? Fue sólo un
malentendido, algo de un instante, pero nada más. ¿Acaso vos nunca te dejaste
llevar por la calentura?
-Es la
verdad Lucrecia. Fue sólo un momento de calentura. No quiere decir que Lara me
vea de otra forma o que yo la vea a ella así. Sé muy bien que ustedes son
pareja y agradezco mucho que me dejen formar parte de esto. Acá la que está de
más soy yo. No vos.
-No estás de
más –le dije apenada- de verdad, yo quería que esto pasara. Me moría de ganas
por estar con vos otra vez y también quería verte con Lara… sólo que en el
momento… no sé… ella tiene razón, soy muy celosa. Aunque me cueste admitirlo.
-Si querés
podemos terminar con eso de la “relación abierta” –me propuso mi novia- yo sólo
necesito estar con vos.
-Me parece
que eso es lo mejor para ustedes –acotó Sami.
-Pero… yo
fui quien propuso eso.
-No importa,
si a vos te hace mal lo terminamos hoy mismo. Pasamos a ser novias en una
relación de a dos, como debe ser. ¿Querés? Vamos Lucre, decime que sí –me
sonrió de una forma tan cariñosa que no pude mantener mi expresión de perro
enfadado.
-Está bien.
Desde hoy vamos a ser una pareja normal. Vos y yo. Nadie más.
-Trato hecho
–se acercó y cerró el acuerdo con un beso en mi boca.
-Pero por
esta noche… -miré a la pelirroja- podemos seguir divirtiéndonos con Sami, si
ella quiere –la vi sonreír y tomé esto como un sí- esta va a ser nuestra
“Despedida de solteras”.
-Me encanta
la idea –una de las manos de Lara acarició mi pecho, dándome una leve descarga
de placer- y ahora te toca a vos ser la agasajada.
-Puede ser…
pero van a tener que calentarme otra vez.
-Eso no me
cuesta nada y lo sabés.
-No estés
tan segura mi amor.
-¿Querés
apostar? Permitime un momentito con ella Sami, le voy a mostrar lo que esta
boquita es capaz de hacer.
-Toda tuya
–dijo ella mientras le daba lugar a Lara y se sentaba en un sillón a pocos
pasos de nosotras.
Sabía muy
bien el efecto que tenían los besos de esta hermosa muchachita en mí pero
decidí hacerme la difícil, me quedé en la misma posición, recibiendo caricias
de sus labios contra mi mentón, de a poco fue trepando hasta llegar a mi boca y
comenzó a darme besos leves. Sus manos no se quedaron fuera del juego, con una
me acarició la pierna que tenía sobre el apoyabrazos y con la otra dio suaves
pellizcos a mis dúctiles pezones. La pasión transmitida por sus besos me
ablandó, abrí un poco la boca y dejé entrar su lengua, no lo resistí más, la
abracé y acaricié su espalda. Esto fue como una señal para Lara, la mano que
avanzaba por mi pierna llegó rápidamente a mi jugosa conchita, ya me estaba
acostumbrando a esta palabra. No pasaron ni diez segundos de intensos toqueteos
que ya me tenía completamente excitada. Dejó de besarme por unos instantes y
cuando miré sobre su hombro quedé alucinada, allí estaba Samantha con las
piernas abiertas, masturbándose intensamente, sus dedos se movían a gran
velocidad sobre su clítoris y ocasionalmente se perdían dentro de su cuevita,
la ilusión aumentaba cuando Lara me penetraba con sus dedos. Quise ser parte de
lo mismo, bajé una de mis manos y abrí la vagina de mi novia e introduje mi
dedo del medio.
Unos
instantes después de unos segundos le hice una seña a Sami para que se uniera a
nosotras y ella accedió sin titubear. Abrí las nalgas de Lara y ella se
arrodilló detrás y comenzó a lamerla, como yo tenía los dedos en la vagina y no
sentí su lengua, supe que ésta se estaba centrando en la colita. La pequeña
morocha comenzó a gemir con pasión y me uní a ella como en un coro, sus dedos
me estaban matando. A continuación ambas se pusieron de rodillas ante mí.
Levanté ambas piernas dejando una sobre cada apoyabrazos y casi al instante sentí dos lenguas
acariciando toda mi vagina. Tenía a dos hermosas mujeres comiéndose mi
entrepierna, mi felicidad creció mucho y me hizo olvidar el mal momento vivido
minutos antes. De ahí en adelante todo marchó de la mejor forma posible. Nos
quedamos un corto tiempo en el comedor y luego regresamos al dormitorio para
seguir matándonos en la cama. Esta vez nos esforzamos para que ninguna quedara
fuera de la acción en ningún momento y nos dimos amor hasta que quedamos
totalmente satisfechas.
Lara tenía
la intención de irse a su casa pero quedó tan agotada que prefirió quedarse a
dormir con nosotras, la cama nos dio el espacio justo y necesario para hacerlo,
a pesar de esto descansamos muy bien.
*****
Los días que
siguieron a la noche de sexo y pasión con Lara y Samantha me los pasé haciendo
trámites para conseguir la beca. Lo más difícil era comprobar que ya no vivía
con mis padres, no tenía domicilio particular ni forma de probar que me habían
dejado en la calle. En ese transcurso de tiempo tuve varias reuniones con
Gladis Rodríguez y estaba encantada de que ella estuviera tan dispuesta a
ayudarme.
-Las cosas
se complican un poco Lucrecia, hay demasiados alumnos que piden becas –me
comentó - y el problema sigue siendo el mismo, provenís de una familia en
excelente posición social y económica, pero el que tengas tan buenas
calificaciones te aumenta las posibilidades. Tu caso es muy particular, estamos
a mitad del ciclo escolar, por lo general este trámite se realiza al inicio del
cursado, no a mitad de año. No va a ser nada fácil, por lo que no te hagas
grandes ilusiones, de todas formas voy a hacer todo lo que esté en mis manos
para que puedas conseguirla. Vos también tenés que aportar con lo que puedas.
-Estoy
haciendo todo lo que puedo señora. Mis padres ni siquiera se van a querer
comunicar conmigo para ayudarme.
-¿Querés que
los llame yo? Si ellos me dieran una carta que dijera que ya no vivís con ellos
y que no hay nadie que te ayude económicamente podríamos avanzar mucho más
rápido. También sería bueno que consigas alguna carta de recomendación por
parte de algún profesor.
-No sabía lo
de la carta de recomendación.
-Es sólo un
trámite más Lucrecia, no te preocupes. De hecho ya estuve averiguando un poco y
hay una profesora que quiera charlar con vos sobre ese tema.
-¿Qué
profesora?
-Jimena
Hernández. Seguramente la ubicás.
Claro que la
ubicaba. Era la ex novia (o lo que haya sido) de Lara. ¿Por qué tenía que ser
justamente de ella? De todas las buenas profesoras que tenía la Universidad
tenía que ser justo la que se había acostado con mi novia.
-¿Fue ella
la que pidió hablar conmigo?
-Sí, dice
que sos una de sus mejores alumnas y se enteró de tu caso. Te quiere ayudar
–Gladis me hablaba mientras anotaba algo en un papel, para ella esto no era más
que un trámite más, no entendía lo difícil que podría ser para mí hablar con
esa profesora- si querés hablar con ella tengo entendido que a esta hora está
en el salón de profesores de la facultad de Economía.
-Está bien,
la voy a ver ahora mismo –quería sacarme todo este problema de encima lo más
rápido posible- gracias por todos Gladis.
-De nada,
estoy para ayudarte. Voy a intentar ponerme en contacto con tus padres esta
misma tarde.
Caminé hasta
la dicha sala de profesores hecha un manojo de nervios. No dejé de morder mis
labios mientras pensaba cómo reaccionaría la profesora Hernández al tenerme a
solas con ella. Desde que volví con Lara no había vuelto a verla, ella misma
pidió cambio de salón y ya no nos dictaba clases, ¿sabrá alguien que lo hizo
para no tener que ver a Lara? Golpeé la puerta del salón y ella misma me abrió
la puerta al instante, como si estuviera aguardando por mí.
-Adelante
Lucrecia, Gladis me avisó que venías para acá –lo malo de esta Universidad es
que las noticias caminaban más rápido que la gente.
-Qué tal
Jimena.
-Profesora
Hernández –me corrigió.
-Disculpe
–la tensión era tal que si alguien nos hubiera tocado un hombro hubiera
recibido una tremenda descarga eléctrica.
-Tomá
asiento.
Nos sentamos
y la examiné cuidadosamente. No era una mujer fea, para nada. Podía ver por qué
Lara se había fijado en ella, tenía unos ojos celestes muy bonitos y el cabello
castaño bien cuidado, sólo tenía leves arrugas que decoraban sus ojos y la
comisura de su boca.
-Me
comentaron que estás pidiendo una beca. ¿Qué fue lo que sucedió?
-Pensé que
Gladis ya la había puesto al tanto sobre eso.
-Sólo un
poco, me comentó que habías tenido un problema con tus padres.
-No, mis
padres tuvieron un problema conmigo, que es muy diferente.
-¿Por qué
fue el problema?
-Eso es algo
muy personal.
-¿Se
enteraron que Lara es tu novia?
-Si lo sabe
por qué me lo pregunta –me estaba enojando con ella.
-Sólo quiero
saber cuál fue el problema con exactitud. Quiero saber a quién estoy
recomendando para la beca.
-Usted misma
lo dijo, soy una de sus mejores alumnas.
-Sí, pero
también una de las más problemáticas, últimamente me han llegado muchos rumores
y noticias sobre vos.
-Mire, no
creo que usted considere la homosexualidad un problema muy serio. A no ser que
todavía lo oculte.
-No lo
oculto. Muchos profesores saben sobre mis inclinaciones sexuales.
-¿También
saben que estuvo con una de sus alumnas? –esto la puso rígida.
-No, eso no
lo saben y preferiría que quede así.
-No pienso
contarle a nadie. No me gusta el chisme. ¿Me va a ayudar con la beca sí o no?
-Eso depende
de vos. Te voy a dar una muy buena carta de recomendación con una condición.
-¿Qué
condición?
-Que dejes a
Lara –la miré sorprendida, no podía creer que me estuviera pidiendo eso.
-¿Qué tiene
que ver Lara con mi beca? No entiendo.
-Vos no sos
mujer como para estar con Lara, ella necesita alguien con mayor categoría y no
una chica que sólo sabe meterse en problemas, algún día esos problemas van a
repercutir en ella Lucrecia.
-Le voy a
pedir que no se meta en mi vida privada. Lara se alejó de usted por decisión
propia, yo no le pedí que lo hiciera. Estoy muy feliz con ella, no voy a
dejarla sólo por conseguir una beca.
-Entonces es
un no. Es una lástima, te va a costar mucho conseguir una carta de recomendación
de otro profesor.
-¿Por qué?
-Nadie
recomendaría a una chica que está involucrada en escándalos sexuales con
mujeres. Tu famoso video todavía circula por la Universidad.
Lo sabía muy
bien, todavía se me insinuaban hombres porque pensaban que si estoy en un video
sexual ya soy una prostituta que cobra barato. Tenía que lidiar con eso pero
mis amigas me ayudaban mucho, apenas alguien se me acercaba y mencionaba ese
video siempre había alguien que lo mandara a volar, por lo general era la propia
Lara, con todo su carácter.
-Intentaré
conseguirla por otro medio, no me gusta que me extorsionen. Usted debería ser
más madura. Si Lara cortara conmigo no volvería con usted justamente por este
tipo de actitudes, usted está obsesionada con ella.
-No es obsesión,
es amor. Algo de lo que vos no sabés nada.
-¿Quién le
dijo que no sé? –Me puse de pie y puse las manos sobre el escritorio
sobresaltándola- yo a Lara la amo y no la retengo a mi lado diciéndole locuras.
Tenemos la misma edad y nos conocemos muy bien ¿me explico? Usted debería dejar
de meterse y buscar a alguien de su edad. Si no va a darme la carta de
recomendación, me voy ahora mismo. No pienso perder más tiempo.
-El tiempo
lo estás perdiendo desde que pediste la beca –estaba por salir de la sala de
profesores cuando escuché eso y me volví.
-¿Por qué lo
dice?
-Es obvio
que no la vas a conseguir, Lucrecia. La Universidad no se va a arriesgar a
darte una beca, tu familia tiene más dinero que lo que tienen todos los
profesores juntos, además está el escándalo lésbico que montaste en el
vestuario –abrí grande los ojos- sí Lucrecia, el video no es el único rumor que
hay sobre vos, al parecer a algunas de tus amigas les encanta abrir la boca.
-Aunque todo
eso sea cierto, sigo teniendo excelentes calificaciones.
-No mientras
sigas ausentándote a clases. ¿Cuántas veces faltaste en estos últimos meses?
Todo eso suma. Mejor dicho, te suma en contra. Además está Gladis… -sonrió con
malicia.
-¿Qué pasa
con ella?
-Gladis es
homofóbica. Ella sabe de tu condición y creeme que va a hacer todo lo posible
para que no te den la puta beca.
-Pero… pero
ella me dijo que estaba haciendo todo lo posible.
-¿Y vos le
creíste? Es una vieja de mierda, falsa como un billete de tres pesos. A mí me
quiso hacer echar mil veces, pero yo soy intocable –volvió a sonreír- mi padre
fue el anterior director y todavía tiene influencia en la Universidad, pero vos
Lucrecia… lo único que te mantenía dentro eran los donativos que hacían tus
padres, a la Universidad le convenía tenerlos como amigos pero vos arruinaste
todo –las manos me temblaban mientras la escuchaba hablar- ahora la Universidad
va a estar feliz de quitarte del medio, alumnos con buenas calificaciones hay
muchos, incluso la misma Lara, quien puede superarte porque es mucho más
inteligente que vos.
-Se nota que
estuviste investigando toda mi vida… -le dije a modo de reproche.
-No fue
tanto “investigar”, sólo tuve que parar la oreja. Muchos profesores y
directivos hablan sobre vos, hasta se corre el rumor de que tenés una amistad
un tanto extraña con una monja. ¿Eso es cierto? Ni yo me lo creí pero escuché
decir que discutiste a gritos con ella en uno de los patios de la Universidad.
¿Le gritaste porque no quiso acostarse con vos?
-¿Qué monja?
Acá hay muchas y no recuerdo haber discutido nunca con ninguna –había aprendido
rápido a negar todo, era mucho mejor que confesarlo- creo que sos rumores que
te encanta escuchar son bastante delirantes. La gente ya no sabe que inventar
para captar un poco de atención.
-Puede ser,
pero esa atención se termina centrando sobre vos, de forma indirecta. Creeme
Lucrecia, soy la única que puede ayudarte. Tenés que elegir entre Lara y la
beca. Es sencillo.
-Sos una
enferma Jimena. No me voy a rebajar a tu nivel ni voy a hacer lo que me digas.
No puedo creer que me vengas con esas estupideces. No sólo te digo que no, sino
que además le voy a contar todo a Lara, a ver qué opina ella de tu numerito.
-Mejor no le
cuentes, no vaya a ser que un día mi locura se agrave y termine hablando con
sus padres –se miró las uñas como si nada le importaba, parecía una sociópata-
Lara me comentó que su madre es… digamos que es como Gladis, pero tal vez yo
podría hacerla recapacitar.
-Estás loca,
eso le arruinaría la vida a Lara.
-¡Como ella
me la arruinó a mí! –se puso de pie de un salto- Me llenó de ilusiones vanas y
después se fue a perseguirte a vos, después de que le gritaste de todo por algo
que ella ni siquiera había hecho –en ese momento clavó sus uñas en mi muñeca
izquierda- Yo la contuve cuando estuvo mal, yo estuve con ella cuando me
necesitó, ¡Per no, la muy puta se tuvo que ir a…
Mi furia
llegó a su límite. Jamás en toda mi vida me había sentido de esa forma. Le
cerré la boca de la mejor forma que se me ocurrió, con duro golpe a mano
cerrada justo entre los dientes. Quedó sentada en la amplia silla y ésta se
deslizó sobre sus rueditas hacia atrás. No recordaba haber golpeado a alguien
de esa manera en toda mi vida.
-Nunca más
vas a decir eso sobre Lara. No voy a venir nunca más a esta puta Universidad,
pero mantente fuera de mi vida, estoy muy enojada y no tengo nada que perder,
ya me sacaron todo y no voy a permitir que también me saquen a Lara –me miró
como si yo fuera un fantasma; de su boca bajaban hilos de sangre- estás enferma
Jimena y el mundo está lleno de gente de mierda como vos, gente que no puede
ver feliz a los demás. Pensé que vos me ibas a ayudar, dado a tu condición de…
lesbiana. ¿Tanto te costaba ayudarme de corazón? –Mis ojos se llenaron de
lágrimas- ¿por qué la gente tiene que ser tan mierda? –la rabia y la impotencia
me sofocaban- ¿qué hice de malo? ¡Nada! Solamente quise vivir mi vida de otra
forma, sin lastimar a nadie, vos deberías saber perfectamente lo que se siente
que la gente te juzgue sin conocerte –me dolía la mano pero aun así la señalé
con el índice- pensé que iba a hablar con alguien que comprendiera mis
emociones, no con una sociópata que tiene mierda en el cerebro –me miró con el
ceño fruncido mientras se limpiaba la sangre con el dorso de la mano.
-Te voy a
poner una denuncia Lucrecia. Agrediste físicamente a un profesor dentro de la
Universidad. Te jodiste.
-¿Con que
una denuncia? –la vieja Lucrecia hubiera entrado en pánico ante esta situación,
pero ahora mi cerebro trabajaba de otra forma; levanté mi brazo izquierdo
mostrando las evidentes marcas de uñas que me había dejado a la altura de la
muñeca- en lo que a mí respecta una profesora lesbiana quiso abusar de mí
–palideció una vez más- ahora depende de vos. Podemos dejar todo como está y te
vas a llorar sola a tu casa mientras yo vivo feliz con Lara, o podemos hacer
todo el escándalo del mundo. De una u otra forma, vos terminás sola, pero
posiblemente termines presa, primero te acostaste con tu alumna y luego
quisiste abusar sexualmente de otra, ¿querés que pidamos un examen psicológico
para vos? No estás muy cuerda que digamos. Contestame, ¿qué hacemos? –se sentó
abatida en su silla- ya me parecía. Ninguna de las dos está en posición de
continuar con un escándalo. Me voy y no quiero volver a saber más nada de vos.
Si llamás a los padres de Lara, vas a salir perdiendo, eso te lo aseguro. Como
verás yo no soy ninguna lenta y vos misma dijiste que Lara es más inteligente
que yo. No te conviene ponerte en contra nuestra.
Salí de la
sala de profesores roja de furia, con el corazón latiendo estrepitosamente y
dando pasos firmes y decididos. Caminé durante unos minutos y me crucé a Gladis
Rodríguez en uno de los pasillos, la mujer me sonrió mientras me acercaba.
-¿Qué tal te
fue en la charla con Jimena, querida?
-¡Váyase a
la mierda, vieja hija de puta! –la insulté sin siquiera mirarla, como nunca lo
había hecho en mi vida, mandando al diablo hasta la más mínima esperanza que
tenía por conseguir una beca universitaria.
Fin del Capítulo 13.
Continúa en el Capítulo 14.
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