Strip Póker en Familia [28].

 


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Strip Póker en Familia.


Capítulo 28.


La última noche de póker.





Llegó el sábado a la noche y estoy hecha un manojo de nervios. Organizamos todo para la velada de póker: bebidas, boludeces para picar, música… hasta luces. A mi papá se le ocurrió poner unas luces de un tono violeta que le dan al living un aspecto como de habitación de telo, y me encanta. Sin embargo, no tuvimos noticias de Lourdes ni de sus hijos. Los citamos para las diez de la noche, son las once y todavía no aparecieron. No fui a tocarles el timbre (a pesar de que me muero de ganas de hacerlo) porque mi mamá me lo prohibió.

—Si no quieren venir, no vamos a obligarlos —dijo, con un tono autoritario que no suele ser frecuente en ella. Solo lo usa para hacernos saber que habla muy en serio.

Es muy probable que Lourdes haya desistido por mi culpa. En la tarde le mandé un mensaje de texto explicándole cómo serían las reglas del juego, así no perdíamos tiempo con eso, y porque soy una ansiosa de mierda, se me ocurrió que la partida iniciaría con todos los participantes en ropa interior… y que las mujeres deberíamos usar ropa interior sexy que incluyera (de ser posible) medias, portaligas, tanga y corpiño. Nos quedaríamos con las medias y el portaligas puesto, lo que solo nos dejaba con dos prendas para perder durante el juego: la tanga y el corpiño. Así ya arrancaríamos picantes desde el comienzo.

Los hombres, para equiparar las dos prendas, debían ponerse calzoncillos y algún sombrero o gorro. Mi tío Alberto estaba un poco ridículo usando un calzoncillo que le marcaba mucho el bulto y una boina, no era nada sexy; pero sé que en cuanto se quite la ropa interior nos va a embelesar con su hermosa pija.

Yo opté por un conjunto de lencería azul eléctrico que me regaló Benjamín para esta ocasión. Él no va a participar. Todavía debo contarle la decisión que tomamos en mi familia de no tener más relaciones entre nosotros. Benja piensa que esta es solo una partida más de póker y no le molestó quedarse afuera porque cree que podrá participar en alguna otra. No sé cómo voy a encarar este tema con él.

Erik estaba en el sofá, con un bóxer negro y una gorra roja, tomando cerveza mientras miraba una pelea de boxeo con mi papá. Pepe estaba usando un sombrero tipo fedora y dios mío… le queda de maravilla. ¡Qué hombre! Me dan ganas de sentarme sobre él y montarlo hasta que se haga de día. No sé cómo voy a controlar mis ganas de coger con él cuando todo esto se termine. Va a ser muy difícil.

Intenté apartarlo de mis pensamientos fijándome en mi hermana. Mayra está preciosa, radiante. Está hecha toda una mujer. Ella optó por un conjunto de color negro, muy similar al mío. Sin embargo es justamente el color lo que lo hace tan especial. Su piel es pálida como la porcelana y su cabello es de un tono negro intenso, acompañó estas características con un poco de maquillaje, sombra y delineador negro en los ojos, y la muy desgraciada hasta se pintó los labios de negro. Parece una vampiresa en celo. Está para comérsela… o para dejar que te coma.

Victoria decidió usar una tanga muy pequeña que no llega a cubrir más de la mitad de su pubis, ella optó por el color rojo, para mostrar que es una mujer muy apasionada. Como esta es una ocasión especial, fue a un salón de belleza para que le recortaran los arbustos de la entrepierna. Sigue teniendo vello púbico en abundancia; pero ahora lo tiene mucho más prolijo y recortado, parece una alfombra, y me resulta muy erótica la forma en la que estos pelitos se asoman por fuera de la tanga, como si dijera: “Ups, no me di cuenta de que me queda tan chica”.

Sus grandes melones estaban cubiertos por un corpiño de encaje casi totalmente transparente. Sus pezones marrones y bien definidos podían verse a la perfección.

Nos estábamos impacientando cada vez más y Alberto no dejaba de mirarle el culo a Mayra, como si estuviera pensando: “En cualquier momento me garcho a la pendeja y a la mierda con la partida de strip póker”, y no lo culpo, estoy segura de que los pensamientos de todos van por líneas similares.

—Si la vecina no llega en diez minutos, arrancamos a jugar sin ella —dijo Mayra—. Ya me estoy aburriendo de esperar. No quiero irme a dormir sin haber jugado al menos un rato.

—Lo mismo digo —la apoyó Erik.

Pasaron esos diez minutos y ya, resignados, nos sentamos alrededor de la mesa de vidrio. Mi mamá y Alberto se encargaron de llenar copas y vasos, yo me decidí por un vino espumante que estaba muy rico. Pepe comenzó a repartir las cartas con desazón, este juego ya no es lo mismo. Se perdió la magia de la primera vez, y solo la podíamos recuperar si Lourdes y sus hijos participaban.

Justo antes de alzar mis cartas, escuché que mi celular sonó. Lo había dejado sobre el aparador en el que está el televisor. Me apresuré a revisarlo.

—Es Lourdes —comenté, ante la mirada expectante de mi familia—. Dice que no quiere venir —los niveles de ánimos se nos cayeron por el piso. Los mensajes siguieron llegando—. Está preocupada por el nivel “sexual” que podrían tener los desafíos durante el juego. Dice que no quiere nada muy explícito.

—Sonamos —dijo Erik—, porque los desafíos son sumamente explícitos.

—Mentile —dijo Mayra—. Decile que los desafíos son una pavada. Vamos a intentar hacerlos leves al principio… y si en algún momento a ella le parece demasiado, se puede retirar. Nadie la va a obligar a jugar, y a sus hijos tampoco.

Le mandé un mensaje de audio a Lourdes explicándole eso mismo. Le aclaré que los desafíos eran algo picantes, pero a la vez inocentes, la idea es divertirse, reírse un rato, y nada más. Hice mucho énfasis en eso de que tanto ella como sus hijos se pueden retirar del juego si algún desafío les incomoda o les desagrada.

Esperé por la respuesta, y nada. El celular se quedó completamente en silencio. Luego de un par de minutos, regresé a la mesa.

—Hicimos todo lo posible —dije—. Mejor sigamos jugando entre nosotros.

No alcancé a poner el culo en la silla cuando volví a ponerme de pie de un salto, el timbrazo casi me hace escupir el corazón, no por el miedo, sino por la emoción.

Tenía que ser ella.

Nos apresuramos a abrirle la puerta, Lourdes y sus hijos se deslizaron dentro de la casa a una velocidad impresionante. Se nota que esta mujer no quiere que los demás vecinos la vean juntarse con nosotros.

Tanto ella como sus hijos estaban cubiertos con largos sobretodos, parecían salidos de alguna película de Mátrix. El de Lourdes era de un color vinotinto que me encantó. ¿Me lo prestará alguna noche de frío, cuando quiera salir a cenar con mi novio? Me imagino que no.

Los recién llegados nos saludaron cordialmente, Barbarita tenía una sonrisa de oreja a oreja, Javi estaba tranquilo y parecía algo confundido, y Lourdes estaba seria, como si hubiera llegado a un velorio.

—Todavía no entiendo cómo acepté a formar parte de esto —dijo nuestra vecina.

—Yo sí lo entiendo —le respondí, rememorando el trío que hicimos con ella Erik y yo—; pero bueno, no voy a entrar en detalles. Lo importante es que ya están acá. Tenemos todo listo para empezar a jugar. Pueden dejar los abrigos en ese perchero que está al lado de la puerta.

—¿Nos los tenemos que quitar ahora mismo? —Preguntó.

—Sí, sería lo más justo —le respondió mi madre—. Así estamos todos en igualdad de condiciones.

—Bueno, no creo que haya igualdad del todo —dijo Lourdes mirando a los hombres de mi familia—. Em… creo que hubo un error de conceptos. Quizás Javi tenga que ir a casa a cambiarse de ropa.

—¿Por qué? —Preguntó Mayra—. ¿No trajo ropa interior?

—Sí trajo —dijo Barbarita—, pero… em… en fin… mamá, yo te dije que habías entendido mal.

—Sí, tenés razón —admitió Lourdes—, es que pensé que… em…

—No entiendo cuál puede ser el problema —dijo mi mamá—, si tiene al menos dos prendas de vestir, ya es suficiente. Si no tiene nada puesto, entonces le damos un gorro y que se quede con el sobretodo, eso suma dos. Así que, dejen los abrigos en el perchero, y vamos a empezar.

—Está bien —dijo Lourdes, mientras se quitaba su abrigo—, pero… em… no se rían de nosotros.

—Acá nadie está para juzgar, señora —dijo mi tío—, y al primero que se ría de mi panza, le bajo los dientes… y sí, Erik… te estoy mirando a vos.

Lourdes y Barbi tenían conjuntos de lencería muy hermosos, similares a los nuestros, aunque con un estilo un poco más retro… y con menos transparencias. Lourdes parecía una mujer pin-up de los años ‘50, con su cadera bien definida y sus pechos erguidos, su conjunto era rojo oscuro. Barbi era una muñeca de porcelana… una en versión erótica, su ropa interior era amarilla, combina a la perfección con sus rizos dorados.

En cuanto Javi se quitó el abrigo nos quedamos totalmente desconcertados. Ahí comprendí por qué Lourdes estaba tan preocupada por la ropa de su hijo y por qué pidió que nadie se burlara.

Javi tenía puesto un conjunto de lencería femenina… color blanco. La imagen era extraña e impactante. El chico de lacio cabello rubio de pronto me pareció más bonito que antes. No tiene una belleza varonil como la de Benja, o como la de mi papá. Javi… es idéntico a Barbarita, pero con el pelo lacio y más corto. Como Barbi tiene pechos pequeños, que su hermano no tenga tetas no marca una gran diferencia. Además cuando el chico nos dio la espalda, para colgar su abrigo en el perchero, nos encontramos con un culazo bien redondo y macizo, prácticamente idéntico al de Barbarita. Estábamos todos boquiabiertos y pude notar en los hombres, en especial en mi hermano y en mi tío, una gran admiración por esas nalgas.

—Este… em… ¿Por qué el chico está vestido así? —Preguntó mi mamá.

—Por error —respondió Lourdes—. Cuando Nadia me mandó los mensajes detallando cómo sería la ropa interior, entendí que todos nos vestiríamos así.

—¿Los hombres también? —Preguntó mi hermano—. ¿Creíste que nos íbamos a poner lencería de mujer?

—Y sí, ¿por qué no? ¿Al fin y al cabo esto no es una noche de juegos? Pensé que era parte de la diversión, una especie de bromita. Me pareció lógico teniendo en cuenta que Victoria siempre busca que todo sea equitativo. Igual para todos.

—Igual para todos, no. Simplemente busco que sea justo. Por eso cada quien tendrá dos prendas de vestir para quitarse durante el juego. Pero nunca hablamos de que todos debíamos estar vestidos exactamente de la misma manera. Pobre chico…

—A mí no me molesta —dijo Javi, encogiéndose de hombros—. Es un juego. La idea es divertirse.

—Lo decís para defender a tu mamá? —Preguntó Erik.

—No, lo dice en serio —respondió Barbi—. No le molesta. Una vez se disfrazó de mujer para una fiesta de disfraces. Todo el mundo creyó que realmente era una chica —soltó una risita—, en especial porque usó una peluca… hasta se maquilló.

—Bueno, era una fiesta de disfraces —dijo Javi. Él también sonreía.

—Muy bien, si a Javi no le molesta, entonces a nosotros tampoco —dijo mi mamá—. Cumple con el requisito de tener dos prendas para quitarse.

—Tenemos cuatro —dijo Lourdes.

—Sí, pero las medias y el portaligas no cuentan —dijo Mayra—, nos los podemos dejar puestos… porque así es más sexy —le guiñó un ojo—. Pero si a alguien le molesta, se lo puede quitar.

—Ah, ok… eso me parece más justo —dijo Lourdes.

—Bueno, gente —dije, dando un par de palmadas—, hora de jugar. Ya perdimos mucho tiempo.

Nos sentamos todos alrededor de la mesa. Lourdes quedó a mi derecha y justo frente a Victoria, y ahí es justamente donde la queremos tener. A mi izquierda quedó Erik, que ya estaba mostrando los primeros síntomas de una erección.

Las primeras rondas fueron tranquilas, un simple precalentamiento. Lourdes y sus hijos prefirieron tomar bebidas sin alcohol y se mantuvieron callados y expectantes mientras pasaban las rondas de cartas. Barbarita mencionó en más de una ocasión que no sabía jugar al póker, que había jugado por primera vez con su mamá y su hermano en la noche del viernes. Aún así se las ingenió para no perder.

Lo divertido era que en cada ronda alguien debía perder una prenda de vestir. Todos los varones perdieron al menos una vez y se quitaron sus sombreros… y su corpiño, en el caso de Javi. La primera mujer en perder una prenda fue la misma Lourdes, que no tuvo más remedio que deleitarnos a todos con sus hermosas tetas bien redondas y macizas. No son tan grandes como las mías, pero… dios… qué bien formadas están. Dan ganas de apretarlas.

Mayra y mi mamá también perdieron sus corpiños y a mí me tocó perder dos veces seguidas, por eso fui la primera persona en quedar completamente desnuda.

—La próxima vez que Nadia pierda, tendrá que cumplir con un desafío —dijo mi madre.

Cuando me quité la tanga noté la mirada de todos los presentes recorriendo mi cuerpo, y eso me hizo sentir sensual y poderosa. Inflé mi pecho con orgullo y volví a sentarme.

El juego se puso más interesante cuando mi tío Alberto perdió su segunda mano y no tuvo otra alternativa que mostrarnos lo que tiene colgado entre las piernas. Noté como Barbi y Lourdes se sonrojaban al ver esa verga colgando junto a dos testículos grandes y pesados.

—Entiendo que esto es un juego, pero ya empiezo a sentirme algo incómoda —dijo Lourdes—, somos vecinos pero aún no tenemos tanta confianza, y se me hace raro que mis hijos tengan que ver eso… —señaló el pene de Alberto.

—Es raro al principio —dijo mi mamá—, entendemos que se sientan incómodos. A nosotros nos pasó lo mismo la primera vez que jugamos a esto; pero no se preocupen, ya se van a acostumbrar.

Hubo más desnudos totales en las siguientes rondas. Erik también nos mostró el ganso que le cuelga entre las piernas y mi mamá nos deleitó a todos mostrando lo prolija que le quedó la concha. Incluso Lourdes le preguntó la dirección del salón de belleza que hizo eso.

La que se llevó una gran sorpresa fue Barbarita cuando a Pepe le tocó despojarse de su ropa interior. Su pene se meneó como la trompa de un elefante y los ojos de la pequeña rubia se abrieron como platos.

—¡Qué pedazo de verga! —Exclamó.

—¡Ay, Barbi! ¡No seas desubicada! —La retó su madre.

—Perdón, es que… nunca había visto una así de grande —las mejillas de la chica estaban más rojas que nunca, lo que le daba un aspecto precioso.

—Ahora entienden por qué mi hermana es una mujer tan feliz —bromeó mi tío Alberto.

Días atrás me hubiera reído de ese chiste, pero ahora me da la impresión de que tiene otro significado. Como si estuviera insinuando que Victoria prefirió a Pepe antes que a su hermano por una cuestión de tamaño. Sé que mi mamá disfruta mucho al tener un marido bien dotado y yo también pude experimentar esa verga, es simplemente deliciosa; sin embargo dudo mucho de que ese sea el único motivo por el cual mi mamá eligió a Pepe como su pareja. Él tiene un encanto natural que Alberto no posee. El único hombre que conocí que sea capaz de irradiar un aura de masculinidad tan atractiva es Benjamín, y quizás algún día (contra todo pronóstico) Erik pueda madurar para convertirse en un hombre como su padre. Y eso me hace estremecer, porque si ya tengo problemas para resistirme a la pija de mi hermano siendo él un cavernícola, el día que evolucione a un hombre amable, respetuoso y que a la vez puede darte tremenda sacudida en la cama… no sé qué voy a hacer.

Ahora entiendo los miedos de mi madre. Somos jóvenes y a los tres nos falta un poquito de madurez, y cuando empecemos a definirnos mejor como adultos tendremos que hacer nuestra vida, sin estar tan atados emocional o sexualmente.

Cuando llegó el momento del primer desafío, la ganadora de la partida fui yo, y el perdedor fue Erik. Recordé que, para no espantar a Lourdes, debíamos tomarnos las cosas con calma.

—Mmm… a ver —dije, mientras pensaba qué castigo podría ponerle a mi hermano—. Ya sé! Metele los dedos en la concha a mamá… y hacelo bien. Ella va a decidir. Si lo hacés mal, tenés otro castigo.

—Y por qué elegiste a tu mamá? —Preguntó Lourdes.

—Porque después de Erik, ella es la que peores cartas tiene.

—Ah, ya veo… sí, parece justo.

—No te desagrada el desafío? —Le pregunté.

—Em… teniendo en cuenta cómo fue el juego de la otra vez, no me parece tan descabellado.

—Bien.

Este comentario fue perfecto para cualquiera con oído atento. Básicamente Lourdes nos estaba diciendo que podía tolerar desafíos algo más explícitos.

Erik se apresuró a cumplir con su parte. Victoria abrió las piernas para él y se dejó mandar dedo por un rato. Me dio la impresión de que Erik intentaba ser más suave de lo habitual, quizás para no perder… o para que Lourdes no emita alguna queja. Mientras esos dedos se perdían dentro de la carnosa concha de mi madre se me ocurrió otra opción: tal vez Carolina le enseñó cómo tocar una mujer apropiadamente.

—Uf… lo hiciste muy bien —dijo mi mamá, con la cara sonrojada—. Así me gusta, que seas considerado con las mujeres. Espero que a tu novia la atiendas de la misma manera.

Erik sonrió y volvió a su asiento. Su pene estaba algo más duro que antes… y más ancho. Lourdes y Barbi no perdieron la oportunidad de darle una buena mirada.

Seguimos jugando y por suerte le tocó el turno a Barbi y a Lourdes de quitarse la ropa interior. Nos mostraron sus conchas perfectamente depiladas. Por supuesto la madre pareció avergonzada, en cambio la hija se mostró decidida, confiada y sonriente.

Las únicas personas que aún conservaban prendas de vestir eran Mayra y Javi. Los demás ya estábamos como dios nos trajo al mundo.

Volvieron a repartirse las cartas y vi que las tetas de Lourdes se movían de un lado a otro. La noté incómoda, por eso supe que tenía malas cartas. Anticipándome a lo que podría pasar, cuando me tocó hacer el intercambio de cartas, para recibir nuevas, me quedé con algunas bastante malas. Sí, perdí a propósito… o casi. Me guardé una Reina, para no ser la persona con la peor mano.

Mis planes salieron a pedir de boca. Lourdes y yo quedamos últimas, aunque ella con peores cartas que las mías. La ganadora fue mi mamá, eso no lo había anticipado; pero me venía como anillo al dedo.

—Bueno, ya no tenés prendas de vestir, vas a tener que pagar con un desafío. Y a Nadia tampoco le fue muy bien. Ok, teniendo en cuenta que ella no es de tu familia, creo que podemos ponerles un desafío bastante picante.

—¿Le tengo que chupar la concha? —Preguntó, con las mejillas muy rojas.

—Mmm, no sé si eso sería un gran desafío para vos —dijo mi mamá—. Me contó un pajarito que ya estuviste probando esa concha. Me quedé muy sorprendida cuando me enteré. No sabía que tenías tanto interés en mis hijas.

—Perdón, este… em… yo… lo admito, lo hice y no tengo excusas. Actué mal. Le pido disculpas a todos.

—Ay, Lourdes —mi mamá sonrió—. Nadie está pidiéndote una disculpa. Mis hijas son libres de acostarse con quien les dé la gana. —Victoria se levantó y abrió un cajón del aparador, de allí sacó una caja negra que había sido preparada especialmente para esta ocasión—. Acá hay varios juguetes sexuales que podemos usar para hacer la noche más entretenida. Quiero que elijas uno, el que más te guste. Tengo entendido que cuando te masturbás, una de las cosas que más placer te da es meterte los dedos en el culo. Bueno, el juguete que elijas va a terminar en tu culo… y Nadia lo va a meter.

—Uy… em… a ver, la idea de incluir juguetes me tranquiliza, eso nos da la posibilidad de jugar sin que haya tantas interacciones entre nosotros. Pero… me parece un poco pronto para estar metiéndome cosas en la cola. Ah… em… esos son plugs anales?

—Sí, los usaste alguna vez? —Preguntó Vicky.

—Em… sí… y podría empezar con uno de esos.

—Está bien, yo tenía en mente algo más grande, como esto —mi mamá sacó un buen consolador color violeta—. Te permito lo del plug anal si te lo dejás puesto durante un rato.

—Acepto.

Entre mi papá y el tío Alberto trajeron el sofá junto a la mesa, Lourdes se puso en cuatro, con el culo apuntando hacia todos los participantes, y yo me arrodillé detrás de ella con el plug anal en mano. Para comenzar decidí lamerle un poquito el agujero.

—Ay, Nadia… em… no hace falta que hagas eso, no es parte del desafío —dijo mi vecina.

—No te preocupes, no me molesta. Lo hago para que te relajes un poquito. Espero que sirva.

—Em… si esa es la intención, entonces sí que me sirve.

Volví a pasar la lengua por su culo y acerqué el plug anal. Era de metal y no demasiado ancho, ideal como para empezar la noche. Lo fui metiendo de a poco, dando la oportunidad a todos los espectadores de ver cómo Lourdes se iba dilatando cada vez más. También me tomé la libertad de darle unas cuantas lamidas a su concha. Estaba muy rica y ya tenía ese sabor tan característico de las mujeres en celo.

El plug comenzó a entrar y cuando llegó la parte más ancha, empujé con fuerza. Ella soltó un quejido y plug se perdió dentro de su culo. Solamente quedó a la vista una joya de imitación redonda que tapaba todo el agujero.

—Auch —dijo mientras se ponía de pie—. Dolió un poquito. Hace tiempo que no me meto algo así por la cola.

A pesar de que ella habla con total naturalidad sobre este tema, puedo notar que en realidad se está muriendo de la vergüenza. Estoy convencida de que Lourdes es tan sincera solo por respetar las locas creencias de su secta, de lo contrario no admitiría ni la mitad de sus experiencias sexuales.

Esta vez logró esquivar la bala, al optar por algo tan pequeño como un plug no quedó tan expuesta a un momento humillante, como yo tenía en mente; sin embargo la noche recién empieza.

Por suerte las partidas se estaban desarrollando a buen ritmo. No llegamos a sentarnos que alguien ya había vuelto a repartir las cartas. El siguiente en perder fue Javi, sus cartas fueron espantosas.

—Le tocaría sacarse la tanga —dijo mi mamá—, pero por lo visto no es necesario que lo haga. Se la puede dejar.

Todos miramos hacia la entrepierna y nos encontramos con una verga bien blanca y erecta asomándose por un costado de la tanga, él movió la tela y la dejó salir del todo, mostrando lo dura que la tenía.

—Ay, Javi…

—No empieces, Lourdes —intervino mi mamá—, todos los hombres van a terminar con la verga dura en un momento u otro, ellos no pueden disimular como nosotras.

—Está bien, tenés razón. Perdón, Javi.

—Entonces, ¿me la dejo puesta? —Preguntó el chico.

—Solo si querés —le respondí—. Total, lo que se tiene que ver ya se ve.

—Está bien, me quedo así.

Si a mi hermano le hubiera tocado usar una tanga, se la hubiera quitado ante la menor oportunidad. Sin embargo Javi parecía estar bastante cómodo usando esa ropa, y debo reconocer que las medias y el portaliga le quedan de maravilla. Tiene buenas piernas, similares a las de mi hermana… o a las de su hermana. No hay ni un vello en ellas, como si se hubiera depilado. Me da la impresión de que Lourdes detesta el vello corporal, por eso hizo que sus hijos se depilaran por completo.

Para sorpresa de todos, Mayra se puso de pie y se quitó la tanga.

—¿Qué hacés? —Le pregunté—. Si no perdiste.

—Ya sé, pero… no quiero ser la única con ropa, me pone incómoda. Además, la parte más interesante del juego empieza ahora.

—Muy bien, pero si perdés en una próxima mano, vas a tener que pagar con un desafío —le avisé.

—Lo sé. No tengo problemas con eso.

Y la muy guacha perdió.

Estoy segura de que lo hizo a propósito. Pero no me quejo, a veces yo también manipulo las cartas en mi contra. En este juego lo más divertido es perder.

Erik fue el ganador y quien dictó la sentencia.

—A ver… em… chupale la verga a Javi.

—¿Por qué Javi? —Preguntó Lourdes—. Él no quedó penúltimo.

—El penúltimo es Pepe —dijo mi mamá—. ¿Acaso querés que la chica le chupe la verga a su padre?

—No, eso no.

—Entonces que lo haga con Javi, que también tuvo malas cartas.

—Está bien, me parece lo mejor —aceptó nuestra vecina.

Mayra se arrodilló frente a Javi y empezó a hacer algo que, para ser lesbiana, domina muy bien. Se tragó la verga de ese pibe sin ningún problema. La chupó con los ojos cerrados, como si quisiera saborear y disfrutar de cada centímetro de pija.

—Bien, la piba tiene talento —dijo Alberto—; mientras tanto nosotros podemos seguir jugando. No tenemos por qué esperar a que Mayra termine.

Todos aceptamos, incluso Lourdes, que no tuvo más opción. La idea de mi tío me pareció brillante, nos permitía acelerar aún más la partida.

Mientras Mayra sacudía la cabeza de arriba a abajo y Javi disfrutaba de una excelente mamada, las cartas volvieron a la mesa. Esta vez la perdedora fue Barbi.

—Les dije que no entiendo este juego —comentó—. Ni siquiera sé por qué perdí.

Le expliqué rápidamente por qué sus cartas eran las peores, eso le dio tiempo al ganador a pensar un desafío. Quien debió encargarse de esa tarea fue mi papá.

Creí que Pepe se inhibiría un poco a la hora de proponerle un desafío sexual a la hija de nuestra vecina; pero me equivoqué. Con total naturalidad y con una sonrisa encantadora sacó un dildo negro de la caja y le dijo:

—Usalo un rato, y te lo podés llevar de regalo.

—¿De verdad? —Preguntó Barbi, con los ojos brillosos.

—No me agrada que mi hija tenga juguetes sexuales.

—Miralo de esta forma, Lourdes —intervine—. Vos siempre decís que si una persona está muy excitada, debe quitarse la calentura lo antes posible. Con este juguete tu hija podrá hacerlo solita, sin ayuda de nadie.

—Mmm… no lo había pensado de esa manera. Está bien, podés quedártelo… pero después vamos a fijar las pautas de uso. ¿Está claro?

—Sí, mamá.

La chica, muy entusiasmada, se puso de rodillas en el sofá, con el dildo negro parado entre sus piernas. Fue bajando de a poco y el juguete se fue perdiendo en ese apretado agujero. Ella estaba muy húmeda, por lo que, al parecer, no necesitó de mucha lubricación externa, le bastó con usar un poco de saliva.

Y hablando de saliva, de la boca de mi hermana está saliendo mucha, la verga de Javi está chorreando y sé que no acabó, porque no veo nada blanco. El chico me está demostrando que tiene mejor aguante del que yo creía.

Barbi cerró los ojos y todos admiramos como esa preciosa chica de pequeñas tetas realizaba una danza sexual sobre el dildo. Sus caderas se menearon de un lado a otro, de atrás hacia adelante, y de a poco el juguete se fue metiendo más y más en su concha.

Mayra dio por concluida su felación y volvió a su asiento para admirar el dulce meneo de las caderas de Barbi. Mientras tanto mi hermano se apresuró a repartir las cartas otra vez.

Estoy segura de que nadie le prestó demasiada atención a las cartas, las miramos de forma mecánica. Barbi nos tenía hipnotizados; la chica empezó a ganar ritmo con su baile y éste se volvió cada vez más erótico.

—Uy, perdí —dijo mi mamá cuando terminó la ronda—. Bien, qué tengo que hacer? Quién ganó?

—Ganó Javi —aclaró Mayra—. Tenés que pensar un desafío para mi mamá.

—Em… que le chu…

—Y tratá de que sea algo un poquito más original —lo interrumpió mi hermanita—. No la pongas a chupar verga, yo acabo de hacer eso.

—Ah, perdón… em… es que no se me ocurre nada. Bah, sí se me ocurre… pero implica dejarse meter una verga. No sé si eso es mucho o no.

—Puede ser un buen desafío —dije—. Y qué verga se tiene que meter?

—La de ese señor —señaló a mi tío Alberto.

—¿Qué? ¿Estás loco, Javi? —Protestó Lourdes. Barbi parecía estar sumida en su propio mundo, seguía montando el dildo como una poseída—. Ese señor es el hermano de Victoria.

—Ah, perdón, no sabía.

—No te hagas drama —dijo mi mamá, hablándole a Javi—. Total esto es un juego. Y la idea de los desafíos es que sean difíciles de cumplir. Si a alguien le parece demasiado el desafío impuesto, puede rehusarse. Pero a la vez estaría perdiendo el juego. Digamos que acá gana el que más se atreve.

—¿Entonces qué vas a hacer? —Preguntó Lourdes—. ¿Vas a abandonar la partida?

—No, claro que no. Soy muy competitiva como para aceptar la derrota a la primera. Si lo tengo que hacer, lo hago. Barbi, es hermoso verte montando ese dildo, estás preciosa; pero… ¿podrías dejarnos el sillón? Lo necesitamos para el siguiente desafío.

—Ah, sí… perdón…

La chica se detuvo y sacó el juguete de su concha. Algo me dice que de no haber sido interrumpida, hubiera seguido durante largo rato.

—Esto es una locura —dijo Lourdes, mientras mi mamá se ponía en cuatro sobre el sillón. Lo hizo de lado, para permitir que Alberto se posicionara detrás de ella—. Es tu hermano.

A pesar de que ella estuvo de acuerdo en permitir que mi hermano me la metiera por el culo, sé que no le debe ser fácil aceptar este tipo de relaciones incestuosas. A mí también me llevó un tiempo poder procesarlas y digerirlas.

—Es solo un juego, Lourdes —le dije—. Y ellos lo hacen entendiendo las reglas. Alberto también podría retirarse, si no quisiera penetrar a su hermana; pero… ya ves…

Mi tío ya estaba ensalivando su verga. En algún momento (no sé cuando) se le puso completamente dura. Sospecho que fue mientras admiraba el sensual baile de vientre de Barbarita. Sé lo mucho que le calientan las pendejas como Mayra… y Barbi, físicamente, es como una versión de Mayra; pero en rubia.

La penetración fue suave y profunda. Desde el comienzo Alberto dejó en claro que cuando él le mete la pija a una mujer, lo hace como corresponde: hasta el fondo y sin escalas.

Agarró a su hermana por la cintura y empezó a darle despacito ante la mirada atónita de Lourdes. Barbi también parecía muy sorprendida, en cambio Javi… me cuesta mucho leer las emociones de ese chico, siempre tiene una cara neutral. Eso le da ventaja en el póker.

Me encantó que el desafío fuera justamente este. Pensé que tardaríamos más tiempo en romper la barrera del incesto; pero una vez que ya ocurrió, lo demás viene solo. Es como un efecto “bola de nieve”. Se va a volver peor con el paso del tiempo.

—Necesito tomar algo más fuerte —dijo Lourdes mientras miraba las penetraciones de Alberto y como Vicky parecía estar disfrutándolas.

—Si querés, tengo una buena botella de whisky bien añejo que estaba guardando para una ocasión especial —dijo Pepe—. La podemos compartir.

—Puede ser, pero… si es una botella especial, no quiero que la desperdicies en mí.

—No te preocupes, Lourdes. Esta es la mejor noche para aprovechar esa botella.

Mi papá se encargó de servirle una generosa medida en un vaso con hielo y Lourdes se lo tomó de dos tragos, sin poder apartar la vista de la concha de Victoria. Mi mamá estaba muy mojada, mostrando lo mucho que le calienta ser penetrada por su hermano.

Sentí un poco de pena por mi tío, él también parece disfrutar mucho de su hermana, y quizás ésta sea una de las últimas veces en la que pueda meterle la verga. Espero que lo disfrute.

Aún así es maravilloso ver cómo le da pijazos a esa concha peluda.

Esta noche de póker casi se va al carajo antes de comenzar; pero por suerte todo salió mejor de lo esperado. Las cartas ya están en juego y de ahora en adelante el morbo solo puede crecer.


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