Paraíso Voyeur [03].





 Modelo de la Foto: Roxi (Met-Art)


Paraíso Voyeur es una serie de capítulos cortos que ofrezco como Bonus a las personas que me apoyan en Patreon en el Tier 3. Ya se acumularon varios capítulos y es hora de empezar a publicarlos de a poco.


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03 - Consecuencias.




Isadora Allman comenzó a grabar un nuevo video para su hija. Esta vez estaba más ansiosa por empezar a hablar sobre sus experiencias, por lo que no se extendió demasiado en el preámbulo. Sonrió a la cámara y empezó a hablar.

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¿Qué fue lo último que te conté? Ah, sí… Carolina salió del departamento luego de que los dos tipos la bañaron en semen. Por supuesto le permitieron limpiarse. Cuando subió al ascensor estaba hecha una diosa. Tal vez se podía deducir que había tenido sexo por la sonrisa que iluminaba su cara; pero todo lo demás estaba igual que antes.

Las sorpresas de trabajar en SpyCam apenas estaban comenzando. En ese preciso instante descubrí que los ascensores también tenían cámaras… a pesar de que había un gran cartel afirmando que no era así. Ya se me estaba pasando la calentura y mi cerebro volvía a estar gobernado por la razón y la ética.

Esto era una violación a la privacidad de la gente. ¿Cuántas cámaras ocultas habría en los edificios? ¿Alguien más podía verlas? La segunda pregunta fue la que logré responder primero. Junto con la apertura de la cámara del ascensor comenzó a reproducirse una pequeña ventana con un video grabado por Reynaldo Noriega. Una especie de “Tutorial oculto”. Allí se me explicó que yo era la única persona con acceso a las “cámaras ocultas”. Nadie más que yo podía verlas, ni siquiera la policía… y así debía seguir siendo (con una pequeña excepción que luego te voy a contar). Lo que no me explicaba era por qué. ¿A qué se debía todo este asunto? ¿Era una cuestión secreta relacionada a la seguridad? Lo dudaba mucho. El asunto era extraño, pero estaba en mi primer día de trabajo, no podía empezar quejándome. Decidí esperar un poco y reunir más información para decidir de qué forma debía actuar. De momento lo que más me preocupaba era tener un sitio agradable en el que vivir y dinero suficiente como para comer. 

Dediqué los siguientes tres días a instalarme. Airee un poco el departamento y lo limpié de punta a punta. Sin dejar ni un solo rincón sin repasar. También llené la heladera y las alacenas con provisiones como para un mes entero. Si hay algo que odio es quedarme sin comida. Me pasó muchas veces, al tener que vivir de prestado y me prometí a mí misma que si algún día tenía un trabajo más o menos estable, ya no pasaría hambre. La comida sería mi prioridad. Después de eso venía el arte. 

Una tarde bajé en busca de un local que vendiera materiales para artistas y por suerte encontré una muy buena, a solo dos manzanas de mi departamento. Al parecer había otros artistas instalados en la zona e imaginé que debían ser bastante reconocidos, de lo contrario no podrían pagar uno de esos departamentos. Ya me pondría a averiguar si tenía como vecino a algún artista famoso. Me gusta relacionarme con gente que ame el arte tanto como yo. 

Lo único que no me gustó de esa tienda fueron los precios. Cada pomo de pinturla al óleo costaba el doble en cualquier otro lugar. Por suerte estoy acostumbrada a armar mis propios bastidores para los cuadros, eso siempre me ahorró mucho dinero. Comprarlos armados cuesta más de lo que me puedo permitir. Me limité a comprar algunos lienzos y papel apto para pintar con acuarelas… y pinceles, muchos pinceles. 

Volví al edificio, muy contenta. Comprar materiales artísticos siempre me ilumina el alma, y me activa la creatividad. Caminé hasta el ascensor, imaginando todo lo que podía pintar. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me percaté de que, una vez más, debía subir junto a Carolina. Esta vez la rubia iba sola y me miró como si yo fuera una intrusa.

ー¿Algún problema? ーLe pregunté. Empleé un tono profesional, como si fuera una recepcionista preguntándole a su cliente si necesita algo.

ー¿Cómo te dejan entrar con esa pinta? ーDijo, escupiendo las palabras. Me escaneó con la mirada, relajándome. ーDas una mala imagen al edificio.

Yo tenía puesta una remera vieja, llena de manchas de pintura y un pantalón de algodón con algunas manchas de lavandina por aquí y por allá. Es la ropa que suelo usar para pintar y ni siquiera me molesté en cambiarme para salir del departamento. 

Me enojé mucho. Pero te aclaro, hija, que mi bronca no se debía a que esa mujer tuviera mejor ropa que yo, o a que tuviera un mejor estatus social. No, lo que en verdad me jodió fue la forma en la que me miraba, como si yo fuera un perro sarnoso. Como si valiera menos que un trapo de piso. Ella se cree más fina que yo, cuando unos días atrás la tuvieron tragando pija y leche a más no poder… y le rompieron el orto como a una puta barata. No podía tolerar que esa pelotuda me tratase de esa manera. Se me fue todo el profesionalismo a la mierda.

ー¿Yo doy mala imagen? ーLe preguntéー. ¿Te parece que doy mala imagen por la forma en la que estoy vestida? ¿Y qué hay de vos?

ー¿De qué hablás? Si la ropa que tengo puesta no la podrías comprar ni con un año de tu sueldo.

ーNo hablo de la ropa. Te recomiendo algo, Carolina ーdije su nombre para sorprenderla, y el efecto fue el que esperaba. Ella retrocedió un paso, seguramente preguntándose cómo lo había averiguadoー. Si no querés que el edificio tenga mala imagen, deberías gritar menos cuando te rompen el orto esos dos tipos del piso 38. Yo podré vestirme con ropa manchada; pero al menos no caigo tan bajo como vos, que te dejás llenar la cara de leche y te la tomás toda, como una puta barata. 

Ella se quedó boquiabierta. Como hay cámaras en el ascensor (a pesar de que el cartel dice que no), me guardé la grabación de ese momento. Todavía hoy disfruto al ver el momento justo en que la rubia se pone pálida y la mandíbula le queda desencajada. Me miró como si yo fuera una bruja. 

Por suerte la puerta del ascensor se abrió y ella tuvo que salir; pero antes de hacerlo me miró con odio y resentimiento. 

Ese fue uno de los mejores momentos de mi vida. Hubo consecuencias negativas, y muchas; pero ese momento todavía sigue valiendo la pena. 

Regresé a mi departamento y comencé a pintar mientras vigilaba las cámaras. Las legales. Después de ver lo que hizo Carolina con esos tipos, no volví a mirar las cámaras ocultas. Me limité a hacer mi trabajo. Instalé un atril en la oficina donde estaban los monitores, esto era perfecto. Lo único que debía hacer era vigilar, ocasionalmente, lo que mostraban las pantallas. El resto del tiempo lo podía pasar concentrada en mi pintura.

Ese fue un día muy tranquilo. Pero al día siguiente, las consecuencias llegaron a mi puerta.

Espié por la pequeña mirilla de la puerta. No me sorprendió ver a Danilo Bermúdez, porque él era el único vínculo que tenía con mi actual trabajo… sin contar al fallecido Reynaldo Noriega. Supuse que Danilo me estaba haciendo una visita sorpresa, para controlar mi desempeño laboral… y mi suposición no estuvo tan lejos de la realidad.

Sí que fue una sorpresa su llegada, porque de lo contrario me hubiera dado tiempo para vestirme de otra manera; pero hacía calor y se me ocurrió usar una remera sin mangas muy escotada, y nada de corpiño. Mis pezones resaltaban en la tela gris incluso más que en la entrevista laboral. No te miento, Melinda. Mis tetas parecían las de una actriz porno que busca provocar a sus espectadores. Además tenía puesto un short negro y turqueza, sumamente corto, que dejaba a la vista la mitad de mis nalgas. Se ceñía tanto a mi piel que parecía pintado… incluso se me marcaban un poco los labios vaginales. 

Le pedí a Danilo que aguardara, quería ponerme algo más discreto. Sin embargo él parecía tener mucha urgencia y contaba con algo que no me vi venir: una copia de la llave del departamento.

No me dio tiempo ni siquiera a alejarme de la puerta. Entró como si ésta fuera su casa. Esa actitud me molestó mucho; pero me mordí la lengua antes de decir algo. Me gustara o no, él era mi jefe… o lo más parecido a un jefe que tenía. Si lo deseaba, podía echarme a la calle y yo no sabría qué hacer. Tuve que comerme mi orgullo.

Los pequeños ojos del rechoncho Danilo brillaron al verme las tetas que parecían a punto de saltar fuera del escote. Dejó el maletín en el piso, se quitó el saco y lo arrojó sobre un sillón. Después comenzó a caminar a mi alrededor, como si fuera un depredador buscando el mejor momento para atacar. No parecía enojado, al contrario, aún conservaba esa sonrisa que me ponía tan incómoda. 

ー¿Pasó algo? ーLe pregunté.

ーOh… sí… sí que pasó algo, y vos lo sabés muy bien.

ーNo sé a qué…

ーMe refiero a Carolina ーme interrumpióー. Hablé con ella hace unos minutos. Tuve que dejar todo lo que estaba haciendo para venir a hablar con vos.

Me quedé helada y me sentí estúpida. En ningún momento se me cruzó por la mente que Carolina podía hablar con Danilo sobre lo ocurrido.

ーEm… sé que estuve mal ーdije, más temerosa que apenada.

ーSí, muy mal ーse acercó a mí por detrás.

Me quedé muy quieta. Pude sentir lo mismo que aquella vez que subimos juntos en el ascensor: su bulto pegado a mi culo. Pero esta vez la sensación era mucho más fuerte. En parte se debía a lo apretado del pequeño short y a que yo no llevaba puesta ropa interior. Pero el factor más importante era que Danilo tenía una erección. Estoy segura de eso. Sentí algo duro y cilíndrico encajándose entre mis labios vaginales. Me sentí traicionada por mi propia concha, porque al instante sentí la humedad… y fue como si mis labios quisieran abrazar ese objeto duro que se había posado sobre ellos. Llevaba mucho tiempo sin acción sexual real, más que una que otra paja, y mis hormonas juveniles me traicionaron. 

ーLe puedo pedir disculpas ーdije, sin moverme.

ーClaro que le vas a pedir disculpas. ーApoyó sus manos en mi vientre y comenzó a deslizarlas hacia arriba, lentamenteー. ¿Cómo se te ocurre decirle semejante cosa a una inquilina del edificio? ¿Vos sabés cuánto paga de alquiler cada inquilino? Y si el departamento es de ellos, igual pagan una exorbitante suma, por las expensas. Expensas que pagan tu salario.

ーLo sé… estuve mal, lo que pasó fue que…

ーNo me importa qué pasó. No tenés excusa para tu comportamiento ーsus rechonchos dedos acariciaron la parte baja de mis tetas y su bulto se pegó más a mi entrepierna. Mordí mi labio inferior para ahogar un gemido. Ese tipo me había agarrado con la guardia bajaー. Lo que vas a hacer es presentar una disculpa formal y Carolina va a decidir qué va a pasar con vos. ¿Está claro?

ー¿Ella? Pero si ella no es mi jefa…

ーNo, pero es la damnificada. Te metiste con una piba que viene de buena familia… no podemos dejar que esto quede en el olvido. 

Fui tan estúpida que tampoco se me ocurrió buscar información extra sobre Carolina. Después descubrí que su padre había sido intendente y que en ese momento ostentaba otro importante cargo público.

ーEstá bien, le voy a pedir disculpas.

ーY rogá para que ella te perdone ーsus manos se aferraron a mis tetas y me las masajeó mientras me restregaba la pija contra la concha. Me molestó, sí… pero también…

Ay, Melinda… no sé cómo te vas a tomar esto; tengo que ser sincera. Tendría que haberme ofendido mucho por las libertades que se estaba tomando Danilo conmigo; pero lo cierto es que me calenté bastante. Le echo la culpa a la abstinencia sexual. 

ーSi no te perdona ーcontinuó Daniloー, entonces te vas a la calle. No podemos tolerar esa clase de comportamiento por parte de nuestros empleados.

ー¿Me van a echar por eso? ーPreguntéー. ¿No es una medida un tanto excesiva?

Estaba al borde del llanto. No por los toqueteos, eso era lo que menos me importaba en ese momento. Lo que me tenía angustiada era la posibilidad de quedarme en la calle. De verdad no tenía dónde ir, ni siquiera sabía cómo iba a hacer para conseguir algo de comida. 

ーPuede parecer excesiva; pero rompiste una de las reglas más importantes de Reynaldo ーDanilo me pellizcó los pezones por encima de la telaー. Dijiste algo que puede comprometer a SpyCam. ¿Qué pasa si Carolina empieza a hacer preguntas? Ella jura que no hizo eso de lo que vos la acusás… pero nosotros dos sabemos que sí lo hizo. ¿Qué pasó? ¿Se la cogió alguien del edificio? ーNo sabía si responder a esa pregunta o quedarme callada. Como dudé tanto, él siguió hablandoー. Me imagino que lo habrás visto en una de las cámaras ocultas ーal decir esto empezó a moverse como si quisiera cogerme, pero la tela de mi short me protegía. No iba a haber penetración, sin embargo podía sentir la cabeza de su pene luchando contra mi concha. Al mismo tiempo sus manos se escurrían dentro de mi escote. Empezó a manosearme las tetas de forma directaー. A mí podés contármelo. Sé de las cámaras ocultas de Reynaldo. Yo le ayudé a mantenerlas en secreto. Trabajamos mucho para eso… y no voy a permitir que una pendeja pelotuda tire tanto trabajo a la basura. ¿Está claro?

ーEsas cámaras…

ー¿Si?

ーSon ilegales.

ー¿Y?

ーNo deberían existir. Es una violación a la privacidad de los inquilinos.

ーA los inquilinos no les afecta en nada, porque ellos no tienen por qué enterarse de que las cámaras existen. Esa es la clave de todo el asunto.

ー¿Y para qué están?

ー¿No es obvio? Si vos misma viste una demostración de lo que esas cámaras pueden captar.

ー¿Sexo? ¿Hay cámaras ocultas solo para ver a personas teniendo sexo?

ー¿Te parece poco?

ーNo, pero… creo que hay que estar un poquito loco para llenar un edificio de cámaras ocultas, para poder ver gente cogiendo ーmi temperatura estaba por los techos, los manoseos y los arrimones de Danilo se habían vuelto más intensos.

ーReynaldo Noriega era un poquito… pervertido.

ーY vos también ーle solté, con bronca.

ーPuede ser ーsoltó una risita macabra y volvió a pellizcar mis pezonesー. Pero Reynaldo también pensaba en el prójimo. Si bien lo más importante era satisfacer su propia perversión, él se encargaba de que yo pudiera espiar un poquito, de vez en cuando. También pensó en vos…

ー¿En mí?

ーBueno, no pensó exactamente en Isadora Allman; pero sí tuvo en consideración que otra persona podría ocupar su lugar. Él prefería que la próxima fuera una chica joven, muy bonita… y yo también. Deberías sentirte halagada, se presentaron varias mujeres muy hermosas; pero apenas te vi supe que vos eras la indicada para el trabajo.

ーMe dijiste que no se habían presentado mujeres.

Volvió a soltar otra risita.

ーLos empleadores también podemos mentir en las entrevistas de trabajo. Te elegí a vos porque te vi lo suficientemente putita como para hacerte cargo de este trabajo.

Quería decirle que yo no era ninguna puta, pero él llevaba unos cuantos minutos manoseándome y arrimándome. No me sentía en la mejor posición como para discutir sobre eso. 

ーEntonces… ¿cuál es la intención en todo esto? ¿Yo no puedo decir nada sobre las cámaras, a nadie, aunque no me gusten?

ーTe van a gustar, Isadora. Creeme… 

ーNo lo creo, es una violación a la privacidad…

ー¿Me vas a decir que no disfrutaste espiando a Carolina? Tal vez hasta te hiciste una buena paja mirando cómo se la cogían ーse me cortó la respiraciónー. No te asustes, chiquita. No hay cámaras en este departamento, no te estoy espiando. Reynaldo jamás hubiera permitido que alguien colocase una cámara dentro de su departamento. 

Eso me tranquilizó un poco, pero no mucho. Él se apartó de mí y me miró de frente, con esa sonrisa lujuriosa en sus labios. Estaba contemplando mis grandes tetas, las cuales estaban fuera del escote… sí, las dos. Muerta de vergüenza, volví a guardarlas en su lugar.

ーBueno, pendeja ーme dijoー. Ya tengo que irme. Si de verdad querés conservar tu trabajo, pedile disculpas a Carolina… y no hagas absolutamente nada que pueda hacer sospechar a los inquilinos sobre las cámaras ocultas. ¿Está claro? Porque ahí sí que te echo a la calle ーesto último lo dijo tan en serio que sentí un escalofrío.

De su maletín extrajo un papel impreso y me lo alcanzó. Se marchó y me dejó sola, con un montón de dudas y una tremenda calentura. 

Melinda, me encantaría poder decir que me puse firme y seguí mis valores éticos y morales; pero ya sabés que eso no es cierto, porque sigo trabajando en SpyCam. 

La verdad es que me tragué todo mi orgullo. Me vestí de forma más discreta y bajé hasta el departamento de Carolina. 

Cuando ella abrió la puerta, agaché la cabeza, de forma servicial. Me odié a mí misma por eso; pero no podía hacer otra cosa. Le entregué la hoja que me dio Danilo y le dije:

ーEsto es una planilla, para que presentes una queja formal en mi contra ーme llené de rabia al ver cómo en su rostro se dibujó una sonrisa burlona y me miró con aire de superioridadー. Tengo que pedirte disculpas por lo que dije. Mi comportamiento fue inapropiado. En nombre de SpyCam te pido disculpas.

Ella aguardó durante unos segundos, regocijándose de su posición. Luego me dijo:

ー¿Qué va a pasar si yo presento esa queja? ¿Te pueden echar?

ーSí ーadmití, apretando las muelas.

ーDecime una cosa, em…

ーIsadora. Mi nombre es Isadora Allman.

ーLindo nombre ーsupuse que lo decía con sarcasmoー. Decime una cosa, Isadora. ¿Cómo te enteraste de lo que pasó en el piso 38?

Se me encendieron las alarmas. Recordé que si los inquilinos sospechaban de las cámaras ocultas, a mí me echaban. Pensé rápido y di la mejor excusa que se me ocurrió.

ーPasaba por ahí… en un paseo de rutina… de vigilancia. Escuché gemidos detrás de una de las puertas. Cuando miré las cámaras del pasillo me di cuenta de que vos habías entrado en ese departamento.

ーParecés estar muy al tanto de lo que pasó ahí adentro. ¿Acaso uno de esos tipos te contó algo?

ーNo, no… ーpor nada del mundo quería tener problemas con otros inquilinosー. Ellos ni siquiera saben que yo existo. Nunca me vieron en persona. 

ー¿Entonces, cómo te enteraste de los detalles?

ーEm… ーvolví a poner mi cerebro en marchaー. Porque pegué la oreja a la puerta y escuché lo que decían… hablaban en volúmen muy alto.

ー¿Se escucha desde afuera? ーPreguntó, asustada.

No tenía idea de si se escuchaba o no, pero de eso dependía mi mentira.

ーSe escucha perfecto, en todo el pasillo ーnoté cómo sus mejillas se ponían rojasー. Por eso te sugiero que tengas más cuidado la próxima vez, te lo digo con honestidad. 

ーPensé que los departamentos estaban mejor diseñados, para que esas cosas no se escucharan. Me dijeron que estaban insonorizados...

Mi mentira se estaba desmoronando.

ーEm… cuando hicieron… lo que hicieron. ¿Estaban cerca de la puerta de entrada?

ーSí, bastante cerca.

ーTal vez por eso se escuchó todo. Quizás si lo hubieran hecho más al fondo…

ーLo voy a tener en cuenta.

ーBien. Una vez más te pido disculpas. Si soy una molestia para los inquilinos, mejor me retiro del edificio.

Le alcancé el formulario para la queja. Carolina tomó el papel, lo leyó durante unos segundos y después lo rompió en cuatro pedazos. Me quedé mirándola boquiabierta.

ーNo voy a presentar ninguna queja, Isadora ーno lo podía creer. Pensé que esa chica me odiaba y que no pararía hasta verme muerta y enterrada. Sin embargo, fui una ilusa al pensar que esto se trataba de un gesto de piedadー. Podés seguir trabajando en el edificio… pero me debés un favor… uno muy grande. Y me lo voy a cobrar, eso te lo aseguro.

Me cerró la puerta en la cara. Supuse que ese “favor” me traería grandes problemas en el futuro… y no me equivoqué. 

Pero eso es otra historia, Melinda. Ya llegará el momento de contarla. Al video de hoy lo voy a dejar acá… en el próximo te contaré sobre otra de mis aventuras (o desventuras) trabajando para SpyCam. 



Hasta la próxima. Te amo mucho.

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