Strip Póker en Familia [25].

 


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Strip Póker en Familia.



Capítulo 25.


El Método Victoria.




Mi objetivo es muy simple: quiero que Lourdes, Javi y Barbarita jueguen al Strip Póker entre nosotros.

Con lo ocurrido en la última visita, descubrí que, a pesar de su estricto carácter, Lourdes es fácil de manipular, solo hay que entender cómo piensa. Conseguimos que chupe concha delante de sus hijos, e incluso yo me di el gusto de chuparle la pija a Javi. Me pregunto si el pendejo estará pensando en mí. Y su hermana… después del beso cargado de semen, estoy segura de que se va a acordar de mi toda la vida.

Conseguimos convencer a Lourdes de comer un asado con nuestra familia, y mi intención era convertir esa noche en una buena partida de Strip Póker. Sin embargo, Mayra me hizo entrar en razón.

Estábamos en la cama, desnudas, acariciándonos las conchas la una a la otra, no se podría catalogar eso como una masturbación pura y dura; más bien era como el preámbulo de una paja.

—Si hacés eso, Lourdes va a salir corriendo —dijo mi hermanita—. Ella no va a querer participar en un juego sexual, con sus hijos.

—Pero… se animó a chupar concha…

—Sí, pero viste cómo se puso después. ¿Cuánto pensás que aguantaría en una partida de Strip Póker? Estoy segura de que el tercer desafío se pondría como loca, gritaría que somos todos unos degenerados, y se iría a su casa. Ya fuiste muy rápido, y te felicito, avanzaste un montón; pero ahora… creo que vas a tener que tomarte las cosas con más calma.

—Puede ser… ¿y se te ocurre algo que podamos hacer?

—Yo intentaría hacerle bajar la guardia, que venga a casa y vea que, de vez en cuando, podemos ser “gente normal”.

—Es cierto. Quizás no sea lo más divertido; pero de otra forma va a ser imposible convencerla de participar en una partida de Strip Póker.

—Ah, y también debería haber menos gente en casa, si somos muchos, Lourdes se va a incomodar, y no se va a mostrar tan abierta.

—¿Quiénes deberían estar?

—Em… yo, por supuesto, porque no me lo quiero perder por nada del mundo —mi hermanita me mostró una sonrisa que mezclaba inocencia con lujuria—. Mamá, porque es la que más consigue alterar a Lourdes, vos… porque alterás a Javi… y Benja, porque me da la impresión de que le gusta a Barbarita.

—¿Si? ¿Te parece?

—Sí, por la forma en que le miró la pija la vez que te cogió en el patio. Con eso ya sería suficiente.

—Muy bien, vamos a organizar una velada como esa. Voy a tener que hablar con Caro, le voy a decir que mantenga entretenido a Erik. Con papá y el tío Alberto es más fácil, con ellos se puede dialogar. Que se vayan a pescar por ahí durante una noche y listo.


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El plan de Mayra avanzó a la perfección. Cuando Lourdes tocó el timbre, a las diez de la noche, la recibimos de la forma más cordial y normal posible. Le presenté a mi novio, Benjamín, ella lo miró con cierto desagrado, como si dijera: “Este es el que le mostró la verga a mi hija”. Sin embargo se relajó al ver que teníamos ropa normal, incluso mi madre y yo estábamos usando blusas sin escotes que no fueran muy ajustadas, para que no se nos marquen mucho las tetas.

Las llevamos a comer pizzas al patio, una comida ligera y agradable para pasar una noche calurosa en familia. En un momento pensamos ofrecerles cerveza; pero imaginamos que la idea no sería del agrado de Lourdes, por lo que nos conformamos con jugos de fruta. Aunque Benja se encargó de echar un chorrito de vodka en mi vaso y en el suyo, para hacerlos más interesantes. Este chico es un amor. Me entiende perfectamente.

Devoramos las pizzas prácticamente en silencio. Estaban buenas, pero creí que habría más conversación.

Pasados unos minutos me harté de tanto silencio y comentarios absurdos sobre el clima, por lo que decidí traer un tema más interesante a la mesa.

—¿Qué pasó cuando llegaron a su casa después de la última visita que nos hicieron? —dije, como quien no quiere la cosa.

—¿A qué viene esa pregunta? —Preguntó Lourdes.

—Nada, simple curiosidad, es que… me intriga mucho todo ese asunto de ayudar a tu hija con la masturbación. Y… em… a mí me da la impresión de que Barbarita se fue muy excitada de acá, no es cierto, Barbi?

—Es cierto —respondió ella al instante, con una radiante sonrisa—. Llegué a mi casa con muchas ganas de hacerme una paja.

—¡Barbi!

—Pero, mamá… me hizo una pregunta… tengo que responderle con la verdad.

—Sí, pero no hace falta que seas tan directa, ni es necesario usar términos tan vulgares.

—Y decime, Barbi… ¿Tu mamá te ayudó a hacerte la paja? —Pregunté, ignorando completamente a Lourdes—. Bah, estoy segura de que sí lo hizo… solo me gustaría saber de qué forma ayudó.

—No le respondas.

—Pero Lourdes, en qué quedó eso de responder siempre con la verdad? —Preguntó mi mamá.

—Lo sé, y en otro momento le puede responder; pero no ahora. Hay un momento para cada cosa y se supone que hoy pasaríamos una velada tranquila, sin escotes, bikinis, ni temas sexuales.

—Ufa… está bien, no le pregunto nada más, por ahora… —sonreí con lujuria a Barbarita—. Ya encontraremos un buen momento para hablar de esto.


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La charla en el patio se tornó súper aburrida, pero al menos parecía normal. Lourdes se pasó media hora haciendo un monólogo explicando por qué, según ella, el país estaba en tan mala situación. Aunque sus argumentos, por lo general, tenían que ver con “manipulaciones del maligno” (palabras textuales), en ciertas ocasiones dijo cosas más coherentes, sobre la deuda pública, la inflación, los préstamos del banco mundial, y muchas otras cosas que, de a poquito, iban destruyendo la economía de nuestro país.

Y yo me estaba durmiendo.

Necesitaba urgente algo que me mantuviera entretenida. Estuve a punto de pedirle a Benja que se escapara conmigo unos minutos para hacer alguna chanchada en mi pieza; pero en ese momento escuchamos ruidos provenientes del comedor. Todos miramos en esa dirección asustados.

El miedo se esfumó rápido porque oí lo que parecían ser risas de alguna mujer, aunque no podía asegurar de quién se trataba, luego escuché la voz de mi hermano y pensé que él había vuelto a casa, con Carolina.

Sin embargo, la escena con la que nos encontramos era muy diferente. Vi a una chica completamente desnuda huyendo de él, entre risas. Erik logró capturarla, la echó sobre el sofá y sin darle tiempo a nada, la agarró de los pelos y le clavó la verga en el orto.

Mi cerebro tardó un rato en procesar la información, porque esperaba que esa chica fuera Carolina, pero era más delgada, menos voluptuosa y tenía el pelo castaño y lacio, al contrario del negro intenso de Caro. Reconocí a la chica cuando giró la cabeza para mirarnos.

—¿Lucy? ¿Qué hacés acá? —Preguntó Benja al ver a su hermana menor.

—Ay, perdón…! no sabía que había invitados!

—¿Qué es todo esto? —Preguntó Lourdes—. Es otro de tus jueguitos, Victoria.

—No, en absoluto. No entiendo nada. Creí que mi hijo no estaba en casa.

Erik se quedó muy quieto, pero con la verga aún dentro del culo de Lucy, y nuestra sorpresa no hizo más que aumentar cuando vimos asomar por el pasillo, proveniente de los dormitorios, a la otra hermana de Benja: Florencia. Ella también estaba completamente desnuda.

—Me parece que mi hermanito estaba celebrando su propia fiesta —dijo Mayra—. Y no le avisó a nadie.

—Erik, ¿se puede saber qué hacen estas chicas en casa? —Preguntó mi mamá—. No estoy enojada con vos, solo… confundida. Se suponía que vos te habías ido a pasear con tu novia.

—Em… sí… lo que pasó es que… Caro me dijo que hoy no iba a poder, y bueno, para que no me quedara solo le pidió a Flor que viniera a hacerme compañía… y bueno, Lucy también quiso venir. Las hice pasar hoy a la tarde… em… creí que ya se habían ido todos.

—Estábamos en el patio —le dije—. ¿Vos sabías algo de esto, Benja? Al fin y al cabo son tus hermanas.

—No tenía ni idea. Pero —se encogió de hombros—, me alegra que la estén pasando bien.

—Esperen… estas dos chicas estaban teniendo sexo juntas… y son hermanas? —Preguntó Lourdes, con los ojos desencajados.

—No te hagas ideas raras —dijo mi madre—. Lucy y Flor se tienen mucha confianza, en su familia son de mente abierta para el sexo, igual que en la mía. Si las dos querían acostarse con Erik, son libres de hacerlo.

—Pero… ¿tenían que hacerlo las dos al mismo tiempo?

—Em… yo solo estaba mirando —dijo Flor. Obviamente estaba mintiendo, podía ver la humedad en su sexo, sus pezones erectos y el sudor de su piel. Estoy segura de que hace unos minutos Erik le estaba enterrando la verga a ella también—. Lo hicimos por turnos.

—Todo esto es muy raro —aseguró Lourdes.

—¿Tan raro como meterle los dedos en el culo a tu hija mientras se masturba? —Preguntó Victoria.

—Eso es muy diferente, no lo saques de contexto.

—Ok, y vos no saques esto de contexto.

—Estoy intentando no hacerlo, pero es muy difícil —dijo Lourdes—, en especial porque este chico no muestra ni la más mínima señal de pudor frente a su madre y a sus hermanas.

—No es la primera vez que veo a mi hermano con la pija dura —le dije—. Ni tampoco será la última. Y antes de que pienses algo raro, tené en cuenta que vos criaste a tus hijos con una serie de ideales que otros considerarían inapropiados. Bueno, a nosotros, nuestros padres, nos criaron para ser abiertos con la temática sexual.

—¿Vos sos la novia de Mayra? —Preguntó de pronto Barbarita, sorprendiéndonos a todos—. Estaba señalando a Florencia.

La aludida se puso roja como un tomate.

—Em… no soy la novia.

—Ah, pero yo te vi… haciendo cosas con Mayra, en el patio…

—Sí, sí… puede ser; pero no somos novias.

—Solo nos chupamos la concha de vez en cuando —respondió Mayra, con una sonrisa. Me encanta ver cómo mi hermana ganó confianza en sí misma—. Somos “amigas con derecho”.

—Y… ¿lo hace bien? —Le preguntó Barbarita a Mayra. Me fascina la curiosidad de esta chica.

—Lo hace de maravilla. Tiene mucho talento para chupar conchas —aseguró Mayra.

—Interesante… algún día me gustaría probar, para saber qué se siente.

—No, ni hablar —espetó Lourdes, mirando a su hija con ojos autoritarios—. Sabés muy bien que eso está mal. Ya lo hablamos en más de una ocasión.

—Qué injusta sos, Lourdes —dijo Victoria. Mi madre se acercó a los sillones y se sentó justo detrás de Erik y Lucía, como si quisiera ver de cerca la escena de sexo anal. Como ya no estábamos hablando de él, mi hermano siguió con la tarea de enterrar la verga en el culo de esa preciosa chica—. Vos sí sabés lo que se siente probar conchas, al parecer te diste un buen festín cuando eras joven.

—Sí, y por eso mismo sé que está mal. Solo estoy cuidando a mi hija. Quiero que lleve una vida sana, sin esas… perversiones sexuales —señaló a Lucía, la chica no se dio por aludida, siguió disfrutando de la pija de Erik.

—¿Entonces considerás una perversión sexual lo que hiciste en tu juventud? —Preguntó Victoria, me pareció obvio que estaba manipulando a nuestra vecina para tenerla comiendo de su mano; pero Lourdes parecía no darse cuenta.

—Sí, lo fue, y lo admito. Por eso no quiero que mi hija repita los mismos errores que yo.

—Es injusto, Lourdes —continuó mi mamá, manteniendo la calma y mirando fijamente el culo de Lucía, fui y me senté a su lado, yo también quería disfrutar de ese espectáculo—. ¿Cómo es eso de decir siempre la verdad y mantener el equilibrio? Vos tuviste la oportunidad de probar qué se siente al chupar una concha, lo experimentaste en carne propia, y después aprendiste que hacer eso no está bien. Tuviste tu propia experiencia. Sin embargo, a tu hija se lo negás. No permitís que ella lo experimente y saque sus propias conclusiones.

—Pero… pero…

—Lo hacés porque no confiás en Barbarita —dijo Victoria.

—No es cierto. Confío ciegamente en mi hija.

—Entonces, ¿por qué no confiás en que, luego de probarlo, ella va a llegar a la misma conclusión que vos?

—Me molesta la gente que decide por los demás y no los dejan tener sus propias experiencias —dijo Florencia, acercándose a nosotras, se sentó a mi lado y pareció no importarle que ella era una de las tres personas desnudas de la sala—. Me hacés acordar a mi mamá. Ella también decidió cosas importantes por mí, sin darme la opción de probarlas y decidir por mí misma.

—Eso es muy cierto —dijo Benjamín—. Y al final quedó demostrado que mi mamá estaba equivocada.

No sabía exactamente de qué hablaban, pero imaginé que sería un tema estrechamente relacionado con el sexo, quizás con el incesto.

—¿Y vos qué opinás, Barbarita? —Pregunté—. ¿Te gustaría tener la oportunidad de probar?

—Sí. No me siento atraída por las mujeres, pero me da curiosidad. En especial desde que me enteré que mi mamá lo hizo cuando era joven.

—Escuchaste eso, Lourdes? —Preguntó Victoria—. Vos que nos echabas la culpa a nosotros de la perversión de tus hijos. En esto no tuvimos nada que ver. Esto lo provocaste vos, por tus acciones, y seguramente eso de estar tocando a tu hija en esas “sesiones de masturbación” tan raras, tuvo algo que ver.

Lourdes se quedó petrificada. Aproveché para fijarme en Javi. El jovencito rubio de pelo lacio estaba más pálido que nunca, no le quitaba los ojos de encima al culo de Lucy… y tenía una potente erección imposible de disimular.

Benjamín ocupó el último lugar del sofá, se sentó junto a Florencia. Ella lo abrazó y apoyó la cabeza en su hombro… y me molestó.

¿Celosa, yo?

Para nada.

No sé, quizás…

Tal vez…

Puede que un poquito.

En especial porque sé que Benja coge con sus hermanas.

Aunque no sé si tendrá un favoritismo por alguna de ellas, es algo que nunca le pregunté.

—Mirá, Lourdes, como madre siempre buscamos lo mejor para nuestros hijos —dijo Victoria—. Sé que no soy perfecta y cometí errores, pero intenté darle a mis hijos la oportunidad de decidir por ellos mismos. Vos dijiste que no debemos sacar de contexto eso de “toquetear” a tu hija, porque eso tiene que ver con tu filosofía de vida, con la crianza que les das…

—Y con el sendero de la verdad —acotó Lourdes.

—Sí, todavía no entiendo muy bien de qué va todo eso; pero bueno, digamos que lo entendemos. Visto desde afuera, lo que hiciste con tu hija podría parecer algo malo; pero para vos fue algo positivo, por tu particular forma de ser y de pensar. Bueno, con mis hijos apliqué métodos que podrían ser mal vistos desde afuera, si se los saca de contexto; sin embargo, esto trajo mucha unión a mi familia y ahora nos llevamos mejor que nunca. Y nos tenemos tanta confianza como para no molestarnos si somos sorprendidos durante el acto sexual. El sexo es parte de la vida, si se hace siguiendo ciertas reglas no tiene nada de malo.

—No opino lo mismo —aseguró Lourdes—. El sexo intoxica la mente de las personas. Los lleva a actuar con perversión; pero no te estoy juzgando. Ahora que lo veo desde otra perspectiva, entiendo que vos hiciste lo que creíste mejor, como madre.

—Así es.

—¿Y en qué consistieron esos métodos? Quizás yo pueda aplicar algunos con mis hijos.

—No, olvidate de eso, Lourdes. No creo que estés preparada para entender mis métodos.

—¿Por qué no? Podrías ponerme a prueba.

—Tiene razón, mamá —dije—. Dale la oportunidad de decidir si tus métodos le parecen buenos o malos… pero antes de decidir, tendrá que probarlos.

Victoria miró fijamente a Lourdes.

—¿Estás dispuesta a probarlos, al menos por una única vez?

—Sí —dijo Lourdes, sin mucha convicción—. Solo por una vez. No quiero que mis hijos piensen que estoy siendo injusta con ellos.

—Muy bien, entonces te cuento en qué consisten mis métodos, aunque no creo que te agraden demasiado. A mí me gusta jugar. Soy muy competitiva. Me di cuenta de que mis hijos también lo son, a su manera. Por eso se me ocurrió proponer una serie de juegos para que ellos aprendieran a llevarse mejor, y para que pudieran disfrutar de la sexualidad sin tantos tabúes. Desde joven fui de mente muy abierta con el sexo y creo que es la mejor forma de vivir. Quizás no quieras eso para tus hijos, pero estaría bueno que les dieras la oportunidad de probarlo.

—¿De qué clase de juegos estamos hablando? Y con quién jugaban tus hijos?

—No voy a entrar en detalles, porque no es necesario. Pero podríamos improvisar algún juego ahora mismo.

—Mmmm… a ver, te escucho —dijo Lourdes—. Si no me gusta, no lo hacemos.

—A ver, dejame pensar… —miró para todos lados, estoy segura de que analizó detenidamente a cada una de las personas en la sala. Después de unos segundos dijo—. Además de Barbarita, ¿hay otras chicas que quieran probar con el sexo femenino?

Casi al instante Mayra y Florencia levantaron sus manos. Yo estuve a punto de hacerlo, pero antes quería ver cuál era la propuesta de mi mamá. No me importaba quedarme como espectadora en un primer juego, porque sabía que habría más de uno.

—Muy bien —continuó Victoria—. Tres participantes, y aún nos quedan cuatro mujeres. Alguna tendrá que quedarse fuera del juego.

—¿Y cómo decidimos eso? —Preguntó Lourdes.

—Con un sorteo, me parece la forma más justa. Esperen un momento. Ya vengo.

Mi madre se fue a su pieza y nosotros nos quedamos en silencio, contemplando cómo el culo de Lucy se dilataba cada vez más ante las embestidas de mi hermano. Tenía una ganas tremendas de masturbarme; pero me aguanté. Lourdes y sus hijos miraban la escena con los ojos desencajados, parecían más pálidos de lo habitual.

Victoria regresó con una pequeña caja de cartón, de esas que se usan para regalar bijouterie, y me la dio.

—Nadia, ¿podrías encargarte del sorteo? —Se acercó más a mí y en un susurro dijo—. Los papelitos están en blanco, hacé un poco de magia. Tiene que resultar convincente. Luego, para todos los demás, agregó—. Las concursantes serán Barbarita, Florencia y Mayra. Vamos a decidir quiénes las ayudarán con esta prueba.

—Muy bien, yo me encargo del sorteo.

Agarré la caja, me puse de pie y caminé hasta la mesa del comedor, esa mesa de vidrio en la que disfrutamos tantas partidas de póker. Al estar acá pude dejar unos metros de distancia con todos los demás, así que nadie vería los papelitos.

—No voy a ponerle mucho misterio —dije—, tengo ganas de participar; pero les prometo que no haré trampa. Al fin y al cabo esto se trata de confianza mutua. —Quité la tapa de la cajita y encontré varios papelitos prolijamente doblados—. Bien, la primera participante es… —hice una breve pausa y miré a las personas de la sala—. Victoria. Felicitaciones, mamá. —Ella sonrió como si me dijera “confío en vos”. No quería defraudarla, debía elegir sabiamente las concursantes porque creía saber lo que mi madre tenía en mente, y para hacerlo más interesante debía mantener un pariente directo de cada una de las concursantes. Al estar mi mamá, eso me dejaba afuera a mí. Por suerte ya me había mentalizado de que sería espectadora en este juego. Apuré el resto del sorteo—. Bien, la siguiente es… Lucía, y por último… Lourdes. ¡La puta madre! ¡Me quedé afuera! —Escuché la risita de Mayra junto con la de Barbarita—. ¿Podemos sortear otra vez?

—No sería justo —se apresuró a decir Lourdes.

—Está bien, está bien… —puse los ojos en blanco. Que yo misma quedara afuera le daba un poco de credibilidad a este falso sorteo. Vi a mi madre levantando un pulgar, para indicarme que había hecho lo correcto.

—Excelente —dijo Victoria, poniéndose de pie—. Con esto podemos hacer un jueguito de lo más interesante. Cada concursante tiene una pariente en el juego…

—Que ni se te ocurra poner a mi hija a chuparme la concha.

—No veo dónde estaría lo malo en eso, al fin y al cabo vos ayudaste a tu hija a masturbarse en más de una ocasión, con la excusa de que acabe rápido.

—No es una excusa.

—Como sea. Esto es solo un juego. Y quedate tranquila, justamente porque es un juego, no voy a poner a Barbarita a chuparte la concha a vos. Digamos que ese sería “el castigo” por perder.

—Todavía no entiendo exactamente en qué va a consistir este dichoso juego —dijo Lourdes.

—En realidad lo estoy improvisando. Nunca habíamos jugado específicamente a esto. Cuando eras joven, ¿hacías jueguitos lésbicos con tus amigas?

—Em… sí —respondió Lourdes, mirando al piso—. No estoy orgullosa de eso; pero los hacíamos.

—¿Y en qué consistían?

—Este… mmm… por lo general era descubrir quién tenía más talento a la hora de lamer una vagina.

—Uy, muy interesante. Me gusta. Ya te imagino compitiendo, seguramente le habrás puesto muchas ganas —Lourdes se puso roja con el comentario de mi madre—. Vamos a hacer algo así, que las chicas demuestren si tienen talento para esto. Así se esfuerzan por hacerlo lo mejor posible. El objetivo es hacer acabar a la otra mujer.

—Eso no es justo —protestó Erik, no entendí por qué el tarado se metía donde nadie lo había llamado—. Las mujeres pueden fingir sus orgasmos.

—Puede ser, aunque ese no es mi estilo —aseguró Victoria—. Además esto se basa en la confianza, en decir la verdad. ¿No es cierto, Lourdes? Si alguna de nosotras acaba, lo dirá.

—Entonces, dejame ver si entendí. Mi hija tendrá que chuparle la vagina a una mujer y si no la hace acabar, entonces… ¿tendrá que chupármela a mí?

—Algo así, vas bien encaminada con la idea.

—No me gusta.

—Miralo de esta forma, Lourdes. Es un juego, nada más. La idea es competir, pasarla bien, y eso servirá para desarrollar la confianza entre todos nosotros. Pero para que sea un juego, tiene que haber una condición de victoria y una de derrota. Si alguna de las concursantes hace acabar a la mujer que le tocó, entonces ya no debe seguir haciéndolo. Ya ganó. Sin embargo, si pierde, el castigo sería chuparle la concha a su pariente directa. Es decir, si Mayra pierde, tendrá que chupármela a mí, si Flor pierde, tendrá que hacerlo con su hermana, y si Barbi pierde, tendrá que hacerlo con vos. En este concurso podría haber tres ganadoras o tres perdedoras. Ah, y no te preocupes, cada chica tendrá dos oportunidades. Por ejemplo, Mayra probará primero con Flor, y luego tendrá su oportunidad con vos. Dos chances de ganar.

—Mmmm… bueno, si son dos chances… igual todo esto me desagrada mucho; pero prometí que pondría a prueba tus métodos. Y confío en mi hija. Sé que aunque ella pruebe una vagina, con el tiempo tomará la decisión correcta.

—Muy bien, entonces no perdamos más tiempo. Erik, soltá a esa chica que la necesitamos para el concurso.

—¿Qué? ¿Lo van a hacer ahora mismo?

—Sí… ahora mismo.

—Está bien, Erik —dijo Lucy—, esto lo podemos seguir en otro momento… y si bien me encanta que me den por el culo, también me interesa participar en ese jueguito. Me encantan los juegos, en especial si tienen índole sexual.

—Además en este juego vos no te estarías inventando las reglas —acotó Benjamín—. Victoria, no dejes que Lucy arme las reglas, siempre busca la forma de salir favorecida.

—Eso es muy cierto —dijo Florencia.

—Por eso no se preocupen —les dije—, mi mamá siempre busca… el equilibrio. —Le sonreí a Lourdes y logré hacerla sonreír también. Al parecer esto de “el equilibrio” la pone cachonda o algo así. En fin, cada loco con su tema.

Lo bueno es que después de esto Lourdes se cansó de protestar. Cuando mi mamá se quitó el pantalón, mostrando a todo el mundo su carnosa concha peluda, Lourdes también comenzó a quitarse el suyo sin poner pretextos, y creo que esto se debió a dos motivos: porque ya había mujeres desnudas en la sala, y porque la muy puta está caliente. Aunque no lo quiera reconocer. Se debe morir de ganas de tener a una de estas ricas pendejas comiéndole la concha.

Victoria, Lourdes y Lucía se sentaron en el sofá, una al lado de la otra. Mi mamá posicionó a nuestra vecina justo en el medio de las dos.

Erik se sentó en el otro sofá, frente a ellas, con la pija completamente dura. Parecía enojado porque le quitaron el hermoso culo que se estaba cogiendo. Sin embargo, si es un poco inteligente (aunque sea un poquito) se habrá dado cuenta de que la intención de Victoria es mantenernos jugando la mayor cantidad de tiempo posible, y es probable que él encuentre la oportunidad de divertirse un poco.

—Bueno, vamos a empezar así —comenzó diciendo mi madre—. Primero Flor conmigo Lourdes y Barbarita con Lucy. Mayra, te toca probar suerte con Lourdes.

—Excelente —dijo mi hermanita, con una radiante sonrisa. Me pareció que a Lourdes le brillaron los ojos al enterarse que tendría a la hermosa Mayra comiéndole la argolla.

—Luego haremos la rotación. Vayan tomando posiciones, chicas… y una vez que empiece a correr el tiempo, les sugiero que lo aprovechen muy bien.

Las tres chicas se arrodillaron frente a su objetivo y las mujeres del sofá las recibieron con las piernas abiertas. Es una de las escenas más eróticas que vi en mi vida. Hasta yo tuve ganas de hacerme lesbiana de por vida para disfrutar algo así… aunque esas ganas se me pasaron cuando Benjamín me abrazó por detrás y me arrimó su endurecido bulto. Definitivamente no podría vivir sin una buena pija. Son mi debilidad, qué se le va a hacer.

—¿Estás nerviosa, hija? —Preguntó Lourdes.

—Sí, mucho. No sé si esto fue buena idea. Creo… creo que no lo voy a hacer. No te sientas mal, Lucy. La cosa no es con vos, sos una chica muy linda, y…

—No te preocupes, Barbarita —dijo Flor, que estaba de rodillas junto a ella—, sé muy bien lo mucho que cuesta la primera vez. A mí me costó mucho entender que las mujeres me resultan atractivas. Iba en contra de mis principios, me creía sumamente heterosexual. Pero llegó un momento de mi vida en el que dije: “es mejor probar, para sacarse la duda, porque no puedo vivir para siempre con esa incógnita”.

—No me gusta que tengas que probar —dijo Lourdes—, pero si lo vas a hacer, si necesitás hacerlo… este es el mejor momento. Es difícil que la vida te de otra oportunidad como esta.

—Además… mirá lo linda que es la concha de Lucy —dijo Florencia—. Decime si no te dan ganas de probarla un poquito.

Barbarita miró fijamente la concha de Lucy, que por cierto, es preciosa (se nota que se la depiló recientemente), y asintió con la cabeza.

—Está bien, lo voy a hacer.

—Y esforzate mucho —agregó Lourdes—, así no tenés que… hacerlo conmigo. Dios no quiera.

Estuve a punto de decirle que dios no tenía nada que ver con esto; pero preferí dejarla con la esperanza de que eso que tanto teme no va a ocurrir.

—Nadia va a controlar el tiempo —dijo mi mamá.

—No traje el cronómetro.

—No importa, guiate con el reloj de pared. Más o menos tienen que ser unos diez minutos, no importa que el tiempo sea exacto, ya que las tres iniciarán y cortarán al mismo tiempo.

—Ok, muy bien —dije mientras restregaba el orto contra el bulto de mi novio.

—¿Están listas, chicas? —Las tres que estaban arrodilladas asintieron con la cabeza—. Muy bien… empiecen… Ahora!

Mayra y Florencia no perdieron tiempo, se lanzaron de inmediato con la concha que les tocó. Flor hundió su boca en los carnosos labios vaginales de mi mamá y Mayra comenzó a lamer enérgicamente el clítoris de Lourdes, ésta soltó un gemido en cuanto sintió el contacto. Mi hermanita sabe lo que hace.

Barbarita se quedó petrificada mirando fijamente la concha de Lucy.

—Vamos, hija… no pierdas tiempo —dijo Lourdes.

—No la pongas más nerviosa de lo que está —intervino Victoria.

—Es que, si no se apura… no tendrá tanto tiempo como las demás.

—Es cierto, y admiro tu espíritu competitivo. Pero mientras más nerviosa la pongas, menos se va a animar.

—Está bien, perdón.

Lourdes se mordió el labio inferior y miró a su hija que seguía como una estatua frente a Lucy. Minutos atrás ella no quería saber nada con que Barbi chupe concha, y ahora está desesperada porque lo haga de una buena vez. Solo mi madre es capaz de generar este tipo de situaciones. La amo.

Me hubiera encantado saber qué estaba pasando por la mente de Barbarita en ese momento. Quizás algún día se lo pregunte.

Estaba comenzando a sospechar que la pequeña rubia abandonaría el juego cuando, de repente y sin aviso, sacó la lengua y lamió la zona del clítoris de Lucía. Pude ver a Lourdes sonriendo, parecía orgullosa de su hija.

Esto me gustó. La situación se puso sumamente caliente en cuestión de minutos. Ahora había tres mujeres recibiendo chupadas en la concha por parte de otras tres. Y yo tenía a mi novio arrimándome por detrás.

Benjamín desprendió el botón de mi pantalón y metió la mano dentro, comenzó a acariciar toda mi concha. Lourdes se percató de esto y dijo:

—Les parece bien estar toqueteándose de esa manera frente a los demás?

—No entiendo a qué viene esa queja —dijo Benjamín—. Literalmente estás con la concha abierta mientras Mayra te la chupa.

—Pero… pero… esto es parte del juego. Ustedes no están jugando.

—¿Desde cuándo tengo que pedirte permiso para “jugar” con mi novia?

Lourdes no respondió, fulminó a Benja con la mirada y yo sonreí mientras me quitaba el pantalón. Cuando quedé desnuda de la cintura para abajo, descubrí que Benja ya había sacado su falo… y estaba completamente erecto. Me lo apoyó entre las nalgas.

—¿Se la vas a meter? —Preguntó una vocecita tímida a mi lado. Era Javi. Dios, a veces me olvido de que este chico existe. Me pone nerviosa que sea tan callado. Estaba sentado en el sofá, justo a mi lado. Podía ver mi culo casi en primer plano.

—Esa es la idea —le respondió Benja—. ¿Querés ver cómo se la meto?

Javi asintió con la cabeza. El chico tenía una erección muy marcada. Sentí ganas de lanzarme sobre él y chupársela toda. Pero ya habría tiempo para eso.

—Ya escuchaste, Nadia, el chico quiere ver…

—Javi, no tendrías que haber pedido eso.

—Dejalo en paz, Lourdes —dijo mi mamá—. Es una buena oportunidad para que el chico aprenda algo sobre sexo. Dale, Benja, mostrale cómo se hace.

—Ya escuchaste, Nadia… preparate porque ahí va.

—Sí, metemela toda —dije.

Me incliné hacia adelante y mantuve mi culo bien levantado, con las piernas bien juntas, pero sabiendo que mis gajos vaginales asomaban entre ellas. Quería que Javi viera todo a la perfección, mientras yo me deleitaba con la chupada de concha que estaba dándole Flor a mi mamá.

—Lo estás haciendo muy bien —dijo Victoria, acariciándole la cabeza—. Tenés mucho talento para esto.

—Es que, desde que empezó a probar conchas, mi hermana no paró —dijo Lucy, entre risitas—. Ya se comió unas cuantas.

Javi estaba muy concentrado en mirar mi retaguardia, la pija de Benjamín comenzó a abrirse camino.

—Ahora se la puedo meter rápido —explicó Benja—, porque Nadia ya está mojada y dilatada… pero por lo general… bueno, por lo general Nadia siempre está mojada y dilatada.

Eso despertó las risas entre los presentes, hasta mi hermana se rió, sin apartar su boca de la concha de Lourdes.

—Pero si no lo estuviera —continuó Benja—, habría que esperar un poquito más.

La verga entró hasta la mitad sin ningún tipo de dificultad. Benja comenzó a moverse y yo… comencé a disfrutar. Dios, cómo me gusta que me miren cuando estoy cogiendo. Liberé mis tetas levantando mi blusa junto con el corpiño y noté cómo Lourdes se fijaba en ellas. Nuestra vecina tenía una pierna apoyada sobre el muslo de mi mamá, y la otra sobre el muslo de Lucy. Al parecer no le importaba demasiado que la viéramos tan abierta. O tal vez sí, y eso le generaba un dilema interno muy morboso.

Sin decir nada, Javi sacó su verga y comenzó a masturbarse lentamente.

—Javi, pero…! Pero…!

—Pero nada, Lourdes —dijo mi mamá—. Todos estamos desnudos, ¿por qué el chico se tiene que quedar así? Ya le debe doler la verga de tenerla apretada dentro del pantalón.

Lourdes apretó los labios hasta que se pusieron blancos.

Barbarita giró la cabeza y por unos segundos se distrajo viendo como mis tetas se balanceaban y cómo su hermano se hacía la paja.

—Barbi… seguí con lo que estabas haciendo, o vas a perder.

—Perdón, mamá… tenés razón.

La chica volvió a su tarea. Sus lamidas eran suaves, tímidas, y se centraban específicamente en la zona del clítoris.

—Está bien que te centres en el clítoris —dijo Lourdes, notando lo mismo que yo—, pero no te olvides que toda la vagina es sensible a las lamidas, en especial esta zona de acá.

Pasó sus dedos en los laterales de la vagina de Lucía y ésta chilló enseguida.

—Hey! Sin tocar, que no te di permiso!

—Ay, perdón… sí, tenés razón —Lourdes se puso pálida—. Fue un atrevimiento de mi parte. Estoy muy avergonzada. No debí tocarte sin pedir permiso. No pienses que soy una degenerada o algo así, solo intentaba explicarle a mi hija…

—Tranquila, Lourdes —dijo Lucy soltando una risita—. No pienso que seas una degenerada. Tampoco me molesta que me toques. Sos tan linda que me encantaría que me toques toda.

—¿Ah sí?

—Sí; pero ahora mismo no. Porque estamos compitiendo. Si me tocás sin permiso es hacer trampa, porque me vas a hacer acabar más rápido.

—Ah, ya veo… o sea, ¿solo te enojaste porque no querés perder el juego?

—Así es. Cuando el juego termine, podés tocarme todo lo que quieras. Te doy permiso para hacerlo —le guiñó un ojo.

—Gracias. Me alegra saber que no pensás mal de mí. Y es cierto, no debería tocarte, eso me daría una ventaja, y es injusto.

Lucy acarició la concha de Lourdes durante unos pocos segundos. Mi vecina soltó un gemido y se quedó mirando a la chica confundida, con los ojos muy abiertos.

—Ahora estamos a mano —dijo Lucy, con una radiante sonrisa.

—Muy bien —Lourdes también sonrió. Qué hermosa es cuando sonríe. Es una lástima que lo haga tan poco.

La estábamos pasando realmente bien. Miré el reloj de pared y dentro de poco se cumpliría el plazo de diez minutos. Ahora la cosa se pondría aún más interesante, porque Lourdes empezaría a sentir la urgencia. Si Mayra o Flor no conseguían hacerla acabar, le tocaría a Barbarita chupársela.

No sé exactamente qué ocurrirá, pero esta noche de juegos sexuales improvisados recién comienza. Y sé que va a ser muy caliente.


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Comentarios

Lcl ha dicho que…
Fantástico nokomi pero me gustaría saber si habrá más aventuras con su padre o con toda la familia como en el principio.

Be

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