El Vicio de Escribir [02].

 


El Vicio de Escribir [02].

Evolución Conceptual.


Al momento de escribir estas palabras, puedo decir que llevo unos quince años (aproximadamente) escribiendo relatos eróticos, de forma totalmente amateur. Nunca me consideré una profesional en la escritura, y tal vez nunca llegue a serlo; pero siempre me preocupé por mejorar.

Cuando junté coraje y empecé a publicar mis escritos, lo hice con la única intención de que otras personas pudieran disfrutar de esas historias. La primera vez que publiqué un relato en internet fue el 4 de Abril de 2011, se titula “Problemas con mi Hijo”. 

Hoy en día, al leer esa historia, me doy cuenta de lo mucho que evolucionó mi concepción acerca de lo que debe ser un relato erótico. Ya no los veo de la misma forma que antes.

En aquel entonces para mí un relato erótico no era más que un rejunte de escenas sexuales, que no necesitaban ser más que eso. Los personajes eran muy simples, y solo estaban como excusa para poder narrar aquella escena erótica que tenía en mente. No me molestaba en darles mucha profundidad.

En aquel entonces me costaba mucho elaborar una simple oración, o darle coherencia a un párrafo. Mucho menos me podía poner a profundizar demasiado en los personajes y en sus problemáticas; pero desde el principio ya se notaban esas semillas de lo que más adelante definirían mi propio estilo narrativo.

Con el tiempo mi percepción acerca de lo que podía ser un relato erótico, creció mucho. El primer paso llegó con mi primera serie larga: “Ayudando a Mamá”. Allí, a lo largo de ocho capítulos, le di un poco más de rienda suelta a las problemáticas internas de los personajes, sin centrarme solamente en las escenas sexuales. Aunque, claro, había al menos una escena de sexo en cada capítulo. Además intentaba apurar el desarrollo de las temáticas no-sexuales, para que en el clímax erótico llegara lo antes posible. Con los años me di cuenta de que esto es un error, ya que al tener personajes mejor definidos, a los que les ocurren cosas más allá del sexo, las escenas eróticas se disfrutan mucho más. 

El siguiente paso en la evolución llegó cuando empecé a escribir “Me niego a ser Lesbiana”. En esta historia me permití profundizar aún más en la personalidad de los personajes, especialmente con la protagonista, Lucrecia. Cuando comencé con esta historia no creí que tuviera más de 7 u 8 capítulos; pero llegó a tener 32, varios de ellos muy largos. Además, una vez terminada la historia, comencé a hacer una reedición, titulada “Venus a la Deriva”. 

¿Por qué ocurrió esto? La respuesta sencilla es: Porque me enamoré de los personajes. De a poco empecé a tomarle mucho cariño a todos los personajes que habitaban el mundo de Lucrecia (especialmente a ella misma). La historia dejó de ser un simple relato erótico lésbico, para convertirse en las “Aventuras y desventuras de Lucrecia, y sus amigas”. El sexo siguió presente, pero fue quedando cada vez más como un detalle de fondo. Ya no era la rueda que hacía avanzar la historia. Incluso en esta serie llegué a  hacer algo que nunca había hecho antes: publicar un capítulo sin escenas de sexo

Este fue un gran punto de quiebre en mi concepción de los relatos eróticos. Antes me parecía inconcebible publicar un capítulo en el que no hubiera al menos un momento sexual. Al fin y al cabo estaba escribiendo relatos eróticos. Por esto a veces los capítulos de esta serie se hacían muy largos, para poder llegar a esa escena sexual, sin perder el desarrollo en la trama. Pero llegado este capítulo en particular, que marcó un antes y un después, pude reflexionar mejor sobre todo este asunto. Llegué a la conclusión de que no necesitaba ninguna escena sexual. Lo publiqué así, pensando que recibiría una montaña de quejas; pero ocurrió todo lo contrario. A mucha gente le gustó ese capítulo y confesaron que leían la historia de Lucrecia más allá de las escenas eróticas. Lo que les agradaba leer era lo que le ocurría a la protagonista, y cómo ella se desenvolvía en el mundo. 

Por eso mismo, cuando llegó el momento de hacer la reedición, cambié totalmente el “chip”. Los capítulos empezaron a ser más cortos, lo que antes era un solo capítulo, ahora podían ser tres o cuatro. ¿Por qué? Porque ya no me preocupaba que hubiera sexo en todos y cada uno de los capítulos. Al fin y al cabo estaba narrando una historia larga, eventualmente llegarían esas escenas eróticas. No había necesidad de apurar el desarrollo. Así le daba tiempo a los personajes a crecer, y al momento de narrar las escenas sexuales, el lector podía sentir una conexión más directa con ellos. 

Ahora no puedo pensar en un relato erótico como un rejunte de escenas sexuales, que solo debe centrarse en el sexo, o en una sola línea argumental. Desde que comencé con la reedición de “Me Niego a ser Lesbiana”, mi percepción sobre los relatos eróticos cambió mucho. Puede que haya algunos que se centren más en los aspectos sexuales; pero los que más disfruto escribir son aquellos relatos que se abren hacia otras posibilidades, y que se centran más en el desarrollo de los personajes.

Dejé de ver los relatos como “capítulos con sexo”, y empecé a verlos de una forma mucho más amplia, en la que cada capítulo aporta al desarrollo de la trama, o bien abre nuevas aristas para contar alguna historia secundaria. Ahora entiendo a los relatos como un conjunto, donde cada capítulo no es más que una pieza en la historia general. Los capítulos son pequeñas partes de un todo.

Así fue como encontré mi propio estilo narrativo



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