Un fin de semana con mis Hermanas [11].

 

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Un Fin de Semana con mis Hermanas.


Capítulo 11.

Tenemos que hablar.




Los padres suelen sorprender a sus hijos mientras se portan mal. Es como si tuvieran un sexto sentido que les permite saber cuál es el momento justo para entrar. ¿Cuál fue la peor situación en la que te sorprendieron tus padres? Ayer mi respuesta hubiera sido: “Masturbándome”. Eso de por sí es humillante. Hoy descubrí que puede ser peor. Mi mamá entró en la casa en el momento justo en el que yo le estaba metiendo la pija por el orto a Lucía, mi hermana menor, mientras ella le chupaba la concha a nuestra hermana mayor, Florencia.

Cuando la sala quedó en silencio, Lali, nuestra madre, se quedó mirándonos durante largo rato. Quizás fueron solamente cinco segundos, pero parecieron una eternidad. En ese tiempo ni siquiera atiné a sacar la verga del culo de mi hermana. Mi cerebro no podía reaccionar.

La primera en hablar fue Lucía:

一Mamá, espero que no te tomes esto tan mal, digo… después de todo lo que hicimos juntas.

Lali mostró sorpresa y horror.

一¿Qué les contaste?

一Todo.

一Pero… ¿estás loca?

一Es que no tuve otra opción. Encontraron el pendrive donde guardás todas tus fotos. Intenté ganar tiempo, pero después me di cuenta de que eso no servía de nada. Tuve que contarles.

一¿Y cómo fue que llegaron a… esto?

一Es una larga historia.

一No sé si quiero saberla… ¿pueden dejar de hacerlo?

Me aparté de Luci y ella se puso de pie a mi lado. Mi mamá se fijó en mi verga erecta.

一No puedo creer que mis hijos estén haciendo una cosa así.

一¿No te parece que estás exagerando un poquito? 一Pregunté一. Estuviste en algunas fiestitas de lo más interesantes con Luci, y no te molestó comerle la concha. Y tampoco me dio la impresión de que te molestara mucho cuando te ayudé a iniciarte en el sexo anal.

Una vez más sus ojos se abrieron en esa expresión de horror.

一¡Eso es muy distinto! 一Se quejó一. Ustedes me extorsionaron para hacer esas cosas. 一Luci y yo nos miramos sin entender nada一. No se hagan los tontos. Los dos me amenazaron con contarle todo a su padre. ¿Qué podía hacer? ¿Saben el quilombo que puede armar su padre si se entera de todas las veces que le puse los cuernos? La familia quedaría destruída. Vendería la casa y se mandaría a mudar, nos dejaría en la calle. Yo… solo intentaba cuidar lo que tenemos.

一Y si querías cuidarnos, ¿no era más fácil dejar de ponerle los cuernos a papá? 一Preguntó Flor.

Lali se puso roja de rabia.

一Quisiera saber qué harías vos si llevaras tantos años casada con un tipo que ni siquiera aguanta diez minutos en la cama.

一Lo decís como si odiaras a papá 一comentó Luci.

一Yo… no lo odio 一mi mamá se sentó en una de las sillas del comedor, parecía abatida一. No lo odio, pero si no hubiera tenido una válvula de escape, sí que lo odiaría… porque me sentiría miserable. Todo iba bien, hasta que ustedes empezaron a meter el hocico donde nadie los llamó. ¿Y cuál fue la primera reacción de los dos? Extorcionarme. Amenazar con contar todo. Tuve que llevarte a esas reuniones porque no me dejaste más alternativa 一dijo, mirando a Luci一. ¿Vos te creés que me gusta ver como cuatro tipos se cogen a mi hija? Me pone mal, porque nunca quise que mis hijas siguieran mis pasos.

一Pero a mí no me molesta hacer eso, mamá. Al contrario… me gusta.

一¡No digas eso! 一Esa mujer parecía otra persona. Estaba enojada, asustada, insegura. No se parecía en nada a la madre que yo conocía一. Yo tengo un problema ¿acaso no se dan cuenta?

Nos quedamos en silencio.

一¿Qué problema? 一Preguntó Flor, luego de unos segundos.

一Creo… creo que soy ninfómana 一respondió, mirando fijamente al piso一. Tengo una fuerte adicción al sexo, es terrible. Si no vivo esas experiencias tan fuertes, con tres o cuatro hombres… o cinco… no puedo estar en paz ni un minuto. Es como una droga que me pide que la consuma. Y no quiero que mis hijas terminen igual que yo. A mí no me gusta llevarte a esas reuniones. Fue un error hacerlo. Creí que si ibas a una y veías cómo eran, te asustarías y no ibas a querer volver más. Como no pasó, invité a más amigos. Pensé: “Luci no se va a animar a que se la cojan entre cuatro”. Pero lo hiciste…

一Yo… yo creí que disfrutabas de que hiciéramos eso juntas. Te escuchaba gemir y pedir más… me dio la impresión de que la estabas pasando bien.

一Ese es el problema, Luci. Sí que la pasé bien. Ya te dije, soy ninfómana. Me encanta que me llenen de pijas… tanto que por un momento no me importó que a vos te estuvieran haciendo lo mismo. Pero después, al día siguiente, empezaba a sentirme culpable por haberte arrastrado a esa situación.

一Pero mamá… si hasta me diste consejos para que la pasemos bien, para que disfrutemos juntas.

一Sí, lo sé… esa era la ninfómana que hay en mí hablando. De a ratos digo cosas de las que después me arrepiento. Como un adicto que dice: “Juro que voy a dejar de consumir”, y después sale corriendo a comprar más drogas. Y ahora me encuentro con mi peor miedo acá, en casa. Mis propios hijos… haciendo algo innombrable. Dios… soy un fracaso como madre.

Me partió el alma verla llorar, porque este no era el llanto por ver una telenovela melosa, ni eran lágrimas de alegría por haber recibido un lindo regalo el día de la madre. Este llanto significaba desilusión, miedo, frustración… era el llanto de una mujer que estaba rota por dentro.

一No digas eso 一Luci también estaba lagrimeando一. Para mí sos la mejor madre del mundo 一y corrió a abrazarla.

Sin embargo, luego de un segundo de abrazo, Lali se puso de pie y caminó hasta su dormitorio, donde se encerró. Sí, definitivamente esta es una costumbre en las mujeres de mi familia. Lo deben tener patentado. Como si una aprendiera de la otra: “Cuando te enojes o te sientas mal, corré hasta tu pieza y te encerrás dando un portazo”.

一¿Alguna piensa ir a calmarla un poco? 一Pregunté.

一Yo no puedo 一dijo Flor一. En este momento tengo muchos sentimientos encontrados con ella. No sé si abrazarla o mandarla a la mierda.

一Dejen, voy yo. Al fin y al cabo yo soy la que más sabe sobre su “vida secreta” 一marcó las comillas usando sus dedos一. Ustedes… em… ¿por qué no se van?

一¿Nos estás echando? 一Dije, dándole una dura mirada.

一No, no… solo les digo que si no están en casa va a ser más fácil. Porque en cualquier momento mamá podría salir para interrogarlos. Va a querer saber todo lo que hicimos y todo lo que les conté yo… la conozco bien. Primero se pone mal… y después se enoja. No la quieren ver enojada.

一No, la verdad que no 一dije一. Pero… ¿adónde vamos a ir?

一Ni idea 一Luci se encogió de hombros一. Eso es problema de ustedes. Ya tengo bastante con tener que entrar sola a esa pieza. Pongan un poquito de voluntad.

De pronto Lucía parecía ser la hermana mayor. Nos estaba diciendo lo que teníamos que hacer y la estábamos dejando sola con el problema. Sentí mucho respeto por ella.

一Vení, Flor, vamos a mi pieza a pensar en algo 一le dije a mi otra hermana一. Dejemos que Luci se encargue de mamá.

Florencia se acostó a mi lado en la cama, yo estaba preocupado por todo lo que había ocurrido con mi mamá, pero mi hermana me demostró que, a pesar de todo, seguía caliente. Me sorprendí al verla bajar la cabeza y tragarse toda mi verga como si nada hubiera pasado.

一Luci tiene razón 一le dije一. En cualquier momento mamá va a salir de esa pieza hecha una furia. Tenemos que irnos por unas horas. Cuando se calme vamos a poder hablar con ella.

一¿Y dónde pensás ir?

一La voy a llamar a Caro.

Hablé por teléfono con mi novia. Me comentó que sus parientes ya se habían ido y que yo tenía vía libre para visitarla. Hasta parecía muy contenta por poder verme.

一Bueno, Flor, me encantaría que siguieras todo el día chupándome la pija, pero el huracán Lali está a punto de llegar. Ya encontré un lugar donde refugiarme.

一Ay, llevame con vos.

一No, Caro me dijo que me espera con una nueva tanga ¿sabés lo que significa eso?

一Que van a coger…

一Así es, y vos vas a estar ahí, para pincharnos el globo.

一Si tenés tantas ganas de ponerla 一dijo, y a continuación se sentó sobre mí, toda mi verga se perdió dentro de su concha一. Yo te puedo ayudar con eso.

Empezó a moverse con mucha sensualidad, no pude evitar tomarla de la cintura para darle unos cuantos vergazos.

一Si mamá entra y nos ve haciendo esto, ahí sí que se va a armar un quilombo tremendo 一le dije, mientras disfrutaba del interior de su sexo一. Sabés que no podemos quedarnos haciendo esto.

一Ahora mismo no, pero ¿y mañana? ¿o pasado mañana? Si me llevás a lo de Caro, te prometo que me dejo coger 一sus movimientos se volvieron más rápidos一. Me podés coger toda… pero llevame.

Debo admitir que su oferta era muy buena. Podía sacrificar una tarde de sexo con mi novia por un día cogiendo con mi hermana.

一Está bien, podés venir conmigo… pero si Carolina se enoja con vos, yo no me hago cargo. Inventate alguna buena excusa para estar ahí.

一No creo que a Caro le moleste verme. Nos llevamos bien. Hasta podríamos ser buenas amigas algún día.

一Eso es una buena idea. Bueno, vamos a la casa de Caro.

Lo dije pensando con la pija. ¿Y si alguna vez tengo la chance de cogerme a mi novia y a mi hermana al mismo tiempo? Era una posibilidad por la que vale la pena esforzarse.


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Al llegar a la casa de Carolina nos recibió Gladis, su mamá. Mi suegra tenía puesto un sencillo vestido amarillo que parecía el típico que cualquier mujer usaría para estar cómoda dentro de su casa. Pero yo noté que el vestido en cuestión era bastante corto, le cubría las nalgas y no mucho más. Mi suegra parecía muy contenta de verme y se alegró de que Florencia me hubiera acompañado. Nos dio un abrazo y un beso a cada uno y nos dejó pasar.

Mientras ella le ofrecía algo para tomar a mi hermana, decidí llevar a cabo un pequeño experimento. Dejé caer a propósito las llaves de mi casa y cuando me agaché para juntarlas di una fugaz mirada bajo el vestido de Gladis. Pude confirmar mis sospechas, no llevaba ropa interior.

No es la primera vez que veo la concha de mi suegra al desnudo. La primera vez fue un día en el que ella salió de bañarse, con el toallón envolviendo su cuerpo. Se agachó para juntar algo, no recuerdo qué, y pude ver claramente sus rechonchos gajos vaginales. Ahí descubrí que Gladis no es de las que se depilan. Tiene la concha peluda y, si soy sincero, desde ese día empecé a sentir un especial interés por las conchas peludas. Cada vez que veo una, fantaseo con mi suegra.

La segunda vez que se la vi fue incluso mejor, porque tuve bastante tiempo para contemplarla. Ocurrió la vez que a Carolina se le ocurrió armar la Pelopincho en el patio de su casa. Quise ayudarla, pero por una cuestión de orgullo, Caro me dijo que lo haría ella sola. Así que Gladis y yo nos sentamos en unas reposeras y observamos a Caro luchar con la lona y los caños de la pileta. Gladis tenía puesto un vestido tan corto como el de hoy y sus piernas habían quedado separadas. Pude ver toda su concha claramente, casi como si ella me dijera: “Mirá, este espectáculo es para vos”. Sus labios carnosos me invitaban a tocarlos… y eso mismo hice más tarde.

Cuando Gladis entró a la casa a preparar algo fresco para tomar, me acerqué por detrás a ayudarla. El juego de los arrimones ya era cosa de casi todos los días, cada vez que venía yo aprovechaba a ponerle el bulto entre las nalgas y disfrutaba al sentir cómo su concha parecía abrirse ante los ataque de mi verga, aunque ella tuviera puesta su ropa interior. Esa vez decidí ir más lejos, mientras la ayudaba a preparar el jugo de naranjas naturales, como a ella le gusta, me acerqué y sin darle tiempo a decir “Hola”, le acaricié la concha por debajo del vestido. Ella dio un saltito y la sonrisa en su cara se borró por completo. Por un momento creí que la había hecho enojar, pensé que había ido demasiado lejos. Sin embargo ella dejó caer la cáscara de una naranja y cuando se agachó para juntarla no tuvo ninguna intención en cubrirse, toda su concha quedó perfectamente a la vista.

Recuperó su posición detrás de la barra y volví a tocarla. Esta vez ella disimuló bastante bien, comenzó a contarme que no le gustaban esos jugos que venían en sobre, que siempre iba a preferir el sabor de la fruta natural… mientras tanto mis dedos hacían estragos. Los lubriqué con la humedad de su sexo, Gladis estaba empapada. La acaricié un poco y cuando vi que el tiempo ya se me estaba terminando, le metí dos dedos. Ella volvió a dar un saltito y soltó una risita nerviosa. Pensé que me diría algo: “Che, nene… ¿no te estás pasando un poquito?” Pero no, siguió hablando del jugo de naranjas como si nada pasara. Eso me calentó todavía más. Al final tuve un poco más de tiempo de lo que imaginé. Debí estar más o menos dos minutos metiéndole los dedos en la concha. Dejé de hacerlo porque justo apareció Caro para anunciar que ya había conseguido armar la pileta y que pronto estaríamos disfrutando de un fresco chapuzón. Mi verga sí que necesitaba algo fresco, porque quedó dura como un garrote.

Al ver que una vez más Gladis andaba con un vestido corto y sin ropa interior, supe que hoy iniciaría un nuevo capítulo en este “Jugando con la suegra” que empezó hace ya varios meses. A mí me gustó que todo hayan sido simples arrimones y toqueteos, lo disfruté mucho. Sin embargo, ahora tengo tanta calentura que no sé si podré contenerme.

Lamentablemente no podía quedarme a conversar con mi suegra, le dije que Carolina me estaba esperando y nos dio permiso para entrar. Flor me siguió de cerca.

Cuando abrí la puerta del dormitorio de Carolina, me encontré con una imagen espectacular. Mi novia se había puesto un conjunto parecido al negro que usó aquella vez en las cabañas, cuando conocí a Nadia. Solo que la tanga de este conjunto tenía un agujero en la zona de la concha. Sus labios se podían ver claramente, porque tenía las piernas separadas.

一¡Sorpresa! 一Exclamó, y de inmediato cerró las piernas y se cubrió los pechos一. ¡Ay! No sabía que venías con alguien. Ah… sos vos, Florencia. Por un segundo pensé que era mi mamá.

一Uy, perdón 一dijo Flor一. No quería arruinarles el momento. Ahora me siento culpable. No tendría que haber venido.

一No pasa nada 一dijo Caro一. ¿Te creés que a mí me va a molestar que me veas la concha? ¿O te molesta a vos?

Entramos al cuarto y cerramos la puerta.

一No, claro que no me molesta. Para nada 一noté que las mejillas de Flor se ponían rojas y sus ojos estaban clavados directamente en la concha de Caro.

一Mejor así. Estamos en confianza 一dijo mi novia.

一Disculpá 一dije一. Tuve que traerla. Insistió mucho 一de pronto sentí la necesidad de defender a Flor, algo que la semana pasada no hubiera hecho一. No es culpa de ella. Lo que pasa es que mi mamá estaba con un humor de perros. Lo mejor era abandonar la casa y no mirar atrás. Flor no tenía otro lugar adonde ir.

一¿Tu mamá de mal humor? Qué raro… ¿por qué estaba así?

No podía responder a esa pregunta, por suerte mi hermana se inventó una buena excusa.

一Nos dejó solos durante el fin de semana largo… y nosotros dejamos la casa hecha un desastre.

一Ah, claro… lo típico. Si habré tenido problemas con mi mamá por eso… está bien, pueden quedarse acá el tiempo que necesiten. Ahora voy a cambiar…

一No hace falta que te cambies 一se apresuró a decir Flor一. Es decir, ese conjunto te queda precioso. No creo que a Benja le moleste verte así durante un rato.

一Lo que pasa es que si Benja me ve vestida así por más de diez minutos… no se va a aguantar las ganas.

一Eso es muy cierto 一le dije一. Bueno, mientras ustedes deciden si quién quiere vestirse y quién se quiere quedar desnuda, yo voy a hablar de una cosita con Gladis 一le guiñé un ojo a Caro, ella sonrió, me entendió perfectamente一. Ya vengo. No me tardo.

一Dale, andá tranquilo. Mi mamá estuvo preguntando mucho por vos. Estoy segura que se va a poner contenta de que la “charles” un rato.

Caro dijo eso de “charlar” en un tono particular. Era nuestro código para “arrimar” y otras cosas más relacionadas a ese tema. Cuando ella veía que su mamá estaba haciendo algo detrás de la barra de la cocina, me decía: “¿Por qué no vas a charlar con Gladis?” Me encanta que mi novia sea mi cómplice en este juego. Además ella se encargaría de entretener a Flor, mientras yo me entretenía con Gladis.


Salí con la pija dura metida dentro del pantalón. Encontré a Gladis detrás de la barra americana, estaba cortando verduras. Según lo que me contó Caro, la manía de Gladis por ponerse a cortar verduras se incrementa mucho cuando yo la visito. “Lo que ella quiere es estar paradita detrás de esa barra, para que vayas a arrimarla”, me decía mi novia.

De reojo Gladis notó mi potente erección, sé que le llamó la atención. Se habrá preguntado por qué yo la tenía parada si dentro del cuarto también estaba mi hermana, sin embargo no dijo nada.

Me coloqué detrás de ella y lo primero que hice fue sacar la verga. Quería arrimarla de forma directa, sin que hubiera una tela de por medio.

一¿Te molesta que haya venido tu hermana? 一Me preguntó.

一¿Y por qué me molestaría eso? 一Dije, mientras la tomaba por la cintura.

一Porque sé que no la ves a Caro desde hace varios días. Me imagino que quieren ponerse al corriente…

一Bueno, sí, eso es muy cierto… para colmo Caro me habló de un nuevo conjunto de lencería que se compró… no puedo esperar a verla con eso puesto.

Mi verga se apuntaló justo entre los labios vaginales de Gladis, pude notar que ella estaba muy húmeda. No era la primera vez que le metía un arrimón de estos, así bien jugosos, de la pija acariciando directamente la concha. La primera vez pasó después de que Gladis me echó de su casa por estar cogiendo con su hija. Le pedí perdón, le hablé de las necesidades de los jóvenes y le dije que Caro y yo solo estábamos expresándonos nuestro cariño. Mientras le hablaba, le pegué una de las arrimadas más potentes, la tanga se le metió entre los gajos de la concha por la presión. Esa vez pude sentir su vagina casi como si ella no tuviera nada puesto. La sensación fue tan fuerte que casi le acabé encima. Después hubo otra vez, que duró apenas unos segundos, en el que aproveché para acariciarle la concha con el glande uno de esos días en los que ella decidió que no quería usar ropa interior. Sin embargo, creo que se asustó, quizás creyó que yo se la iba a meter, por eso se apartó de mí.

Pero ahora parecía estar muy tranquila, cuando mi glande se deslizó por sus labios, no dio señales de haberse enterado. Me comentó que Caro y yo ya íbamos a tener tiempo de estar juntos, pero me pidió que respetara la regla de no hacerlo en su casa. Le prometí que lo haríamos en otro lado y le di una pequeña muestra de lo que iba a sentir su hija ese día. Mi glande se abrió paso por el agujero de la concha. Fue apenas la puntita, ni siquiera entró completo. Pero fue suficiente para que Gladis diera un pequeño salto. No se apartó, como lo había hecho antes. Se quedó quieta, con ambas manos apoyadas en la mesada, ya no se molestaba en seguir cortando verduras.

Esto tampoco me sorprendió. También tenemos antecedentes de arrimones muy intensos en los que ella no se movió. Una vez llegué a meterle todo el glande dentro de la concha mientras ella, con poco disimulo, se frotaba el clítoris. Estos jueguitos con mi suegra me vuelven loco. Me encanta darle “probaditas” a su concha y que ella no diga nada al respecto, que actúe como si nada ocurriera. Como si este fuera un secreto tan íntimo que ni siquiera lo podemos hablar entre nosotros. Eso es lo que hace que el juego sea mucho más divertido.

一Cuando la agarre a Caro 一le dije al oído一, no se va a poder sentar durante una semana. Si la ves renga, ya sabés qué le pasó.

一Ay… sí, me imagino… con todo el paquete que tenés vos… pobrecita. Debe sufrir mucho.

一No recibí quejas. Le entra muy bien. Y si me aparece con un lindo conjunto de lencería, el que no se va a salvar va a ser su culo.

一Ay, no… pobrecita. No le hagas eso. A Caro no le gustan esas cosas.

No era la primera vez que yo hacía referencia al sexo anal y a Carolina, Gladis sabía muy bien que a mi me gustaba darle por el orto a su hija. Pero ella no quería reconocerlo. Seguía manteniendo su absurda teoría de que “Caro no es tan puta como para hacer una cosa así”. Si supiera a cuántos tipos le entregó el orto su hija, se volvería loca.

一Ella misma me lo va a pedir 一dije, mientras le daba pequeños empujoncitos con la verga contra la concha一. Si tiene tantas ganas como yo, seguro que me lo pide. Y Caro salió a vos 一le agarré una de las nalgas con fuerza一. Tiene un culo que es un monumento.

Gladis soltó una risita nerviosa.

一Ya sabés que no me gusta que hables así de mi culo.

Otra de sus insistencias, pero yo sé muy bien que está orgullosa de su culo, aunque no lo quiera reconocer, y le encanta que yo se lo halague… y que se lo manosee. Más de una vez le agarré una nalga, mientras, con los dedos, acariciaba la zona de su concha. Lo hice incluso estando Carolina presente. Tampoco le molestó cuando yo le agarré el orto de la misma forma a Caro, mientras mi novia vestía una diminuta tanga blanca, y le acaricié toda la concha. Gladis vio eso como quien mira crecer una planta. En apariencia no pareció afectarle, pero yo sé que la estaba carcomiendo por dentro.

Mi teoría es que Gladis se pone celosa de su hija. Le molesta que Caro tenga con quién coger, y que ella no. Gladis es divorciada y nunca le conocí un novio. Además se preocupa mucho por mantener su imagen de “ama de casa honrada”. Para ella sería un sacrilegio siquiera admitir que le encanta la pija. Una vez, mientras le pegaba tremenda arrimada, le pregunté: “Gladis ¿a vos te gustan las vergas grandes?”, y ella me respondió: “Una madre respetable no puede andar diciendo esas cosas”. Y al mismo tiempo su culo se movió hacia atrás, para que el contacto con mi pija fuera más intenso. De no haber tenido puesta su ropa interior, la habría penetrado. Esa fue su respuesta más honesta. Fue como si me dijera: “Me gustan las pijas grandes, pero no le cuentes a nadie”.

一A veces me pregunto si habrá pasado alguna pija por acá 一dije.

Apunté mi verga al agujero de su culo y comencé a presionar. Ya extrañaba pasar a saludar por ahí. Obviamente que, con el ojete que tiene mi suegra, muchos de los arrimones fueron a parar directamente a su orto.

一Ninguna, nene… ninguna. Y me ofende que pienses lo contrario.

一No te enojes, Gladis, era un chiste. Sé que vos no hacés estas cosas.

一Y no sé por qué vos tenés tanta obsesión con los culos 一dijo ella, al mismo tiempo que retrocedía. La punta de mi glande abrió un poco su orificio.

一Es que me parece una de las cosas más lindas que tienen las mujeres. Cuando te vi el culo por primera vez pensé: “Ajá, ya sé a quién salió Carolina”. Ella tiene el mejor orto que vi en mi vida. Cuando se pone un bikini, o una tanguita, dan ganas de romperle orto.

一Hey, que a mí también me viste en tanga o en bikini. Cualquiera diría que me querés romper el orto a mí también 一sus mejillas estaban rojas y el glande, de a poquito, se iba metiendo en su culo.

Llevé una de mis manos a la parte de adelante, la deslicé por debajo del vestido y comencé a acariciar su concha peluda. Su clítoris estaba asomando, como un gusanito curioso.

一Claro que no, Gladis. No me metería con vos de esa forma. Pero te cuento un secreto. Hubo una tarde en la que vos y Carolina decidieron usar la misma tanga, hacía un calor tremendo. Fue unos días después de que ella armó la Pelopincho y parece que los bikinis estaban para lavar o no sé qué cosa…

一Sí, los teníamos a todos para lavar. Por eso usamos tangas.

一Así es, tangas blancas, muy chiquitas. Cada vez que Caro separaba un poco las piernas, se le veía la mitad de la concha.

一Sí, me acuerdo de que le llamé la atención por eso 一más presión contra su culo, mi glande estaba a punto de entrar completo.

一Yo estaba con una calentura tremenda, me la quería coger ahí nomás. Pero, obviamente no podía. En un momento las dos entraron en la casa, yo esperé unos segundos y las seguí. Lo primero que vi, en el sofá, fue un culo inmenso, precioso 一presioné más su nalga, con la mano que estaba detrás. Y con la otra seguí jugueteando con su clítoris一. Creí que era Carolina, te juro que por un rato pensé que era ella. Sin embargo, ese era tu culo.

一Ay, qué vergüenza…

一No sé qué hacías en cuatro patas en el sofá, creo que buscabas alguna moneda entre los almohadones.

一O cualquier cosa… en esos rincones siempre cae basura.

一La cuestión es que me quedé impactado por lo que vi.

一¿Y qué viste exactamente?

一Te vas a poner mal si te cuento.

一Es posible, pero quiero estar segura de que no hayas visto más de la cuenta.

Algo irónico, tratándose de que le vi la concha varias veces. Además me consta que ella tiene que recordar perfectamente ese momento, por lo que pasó después.

一Em… bueno, vi una concha mordiendo la tela de la tanga…

一Ay, ¡qué vergüenza! Es que me quedaba muy chica…

一Sí, demasiado chica… con decirte que hasta se te veía parte del agujero del culo…

一Eso me pasa siempre que uso esas tangas. Ni siquiera era mía ¿sabés? Me la prestó Carolina. Ella tiene ropa interior mucho más linda que la mía, pero el talle no es el mismo.

Mi verga palpitaba, pidiéndome más. Una vocecita interna me gritaba: “Clavesela toda en el orto, ahora mismo. Dale para que tenga”. Pero una parte fundamental de este juego es saber cuándo parar. Me encanta dejar a Gladis con las ganas. Quiero llevarla al límite, hasta que explote y que me pida por favor que la coja bien duro.

Me aparté de ella en un segundo y volví a guardar mi verga dentro del pantalón.

一Bueno, me voy 一dije, con total tranquilidad一. Caro se va a enojar si la dejo sola todo el día.

一¿Ya te vas? ¿No querés quedarte otro ratito charlando conmigo?

一Quizás más tarde ¿te parece?

一Ok, está bien 一dijo, desganada.

Me da un poco de pena dejarla así, siento que la estoy abandonando cuando ella necesita más “cariño”. Pero ella sabe cómo es este juego. Sabe perfectamente que nos vamos a detener cuando la situación ya sea insostenible para alguno de los dos.

Antes de irme ella dejó caer un pedacito de verdura al piso, y al juntarlo me regaló una espectacular visión de su culo abierto y su concha peluda bien mojada. Contemplé esas nalgas por un par de segundos y luego me fui.


Cuando regresé al cuarto me encontré con una escena increíble. No tengo idea de cómo se dio, no pude ver el proceso, pero el resultado me maravilló. Florencia y Carolina estaban acostadas en la cama, de lado, comiéndose la boca la una a la otra como si llevaran años siendo amantes. Y eso no era todo. Flor estaba desnuda de la cintura para abajo y los dedos de Caro entraban y salían de su concha. Al mismo tiempo Florencia estaba masturbando a mi novia.

Tuve que carraspear para que ellas se dieran cuenta de que yo había entrado a la habitación. Me miraron sorprendidas, en especial mi hermana.

一Ay, Benja, perdón, es que… 一comenzó diciendo Flor.

一No hace falta que te disculpes. A mí me encanta lo que veo. Sigan… sigan…

一No sé… 一dijo Caro一. A mí me encantaría seguir, la estoy pasando de maravilla. Pero depende de Flor. ¿A vos te molesta que tu hermano te vea desnuda?

一No, para nada 一dijo Flor, con una actitud de confianza que no le había visto nunca一. Benja ya me conoce la concha de memoria.

一¿Ah si? ¡Qué interesante!

一Sí, me la vio un montón de veces… hasta me vio haciéndome una paja, así que ya superé el miedo a que me vea desnuda.

一Uy, me encanta escuchar eso… pero sigue habiendo un problema. Conozco muy bien a Benja, no se va a aguantar las ganas de meterme la pija… eso podría ponerte incómoda.

一Quizás, un poquito… pero también le vi la pija, y sé que con vos coge un montón. El muy pajero se la pasa hablando de lo mucho que le gusta coger con vos.

一Y a mí me encanta que así sea. Bien, si no te genera ninguna molestia… entonces sigamos. De verdad me dejaste muy sorprendida cuando me dijiste que andás “experimentando” con conchas. No te imaginaba, ni un poquito, en esa faceta.

一A la vida hay que disfrutarla 一dijo Flor, con una amplia sonrisa. Definitivamente hubo un gran cambio en ella después del fin de semana que pasamos con Lucía一. Me costó aceptarlo, pero ahora puedo decir que si veo una linda concha, me caliento… y me dan ganas de chuparla.

一Uy… a mí me la podés chupar todo lo que quieras. Ya sabés que Benja no es celoso. Y espero que me permitas probar la tuya. A mí me re calientan las mujeres… si no amara tanto la pija, sería lesbiana a tiempo completo.

Estaba pasando, de verdad estaba pasando. Mi novia volvió a meterle los dedos en la concha y los besos se reanudaron. Saqué la pija del pantalón, aún la tenía bien dura. Me acosté en la cama, justo detrás de Carolina. Ella puso el culo en pompa y se la clavé directo en la concha, ni siquiera pedí permiso. La tenía tan mojada y dilatada que la verga entró sin ninguna dificultad.

Flor no tuvo ningún drama para agarrarme de los huevos y seguir el movimiento de la penetración, además siguió frotando el clítoris de Caro. Ellas dos se comían la boca apasionadamente y el ritmo de mi cogida no hizo más que aumentar. Si hubiera sabido que esto ocurriría hoy, no hubiera dudado ni por un segundo en permitir que mi hermana me acompañara.

Sé que a mi novia le calienta la situación tanto como a mí. Ella misma me metió mil fantasías en la cabeza que incluían a mis hermanas, en especial después de pasar aquel fin de semana con Nadia. La idea de vivir una situación incestuosa la tiene como loca.

Durante esos días a sexo puro con Nadia, Caro me dijo: “Imaginá que le estoy comiendo la concha a una de tus hermanas, mientras vos me cogés”. Cuando lo hicimos se calentó un montón, incluso más que yo. Por eso sé que esa es una de sus fantasías sexuales más potentes. Eso me llevó a hacerle una sugerencia:

一Che, Caro… ¿por qué no le chupás la concha a Flor? Estoy seguro de que ella se muere de ganas.

一Sí, por favor 一dijo mi hermana一. Me encantaría…

一Uy, me estás poniendo re caliente, pendeja 一dijo Caro, dándole un brusco beso en la boca一. Te voy a comer toda.

Acto seguido, se puso en cuatro sobre la cama, por supuesto yo me ubiqué detrás de ella y le seguí dando. Flor abrió sus piernas e invitó a Caro a ponerse entre ellas.

一Ay, cómo estás de abierta, nena. ¿No te da ni un poquito de vergüenza que tu hermano te vea así?

一Ahora mismo lo único que siento es calentura 一respondió Flor一. Me calienta que los dos me vean la concha.

一A mí también 一aseguró Caro.

Y ahí nomás se mandó de boca contra la concha. Empezó a succionar el clítoris, sin siquiera un poquito de juego previo, y luego empezó a dar potentes lamidas de abajo hacia arriba.

Mi novia estaba entregadísima y después de lo que pasó con Gladis, yo me moría de ganas de probar un culo. Así que fui a por eso. Busqué el pote de lubricante que ella guarda en un rincón del ropero, me llené la verga con eso y lo mismo hice con su culo. Luego empecé el trabajo de penetrarla. No fue muy difícil, el culo de Caro siempre está listo para que le metan una buena pija. Se le abrió enseguida.

El sexo anal pone a mi novia en un humor muy particular. Le fascina. Y si a esto le sumamos que estaba haciendo realidad una de sus mejores fantasías sexuales, se puede entender que su calentura esté por las nubes. Sus gemidos no tardaron en aparecer. La mayoría quedaban ahogados, por estar con la boca prendida a la concha de Flor, pero algunos sonaron bastante potentes. Empecé a darle más fuerte, porque eso mismo quería yo: que se escucharan sus gemidos.

Llegó un punto en el que la situación ya no se podía disimular, los gemidos de Flor se unieron al coro y toda la pieza sonaba como una película porno. Miré de reojo para atrás, y me encontré con ella.

A propósito dejé la puerta entreabierta, así Gladis podía asomarse para espiar. Fue una fortuna que Flor tuviera los ojos cerrados en ese momento, porque de lo contrario hubiera sido la primera en ver a mi suegra.

Gladis dio un par de pasos dentro de la habitación, me miró con los ojos desencajados. Yo no me detuve, sino todo lo contrario, aceleré mi ritmo y abrí las nalgas de Caro, como diciéndole: “Mirá cómo le entra toda la pija por el orto a la putita de tu hija”.

Mi suegra estaba anonadada, como si no pudiera creer que su hija fuera capaz de recibir todo esa verga dentro de su culo. Aunque también debió impactarle mucho ver que mi hermana estaba participando de este acto. Sé que Caro le comentó alguna vez a su madre que había tenido sexo con mujeres. Algo que a Gladis no le hizo ninguna gracia. Estuvieron varios días sin hablarse por culpa de eso. Y ahora estaba viendo su mayor pesadilla hecha realidad: a su hija entregando el orto mientras se comía una jugosa concha.

A pesar de esto, Gladis se quedó allí, de pie a mi lado, sin siquiera respirar, mirando como hipnotizada el constante meneo de las caderas de su hija. La misma Caro buscaba que la verga se perdiera completa dentro de su culo. Se la saqué durante un par de segundos, solo para mostrarle a Gladis cómo estaba de dilatado ese agujero. Luego se la volví a meter hasta el fondo.

Florencia se movió de forma brusca y soltó un potente gemido. Esto asustó a mi suegra. Se movió a toda prisa, sin hacer ruido, y abandonó la habitación.

Esto se está dando mejor de lo que yo me imaginaba. Tengo a Gladis justo donde la quiero. El siguiente paso en “Jugando con la suegra” consiste en ir a “charlar” con ella una vez más.

Ya voy a ir, no tengo que esperar demasiado, porque se perdería el efecto. Pero me voy a quedar un par de minutos más disfrutando del culo de mi novia. Después de esto mi suegra se va a enterar qué es lo que puedo hacer con ella.


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Comentarios

Deathshaw ha dicho que…
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