Aislado Entre Mujeres [06].

 




Capítulo 6.


La Intimidad de Estefanía.


Una vez más fui interrumpido en pleno acto masturbatorio. Una de las situaciones más incómodas y vergonzosas de mi vida parecía repetirse otra vez, como si se tratara de una burla macabra del destino. Pero dejé de sentir la sensación de deja vu cuando mi hermana Estefanía me preguntó si me había hecho la paja mirando sus fotos.

Esto había tomado un rumbo muy diferente a lo que ocurrió con mi madre. Para empezar, Alicia no se enojó tanto, a pesar de que le llené la cara con semen. Además Tefi me estaba pidiendo explicaciones por algo de lo que era culpable. La diferencia más grande era que esta vez no contaba con Macarena, para que luchara a mi favor. Estaba solo en esta batalla. 

Pensé rápido, tanto como mi obnubilado (por la paja) cerebro me lo permitió. No podía negar que había robado las fotos del celular de mi hermana, eso ya había sido corroborado por ella. Sin embargo podía cambiar la intención con la que hice semejante cosa. 

―No estaba mirando tus fotos ―mentí―. No te agrandes, pendeja. No sos tan linda ―sabía que la mejor estrategia era atacar su orgullo, esto la haría enojar y Tefi no pensaba con claridad cuando estaba enojada.

―¿Ah no? ¿Entonces qué estabas mirando mientras te hacías la paja? ¡Dame el celular! ―Se acercó a mí e intentó sacarme el teléfono de la mano, pero no se lo permití―. Si encuentro una foto mía en la pantalla…

No tenía tiempo para quitar la imagen de la pantalla. Utilicé una maniobra cobarde, pero efectiva: apagué el celular. Cuando Tefi me lo quitó de la mano rezongó, porque tuvo que volver a prenderlo y esperar los insoportables segundos que tarda un smartphone en iniciar. 

―Te dije que no estaba mirando tus fotos. 

―¡Pero las sacaste de mi celular!

―Sí, pero no para hacerme una paja. 

―¿Y entonces para qué? ―Espetó, con los ojos centelleando de odio. 

“Pensá, Nahuel, pensá”, me dije mentalmente. No importaba si la excusa me hacía ver como un tarado, debía ser convincente. Cualquier cosa era mejor que admitir que me estaba pajeando mirando las fotos de mi hermana.

―Para venderlas. 

Ella se quedó mirándome confundida durante varios segundos, como si yo hubiera hablado en algún dialecto extraño. 

―¿A quién se las ibas a vender?

―A mis compañeros de fútbol. Más de uno está caliente con vos. Muchas veces me pidieron fotos de alguna de mis hermanas.

―¿Les hubieras vendido fotos de tus hermanas a los pajeros de tus amigos?

―No, de todas no. Pero tuyas sí. 

―¿Por qué las mías sí y las otras no?

―Porque… ―No se me ocurría ninguna excusa, esto de mentir no es tan fácil como parece. Estrujé mi mente y saqué otra excusa que me hacía ver como un mal hermano; pero no como un mal hermano que se pajea mirando fotos porno de su hermana―. Porque vos me tratás para la mierda, no me hubiera importado ganar unos pesos con tus fotos. Con las demás me llevo bien, con ellas no haría eso. 

―Yo te trato para la mierda porque vos me tratás así.

―No, Tefi… en eso estás muy equivocada. Yo te trato bien, la que se enoja siempre conmigo sos vos. ¿Acaso no te enseñé a jugar a la Play? Hice eso para que nos llevemos un poco mejor…

―Sí, todo parecía muy lindo… hasta que me enteré que me robaste las fotos del celular. ¿Cómo querés que te trate bien después de una cosa así? ¡Pajero!

―No grites…

―¡Grito todo lo que quiera!

―Va a venir mamá…

Tefi retrocedió un paso, como si yo le hubiera dado un golpe en la cara. Estaba seguro de que ella no quería que mi madre interviniera en el asunto, yo era un animal acorralado y probablemente ella se dio cuenta de que si Alicia entraba a la pieza, yo le diría lo de las fotos porno. 

―Si pensás que eso te va a salvar, pendejo ―me dijo, bajando la voz.

―No me tienen que salvar de nada. Yo estaba muy tranquilo con mis asuntos, hasta que vos llegaste a interrumpirme. ¿Te gustaría que yo te hiciera lo mismo? La que tiene que pedir disculpas sos vos.

―Ah, no… eso sí que no. Vos sacaste las fotos de mi celular, te puedo putear todo lo que se me antoje. ¡Son mis fotos! Nadie te dio permiso para sacarlas. 

―Si seguís gritando, va a entrar mamá… o Macarena. Es más, ella ya debe estar por volver. 

Estefanía meditó unos segundos. 

―Levantate… ―me dijo apretando los dientes. 

―¿Qué?

―Sí, levantate y vamos a mi pieza. ¡Ya! Vos y yo vamos a hablar muy seriamente. ―Me quedé tan rígido como una estatua―. Dale, pajero… movete.

―Estoy desnudo.

―Ese es problema tuyo. ¡Dale! Si no te movés, empiezo a gritar y que vengan todas. Les voy a contar que te estabas pajeando con mis fotos. No creo que a Gisela le haga mucha gracia que su querido hermanito menor haga algo tan asqueroso.

Estábamos los dos acorralados. Sabía que Tefi hablaba muy en serio. Me puse de pie y junté mi ropa interior. La usé para limpiarme los restos de semen que me habían quedado en la entrepierna y en las manos. Estefanía ni siquiera me dio tiempo a cambiarme. Me tomó del brazo y me sacó de la pieza prácticamente a rastras. Por suerte no nos cruzamos con nadie en el camino hasta su dormitorio. Escuché voces a lo lejos y supuse que la mayoría de los miembros de mi casa estaban charlando en el patio, con Macarena. 

Entramos a la pieza de Tefi y ella trabó la puerta. Los únicos dos dormitorios con traba en toda la casa eran el de mi mamá y el de Estefanía. Eso se debía a que antes el cuarto de Tefi fue el de mi madre. Alicia tiene terror de que nos encerremos en nuestras piezas y nos ocurra algo terrible, por eso tiene las trabas prohibidas. Sin embargo esa regla no aplica para ella misma. Tefi hizo todo lo posible para que la traba de su cuarto no fuera removida, cuando mi mamá se mudó a su nuevo dormitorio. 

―¿Me puedo poner un short?

―No, quedate en bolas. 

―¿Por qué? ¿No te molesta verme así?

―Sí, pero más te molesta a vos que yo te vea así ―dijo, con una sonrisa socarrona.   

 Decidí que todo el asunto de la mentira había llegado demasiado lejos, por eso dije:

―Borrá las fotos. No se las voy a pasar a nadie. No quiero que peleemos por esto.

Intenté cubrir mi desnudez pero me sentí incluso más ridículo tapándome la verga con las manos, así que al final dejé que se luciera en todo su esplendor. Al fin y al cabo no era la primera pija que veía Tefi. Ella miró la pantalla del celular y dudó unos instantes. Me miró a los ojos y dijo:

―Si vas a venderle las fotos a tus amigos, yo quiero una parte ―se me cayó la mandíbula al piso cuando escuché esas palabras―. Un cincuenta por ciento... ¡No! ¡Un sesenta por ciento! Al fin y al cabo son MIS fotos, es MI culo.  

―¿Qué?

―Sí, me parece lo más justo. No es negociable. Tomalo o dejalo. 

―¿Estás segura, Tefi? ¿No te molesta que mis amigos tengan fotos tuyas en bolas? Se las pueden pasar a todo el mundo…

―Eso no me molesta, siempre y cuando paguen bien. 

―Pero, Tefi… seguramente un montón de gente va a ver estas fotos. ¿No te molesta que te vean desnuda?

―No, a mí me gusta mi cuerpo, no me molesta que otras personas me vean desnuda.

“Narcisista”, pensé. Pero no se lo dije, porque mi vida corría peligro.

Recordé una imagen en particular… tal vez eso la hacía cambiar de opinión.

―Vi algunas de las fotos… y hay una en la que estás chupando una verga... no sé de quién.

Noté que sus mejillas se ponían rojas.

―Eso no es asunto tuyo.

―Vas a quedar como la petera del barrio, Tefi. Después mis amigos te van a pedir que le hagas un pete a ellos también.

Se puso pálida de repente.

―Si me lo piden, los mando a la mierda y listo. No me molesta que miren las fotos; pero yo decido a quién le chupo la verga. 

Ahora sí que estaba entre la espada y la pared. La mentira había llegado a un punto de no retorno… a menos que yo me acobardara. Como buen cagón que soy, opté por esa estrategia.

―No ―dije―. No quiero. Pensaba hacerlo porque estaba enojado con vos, pero ya me di cuenta de que era una boludez. No quiero que mis amigos tengan fotos tuyas. Después se la van a pasar haciéndome chistes sobre lo puta que es mi hermana. ¿No te molesta que anden diciendo que sos una puta?

―Que digan lo que quieran ―dijo, encogiéndose de hombros―. ¿Cuánto pensás que podés conseguir por esas fotos?

―¿Estás hablando en serio, Estefanía?

―Muy en serio.

―Pero… ¿por qué? ¿Por qué harías una cosa así? ¿No te importa lo que los demás piensen de vos? ¿Qué va a pasar cuando mamá se entere que estás vendiéndole fotos porno a mis amigos?

―El de la idea fuiste vos, no entiendo por qué ahora te molesta tanto.

―Porque me arrepentí, ya te lo dije. No quiero hacerte una cosa así. Mirá, Tefi… en realidad nunca pensé vender tus fotos. Lo dije para molestarte. Era una broma… de mal gusto, y me salió mal. Pensé que te ibas a enojar conmigo, no que me ibas a pedir un porcentaje. 

―No me importa si te arrepentiste. Vendé las fotos y vos te podés quedar con una parte de la ganancia. Nos va a venir bien tener algo de plata extra, la situación económica de todos está bastante jodida. Nadie puede trabajar… excepto Gisela. No vamos a vivir para siempre con lo que ella gana, más lo que cobra mamá. Necesitamos generar nuestros propios ingresos.

Me quedé tan aturdido que tuve que sentarme en el borde de la cama. Por lo general veo a Tefi como una mocosa irresponsable; pero ahora me estaba dando argumentos muy maduros. Tenía razón, nadie hablaba del tema, porque era vergonzoso. Las reservas económicas estaban menguando rápidamente. Hasta yo lo sabía. 

―Es mucho para procesar, Tefi. Hace un rato yo ni siquiera sabía que vos te sacabas este tipo de fotos. Ahora me decís que te ayude a hacer un negocio con eso.

―A ver, Nahuel. Decime una cosa: ¿vos de verdad querés que nos llevemos bien? ¿Por eso me enseñaste a jugar a la Play? ¿Para que dejemos de pelear?

―Sí. Estoy harto de pelear con vos, somos hermanos. Me gustaría que nos llevemos bien.

―Entonces hagamos las paces ―me tendió su mano―. Yo voy a ignorar que estuviste pajeándote mirando mis fotos, y vos me ayudás a venderlas. ¿Trato hecho?

―Em…

―Dale, no me vengas ahora con que no estabas pajeándote con mis fotos, porque no te lo creo. 

―Es que… recién estuve… haciendo eso... y no me lavé las manos.

―Ay, cierto… ¡fuchi! ―Apartó rápidamente su mano, como si yo fuera un leproso. De pronto me mostró otra de sus sonrisas socarronas―. Se te está poniendo chico el pito ―señaló hacia mi entrepierna.

Mi pene había perdido toda su rigidez y ahora colgaba flácido entre los huevos, como la trampa de un pequeño elefante. 

―¡Ey, eso es normal! ―me defendí―. Hay gente que piensa que la tengo grande. 

―¿Qué gente? 

―Em… gente…

―¿Alguna de nuestras hermanas?

―Puede ser… ―dije, desviando la mirada.

―Lo que te digan tus hermanas no cuenta. Es como que tu mamá diga que sos lindo. 

―¿Y a vos te parece que la tengo chica? 

―Mmm… no sé… puede ser. Tampoco es que ande midiendo penes.

―La mía es más grande que la que estabas chupando en esa foto… y se te veía muy contenta. 

―¡Ey, eso es un golpe bajo!

―Vos me estás atacando la verga, que es la definición de “golpe bajo”. Ahora no te quejes. Tal vez estás celosa de que tu noviecito no la tenga tan grande como yo.

―No es mi “noviecito”.

―¿Ah, no? ¿Entonces se la andás chupando a desconocidos?

―Ya te dije que eso no te importa, Nahuel. Es un asunto personal. Vos ni siquiera tendrías que haber visto esas fotos. 

―Las hubiera visto igual, en algún momento… porque si pensabas venderlas, seguramente las hubiéramos visto todos los miembros de la casa. 

―Pero las hubieran visto cuando yo lo decidiera. 

―Entonces es cierto… vos pensabas vender las fotos antes de que yo lo dijera. 

Esta vez fue ella la que desvió la mirada.

―Se me había cruzado por la cabeza.

―¿Por qué? ¿Tan mal estamos económicamente? ¿Acaso vos no tenés trabajo?

―Sí, pero la forra de mi jefa me está pagando la mitad… y si la cosa sigue así, va a declarar la bancarrota y ni siquiera me va a pagar indemnización. Me voy a quedar sin un peso. 

―¿Y cómo se te ocurrió esto de vender fotos porno?

Al parecer ella se cansó de su actitud beligerante, se sentó en la silla de la compu, girándola hacia la cama. 

―Si te cuento ¿me prometés que me vas a ayudar con ese asunto?

―No me gusta que andes vendiendo fotos porno, pero es tu vida. Así que sí, te prometo que te voy a ayudar.

―¿Lo decís en serio?

―Sí, Tefi. Quiero que nos llevemos bien. Quiero llevarme bien con todas mis hermanas. Que al menos la cuarentena sirva para eso. 

―Está bien, te creo. Mejor dicho: quiero creerte. Necesito hablar de esto con alguien y como vos ya te enteraste de las fotos, me hacés las cosas más fáciles. 

Me puse tenso, caí en la cuenta de que tal vez no me iba a gustar lo que Tefi me contaría. Pocas veces la vi tan seria.

―¿De qué se trata? ―Pregunté, de forma automática. 

―Es sobre ese “noviecito” que decís que tengo. 

―¿Y no lo tenés?

―No. No tengo ningún novio, ni lo tuve. El de las fotos es un pibe con el que salí algunas veces, no en plan de novios, sino en plan de…

―¿De garchar? 

―Sí ―dijo ella―. Y no me avergüenzo de eso. Yo no estaba buscando ninguna relación seria, solamente tenía ganas de coger un rato. 

A pesar de que ya había visto la foto de Tefi chupando verga, me seguía resultando incómodo saber que a mis hermanas se las estaban cogiendo. Primero Macarena con su profesor, y ahora Tefi con su… bueno, su “chongo”. Creo que no hay otra forma de definirlo. 

―¿Al menos la pasaste bien? ―Pregunté, restándole importancia al asunto.

―Sí, al principio sí ―se le iluminó la cara con una fugaz sonrisa, que se borró tan rápido como llegó―. Pero después las cosas empezaron a ponerse turbias. Este… em… pibe…

―¿No me querés decir su nombre?

―Prefiero que no lo sepas. De todas formas no es alguien que vos conozcas. Lo conocí una noche que salí a bailar. En fin, este pibe empezó a sentir cosas por mí y me dijo que quería iniciar una relación seria. Es un pibe muy lindo, creo que por eso me fijé en él; sin embargo yo no quería saber nada con un noviazgo serio. Soy joven, me gusta la libertad de salir con quien yo quiera. Le planteé eso a este pibe y se me rió en la cara. Empezó a decirme que yo nunca iba a encontrar algo mejor que él, y que yo también lo amaba; pero no quería admitirlo. Lo cual no es cierto, ni siquiera lo extraño. 

―Me parece que él no se tomó nada bien el rechazo.

―Y eso no fue todo. Empezó a escribirme seguido, molestándome mucho. Quería que nos viéramos y él seguía insistiendo en eso de que yo sería incapaz de encontrar otro hombre que pudiera hacerme feliz.

―No entiendo por qué dice semejante cosa, si vos sos muy linda, Tefi. Tenés un carácter de mierda; pero sos linda. ―Me fulminó con la mirada―. Seguramente muchos tipos se fijarán en vos. Bueno, eso ya lo sé… al fin y al cabo yo tengo que aguantar los comentarios de mis compañeros de fútbol. Cada vez que te ven, se ponen locos. ―Volvió a sonreír.

―Es que yo me siento linda… y no lo digo por narcisista ―dijo, como si estuviera leyendo mi mente―. Es solo un poquito de… amor propio. Me gusta que otras personas me digan que soy linda, y cuando lo hacen me siento muy bien. 

―Básicamente esa es la definición de narcisismo.

―No quiero pelear con vos, Nahuel.

―Está bien… está bien… seguí contándome de este pibe.

―Bueno, él sigue insistiendo en que nosotros tenemos que estar juntos y como yo sigo diciéndole que no, empezó a ponerse un poquito más agresivo en sus comentarios. Me dice que yo no soy tan linda como pienso y que hay miles de mujeres más lindas que yo.

―¿Y a vos eso te afecta? Sé que hay chicas que se deprimen mucho si un tipo les dice que son feas, y además hasta se lo creen.

―Yo no le creo. A mí me da bronca que sea tan hijo de puta. Eso me pasa por meterme con alguien que no conozco. Como tengo amor propio, decidí demostrarle lo equivocado que está. Él me tiene agregada en Twitter, y yo tengo varios seguidores… ahora tengo más. Se me ocurrió la idea de publicar algunas fotos…

―¿Desnuda? ―Pregunté con los ojos abiertos como platos.

―No; casi desnuda. Fotos en tanga o bien sin ropa, pero sin mostrar nada. La cuestión es que estas imágenes le gustaron a un montón de gente, me dejan muchos comentarios. Este pibe no suele dejarme muchos mensajes públicos, pero me escribe al celu diciéndome que me estoy comportando como una puta barata y que a nadie le interesa ver mi culo fofo y flácido.

―Si tu culo es fofo y flácido, entonces yo soy Batman. 

―Y vos nunca podrías ser Batman ―dijo, sonriendo―. Sos muy cagón.

―Por eso.   

―Esto empezó para demostrarle a ese imbécil que, si yo quiero, puedo conseguir a muchos hombres mejores que él… y al parecer ya se está dando cuenta de que tengo razón. Porque las amenazas empezaron a transformarse en súplicas. Al parecer ahora quiere volver conmigo ―estuve a punto de hablar, pero ella me hizo callar levantando un dedo―. Ya sé qué estás pensando, y ni loca vuelvo con ese imbécil. Como te dije: yo tengo amor propio. No me gusta que me traten de esa manera, y si un tipo me trata así, para mí ya está muerto.

―Mejor. Sinceramente me daba miedo pensar que quisieras volver con él.

―Por eso no te preocupes, no va a pasar. Sin embargo todo este asunto de las fotos de Twitter empezó a despertar el interés de muchas personas. Varios me preguntaron si vendía fotos desnuda… al principio me pareció una estupidez. ¿Quién va a pagar por mis fotos habiendo tanto porno gratis en internet? Pero en estos últimos días empecé a darme cuenta de que hay muchas chicas que venden sus fotos íntimas en internet… y con todo este asunto de la cuarentena, estoy segura de que pronto habrá más que se animen a hacerlo, quizás por necesidad. 

―Como vos.

―Sí. Yo lo estuve pensando bien y creo que puedo hacerlo. Cuando me dijiste eso de venderle fotos a tus amigos, lo vi como una buena oportunidad para empezar con el negocio.

―Olvidate de eso, Tefi. Lo dije de bronca nomás, porque soy un boludo. No quiero que mis amigos tengan fotos de mis hermanas desnudas.

―Bueno, pero es probable que alguno de tus amigos ya haya visto mis fotos de Twitter… yo no puedo controlar a todos los que me siguen.

―¿Cuánta gente te sigue? 

―De momento son unos tres mil; pero cada día se suma más gente nueva… y de verdad hay muchos que me suplican por fotos más… explícitas. 

―A ver… yo vi algunas de tus fotos, y son realmente buenas ―se me empezó a despertar la verga al recordarlas―. Si realmente te proponés a venderlas, seguramente te va a ir bien. Sos una chica muy linda.

―Gracias. Viniendo de vos significa mucho, porque sé que me odiás, y te debe costar admitir que yo soy linda.

―Yo no te odio, Tefi. Ya te lo dije. Si odio a alguien en esta casa, tal vez sea a Ayelén; pero siempre quise llevarme bien con todas mis hermanas. Especialmente con vos, porque tenemos casi la misma edad. 

―Si realmente te querías llevar bien conmigo, robarme las fotos para hacerte una paja no es la mejor opción.

―¿Podemos hablar de otra cosa? Ya te pedí perdón por eso, y me da vergüenza que me hayas visto justo en ese momento…

―¿Qué te da más vergüenza? ―Dijo, con una sonrisa picarona―. ¿Que yo te haya sorprendido pajeándote? ¿Que haya visto cómo acabás? ¿O que yo sepa que lo hiciste mirando mis fotos?

Sabía que su única intención era hacerme sufrir.

―¡Mirá que sos cruel, che!

―Dale, respondeme… y yo te perdono. ¿Cuál de las tres cosas te da más vergüenza?

―¿Me perdonás en serio?

―Sí, en serio. Decime la verdad y no te molesto más con esto.

―Emm… ―me miré el pene flácido que, de a poco, se iba despertando. No sé qué le estaba pasando al muy traicionero, pero si seguía así, pronto tendría una fuerte erección frente a mi hermana. Evalué sus preguntas y ya había pasado por las dos primera situaciones, cuando mi mamá me sorprendió masturbándome y le acabé en la cara. Por eso la respuesta me pareció obvia―. La tercera opción. 

―¿Cuál era la tercera? Ya no me acuerdo.

―Sí te acordás.

―Tal vez… pero quiero que vos lo digas ―volvió a mirarme con una sonrisa sádica, la muy maldita lo estaba disfrutando.

―Que pienses que lo hice mirando tus fotos.

―No lo “pienso”. Estoy segura. De lo contrario no te hubieras apurado tanto a apagar el celular. 

―Podría haber tenido en pantalla alguna foto comprometedora.

―Sí, como una foto de mi concha, por ejemplo. Porque sé que me saqué varias fotos de la concha y ahora están en tu celular. ¿Te gusta mi concha? ¿Por eso te hiciste la paja mirándola?

―No, nada que ver, Tefi 

Pude sentir la tensión en todo mi cuerpo… especialmente en la verga, que seguía endureciéndose. Me di cuenta de que los ojos de mi hermana bajaron y ya no me importó tanto tener una erección, porque supuse que eso le incomodaría más a ella que a mí. Cuando se me puso completamente dura, me incliné un poco hacia atrás, en la cama, como si estuviera ofreciéndole la pija a mi hermana. Tefi abrió mucho los ojos y noté que sus mejillas se ponían rojas. 

Ahora la tenía donde yo quería, ella me había acorralado con sus comentarios; pero yo podía pagarle con la misma moneda. Estaba buscando las palabras exactas, cuando ella dijo:

―Tenés buena pija.

Me quedé totalmente helado. Yo pensaba decirle algo como “¿Por qué me mirás tanto la verga? ¿Te gusta?”. Sin embargo ella me ganó de mano, como suele hacer siempre. Estoy seguro de que dijo eso solo para que yo no se lo pudiera echar en cara. La muy maldita estaba varios pasos por delante de mí y me había dejado sin la única pequeña ventaja que yo tenía.

―Em… este… ¿te parece? ―Balbuceé, como un idiota.

―Sí. Con la cara de boludo que tenés, pensé que serías un “pitocorto”; pero tengo que admitir que estás bien dotado. Bastante mejor que el pelotudo que yo me cogí. ―Tal vez ella se estuviera muriendo por dentro al decirme esas palabras; sin embargo su estrategia fue muy buena. Ya no sabía qué responderle. Me quedé totalmente en blanco―. Nahuel, te lo digo en serio: si querés llevarte mejor con tus hermanas, robarle fotos íntimas para hacerte la paja no es la mejor idea. ―No me dijo estas palabras con enojo, sino que empleó un tono maternal, similar al que usa Gisela… odio que Tefi me hable de esa manera―. ¿Cómo te vas a hacer una paja mirando la concha de una de tus hermanas?

―Perdón ―dije, agachando la cabeza. Me miré la verga erecta y me sentí incluso peor―. Ni siquiera sé por qué lo hice. Fue un impulso.

―Yo tengo muchos impulsos, y me arrepiento de varios de ellos. Te perdono, porque te prometí que lo iba a hacer si confesabas. Pero eso no significa que estemos a mano. ¿Está claro? Me debés una… bien grande. ―Dijo estas últimas palabras mirando directo hacia mi verga. Me pregunté qué tendría en mente.

―Te prometo que no lo vuelvo a hacer.

―No sé… me cuesta creerte, más sabiendo que tenés mis fotos en tu celular.

―Borralas.

―No, si realmente vas a cumplir tu promesa de no usarlas más para pajearte, entonces borralas vos. ¿Lo vas a hacer?

―Sí, las voy a borrar.

Lo dije con tan poca convicción que ella empezó a reírse de mí. 

―No te creo. Pero bueno, es tu deber hacerlo, porque es lo correcto. ¿No es eso lo que te enseñaron esos superhéroes que tanto te gusta leer? ¿A hacer siempre lo correcto? No me imagino a Superman haciendo algo como lo que vos hiciste.

―No, la verdad es que yo tampoco lo imagino haciendo eso… 

La muy maldita había conseguido que me sintiera verdaderamente culpable. Si bien Superman no es mi superhéroe favorito (ese sería Spider-Man), el concepto de hacer “lo correcto” lo respeto mucho, y yo había mostrado una actitud reprochable. Sentía que, de alguna manera, le había fallado a mis mentores superheroicos. Y la cosa se pondría aún peor, si no encontraba la fuerza de voluntad suficiente para eliminar las fotos de Estefanía de mi celular. 

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Un día después del altercado con Tefi, aún no había borrado las fotos; pero al menos evité mirarlas. Era una pequeña victoria para mí. Me encontraba muy tranquilo en el living, jugando al Clash Royale en el celular, cuando apareció Gisela, con una amplia sonrisa.

―Vení ―me dijo―. Vamos a mi pieza, que te quiero comentar algo. 

Suspendí mi juego, de todas maneras ya estaba al borde de la derrota. Entré a la pieza de Gisela algo nervioso, no tenía idea de qué quería decirme. Temí que se hubiera enterado de mi altercado con Tefi, pero no sé cómo podría enterarse de eso. 

―¿Qué pasa? ―Pregunté, sentándome en su cama, mientras ella cerraba la puerta.

―¿Te acordás la charla que tuvimos hace unos días?  ―La miré confundido. Ella tomó asiento en una cómoda silla de oficina, que había comprado exclusivamente para poder trabajar más cómoda desde casa―. Me pediste que te presentara a alguna de mis amigas. 

―Ahhh… sí… sí… ahora me acuerdo ―la verdad es que ni siquiera estuve pensando en ese tema. Supuse que Gisela me había hecho una promesa vacía y que en realidad no pretendía presentarme a ninguna de sus amigas.

―Tengo tres posibles candidatas… bueno, mejor dicho dos. La tercera mejor no la contemos. Me fijé en las chicas más jóvenes de mi oficina, una es recepcionista, se llama Brenda. Es preciosa. La otra se llama Melina y entró a trabajar hace poco, como secretaria. También es muy bonita y simpática. Pero ninguna de las dos encaja con las características que vos me pediste.

―¿Las características? ―Tampoco me acordaba de eso.

―Sí… vos me dijiste que preferías una chica bien tetona ―se apretó sus grandes pechos y me puse rojo de la vergüenza. Recordé que había dicho eso como un acto fallido, al mirarle las tetas a ella―. También me pediste que fuera rubia ―eso lo había dicho para desviar la atención y que la chica no se pareciera tanto a Gisela―. La única que encaja con esa descripción es la tercera, Celeste. 

―¿Y cuál es el problema con ella? ¿Por qué la descartaste tan rápido? ¿Es casada?

―Bueno, sí… es casada.

―Yo no soy celoso ―dije, con una gran sonrisa. De pronto me parecía de lo más interesante poder conversar con una mujer bonita, con un buen par de tetas.

―Es que ese no es el único problema…

―¿Es fea de cara? ¿Bizca? ¿Narigona?

―No, no… Celeste es muy bonita. El problema es que ella está acostumbrada a… a otro tipo de hombres.

―¿A qué te referís? ¿A hombres más grandes que yo?

―Puede ser… pero en realidad me refiero a que… ―empecé a notarla algo nerviosa―. No sé cómo explicar esto sin que suene vulgar. Pero siendo honesta, tengo que advertirte que Celeste es lo que se podría considerar como una “come hombres”. Es decir, cuando ella tiene una aventura en mente, se manda de frente, sin muchas sutilezas. Está acostumbrada a tipos que puedan seguirle el ritmo.

―¿Y vos pensás que yo no puedo seguirle el ritmo?

―La verdad es que no, Nahuel ―dijo, mordiéndose el labio inferior―. Esa mujer tiene mucha calle. Mucha experiencia. Digamos que es como si pretendieras aprender a manejar con un Ferrari de lujo. 

―Pero… pero… ―ella tenía razón, mi experiencia tratando con mujeres era prácticamente nula; sin embargo mientras más describía a Celeste, más ganas me daban de conocerla―. Pero vos me podés ayudar ―dije, por fin―. Dame consejos. Yo no pretendo encontrarme con ella, menos ahora que estamos en plena cuarentena, y no sabemos cuánto va a durar. Me conformo con poder enviarle algunos mensajes de texto. 

―Preferiría que intentaras con Brenda, la recepcionista. De verdad que es muy bonita, es una chica sencilla y algo tímida. Creo que con ella te llevarías mejor.

―¿Tiene las tetas grandes?

―Mm… no mucho, la verdad es que las tiene bastante chicas. Pero no tenés que ser tan superficial, Nahuel.

―Gise… cuando esté buscando una chica para casarme, voy a dejar de ser superficial; pero ahora lo único que me interesa es… ―me quedé mudo, sin poder completar la frase.

―Sí, ya entendí. No hace falta que me lo expliques. Bueno, hagamos una cosa: yo te paso el teléfono de Celeste, y le aviso que vos le vas a estar escribiendo pronto. Pero si la cosa no funciona con ella, prometeme que vas a intentar con Brenda o con Melina.

―Dale, te lo prometo si vos prometés que me vas a ayudar. Porque yo no sé muy bien qué decir.

―Uf… si no sabés qué decir, con Celeste vas muerto, nene. Pero bueno, voy a intentar ayudarte todo lo que pueda. También voy a hablar con ella, en una de esas la puedo convencer de que te tenga un poquito de paciencia. Al fin y al cabo nosotras nos llevamos bien, y ella puede hacer una pequeña excepción por mi hermanito. 

―No me digas “hermanito”, que rima con “boludito”. Si le decís a Celeste que tu “hermanito” le va a escribir, se va a reír de mí.

―Sí, tenés razón. Es que yo siempre te vi a través de los ojos de una hermana mayor. Me sorprende ver lo grande que estás ahora. ―Ella me mostró una sonrisa extraña, impropia de la Gisela que yo conozco―. Ahora que lo pienso, vos tenés algo muy importante a favor. Estoy segura de que con eso vas a captar la atención de Celeste ―dijo, señalando mi entrepierna―. Como a buena “come hombres”, le atraen los que tienen… buen tamaño…

―Sí… sí… ya entendí ―me puso sumamente incómodo escuchar hablar a Gisela sobre el tamaño de mi pene y me di cuenta de que para ella también resultó un alivio no tener que ahondar en tantas explicaciones―. Pasame el número de Celeste, y veremos qué tal se dan las cosas.

―Está bien. Bueno, ya hablamos de esto, que es un poquito más íntimo y privado. Ahora vamos a living a tomar unos mates, necesito despejarme un poco, me pasé toda la mañana encerrada en esta pieza, trabajando.

Me hacía mucha ilusión pasar un rato tranquilo con Gisela, ya que desde que inició la cuarentena ella tuvo que esforzarse el doble en su trabajo. Aparentemente había caído sobre ella el peso de organizar todo el trabajo a distancia, con el resto de sus compañeros de oficina.

Pero cuando llegamos al living nos encontramos con el foco de la discordia hecho persona: Ayelén. La chica rubia estaba caminando lo más tranquila, dirigiéndose hacia la cocina, vestía una remera blanca sin mangas y una tanga diminuta que se le metía entre sus redondas y firmes nalgas.

 ―¡A vos te quería encontrar! ―Exclamó mi prima, al ver a Gisela―. Te tengo una noticia maravillosa. Aunque creo que a vos no te va a gustar tanto. Ya hablé con la tía Alicia y ella estuvo de acuerdo con mi propuesta. Si alguien quiere andar en tanga por la casa, es libre de hacerlo… hasta Nahuel se puede poner una tanga, si le da la regalada gana ―dijo esto último en un sarcástico tono de burla.

―¡Yo no pienso ponerme ninguna tanga! ―Me defendí, al instante. No me va ni un poquito eso de estar vistiendo ropa de mujer, ni siquiera en broma.

―Pero… pero… ¿cómo lograste convencer a mi mamá? Si ella odia que nosotras andemos en ropa interior por la casa.

―¡Ja! Eso es secreto. Yo tengo mis propios métodos. Lo importante es que ella ya lo aceptó y yo puedo andar en tanga todo el día, sin que nadie me pueda decir nada.

Gisela abrió la puerta que comunica el living con la cocina. Allí estaban mi mamá y mi tía, charlando entre ellas, mientras preparaban la comida para la cena. 

―Mamá… ¿es cierto lo que dice Ayelén? ¿Cómo es eso de que ahora todas podemos andar en tanga por la casa?

Alicia se quedó dura como una estatua, bajó la cabeza y dijo:

―Esta cuarentena nos está afectando a todos. Yo solo quiero que se sientan cómodos. Si a Ayelén le resulta más cómodo andar en ropa interior, entonces que lo haga. Estamos dentro de la casa y somos familia, no creo que haya ningún problema si alguna se siente más cómoda usando solamente ropa interior.

Gisela y yo nos miramos confundidos, esas palabras no parecían haber salido de la boca de mi madre. La Alicia que nosotros conocíamos nunca hubiera permitido que las mujeres de la casa deambulen con “ropa indecente”, mucho menos en presencia de un varón. 

―La mayoría somos mujeres ―dijo Gisela―. ¿Pero qué pasa con Nahuel? 

―Creo que tu hermano ya está lo suficientemente grande como para poder convivir con mujeres, aunque éstas lleven puesta únicamente una tanga. 

Había algo raro en el tono de voz de mi madre, y en ningún momento se animó a mirarnos a los ojos. No sabía qué método había usado Ayelén para convencerla, pero estaba seguro de que aquí había algo raro.

―¿Sabés qué es lo mejor de todo? ―Le preguntó Ayelén a Gisela, con una sonrisa socarrona―. Que vos perdiste la apuesta… vas a tener que pasar al menos una semana en tanga. Te guste o no.

Gisela se puso pálida, como si la hubieran condenado a treinta años de prisión.

En ese momento llegó Tefi, que al parecer había escuchado toda la conversación. Con total tranquilidad dijo:

―A mí esto de andar en tanga por la casa me gusta mucho. Ya estoy cansada de tener que cuidarme de ponerme un pantalón cada vez que salgo de mi pieza. Estoy segura de que a Macarena también le va a encantar la noticia. Esa chica andaría desnuda por la vida, si no fuera ilegal salir a la calle sin ropa. 


Diario de Cuarentena:

<Ahora sí que estoy jodido. Empezó la cuarentanga… me voy a tener que atar la pija con una soga, porque la voy a tener dura todo el puto día>.


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Comentarios

Kanchys ha dicho que…
Excelente historia no puede esperar par que continue

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