Miércoles 16 de Abril, 2014.
-1-
Mi mayor refugio siempre había sido el estudio. A veces
me exigía más de lo que realmente necesitaba, como si en un examen pudiera
conseguir una calificación mejor que “Excelente”. Con el paso del tiempo
comencé a sospechar que hacía eso para aislarme de los problemas del mundo
real.
Una tarde me encontraba dentro de este refugio erigido
con libros y apuntes de la facultad, estaba haciendo grandes avances, tanto que
dentro de poco me quedaría sin excusas y debería ocupar mi tiempo en otra cosa.
Mi celular me interrumpió. No acostumbraba a dejarlo en silencio ya que no
tenía tantas amistades que pudieran interrumpirme, de hecho ese aparato se
podía pasar días sin sonar.
Miré la pantalla. Había recibido un mensaje de Lara. Este
decía:
«¿Querés venir a dormir a casa? Vemos unas pelis».
No sabía qué contestar.
Dejé el teléfono arriba de la mesa e intenté volver a
concentrarme en mis estudios. Diez minutos después llegué a la conclusión de
que si no respondía, mi amiga se enojaría. Puse la situación en una balanza: Si
me negaba a visitarla podría pensar que sigo enojada con ella, por el asunto
del beso. Si le decía que iría, tal vez me vería en un aprieto emocional.
Recordé las fotos de ella desnuda; aún estaban en mi
poder. Por primera vez desde que las robé me dieron ganas de mirarlas.
Su vagina era realmente preciosa. Estaba perfectamente
formada, pintada con leves tonos rosados. Sus labios eran delgados y su
clítoris apenas perceptible. Su piel era suave y blanca como la leche. En una de
las fotos tenía las piernas abiertas y podía ver su agujerito, del cual salían
unas gotitas de fluido transparente; su clítoris se asomaba como si me invitara
a lamerlo. Seguramente se estaba masturbando cuando capturó la imagen y una
placentera calidez se apoderó de mi entrepierna.
Sin pensarlo más le contesté que iría a su casa.
-2-
Llegué a su domicilio una hora después de recibir el
mensaje. Rondaban las 8:30 de la noche y sus padres ya me esperaban con la
comida lista. La comida kosher cada
día me parecía más rica; aunque algunas recetas podían ser bastante simples,
solían ser platos muy sabrosos. Si mi madre me viera comiendo alimentos típicos
de la colectividad judía, le daría un ataque de nervios. Ella no tenía nada en
especial en contra de los judíos, solamente odiaba a todas las religiones por
igual; a excepción de la católica, claro está. Hasta aborrecía las religiones
que derivaban del mismo cristianismo por «Tergiversar
la palabra de Dios».
La cena transcurrió de forma alegre, con Lara nos
limitamos a comparar conocimientos sobre algunas de las materias de la facultad
y a esclarecer dudas. Mi amiga estaba tan bonita como siempre, parecía hacer
alarde de sus expresivos ojos negros cada vez que me miraba fijamente; sentía
que me atravesaba el alma y que podía saber todo lo que escondía en ella. Otro
rasgo que me tenía cautivada era su sedoso y brillante cabello negro. Me daba
un poco de envidia porque a mí me encantaría tenerlo así; pero no sabía si me
quedaría tan bien como a ella que, al ser tan menudita y bajita, inspiraba
cierta ternura. Además mi madre me desheredaría si llegaba a teñir mi pelo.
Creo que ese rechazo a que yo me cambiara el color del cabello no se debía a
que ella tuviera algo en contra de las tinturas, sino que era una forma más de
imponer autoridad sobre mí.
Cuando la cena finalizó nos trasladamos a la sala de estar,
donde tenían el televisor. Sus padres se despidieron y luego se fueron a su
cuarto, para que nosotras pudiéramos estar más cómodas.
Lara me dijo que había escogido una de sus películas
favoritas, con la esperanza de que a mí también me gustara. Se trataba de la
primera película de “El Señor de los Anillos”. Nunca la había visto, ya que pensé
que sería una bobería; pero me sorprendió muchísimo. El mundo fantástico en el
que estaba inmersa la historia me dejó fascinada, al igual que muchos de los
personajes. Como le hice notar esto a mi amiga, ella me recomendó leer los
libros, comenzando por uno titulado: “El Hobbit”. Acto seguido fue hasta su
cuarto y tras un par de minutos regresó con el libro en mano. Me explicó que
ése me ayudaría a entender mejor la historia y que luego podía iniciar la
lectura de la saga del Señor de los Anillos. Le prometí que lo leería y que luego
podríamos debatir sobre el mismo. Más que la lectura, que sí me agradaba, lo
que me ponía feliz era tener una buena excusa para conversar con ella. Estaba
segura de que devoraría los libros en poco tiempo; así tendríamos una cosa más
en común.
Como la película duró casi tres horas, nos había dejado
agotadas. Decidimos que ya era hora de ir a dormir, porque al día siguiente
deberíamos ir a la facultad. Por suerte no debíamos levantarnos tan temprano,
ya que nuestra primera clase comenzaba a las diez de la mañana.
-3-
Toda la “normalidad” que tuvo la velada se fue disipando
de a poco. Los nervios comenzaron a traicionarme apenas entramos al dormitorio.
Lara se quitó el pantalón con tanta soltura que me dejó
pasmada. Vi sus blancas y redondas nalgas comiéndose la tela de una diminuta
tanga negra. «¡Madre mía, que culito tiene la nena!». Eso jamás lo hubiera
dicho en voz alta, pero la situación ameritaba expresarse; al menos
mentalmente. Luego se quitó la remera, quedando con un corpiño haciendo juego
con la tanga. A mí se me estaba poniendo la cara de todos colores. Comencé a
desvestirme tímidamente, procurando no mirar mucho el cuerpo semidesnudo de mi
amiga. Se suponía que esta vez debería estar mejor preparada, con una bombacha
menos transparente, más discreta, similar a la que usaría una vieja de ochenta
años; pero no. En un arrebato de inconsciencia me puse una colaless apretada y de tela delgada que traslucía los pelitos de mi
entrepierna y marcaba el canal de mi vagina. Me quité también la remera, por
suerte mi corpiño era un poco más discreto.
Rápidamente me tiré a la cama para, cubrirme con la
sábana. Lara se acostó a mi izquierda, me dio el saludo de las buenas noches (en
la mejilla, por supuesto) y pareció quedar dormida al instante. Me quedé mirando
el techo por un largo rato rogando que el aburrimiento me hiciera dormir. No
comprendía por qué no podía conciliar el sueño si hacía apenas unos minutos los
ojos se me cerraban solos. Un incómodo recuerdo me invadió, no podía sacarme de
la cabeza la imagen de Sofía gritándome como si yo fuera una loca peligrosa que
había escapado del manicomio. No sé cómo pude ser tan ingenua y llegar a hacer
algo tan peligroso con una completa desconocida; pero debía admitir que fue
justamente este factor lo que lo hizo tan excitante desde un principio. Por un
momento hasta me dieron ganas de sonreír al recordad cómo se sintió su vulva
bajo mis dedos; pero esa alegría se difuminó ni bien recordé, una vez más, su
reacción.
Maldita Lara, que dormía plácidamente.
La miré. Estaba de lado con su cola apuntando hacia mí.
Simulando estar acomodándome en la cama, le rocé suavemente una nalga. Estaba
fría, era como tocar porcelana. De golpe recordé todos esos videos lésbicos con
los que me había masturbado, los toqueteos y besos con Tatiana, la masturbación
de mi amiga en video, sus fotos desnudas, el sabor de su vagina. Y sí… me mojé.
Me mojé todita.
«Excelente, Lucrecia. Vos cada vez estás peor», me dije
mentalmente.
Me moví con la discreción de un elefante ciego en una
cristalería; posé la mano en su nalga y le susurré su nombre al oído. Quería
que se despertara, algo en mi macabra imaginación me hacía creer que si
despertaba terminaríamos haciendo el amor apasionada y locamente.
Tenía la imaginación seriamente dañada; sin arreglo.
Era absurdo, pero la idea me ponía sumamente cachonda.
Volví a llamarla por su nombre y la acaricié, bajando por
la colina de porcelana, hasta llegar al cañón en el centro. Toqué la división
de sus labios por arriba de la tanga, me pegué más a ella y la llamé un poco
más fuerte. Sólo un poco.
Nada.
Una tumba hubiera sido más comunicativa.
Con el dedo mayor recorrí toda esa hendidura mágica. Me
estaba mojando cada vez más y a ella le estaba pasando lo mismo. Sentí la
tibieza de su sexo y apoyé mi boca contra su cuello.
¡Se movió!
Luego de escupir mi corazón, junto con gran parte de mis
pulmones, y haciendo un esfuerzo inhumano por no gritar, me di cuenta que sólo
había girado en la cama; seguía tan dormida como siempre.
Quedó boca arriba. Miré su cara fijamente, atenta a cualquier
anomalía. Su respiración era pausada y sus ojos estaban bien cerrados. Esperé
unos segundos y volví a las andanzas lésbicas.
Medité brevemente sobre qué pretendía conseguir
comportándome de esta manera, y me dije a mi misma que era sólo parte del
experimento; uno muy riesgoso. Esta vez busqué su boca. Muy lentamente hice que
nuestros labios se tocaran; podía sentir la tibieza de su aliento. Eso me confirmó
que dormía plácidamente. Me quedé allí por unos segundos con los ojos cerrados
disfrutando del momento, con el corazón bombeando a toda marcha. En su boca
había algo que me volvía loca, pero más loca me volvía por los labios que
estaban más abajo.
Sus piernas habían quedado bastante juntas. A rastras
llegué hasta ellas y las fui separando lentamente, siempre atenta a cualquier
cambio o al más mínimo movimiento. Mi corazón ya latía a un millón de revoluciones
por segundo. A no ser que yo de repente me hubiera convertido en colibrí, esto
no podía ser nada bueno para mi salud. No le di demasiada importancia, ya que si
mi amiga se despertaba, sin dudas estaría muerta en pocos segundos.
Definitivamente, el lesbianismo es un deporte de alto
riesgo.
Cuando por fin logré separar sus piernas me quedé
encantada con lo que vi. Su vagina estaba mordiendo la tanguita, como si
quisiera tragarla por completo. A esta altura del partido, mi estado de locura
era importante; me jugaba el todo por el todo. Para demostrar mi falta de
criterio, y mi débil estado mental, me desnudé por completo. Me despojé de mi
corpiño y de mi colaless, como si inconscientemente quisiera ser atrapada.
Sabía que si mi amiga despertaba o alguno de sus padres entraba al cuarto no
tendría forma de escapar de ésta; pero el riesgo era lo que lo hacía
enfermizamente excitante.
Mi morbosa y dañada mente me estaba mostrando facetas de
mí misma que desconocía por completo. Lo primero que hice, al quedar desnuda,
fue ponerme de rodillas en la cama y comenzar a masturbarme mientras admiraba
el cuerpo de Lara. Agradecía enormemente que la ventana estuviera abierta y que
la luz fuera buena, pero yo necesitaba ver más. Interrumpí mis toqueteos para
encender una lámpara en la mesita de luz y la apunté hacia una pared para no
alterar a mi amiga. Pudiendo ver con mayor claridad, regresé a mi posición. Tenía
la entrepierna empapada y fue un alivio el poder meterme los dedos, lo
necesitaba como nunca. Últimamente me estaba masturbando más de lo que lo había
hecho durante toda mi vida… y disfrutándolo más.
Bajé la cabeza lentamente hasta darle un besito en la
zona del clítoris a mi amiga. Admiré detenidamente sus labios apretados por la
tela de la tanga mientras me sobaba los pechos. Con un leve movimiento pude
apartar su ropa interior dejando expuesto ese manjar femenino. ¿Cómo podían ser
tan hermosas las vaginas y yo nunca lo había notado? Al menos hasta ahora.
Acomodé mi largo cabello castaño, y lo dejé caer hacia la
izquierda. Me acerqué más, ese intenso olorcito a almejita húmeda me estaba
volviendo completamente loca. Cuidadosamente, con la puntita de mi lengua toqué
su botoncito sexual, el cual asomaba erguido. De a poco, intentando no
despertarla, fui lamiendo como lo había hecho aquella noche.
Si quería confirmar mi gusto por el sexo femenino, debía
ir más allá. Sabiendo que Lara no se despertaría, di una lamida firme, pegando
mucho mi lengua a la división central de sus labios. ¡Cómo había extrañado ese
sabor! Lamí unas cuantas veces más sin dejar de toquetearme, frotándome el
clítoris o introduciendo mis dedos; cualquier cosa que ayudara a estimularme. La
calentura me estaba nublando el juicio (el poco que aún me quedaba), la culpa
había quedado relegada. Sin dejar de masturbarme comencé a degustar los jugos
que manaban de la rajita de mi mejor amiga.
Perdí la cabeza por completo; seguramente se debía a años
de reprimirme. Estaba dejando salir toda mi sexualidad de golpe. Me las ingenié
para poner mis rodillas a los lados de su cara sin moverme demasiado. Bajé la
vagina hasta que prácticamente tocó su boca y me masturbé como si estuviera
poseída por el demonio de la lujuria. De pronto noté los suaves labios de su
boca rozar contra los de mi vagina, transmitiéndole mis fluidos. Miré hacia
abajo, ella no se movía. ¿Estaría soñando con sexo lésbico otra vez? Temí
llegar demasiado lejos y despertarla, por lo que me aparté; pero mi excitación
no menguó ni un poquito. Sabía perfectamente que todo esto era una locura,
quería detenerme pero me resultaba imposible, no controlaba mis acciones. Tal
vez realmente estaba poseída… esa noticia no alegraría para nada a mis padres.
Volví posicionarme entre sus piernas, esta vez sí que
perdí la poca cordura que me quedaba. Comencé a chuparla, no lamerla, sino a
chuparla de verdad. A comerla. A engullir todo su sexo y succionar sus jugos.
Sin dudas esto era lo más estimulante que había probado en toda mi vida. Le di
un chupón a su clítoris sin pensar en nada. Me pegué a su sexo como una
sanguijuela succionadora de flujos vaginales. Cerré los ojos y me dejé llevar
por el enorme placer, frotando mi propio sexo con alevosía.
En ese momento, como Lázaro cuando se levantó entre los
muertos, Lara se sentó en la cama. Miré hacia arriba y me encontré directamente
con sus ojos abiertos como platos. Ella intentaba desesperadamente comprender
qué ocurría; pude leer el terror en su mirada. Ni siquiera atiné a quitar la
boca de su vagina.
Si yo fuera un espía de la KGB, éste sería el momento
preciso en el que debía tomar la pastilla de cianuro.
Comentarios
Por cierto, ¿Continuaras la de Streep Poker? Saludos.
Estaré más al pendiente por actualizaciones, en realidad no había pasado más ya que los relatos hetero no son de mi gusto, pero encontrar que retomaste este (uno de los mejores relatos que he leído) me emociona inmensamente y simplemente no pude evitar leerlo todo de golpe, muchas gracias por hacerlo, como siempre me amenizaste la tarde.
Eh también, puedes borrar el comentario si te parece que contiene spoiler o es inadecuado, sólo quería compartir lo que pienso.
He leído la historia un par de veces pero no al punto de saberla de memoria Jajaja
Así que como tu dices, las dos estaban descubriendo su sexualidad aunque Lara lo tenía más claro que lucrecia y lo ocultaba. En un capítulo Lara le dice a lucre que quizá exageró en su reacción al "descubrirla" entre sus piernas y empieza a reír también dice que desde que la conoció sabía que terminarían teniendo sexo, eso es lo que recuerdo.
En conclusión Lara sólo actuó, no estaba enojada de verdad. (Al menos así es cómo lo recuerdo 😂)