Strip Póker en Familia [24].

 


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Strip Póker en Familia.


Capítulo 24.


Plan Macabro.




La primera parte de mi plan funcionó muy bien. Barbarita fue testigo de una explícita sesión de sexo nocturno. Estoy segura de que ya se lo habrá contado a su madre.

Ahora debíamos comenzar la segunda parte de este plan macabro que puede salir muy bien… o terriblemente mal.

Esperamos impacientes por la llegada de Lourdes. Después de lo que pasó en el patio, estábamos seguras de que iba a llegar. Esta vez Mayra también quiso estar presente, y al igual que nosotras se vistió para la ocasión.

El día era caluroso, una excusa perfecta para sacar del ropero nuestros diminutos bikinis. El de mi mamá era negro, parecía sencillo y normal, pero en un cuerpo tan voluptuoso como el de ella, se veía obseno. Sus ubres estaban apretadas por pequeños triángulos negros y se le marcaban los pezones. La parte de abajo no llegaba a cubrirle todo el pubis, por lo que asomaba una desprolija mata de pelitos negros.

Mayra estaba preciosa con su bikini violeta. La parte de arriba no estaba ajustada, y eso le daba cierto juego, ella tiene pechos pequeños pero por lo suelto que estaba el corpiño, le bastaba con inclinarse un poco para adelante para que sus pequeñas tetas de merengue se asomaran. La parte de abajo era prácticamente un hilo dental. Ahí sí que estaba ajustado, como si esa parte fuera un talle menos del que ella debería usar. Parte de su pubis saltaba a la vista, era como decirle al mundo: miren, la tengo peladita e impoluta.

Yo también me depilé y, por supuesto, mi bikini verde flúor también apretaba bastante. Lamentablemente yo no conseguí el mismo efecto que Mayra, a ella se le marcaban los labios vaginales, ya sea al verla de frente o de espalda. A mí no se me marcaban tanto; pero aún así estaba muy contenta con mi corpiño, era aún más pequeño que el de mi mamá, apenas dos triángulos que cubrían la zona de los pezones, mis tetas parecían un matambre arrollado y bien atado. Daba la impresión de que en cualquier momento mis pechos explotarían.

El timbre sonó a las once y diez de la noche. Si bien nos moríamos de ganas de atender, esperamos un poco. Otro timbrazo.

Mi madre se acercó a abrir la puerta después del tercer timbrazo. Saludó a Lourdes y se hizo un lado para permitirle pasar. La mujer se lanzó dentro de inmediato y ahí descubrimos que no estaba sola. La acompañaba la preciosa Barbarita, que llevaba puesto un vestido hasta las rodillas que parecía salido de un catálogo de moda del 1800. Aún así en ella daba cierta ternura… y quizás hasta un poquito de morbo. Parecía una muñeca… y daban ganas de jugar con ella.

A su lado había un pibe rubio, tímido, que no se animaba a levantar la mirada. El pobrecito parecía abrumado con tanta carne femenina de primera calidad. Él debía ser Javi (no Javier, diría Lourdes, se llama solamente Javi).

—Lourdes, ya que siempre sos tan sincera —dijo mi mamá, mientras nos sentábamos en los sillones del living—. ¿Por qué siempre venís a esta hora? No es que me moleste, solo me resulta curioso.

—Es porque no quiero que los vecinos me vean hablando con vos —respondió Lourdes, con severidad. Sus ojos escudriñaban nuestra anatomía—. No me gustaría que alguien sospeche que soy amiga de las putas del barrio.

—Qué lindo que nos tengas esa estima —dijo mi mamá, manteniendo la calma—. Aunque el título de putas del barrio es muy importante, no sé si ya hicimos méritos suficientes para ganarlo. ¿Quién sabe? Quizás haya alguna otra con más méritos que nosotras. Pero igual te agradezco el gesto.

—¿Te resulta gracioso que tus hijas queden como las putas del barrio?

—Si viene de vos, sí… me resulta gracioso.

Mi mamá se mantuvo muy sonriente. De los ojos de Lourdes saltaban chispas.

—Esta situación está llegando demasiado lejos —espetó nuestra vecina mientras daba tirones nerviosos a uno de sus rubios mechones. Lourdes es una mujer preciosa, lo admito. Lo que más me gusta de ella es su sedosa melena dorada y sus sensuales y carnosos labios. Despierta en mí más de una fantasía lésbica. La veo con esa expresión tan severa y me dan ganas de besarla. Estoy segura de que en alguna parte de su ser esconde un lado sensible que solo quiere que le den cariño—. Anoche Barbarita vio algo en tu patio… algo espantoso.

—¿Qué fue lo que viste? —Le preguntó mi mamá a la pequeña, con una sonrisa afable—. Y acordate que podés contarnos todo sin miedo, ya sabemos que tenés que decir toda la verdad. Así que hablá sin miedo, aunque tengas que dar detalles sensibles.

—Em… lo primero que vi fue a Nadia chupándole la verga a su novio…

—Ya hablamos de este tema —interrumpió Lourdes—. Pensé que mi hija ya no se encontraría con ese tipo de imágenes… pero ahora es peor. Dale, Barbi, deciles lo que viste después…

—Antes también debo decir que vi a Mayra… con una chica…

—Ah, sí, no olvidemos el detalle lésbico de la noche —acotó su madre.

—No sé si tendrás algún problema con las lesbianas —dijo mi mamá—, pero desde ya te aclaro que me voy a enojar mucho con vos si agredís verbalmente a mi hija. A Mayra le gustan las mujeres y yo solo espero que sea feliz.

—No tengo muchos problemas con las lesbianas —respondió Lourdes—, solo no me gusta que mi hija esté viendo esas cosas desde su dormitorio. Seguí contando lo que viste, Barbi.

—Em… bueno… después vi a Nadia sentándose sobre su novio, al principio pensé que él la estaba penetrando por la vagina, pero después… mirando atentamente, me di cuenta de que en realidad se la estaba metiendo por la cola.

—¿Y vos qué pensaste al ver eso? —Pregunté.

—Este… me sorprendió mucho. No sabía que un pene tan grande pudiera entrar por la cola. Debió dolerte.

—En realidad, no. Lo disfruté mucho. Deberías probarlo alguna vez, el sexo anal es sumamente placentero.

—¡Nunca practiques el sexo anal! —Espetó Lourdes—. Y mucho menos con un hombre bien dotado. Nadia no te está contando toda la verdad. No hay forma de que le hayan metido una verga tan grande por la cola sin dejársela toda lastimada. Si vos hicieras lo mismo, podrías terminar muy mal herida.

—¡Eso no es cierto! —Protesté—. Entiendo que el sexo anal es delicado y hay que hacerlo respetando ciertas… normas. Pero yo no estoy lastimada, de hecho, ahora mismo podrían meterme una verga por el culo y lo disfrutaría mucho sin que me doliera nada. Tu mamá te está mintiendo, Barbi.

—No estoy mintiendo —Lourdes se puso roja—. Leí varios artículos sobre los riesgos del sexo anal y…

—Y solo te quedaste con las partes negativas —le dije—. Ok, te pido perdón. Quizás no estés mintiendo. En realidad solo estás equivocada. Estoy segura de que leíste esos artículos sobre sexo anal con muchos prejuicios. Por eso prestaste más atención a todo lo malo, a los riesgos, pero ignoraste que se puede disfrutar mucho si se lo hace bien. Vamos a hacer una pequeña prueba.

Me puse de pié de un salto, mis tetas rebotaron junto con los ojos de Javi. Ese chico silencioso no dejaba de mirarme, y eso me estaba calentando mucho. No es la clase de hombres que me gustan, ni por asomo. Pero es el hijo de Lourdes, y sé lo mucho que a ella le molesta que su hijo se caliente conmigo.

Antes de darle tiempo a mi vecina de reaccionar, me quité la parte de abajo del bikini, tanto a ella como a sus dos hijos casi se le salen los ojos de las cuencas.

—¿Pero te volviste loca? —Dijo Lourdes, con la cara desfigurada por la incredulidad. —¿Cómo te vas a desnudar así frente a nosotros?

—Ay, no seas exagerada. Ya me vieron la concha un montón de veces —dije—. Además Barbarita salió desnuda al balcón, y eso no pareció molestarle.

—Eso es cierto? —Preguntó Lourdes mirando a su hija con severidad.

—Sí, mamá… perdón. No estaba pensando con claridad.

—¿Y por qué no me lo contaste antes? ¿Eh? ¿Qué te dije sobre omitir cosas importantes?

—Que omitir también es mentir. Perdón, mamá… te prometo que no lo vuelvo a hacer.

—No te enojes con ella —intervine—. No hay nada de malo en la desnudez. Al fin y al cabo todos nacemos desnudos. Es nuestro estado más natural. Pero bueno, esto se trata de otra cosa. A ver, Lourdes, decime si ves alguna lastimadura o algo así…

Puse mi culo prácticamente contra su cara y abrí las nalgas. Sabía que tanto ella como Barbi y Javi podían verme, no solo el agujero del culo, sino también la concha, mojada y abierta. Pocas veces me sentí tan poderosa.

—Quiero que digas la verdad, Lourdes. Mirá bien… notás algo malo en mi culo?

—Em… no… todo parece estar bien… aunque… em… este… lo noto… estee…

—Lo tiene más abierto de lo normal —dijo Barbi—. ¿Eso es porque te la metieron anoche?

—Así es. Después de una sesión de sexo anal como esa, es lógico que el culo me quede algo dilatado. —En especial después de todas las vergas que me metieron por ahí—. Como ven, mi culo está bien.

—Pero eso es solo lo superficial —dijo Lourdes—. Por dentro puede estar… dañado.

Esta situación me daba mucho morbo y mi vecina me dio la oportunidad perfecta para llevarla más lejos.

—Me resulta muy extraño de tu parte que muestres tanto rechazo al sexo anal cuando vos misma admitís que te metés los dedos en el culo al masturbarte.

—Eso es muy distinto. —No podía ver su cara, pero seguramente se puso roja—. Lo hago por una cuestión de necesidad, no porque me guste…

—Lo hacés porque te gusta —dijo mi mamá—. Vos misma explicaste que meterte los dedos en el culo te ayuda a acabar más rápido. Y si te ayuda, es porque te da placer.

—Es cierto, se siente rico —dijo Barbi, con toda su inocencia intacta—. Anoche mi mamá me dio permiso para meterme los dedos en la cola, mientras le contaba lo que había visto…

—No cuentes esas cosas a tus vecinos, y menos frente a tu hermano.

—Pobre chico —dijo mi mamá—, está mudo como una momia y ni siquiera querés que escuche la conversación. No sé por qué lo trajiste.

—¿Y cómo fue la experiencia? —Preguntó Mayra—. ¿Te dolió meterte los dedos? Yo todavía soy virgen de la cola, tuve algunos intentos, pero hasta ahora ninguno llegó muy lejos.

—Al principio me dolió un poquito —giré para ver la cara de Barbi y me encontré con Lourdes y Javi mirando fijamente mi concha, parecían hipnotizados—. Pero mi mamá me insistió para que siguiera probando…

—¿Así que tu mamá quería ver cómo te metías los dedos por el culo? —Preguntó Viki—. Qué curioso, Lourdes, no te imaginaba con esa clase de fetiches con tu propia hija.

—No es ningún fetiche, y que no se te ocurra tratarme de degenerada —espetó nuestra vecina.

—¿Entonces no es cierto que le insististe para que se meta los dedos en el culo? —Pregunté.

—Es cierto, pero no ocurrió como lo imaginan. Ustedes tienen la mente muy sucia, se pasan el día cogiendo como conejos. Y lo hacen a la vista de los vecinos. No tienen ningún escrúpulo.

—Entonces ¿cómo fue? —Le pregunté—. Si nos contás quizás podamos entender mejor la situación.

—Lo que pasó es que, como ya saben, Barbi me vio haciéndolo —comentó Lourdes—. Le expliqué que yo lo hago para llegar más rápido al… al clímax. Así no tengo que pasar tanto tiempo tocándome, que es una práctica sucia. Y anoche Barbi parecía estar demorando más de lo debido. Le pedí que pusiera más énfasis, pero me dijo que ya estaba al máximo…

—Sí, es cierto, no me la podía frotar más fuerte, ya hasta me ardía un poquito.

—A mí me dio miedo de que se quedara mucho tiempo en ese estado pecaminoso de excitación. Va en contra de nuestras creencias. Por eso le sugerí que, para acelerar el proceso, se metiera los dedos en la cola, quizás con ella también podría funcionar. Al principio Barbi no se animó a hacerlo…

—Tenía miedo de que me doliera —dijo la chica—. Pero mi mamá me ayudó con eso.

—Así es… le mostré que si se es cuidadosa, no hay nada que temer.

—Por eso le metiste un dedo en el culo… —comentó mi mamá.

—Sí, lo hice despacito, con mucho cuidado para no lastimarla. Cuando lo conseguí, Barbi me dijo que sí la ayudaba a acelerar el proceso, que se notaba la diferencia… por eso empecé a meter un segundo dedo.

—A mí me confunde mucho esta filosofía masturbatoria que tenés —dijo mi mamá—; pero no te juzgo. Quizás con el tiempo la entienda, si me la explicás mejor.

—A mí me parece que sí me están juzgando —dijo Lourdes.

—No, de verdad que no —intervino Mayra—. A mí me parece super dulce que hayas ayudado a tu hija de esa forma… y estoy segura de que Barbi habrá llegado al clímax muy rápido con los dedos en la cola.

—Bueno, no fue tan rápido —dijo Barbi—. Aunque sin esa ayuda hubiera tardado más. Me tuve que quedar acostada, de lado, en la cama… tocándome la vagina mientras mi mamá movía los dedos en mi cola. No sé cuánto tiempo pasó pero… por algún motivo me costó mucho llegar al clímax.

Yo sé muy bien cuál fue ese motivo: la pendeja se excitó con los dedos de su mamá y quiso darse el tiempo suficiente para disfrutarlo… y me alegro por ella. Se nota que la pasó bien. Me la puedo imaginar haciéndose tremenda paja durante largos minutos mientras su mamá le pone mucho énfasis a la masturbación anal.

—Después de esto el culo me quedó bastante abierto —dijo Barbi, con una sonrisa—, aunque no tanto como el de Nadia.

—Es que Nadia ya lo debe tener todo roto —comentó Lourdes.

—Me parece que ahora sos vos la que está juzgando a mi hija —dijo Viki mientras se alejaba. Abrió un cajón del aparador y sacó algo de allí dentro, sonreí al ver de qué se trataba.

—No es que la esté juzgando, solo digo que no puede recibir una verga tan grande sin causar algún daño…

—Bueno, vamos a ver si es cierto que Nadia tiene el culo “roto”. —Viki se acercó, con un pote de lubricante en mano—. Permiso, Javi, me siento un ratito acá, espero que no te moleste. —Se sentó justo sobre las piernas de Javi y me dio la impresión de que se tomó la molestia de apuntar muy bien, para que el pene del chico quedara justo debajo de su concha. Antes de que Lourdes pudiera decir algo, continuó hablando—. Vamos a poner un poquito de lubricante en la cola de Nadia, después te voy a regalar un pote de estos, Barbi, para cuando necesites meterte los dedos en la cola.

—No quiero que mi hija tenga lubricantes anales…

—Acaso preferís que se lastime por hacerlo de forma inapropiada? Esto es un consejo para vos también Lourdes, si vas a meterte algo por el culo, aunque sean los dedos, necesitás una buena lubricación. Si vas a educar a tu hija diciéndole que debe masturbarse de la forma más rápida posible y que para eso debe meterse los dedos en el culo, entonces lo mejor va a ser que las dos usen un buen lubricante. Solo lo hago para ayudarte.

—Mmm… está bien, te acepto el regalo. Pero al pote lo voy a guardar yo, si Barbi lo necesita, tendrá que consultarme antes.

—Eso ya lo dejo a tu criterio— dijo Viki.

Pude sentir sus dedos acariciando con sensualidad mi orificio anal. Mayra me miraba de frente con una sonrisa maravillosa, le hice señas para que abriera un poco las piernas y me hizo caso, parte de sus labios vaginales se podían ver a los lados de la tela del bikini.

—Ahora —continuó mi madre—, es tu turno, Lourdes. Meté un dedo… o dos, o los que quieras. Fijate si Nadia se lastimó… y no tengas miedo, ella está acostumbrada a que le metan cosas por el culo.

—Hasta un desodorante se metió —acotó mi hermana. Eso fue innecesario y debo admitir que sentí un poco de vergüenza; pero era el precio a pagar. Las cosas estaban saliendo mejor de lo que yo imaginaba.

—Eso debió doler —comentó Barbi.

—Al principio, sí… —aseguré—. No te recomiendo que lo hagas.

—Al fin un poco de cordura —dijo Lourdes.

—Es mejor que uses un consolador. Duele menos y se disfruta más. Si querés te puedo regalar uno.

—¡Nada de eso! —Espetó nuestra vecina.

—Tranquila, Lourdes, solo era un chiste. No pienso regalarle algo así a Barbi —dije, riéndome entre dientes—. Ahora… hacé la prueba con mi culo. Sé que lo vas a hacer de forma apropiada, tenés experiencia en esto. Confío en vos.

—Em… sí, nunca buscaría lastimarte —aseguró Lourdes—, aunque esté enojada con vos. ¿Escucharon, chicos? No importa cuánto rencor tengan, nunca deben lastimar a las personas. ¿Entendido?

—Sí mamá —dijeron los dos, al unísono, como si lo hubieran ensayado mil veces.

Sentí el contacto frío de los dedos de Lourdes impregnados de lubricante. Ella se tomó el tiempo de acariciar mi agujero para que yo me relajara y pueda obtener una buena dilatación. De a poquito fue hundiendo su dedo. Sentí muchas ganas de hacerme una paja frente a ella, pero era un riesgo demasiado grande. Decidí que aguantarme era lo mejor.

Además ya tenía algo que podía disfrutar. Lourdes demostró ser muy hábil con sus dedos. Logró meter el primero con bastante facilidad y lo movió como si me estuviera preparando para una buena sesión de sexo anal. Ahora sé cómo se sintió Barbi mientras su mami le metía los dedos en el orto.

—¿Ves algo que esté mal? —Preguntó mi mamá.

—No, todo parece estar bien.

—Te noto sorprendida —dijo Viki.

—Sí, lo estoy. De verdad creí que Nadia, después de semejante penetración anal, estaría lastimada. Pero… es como si no le hubieran metido nada. Solo lo tiene algo dilatado. Y no te duele cuando meto los dedos?

Hundió un dedo y luego lo acompañó con otro.

—No, al contrario, se siente muy bien. Me agrada… pero qué te voy a explicar a vos, ya sabés lo que se siente meterse los dedos en el culo.

—Bueno, con esto ya te queda en claro que el sexo anal, si se lo hace bien, no tiene por qué generar un daño —dijo mi mamá, poniéndose de pie.

En ese momento fuimos testigos de un bonito espectáculo. Javi, como no podía ser de otra manera, tenía una potente erección. Es lógico, teniendo en cuenta que una mujer tan voluptuosa como mi mamá se le sentó encima.

—¡Ay, Javi! ¿Qué te pasó? —Preguntó Lourdes—. ¡Qué falta de respeto! Pedile perdón a Victoria.

—No te preocupes —dijo Viki—. No me molestó para nada. Y dejalo en paz, es lógico que a un chico de su edad se le ponga dura si una mujer se le sienta encima.

—De todas maneras, me parece una falta de respeto hacia las mujeres presentes. Y de paso te digo que no me gusta nada la forma en la que mirás a Nadia.

—Lourdes, tranquilizate —le dije—. A mí no me molesta que mire. Al contrario. Siempre me pongo contenta cuando un chico lindo me mira de esa manera —le sonreí a Javi, el pobrecito casi se muere de la impresión.

—No me gusta que mi hijo tenga esa fijación con las mujeres —insistió Lourdes—. Me da la impresión de que le gusta demasiado mirarte.

—Vamos a ver si eso es cierto —dije.

Me puse de rodillas frente a Javi, el tamaño de la carpa entre sus piernas me sorprendió.

—Decime la verdad, Javi… ¿te gustaría ver mis tetas? —El chico rubio se quedó mudo, mirándome con sus grandes ojos azules.

—Nadia te hizo una pregunta, Javi… y te pidió que contestes con la verdad —ella parecía decidida a descubrir si su hijo tenía alguna clase de fijación conmigo.

Esta mujer está loca, pero admito que me divierte mucho su filosofía de llevar la verdad hasta el límite.

—¿Te gustaría verlas? —repetí la pregunta.

—Sí, me gustaría —respondió él, claramente nervioso.

—Entonces te voy a dar el gusto —Desprendí mi corpiño, mis grandes melones rebotaron ante sus ojos. Antes de que pudiera procesar tanta información, le dije—. ¿Te gustaría tocarlas?

—Sí… —respondió luego de tragar saliva.

—Te permito hacerlo, dale.

Él adelantó sus manos temblorosas, creo que se puso más nervioso cuando se dio cuenta que no le alcanzarían los dedos para abarcar mis tetas por completo. Miró a su madre de reojo, como si estuviera pidiendo permiso.

—Si ella te lo permitió, podés hacerlo —dijo Lourdes.

Javi asintió con la cabeza.

Sus manos estaban tibias y cuando se pegaron a mis tetas comenzó un leve temblequeo. Este chico es más virgen que una monja. No puedo creer que su madre lo haya criado dentro de una burbuja tanto tiempo. Con razón se pone así al ver desnuda a una chica como yo.

No me tocó mucho, pero sí lo suficiente como para tener una clara idea de cómo se siente tocar las tetas de una mujer… al menos de forma superficial. Aún le falta experimentar lo que se siente al amasar un buen par de tetas.

—Pobrecito, te debe doler la verga de tenerla tan apretada en el pantalón. ¿Qué te parece si la dejamos salir un ratito a tomar aire?

No le di tiempo a responder. Con un rápido tirón liberé su pene de la prisión. No la tiene tan grande como Benja o como mi hermano, pero está muy bien. Es más finita, aunque bastante larga. Su pubis estaba completamente depilado y blanco, como si nunca hubiera estado en contacto con el sol. Y, por supuesto, la tenía dura como un palo.

—Oh, no me imaginé que la tendrías así… —comenté.

—Tengo una regla particular con el vello púbico —dijo Lourdes—. No me gusta, me parece poco higiénico y de mal gusto.

—Ah, con razón te llevás tan mal con mi mamá —comentó Mayra, señalando los vellos que sobresalían del bikini de Viki.

—No es solo por eso, aunque estoy segura de que a ella le vendría muy bien una depilación completa.

—A veces me la depilo —dijo Viki—, pero me gusta más con pelitos.

—De todas formas, yo no me refería al vello púbico —dije—. Estaba hablando del tamaño. Me sorprende lo grande que la tiene Javi.

Rocé su glande con la punta de mis dedos. En ese momento ocurrió lo que yo estaba esperando… aunque no creí que lo conseguiría tan fácil. Solo necesité un sutil toque mágico para que su verga comenzara a escupir chorros de leche a montones. Por supuesto, yo me quedé allí recibiendo cada uno de ellos. Algunos cayeron sobre mis tetas, otro fueron a estrellarse justo contra mi cara. Quedé bien cubierta de semen, como a mí me gusta.

—¡Javi! ¡Por dios! —Exclamó Lourdes, que estaba tan cerca de su hijo que recibió algunas gotas de semen en su antebrazo y el dorso de su mano—. ¡Un poquito de control, por favor!

—Ay, no seas así, Lourdes —dije, sonriendo—. Vas a hacer que Javi se sienta mal… no le hagas caso, a mí me encanta que me llenen de leche las tetas. Casi tanto como a Mayra le gustan las conchas.

Mi hermana soltó una risita nerviosa.

—Esto es de no creer —dijo Lourdes—. Nadia es una devoradora de vergas compulsiva y Mayra es igual, pero con las conchas. ¿Esa es la clase de crianza que le estás dando a tus hijas, Victoria?

—Uf, lo decís como si vos nunca hubieras tenido relaciones sexuales —dijo mi mamá, poniendo los ojos en blanco.

—Tuve… pero no a ese nivel.

—¿Ah no? Decime la verdad, Lourdes —mi madre se acercó a nuestra vecina con paso sensual—. ¿Alguna vez chupaste una concha? —La rubia no dijo nada, se quedó muy tensa mirando a Viki a los ojos—. A perdón, creí que ese asunto de decir siempre la verdad aplicaba todo el tiempo. No sabía que había “restricciones por conveniencia”.

—Aplica todo el tiempo —dijo Lourdes—. Aunque no significa que esté obligada a responder siempre que se me pregunte algo. Puedo hacer silencio.

—Ah, ya veo, tenés derecho a guardar silencio, como cuando te interroga la policía. ¿Y qué puedo hacer para que respondas a mi pregunta? Porque de verdad me gustaría que lo hicieras.

—Podés explicarle por qué querés escuchar esa respuesta —intervino Barbarita—. Si ella entiende no se lo preguntás para perjudicarla de alguna manera, entonces debería responderte.

—Gracias por la información, Barbi. —Mi mamá le mostró una grácil sonrisa—. No te preocupes, Lourdes. No pretendo perjudicarte de ninguna manera. Solo quiero conocerte mejor. Yo sí tuve experiencias con mujeres, en varias ocasiones. Lo disfruto mucho, para ser sincera. Y vos sos una mujer muy hermosa, creo que eso ya lo sabés. Además puedo deducir que no sos virgen, tenés dos hijos. Me imagino que en más de una ocasión habrás recibido propuestas sexuales por parte de hombres… y mujeres. ¿Te acostaste con alguna mujer?

Lourdes se mantuvo en silencio durante unos segundos, con sus labios tan apretados que se volvieron blancos. Hasta que por fin rompió el silencio.

—Sí, me acosté con una mujer.

—¡Wow! ¿De verdad, mamá? —Barbarita parecía muy sorprendida, Javi también, aunque el chico, muy fiel a su estilo, no dijo nada—. Una vez le pregunté lo mismo y me dijo que no.

—¿Así que chupaste conchas y además le mentiste a tu hija?

—Sí, y no es algo de lo que esté orgullosa. No siempre me comporté de la mejor manera. Antes de conocer el Sendero de la Verdad llevé una vida… equivocada. Cometí errores e hice cosas indebidas.

—Como chuparle la concha a una mujer —dijo Viki—. ¿Y lo disfrutaste? En ese momento, digo… ¿te resultó excitante chuparle la concha a una mujer?

—Debo admitir que sí, en ese momento lo disfruté… pero disfrutar de algo no significa que esté bien hacerlo. Los pecados a veces son tentadores. Lo importante es resistir a la tentación.

Victoria se quitó la parte de abajo del bikini, su concha peluda quedó totalmente a la vista, justo frente a los ojos de Lourdes.

—¿Por qué no nos mostrás cómo lo hacías? —Dijo Viki, subiendo un pie al sillón y acercando aún más su vagina a la rubia.

—No, ya no hago esas cosas.

—Miralo como una forma de compensar a tu hija por haberle mentido.

—Eso, mami… me mentiste —dijo Barbarita—. Ahora me tenés que compensar de alguna manera.

—¿Y vos querés que haga esto? —Preguntó Lourdes, señalando la vagina frente a ella.

—Sí, me da curiosidad saber cómo lo hacías.

—No quiero tener problemas con tu marido —le dijo a Viki.

—Quedate tranquila que no vas a tener ningún problema. Pepe sabe muy bien que yo tengo mis amantes, él tiene las suyas. Somos una pareja muy abierta al sexo. Algunas de esas amantes que tengo son mujeres. Así que… ya no tenés excusas.

—Está bien —dijo Lourdes, después de unos segundos de silencio—. Lo voy a hacer solo porque mi hija me lo pide, y sé que hice mal en mentirle. Te pido perdón por eso, Barbi.

—Está todo perdonado… si se la chupás a Victoria —dijo Barbi, mostrando una radiante e inocente sonrisa. Esta chica cada vez me cae mejor.

—Muy bien…

Lourdes acercó su boca dubitativa y mi mamá la ayudó, acercando su concha. Los labios de ambas mujeres se tocaron y fue como si algún interruptor viejo y oxidado se hubiera activado dentro de Lourdes. Ella comenzó a dar lamidas intensas e incluso dio un par de chupones al clítoris. Me pregunté cuánto tiempo estuvo sin probar concha, se nota que fue bastante, porque ahora parece desesperada por hacerlo. Como si quisiera aprovechar al máximo esta oportunidad. No tuvo ningún problema en meter la lengua dentro del agujero de la concha de mi madre y tragar los jugos que salían de ella… y eso que Viki lubrica mucho.

Barbarita y Javi miraban con los ojos desencajados.

La chupada de concha se fue volviendo cada vez más enérgica.

—Ay, yo también quiero chupar una concha —dijo Mayra—. Ahora me dieron ganas… Barbi, ¿puedo chupar la tuya? Seguramente la tenés muy rica.

—Em… —la pequeña rubiecita parecía confundida y a la vez complacida.

—No, de eso ni hablar —dijo Lourdes—. No quiero que ninguna toque a mi hija. De ninguna manera.

—Entiendo tu postura —intervino Viki—, pero también deberías entender a Mayra. A ella le gustan las mujeres y lo que vos estás haciendo conmigo, que por cierto me gusta mucho, la excitó. Alguna concha va a tener que chupar ¿me explico?

—De ser así, prefiero que lo haga con la mía —dijo Lourdes—. Pero dejen a Barbi fuera de esto.

—Muchas gracias —dijo Mayra—. Muy servicial de tu parte. Estoy segura de que tu concha me va a encantar. Sos re linda.

Lourdes se puso de pie un momento, para quitarse el pantalón. Lo hizo rápido, sin ningún tipo de sensualidad, aún así me quedé impactada al ver sus hermosas y definidas nalgas y su concha, perfectamente depilada. No caben dudas de que se hizo la depilación definitiva.

Volvió a sentarse y mi mamá no le dio ni un segundo de tregua. Le puso la concha en la cara y comenzó a frotarse contra ella. Lourdes reanudó los enérgicos chupones. Ahora se concentró más en los carnosos labios de Viki.

Por su parte Mayra se metió debajo de mi mamá, y su cabeza quedó entre las piernas de Lourdes. Se tomó unos segundos para admirar esa preciosa concha y luego se mandó a chuparla como tantas veces hizo con la mía. Lourdes soltó un potente gemido, Mayra tiene un talento especial para encontrar las zonas más sensibles en una mujer. Su lengua se movía rápidamente alrededor del clítoris de Lourdes.

Estoy segura de que nuestra vecina se excitó mucho y la muestra de eso fue que agarró las nalgas de Viki y la trajo hacia ella, mi mamá tuvo que apoyar un pie y una rodilla en el sofá y quedó sentada sobre la cara de Lourdes. Aunque en una posición algo incómoda.

—Y si vamos al piso? —Preguntó Viki—. Ahí hay alfombra, vamos a estar más cómodas.

Lourdes no dijo nada. Creo que ya no le quedaban excusas ni argumentos. Estaba caliente y quería coger con mujeres. Se acostó boca arriba sobre la alfombra y cuando Mayra se colocó en posición, ella le agarró la cabeza con ambas manos y prácticamente la obligó a chuparle la vagina.

—Me parece que te gusta mucho la forma en la que mi hija te come la concha.

—Debo admitir que lo hace muy bien.

Victoria se puso de rodillas y antes de ofrecerle su propia vagina, le dio un jugoso beso en la boca a nuestra vecina. Lourdes se prendió a esos labios con la misma intensidad que lo hizo con los labios vaginales.

Luego mi mamá se sentó sobre ella. La rubia no tuvo más opción que volver a chupar concha.

Me encantó ver cómo todo su cuerpo se sacudía, producto de los espasmos que le estaba provocando Mayra con su experiencia en sexo lésbico.

—Ustedes pueden aprovechar para masturbarse —le dije a Javi y a Barbi en un susuro—. Ahora su madre no puede verlos…

Agarré la pija de Javi y empecé a pajearlo. Barbi se puso de pie de un salto y se bajó la bombacha. Levantó su vestido y pude ver su perfecta y pálida concha. Estos chicos no vieron un rayo de sol nunca en sus vidas. Empezó a tocarse e intercambió unas cuantas miradas de complicidad con Mayra.

Yo, aprovechando que la castradora de Lourdes estaba ocupada y no podía verme, acerqué mi boca a la pija de Javi y empecé a chupársela. Estoy segura de que le hice el primer pete de su vida a este chico. La forma sorpresiva en la que me miró me lo demostró. Su pija estaba bien dura y me costó metérmela toda dentro de la boca, no porque sea especialmente ancha, sino porque es bastante larga.

—Sabés una cosa? —Le dije a Barbi manteniendo la voz lo más baja posible—. Una vez le chupé la pija a mi hermano.

—¿Qué? De verdad? No lo puedo creer.

—Sí, es un secreto, no se lo cuentes a nadie.

—¿Y te gustó?

—Sí, fue muy morboso. Me acabó en la boca. ¿Alguna vez probaste el semen?

—No…

—¿Y te gustaría probarlo?

—Quizás… me da curiosidad.

Fue una jugada arriesgada, con la manía que tiene esta chica por decir la verdad, quizás se lo contaría a su madre. Pero ahora sé que Lourdes también tiene prácticas extrañas con sus hijos y creo que puedo defenderme argumentalmente.

Miré cómo mi mamá se sacudía sobre la cara de Lourdes y cómo nuestra vecina emitía chasquidos húmedos en su desesperación por comerse la concha de Victoria. La que también lo estaba pasando de maravilla era Mayra, ella parecía muy concentrada en recorrer cada rincón de la perfecta concha de Lourdes.

Volví a tragarme la pija de Javi sabiendo que el chico no aguantaría mucho. No está acostumbrado a recibir esta clase de estímulos. Moví la cabeza varias veces, de arriba hacia abajo. Usé mi saliva, moví mucho mi lengua, le di un par de chupones bastante intensos, en definitiva, apliqué todos mis conocimientos en sexo oral hasta que, por fin, recibí mi premio.

Esta descarga de leche quizás no fue tan abundante como la anterior, pero sí lo suficiente como para llenarme la boca.

Me moví rápido, para no perder ni una gota. Puse mi boca muy cerca de la de Barbarita, ella se sorprendió y abrió la suya. Aproveché ese momento para besarla. Creí que ella se alejaría, asustada o asqueada, pero en realidad hizo todo lo contrario.

Buscó mi lengua con la suya y comenzó a tragar el semen de su hermano como si fuera el manjar más exquisito. Aproveché este caliente momento para acariciar un poco su concha, estaba tibia y muy húmeda… y sumamente suave, quizás aún más suave que la de Mayra.

Nuestras lenguas siguieron luchando y el semen fue pasando de una boca a la otra. Me quedé tranquila porque sabía que mi mamá estaba mirando toda la escena y ella no movería sus grandes nalgas de la cara de Lourdes… a menos que ella lo pidiera.

Como si esa mujer tuviera un sexto sentido, comenzó a pedirle a mi mamá que se moviera. Por eso me aparté de Barbarita y ella se apresuró a subir su bombacha. Mi mamá no tuvo más remedio que apartarse de Lourdes y Mayra hizo lo mismo.

—Esto ya llegó demasiado lejos —dijo nuestra vecina—. No tendría que haberlo permitido. Ustedes son una familia tóxica. Me llenaron de ideas confusas e hicieron lo mismo con mi hija. No quiero tener nada que ver con ustedes. Hagan lo que quieran en su patio, ya no me importa. Ya buscaré la forma de tapar la vista. No quiero que se acerquen a mi ni a mis hijos.

Mientras daba este discurso, se ponía la ropa. Tuve que hacerle señas a Barbarita para que limpie los restos de semen que quedaron fuera de su boca, ella se apresuró a quitarlos con el dorso de su mano. Javi también se apresuró a guardar su verga dentro del pantalón. Al parecer sabe muy bien como puede ser su madre cuando se enoja.

—No sé cómo me presté a esto. Siento vergüenza de mí misma —continuó Lourdes—. Ustedes son de lo peor.

—Tranquila, Lourdes —le dijo mi madre, tomándola de los hombros—. Podrías ver esto como una forma de iniciar una buena amistad. A mí me encantaría ser tu amiga… podríamos ser amigas… muy íntimas.

Lourdes se puso roja como un tomate, aunque no lo haya admitido, sé que se sintió halagada por la propuesta de mi madre.

—No, de ninguna manera. Nos vamos de acá ahora mismo y no vamos a volver.

—Eso sería una pena —le dije—. Justamente quería invitarte a vos y a tus hijos a comer algo, acá en casa. Una velada familiar. ¿Qué te parece?

—No.

—Dale, mami, no seas tan enojona —dijo Barbi—. Podemos llevarnos bien con nuestras vecinas. Javi y yo no tenemos amigos.

—Ningún amigo? —Preguntó Mayra.

—Sí tiene amigos, conocen gente del templo…

—No mamá, esos no son nuestros amigos —dijo Javi, me sorprendí tanto al escucharlo hablar que di un salto por el susto—. Solo son conocidos.

—Miralo de esta forma, Lourdes —dijo mi mamá—. Sé que tenemos nuestras diferencias, pero podemos trabajar para llegar a un punto medio donde todos podamos sentirnos cómodos. Solo tenemos que conocernos mejor… y fijar las pautas.

—Pofis, mamá… porfis —insistió Barbi.

—Todavía no sé si voy a aceptar la propuesta —dijo Lourdes—, pero solo lo voy a hacer con dos condiciones.

—¿Cuáles? —Le pregunté.

—Que la reunión sea durante la noche… y que ustedes estén vestidas de forma apropiada. Nada de bikinis diminutos o escotes gigantescos. Está claro?

—Podemos cumplir con esas condiciones —le aseguré.

—Sin trucos.

—Sin trucos, Lourdes. Nos vestimos de forma apropiada y comemos algo en la noche, como dos familias normales. Incluso podríamos jugar a algo, para pasar la velada…

—¿Algo como qué?

—¿Te gustan las cartas? —Pregunté.

—Em… bueno, sí… a veces jugamos a las cartas.

—Perfecto. Un juego de mesa en familia. Eso no tiene nada de malo, ¿cierto?

—No, no le veo nada de malo —dijo Lourdes.

—Hasta podría ser divertido —acotó Barbi.

—Va a ser muy divertido —dije, con una sonrisa macabra—. Eso te lo prometo.

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Comentarios

Rodrigo ha dicho que…
Nokomi sos una genia, como logras los giros en cada escena, y agregas estas nuevas aventuras a cada historia. Lo mejor es la cuota de humor que tienen tus relatos, sos unica
Unknown ha dicho que…
Está buenísimo el capítulo, quedaría genial que mayra y Nadia vuelvan a apostar y ahora Benja tenga q estrenar el culo de mayra por perder
Unknown ha dicho que…
Vamos a esperar con ansias ese juego jaja
Unknown ha dicho que…
Ya espero con ansias como benja y erick los dos a la vez le rompen el culo a barbarita
OmegaSw ha dicho que…
Espero una escena entre barbi y javi y que a madre los encuentre se vuelve loca xD

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