Tomé aire y
entré desnuda, a la jaula del león. El cuarto de mis padres parecía estar aún
más ordenado de lo que podía recordar, sentada en la cama, tan desnuda como yo,
se encontraba mi tía Analía, con la mirada fija en el televisor. Al escucharme
entrar giró su cabeza sorprendida; pero en un parpadeo pasó a tener la vieja
expresión de rabia que tanto la caracterizaba. Cerré la puerta detrás de mí y
escuché su ladrido:
-¿Qué querés?
–me preguntó groseramente.
-Me cansaste
con tu actitud, tía. Tenemos que hablar.
-No voy a
hablar con vos, andate.
-Este es el
cuarto de mis padres y al menos ellos me autorizan a estar acá, no como otra
que yo conozco, q se mete sin pedir permiso.
-¿Y bajo qué
condiciones te permiten entrar? ¿Sin ropa, por ejemplo? ¿Tenés que hacer con
ellos cosas impropias… en esta misma cama?
-Sí, ¿y por
qué no? Lo haría encantada si me lo pidieran, pero no ha sido el caso –sólo
había tenido un encuentro sexual con mi madre en esa cama, pero preferí no
tocar ese tema, por el momento.
-Sos una
desvergonzada, Nadia. Te creía más inteligente.
-Y tal vez lo
soy, pero vos no te das cuenta. De todas formas no soy yo la inteligente de la
familia, ni tampoco lo sos vos.
-Pero soy la
más sensata –apoyé mi espalda contra la puerta por si ella intentaba marcharse,
debería pasar sobre mí-, yo no hago esas locuras.
-Pero has
hecho “otras” locuras. Eso de estar cogiendo con cuanto grupo de amigo se te
cruce, ni siquiera lo hago yo… y mirá que he tenido que admitir que soy
bastante puta, al principio duele un poco admitirlo, pero cuando podés hacerlo
aprendés a vivir con mayor tranquilidad. Me gusta el sexo ¿y qué? Y estoy
segura de que alguna vez en tu vida habrás hecho la misma afirmación. Algo te
dijiste a vos misma para no sentirte culpable y sucia cada vez que terminabas
bañada por el semen de tus amigos. Eso no es algo que haga cualquier mujer –por
la mueca en su rostro me di cuenta de que estaba tocando una de sus fibras
sensibles-. Algo también me dice que esos “encuentros grupales” no terminaron
con tu adolescencia. ¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con más de dos
hombres al mismo tiempo? Sé que no me vas a contestar por orgullo…
-Hace un poco
más de un año, en un viaje corto que hice a Venezuela –me interrumpió-; fueron
unas vacaciones cortas y tuve el gusto de ser invitada a la casa de unos
muchachos locales, eran de buena cuna y tenían una hermosa casa a la orilla del
mar –la expresión en su rostro cambió drásticamente, parecía que estuviera
soñando con lo ocurrido-. Fueron muy corteses conmigo, en ningún momento me
faltaron el respeto... no sabés lo lindo que se siente ser penetrada por un
hombre joven y vigoroso mientras mirás el atardecer en el mar.
-¿Cuántos
eran?
-Cinco; y
ninguno pasaba los veintiséis años. ¿Qué pensás de mí?
-No voy a
juzgarte tía, la imagen que tenía de vos hoy cambió muchísimo. Siempre te vi
como una mujer... normal. Ahora me doy cuenta de que somos más parecidas de lo
que te imaginás.
-Si sos tan
puta como decís, podrías ir a visitarlos.
-Me
encantaría, hasta podríamos hacer el viaje juntas. Tendríamos sexo con los
mismos hombres, en la misma cama… -esta idea la sorprendió.
-¿Y entre
nosotras?
-Seguro. ¿Eso
te molestaría?
-Sí, por dos
buenas razones –me mostró un par de dedos formando una “V”-, no me gustan las
mujeres y vos sos mi sobrina.
-Es cierto,
pero si fuera tu hija la propuesta sería la misma. ¿Ves tía? No sos tan mala
como decís ser, cuando te hablan de algo que vos disfrutaste, te ablandás.
¿Cuántas mujeres conocés que disfruten tranquilamente el sexo grupal?
-No muchas.
Una vez tuve una amiga que lo hacía... pero es cierto, sé que no es un
comportamiento normal.
-Seguramente
te habrás sentido marginada, ¿cuántas veces te dijeron puta de forma
despectiva?
-Perdí la
cuenta, pero fueron más de las que te imaginás. Hubo casos en que los mismos
hombres con los que me acosté me discriminaron, algunos creyeron que al
gustarme tanto el sexo, podrían acostarse conmigo cada vez que lo quisieran,
tuve muchos problemas con eso... también tuve problemas con los hombres
casados...
-¿Te
acostaste con hombres casados?
-No... al
menos que yo sepa, pero a los problemas los tuve con las esposas que tuvieron
algunos de estos hombres, que seguían siendo mis amigos. Perdí muchos amigos.
Con los años me fui cansando de estar constantemente marginada e intenté dejar
esas prácticas en el pasado, hasta intenté tener una pareja seria, estable...
pero no funcionó.
-¿Seguís
dolida por lo que te pasó?
-Un poco...
pero el mundo es así, te aparta hipócritamente ante el primer suceso extraño en
el que te ves envuelta. ¿Sabés la cantidad de mujeres que me deben haber llamado
puta y ellas mismas son infieles a sus maridos? Tengo la certeza de que al
menos un par era de esta calaña.
-¿Acaso no te
das cuenta que en esta familia no sólo no te vamos a agredir por eso sino que además
nos encantaría escuchar tus anécdotas? –Estrujó los dedos de sus manos, había
logrado ponerla nerviosa-. ¿Tu miedo es que lo que ocurrió hoy salga a la luz?
-Es
posible... en el momento ustedes no piensan en las consecuencias, lo sé mejor
que nadie. También hice muchas locuras en un momento de calentura. También sé
que esto es un círculo vicioso. La primera vez que tuve sexo grupal me sentí
culpable, sucia... quería revertir lo que había hecho... pero por cuestiones
del destino tuve una segunda experiencia de este tipo y ya no me sentí tan
mal... me convencí a mí misma que si a mí me gustaba, entonces podría
disfrutarlo... pero las consecuencias llegaron igual. ¿Te imaginás las
consecuencias que podría traer eso que hicieron esta noche? ¡Por Dios, Nadia!
Tuviste sexo con tu papá... en frente de toda tu familia.
-No soy
tonta, tía. Sé muy bien que todo esto podría arruinar a la familia, pero
también sé que somos muy unidos, no vamos a permitir que nada de esto se sepa.
Va a ser nuestro gran secreto. Todos tenemos nuestros secretos en la vida.
-Hay límites,
Nadia. No se puede hacer lo que a uno le plazca porque, te repito, siempre hay
consecuencias.
-Esos límites
los elige cada uno. Hasta yo debo tener alguno… por ahí guardado… no sé dónde;
el día que lo encuentre, te lo digo. ¿Cuáles son tus límites?
-No acostarme
con mujeres ni con parientes cercanos.
-¿Todo el
resto está permitido?
-Casi todo…
algunas cosas más que, obviamente, no las haría; pero sí, se podría decir que
sí, que el resto está permitido.
-Es decir;
¿Si un extraño viene y te pide que te vayas a un hotel con él, lo harías?
-Dependiendo
el contexto en el que me lo pida y de la confianza que el sujeto me inspire,
posiblemente sí; lo haría.
-Bueno, creo
que tengo que estar de acuerdo con vos, yo tal vez lo haría… antes de que todo
esto pasara con mi familia, yo sólo estaba dispuesta a tener sexo con alguien
que fuera mi pareja, y tal vez llegué a pensar tirar alguna cañita al aire con
algún amigo; sin embargo me di cuenta lo mucho que me aburre el sexo
convencional, estar con un pobre infeliz que se desvive por llenarte de amor,
caricias y palabras dulces… no veo nada de malo en eso, pero descubrí que eso
no sirve para mí... yo quiero vivir experiencias intensas. Posiblemente esté
loca, pero no creo ser la única mujer que aborrece el romanticismo excesivo.
-Dan ganas de
vomitar –dijo ella con una sonrisa-, por eso es que nunca tuve novio... mejor
dicho, por eso es que nunca funcionaron mis relaciones serias; pero jamás me
faltó el sexo.
-Creo que
Mayra es un tanto diferente, a ella sí le agradan las situaciones románticas...
pero también son poco convencionales. Vos y yo, en cambio, no somos tan
distintas. A las dos nos gusta el sexo… el sexo rudo. A vos seguramente también
te aburre estar con una sola persona a la vez luego de haber disfrutado el
enorme placer de tener la atención de tantos hombres en tu cuerpo.
-Sí, a veces
sí; pero he tenido buenas experiencias con un solo hombre, aunque son la
minoría. De poder elegir, prefiero que haya al menos dos... pero Nadia, eso
sólo satisface mi deseo sexual... no hablo de romanticismo exagerado, pero a
veces es lindo tener a alguien a tu lado, que te quiera por lo que sos.
-No sabría si
estar de acuerdo con vos o no, yo soy medio nuevita en esto del sexo y el
romance. Hasta hace unos meses sólo había estado con mi ex novio. Tal vez algún
día te dé la razón y te diga que extraño el afecto de un hombre...
-O podrías
buscarlo ahora mismo. Te doy un consejo de vieja... hay hombres de todo tipo.
Tal vez tu ex novio era demasiado blando para tu gusto, pero nada te impide
encontrar a un hombre que te satisfaga en todo sentido, yo no lo encontré, pero
creo que eso se debe a que comencé la búsqueda demasiado tarde... vos estás a
tiempo.
-Gracias tía,
pero en este momento sólo puedo pensar en lo que ocurrió con mi familia...
-¿Y ahora…
con quiénes te acostaste?
-¿Querés la
verdad? ¿La cruda verdad? Tal vez no te guste.
-Decime la
verdad; prometo no armar un escándalo.
-Lo hice con
mi hermana; con mi tío Alberto; con mi hermano, con él lo hice más de una vez;
me acosté con mi mamá, en esa misma que en la que estás sentada –giró la cabeza
para mirar incrédula el colchón-; y hoy, como habrás visto, tuve el enorme
placer de hacerlo con mi papá, con él sólo había tenido sexo oral.
-No lo puedo
creer...
-Esperá que no
termine –una vez más volvió a mirarme asustada-, pero estos no son tan
importantes como los anteriores; me acosté con un empleado de mi papá, al cual
él le pegó cuando nos descubrió haciéndolo... esto es todo.
-¿Con Ariel no
lo hiciste?
-Todavía no.
¿Te molestaría si lo hiciera?
-No lo sé...
es mi hijo... vos sos su prima... no considero tan grave cogerse a una prima...
distinto es que lo hayas hecho con Eric, eso sí me molesta.
-Te entiendo,
si esa frase viniera de otra persona, la tomaría diferente. Tal vez me sentiría
mal conmigo misma, pero como viene de vos... me cuesta verla como una a
acusación... es decir, sos la menos indicada para quejarte por mi
comportamiento, eso es lo que me causa mucha bronca en todo este asunto. No
quiero pelear con vos tía, pero te estás comportando como una hipócrita –me
observó como si mis palabras la hubieran ofendido-. Tengo entendido que en
varias ocasiones tuviste sexo frente a tu propio hermano, es decir, mi papá
–frunció el ceño-. No me mires como si te estuviera mintiendo, si querés lo
llamo a él para que corrobore que esto es cierto. Como te lo dije antes, tía,
todos tenemos secretos, todos hemos hecho cosas malas e indebidas, que nos
arrepintamos o no, es cuestión de cada uno, pero me jode mucho que nos taches de
degenerados cuando vos misma lo sos. Hasta que todo esto comenzó a mí ni
siquiera se me había ocurrido caminar desnuda frente a Eric, pero ojo, no te
estoy juzgando. Aclaremos las cosas, tía. ¿Me vas a decir que nunca te volviste
loca pensando en lo mal que veía la sociedad lo que vos hacías… y sin embargo
vos lo hacías igual? Me refiero tanto al sexo grupal como al hacerlo frente a
tu hermano. Habrás pensado mil veces “ellos se lo pierden, esto es lo más
maravilloso del mundo”.
-Puede ser...
-Bueno, eso
es lo mismo que pensamos nosotros al respecto. El que vos te opongas sólo nos
excita más, sabemos que está mal, de hecho, es ilegal; sin embargo lo
disfrutamos mucho, apenas lo estamos descubriendo y estamos rompiendo esas
barreras y límites de los que hablaste. El Strip Póker se transformó en nuestra
excusa perfecta, soy consciente de que sin ese juego, nada de esto hubiera
ocurrido, seguiríamos siendo la misma familia de siempre.
-Una familia
normal...
-¿Te parece
normal esta familia? Quitemos todo lo que ocurrió después del póker. Vos serías
“la puta” de esta familia, luego de las cosas que hiciste, especialmente en tu
juventud. Mi tío Alberto tal vez seguiría fantaseando con la idea de ver
desnuda a sus sobrinas o a su hermana –fui enumerando con los dedos cada punto
que destacaba-. ¿Quién sabe qué cosas imaginaría mi papá al pensar en vos? Esto
no lo sé, ya que nunca hablé con él sobre este tema, pero seguramente lo habrás
marcado mucho al actuar de esa forma. Mayra estaría llena de dudas en cuanto a su
sexualidad y seguiría estando enamorada de mí en secreto –Analía me miraba como
si todas estas ideas hubieran sido arrebatadas de alguna macabra película de
terror-. De mí... bueno, no sé qué decir de mí. Antes te de que todo esto
ocurra me consideraba una chica bastante normal, sin ideas extrañas en la
cabeza, y a mí es a quién más toman por sorpresa estos sucesos; pero también me
considero una de las que más termina disfrutando y deseando que ocurra lo que
ocurrió, así que tan normal no debo ser –levanté otro dedo-. Eric continuaría
cachondo con su madre, vaya uno a saber por qué, pero tengo entendido que le
gustaba acercarse a ella más de lo debido. Por último, mi mamá... –medité
durante un instante y finalmente me decidí a revelarle esa información-, ella
continuaría teniendo una “aventura” con Ariel –la cara de mi tía se desfiguró,
pasó de la sorpresa a la ira, me miró como si yo fuera su enemigo y por un
momento pensé que me atacaría.
-¿QUÉ? ¿Ahora
esa hija de puta pretende meterse también con mi hijo? –bramó.
-Calmate,
tía...
-¿Cómo querés
que me calme? ¿Qué clase de aventura...?
-Tuvieron
sexo una vez, antes de que esto ocurriera.
-¡La voy a
matar!
Intentó
levantarse de la cama, pero me acerqué a ella y la sostuve con toda la fuerza
de mis brazos. La lucha fue breve, me pidió que la soltara y, por razones
obvias, me negué. Le pedí que se tranquilizara, procuré convencerla de que la
mejor forma de resolver el problema, era hablando conmigo. Sabía que si se
enfrentaba a mi madre en ese estado de furia, la disputa sería tan grande que
toda mi familia terminaría discutiendo.
-Tu hijo ya
es grande y él fue quien provocó a mi mamá –cuando le dije esto se quedó
quieta, mirándome a los ojos.
-¿Él?
-Sí tía
–disminuí la fuerza con la que la sostenía, había logrado captar su atención-.
Nadie lo obligó a hacer nada, es más, diría que él prácticamente forzó a mi
mamá a acostarse con él...
-Ariel no es
ningún violador –me dijo con rabia.
-Nunca dije
eso... ¿por qué siempre pensás lo peor?
-¿Entonces
por qué decís que él la forzó?
-Porque fue
como un juego de poder entre ellos, no estoy segura de quién lo gano, creo que
ambos llegaron a lo que querían llegar; pero Ariel cumplió el rol del
dominante.
-¿Juego?
-Sí, algo que
empezó hace mucho...
Le narré a
Analía lo que mi madre me había contado, no di tantos detalles pero le di un
buen panorama de lo ocurrido. También le dije que Viki nos había contado, a
Mayra y a mí, lo que ocurrió cuando ellas eran jóvenes y que comprendíamos por
qué se detestaban tanto.
-Tu madre
siempre quiso competir conmigo –me dijo volviendo a su actitud agresiva-. Nunca
toleró que yo despertara más interés en los hombres.
-No lo veo
así, y no es porque ella sea mi madre, estoy segura de que ambas habrán sido
muy atractivas de jóvenes...
-Yo todavía
lo sigo siendo.
-...pero
también eran inmaduras y se peleaban por sonseras de forma poco ortodoxa. No
les reprocho nada, a veces tengo peleas absurdas con mi hermanita –recordé los
días que habíamos pasado ignorando la existencia de la otra-, pero ya pasaron
como cien años de aquellas peleas...
-¡No soy tan
vieja!
-...deberían
razonar como adultas –ignoré sus interrupciones-, el pasado ya quedó atrás.
-Nadia,
suponé que ya no discuto con tu madre, cosa que no va a pasar, eso no quiere
decir que esté de acuerdo con la locura que están haciendo.
-¿No va a
pasar? ¿Entonces para qué carajo estoy gastando saliva al hablarte si de todas
formas vos vas a seguir siendo la misma vieja testaruda y celosa de siempre?
-¿Qué tiene
de malo ser un poco celosa? Con eso uno demuestra que quiere a la otra persona.
-¿Qué otra
persona? No tía, estás confundiendo mi argumento, me refiero a celos por los
logros de otro, no a celos que uno puede tener con su pareja o con alguien que
quiere mucho... ¡Esperá! Vos te estás refiriendo a eso –la señalé con mi dedo-,
¡vos estás hablando de celos por amor!
-¿Amor a tu
mamá? ¿Estás loca?
-No te hagas
la boluda tía, sabés que no hablo de mi mamá.
-¿Entonces de
quién hablás?
-No sé, eso
me lo tenés que contestar vos... –se quedó callada y orgullosa-. Dejame pensar,
tus celos comenzaron cuando te sacó a su novio, del cual, supuestamente estabas
enamorada. Luego ella comenzó a salir con tu hermano, tal vez te daba celos que
Pepe pasara tanto tiempo con ella, ignorando a la linda hermanita que tenía a
su lado...
-Eso es
desagradable, Nadia.
-Vamos tía,
te paseabas delante de él desnuda, ¡hasta tenías sexo con hombres delante de tu
hermano! ¿Qué querés que piense? Vos lo viste desnudo... vos viste que Pepe
está bien equipado... es un buen tipo... y nunca ibas a poder acostarte con él
porque es tu hermano... para colmo él salía con esa chica que te había robado
el novio... celos, celos y más celos. Recién te conté lo de Ariel y te pusiste
como loca, porque sentís que te roba a tu querido hijo; pero yo pienso que no
es solamente porque sea ella quien lo hizo lo que te enoja, lo que a vos te
molesta es que se meta con tu hermano o con tu hijo, personas a las cuales
querés mucho. Sos odiosa, caprichosa, amargada, pero a Ariel y a Pepe los
querés mucho.
-¿Está mal
quererlos? Son mi único hermano y mi único hijo...
-No está mal
quererlos... ¿pero en qué sentido los querés? ¿Es el amor puro de una madre o
de una hermana o tu enorme libido también metió la pata en eso? Cuidado, no
estoy diciendo que sientas por ellos algún amor de “pareja”, simplemente me
refiero a si alguna vez te calentaste con ellos... –hice una pausa pero se negó
a hablar-. Estoy segura de que mi papá te habrá producido más de una
calentura... eso explicaría por qué querías que él te viera desnuda, como si
fuera lo más natural del mundo, y también explicaría por qué querías que te vea
en pleno acto sexual... yo estaré loca tía, pero eso tampoco es normal, los
hermanos no tienen sexo uno delante del otro porque sí... a mí todo esto me
deja una gran intriga... primero pensaba que era una posibilidad loca, ahora ya
estoy pensando que hay grandes probabilidades de que haya ocurrido... ¿Te
acostaste con él? –me miró asustada-. Vamos tía, vos sabés muy bien que no te
voy a juzgar si eso pasó... tampoco se lo voy a contar a mí mamá, ya que
considero que es algo que deberían hablar entre ustedes...
-No me acosté
con él... –me dijo con voz suave.
-No te creo.
-Creelo
porque es la verdad... lo único que pasó fue...
-¿Si? –no me
respondió-. Dale, contame qué pasó. Me acosté con él y me viste, creo que me
debés al menos eso...
-Lo único que
pasó fue que una noche, después de que tu madre se fue, Pepe entró medio
borracho a mi pieza, yo justo me estaba masturbando y él creyó que tenía ganas
de acostarme con alguien, entonces se metió en la cama conmigo y me acarició un
poco, él se reía y creía que lo que hacía era normal... no lo sé, no estaba
dentro de su cabeza, pero yo le pedí que se fuera... pero no me enojé, se lo
pedí bien.
-¿Se fue?
-Sí, no
insistió más... y no pasó más nada... nunca me acosté con él. Lo juro. Tampoco
pensé mal de él. Tal vez lo hizo como una lección para mí, demostrándome que
era poco prudente que yo siguiera comportándome de esa manera frente a él... y
dejé de hacerlo, no fue algo de un día para otro ya que no quería hacerlo
sentir mal; pero progresivamente me fui cuidando más de andar desnuda en su
presencia.
-Me
desilusiona, pensé que había alguna historia entre ustedes dos...
-¿Por qué te
desilusiona eso?
-Es que
hubiera sido mucho más fácil acerté entender nuestra posición si hubieras
tenido al menos una historia similar... ahora ya no sé qué decir.
-Es decir que
te mandaron a vos para convencerme a mí de pensar lo contrario...
-No me
mandaron, yo vine sola... bueno... al principio me negué, pero sabía que
alguien tenía que hablar con vos, no puedo permitir que la familia se arruine
solo porque vos estás en desacuerdo.
-Si lo que te
preocupa es que yo ventile al mundo lo que ocurrió hoy acá, no te preocupes
porque no voy a contarle nada a nadie. No soy tan mala persona, sin embargo me
molesta mucho que las cosas sean así.
Me había
quedado sin argumentos, no sabía qué decirle a esta mujer para que cambiara su
opinión al respecto, no pretendía que se uniera a nuestros juegos, pero al
menos quería que no nos odiara por eso. De repente recordé una frase que ella
misma me dijo minutos atrás.
-Tía... vos
me dijiste que no te parecía malo que un chico se acueste con su prima...
-No lo veo
como algo grave, no es un parentesco tan directo. Si se puede evitar, mejor...
pero si ocurre, no es para armar un escándalo.
-Sin embargo
vos armaste un escándalo –me miró intrigada-. Bueno, en el caso de que pienses
que la relaciones entre tía y sobrino sean similares...
-No lo son,
son cosas diferentes, puede ser que tampoco lo considere para armar un
escándalo; pero no es eso lo que me molestó de tu madre, no es el hecho de que
sea la tía de Ariel, me molestó que se metiera con él.
-No hablaba
de mi mamá y Ariel sino de vos y Eric. Recuerdo que todo se fue a la mierda en
el preciso momento en el que él te penetró... me pareció una exageración,
todavía lo sigo pensando así...
-Entre él y
yo sí hay un vínculo sanguíneo, es el hijo de mi hermano...
-Está bien...
pero dudo que tu enojo haya sido por eso... hubo otro asunto que te mantuvo
enojada durante casi todo el juego, sé cómo es oponerse por no querés semejante
exposición ante tu familia, yo misma lo viví, pero vos tenés mucha más
experiencia en sexo que yo y sos muy abierta al respecto, puede que tu límite
sea acostarte con un hijo o un hermano, o una mujer; pero vos estuviste mirando
a Eric desde que se desnudó, con un deseo que se te traslucía en los ojos. No
soy tonta, tía. Presto atención. A mí me parece que acá hubo otra cosa... algo
que te molestaba que no estaba a la vista... primero pensé que podía ser alguna
vieja historia con mi papá, hay algo de eso, pero no como para enfadarse
tanto... estuviste desnuda delante de él, eso demuestra que no te molesta
hacerlo...
-Te dije que
dejé de hacerlo, si me enojé es porque sabía qué consecuencias podía tener ese
juego.
-¿Y qué más?
-¿Te parece
poco?
-Viniendo de
vos, sí. Si fuera otra persona lo consideraría más que suficiente.
-Estás
fabulando, Nadia.
-Puede ser,
pero sigo pensando que hay algo que vos no querés que se sepa –me miró
irritada-. Podemos estar todo el tiempo que quieras acá, no me voy hasta saber
todo. Te conté los secretos de cada miembro de la familia, eso es lo que nos
une ¿no entendés? Todos compartimos los mismos secretos. Vos estás acá,
apartada, odiando a todos, porque vos también tenés secretos y no querés
compartirlos.
-Ese es el
problema, ustedes pretendían que yo les cuente mis secretos solo por ser parte
de un puto juego. ¿A mí que mierda me importaba el juego? Hay cosas que son muy
privadas y pueden perjudicar mucho a las personas si se revelan.
-¿Pero
hablarías de eso si supieras que te apoyaríamos y buscaríamos la mejor solución
posible? –me miró dubitativa.
-¿Sin
perjudicar ni juzgar a nadie?
-Sí, cuidando
mucho de no perjudicar o juzgar a nadie.
-Espero que
estés diciendo la verdad.
Comenzó a
narrarme un suceso que había ocurrido hace casi dos años y me contó las
repercusiones que tuvo el mismo, escuché sin decir una palabra. No sé si diría
que me sorprendió lo narrado, pero sí me dejó bastante intranquila y
confundida. Luego de contarme lo ocurrido, empezó a llorar, era un llanto mudo
y triste. Nunca había visto a Analía abatida de esa forma. Ahora comprendía por
qué ella opuso tanto rechazo durante el juego de póker y no la culpaba por
comportarse como una arpía.
-No sé cómo
pensás solucionar eso –me dijo mientras se limpiaba las lágrimas con las
sábanas.
-Creo que lo
primero sería contárselo a tu hijo, después veremos cómo lo resolvemos.
-¡No! No le
cuentes...
-Tía, si
querés que el problema se solucione, lo mejor va a ser que él también lo sepa
–me miró asustada-. Te prometo que voy a hacer mi mayor esfuerzo porque todo
salga bien.
*****
Después de
convencerla salí del cuarto de mis padres, aún seguía completamente desnuda.
Miré hacia ambos lados en el pasillo y lo encontré completamente vacío y en
silencio. Mordí mi labio inferior y me di cuenta de que este era un asunto
delicado y que, a pesar de lo que le dije a mi tía, no tenía idea de cómo
manejarlo.
Al llegar al
comedor comprobé que allí no había nada tampoco, a excepción de la cantidad de
vasos, botellas y ropa que aún estaba tirada, cualquiera que viniera pensaría
que allí hubo una orgía y tal vez se asombraría mucho si descubría que tenía
razón. No sabía dónde se habían metido todos, tal vez estaban en sus
dormitorios, pero primero quise revisar la cocina. Cuando entré a ella escuché
las voces de mi tío Alberto y de Mayra, no sabía de qué hablaban, seguí las
voces hasta llegar al patio interno que estaba junto a la cocina. Allí,
sentados alrededor de una mesa de jardín, estaban todos, a excepción de mi
mamá. Seguían completamente desnudos, los hombres ya tenían sus penes flácidos
y mi hermanita estaba sentada en su sillón con las piernas bastante separadas,
enseñando su sonrosada rajita.
-¿Mamá ya se
fue a dormir? –pregunté.
-Sí –contestó
Mayra-, está en el cuarto de Eric.
-Pobrecita,
la dejé fundida –se jactó Ariel.
-Fundida la
dejamos nosotras –dijo Mayra con una sonrisa.
-¿Ustedes,
por qué? –preguntó él.
-Eso no tiene
importancia –lo interrumpí-, Ariel, vení que tengo que hablar con vos.
-¿Sobre qué?
-Si te digo
que vengas es porque te lo tengo que decir a vos sólo. Es sobre tu mamá.
-Está bien,
ya voy.
Estuve a
punto de irme cuando me percaté de que Mayra abría y serraba las piernas un
poquito, como si estuviera jugando con ellas.
-Ojito vos
–le dije con la intención de pedirle que se portara bien.
-¡Hey! ¿Por
qué me decís a mí? –se quejó-. Decile a ellos, que no me sacan los ojitos de
encima –todos se rieron-. Además quedate tranquila que en un rato yo también me
voy a dormir.
-Eso espero.
-Sí, mamá –se
burló de mí.
Me fui de
allí, seguida por mi primo, lo conduje hasta mi cuarto, allí podría hablar con
él sin que nadie escuchara, a no ser que Mayra estuviera muy apurada por ir a
dormir. Apenas entramos al cuarto y cerré la puerta, Ariel me agarró las tetas
con fuerza, por detrás. Apoyándome con su pene flácido la cola. Sus pesadas
manos apretujaron mis pechos como si éstos fueran globos llenos de agua. Por la
forma en que presionaba mis tetas hacia él, me hizo arquear la espalda, esto
levantó mi cola, su pene me producía cosquillas en la vagina.
-Ariel, ¿qué
hacés?
-Vamos
primita, ese cuento de “tengo que hablar con vos” no se lo cree nadie. Vos te
quedaste con ganas.
-No, nada que
ver. Te dije que tenía que hablar te de algo sobre tu mamá, es importante.
-Entonces te
escucho -dijo poniendo su mentón sobre uno de mis hombros.
-Así no...
primero tenés que soltarme.
-No te creo
nada primita. Sé que viste atentamente cómo le rompía el culito a tu mamita,
¿vos querés lo mismo?
Extrañamente
esa pregunta me hizo correr una oleada de calor por el cuerpo. Tan sólo
recordar la forma en la que penetraba a mi madre, y la historia que luego ella
me contó, me excitaba. También debía tener en cuenta el calor que emanaba su
cuerpo y que su miembro comenzaba a despertarse.
-No Ariel, te
aseguro que no es eso. Soltame las tetas, me estás haciendo mal.
-Me encantó
verte desnudita, Nadia. Te imaginé mil veces así –lo miré de reojo con las
cejas levantadas-. No te imaginás todas las pajas que me hice pensando en tus
tetas –las apretó con más fuerza- y en tu culito –se pegó más a mi cuerpo, la
verga se le estaba poniendo dura-. Todavía me acuerdo de aquella noche en la
que salimos a bailar juntos ¿Vos te acordás? Todavía salías con el boludo de tu
novio... ¿cómo se llamaba? No me acuerdo; pero lo importante eras vos.
Tenía un
recuerdo muy vago de esa noche a la que él hacía referencia, recordaba que él
nos había acompañado porque yo quería presentárselo a una amiga, pero nunca
congeniaron y no supe por qué.
-Me acuerdo
poco –le dije; me estaba acalorando mucho al sentir sus dedos pellizcándome los
pezones y su miembro creciendo entre mis nalgas.
-Esto te lo
creo, porque esa noche te tomaste todo... me acuerdo que estabas con una
pollera cortita y un escote que acaparaba todas las miradas. El salame de tu
novio se paseaba por toda la disco tomándote de la mano, como si fueras su gran
premio.
-Probablemente
lo era –dije dejando mi modestia de lado, el tener a Ariel arrimándome me
excitaba mucho y me sentía la mujer más sexy del mundo.
-No lo dudo,
primita, eras un bomboncito... y todos te querían comer, inclusive yo.
-Pero no lo
hiciste.
-No lo hice
porque me pareció mucho, estaban tus amigos y sabían que éramos primos, pero tu
novio se enojó mucho conmigo... y con vos también.
-¿Por qué?
Estrujé mis
recuerdos y sólo podía divisar luces que parpadeaban al ritmo de la música
estridente, recuerdo haber bailado de forma muy provocativa con mi novio y
también me venía a la mente los toqueteos... sabía que sus manos no habían sido
las únicas que habían explorado mi cuerpo, pero siempre creí que se trataba de
desconocidos que bailaban cerca de mí aprovechando la situación. No recordaba
que mi novio estuviera enojado, pero tal vez lo estuvo en ese momento y luego
se le pasó.
-¿Se enojó
porque otros chicos me tocaban? –al terminar la pregunta solté un gemido, una
de las manos de Ariel me acarició la concha, provocándome una puntada de placer
en el clítoris.
-Sí, te
manosearon de lo lindo... y vos no decías nada. Hasta te vi agarrándole la
verga por arriba del pantalón a un vago que bailaba con vos. Estabas hecha una
puta.
-Cuando tomo
alcohol me pongo muy puta –me encendía confesar eso.
-Lo sé...
creeme que lo sé muy bien, ¿quién te creés que te pagó todas las bebidas?
-Imagino que
vos.
-Por
supuesto, quería verte borrachita...
-Pero vos no
sabías que yo me ponía así... ¿cómo lo adivinaste?
-No lo
adiviné... simplemente te quería emborrachar a modo de broma, pero cuando vi
que eso te iba poniendo “putita”, tuve una mejor razón para hacerlo.
-¿Y qué fue
lo que hizo esta putita? –la verga de Ariel ya estaba completamente dura y su
glande amenazaba con enterrarse en el agujero de mi concha, la cual estaba muy
húmeda y deseosa de que la clavaran.
-Te pusiste a
bailar conmigo, mientras tu novio nos miraba. Me calenté mucho porque meneabas
el culo contra mi verga y se te levantaba la pollerita, yo te acariciaba las
piernas –al decir esto me mostró cómo fueron esas caricias, pasó sus manos
suavemente por mis muslos, subiendo hasta la vagina, entretanto yo meneaba la
cola como si estuviéramos bailando, sintiendo como su glande se perdía entre
mis labios- ¿No te acordás de eso?
-Si hubiera
estado sobria, me acordaría... pero sinceramente recuerdo muy poco... sé que
estaba muy excitada, tenía la bombacha empapada... también recuerdo que alguien
me tocó la conchita un rato, ¿ese fue mi novio?
-No lo sé,
puede que sea él, pero yo también lo hice, cuando me pediste que te acompañe al
baño. Ni siquiera entraste, nos quedamos en un rincón oscuro, hablando de
estupideces, mientras yo te acariciaba la conchita.
Pasó sus
dedos por la división de mi vagina y comenzó a masturbarme frotando el
clítoris. Esa escena sí la recordaba, especialmente ahora que él se encargaba
de aclararme la memoria. Recordaba los ojos de Ariel muy cerca de los míos y mi
tremenda calentura.
-Vos me
pediste que te haga un pete –le dije rememorando sus palabras.
-Así es, pero
vos fuiste mala, y no me lo hiciste... me lo debés... me calentaste toda la
noche y me dejaste con las ganas.
-Es que en
esa época yo no chupaba vergas...
-¿Y ahora lo
hacés?
-Sí, me
encanta hacerlo... me vuelve loca tener una verga bien dura llenándome la boca –todo
lo que decía era por culpa de mi excitación, la cual me llevaba a confesar más de
lo prudente y a decirlo de forma cruda, sin tapujos.
-Entonces, ¿me
vas a hacer ese pete que me debés?
-Ahora no...
-¿Por qué no?
Sos mala, che.
-Es que así
estoy bien... –solté un gemido muy sensual al mismo tiempo que cerraba los ojos
y levantaba mi colita, el glande se introdujo en mi conchita-. Preferiría que
me cojas... pero bien cogida... no como lo hizo mi novio esa noche, que me dejó
con las ganas. ¿Es mucho pedirle a un hombre? Todos dicen ser capaces de dar
una buena cogida... pero ya descubrí que no es así.
-A una putita
como vos hay que cogerla como se merece.
-Eso es lo que
yo digo.
El ego se me
estaba subiendo a la cabeza ¿hay algo de malo agrandarse un poquito? Era un
juego sexual, podía permitirme creerme más de lo que soy por un rato, creo que
toda mujer se lo merece... dejar de lado sus inseguridades, para zambullirse en
un pleno momento de placer.
-Mi conchita
se merece que la traten muy bien... si quieren disfrutar de todo esto –tomé las
manos de mi primo e hice que acaricie mi cuerpo, comenzando por las tetas y
bajando por mi plano vientre hasta llegar a mi entrepierna-, entonces que lo
hagan bien.
-Vos sos tan
adicta a la verga como tu mamita –su pene se iba clavando muy lentamente en mí.
-Sí, me gusta
mucho la verga.
De pronto me
enterró su falo con violencia, mi concha se dilató rápidamente y sintió la
furia de la embestida. La verga se clavó hasta los huevos, pude haber gritado,
pero en lugar de eso una acumulación de gemidos agónicos se apoderaron de mi
garganta.
-¿Así te
gusta? –su voz sonó junto a mi oído, una de sus manos continuaba acariciando mi
clítoris, la otra me estrujaba una teta.
-Sí, así... –volví
a gemir- dame fuerte que me gusta.
Cumplió mis
deseos dándome dos duras embestidas, en las cuales sacó su verga casi completa
y me castigó la concha. Luego empezó a cogerme con movimientos cortos pero
constantes.
-¡Ay, sí...
dámela toda!
Había olvidado
por completo el verdadero motivo de mi reunión con Ariel, ahora era mi libido
quien controlaba todo mi ser y sólo quería obtener satisfacción sexual. Me
incliné más hacia adelante y separé un poco las piernas para recibir todo su
pene, podía sentir mis propios flujos chorreando por la cara interna de mis
muslos.
-¿Sabés qué
es lo que más me calentó de vos, Nadia? –me dijo sin detenerse, él respondió la
pregunta sin que yo le dijera nada:- que hayas dicho que entregás el culo. Eso me
hizo imaginar un montón de situaciones... te imaginé en cuatro gritando como
una puta mientras te rompían el orto –sus palabras me calentaban aún más y su
verga continuaba entrando y saliendo de mi húmeda cavidad-. ¿Cuántas veces te
rompieron el orto?
-Tres o
cuatro... depende de si contamos el consolador que me metieron hoy... –respondí
entre jadeos.
Podía entender
a mi mamá, Ariel tenía algo especial en su forma de imponerse ante una mujer
que lo hacía más interesante, humedecí con saliva dos de mis dedos y los llevé
hasta mi colita. Repetí la acción dos o tres veces más.
-¿Qué hacés? –me
pregunto sin dejar de darme.
-Me estoy
lubricando... porque sé que me vas a romper el orto.
-¿Eso querés?
–su meneo se hizo más rápido, yo también sabía cómo provocarlo y calentarlo.
-Sí, quiero
que me dejes el culito bien abierto.
-Ponete en
cuatro y pedímelo.
Hice lo que
él ordenó, estaba en llamas. Me puse de rodillas en el borde de la cama, apoyé
mi cara contra el colchón y me abrí las nalgas con las manos.
-Haceme el
orto –le supliqué.
Ariel se me
acercó por detrás y sin darme tregua, me clavó el glande en el ano. Curiosamente,
no me dolió, sino todo lo contrario, fue sumamente placentero. Luego retiró su
miembro, lo humedeció con más saliva y volvió a clavarme la punta. Solté un
bufido, le pedí que me la metiera más adentro y así lo hizo. Poco a poco,
embestida tras embestida, me la fue enterrando toda en el culo. Cuando empezó a
metérmela con fuerza sentí un poco de dolor, pero éste se disipó rápidamente,
dejando que el placer tomara su lugar.
-Así, montame
como a una yegua –le dije.
Él me sujetó
del cabello obligándome a levantar la cabeza e inclinarla hacia atrás y comenzó
a darme con más fuerza. Mis tetas saltaban cada vez que su cuerpo chocaba
contra el mío. No sentía tanto placer anal desde que le había entregado el culo
a mi hermano, él la tenía más grande que Ariel, pero mi primo parecía tener más
experiencia en el tema y se movía con mayor soltura.
Tiró tanto de
mi cabello que hizo que mi espalda quedara pegada a su pecho, me obligó a girar
la cabeza hacia él y su lengua atacó e invadió mi boca. Mientras nos besábamos
comencé a masturbarme a gran velocidad. Estuvimos un buen rato así y luego él
se apartó de mí. Caí con las manos en la cama y miré hacia atrás, Ariel se
sentó al borde de la cama de mi hermana.
-Vení,
putita, sentate arriba de mi verga.
No me hice la
difícil, me paré dándole la espalda y me agaché con las piernas juntas dejando
que mi culito cayera sobre su miembro erecto. Volví a clavarla y comencé a menearme
de arriba hacia abajo sosteniéndome con mis manos sobre mis propias rodillas.
-¡Cómo le
gusta comer pija a este culo! –exclamó mientras me acariciaba las nalgas con
ambas manos.
Cada vez que
la verga entraba completa, me quedaba allí, zarandeándome hacia los lados,
disfrutando a pleno. Luego de un rato Ariel me agarró por las tetas y me forzó
a quedarme sentada, me hizo abrir las piernas y comenzó a masturbarme, no sólo
me frotó el clítoris sino que también me metió dos dedos repetidas veces. Lo alenté
con mis gemidos.
-¿Sabés una
cosa, Nadia? –Me dijo al oído-. Siempre pensé que eras muy pajera... una mina
que está tan buena como vos, debe estar todo el día haciéndose la paja pensando
en todos los tipos que se la quieren coger.
-Sí, no puedo
vivir sin hacerme la paja –eso era cierto, muchas veces me encerraba en el baño
o aprovechaba que estaba sola en la pieza para autosatisfacerme-. A veces Mayra
se la hace a la par mío. Ella también es muy pajera.
-¿Y hacen
chanchadas juntitas?
-Sí... a
veces sí. Nos chupamos la concha entre nosotras.
-Me
encantaría ver eso algún día... me gustó ver cómo te limpiaba la leche de tu
papá cuando él te llenó la concha.
Toda esta
charla inmoral incrementaba mucho mi calentura. Comencé a dar saltos cortitos
gimiendo al sentir la verga de Ariel castigándome el culo.
-Quiero ver
cómo te pajeás –me pidió.
Para complacerlo
me puse de pie, él se acostó a lo ancho de la cama individual y me puse sobre
él, apoyándome con las rodillas en el colchón. Volví a sentarme sobre la verga
y ésta se metió completita en mi culito, luego comencé a masturbarme mientras
me sobaba las tetas. Él observaba dejando sus manos sobre mis muslos. Cerré mis
ojos, me chupé los dedos, jadeé y continué dándome placer, abriendo
ocasionalmente los labios de mi vagina para que Ariel pudiera verla por dentro.
Luego él se sentó en la cama y sin sacarme la verga empezó a comerme las tetas
una a una, estirándolas al chupar mis pezones con furia, sabía que me quedarían
marcas después de eso, pero no me importó. Cuando mis tetas lo dejaron
satisfecho, volvió a recostarse. Di muchos saltos cortitos sintiendo cómo la
verga entraba y salía y de pronto mi concha comenzó a expulsar juguito. Éste saltó
fuera y salpicó todo el estómago y el pecho de Ariel mientras yo me sacudía los
labios y el clítoris con los dedos. Mientras gozaba de mi orgasmo, mi ano se
cerró alrededor del pene por acto reflejo, esto ocasionó que me doliera un poco
cuando entraba; sin embargo no me detuve. Cuando mi vagina dejó de escupir, me
levanté y luego me puse de rodillas en el suelo, lamí el estómago de Ariel,
sorbiendo mis propios jugos y luego comencé a hacerle el pete que le debía. Tragué
su verga completa y sacudí mi cabeza sin parar. Se la llené con mi saliva y le
di fuertes chupones en el glande.
-¿Te vas a
tomar toda la lechita? –me preguntó.
-Sí, dámela
toda y yo me la tomo.
Acto seguido
le chupé los huevos mientras lo masturbaba intensamente. Después dejé la boca
abierta ante él y comenzó a pegarme en la cara con la verga, me calentó mucho
que hiciera eso, tanto que no aguanté las ganas de volver a tragarla una vez
más y seguir chupando como una desaforada. Poco tiempo después recibí mi
preciada recompensa, el semen de Ariel comenzó a descargarse en mi boca, el
primer chorro saltó con fuerza e impactó contra mi paladar, sin embargo dejé
mis labios apretados alrededor del pene y fui tragando su leche poco a poco,
sin dejar de mamársela. No sólo me supo deliciosa, sino que también me excitó
mucho hacerlo.
Mi primo se
las había ingeniado muy bien para hacerme olvidar de mi propósito y hacerme
calentar tanto que terminó cogiéndome; pero no me arrepentía de haberlo hecho
ya que yo también había disfrutado muchísimo. Nos quedamos acostados en la cama
de Mayra, uno junto a al otro, recuperando el aliento y dejando que nuestra
temperatura corporal descendiera un poco.
Sabía que no
podía zafar de esa charla tan delicada que tenía pendiente con Ariel, se lo
había prometido a mi tía, pensé muchas veces en qué palabras podía usar,
intenté hablar más de una vez pero siempre me quedé muda. Me esforcé por
despejar mi cabeza, lo mejor sería hablar del tema con naturalidad y de frente.
Cuando estuve más serena lo encaré.
-Ariel,
todavía tengo que hablar con vos...
-¿Así que eso
era cierto? –preguntó con tranquilidad.
-Sí, y es un
tema bastante delicado... –me senté en la cama y lo miré a los ojos-. Quiero
que sepas que hice esto para que entiendas que confío en vos. No te considero
una mala persona –me miró intrigado.
-¿Qué es lo
que pasa, Nadia?
-Tu mamá me
contó algo bastante... serio. Supuse que lo mejor sería hablarlo directamente
con vos para conocer tu versión –noté cierta intranquilidad en él, a mí me
temblaban las manos-. En fin, no quiero hacértela más larga... tu mamá me contó
que vos a veces la tocás mientras duerme... y a veces hacés más que tocarla.
Tragué saliva
y miré fijamente a mi primo, él estaba pálido, como si le hubieran arrebatado
toda la sangre del cuerpo, sus ojos vibraban y parecían a punto de abandonar
sus cuencas, la noticia había sido tan dura para él, como para mí dársela.
Continuará...
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