La MILF más Deseada [21] [FINAL].

 


Modelo de la Foto: Cherie DeVille.


Capítulo 21 [FINAL].



—1—


A pesar de todas las morbosas experiencias sexuales que disfrutó en su vida, Diana nunca imaginó que llegaría al punto en el que se encuentra hoy en día. Se siente más libre que nunca, lejos del acoso de los problemas económicos y con la seguridad necesaria para encarar nuevas aventuras, cuando éstas se presenten. Sin embargo lo que más alegría le genera es poder mantener una relación muy especial con su hijo; tanto a nivel profesional como sexual. Julián se convirtió en su socio, fotógrafo y amante. Desde que su hijo habló con sus amigos sobre cómo los usaría con fines económicos, Diana empezó a notar un gran cambio de actitud en él. Ya no parecía molestarle que su madre se acostara con otros hombres. Ahora Julián tenía la certeza de que él, y nadie más que él, podía brindarle a Diana sensaciones únicas y morbosas. 

Si bien no todos los días sacaban fotos, para vendérselas a la empresa alemana, el sexo se había convertido en una constante. A Diana le encantaba que su hijo apareciera de pronto, mientras ella estaba en la cocina, o limpiando, y que la arrimara por atrás, sobandole las tetas y acomodando la pija para metérsela completa en la concha… o tal vez por el culo. Ella no oponía ninguna resistencia ante estos arrebatos sexuales de su hijo; al contrario, le fascinaba verlo tan excitado. Para Diana era una bendición tener a un amante tan joven y vigoroso viviendo bajo su mismo techo.

Después de una semana de esta rutina de sexo, con dos o tres sesiones al día, Diana se dio cuenta de que nunca antes había estado sexualmente tan activa con una misma persona. Ni siquiera con su difunto marido. Eduardo no tenía la energía de Julián para llenarle la concha de leche por la mañana y romperle el orto por la noche. 

Ella aprovechaba para dejar salir su “rutina de madre puta”, que no era falsa en absoluto. A Diana le encantaba decirle a Julián cosas como: “Mami quiere que le des de tomar la lechita”, o se abría de piernas y decía: “Vení, mostrale a mamá lo que sabés hacer con esa verga tan linda”; lo que más excitaba a Julián era cuando ella se ponía en cuatro, se abría las nalgas con las manos y decía: “Vení, mi amor, tu mami quiere que le rompas el orto”. Al escuchar esas palabras, Julián era incapaz de pensar, actuaba por puro instinto sexual, con la verga completamente rígida. La clavaba en ese hermoso culo, que tantos hombres deseaban, y le daba con todo. No necesitaba contenerse, Diana podía aguantarlo perfectamente, su culo ya estaba bien entrenado para soportar esa clase de castigo. 

Por supuesto, a veces era ella quien buscaba los placeres sexuales que podía brindarle su hijo. Su táctica solía ser muy simple y efectiva: se acercaba a Julián mientras él estaba sentado en el sofá, jugando con la PlayStation y empezaba a chuparle la verga, sin previo aviso; hasta que él perdía la concentración en el juego. La rubia siempre ganaba, una vez que Julián tenía la pija bien dura, ya no podía pensar en otra cosa que arrojar a su madre en el sofá y metérsela por algún agujero. A veces ella se abría las nalgas y le suplicaba que le diera por el culo, en otras ocasiones lo dejaba elegir. 

Los negocios con la empresa alemana estaban marchando mejor que nunca, ya estaban ganando un dineral. Diana no quería gastar demasiado, porque que no sabía cuánto tiempo podrían seguir lucrando de esta manera; pero al menos se permitieron algunos lujos, como cambiar la heladera, por una más grande y potente; y comprar un aire acondicionado nuevo para el dormitorio de Julián. También compraron una nueva cámara profesional, para las sesiones de fotos. Julián se emocionó mucho al recibirla y pasó horas probándola, con su madre como modelo. Se pasó todo el rato recitándole a Diana todas las ventajas que traía la nueva cámara y a pesar de que ella solo entendía la mitad, y la otra mitad no le importaba, dejó que su hijo disfrutara el momento. Al fin y al cabo a ella le encantaba verlo feliz y la cámara les permitiría obtener fotografías de mejor calidad, que serían muy bien pagadas.

A pesar de que la pasaba muy bien dentro de su casa, con Julián, Diana también tenía otras personas en mente… mejor dicho: otras vergas. Porque si pensaba en alguien más era solo con fines sexuales. 

Conoció a Daniel y a Matías en la playa, no sabía mucho de sus vidas, pero ya había disfrutado de una espléndida noche de sexo con los dos… al mismo tiempo. Si bien esta experiencia la vivió recientemente con los amigos de su hijo, Esteban y Lucho no estaban ni cerca de mostrar la pericia sexual que poseían Daniel y Matías. Al principio Diana creyó que era mentira esa historia de que los dos amigos playeros acostumbraban acostarse con mujeres maduras; sin embargo ya estaba convencida de que era real… al fin y al cabo ella misma era una de esas mujeres maduras que sucumbió al encanto de estos tipos. Durante las últimas semanas estuvo intercambiando mensajes de texto con Daniel, y fotos… muchas fotos. La mayoría eran de ella con algún consolador metido en la concha o en el culo. 

Julián no se sorprendió cuando su madre le mostró el video completo de la noche que pasó con Daniel y Matías. Desde que él supo que a Diana le gustaba mentir acerca de la virginidad de su culo, sospechó que aquella noche hubo abundante sexo anal. Y así fue, durante los últimos cuarenta minutos de video los dos tipos no hicieron otra cosa que turnarse para romperle el orto a esa despampanante rubia. Diana los recibió en cuatro, sobre una cama, y en lugar de pedirles que fueran suaves, suplicó para que se la metieran con más fuerza. 

—¿Cuántas pijas pasaron por este culo? —Preguntó Daniel en ese video, mientras le metía la verga a la rubia.

—Muchas… no las conté…

—¿Y alguna vez te cogieron entre más de dos?

—Hubo veces que me dieron entre tres… la pasé genial.

—Uf… si hubiera sabido que eras tan puta, hubiera invitado otro amigo.

Mientras miraban esas imágenes, Julián hizo con su madre lo mismo que esos tipos, le demostró que él también era capaz de brindarle mucho placer anal. 

Durante estos días de desenfreno sexual, Diana recibió una invitación que no pudo rechazar. Le llegó a través de un mensaje, en el celular. Se trataba de una foto de dos pijas erectas: la de Daniel y la de Matías. Se adjuntaba un mensaje que rezaba: “Vení este sábado a mi casa, y te vas a comer todo esto”. 

En esta ocasión Diana no tuvo que ser evasiva con su hijo, le dijo bien clarito que ella pasaría la noche en la casa de Daniel, y que se la cogerían entre dos. Estaba muy entusiasmada por eso. Julián, en lugar de iniciar una disputa, pensó en su futuro económico. 

—Al igual que con los videos de Lucho y Esteban —le dijo a su madre—. También podemos venderle a los alemanes la grabación de lo que vos hagas con esos tipos… podrías pedirle permiso para…

—¿Permiso? Dejo que me cojan gratis, no necesito pedirles permiso. Además, en el video anterior, a ellos no se les ve la cara… y en caso de que así sea, se puede censurar.

—Sí, eso es fácil de hacer. Esta vez podrías llevar una cámara de mejor calidad. No te presto la nueva, porque tengo miedo de que la rompan… pero podés llevarte la que yo usaba antes. Te la dejo configurada para filmar.

—Perfecto, seguramente eso se va a ver mucho mejor que lo que grabé la última vez.

Además de prestarle una cámara, Julián ayudó a su madre a elegir un atuendo muy sexy para ese sábado. Diana salió de su casa con un vestido de un intenso color magenta, el diseño era sencillo pero a ella le encantaba cómo sus grandes tetas parecían estar en libertad. La parte que sostenía sus pechos era similar a un pequeño bikini, y se le marcaban mucho los pezones. El vestido se ceñía a su cuerpo curvilíneo, como si estuviera pintado. Lo mejor de todo era que el vestido terminaba justo donde sus nalgas se unían a sus piernas. Eso le daba un aspecto sumamente sexy y si no prestaba mucha atención, al agacharse un poco, o al sentarse, podría exponer lo que había debajo… y debajo no había más que piel. Diana se sentía tan segura de sí misma que decidió no usar ropa interior. 

Durante el trayecto en taxi, Diana ignoró al conductor, a pesar de que este intentó sacarle conversación más de una vez. Ella no estaba interesada en coquetear con él, lo veía como una pérdida de tiempo y energía, se estaba reservando para pasar una gran noche con dos tipos que eran capaces de satisfacerla. Bajó del vehículo teniendo cuidado de que su vagina no quedara expuesta en ningún momento. 

Daniel y Matías la recibieron con los brazos abiertos y no perdieron la oportunidad de meterle la mano debajo del vestido, para comprobar que la rubia tenía la concha húmeda. Mientras le metía dos dedos por el agujero vaginal, Daniel le dijo:

—Cómo se nota que te morís de ganas de comerte una buena pija.

—O dos… —respondió ella, acariciando el paquete de Matías.

—¿Solamente dos?

—¿Por qué? ¿Tienen alguna sorpresita para mí?

Después de la breve charla que tuvieron la última vez, sobre la cantidad de pijas que se había comido Diana al mismo tiempo, ella supuso que esta vez Daniel y Matías la estarían esperando con un tercer pene para degustar. Eso era lo que la tenía tan contenta. Quería rememorar las viejas épocas con el Tano, cuando se ofrecía como depósito de semen para tres tipos al mismo tiempo y dejaba que le llenaran todos los agujeros. 

—Puede ser que haya alguna sorpresita —dijo Daniel—. Pero primero es mejor ir calentando los motores. ¿No te parece?

Ahí nomás, en el living, Daniel y Matías liberaron sus pijas. Diana apoyó las manos contra el respaldo de un sofá y como no tenía ropa interior, quedó totalmente expuesta. Nada impidió que Daniel le metiera la verga, completamente erecta, hasta el fondo de la concha. Eso le gustó a Diana, le encantaba que la tomaran por sorpresa y que se la metieran sin demasiado preámbulo. Muchas mujeres adoran el “juego previo”, y a ella también le gusta; pero hay ocasiones, como ésta, en las que prefiere que le claven la pija de una buena vez por toda y que le den fuerte. 

Mientras Matías se sacudía el miembro, como un mono en una rama, dijo:

—Con Dani nos cogimos varias veteranas putas… pero ninguna se deja coger tan fácil como vos. A todas las demás tenemos que charlar durante una hora, como mínimo, para que empiecen a abrir las piernas…

—A mí no me gusta andar con vueltas —dijo Diana, disfrutando de las embestidas de Daniel—. Hace unos años me hacía un poco de drama por entregarme tan fácil; pero ya no. Tengo muy asumido que soy puta… y me encanta. 

La líbido de la rubia ardió. Por más que ésta fuera la tercera vez que veía en persona a estos dos tipos, no dejaban de ser meros extraños. Se estaba abriendo ante ellos, sexual y emocionalmente. Les había confesado algo que la atormentó durante años. Ella luchó contra la realidad, no quería admitir que era puta y que el sexo le fascinaba, no quería que esas horribles mujeres que tanto la criticaban tuvieran razón. Pero sí la tenían, y ya no le importaba. Ella era feliz, aferrándose a ese sofá, recibiendo una dura pija, y sabiendo que pronto le meterían otra. 

Eso no tardó en pasar. Daniel tenía muchas ganas de seguir cogiendo a la rubia; pero sabía que tenía toda la noche para hacerlo. Le cedió su lugar a Matías y éste tomó de los pelos a Diana y la clavó como si fuera un actor porno.

—¡Ay, justo me acordé! —Dijo ella—. Traje una cámara… quiero que me graben.

—¿Te calienta que te graben mientras cogés? —Preguntó Daniel.

—Sí, mucho… me gusta tener recuerdos de estos momentos, para mirarlos más tarde, en mis sesiones pajeras.

—Uf… me encanta cuando las mujeres dicen que se hacen la paja… muchas son pudorosas con ese tema.

—Yo no. Soy re pajera… me encanta mandarme dedos… especialmente si tengo algún buen estímulo visual.

Cumpliendo los caprichos de la rubia, Daniel prendió la cámara y comenzó a grabar todo. No era ningún experto en la tarea ni contaba con los conocimientos en fotografía de Julián; pero su instinto sexual fue una buena guía. Se centró más que nada en capturar las expresiones de placer del rostro de la rubia, para luego bajar y mostrar cómo la pija de Matías se hundía entre esos carnosos labios vaginales. 

Diana estaba ensimismada, disfrutando de los placeres sexuales que le brindaba su amante de turno, cuando vio que alguien más se le acercaba por la derecha. No podía ser Daniel, ya que él estaba del otro lado, manteniendo la cámara firme. A pesar de la repentina aparición, la rubia no se sobresaltó. Sonrió con naturalidad y dijo:

—Me imaginé que después de la charla de la última vez me iban a dar una sorpresita como esta.

Se deleitó mirando al recién llegado, un muchacho de piel oscura y pelo muy corto, con los pectorales y los abdominales incluso más marcados que los de Daniel. Diana supuso que el muchacho debía ser brasileño, porque la saludó con un acento extraño. Le resultó morbosamente atractivo. 

—En realidad —dijo Matías, sin dejar de meterle la pija—, la sorpresa es más grande de lo que vos te imaginás. 

Justo cuando Diana estuvo a punto de preguntar a qué se refería, miró hacia atrás y se encontró con otro tipo… y otro más. Contando a todos, había un total de seis hombres dentro del living de esa casa.

—Ah no… —dijo la rubia, apartándose de Matías. La verga quedó fuera de la concha y se sacudió como si estuviera viva—. Nunca dijeron que iban a ser tantos…

—¿Qué pasa, rubia? ¿Ahora te dan miedo las pijas? —Preguntó Daniel, sin dejar de filmar. Enfocó la cara desencajada de la mujer que, con las tetas bien erguidas, miraba a cada uno de los presentes.

Se trataba de tipos similares a Daniel: todos tenían cuerpos marcados, ninguno llevaba camiseta, para poder lucir sus abdominales, que parecían tallados en piedra. Ninguno de ellos superaba los treinta años. Diana supuso que Daniel y Matías los habían conocido en el gimnasio. 

—Te hiciste fama de putita —dijo Matías, con una sonrisa picarona—. ¿Qué pasa? ¿Ahora te tirás para atrás?

—Es que… son muchos. Con tantos no me animo. Me puedo bancar tres… eso ya lo hice. Pero… ¿seis? Me parece una locura. 

—Si te bancaste tres pijas, te podés bancar seis —dijo Daniel. Los demás no opinaban, parecían reconocer que allí los únicos que podían convencer a la rubia eran los dos que ya se la habían cogido—. Al fin y al cabo no te vamos a meter más de tres a la vez.

—Así es. Una en la boca —Matías levantó un dedo, enumerando lo que decía—. Otra en la concha… y la tercera por el orto, ya que te gusta tanto. 

—No… no… porque me van a partir al medio. No puedo aguantar tanto… tengo más de cuarenta años.

—Y mucha experiencia comiendo pijas —añadió Daniel. 

Matías se colocó detrás de Diana y acomodó su verga, hizo que la rubia se inclinara un poco hacia adelante y la clavó. Diana lamentó que eso le hubiera causado tanto placer, porque se le escapó un gemido. Esta fue la señal que todos estaban esperando. Los cuatro recién llegados se quitaron el pantalón, demostrándole que todos estaban bien equipados para la tarea. El brasileño se le acercó y le puso la verga muy cerca de la cara.

—Esperen… esperen… —dijo Diana, mientras Matías aceleraba el ritmo, haciendo que las tetas de la rubia saltaran para todos lados—. Se las chupo… a los seis; no tengo drama con eso. Pero no me metan todas las vergas… me van a romper toda. 

—Vos empezá a chupar, después vemos —dijo Daniel.

Matías la obligó a inclinarse todavía más. Diana, resignada, agarró la verga del morocho. Era bastante grande y eso le hizo perder la poca compostura que le quedaba. Le daba miedo que se la cogieran entre tantos, pero al mismo tiempo la hacía sentir como una puta. De pronto deseó que su marido estuviera vivo, y poder seguir con el juego que habían dejado pendiente. Le hubiera gustado que Eduardo estuviera presenciando ese momento, ella le diría: “Mirá, cornudo… me van a garchar entre seis. Si no salgo recontra puta después de esto… ya no sé qué más tengo que hacer”. 

Diana empezó a devorar vergas, ni siquiera se molestó en preguntar los nombres de esos tipos. Para ella eran “pijas anónimas”. No estaba ahí para hacer relaciones sociales, sino para que se la cogieran. 

“Bueno, Diana —se dijo a sí misma—. Vos te metiste solita en este quilombo… de acá vas a salir con el culo bien roto”. 

Uno se la estaba cogiendo, ya no sabía cuál, porque la rodearon entre todos y ella solamente podía ver pijas, testículos y pectorales. Ni siquiera tenía tiempo para levantar la mirada. Por su boca desfilaba una pija detrás de la otra. Lo único que podía asegurar era que ya no se la estaba cogiendo Matías, esta verga se sentía diferente… ni mejor, ni peor; solo diferente. 

Sabía que al permitir que ese tipo se la metiera, le estaba dando permiso a todos los demás para hacer lo mismo; sin embargo Diana ya se estaba resignando. Los miembros masculinos que tenía a disposición eran más que apetecibles, ella había sido entrenada para comerse dos o tres a la vez. Si ponía mucho empeño, podría hacerse cargo de los seis. Lo único que temía era que su cuerpo no resistiera tanto castigo.

Cuando Daniel se colocó detrás de ella, no buscó la concha, sino que empezó a dilatarle el culo, a base de empujar su verga contra el agujero. 

“Ya me están preparando”, pensó la rubia. Ella creyó que las penetraciones anales tardarían un poco más en llegar, supuso que guardarían eso para cuando ella ya estuviera completamente entregada. La verga de Daniel no entró completa, pero de haber insistido un poco más, lo hubiera logrado. 

Diana se puso de rodillas en el piso, para que no la penetraran. Aún necesitaba un poco de tiempo para mentalizarse. Los tipos la rodearon y ella tenía un festín de penes al alcance de la mano. Sonrió con genuina alegría, no sabía cuál chupar primero. Decidió tragar el del morocho brasileño, que le parecía particularmente encantador. Le mostró su talento para la garganta profunda y luego repitió el acto con una segunda verga. 

—¿Vieron? —preguntó Daniel—. Les dije que esta puta se vuelve loca cuando ve una buena pija. 

Esas palabras le causaron mucho morbo a la rubia, le recordaron las humillaciones a las que la sometía el Tano. Eran parte de un juego sexual, y ella lo sabía. Mostró más entusiasmo en los petes y cuando estuvo preparada se puso en cuatro sobre uno de los sillones. 

—Está bien —dijo, ya resignada y mentalizada—. Sé que me van a coger entre todos, de eso no puedo zafar. Yo me dejo garchar, es cierto que soy muy puta y que me encanta la pija. Cójanme por todos los agujeros; pero les pido una sola cosa:

—¿Qué cosa? —Preguntó Matías.

—Cuando yo diga “basta”, es basta… pero no se preocupen, voy a intentar aguantar todo lo posible. 

—Trato hecho —dijo Daniel.

—Bien… ahora, vení vos —le dijo al brasileño—. Haceme el orto de una vez… así ya me queda bien dilatado. Sé que me la van a meter mucho por ahí. 

—¿Y vos estás de acuerdo con eso? —Quiso saber Daniel.

—Sí, claro… me encanta que me la metan por el culo. Aunque nunca me metieron tantas pijas en un mismo día. 

El brasileño ya había recibido su invitación y no pretendía esperar a que se la repitieran. Tenía la pija dura como un garrote, uno de sus compañeros le pasó un pomo de lubricante. Se embadurnó el pene e hizo lo mismo con el culo de la rubia. Mientras esperaba, ella ya se había prendido a otra pija y la estaba chupando con devoción. Esto le sirvió para no gemir tanto mientras el morocho se la enterraba por el orto. 

Una vez que ella estuvo bien dilatada, empezó la verdadera diversión. Daniel se esmeró para capturar el momento en cámara y los otros se acercaron a Diana y le ofrecieron sus pijas. Ella las fue chupando una por una, tomando breves pausas para gemir y cambiar el aire… ese tipo sí que le estaba dando con ganas, y le encantaba. Tenía la concha cubierta de una mezcla entre lubricante natural y artificial, se sentía como un perro salivando ante un plato de comida. Esa humedad vaginal se debía, sin dudas, a la ilusión que le hacía que todas esas pijas pasaran por ella. El miedo ya se estaba disipando. Los tipos parecían tener experiencia en esto del sexo grupal, ella no podía saber si alguna otra vez se habían cogido a una mujer entre todos; pero al menos sabían esperar por su turno. No intentaban metérsela todos a la vez. 

Luego de unos minutos Diana pidió un breve cambio de escena. Hizo que uno de los tipos se sentara en el sofá, y ella se sentó sobre su verga, permitiendo que se le metiera hasta el fondo del culo. Separó las piernas y dijo:

—Si me van a garchar entre todos, quiero mucha doble penetración. Me encanta que me llenen los agujeros de pija. 

Hubo un murmullo entre los presentes, estaban fascinados por la actitud sexual de la rubia. Uno de ellos se adelantó y colocó su pija en la entrada de la concha y empezó a darle sin misericordia. Esta vez ella empezó a gemir con ganas… eran gemidos reales, que partían de lo más hondo de su ser. Estaba tan excitada que preveía algún orgasmo en un futuro muy próximo. Esperaba que esos hombres la llevaran muchas veces al climax sexual.

Siguieron dándole por todos los agujeros. Llegó un momento en el que ya no pudo distinguir una verga de otra. La hacían girar, pararse, acostarse, sentarse… una verga por la izquierda, otra por la derecha… una tercera por el culo y hasta su concha recibía la visita de alguna. Sus tetas saltaban para todos lados, siempre y cuando alguno de los tipos no decidiera apretujarlas un rato. 

Estaba viviendo una de las experiencias sexuales más morbosas de su vida. Si a lo largo de su vida ella había hecho una carrera para convertirse en puta, sin dudas ésta era su graduación… y pensaba superarla con todos los honores. 

Ella misma suplicó que le dieran fuerte por la concha, o por el orto, y cuando las primeras eyaculaciones llegaron, las recibió con la boca abierta, sin que nadie le dijera nada. 

Los tipos hicieron pausas para descansar y refrescarse un poco, con unas cervezas bien frías. Incluso le dieron la oportunidad a Diana de descansar unos minutos. Ella se pasó por el living completamente desnuda, tomando cerveza y recibiendo algún que otro manoseo. Pero después de estas pausas volvieron al ruedo. Bastaba con que a uno de ellos se le pusiera dura la pija otra vez para que Diana se sentara sobre él y empezara a montarlo. Luego se acercaba otro que se la metía por el agujero que tuviera disponible y apenas unos segundos más tarde ya tenía que estar intercalándose para chupar dos o tres pijas. En todo momento había alguien filmando. Ocasionalmente ella miraba hacia la cámara y sonreía, para demostrar que estaba muy a gusto con la forma en la que se la estaban cogiendo.

Unas horas más tarde, Diana ya había perdido completamente la noción de tiempo, lugar y espacio. Estaba agotada, muy cerca de su límite. Era como una muñeca de trapo a la que seis tipos movían a su antojo para donde quisieran. Ella ya no tenía voluntad. Las vergas entraban y salían por todos sus agujeros. Si le pedían que chupara una, ella abría la boca; si debía entregar la concha, se limitaba a separar las piernas; si alguno le quería romper el orto, se ponía en cuatro y esperaba a que le dieran con todo. 

Su cuerpo estaba pegajoso por la mezcla de sudor y semen que la cubría. Estaba bastante borracha, la habitación se nubló y los rostros le parecieron todos iguales. Lo único que podía sentir eran las penetraciones, que no cesaban. Cualquier mujer hubiera pensado que después de recibir tantas cogidas, una detrás de otra, ya no sería capaz de sentir placer. A pesar de estar sumergida en una nebulosa semi inconsciencia, Diana seguía disfrutando de las penetraciones. Se encontraba en una especie de nirvana sexual que nunca antes había experimentado. 

Cada vez tenía menos fuerzas para moverse y ya no le importaba si se la metían por la boca o por el culo… ni quién lo hacía. Ella simplemente estaba tirada allí y dejaba que todos la usaran. Ocasionalmente tomaba un sorbo de cerveza helada, para aclarar un poco la garganta… y para poder seguir produciendo saliva, porque debía seguir chupando esos gruesos y venosos penes anónimos. 

No podía pensar en nada, simplemente se dejó llevar por la corriente y disfrutó de los sentimientos más primitivos. Le gustaba que esos tipos la usaran como si fuera un trapo, para dejar caer chorros de semen sobre ella. 

La siguieron cogiendo hasta que ella dijo, casi en un susurro: “No puedo más”. 

Para su sorpresa, los tipos respetaron su voluntad. Tal vez notaron que lo decía en serio. Ella no podía ver en qué estado se encontraba, pero se imaginó que era desastroso. Seguramente tendría semen en el pelo… el de la cara podía sentirlo. Le dolían las tetas, de tanto que se las habían apretados, la concha le ardía un poco; pero lo que más le dolía era el culo. No podía asegurar cuántas veces le habían enterrado pijas por ahí; pero fueron muchas. Sin embargo era un dolor tolerable, los tipos se la cogieron por todos lados, y en ocasiones le dieron con bastante fuerza; sin embargo nunca dejaron de ser cuidadosos. 

La levantaron por debajo de los brazos, ella abrió los ojos y se dio cuenta de que se trataba de Daniel y Matías. Entre los dos la llevaron hasta el baño y la dejaron debajo de la ducha. El agua fría la hizo incorporarse violentamente; pero se le pasó en unos segundos. Era solo su instinto de supervivencia activándose ante un potencial peligro. Cuando supo que no había riesgo alguno, se relajó y disfrutó del agua fresca que lavó su cuerpo. Los dos tipos incluso tuvieron la amabilidad de lavarle el pelo con shampoo. Ella aceptó el gesto con una grácil sonrisa, y mantuvo los ojos cerrados todo el tiempo. 

Después la secaron y la llevaron, de la misma manera, hasta otra habitación. Cuando sintió que su cuerpo caía en un colchón, y su cabeza sobre una almohada, se durmió casi al instante.


—2—


La rubia despertó nueve horas más tarde. Aún le dolía el cuerpo, y tenía una resaca de campeonato; pero estaba feliz. Recordaba todo lo ocurrido durante la noche y no permitiría que un simple dolor de cabeza le arruinara el momento. 

Miró la mesita de luz que estaba junto a la cama y se encontró con su celular y la cámara, descansaban sobre su vestido prolijamente doblado. En su teléfono una lucecita parpadeaba, indicándole que tenía un nuevo mensaje. Lo leyó, sabiendo que se trataba de Julián. Decía: “Mamá ¿estás bien? ¿A qué hora volvés?”. No era un mensaje muy viejo, tenía tan solo dos horas. Ella le respondió en un mensaje de audio, para que se quedara tranquilo.

—Estoy bien, hijo. En un rato voy para casa. Te quiero mucho.

Julián le escribió casi al instante.

—¿Qué tal la pasaste? —Le preguntó.

—Muy bien, después te cuento.

Contestó ella, esta vez en un mensaje de texto. 

Salió de la cama y se puso el vestido, sus zapatos estaban junto a la puerta de la habitación; se calzó y salió. Al principio le costó orientarse, solo había estado en esa casa una vez. Sin embargo el lugar era pequeño y en cuanto encontró el living se sintió más tranquila. Le sorprendió que allí no hubiera nadie. 

Sobre la mesa vio un juego de llaves y un papel que decía: “Nos fuimos a la playa, podés venir o podés irte a tu casa. Si te vas cerrá con llave. Llevatela, me la devolvés otro día”. Estaba firmada por Daniel. 

A Diana le sorprendió que ese tipo le tuviera tanta confianza como para dejarle las llaves de su propia casa, ella podría robarle algo o bien hacerle una copia para que alguien entre en otro momento. Pero Daniel no parecía ser la clase de tipos que desconfían de la gente, y a su vez a ella le pareció confiable. Juguetón, pero inofensivo. Por eso se animó a pasar dos noches de frenesí sexual con él y sus amigos… y probablemente habría una tercera. Eso quedaba implícito con la llave. Ese “Me la devolvés después” solo podía significar una cosa: “Cuando vuelvas, te vamos a coger otra vez… entre todos”. Diana sintió que se le humedecía la concha de sólo pensarlo. Pero ese día ya no estaba para sexo, había agotado toda su energía. Decidió volver a su casa. 

Al regresar le dio un fuerte abrazo a Julián.

—¿Te preocupaste mucho? —Le preguntó.

—No, porque imaginé que estabas con gente de confianza.

—Sí, se puede decir que son de confianza. Me trataron super bien. La pasé genial… la mejor noche de sexo de mi vida. Bueno, casi… digamos que fue mi mejor experiencia sexual, sin contar las que tuve con mi hijo.

El pecho de Julián se infló de orgullo al escuchar eso.

—¿Grabaron algo? —Preguntó. Lo que más lo carcomía era la necesidad de saber qué había ocurrido.

—Sí, imagino que está todo grabado. —Le entregó la cámara—. Si lo querés mirar ahora, lo vas a tener que hacer solo. Yo estoy destruida, nada de sexo por unos días. ¿Está claro?

—Pero…

—Lo digo en serio, Julián. Cuando veas el video vas a entender por qué. Necesito unos días de descanso. Me dieron tanto por el orto que no me voy a poder sentar derecha por una semana —soltó una risita picarona—. Pero valió totalmente la pena. 

—Está bien, nada de sexo por unos días. 

—Ni fotos… creo que ya tenemos material más que suficiente para unos meses.

—Sí, eso puede esperar. Además… tal vez les pueda mandar este video.

—No lo sé… tal vez sea un material demasiado fuerte… pero bueno, sé que hay páginas porno que publican esa clase de videos. Si lo aceptan, pediles mucha plata… si van a ganar dinero viendo cómo me rompen el orto, yo me quiero llevar una buena parte. 

Diana se fue a su pieza y se acostó. No sabía que hacer, tenía que entretenerse con algo que no tuviera nada que ver con el sexo. Se le ocurrió leer algo; pero la resaca no le iba permitir concentrarse. Mirar una serie o una película también estaba descartado, por el mismo motivo. No tenía ganas de escuchar ningún ruido. Al final se tomó dos aspirinas y volvió a dormirse. Tenía la esperanza de que al despertar el dolor de cabeza… y de culo, se hubieran disipado.


—3—


Diana y Julián estaban acostados en la cama del dormitorio de la rubia, mirando una película en Netflix. Ya habían pasado los días de tregua que pidió la rubia, para reponer energías. Estaban completamente desnudos y la madre abrazaba a su hijo, dejándolo usar sus tetas como almohada. El frenesí sexual ya había concluído, a Diana le dolía un poco el culo porque Julián había sido particularmente dura con ella esa noche; pero estaba bien, era un dolor dulce, el eco de un momento increíblemente placentero. Además era entendible que él hubiera reaccionado de esa manera. Lo había malacostumbrado a tener sexo con regularidad, y de pronto ella redujo toda la acción sexual a cero… ni siquiera un pete. 

Sin embargo Julián tuvo un gran entretenimiento. Durante esos días se masturbó a diario, varias veces por jornada, mientras miraba el extenso video del gangbang de su madre. No podía creer que se la hubieran cogido entre seis tipos. Él tenía la idea de que algo así solo pasaba en un video porno… pero su madre había participado en eso por puro deseo sexual. 

Los de la empresa alemana quedaron encantados con el material y decidieron dividirlo en tres entregas, debido a lo extenso que era el video. Siguiendo la recomendación de su madre, Julián pidió más dinero de lo habitual. No se lo negaron, le hicieron un depósito tan jugoso que tuvo que resistir a la tentación de masturbarse mirando el resumen de su cuenta bancaria.

Por ahora el deseo sexual de ambos había sido mitigado, aunque no descartaban que pudiera despertarse otra vez al finalizar la película. 

—Mamá —dijo Julián, acariciando suavemente la concha de la rubia. A ella le encantaba que él hiciera eso después de que hubieran cogido como salvajes—. Ahora que vas a ser famosa… ¿tenés pensado buscar al Tano?

—¿Qué? ¿Por qué haría eso?

—No lo sé… tal vez te dan ganas de rememorar viejas épocas. Al fin y al cabo con él tuviste algunas de tus experiencias sexuales más morbosas.

—Eso es cierto; pero no tengo intenciones de salir a buscarlo. Tampoco creo que él venga a buscarme.

—¿Por qué?

—Porque el día que corté la relación con él le dejé muy claro que ya no quería volver a verlo.

—No me queda del todo claro por qué esa relación terminó de forma tan abrupta. ¿Se pelearon por algo? 

—No, hijo. A veces las relaciones terminan por motivos más aburridos de los que te imaginás. Los adultos somos complicados, sin embargo hay ocasiones en las que tomamos decisiones por cuestiones simples. Dejé al Tano por dos motivos. Uno ya lo sabés: me sentí muy mal por estar engañando a tu papá. Yo no sabía que él estaba al tanto del juego, quizás sospechaba; pero no tenía la certeza. La culpa me estaba carcomiendo por dentro y ya no podía más.

—Sí, por eso te pregunto si lo vas a ver otra vez. Papá ya murió, no te vas a sentir culpable por acostarte con el Tano.

—Eso es cierto, ya no sentiría culpa; pero queda el segundo motivo: con el tiempo empecé a notar que el Tano me veía como un objeto de su pertenencia. Ok, eso estaba bien, al principio, porque era parte del juego. A mí me gustaba jugar un poquito a la “sumisa”, y dejarme coger por él y sus amigos. Lo disfrutaba mucho, de verdad. Sin embargo empecé a notar, con el tiempo, que el Tano ya no estaba viendo eso como un juego. El realmente se estaba creyendo que yo le pertenecía y que le iba a hacer caso en todo lo que dijera. 

—Ah… ya veo…

—¿Vas entendiendo? 

—Sí. A vos no te gusta que un hombre te diga lo que tenés que hacer.

—Exacto. Lo puedo tolerar como parte de un juego sexual; pero nada más. Yo soy dueña de mi vida, yo decido qué hacer, con quién estar y por qué. No quiero a mi lado a un tipo que se sienta mi dueño. Por eso no pretendo volver a llamar al Tano y a él le conviene no acercarse, porque por más calentura que me produzca volver a verlo, sé que lo mandaría a la mierda.

—¿Y por qué estás tan segura? Es decir… a vos te gusta mucho el sexo, y ese tipo te hizo pasar buenos ratos. Tal vez si lo tenés adelante terminás bajando las defensas.

—Eso no va a pasar, porque ahora tengo a alguien que me hace sentir mucho mejor que él —le acarició la verga a su hijo que de pronto comenzó a despertarse, como si fuera un perro al que su amo está llamando. 

—Qué bueno. —Julián se quedó mucho más tranquilo, desde hacía varios días lo venía torturando la idea de que su madre volviera a las andanzas con el Tano y él quedara en un segundo plano. Pero cayó en la cuenta de que ella no había dicho su nombre, y al recordar la mentira del sexo anal, cayó en la cuenta de que su madre a veces podía ser un poquito traicionera. Impulsado por la duda, le preguntó—. ¿Estás hablando de mí, cierto?

Diana soltó una fuerte risotada que asustó a su hijo.

—No, estaba hablando del tipo que vende juegos de PlayStation —dijo, con sarcasmo.

—Nunca me quedó muy claro de qué va todo ese asunto de los juegos de Play…

—Y es mejor que no lo sepas. 

Apartó a su hijo, bajó la cabeza hasta que se encontró con la pija, y empezó a chuparla. El frenesí sexual volvía a comenzar. Pocos segundos más tarde Diana estaba cabalgando la verga de su hijo como una puta experta. A él le fascinaba que ella hiciera eso, aún no era capaz de seguirle el ritmo; pero estaba aprendiendo a sincronizar sus movimientos con los de su madre. Antes prefería agarrarle las tetas, porque siempre era agradable amasar esos pechos; sin embargo descubrió que lo mejor era sujetarla por la cintura, ya que de esa forma podía anticiparse a los movimientos de cadera de Diana, que eran tan rápidos y repentinos como un látigo. Y al dejar las tetas libres, podía verlas rebotar para todos lados, un espectáculo impagable, especialmente si su pija estaba metida en esa concha… o en el culo, porque Diana también sabía cómo montarlo teniendo la verga enterrada en el agujero de atrás. 

Dejaron la película, para que hubiera algún ruido de fondo, pero durante los siguientes minutos solo se preocuparon de brindarse placer uno al otro.


—4—


Cuando terminó de leer el e-mail, Julián se puso de pie de un salto y fue en busca de su Diana. La encontró en la cocina, preparándose un té. La emoción por la noticia era tan grande que ni siquiera prestó atención a que la rubia tenía las tetas al aire y solo vestía una diminuta tanga blanca. 

—¡Mamá! ¡Tengo que contarte algo!

Diana sonrió y se apoyó contra la mesada.

—Por tu cara parece que son buenas noticias.

—Sí, las mejores que podíamos recibir… bah, siempre y cuando vos estés de acuerdo.

—¿De acuerdo con qué?

—Em… ¿te gustaría ser actriz porno profesional?

—¿Y qué diferencia tiene eso con lo que hago ahora?

—Ahora lo hacemos de una forma semi amateur. Al ser profesional estarías bajo contratos y tendrías que viajar a estudios de filmación, para grabar películas o videos porno… con actores porno.

—Ah… ya veo —Diana se mordió el labio inferior—. ¿Y por qué me lo preguntás? ¿Insinuaron algo los de la empresa alemana?

—¿Insinuar? Después de que vieron el video del gangbang se quedaron tan encantados que quieren contratarte ya mismo. Incluso te darían un contrato mucho mejor que el que suelen ofrecer a las actrices porno primerizas, porque vos ya tenés cierta fama en el medio. Básicamente están pidiendo que vayas a grabar algún video porno, pero con mayor presupuesto, y con un director que se especialice en esto…

—¿Y a vos te molestaría que yo me deje grabar por otra persona mientras estoy teniendo sexo?

—¿Por qué me lo preguntás? Vos me dijiste que te ibas a acostar con quien quisieras, y eso lo respeto.

—No te lo pregunto como madre, Julián, sino como socia. Vos sos mi fotógrafo y a mí me gustaría que eso siga siendo así. Por eso te pregunto. ¿Habría algún problema si me graban otras personas?

—Ah, ya veo —Julián sintió un cosquilleo en la boca del estómago, le alegraba saber que su madre respetaba su opinión profesional—. No me molestaría, porque entiendo que es algo que yo no puedo hacer. ¿Qué le diría a los actores? ¿Que los voy a grabar mientras se cogen a mi mamá? Tendría que tener mucha confianza con ellos. Si querés podemos armar algo con Lucho y Esteban, ellos son de confianza; ahí sí puedo grabar yo. Pero si vas a hacer algo más profesional, entonces yo me tengo que quedar al margen. 

—Bien, eso quería saber. Vos siempre vas a ser mi fotógrafo predilecto, sin embargo hay proyectos en los que no podemos participar juntos. Eso levantaría muchas sospechas y podría traernos problemas. 

—Sí, porque a los de la empresa alemana nunca les dije que vos eras mi mamá… y como vos usás tu apellido de soltera… 

—Pero si vamos juntos a un estudio de grabación, eventualmente alguien se enteraría de que sos mi hijo. 

—Por eso. A mí no me molesta que, en esas circunstancias, grabes con otra persona. Lo entiendo.

—Entonces la respuesta es sí… me gustaría ser una actriz porno profesional. —Le mostró una sonrisa de oreja a oreja—. Estoy dispuesta a dar ese paso. Va a ser una linda experiencia. 

—Estoy seguro que sí.

—¿Y qué tengo que hacer?

—Por el momento, nada. Solamente tenés que esperar a que vengan representantes de la empresa a negociar el contrato con vos. Ah… y también tenés que grabar un video de presentación.

—¿Qué tipo de video?

—Uno en el que le hables a la gente, para contarles un poco sobre vos y que sepan cómo llegaste a ser actriz porno.

—¿Tengo que grabar un video con la ropa puesta? Eso no me lo vi venir.

—Es un video de presentación para una página porno, no es necesario que te dejes la ropa puesta.

—Es bueno saberlo. —Diana abrazó fuerte a su hijo, restregándole las tetas en toda la cara—. Estoy muy contenta, Julián. Pensar que empezamos con esto porque apenas teníamos dinero para comer. ¡Mirá hasta dónde llegamos! 

—Sí, ahora te van a pagar mucho mejor… hasta vamos a poder comprar una casa más grande.

—No me vendría mal cambiar un poco de ambiente. Además este barrio está lleno de viejas chismosas, no creo que les agrade la idea de tener una famosa actriz porno viviendo en la zona. 

—¿Famosa? Bueno, tampoco es que seas taaan famosa.

—Por ahora… pero pienso llegar a serlo. No me molestan las entrevistas, ni las fiestas de gala, ni los lujos… creo que me podría adaptar a eso.

—Uy, sí… porque debe ser muy difícil adaptarse a los lujos.

—Una tiene que hacer sacrificios, hijo.  


—5—


Diana se sentó frente a la cámara que le había preparado Julián y se dispuso a grabar su video de presentación para la página porno. Agradecía poder hacerlo en español, y que no la obligaran a hablar en inglés o alemán. También le gustaba que le permitieran decir prácticamente cualquier cosa, y el video podía durar unos pocos minutos o incluso más de una hora. 

No había preparado ningún discurso, así que empezó diciendo lo primero que se le vino a la mente:

—Hola, mi nombre es Diana y soy actriz porno. —Una ola de morbo le cruzó el cuerpo. Antes de que su hijo le propusiera ser modelo, nunca se imaginó que terminaría siendo actriz porno, y que lo diría con tanta soltura… y hasta con orgullo—. Empecé en este rubro hace relativamente poco tiempo. Al principio solo eran fotos eróticas, después, de a poco fui animándome a más. Durante muchos años reprimí mi sexualidad, y hasta llegué a avergonzarme de tener un cuerpo tan “llamativo”. Pero ahora ya nada de eso importa. Desde que empecé con el trabajo de las fotos porno, me siento más cómoda conmigo misma, y me alegra mucho tener el cuerpo que tengo. Ya no me da pena saber que puedo ser el objeto de deseo de mucha gente, al contrario, eso me agrada. Me excita mucho saber que hay gente deseándome, sexualmente. 

Diana tenía puesto un vestido blanco muy corto que se ceñía a su cuerpo como si estuviera pintado. La ajustada tela hacía que sus pezones destacaran notoriamente. No tenía ropa interior, por eso cuando levantó las piernas y las separó, terminó mostrando toda su lampiña concha ante la cámara. Empezó a acariciarla, mientras hablaba.

—Tengo entendido que muchas actrices porno se toman esto como un simple trabajo. Se sacan las fotos, graban los videos, y ya está, siguen con sus vidas. Bueno, para mí no funciona de esa manera. Yo amo lo que hago. Lo disfruto muchísimo. Tal vez se debe a los años que pasé reprimiéndome… o al tiempo que pasé manteniendo aventuras sexuales en secreto. La primera vez que me saqué fotos porno con un modelo profesional, solamente podía pensar en lo buena que estaba su pija. Quería que me cogiera, y nada más; poco me importó la sesión de fotos. Después de eso empecé a liberarme mucho más. Antes rechazaba la gran mayoría de las insinuaciones sexuales de los hombres; pero dejé de hacerlo. Empecé a coger mucho —Diana se metió dos dedos en la concha, que ya estaba totalmente húmeda—. Liberé a la puta que llevo dentro. La dejé salir para que hiciera lo que quisiera. Descubrí que de esta manera soy más feliz. Así fue como me terminaron cogiendo varios hombres, casi sin esfuerzo. Lo admito, empecé a portarme como una puta. Y por puta me pasó algo que no tenía previsto. Una vez fui a la casa de un tipo joven, que conocí en la playa. Mi intención era dejarme coger por él y por su amigo. Sí, quería que me dieran entre los dos. Fui totalmente dispuesta a eso. Pero, por puta, quedé envuelta en una situación que no pude controlar. Estos dos tipos invitaron a cuatro amigos más, con toda la intención de enfiestarme entre los seis. Nunca había estado con tantos hombres a la vez, y bueno, ya estaba entregada y servida en bandeja. Supe que de ahí iba a salir después de que me metieran todas las pijas por todos los agujeros. Y así fue. Terminé muy enfiestada por los seis, me hicieron chupar pija a lo loco, cosa que me encantó, porque yo amo chupar pijas. Si veo una buena verga, no me puedo resistir. La quiero chupar. Acá no tenía una, sino seis. Chupé como una descontrolada. Obviamente que también me llenaron la concha de pija. Pero lo más lindo de toda la noche fue que los seis me dieron duro por el orto. Me dieron tanto por el culo que estuve como tres días sin poder sentarme bien… pero feliz. —Sonrió a la cámara, sin dejar de masturbarse—. Esto quedó grabado en video y eventualmente llegó a internet. Todo el tiempo estuve de acuerdo con que esto se hiciera así, me calentaba saber que mucha gente me vería probar tantas pijas. Fue algo positivo. La empresa para la que trabajo vio la popularidad que alcanzó este video, y en seguida se pusieron en contacto directo conmigo, para firmar un contrato mucho mejor. Así que si ven ese video en internet, sepan que yo no estaba actuando, me pegaron una muy buena cogida entre los seis, me pasó por puta… y lo disfruté mucho. —Para ese momento Diana ya estaba masturbándose con mucha intencidad, como si el video se tratase principalmente de eso.— Sí, admito que soy muy puta, y la prueba de eso está en que más de una vez usé favores sexuales para conseguir cosas. Por ejemplo, hace poco los representantes de la empresa vinieron a negociar conmigo, sobre los términos del contrato. En un momento me hicieron una propuesta indecente: Si yo me dejaba coger por los dos, eso me favorecería. No lo dudé ni por un segundo, entregué todo, como buena puta. Me comí las dos pijas, me dieron por la concha, hubo doble penetración… y sí, claro… se entretuvieron un buen rato cogiéndome por el culo, más que nada porque yo se los pedí. Esto también quedó grabado en video y podrán verlo en la web. Me fascina el sexo anal. Desde que empecé a experimentarlo, siempre termino suplicando que me rompan el orto. Me calienta mucho saber que conseguí un mejor contrato por entregar el orto. Así que ya saben, si alguna marca quiere negociar conmigo, y parte del contrato requiere que yo me deje coger, estoy dispuesta hacerlo… siempre y cuando las pijas sean grandes. Y si son más de dos, no importa… también me dejo. Me gusta que me cojan entre varios. 

Diana se levantó y se fue a la pieza, no le molestó que la cámara siguiera grabando, porque sabía que eso después se podía editar. Regresó con dos grandes consoladores y con un pote de lubricante en gel. Se puso en cuatro en el sillón, quedando de costado a la cámara, se lubricó los dos agujeros y empezó a meterse uno de los consoladores por la concha. Mientras hacía esto, siguió hablando:

—Hace poco tuve mi grandísimo debut como actriz porno. Y digo grandísimo porque fue un “gangbang”. Pero esta vez no me cogieron entre seis actores porno, que realmente sabían lo que hacían. Yo me sentía en el paraíso de las pijas. Cuando me agaché y vi todos esos mástiles erectos a mi alrededor, no podía más de la felicidad. No sabía cuál chupar primero, pero… ¿para qué les voy a contar, si pueden verlo? Eso sí, cuando miren esos videos tengan siempre presente que mis gemidos son reales. No me gusta gemir en exceso, a menos que realmente lo esté sintiendo. No soy de las que fingen orgasmos, todo lo que digo y lo que hago no es para complacer a los hombres que están conmigo, sino porque me nace en ese momento, por pura calentura. 

Se tomó unos segundos para meter el segundo consolador, en su culo. Suspiró de gusto y se mordió los labios. 

—Algo que me vuelve loca es que me claven dos pijas a la vez. Es maravilloso. Ahora imagínense eso teniendo seis pijas para elegir. Dos hombres se cansan después de coger un rato… pero es mucho más difícil cansar a seis, especialmente si se van turnando. Entonces la intensidad de las penetraciones no disminuye —empezó a meterse los consoladores imitando aquellas penetraciones de las que hablaba—. Fue hermoso que me clavaran entre tantos… y ahora estoy hablando del gangbang que hice como profesional, no como puta. Es decir, disfruté mucho de los dos; pero imagino que la gente creerá que me gustó más el primero, porque fue real. Para mí los dos fueron reales. Tal vez le tengo más cariño a la primera experiencia, justamente por eso, porque fue la primera. Sin embargo la segunda vez la pasé tan pero tan bien que estoy dispuesta a repetir grabaciones como esas todas las veces que haga falta. 

Aceleró el ritmo con el que se metía los consoladores y los primeros gemidos salieron desde el fondo de su garganta.

—Al principio el director me iba dando indicaciones, de cómo colocarme o qué pija chupar. Pero a mí no me gusta coger siguiendo un guion, por lo que le hice una propuesta: “Vos dejá que ellos me cojan entre todos y grabá desde donde te parezca. Si después hay que repetir alguna escena, lo hago con mucho gusto”. Y así fue, simplemente daba instrucciones cuando no quería que los tipos se cruzaran delante de las cámaras. Me cogieron entre todos e hicieron todo lo que yo les pedí, más de una vez supliqué para que me metieran una buena pija, en cualquier agujero; y me complacieron… siempre. Lo mejor llegó al final, todos me acabaron en la cara… nunca me habían tirado tanto semen junto. Me sentí como Cleopatra… creo que a eso se refieren cuando dicen que Cleopatra se bañaba en leche. La muy puta se habrá hecho acabar en la cara por todos los tipos que la rodeaban. 

Diana siguió masturbándose con los dos consoladores y pensó en lo que ocurrió unas horas después de la filmación. El director, cuatro actores y un asistente la invitaron a tomar algo… y pasó lo que tenía que pasar. Los elogios pasaron a los manoseos, de los manoseos llegaron a las arrimadas. Después la hicieron chupar alguna pija… y cuando se descuidó, ya tenía al mismo director metiéndole la verga por el orto. Entre los seis la volvieron a coger y ella lo agradeció, porque la filmación no había sido lo suficientemente extensa como para que ella quedara satisfecha. 

Pero Diana prefirió no hablar de su primera aventura extra laboral frente a la cámara. Tal vez algunos de esos hombres fueran casados… incluso recordaba un anillo en el anular del director. No quería ocasionarle problemas a nadie. Lo que pasó fuera de escena quedaría entre ella y los seis hombres involucrados. Al final de ese día ella había probado ocho vergas en total, un nuevo récord personal. Sin embargo sabía que era poco probable que el gangbang se repitiera en un futuro cercano. La empresa alemana no quería abusar del mismo recurso, ya le habían anticipado que en próximas ocasiones probarían algo distinto. Incluso tenían pensado hacer algún numerito de una “madrastra” complaciendo a su “hijastro”. Eso le generaba un morbo particular.

La rubia miró a la cámara y siguió hablando:

—Si son mujeres y nunca probaron el sexo grupal, se los recomiendo mucho… y no se sientan culpables por sentirse un poco putas de vez en cuando. Al fin y al cabo una mujer debe tener la libertad para disfrutar de su sexualidad. Cuando yo empecé a hacerlo con la mía, sin culpa, fue cuando realmente encontré la felicidad. Me alegra mucho poder tener un trabajo relacionado con el sexo, ya que me apasiona. Me gusta saber que soy capaz de excitar a otras personas. Por eso espero que disfruten mucho de todo el material mío que verán… y espero que sea abundante, porque quiero que me cojan mucho.

Diana ya había dicho a la cámara todo lo que tenía para decir, sin embargo la calentura persistía. Se quitó los consoladores, apagó la cámara y fue a buscar a la única persona que podría sacarle un orgasmo en ese momento: su propio hijo.

Julián estaba editando las fotos de su madre, se tomaba su tiempo para ello, por dos grandes motivos. El primero era que tenía suficiente trabajo adelantado como para subsistir varias semanas, y el segundo era porque le gustaba manosearse el ganso mientras editaba las imágenes, al fin y al cabo eran pornográficas. Ver la concha y el culo de Diana siempre se la ponía dura como un poste de luz.

—Ya terminé de grabar el video de presentación —dijo la rubia, desnudándose—, ahora necesito que alguien me ayude a sacarme la tremenda calentura que tengo. 

Ella se colocó en cuatro, sobre la cama, se abrió las nalgas y meneó la cola, invitando a su hijo a pasar. 

Julián se puso de pie de un salto, ya tenía la verga rígida y el culo de su madre estaba evidentemente dilatado. 

Diana suspiró de placer cuando esa gruesa verga comenzó a meterse en el agujero de su culo. Se aferró a las sábanas y dijo:

—Metémela bien fuerte… yo me la aguanto.

Después de haber participado en dos gangbangs, en los que le metieron varias pijas por el culo, ya sabía que podía tolerar el sexo duro. A pesar de que en esta ocasión solo tuviera una verga para entretenerse, estaba tan caliente como cuando se la cogieron entre varios; porque éste era su hijo y el morbo que eso le causaba era tan inmenso que no podía compararlo con ninguna otra experiencia sexual. 

Nunca se había sentido tan feliz y realizada. Pasó duros momentos en su vida, pero pudo salir adelante, gracias a la ayuda de Julián. Le encantaba coger con él y ya no le importaba lo que la sociedad pudiera pensar acerca de esa relación, nadie tenía por qué enterarse. Ellos eran felices compartiendo aventuras sexuales. Además a Diana le enorgullecía ser testigo presencial de la notable mejora de Julián como amante. Sus penetraciones se volvieron más duras y precisas, y ya era capaz de seguirle el ritmo y durar lo suficiente como para que ambos quedaran satisfechos. 

De ahora en adelante la vida de Diana podría dar muchos giros, pero se sentía segura, porque sabía que siempre tendría a su hijo a su lado. Él era su socio, su compañero y su mejor amante.



FIN.




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Comentarios

Anónimo44 ha dicho que…
Mis felicitaciones, es un buen final y he seguido el relato desde el principio.
Muchas gracias y espero que sigas escribiendo lo que te guste.
VTK ha dicho que…
notable cierre, muchas gracias por tanto!
Juanjo ha dicho que…
Me enamore de este relato desde el principio hasta el fin me gustaría que me concedieras un deseo y se que a muchos les gustará, hay una saga de una Chica Venezolana que se llama Vane su relato se llama VICIO SEXUAL CUIDANDO A MI HERMANITO lamentablemente no lo completo sería magnífico que tu lo termines y no lo tomes como antietico ni plagio es más seria como un elogio al aporte que se que tu com micha Profesionalidad lo harías
Nokomi ha dicho que…
Hola Juanjo, no voy a escribir un relato que le pertenece a otra persona, me parece antiético y poco profesional. No puedo verlo de otra manera. Además a mí me gusta trabajar con MIS propias ideas, tengo muchas esperando por ver la luz y no necesito trabajar en relatos de otras personas. Ya me ocurrió una vez que un imbécil se creyó con derecho a continuar con uno de mis relatos y me enojé mucho. No voy a hacer una cosa así con un relato de alguien más.
lalechuzacuriosa ha dicho que…
Me encanta esta saga y megusto el final lo unico que me quedo inconcluso es que paso donde se corta el video de los amigos de julian cogiendose a diana, despues q lucho le acaba en la cara hubo anal? O q paso??
lalechuzacuriosa ha dicho que…
nokomi que paso luego de que se corta el video de lucho y esteban con diana? me quede intrigado y pense q lo explicarias en el ultimo
Anónimo ha dicho que…
Hermosa saga! Tardé tiempos para leerla porque fui haciéndolo de a poco. Escribís muy bien y pude acompañar las sensaciones y el morbo de los personajes vivenciándolo yo mismo.
Te felicito!
Patacon13 ha dicho que…
Sabes que no había leído esta historia! Me entraron ganas cuando aparecieron en intriga lasciva, y por fin me avoque a leerlo en 3 semanas jaja tardé. Y uuuffff buenísimo! De verdad me encanta como escribes! Cada detalle es tan importante, me encanta muchísimo! Felicidades y espero crezca tu negocio! Un abrazo.
Nokomi ha dicho que…
Qué bueno que te hayas animado a leer este relato porque viste a los personajes en Intriga Lasciva,y qué bueno que te haya gustado. Por lo general la gente suele leer primero esta historia y luego se dan cuenta de que Diana y Julián también aparecen en Intriga Lasciva.
Iasimov48 ha dicho que…
Siempre es un placer leer tus textos. Te he leído desde hace años por Todo Relatos.Gracias por los morbosos ratos que he disfrutado.

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