Capítulo 4
Mi amiga se
despertó y mi vida llegó a su fin. Fue el peor susto que recibí en mi mojigata
existencia. Sus ojos parecían la mirada acusadora de mil personas y yo aún
seguía aferrada como sanguijuela a su vagina. Ni siquiera podía decir el típico
“No es lo que parece”. De hecho era justamente lo que parecía.
- ¿Lucre?
¿Qué haces? – su vos era calma y somnolienta - ¡Lucrecia! ¿¡Qué estás
haciendo!? – El grito de Lara resonó en mis oídos – ¿¡Qué hacés!?
Se alejó de
mí pataleando hasta quedar apoyada contra el respaldar de la cama, respiraba
agitadamente y el terror de su expresión fue contagioso. Entré en pánico.
- Lara,
¡Perdón! ¡Perdón! – le dije con los ojos vidriosos por las primeras lágrimas -
¡No quería, te juro que no quería!
- ¿¡Estás
loca!? – en su voz noté odio, desprecio, repugnancia.
- ¡No! Es
que últimamente… las mujeres… y Tati me dijo… todo eso del experimento… el
beso… los videos… y estuve mirando porno… las lesbianas… el verte desnuda…
dormís como morsa… yo no pensé que… –
hablaba entre llanto, ni yo comprendía lo que decía pero los espasmos me
impedían hablar con claridad - ¡Perdoname!
- Calmate
Lucre, tranquilizate. Te va a dar un ataque – lucía igual de espantada que
antes pero al menos no me estaba gritando.
- ¡Soy una
estúpida! ¡Una loca de mierda! – Tenía ganas de salir corriendo desnuda a la
calle y tirarme del puente más cercano - ¡No merezco perdón de Dios!
- No metas a
Dios en esto. Calmate, en serio. Te estás hiperventilando – abrió a tientas el
cajoncito de la mesita de noche y extrajo una bolsita de nylon transparente –
tomá, respirá ahí dentro.
Tomé la
bolsa, no creía que eso fuera a ayudarme, no entendía que era eso de
hiperventilarse, sólo quería llorar. Coloqué la bolsa alrededor de mi boca como
hacen en las películas y seguí respirando agitadamente.
- Ya pasó,
ya pasó – me decía Lara – no te quise gritar, es que me asustaste, no me
esperaba eso – la miré sin dejar exhalar e inhalar, ella también estaba
llorando pero ya no parecía tan enojada, más bien estaba desorientada - ¿Cómo
se te ocurre hacer algo así? – no me lo dijo acusadoramente, más bien era una
pregunta lógica, como si quisiera saber qué fue lo que me llevo a actuar de esa
manera.
- Es que me
estoy volviendo loca – mi voz sonó robótica dentro de la bolsa. De verdad me
estaba tranquilizando bastante el respirar dentro de ella.
- No digas
eso, vos no sos una loca. Siempre fuiste buenita y correcta. Como una de tus
monjas, por eso me sorprende tanto todo esto ¿No estaré soñando? – miró para
todos lados pero no logró convencerse de que esto era un sueño… o una
pesadilla.
- Sé que me
vas a odiar toda tu vida – mis lágrimas me estaban impidiendo ver con claridad.
- No, no te
odio Lucre. Solamente no entiendo nada. No te pongas mal, ya pasó.
Se acercó a
darme un tierno abrazo, mi cara quedó entre sus redondos y suaves pechos.
Aparté la bolsa y me hundí en ellos a llorar. Sus manos acariciaban mi desnuda
espalda.
- Lo único
que te voy a pedir es que me expliques, porque no entiendo ni jota – me dijo
suavemente – pero explicame de forma calmada, no me voy a enojar con vos.
Asentí con
la cabeza, pero pasaron varios minutos hasta que logré serenarme, sé que no es
momento de ponerse a pensar en chanchadas lésbicas, pero no pude evitar notar
que el corpiño se le bajó un poco y liberó una de sus blancas tetas coronadas
con un bello y erecto pezón rosado. No me quería separar de ella. Ahora no sólo
temía que Lara se enfadara conmigo por lo que había hecho sino que también se
enojara por la cantidad de tiempo que pasé abrazándola, pero ella se limitaba a
acariciarme el cabello y la espalda. Me acomodé más entre sus pechos suaves y
redondos, el corpiño molestaba bastante.
Para mi sorpresa, ella se lo quitó.
- Para que
veas que no estoy enojada con vos – me dijo volviendo a abrazarme.
Ese gesto me
llenó de ternura, me demostraba que todavía confiaba en mí, que podía estar
desnuda frente a mí sin pudor. Me pegué más a su cuerpo, me vi obligada a
separar las piernas, quedé aferrada a ella como si fuera la cría de un mono.
Esa tibieza y suavidad me llenaron de paz. Me di cuenta de lo valiosa que era
Lara, ella no me había echado a patadas de su casa, al contrario, me brindaba
el más cálido de sus abrazos.
No quise
abusar de su gentileza. Me aparté y la miré a los ojos. Ya no lloraba, pero
tenía las mejillas empapadas de lágrimas. Su boquita semi abierta estaba más
hermosa que nunca.
- Prometeme
que no te vas a enojar – no quería vivir la misma experiencia que Tatiana,
cuando su amiga Cintia la echó a patadas de su casa. Aunque ya estaba más
tranquila.
- Te lo
prometo – sus palabras sonaron sinceras para mí.
- Me está
pasando algo raro últimamente. Creo que me siento atraída por las mujeres – no
le contaría cada detalle de la historia, prefería obviar el robo informático de
imágenes y videos – hace poco hablé con Tatiana sobre esto y empezamos un
experimento. Necesitaba estar segura de lo que sentía.
- ¿Qué clase
de experimento?
- Uno
lésbico. La primer parte fue con ella. Nos tocamos y nos besamos – si no la
mataba del asco con esto, no lo haría más - A mí me gustó mucho, más de lo que
yo creía y más de lo que yo quería. Después miré pornografía… con mujeres. Cada
vez me costaba más alejar la imagen femenina de mi cabeza – me revolví en la cama,
ella notó que mi desnudez era total – pero necesitaba un último test. Tenía que
probar una vagina, de verdad. No lo hice por otra cosa. Sólo quería estar
segura. No pensé que te ibas a despertar – se quedó inmóvil mirando mi
entrepierna que todavía se mantenía lubricada.
- Cometiste
un error. Me molesta mucho que lo hayas hecho sin mi consentimiento – asentí
con la cabeza totalmente avergonzada – pero estoy intentando ponerme en tu
lugar, aunque me sea difícil. Tatiana me contó lo que le pasó con Cintia y no
quiero ser como ella, yo no te voy a echar de mi casa – me tranquilizó mucho
oír eso – Amiga, tendrías que habérmelo pedido. Yo te hubiera ayudado.
-¿De verdad
me hubieras ayudado?
- Claro que
sí, sos mi mejor amiga. Si no me animaba a que pruebes conmigo, al menos te
hubiera ayudado a que encuentres con quien hacerlo. Tatiana era una mejor
opción.
- Tuve la
oportunidad de hacerlo con ella… pero no pude. Yo quería que seas vos… -
malditos actos fallidos.
- ¿Yo? – de
pronto una leve sonrisa apareció en su rostro – Bueno, eso me halaga un poco –
se acomodó la tanga, así evitaba que yo siguiera mirándola, no me enojé, era lo
correcto – pero ya está, ya lo hiciste – nos quedamos unos segundos en silencio
- ¿Cuál creés que fue el resultado?
- ¿De verdad
te interesa saberlo? Es que te enojaste tanto conmigo que…
- Me enojé
porque me pegué el susto de mi vida, te quiero ver a vos despertándote y que
alguien esté succionándote las tripas por el agujerito de abajo – no pude
evitar reírme un poco – y si me interesa saberlo. Pero prometeme que no se va a
repetir.
- Promesa de
mejor amiga – levanté mi mano derecha – y te pido perdón una vez más. No sé qué
decir sobre el “resultado” estoy muy confundida ahora mismo. Pero no te voy a
negar que antes de que te despertaras lo estaba disfrutando mucho.
- ¿Entonces
dirías que sos lesbiana? – Se lamió los labios incómoda y frunció el ceño –
pucha, tengo un gusto raro en la boca – ahí recordé mis frotadas vaginales
contra su dulce boquita, ahora si me mataría. ¿Dónde venderán las píldoras de
cianuro? Serían muy útiles en estos casos.
- Más bien
debería decir que soy bisexual, no puedo descartar a los hombres – luego
pensaría mucho sobre esas afirmaciones - ¿gusto raro como a qué? – miré a la
pared haciéndome la ingenua.
- No sé…
como a… - en ese momento se fijó en mi vagina, yo estaba de rodillas con las
piernas separadas - ¡Como a eso! – señaló con su índice. Y yo que ni siquiera
había escrito mi testamento – ¿acaso eso también era parte del experimento?
Se arrojó
sobre mí y me hizo caer de espalda sobre la cama, me preparé para recibir el
primer golpe, con los ojos cerrados, como niña cobarde que era. El golpe nunca
llegó. Sólo escuché su risa.
- Qué
desgraciada que sos, ¿también me querías hacer probar a mí? – me daba
golpecitos por toda la cabeza, pero eran suaves. Me tranquilizó mucho que no
estuviera enojada y que se lo tomara con gracia.
- Es que
tenía que probar que se sentía tener una chica ahí abajo – dije como si fuera
lo más lógico del mundo – además vos empezaste, vos me besaste primero.
- ¡Fue por
una apuesta! – Me golpeó otra vez – y yo ahora tengo que estar lamiendo tus
cochinos flujos.
- Los tuyos
son muy ricos – ya me estaba divirtiendo – no creo que los míos sean tan malos.
- ¿Así que
son ricos eh? – se llevó la mano a la vagina y dos segundos después la acercó a
mi cara, la tenía llena de ese viscoso líquido que formaba hilitos entre sus
dedos - ¿te gusta? – Intentó poner su mano contra mi cara pero me defendí
sosteniéndola por la muñeca - ¿Ahora te hacés la exquisita?
Sentí sus
dedos húmedos limpiándose contra mi nariz, mi boca y mi barbilla, mantuve los
labios apretados mientras nos reíamos. Al final decidí darle (o darme) el gusto,
chupé uno de sus dedos y luego otro.
- Mmmm, si
muy rico.
- ¡Degenerada!
– Su cuerpo estaba tibio y sentirlo sobre mi desnudez me excitó mucho – a ver
qué te parece esto.
Con un
rápido movimiento fue hasta mi vagina y pasó cuatro dedos bien juntos de abajo
hacia arriba. Se me erizaron los pelos de los brazos. Me ofreció su mano
embadurnada por mis propios jugos y prácticamente me obligó a lamerlos, aunque
no me opuse mucho. Nunca había probado eso, me resultó excitante y se lo hice
saber.
- ¡Más rico
todavía!
- ¿Cómo que
más rico? – Me agarró del pelo y sacudió un poco mi cabeza – ¿Cómo que más
rico? ¡La mía es mejor!
- Ya vas a
ver que no.
Metí dos
dedos bien en adentro de mi sexo, aproveché para estimularme un poco el
clítoris, esta escena era muy excitante. Luego puse la mano frente a sus ojos
mostrándole lo mojada que estaba.
- ¡No, salí!
– intentó apartarse - ¡Ay no, que asco! – le restregué mis jugos por la cara y
logré meter un dedo en su boca, ya sin resistirse lo lamió, hizo lo mismo con
otro dedo. Me morí de placer al verla haciendo eso – ves que te gusta – se limitó
a sonreír.
Busqué a
tientas su vagina, hice a un lado la tanga y la toqué un ratito para mojarme bien
los dedos, confieso que me agradó hacerlo, ella sólo aguardó expectante a que
los pusiera en su boca, me miró con los ojos bien abiertos, los lamió sin dejar
de mirarme. Nunca había sentido un cuerpo tan cálido y suave sobre el mío. Los
degustó sin quejarse, hasta pareció disfrutarlo.
- La mía es
más rica – me dijo sonriendo.
Empezamos a
reírnos como niñas tontas, mientras se ponía de rodillas otra vez, me moví
junto con ella y la abracé, nuestras piernas quedaron intercaladas, yo tenía
una de sus piernas entre las mías, y mi vagina se rozaba contra su muslo, pude
sentir su húmedo sexo sobre mi pierna izquierda, actué sin pensarlo y creí que
Lara se enfadaría conmigo, pero también me enredó con sus brazos. Nuestros
pechos se tocaban, sentía su menudo cuerpito unido al mío. Nos quedamos mirando
con una amplia sonrisa en la boca.
- Entonces,
¿me perdonás? – le pregunté.
- Si amiga,
no te preocupes. Ya pasó. No digo que hayas actuado bien, pero no quiero
pelearme con vos por eso.
La abracé
más fuerte, el roce de mi clítoris contra su piel me estaba excitando mucho,
además nunca antes me había sentido tan bien abrazando a una persona, pero
intentaba no moverme mucho para no alterarla. Estaba preciosa, sus ojitos
negros me estaban consumiendo. ¿Me estaré enamorando? Su respiración estaba tan
agitada como la mía y nuestros pechos estaban amalgamados, me estaba perdiendo,
me costaba pensar con claridad. Sus dulces labios me atraían como el polen a
una abeja. Me acerqué para besarla.
- No – dijo
ella en un susurro casi inaudible.
Mi beso se
estrelló contra su mejilla. El giro de su cabeza fue suave, pero bastó para
esquivar mi beso. De inmediato hundí mi cara en su hombro izquierdo, me sentía
avergonzada.
- Perdón.
- Está bien,
no te pongas mal – me dijo acariciándome la espalda.
Eso me
reconfortó mucho, esta chica era fantástica. Me enderecé y le sonreí para
demostrarle que estaba todo bien.
- ¿Qué fue
lo que “experimentaste” con Tatiana? – me preguntó.
- Me enseñó
a tocar a una chica – básicamente eso fue lo que aprendí.
- ¿Ah sí?
Algo muy útil si es que querés ser…
- ¿Lesbiana?
Todavía no decido esa parte, pero supongo que sí es útil. Porque tocarse una
misma es una cosa, pero creo que es un poco más difícil tocar a otra chica y
que sea satisfactorio para ella.
Nuestros
cuerpos se balanceaban lentamente, esto hacía que los clítoris rozaran contra
la pierna de la otra.
- A ver,
mostrame – me sorprendió enormemente su pedido.
- ¿De
verdad?
- Sólo un
poquito. Para saber qué se siente. Nunca me tocó otra persona… bueno, solamente
vos – me miró por debajo de sus largas pestañas, tuve que luchar contra las
ganas de besarla.
- Está bien,
te muestro. Es algo así.
Bajé
lentamente mi mano izquierda hasta que llegué a su tesoro virginal. Primero con
dos dedos separados acaricié los laterales de su vagina, siempre mirándola a
los ojos, para saber cuál era su reacción. Cuando llegó el momento de tocar su
clítoris me tembló un poco la mano, pero ella se mantuvo a la expectativa y me
animé a seguir. Froté su botoncito tiernamente. En pocos segundos el ritmo de
su respiración fue aumentando y con esto yo sabía que podía mover más rápido
mis dedos. Estuve tocándola como un minuto o más. Me dio un escalofrío cuando
sentí su mano justo sobre mi vagina, pero no la iba a apartar. Comenzó a imitar
mis movimientos, tal como yo lo había hecho con Tatiana, aunque esta vez me
resultó mucho más placentero, porque la situación así lo ameritaba, además la
mujer que me tocaba era Lara.
Se podría
decir que ya estábamos masturbándonos mutuamente. Los ojos de mi amiga se
entrecerraban y de su boca salían suspiros contagiosos. Toqué la zona de su
agujerito y sentí el lubricante natural saliendo del interior, intenté no ser
muy invasiva para no comprometer su virginidad, pero ella si hundió dos dedos
en mi agujerito. Suspiré y pegué mi frente a la suya, acaricié su espalda con
mi mano derecha y llegué a su cola. Nuestras narices se frotaban y ninguna
apartaba la mirada. Apreté su nalga firmemente e incliné mi cabeza hacia un
lado cerrando los ojos. No tuve que esperar mucho tiempo, sentí sus labios
contra los míos casi al instante. Esta vez no desperdicié el beso. Busqué su
lengua con la mía, su humedad me sedujo al máximo.
Unidas en un
beso fuimos cayendo en el mar de sábanas. Estaba lista, esta sería mi primera
vez con una mujer. Mi primera relación sexual verdadera. Esta vez sentía mi
virginidad emocional desvaneciéndose. Lara quedó sobre mí y no dejó de meterme
los dedos, lamí su boca por dentro y por fuera, ella me hizo lo mismo.
Estábamos dominadas por el deseo. Separé mis piernas tanto como pude y mi amiga
se las arregló para que una quedara bajo su cuerpo, esto hizo que nuestras vaginas
quedaran pegadas, apartamos las manos sin dejar de comernos las bocas y nos
frotamos una contra la otra.
Moví mi
cadera tanto como pude. Nuestros jugos vaginales se mezclaban. Dejó de besarme
sólo para gemir. Lo hizo una y otra vez mientras nos frotábamos con fuerza,
labio contra labio, clítoris contra clítoris. Ella estaba descontrolada, se
movía mucho más rápido y sus jadeos se elevaban sobre los míos. Supe que estaba
teniendo un orgasmo. Su vagina dejó salir más líquido el cual chorreó sobre la
mía. Aceleré mis movimientos para que ella lo gozara más. Volvimos a besarnos y
fuimos calmándonos de a poco. Luego vino lo mejor, lo que yo tanto estaba
esperando. Lara fue bajando por mi cuello, besó mis senos, lamió mis pezones y
continuó su camino hasta mi vientre. Besó mi peludo monte de venus, abrí las
piernas para recibirla, Lara abrió su boca y…
Golpearon la
puerta.
- ¿Lara,
está todo bien? – era la voz de su padre.
Saltamos
como un mono que se ve al espejo. Nos alteramos, cada una voló de la cama hacia
un lado e instintivamente agarramos nuestra ropa.
- Si papá.
Todo bien ¿por qué? – preguntó ella fingiendo estar somnolienta.
- Es que me
pareció escuchar ruidos. Lucrecia está con vos – nos miramos aterradas.
- No papá.
Se fue cuando terminamos de mirar las películas – mintió.
- Ah bueno,
seguí durmiendo. Perdón por despertarte.
Nos vestimos
tan rápido como podíamos, ella sólo se puso un pijama. Tuvimos que ahogar
nuestra risita histérica tapándonos la boca con las manos. Ni yo entendía cuál
era la gracia.
- No se va a
dormir – susurró refiriéndose a su padre – te vas a tener que ir. Perdón.
- Todo bien
Lara ¿pero cómo salgo?
- Por la
ventana, yo tengo la llave de la puerta del patio. Cuando salgas tirala por
arriba del tapial. ¿Tenés plata para el taxi? – ella si era considerada.
- Si tengo.
- Ok,
después te llamo – prometió.
Cuando
estuve lista abrimos la ventana y me escabullí por ella sin hacer el menor
ruido. Nos besamos una vez más y me fui. Arrojé la llave y creo que se me fue
la mano, la escuché caer en el techo, no pude evitar reírme. Estaba feliz. Ya
podía imaginar los insultos de Lara intentando explicarle a su padre que
seguramente fue un gato lo que provocó el ruido. Un gato con un gran manojo de
llaves. Levanté los brazos, sonreí y di algunas volteretas. Estaba hecha una
idiota, más de lo normal, pero me encantaba sentirme así.
Llegué a mi
casa muerta de sueño, no tenía ni ganas de masturbarme, sólo quería descansar,
despertarme y volver a estar con Lara. Hacía tiempo que no dormía tan bien.
Me levanté
muy tarde. Me asusté porque creí que había faltado a la facultad, pero recordé
que era sábado. Miré mi celular y encontré un mensaje de Lara, me emocioné y me
apresuré por leerlo.
~ Amiga, te pido disculpas. Me dejé
llevar por el momento, espero no haberte ilusionado y por favor no te enojes
conmigo. Después te llamo y hablamos bien. Te quiero.
Eso sólo
podía significar una cosa, que no tendríamos otro encuentro sexual. Ella se
había arrepentido. Estaba desecha, no pude ni llorar. Me tendí en la cama, sólo
quería que el día se terminara. Que el fin de semana se terminara y de ser
posible, que mi vida hiciera lo mismo.
Lara me
llamó como prometió pero no quise contestar. Daba vueltas por mi cuarto, me
senté a mirar el enorme patio por la ventana, una vista que siempre me
reconfortaba y hoy no lograba hacerlo. Llegó un nuevo mensaje de texto. Era de
Anabella, la monjita. Ya me había olvidado de ella.
~ Hola Lucrecia, ¿Cómo estás? ¿Pudiste
resolver tus conflictos?
~ Hola Anabella. No pude resolverlos,
creo que los empeoré.
~ ¿Por qué, qué pasó?
~ Hice algo con una amiga y ella se
arrepintió. Tengo miedo de que eso afecte nuestra amistad.
~ Si es tu amiga de verdad sabrá
comprenderte. Deberías intentar hablar con ella francamente.
~ Gracias Anabella. Espero que así sea.
Te prometo ir a visitarte mañana mismo.
~ Que buena noticia. Después de la misa
tengo bastante tiempo libre, te espero.
En eso
escucho que llaman a la puerta de mi cuarto. Era mi madre con una extraña
sonrisa. En realidad era una sonrisa normal, lo extraño era verla sonreír. Ella
solía tener la alegría de un velorio y la simpatía de un verdugo.
- Llamó tu
amiguita Lara – me dijo sosteniendo el teléfono inalámbrico en una mano – qué
buena chica – ahora si no entendía nada, ¿mi madre y Lara como amigas? ¿Qué
seguía, judíos alabando a Jesús? – me ayudó a conseguir el número de teléfono
de unos organizadores de fiestas y eventos muy buenos, para el cumpleaños de mi
amiga Silvina. Ahh sí, también me dijo que la llames, que tiene que decirte
algo importante.
Se despidió
y me dejó el teléfono. Tomé aire y lo exhalé. Debía ser fuerte y afrontar la
realidad. Tal vez Lara haya cambiado de opinión.
“Tal vez
haya cambiado de opinión” Vaya manera de afrontar la realidad.
Marqué su
número.
- Hola Lara.
- ¡Lucre! Al
fin, no podía dar con vos.
- Mi mamá me
contó que la ayudaste con la organización de una fiesta.
- Ah sí. Es
que me pareció buena idea caerle bien en el caso de que se entere de que… ya
sabés. Que soy judía.
- Si, es
buena idea – la tristeza en mi voz era evidente.
- Lucre,
quería decirte… es que lo que pasó, fue lindo y todo eso, pero no creo estar
lista para semejante paso. Espero que eso no afecte nuestra amistad. Preferiría
dejar lo que pasó en frío.
- Está bien
Lara – mis ojos se llenaron de lágrimas – si fue muy lindo. Fuiste muy buena
conmigo amiga, no te preocupes. Ya pasó.
Hablamos un
rato más de otras cosas sólo para demostrar que podíamos seguir siendo amigas,
intercambiamos opiniones sobre el libro de El Señor de los Anillos, el cual me
estaba gustando mucho, y prometimos vernos el lunes en la facultad.
El resto de
la tarde me la pasé llorando y culpándome a mí misma. Debía tomar una decisión
con respecto a mi gusto por las mujeres, el cual ya se me estaba haciendo más
que obvio, era algo que contradecía a toda mi crianza y mis pensamientos. Tal
vez estos sentimientos estaban dormidos en mí y ahora estaban emergiendo,
rebalsándome. Pensé mucho en eso, me estaba volviendo loca. Yo que siempre me
ponía tantos límites y reprimía tanto mi libido, ahora estaba en una
encrucijada sexual.
Cayó la
noche y casi no toqué la cena. Volví a mi cuarto dándole puntapiés a mi estado
de ánimo, que se arrastraba por el piso. Me di cuenta que no sólo estaba dolida
por el rechazo de Lara sino también por haber perdido la oportunidad de tener
sexo con una mujer. Debía admitirlo, lesbiana o no, eso era lo que quería. Me
moría de ganas de acostarme con una mujer. Enojada conmigo misma por haberme
reprimido tanto durante años decidí darme una noche libre, romper todos los
límites. Mandar todo al carajo. Pero antes debía pensar cómo actuar sin que
nadie se diera cuenta, no sea cosa de que a la que manden al carajo sea a mí.
Avisé a mi
madre que usaría el auto y que iría a casa de Lara, ella no protestó para nada.
Ese auto era prácticamente mío, ya que mis padres tenían otros dos. El tercero
se usaba en raras ocasiones, yo no era muy amante del volante y prefería
manejarme en taxi, pero hoy necesitaba mi propio vehículo. Lo abordé ya pasadas
las 11 de la noche, llevando conmigo una pequeña mochila.
Conduje unas
cuantas cuadras hasta que encontré un sitio poco frecuentado para estacionar.
Abrí la mochila y extraje un pequeño vestido amarillo, una de mis pocas
vestimentas sexy, la cual me la regaló una tía un poco liberal que casi provoca
un fallo cardíaco a mi madre. Me desvestí dentro del auto, no fue una tarea
fácil, tuve que apagar la luz para evitar la mirada de algún curioso. Decidí
despojarme de mi ropa interior. Al vestirme me sorprendió un poco la sensación,
era como estar con una ajustada toalla cubriendo mi cuerpo. No tenía nada más.
El vestido era más corto de lo que yo recordaba. Encendí la luz del interior
para y me maquillé sutilmente mirándome al espejo del lado del acompañante.
Tuve cuidado de no excederme ya que rara vez me maquillaba y tenía miedo de
quedar como un payaso huyendo de un prostíbulo. Para finalizar me puse unos
tacos altos, color negro. Olvidé traer un bolso de mano, pero en parte era
mejor estar ligera. Coloqué algo de dinero entre mis pechos, ahora si parecía
toda una prostituta.
Me puse en
marcha otra vez, no sabía a dónde ir. Recorrí la zona de los boliches, pubs y
clubes nocturnos. Nada me convencía, todos estaban atiborrados de gente que me
inspiraba poca confianza. Llegué a un sitio un tanto perdido entre las calles
llamado Afrodita. Perfecto, mitología griega. Recordé que ese era un boliche
gay, por varios chistes que se hacían en la facultad al respecto. Madre mía, si
alguien llegara a verme entrando era cadáver, pero esa noche no me importaba
nada. Estaba jugada. Aun así mantuve mi cabeza gacha.
Cuando logré
estacionar me acerqué al boliche. La entrada era gratuita pero antes de
permitírmela un par de guardias de seguridad me miraron de arriba abajo. Pude
entrar sin mayores problemas, tal vez ya se leía en mi frente el cartel de
“Lesbiana en potencia”.
No había
tanta gente como yo esperaba, el lugar era mediano. No se parecía a los grandes
boliches de la ciudad, pero la gente parecía ser más discreta. Había grupos de
hombres y mujeres dispersos por ahí, también había otros que iban solos, como
yo. Me acerqué a la barra y pedí el primer trago de la noche. Uno llamado “Sex
on the beach” me llamó la atención, como si la palabra Sexo me fuera a traer
buena suerte. Hasta me pareció simpático el gajito de naranja que decoraba el
vaso. Bebí con calma escaneando el entorno. Había mujeres que parecían hombres
y hombres que parecían mujeres. Debía tener cuidado, no quería llevarme una
sorpresa. No pude evitar notar que muchas chicas se fijaban en mí, debía llamar
mucho la atención enfundada en ese vestido amarillo. Algunas eran bonitas, pero
me daba pánico ir a hablarles así que me limitaba a pedir un trago tras otro
sin alejarme de la barra. Tampoco sabía qué hacer con los gajitos de naranja,
los cuales se fueron acumulando sobre una servilleta, para disgusto del barman.
En un
momento se me acercó una de esas chicas que yo no quería. Llevaba el cabello
ondulado muy corto, tenía hombros anchos y prácticamente iba vestida como mi
primo cuando juega al fútbol con los amigos.
- Hola
gatita – me saludó.
- ¿Acaso te
parezco un gato?
- Tenés
aspecto de ser una fiera en la cama – se acercó y me acarició el pelo.
- Y vos
tenés el aspecto de Diego Maradona – estaba enojada, quería que se vaya.
- ¿Hey, que
mierda te pasa putita?
Como la
música del lugar era suave su voz resonó en todo el lugar. Gracias a Dios los
de seguridad también la escucharon, casi me orino encima cuando la “chica” se
quiso poner violenta, pero la sacaron del lugar a empujones. Tragué la mitad
del contenido de mi vaso para tranquilizarme, eso me pegó como trompada de
boxeador, no fue una buena idea. Escuché una voz femenina saludándome, intenté
divisar de quién se trataba pero el alcohol me estaba dando martillazos en el
cerebro.
- ¿Estás
sola? – me preguntó la misteriosa mujer.
Pude fijar
la mirada en ella, era un trillón de veces más linda que la anterior, tenía el
cabello negro suelto y formando hermosas y brillantes ondas. Sus labios carmesí
me recordaban a los de Lara, al igual que esos ojos negros. ¡Es Lara!
No, no era
ella. Sólo era mi subconsciente jugándome una broma pesada, pensé en vengarme
de él acribillándolo con tragos fuertes pero ahora necesitaba saber qué
intenciones tenía esa hermosa chica.
- Si estoy
sola y si vos también me vas a decir gatita, sola me quedaré – se rio
mostrándome una plana fila de blancos dientes.
- No te
preocupes, como mucho te podré decir que sos la chica más hermosa que hay aquí
dentro.
- Decís eso
porque todavía no viste ningún espejo – nueva sonrisa, el alcohol me
desinhibía. Hasta me hacía creer estrella de cine porno. De esas que yo nunca
miro.
Nos quedamos
charlando, ella llevaba un vestido parecido al mío, pero en color blanco. Ideal
para una chica con el cabello oscuro, al menos en mi humilde opinión. Analicé
sus curvas y ella hizo lo mismo con las mías. Charlamos de cosas típicas de
barra y boliche. Supe que teníamos la misma edad y luego siguieron las
preguntas. Que si vine muchas veces a este lugar. Que si me parecen buenos los
tragos. Que si me gustan las mujeres, bueno eso no era tan típico, pero aquí sí
lo era.
- ¿Les o bi?
– me preguntó.
Con mi
increíble experiencia callejera y mi tacto hacia las sutilezas tuve que pensar
dos veces a qué se refería, bueno el alcohol también cargaba con un poco de
culpa.
- ¿Es
necesario ser una de las dos? ¿No puedo estar simplemente de paso?
- Si podés.
De hecho mucha gente viene sólo a mirar, de curiosos. Otros prueban una vez y
no vuelven. ¿Vos de cuáles serías?
- De los
segundos – mi respuesta la alegró.
- ¡Qué bien!
¿Y con quién te gustaría probar?
- Con la
primer mujer que no parezca estrella del fútbol profesional.
- ¿Y yo qué
parezco? – se paró frente a mí y dio una vueltita, estaba muy buena. Tenía los
pechos más grandes que los míos.
- Vos
parecés alcanza pelotas – hice un gesto con las manos referente a sus tetas.
Comenzó a
reírse y me tomó de la mano de forma casual. En cuanto me di cuenta me estaba
guiando hacia quién sabe dónde. La seguí como si fuera un barrilete siendo
llevado por un niño. Por un niño con grandes tetas y un culito redondo que
mataba a primera vista. Llegamos hasta un pequeño lugar que se asemejaba a los
probadores de ropa, aunque un poco más grande y con asientos pegados a las tres
paredes. Me senté y ella corrió una pesada cortina roja, quedamos fuera de la
vista de todo el mundo. No pasó ni medio segundo que ya estábamos besándonos. Mandé
el mundo a la mierda y me le tiré encima. Manoseé sus tetas con ganas mientras
le ofrecía toda mi boca. No quería tanto sentimentalismo, quería sexo. Bajé la
cabeza y busqué una de sus tetas, la cual ya había sacado del vestido. Le chupé
el pezón, era el primero que probaba en mi vida y estaba delicioso. Sentí cómo
se ponía duro dentro de mi boca. Metí una mano entre sus piernas y me encontré
con su tanga.
- Uy mamita,
vos no andás con vueltas. Eso me pone loca. Sacamela.
Eso hice, la
despojé de su ropa interior sin necesidad de levantarle mucho el vestido. Volví
a chupar sus grandes tetas y apliqué mis magros conocimientos en sexo lésbico.
Toqué suavemente su rajita hasta que fui sintiendo la humedad. Luego lubriqué
su clítoris y lo masajeé un poco. Estaba borracha y descontrolada. Pasé la
lengua a lo ancho de su boca, di una segunda lamida y chupé su grueso labio
inferior.
- Ay mamita,
si así me la vas a chupar…
- Te la voy
a comer toda.
La Lucrecia mojigata
ahora estaba atada y amordazada rogando por su liberación, pero la nueva y
lujuriosa Lucrecia era mucho más fuerte. No la liberaría tan fácil. Me
arrodillé en el suelo, esta vez no habría interrupciones ni dudas. Ella levantó
las piernas poniéndolas en el sillón y pude ver su hermosa vagina cubierta por
un lindo triangulito de pelitos negros. Cuando me acerqué quedé embriagada por
su olor, si es que todavía podía embriagarme más de lo que estaba. Me mandé de
lleno a chuparla. ¡Qué rica estaba! Hasta me pareció aún más rica que la de
Lara. La lamí toda y di fuertes chupones a su clítoris. Metí un dedo y supe que
esta chica era tan virgen como esas que alquilan su cuerpo en las esquinas.
Introduje un segundo dedo y los moví dentro, siempre concentrada en su
clítoris. Podía escuchar sus gemidos, me aplastó la cara contra su sexo y me vi
obligada a respirar por la nariz. Lo cierto es que me produjo más placer. Moriría
ahogada en un mar de vellos y jugos vaginales y eso me hacía feliz.
- Chupame el
culito – me pidió unos minutos después, entre jadeos.
Sinceramente
en una ocasión normal me hubiera negado rotundamente, pero esta noche no había
límites. Lamí su ano con la punta de la lengua, por suerte no fue para nada
desagradable, a los pocos segundos ya lo estaba chupando con ganas, como había
hecho con su vagina. Fui intercalando entre los dos agujeritos mientras ella se
retorcía de gusto. Froté rápido su clítoris mientras mi lengua jugaba en su
asterisco y supe que ella había llegado al orgasmo. No me detuve para nada, al
contrario, puse más ímpetu en mis acciones. Rodeó mi cabeza con sus piernas y
el fluido vaginal comenzó a bañarme la cara, no podía creer que se estuviera
mojando tanto. Lo disfruté mucho, sorbí esos líquidos hasta que ella fue
calmándose. La que no estaba calmada era yo.
Me puse de pie y apoyé mi espalda contra la
pared, levanté mi vestido y ella se zambulló como un nadador olímpico entre mis
piernas. No tuve tiempo para meditar lo que iba a ocurrir y me tomó por
sorpresa. No estaba lista para semejante cosa. Sentí su lengua incrustarse
contra mi sexo, era demasiado intenso. Nunca nadie me la había chupado. Comencé
a gemir sin medirme, separé más las piernas y apreté su cabeza. Era más que
obvio que la chica tenía experiencia en sexo con mujeres. Me la estaba comiendo
de maravilla. Metió dos dedos en mi agujerito y los movió hasta que quedaron
bien húmedos, luego me apretó una nalga, me abrió la cola y me metió un dedo
por atrás. Me dolió, su uña larga me incomodó, pero estaba tan caliente que no
podía decirle que lo quitara. Sin dejar de darme placer por delante fue metiendo y sacando el dedo por detrás. Mi
culito se quejaba y mi vagina estaba de fiesta. Lo cierto es que la combinación
de sensaciones me produjo un fuerte orgasmo. En lugar de soltarme metió un
segundo dedo en mi cola, grité de dolor y sentí su lengua dentro de mi
intimidad femenina. Un segundo orgasmo, más intenso que el primero. Madre mía,
me estaba matando. Me iba a morir. Adiós mundo cruel. Lucrecia se va en un
orgasmo… o en dos. Pero se va…
Los dedos en
mi colita me hacían arder y por suerte los retiró antes de que las olas de
placer menguaran. Respiré agitadamente, mi corazón rebotaba contra mis tetas,
no sé en cuál. Tal vez en las dos. Se puso de pie y me besó. La abracé y me
perdí en sus labios hasta que me tranquilicé. Lo cual ocurrió casi diez minutos
después, ya hasta me dolía la boca de tanto besarla, pero su lengua estaba
imbuida por el sabor de mi vagina y viceversa.
- Eso fue
genial – le dije cuando nos separamos, sólo faltó el característico ruido de
una ventosa al ser despegada.
- ¿Cómo te
llamas hermosa?
- Lo siento,
pero no puedo decirte mi nombre. Estoy de paso, que no se te olvide.
- ¿Eso
quiere decir que no te voy a volver a ver?
- Eso mismo.
Pero de verdad la pasé genial con vos, sos hermosa.
Me despedí
de ella mientras me suplicaba por mi número de teléfono. Ganas de dárselo no me
faltaba, pero me aterraba la idea de que la gente supiera que tuve sexo con una
completa desconocida. Ni yo me lo creía. “Cochina Lucrecia, te cogiste a una
mujer que ni siquiera conocías”. Me divirtió mucho esa idea. Hace apenas unos
días era una mojigata total que lo único que hacía era tragar apuntes de
facultad. Ahora abusaba sexualmente de mis amigas, escapaba por la ventana
durante la noche, me toqueteaba con otra en los vestuarios y tenía sexo lésbico
con desconocidas. Me estaba enamorando de esta nueva Lucrecia, que sí sabía
disfrutar de la vida.
Regresé a mi
auto y manejé muy despacio hasta mi casa. Estaba bastante tomada. Eso sí que
fue lo más imprudente de la noche, en cuanto logré llegar sana y salva me dije
que la próxima vez no bebería tanto si tenía que manejar. Me quité los zapatos
y fui en puntitas de pie hasta mi cuarto. Si vieran qué loco estaba el pasillo
que no dejaba de bambolearse de un lado a otro. Hasta las paredes me atacaban.
Una vez
dentro mi dormitorio me desnudé toda. Bueno, sólo tenía que quitarme el
vestido. Me tendí en la cama y actué sin pensar en nada, por inercia. Inercia
lésbica, la llamaría yo. Activé la cámara de filmar en mi celular y comencé a
masturbarme locamente, me sacudía en la cama y gemía intentando no alertar a
mis padres, fue lo único sensato que hice.
Me colé los
dedos indiscriminadamente y me froté el clítoris. En ese momento me prometí que
nunca más me sentiría culpable al masturbarme, era demasiado placentero y no
lastimaba a nadie, no entendía cómo algo tan lindo podía estar mal. A la
mierda, yo me iba a pajear a gusto. Y así lo hice. Me toqueteé durante unos
quince minutos hasta que tuve el tercer orgasmo de la noche. Manché todas mis
sábanas con jugos vaginales pero no me importó. Actuando sin pensar, envié el
video a Lara con la nota “Así estoy por vos hermosa”. Caí rendida. Me quedé
dormida con el teléfono en mano.
No sé
cuántas horas dormí, pero sé que me despertó la vibración del teléfono. Era un
mensaje de texto. Froté mis ojos y lo leí. “¿Estás
segura de que ese video era para mí?” firmado, Anabella.
Fin del Capítulo 4.
Continúa en el Capítulo 5.
Comentarios
Adiós mundo cruel. Lucrecia se va en un orgasmo… o en dos. Pero se va…
Y Anabella se va otra ves contigo!!!
Este relato si que no tiene madre de lo bueno y más el final. Voy por el 5to.