Mi Hijo y sus Amigos (Masturbación Grupal) (2).



Capítulo 2



Sin poder resistirlo más subí mi pierna derecha al sillón, quedando así más expuesta. Los labios exteriores de mi vagina florecieron por los lados de mi tanga, que se apretó en el centro de mi sexo, escuché q alguno de los chicos soltaba una exclamación al ver esto. Tomé el pene de David con mi mano y lo orienté hacia el medio de mi vagina. Su primera embestida fue potente, no me penetró solo porque la tanga aún llegaba a protegerme, pero aun así me produjo mucho placer. Con mi otra mano estimulaba el pene de mi hijo que latía entre mis dedos. El muchacho rubio volvió a embestirme y no pude evitar gemir. Mi mano izquierda buscó a tientas otro pene, encontré el de Fabio y comencé a estimularlo mientras seguían presionando contra mi sexo. Mi concha era un océano de flujos y si seguíamos así en cualquier momento David encontraría la forma de evitar chocar contra la tanga, pero en lugar de seguir con su tarea, se apartó para permitirle a Mauro hacer lo mismo, la timidez del chico había desaparecido por completo, acepté su largo pene y dejé que lo apoyara firmemente. Los dedos de Fabio hurgaban por detrás, entre mis nalgas y mis tetas seguían acaparando bastante atención, siempre había una mano o una boca en ellas.

- Está bien chicos, los voy a dejar jugar un ratito conmigo, porque me caen bien – “y porque estoy muy caliente” pensé – pero solamente un poquito, cuando yo diga basta es basta.

Todos asintieron. Se apartaron de mí sabiendo que esta vez yo colaboraría. Me coloqué mirando de frente al sillón individual y apoyé mis manos sobre los apoyabrazos, así quedé dándole la espalda a los cuatro muchachos, inclinada hacia adelante con la cola levantada expuesta a un millón de toqueteos. Aunque mantuve las piernas juntas mi vagina sobresalía entre ellas, uno de ellos tiró de mi tanga hacia arriba haciendo que ésta se meta aún más en mi concha, todos exclamaron por la sorpresa de ver mis hinchados labios vaginales adornados con pelitos negros.

- Se portan como si nunca hubieran visto una vagina – les dije.
- Nunca habíamos visto una en vivo y en directo, y mucho menos una tan hermosa – contestó David.
- Oh, gracias.

Ese dulce comentario me hizo separar un poco las piernas para que pudieran apreciarla mejor. Ninguno se movió y yo ya comenzaba a dudar, tal vez estaba asustando a estos chicos, esto era una completa locura. Cuando estuve a punto de ponerle fin a todo sentí que una verga se pegaba a mi vagina y empujaba con fuerza, me hizo levantar más la cola.

- ¡Ay, despacio! – no fue una queja sino una sugerencia.

El que me embestía esta vez era Fabio. Los labios de mi concha envolvieron su glande, aunque la tanga le impedía llegar más adentro, parecía que me estuviera penetrando. El muchacho se aferró a mi cintura y continuó empujando inexpertamente hacia adentro. Yo confiaba en que no consiguiera metérmela. No pretendía llegar tan lejos, de hecho ni siquiera debería estar haciendo esto.

- ¿Puedo probar yo también? – preguntó Alexis mientras Fabio continuaba frotándose contra mí.
- Bueno… sería injusto si te dijera que no, está bien – no podía creerlo, le estaba dando permiso a mi propio hijo para que me arrimara.

Su amigo se apartó y le cedió el lugar. Mi hijo no esperó a que yo me arrepintiera, casi de inmediato presionó con fuerza su pene contra mi concha. No pude evitar acompañar sus movimientos con mi cadera y soltar un leve gemido. La vagina me pedía a gritos que la penetraran pero yo no estaba dispuesta a hacerle caso. Dejé que mi hijo se entretuviera un rato y nada más. Luego de unos segundos Alexis se apartó.

- Pueden hacer una ronda más cada uno y basta – les dije sin pensar con mucha claridad. Esto no podía terminar nada bien pero ya no podía deshacer lo hecho.

El primero fue David, que se frotó con ganas contra mi vagina, al menos respetaban un poco mi cuerpo, ninguno intentó apartar la tanga para metérmela. En su turno Mauro fue muy amable, no presionó con mucha fuerza, hasta parecía que lo hacía con cariño. Los penes abrían cada vez más mi concha, me gustaba mucho sentirlos ahí y cada vez me ponía más caliente. Cuando volvió a pasar Fabio yo ya tenía las piernas más separadas, por lo que pude sentir su verga un tanto más adentro, pero aún no podía llamarse una penetración, aunque esto estimuló más a Fabio, lo que hizo que me embistiera como si estuviera cogiéndome con ganas. Mi hijo también se portó de una forma similar a la de su amigo, no le importaba en lo más mínimo que yo sea su madre, con tal de poder restregar su miembro.

- Bueno, suficiente. Espero que hayan quedado satisfechos – dije dando media vuelta, ninguno tenía cara de satisfacción, al contrario, parecían desilusionados – sigan con la película, yo me voy a tomar algo y de ahí me voy a acostar.

Uno de los chicos estuvo a punto de quejarse pero lo miré con mala cara, cerró la boca al instante. Caminé hasta la cocina a paso lento sólo para corroborar que me hicieran caso, se sentaron ante la tele otra vez y pusieron la película en marcha. Busqué la botellita de agua en la heladera y tomé un largo trago con la esperanza de que eso me enfriara un poco. Miré mi concha sobresaliendo por los lados de la tanga, era una escena sumamente sexual y yo había estado así frente a mi hijo y sus amigos, me sentía avergonzada, sólo quería regresar a mi cuarto y no tener que verles las caras durante toda la noche.

Ninguno de los cuatro parecía muy interesado en la película, hasta sus penes se veían flácidos, me dio mucha pena verlos así. Los había ilusionado y ahora los dejaba solos. Caminé hasta mi sillón y les dije:

- Si quieren me quedo un ratito más, pero no se me vengan encima.

Estuvieron de acuerdo con la propuesta, eso los animó bastante y continuaron tocándose. Me senté en el sillón y dejé mis piernas un poco abiertas, me miraban más a mí que a la película, que se había transformado en solamente un ruido de fondo. Fui la primera en darse cuenta que la película había terminado y ya estaban pasando los créditos.

- Se terminó – les avisé – ¿tienen otra más o esa era la única?
- Tenemos muchas más – dijo Mauro poniéndose de pie de un salto.

Se dirigió hacia una mesa que estaba detrás del sofá. Yo me acerqué para curiosear un poco y eso provocó que los demás también se levantaran. El chico delgado abrió una mochila y extrajo varias cajas de DVD, todos con portadas muy sugerentes y títulos sumamente raros. Me puse a analizar el material de estos muchachos cuando ellos volvieron a amontonarse sobre mí. Sentí sus dedos hurgando entre mis húmedos labios vaginales, pero no me animé a decirles nada.

- ¿Ya las vieron todas? – pregunté mientras David me chupaba un pezón. Le agarré los testículos y los moví entre mis dedos.
- Si, ya las vimos a todas – contestó Alexis – ya no son tan divertidas.
- Preferimos mirarla a usted – agregó Mauro.
- Ahh q tierno – solté el DVD que tenía en la mano y agarré su pene como si fuera lo más natural del mundo y lo guie hasta la entrada de mi vagina, lo dejé frotarse un rato. Pude sentir mis fluidos bajando por la cara interna de mis piernas.

No solo las manos de los muchachos se mantenían ocupadas, mis manos pasaban de un pene a otro constantemente, me agradaba la idea de sentir tanta virilidad en ellos. Mi hijo se colocó detrás de mí y puso su verga entre mis nalgas, me agarró con fuerza y comenzó a moverse, su miembro surcaba mi cola de abajo hacia arriba.

- Se nota que les gusta frotármela. Me están poniendo un poquito incómoda.
- ¿Le molesta? – preguntó Mauro apartándose.
- No es que me moleste, el problema es que ustedes se frotan y yo tengo la ropa interior puesta, y eso me hace doler  – la verdad es que me gustaba mucho sentirlos a todos pegados a mí, solamente que la razón me decía que tenía que parar con todo esto, pero mi libido se oponía.
- ¿Y si se la quita? – sugirió Fabio. Medité durante unos instantes, ¿qué pensarían las madres de estos chicos si se llegaran a enterar que yo me ofrecía como juguete sexual para ellos? La verdad es que yo soy madre de uno, y me gusta que mi hijo esté disfrutando. Ellas se lo pierden.
- Bueno, está bien. Después podemos seguir “jugando”.

Se apartaron dejándome espacio. No quería llegar tan lejos pero ya les había prometido diversión. Para colmo la tela de la tanga estaba empezando a irritarme mucho y ya no la aguantaba más. Me alejé un poco de ellos y les di la espalda, luego agarré mi tanga por los elásticos y tiré hacia abajo despacito, dándole suspenso a la situación, sólo podía imaginarme sus caras, pero seguramente estarían atónitos. Mientras más la bajaba más aliviada se sentía mi parte íntima, al llegar a mis rodillas incliné mi cuerpo hacia adelante así podía quitarla del todo y a su vez los chicos podrían admirar mi vagina por primera vez al desnudo. En ese instante volvieron a abalanzarse sobre mí.

- No se pasen – les advertí – no piensen que pueden hacer cualquier cosa.

Ninguno me respondió, enseguida sentí unos dedos tocando mi clítoris, eso me hizo gemir de placer. Yo tampoco perdí el tiempo, agarré una verga y la masajeé firmemente. Sentí que otra mano llegaba hasta mi concha y no se limitó con tocarla sino que introdujo un dedo, pude ver que esa mano era de David, que comenzó a masturbarme. Agarré mi teta izquierda y se la ofrecí a Fabio con un gesto, él lo entendió y me chupó el pezón con ganas. Yo deliraba de placer. Mi hijo había tomado el lugar de David y era él quien me metía los dedos ahora. Había perdido de vista a Mauro hasta que supe que se encontraba a mi espalda. Sentí su pene duro en mi cola. Mi culito no estaba lubricado, pero él había puesto saliva en su pene. Pude sentir mi culito abrirse apenas con la presión, me dolió un poco pero no quería que el chico se sintiera mal así que no dije nada, pero él volvió a presionar y sentí que estaba a punto de metérmela. No quería eso, me vi obligada a apartar su miembro con la mano, éste se deslizó hacia abajo quedando justo entre mis labios vaginales. Cuando él empujó hacia adelante su verga apareció en el frente, parecía que un pene estaba creciendo desde el interior de mi sexo, agradecía que no me la hubiera metido y que mi hijo hubiera apartado su mano a tiempo. Agarré la punta del pene que sobresalía y la levanté para que el tronco quedara bien encajado entre los labios de mi concha. Comencé a frotarme de adelante hacia atrás a lo largo de todo ese palo viril. Se sentía de maravilla, la cantidad de fluido vaginal hacía que el movimiento fuera suave y mi clítoris lo disfrutaba. Ya estaba tan caliente que no podía dominarme a mí misma. Cuando Mauro se apartó agarré la verga de Fabio y la dirigí hasta mi concha, la froté contra mi clítoris mientras con la mano libre agarraba la de mi hijo. Me moví de atrás hacia adelante rítmicamente haciendo que el pene en mi vagina se deslizara entre los labios, pero teniendo mucho cuidado de que no me penetrara. Mauro aprovechó la oportunidad y acercó sus dedos a mi culo. Logró meterme uno al primer intento, se sintió espléndido. Entretanto yo había comenzado a frotarme sobre la verga de David, quien intentó por todos los medios metérmela pero la tenía firmemente agarrada y no pudo hacerlo. El dedo de mi cola entraba y salía con libertad y llegó el turno de Alexis para frotarse contra mi vagina. Luego de unos segundos Mauro quitó su dedo y yo pude apartarme de los muchachos.

- ¿Laura, me puede dar un beso? – la pregunta de Fabio me tomó por sorpresa, giré hacia él y lo quedé mirando.
- ¿Un beso dónde? ¿En la boca? – pregunté incrédula.
- No, acá – señaló la punta de su verga.
- Ahh pero qué vivo que sos – no pude evitar reírme de la sugerencia del chico.
- Es solamente un beso – insistió – no tiene que hacer nada más.
- ¿Nada más? ¿Seguro?
- Seguro…
- Dale mamá, es solo un beso… uno para cada uno – acotó mi hijo. Mordí mi labio inferior, después de todo lo que les había dejado hacer, un simple beso en la puntita de sus penes no significaba nada.
- Está bien – accedí – pero se sientan en el sofá.

Obedecieron sin chistar. Se sentaron uno al lado del otro y yo me tuve que preparar para hacer lo prometido. La tremenda calentura que tenía me hacía actuar sin pensar mucho. Me acerqué al grupo de penes erectos y me puse de rodillas en el piso. Supuse que debía comenzar con Fabio ya que él fue el de la idea. Tomé su verga con ambas manos y la miré detenidamente, de verdad tenía un tamaño considerable. Pude ver unas gotitas de líquido pre seminal saliendo de la punta pero eso no me detuvo. Acerqué mis labios y lo besé justo ahí, sentí el líquido pegajoso en mi boca, me quedé allí por unos segundos y luego me aparté sólo para acercarme al siguiente pene, éste era el de David. Repetí la acción de tomarlo con las dos manos y darle un suave beso en la punta. No era la gran cosa, podía hacerlo tranquilamente hasta con el de mi hijo. De hecho a continuación le tocaba a él. Mis manos se aferraron con firmeza a su tronco y mis labios se posaron sobre su glande. Sentir esos penes rozando mis labios me ponía aún más cachonda. Tomé el cuarto pené, el de Mauro, y lo besé con las mismas ganas que a los demás.

Noté que habían quedado poco satisfechos, de hecho yo también lo estaba, por eso partiendo desde Mauro hasta Fabio besé los penes otra vez, solo que ahora di un primer beso en los testículos, luego un par más en el tronco y al final otro en el glande, esto les gustó mucho más y yo podía sentir el sabor a pene en mi boca. Estaba tan excitada como ellos y necesitaba más. Me levanté y caminé hasta el sillón individual, allí me senté y me abrí de piernas, colocándolas sobre los apoyabrazos. Usando dos dedos abrí mi concha para deleite de ellos y les dije:

- Yo también quiero besitos.

No esperaron ni un segundo, se acercaron los cuatro. Fabio y Alexis se sentaron en el piso justo delante de mí y los otros dos se quedaron de pie, uno a cada lado. Al estar prácticamente acostada en el sillón, los penes de los chicos que estaban parados quedaban a pocos centímetros de mi cara. Los dedos de Fabio se introdujeron en mi concha y mi hijo se concentró en tocar mi clítoris, parecían estar analizándola, como si se tratase de un bicho raro. Agarré las dos vergas que tenía a mi alcance y comencé a jugar con ellas mientras los otros exploraban el exterior e interior de mi sexo. Tanto toqueteo hacía que me mojara más. Introducían sus dedos con total libertad. Luego Fabio se colocó de rodillas y apuntó su verga, primero pensé que me la quería meter pero me equivoqué. Comenzó a frotarla por afuera, se movía como si me estuviera cogiendo pero el pene se mantenía en el exterior.

- Mmmm, eso me gusta – dije y le di un beso al pene de Mauro.

Fabio se movió a mayor velocidad, yo sentía mi clítoris a punto de estallar, quería que me la metiera pero no me animaba a decirlo, la cosa es que el muchacho no siguió con eso, sino que metió la cabeza entre mis piernas y pasó la lengua por el centro de mi concha, solté un gemido de placer y pasé la verga de David por mis labios. Luego Fabio se animó a más, comenzó a chuparme la concha con ganas, se centraba más que nada en mi clítoris, al parecer tantas películas porno le habían enseñado cómo hacerlo. Mientras me la comía yo daba besos a los penes que tenía aferrados, me animé a sacar un poquito la lengua y a darle finas lamidas casi imperceptibles. Mi hijo tomó el lugar de Fabio, al parecer habían establecido una rutina, primero frotó su verga por el exterior de mi concha, tal y como lo había hecho su predecesor, y luego se mandó directo a comerme la concha, Mauro se apartó para reservar su turno y Fabio me ofreció su pene. Continuaba dando besos a diestra y siniestra sin reprimir mis gemidos de placer, la lengua de mi hijo entraba y salía de mi vagina y luego me daba fuertes chupadas en el clítoris.

Tenía la cabeza inclinada hacia atrás y las piernas muy abiertas. Ya no podía luchar contra la tentación, me dirigí hacia el pene de Fabio y le di una lamida a todo el largo de su tronco justo cuando mi hijo dejaba de chupármela y Mauro ocupaba su lugar. Mientras Mauro frotaba su pene contra mi concha yo le daba una lamida a la verga de David pasando por su glande. El muchacho rubio se apartó para dejarle lugar a Alexis, inmediatamente pasé mi lengua por su miembro, como si se tratara de un helado. Yo gemía sin parar, me sorprendía que Mauro chupara tan bien mi concha, se la comía con placer, su cabeza se sacudía de un lado a otro haciendo brotar líquido de mi interior. En el momento en que estaba dándole una lamida a la verga de Fabio ocurrió algo inesperado pero que en algún momento tenía que pasar. Mi lengua estaba a punto de llegar a su glande cuando fuertes chorros de espeso semen cayeron saltaron directo a mi cara, lo masturbé para que largara hasta la última gota. Casi al mismo instante Alexis hizo lo mismo, haciendo saltar más semen sobre mi cara y mis tetas, como yo gemía por las chupas que me daban parte del semen terminó dentro de mi boca, estaba tibio y cremoso, no me molestó tragarlo. Le llegó el turno a David, quien repitió la rutina de sus amigos, se frotó contra mi mientras Mauro volvía a brindarme su verga, yo estaba empapada de semen y él vino dispuesto a darme más, acabó rápidamente sobre mi sin dejar de masturbarse, pude sentir algo más de leche dentro de mi boca aunque la mayoría había caído sobre mi cuello y mis tetas. Llegué a mi punto de quiebre y tuve un riquísimo orgasmo llenando de jugo la boca del muchachito rubio. Éste comprendió lo que había ocurrido y en pocos segundos dejó de chupármela, se acercó hasta mí con su verga en mano y se masturbó mientras yo frotaba mi clítoris. Recibí nuevamente ese líquido sexual sobre mi cuerpo, me sentía una puta de primera y no me importaba. Con una mano me masturbaba y con la otra esparcía toda esa gran cantidad de semen sobre mi cuerpo. Poco a poco me fui tranquilizando y recobré la cordura. Estos chicos debían pensar que yo era igual a las mujeres de sus películas porno.

Me reincorporé y los miré a todos con una sonrisa, ya había terminado todo y lo más extraño es que no me arrepentía de lo ocurrido, ellos lo habían disfrutado y yo también. Les dije que quería darme una ducha antes de irme a dormir, no podía acostarme con el cuerpo cubierto de semen.

El agua de la ducha estaba tibia, tirando a fría, eso me ayudó no solo a quitar la leche de mi piel sino también a bajar mi temperatura corporal, dejé que el agua cayera sobre mi cara y cerré los ojos. No podía quitarme de la mente la imagen de esos viriles miembros juveniles. Sentía que me habían poseído. Estaba como drogada. Lavé mi vagina pero aún podía escuchar su llamada. Me invitaba al placer. Tuve que admitir que aún no había quedado satisfecha. Tomé una toalla y me sequé, me envolví en ella y regresé a la sala donde estaban los chicos. Aún no quería irme a dormir.



Fin del Capítulo 2.
Continúa en el Capítulo 3.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Nokomi, sos genial. Me encantan todos tus relatos. Ya los he leído, no puedo decir hasta el hartazgo porque estaría mintiendo, no hay forma de hartarse con tu forma de escribir.

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