Libres en la Oscuridad [03]


Con una pequeña ayuda de la oscuridad.



“—What do you see when you turn out the light?
—I can't tell you but i know it's mine.


—¿Qué es lo que ves cuando apagas la luz?
—No puedo decírtelo, pero sé que es mío.”

With a Little Help From My Friends – The Beatles




A Sara no le preocupaba que su novio la tocara, lo que la alteraba era tener a su hermano ya otras tres personas tan cerca. Quería pedirle a su novio que se detuviera, ya que ella conocía su propio cuerpo y sabía perfectamente que tanto manoseo terminaría surtiendo efecto en ella rápidamente. Lionel era el único hombre que sabía cómo ponerla cachonda en poco tiempo… en realidad era el único con el que había estado, por lo que no sabía que tan absoluta sería esa declaración; pero una cosa era segura: Lionel sabía cómo excitarla. Para empeorar su situación, dio un pequeño salto, con la intención de acomodarse en la cama, y terminó cayendo de costado sobre Jorge.

Marina se alejó cuando sintió el peso de Sara en su brazo, mientras la insultaba por dentro. No le caía mal la hermana de Javier pero esta vez había arruinado sus propósitos, justo cuando tenía el pene de su novio a su merced. Jorge amortiguó a Sara, pero siseó de placer cuando sintió que la mano de la chica tocaba su miembro.

—¿¡QUÉ…!? —Sara se quedó con la boca abierta. ¿Por qué Jorge tenía su verga fuera del pantalón? ¡Se estaban tocando! Aunque lo que más le impresionaba era notar lo duro que tenía Jorge su aparato masculino. Por acto reflejo intentó cerrar su mano derecha alrededor de ese pedazo de carne y no consiguió que las puntas de sus dedos se encontraran.

—Por tu bien, chiquita, te recomiendo que saques la mano de ahí antes de que te coj… —Jorge recibió un tirón de pelo por parte de su novia— ¡Auch! —gimió de dolor. Su novia no lo reprendió por celos sino por haberle faltado el respeto a la hermanita de Javier. Él entendió el mensaje.

Sara salió disparada y se abrazó a Lionel en busca de refugio, pero para su sorpresa, el sentir el calor del cuerpo de su novio le produjo un fuerte deseo sexual. Apretó los brazos en torno a él, y lo besó con pasión.

Javier estaba en un mundo ajeno. Había conseguido subir la remera de Moni y ya estaba comiéndole las tetas… amaba esos turgentes pechos, y los piercings que los decoraban. Notaba a Moni muy excitada, aunque ésta no estuviera gritando como solía hacerlo. Para reprimirse ella había optado por morder el hombro de su amante. Refugiados en la oscuridad podían dar rienda suelta a sus perversiones y deseos ignorando a los presentes, o mejor aún, sabiendo que ellos estaban cerca y no podían verlos, pero sí oírlos.

Moni estaba gozando. Amaba que Javier le devorara de esa manera los pezones, aunque su excitación había aumentado cuando imaginó a Lionel y Sara intercambiando parejas con Jorge y Marina. A Moni no le había pasado desapercibida la mirada libidinosa que lanzó Jorge sobre Sara minutos antes de que la luz se apagara. La prepotencia de ese hombre hacia las mujeres hermosas la ponía como loca. Hasta ella había sido víctima de sus indiscretas miradas… saber que él estaba en esa misma cama, a tan pocos metros, haciendo quién sabe qué cosa con su novia, le producía mucho morbo.

Lionel no entendía qué había pasado para que Sara estuviese comiéndole la boca como si fuese una muerta de sed intentando succionar el líquido de su lengua; pero no iba a desaprovechar la oportunidad. Acompañó los besos de su novia con unas tiernas caricias en la espalda. Pocos días atrás, se había dado cuenta que Sara le excitaba mucho que él la agarrara de la cadera con ambas manos y le hiciera sentir su erección. Lo hizo, y ella colaboró acomodándose en el lugar preciso para que el falo erecto la hincara en el centro de sus labios vaginales por encima de la ropa. Al posicionarse extendiendo las piernas, chocó contra otra persona. No le importó. Casi podía sentir el clima sexual en el ambiente, había un hedor dulce y extraño que la embriagaba y la excitaba a tal punto que podía dejar sus prejuicios de lado. Lionel recorría su cuello dejando besos en el camino, acercándose cada vez más a sus pechos, la dulce jovencita deseaba que él las poseyera por lo que tomó su remera por debajo cruzando los brazos, para quitársela. En ese momento se detuvo e intentó pensar con más claridad. ¿De verdad quería que su novio le lamiera las tetas delante de todos? El rubio, como si hubiera advertido el titubeo de su novia, le acarició con suavidad la entrepierna, esto respondió la pregunta de Sara, se quitó la remera de inmediato.

Javier notó que una pierna caía sobre las suyas. No le importó. Moni había comenzado a besar sus tetillas y sólo podía concentrarse en el placentero cosquilleo que esto le producía. Esta mujer había descubierto la mayoría de los secretos que a él lo calentaban de sobremanera. Mientras la lengua de su novia cruzaba por su pecho, una suave tela le cayó en la cara. Por el perfume que ésta traía supo de inmediato que se trataba de la remera de su hermana, estuvo a punto de decirle algo pero no se animó a hablar. Se limitó a sacudir un poco una pierna indicándole a Sara que él había recibido la prenda de vestir. La muchacha captó el mensaje pero en lugar de insultar a su hermano, sólo le dio un leve empujón, dándole a entender que no quería ser molestada.

Ella se quedó disfrutando de las caricias y lamidas que le proporcionaba Lionel en sus “pechos como merengues”, como él solía describirlos. Ya los sentía duros y con los pezones erectos. Quería gemir, pero le daba mucha vergüenza y cada vez le costaba más trabajo contenerse. Si un minuto atrás le hubieran dicho que se animara a dejarse chupar las tetas por su novio, se hubiera enfadado y ofendido; sin embargo aún podía sentir la textura de ese erecto miembro viril entre sus dedos, lo cual la excitaba demasiado. Nunca antes había tocado la verga de otro hombre.

Marina escuchaba atentamente todo lo que ocurría a su alrededor, mientras acariciaba suavemente el pene de Jorge con una mano y su vagina con la otra. Ella siempre tuvo debilidad por el sexo, había hecho cosas locas en su vida, pero nada se comparaba con esta situación. Le calentaba muchísimo saber que había gente a pocos centímetros de ella teniendo encuentros sexuales, estaban tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de sus cuerpos, y los movimientos que hundían el colchón. Estiró las piernas a lo largo, sin dejar de tocarse, y pudo sentir finos dedos acariciando su muslo derecho por arriba del ajustado pantalón. Esa debía ser la mano de una mujer, le provocó mucho saber que podía tratarse de Moni. Si bien no compartía su moda en absoluto, estaba comenzando a reconocer que esa chica era bonita; a su manera. No lo aguantó más, no importaba qué consecuencias pudieran tener sus actos, necesitaba hacerlo, inclinó su cabeza hacia abajo abriendo grande la boca y tragó la verga de su novio hasta donde entró. Nunca había logrado tragarlo completo y eso la provocaba aún más. No pudo evitar que un ronco gemido saliera de su boca cuando la tuvo llena de verga.

Al mismo tiempo que Lionel desabrochaba el pantalón de su novia, ella le arañaba la cabeza, fuerte señal de que estaba disfrutando lo que ocurría. Lentamente metió mano en el pantalón de la chica y acarició su concha, estaba húmeda, sintió el clítoris duro y su pene dio un leve salto de emoción.

Jorge agarró la cabeza de Marina y comenzó a marcarle el ritmo. Su mujer sabía jugar sucio, comenzó a acariciarle las bolas utilizando sus largas uñas. Él tuvo que controlarse para no acabar, nunca había tenido problemas para aguantar los primeros minutos del acto sexual, pero esta vez la situación era muy diferente. Podía oír los gemidos de la hermosa Sara, y su pervertida imaginación intentaba transmitirle todo lo que la chica estaba experimentando a tan poca distancia de él. El dorso de su mano derecha estaba suavemente posado en la espalda desnuda de la chica; lo tentaba mucho poder tocarla, pero tenía miedo que se enojara.

Javier, quien ya estaba hurgando la concha de su novia con los dedos, abrió los ojos como platos al escuchar un bufido proveniente de la zona que ocupaban Marina y Jorge, acompañado por una seguidilla de chasquidos húmedos. Reconoció ese característico sonido, lo había escuchado más de una vez, sólo podía significar una cosa: la rubia se la estaba chupando a Jorge. La situación se estaba descontrolando. Pensó en levantarse y echar a patadas a todos, para que lo dejaran tener sexo con su novia; pero justo en ese momento ella hizo una serie de rápidos movimientos, levantó su pollera y giró en redondo, quedando en cuatro patas sobre la cama, dejando la cola prácticamente contra la cara de su novio. Javier no vio otra alternativa que empezar a lamer frenéticamente la abultada concha de su hermosa novia, disfrutando de ese sabor dulzón y viscoso que él tanto adoraba.

La muchachita punk perdió la cabeza en cuanto sintió las piernas de la hermosa Marina y ésta le permitió acariciarlas. Siempre tuvo inclinaciones lésbicas, y no tenía miedo de admitirlo, pero se sorprendió al ver que la otra chica reaccionaba de buena manera, separando un poco sus piernas. Cuando Moni giró en redondo para que su querido novio le comiera la concha, recostó su pecho en las piernas de la rubia. Al acariciarlas desde arriba hacia abajo con ambas manos se percató de que ella tenía el pantalón desprendido, las lamidas de Javier la llevaron a un clima sexual increíblemente agradable y lo que más le provocaba era sentir el olor a la concha de Marina, la cual estaba a pocos centímetros de su nariz.

—¡Ay amor! —Gimió Moni.

Su exclamación fue casi un susurro, no todos lograron oír qué dijo exactamente; pero todos entendieron que era un gemido de placer. Ella no pudo evitarlo, o mejor dicho, no quiso. Sintió cómo la lengua de Javier entraba en su agujerito rosado, luego raspaba con los dientes la zona de sus labios vaginales, bajando únicamente para encontrarse con su clítoris hinchado, baboso y deseoso de esa boca.

Sara no entendía qué le pasaba a la mujer que estaba gimiendo de aquella manera, en su ingenuidad hasta llegó a pensar que pudiera estar pasándole algo malo; pero los pensamientos se le escaparon de la cabeza. Lionel había comenzado a desnudarla, ella permitió que le quitara los zapatos y las medias pero se resistió un poco a que le quitara el pantalón. Luego supo que estaba actuando como una idiota, ya tenía las tetas al descubierto, y no podía culpar a su novio por querer tenerla completamente desnuda. De todas formas nadie podía verla. Tuvo la idea de irse con Lionel a su propio cuarto, para que pudieran hacer el amor en paz, pero fue consciente de que allí haría mucho frío y el cuarto de su hermano estaba agradablemente cálido. También le causaba cierto morbo y curiosidad saber que estaba actuando de esa manera tan cerca de su propio hermano. Nunca había estado siquiera excitada con Javier en las cercanías. Lionel le quitó la tanga, dejándola como Dios la trajo al mundo, pudo sentir un ardor interno que la hizo gemir de placer. Ella se inclinó hacia atrás buscando apoyo y su cabeza quedó en la parte superior del muslo de Jorge, ninguno de los dos tenía lugar para reubicarse, por lo que se decidió quedarse allí, escuchando lo que ocurría a tan solo centímetros de su cara. Su calentura aumentó cuando llegó a la conclusión de que Marina dirigía una frenética sesión de sexo oral, justo al lado de su propia cara. Su corazón comenzó a latir al mismo ritmo con el cual la rubia mamaba la verga de su novio. Para mayor complacencia, la lengua de Lionel recorrió las plantas de sus pies, algo que a ella le fascinaba. El chico metió uno a uno los suaves dedos del pie de su novia dentro de la boca y los succionó. Luego subió desparramando besos en esas largas y torneadas piernas, hasta llegar al único sitio del cuello para abajo en el que Sara tenía pelitos, justo arriba de esa carnosa vagina que estaba hinchada de gozo. Ella abrió las piernas para su novio rozando con una de ellas uno de los brazos de Moni y las costillas de Javier, quien ocupaba todo el ancho de la cama, a los pies de la misma.

Moni estaba en una cumbre de placer. Javier no había parado de lamer su concha y ahora él estaba abriendo de a poco su culo. La estaba matando, pero lo que más le causaba impaciencia era acariciar, casi como por casualidad, el suave y delicado pubis de Marina. Había luchado todo lo posible contra su tentación, pero ya era momento de ir por más. Perdiendo las sutilezas tiró hacia abajo el ajustado pantalón de la rubia, ésta levantó la cadera, despegando su cola del colchón y permitió que la desnudaran de la cintura para abajo. La chica punk arrojó lejos el pantalón y luego separó esas delgadas piernas. Frenética, fue a buscar lo que tanto deseaba, aún temerosa de que la rubia pudiera molestarse. Sabía que tenía una sola oportunidad, por lo que le brindó una intensa y lenta lamida a esa concha que chorreaba jugos viscosos.

Marina no se molestó en absoluto, a ella no le importaba quién se la chupara, siempre y cuando lo hiciera bien, y esta chica lo estaba haciendo de maravilla. Para dárselo a entender, agarró su cabeza y la hundió más contra su concha.

Mónica comprendió el mensaje de inmediato, aceleró los movimientos de su lengua y luego la hundió en ese pequeño agujero salado, mientras su novio le hacía lo mismo en el culo. El desprecio que había sentido por Marina se había esfumado, en ese intenso momento admitía que ella era la mujer más hermosa a la que le había chupado la concha. Se sentía muy halagada sólo por saber que ella se lo permitía. Mucha gente pagaría fortuna por meter la cabeza entre ese hermoso par de piernas. No le imoportó disimular, el ruido que causaban sus constantes succiones, era inequívoco. Ya todos deberían haberse dado cuenta de que a alguien le estaban chupando la concha.

Marina, además de disfrutar de la habilidosa lengua de Moni, seguía practicando la felación a Jorge. Era adicta a chupar muy bien un buen pedazo de carne. Amaba su sabor, su textura y volver loco a su novio. Amaba arrancarle esos gemidos roncos que él tanto intentaba contener. Toda la situación la calentaba, no sólo por tener a una mujer chupándole la concha, sino porque ya había notado la cercana presencia de Sara y estaba escuchando gemir a esa preciosura. Por su parte, Jorge, se esforzaba por no acabar. Tenía a su querida novia comiéndole la verga con maestría, y del otro lado estaba la divina hermana de Javier, jadeando, gimiendo y retorciendo la cabeza arriba de su muslo. Él acercó una mano al cabello de la joven y comenzó a acariciarlo suavemente, procurando no meterle un dedo en el ojo. Luego palpó esas suaves mejillas, las cejas y esa hermosa nariz respingada. Sonrió al notar que ella tenía la boca abierta. Al parecer no le molestaban los atrevimientos que él se estaba tomando. Debía estar muy excitada por lo que su novio le estuviera haciendo y no le importaba el resto. Por nada del mundo Jorge no dejaría pasar esta oportunidad. Deslizó la mano por el cuello de la chica, siguió hasta localizar un hombro y desde allí calculó la poca distancia que le quedaba por recorrer, lo hizo rápidamente para que ella no tuviera tiempo de responder y se apoderó de uno de esos suculentos pechos. Lo primero que pudo sentir fue la suavidad de la areola de un pezón, y poco a poco fue acariciando cada rincón de esa maravillosa teta.

Sara no podía creer lo que estaba ocurriendo, no sólo estaba recibiendo una buena chupada por parte de su novio, sino que además se estaba dejando tocar por el amigo de su hermano. Éste había comenzado a hacerlo con suavidad, pero ahora apretaba su seno con tanta fuerza y rudeza, que le dolía; sin embargo no se atrevía a pedirle que se apartara. Estaba sumamente excitada, y cada vez que giraba su cara hacia la derecha, podía encontrarse con la de Marina, quien estaba practicando una de las mejores mamadas de su vida. El entusiasmo que ponía la rubia enturbió la mente de Sara, comenzó a imaginar cómo esa hermosa boca engullía un pene erecto hasta llenarse. Ella se la había chupado a Lionel varias veces, y lo había disfrutado, pero nunca había probado otro pene, y mucho menos de la manera en que lo hacía esa chica. Estaba tan cerca…. Debía estar tan firme, tan duro, tan erecto... Lo imaginaba venoso, húmedo, largo, ancho, masculino… No aguantó más, no le importó nada, giró la cabeza y pasó su lengua contra lo primero que encontró, lo cual supo que era la base y los testículos de esa verga.

Jorge se sintió en la gloria e indicó, con un leve toque a su novia, que se apartara un momento. La segunda lamida de Sara fue más arriba, en el centro del tronco. Estaba delicioso, cubierto por la saliva de Marina. Llevó su lengua hacia arriba lentamente creyendo que nunca encontraría el final de esa larga verga, pero cuando lamió el glande se llenó de entusiasmo. Le estaban dejando vía libre. Un doloroso pellizco en su pezón le indicó que Jorge esperaba lo mejor de ella, y refugiada por la oscuridad, rogando que ni su novio ni su hermano se enterasen nunca de esto, engulló el pene, sólo para darse cuenta de que era considerablemente más ancho y grande que el de Lionel. Ella podía tragar todo el miembro de su novio, pero con éste no pudo pasar de la mitad; aunque la posición no la favorecía. De todas formas quería demostrar que ella, a pesar de su poca experiencia, también podía hacer un buen pete, por lo que se acomodó lo mejor que pudo e inició el característico movimiento con el cuello, de arriba abajo.

Javier no se cansaría nunca de chupar la jugosa concha de su novia o su voluminoso culo, pero estaba sintiéndose muy incómodo, ya que el pantalón le apretaba la verga, la cual estaba tan dura que temía que le estallara allí dentro. Moviéndose como pudo fue quitándose la ropa que llevaba puesta de la cintura para abajo y cuando quedó en completa libertad, agarró su pene con una mano, sintiendo un alivio placentero. Algo lo rozó, supuso que se trataba de Lionel, quien estaría haciéndole algo a su hermanita. No le importaba que el rubio se cogiera a Sara allí mismo, siempre y cuando lo hiciera como ella lo merece. Él tenía la impresión de que su hermana era una puta amante de la verga, no sabía que sus pocas experiencias sexuales habían sido con Lionel, él sospechaba que ella lo engañaba con cuanto tipo se le cruzara, y hoy sus sospechas no estaban tan erradas; aunque Javier no lo sabía.

Sara estaba atragantándose con la verga de Jorge, mientras el afortunado recibía también lamidas de Marina en la zona de sus testículos. Nunca había puesto tanto empeño en realizarle sexo oral a su novio, pero había algo tremendamente excitante en este pene… o tal vez se debía a la situación. La muchacha bajó con su lengua por todo el largo del tronco mientras lo aferraba firmemente con una mano, cuando llegó a la base no se encontró con el par de testículos que estaba esperando, sino con una lengua juguetona que rápidamente se coló en su boca.

Apenas Marina sintió la carnosa boca de la hermana de Javier a pocos milímetros de la suya, se apresuró a besarla. La chica intentó resistirse, pero la rubia fue insistente y le sostuvo la cabeza para que sus bocas se unieran en una mientras el duro pene de Jorge les rozaba la mejilla. Marina nunca había sentido un placer tan grande, tenía a alguien comiéndole la concha vorazmente, y no le importaba en lo más mínimo que su cuerpo estuviera contorsionado en una posición bastante incómoda; quería aprovechar todo lo que pudiera atrapar en la oscuridad.

Sara sintió una vergüenza enorme, no sólo por permitirse actuar de esa forma sino también porque era consciente de que estaba besando a una mujer, la novia del sujeto al cual acababa de chuparle la verga. Ella nunca actuaba así, hubo ocasiones en las que se había calentado mucho en la cama con Lionel, pero siempre había sido sexo sano y tradicional. Tenía el miembro de un hombre al que apenas conocía, en una mano, con la lengua de una mujer dentro de la boca y a su novio chupándole la vagina con presteza. Cayó en la cuenta de que estaba participando en una orgía, sintió asco de sí misma, pero no podía hacer nada para detenerse. Su cuerpo no le respondía y le pedía cada vez más. Extrañamente, lo que más la calentaba, era saber que la oscuridad la ocultaba, y que su hermano estaba en la misma cama, posiblemente manteniendo relaciones con su novia; ya que escuchaba gemidos y jadeos provenientes de esa zona.

Lionel se había decido por desnudarse y comenzar a hacerle el amor a su novia, aunque eso consistía en penetrarla fuerte y profundamente, como a ellos le gustaba. Para él era “coger”, pero Sara se empecinaba en llamarlo: “hacer el amor”. El chico no contaba con que luego de ponerse de pie para desnudarse, quedaría solo y pedido en medio de la oscuridad, como un náufrago en medio del vasto océano. Se desorientó durante un par de segundos. Encontró la cama porque siguió el ruido de los jadeos, le gustaba imaginar que eso ya era un desenfreno total, tres parejas manteniendo relaciones en la misma cama… tres en el caso de que él pudiera volver a hallar a su novia. Trepó al colchón y comenzó a tantear, acarició una pierna suave, supuso que era la de Sara y cuando siguió el recorrido del muslo y llegó a tocar una húmeda vagina supo de forma inmediata que alguien estaba lamiéndola. ¿Acaso alguien le estaba chupando la concha a su novia? Para nada, extrañamente eso lo calentaba aún más.

Jorge no podía más, si seguían de esa manera iba a explotar y realmente no quería, necesitaba disfrutar de esos cuerpos. Las muy putas sabían cómo jugar sucio con su boca, y lo estaban volviendo loco. Apartó bruscamente a la que suponía que era Marina; luego agarró de las axilas a la otra chica, quien ya tenía por enésima vez su verga tocando la campanilla, y la alzó hasta colocarla sobre él. Lo primero que hizo fue besarla; probar esos labios que antes habían degustado su pene, el cual estaba tan duro que creía poder clavar un clavo en una madera sin sentir dolor alguno. Fue bajando y marcando besos a lo largo de ese suave cuello hasta llegar a un par de tetas que (Marina lo perdone) eran una exquisitez. Sintió esos pezones tan duros y erectos que estuvo a punto de acabar de la emoción. Los mordió, los lamió y los succionó, mientras Sara le tiraba de los pelos y frotaba su vagina contra ese glande duro como el casco de un soldado.

Marina presintió que Jorge quería jugar un rato a solas con la hermana de Javier; a ella no le importó mucho, porque ya tenía con qué entretenerse. Mónica le estaba invadiendo el clítoris y cada rincón de su concha y, para colmo, podía sentir otra mano curiosa y desconocida explorándole el sexo al mismo tiempo. Con cada vez que esa lengua se movía hacia su agujero rosa, sus espasmos se volvían más fuertes y largos. Deseosa de transmitirle a esa persona la emoción que sentía, comenzó a revolverle el cabello y a estimularla presionándole la cabeza hacia abajo. La mano del desconocido se apartó tan rápido como había llegado pero la lengua seguía allí.

Al tener el cabello tan corto, Moni, podía sentir cómo esas uñas arañaban su cabeza intensamente, tenía la sensación de que le estaban marcando el cuero cabelludo. Las manos de la rubia bajaron hasta sus tetas, y allí se detuvieron. Poco después comenzaron a pellizcarle los pezones y arañar la superficie de los mismos. Su novio había dejado de chuparle la concha, pero estaba tan entretenida devorando la exquisita concha de esa angelical rubia, que le importó muy poco lo que Javier planeara hacer; con quien quisiera. Casi se mea de la emoción cuando escuchó a Marina gemir suave pero de forma continua. Las dos se estaban volviendo locas; Moni comenzó a penetrarla fuertemente con dos de sus dedos, sin dejar de darle chupones en el clítoris.

Javier se apartó unos segundos para desnudarse completamente, al regresar a la cama quedó desconcertado. «¿Qué está haciendo Moni?», pensó. Lo único que escuchaba eran gemidos de mujeres y hombres, cuchicheos y ruidos tanto de lamidas como de besos y de cuerpos chocando. Comenzó a buscar a tientas a su novia aferrando su dura verga con una mano todo el tiempo. Cuando tocó su culo se dio cuenta de que ella estaba en cuatro, aguardando por él; no dudó en abalanzarse y meterle su estaca en el primer orificio que encontrara a su paso. Humedeció la punta de su verga con saliva y fue a chocar directamente contra el culo. «Qué raro —pensó— normalmente es muy fácil metérsela por el culo; pero ahora lo tiene muy cerrado. Tal vez sólo necesite algo de estimulación extra». Decidió acariciar su clítoris.

Marina gozó con la invasión a su vagina. No dudó en agarrar ese cuerpo poseedor de esas grandes tetas; valiéndose de señas corporales indicó a la chica que la quería arriba, Moni entendió perfectamente y en cuestión de segundos se movieron en la oscuridad para formar un 69 perfecto. Mónica no podía creerlo, la chica de verdad le iba a devolver el favor, se lanzó contra su concha una vez más, y aguardó hasta que sintió que la lengua de Marina pudo encontrar la suya. Comenzó a sacudir su cuerpo en el afán de reprimir sus gemidos. Lo que más le excitaba de todo esto era saber que junto a ella podría estar pasando algo similar. Hasta fantaseó con la idea de que pronto Javier la descubriría y penetraría a Marina.

Sara deseaba que de una vez esa terrible estaca la penetrara; pero el sujeto jugaba con ella. Eso la hizo dudar, tal vez él fuera consciente de que todo esto era una locura total. Ella no podía estar engañando a su querido novio estando la misma habitación… en la misma cama ¿en qué momento había llegado a semejante punto? Se estremecía al sentir la rigidez de ese pene y la asustaba pensar que su pequeña e inexperta rajita no fuera capaz de contenerlo toda. Pero otro sector de su mente viajaba en la dirección opuesta, esa parte se estaba cansando de los mimos y besos; quería acción, quería que esa verga la abriera al medio y la invadiera; quería sentirla hasta la garganta, si fuera posible. No pudo luchar más contra la tentación, estaba tan cerca, su concha se abría de puro deseo, agarró esa gruesa verga con una mano y bajó. El dolor y el ardor que le provocó la penetración la obligó a buscar refugio en los macizos hombros de Jorge y tuvo que clavar sus dientes allí, para no gritar.

Lionel comprendió avergonzado que la vagina que había tocado no era la de su querida Sara, de haber tenido luz para verse al espejo hubiera visto a un chico rubio con las mejillas rojas como dos tomates. De todas formas le había quedado esa rica sensación en los dedos, los cuales olfateó de forma automática, esa chica estaba en celo y creyó reconocer el olor dulzón que desprendía Marina. Nunca había tocado a otra mujer que no fuera su novia y, a pesar de haberlo disfrutado, retomó la búsqueda de Sara. Gateó despacio por la cama, sabiendo que no podía estirar las manos hacia cualquier lugar, ya que podría tocar otra vez a la persona equivocada y ésta podría enojarse con él. Tanteó las cercanías sin atreverse a ir más lejos y sólo pudo tocar una pierna velluda y un trasero blando y carnoso, que no se asemejaba al de su novia. Frustrado se inclinó hacia su derecha para buscar algo de ropa debajo de la cama; casi de inmediato sintió unas manos acariciando su cola. «Volviste pendeja» pensó, hasta que algo rígido y húmedo se coló con gran velocidad entre sus nalgas e impactó directamente con el agujero de su culo. Lanzó un leve quejido por la sorpresa, pero a la vez experimentó un placer tan grande que hizo que se quedara allí, sumiso ante la situación. De pronto, la mano del que lo invadía, comenzó a toquetearlo, como si buscara su verga, cuando Lionel sintió esos dedos moviéndose ligeramente entre sus testículos se estremeció de gusto; esta nueva sensación activó un instinto sexual dormido, y en cuanto tuvo la sospecha de que el invasor retrocedería, él se apresuró a hacer lo mismo. Ese movimiento provocó que la verga erecta penetrara dolorosa, pero placenteramente, dentro de su culo. Gozó al sentir la forzada dilatación y la forma en la que el glande se habría camino hacia el interior, no fue una penetración profunda pero bastó para dejar en claro sus intenciones. No estaba pensando en lo que hacía, actuaba por puro instinto; pero sabía que él necesitaba más que eso. Era un secreto que no se animaba a contarle a Sara, hacía tiempo que fantaseaba con la idea de que algo irrumpiera en su culo; aunque fuera uno de los finos dedos de su novia. No sabía si era homosexual o no, pero no podía negar que ésta primera experiencia lo estaba volviendo loco.

Javier estaba más confundido que nunca, ¿En dónde carajo estaba metiendo su verga? Lo único que sabía con certeza es que no se trataba del culo de su novia, ya que ella no lo tenía tan apretado. En cuanto supo que no había una vagina escondida entre esas piernas, se sintió sumamente raro. ¡Estaba tocando una verga que no era la de él! Por alguna extraña razón, esto logró excitarlo mucho, incluso más de lo que hubiera sido si el culo perteneciera a Moni, tal como él lo esperaba. Lo que más lo desconcertó fue que el muchacho no se enojó ni se apartó, sino que hizo todo lo contrario; retrocedió forzando la penetración anal. «¡Impresionante!» pensó al sentir cómo su verga entraba en un culo tan apretado. No le llevó mucho tiempo identificar a quién pertenecía ese hueco, no cabía duda de que se trataba de Lionel. ¿Acaso al bonito novio de su hermana le gustaba la verga? Esa sí que era una gran sorpresa.

Jorge agradeció la sorpresiva actitud de Sara, nunca en su vida había probado una concha tan apretada, ni había sentido desde tan cerca el sufrimiento y el goce femeninos unificados en una sola acción. El hombro le dolió un poco después de la mordida, pero estaba dispuesto a tolerarlo, para poder disfrutar hasta lo más profundo de esa caverna. Se aferró a las nalgas de la chica y presionó hacia abajo, para que su verga se clavara aún más.

Sara volvió a morder el hombro de ese hombre tan varonil y fibroso que la estaba ultrajando en la mismísima cama de su hermano. Había otras personas que gemían y gruñían a pocos centímetros de su posición, y el estar desnuda, abierta y penetrada la hacía sentir vulnerable; pero a la vez segura, ya que la oscuridad la refugiaba. ¿Cómo explicaría lo que ocurría si alguien lo supiera? No tenía idea. Llevó su cabeza hacia atrás y la dejó colgando. Casi como si pudiera verla, Jorge se prendió a sus tetas con pasión, ella comenzó un lento sube y baja, acostumbrándose a la enorme virilidad de ese sujeto que la volvía loca. Amaba a Lionel pero había algo que su novio tenía poco: masculinidad. Ella necesitaba un hombre de verdad, un hombre duro, fuerte, fibroso y con una verga capaz de llenarle toda la concha, forzarla a dilatarse hasta límites nunca experimentados, y capaz de perforarla hasta lo más hondo de su ser. Quería que Jorge la partiera al medio, y no le importaba nada. Cuando su vagina estuvo lo suficientemente dilatada como para albergar la mitad de esa columna de carne, buscó la boca de su macho… al menos ahora era de ella. Ambos se unieron en un frenético e intenso beso y ella se esforzó por reprimir el dolor para sólo dar lugar al placer más íntimo.



La cama desbordaba sexo, la situación era un caos total y ya todos sabían perfectamente que ocurría, estaban siendo partícipes de una especie de orgía improvisada. Javier y Lionel no eran del todo conscientes de que estaban dando un paso sumamente importante en sus vidas. Lio se inclinó hacia adelante guiado por sus instintos y de ésta forma pudo relajar su cuerpo para que el rígido pene de Javier lograra adentrarse un poco más. No pensó en lo que los demás pudieran opinar de su actitud, sólo sabía que estaba teniendo, por primera vez en su vida, la oportunidad de cumplir una fantasía oculta y prohibida. Que Javier se esforzara por clavársela indicaba que él no lo juzgaría; ambos buscaban lo mismo: placer. El muchachito rubio nunca había sentido su verga tan dura, creía que en cualquier momento iba a acabar sin siquiera tocársela. Escuchó gemidos de mujer justo delante de su cara, y tuvo la sospecha de que se trataba de su novia. «¿Qué estará haciendo ella?», se preguntó, mientras el pene de su cuñado retrocedía y volvía a clavarse dolorosamente dentro de su culo. «Que se la cojan —pensó—, que se la cojan y que me cojan a mí también. A la mierda con todo».

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