Capítulo 2
Al
despertarme ni siquiera recordaba que estaba en casa de mi amiga Lara. La
encontré acostada a mi lado en cuanto giré sobre la cama. Lo más extraño fue
ver que dormía sobre una mancha de humedad justo debajo de su trasero. Su ropa
interior estaba completamente empapada, la chica había tenido sueños húmedos y
al parecer habían sido bastante intensos. La cubrí con la sábana procurando no
despertarla. Al menos le ahorraría la vergüenza.
Lo cierto es
que yo estaba aterrada, si Lara sospechaba algo de lo que ocurrió durante la
noche, estaba muerta y lo peor de todo era que me odiaba a mí misma por eso.
¿Cómo se me había ocurrido? ¿En qué pensaba? Me repugnaba el haber llegado a
ese punto. ¡Lamer una vagina! ¡Por Dios! Y lo peor de todo, ¡Ultrajar de esa
manera a mi amiga! No pude contener las lágrimas, comenzaron a rodar por mi
mejilla. Justo en ese momento Lara despertó, tuve que clavar mi cara contra la
almohada para disimular.
- Buen día –
me dijo somnolienta.
La miré de
reojo y saludé de forma inteligible. Ella notó algo extraño y levantó un poco
la sábana para luego bajarla rápidamente. Su pálido rostro se puso rojo como la
túnica de un Cardenal. Fue gracioso verla de ese modo, hasta me hizo sonreír a
pesar de que quería llorar y saltar de un décimo piso. A veces Lara podía ser
muy cómica, a pesar de ser calladita y taciturna, su rostro era sumamente
expresivo.
- Voy al
baño – le avisé y giré sobre la almohada sin mirarla.
Eso nos
daría tiempo a ambas. Ella podría disimular su entrepierna mojada y yo podría
llorar un poco en el baño.
Sentada
sobre el inodoro pensé en todo lo malo que había hecho ¿Por qué, por qué? No me
lo podía explicar, yo que siempre había sido tan correcta, ¿cómo fue que llegué
a actuar como una maniática sexual? Una violadora, porque eso mismo era. Me
temblaba todo el cuerpo y no podía parar de llorar.
“¡Basta
Lucrecia!” Me grité mentalmente. No podía sucumbir, me daría una crisis
nerviosa. No era para tanto. El problema era mío, por ser tan ingenua. Debía
lavarme la cara y afrontar las consecuencias, Dios me ayudaría a salir adelante,
a pesar de que yo lo tuviera bastante olvidado y descuidado al pobre. Luego
tendría más tiempo para pensar con claridad. Enjuagué mis lágrimas con
abundante agua y chequeé mi apariencia en el espejo, por suerte no era tan
grave, como mucho parecería que estaba un poco congestionada o que había
dormido mucho tiempo con la cara pegada a la almohada.
Abrí la
puerta del baño intentando dejar mis pensamientos encerrados en él. Lara ya
llevaba puesto un bonito pantalón tres cuartos color rosa y blanco. Sonreía
alegremente, lo que me tranquilizó bastante. Intenté imitar su sonrisa y
mostrarme casual.
- No sabés
lo que soñé anoche – me dijo haciéndome detener en seco.
- ¿Qué
soñaste? – cada uno de mis músculos se tensó.
- Algo muy…
erótico – nunca había utilizado esa palabra frente a mí – un sueño bastante
raro.
- ¿Segura
que fue un sueño? – bien Lucrecia, bien. Ahora solamente te falta decirle que
le lamiste la vagina mientras dormía. ¿Y qué tal si también le contás cómo te
masturbaste?
- Si obvio –
me miró un tanto confundida - ¿Vos nunca tuviste un sueño erótico?
- Emmm, sí.
A veces sí – era cierto, aunque los reprimía mucho. Estaba intentando mostrarme
divertida como una amiga normal, como una chica normal - ¿Cómo fue tu sueño?
- Fue raro –
repitió – soñé que… que lo hacía con una chica.
- ¿Con una
chica? ¡Qué locura! – me reí nerviosa “¿De casualidad esa chica no era una
maniática sexual de pelo casi rubio, llamada Lucrecia?” pensaba.
Vi tristeza en
el rostro de Lara. Giró sobre sus talones y continuó acomodando su cuarto, miré la cama, la sábana
superior se encargaba de ocultar la mancha de humedad, en eso recordé mi propia
bombachita. Al mirar hacia abajo me quise morir, había una aureola empapando la
parte baja, lo peor de todo era que se me transparentaba muchísimo. Podía ver
mis labios vaginales pegados a la tela, hasta mi clítoris quedaba en evidencia
¡y Lara lo había visto! A pesar de eso no dijo nada. Ella era discreta y yo la
había ofendido con mi estúpido comentario. Debía ser valiente por una vez en mi
puta vida… si eso mismo, dije “puta”… bueno en realidad sólo lo pensé.
- Al parecer
yo también tuve sueños húmedos – esperé a que volteara para señalar la
evidencia. Ella sonrió una vez más – pero no me acuerdo de nada, ¡qué lástima!
– esta vez se quedó mirando fijamente mi entrepierna, me moría de la vergüenza,
tuve que esforzarme para no salir corriendo del cuarto – yo también soñé un par
de veces con mujeres – no sé por qué confesé eso, tal vez era para que mi amiga
no se sintiera tan mal – una vez soñé que me daba un beso con una chica – “¡Uy
si, un beso! Qué fuerte” pensaba, qué tonta e ingenua era - y… hacíamos el amor
– eso era mentira, “Hacíamos el amor” me escuchaba hablando y tenía ganas de
darme una patada, no podía ser tan mojigata.
- Yo soñé
que tenía sexo con una chica – dijo Lara ¡Esa era la palabra que yo debí usar!
– aunque sólo recuerdo algunas partes. Sé que fue muy intenso, nunca me había
pasado algo así, fue un lindo sueño – volvió a mirar mi bombachita - ¿Querés
que te preste una limpia?
- Bueno
dale, eso sería genial – no quería quedar como una sucia rechazando su oferta y
la verdad que me incomodaba mucho tenerla así de mojada.
Buscó en su
cajón de ropa interior y sacó una que aún estaba en su paquete sin abrir, me la
alcanzó junto con una pequeña toalla blanca. ¿Qué debía hacer? Si me iba al
baño pensaría que soy una pudorosa y si me desnudaba frente a ella… no sé qué
pensaría. Medité unos segundos y de pronto me dieron unas ganas tremendas de
que ella me vea desnuda. Otro de mis actos irracionales. Bajé mi bombachita
mojada hasta los tobillos de un tirón mostrando mi prolijo triangulito de pelos
castaños. Lara siguió hablando como si nada, como si simplemente se hubiera
visto desnuda al espejo.
- Creo que
soñé eso por la apuesta que me hizo Tatiana, que tenía que ver con besar chicas
– no presté mucha atención a sus palabras,
estaba concentrada en secar mi entrepierna y en no morirme de la vergüenza – a
veces el inconsciente te hace bromas pesadas. Hey, que lindo tenés eso – señaló
mi conejito peludo – yo no sé cómo cortarlo así de bien, por eso lo saco todo.
- ¿Todo? –
ya sabía muy bien como la tenía pero debía disimular.
- Si mirá.
Así sin más,
como si estuviéramos en el jardín del edén y fuera normal andar sin ropa, se
bajó el pantalón junto con la bombachita. Mis palpitaciones aumentaron
considerablemente al ver otra vez el cuerpo del delito. El tenerla desnuda
delante por voluntad propia era muy diferente, además me permitía admirar sus
curvas y la forma de sus labios vaginales.
- Ah, pero
también queda muy bien así – dije acercándome a ella un par de pasos.
- Si, a mí
me gusta porque queda bien suave. Vení fíjate.
¿Me invitaba
a mirar o a qué? Me acerqué más, de hecho me acerqué demasiado, tanto que
nuestras cabezas casi se tocaron cuando miramos hacia abajo al unísono. Tomó mi
mano derecha y la apoyó sobre su pubis. Sentí suavidad, tibieza, delicadeza y
también sentí que el corazón se me estaba saliendo por la boca, apreté los
dientes para impedírselo. Acaricié su monte de venus con la yema de mis dedos y
algo me atacó sin previo aviso. Fue Lara, que se lanzó contra mi boca. ¡Me
estaba besando! Mi reacción fue tan rápida como la de una tortuga paralítica,
me quedé petrificada. Sus cálidos y tiernos labios se pegaron a los míos, cerré
los ojos por acto reflejo y siguiendo el mismo instinto fui deslizando mi mano
derecha hacia abajo. ¡Ella sabía todo, todo lo que había pasado durante la
noche! Toqué su clítoris, estaba duro y húmedo, como seguramente lo estaría el
mío. En ese instante ella apartó mi mano.
- ¡Hey! ¿Qué
hacés? – me miró sorprendida, me sentí humillada.
- ¿Qué hacés
vos? ¿Por qué me besaste?
- Por la
apuesta.
- ¿Qué
apuesta? – no sabía nada de ninguna apuesta.
- La que te
conté recién. La apuesta que me hizo Tatiana, de besar una chica.
- ¿Recién? –
estaba confundida como un caballo arriba de un techo - ¿Y por qué a mí?
- Porque vos
eras la más difícil. Tatiana dice que vos nunca aceptarías besar a una mujer.
- ¡Y tiene
razón! – ¿La tenía?
- Puede ser,
pero ahora tengo una prueba.
Me enseñó su
teléfono celular. ¿En qué momento lo agarró? En pantalla pude ver una foto
nuestra besándonos, estaba muy bien centrada a pesar de que la había tomado con
los ojos cerrados.
- ¿Vos
pensás mostrarle eso a las chicas? ¡Yo te mato!
- No, a las
chicas no. Solamente a Tatiana, y después la borro. Te lo prometo.
- ¿Y qué
gano yo con esa apuesta? – ella pensó unos segundos.
- La verdad
no sé. Pero te voy a deber un gran favor, si se te ocurre algo, pedímelo - Se
me ocurría crucificarla si esa foto caía en manos de mis padres - ¿Y qué fue
eso del toqueteo?
¿De verdad
ella no se había enterado de nada de lo que había ocurrido durante la noche?
¿Tan profundamente dormida estaba? No pensaba responder a esa respuesta ni con
cien latigazos en la espalda.
- ¿Qué
toqueteo? – me hice la ingenua, algo que me salía sorprendentemente bien.
Me puse rápido
la bombacha y busqué mi pantalón. Ella también se vistió y creyó prudente no
seguir cuestionándome. Sus padres nos llamaron a desayunar, comimos tranquilas
y en paz mientras charlábamos de cualquier cosa que no tuviera nada que ver con
sexo lésbico. La madre de Lara le pidió a su hija que comprara algo en el
almacén, me ofrecí a acompañarla pero ella dijo que iba y venía rápido, que yo
siguiera alimentándome. Insistí pero rechazó mi propuesta una vez más.
Cuando se
marchó me quedé sola en la cocina y allí
estaba la versión original de la caja de Pandora. El celular de Lara. De pronto
supe que debía aprovechar ese momento para borrar la foto del beso. Entré
directamente a la galería, no sé por qué quise chequear la carpeta de videos,
pero por suerte la encontré vacía. Suspiré y fui hasta la de imágenes. Había
tres fotos que nunca había visto. En ellas se veía la entrepierna desnuda de
Lara. ¿Qué le pasaba a esta chica? ¿Por qué tanta obsesión con fotografiar y
filmar su sexo? Maldita tentación que es fuerte y maldita yo, por ser débil.
Hice lo que no debí hacer… una vez más. Empleando el mismo método que la vez
anterior, robé sus fotos, aunque esta vez tenía más tiempo e hice todo con
mayor cuidado. Al final no me animé a borrar la foto del beso, eso la
alertaría. Sabría que vi sus fotos desnuda. Me había convertido en toda una
delincuente sexual. Robaba, violaba, tocaba, lamía… ¿y quién sabe qué otras
cosas estarían por venir?
Como Lara ya
me había prestado una bombacha y hacía mucho calor, me atreví a pedirle
prestada una pollera, ella me ofreció varias encantada. Me decidí por una
blanca con flores amarillas bastante bonita, me llegaba hasta las rodillas, por
lo cual tenía el nivel de discreción justo y necesario, pero no podía andar en
zapatillas con eso, por lo que ella misma me prestó unas chatitas. No solía
intercambiar ropa con mis amigas pero me parecía divertido. Le prometí que
luego le prestaría lo que ella quisiera.
Su padre nos
llevó en auto hasta la Universidad. Sentía que me estaba volviendo loca por
todo lo que había hecho, tenía la tremenda necesidad de confesarme, pero no me
sentiría nada cómoda hablando de esto con un cura, él era hombre y no
entendería estos asuntos femeninos. Me separé de mi amiga y di unas vueltas por
la capilla conectada a la Universidad. Si tomábamos en cuenta el total de los
tres edificios, se cubría un área muy grande, sabía que las hermanas y el cura
vivían allí mismo y que contaban con amplias habitaciones. Por suerte me crucé
con la madre superiora, una ancianita súper bondadosa llamada Francisca. Me le
acerqué con aire de niña inocente, ella estaba encantada conmigo ya que conocía
muy bien a mi familia. Donde había iglesia de por medio, mis padres se daban a
conocer.
- Buen día
Francisca – saludé, a ella le gustaba que la llamaran simplemente por su nombre
- ¿Le puedo hacer una pregunta? – sostuve mis carpetas con apuntes con ambas
manos frente a mi pollera aumentando la ilusión de niña buena.
- Claro que
sí hijita, ¿qué es lo que te preocupa? – su sonrisa era amplia, maternal y
sincera.
- ¿Usted
cree que las relaciones sexuales entre mujeres son algo normal?
A la pobre
ancianita casi le da un infarto, sus ojos quedaron como los de un cordero
degollado, tuvo que aferrarse a un banco de la capilla para no derrumbarse, las
piernas le temblaron y me miró como si yo fuera le mismo anticristo enfundado
en un traje de niña ingenua. ¡Excelente Lucrecia!, esta vez sí que la hiciste
bien. Ya me podía imaginar los titulares del diario de mañana “Mojigata asesina a dulce monjita con
indagaciones lésbicas”
- Ay,
perdón. Me olvidé de decirle que estoy haciendo una encuesta sobre temas de
actualidad – mentí descaradamente y tuve la sensación de que Jesús, desde la
cruz, me miraba con ojos acusadores.
- Está bien
hija – la pobre no sabía cómo reponerse a tremendo disgusto – pero yo ya estoy
vieja para temas de actualidad, especialmente temas tan delicados como ese.
Deberías preguntarle a alguna de las hermanas más jóvenes. Como a la hermana
Anabella, por ejemplo. Ella es la más jovencita. Seguramente está más
actualizada que yo.
Agradecí su
generosidad y prometí reunirme con la hermana Anabella en cuanto me fuera
posible. Salí caminando a paso ligero sin levantar la mirada. Algunos autos
surcaban la calle a gran velocidad, debía tirarme debajo de alguno de ellos y
poner fin a toda esta tortura, pero luego recordé que todavía no me había
confesado y me iría directo al infierno. No era buen momento. Además el
suicidio de por sí era pecado.
Estaba
ensimismada en mis pensamientos cuando Tatiana pasó caminando a mi lado sin
prestarme atención, allí di un paso más hacia el barranco de la perdición. La
saludé. Ella era una chica morena, de cabello negro y algo gordita. Había que
reconocer que su rostro, con esos ojitos achinados, era muy hermoso, pero su
cara tal vez era demasiado redonda, podía ser producto de esos kilitos de más.
- Lara te
ganó la apuesta – le dije, por un segundo pensé en que mi amiga me había
inventado esa excusa para besarme y que no existía ninguna apuesta.
- ¿Te besó?
– me miró sorprendida.
- Si, y
tiene una foto para demostrarlo. Pero no pienses nada raro, fue sólo por la
apuesta – eso lo dije más para mí que para ella.
- Si ya sé.
Maldita, ahora le voy a tener que contar…
- ¿Contar
qué cosa?
- Secreto.
Yo que ya
sentía hervir en mí la curiosidad de Pandora no dejaría pasar esta oportunidad.
Si mi madre se enteraba que hacía tantas referencias a la mitología griega, me
asesinaría. Pero no podía evitarlo, siempre me habían fascinado esas historias,
aún más que las de la biblia.
- Si vamos
al caso yo también te gané la apuesta, porque fui yo quien tuvo que poner la
cara. Deberías contarme a mí también.
- Sos mala –
no lo dijo enojada – te contaría, pero
ahora no hay tiempo, estamos por entrar a clases.
- La clase
de inglés, la más fácil y aburrida de todas. Ninguna de las dos va a tener
problemas por ausentarse una vez – de hecho ni siquiera tenía ganas de estudiar
ese día.
- Tenés
razón, es re aburrida y a mí nunca me costó el “inglish”. Espero que después no
te arrepientas de lo que te voy a contar. Vení, acompañame.
La seguí por
los pasillos de la Universidad adentrándome tanto que ya ni sabía dónde estaba.
El edificio era realmente inmenso y me di cuenta de que yo siempre me movía por
los mismos sectores, como si temiera perderme, ahora estaba siendo guiada quién
sabe a dónde por una chica a la que conocía poco y nada. Estaba nerviosa por
tanto secretismo. Por fin llegamos destino. Tatiana se detuvo delante de una
puerta doble, buscó una llave en su bolsillo y la abrió. Entramos a lo que
parecía ser un vestuario deportivo, tenía lógica ya que desde el otro extremo
del mismo se podía acceder a los campos de juego.
- ¿Cómo
conseguiste esta llave? – pregunté recorriendo el lugar con la mirada, había
casilleros, bancos de madera y algunos lavamanos, más allá se podía ver el
ingreso a las duchas.
- Ayudo con
tareas de conserjería en mis tiempos libres. Gracias a eso la cuota mensual de
la Universidad se me hace un poco más baja. Estos cobran lo que quieren – se
quejó – y para colmo cada mes la aumentan más.
- Ah sí, es
cierto.
Me sentía
avergonzada, yo no tenía ni idea de cuánto era el monto de la cuota, mis padres
se encargaban de pagarla cada mes. Sabía que Tatiana no estaba tan bien
económicamente como nosotros, pero sólo me hacía una ligera idea, en realidad
conocía muy poco de su vida fuera de la Universidad, para colmo a muchas de mis
amigas la repudiaban, no sé por qué motivo, y eso hacía más difícil compartir
tiempo con ella. Con la única que se llevaba bien era con Lara y yo me mantenía
neutral, porque la verdad no tenía nada en contra de la chica.
Me senté en
un banco de madera verde agua y Tatiana acercó el que estaba paralelo al mío. Quedamos
muy cerca una de la otra, como si pretendiéramos hablar sin que nadie escuche.
No pude evitar reparar en sus pechos que sobresalían de la blusa negra sin
mangas que llevaba puesta. No es que tuviera mucho escote, pero si tenía senos
bastante grandes. Al igual que yo, vestía una pollera, aunque la de ella era
bastante más corta y ajustada, cuando se sentó se le levantó un poco y pude ver
sus piernas. A pesar de ser una chica rellenita, contaba con piernas firmes y
torneadas.
- Lo que te
voy a contar es verídico – comenzó diciendo – si te molesta lo que vas a
escuchar es tu culpa, por estar insistiendo – asentí con la cabeza, no tenía
idea de qué me diría – Vos conocés bien a Cintia.
- Sí, es mi
amiga – Cintia era una chica rubia, no era la más hermosa del grupo pero sus
sugerentes atuendos y el color de su cabello la hacían bastante llamativa.
- ¿Alguna
vez ella te contó por qué me odia tanto?
- No, de
hecho no sabía que ella te odiara… o sea, sé que no le caes bien. Nada más.
- Me odia –
sus ojos chispearon – antes ella era mi amiga, pero un día pasó algo que tiró
la amistad por la borda… no sé cómo contarte esto.
- Podés
intentar contarme desde el principio y con palabras claras – tragué saliva.
- Bueno está
bien. Ella y yo éramos muy unidas desde la secundaria, pasábamos mucho tiempo
juntas y nos teníamos mucha confianza. Esto pasó una noche en que estábamos en
su casa. En su cuarto, para ser más precisa. Cintia empezó un jueguito
peligrosos, y fue ella quien comenzó, yo solamente le seguí la corriente. El
jueguito consistía en toquetear a la otra de forma aparentemente divertida e
inocente – “¡Ay mi Dios, otra historia sobre lesbianas no!” me dije a mi misma,
pero no la interrumpí – la cosa es que ella comenzó a pasarse un poco con los
toqueteos. Llegó a meterme un dedo en la vagina, yo le respondí haciendo lo
mismo, al rato me lo vuelve a meter. Dedo
va, dedo viene, nos fuimos poniendo cachondas. Especialmente ella, que se mojó
toda – yo estaba petrificada escuchando ese relato – la cosa empeoró cuando a
mí se me ocurre chupársela, tengo que admitir que siempre tuve mucha
inclinación por las mujeres y ella lo sabía. Por eso mismo conocía los riesgos
de jugar de esa forma conmigo. Cuando me metí entre sus piernas pensé que se
iba a negar, pero no, al contrario. Abrió las piernas y me dejó comerla toda.
Para que entiendas que no fue una simple lamida te cuento que ella se movía
para todos lados y no paraba de jadear. Estuve casi media hora chupándola. No
te miento. Después de tanto tiempo ella no podía decir que fue algo que yo hice
sin su consentimiento. Hasta tuvo un orgasmo. Yo estaba re contenta, poder
hacerlo con mi amiga era como un sueño hecho realidad. Ahí nomás me acosté en
la cama y le pedí que me la chupara – se quedó en silencio, parecía muy triste.
- ¿Y qué
pasó?
- La muy
hija de puta empezó a gritarme de todo “¡Lesbiana de mierda!” “Gorda puta” y
cosas por el estilo. Me insultó y me humilló sin razón alguna. Hasta me echó de
su casa en mitad de la noche y yo ni siquiera tenía plata para un taxi. Tuve
que ir caminando hasta mi casa, fue horrible, no podía parar de llorar, no
entendía nada – la bella carita de Tatiana se llenó de lágrimas.
- ¡Pero que
hija de puta! – me sorprendí a mí misma al decir semejantes palabrotas, pero
estaba indignada. Muy indignada. De pronto supe que había encontrado la persona
indicada para plantearle mis dudas – no te pongas mal Tati. La estúpida es
ella, que no supo admitir que le gustó y peor aún, que por orgullosa ni
siquiera te pidió disculpas – asintió lentamente con la cabeza limpiando las
lágrimas con el dorso de la mano – Te cuento una cosa. Hace unos días que me
está pasando algo raro – me temblaban las manos, por primera vez hablaría de mi
problema – algo raro con las mujeres – me miró a los ojos – tengo miedo de
pensar que pueda estar volviéndome lesbiana. No sé qué hacer, es todo muy
confuso.
- Yo soy
lesbiana, no lo niego. Nunca estuve con un hombre ni quiero estarlo, pero sé
cómo te sentís. A mí también se me hizo un poco difícil al principio. Me
costaba asimilarlo, es más, ni siquiera sabía si era alguna locura pasajera o
realmente estaba sintiendo atracción por el sexo femenino.
- A mí me
pasa exactamente lo mismo. Pero no sé cómo hacer para estar segura de lo que
siento.
- Podrías
hacer una serie de pruebas, por ahí sólo estás atravesando un momento de curiosidad,
puede pasar. ¿Vos sentís que te excitan la mayoría de las mujeres o sólo una en
particular? – esa pregunta fue como un baldazo de agua helada, nunca había
pensado en eso, lo cierto es que sólo me volvía loca cuando veía a Lara.
- Con una
sola me pasa – contesté agachando la cabeza.
- Entonces
puede ser que te guste esa persona en particular, aunque sea de tu mismo sexo.
Tal vez te estás enamorando de su forma de ser… o puede ser simple calentura.
Primero deberías comprobar si te pasa eso con otras mujeres.
- Si tal vez
es sólo con ella – dije con la vista fija en ninguna parte.
- Hagamos
una cosa – me sobresalté al sentir que algo me tocaba la pierna, era la mano de
Tatiana – vos decime si esto te agrada o te molesta, sin miedo. Si te molesta saco
la mano – estaba aterrada, sus dedos se deslizaban suavemente por la cara
interna de mis muslos, perdiéndose bajo la pollera - ¿te molesta? – tuve que
negar con la cabeza, ella continuó su viaje, ya estaba peligrosamente cerca de
mi entrepierna, no podía dejar de mirarla a los ojos – pensá en que es una
mujer la que toca – me decía justo cuando llegó a la bombachita que Lara me
había prestado.
La detuve
agarrándole el brazo, la verdad es que no me molestaba, sólo me ponía
increíblemente nerviosa.
- ¿Esto es
solamente una prueba cierto? – pregunté con la boca seca.
- Si Lucre,
nada más. Te repito, si te desagrada avísame, tal vez eso quiera decir que no
te gusta que otra mujer te toque.
Liberé su
brazo y me acarició suavemente la entrepierna por arriba de la tela, con su
mano libre sujetó una de las mías y la colocó entre sus voluminosas piernas, mi
corazón latía deprisa y la tensión en el ambiente era tanta que un simple ruido
me hubiera ocasionado un infarto
- ¿Te gusta?
Ahora la
pregunta era inversa, era más fácil responder que no me molesta que afirmar que
me gustaba. No dije nada pero subí mi mano hasta dar con su zona íntima. Ella también
llevaba una bombacha, pero no podía verla. Tati encontró mi abultado clítoris y
lo masajeó con gran delicadeza sin apartar la tela, intenté dar con el suyo,
separó un poco las piernas para facilitarme la tarea. De entrada supe que ella
lo tenía más grande y grueso, era agradable tocarlo. Me estaba mojando, temía
que ella lo notara, pero tampoco me animaba a pedirle que se detuviera. Sus
ojos eran preciosos y podía sentir su suave aliento chocando contra mi mejilla
derecha.
- Si pensás
que estoy yendo muy lejos, avisame.
Acto seguido
apartó mi bombacha hacia un lado y sentí la tibieza de sus dedos justo sobre la
zona más húmeda de mi vagina. Sabía que tenía el poder detener todo esto cuando
quisiera, pero una fuerza en mi interior me impedía hacerlo. Torpemente hice a
un lado su ropa interior y apreté mis dedos contra su clítoris.
- ¡Auch!
Despacito – se quejó.
- Perdón es
que… - lo cierto es que era muy torpe en prácticas sexuales, una completa
novata.
- Todo bien,
no pasa nada – sus dedos me estaban revisando los genitales con maestría, me
costaba mantenerme serena, mi respiración se estaba agitando - ¿Te gusta? –
volvió a preguntar.
- Si, me
gusta – no pude mentir, esa vez no.
- ¿Vos sos
virgen? – negué con la cabeza.
Tendría que
haber adivinado por qué lo preguntaba, pero lo cierto es que me impactó mucho sentir
uno de sus dedos entrando. En lugar de quejarme, quise hacer lo mismo con ella,
busqué a tientas su agujerito y cuando lo hallé ella me dijo:
- Todavía
no, esperá a que lubrique – me sonrió como si fuera una dulce maestra enseñando
a su joven alumna. Me hizo sonreír involuntariamente.
Moví los
dedos sobre su sexo imitando lo que ella había hecho, de a poco fui sintiendo
la zona cada vez más mojada. De verdad estaba excitando a una mujer… y ella me
estaba haciendo lo mismo. Su dedito entraba y salía suavemente, no me dolía
para nada, a pesar de tener las piernas apenas separadas. Cuando me metió un
segundo dedo se me escapó un gemido.
- Metelo
ahora – me pidió.
Hice
exactamente eso. Hundí mi dedo mayor en su vagina, nunca había tocado por
dentro una que no fuera la mía, se sentía diferente. Como más espaciosa, por no
decir abierta. Me animé a meter un segundo dedo y al parecer fue una decisión
acertada.
- Mmmm, eso
me gustó – dijo apoyando la cabeza contra mi hombro derecho.
El
movimiento de sus dedos se hizo cada vez más intenso y no sólo los movía por
dentro, eventualmente los sacaba y frotaba mi clítoris, al estar tan bien
lubricada se sentía todo de maravilla. La imité con cada paso que dio,
intentando hacerlo lo mejor posible. También apoyé la frente en su hombro y
allí estábamos las dos, masturbándonos mutuamente. Se acercó más a mí y me
rodeó con su brazo libre. Fue un cálido abrazo, debía hacer lo mismo, lo
necesitaba. Me conmovió bastante, no sólo por el placer que estaba recibiendo
de forma directa sino también porque hacía muchísimo tiempo que no abrazaba a
alguien de esa forma. Estaba muy pero muy excitada. Era mil veces mejor que
masturbarse sola, además recibía la satisfacción extra de estar brindándole el
mismo placer a otra persona.
Recordé los
suaves labios de Lara, ese lindo beso que me había dado esa misma mañana. Giré
mi cara hacia la derecha, mi nariz y mi boca pasaron sobre la mejilla de Tatiana,
me moví insegura pero ella adivinó mis intenciones y medio segundo después ya
estábamos besándonos. Sus dedos escarbaron más profundo y su lengua hizo lo
mismo dentro de mi boca. Nunca había recibido un beso así, los pocos que había
dado en mi vida fueron con la boca cerrada, pero este era muy diferente. Podía
sentir cómo mi saliva humedecía sus labios y ella los míos. Su vagina era suave
y acolchonada, me encantaba esa sensación al tacto, además el olor a sexo
femenino ya estaba llegando hasta mis fosas nasales.
Pocas veces
en mi vida había sentido tanta lujuria y una de esas veces fue justamente la
noche anterior, con Lara. Ahí supe que mi vida estaba cambiando drásticamente,
pero no por eso me detuve, al contrario, me esforcé el doble por satisfacer a
Tatiana, toqué su clítoris ya con más suavidad pero ejerciendo un poco de
presión, metí los dedos y los saqué cubiertos de viscoso fluido vaginal, ella
tenía la mano aún peor que la mía. Nuestra emoción iba en aumento, su boca bajó
hasta mi cuello. Comenzó a empujarme suavemente hacia mi izquierda con el peso
de su cuerpo, no dejamos de meternos los dedos hasta que yo quedé acostada boca
arriba sobre el banco de madera. Vi que ella se estaba quitando la bombacha y rápidamente
pasó una pierna por arriba mío. Ahí fue cuando la vi.
Su vagina
era regordeta, tenía labios voluminosos. Estaba cubierta por algunos hilos de
flujo, podía ver su orificio abierto, la tenía justo sobre mi cara y cada vez
se acercaba más.
- ¡No, eso
no! – grité, sentía que era un monstruo de pesadillas que venía a comerme.
- Está bien,
no hay problema – me dijo quitándose – ves, tenés tus límites. Eso es bueno… al
menos para vos.
Me puse de
pie y acomodé mi ropa. Me di cuenta de que estaba temblando como una hoja en
otoño.
- ¿Querés
seguir? – me preguntó haciéndome retroceder hasta quedar contra un casillero.
Cuando
asentí con la cabeza ella metió otra vez sus habilidosos dedos bajo mi pollera.
Nos besamos y continué masturbándola. Ahora la intención era hacer acabar a la
otra, se notaba en nuestros intensos y rápidos movimientos. La primera en
llegar al orgasmo fui yo, era obvio. Ella sabía muy bien lo que hacía. No dejó
de tocarme ni por un segundo mientras mi sexo se inundaba con el líquido
lujurioso del placer. Justo cuando sus toqueteos estaban por parecerme
incómodos, apartó la mano. Me sorprendió que midiera tan bien el tiempo de mi
orgasmo. El cual fue delicioso. Tuve que seguir tocándola como un minuto y
medio más, ya me estaba preocupando, me creía una inútil incapaz de generar un
orgasmo, pero éste llegó y sus gemidos me lo hicieron saber. Me besó con fuerza
y lo toqué mientras me mojaba todavía más la mano. Ella intentaba respirar por
la nariz mientras yo presionaba su clítoris con el pulgar, no me quedé allí
eternamente, sino que aparté la mano cuando lo creí apropiado.
Al
separarnos quedamos mirándonos a los ojos. Me puse incómoda, la cabeza me daba
vueltas con mil ideas y todas estaban relacionadas con mujeres. Fui hasta el
lavamanos y me lavé bien, también enjuagué mi entrepierna. Ella hizo lo mismo a
mi lado.
- Estuvo muy
bueno, no me lo esperaba – me dijo mientras se lavaba.
- Esteeee,
Tati… yo, lo del beso… no pienses que… me pasa algo con vos, o sea, fue lindo…
pero yo… no estoy lista para que seamos…
- ¿Para que
seamos qué? – empezó a reírse a carcajadas, yo me puse roja de la vergüenza –
vení Lucre, sentate. Te voy a decir algo - Tomé asiento y aguardé – no te tomes
todo tan en serio chiquita, mucho menos un beso. No pienses que porque nos
besamos y nos tocamos un poquito ya vamos a casarnos. ¿Nunca besaste a un chico
en un boliche? – nunca lo había hecho pero ella no esperó mi respuesta – bueno,
esto es lo mismo. Te besás con alguien que no conocés, la pasas bien y después
no lo ves nunca más. No pasa nada. Además te dije que todo esto era un
experimento, la verdad es que ahora estás un poquito más comprometida que
antes, pero tampoco es el fin del mundo nena. Todavía ni siquiera podes
asegurar que te gusten las mujeres, si supieras la cantidad de chicas que hay
por ahí, o acá mismo en la Universidad, que probaron con mujeres y no les gustó
– eso fue una revelación total, no me imaginaba a ninguna de las chicas de la
facultad acostándose con mujeres – vos todavía estás un poquito verde en la
materia lésbica. Te falta mucho por aprender y por experimentar antes de que
asegures algo.
- ¿Qué más
tendría que experimentar? – a mí ya me había parecido un exceso enorme lo que
habíamos hecho.
- Por ahí
estás en una etapa de calentura, puede que sea sólo un gustito momentáneo.
Hasta no probar una concha no podés asegurarte – la palabra “concha” siempre me
molestó, pero no dije nada – pero bueno, ese sería el último paso. ¿Nunca
miraste porno? – si me lo preguntó es porque sabía la respuesta.
- No, nunca
miré esas cosas, en mi casa esas páginas están todas bloqueadas.
- ¿Dónde
vivís amiga? ¿En Guantánamo? – ni siquiera sabía qué era eso – acá a dos
cuadras hay un cibercafé muy discreto. Nadie ve lo que estás haciendo, si
querés podés ir y sacarte la duda. Mirá fotos de lo que se te ocurra, por ahí
si ves un par de hombres desnudos te das cuenta que eso es lo que te gusta.
- Está bien,
cuando pueda lo voy a hacer.
- Me
entristece un poco todo esto Lucre, siento que no te dejaron vivir.
- A veces yo
pienso lo mismo – el mundo me estaba abrumando con información nueva que no
podía controlar.
- Si llegás
a darte cuenta que sos lesbiana, prometeme que vas a salir conmigo, al menos
una noche.
- ¿De verdad
querés salir conmigo? – tengo que admitir que eso levantó un poco mi pisoteado
ego.
- Obvio, si
sos hermosa y una mina muy buena. Además besás muy bien – eso sí me sorprendió,
era mi primer beso con lengua, ni siquiera sabía si lo había hecho bien.
- Está bien,
te lo prometo – le dediqué la mejor de mis sonrisas.
Salimos a
hurtadillas del vestuario e intercambiamos números de teléfono, había ganado
una nueva amiga y además sumé una excitante experiencia a mi vida, ahora yo
también hacía “maldades” por los pasillos de la Universidad, me sentía culpable
pero a la vez me agradaba mucho todo esto. Pero aún me quedaba un largo camino
por recorrer. Ni me imaginaba las cosas que vendrían después.
Fin del Capítulo 2.
Continúa en el Capítulo 3.
Comentarios
Bien Lucrecia, bien. Ahora solamente te falta decirle que le lamiste la vagina mientras dormía. ¿Y qué tal si también le contás cómo te masturbaste?
“¿De casualidad esa chica no era una maniática sexual de pelo casi rubio, llamada Lucrecia?”
Es el primer relato lésbico que leo y voy por más.